AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Vermillion {priv.}
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Vermillion {priv.}
Bermellón. Ese era el color de la sangre oscura y caliente que brotaba de aquella pequeña criatura tan famélica como ella. El callejón trasero de la morgue estaba oscuro y poco transitado como era de esperar a esas horas. El hedor que desprendía la alcantarilla era un insulto para cualquier nariz, pues se mezclaban los jugos descompuestos de los cadáveres con el formol o el líquido para embalsamar, que se vertía todo, como una amalgama negruzca y maloliente, a la cloaca principal como si fuera cualquier desperdicio común.
La tapa de la alcantarilla estaba abierta, por ella reptaba y se arrastraba las noches que decidía probar suerte, cuando la sed la enloquecía hasta el extremo, y sus enclenques brazos encontraban la fuerza para mover la tapadera redonda que daba acceso al callejón.
En ese mismo instante no sabía lo que era: criatura, despojo, zombie... cualquiera de esas tres definiciones se ajustarían a la imagen que ofrecía la que en otra vida se llamaba Hania Doe. Su pelo largo y ondulado, del color del trigo, lucía enredado, sucio y apelmazado. Su blanca piel estaba de un color azulado-grisáceo y arrugado, pegada al hueso. Lo único que todavía mantenía con cierta vida eran sus ojos, antaño azules y bonitos.
Hacía tres años que cayó en la oscuridad, tras ser atacada por un vampiro en el orfanato donde vivía, y desde entonces no había conocido la paz ni el descanso. Se había convertido en un monstruo sediento de sangre, que se volvía voraz y terrible cuando sentía un corazón latir cerca del suyo. No entendía el porqué de aquella maldición, tan gratuita, tan implacable... pero en el fondo se lo merecía. Por su culpa había muerto su madre, y los dioses la habían condenado a ser un monstruo asesino. Sólo había matado al estudiante de medicina que abrió el refrigerador de la morgue, pensando que estaba muerta. Sería el primero, y también el último. En aquellos tres años sobrevivía a duras penas de sangre de animales y cuando no podía soportarlo más, entraba en la sala de autopsias y se alimentaba de la sangre de los cuerpos recién muertos. Generalmente acababa vomitando la mitad, porque la sangre muerta era tóxica para los vampiros, pero su cuerpo estaba tan necesitado que algunas veces toleraba hasta ese extremo.
Salía de la alcantarilla sólo para cazar algun gato o perro o pasear por la morgue. No quería tener ningun contacto con los humanos, porque sentiría sus instintos asesinos aflorar, y no podría soportar más muertes sobre su conciencia.
Las calles la escuchaban balbucear algunas cosas, a veces hablaba consigo misma, otras veces le hablaba a un ser imaginario, pues necesitaba de vez en cuando escuchar su propia voz, y cerciorarse de que no se había convertido en algo más animal.
Dejó al gato muerto sobre la acera y sintió apenas un poco de calor recorriendo su cuerpo. Sabía que a continuación vendrían las arcadas y después el hambre de nuevo. Se torturaba de ese modo porque no soportaba el ser en el que se había convertido. Apoyó la mano sobre la pared de ladrillos y se convulsionó, ahí estaba. Notó la escasa sangre ingerida subir por su garganta, pero lo detuvo a tiempo. No necesitaba respirar, pero era un acto reflejo y aún lo hacía involuntariamente. Se tambaleó sobre sus escuálidad rodillas, visibles bajo un camisón de la morgue, con el que se despertó tres años atrás.
La tapa de la alcantarilla estaba abierta, por ella reptaba y se arrastraba las noches que decidía probar suerte, cuando la sed la enloquecía hasta el extremo, y sus enclenques brazos encontraban la fuerza para mover la tapadera redonda que daba acceso al callejón.
En ese mismo instante no sabía lo que era: criatura, despojo, zombie... cualquiera de esas tres definiciones se ajustarían a la imagen que ofrecía la que en otra vida se llamaba Hania Doe. Su pelo largo y ondulado, del color del trigo, lucía enredado, sucio y apelmazado. Su blanca piel estaba de un color azulado-grisáceo y arrugado, pegada al hueso. Lo único que todavía mantenía con cierta vida eran sus ojos, antaño azules y bonitos.
Hacía tres años que cayó en la oscuridad, tras ser atacada por un vampiro en el orfanato donde vivía, y desde entonces no había conocido la paz ni el descanso. Se había convertido en un monstruo sediento de sangre, que se volvía voraz y terrible cuando sentía un corazón latir cerca del suyo. No entendía el porqué de aquella maldición, tan gratuita, tan implacable... pero en el fondo se lo merecía. Por su culpa había muerto su madre, y los dioses la habían condenado a ser un monstruo asesino. Sólo había matado al estudiante de medicina que abrió el refrigerador de la morgue, pensando que estaba muerta. Sería el primero, y también el último. En aquellos tres años sobrevivía a duras penas de sangre de animales y cuando no podía soportarlo más, entraba en la sala de autopsias y se alimentaba de la sangre de los cuerpos recién muertos. Generalmente acababa vomitando la mitad, porque la sangre muerta era tóxica para los vampiros, pero su cuerpo estaba tan necesitado que algunas veces toleraba hasta ese extremo.
Salía de la alcantarilla sólo para cazar algun gato o perro o pasear por la morgue. No quería tener ningun contacto con los humanos, porque sentiría sus instintos asesinos aflorar, y no podría soportar más muertes sobre su conciencia.
Las calles la escuchaban balbucear algunas cosas, a veces hablaba consigo misma, otras veces le hablaba a un ser imaginario, pues necesitaba de vez en cuando escuchar su propia voz, y cerciorarse de que no se había convertido en algo más animal.
Dejó al gato muerto sobre la acera y sintió apenas un poco de calor recorriendo su cuerpo. Sabía que a continuación vendrían las arcadas y después el hambre de nuevo. Se torturaba de ese modo porque no soportaba el ser en el que se había convertido. Apoyó la mano sobre la pared de ladrillos y se convulsionó, ahí estaba. Notó la escasa sangre ingerida subir por su garganta, pero lo detuvo a tiempo. No necesitaba respirar, pero era un acto reflejo y aún lo hacía involuntariamente. Se tambaleó sobre sus escuálidad rodillas, visibles bajo un camisón de la morgue, con el que se despertó tres años atrás.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 11/02/2017
Localización : perdida entre las nieblas de su mente
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Re: Vermillion {priv.}
Aquella noche había decidido visitar el “pecado di nostro” un local cuya máxima afluencia era la de vampiros de clase alta. Un local perfectamente acondicionado para deleitarnos de sangre fresca de preciosas damas que ligeramente colocadas nos regalaban el subidon necesario para pasar una noche distinta.
En mi habitación, sobre el lecho dos de mis esclavas adormiladas, había saciado mis ganas aquella noche, claro que poco tardaba yo en recuperarlas.
Recoloqué las solapas de la camisa, acomodé la chaqueta grisácea del traje y coloqué sobre mi cabeza el sombrero apropiado de esta época. Bastón en mano abandone el hotel para en sus puertas tomar uno de los coches.
Por el portón le dije al guía la dirección, este no dudo en poner en marcha a sus corceles que pronto cruzaron París en busca de mi perdición.
Mi mirada se perdía por el portón admirando lo abarrotada que esa noche se encontraba Paris, al menos en la zona mas privilegiada de esta. Las damas ataviadas de hermosos vestidos de colores llamativos, abanicos que tan solo permitían ver sus largas pestañas, colgaban de los brazos de hombres que las lucían como el mejor de sus trofeos de caza.
Posiblemente alguna fiesta en el palacio Royal seria la causa de tal despliegue de doncellas que o con marido o sin él, pretendían pasar una noche haciéndose ver.
Pronto el carro se perdió por el adoquinado barrio bajo, allí la realidad era bien distinta, olor a orín, putas en cada esquina y gemidos de estas mismas que en cualquier callejón se encargaban de por unas monedas dar placer a cualquiera que las pudiera pagar.
Golpeé el carro dos veces para que este se detuviera, mis ojos se centraron en un callejón, podía oler la sangre fresca, sangre de animal, pero no fue eso lo que llamó mi atención, si no la sombra de lo que parecía uno de los míos, pero a su vez con aquel nauseabundo olor a abandono, podredumbre.
Bajé del carro dejando el bastón y el sombreo en este y dirigí mis pasos hacia ese callejón, lo que vieron mis ojos era un increíble, una muchacha de cabellos dorados pero enmarañados me miraba como un cervatillo asustado antes de recibir el disparo de gracia.
Delgada, demacrada, con un camisón del hospital, apostaría que venia de la morgue ¿cuanto tiempo llevaría por esas calles vagando? Por su famélico aspecto, una eternidad.
Ladeé la cabeza mirando de soslayo el gato que le había servido de cena, desde luego si había sobrevivido alimentandose de estos seres y se mantenía cuerda, era un milagro.
No es que tuviera un alma caritativa, pero para que mentir, vi algo reflejado en ella que me recordó a mi. Desde luego no el aspecto.
-estas horrible -sonreí de medio lado buscando su azulada mirada.
Alargué la mano para que tomara la mía, doy por echo que nunca tuvo sire, que fue convertida y abandonada, estaba perdida y posiblemente tuvo que aprender con prueba y error.
-Niña, esa mano es tu única oportunidad, tu salvavidas, cógete a el o morirás.
Sabia que era capaz de percibir que yo era un inmortal al igual que ella, puede que eso la hiciera desconfiar, puede que mi carácter no fuera precisamente el mas cariñoso que pudiera encontrar, pero volver a esa alcantarilla de donde había salido dudaba fuera una opción.
En mi habitación, sobre el lecho dos de mis esclavas adormiladas, había saciado mis ganas aquella noche, claro que poco tardaba yo en recuperarlas.
Recoloqué las solapas de la camisa, acomodé la chaqueta grisácea del traje y coloqué sobre mi cabeza el sombrero apropiado de esta época. Bastón en mano abandone el hotel para en sus puertas tomar uno de los coches.
Por el portón le dije al guía la dirección, este no dudo en poner en marcha a sus corceles que pronto cruzaron París en busca de mi perdición.
Mi mirada se perdía por el portón admirando lo abarrotada que esa noche se encontraba Paris, al menos en la zona mas privilegiada de esta. Las damas ataviadas de hermosos vestidos de colores llamativos, abanicos que tan solo permitían ver sus largas pestañas, colgaban de los brazos de hombres que las lucían como el mejor de sus trofeos de caza.
Posiblemente alguna fiesta en el palacio Royal seria la causa de tal despliegue de doncellas que o con marido o sin él, pretendían pasar una noche haciéndose ver.
Pronto el carro se perdió por el adoquinado barrio bajo, allí la realidad era bien distinta, olor a orín, putas en cada esquina y gemidos de estas mismas que en cualquier callejón se encargaban de por unas monedas dar placer a cualquiera que las pudiera pagar.
Golpeé el carro dos veces para que este se detuviera, mis ojos se centraron en un callejón, podía oler la sangre fresca, sangre de animal, pero no fue eso lo que llamó mi atención, si no la sombra de lo que parecía uno de los míos, pero a su vez con aquel nauseabundo olor a abandono, podredumbre.
Bajé del carro dejando el bastón y el sombreo en este y dirigí mis pasos hacia ese callejón, lo que vieron mis ojos era un increíble, una muchacha de cabellos dorados pero enmarañados me miraba como un cervatillo asustado antes de recibir el disparo de gracia.
Delgada, demacrada, con un camisón del hospital, apostaría que venia de la morgue ¿cuanto tiempo llevaría por esas calles vagando? Por su famélico aspecto, una eternidad.
Ladeé la cabeza mirando de soslayo el gato que le había servido de cena, desde luego si había sobrevivido alimentandose de estos seres y se mantenía cuerda, era un milagro.
No es que tuviera un alma caritativa, pero para que mentir, vi algo reflejado en ella que me recordó a mi. Desde luego no el aspecto.
-estas horrible -sonreí de medio lado buscando su azulada mirada.
Alargué la mano para que tomara la mía, doy por echo que nunca tuvo sire, que fue convertida y abandonada, estaba perdida y posiblemente tuvo que aprender con prueba y error.
-Niña, esa mano es tu única oportunidad, tu salvavidas, cógete a el o morirás.
Sabia que era capaz de percibir que yo era un inmortal al igual que ella, puede que eso la hiciera desconfiar, puede que mi carácter no fuera precisamente el mas cariñoso que pudiera encontrar, pero volver a esa alcantarilla de donde había salido dudaba fuera una opción.
Assur Black**- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/09/2016
Re: Vermillion {priv.}
En medio de las náuseas una figura apareció por el callejón, estaba rodeada de un aura pálida, ya no sabía si esa aura era fruto del delirio provocado por el hambre, o realmente era así. Se hizo el silencio a su alrededor, como si la vida en general se replegara a su paso con cada pisada que el vampiro estampaba contra los adoquines. Elevó sus ojos hacia Assur y entonces se hizo la luz a su alrededor. Su voz, acariciando las ondas del aire, se dirigía a ella. Lo que dijeran sus palabras daba igual, porque era el primer ser que hablaba con ella en un año al menos.
Tan sólo podía mirarlo a través de aquel denso silencio, ver como en su aura pálida nevaba como con pequeño copos, otorgándole una corona de nieve alrededor. De pronto alargó la mano y se la tendió. A ella. ¿Por qué? ¿Para qué? quizás pudiera ser por fin quien iba a llevarla al infierno, donde debería pasar su eternidad. Titubeó unos segundos, pero...¿podría acaso ser el infierno peor que aquella especie de vida? tendió la mano a Assur, que la tomó con suavidad y la llevó hacia fuera del callejón haciéndola subir a un coche de caballos.
El terror la invadió al alejarse de la alcantarilla, donde había pasado esos tres años muerta de hambre, sed y miedo, y se encogió subiendo las piernas al asiento y haciéndose un ovillo, enterrando la cara en las rodillas, bajo la maraña de pelo, replegándose contra el vampiro, sin atreverse a tocarlo más que el contacto que hacía contra él, hecha una bola.
El hambre mordía en las entrañas salvajemente, sin darle tregua, y sus ojos se fijaron en lo que tenía en su campo visual: el muslo de Assur cubierto por un caro pantalón. Imaginó sus colmillos hundiéndose en la carne, haciendo brotar el cálido elixir único que podía apagar su necesidad, y se tensó, apartando la vista y apretando las manos alrededor de las rodillas. Era una tortura, una agonía lenta de la cual no podía escapar. Si aquel hombre le rajaba el cuello sería lo mejor que podría pasarle. Murmuró una tonadilla, solía hacerlo para distraer a la sed, auqneu luego volvería a doler un infierno.
—... Me dijeron que en el reino del revés...Nadie baila con los pies... Que un ladrón es vigilante y otro es juez...Y que dos y dos son tres.
Tan sólo podía mirarlo a través de aquel denso silencio, ver como en su aura pálida nevaba como con pequeño copos, otorgándole una corona de nieve alrededor. De pronto alargó la mano y se la tendió. A ella. ¿Por qué? ¿Para qué? quizás pudiera ser por fin quien iba a llevarla al infierno, donde debería pasar su eternidad. Titubeó unos segundos, pero...¿podría acaso ser el infierno peor que aquella especie de vida? tendió la mano a Assur, que la tomó con suavidad y la llevó hacia fuera del callejón haciéndola subir a un coche de caballos.
El terror la invadió al alejarse de la alcantarilla, donde había pasado esos tres años muerta de hambre, sed y miedo, y se encogió subiendo las piernas al asiento y haciéndose un ovillo, enterrando la cara en las rodillas, bajo la maraña de pelo, replegándose contra el vampiro, sin atreverse a tocarlo más que el contacto que hacía contra él, hecha una bola.
El hambre mordía en las entrañas salvajemente, sin darle tregua, y sus ojos se fijaron en lo que tenía en su campo visual: el muslo de Assur cubierto por un caro pantalón. Imaginó sus colmillos hundiéndose en la carne, haciendo brotar el cálido elixir único que podía apagar su necesidad, y se tensó, apartando la vista y apretando las manos alrededor de las rodillas. Era una tortura, una agonía lenta de la cual no podía escapar. Si aquel hombre le rajaba el cuello sería lo mejor que podría pasarle. Murmuró una tonadilla, solía hacerlo para distraer a la sed, auqneu luego volvería a doler un infierno.
—... Me dijeron que en el reino del revés...Nadie baila con los pies... Que un ladrón es vigilante y otro es juez...Y que dos y dos son tres.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 11/02/2017
Localización : perdida entre las nieblas de su mente
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Re: Vermillion {priv.}
La muchacha cogió mi mano, ese era el primer paso hacia su salvación si es que a estas alturas aun podía salvar su condenada alma.
Desconocía si la locura no se habría apoderado de ella, no la culpaba si así había sido, alimentarse de animales no era una opción para nosotros, nosotros eramos dioses, seres superiores, los humanos nuestro rebaño.
La ayudé a subir al carro, no se resistió, mas en el se hizo un ovillo, posiblemente alejarse de lo único que conocía le daba pánico, pese a que su vida fuera un infierno.
Guardé silencio mirándola, debajo de toda esa mugre parecía encontrarse una mujer, a simple vista hermosa.
Ahora era una bestia salvaje, una que me devoraba como un depredador hambriento pero demasiado cobarde como para dignarse a atacarme.
Deslicé mis ojos por el camisón, como imaginaba de la morgue, posiblemente la habían dado por muerta, de echo, lo estaba y descubrieron su trasformación demasiado tarde como para darle caza.
La inmensa mayoría de nosotros tiene un “sire” un padre que nos educa o al menos nos da las nociones básicas para poder subsistir por nuestra cuenta, peor algunos pobres neofitos como ella, no encuentran a su hacedor y hacen lo que pueden por sobrevivir. Muchos se vuelven meras bestias, depredadores al acecho de humanos que sin reglas se descontrolan y acaban siendo cazados ya sea por la inquisición o meros cazadores rutinarios. Pocos se limitan a una vida de mierda escondidos alimentándose como alimañas, al parecer ella era uno de estos pocos, desconocía si había o no esperanza para ese ser que contra la pared del coche y de reojo me miraba.
Estaba famélica, podía notarlo en le tono rojizo que envolvía su iris cuando miraba mi pierna, aun así ni un gesto para abalanzarse sobre ella, teníamos mucho trabajo que hacer con esa pobre muchacha.
No tardamos en regresar a mi hotel, mi mano tomo su antebrazo para sacarla del carro, frente a sus ojos un mundo nuevo, miedo, eso reflejaba aquella penetrante mirada azul.
Temblaba como una hoja al adentrarnos en el hall, mas lo hizo cuando subió escaleras arriba y como un animal salvaje acorralado en una esquina se quedo la entrar en la inmensa habitación que tenia reservada.
Un gesto a las dos mujeres desnudas que sobre mi lecho me esperaban y que se sorprendieron no solo frente a la invitada si no porque hubiera regresado tan pronto de la velada.
Ambas se colocaron cubriendo su desnudez sendas batas de satén para mirarme sin entender nada.
-Marcharos -ordené sin mas. Obedecieron airadas mi orden, ocupando la habitación contigua, allí ambas podrían seguir haciendo lo que quisieran necesitaba tiempo a solas con la Neofito.
-Mi nombre es Assur -me presenté mirándola fijamente -a partir de hoy y hasta que yo decida estas bajo mi protección, no e como has podido sobrevivir ahí fuera, tu aspecto es la vergüenza de nuestra raza superior.
Caminé hacia le baño, la puerta la deje abierta y tras cruzar su cincel esperé a que la niña me siguiera, le baño estaba dispuesto para mi mas ella sin duda lo necesitaba bastante mas.
-Desnúdate y métete ahí vamos a ver que se esconde bajo e toda esa suciedad que llevas encima.
La miré de forma inquisitiva, no bromeaba, la queria desnuda, poco me importaba si le asaltaba la timidez o el decoro, no era el momento de eso.
Desconocía si la locura no se habría apoderado de ella, no la culpaba si así había sido, alimentarse de animales no era una opción para nosotros, nosotros eramos dioses, seres superiores, los humanos nuestro rebaño.
La ayudé a subir al carro, no se resistió, mas en el se hizo un ovillo, posiblemente alejarse de lo único que conocía le daba pánico, pese a que su vida fuera un infierno.
Guardé silencio mirándola, debajo de toda esa mugre parecía encontrarse una mujer, a simple vista hermosa.
Ahora era una bestia salvaje, una que me devoraba como un depredador hambriento pero demasiado cobarde como para dignarse a atacarme.
Deslicé mis ojos por el camisón, como imaginaba de la morgue, posiblemente la habían dado por muerta, de echo, lo estaba y descubrieron su trasformación demasiado tarde como para darle caza.
La inmensa mayoría de nosotros tiene un “sire” un padre que nos educa o al menos nos da las nociones básicas para poder subsistir por nuestra cuenta, peor algunos pobres neofitos como ella, no encuentran a su hacedor y hacen lo que pueden por sobrevivir. Muchos se vuelven meras bestias, depredadores al acecho de humanos que sin reglas se descontrolan y acaban siendo cazados ya sea por la inquisición o meros cazadores rutinarios. Pocos se limitan a una vida de mierda escondidos alimentándose como alimañas, al parecer ella era uno de estos pocos, desconocía si había o no esperanza para ese ser que contra la pared del coche y de reojo me miraba.
Estaba famélica, podía notarlo en le tono rojizo que envolvía su iris cuando miraba mi pierna, aun así ni un gesto para abalanzarse sobre ella, teníamos mucho trabajo que hacer con esa pobre muchacha.
No tardamos en regresar a mi hotel, mi mano tomo su antebrazo para sacarla del carro, frente a sus ojos un mundo nuevo, miedo, eso reflejaba aquella penetrante mirada azul.
Temblaba como una hoja al adentrarnos en el hall, mas lo hizo cuando subió escaleras arriba y como un animal salvaje acorralado en una esquina se quedo la entrar en la inmensa habitación que tenia reservada.
Un gesto a las dos mujeres desnudas que sobre mi lecho me esperaban y que se sorprendieron no solo frente a la invitada si no porque hubiera regresado tan pronto de la velada.
Ambas se colocaron cubriendo su desnudez sendas batas de satén para mirarme sin entender nada.
-Marcharos -ordené sin mas. Obedecieron airadas mi orden, ocupando la habitación contigua, allí ambas podrían seguir haciendo lo que quisieran necesitaba tiempo a solas con la Neofito.
-Mi nombre es Assur -me presenté mirándola fijamente -a partir de hoy y hasta que yo decida estas bajo mi protección, no e como has podido sobrevivir ahí fuera, tu aspecto es la vergüenza de nuestra raza superior.
Caminé hacia le baño, la puerta la deje abierta y tras cruzar su cincel esperé a que la niña me siguiera, le baño estaba dispuesto para mi mas ella sin duda lo necesitaba bastante mas.
-Desnúdate y métete ahí vamos a ver que se esconde bajo e toda esa suciedad que llevas encima.
La miré de forma inquisitiva, no bromeaba, la queria desnuda, poco me importaba si le asaltaba la timidez o el decoro, no era el momento de eso.
Assur Black**- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 296
Fecha de inscripción : 01/09/2016
Re: Vermillion {priv.}
Hania llegó al hotel murmurando por lo bajo, refugiada en ese mantra para tratar de olvidar el hambre que la consumía, que la corroía y le encogía las entrañas. Jamás había conocido el lujo y aquella suite se le antojó brillante, limpia, espléndida y llena de luz. No debía ser real, aquello podría ser una especie de antesala del purgatorio o del infierno, o donde quiera que fueran a llevarla.
Las mujeres que serpenteaban en la cama, se levantaron y cubrieron sus carnes con seda dedicándole una mirada de desprecio. ¿Eran los demonios que la iban a llevar? Eso no le venía de nuevo, era algo que solia ocurrir cuando se aventuraba a salir de la alcantarilla y alguien la veía. Hasta Assur le había dicho que era la vergüenza de su raza. ¿Qué raza? ¿la de los condenados? ¿la de los asesinos? ¿la de los monstruos del infierno?
Ladeó la cabeza mirando fijamente al vampiro cuando le dijo su nombre: Assur. Sonaba como un atardecer en las pirámides de Egipto. Sonaba com el sol sobre el desierto. Sonrió al pensarlo, jamás volvería a ver el sol, pero podía reconocerlo en los ojos de Assur. Aquel pensamiento la hizo elevar las manos y tocarse el pelo: estaba hecho un desastre, apelmazado y enredado, sucio como un estercolero, así no podía mirar al sol, ni siquiera imaginar cómo sería el desierto. Entró en el baño y se quedó quieta mirando el agua, limpia, sin ratas, sin olor a cloaca. ¿Cuanto tiempo hacía que no había visto un bañera?
{..algun día debió ser una mujer bella...} ese pensamiento de Assur atravesó las barreras de su mente, y Hania lo captó. Las voces que escuchaba no sabía de dónde venían, al parecer de otras personas pero a veces no estaba segura de que no estuvieran sólo en su cabeza, como ahora. Algún día fue... una persona.
Hundió una mano dentro del agua y comprobó que estaba caliente. Se desprendió de la bata cuyo destino no merecía menos que la hoguera, y entró en la bañera sintiendo en su piel la calidez y el suave olor del jabón. Se encogió de nuevo cerrando los ojos un instante, quizás en la misma noche pudiera recordar cómo era el sol y el agua en una sola vez. Eso iba a ser sinónimo de que eran sus últimas horas, la última cena del condenado antes de morir. Era como si se hubiera olvidado de Assur, o de dónde estaba, sólo existía el agua caliente y el olor del jabón, que pronto derretirían la suciedad que llevaba a cuestas.
Movió despacio los dedos sobre su piel, observando como al tacto se iba desprendiendo al pátina oscura dejando a la vista su verdadero color, aunque la tenía agrietada y acartonada de no alimentarse. Assur… Assur entendía lo que era. Assur no la despreciaba por ello, pero sí por algo que no entendía. Ella era la vergüenza de una raza de algo.
— …la vergüenza viene en ayuda de los hombres… o los envilece. ¿Yo soy… una vergüenza? no lo sé… sólo sé que…— se le hace extraña su propia voz, demasiado tiempo sin hablar con nadie.— soy…era.. Hania…Hania…Doe.— su propio nombre le resuena como un eco en la cabeza. También es extraño, es “alguien”. Sigue siendo “alguien” pero se siente “nada”.
El agua se lleva la suciedad y es como si también se llevara una parte de esos tres años, como si borrase algunas de esas terribles noches de dolor, de angustia y náuseas. Levanta los ojos y lo descubre todavía allí, el agua se empieza a enfriar, y su cuerpo no es capaz de retener el calor que se evapora como la niebla.
— ¿Estoy muerta? ¿Has venido a llevarme al infierno?
Las mujeres que serpenteaban en la cama, se levantaron y cubrieron sus carnes con seda dedicándole una mirada de desprecio. ¿Eran los demonios que la iban a llevar? Eso no le venía de nuevo, era algo que solia ocurrir cuando se aventuraba a salir de la alcantarilla y alguien la veía. Hasta Assur le había dicho que era la vergüenza de su raza. ¿Qué raza? ¿la de los condenados? ¿la de los asesinos? ¿la de los monstruos del infierno?
Ladeó la cabeza mirando fijamente al vampiro cuando le dijo su nombre: Assur. Sonaba como un atardecer en las pirámides de Egipto. Sonaba com el sol sobre el desierto. Sonrió al pensarlo, jamás volvería a ver el sol, pero podía reconocerlo en los ojos de Assur. Aquel pensamiento la hizo elevar las manos y tocarse el pelo: estaba hecho un desastre, apelmazado y enredado, sucio como un estercolero, así no podía mirar al sol, ni siquiera imaginar cómo sería el desierto. Entró en el baño y se quedó quieta mirando el agua, limpia, sin ratas, sin olor a cloaca. ¿Cuanto tiempo hacía que no había visto un bañera?
{..algun día debió ser una mujer bella...} ese pensamiento de Assur atravesó las barreras de su mente, y Hania lo captó. Las voces que escuchaba no sabía de dónde venían, al parecer de otras personas pero a veces no estaba segura de que no estuvieran sólo en su cabeza, como ahora. Algún día fue... una persona.
Hundió una mano dentro del agua y comprobó que estaba caliente. Se desprendió de la bata cuyo destino no merecía menos que la hoguera, y entró en la bañera sintiendo en su piel la calidez y el suave olor del jabón. Se encogió de nuevo cerrando los ojos un instante, quizás en la misma noche pudiera recordar cómo era el sol y el agua en una sola vez. Eso iba a ser sinónimo de que eran sus últimas horas, la última cena del condenado antes de morir. Era como si se hubiera olvidado de Assur, o de dónde estaba, sólo existía el agua caliente y el olor del jabón, que pronto derretirían la suciedad que llevaba a cuestas.
Movió despacio los dedos sobre su piel, observando como al tacto se iba desprendiendo al pátina oscura dejando a la vista su verdadero color, aunque la tenía agrietada y acartonada de no alimentarse. Assur… Assur entendía lo que era. Assur no la despreciaba por ello, pero sí por algo que no entendía. Ella era la vergüenza de una raza de algo.
— …la vergüenza viene en ayuda de los hombres… o los envilece. ¿Yo soy… una vergüenza? no lo sé… sólo sé que…— se le hace extraña su propia voz, demasiado tiempo sin hablar con nadie.— soy…era.. Hania…Hania…Doe.— su propio nombre le resuena como un eco en la cabeza. También es extraño, es “alguien”. Sigue siendo “alguien” pero se siente “nada”.
El agua se lleva la suciedad y es como si también se llevara una parte de esos tres años, como si borrase algunas de esas terribles noches de dolor, de angustia y náuseas. Levanta los ojos y lo descubre todavía allí, el agua se empieza a enfriar, y su cuerpo no es capaz de retener el calor que se evapora como la niebla.
— ¿Estoy muerta? ¿Has venido a llevarme al infierno?
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 11/02/2017
Localización : perdida entre las nieblas de su mente
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Re: Vermillion {priv.}
La joven parecía analizarlo todo, era lo mas parecido a un animal salvaje acorralado, mas para mi sorpresa obedeció, se limito a dejar caer en el suelo esa bata mugrosa para acercarse al agua e introducirse lentamente en ella.
Sonreí de medio lado observando aquel cuerpo desnudo de tez blanca, pequeños pechos e infinitas piernas extremadamente delgadas.
Era un amasijo de piel y hueso, mas aun así, cuando se dejo caer en la tina tumbando su cabeza en el borde podía vislumbrar una belleza oculta entre la mugre.
Como si yo no estuviera acarició su piel disfrutando del calor que emitía el agua, la roña se perdía en esta oscureciendola mientras la espuma blanca cubría su desnudez.
Largos minutos en los que parecía meditar sobre su infernal vida, tiempo que aproveche para servirme un whisky y volver junto a ella a la tina.
Me acuclille a su lado metiendo una de las manos en aquel agua mugrienta, mis dedos se deslizaron por su pierna, me detuve cuando sus ojos me buscaron interrogantes.
Quería respuestas, yo se las daría, no tenia problemas.
-Vergüenza porque te alimentas de animales como si estuvieras en la parte mas baja de la cadena alimenticia, porque te han regalado la inmortalidad y tu pareces despreciar el don escondiéndote como una alimaña.
Continué ascendiendo con mis dedos hasta alcanzar la arteria femoral de su muslo.
-No soy un demonio aunque así me han llamado durante tiempo, tampoco un ángel, ni un dios, aunque sin duda rozo la perfección. El infierno, no he estado en el, mas desde luego, no ese esto.
Eres un vampiro, como yo y otros inmortales que poblamos la tierra desde el principio de los tiempos.
Esto que te estoy tocando -encaje con mis dos dedos su arteria para que sintiera a lo que me refería -es la arteria donde puedes hundir tus colmillos para sacar alimento, vitae, nosotros nos alimentamos de sangre.
Mis dedos ascendieron por su cuerpo sin ningún tipo de vergüenza, no tardé en alcanzar su yugular.
-Esta es la yugular, es el lugar donde con mas frecuencia te alimentaras.
Hay otros venas importantes, pero empezaremos por estas.
Alargué la mano para que la tomara y ayudarla a salir de la bañera, ahora limpia su cuerpo era excitante, demasiado para no enrojecer mis ojos, pero no era para eso para lo que la había traído.
Mi voz sonó ronca para pedir a una de las damas que nos acompañara.
Sonrisa ladina en mi rostro cuando las enfrenté a ambas. La morena busco mi mirada pegando su cuerpo al mio, mis manos se deslizaron por su cintura, ascendiendo por su columna mientras acercaba mis labios a su cuello hundiendo mis colmillos en el.
La atraje por la nuca enredando en mis dedos su pelo.
La vitae broto con virulencia por su yugular, separé mi boca de su piel para de un tirón brusco acercarla a la joven Hania.
Mis ojos rojos fuego observaron a mi aprendiz, tenia que estar hambrienta y esperaba que el instinto hiciera el resto.
Posiblemente temería matarla, podía leer el pánico , la excitación y el hambre en su profunda mirada azul.
-Yo te detendré -susurré relamiendo las gotas de sangre que resbalaban por mi boca entreabierta.
-Vamos pequeña, come y después...
Sonreí de medio lado observando aquel cuerpo desnudo de tez blanca, pequeños pechos e infinitas piernas extremadamente delgadas.
Era un amasijo de piel y hueso, mas aun así, cuando se dejo caer en la tina tumbando su cabeza en el borde podía vislumbrar una belleza oculta entre la mugre.
Como si yo no estuviera acarició su piel disfrutando del calor que emitía el agua, la roña se perdía en esta oscureciendola mientras la espuma blanca cubría su desnudez.
Largos minutos en los que parecía meditar sobre su infernal vida, tiempo que aproveche para servirme un whisky y volver junto a ella a la tina.
Me acuclille a su lado metiendo una de las manos en aquel agua mugrienta, mis dedos se deslizaron por su pierna, me detuve cuando sus ojos me buscaron interrogantes.
Quería respuestas, yo se las daría, no tenia problemas.
-Vergüenza porque te alimentas de animales como si estuvieras en la parte mas baja de la cadena alimenticia, porque te han regalado la inmortalidad y tu pareces despreciar el don escondiéndote como una alimaña.
Continué ascendiendo con mis dedos hasta alcanzar la arteria femoral de su muslo.
-No soy un demonio aunque así me han llamado durante tiempo, tampoco un ángel, ni un dios, aunque sin duda rozo la perfección. El infierno, no he estado en el, mas desde luego, no ese esto.
Eres un vampiro, como yo y otros inmortales que poblamos la tierra desde el principio de los tiempos.
Esto que te estoy tocando -encaje con mis dos dedos su arteria para que sintiera a lo que me refería -es la arteria donde puedes hundir tus colmillos para sacar alimento, vitae, nosotros nos alimentamos de sangre.
Mis dedos ascendieron por su cuerpo sin ningún tipo de vergüenza, no tardé en alcanzar su yugular.
-Esta es la yugular, es el lugar donde con mas frecuencia te alimentaras.
Hay otros venas importantes, pero empezaremos por estas.
Alargué la mano para que la tomara y ayudarla a salir de la bañera, ahora limpia su cuerpo era excitante, demasiado para no enrojecer mis ojos, pero no era para eso para lo que la había traído.
Mi voz sonó ronca para pedir a una de las damas que nos acompañara.
Sonrisa ladina en mi rostro cuando las enfrenté a ambas. La morena busco mi mirada pegando su cuerpo al mio, mis manos se deslizaron por su cintura, ascendiendo por su columna mientras acercaba mis labios a su cuello hundiendo mis colmillos en el.
La atraje por la nuca enredando en mis dedos su pelo.
La vitae broto con virulencia por su yugular, separé mi boca de su piel para de un tirón brusco acercarla a la joven Hania.
Mis ojos rojos fuego observaron a mi aprendiz, tenia que estar hambrienta y esperaba que el instinto hiciera el resto.
Posiblemente temería matarla, podía leer el pánico , la excitación y el hambre en su profunda mirada azul.
-Yo te detendré -susurré relamiendo las gotas de sangre que resbalaban por mi boca entreabierta.
-Vamos pequeña, come y después...
Assur Black**- Vampiro Clase Alta
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Re: Vermillion {priv.}
Se tensó cuando la mano de Assur ascendió por su muslo. Nadie la había tocado en ese tiempo, salvo las ratas que a veces correteaban por encima cuando se quedaba dormida. Ni siquiera cuando era humana había conocido el contacto humano salvo algun coscorrón de las monjas o unas breves palmaditas de aprobación. De pronto sintió todo el frío que emanaba de dentro de su ser y tembló.
Sabía que la sangre era lo único que la mantendría con vida, lo unico que calmaría el dolor, pero no quería hacerlo, se aferraba a su humanidad de una forma absurda y demencial. Assur le tendió la mano y la tomó, pero entonces, ya limpia, notó sus ojos sobre ella y sintió vergüenza. Alcanzó con la mano una toalla y se la enrolló alrededor. De alguna forma, él la veía como era ahora, veía la Hania Doe que ya no era humana, que era una asesina demente, y por alguna razón ella no quería que la viera así. Porque no aceptaba ser un monstruo, no quería serlo, no abrazaría esa oscuridad.
La mujer entró en la estancia y se pegó al vampiro, no parecía tenerle miedo, es más, se podría decir que quería complacerlo en todo aquello que le pidiera, hasta regalarle su sangre de buen gusto. Y fue exactamente eso lo que hizo, ladear el cuello y dejar que Assur hundiera los colmillos en su piel.
Su cerebro entró en un modo de cámara lenta y vio la imagen como retardada. Assur elevó el labio superior y sus colmillos brillaron como nácar, agudos, punzantes, como alfileres que coserían aquella piel a mordiscos. Se hundió en el cuello y Hania escuchó el latido del corazón de aquella mujer, pasando de un ritmo normal a otro más acelerado. El bum-bum le restallaba en los oídos mareándola, aturdiéndola, ejerciendo presión sobre sus instintos más básicos.
La sangre fluyó y los labios del vampiro se tiñeron de rojo. Una garra tiró de ella internamente, algo la arañaba y arrastraba salvajemente, sumiendo su cabeza y su cuerpo en una sensación nunca antes concebida: la excitación. Esa sangre, esos labios, ese cuello… todo el conjunto acababa de despertar sus instintos primarios, su necesidad de todo: el hambre, la sed, las ganas de morder, lamer y beber.Las voces se ensañaron en su cabeza, instándola a beber. Entreabrió los labios, dejando los colmillos al descubierto. Los odiosos colmillos que ahora ya no le parecían tan horrendos al haber visto los de Assur.
{ come…}…No.
{ come…}… ¿otra vez?…No.
{ come…}… No podía soportarlo más y cuando tuvo la sangre a dos centímetros de su boca apretó los labios contra la herida abierta de la que manaba el líquido y bebió. Los primeros tragos sintió urgencia y necesidad, su cuerpo lo absorbió como la tierra seca absorbe el agua. Pero lo que sucedió después fue demasiado: la sangre de la mujer corrió rápida por su garganta y cuando llegó a su cerebro activó algun gatillo. Se sintió borracha, aturdida, mareada. Tanto placer chocó de lleno con tanto dolor acumulado y estalló en una potente reacción que hizo que se tambaleara y se apartara de Assur y de la morena. Apoyó la mano en la pared para no caerse, pero no lo consiguió, se fue resbalando hasta el suelo. Boqueaba como un pez fuera del agua, con las pupilas dilatadas y viendo chiribitas alrededor de cada cosa que encontraba en su campo visual. Demasiado tiempo sin probar el elixir de la vida, había hecho que su cuerpo reaccionara a él como si fuera una potente droga.
Sabía que la sangre era lo único que la mantendría con vida, lo unico que calmaría el dolor, pero no quería hacerlo, se aferraba a su humanidad de una forma absurda y demencial. Assur le tendió la mano y la tomó, pero entonces, ya limpia, notó sus ojos sobre ella y sintió vergüenza. Alcanzó con la mano una toalla y se la enrolló alrededor. De alguna forma, él la veía como era ahora, veía la Hania Doe que ya no era humana, que era una asesina demente, y por alguna razón ella no quería que la viera así. Porque no aceptaba ser un monstruo, no quería serlo, no abrazaría esa oscuridad.
La mujer entró en la estancia y se pegó al vampiro, no parecía tenerle miedo, es más, se podría decir que quería complacerlo en todo aquello que le pidiera, hasta regalarle su sangre de buen gusto. Y fue exactamente eso lo que hizo, ladear el cuello y dejar que Assur hundiera los colmillos en su piel.
Su cerebro entró en un modo de cámara lenta y vio la imagen como retardada. Assur elevó el labio superior y sus colmillos brillaron como nácar, agudos, punzantes, como alfileres que coserían aquella piel a mordiscos. Se hundió en el cuello y Hania escuchó el latido del corazón de aquella mujer, pasando de un ritmo normal a otro más acelerado. El bum-bum le restallaba en los oídos mareándola, aturdiéndola, ejerciendo presión sobre sus instintos más básicos.
La sangre fluyó y los labios del vampiro se tiñeron de rojo. Una garra tiró de ella internamente, algo la arañaba y arrastraba salvajemente, sumiendo su cabeza y su cuerpo en una sensación nunca antes concebida: la excitación. Esa sangre, esos labios, ese cuello… todo el conjunto acababa de despertar sus instintos primarios, su necesidad de todo: el hambre, la sed, las ganas de morder, lamer y beber.Las voces se ensañaron en su cabeza, instándola a beber. Entreabrió los labios, dejando los colmillos al descubierto. Los odiosos colmillos que ahora ya no le parecían tan horrendos al haber visto los de Assur.
{ come…}…No.
{ come…}… ¿otra vez?…No.
{ come…}… No podía soportarlo más y cuando tuvo la sangre a dos centímetros de su boca apretó los labios contra la herida abierta de la que manaba el líquido y bebió. Los primeros tragos sintió urgencia y necesidad, su cuerpo lo absorbió como la tierra seca absorbe el agua. Pero lo que sucedió después fue demasiado: la sangre de la mujer corrió rápida por su garganta y cuando llegó a su cerebro activó algun gatillo. Se sintió borracha, aturdida, mareada. Tanto placer chocó de lleno con tanto dolor acumulado y estalló en una potente reacción que hizo que se tambaleara y se apartara de Assur y de la morena. Apoyó la mano en la pared para no caerse, pero no lo consiguió, se fue resbalando hasta el suelo. Boqueaba como un pez fuera del agua, con las pupilas dilatadas y viendo chiribitas alrededor de cada cosa que encontraba en su campo visual. Demasiado tiempo sin probar el elixir de la vida, había hecho que su cuerpo reaccionara a él como si fuera una potente droga.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: Vermillion {priv.}
Excitante, si algo definía esa situación era esa palabra de diez letras. Verla reaccionar ante mi mordida, como luchaba en un amasijo de razones entre ser el monstruo que yo veía y ella se resistía a ser y se aferraba por ende a esa humanidad inútil que llevaba por bandera.
Sus colmillos crecieron y con ellos mi deseo, entreabrí los labios contemplando la tonalidad oscura del iris de sus ojos, era virgen en todo y eso me arrastraba a un punto demasiado álgido.
La primera mordida después de mucho tiempo, su agarre hambriento, dedos en la piel oscura de la dama, los cuerpos de esas dos mujeres se fundían en uno, podía oír el fuerte latir del corazón humano y como la vampiresa gruñía sintiendo la sangre revitalizaste correr por sus venas.
Una escena que siempre me cautivo, ver como un vástago aprende de su mentor, como el instinto hace el resto, como se renace convertido en algo infinitamente mas poderoso, mas excitante, sin velos frente a los ojos, puedes sentir todo de un modo abrumador.
Todo iba bien, mi respiración se torno pesada, no tenia hambre, al menos no de vitae en ese instante.
Todo se torció de repente cuando la pequeña inmortal sucumbió frente a su parte mortal, asustada reculo contra la pared, sus ojos dilatados, parecía colocada por el subidon que la sangre humana le otorgaba.
Demasiado tiempo alimentándose de alimañas, tendríamos que ir poco a poco, claro que la paciencia no era exactamente mi mejor virtud.
Con la cabeza ordene a la mujer humana que nos dejara, esta se limito a cubrir con su mano la herida que pronto dejaría de sangrar, cerrarse le camisón que se había entreabierto con el garre y salir del baño soltando un par de improperios.
Me acerque a la vampiresa, su cuerpo semidesnudo reposaba sobre el frio suelo, me acuclille frente a ella, sin duda era una doncella bella, no era una belleza como la de las fulanas, de esas despampanantes que nos gusta a cualquier hombre, mas bien tenia clase, era sutil, distinta. Su mirada estaba perdida, tome su mentón para que me mirara, intentando encontrar algo de cordura en esa sin razón de mujer que tenia en frente.
-Hania -dije su nombre esperando una respuesta aparente, desconocía por donde iba a salir ahora esa mujer, pero creo que en su interior rozaba el frenesí.
Mi dedo acaparo unas gotas que escurrían de sus labios para llevarlas a mi boca en un gesto infantil que hacia demasiado tiempo que no tenia, supongo yo era mas de tomarlo directamente de sus labios sin esperar consentimiento.
-Parece que tendremos que recurrir a bolsas de sangre refrigerada
No estaba muy de acuerdo en ese modo de alimentarnos, pero hasta que fuera aprendiendo esa era mejor solución que comer ratas, su cuerpo tenia que desintoxicarse, tenia que llenar de carne ese amasijo de piel y hueso.
-Hania -repetí perdiendo ligeramente la paciencia.
Sus colmillos crecieron y con ellos mi deseo, entreabrí los labios contemplando la tonalidad oscura del iris de sus ojos, era virgen en todo y eso me arrastraba a un punto demasiado álgido.
La primera mordida después de mucho tiempo, su agarre hambriento, dedos en la piel oscura de la dama, los cuerpos de esas dos mujeres se fundían en uno, podía oír el fuerte latir del corazón humano y como la vampiresa gruñía sintiendo la sangre revitalizaste correr por sus venas.
Una escena que siempre me cautivo, ver como un vástago aprende de su mentor, como el instinto hace el resto, como se renace convertido en algo infinitamente mas poderoso, mas excitante, sin velos frente a los ojos, puedes sentir todo de un modo abrumador.
Todo iba bien, mi respiración se torno pesada, no tenia hambre, al menos no de vitae en ese instante.
Todo se torció de repente cuando la pequeña inmortal sucumbió frente a su parte mortal, asustada reculo contra la pared, sus ojos dilatados, parecía colocada por el subidon que la sangre humana le otorgaba.
Demasiado tiempo alimentándose de alimañas, tendríamos que ir poco a poco, claro que la paciencia no era exactamente mi mejor virtud.
Con la cabeza ordene a la mujer humana que nos dejara, esta se limito a cubrir con su mano la herida que pronto dejaría de sangrar, cerrarse le camisón que se había entreabierto con el garre y salir del baño soltando un par de improperios.
Me acerque a la vampiresa, su cuerpo semidesnudo reposaba sobre el frio suelo, me acuclille frente a ella, sin duda era una doncella bella, no era una belleza como la de las fulanas, de esas despampanantes que nos gusta a cualquier hombre, mas bien tenia clase, era sutil, distinta. Su mirada estaba perdida, tome su mentón para que me mirara, intentando encontrar algo de cordura en esa sin razón de mujer que tenia en frente.
-Hania -dije su nombre esperando una respuesta aparente, desconocía por donde iba a salir ahora esa mujer, pero creo que en su interior rozaba el frenesí.
Mi dedo acaparo unas gotas que escurrían de sus labios para llevarlas a mi boca en un gesto infantil que hacia demasiado tiempo que no tenia, supongo yo era mas de tomarlo directamente de sus labios sin esperar consentimiento.
-Parece que tendremos que recurrir a bolsas de sangre refrigerada
No estaba muy de acuerdo en ese modo de alimentarnos, pero hasta que fuera aprendiendo esa era mejor solución que comer ratas, su cuerpo tenia que desintoxicarse, tenia que llenar de carne ese amasijo de piel y hueso.
-Hania -repetí perdiendo ligeramente la paciencia.
Assur Black**- Vampiro Clase Alta
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Re: Vermillion {priv.}
Entre las brumas y los brillos que rodeaban a todos los objetos y personas, consiguió distinguir la silueta de Assur y sus ojos. Las voces estaban distorsionadas y las escuchaba con ecos. ¿O quizás esas voces eran las de su cabeza? demasiado barullo, demasiada confusión. No podía ver con claridad, pero sí sintió los dedos en su barbilla y la voz que la llamaba... "Hania"... "Hania"...
— lo.. lo siento... hermana Adolfina... no quería hacerlo... de verdad...— Su mente febril estaba regresando al orfanato a algun día en su memoria en el que debió hacer algo mal y recibió un castigo. La voz de Assur había sonado autoritaria como la de las monjas que la criaron.
Se encogió contra la pared, porque sabía que tras la reprimenda llegaba el golpe, así que lo esperó apretando los párpados... pero no llegaba y abrió los ojos de nuevo. Todo seguía girando pero podía ver algo más claro y los ojos de Assur seguían allí. No estaba en St. Clemence, estaba en un hotel, se había bañado, su mano la había recorrido bajo el agua y su dedo había limpiado la sangre que la manchaba.
— Assur...como el sol.— ¿Estaba él realmente allí? alargó la mano despacio y alcanzó su mejilla, dura, fría, algo rasposa por la barba de dos días. Sí estaba allí. Y ella estaba aterrada. Gateó el escaso metro que la separaba de él y se abrazó al vampiro, sin más. Se echó en sus brazos. Fuera lo que fuera, esa noche marcaba un antes y un después, ella lo sabía aunque su mente divagara entre tinieblas.
— lo.. lo siento... hermana Adolfina... no quería hacerlo... de verdad...— Su mente febril estaba regresando al orfanato a algun día en su memoria en el que debió hacer algo mal y recibió un castigo. La voz de Assur había sonado autoritaria como la de las monjas que la criaron.
Se encogió contra la pared, porque sabía que tras la reprimenda llegaba el golpe, así que lo esperó apretando los párpados... pero no llegaba y abrió los ojos de nuevo. Todo seguía girando pero podía ver algo más claro y los ojos de Assur seguían allí. No estaba en St. Clemence, estaba en un hotel, se había bañado, su mano la había recorrido bajo el agua y su dedo había limpiado la sangre que la manchaba.
— Assur...como el sol.— ¿Estaba él realmente allí? alargó la mano despacio y alcanzó su mejilla, dura, fría, algo rasposa por la barba de dos días. Sí estaba allí. Y ella estaba aterrada. Gateó el escaso metro que la separaba de él y se abrazó al vampiro, sin más. Se echó en sus brazos. Fuera lo que fuera, esa noche marcaba un antes y un después, ella lo sabía aunque su mente divagara entre tinieblas.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: Vermillion {priv.}
Habían pasado un par de semanas desde que encontré a aquel saco de piel y husos. Admito que desde entonces mi vida se había tornado un tanto caotica, no recordaba el trabajo que dan los neofitos y mas si están completamente tarados como era el caso de la joven que me acompañaba.
Su cuerpo era el de una mujer, pero su mente parecía haber quedado anclada en una edad temprana, quizás el hambre la había convertido en una demente.
A estas alturas había notado ciertos cambios, el mas importante que había logrado alimentarse de otra cosa que no fueran animales, claro que tomarlo directamente de un humano parecía una utopía, me tenia que limitar a hacer tratos con el hospital y recibir así bolsas de sangre refrigerada que le servían de sustento.
Me debían algunos favores varios médicos, así que por suerte no me costó mucho tirar de hilos para que no le faltara su dosis diaria.
No podía evitar mirarla cuando dormía, me daba cuenta de que eso no era vida, que aquel ser indefenso dependía por completo de mi, algo que la arrastraría quizás a una muerte peor que la que hubiera encontrado en las alcantarillas.
Tenia que darle tiempo para aprender, a que dejara de aferrarse a esa maldita humanidad que la poseía, mas de no hacerlo tendría que darle un justo final.
Acaricié su pelo con la yema de los dedos, había empezado a encariñarme con ella mas de la cuenta, eso era peligroso para ambos, meter sentimientos en todo esto te convertía en vulnerable y mas cuando el otro ser es completamente inocente, inconsciente del peligro que fuera de esta habitación le acecha.
Aquella noche tenia que acudir al club nocturno ambientado para vampiros, necesitaba zanjar algunos temas de negocios, así como obtener algo de información de la mujer que pronto se convertiría en la esposa de mi hermano.
Era la primera vez que iba a dejarla sola, como un padre primerizo el nerviosismo me embargaba, quizás porque lago me decía que no estaba preparada.
Me alcé del lecho para darme un buen baño en la tona, tras este y frente al espejo de pie coloque cada prenda de aquel traje ingles. Acomode la corbata y las solapas de la camisa después.
Escuche a la pequeña vampiresa despertarse, me observaba en silencio desde la cama con su angelical sonrisa y esa mirada azulada.
-Tengo que salir por unas horas, quiero que te quedes aquí y no salgas pase lo que pase de esta habitación ¿entiendes?
Su cuerpo era el de una mujer, pero su mente parecía haber quedado anclada en una edad temprana, quizás el hambre la había convertido en una demente.
A estas alturas había notado ciertos cambios, el mas importante que había logrado alimentarse de otra cosa que no fueran animales, claro que tomarlo directamente de un humano parecía una utopía, me tenia que limitar a hacer tratos con el hospital y recibir así bolsas de sangre refrigerada que le servían de sustento.
Me debían algunos favores varios médicos, así que por suerte no me costó mucho tirar de hilos para que no le faltara su dosis diaria.
No podía evitar mirarla cuando dormía, me daba cuenta de que eso no era vida, que aquel ser indefenso dependía por completo de mi, algo que la arrastraría quizás a una muerte peor que la que hubiera encontrado en las alcantarillas.
Tenia que darle tiempo para aprender, a que dejara de aferrarse a esa maldita humanidad que la poseía, mas de no hacerlo tendría que darle un justo final.
Acaricié su pelo con la yema de los dedos, había empezado a encariñarme con ella mas de la cuenta, eso era peligroso para ambos, meter sentimientos en todo esto te convertía en vulnerable y mas cuando el otro ser es completamente inocente, inconsciente del peligro que fuera de esta habitación le acecha.
Aquella noche tenia que acudir al club nocturno ambientado para vampiros, necesitaba zanjar algunos temas de negocios, así como obtener algo de información de la mujer que pronto se convertiría en la esposa de mi hermano.
Era la primera vez que iba a dejarla sola, como un padre primerizo el nerviosismo me embargaba, quizás porque lago me decía que no estaba preparada.
Me alcé del lecho para darme un buen baño en la tona, tras este y frente al espejo de pie coloque cada prenda de aquel traje ingles. Acomode la corbata y las solapas de la camisa después.
Escuche a la pequeña vampiresa despertarse, me observaba en silencio desde la cama con su angelical sonrisa y esa mirada azulada.
-Tengo que salir por unas horas, quiero que te quedes aquí y no salgas pase lo que pase de esta habitación ¿entiendes?
Assur Black**- Vampiro Clase Alta
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Re: Vermillion {priv.}
Asintió, observándolo desde el lecho. Aunque había otra cama en aquella suite, se había acostumbrado a cambiarse de colchón a mediodía, cuando se despertaba al escuchar las doce campanadas de la torre de la Basílica de Notres-Dames-des-Victories, a dos manzanas del hotel. Sus pasos quedaban amortiguados por la alfombra gruesa que cubría el suelo y liviana como una pluma, se colaba en la cama de Assur si éste no estaba acompañado y se acurrucaba contra él, en un intento vano de conseguir calor. Jamás lo hallaría, pues ambos estaban fríos como el mármol, pero la sensación era agradable. Cuando contaba con compañía en su cama, se quedaba de pie junto al mueble, lo observaba en silencio descansar enredado entre brazos y piernas ajenas, tranquilo, satisfecho, con esa expresión de paz que a Hania le gustaba contemplar, y luego regresaba a su colchón.
Esa noche la rubia se despertó cuando Assur se marchaba y de alguna forma sintió que se quedaba sola otra vez, pero no dijo nada, entendía que tendría cosas que hacer y que ella no formaba parte de todo lo que él hacía. De hecho, solía irse a la estancia adyacente cuando él se metía en la cama con sus amantes. Solía encontrar fascinantes los gestos de Assur, pero no ahí en ese tipo de acto, eso le recordaba a los gruñidos y jadeos en el callejón de la morgue cuando las putas trabajaban y ella las veía y escuchaba a través de la trampilla. Había algo animal en la forma en la que se devoraban, se contorsionaban y gemían. Daba miedo.
Lo vio salir y se quedó un rato más en la cama, paseando los dedos por donde había estado antes Assur, tratando de encontrar en el tacto algo que no supiera. Una de las mujeres que siempre pululaban por allí entró en la habitación. Era alta y bien hecha, de carnes prietas y curvas sinuosas.
— te ha dejado para ir a reunirse con su "amiga especial".— esbozó una sonrisa maléfica.— ¡Oh! no lo sabias? Assur tiene una novia, amante o lo que sea...no están siempre juntos, pero llevan siglos encontrándose.
Hania retiró la mano del lugar donde estaba antes la cabeza de Assur y sintió el veneno de sus palabras, haciendo daño de alguna forma. En realidad sabía poco de él y del mundo de las tinieblas, porque normalmente estaba perdida en su delirante mente, y era ahora cuando empezaba a sentirse un poco más estable, cuando podía focalizarse en la conversación durante un rato y recordarla luego.
— ¿qué clase de criatura eres tú? eres una carga para Assur. Si tuvieras un ápice de vergüenza deberías dejarlo en paz, él no puede ocuparse de ti, y a su novia no le va a gustar que otra se meta en su cama.
La mujer estaba cargando con toda la inquina de mundo, porque el vampiro le prestaba más atención y cuidados al despojo de la alcantarilla que a ella, que ansiaba el abrazo eterno. La rubia se levantó despacio meditando las palabras de aquella cortesana y sintió que el frío la recorría. Tenía razón, era una carga para el vampiro, la había sacado de la alcantarilla y tras unas semanas, si no se valía por si misma le daría el golpe de gracia. Eso lo había escuchado de la propia cabeza de Assur pero no le encontraba sentido... y ahora sí.
Se cambió el camisón por un vestido blanco y tras deambular un rato por el cuarto, zozobrando en un mar de dudas en las que ella siempre salía perdiendo, abandonó la suite del hotel sin tener ni idea de dónde ir, sin rumbo fijado, y tan sólo salió a la calle.
Llovía intensamente esa noche, lo que hizo que el cabello suelto y lustroso se le pegase ahora a la cabeza y la espalda, empapada. Se le habían olvidado las medias, pero en realidad daba igual, no sentía más frio del que podía sentir habitualmente, y tenía los zapatos completamente llenos de agua. Deambuló en la oscuridad, pensando en su sol, el que vio una vez, el que la alcanzó con su calidez y del que ahora tendría que despedirse y dejar que fuera un recuerdo lejano, como las gotas que se escurrían por los mechones.
Esa noche la rubia se despertó cuando Assur se marchaba y de alguna forma sintió que se quedaba sola otra vez, pero no dijo nada, entendía que tendría cosas que hacer y que ella no formaba parte de todo lo que él hacía. De hecho, solía irse a la estancia adyacente cuando él se metía en la cama con sus amantes. Solía encontrar fascinantes los gestos de Assur, pero no ahí en ese tipo de acto, eso le recordaba a los gruñidos y jadeos en el callejón de la morgue cuando las putas trabajaban y ella las veía y escuchaba a través de la trampilla. Había algo animal en la forma en la que se devoraban, se contorsionaban y gemían. Daba miedo.
Lo vio salir y se quedó un rato más en la cama, paseando los dedos por donde había estado antes Assur, tratando de encontrar en el tacto algo que no supiera. Una de las mujeres que siempre pululaban por allí entró en la habitación. Era alta y bien hecha, de carnes prietas y curvas sinuosas.
— te ha dejado para ir a reunirse con su "amiga especial".— esbozó una sonrisa maléfica.— ¡Oh! no lo sabias? Assur tiene una novia, amante o lo que sea...no están siempre juntos, pero llevan siglos encontrándose.
Hania retiró la mano del lugar donde estaba antes la cabeza de Assur y sintió el veneno de sus palabras, haciendo daño de alguna forma. En realidad sabía poco de él y del mundo de las tinieblas, porque normalmente estaba perdida en su delirante mente, y era ahora cuando empezaba a sentirse un poco más estable, cuando podía focalizarse en la conversación durante un rato y recordarla luego.
— ¿qué clase de criatura eres tú? eres una carga para Assur. Si tuvieras un ápice de vergüenza deberías dejarlo en paz, él no puede ocuparse de ti, y a su novia no le va a gustar que otra se meta en su cama.
La mujer estaba cargando con toda la inquina de mundo, porque el vampiro le prestaba más atención y cuidados al despojo de la alcantarilla que a ella, que ansiaba el abrazo eterno. La rubia se levantó despacio meditando las palabras de aquella cortesana y sintió que el frío la recorría. Tenía razón, era una carga para el vampiro, la había sacado de la alcantarilla y tras unas semanas, si no se valía por si misma le daría el golpe de gracia. Eso lo había escuchado de la propia cabeza de Assur pero no le encontraba sentido... y ahora sí.
Se cambió el camisón por un vestido blanco y tras deambular un rato por el cuarto, zozobrando en un mar de dudas en las que ella siempre salía perdiendo, abandonó la suite del hotel sin tener ni idea de dónde ir, sin rumbo fijado, y tan sólo salió a la calle.
Llovía intensamente esa noche, lo que hizo que el cabello suelto y lustroso se le pegase ahora a la cabeza y la espalda, empapada. Se le habían olvidado las medias, pero en realidad daba igual, no sentía más frio del que podía sentir habitualmente, y tenía los zapatos completamente llenos de agua. Deambuló en la oscuridad, pensando en su sol, el que vio una vez, el que la alcanzó con su calidez y del que ahora tendría que despedirse y dejar que fuera un recuerdo lejano, como las gotas que se escurrían por los mechones.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: Vermillion {priv.}
Había prometido mantenerse alejado de cualquier Black de sangre maldita. Se lo prometió al líder Blackmore de aquella Orden por la que trabajaba paralelamente, solo por el hecho de compartir un fin común: proteger la vida de los inocentes. Les había ayudado a capturar a uno de ellos, Assur, así mismo a torturarlo, y a punto estuvo de abandonar la Orden cuando la mujer Blackmore tomó la decisión de ponerlo en libertad. Tanta estrategia, tanto trabajo... evaporado por una mujer orgullosa que no quería guardar deudas. Más tarde le pusieron al día de por qué los Black resultaban tan interesantes para la Inquisición y su sed por darle caza creció convirtiéndose en una nueva obsesión. Siguió manteniendo la distancia, pero desde el momento en que supo qué desencadenarían si reunían a los hermanos Black, no perdió detalle de cada uno de los movimientos del vampiro milenario.
Así fue como supo de la existencia de aquella pequeña flor llamada Hania. Una vampira, sí, que no representaba amenaza alguna hasta que Black la atrajo como una polilla hacia la luz. Saber que estaba corrompiendo un alma inocente arrastrándola al abismo hizo arder aún más su sangre, de modo que no pensaba desaprovechar la ocasión cuando vio a la joven salir a solas al amparo de la lluvia.
Oculto en lo alto del hotel, con la lluvia calando su figura, observó sus erráticos pasos por las callejuelas más cercanas. No podía dejarla ir sin más, no tras haber probado el gusto por la sangre humana. Su corta vida como sombra oscura era una amenaza para cualquiera con quien se cruzara, pues no sería fácil controlarse ante el latido de un ser vivo. Saltó a la calle con la ligereza de una pluma y el estruendo de un disparo al llegar al suelo. No tardó en alcanzarla, apareciéndose delante sin más amenaza que su gélida mirada. Saber que aquella pequeña criatura no resultaba amenaza alguna para él lo mantenía tranquilo y sereno, intentando así tal vez que la muchacha no se asustara en demasía.
-Ruego vengas conmigo, joven Hania, y te sacaré de esa oscuridad en la que Assur te ha adentrado. Reconoce que la vida humana es intocable y aléjate de convertirte en el monstruo que él desea que seas... - le tendió la mano esperando su colaboración. No tenía por qué atacarla sin más, pero si se negaba no le dejaría más remedio que atraparla y llevársela a su guarida arriba en la montaña.
Así fue como supo de la existencia de aquella pequeña flor llamada Hania. Una vampira, sí, que no representaba amenaza alguna hasta que Black la atrajo como una polilla hacia la luz. Saber que estaba corrompiendo un alma inocente arrastrándola al abismo hizo arder aún más su sangre, de modo que no pensaba desaprovechar la ocasión cuando vio a la joven salir a solas al amparo de la lluvia.
Oculto en lo alto del hotel, con la lluvia calando su figura, observó sus erráticos pasos por las callejuelas más cercanas. No podía dejarla ir sin más, no tras haber probado el gusto por la sangre humana. Su corta vida como sombra oscura era una amenaza para cualquiera con quien se cruzara, pues no sería fácil controlarse ante el latido de un ser vivo. Saltó a la calle con la ligereza de una pluma y el estruendo de un disparo al llegar al suelo. No tardó en alcanzarla, apareciéndose delante sin más amenaza que su gélida mirada. Saber que aquella pequeña criatura no resultaba amenaza alguna para él lo mantenía tranquilo y sereno, intentando así tal vez que la muchacha no se asustara en demasía.
-Ruego vengas conmigo, joven Hania, y te sacaré de esa oscuridad en la que Assur te ha adentrado. Reconoce que la vida humana es intocable y aléjate de convertirte en el monstruo que él desea que seas... - le tendió la mano esperando su colaboración. No tenía por qué atacarla sin más, pero si se negaba no le dejaría más remedio que atraparla y llevársela a su guarida arriba en la montaña.
Drakul Ardelean- Vampiro Clase Baja
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Re: Vermillion {priv.}
Su mente estaba extrañamente lúcida para no haber ingerido sangre esa noche. Había pasado tanto tiempo de hambruna que estar varios días sin comer no suponían en ella más que el viejo y conocido dolor de estómago, la mordida cruel en las entrañas y el ligero mareo que la debilitaba.
Ahora parecía una persona, una mujer, débil y enfermiza, pero ya lejos del despojo que fue, al menos por fuera. Había tomado la determinación de alejarse de Assur, porque él ya había cargado demasiado con ella. No había aprendido a sobrevivir, tan sólo había aceptado su caridad y ese sentimiento había iluminado sus días y sus noches hasta esa en concreto, en la que la cortesana la había hecho caer en la cuenta de que era un parásito innecesario.
Se detuvo cuando un hombre fornido de cabellos níveos se interpuso frente a ella. Sus palabras retumbaron en la quietud de aquella noche, que se le antojaba más larga y oscura que las demás por estar abandonando el único lugar donde se había sentido segura por una vez.
Sabía su nombre, conocía a Assur, y sabía lo que era. Alrededor de la cabeza de Drakul flotaba un aura gris y helada, surcada tan sólo de vez en cuando por unos rayos negros, como truenos que retumbaban en la noche. Levantó la mano señalandola y susurró.
— Si con tu magia, amado padre, has levantado este fiero oleaje, calma las aguas. Parece que las nubes quieren arrojar fétida brea, y que el mar, por extinguirla, sube al cielo. ¡Ah, cómo he sufrido con los que he visto sufrir!...— estaba recitando unos versos de Shakespeare que le recordaban a la tempestad, a la tormenta que sacudía la calmada aura del vampiro cazador.
Hania Doe no estaba en su cabales, pero las palabras que salían de su boca tenía completo sentido para ella. Podía percibir el viejo sufrimiento de aquel cainita, casi extinguido, apenas un recuerdo fugaz. Quizás fuera su mente quebrada cuando era humana la que había potenciado sus poderes sobrenaturales. La inmortalidad le había otrogado dones que no controlaba ni entedía, pero tan potentes como la fuerza o la pericia de Drakul o Assur. Podía sentir los recuerdos sin proponérselo, podía intuir los pensamientos aún cuando establecieran barreras metales. Y como no sabía procesar esa información, la devolvía en forma de cuento, canción o refrán.
Ahora parecía una persona, una mujer, débil y enfermiza, pero ya lejos del despojo que fue, al menos por fuera. Había tomado la determinación de alejarse de Assur, porque él ya había cargado demasiado con ella. No había aprendido a sobrevivir, tan sólo había aceptado su caridad y ese sentimiento había iluminado sus días y sus noches hasta esa en concreto, en la que la cortesana la había hecho caer en la cuenta de que era un parásito innecesario.
Se detuvo cuando un hombre fornido de cabellos níveos se interpuso frente a ella. Sus palabras retumbaron en la quietud de aquella noche, que se le antojaba más larga y oscura que las demás por estar abandonando el único lugar donde se había sentido segura por una vez.
Sabía su nombre, conocía a Assur, y sabía lo que era. Alrededor de la cabeza de Drakul flotaba un aura gris y helada, surcada tan sólo de vez en cuando por unos rayos negros, como truenos que retumbaban en la noche. Levantó la mano señalandola y susurró.
— Si con tu magia, amado padre, has levantado este fiero oleaje, calma las aguas. Parece que las nubes quieren arrojar fétida brea, y que el mar, por extinguirla, sube al cielo. ¡Ah, cómo he sufrido con los que he visto sufrir!...— estaba recitando unos versos de Shakespeare que le recordaban a la tempestad, a la tormenta que sacudía la calmada aura del vampiro cazador.
Hania Doe no estaba en su cabales, pero las palabras que salían de su boca tenía completo sentido para ella. Podía percibir el viejo sufrimiento de aquel cainita, casi extinguido, apenas un recuerdo fugaz. Quizás fuera su mente quebrada cuando era humana la que había potenciado sus poderes sobrenaturales. La inmortalidad le había otrogado dones que no controlaba ni entedía, pero tan potentes como la fuerza o la pericia de Drakul o Assur. Podía sentir los recuerdos sin proponérselo, podía intuir los pensamientos aún cuando establecieran barreras metales. Y como no sabía procesar esa información, la devolvía en forma de cuento, canción o refrán.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: Vermillion {priv.}
La cantinela de Hania, tan aparentemente fuera de lugar, dejó al anciano totalmente anonadado aún cuando su expresión seguía fría como el mármol sepulcral. Leyendo entre líneas vio pedazos de sus propios recuerdos y se concentró en bloquear más su mente en un intento de alejarla de su pasado. El poder de aquella chiquilla era mayor de lo esperado, que pudiera traspasar sus barreras mentales sin que él se diera siquiera cuenta era señal inequívoca de que no podía tomársela con ligereza. Era más preciada de lo que en un principio pensó. ¿Se habría dado cuenta Astur de aquel detalle? ¿Por eso la había llevado a su lado? Si así era no podía perder más tiempo.
-Vendrás conmigo - advirtió, acercándose con pasos firmes para rodear su cintura con un brazo y apretarla contra su cuerpo, asegurándose que no la perdería a medio camino. Dio un pequeño salto y tomó vuelo, saltando de azotea en azotea, sirviéndose de cualquier edificio o escultura para alejarse de la ciudad sin tocar suelo. Con su propio cuerpo intentó evitar que la lluvia siguiera empapando a la joven, que no parecía más que un débil pajarillo entre sus brazos. A las puertas de la ciudad estaba su fiel caballo, un shire negro con montura del mismo color, que nada más verle relinchó a la espera de ser liberado de su amarre. Sentó a la joven delante, de costado, y la apoyó contra su pecho antes de dar la orden de salir a toda prisa.
Su guarida se encontraba en lo alto de una de las montañas que rodeaban París. La espesa selva verde se extendía por la falda como una tupida alfombra. Ningún pedazo de cielo podía verse mientras cabalgaban por entre los árboles. Sin camino marcado ni señal de vida alguna, llegaron a una casona de estilo gótico con aspecto abandonado, cuyo pórtico de hierro se azotaba por la ventisca con un estruendo metálico que se esparcía por el aire.
Desmontó bajo el porche y aún con la joven en brazos, entró al silencio del que era su hogar mientras estuviera en Francia. La humedad filtrada había enmohecido el papel de las paredes, cuyas manchas negras llegaban a formar figuras casi oníricas. Encendió una lámpara de aceite y fue prendiendo las demás conforme subían al segundo piso, la última puerta al fondo, tras la cual parecían despertar en un lugar distinto. Sin humedad, los muebles en buen estado y una enorme cama de sábanas blancas.
-No debes sentir miedo - dijo tras dejarla en el suelo. Se arrodilló ante ella y le permitió explorar libremente su cabeza, donde solo había guerra, sangre y mutilación, pero también un camino hacia la luz tras la muerte roja. - ¿Tienes sed, pequeña? ¿Hambre?
-Vendrás conmigo - advirtió, acercándose con pasos firmes para rodear su cintura con un brazo y apretarla contra su cuerpo, asegurándose que no la perdería a medio camino. Dio un pequeño salto y tomó vuelo, saltando de azotea en azotea, sirviéndose de cualquier edificio o escultura para alejarse de la ciudad sin tocar suelo. Con su propio cuerpo intentó evitar que la lluvia siguiera empapando a la joven, que no parecía más que un débil pajarillo entre sus brazos. A las puertas de la ciudad estaba su fiel caballo, un shire negro con montura del mismo color, que nada más verle relinchó a la espera de ser liberado de su amarre. Sentó a la joven delante, de costado, y la apoyó contra su pecho antes de dar la orden de salir a toda prisa.
Su guarida se encontraba en lo alto de una de las montañas que rodeaban París. La espesa selva verde se extendía por la falda como una tupida alfombra. Ningún pedazo de cielo podía verse mientras cabalgaban por entre los árboles. Sin camino marcado ni señal de vida alguna, llegaron a una casona de estilo gótico con aspecto abandonado, cuyo pórtico de hierro se azotaba por la ventisca con un estruendo metálico que se esparcía por el aire.
Desmontó bajo el porche y aún con la joven en brazos, entró al silencio del que era su hogar mientras estuviera en Francia. La humedad filtrada había enmohecido el papel de las paredes, cuyas manchas negras llegaban a formar figuras casi oníricas. Encendió una lámpara de aceite y fue prendiendo las demás conforme subían al segundo piso, la última puerta al fondo, tras la cual parecían despertar en un lugar distinto. Sin humedad, los muebles en buen estado y una enorme cama de sábanas blancas.
-No debes sentir miedo - dijo tras dejarla en el suelo. Se arrodilló ante ella y le permitió explorar libremente su cabeza, donde solo había guerra, sangre y mutilación, pero también un camino hacia la luz tras la muerte roja. - ¿Tienes sed, pequeña? ¿Hambre?
Drakul Ardelean- Vampiro Clase Baja
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Re: Vermillion {priv.}
El viaje hasta la guarida del vampiro fue como ir a la feria. Sólo había estado una vez, que fue a pasear por allí y pudo observar como la gente se subía al tiovivo, que debia ser algo similar a eso, porque el mundo giraba con rapidez a su alrededor. Se agarró fuerte a Drakul, porque tenía la impresión de que podía caer y romperse como una copa de cristal en mil añicos.
Quizás en otras circunstancias habría opuesto una inútil resistencia, pero dadas las actuales, lo mejor que podía pasarle a Assur es que ella estuviera lejos, cuanto más lejos mejor. El vampiro del pelo de plata le había dicho que Assur la había condenado, pero que podía alejarse de esa maldición, aceptando que la vida humana era sagrada. Eso ya lo sabía ella, así lo sentía desde que la mordieron, así se lo dictaba su perturbada mente.
La casa era oscura, tétrica y decadente, sus paredes lloraban humedad y se quejaban con crujidos del olvido al que estaban sometidas. Sin embargo la habitación en la que se detuvieron estaba seca, bien ordenada y limpia. Era como una pequeña burbuja en esa mansión. Intuía ya cómo era su mundo, cómo iba a ser en adelante y por toda la eternidad. Estaría gobernado por la decrepitud y la decadencia, todo a su alrededor envejecería y caería en tinieblas... pero ella no. Fijó sus grandes ojos azules en Drakul, limpios, cristalinos, sin rastro de maldad en ellos.
— ¿así es nuestro mundo?...— miró la habitación reflexionando.— todo alrededor llora y es oscuro... y a veces... muy pocas veces...— lo miró de nuevo a los ojos.— hay un rayo de luz.
Podía sentir la guerra, los gritos, la sangre y el odio con sabor a bilis. Pero era como un rumor sordo, que se desprendía del hombre que estaba acuclillado frente a ella. Le faltaba la pieza del puzzle que le diera sentido a esa existencia condenada. ¿Debía encontrar un propósito a su inmortalidad? al parecer Drakul tenía uno, Assur tenía uno. ¿Y ella? ella apenas asumía que era inmortal, que debería encontrar su propósito o enloquecer y salir a saludar al sol.
Cuando le preguntó si tenía hambre o sed, negó con la cabeza. Sí que tenía, iba a necesitar años para sacudirse de encima el saldo negativo de sangre que tenía en su cuenta, pero para ella esa punzada en las tripas no era nada comparada con lo que había sufrido en las alcantarillas cuando se alimentaba de alguna rata esporádica.
— Assur me trae tarros del hospital...pero todavía no me sientan bien, no puedo con uno entero.
¿Eso era un intento de disculpar a Assur? quizás, le debía gratitud, estaba unida a él por el respeto y la admiración y en ningún momento la había obligado a morder a un humano. Evidentemente la sangre de los tarros era humana, pero no había sido obtenida con crueldad.
Quizás en otras circunstancias habría opuesto una inútil resistencia, pero dadas las actuales, lo mejor que podía pasarle a Assur es que ella estuviera lejos, cuanto más lejos mejor. El vampiro del pelo de plata le había dicho que Assur la había condenado, pero que podía alejarse de esa maldición, aceptando que la vida humana era sagrada. Eso ya lo sabía ella, así lo sentía desde que la mordieron, así se lo dictaba su perturbada mente.
La casa era oscura, tétrica y decadente, sus paredes lloraban humedad y se quejaban con crujidos del olvido al que estaban sometidas. Sin embargo la habitación en la que se detuvieron estaba seca, bien ordenada y limpia. Era como una pequeña burbuja en esa mansión. Intuía ya cómo era su mundo, cómo iba a ser en adelante y por toda la eternidad. Estaría gobernado por la decrepitud y la decadencia, todo a su alrededor envejecería y caería en tinieblas... pero ella no. Fijó sus grandes ojos azules en Drakul, limpios, cristalinos, sin rastro de maldad en ellos.
— ¿así es nuestro mundo?...— miró la habitación reflexionando.— todo alrededor llora y es oscuro... y a veces... muy pocas veces...— lo miró de nuevo a los ojos.— hay un rayo de luz.
Podía sentir la guerra, los gritos, la sangre y el odio con sabor a bilis. Pero era como un rumor sordo, que se desprendía del hombre que estaba acuclillado frente a ella. Le faltaba la pieza del puzzle que le diera sentido a esa existencia condenada. ¿Debía encontrar un propósito a su inmortalidad? al parecer Drakul tenía uno, Assur tenía uno. ¿Y ella? ella apenas asumía que era inmortal, que debería encontrar su propósito o enloquecer y salir a saludar al sol.
Cuando le preguntó si tenía hambre o sed, negó con la cabeza. Sí que tenía, iba a necesitar años para sacudirse de encima el saldo negativo de sangre que tenía en su cuenta, pero para ella esa punzada en las tripas no era nada comparada con lo que había sufrido en las alcantarillas cuando se alimentaba de alguna rata esporádica.
— Assur me trae tarros del hospital...pero todavía no me sientan bien, no puedo con uno entero.
¿Eso era un intento de disculpar a Assur? quizás, le debía gratitud, estaba unida a él por el respeto y la admiración y en ningún momento la había obligado a morder a un humano. Evidentemente la sangre de los tarros era humana, pero no había sido obtenida con crueldad.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: Vermillion {priv.}
La noche había ido bien, había cerrado varios negocios y para que mentir, tenia ganas de llegar al hotel.
Desde que la conocí apenas me había separado e ella, era consciente de que tenia asuntos que atender, pero aun no la veía preparada ni para acompañarme ni para dejar que se desenvolviera en este mundo tan complicado.
Esa inmortal se aferraba a su humanidad como si fuera lo único que la mantenía cuerda, era complicado explicarle que nos habíamos convertido en otra cosa y aunque hubo una vez en la que ambos fuimos humanos, ahora ya no lo eramos.
La vitae nuestro sustento, eramos esclavos a su vez de esta, tenia que aceptar su naturaleza y su puesto en la cadena alimenticia. Aun quedaban horas hasta que el astro coronara el cielo, así que, pensé que le sentaría bien salir conmigo a dar una vuelta por el puerto, podría aprender lejos de miradas indiscretas a reconocer auras, olores..todo inmortal tenia ciertas habilidades, aun no conocía bien las suyas, así que era un buen momento para ponerlas a prueba.
Atravesé el umbral de la habitación buscando con la mirada a Hania, mas ni siquiera se porque lo hice, pues sabia que no estaba, no sentía su aura. Mis ojos se oscurecieron cargados de preocupación, mi mirada se desvió hacia las dos esclavas que me acompañaban.
Inquisidora se clavo en ambas preguntando sin necesidad de palabras donde estaba.
Escusas, solo escuché escusas de una y otra boca, hasta que aferré sus cuellos sobre el maldito lecho ahogándolas, poco o nada me importaban sus vidas, mas vale que hablaran.
No tardó una en confesar las palabras dedicadas a la pequeña inmortal,unas que la habían pensar que para mi era solo una carga y que no me aportaba nada mas.
Rabia, sentí rabia por como aquellas vigoras la habían puesto en peligro y sentí mas rabia frente a la idea de que ella las hubiera creído.
Rugí cabreado aflojando el agarre mientras ambas tosían intentando que el aire volviera a sus pulmones.
No medie palabra, desaparecí de allí dejando como despedida un portazo que no auguraba un buen fin para ellas si algo malo le había sucedido.
No era bueno rastreando, aunque para que mentir, era capaz de seguir el olor de aquel vástago hasta el mismo infierno. Alcé la cabeza, había huido por las azoteas de los edificios y no iba sola, ese vampiro que colaboraba con los cazadores se la había llevado.
Mas le valía no haberle tocado ni un pelo, mi paciencia era muy limitado y mi bestia interior empezaba a apoderarse de mi razón.
Un salto y me alcé hasta la fachada, cornisas, dinteles, balcones todo me servia para continuar mi camino hasta donde ese ser despreciable se la había llevado.
Hoy le enseñaría que no se toca lo que es mio, si pensaba que yo, un monstruo de 6000 años le temía o era idiota o estaba loco.
Mis pasos se detuvieron frente a una especie de caserón tétrico. Un lugar lúgubre, húmedo y oscuro, muy propio de la rata que era aquel tipo huidizo.
Llameé al portón con descaro, ese era mi modo de decirle que no le temía, que anunciaba mi visita porque poco o nada me importaba que fuera consciente de que allí estaba, el mismo resultado tendría.
-Drakul -Rugí sin miramientos -devuélvemela
Desde que la conocí apenas me había separado e ella, era consciente de que tenia asuntos que atender, pero aun no la veía preparada ni para acompañarme ni para dejar que se desenvolviera en este mundo tan complicado.
Esa inmortal se aferraba a su humanidad como si fuera lo único que la mantenía cuerda, era complicado explicarle que nos habíamos convertido en otra cosa y aunque hubo una vez en la que ambos fuimos humanos, ahora ya no lo eramos.
La vitae nuestro sustento, eramos esclavos a su vez de esta, tenia que aceptar su naturaleza y su puesto en la cadena alimenticia. Aun quedaban horas hasta que el astro coronara el cielo, así que, pensé que le sentaría bien salir conmigo a dar una vuelta por el puerto, podría aprender lejos de miradas indiscretas a reconocer auras, olores..todo inmortal tenia ciertas habilidades, aun no conocía bien las suyas, así que era un buen momento para ponerlas a prueba.
Atravesé el umbral de la habitación buscando con la mirada a Hania, mas ni siquiera se porque lo hice, pues sabia que no estaba, no sentía su aura. Mis ojos se oscurecieron cargados de preocupación, mi mirada se desvió hacia las dos esclavas que me acompañaban.
Inquisidora se clavo en ambas preguntando sin necesidad de palabras donde estaba.
Escusas, solo escuché escusas de una y otra boca, hasta que aferré sus cuellos sobre el maldito lecho ahogándolas, poco o nada me importaban sus vidas, mas vale que hablaran.
No tardó una en confesar las palabras dedicadas a la pequeña inmortal,unas que la habían pensar que para mi era solo una carga y que no me aportaba nada mas.
Rabia, sentí rabia por como aquellas vigoras la habían puesto en peligro y sentí mas rabia frente a la idea de que ella las hubiera creído.
Rugí cabreado aflojando el agarre mientras ambas tosían intentando que el aire volviera a sus pulmones.
No medie palabra, desaparecí de allí dejando como despedida un portazo que no auguraba un buen fin para ellas si algo malo le había sucedido.
No era bueno rastreando, aunque para que mentir, era capaz de seguir el olor de aquel vástago hasta el mismo infierno. Alcé la cabeza, había huido por las azoteas de los edificios y no iba sola, ese vampiro que colaboraba con los cazadores se la había llevado.
Mas le valía no haberle tocado ni un pelo, mi paciencia era muy limitado y mi bestia interior empezaba a apoderarse de mi razón.
Un salto y me alcé hasta la fachada, cornisas, dinteles, balcones todo me servia para continuar mi camino hasta donde ese ser despreciable se la había llevado.
Hoy le enseñaría que no se toca lo que es mio, si pensaba que yo, un monstruo de 6000 años le temía o era idiota o estaba loco.
Mis pasos se detuvieron frente a una especie de caserón tétrico. Un lugar lúgubre, húmedo y oscuro, muy propio de la rata que era aquel tipo huidizo.
Llameé al portón con descaro, ese era mi modo de decirle que no le temía, que anunciaba mi visita porque poco o nada me importaba que fuera consciente de que allí estaba, el mismo resultado tendría.
-Drakul -Rugí sin miramientos -devuélvemela
Assur Black**- Vampiro Clase Alta
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Re: Vermillion {priv.}
Observar a Hania era perderse en el pasado, sentir que volvía a estar en medio de la guerra parado ante una inocente que no viviría un día más para ver el sol. No obstante, también reafirmaba su nueva vida de redención, recordar el amo cruel al que sirvió era convencerse una vez más de no volver a ser el monstruo que en el pasado fue. Aquella chiquilla no podría ver el sol nunca más, en efecto, pero sí tenía una vida por la que empezaba a sentirse responsable. No quería verla caer en la oscuridad a la que Assur trataba de arrastrarla.
-Así es, pequeña. Estamos condenados a vivir en la oscuridad, pero hay otras formas de hacerlo que no implican dañar a los demás - se acercó a ella calmando su aura, transmitiéndole la paz que a veces en silencio lograba alcanzar, y posó una mano en su cabeza como un padre haría con su hija. No le bloqueó el paso a su mente, era consciente que no serviría de nada, pero la guió por el laberinto de recuerdos hacia aquellos que tal vez le demostraran que la vida humana era lo más preciado. Las familias a las que había salvado, los niños rescatados e incluso los fríos agradecimientos, pues no siempre había calidez para el salvador si este era tan oscuro como el monstruo que hubiera cazado.
-El pasado, pasado está, lo importante a partir de ahora son las acciones que decidas tomar. Ser corrompida y vivir en remordimiento eterno, o usar estos dones que ahora tienes para algo que te permita ver más luz - pocas veces sonreía, pero aquella pequeña y aparentemente frágil joven despertaba en él un sentimiento que la guerra había mantenido latente durante mucho tiempo. - No tienes por qué vivir en un lugar como este. Reconozco que no está en las mejores condiciones, pero hasta hace poco no pretendía quedarme tanto tiempo en tierras fran...
Notó su presencia cuando aún estaba a un kilómetro de ellos y todo su cuerpo se tensó de inmediato. Se acercó a la ventana con firmes pasos y masculló para sí al darse cuenta del poco tiempo que tenían.
-Joven Hania, el hombre que te ha alimentado hasta ahora va a venir a reclamarte - se acercó a ella y clavó una rodilla en el suelo, cogiéndole los hombros. - Voy a luchar con él, porque ese es mi destino y no puedo permitir que una cruel criatura se lleve vidas inocentes. Es mucho más fuerte que yo y no sé cuánto resistiré, así que te ruego, por favor pequeña, toma la decisión más acertada... - le acarició la mejilla y se puso en pie, cambiando su expresión a una más fría mientras dirigía sus pasos a la puerta.
Le dio al mecanismo que abría las puertas principales mientras bajaba la escalinata del hall principal, recibiendo al viejo cainita con hielo en la mirada. - Nada de lo que aquí se encuentra te pertenece, Assur Black. Será mejor que des la vuelta y regreses a tu antro de sangre y decadencia.
Sabía que no le quedaría más remedio que pelear, de modo que no tardó en desenfundar ambas espadas a sabiendas que una sola no sería suficiente. Las escrituras rúnicas escritas en la plata brillaron con intensa luz azul iluminando a su alrededor. El hechizo de protección se alzó a su alrededor y sus barreras mentales se sellaron al tiempo que cerraba los ojos. No necesitaba tenerlos abiertos para luchar, no pensaba permitir que se metiera en su mente.
-Así es, pequeña. Estamos condenados a vivir en la oscuridad, pero hay otras formas de hacerlo que no implican dañar a los demás - se acercó a ella calmando su aura, transmitiéndole la paz que a veces en silencio lograba alcanzar, y posó una mano en su cabeza como un padre haría con su hija. No le bloqueó el paso a su mente, era consciente que no serviría de nada, pero la guió por el laberinto de recuerdos hacia aquellos que tal vez le demostraran que la vida humana era lo más preciado. Las familias a las que había salvado, los niños rescatados e incluso los fríos agradecimientos, pues no siempre había calidez para el salvador si este era tan oscuro como el monstruo que hubiera cazado.
-El pasado, pasado está, lo importante a partir de ahora son las acciones que decidas tomar. Ser corrompida y vivir en remordimiento eterno, o usar estos dones que ahora tienes para algo que te permita ver más luz - pocas veces sonreía, pero aquella pequeña y aparentemente frágil joven despertaba en él un sentimiento que la guerra había mantenido latente durante mucho tiempo. - No tienes por qué vivir en un lugar como este. Reconozco que no está en las mejores condiciones, pero hasta hace poco no pretendía quedarme tanto tiempo en tierras fran...
Notó su presencia cuando aún estaba a un kilómetro de ellos y todo su cuerpo se tensó de inmediato. Se acercó a la ventana con firmes pasos y masculló para sí al darse cuenta del poco tiempo que tenían.
-Joven Hania, el hombre que te ha alimentado hasta ahora va a venir a reclamarte - se acercó a ella y clavó una rodilla en el suelo, cogiéndole los hombros. - Voy a luchar con él, porque ese es mi destino y no puedo permitir que una cruel criatura se lleve vidas inocentes. Es mucho más fuerte que yo y no sé cuánto resistiré, así que te ruego, por favor pequeña, toma la decisión más acertada... - le acarició la mejilla y se puso en pie, cambiando su expresión a una más fría mientras dirigía sus pasos a la puerta.
Le dio al mecanismo que abría las puertas principales mientras bajaba la escalinata del hall principal, recibiendo al viejo cainita con hielo en la mirada. - Nada de lo que aquí se encuentra te pertenece, Assur Black. Será mejor que des la vuelta y regreses a tu antro de sangre y decadencia.
Sabía que no le quedaría más remedio que pelear, de modo que no tardó en desenfundar ambas espadas a sabiendas que una sola no sería suficiente. Las escrituras rúnicas escritas en la plata brillaron con intensa luz azul iluminando a su alrededor. El hechizo de protección se alzó a su alrededor y sus barreras mentales se sellaron al tiempo que cerraba los ojos. No necesitaba tenerlos abiertos para luchar, no pensaba permitir que se metiera en su mente.
Drakul Ardelean- Vampiro Clase Baja
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Re: Vermillion {priv.}
La forma en la que hablaba Drakul, con aquella paz tan plagada de culpas asumidas, la tranquilizaba y la llenaba de una renovada esperanza para ella. No era necesario matar personas, podía elegir la forma de sobrevivir... pero entonce vio en su cabeza cómo se alimentaba él, de cainitas, de sus "iguales", de esos a los que él consideraba "monstruos". ¿Qué era entonces lo que la separaba a ella de esos a los que había matado? ¿su decisión de no comer personas? era tan sólo una cuestión de ética?
La ética tenía siempre doble rasero, porque no había una ley clara, unas normas, unas líneas y fronteras que al cruzarlas condenasen tu existencia. Siempre dependía de los ojos de quien juzga. Para Drakul, Assur merecía la muerte y el fuego eterno, según su moral, era una criatura abyecta y cruel. Pero para Hania, Assur era el sol, la luz, el primero que había mostrado compasión por su ruina, por el despojo que era. La había cuidado, se preocupaba por ella, y aunque quizás sus métodos no fueran moralmente "correctos", lo hacía por un sentimiento tan puro como el afecto, o la compasión o lo que fuera, porque estaba claro que no tenía ningún interés en ella, no era poderosa ni influyente ni servía para nada más que dar problemas. Así pues, ¿merecía Assur el destino que Drakul le deseaba? ¿merecía Ardelean caer bajo el poderoso vampiro milenario sólo por defender la humanidad, la inocencia o la justicia?
Se encontraba al pie de una brecha importante, nada de lo que ella pudiera hacer pararía a aquellos dos titanes forjados en la lucha y la muerte. Y fuera cual fuera el que saliese victorioso, lo odiaría por haber aniquilado al otro. Eso lo pudo sentir en sus entrañas.
Las puertas se abrieron y todo sucedió muy deprisa. Apenas alcanzaba a ver los movimientos de uno y de otro, su extrema velocidad y fuerza engañaban a sus todavía casi humanos ojos.
Se pegó a la pared, cubriendose los oidos con las manos y resbaló hacia abajo, tratando de acallar de las voces que rugían en su cabeza, le gritaban en mil idiomas y susurraban cánticos de muerte y gloria. No escuchaba ningun corazón latiendo, los tres estaban muertos, pero sí podía percibir los gruñidos y siseos, el olor a sangre que impregnaba aquella casona, sangre de cainita, densa y potente. De pronto lo tuvo claro, sus instintos primarios afloraron, y para su sorpresa, fueron lo más humano que había pisado aquel suelo en años.
Se levantó y corrió hacia una silla desvencijada, la lanzó contra el suelo desmontándola en veinte trozos y agarró una astilla de madera de tres palmos de largo. La apoyó sobre donde creía que podía estar su muerto corazón agarrándola con ambas manos como si fuera a clavarsela y se plantó en mitad del comedor destrozado por la lucha.
— ¡Basta! dejad de pelear!!!...— su voz a pesar de ser un intento de grito, seguía siendo como el canto de un pajarillo. En el fondo de sus ojos brillaba un fuego latente que luchaba por abrirse paso hacia su cordura. Miró a Drakul con la determinación pintada en el rostro.— le prometo que no mataré personas... y si sucumbo a la locura... máteme, no quiero ser un monstruo asesino. Pero no le haga daño a Assur. Si caigo en la oscuridad será sólo mi decisión, nada de lo que haga es responsabilidad suya.— seguidamente posó sus ojos en Assur, que tenía todas las de ganar en aquel combate.— Haré lo que tu quieras...excepto matar personas... no me quejaré, lo prometo, iré donde tú digas... pero no le hagas daño. Necesito saber que si te pasa algo y me pierdo en las sombras, alguien acabará con ese dolor.
Y si seguían peleando, el sol contra la luna, hundiría esa estaca en su corazón, porque su mundo no tendría sentido y no quería regresar a las alcantarillas a arrastrarse como una rata esperando el golpe de gracia. Acababa de confesar los dos sentimientos más profundos y verdaderos que contenía aquella alma torturada y aquella mente desvencijada. Había necesitado enfrentarse a esos dos extremos para que desapareciesen las nubes de su cerebro clarificando el nuevo sendero que iba a recorrer y de la mano de quién. Ella jamás vería a Assur como un completo monstruo, a pesar de compartir la visión del mundo más similar a la de Drakul, con lo cual estaba atrapada entre la luz y la oscuridad. Sus delicadas manos presionaban la madera contra el pecho que subía y bajaba, aunque no respirase realmente, el reflejo lo mantenía. Sus ojos conservaban ese azul celeste y limpio y seguía pareciendo la chica más triste de la ciudad.
La ética tenía siempre doble rasero, porque no había una ley clara, unas normas, unas líneas y fronteras que al cruzarlas condenasen tu existencia. Siempre dependía de los ojos de quien juzga. Para Drakul, Assur merecía la muerte y el fuego eterno, según su moral, era una criatura abyecta y cruel. Pero para Hania, Assur era el sol, la luz, el primero que había mostrado compasión por su ruina, por el despojo que era. La había cuidado, se preocupaba por ella, y aunque quizás sus métodos no fueran moralmente "correctos", lo hacía por un sentimiento tan puro como el afecto, o la compasión o lo que fuera, porque estaba claro que no tenía ningún interés en ella, no era poderosa ni influyente ni servía para nada más que dar problemas. Así pues, ¿merecía Assur el destino que Drakul le deseaba? ¿merecía Ardelean caer bajo el poderoso vampiro milenario sólo por defender la humanidad, la inocencia o la justicia?
Se encontraba al pie de una brecha importante, nada de lo que ella pudiera hacer pararía a aquellos dos titanes forjados en la lucha y la muerte. Y fuera cual fuera el que saliese victorioso, lo odiaría por haber aniquilado al otro. Eso lo pudo sentir en sus entrañas.
Las puertas se abrieron y todo sucedió muy deprisa. Apenas alcanzaba a ver los movimientos de uno y de otro, su extrema velocidad y fuerza engañaban a sus todavía casi humanos ojos.
Se pegó a la pared, cubriendose los oidos con las manos y resbaló hacia abajo, tratando de acallar de las voces que rugían en su cabeza, le gritaban en mil idiomas y susurraban cánticos de muerte y gloria. No escuchaba ningun corazón latiendo, los tres estaban muertos, pero sí podía percibir los gruñidos y siseos, el olor a sangre que impregnaba aquella casona, sangre de cainita, densa y potente. De pronto lo tuvo claro, sus instintos primarios afloraron, y para su sorpresa, fueron lo más humano que había pisado aquel suelo en años.
Se levantó y corrió hacia una silla desvencijada, la lanzó contra el suelo desmontándola en veinte trozos y agarró una astilla de madera de tres palmos de largo. La apoyó sobre donde creía que podía estar su muerto corazón agarrándola con ambas manos como si fuera a clavarsela y se plantó en mitad del comedor destrozado por la lucha.
— ¡Basta! dejad de pelear!!!...— su voz a pesar de ser un intento de grito, seguía siendo como el canto de un pajarillo. En el fondo de sus ojos brillaba un fuego latente que luchaba por abrirse paso hacia su cordura. Miró a Drakul con la determinación pintada en el rostro.— le prometo que no mataré personas... y si sucumbo a la locura... máteme, no quiero ser un monstruo asesino. Pero no le haga daño a Assur. Si caigo en la oscuridad será sólo mi decisión, nada de lo que haga es responsabilidad suya.— seguidamente posó sus ojos en Assur, que tenía todas las de ganar en aquel combate.— Haré lo que tu quieras...excepto matar personas... no me quejaré, lo prometo, iré donde tú digas... pero no le hagas daño. Necesito saber que si te pasa algo y me pierdo en las sombras, alguien acabará con ese dolor.
Y si seguían peleando, el sol contra la luna, hundiría esa estaca en su corazón, porque su mundo no tendría sentido y no quería regresar a las alcantarillas a arrastrarse como una rata esperando el golpe de gracia. Acababa de confesar los dos sentimientos más profundos y verdaderos que contenía aquella alma torturada y aquella mente desvencijada. Había necesitado enfrentarse a esos dos extremos para que desapareciesen las nubes de su cerebro clarificando el nuevo sendero que iba a recorrer y de la mano de quién. Ella jamás vería a Assur como un completo monstruo, a pesar de compartir la visión del mundo más similar a la de Drakul, con lo cual estaba atrapada entre la luz y la oscuridad. Sus delicadas manos presionaban la madera contra el pecho que subía y bajaba, aunque no respirase realmente, el reflejo lo mantenía. Sus ojos conservaban ese azul celeste y limpio y seguía pareciendo la chica más triste de la ciudad.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 255
Fecha de inscripción : 11/02/2017
Localización : perdida entre las nieblas de su mente
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Vermillion {priv.}
Drakul no se lo pensó, podía ser muchas cosas, demasiados calificativos se me pasaban por la cabeza, mas no era un cobarde.
Frente mi las dos espadas, si pensaba que con los dos mondadientes lograría amedrantar a un ser como yo y mandarlo con el rabo entre las piernas camino a su madriguera es que no conocía a los Black.
Pobre idiota, debía de tener el instinto de depredador atrofiado, pues la primera regla básica para todos ellos es no enfrentarse a algo que te supera. Yo descendía de Cain de forma directa, no necesitaba filos en mis manos, yo era el peor arma.
Mostré mis colmillos emitiendo un gruñido, la pelea comienza y ni siquiera iba a permitirme el lujo de destrozarlo de dolor con mi mente. Quería darme el gusto de desmembrarlo con mis manos, arrancarle el corazón y destrozarle la yugular con mis colmillos.
Batalla sin tregua la que pronto estalló en esa sombría estancia, velocidad sobrenatural de ambos, sangre cainita derramada, piel entre mis fauces escupida con desprecio. Acero marcando mi pecho, el infierno desatado entre el fuego y el hielo.
Templados nuestros cuerpos, no existía el cansancio cuando yunque y piedra se golpean sin clemencia.
Pasos ligeros hasta el centro del gran salón, en campo de batalla convertido, un grito desgarrador que nos detuvo a los dos.
La pequeña vampiresa estaca en mano amenaza con dejarla ir hasta su pecho para atravesar con ella su corazón, si no detenemos aquel sangriento encuentro en el que no iba a salir el otro triunfador.
Tenso el gesto bajando la mano ensangrentada, mientras el hace lo propio con el acero para escucharla, parece que una neofito a parado a dos bestias sanguinarias.
No siento consuelo en ninguna de sus palabras, menos en su mirada, no tardo en darme cuenta que por muchas semanas que han pasado, frente a sus ojos yo soy el único perdedor.
Sus palabras apuntan a que hará cuanto se me antoje siempre que no la obligue a matar para ser alimentada. Sus creencias mas cercanas al del otro inmortal, me dejan una cosa clara, que una mujer puede ser infinitamente mas peligrosa que mil armas.
Ninguna de las heridas echas por Drakul me duele como la desesperación de la dama.
No me protege a mi, si no a él, y yo lo se.
Niego con la cabeza, mientras me doy la vuelta en completo silencio, ella ha elegido y aunque no lo entiendo, no alcanzo a comprender como un cainita puede alzarse contra los suyos, como se alienta contra natura de sus hermanos. Es como si el lobo comiera lobos, como si el humano fuera canibal. Yo soy un Vampiro, estoy arriba de la cadena alimenticia, ¿eso me convierte en mas monstruo que a los humanos que se alimentan del ganado?
No soy un buen hombre, pero tampoco vivo odiando como lo hace Drakkul. Hago lo que tengo que hacer para seguir viviendo, no desprecio a la vida humana, como no lo hace el loo con el cordero.
Tampoco el cordero desprecia su alimento.
Me detengo en el umbral de la muerta, no me giro, no estoy preparado para queu na niña encuentre tristeza en mi mirada.
-Quédate con él, podrá enseñarte todo aquello que conmigo no aprenderás jamas.
Drakul, la piedad no es una de mis virtudes, hoy he detenido mi ataque, mas no esperes que la próxima vez la niña te salve.
Frente mi las dos espadas, si pensaba que con los dos mondadientes lograría amedrantar a un ser como yo y mandarlo con el rabo entre las piernas camino a su madriguera es que no conocía a los Black.
Pobre idiota, debía de tener el instinto de depredador atrofiado, pues la primera regla básica para todos ellos es no enfrentarse a algo que te supera. Yo descendía de Cain de forma directa, no necesitaba filos en mis manos, yo era el peor arma.
Mostré mis colmillos emitiendo un gruñido, la pelea comienza y ni siquiera iba a permitirme el lujo de destrozarlo de dolor con mi mente. Quería darme el gusto de desmembrarlo con mis manos, arrancarle el corazón y destrozarle la yugular con mis colmillos.
Batalla sin tregua la que pronto estalló en esa sombría estancia, velocidad sobrenatural de ambos, sangre cainita derramada, piel entre mis fauces escupida con desprecio. Acero marcando mi pecho, el infierno desatado entre el fuego y el hielo.
Templados nuestros cuerpos, no existía el cansancio cuando yunque y piedra se golpean sin clemencia.
Pasos ligeros hasta el centro del gran salón, en campo de batalla convertido, un grito desgarrador que nos detuvo a los dos.
La pequeña vampiresa estaca en mano amenaza con dejarla ir hasta su pecho para atravesar con ella su corazón, si no detenemos aquel sangriento encuentro en el que no iba a salir el otro triunfador.
Tenso el gesto bajando la mano ensangrentada, mientras el hace lo propio con el acero para escucharla, parece que una neofito a parado a dos bestias sanguinarias.
No siento consuelo en ninguna de sus palabras, menos en su mirada, no tardo en darme cuenta que por muchas semanas que han pasado, frente a sus ojos yo soy el único perdedor.
Sus palabras apuntan a que hará cuanto se me antoje siempre que no la obligue a matar para ser alimentada. Sus creencias mas cercanas al del otro inmortal, me dejan una cosa clara, que una mujer puede ser infinitamente mas peligrosa que mil armas.
Ninguna de las heridas echas por Drakul me duele como la desesperación de la dama.
No me protege a mi, si no a él, y yo lo se.
Niego con la cabeza, mientras me doy la vuelta en completo silencio, ella ha elegido y aunque no lo entiendo, no alcanzo a comprender como un cainita puede alzarse contra los suyos, como se alienta contra natura de sus hermanos. Es como si el lobo comiera lobos, como si el humano fuera canibal. Yo soy un Vampiro, estoy arriba de la cadena alimenticia, ¿eso me convierte en mas monstruo que a los humanos que se alimentan del ganado?
No soy un buen hombre, pero tampoco vivo odiando como lo hace Drakkul. Hago lo que tengo que hacer para seguir viviendo, no desprecio a la vida humana, como no lo hace el loo con el cordero.
Tampoco el cordero desprecia su alimento.
Me detengo en el umbral de la muerta, no me giro, no estoy preparado para queu na niña encuentre tristeza en mi mirada.
-Quédate con él, podrá enseñarte todo aquello que conmigo no aprenderás jamas.
Drakul, la piedad no es una de mis virtudes, hoy he detenido mi ataque, mas no esperes que la próxima vez la niña te salve.
Assur Black**- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 296
Fecha de inscripción : 01/09/2016
Re: Vermillion {priv.}
Cuando vio a Assur detenerse algo saltó en su pecho, y eso que su corazón no latía. Era una inmensa alegría por comprobar que no estaba equivocada cuando sentía que el vampiro no era el mal más oscuro, que era capaz de perdonar una vida, aunque fuera momentáneamente, y que lo hacía porque ella se lo había pedido. ¡Desde luego que no era un monstruo!
Él mismo le dijo queno era un dios pero rozaba casi la perfección. Los dioses tenían una cólera terrible, pero también cosas buenas, y ella acababa de verlo. Lo que no esperaba es que le dijese que se quedara con Drakul. ¿Ya no la quería con él? pero si había ido a buscarla!! le dijo a Drakul que le devolviera lo suyo... y ahora se marchaba. ¿qué le había hecho cambiar de parecer?
Posiblemente se hubiera dado cuenta de que ella era un lastre. Assur no quería detenerse, aunque hubiera sesgado la vida del otro vampiro, y ella lo había puesto en ese compromiso. Ya se lo dijo la morena del hotel, no valía nada, sólo le daba problemas, ya había abusado demasiado de su escasa paciencia y caridad. ¡Pero ella había sentido que de alguna manera le importaba! como se preocupa un padre por una hija que está perdida, como se preocupa el pastor del rebaño... o quizás fuera su mente rota la que la hacía pensar cosas inexistentes.
Fuera como fuese, soltó la estaca, que cayó al suelo retumbando en el silencio de esas paredes y corrió tras Assur. Si no la quería con él, lo escucharía de sus labios y obedecería, pero no iba a dejarlo marchar así. Se abrazó a Assur por la espalda pegando la mejilla a su omóplato. Su voz sonó débil, temblorosa.
— Assur!!... Assur!! no quiero quedarme!! quiero ir contigo!! lo siento... no debí salir pero esa mujer me dijo que te molestaba, que te dejara libre porque soy una carga y un lastre y... creo que es verdad, que debería dejarte en paz. Pero no quiero hacerlo, eres mi sol y...— se calló porque así no arreglaba nada, sólo sonaba desvalida e inútil.— si quieres que me quede... me quedaré.
Agachó la cabeza y lo soltó, mirando al suelo, como un crío que ha hecho alguna travesura y ahora espera el castigo que merece.
Él mismo le dijo queno era un dios pero rozaba casi la perfección. Los dioses tenían una cólera terrible, pero también cosas buenas, y ella acababa de verlo. Lo que no esperaba es que le dijese que se quedara con Drakul. ¿Ya no la quería con él? pero si había ido a buscarla!! le dijo a Drakul que le devolviera lo suyo... y ahora se marchaba. ¿qué le había hecho cambiar de parecer?
Posiblemente se hubiera dado cuenta de que ella era un lastre. Assur no quería detenerse, aunque hubiera sesgado la vida del otro vampiro, y ella lo había puesto en ese compromiso. Ya se lo dijo la morena del hotel, no valía nada, sólo le daba problemas, ya había abusado demasiado de su escasa paciencia y caridad. ¡Pero ella había sentido que de alguna manera le importaba! como se preocupa un padre por una hija que está perdida, como se preocupa el pastor del rebaño... o quizás fuera su mente rota la que la hacía pensar cosas inexistentes.
Fuera como fuese, soltó la estaca, que cayó al suelo retumbando en el silencio de esas paredes y corrió tras Assur. Si no la quería con él, lo escucharía de sus labios y obedecería, pero no iba a dejarlo marchar así. Se abrazó a Assur por la espalda pegando la mejilla a su omóplato. Su voz sonó débil, temblorosa.
— Assur!!... Assur!! no quiero quedarme!! quiero ir contigo!! lo siento... no debí salir pero esa mujer me dijo que te molestaba, que te dejara libre porque soy una carga y un lastre y... creo que es verdad, que debería dejarte en paz. Pero no quiero hacerlo, eres mi sol y...— se calló porque así no arreglaba nada, sólo sonaba desvalida e inútil.— si quieres que me quede... me quedaré.
Agachó la cabeza y lo soltó, mirando al suelo, como un crío que ha hecho alguna travesura y ahora espera el castigo que merece.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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