Blood calls to blood [L.L.] prv.

El gran y majestuoso barco entró en el puerto haciendo resonar su gran bocina. Su montura americana y de madera brillante dejaba ver que alguien adinerado venía en él. Y por las veces en las que había sido movido todo el puerto sabía que era el navío de los Lachance. Era usual verlo marchar y volver un mes después, muchas veces sin ninguno de los jóvenes, simplemente mandaba gente para entregar algún mensaje o dato de negocio a la familia. Sin embargo, aquella mañana gris, las bocinas avisaban que alguien iba a desembarcar, y que se necesitaba cada pasillo libre para que nadie molestase a el dueño de la embarcación.

El morro no llegó a golpear la bolla rosa flotante que había en el agua, que avisaba de la cercanía al puerto. El barco echó su ancla y un marinero lo amarró con su cuerdas, tratando de no resbalar en la madera. El fuerte viento no dejaba de atizar la marea y el barco, y varias veces fue la que el marinero resbaló intentando volver al barco. Varek salió de la cabina de mandos abrigado, y con una capa con capucha sobre su cabeza y hombros. La lluvia y el viento no darían tregua a la mañana, por lo cual mantenerse más tiempo dentro de la cubierta no serviría más que para atrasar su vuelta.

Caminó con paso acelerado hasta fuera del embarcadero, donde un negro le esperaba con un caballo. Montó dando un par de francos al joven y se alejó para adentrarse en el bosque.  La lluvia era como un golpe fresco pese a que el día no acababa de clarear, y parecían ser las 20 de la noche. El camino largo hacía su casa le obligaba a pasar por la vieja casa de los Casterly. Se sorprendió al ver desde la lejanía un cuerpo menudo salir por la puerta. Obligó al caballo a aminorar la marcha para no hacer ruido, poniendo una mano sobre su cabeza para que no relinchara. La siguió lentamente hasta la puerta al cementerio, valiéndose de su lengua, dio un silbido para llamar su atención y se acercó hasta ella - ¿Sabéis cual es la pena por allanamiento de morada, mademoiselle? - le preguntó con una sonrisa dibujada en sus labios. Sin apartar la capucha de su rostro, con este mojado su cabello pegado a su frente, clavó su fría mirada en los ojos de ella.

La lluvia caía copiosamente sobre París. Como un manto helado que impedía a la morena ver más allá de sus pequeños pies, bañaba la ciudad de la luz en un intento por desterrar de ella el hedor y la putrefacción. Las ratas se ocultaban en las alcantarillas para no ser alcanzadas por el agua, que arrastraba a su paso mugre, barro y cosas peores. Ladrones, prostitutas y timadores se disponían a pasar la noche en alguna taberna, a la espera de incautos a los que arrebatarles sus escasos bienes. Incluso la Inquisición permanecía a resguardo, incómoda ante la idea de manchar sus bonitas ropas pagadas con el dinero de los creyentes. Sólo una clase de almas poblaba en noches así el frío mundo exterior. Crueles y errantes proliferando en la oscuridad de la tormenta. Y eran ese tipo de almas las que Lyre pretendía cazar aquella noche, para olvidar la última discusión que había mantenido con su hermano sobre la Orden.

Una fuerte ráfaga de viento la empujó hacia atrás al salir de la casa, calando sus ropas hasta pegarlas de una manera casi indecente a su cuerpo. Su reducido tamaño le provocó tener que agarrarse a uno de los postes de la entrada para no salir volando. Enfadada, frunció el ceño mientras hacía un esfuerzo para caminar hacia el frente. No pensaba darle la razón a Sei. Ella sola se valía para ir de caza si así lo deseaba, y pensaba demostrárselo esa noche. Y si la mataban, si Lyre caía siendo presa en lugar de cazadora, entonces seguiría teniendo la razón. Porque seguramente, y de haber contado con el adiestramiento de la Orden, no habría muerto en la historia ficticia que ella misma se había creado en un momento. Y Sei lo sabría, y sabría que, de nuevo, estaba equivocado. Como siempre que su opinión no era la misma que la de su hermana adoptiva.

Agazapándose un poco, consiguió avanzar hasta pisar el verde césped de la mansión. Y fue entonces cuando advirtió la presencia del intruso, que la miraba desde el otro lado del cementerio con una expresión completamente inescrutable.

La agitación que sentía por sus problemas personales desapareció al instante. Sólo quedó la tensión y adrenalina que ella asociaba la caza, y le hizo llevarse inconscientemente la mano al revolver del cinturón. Manteniendo el semblante impasible, empezó a liberar la pistola hasta que cayó en la cuenta de que no le serviría de nada. La pólvora estaría inutilizada por la lluvia, dejándola con la obligación de utilizar las armas blancas que tan mal se le daban. Desconfiada, dejó que el desconocido avanzase hacia ella mientras cavilaba sobre la situación. Era muy extraño que alguien rondase por aquella zona del bosque en plena tempestad, si no es que tenía unos motivos ocultos para hacerlo. Brujos, vampiros y licántropos tendrían toda clase de excusas, por supuesto. Pero su voz, en cuanto la utilizó, era completamente humana, la propia de un hombre de mediana edad. Distorsionada por la lluvia, el viento y el relámpago que surcó el cielo en ese preciso instante. Si era un ser sobrenatural, ella no sabía cómo detectarlo. Otra de las cosas que podría aprender en la Orden si Sei consentía en unirse a ella, en lugar de permanecer tozudo en sus ansias de soledad.

Entrecerrando los ojos para frenar la acción de la lluvia, decidió que se limitaría a esperar por el momento. Tal vez era un amigo de los antiguos propietarios de la finca, que se había sorprendido al verla a ella rondar por allí. Y se estaba preocupando por nada. Avanzando un par de pasos en dirección al hombre, se detuvo frente a él con los brazos cruzados. Y desde allí lo observó, su manto ondeando furiosamente a sus espaldas. Una pequeña muchacha con la determinación y la firmeza dibujados en el rostro.

- Seguramente sea muy superior a la que se le impone a un noble por evadir impuestos, o violar a una campesina. - Respondió Lyre al fin, sin devolverle la sonrisa al moreno hombre de los ojos de hielo. Un trueno resonó en ese momento sobre sus cabezas, retumbando en el silencio del bosque de una manera casi fantasmagórica. Ninguno de los dos lo sabía, pero acababa de marcar un antes y un después. Un encuentro que, de haber sido sus vidas de otro modo, jamás habría llegado a producirse. Ajena a todo ello, la morena se limitó a apartarse unos oscuros mechones de cabellos que le entorpecían la visión. No era muy dada a las palabras, pero pensaba dedicarle unas pocas más al desconocido. Por precaución, y sobre todo, por curiosidad. - Sólo quería refugiarme de la lluvia. Llamé varias veces a la puerta, pero nadie respondía, así que entré. Si prefiere que coja una pulmonía, puedo buscar refugio en algún charco fangoso del bosque.

Desde lo alto del caballo observó a la muchacha. Era muy joven, y pese a tener los brazos cruzados en defensa y defenderse de aquella manera tan avispada con sus palabras, algo despertó una ternura en Varek, que reaccionó esbozando una sonrisa - Tranquila, no voy a declarar en tu contra, prefiero que alguien cuide de lo antiguo a que quede en el olvido - susurró analizándola. Llevaba armas, y por sus pintas parecía saber que habitaba en aquellos bosques. Su manera de hablar, sus gestos le recordaron a Jean levemente. Ese detalle le obligó a soltar su riendas de la mano izquierda para ofrecérselas a ella - Cazadora - comenzó - suba, le ofrezco un poco de mi sabiduría en cambio de sus historias - estaba claro que por su acento y por adentrarse dentro de una mansión que era bien reconocida entre la clase alta, la muchacha no era de aquí - tenéis armas suficientes para tratar de defenderos, no temáis - agarrándola con fuerza la elevó hasta sentarla en la parte trasera del corcel, emprendiendo marcha hacía su casa.

Cabalgó con tranquilidad bajó la lluvia hasta la casa, donde un sirviente les recibió. Con cuidado Varek la bajó del caballo y ambos entraron en casa. Nada más pasar el umbral una mujer la ofreció una capa seca, y le explicó donde podía cambiarse, mientras que el Heredero subía a su habitación. Se habían citado en la gran biblioteca.

Pasados cinco minutos Varek entró en la biblioteca, vestido con un pantalón oscuro y una camisa medio abierta. Aun tenía el pelo mojado, que caía por su frente. Acomodó el fuego, atenuandolo y para después hacer una pequeña reverencia a la muchacha - Mi nombre es Varek Lachance - se presentó.

Lyre permaneció un par de minutos en silencio, observando la mano que le tendía el desconocido. No pronunció palabra alguna, pero no era necesario; una mera acción bastaría para declarar su decisión respecto de la invitación del moreno. Si tomaba su mano, era porque aceptaría dejarse llevar allí donde él deseara. Bajo su cuenta y riesgo, por supuesto, pero no en balde era una cazadora. En cambio, de no hacerlo, estaría rechazando su ofrecimiento. Declarando su preferencia por vivir con la curiosidad de lo que podría haber sido, pero jamás llegó a suceder.

La decisión fue rápida teniendo en cuenta las circunstancias. La morena se acercó a él y se dejó subir al caballo, aprovechando el impulso de sus propias piernas para no depender demasiado de la fuerza del hombre. No pensó con fría lógica cuando lo hizo, sino que se dejó llevar por un impulso de rebeldía. Por los sentimientos que le provocaba la perspectiva de pasar una noche diferente, haciendo exactamente lo que sabía que enfadaría a Sei: ponerse en peligro. Rodeando con los brazos la cintura ajena, intentó cubrirse con la capa para no calarse demasiado. Sin éxito; para cuando llegaron por fin a su destino, la fuerte lluvia la había calado tanto que tiritaba. Sus cabellos oscuros enmarcaban el pálido rostro, y sus ojos, entrecerrados, apenas observaron dónde se habían detenido. En lo único en lo que podía pensar era en bajarse del caballo, y refugiarse en algún lugar en el que sus entumecidos dedos pudieran desagarrotarse al fin.

Su deseo se cumplió tan pronto como traspasaron la verja de la casona. Un esclavo tomó el caballo de su amo por las riendas, para conducirlo al establo que se encontraba a un lado de la casa. Con cierta torpeza, Lyre bajó del animal tras Varek. El moreno iba dedicándole algunas miradas para asegurarle de que lo seguía, pero no hizo comentario alguno sobre su falta de agilidad. Tampoco dijo nada cuando le siguió hacia el interior de la casa, un lugar caro y bien iluminado que contrastaba fuertemente con su propio hogar. Y precisamente por ello, mantenía viva la llama de la curiosidad que había aflorado en ella.

Por esa misma razón, Lyre soportó estoicamente la reprobadora mirada del ama de llaves por sus andrajos, y por el agua que goteaban sobre la intrincada moqueta del suelo. Hacía rato que había dejado de preocuparse por lo que podría hacer el hombre con ella; porque si hubiera querido matarla, lo hubiera hecho antes. En lo más profundo de la espesura, donde nadie jamás hubiera sido capaz de encontrarle. No; tenía que haber otra razón oculta. Lógica o impulsiva, no le importaba. Pero quería saber cuál era.

Todavía chorreando agua, se dejó conducir a través de los pasillos hasta una gran biblioteca. Las paredes estaban completamente revestidas de estanterías, en las que libros de todas las clases y tamaños eran almacenados siguiendo un orden que ella desconocía. Una gruesa alfombra de piel animal decoraba el suelo, en contraste con la fina lámpara de araña que colgaba del encalado techo. Junto con el escritorio de caoba pulida y las butacas que lo flanqueaban, eran los únicos muebles de la sala que no estaban destinados a contener volúmenes. Un bibliófilo no habría podido resistir la tentación de sacar algunos libros para ojearlos, pero no era el caso de Lyre. Porque la morena no estaba sólo fascinada por el conocimiento; sino por todo en general. Estaba deslumbrada, y no podía siquiera imaginar cuánto habría costado aquella maravilla de habitación. Más de lo que un ciudadano corriente vería en toda su vida, se dijo a sí misma.

Así que tan pronto como su anfitrión la dejó a solas para ir a cambiarse, hizo lo que cualquiera hubiera hecho en su situación; deslizó las yemas de sus dedos por los lomos de los libros, apreciando su tacto y las diferencias que había entre ellos. Cuero nuevo se alternaba con el cuero antiguo, variando su tacto entre uno y otro. Las encuadernaciones en pan de oro tenían relieves especiales, mientras que otras no tenían ni una sola letra que pudiera identificar cuál era el contenido del volumen. Incluso encontró un libro que había perdido la tapa mucho tiempo atrás, que sólo sobrevivía porque alguien había vuelto a coser las páginas con mimo.

Estaba a punto de sacarlo para ver qué contenía cuando las puertas de la biblioteca se abrieron de nuevo, llevándose con ellas su oportunidad. Dieron paso a un mudado Varek, que se encaminó hacia la chimenea sin dedicarle más que una mirada. Sin llamar al servicio para que lo hiciera por él, avivó las llamas de la lumbre, caldeando más el entorno en el que se encontraban. Y fue entonces cuando le dijo su nombre, acompañado por una reverencia que Lyre apenas percibió en comparación.

La muchacha no solía perder la compostura, pero en aquel momento no pudo mantener la impasibilidad; su oscura mirada se entreabrió en un gesto de sorpresa, acompañada por un mohín que torció sus carnosos labios. Incluso dio un paso hacia atrás, antes de darse cuenta de que el hombre no comprendería la razón de su turbación. Pero era incapaz de articular nada coherente. Todo su mundo acababa de tambalearse, y por obra y gracia del destino. Lachance. Ella se apellidaba así, igual que Sei. Igual que su padre.

Con dedos temblorosos, optó por la opción más sencilla para ella; descolgar el sello que llevaba colgado del cuello, y tendérselo al varón sin pronunciar palabra alguna. No eran necesarias; en él podían leerse perfectamente las iniciales J. L, acompañadas por el sello que era propio de la familia.

La noche comenzaba a caer detrás de los grandes ventanales del salón donde se encontraban. Varek no podía dejar de darle vueltas a la silueta de la muchacha. Le recordaba tanto a alguien, esos pequeños gestos, muevas o su tono de voz. Parado frente a ella, sin dejar de recorrer sus facciones con la mirada ella comenzó a temblar. Sacó con cuidado de su cabeza un medallón que ofreció a Varek. El cazador lo cogió sobre la palma de su mano y reconoció casi al instante el escudo de la familia Lachance, junto a dos iniciales. Que correspondían a su hermano.

Con el corazón en un puño, apretó el medallón en la palma de su mano, cerrando el puño. No podía creerse lo que estaba sucediendo. ¿Cómo no se había dado cuenta antes..? Era a Jean a quien le recordaba, porque era su hija, porque tenía frente a él a su sobrina. Que parecía estar cayendo en cuenta de quien era él. Apretando su mandíbula le devolvió el medallón agarrando sus manos con las suyas. ¿Jean sabía esto?. No, por la forma en la que ella temblaba era prácticamente imposible.

Un crujido de la madera ardiendo en la chimenea le hizo volver a la realidad y dejar de divagar por sus teorías. Dio un paso atrás y se giró dándole la espalda, rozó con su mano izquierda un par de veces su barba para volver a girarse - ¿Cómo te llamas, pequeña? - le preguntó, en un tono algo serio - ¿Quien eres? - la pregunta estaba clara. No podía ser su hermana, y eran los únicos Lachance.

- No soy nadie - Respondió la joven, y tenía razón. Porque a diferencia del hombre que tenía frente a él, ella no era importante. Sólo una muchacha más que vivía como podía, de las migajas que los poderosos dejaban para que otros más pobres pudieran aprovecharse. Alguien que al verse abocada a la desesperación, había tomado las decisiones que la habían conducido hasta allí. Robar. Llorar. Luchar. Vivir. Hasta ese momento inesperado, que le ofrecía la oportunidad de conocer al fin de donde procedía.

Durante unos instantes, Lyre pensó en mantener su silencio. Pero sabía que lo que Varek buscaba no eran evasivas. Así que decidió ser sincera con él, contarle lo poco que sabía. Después de todo lo que había sucedido, del licántropo, del barco y de Sei, sabía que no valía la pena mentir. Porque no había nada que ganar en juego, sólo mucho que perder. Pasándose una mano por los empapados cabellos, clavó su oscura mirada en la del otro cazador. Ambas tenían mucho en común, aunque la morena era la viva imagen de su madre fallecida. Pero había sacado más de su tío que de su padre en el carácter, y en la firmeza que adoptaba una vez tomaba una decisión.

- Mi nombre es Lyre. Y si tuviera derecho a algún apellido, ese sería Lachance - Empezó lentamente, manteniendo un tono de voz calmado que se contradecía con sus propias emociones. En su interior, un torbellino de sentimientos encontrados pugnaba por controlarla. Pero la cazadora consiguió que no se reflejasen en su rostro, serio y determinado a obtener las respuestas que llevaba tanto tiempo buscando. - Nací en Nueva Orleans hace dieciocho años, y allí he vivido hasta hace poco. Con mi madre, mi tía y... - estaba a punto de añadir "mi hermano", pero algo en su interior le impelió a cambiar sus palabras. No lo conocía lo suficiente como para revelarle la existencia de Sei, y por esa misma razón, Lyre sentía que sería casi como traicionarle. - y ambas me explicaron la misma historia cuando fui lo suficientemente mayor para entender porqué no tenía un padre. Sólo ese sello, que le entregó a mi madre quién sabe porqué la única vez que se acostaron juntos. No sé de qué es la J. Pero el escudo familiar revelaba que el apellido de ese hombre era Lachance. Y yo lo he llevado hasta ahora.

Varek clavó su mirada en los ojos de Lyre, y estiró la palma de su mano para apartar un mechón oscuro de su rostro - Eso se acabó - musitó tan rápido como dijo que no era nadie. El heredero no iba a permitir que ella sintiese que no era nadie, cuando lo era... ahora mismo. Todo para el cazador. Cómo un soplo de aire fresco en meses, la niña había llegado a su vida de la mejor manera posible, armada de armas y consciente del mundo que les rodeaba. Cómo si de una segunda oportunidad se tratase, Varek iba a cuidar de ella, enseñarla y protegerla con su vida. Y esta vez no fallaría.

Apoyó su mano en el hombro de Lyre y la atrajo hasta uno de los butacones, para que tomara asiento. Pidió entonces con un gesto rápido y alzando algo la voz, cacao caliente y algo dulce para comer. Varek se sentó frente a ella y sonrío con una dulzura inusual - Soy tu tío, Varek, y del que hablas, es mi hermano. Al que hoy mismo escribiré dándole la nueva buena - tiró su espalda hacía atrás, suspirando - Lyre, bienvenida, algo tardío... pero Bienvenida a la familia Lachance, siento que hayas tenido que venir desde nueva orleans hasta aquí para encontrarnos.. pero ya estás en casa - concluyó, mientras la sirvienta servía el chocolate y unos croissant.

De la noche a la mañana habían entrado dos mujeres en su vida, y sorprendentemente no se sentía incomodo con sus compañías. Quizás el carácter de Shine como mujer y la pureza de Lyre, era todo lo que necesitaba para volver a encontrar esas ganas de ser quien era, un letal cazador, que cuidaría de los suyos con su propia vida.

Dejaría a Jean el papel de confesarse.

Si había algo que la morena no esperaba, era el súbito gesto de cariño del cazador hacia ella. Extendiendo la mano en su dirección, apartó uno de sus cabellos con infinita dulzura, antes de invitarla a sentarse en una de las butacas que había en la biblioteca. Con cada gesto de amabilidad que él le dedicaba, se desmoronaba un poco más la muralla que ella misma había ido construyendo a su alrededor. Una barrera que pretendía ocultar sus sentimientos de abandono, provocados por su creencia de que no encajaba en ningún lugar como lo hacían los demás.

Con el pulso acelerado y sus sienes latiendo con fuerza, escuchó cómo Varek se presentaba de nuevo. Era su tío, le dijo, y por lo tanto la persona a la que buscaba no era otro que su hermano. La explicación fue acompañada de una sonrisa tan deslumbrante, que acabó de destrozar la poca desconfianza que le quedaba para entonces. Él estaba contento de conocerla. De que ella existiese. Y para Lyre, eso significaba más de lo que habría podido describir con palabras.

- Gracias, Varek - Susurró, dudando entre tutearle o utilizar el apelativo de señor Lachance. Jugueteando con un pliegue de su ropa, dejó que la sirvienta le sirviera la comida, sin saber qué más decirle a su sonriente interlocutor. Había tantas cosas que quería saber... y al mismo tiempo carecía de la confianza para formular esas preguntas. Tras cavilar unos instantes, Lyre decidió que empezaría por lo básico. Cosas que no los incomodasen, pero que le ayudasen a hacerse una idea de quién era su familia. Decidió también que intentaría sonreír aunque fuera un poquito; no quería parecer una interesada, ni tampoco una desagracedia. Porque en ningún momento se imaginó que sus verdaderos parientes podían permitirse vivir rodeados de semejante lujo. - Antes... en el bosque. Me has llamado cazadora. Pocas personas saben lo que significa realmente esa palabra. ¿Tú y mi... tu hermano tenéis algún tipo de relación con el mundo sobrenatural? ¿Y dónde está él? ¿Trabajando? ¿A qué os dedicáis?

Varek achantó a la sirvienta alzando su mano. No quería que nadie les interrumpiese. Había conseguido abrir un poco la barrera que Lyre se había puesto para protegerse y ahora que por fin comenzaba a dejar de temblar y sentirse algo más cómoda en su compañía, no quería que nada le sacase de aquella concentración. Las dos tazas estaban llenas hasta arriba, una de ellas solamente era negra, la otra de un color más claro. Varek se hizo con la negra y movió la pequeña cucharilla, tratando de aligerar el chocolate sin leche.

Sin probarlo lo dejó a su costado, en una pequeña mesa de madera que se alzaba al lado del butacón donde él se encontraba sentado. La muchacha le resultaba agradable, veía un potencial increíble en ella, y pensar que al fin tenía un nuevo motivo para luchar, le hacía feliz. Desde el momento en el que la muchacha le mostró el medallón, no dudo en que era una Lachance. Sus rasgos, su forma de expresarse, eran de la familia, aun que su rostro era demasiado delicado, para ser una de nosotros. ¿Quien era él para juzgarla? en la familia sólo había hombres.

Varek apoyó ambas manos en los apoya brazos, escuchándola - Soy cazador desde bien joven, comencé a cazar de forma sería a los 17 años, pero siempre lo he manteniendo como un hobby, mi oficio principal es el negocio familiar y la filología - alza la mano izquierda haciendo referencia a los cientos de libros que les rodean - Tu padre está fuera, es un prestigiosos abogado con un bufete en el centro de París, en cuanto al mundo sobrenatural, de manera tardía y algo torpe ha comenzado a introducirse en el mundo sin opción a recular... -  los dedos de Varek se tensaron levemente en el sofá, apretando sus yemas contra la fina tela aterciopelada para después acariciarla en el sentido de las costuras - ¿Y tu, Lyre? - preguntó - ¿Que puedes contarme sobre ti? - continuó, apartando finalmente la mano para agarrar de nuevo la taza humeante.

Las respuestas de Varek sonaban a sinceridad, algo que a la muchacha le importaba más incluso que despejar las incógnitas planteadas. Porque implicaba que su tío no había mentido cuando le había dado la bienvenida, y que estaba dispuesto a abrir su mundo para que ella pudiera formar parte de él. Removiendo el chocolate con leche a semejanza de su pariente, disfrutó de la sensación de calor que se extendía por sus manos, reconfortante tras haber pasado más de una hora cabalgando bajo la lluvia.

- No hay mucho que contar sobre mi - Reconoció Lyre, cuando el otro cazador dejó de hablar de los Lachance. Se sentía cómoda en su compañía, algo que le había ocurrido en contadas ocasiones con completos desconocidos. Y eso para ella era una mala señal; porque sería más propensa a cometer errores, y a revelar datos que, de haberlo pensado fríamente, tal vez habría querido guardar en secreto hasta más adelante. - Tuve una infancia normal en Luisiana, y cuando dejé de ser una niña empecé a trabajar como camarera en la misma taberna que mi madre. Sin embargo... - Hizo una pausa, mirando con la vista desenfocada un punto situado más allá de su interlocutor. Los peores momentos de su vida fluían como una cascada, desbordando sus pensamientos. Tragando saliva con dificultad, hizo acopio de toda su fuerza de voluntad mantener el semblante completamente impasible. No era ninguna llorona, y no pensaba empezar a serlo en el mismo instante en que su vida estaba tomando un rumbo diferente. - Hubo un incidente. Mi madre y mi tía fueron asesinadas, y nos quedamos completamente solos. Tuvimos que hacer algunas cosas para sobrevivir... robar, principalmente. Porque nadie quería ayudarnos. Cuando pegué a un hombre porque intentó... en fin, me despidieron. Y el casero no estaba dispuesto a darnos más tiempo para conseguir algo de dinero. Así que vendimos todo lo que pudimos conseguir para pagarnos el pasaje. Todo menos mi colgante, claro; era completamente inútil, porque jamás habría ido a la plantación a reclamar una posición que no me pertenecía. Pero era un recuerdo del que no quería desprenderme. Así que partimos en un navío con lo puesto, y tras varias semanas de travesía, llegamos a París. Hará ya cerca de un mes de eso.

Hizo una pausa para probar un sorbito del chocolate, y se sorprendió al descubrir lo bueno que estaba. Jamás lo había probado hasta ese momento, demasiado caro para alguien con unos ingresos tan bajos como los suyos. Y lo mismo sucedía con la bollería, tierna y crujiente con el hojaldre cubierto por abundante mantequilla. Con dedos temblorosos, Lyre metió un par de ellos en la elegante taza de porcelana, para después llevárselos a la boca de una manera que ella consideraba relativamente educada.

- Descubrí que había una Orden de cazadores en París al poco tiempo de llegar. - Empezó la morena, tapándose con una pálida y pequeña mano la boca llena de comida. - Tenía pendiente ir a visitar su sede para obtener más información. Porque quiero aprender. Quiero limpiar el mundo de todos esos seres que amenazan que los demás puedan ser felices con su egoísmo. Pero no sé cómo hacerlo. Sólo llevo un mes entrenando con armas, y lo único con lo que cuento es con una muy buena puntería. Si fallo, estoy muerta.

El silencio reinaba en la biblioteca cuando ambos se quedaban en total silencio. Lyre parecía estar disfrutando del encuentro y sintiendo que estaba siendo más enriquecedor de lo que jamás creyó. El cazador la observaba aun con esa ternura en su mirada. La veía tan decidida y adulta, tan bien enseñada, que no podía dejar de estar orgulloso por su actitud. Después, si tenía que cabrearse con ella, lo haría.

Con las manos apoyadas en el reposa brazos y ya con un poco más de calma escuchó cada palabra que Lyre susurraba, con voz algo decidida a la vez que temblorosa - ¿Donde está tu primo? - le preguntó alzando una ceja. Si llevaba tantos años a su lado ¿Iba a abandonarlo ahora para venir a vivir con su tío?. Varek no aceptaría a un desconocido que no tenía nada que ver con él en al casa, pero si podría conseguir adecuar la que habían ocupado.

El cazador pasó su mano por su cabello, acomodándolo y apartándolo de su rostro - Puedes ir a la orden, y pedir entrenamiento, después yo te daré las últimas pinceladas, hasta entonces te recomiendo que no visites sola los bosques. Si quieres cazar, irás conmigo - sentenció con voz sería. No le gustaba la orden para él, pero debía de admitir que sí la muchacha llegaba allí pidiendo entrenamiento, Xaryne, axel, Aveline, cualquier de ellos haría un buen trabajo. Él no disponía el tiempo suficiente para todo eso.

Maldiciendo para sus adentros el uso del plural, la chica acabó con el contenido de su taza. Había revelado sin quererlo la presencia de Sei, pero pensó que tampoco podía haberla escondido durante mucho tiempo. Algún día, Varek habría ido a verla y se habría encontrado al muchacho; y entonces todo habría sido peor, porque podría pensar que quería robarle o algo por el estilo. Sei, que era de pocas palabras, podría haberse sentido amenazado; y las cosas habrían acabado mal para ambos. Así que se limitó a limpiarse las manos con una servilleta, antes de explicarle a su tío lo justo y necesario para que no se preocupase al respecto.

- No es mi primo. Es mi hermano - Empezó, dejando a un lado la manchada servilleta de lino. - Y también es cazador. Nos cuidamos las espaldas mutuamente. - Lyre hizo una pausa para mirar fijamente a su tío, mientras hablaba sobre la Orden y los cazadores que la componían. Pensó en que su actitud, aunque con reservas al respecto, era mucho más razonable que la de Sei. Y que seguiría su consejo e iría a pedir entrenamiento. Porque no podía arriesgarse a fallar, a ser más débil que sus enemigos. No cuando el precio era su propia vida, o la de aquellos a los que la joven quería proteger. - Iré. He oído que está en una antigua facultad; no creo que me cueste mucho encontrarles. Pero también vendré a verte. Si quieres, claro - La morena se sonrojó levemente, pasándose una mano por el rostro para colocarse un mechón rebelde tras la oreja - No quiero perder el contacto con mi familia. Aunque no os conociera hasta ahora.

Varek esbozó una sonrisa al escuchar como luchaba por su compañero de aventuras. Le gustaba aquella fuerza que la invitaba  a luchas por los suyos, fueran o no de sangre. Para ella era quien era y no quedaba otra que aceptar que aquel, era su hermano y quizás debía dar su brazo a torcer y aceptarlo como alguien importante para él también.

Se levantó y caminó por la habitación, parándose unos segundos frente al ventanal para mirar fuera - Puedes venir aquí cuando lo necesitéis, ambos podéis. Cogéis comida y volvéis a vuestra independencia. También os daré ropajes o corceles si lo necesitáis. Entiendo que quieras mantener tu vida separada de la nuestra - caminó hasta ella apoyando su mano en su hombro - Ahora es hora de que sigamos con el día - susurró - Ten una buena tarde, Lyre Lachance - susurró, caminado hasta la puerta, la miró dedicándole una ultima sonrisa, y salió de la estancia.

Una vez en el pasillo cogió aire, y caminó con paso tranquilo hasta la habitación donde solían estar los sirvientes cuando descansaban. Iba a dejar el mensaje bien claro. Ahora ellos eran parte del mundo de los Lachance y no se les negaría nada.

La tarde finalizó con un generoso ofrecimiento por parte de Varek. Mirando distraídamente por la ventana, el moreno se ofreció a proporcionarles cualquier cosa que necesitasen. Comida, enseres, caballos; sólo tenían que pedirlo, y sus criados se lo prepararían como correspondía a su nueva condición. Era más de lo que la joven esperaba, y desde luego, más de lo que estaba dispuesta a aceptar. Y es que su orgullo no le permitía mendigar de sus parientes, aunque para éstos no significase nada en comparación con su fortuna.

Así que Lyre se limitó a sonreír levemente antes de recuperar su semblante serio, poniéndose en pie para seguir a su tío fuera de la biblioteca. No quería ofenderle rechazando su ayuda, pero en su fuero interno, la muchacha sabía que jamás pediría ni un sólo franco prestado. Se limitaría a seguir subsistiendo, como lo había ido haciendo desde que tenía uso de la razón. Y si algún día conseguía ser alguien, si lograba algo que valiera la pena, lo haría mediante su propio esfuerzo.

El suyo y el de Sei.