Anochecer en el jardín - Libre

Hacia días que algo en el interior de Ninel, le decía que se encontraba en peligro, su instinto, y los años en que había estado unida al vampiro, le confirmaban que sus apreciaciones no podían estar tan equivocadas. Él, estaba cerca, y si no era él, algún otro ser que se encontraba unido a los designios de el vampiro, que alguna vez fue su amo. Aquella posibilidad, le había hecho perder el apetito, ademas de despertar en su interior, el deseo por esa droga que hacía meses que no consumía.

La ansiedad, le había llevado a distanciarse un poco de Fagan, aunque en verdad no lo deseaba, sabía muy bien del odio visceral entre los lobos y los vampiros, y lo que menos deseaba era que su amado Fagan fuera herido. Por eso, muy temprano en la mañana, había salido de su residencia, tomado un coche de alquiler hasta el centro de la ciudad y allí había vagado por horas, sin rumbo fijo, dejando que sus pensamientos volaran. Se había parado delante de algunos escaparates, pensando en cual sería el traje que mejor le sentaría al lobo, pero terminaba pensando en el vampiro, entonces sacudía su cabeza, frotaba sus ojos con la yema de sus dedos, y resoplaba angustiada, ¿acaso el inmortal la estaba llamando de alguna manera? ¿o solo se trataba de un efecto por la falta de aquella sangre que la había alimentado por tanto tiempo? ¿acaso todo su esfuerzo por alejarse de aquel demonio, sería en vano? de solo pensar su piel se erizaba. No, no dejaría que todo el esfuerzo fuera en vano, por lo que intentó poner sus pensamientos en otro tema, en otra actividad.

Fue en busca de esa necesidad imperiosa de pensar en otra cosa, que no fuera el sabor de la sangre vampirica, deslizándose por su garganta, que volvió a tomar un coche de alquiler, pero ésta vez, no se dirigió a su hogar, sino que pidió que la llevara hasta el jardín botánico, puesto que solo eran un poco mas de las dos de la tarde y para el anochecer, faltaban unas cuantas horas, bien podía hacerse una pequeña escapada. Al llegar, decidió tomar el camino que la conducía a un invernadero, allí, por la maravilla de los avances tecnológicos, barras de hielo, y diferentes sistemas de polea, que hacían girar un tipo de molino, el aire se podía sentir un poco mas fresco, haciendo que las plantas, típicas de zonas mas frías, se sintieran a gusto. Ella, que como las plantas, pertenecía a un lugar mas frío, se sintió como en casa, haciendo que esa sensación en su pecho, disminuyera, aunque no se esfumara por completo.  Un poco mas tranquila, decidió sentarse en una banca, y pasar allí un par de minutos, hasta que se sintiera totalmente recompuesta, para emprender el regreso al hogar.