AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Temores ~ priv.
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Temores ~ priv.
Música de ambientación.
Mi primera reacción tras dejar a Varek en el callejón es volver hasta donde estaba Geralt.
Descalza sobre el desgastado empedrado, mis pisadas son tan silenciosas como las de una sombra. Lo mismo puede decirse de mis lágrimas, que empezaron a brotar tan pronto como le di la espalda al cazador; se deslizan cristalinas por mis mejillas, arrastrando la suciedad junto con el dolor que me abrasa por dentro. Es el dolor de la culpabilidad, por haber fallado en la tarea de salvar a mi amigo; él confiaba en que yo le protegiese, y ahora yace con el cuerpo ensangrentado en el esqueleto de una antigua fábrica téxtil. Una punzada de dolor atenaza de nuevo mi corazón, reduciendo la cantidad de aire que soy capaz de inspirar. Parece que eso es todo lo que soy capaz de hacer, fallar a las personas a las que aprecio; decepcionarlas, hasta que al final mi traición les acabe costando la vida. Y la venganza, porque pese a haber tenido al asesino de Geralt a mi merced apenas unos minutos antes, he sido incapaz de acabar con su vida.
Un par de gotas caen en mis brazos, frías como el hielo. Podrían haber resbalado de cualquier sitio, pero mis instintos me indican que son predecesoras de una tormenta. Esta vez, no ha habido calma que la preceda. Sólo muerte.
Aun así, no acelero el paso. Me siento como si estuviera flotando en indiferencia, ya que mis sentimientos son tan intensos que han creado una barrera entre el mundo real y yo. Sólo las mejillas empapadas en lágrimas indican que algo no va bien en mi, en esa mirada vacía que es ahora la mía. Calmadamente, me arrodillo junto al cuerpo de mi amigo. Ahora la lluvia es algo más que unas tímidas gotas; como una fría capa de agujas finísimas, cae insistentemente sobre nosotros. No consigue apelmazar mis gruesos rizos pelirrojos, pero sí los lacios cabellos rubios del que fue mi amigo; en la palidez de la muerte, Geralt parece incluso más joven de lo que era. Apenas un niño, cargado de sueños e ilusiones. Y ahora jamás podrá cumplirlos.
Alargando una pecosa mano hacia su rostro, aparto suavemente un mechón que había resbalado hasta su rostro. Sus labios empiezan a adquirir un tono violáceo marchito y enfermizo, pero no me atrevo a realizar mi próximo movimiento. Porque tengo miedo de que, cuando acuda junto a mi otro amigo, encuentre que está tan muerto como Geralt.
Sin embargo, al final no tengo alternativa. La lluvia cae con tanta fuerza que resulta casi imposible ver frente a mi; si Dave sigue oculto bajo mi campo de fuerza, es mejor que acuda a ayudarle antes de que éste se desvanezca. Agachándome para pasar el brazo de Geralt por mi hombro, me pongo en pie de nuevo cargando con el peso del cambiante. Mis músculos, fuertes por el ejercicio y la dieta sana, no tienen demasiados problemas con él pese a mi pequeño tamaño. Su contacto resulta extraño, porque la piel está empezando a adquirir la textura propia del rigor mortis. Lo mismo sucede con sus miembros, tan rígidos que resulta casi imposible flexionarlos. No pienso demasiado en ello; alguien tiene que enterrarle, y me siento en la obligación moral de ser yo quien lo haga. Sólo espero que no sean dos las fosas que debo cavar.
Mis temores eran infundados. En el rincón oscuro donde aguardaba oculto Dave ya sólo quedan las manchas de sangre, cuajadas por la humedad persistente del ambiente. Sobre ellas hay un par de piñas de pino, señal de que otro de los huérfanos recibió el mensaje que dejamos cuando empezó la persecución con el cazador. De ahí la ausencia de Dave, ya que el hechicero estaba tan débil que no habría podido arrastrarse de vuelta a la guarida sin ayuda. El alivio libera una parte de la ansiedad que retenía en mi pecho, haciéndome sentir algo más ligera que antes. Dave está a salvo, no va a morir. Al menos, por ahora.
Dispersando las piñas con los pies por si vuelven a buscarme, me pongo de nuevo en camino bajo la lluvia. La distancia que separa la antigua zona industrial del bosque es más bien escasa, ya que a los parisinos no les gustaba la idea de que lo fabril conviviera con lo estético. Aun así, no me detengo al alcanzar la linde de la foresta. Renovada por las energías benignas que flotan en el ambiente, continúo caminando hasta encontrar un lugar que en primavera era hermoso. Se trata de una zona en la que tres sauces llorones están dispuestos en un semicírculo, seguramente plantados por alguna bruja mucho tiempo atrás. El invierno ha provocado que sus hojas hayan abandonado las ramas, pero aun así, retazos de magia profunda y ancestral todavía recorren sus raíces. Es un buen lugar para que Geralt descanse eternamente, alimentando la tierra de la que todos provenimos para que el ciclo de la vida continúe.
Depositándolo con delicadeza en el suelo, marco una zona de más o menos su tamaño con una ramita. La lluvia ha descongelado en parte el suelo helado, convirtiendo su superfície en un amasijo de hierba y barro. Ello me facilita la tarea, cuando me pongo a cavar la tumba con mis propias manos. No tengo ninguna otra herramienta ni sé cómo horadar la tierra con magia, pero no me importa; mi sacrificio personal es lo único que puedo hacer por mi amigo ahora. Que mis lágrimas y sangre entremezcladas con la tierra sean símbolo de lo mucho que lo quise.
Salamandra- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 31/10/2016
Localización : Las callejuelas de París.
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Re: Temores ~ priv.
Miro al cielo en medio del claro y las primeras gotas de lluvia golpean mi rostro. Dulces. Cierro los ojos durante unos minutos, separando mis brazos de mi cuerpo. La naturaleza y yo nos convertimos en uno. El silencio que nos envuelve convierte en protagonista a la lluvia, que golpea cada vez con más frecuencia las hojas secas del suelo. Mi cuerpo, comienza a empaparse de vida. La camisa blanca se torna en un color carne al pegarse a mi pecho, mis pantalones se vuelven de un marrón oscuro. Y mi pies hasta ahora limpios, secos. Se humedecen. La lluvia comienza a golpear con tanta fuerza, que la hojas y ramas se levantan del impacto, manchando más mis pies. Aferrándose a ellos en un intento de salvación ante el bombardeo de vida.
Cojo aire y al fin abro mis ojos. El escenario es el mismo, pero totalmente diferente. Todo tiene un color más intenso... un olor más fuerte y el silencio a desaparecido. Todo son sonidos secos ahora. Cada movimiento de cualquier animal suena con fuerza, rompiendo el manto de la lluvia al caer. No puedo dejar de disfrutar de aquello, un escalofrío me envuelve más en la situación, mientras saco mi lengua para beber de una gota que recorre mi frente.
La gota tímida desaparece en mi boca, mi nuez se mueve por mi garganta, mientras vuelvo a alzar mi rostro hacía el cielo. Disfruto de nuevo de la lluvia cuando escucho un sonido más fuerte que de un animal detrás de mi. Alguien ha dejado algo en el suelo. Algo pesado.
La curiosidad se adueña de mi, y camino con los pies descalzos hasta situarme detrás de un enorme sauce. Asomo mi cabeza apoyando mis manos en el tronco y observo a una mujer de cabellos color cobre, hurgando en la tierra. Mi corazón late deseoso por saber que ocurre. Enfoco la escena y descubro el segundo cuerpo, el que llamó la atención a mi sentidos por primera vez al escucharlo caer. Está muerto - Es un muerto - susurro para mi. Atónito. Estaba cavando una tumba. ¿Era una cazadora? Las cazadoras cavan tumbas para quien asesinan? Aquella idea era más estúpida que secarse la ropa para volver a salir a la lluvia.
Con el sonido de la lluvia jugando a mi favor, me acomodo detrás del árbol para seguir mirando a la mujer. Su cuerpo esta lleno de heridas, y sus ropas son pobres, rasgadas tras seguramente, una lucha. La misma que había original sus rasguños en brazos y rostro. ¿Se las había originado él?. No.. no podía ser que ella enterrara a alguien que la había hecho daño. Entonces ella alzó durante unos segundos su rostro. Quizás solo para tomar aire, o para acomodarse por la lluvia que en esos momentos no dejaba de apoyarse sobre sus hombros mientras trabajaba en aquel foso. Sus ojos estaba tristes y aquella tumba era para alguien que ella amaba.
Con el corazón en un puño, y empujado por la tristeza de los ojos de la mujer, salí de detrás del sauce y caminé en silencio hasta ella, arrodillándome a su lado, comencé a cavar en silencio.
Cojo aire y al fin abro mis ojos. El escenario es el mismo, pero totalmente diferente. Todo tiene un color más intenso... un olor más fuerte y el silencio a desaparecido. Todo son sonidos secos ahora. Cada movimiento de cualquier animal suena con fuerza, rompiendo el manto de la lluvia al caer. No puedo dejar de disfrutar de aquello, un escalofrío me envuelve más en la situación, mientras saco mi lengua para beber de una gota que recorre mi frente.
La gota tímida desaparece en mi boca, mi nuez se mueve por mi garganta, mientras vuelvo a alzar mi rostro hacía el cielo. Disfruto de nuevo de la lluvia cuando escucho un sonido más fuerte que de un animal detrás de mi. Alguien ha dejado algo en el suelo. Algo pesado.
La curiosidad se adueña de mi, y camino con los pies descalzos hasta situarme detrás de un enorme sauce. Asomo mi cabeza apoyando mis manos en el tronco y observo a una mujer de cabellos color cobre, hurgando en la tierra. Mi corazón late deseoso por saber que ocurre. Enfoco la escena y descubro el segundo cuerpo, el que llamó la atención a mi sentidos por primera vez al escucharlo caer. Está muerto - Es un muerto - susurro para mi. Atónito. Estaba cavando una tumba. ¿Era una cazadora? Las cazadoras cavan tumbas para quien asesinan? Aquella idea era más estúpida que secarse la ropa para volver a salir a la lluvia.
Con el sonido de la lluvia jugando a mi favor, me acomodo detrás del árbol para seguir mirando a la mujer. Su cuerpo esta lleno de heridas, y sus ropas son pobres, rasgadas tras seguramente, una lucha. La misma que había original sus rasguños en brazos y rostro. ¿Se las había originado él?. No.. no podía ser que ella enterrara a alguien que la había hecho daño. Entonces ella alzó durante unos segundos su rostro. Quizás solo para tomar aire, o para acomodarse por la lluvia que en esos momentos no dejaba de apoyarse sobre sus hombros mientras trabajaba en aquel foso. Sus ojos estaba tristes y aquella tumba era para alguien que ella amaba.
Con el corazón en un puño, y empujado por la tristeza de los ojos de la mujer, salí de detrás del sauce y caminé en silencio hasta ella, arrodillándome a su lado, comencé a cavar en silencio.
Gauekko- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 68
Fecha de inscripción : 10/12/2016
Re: Temores ~ priv.
Mi instinto me advierte de la presencia de un extraño antes incluso de que éste aparezca en el claro. A través de mis ojos empañados por las lágrimas, veo su silueta borrosa acercarse cautelosamente hacia mi. Sus rasgos aparecen difuminados, enmarcados por una espesa mata de cabellos castaños entrelazados con complejidad. Aun así, se trata de alguien joven; así me lo dice su aura, un manto de luces que relucen tenuemente a su alrededor. La intensidad y matices de su color transmiten mucha información para quien sea capaz de leerla; por ejemplo, que el muchacho es un licántropo, y que su ánimo está más marcado por la curiosidad que por el odio. No quiere hacerme daño, sólo saber qué es lo que estoy haciendo a descubierto pese a la intensa lluvia que baña el bosque.
Por esa misma razón, dejo que se acerque a mi sin cesar de trabajar en la tumba. Mis dedos no son ya más que un amasijo de uñas rotas y ensangrentadas, que palpitan cada vez que vuelvo a cavar la tierra. Pese a ello, no me detengo, ni siquiera cuando el muchacho se arrodilla a mi lado para ayudarme en la labor. Juntos y en silencio, horadamos el manto del bosque durante casi una hora. La lluvia dificulta mucho nuestra tarea, ya que encharca el agujero y arrastra montones de barro hacia su interior. Aun así, conseguimos cavar una tumba lo suficientemente profunda como para acoger el cuerpo de Geralt. Saliendo del agujero, sujeto por las axilas a mi amigo para arrastrarlo hacia su nuevo lugar de reposo. El barro ya había calado anteriormente en sus ropas, cubriendo sus heridas bajo una capa de oscura tierra. Eso aumenta la sensación de que, en lugar de muerto, el cambiante esté simplemente durmiendo.
No lo pienso demasiado, sino que una vez el lobo y yo hemos salido de la tumba, empiezo a arrojar tierra sobre el rostro del muerto. Sé que cuanto más tarde en hacerlo más me costará sepultarle, ya que entonces tendré que afrontar definitivamente la sensación de pérdida. Y no sé si estoy preparada para semejante dolor, por más que no sea el primero de mis hermanos en haber muerto a manos de la injusticia.
- Que la madre tierra te acoja en su seno, Geralt - Musito, acabando de tapar los últimos resquicios abiertos al cielo azul.
Una vez concluida la tarea, me acerco al desconocido con pasos lentos y sinuosos. Mi rostro continúa tan inexpresivo como antes, pero no porque quiera hacerle daño alguno. Simplemente, no me siento capaz de volver a dibujar una sonrisa en él, no mientras el dolor siga amenazando con partir mi alma en dos.
Alargando la diestra en su dirección, tomo sus manos y las estrecho entre las mías propias. Tras la prolongada actividad de antes, han acabado igual de destrozadas que yo, ensangrentadas, quebradas, manchadas de tierra. Cerrando los ojos un instante, busco la familiar calidez de la magia en mi interior. La energía fluye hasta las puntas de mis dedos, sanando lentamente las heridas provocadas por el trabajo en las manos del licántropo. Cuando por fin me aparto de él, sólo la tierra es testimonio de que ha pasado una hora ayudándome con la tumba; sus heridas han quedado completamente cerradas, sin dejar tras de si ni una sola cicatriz.
Por esa misma razón, dejo que se acerque a mi sin cesar de trabajar en la tumba. Mis dedos no son ya más que un amasijo de uñas rotas y ensangrentadas, que palpitan cada vez que vuelvo a cavar la tierra. Pese a ello, no me detengo, ni siquiera cuando el muchacho se arrodilla a mi lado para ayudarme en la labor. Juntos y en silencio, horadamos el manto del bosque durante casi una hora. La lluvia dificulta mucho nuestra tarea, ya que encharca el agujero y arrastra montones de barro hacia su interior. Aun así, conseguimos cavar una tumba lo suficientemente profunda como para acoger el cuerpo de Geralt. Saliendo del agujero, sujeto por las axilas a mi amigo para arrastrarlo hacia su nuevo lugar de reposo. El barro ya había calado anteriormente en sus ropas, cubriendo sus heridas bajo una capa de oscura tierra. Eso aumenta la sensación de que, en lugar de muerto, el cambiante esté simplemente durmiendo.
No lo pienso demasiado, sino que una vez el lobo y yo hemos salido de la tumba, empiezo a arrojar tierra sobre el rostro del muerto. Sé que cuanto más tarde en hacerlo más me costará sepultarle, ya que entonces tendré que afrontar definitivamente la sensación de pérdida. Y no sé si estoy preparada para semejante dolor, por más que no sea el primero de mis hermanos en haber muerto a manos de la injusticia.
- Que la madre tierra te acoja en su seno, Geralt - Musito, acabando de tapar los últimos resquicios abiertos al cielo azul.
Una vez concluida la tarea, me acerco al desconocido con pasos lentos y sinuosos. Mi rostro continúa tan inexpresivo como antes, pero no porque quiera hacerle daño alguno. Simplemente, no me siento capaz de volver a dibujar una sonrisa en él, no mientras el dolor siga amenazando con partir mi alma en dos.
Alargando la diestra en su dirección, tomo sus manos y las estrecho entre las mías propias. Tras la prolongada actividad de antes, han acabado igual de destrozadas que yo, ensangrentadas, quebradas, manchadas de tierra. Cerrando los ojos un instante, busco la familiar calidez de la magia en mi interior. La energía fluye hasta las puntas de mis dedos, sanando lentamente las heridas provocadas por el trabajo en las manos del licántropo. Cuando por fin me aparto de él, sólo la tierra es testimonio de que ha pasado una hora ayudándome con la tumba; sus heridas han quedado completamente cerradas, sin dejar tras de si ni una sola cicatriz.
Salamandra- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 70
Fecha de inscripción : 31/10/2016
Localización : Las callejuelas de París.
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Re: Temores ~ priv.
No se cuanto tiempo estuve en silencio, escavando. Sé que mis manos palpitaban de dolor, y las uñas se me habían roto. Notaba como las manos llegaban a helarse por el frío, y estaban arrugadas tomo el morrete de un topo, por culpa del agua. Cuando acabamos, la ayudé a agarrar el cadáver y meterlo dentro, para después esperar en silencio a que ella diese el primer paso para darle sepultura.
Cuando todo acaba camina hasta mi, me quedo parado, sin saber a que viene, y agarra mis manos. Sus manos están heladas, y me preocupa. Miro con extrañeza el gesto, ya que se hace algo largo y se convierte en incomodo, pero toda incomodidad desaparece cuando al separarnos, mis manos están sanadas. ¡Es una bruja! y me ha sanado así, sin ningún tipo de fuerza en su rostro! Con el corazón a mil, trato de no gritarla que es una bruja mientras grito como un loco y bailo a su alrededor. Me mantengo con el mismo semblante serio. El que la situación requiere.
Alzo mi mano hasta agarrar su mentón, manchando su rostro un poco más de barro. La hago mirarme a los ojos, para después rodear su cuerpo con mis brazos. Apoyo su cuerpecito en mi pecho, tratando de trasmitirla el calor que necesita para recuperarse. Cierro los ojos, apoyando mi barbilla en su cabeza. Es tan pequeña, que podría alzarla ejerciendo fuerza solo con mi mano.
Miro unos segundos al cielo, y parpadeo al sentir las gotas golpear mis ojos. Suspiro y la separo de mi - Vamos - susurro - te haré una buena sopa caliente - digo esbozando una sonrisa que no se si le da tiempo a ver, ya que mis brazos se han colado por su espalda y la he alzado, invitándola a rodear con sus brazos mi cuello para ir mas cómoda.
Camino con ella en brazos, sabiendo que llegaremos a salvo hasta casa, la lluvia no cesa, y ambos queremos que no lo haga, pues la noche es triste, al igual que lo ha sido el día. Cuando llegamos a cada de mis tíos la dejo en el suelo y abro la puerta - Soy Gauekko - me adelanto - ahora ya no soy un desconocido, puedes pasar tranquila - susurro con una sonrisa, invitándola a entrar en el calor de la casa. Mis tíos no están y no tendré que dar explicación alguna.
Cuando todo acaba camina hasta mi, me quedo parado, sin saber a que viene, y agarra mis manos. Sus manos están heladas, y me preocupa. Miro con extrañeza el gesto, ya que se hace algo largo y se convierte en incomodo, pero toda incomodidad desaparece cuando al separarnos, mis manos están sanadas. ¡Es una bruja! y me ha sanado así, sin ningún tipo de fuerza en su rostro! Con el corazón a mil, trato de no gritarla que es una bruja mientras grito como un loco y bailo a su alrededor. Me mantengo con el mismo semblante serio. El que la situación requiere.
Alzo mi mano hasta agarrar su mentón, manchando su rostro un poco más de barro. La hago mirarme a los ojos, para después rodear su cuerpo con mis brazos. Apoyo su cuerpecito en mi pecho, tratando de trasmitirla el calor que necesita para recuperarse. Cierro los ojos, apoyando mi barbilla en su cabeza. Es tan pequeña, que podría alzarla ejerciendo fuerza solo con mi mano.
Miro unos segundos al cielo, y parpadeo al sentir las gotas golpear mis ojos. Suspiro y la separo de mi - Vamos - susurro - te haré una buena sopa caliente - digo esbozando una sonrisa que no se si le da tiempo a ver, ya que mis brazos se han colado por su espalda y la he alzado, invitándola a rodear con sus brazos mi cuello para ir mas cómoda.
Camino con ella en brazos, sabiendo que llegaremos a salvo hasta casa, la lluvia no cesa, y ambos queremos que no lo haga, pues la noche es triste, al igual que lo ha sido el día. Cuando llegamos a cada de mis tíos la dejo en el suelo y abro la puerta - Soy Gauekko - me adelanto - ahora ya no soy un desconocido, puedes pasar tranquila - susurro con una sonrisa, invitándola a entrar en el calor de la casa. Mis tíos no están y no tendré que dar explicación alguna.
Gauekko- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 68
Fecha de inscripción : 10/12/2016
Re: Temores ~ priv.
Al principio, su mirada es de desconcierto. No comprende porqué he tomado sus manos entre las mías, ni la razón por la cual permanezco unos minutos así sin pronunciar palabra alguna. Sin embargo, su desconcierto se desvanece tan pronto comprende que sus heridas están curadas. El licántropo gira las manos, observándolas desde distintos ángulos como asegurándose de que no queda en ellas ni un simple rasguño. Un brillo especial reluce en sus ojos claros, entreabiertos por la sorpresa en un gesto que aumenta su aspecto inocente. Durante unos instantes, parece como si quisiera decirme algo... pero en lugar de escuchar su voz, lo que siento son sus cálidos dedos sobre mi barbilla, girándome el rostro para que no pueda apartar mi mirada de la suya. Los orbes azules se encuentran con los de avellana, transmitiéndose mil sensaciones destinadas a hacerme sentir en paz. Calidez. Seguridad. Bondad. Es tanto lo que leo en ellos sin necesidad de palabras, que mis ojos no tardan mucho en volver a annegarse en lágrimas. Y entonces, para mi sorpresa, acorta la distancia que nos separa. Sus fuertes brazos me estrechan con fuerza contra su cuerpo, que está ardiendo a una temperatura capaz de derretir el hielo de mi alma. Sus suaves cabellos castaños acarician mis mejillas, y su aroma almizclado me envuelve como si de un manto se tratase. Con la cabeza apoyada contra su pecho, noto cómo el dolor se remueve en mi interior. Y es que con cada nuevo latidos del corazón del muchacho caen las últimas barreras que acorazaban mis sentimientos. Es tan opuesto al propio Varek... en lugar de matar a desconocidos, abriéndose a ellos para prestar toda la ayuda posible.
Mis hombros se convulsionan levemente, y la presión de sus brazos sobre mi cuerpo aumenta. Parece como si quisiera transmitirme sus propias fuerzas, apoyándome desde su interior. Rodeándole el cuello con los brazos, hundo un poco más mi cabeza sobre su pecho en un intento por calmarme. Pero no lo consigo; la calidez del licántropo ha destruido las últimas defensas que me quedaban, y ahora los sentimientos me desbordan como una cascada de dolor. El llanto no tarda mucho en llegar; empieza como unos silenciosos hipidos que acompañan a las lágrimas, pero al final, acaba pareciéndose al gemido de un animal moribundo. Al castaño no parece importarle mi desahogo; me toma con delicadeza por la cintura, cargándome en sus brazos silenciosamente. En lugar de interrumpir mi dolor, camina a través del bosque mientras yo sollozo. Y aunque no se lo digo, su presencia es un bálsamo para mi alma herida.
Arropados por el silencio del bosque, y por el sonido de las gotas de lluvia al caer contra el follaje, caminamos durante media hora por la verde espesura. Al final, mis gemidos no son más que silenciosas convulsiones contra el pecho del chico, cada vez más espaciadas. Mis ojos, enrojecidos por las lágrimas, se abren al percibir cómo el muchacho deposita mis descalzos pies sobre unos mojados escalones. Están helados, pero a duras penas lo noto; tengo las plantas entumecidas por el frío, la lluvia y las heridas de la batalla. Tambaleándome ligeramente, me agarro a su brazo para conservar el equilibrio. Parece que estamos en una especie de cabaña en el bosque; las ventanas están iluminadas por la promesa de una lumbre, el mejor remedio contra las noches frías como esta. Sintiéndome reconfortada después de haber dado rienda suelta a mis emociones, me seco las mejillas con la diestra mientras el licántropo abre la puerta. Esboza una sonrisa que es como un lucero en una noche sin luna, antes de invitarme a entrar a ella.
Se llama Gauekko.
No debo olvidarlo.
- Salamandra - Le susurro a mi vez, adentrándome en la calidez que emana desde el interior del hogar de madera. Gauekko cierra la puerta tras nosotros para evitar que la frialdad penetre en la vivienda, y con ello deja fuera los fantasmas y recuerdos de mi dolor. La lluvia repiquetea constantemente contra las ventanas mientras el castaño trajina en el interior de la vivienda. No permite ver qué hay en el exterior, pero aun así, me parece adecuado; es como si el mismo cielo estuviera llorando por Geralt, y por todas las personas que han muerto fruto de alguna injusticia. El estómago se me revuelve al recordar las últimas palabras pronunciadas por Varek. Que soy como él. Un monstruo. Alguien que ha condenado a muerte a un inocente por el simple afán de la venganza.
Mis hombros se convulsionan levemente, y la presión de sus brazos sobre mi cuerpo aumenta. Parece como si quisiera transmitirme sus propias fuerzas, apoyándome desde su interior. Rodeándole el cuello con los brazos, hundo un poco más mi cabeza sobre su pecho en un intento por calmarme. Pero no lo consigo; la calidez del licántropo ha destruido las últimas defensas que me quedaban, y ahora los sentimientos me desbordan como una cascada de dolor. El llanto no tarda mucho en llegar; empieza como unos silenciosos hipidos que acompañan a las lágrimas, pero al final, acaba pareciéndose al gemido de un animal moribundo. Al castaño no parece importarle mi desahogo; me toma con delicadeza por la cintura, cargándome en sus brazos silenciosamente. En lugar de interrumpir mi dolor, camina a través del bosque mientras yo sollozo. Y aunque no se lo digo, su presencia es un bálsamo para mi alma herida.
Arropados por el silencio del bosque, y por el sonido de las gotas de lluvia al caer contra el follaje, caminamos durante media hora por la verde espesura. Al final, mis gemidos no son más que silenciosas convulsiones contra el pecho del chico, cada vez más espaciadas. Mis ojos, enrojecidos por las lágrimas, se abren al percibir cómo el muchacho deposita mis descalzos pies sobre unos mojados escalones. Están helados, pero a duras penas lo noto; tengo las plantas entumecidas por el frío, la lluvia y las heridas de la batalla. Tambaleándome ligeramente, me agarro a su brazo para conservar el equilibrio. Parece que estamos en una especie de cabaña en el bosque; las ventanas están iluminadas por la promesa de una lumbre, el mejor remedio contra las noches frías como esta. Sintiéndome reconfortada después de haber dado rienda suelta a mis emociones, me seco las mejillas con la diestra mientras el licántropo abre la puerta. Esboza una sonrisa que es como un lucero en una noche sin luna, antes de invitarme a entrar a ella.
Se llama Gauekko.
No debo olvidarlo.
- Salamandra - Le susurro a mi vez, adentrándome en la calidez que emana desde el interior del hogar de madera. Gauekko cierra la puerta tras nosotros para evitar que la frialdad penetre en la vivienda, y con ello deja fuera los fantasmas y recuerdos de mi dolor. La lluvia repiquetea constantemente contra las ventanas mientras el castaño trajina en el interior de la vivienda. No permite ver qué hay en el exterior, pero aun así, me parece adecuado; es como si el mismo cielo estuviera llorando por Geralt, y por todas las personas que han muerto fruto de alguna injusticia. El estómago se me revuelve al recordar las últimas palabras pronunciadas por Varek. Que soy como él. Un monstruo. Alguien que ha condenado a muerte a un inocente por el simple afán de la venganza.
Salamandra- Hechicero Clase Baja
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Re: Temores ~ priv.
La casa está a oscuras, pero guarda el calor del día anterior, en el que no había salido por haberme quedado leyendo historias de aventureros. Mientras Salamandra se quedaba allí parada, seguramente por miedo a tropezarse, me adelanto hasta la chimenea y me agacho. Me apresuro a hacer fuego y una vez conseguidas las llamas para iluminar la pequeña habitación me giro a ella.
Está empapada, y su cabello rizado parece lacio, en las puntas, hay pequeñas gotas que caen en el cemento que hay a sus pies, eso provoca que mi miraba siga a una de ellas y se me caiga el alma al suelo al ver aquellos pies - Te prepararé un baño caliente - es lo único que me sale al verla así. Totalmente entumecida.
Me incorporo con rapidez mientras enciendo diferentes lamparas de aceite. La casa tiene dos habitaciones abajo, que son un pequeño salón-cocina, que es donde nos encontramos, y una habitación con una cama y libros. Donde yo suelo dormir. Arriba hay otra habitación que es la de mis tíos, que abarca casi todo lo que sería el primer piso. Fuera está el baño, en un cubículo a parte. Pero mis tíos habían adaptado arriba un pequeño baño, donde había una bañera de mármol, una cama y un armario.
Le ofrezco sentarse en una silla, moviendola - Espera, no tardaré - y le pongo una manta de lana encima de sus hombros, mi tía la ha tejido y es 100% lana, pica un poco pero da mucho calor. Subo al piso de arriba, haciendo resonar mis pies en el cemento frío.
Arriba preparo unas ascuas debajo del mármol, y lleno con cubos la bañera. Meto la mano y bajo corriendo - Salamandra, ¡ven! - le pido desde mitad de las escaleras - No quiero que te abrases y estoy seguro de que me pasaré regulando el agua caliente, dime cuando tienes suficiente y apagaré las ascuas - le dedico una sonrisa mientras le dejo un camisón de mi tia en el respaldo de una silla, y una manta para secarse doblada en la silla - aquí tienes todo, y jabón - le paso una pastilla - Listo, tu spa en ekkos - bromeo, tratando de sacarle una sonrisa, acaricio su mejilla - todo va a ir mejor, te lo prometo - no se porque le digo eso, pero me sale del corazón, y me veo comprometido por tratar de que sea así y ayudarle mientras pueda para ser feliz.
Está empapada, y su cabello rizado parece lacio, en las puntas, hay pequeñas gotas que caen en el cemento que hay a sus pies, eso provoca que mi miraba siga a una de ellas y se me caiga el alma al suelo al ver aquellos pies - Te prepararé un baño caliente - es lo único que me sale al verla así. Totalmente entumecida.
Me incorporo con rapidez mientras enciendo diferentes lamparas de aceite. La casa tiene dos habitaciones abajo, que son un pequeño salón-cocina, que es donde nos encontramos, y una habitación con una cama y libros. Donde yo suelo dormir. Arriba hay otra habitación que es la de mis tíos, que abarca casi todo lo que sería el primer piso. Fuera está el baño, en un cubículo a parte. Pero mis tíos habían adaptado arriba un pequeño baño, donde había una bañera de mármol, una cama y un armario.
Le ofrezco sentarse en una silla, moviendola - Espera, no tardaré - y le pongo una manta de lana encima de sus hombros, mi tía la ha tejido y es 100% lana, pica un poco pero da mucho calor. Subo al piso de arriba, haciendo resonar mis pies en el cemento frío.
Arriba preparo unas ascuas debajo del mármol, y lleno con cubos la bañera. Meto la mano y bajo corriendo - Salamandra, ¡ven! - le pido desde mitad de las escaleras - No quiero que te abrases y estoy seguro de que me pasaré regulando el agua caliente, dime cuando tienes suficiente y apagaré las ascuas - le dedico una sonrisa mientras le dejo un camisón de mi tia en el respaldo de una silla, y una manta para secarse doblada en la silla - aquí tienes todo, y jabón - le paso una pastilla - Listo, tu spa en ekkos - bromeo, tratando de sacarle una sonrisa, acaricio su mejilla - todo va a ir mejor, te lo prometo - no se porque le digo eso, pero me sale del corazón, y me veo comprometido por tratar de que sea así y ayudarle mientras pueda para ser feliz.
Gauekko- Licántropo Clase Media
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Re: Temores ~ priv.
La casa es humilde, pero acogedora. Las luces de las lámparas la dotan de un ambiente hogareño, que reconfortan mi alma herida casi tanto como la manta que Gauekko me trae para que me cubra. Envolviéndome en ella para conservar el calor, aspiro su aroma mientras el chico sube escaleras arriba. Huele a leña, a lana y a almizcle, olores que me arropan hasta hacerme entrar en una leve duermevela. Las emociones del día han sido demasiado intensas, y todas las células de mi cuerpo pugnan por descansar mi destrozado cuerpo.
La voz del castaño llamándome para que suba me despeja poco después. Con la blanca manta cubriéndome los hombros, subo por las frías escaleras hasta llegar a la habitación superior. En ella hay una puerta abierta, de la que sale un vapor cálido y fragante. Asomándome desde el umbral, busco el origen de la emisión con la curiosidad reflejada en el rostro. Y lo que veo me sorprende. En su interior, Gauekko remueve las aguas de una bañera de mármol con su diestra. Al parecer, me ha preparado un baño, un detalle que no esperaba. Conmovida, observo cómo comprueba en un par de ocasiones la temperatura antes de apartarse de ella, su mano todavía goteando agua. Parece satisfecho, y su preocupación me reafirma en mi creencia de que todavía quedan buenas personas en este mundo cruel. Con una sonrisa en su tostado rostro, me indica que le avise cuando considere que el agua está demasiado caliente. Incluso hace una broma que consigue arrancarme una débil sonrisa, pequeña pero sincera.
- Gracias, Gauekko - Le digo, mirándole fijamente a los ojos. Sus iris cristalinos transmiten tanta inocencia que si todavía albergaba alguna duda sobre sus intenciones para ayudarme, éstas se desvanecen al instante. Quitándome la manta de los hombros, la dejo delicadamente sobre una silla antes de girarme de nuevo hacia él. El licántropo se acerca un par de pasos para enseñarme dónde ha dejado el jabón y la ropa limpia, ante lo cual asiento, agradecida. - No lo olvidaré jamás. Si algún día necesitas algo, te ayudaré, no importa lo que sea - Murmuro, sintiendo cómo su mano se alza para acariciar mi mejilla. Las yemas de sus dedos provocan escalofríos en mi piel; no estoy acostumbrada al contacto humano, ni siquiera con los otros huérfanos. Aun así, resulta agradable. Y es que después de todo lo que ha pasado, cualquier muestra de cariño es para mi como un oasis en medio del desierto.
Junto con la caricia de Gauekko, llega una promesa de protección que me conmueve en lo más profundo. No me conoce de nada, ni tampoco me debe ningún favor. ¿Por qué está dándome tanto, en un mundo en el que cualquier error puede costarte incluso la vida? Un par de lágrimas afloran en mi mirada, que me apresuro a secar antes de negar ligeramente con la cabeza. - No prometas que nada irá mal. Estamos condenados por el simple hecho de haber nacido como somos - Musito, acercándome a la bañera. Dedicándole una última mirada al chico, empiezo a desvestirme con calma, hasta quedar completamente desnuda ante él. Numerosas heridas surcan mi pecosa piel, costras ya secas fruto de la persecución del cazador. Algunas son marcas de dagas, lanzadas para matarme; otra, el roce de una bala que fue desviada por uno de mis campos de fuerza. Todas ellas desaparecen de su vista tan pronto como me meto en la humeante bañera. Aliviada por el calor, me sumerjo en las aguas hasta quedar completamente hundida en ellas. Y así permanezco durante un par de segundos, tras los cuales saco nuevamente la cabeza, sintiéndome limpia y reconfortada por primera vez en mucho tiempo.
La voz del castaño llamándome para que suba me despeja poco después. Con la blanca manta cubriéndome los hombros, subo por las frías escaleras hasta llegar a la habitación superior. En ella hay una puerta abierta, de la que sale un vapor cálido y fragante. Asomándome desde el umbral, busco el origen de la emisión con la curiosidad reflejada en el rostro. Y lo que veo me sorprende. En su interior, Gauekko remueve las aguas de una bañera de mármol con su diestra. Al parecer, me ha preparado un baño, un detalle que no esperaba. Conmovida, observo cómo comprueba en un par de ocasiones la temperatura antes de apartarse de ella, su mano todavía goteando agua. Parece satisfecho, y su preocupación me reafirma en mi creencia de que todavía quedan buenas personas en este mundo cruel. Con una sonrisa en su tostado rostro, me indica que le avise cuando considere que el agua está demasiado caliente. Incluso hace una broma que consigue arrancarme una débil sonrisa, pequeña pero sincera.
- Gracias, Gauekko - Le digo, mirándole fijamente a los ojos. Sus iris cristalinos transmiten tanta inocencia que si todavía albergaba alguna duda sobre sus intenciones para ayudarme, éstas se desvanecen al instante. Quitándome la manta de los hombros, la dejo delicadamente sobre una silla antes de girarme de nuevo hacia él. El licántropo se acerca un par de pasos para enseñarme dónde ha dejado el jabón y la ropa limpia, ante lo cual asiento, agradecida. - No lo olvidaré jamás. Si algún día necesitas algo, te ayudaré, no importa lo que sea - Murmuro, sintiendo cómo su mano se alza para acariciar mi mejilla. Las yemas de sus dedos provocan escalofríos en mi piel; no estoy acostumbrada al contacto humano, ni siquiera con los otros huérfanos. Aun así, resulta agradable. Y es que después de todo lo que ha pasado, cualquier muestra de cariño es para mi como un oasis en medio del desierto.
Junto con la caricia de Gauekko, llega una promesa de protección que me conmueve en lo más profundo. No me conoce de nada, ni tampoco me debe ningún favor. ¿Por qué está dándome tanto, en un mundo en el que cualquier error puede costarte incluso la vida? Un par de lágrimas afloran en mi mirada, que me apresuro a secar antes de negar ligeramente con la cabeza. - No prometas que nada irá mal. Estamos condenados por el simple hecho de haber nacido como somos - Musito, acercándome a la bañera. Dedicándole una última mirada al chico, empiezo a desvestirme con calma, hasta quedar completamente desnuda ante él. Numerosas heridas surcan mi pecosa piel, costras ya secas fruto de la persecución del cazador. Algunas son marcas de dagas, lanzadas para matarme; otra, el roce de una bala que fue desviada por uno de mis campos de fuerza. Todas ellas desaparecen de su vista tan pronto como me meto en la humeante bañera. Aliviada por el calor, me sumerjo en las aguas hasta quedar completamente hundida en ellas. Y así permanezco durante un par de segundos, tras los cuales saco nuevamente la cabeza, sintiéndome limpia y reconfortada por primera vez en mucho tiempo.
Salamandra- Hechicero Clase Baja
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Re: Temores ~ priv.
Con su mejilla descansando en su palma, un par de lagrimas se escapan, una de ellas acabando en mi mano. ¿Que había dicho para hacerla llorar?. El corazón me late con fuerza, y trato de repasar cada palabra. Con el chiste se ha reído ¿Entonces que es? Es alérgica a algo... es alérgica y le pica? La manta? es alérgica a la manta? - No, no Salamandra, lo que somos es lo que nos convierte en quienes somos - susurré, secando la otra lagrima con la otra mano - Olvídate ahora de eso, porque a mi me da igual que seas - le admití. Dando un paso atrás, apartando mis manos.
Salamandra camina hacía la bañera y yo aprovecho para apagar un par de luces, para darle ambiente relajado. Cuando me giro para ver que hace y decirle que me voy abajo, veo como el vestido se desliza por sus hombros hasta caer a sus pies.
Un frío extraño me recorre el cuerpo.
Tiene unos hombros estrechos, y su piel es pálida. Su espalda está marcada por diferentes signos de lucha, que me conmueven. Pero no puedo evitar pararme a observar su trasero. Perfectamente sonriente para mi.
Se me a olvidado respirar.
Mis mejillas están rojas, y estoy como loco por tocarla, por deslizar mis dedos por sus brazos, y apartar el pelo de su cuello, en busca de su calor. Pero no puede ser. El nerviosismo me devora, hasta que ella entra en la bañera, desapareciendo de mi campo de visión. Pero yo sigo ahí parado, con la entrepierna pesada, y no por que el rabo de lobo haya aparecido.
Trago saliva y respiro un par de veces.
Su cabeza sale del agua y yo esbozo una sonrisa que me falla un par de veces - ¿Es-es-está buena? E-e-el agua digo...- señalo a la bañera. Sigo tan estático en el mismo lugar, que cuando levanto el brazo para señalar, me da un calambre.
Salamandra camina hacía la bañera y yo aprovecho para apagar un par de luces, para darle ambiente relajado. Cuando me giro para ver que hace y decirle que me voy abajo, veo como el vestido se desliza por sus hombros hasta caer a sus pies.
Un frío extraño me recorre el cuerpo.
Tiene unos hombros estrechos, y su piel es pálida. Su espalda está marcada por diferentes signos de lucha, que me conmueven. Pero no puedo evitar pararme a observar su trasero. Perfectamente sonriente para mi.
Se me a olvidado respirar.
Mis mejillas están rojas, y estoy como loco por tocarla, por deslizar mis dedos por sus brazos, y apartar el pelo de su cuello, en busca de su calor. Pero no puede ser. El nerviosismo me devora, hasta que ella entra en la bañera, desapareciendo de mi campo de visión. Pero yo sigo ahí parado, con la entrepierna pesada, y no por que el rabo de lobo haya aparecido.
Trago saliva y respiro un par de veces.
Su cabeza sale del agua y yo esbozo una sonrisa que me falla un par de veces - ¿Es-es-está buena? E-e-el agua digo...- señalo a la bañera. Sigo tan estático en el mismo lugar, que cuando levanto el brazo para señalar, me da un calambre.
Gauekko- Licántropo Clase Media
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Re: Temores ~ priv.
Una extraña cadencia en su voz me hace girar la cabeza, el agua resbalando por mi rostro con la suavidad de una caricia. Mis ojos, intensos y oscuros, se clavan en los suyos, en busca de una explicación. Temen leer la sombra de una traición reflejada en ellos, en esos iris cristalinos que se han ganado mi confianza con apenas unos gestos. Que han recogido los pedazos de mi alma para volver a juntarlos de nuevo. Es la vibración de su aura la única que impide que salga en este momento de la bañera, porque me comunica que la verdad es otra muy distinta. Tan desconcertada como sorprendida, leo los signos de incomodidad que emana el licántropo. No son los propios de una traición, ni tampoco del remordimiento. Labios secos y entreabiertos, manos cerradas con fuerzas a los lados. Su sonrisa, estática y torcida en una mueca. Su respiración, agitada como si acabase de correr una maratón. El bulto en sus pantalones es la última pista que necesito para saber cuál es su problema. Y es algo tan sencillo, tan previsible para cualquier persona normal, que no puedo evitarlo: me echo a reír, primero con suavidad, y después a carcajadas.
Río hasta que las lágrimas se deslizan por mis mejillas, desterrando los retales de tinieblas que pudieran quedar en mi interior. Hasta que el dolor punzante de la falta de aire me impide continuar, sustituyendo el sonido cristalino de mi voz por un silbido ahogado y quedo. Sólo entonces, recuperado mi silencio anterior, lavo cada rincón de mi cuerpo con la esponja y el jabón. No pronuncio palabra alguna, sino que froto hasta que la superfície de la bañera queda oscurecida por la suciedad. Asegurándome de que ha desaparecido toda mancha de sangre de mi pecosa piel, salgo de la misma manera de la que había entrado: completamente desnuda, con mis cabellos chorreando agua sobre la oscura madera del baño.
- Gauekko - Susurro, tomando la toalla ofrecida antes por el castaño. Mis pies resuenan con un chapoteo a cada paso que doy, mojados y descalzos conforme me acerco a mi anfitrión. Secándome primero los rojizos cabellos, la enrollo a mi alrededor para conservar el calor en mi cuerpo desnudo. El agua todavía resbala por mi cuerpo, tornando mis hombros brillantes por la humedad del baño. - Estaba buena. Mucho. Gracias. - Le susurro, deteniéndome a apenas un par de centímetros de su cuerpo. Esbozando media sonrisa, me pongo de puntillas hasta quedar a la altura de su rostro. Tengo que apoyar la mano en su hombro para poder mantenerme así, notando su cálido aliento con aroma a almizcle. Muy similar al mío, a salvaje, a magia. A almas perdidas en un mundo en el que no saben cómo encajar, por ser demasiado brutal e injusto en esencia.
Parpadeando un par de veces, me pierdo en su mirada antes de acercarme un poco más. Y entonces lo hago; rozo con mis labios los suyos levemente, en un gesto que me provoca un escalofrío tan intenso como ardiente.
Río hasta que las lágrimas se deslizan por mis mejillas, desterrando los retales de tinieblas que pudieran quedar en mi interior. Hasta que el dolor punzante de la falta de aire me impide continuar, sustituyendo el sonido cristalino de mi voz por un silbido ahogado y quedo. Sólo entonces, recuperado mi silencio anterior, lavo cada rincón de mi cuerpo con la esponja y el jabón. No pronuncio palabra alguna, sino que froto hasta que la superfície de la bañera queda oscurecida por la suciedad. Asegurándome de que ha desaparecido toda mancha de sangre de mi pecosa piel, salgo de la misma manera de la que había entrado: completamente desnuda, con mis cabellos chorreando agua sobre la oscura madera del baño.
- Gauekko - Susurro, tomando la toalla ofrecida antes por el castaño. Mis pies resuenan con un chapoteo a cada paso que doy, mojados y descalzos conforme me acerco a mi anfitrión. Secándome primero los rojizos cabellos, la enrollo a mi alrededor para conservar el calor en mi cuerpo desnudo. El agua todavía resbala por mi cuerpo, tornando mis hombros brillantes por la humedad del baño. - Estaba buena. Mucho. Gracias. - Le susurro, deteniéndome a apenas un par de centímetros de su cuerpo. Esbozando media sonrisa, me pongo de puntillas hasta quedar a la altura de su rostro. Tengo que apoyar la mano en su hombro para poder mantenerme así, notando su cálido aliento con aroma a almizcle. Muy similar al mío, a salvaje, a magia. A almas perdidas en un mundo en el que no saben cómo encajar, por ser demasiado brutal e injusto en esencia.
Parpadeando un par de veces, me pierdo en su mirada antes de acercarme un poco más. Y entonces lo hago; rozo con mis labios los suyos levemente, en un gesto que me provoca un escalofrío tan intenso como ardiente.
Salamandra- Hechicero Clase Baja
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Re: Temores ~ priv.
Salamandra ríe como una loca bruja, y bueno, es lo que es, y no voy a contradecir sus risas. Me hacen ponerme algo tenso al principio, pero luego paso. La observo durante unos minutos bañarse, viendo como la espuma desaparece, a la vez que ese color marrón de su piel. Mientras enciendo un pequeño fuego en la pequeña chimenea improvisada dentro de un cubo de acero. Bostezo mientras lo hago, y para cuando me doy cuenta, un golpe de agua me hace alzar la mirada hacía ella de nuevo. Está desnuda frente a mi. Su cuerpo brilla por la fina tela de agua que aun le cubre y resbala hasta sus pies. De nuevo un nudo en mi garganta, un cosquilleo por todo el cuerpo que me hace sentir que mis mejillas y entrepierna arden de calor. Mojo mis labios de forma inútil, mientras ella se envuelve en una toalla. Quiero tocarla, necesito tocar con la yema de mis dedos esos pechos redondos, metermelos en la boca, y probar su sabor.
Los pensamientos sólo ayuda a mi entrepierna a jugar su propia liga, y cuando se cubre, trato de desencantarme, de volver a poner los pies sobre la vieja madera de la casa. Pero ella camina de forma picara hasta mi, parándose enfrente. Aguanto la respiración. Posa su mano en mi hombro y sus talones se despegan del suelo para ponerse de puntillas. Bajo levemente mi cabeza para observarla y entonces...entonces sus labios se pegan con los míos. Abro los ojos unos segundos, sorprendidos, pero pronto el calor que me recorría se apodera de mi y un gemido sale de mi garganta, desahogándome por toda la tensión que me recorría. Cierro los ojos mientras respondo al beso, que al principio era un simple roce. Mi lengua no se atreve a salir, pero aun así me parece un beso tierno, precioso y lleno de deseo.
Doy un paso atrás, apoyando mi mano en su cintura para que no caiga al separarme. Sus talones vuelven a tocar el suelo y mis ojos a abrirse, no se que decir, o como responder. Creo que me va a estallar la entrepierna.
Los pensamientos sólo ayuda a mi entrepierna a jugar su propia liga, y cuando se cubre, trato de desencantarme, de volver a poner los pies sobre la vieja madera de la casa. Pero ella camina de forma picara hasta mi, parándose enfrente. Aguanto la respiración. Posa su mano en mi hombro y sus talones se despegan del suelo para ponerse de puntillas. Bajo levemente mi cabeza para observarla y entonces...entonces sus labios se pegan con los míos. Abro los ojos unos segundos, sorprendidos, pero pronto el calor que me recorría se apodera de mi y un gemido sale de mi garganta, desahogándome por toda la tensión que me recorría. Cierro los ojos mientras respondo al beso, que al principio era un simple roce. Mi lengua no se atreve a salir, pero aun así me parece un beso tierno, precioso y lleno de deseo.
Doy un paso atrás, apoyando mi mano en su cintura para que no caiga al separarme. Sus talones vuelven a tocar el suelo y mis ojos a abrirse, no se que decir, o como responder. Creo que me va a estallar la entrepierna.
Gauekko- Licántropo Clase Media
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Re: Temores ~ priv.
Sus labios responden al roce acercándose más a los míos. Se pegan a ellos con la suavidad de la brisa veraniega, ardiendo por la elevada temperatura de su piel. Saben a bosque, a pino. A frutos y a pan. Me hacen sentir en casa, como si no fuera la primera vez que nos besamos. Aunque jamás le había visto antes de nuestro fortuito encuentro en el claro en el que dejé a Geralt. En algún momento, sus fuertes manos se deslizan alrededor de mi cintura. Es tan estrecha que la rodea casi por completo, haciéndome sentir tan segura y protegida como cuando me cargaba antes en brazos. Con un suspiro, me separo de él, abriendo lentamente los ojos. Una última caricia, mi mano deslizándose por su mejilla, es todo lo que me permito antes de volver a ponerme mi coraza anterior. Porque esto no era más que un gracias, a mi manera. Y no puedo permitirme que se convierta en algo más.
Mirándole fijamente a los ojos, parpadeo un par de veces antes de empezar a vestirme. Su respiración todavía está acelerada, así que intento ponerme las prendas con toda la calma que puedo. En la guarida de los huérfanos, no tenemos tiempo ni espacio para conservar la intimidad. Todos nos hemos visto cien veces desnudos, y precisamente por ello esta situación está revestida de un humor especial que sólo yo puedo entender. Porque disfruto de la inusual sensación de sentirme hermosa, aunque sea a costa de que al pobre Gauekko vayan a estallarle los lazos del pantalón.
- ¿Estabas apuntándome con una daga mientras nos besábamos? - Le pregunto, esbozando una tímida sonrisa. Mis dedos acaban de abrochar los últimos botones del camisón prestado, que me cubre brazos y cintura hasta tapar las pequeñas rodillas. Sacudiéndome ligeramente la melena para acabar de desenredarla, rodeo al muchacho para acercarme de nuevo a las escaleras. Después, me apoyo en el marco de la puerta, girándome levemente para buscar la mirada del licántropo - ¿Qué hay de cenar? ¿Quieres que te ayude en algo con mi magia?
Mirándole fijamente a los ojos, parpadeo un par de veces antes de empezar a vestirme. Su respiración todavía está acelerada, así que intento ponerme las prendas con toda la calma que puedo. En la guarida de los huérfanos, no tenemos tiempo ni espacio para conservar la intimidad. Todos nos hemos visto cien veces desnudos, y precisamente por ello esta situación está revestida de un humor especial que sólo yo puedo entender. Porque disfruto de la inusual sensación de sentirme hermosa, aunque sea a costa de que al pobre Gauekko vayan a estallarle los lazos del pantalón.
- ¿Estabas apuntándome con una daga mientras nos besábamos? - Le pregunto, esbozando una tímida sonrisa. Mis dedos acaban de abrochar los últimos botones del camisón prestado, que me cubre brazos y cintura hasta tapar las pequeñas rodillas. Sacudiéndome ligeramente la melena para acabar de desenredarla, rodeo al muchacho para acercarme de nuevo a las escaleras. Después, me apoyo en el marco de la puerta, girándome levemente para buscar la mirada del licántropo - ¿Qué hay de cenar? ¿Quieres que te ayude en algo con mi magia?
Salamandra- Hechicero Clase Baja
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Re: Temores ~ priv.
El extraño cosquilleo me tiene el cuerpo adormecido, no permitiéndome ejercer ningún tipo de movimiento. Sólo quiero rozarla, me muero por rozarla con mi pene y desahogar este deseo que siento desde que vi su cuerpo desnudo. El corazón me late de forma diferente... es como si sólo estuviera él dentro, y cada latido tuviese un eco. Sus dedos se deslizan por mi mejilla y yo le miro con la boca entreabierta, y la respiración entre-cortada. Me siento frágil y estúpido, mientras que ella se ríe de mi. Como si no pasara nada comienza a vestirse, y yo deslizo mi mano entre mis piernas, acomodando lo que necesito para mear. No puedo creerme nada de lo que está pasando y me pone más nervioso aun.
Consigo llenar mis pulmones de aire, a la vez que ella acaba de vestirse. No puedo evitar verla desnuda, me ha gustados tanto la imagen que de nada sirve que tape su cuerpo -¿Qué? - pregunto sin comprender demasiado la pregunta, mientras la repito en mi cabeza - ¿Qué? - pregunto más sorprendido aun cuando caigo en lo que ha dicho - No tengo dagas, Salamandra, jamás te haría daño - me apresuro a decir, alzando ambas manos. Pero ella sigue actuando como si hablasen de margaritas o las flores que había en el jardín plantadas - No, no, no quédate aquí por favor - camino hasta la puerta y paso tratando de no rozar ni un poquito de su cuerpo - yo la hago - bajo apresuradamente las escaleras para comenzar a trastear en la cocina.
Me quedo unos segundos con la mirada fija en los fogones y un trapo en la mano y una cazuela en la otra. No tengo aun la sangre suficiente en la cabeza para pensar con claridad y estar atento a lo que hago. Dejo las cosas y camino hasta la pila, donde dando el agua, me limpio la cara. Haré unas tortillas con Bacon.
Consigo llenar mis pulmones de aire, a la vez que ella acaba de vestirse. No puedo evitar verla desnuda, me ha gustados tanto la imagen que de nada sirve que tape su cuerpo -¿Qué? - pregunto sin comprender demasiado la pregunta, mientras la repito en mi cabeza - ¿Qué? - pregunto más sorprendido aun cuando caigo en lo que ha dicho - No tengo dagas, Salamandra, jamás te haría daño - me apresuro a decir, alzando ambas manos. Pero ella sigue actuando como si hablasen de margaritas o las flores que había en el jardín plantadas - No, no, no quédate aquí por favor - camino hasta la puerta y paso tratando de no rozar ni un poquito de su cuerpo - yo la hago - bajo apresuradamente las escaleras para comenzar a trastear en la cocina.
Me quedo unos segundos con la mirada fija en los fogones y un trapo en la mano y una cazuela en la otra. No tengo aun la sangre suficiente en la cabeza para pensar con claridad y estar atento a lo que hago. Dejo las cosas y camino hasta la pila, donde dando el agua, me limpio la cara. Haré unas tortillas con Bacon.
Gauekko- Licántropo Clase Media
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Re: Temores ~ priv.
Mi sonrisa se ensancha al percatarme de que el lobo no ha entendido mi referencia a la daga. Tanta inocencia es algo inusual en un muchacho de su edad, porque la experiencia me ha demostrado que, en general, los hombres sólo piensan en lo que piensan. Puede que tengan otras metas en la vida, pero jamás dirán que no a acostarse con una mujer si está en su mano conseguirlo. Mentirán, engañarán, rogarán. Incluso pagarán por ella. Y lo harán sin remordimientos; sólo por conseguir un rato de diversión como meta personal. Era así en Italia, y también lo es en París. Pero no en el caso de Gauekko. El licántropo se comporta como un chico de la mitad de sus años, temblando como una hoja mientras evita rozarme de camino a la cocina. Como si desconociera completamente todo lo relativo a las mujeres, o a los hombres, si son esos sus gustos.
Y eso sólo hace que añadir diversión al asunto.
Sin dejar de sonreír, me paso una mano por los rizados cabellos mientras sigo los pasos de Gauekko. El castaño es el primer hombre que conozco que se comporta de ese modo, desconcertándome con cada gesto. El primero cuyo comportamiento se escapa al orden preestablecido de las cosas. Y eso resulta extrañamente reconfortante. Porque me indica que, por alguna razón que desconozco, se puede confiar plenamente en él. Que no es la clase de persona que interpondría los propios y egoístas deseos sobre el bienestar ajeno, sino justo lo contrario. Es algo tan escaso hoy en día, el altruismo desinteresado, que siento la necesidad de protegerle de cualquier amenaza que le aceche. Porque si hay alguien que merece vivir en este mundo, que se lo gana con cada gesto, es él.
De vuelta en la cocina, observo cómo el licántropo trajina para cocinar algo con huevos. Sus espaldas se tensan mientras mueve la sartén sobre la lumbre, dándole forma a lo que parecen ser unas tortillas. Una mueca de concentración tuerce sus labios en un mohín, extrañamente rojizos por el reflejo del fuego en su rostro. Sus mejillas también están encendidas, arreboladas por el recuerdo de lo sucedido hace nada en el baño. Pero su respiración está más calmada; no tan entrecortada, una vez tapado el motivo de su turbación.
Tomando asiento en una silla, observo la casa mientras pienso en cómo ayudarle en caso de peligro. En otra situación, trazaría un círculo de runas alrededor de su cabaña. Pero ahora me resulta imposible; mis niveles de magia están al límite, tras la prolongada pelea con el cazador y la consecuente muerte de mi amigo. Si intentase realizar una protección básica en mi estado, ésta no aguantaría ni siquiera un par de embates de pistola. Y lo mismo se extiende hacia cualquier posibilidad de protegerle a él mismo. En una situación normal, un conjuro de esa clase agotaría automáticamente todas mis fuerzas. Puede que consumiera incluso un poco de mi fuerza vital. Realizarlo ahora mismo sería un suicidio, un precio demasiado alto que no estoy dispuesta a pagar.
Mi mirada se detiene en un pequeño jarrón vacío de madera. Tallado con siluetas de grandes lobos, me inspira con una solución más inmediata a mi problema. Puede que no sea capaz de protegerle ahora mismo, pero todavía soy capaz de crear un detector. Algo que me indique el estado de las auras de su hogar, detectando cualquier hostilidad dirigida a él. Para que pueda acudir a su lado, y ayudarle a defenderse. Es poco, lo sé; pero es todo lo que puedo hacer ahora mismo.
Centrando los últimos restos de magia que me quedan, arranco uno de mis cabellos con el índice y el pulgar. Un complicado quiebro de dedos me sirve para trazar una figura, la llave que me permitirá absorber algo de la magia que flota en el entorno. Mis uñas, limpias de tierra tras el baño, se entrecruzan varias veces. Dan forma a una silueta que aparece de la nada. Luminosa como el sol, va tomando la apariencia lentamente de una flor, una dalia roja del mismo color de mi pelo. Brillante y húmeda, con gotas de rocío que no hacen más que acrecentar su belleza.
Esbozando una pequeña media sonrisa, se la tiendo a Gauekko cuando se acerca a la mesa con la comida. Después, señalo con la cabeza el jarrón vacío, antes de mirarle fijamente a sus claros ojos.
- Es un regalo, Gauekko. Una dalia roja - Susurro, marcando mi voz con una cadencia suave y femenina - Jamás se marchitará, no importa lo que suceda. Permanecerá como ahora hasta el fin de los tiempos, o hasta que yo muera. Es poco en comparación con lo que has hecho por mi. Pero es mi manera de darte las gracias.
Y eso sólo hace que añadir diversión al asunto.
Sin dejar de sonreír, me paso una mano por los rizados cabellos mientras sigo los pasos de Gauekko. El castaño es el primer hombre que conozco que se comporta de ese modo, desconcertándome con cada gesto. El primero cuyo comportamiento se escapa al orden preestablecido de las cosas. Y eso resulta extrañamente reconfortante. Porque me indica que, por alguna razón que desconozco, se puede confiar plenamente en él. Que no es la clase de persona que interpondría los propios y egoístas deseos sobre el bienestar ajeno, sino justo lo contrario. Es algo tan escaso hoy en día, el altruismo desinteresado, que siento la necesidad de protegerle de cualquier amenaza que le aceche. Porque si hay alguien que merece vivir en este mundo, que se lo gana con cada gesto, es él.
De vuelta en la cocina, observo cómo el licántropo trajina para cocinar algo con huevos. Sus espaldas se tensan mientras mueve la sartén sobre la lumbre, dándole forma a lo que parecen ser unas tortillas. Una mueca de concentración tuerce sus labios en un mohín, extrañamente rojizos por el reflejo del fuego en su rostro. Sus mejillas también están encendidas, arreboladas por el recuerdo de lo sucedido hace nada en el baño. Pero su respiración está más calmada; no tan entrecortada, una vez tapado el motivo de su turbación.
Tomando asiento en una silla, observo la casa mientras pienso en cómo ayudarle en caso de peligro. En otra situación, trazaría un círculo de runas alrededor de su cabaña. Pero ahora me resulta imposible; mis niveles de magia están al límite, tras la prolongada pelea con el cazador y la consecuente muerte de mi amigo. Si intentase realizar una protección básica en mi estado, ésta no aguantaría ni siquiera un par de embates de pistola. Y lo mismo se extiende hacia cualquier posibilidad de protegerle a él mismo. En una situación normal, un conjuro de esa clase agotaría automáticamente todas mis fuerzas. Puede que consumiera incluso un poco de mi fuerza vital. Realizarlo ahora mismo sería un suicidio, un precio demasiado alto que no estoy dispuesta a pagar.
Mi mirada se detiene en un pequeño jarrón vacío de madera. Tallado con siluetas de grandes lobos, me inspira con una solución más inmediata a mi problema. Puede que no sea capaz de protegerle ahora mismo, pero todavía soy capaz de crear un detector. Algo que me indique el estado de las auras de su hogar, detectando cualquier hostilidad dirigida a él. Para que pueda acudir a su lado, y ayudarle a defenderse. Es poco, lo sé; pero es todo lo que puedo hacer ahora mismo.
Centrando los últimos restos de magia que me quedan, arranco uno de mis cabellos con el índice y el pulgar. Un complicado quiebro de dedos me sirve para trazar una figura, la llave que me permitirá absorber algo de la magia que flota en el entorno. Mis uñas, limpias de tierra tras el baño, se entrecruzan varias veces. Dan forma a una silueta que aparece de la nada. Luminosa como el sol, va tomando la apariencia lentamente de una flor, una dalia roja del mismo color de mi pelo. Brillante y húmeda, con gotas de rocío que no hacen más que acrecentar su belleza.
Esbozando una pequeña media sonrisa, se la tiendo a Gauekko cuando se acerca a la mesa con la comida. Después, señalo con la cabeza el jarrón vacío, antes de mirarle fijamente a sus claros ojos.
- Es un regalo, Gauekko. Una dalia roja - Susurro, marcando mi voz con una cadencia suave y femenina - Jamás se marchitará, no importa lo que suceda. Permanecerá como ahora hasta el fin de los tiempos, o hasta que yo muera. Es poco en comparación con lo que has hecho por mi. Pero es mi manera de darte las gracias.
Salamandra- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 31/10/2016
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Re: Temores ~ priv.
Mientras trasteaba en al cocina y cocinaba un rico desayuno, Salamandra estaba detrás de mi. No quería molestarla demasiado, quería que estuviera tranquila, en paz. No podía imaginarme su dolor, o todo lo que debía estar sintiendo en su interior. Había vivido en pocas horas un remolino de sentimientos, y si para mi eran un dolor de cabeza, pues el más fuerte había sido el beso pero para ella, la muerte de su amigo, el conocerme y traerle a casa y el beso. Joder. Vaya lío.
En ese instante sentí un cosquilleo en mi espalda que me erizó la piel. No quise mirar hacía atrás por respeto, pero estaba seguro de que había visto un extraño brillo. ¿Estaba haciendo magia en mi cocina?. El corazón comenzó a latirme con fuerza, me moría de ganas por girarme y ver que leches estaba haciendo. Que era esta sensación de calor que me invadía y ese pequeño destello. Pero no. Me mordí la lengua para seguir como si no me hubiese dado cuenta de nada.
Cuando hube preparado todo me giré y vi una preciosa dalia. Dejé los platos sobre la mesa y me agaché a mirarla de cerca - Es increíble - parecía que el mejor sol y la agua más sabrosa le había alimentado. Era fuerte y vital, cada pétalo tenía un brillo increíble al igual que un fuerte color. El dulce olor se mezcló con el aroma del desayuno - Muchas gracias - musité aun sorprendido. Con miedo a cogerla y liarla parda. Tenía las manos demasiado grandes.
Me senté frente a ella con la Dalia en la mesa y comencé a comer sin apartar mi mirada de ella - Gracias - volví a repetir. Estaba totalmente enamorado de la maldita flor. Y yo que nunca me había sentido atraído por esas cosas.
Gauekko- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 10/12/2016
Re: Temores ~ priv.
El aroma que despiden los dos platos que trae Gauekko es tan apetecible que mi estómago ruge audiblemente. Es por ello que no me espero a que la comida se enfríe una vez el castaño la coloca frente a mi; estoy demasiado hambrienta para esperar, tanto que no me importa quemarme. Despedazando la tortilla con las manos, acabo con ella en un tiempo récord. Pero me siento mucho mejor después de comérmela; más tranquila, relajada y sobre todo, a salvo.
- Me alegro de que te guste, Gauekko - Le digo con suavidad, limpiándome los dedos con uno de los trapos que hay en la mesa. - No necesita agua, así que no te traerá problemas. Es capaz de cuidarse por sí misma. - La alusión es una broma personal, ya que yo también soy capaz de hacerlo. Y la flor no deja de estar creada a partir de uno de los mechones de mi cabello. - No quiero molestarte más, ya has hecho suficiente por mi. Me marcharé a casa, y así no tendrás que preocuparte por tener a una desconocida bajo tu techo mientras duermes. Gracias por la comida; estaba muy rica.
Acompaño mi agradecimiento por una pequeña sonrisa, tan sincera como todas las que le he dedicado al lobo durante el día de hoy. Mis palabras también lo son; no quiero incomodarle más. Ya ha hecho suficiente por mi, y no quiero añadir a la lista que no pueda dormir esta noche tan apaciblemente como debería. Porque no dejo de ser una desconocida para él; ¿y quién en su sano juicio dormiría tranquilo, sin saber si se puede confiar en un extraño? Nadie. Podría apuñalarle mientras duerme. Robarle. Secuestrarle. Y otras cosas peores. O podrían aparecer sus parientes, y preocuparse por el hecho de que haya una mujer durmiendo en la misma cabaña que Gauekko. Algo que para algunos estratos sociales, es casi peor que un asesinato.
- Me alegro de que te guste, Gauekko - Le digo con suavidad, limpiándome los dedos con uno de los trapos que hay en la mesa. - No necesita agua, así que no te traerá problemas. Es capaz de cuidarse por sí misma. - La alusión es una broma personal, ya que yo también soy capaz de hacerlo. Y la flor no deja de estar creada a partir de uno de los mechones de mi cabello. - No quiero molestarte más, ya has hecho suficiente por mi. Me marcharé a casa, y así no tendrás que preocuparte por tener a una desconocida bajo tu techo mientras duermes. Gracias por la comida; estaba muy rica.
Acompaño mi agradecimiento por una pequeña sonrisa, tan sincera como todas las que le he dedicado al lobo durante el día de hoy. Mis palabras también lo son; no quiero incomodarle más. Ya ha hecho suficiente por mi, y no quiero añadir a la lista que no pueda dormir esta noche tan apaciblemente como debería. Porque no dejo de ser una desconocida para él; ¿y quién en su sano juicio dormiría tranquilo, sin saber si se puede confiar en un extraño? Nadie. Podría apuñalarle mientras duerme. Robarle. Secuestrarle. Y otras cosas peores. O podrían aparecer sus parientes, y preocuparse por el hecho de que haya una mujer durmiendo en la misma cabaña que Gauekko. Algo que para algunos estratos sociales, es casi peor que un asesinato.
Salamandra- Hechicero Clase Baja
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Re: Temores ~ priv.
Volví a olerla hundiendo mi nariz en ella. Me flipaba el fuerte olor que desprendía. No sabia si porque era mágica o porque era una flor fresca. Pero si no necesitaba agua ¿Permanecería con ese fuerte olor?. Cuando me aparté y seguí comiendo me di cuenta de que toda la cocina había quedado impregnada por el dulce aroma - Joder, es que huele genial -susurré mientras me metía otro trozo de tortita en la boca, y los masticaba sin cerrarla - ezfo estfa bief - hablé - Porque soy un poco despistado - acabé de tragar para meterme otro trozo en la boca - fif - asentí con la cabeza - Está rica - tragué - pero puedes quedarte lo que necesites, si me robas un calcetín podría seguir tu rastro hasta dar contigo... bueno - me aparté un mechón del rostro - ahora que lo he dicho seguro que haces algún conjuro para evitarlo - suspire dejando todo sobre la mesa y levantándome para recogerlo.
Observe a Salamandra mientras recogía - tarda lo que necesites en irte, de verdad, Salamandra - repetí mientras acababa y me secaba las manos con una vieja camiseta. No me importaba que se tomase su tiempo, había tenido un trauma y una conmoción que necesitaban que el tiempo transcurriese más despacio tras cada acción, y sabía que mi personalidad era difícil para esas cosas ya que yo todo lo hacía al instante y demasiado rápido - Yo voy a ir a por leña - me puse un capa y unos zapatos - no pasa nada si al volver te has ido - besé su frente - cuídate, Salamandra - cogí un hacha y salí.
Observe a Salamandra mientras recogía - tarda lo que necesites en irte, de verdad, Salamandra - repetí mientras acababa y me secaba las manos con una vieja camiseta. No me importaba que se tomase su tiempo, había tenido un trauma y una conmoción que necesitaban que el tiempo transcurriese más despacio tras cada acción, y sabía que mi personalidad era difícil para esas cosas ya que yo todo lo hacía al instante y demasiado rápido - Yo voy a ir a por leña - me puse un capa y unos zapatos - no pasa nada si al volver te has ido - besé su frente - cuídate, Salamandra - cogí un hacha y salí.
Gauekko- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 10/12/2016
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