A mal día, buena cara

por **Alondra de Castilla** Jue Mar 02, 2017 6:52 pm

Me aburría, no había manera de negar eso. Mi mirada se dirigía una y otra vez hacia la ventana que no hacía mas que mostrar que en el exterior seguía lloviendo. Dejando escapar un suspiro exasperado, mi mirada vagó por la habitación en la que nos encontrábamos mi hermana y yo, era consciente de que nos esperaba, de nuevo, una de esas largas y aburridas clases sobre la historia del país. ¿A quién realmente le interesaba aquello que había pasado años atrás? A mi, por supuesto no. Un leve mohín se formó en mis labios en el momento en el que, para mi disgusto, la puerta se abrió, dando paso al profesor que entró con su habitual pose. Una leve y fugaz sonrisa se formó en mis labios en el momento en el que la mirada de mi hermana se encontraba con la mía antes de que el profesor empezara a regañarnos, cómo de costumbre, a pesar de que aún no habíamos hecho nada... aún, antes de que nos ofreciera una taza de chocolate caliente si nos portábamos bien. Dejando escapar un suspiro, la imagen de la deliciosa taza de chocolate caliente se formó en mi mente con total claridad, dulce y deliciosa, pero la deseché tan pronto como fui capaz. No me bastaba la idea de una futura taza de chocolate caliente, no cuando tendría que esperar a que una clase eterna terminase, y no cuando no habría garantía de que, si me quedaba quieta, la tuviéramos. Una sonrisa traviesa se formó en mis labios en el momento en que el profesor nos dio la espalda, dispuesto a empezar a dar su clase, momento que aproveché para empezar con aquello que solía hacer el tedio de estas clases un poco mas... llevadero. Con una sonrisa angelical hacia mi hermana y en total silencio, empecé a imitar con bastante certeza cada uno de los movimientos que hacía el profesor de espaldas a nosotras, exagerándolos hasta el punto en que éstos se volvían de serios y profesionales a cómicos y graciosos mientras mis labios gesticulaban sin decir palabra. En el momento en que presentí que el profesor iba a darse la vuelta para comprobar que estábamos prestando la debida atención a su clase, mis movimientos cesaron y mi mirada se dirigió hacia él, fingiendo tan bien cómo era capaz un interés que, en realidad, no sentía. Una sonrisa dulce y angelical apareció justo en el momento en que éste se giró para mirarnos; ante mi aparente atención, su ceño se frunció, buscando cualquier cosa que pudiera ser la causa de mi interés, puesto que éste sabía, tan bien como yo y mi hermana, la gran falta de interés que tenía por todas y cada una de sus clases y mi incapacidad de permanecer... quieta.