AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Corazón, dame algo de razón (Kiara)
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Corazón, dame algo de razón (Kiara)
La luna estaba casi redonda sobre su cabeza y su luz todo lo iluminaba. El río que corría bajo sus pies parecía brillar, como si fuese de plata, como si fuese un espejo.
“Las noches de luna llena son peligrosas, Iva”, le había dicho su hermano, pero a ella no le importaba. No apuraría su paso porque aún debían faltar unos dos días para que la luna se completase del todo.
Regresaba del trabajo, la medianoche había pasado hacía tiempo. Creía que serían como las cuatro de la madrugada.
Ivasmila sabía que no debía demorarse en cruzar aquel puente, tenía que llegar a su casa -esa que compartía con su hermano mayor-, pero se sentía tentada a hacer algo que siempre había deseado: subirse al borde y caminar por allí.
Estás loca, Iva. Siempre haces estupideces. Morirás. ¡Hace tanto frío hoy! No sabes volar. ¿Y si caes? ¡Sí, cáete!
La voz de su mente volvió a ensañarse con ella, pero no le prestaría atención.
No había nadie más allí, era tarde, solo alguien insensata como ella podría cruzar ese puente a esas horas. Con dificultad se encaramó al murillo de contención derecho y sobre él se puso de pie. No era muy ancho, a penas cabían sus dos pies si los ponía uno junto al otro. No lo pensó demasiado y extendió sus brazos para equilibrar su cuerpo y comenzó a andar.
Una ráfaga de viento fuerte hizo que su caperuza resbalase de su cabeza y su larga cabellera rubia ondeó en libertad, pero ella no detuvo su andar.
Fantaseaba con caer. Muchas veces, en el último tiempo, había pensado en cuál era la mejor manera de morir. ¿El fuego? ¿El veneno? ¿Qué la golpearan hasta matarla? ¿Qué la acuchillasen? Así había muerto su esposo…
Iva frenó sus pasos sobre aquella cornisa -ya a mitad de camino- y miró hacia su lado derecho, el río parecía una joya plateada digna de cualquier miembro de la realeza… Pero estaba allí para ella, para una simple, y aprendiz, bailarina del cabaret.
Suspiró, caer de allí no sería una mala manera de morir. Su hermano jamás se enteraría, su padre –que vivía en Prusia- tampoco. Sólo dirían, ¿qué habrá sucedido con Ivasmila, la única mujer de nuestra familia? ¿Se habrá fugado con algún amor? Un momento, ¿cómo es posible que alguien la amase tanto como para llevársela? No, nadie ama a Ivasmila ya... ¿Dónde estará Iva, la única loca de nuestra familia? Y nunca sabrían que ella solo había caído sobre un río hecho de plata.
Volvió a mirar hacia abajo, aún quieta sobre el murillo. ¿Sería capaz de saltar? ¿Podría hacer algo como aquello? Ivasmila solo era valiente en los momentos difíciles, en las situaciones límites. ¿Acaso se podía ser valiente en otras circunstancias? Nadie tiene coraje en los momentos felices de la vida, pues no es necesario. La gente normal no muestra su valía en las fiestas o en las borracheras, solo en los momentos de temor y angustia. ¿Estaba asustada ella ahora? ¿Estaba angustiada?
No pudo responderse esas preguntas. Una mano fuerte la aferró por el tobillo, desde abajo, y ella se volvió, con temor a ser empujada.
“Las noches de luna llena son peligrosas, Iva”, le había dicho su hermano, pero a ella no le importaba. No apuraría su paso porque aún debían faltar unos dos días para que la luna se completase del todo.
Regresaba del trabajo, la medianoche había pasado hacía tiempo. Creía que serían como las cuatro de la madrugada.
Ivasmila sabía que no debía demorarse en cruzar aquel puente, tenía que llegar a su casa -esa que compartía con su hermano mayor-, pero se sentía tentada a hacer algo que siempre había deseado: subirse al borde y caminar por allí.
Estás loca, Iva. Siempre haces estupideces. Morirás. ¡Hace tanto frío hoy! No sabes volar. ¿Y si caes? ¡Sí, cáete!
La voz de su mente volvió a ensañarse con ella, pero no le prestaría atención.
No había nadie más allí, era tarde, solo alguien insensata como ella podría cruzar ese puente a esas horas. Con dificultad se encaramó al murillo de contención derecho y sobre él se puso de pie. No era muy ancho, a penas cabían sus dos pies si los ponía uno junto al otro. No lo pensó demasiado y extendió sus brazos para equilibrar su cuerpo y comenzó a andar.
Una ráfaga de viento fuerte hizo que su caperuza resbalase de su cabeza y su larga cabellera rubia ondeó en libertad, pero ella no detuvo su andar.
Fantaseaba con caer. Muchas veces, en el último tiempo, había pensado en cuál era la mejor manera de morir. ¿El fuego? ¿El veneno? ¿Qué la golpearan hasta matarla? ¿Qué la acuchillasen? Así había muerto su esposo…
Iva frenó sus pasos sobre aquella cornisa -ya a mitad de camino- y miró hacia su lado derecho, el río parecía una joya plateada digna de cualquier miembro de la realeza… Pero estaba allí para ella, para una simple, y aprendiz, bailarina del cabaret.
Suspiró, caer de allí no sería una mala manera de morir. Su hermano jamás se enteraría, su padre –que vivía en Prusia- tampoco. Sólo dirían, ¿qué habrá sucedido con Ivasmila, la única mujer de nuestra familia? ¿Se habrá fugado con algún amor? Un momento, ¿cómo es posible que alguien la amase tanto como para llevársela? No, nadie ama a Ivasmila ya... ¿Dónde estará Iva, la única loca de nuestra familia? Y nunca sabrían que ella solo había caído sobre un río hecho de plata.
Volvió a mirar hacia abajo, aún quieta sobre el murillo. ¿Sería capaz de saltar? ¿Podría hacer algo como aquello? Ivasmila solo era valiente en los momentos difíciles, en las situaciones límites. ¿Acaso se podía ser valiente en otras circunstancias? Nadie tiene coraje en los momentos felices de la vida, pues no es necesario. La gente normal no muestra su valía en las fiestas o en las borracheras, solo en los momentos de temor y angustia. ¿Estaba asustada ella ahora? ¿Estaba angustiada?
No pudo responderse esas preguntas. Una mano fuerte la aferró por el tobillo, desde abajo, y ella se volvió, con temor a ser empujada.
Última edición por Ivasmila Pekkus el Lun Mar 06, 2017 10:38 am, editado 1 vez
And in the middle of my chaos... There was you!
- Arena entre los dedos:
Ivasmila Pekkus- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 08/12/2016
Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
Bella, hermosa y galante, tan hermosa y con espinas
¡Auch! Tu color es rojo porque siempre sacas la sangre de uno
Pero roja como la sangre te ves más hermosa y dolorosa
Placer y dolor, tentaciones y lágrimas…más bellas no puedes ser
¡Auch! Tu color es rojo porque siempre sacas la sangre de uno
Pero roja como la sangre te ves más hermosa y dolorosa
Placer y dolor, tentaciones y lágrimas…más bellas no puedes ser
Cálidos vientos que acogen los cabellos de una joven cuyos pasos se han derivado por los callejones, lentos y casi imperceptibles cual caminar de ángel, sus dedos acarician las paredes empedradas de la avenida con una sonrisa. Es un juego de ser la caperucita de un lobo por las noches; la larga capa oscura atrapa sus zapatos lisos siendo arrastrada por las grandes piedras que componen la calle. La sonrisa se ensancha a medida que sus pasos le guían por la calzada alejándose del tumulto de gente, siente el fresco al llegar a las cercanías del puente, así como el aroma del agua aun fría pero encantadoramente cálida al bañarse con la fresca noche y con la luz de la luna que desprende un brillo natural en la suave corriente
La intriga, es el momento perfecto para moverse entre los pocos que habitan en la noche. Sus pasos la arrastran hasta llegar al puente marcándose como puesto a la subida de la parte oeste, admirando con esos ojos lo dulce que se ofrece con un deseo palpitante en su corazón arrojarse de ahí para terminar en un vuelo delicado poro todo el canal hasta llegar a su desembocadero. Cuanto deseo de libertad que se siente con la brisa que hace volar sus cabellos oscuros hasta que la cinta desata volando lejos. Es ello que lleva a su mirada clavarse en una joven, audaz y muy peligrosa.
Ojos que observan con cautela, la cabeza que se ladea de en lado buscando similitud entre el ave y aquella joven, pero no hay nada; sus pasos se dirigen con prisa y cautela hasta estar lo más cerca, más el cuerpo puede vencer y en un momento su mano se toma con fuerza del tobillo de la joven intrépida, marca su mano en la piel y con su sonrisa en aquel rostro mantiene la calma, pero su corazón aun palpita con fuerza gritándole al oído que deje también en libertad y aun así no la deja caer al sentir esa corriente en su mano al retirarla — Señorita, ¿se encuentra bien? — pregunta confusa sin delatar aun más su acción,
La mano que se retira acercándose al borde del puento visualizando mejor la silueta de ambas reflejada en el agua que se agita con el caer de su cinta revolviéndolo todo como los pensamientos — ¿Acaso necesita ayuda? — vuelve a preguntar pero esta vez sin observar a la mujer, solo mira el agua hasta que se calma.
Kiara Zając
Kiara Zając- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 12/09/2014
Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
Sintió temor. No porque el gesto de la joven que la sujetaba fuese amenazante o violento, sino porque no la había visto ni oído llegar. Al parecer era muy sigilosa, o Ivasmila demasiado insensata, porque hacía solo unos minutos estaba completamente sola en el puente nuevo, mas ahora aquella mujer se había acercado a ella y la tomaba por el tobillo.
Desde la altura que el murillo le daba, le sonrió a modo de saludo, intrigada. ¿Debía, acaso, bajarse de allí? La desconocida la creería loca… y no estaría demasiado equivocada en ese concepto, pero a Ivasmila no le importaba realmente.
-Buenas noches, señorita –le dijo-, estoy bien. Solo quería ver… -dudó antes de completar la frase, ¿qué había querido ver al subirse allí?- el río, quería ver mejor el río… ¡Es una noche tan hermosa! ¿Alguna vez sintió deseos de saber volar? –le preguntó, entusiasmada, y extendió sus brazos, cerrando los ojos-. Sería realmente maravilloso.
Respiró profundo, aún sin ver, y disfrutó durante dos o tres segundos de la sensación del viento frío chocando con su rostro, con los brazos abiertos recibía aquella energía de la noche, de la luna y el río. Luego volvió a la realidad, con pesar, y comenzó a bajar del murillo. Ya había estado bien de todo aquello, pero volvería a hacerlo alguna otra noche porque la sensación –mezcla perfecta de adrenalina y excitación- le había fascinado, era lo que necesitaba luego de una noche de mucho baile.
Se paró junto a la mujer que la observaba y volvió a hablarle:
-¿Qué haces por aquí a estas horas? Puede ser peligroso –tuteándola, repitió las palabras que siempre le decía su hermano mayor, pero que ella no obedecía-. Me llamo Ivasmila, ¿y tú?
Desde la altura que el murillo le daba, le sonrió a modo de saludo, intrigada. ¿Debía, acaso, bajarse de allí? La desconocida la creería loca… y no estaría demasiado equivocada en ese concepto, pero a Ivasmila no le importaba realmente.
-Buenas noches, señorita –le dijo-, estoy bien. Solo quería ver… -dudó antes de completar la frase, ¿qué había querido ver al subirse allí?- el río, quería ver mejor el río… ¡Es una noche tan hermosa! ¿Alguna vez sintió deseos de saber volar? –le preguntó, entusiasmada, y extendió sus brazos, cerrando los ojos-. Sería realmente maravilloso.
Respiró profundo, aún sin ver, y disfrutó durante dos o tres segundos de la sensación del viento frío chocando con su rostro, con los brazos abiertos recibía aquella energía de la noche, de la luna y el río. Luego volvió a la realidad, con pesar, y comenzó a bajar del murillo. Ya había estado bien de todo aquello, pero volvería a hacerlo alguna otra noche porque la sensación –mezcla perfecta de adrenalina y excitación- le había fascinado, era lo que necesitaba luego de una noche de mucho baile.
Se paró junto a la mujer que la observaba y volvió a hablarle:
-¿Qué haces por aquí a estas horas? Puede ser peligroso –tuteándola, repitió las palabras que siempre le decía su hermano mayor, pero que ella no obedecía-. Me llamo Ivasmila, ¿y tú?
And in the middle of my chaos... There was you!
- Arena entre los dedos:
Ivasmila Pekkus- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 08/12/2016
Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
El viento como siempre aliado y enemigo de todos agitó constantemente no solo los cabellos de ambas damas sin o también las fuerzas de las palabras dejando en su lugar un vacío que se llena en la mirada ajena. Ojos cándidos que observan como las frías corrientes de la brisa hacen posible el sueño más anhelado de un alma que ha sucumbido en su austera soledad; una mirada que se ilumina con el solo pronunciar de una palabra.
Mano amiga que se deshace del agarre lentamente, tal como llego y sin previo aviso se posan sobre el borde del puente elevando así el cuerpo delgado hasta quedar sentado sobre este, las largas piernas cuelgan del otro lado directo al agua y su pecho inspira con fuerza el aire nocturno llenándose de ese momento tan cálido para el alma de un ave. Sus mirada se elevó para plasmar una sonrisa cándida en su rostro, entendiendo perfectamente las palabras de la joven que descendía del bordillo; sus manos se posan con fuerza sujetando su cuerpo que no haría falta, si llegase el momento sería una pequeña ave la que saldría con paso fugaz tocando el agua.
a intriga, es el momento perfecto para moverse entre los pocos que habitan en la noche. Sus pasos la arrastran hasta llegar al puente marcándose como puesto a la subida de la parte oeste, admirando con esos ojos lo dulce que se ofrece con un deseo palpitante en su corazón arrojarse de ahí para terminar en un vuelo delicado poro todo el canal hasta llegar a su desembocadero. Cuanto deseo de libertad que se siente con la brisa que hace volar sus cabellos oscuros hasta que la cinta desata volando lejos. Es ello que lleva a su mirada clavarse en una joven, audaz y muy peligrosa.
Ojos que se clavan a la sombra ya calmada del río, es la voz que se desprende en aquel momento — Y las aves siempre piensan como sería ser como nosotros y caminar, tocar— el murmuro que se apaga por la sonrisa nuevamente al ver los ojos claros de la dama a la que ha interrumpido — Lamento mucho haberla interrumpido en su momento de libertad, mi señora, me siento mal y culpable por ello, si mirar el rio es lo que deseaba ¿Por qué se detiene? Ahora nada le impide mi señora y puede estar segura que yo no diré nada a nadie— una amplia y fresca como verdadera sonrisa se dibuja en esos labios rosados.
De pie, imitando a la joven se levanta en el bordillo del puente, sus manos abiertas sintiendo el golpe de la brisa en su rostro así como su cabello, no hay duda, su espíritu es de un ave que ahora busca el correr libremente por los cielos pero calla y solo imagina que lo hace de aquella forma —Es muy maravilloso, pero un ave no vuela para siempre en algún momento debe tocar tierra para descansar o de lo contrario terminaría muerto en algún lugar, olvidado y abandonado por eso hace su casa en tierra para tener algún lugar donde volver, si solo volara moriría solo— extiende la mano a la joven para que suba junto a ella —Mi trabajo me mantiene hasta altas horas de la noche, incluso más allá de lo permitido, pero no es malo quizás la mala sea yo que no pueda dejar de estar ahí disfrutando de la bella compañía que las flores emiten en ciertos momentos, lamento si la asuste, no era mi intención, siempre me han llamado por tener un paso sigiloso e imperceptible, como un ave mismo— esa suave sonrisa que reflejó un deje, pequeño, de una tristeza antigua producto de un recuerdo del pasado que desvió con una sonrisa
Su espalda contra el claro del río y esa sonrisa que oculta su tristeza se cambia por una voz suave y melodiosa como un susurro nocturno —Un gran placer, mi señora Ivasmila, solo soy una humilde servidora, a quien puede llamar Kiara, mi señora— una reverencia bien elaborada sin caerse del bordillo con sus manos tomando los pliegues de su vestido inclinando la cabeza hacia la dama.
Mano amiga que se deshace del agarre lentamente, tal como llego y sin previo aviso se posan sobre el borde del puente elevando así el cuerpo delgado hasta quedar sentado sobre este, las largas piernas cuelgan del otro lado directo al agua y su pecho inspira con fuerza el aire nocturno llenándose de ese momento tan cálido para el alma de un ave. Sus mirada se elevó para plasmar una sonrisa cándida en su rostro, entendiendo perfectamente las palabras de la joven que descendía del bordillo; sus manos se posan con fuerza sujetando su cuerpo que no haría falta, si llegase el momento sería una pequeña ave la que saldría con paso fugaz tocando el agua.
a intriga, es el momento perfecto para moverse entre los pocos que habitan en la noche. Sus pasos la arrastran hasta llegar al puente marcándose como puesto a la subida de la parte oeste, admirando con esos ojos lo dulce que se ofrece con un deseo palpitante en su corazón arrojarse de ahí para terminar en un vuelo delicado poro todo el canal hasta llegar a su desembocadero. Cuanto deseo de libertad que se siente con la brisa que hace volar sus cabellos oscuros hasta que la cinta desata volando lejos. Es ello que lleva a su mirada clavarse en una joven, audaz y muy peligrosa.
Ojos que se clavan a la sombra ya calmada del río, es la voz que se desprende en aquel momento — Y las aves siempre piensan como sería ser como nosotros y caminar, tocar— el murmuro que se apaga por la sonrisa nuevamente al ver los ojos claros de la dama a la que ha interrumpido — Lamento mucho haberla interrumpido en su momento de libertad, mi señora, me siento mal y culpable por ello, si mirar el rio es lo que deseaba ¿Por qué se detiene? Ahora nada le impide mi señora y puede estar segura que yo no diré nada a nadie— una amplia y fresca como verdadera sonrisa se dibuja en esos labios rosados.
De pie, imitando a la joven se levanta en el bordillo del puente, sus manos abiertas sintiendo el golpe de la brisa en su rostro así como su cabello, no hay duda, su espíritu es de un ave que ahora busca el correr libremente por los cielos pero calla y solo imagina que lo hace de aquella forma —Es muy maravilloso, pero un ave no vuela para siempre en algún momento debe tocar tierra para descansar o de lo contrario terminaría muerto en algún lugar, olvidado y abandonado por eso hace su casa en tierra para tener algún lugar donde volver, si solo volara moriría solo— extiende la mano a la joven para que suba junto a ella —Mi trabajo me mantiene hasta altas horas de la noche, incluso más allá de lo permitido, pero no es malo quizás la mala sea yo que no pueda dejar de estar ahí disfrutando de la bella compañía que las flores emiten en ciertos momentos, lamento si la asuste, no era mi intención, siempre me han llamado por tener un paso sigiloso e imperceptible, como un ave mismo— esa suave sonrisa que reflejó un deje, pequeño, de una tristeza antigua producto de un recuerdo del pasado que desvió con una sonrisa
Su espalda contra el claro del río y esa sonrisa que oculta su tristeza se cambia por una voz suave y melodiosa como un susurro nocturno —Un gran placer, mi señora Ivasmila, solo soy una humilde servidora, a quien puede llamar Kiara, mi señora— una reverencia bien elaborada sin caerse del bordillo con sus manos tomando los pliegues de su vestido inclinando la cabeza hacia la dama.
Kiara Zając
Kiara Zając- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 12/09/2014
Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
No sabía de dónde había surgido aquella joven ni cómo había llegado ante ella, pero le encantaba disfrutar de su compañía. Había llegado justo a tiempo pues no podía sentirse más sola, más perdida dentro de sí misma, más confundida… Estaba fascinada por la libertad que había en sus palabras, en sus gestos, en sus miradas. ¡Que maravilloso era sentirse comprendida! ¡Qué bendición no sentirse juzgada o regañada por su comportamiento! Tenía que ser sincera, sabía que lo que había estado haciendo no era muy sensato... ¡pero ya tenía diecinueve años! Podía hacer lo que quisiera sin que nadie se entrometiese.
Y para más emoción, aquella joven desconocida le hablaba de las aves como si las conociera bien, Ivasmila estaba tan eufórica que hasta se puso a dar saltitos allí, ya sobre la seguridad del puente. ¡Siempre había deseado volar y parecía que aquella muchacha tenía el mismo sueño que ella! Al final iba a resultar que no estaba tan loca como creía.
Luego la observó subir y tomar el lugar por el que hacía solo unos minutos ella había caminado de forma equilibrada. En ese momento lo supo: eran muy parecidas. Tal vez en esa noche fría y ventosa, París le estuviera regalando, ¡al fin!, una amiga.
Tomó la mano que ella le ofrecía para subir también y plantarse a su lado. Mientras la muchacha le hablaba acerca de su trabajo –seguramente alguno mucho más fascinante que el que ella tenía-, Ivasmila trepó con su ayuda y recuperó el lugar que hacía unos minutos había tenido.
Le pareció que mientras hablaba había un dejo de nostalgia en su rostro e Iva quiso saber a qué se debía, pero no se lo preguntaría dado que no sería prudente ni educado. De igual forma la mirada de su compañera de aventura cambió rápidamente, como si se hubiese dado cuenta, y su tristeza fue reemplazada por una sonrisa.
Ella hizo una reverencia perfecta, pero Iva temió que cayera puesto que estaban sobre el murillo, y se presentó como Kiara.
-Es un placer para mí también –le sonrió, maravillada por su audacia, por ese despliegue de elegante valentía-. ¿Dónde trabajas, Kiara? Seguro que es un lugar hermoso, dado que vuelves de tu empleo llena de felicidad, al parecer...
De seguro Kiara trabajara en un lugar mucho más refinado y emocionante que el Cabaret –lugar donde Ivasmila había comenzado, hacía poco, a desempeñarse como bailarina-, dedujo que sería alguno lleno de flores por lo que le había dicho hacía solo unos momentos.
Y para más emoción, aquella joven desconocida le hablaba de las aves como si las conociera bien, Ivasmila estaba tan eufórica que hasta se puso a dar saltitos allí, ya sobre la seguridad del puente. ¡Siempre había deseado volar y parecía que aquella muchacha tenía el mismo sueño que ella! Al final iba a resultar que no estaba tan loca como creía.
Luego la observó subir y tomar el lugar por el que hacía solo unos minutos ella había caminado de forma equilibrada. En ese momento lo supo: eran muy parecidas. Tal vez en esa noche fría y ventosa, París le estuviera regalando, ¡al fin!, una amiga.
Tomó la mano que ella le ofrecía para subir también y plantarse a su lado. Mientras la muchacha le hablaba acerca de su trabajo –seguramente alguno mucho más fascinante que el que ella tenía-, Ivasmila trepó con su ayuda y recuperó el lugar que hacía unos minutos había tenido.
Le pareció que mientras hablaba había un dejo de nostalgia en su rostro e Iva quiso saber a qué se debía, pero no se lo preguntaría dado que no sería prudente ni educado. De igual forma la mirada de su compañera de aventura cambió rápidamente, como si se hubiese dado cuenta, y su tristeza fue reemplazada por una sonrisa.
Ella hizo una reverencia perfecta, pero Iva temió que cayera puesto que estaban sobre el murillo, y se presentó como Kiara.
-Es un placer para mí también –le sonrió, maravillada por su audacia, por ese despliegue de elegante valentía-. ¿Dónde trabajas, Kiara? Seguro que es un lugar hermoso, dado que vuelves de tu empleo llena de felicidad, al parecer...
De seguro Kiara trabajara en un lugar mucho más refinado y emocionante que el Cabaret –lugar donde Ivasmila había comenzado, hacía poco, a desempeñarse como bailarina-, dedujo que sería alguno lleno de flores por lo que le había dicho hacía solo unos momentos.
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Ivasmila Pekkus- Humano Clase Media
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Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
Brazos extendidos como si fueran las alas de un ave en pleno vuelo, surte en un planeo ligero y suave siguiendo las frías pero cálidas corrientes del viento que eleva el espíritu de aquella ave de cabellos negros que se agitan fuertemente, volando libremente con la sonrisa en su rostro y esos ojos claros que se ocultan tras los parpados de manera serena y tranquila disfrutando del momento y compañía.
Delicados dedos que se juntan en una sutil caricia, jugueteando con los ajenos, tomándose al final para evitar caer, temiendo por la vida de quien no podría evitar el escape de la muerte, la sujeta con fuerza y delicadeza sonriéndole con la amabilidad y aquel brillo tan servicial — Mi señora, todo trabajo es bello si nos produce el placer y satisfacción de hacer aquello que nos guste, de sentirnos útiles en este mundo y que hemos hecho algo que nadie más lo haría— murmura como un suave canto de su voz con esa sonrisa que ilumina sus ojos observando atenta a la joven junto a ella
Pasos delicados que mantienen su equilibrio ayudada por sus brazos extendidos, camina por el bordillo con una risilla que se escapa de entre su s labios siguiendo más la corriente del viento, algo que puede hacer por su ansia de soltarse y mostrar sus plumas en post de su libertad nocturna, pero se detiene tanto que solo muerde sus labios al estar dando esos pasos lentos y contados —Pero si mi señora desea saberlo, le diré que mi trabajo es estar rodeada de flores, de pasillos de secciones con los matices de las flores, laberintos, arboledas y rosales a las que uno debe atender. Soy una simple supervisora en el jardín botánico de esta ciudad, mi señora— detiene su andar girando en un solo pie, dando el camino de regreso y estar frente a ella, observando mejor la silueta de la joven —Y ahora, me ha dado una curiosidad ¿a qué se dedica mi señora, para tener ese rostro? ¿Acaso su trabajo no le da felicidad, mi señora?— ladea la cabeza preguntándose, mostrando lentamente una nueva sonrisa de preocupación con sus cejas curvadas y esa delicada mano que se extiende para llevar un mechón de cabello dorado tras la oreja de la joven.
Delicados dedos que se juntan en una sutil caricia, jugueteando con los ajenos, tomándose al final para evitar caer, temiendo por la vida de quien no podría evitar el escape de la muerte, la sujeta con fuerza y delicadeza sonriéndole con la amabilidad y aquel brillo tan servicial — Mi señora, todo trabajo es bello si nos produce el placer y satisfacción de hacer aquello que nos guste, de sentirnos útiles en este mundo y que hemos hecho algo que nadie más lo haría— murmura como un suave canto de su voz con esa sonrisa que ilumina sus ojos observando atenta a la joven junto a ella
Pasos delicados que mantienen su equilibrio ayudada por sus brazos extendidos, camina por el bordillo con una risilla que se escapa de entre su s labios siguiendo más la corriente del viento, algo que puede hacer por su ansia de soltarse y mostrar sus plumas en post de su libertad nocturna, pero se detiene tanto que solo muerde sus labios al estar dando esos pasos lentos y contados —Pero si mi señora desea saberlo, le diré que mi trabajo es estar rodeada de flores, de pasillos de secciones con los matices de las flores, laberintos, arboledas y rosales a las que uno debe atender. Soy una simple supervisora en el jardín botánico de esta ciudad, mi señora— detiene su andar girando en un solo pie, dando el camino de regreso y estar frente a ella, observando mejor la silueta de la joven —Y ahora, me ha dado una curiosidad ¿a qué se dedica mi señora, para tener ese rostro? ¿Acaso su trabajo no le da felicidad, mi señora?— ladea la cabeza preguntándose, mostrando lentamente una nueva sonrisa de preocupación con sus cejas curvadas y esa delicada mano que se extiende para llevar un mechón de cabello dorado tras la oreja de la joven.
Kiara Zając
Kiara Zając- Cambiante Clase Media
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