La estatua del jardín botánico {Libre}

por **Lizaveta** Jue Mar 02, 2017 9:50 am

Lizaveta no era precisamente una persona paciente, al menos no con los niños, o con los adolecentes o con los adultos o con cualquiera que rebasara el nivel de poca paciencia que se esforzaba en mantener, habían muchas cosas que le irritaban, sobretodo el sobre cumulo de personas concentradas en un solo lugar y el tener que viajar a París, la ciudad mas apestosa, sucia y sobrepoblada ala que le gustara o no tenia que visitar una vez cada dos mese, mas o menos, era algo que la sacaba de quicio.

Continua caminando por las calles hasta llegar a al jardín botánico, mientras camina acaricia las plantas como si se trataran de amigas, sus labios dejan atrás aquella mueca de molestia y es suplantada al curvarse los labios por una delicada sonrisa, sus pasos continúan su camino hasta llegar al enorme invernadero al cual ingresa mas a prisa.

Al entrar, rosa una enredadera y esta se enreda en su dedo como si la planta la detuviera lo que hace que Lizaveta regrese y se agache a susurrar a la planta –Ahora no puedo jugar pequeña pero puede que en un rato mas– la planta se desliza de su dedo y al soltarse se mece por el movimiento. Un ruido se escucha en alguna parte del invernadero a lo que la bruja se incorpora sin miedo ni asombro, tan fresca y descuidada como entro al recinto de aquellas plantas y venenosa plantas. Ha venido por una de ellas y no se ira hasta obtenerla.

por **Arabella Gonzaga** Sáb Mar 25, 2017 10:37 am

Ajuar de Arabella

Caminar...El simple acto era relajante, un paso, dos pasos, tres...diez y luego perder la cuenta porque era algo que desde que se aprendía siendo niño se había convertido en algo inherente. Encontrar maravillas en el camino, sentir como el viento tocaba su piel y ante todo, estar en soledad un largo rato, debía reconocer que la sociedad noble -fuera la que fuera- resultaba algo asfixiante. El lugar elegido de hoy fue el jardín botánico de París, una maravilla según las damas de la corte que le habían recibido con amabilidad aún siendo una extranjera, Arabella encontraba ciertos parecidos entre Francia e Italia, aunque eso seguramente era mejor que guardara como opinión propia entre los suyos.

La pelirroja observaba con calma cada planta del lugar, sonreía mientras llenaba sus pulmones inhalando profundo el puro aire que el santuario en medio del mundo le brindaba, un pequeño espacio alejado del mundo, un oasis entre el desierto de bullicio, pobreza y aire corrompido de la ciudad. Las parisinas tenían razón, era hermoso y silencioso, le gustaba mientras solo escuchaba el susurro de los pájaros y las ramas mecerse, le reconfortaba escuchar el sonido de sus zapatos de tacón pequeño sobre la senda de cemento que debía seguir y era un regalo a su curiosidad ver damas que como ella parecían disfrutar de lugares como aquellos y como ella, en soledad.

¿Estaba bien interrumpir la introspección del otro? No lo sabía, pero algo le empujó a querer unirse a aquellas dos amigas tan peculiares y diferentes, no pudo evitar sonreír con suavidad y algo de complicidad, porque incluso ella hablaba a las plantas como lo que sabía son, entes llenos de vitalidad y magia.. si sabías pedir y los reconocías con amor y respeto eran capaces de darte el cielo en un hechizo o protegerte como ni el más grande y fiero licántropo u hombre armado jamás lo haría.

Se acercó a la joven con cabellos similares a los suyos y se inclinó haciendo una reverencia... Jamás había sido buena detectando jerarquías sociales, jamás había sido en realidad algo que le importara para relacionarse, así que el trato sería igual al que daría a cualquiera. - Buena tarde, milady.-habló en francés mezclado con su grácil acento italiano, sonrió cortés y amistosa. - Parece que alguien no desea dejaros ir.- curvando aún más sus labios una sonrisilla divertida y sonora escapó de ellos, llegó a su lado posando su índice derecho sobre una de las hojas de la enredadera observando su extensión y magnitud, tan poderosa y tan sinuosa, sutil, delicada y magnífica, casi siempre desapercibida a los humanos.

- ¿Cuántos secretos divertidos sabrán y guardaran?- preguntó obnubilada y divertida ante la idea. ¿Cuántas parejas habría escuchado prometerse amor, cuántos amantes no habría visto demostrar sus deseos en la oscuridad, incontables loas que habrían llorado queriendo encontrar abrigo y consuelo ante su presencia, cuántos hombres y mujeres de corazón oscuro no habrían mostrado sus verdaderas intenciones ante ella, cuántos crímenes y abusos, cuántas plantas hermanas no habría visto nacer y cuántas lunas sus miles de ojos y brazos habrían sabido extinguirse?

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