AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Corazón, dame algo de razón (Kiara)
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Corazón, dame algo de razón (Kiara)
La luna estaba casi redonda sobre su cabeza y su luz todo lo iluminaba. El río que corría bajo sus pies parecía brillar, como si fuese de plata, como si fuese un espejo.
“Las noches de luna llena son peligrosas, Iva”, le había dicho su hermano, pero a ella no le importaba. No apuraría su paso porque aún debían faltar unos dos días para que la luna se completase del todo.
Regresaba del trabajo, la medianoche había pasado hacía tiempo. Creía que serían como las cuatro de la madrugada.
Ivasmila sabía que no debía demorarse en cruzar aquel puente, tenía que llegar a su casa -esa que compartía con su hermano mayor-, pero se sentía tentada a hacer algo que siempre había deseado: subirse al borde y caminar por allí.
Estás loca, Iva. Siempre haces estupideces. Morirás. ¡Hace tanto frío hoy! No sabes volar. ¿Y si caes? ¡Sí, cáete!
La voz de su mente volvió a ensañarse con ella, pero no le prestaría atención.
No había nadie más allí, era tarde, solo alguien insensata como ella podría cruzar ese puente a esas horas. Con dificultad se encaramó al murillo de contención derecho y sobre él se puso de pie. No era muy ancho, a penas cabían sus dos pies si los ponía uno junto al otro. No lo pensó demasiado y extendió sus brazos para equilibrar su cuerpo y comenzó a andar.
Una ráfaga de viento fuerte hizo que su caperuza resbalase de su cabeza y su larga cabellera rubia ondeó en libertad, pero ella no detuvo su andar.
Fantaseaba con caer. Muchas veces, en el último tiempo, había pensado en cuál era la mejor manera de morir. ¿El fuego? ¿El veneno? ¿Qué la golpearan hasta matarla? ¿Qué la acuchillasen? Así había muerto su esposo…
Iva frenó sus pasos sobre aquella cornisa -ya a mitad de camino- y miró hacia su lado derecho, el río parecía una joya plateada digna de cualquier miembro de la realeza… Pero estaba allí para ella, para una simple, y aprendiz, bailarina del cabaret.
Suspiró, caer de allí no sería una mala manera de morir. Su hermano jamás se enteraría, su padre –que vivía en Prusia- tampoco. Sólo dirían, ¿qué habrá sucedido con Ivasmila, la única mujer de nuestra familia? ¿Se habrá fugado con algún amor? Un momento, ¿cómo es posible que alguien la amase tanto como para llevársela? No, nadie ama a Ivasmila ya... ¿Dónde estará Iva, la única loca de nuestra familia? Y nunca sabrían que ella solo había caído sobre un río hecho de plata.
Volvió a mirar hacia abajo, aún quieta sobre el murillo. ¿Sería capaz de saltar? ¿Podría hacer algo como aquello? Ivasmila solo era valiente en los momentos difíciles, en las situaciones límites. ¿Acaso se podía ser valiente en otras circunstancias? Nadie tiene coraje en los momentos felices de la vida, pues no es necesario. La gente normal no muestra su valía en las fiestas o en las borracheras, solo en los momentos de temor y angustia. ¿Estaba asustada ella ahora? ¿Estaba angustiada?
No pudo responderse esas preguntas. Una mano fuerte la aferró por el tobillo, desde abajo, y ella se volvió, con temor a ser empujada.
“Las noches de luna llena son peligrosas, Iva”, le había dicho su hermano, pero a ella no le importaba. No apuraría su paso porque aún debían faltar unos dos días para que la luna se completase del todo.
Regresaba del trabajo, la medianoche había pasado hacía tiempo. Creía que serían como las cuatro de la madrugada.
Ivasmila sabía que no debía demorarse en cruzar aquel puente, tenía que llegar a su casa -esa que compartía con su hermano mayor-, pero se sentía tentada a hacer algo que siempre había deseado: subirse al borde y caminar por allí.
Estás loca, Iva. Siempre haces estupideces. Morirás. ¡Hace tanto frío hoy! No sabes volar. ¿Y si caes? ¡Sí, cáete!
La voz de su mente volvió a ensañarse con ella, pero no le prestaría atención.
No había nadie más allí, era tarde, solo alguien insensata como ella podría cruzar ese puente a esas horas. Con dificultad se encaramó al murillo de contención derecho y sobre él se puso de pie. No era muy ancho, a penas cabían sus dos pies si los ponía uno junto al otro. No lo pensó demasiado y extendió sus brazos para equilibrar su cuerpo y comenzó a andar.
Una ráfaga de viento fuerte hizo que su caperuza resbalase de su cabeza y su larga cabellera rubia ondeó en libertad, pero ella no detuvo su andar.
Fantaseaba con caer. Muchas veces, en el último tiempo, había pensado en cuál era la mejor manera de morir. ¿El fuego? ¿El veneno? ¿Qué la golpearan hasta matarla? ¿Qué la acuchillasen? Así había muerto su esposo…
Iva frenó sus pasos sobre aquella cornisa -ya a mitad de camino- y miró hacia su lado derecho, el río parecía una joya plateada digna de cualquier miembro de la realeza… Pero estaba allí para ella, para una simple, y aprendiz, bailarina del cabaret.
Suspiró, caer de allí no sería una mala manera de morir. Su hermano jamás se enteraría, su padre –que vivía en Prusia- tampoco. Sólo dirían, ¿qué habrá sucedido con Ivasmila, la única mujer de nuestra familia? ¿Se habrá fugado con algún amor? Un momento, ¿cómo es posible que alguien la amase tanto como para llevársela? No, nadie ama a Ivasmila ya... ¿Dónde estará Iva, la única loca de nuestra familia? Y nunca sabrían que ella solo había caído sobre un río hecho de plata.
Volvió a mirar hacia abajo, aún quieta sobre el murillo. ¿Sería capaz de saltar? ¿Podría hacer algo como aquello? Ivasmila solo era valiente en los momentos difíciles, en las situaciones límites. ¿Acaso se podía ser valiente en otras circunstancias? Nadie tiene coraje en los momentos felices de la vida, pues no es necesario. La gente normal no muestra su valía en las fiestas o en las borracheras, solo en los momentos de temor y angustia. ¿Estaba asustada ella ahora? ¿Estaba angustiada?
No pudo responderse esas preguntas. Una mano fuerte la aferró por el tobillo, desde abajo, y ella se volvió, con temor a ser empujada.
Última edición por Ivasmila Pekkus el Lun Mar 06, 2017 10:38 am, editado 1 vez
Ivasmila Pekkus- Humano Clase Media
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 08/12/2016
Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
Bella, hermosa y galante, tan hermosa y con espinas
¡Auch! Tu color es rojo porque siempre sacas la sangre de uno
Pero roja como la sangre te ves más hermosa y dolorosa
Placer y dolor, tentaciones y lágrimas…más bellas no puedes ser
¡Auch! Tu color es rojo porque siempre sacas la sangre de uno
Pero roja como la sangre te ves más hermosa y dolorosa
Placer y dolor, tentaciones y lágrimas…más bellas no puedes ser
Cálidos vientos que acogen los cabellos de una joven cuyos pasos se han derivado por los callejones, lentos y casi imperceptibles cual caminar de ángel, sus dedos acarician las paredes empedradas de la avenida con una sonrisa. Es un juego de ser la caperucita de un lobo por las noches; la larga capa oscura atrapa sus zapatos lisos siendo arrastrada por las grandes piedras que componen la calle. La sonrisa se ensancha a medida que sus pasos le guían por la calzada alejándose del tumulto de gente, siente el fresco al llegar a las cercanías del puente, así como el aroma del agua aun fría pero encantadoramente cálida al bañarse con la fresca noche y con la luz de la luna que desprende un brillo natural en la suave corriente
La intriga, es el momento perfecto para moverse entre los pocos que habitan en la noche. Sus pasos la arrastran hasta llegar al puente marcándose como puesto a la subida de la parte oeste, admirando con esos ojos lo dulce que se ofrece con un deseo palpitante en su corazón arrojarse de ahí para terminar en un vuelo delicado poro todo el canal hasta llegar a su desembocadero. Cuanto deseo de libertad que se siente con la brisa que hace volar sus cabellos oscuros hasta que la cinta desata volando lejos. Es ello que lleva a su mirada clavarse en una joven, audaz y muy peligrosa.
Ojos que observan con cautela, la cabeza que se ladea de en lado buscando similitud entre el ave y aquella joven, pero no hay nada; sus pasos se dirigen con prisa y cautela hasta estar lo más cerca, más el cuerpo puede vencer y en un momento su mano se toma con fuerza del tobillo de la joven intrépida, marca su mano en la piel y con su sonrisa en aquel rostro mantiene la calma, pero su corazón aun palpita con fuerza gritándole al oído que deje también en libertad y aun así no la deja caer al sentir esa corriente en su mano al retirarla — Señorita, ¿se encuentra bien? — pregunta confusa sin delatar aun más su acción,
La mano que se retira acercándose al borde del puento visualizando mejor la silueta de ambas reflejada en el agua que se agita con el caer de su cinta revolviéndolo todo como los pensamientos — ¿Acaso necesita ayuda? — vuelve a preguntar pero esta vez sin observar a la mujer, solo mira el agua hasta que se calma.
Kiara Zając- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 74
Fecha de inscripción : 12/09/2014
Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
Sintió temor. No porque el gesto de la joven que la sujetaba fuese amenazante o violento, sino porque no la había visto ni oído llegar. Al parecer era muy sigilosa, o Ivasmila demasiado insensata, porque hacía solo unos minutos estaba completamente sola en el puente nuevo, mas ahora aquella mujer se había acercado a ella y la tomaba por el tobillo.
Desde la altura que el murillo le daba, le sonrió a modo de saludo, intrigada. ¿Debía, acaso, bajarse de allí? La desconocida la creería loca… y no estaría demasiado equivocada en ese concepto, pero a Ivasmila no le importaba realmente.
-Buenas noches, señorita –le dijo-, estoy bien. Solo quería ver… -dudó antes de completar la frase, ¿qué había querido ver al subirse allí?- el río, quería ver mejor el río… ¡Es una noche tan hermosa! ¿Alguna vez sintió deseos de saber volar? –le preguntó, entusiasmada, y extendió sus brazos, cerrando los ojos-. Sería realmente maravilloso.
Respiró profundo, aún sin ver, y disfrutó durante dos o tres segundos de la sensación del viento frío chocando con su rostro, con los brazos abiertos recibía aquella energía de la noche, de la luna y el río. Luego volvió a la realidad, con pesar, y comenzó a bajar del murillo. Ya había estado bien de todo aquello, pero volvería a hacerlo alguna otra noche porque la sensación –mezcla perfecta de adrenalina y excitación- le había fascinado, era lo que necesitaba luego de una noche de mucho baile.
Se paró junto a la mujer que la observaba y volvió a hablarle:
-¿Qué haces por aquí a estas horas? Puede ser peligroso –tuteándola, repitió las palabras que siempre le decía su hermano mayor, pero que ella no obedecía-. Me llamo Ivasmila, ¿y tú?
Desde la altura que el murillo le daba, le sonrió a modo de saludo, intrigada. ¿Debía, acaso, bajarse de allí? La desconocida la creería loca… y no estaría demasiado equivocada en ese concepto, pero a Ivasmila no le importaba realmente.
-Buenas noches, señorita –le dijo-, estoy bien. Solo quería ver… -dudó antes de completar la frase, ¿qué había querido ver al subirse allí?- el río, quería ver mejor el río… ¡Es una noche tan hermosa! ¿Alguna vez sintió deseos de saber volar? –le preguntó, entusiasmada, y extendió sus brazos, cerrando los ojos-. Sería realmente maravilloso.
Respiró profundo, aún sin ver, y disfrutó durante dos o tres segundos de la sensación del viento frío chocando con su rostro, con los brazos abiertos recibía aquella energía de la noche, de la luna y el río. Luego volvió a la realidad, con pesar, y comenzó a bajar del murillo. Ya había estado bien de todo aquello, pero volvería a hacerlo alguna otra noche porque la sensación –mezcla perfecta de adrenalina y excitación- le había fascinado, era lo que necesitaba luego de una noche de mucho baile.
Se paró junto a la mujer que la observaba y volvió a hablarle:
-¿Qué haces por aquí a estas horas? Puede ser peligroso –tuteándola, repitió las palabras que siempre le decía su hermano mayor, pero que ella no obedecía-. Me llamo Ivasmila, ¿y tú?
Ivasmila Pekkus- Humano Clase Media
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 08/12/2016
Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
El viento como siempre aliado y enemigo de todos agitó constantemente no solo los cabellos de ambas damas sin o también las fuerzas de las palabras dejando en su lugar un vacío que se llena en la mirada ajena. Ojos cándidos que observan como las frías corrientes de la brisa hacen posible el sueño más anhelado de un alma que ha sucumbido en su austera soledad; una mirada que se ilumina con el solo pronunciar de una palabra.
Mano amiga que se deshace del agarre lentamente, tal como llego y sin previo aviso se posan sobre el borde del puente elevando así el cuerpo delgado hasta quedar sentado sobre este, las largas piernas cuelgan del otro lado directo al agua y su pecho inspira con fuerza el aire nocturno llenándose de ese momento tan cálido para el alma de un ave. Sus mirada se elevó para plasmar una sonrisa cándida en su rostro, entendiendo perfectamente las palabras de la joven que descendía del bordillo; sus manos se posan con fuerza sujetando su cuerpo que no haría falta, si llegase el momento sería una pequeña ave la que saldría con paso fugaz tocando el agua.
a intriga, es el momento perfecto para moverse entre los pocos que habitan en la noche. Sus pasos la arrastran hasta llegar al puente marcándose como puesto a la subida de la parte oeste, admirando con esos ojos lo dulce que se ofrece con un deseo palpitante en su corazón arrojarse de ahí para terminar en un vuelo delicado poro todo el canal hasta llegar a su desembocadero. Cuanto deseo de libertad que se siente con la brisa que hace volar sus cabellos oscuros hasta que la cinta desata volando lejos. Es ello que lleva a su mirada clavarse en una joven, audaz y muy peligrosa.
Ojos que se clavan a la sombra ya calmada del río, es la voz que se desprende en aquel momento — Y las aves siempre piensan como sería ser como nosotros y caminar, tocar— el murmuro que se apaga por la sonrisa nuevamente al ver los ojos claros de la dama a la que ha interrumpido — Lamento mucho haberla interrumpido en su momento de libertad, mi señora, me siento mal y culpable por ello, si mirar el rio es lo que deseaba ¿Por qué se detiene? Ahora nada le impide mi señora y puede estar segura que yo no diré nada a nadie— una amplia y fresca como verdadera sonrisa se dibuja en esos labios rosados.
De pie, imitando a la joven se levanta en el bordillo del puente, sus manos abiertas sintiendo el golpe de la brisa en su rostro así como su cabello, no hay duda, su espíritu es de un ave que ahora busca el correr libremente por los cielos pero calla y solo imagina que lo hace de aquella forma —Es muy maravilloso, pero un ave no vuela para siempre en algún momento debe tocar tierra para descansar o de lo contrario terminaría muerto en algún lugar, olvidado y abandonado por eso hace su casa en tierra para tener algún lugar donde volver, si solo volara moriría solo— extiende la mano a la joven para que suba junto a ella —Mi trabajo me mantiene hasta altas horas de la noche, incluso más allá de lo permitido, pero no es malo quizás la mala sea yo que no pueda dejar de estar ahí disfrutando de la bella compañía que las flores emiten en ciertos momentos, lamento si la asuste, no era mi intención, siempre me han llamado por tener un paso sigiloso e imperceptible, como un ave mismo— esa suave sonrisa que reflejó un deje, pequeño, de una tristeza antigua producto de un recuerdo del pasado que desvió con una sonrisa
Su espalda contra el claro del río y esa sonrisa que oculta su tristeza se cambia por una voz suave y melodiosa como un susurro nocturno —Un gran placer, mi señora Ivasmila, solo soy una humilde servidora, a quien puede llamar Kiara, mi señora— una reverencia bien elaborada sin caerse del bordillo con sus manos tomando los pliegues de su vestido inclinando la cabeza hacia la dama.
Mano amiga que se deshace del agarre lentamente, tal como llego y sin previo aviso se posan sobre el borde del puente elevando así el cuerpo delgado hasta quedar sentado sobre este, las largas piernas cuelgan del otro lado directo al agua y su pecho inspira con fuerza el aire nocturno llenándose de ese momento tan cálido para el alma de un ave. Sus mirada se elevó para plasmar una sonrisa cándida en su rostro, entendiendo perfectamente las palabras de la joven que descendía del bordillo; sus manos se posan con fuerza sujetando su cuerpo que no haría falta, si llegase el momento sería una pequeña ave la que saldría con paso fugaz tocando el agua.
a intriga, es el momento perfecto para moverse entre los pocos que habitan en la noche. Sus pasos la arrastran hasta llegar al puente marcándose como puesto a la subida de la parte oeste, admirando con esos ojos lo dulce que se ofrece con un deseo palpitante en su corazón arrojarse de ahí para terminar en un vuelo delicado poro todo el canal hasta llegar a su desembocadero. Cuanto deseo de libertad que se siente con la brisa que hace volar sus cabellos oscuros hasta que la cinta desata volando lejos. Es ello que lleva a su mirada clavarse en una joven, audaz y muy peligrosa.
Ojos que se clavan a la sombra ya calmada del río, es la voz que se desprende en aquel momento — Y las aves siempre piensan como sería ser como nosotros y caminar, tocar— el murmuro que se apaga por la sonrisa nuevamente al ver los ojos claros de la dama a la que ha interrumpido — Lamento mucho haberla interrumpido en su momento de libertad, mi señora, me siento mal y culpable por ello, si mirar el rio es lo que deseaba ¿Por qué se detiene? Ahora nada le impide mi señora y puede estar segura que yo no diré nada a nadie— una amplia y fresca como verdadera sonrisa se dibuja en esos labios rosados.
De pie, imitando a la joven se levanta en el bordillo del puente, sus manos abiertas sintiendo el golpe de la brisa en su rostro así como su cabello, no hay duda, su espíritu es de un ave que ahora busca el correr libremente por los cielos pero calla y solo imagina que lo hace de aquella forma —Es muy maravilloso, pero un ave no vuela para siempre en algún momento debe tocar tierra para descansar o de lo contrario terminaría muerto en algún lugar, olvidado y abandonado por eso hace su casa en tierra para tener algún lugar donde volver, si solo volara moriría solo— extiende la mano a la joven para que suba junto a ella —Mi trabajo me mantiene hasta altas horas de la noche, incluso más allá de lo permitido, pero no es malo quizás la mala sea yo que no pueda dejar de estar ahí disfrutando de la bella compañía que las flores emiten en ciertos momentos, lamento si la asuste, no era mi intención, siempre me han llamado por tener un paso sigiloso e imperceptible, como un ave mismo— esa suave sonrisa que reflejó un deje, pequeño, de una tristeza antigua producto de un recuerdo del pasado que desvió con una sonrisa
Su espalda contra el claro del río y esa sonrisa que oculta su tristeza se cambia por una voz suave y melodiosa como un susurro nocturno —Un gran placer, mi señora Ivasmila, solo soy una humilde servidora, a quien puede llamar Kiara, mi señora— una reverencia bien elaborada sin caerse del bordillo con sus manos tomando los pliegues de su vestido inclinando la cabeza hacia la dama.
Kiara Zając- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 74
Fecha de inscripción : 12/09/2014
Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
No sabía de dónde había surgido aquella joven ni cómo había llegado ante ella, pero le encantaba disfrutar de su compañía. Había llegado justo a tiempo pues no podía sentirse más sola, más perdida dentro de sí misma, más confundida… Estaba fascinada por la libertad que había en sus palabras, en sus gestos, en sus miradas. ¡Que maravilloso era sentirse comprendida! ¡Qué bendición no sentirse juzgada o regañada por su comportamiento! Tenía que ser sincera, sabía que lo que había estado haciendo no era muy sensato... ¡pero ya tenía diecinueve años! Podía hacer lo que quisiera sin que nadie se entrometiese.
Y para más emoción, aquella joven desconocida le hablaba de las aves como si las conociera bien, Ivasmila estaba tan eufórica que hasta se puso a dar saltitos allí, ya sobre la seguridad del puente. ¡Siempre había deseado volar y parecía que aquella muchacha tenía el mismo sueño que ella! Al final iba a resultar que no estaba tan loca como creía.
Luego la observó subir y tomar el lugar por el que hacía solo unos minutos ella había caminado de forma equilibrada. En ese momento lo supo: eran muy parecidas. Tal vez en esa noche fría y ventosa, París le estuviera regalando, ¡al fin!, una amiga.
Tomó la mano que ella le ofrecía para subir también y plantarse a su lado. Mientras la muchacha le hablaba acerca de su trabajo –seguramente alguno mucho más fascinante que el que ella tenía-, Ivasmila trepó con su ayuda y recuperó el lugar que hacía unos minutos había tenido.
Le pareció que mientras hablaba había un dejo de nostalgia en su rostro e Iva quiso saber a qué se debía, pero no se lo preguntaría dado que no sería prudente ni educado. De igual forma la mirada de su compañera de aventura cambió rápidamente, como si se hubiese dado cuenta, y su tristeza fue reemplazada por una sonrisa.
Ella hizo una reverencia perfecta, pero Iva temió que cayera puesto que estaban sobre el murillo, y se presentó como Kiara.
-Es un placer para mí también –le sonrió, maravillada por su audacia, por ese despliegue de elegante valentía-. ¿Dónde trabajas, Kiara? Seguro que es un lugar hermoso, dado que vuelves de tu empleo llena de felicidad, al parecer...
De seguro Kiara trabajara en un lugar mucho más refinado y emocionante que el Cabaret –lugar donde Ivasmila había comenzado, hacía poco, a desempeñarse como bailarina-, dedujo que sería alguno lleno de flores por lo que le había dicho hacía solo unos momentos.
Y para más emoción, aquella joven desconocida le hablaba de las aves como si las conociera bien, Ivasmila estaba tan eufórica que hasta se puso a dar saltitos allí, ya sobre la seguridad del puente. ¡Siempre había deseado volar y parecía que aquella muchacha tenía el mismo sueño que ella! Al final iba a resultar que no estaba tan loca como creía.
Luego la observó subir y tomar el lugar por el que hacía solo unos minutos ella había caminado de forma equilibrada. En ese momento lo supo: eran muy parecidas. Tal vez en esa noche fría y ventosa, París le estuviera regalando, ¡al fin!, una amiga.
Tomó la mano que ella le ofrecía para subir también y plantarse a su lado. Mientras la muchacha le hablaba acerca de su trabajo –seguramente alguno mucho más fascinante que el que ella tenía-, Ivasmila trepó con su ayuda y recuperó el lugar que hacía unos minutos había tenido.
Le pareció que mientras hablaba había un dejo de nostalgia en su rostro e Iva quiso saber a qué se debía, pero no se lo preguntaría dado que no sería prudente ni educado. De igual forma la mirada de su compañera de aventura cambió rápidamente, como si se hubiese dado cuenta, y su tristeza fue reemplazada por una sonrisa.
Ella hizo una reverencia perfecta, pero Iva temió que cayera puesto que estaban sobre el murillo, y se presentó como Kiara.
-Es un placer para mí también –le sonrió, maravillada por su audacia, por ese despliegue de elegante valentía-. ¿Dónde trabajas, Kiara? Seguro que es un lugar hermoso, dado que vuelves de tu empleo llena de felicidad, al parecer...
De seguro Kiara trabajara en un lugar mucho más refinado y emocionante que el Cabaret –lugar donde Ivasmila había comenzado, hacía poco, a desempeñarse como bailarina-, dedujo que sería alguno lleno de flores por lo que le había dicho hacía solo unos momentos.
Ivasmila Pekkus- Humano Clase Media
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 08/12/2016
Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
Brazos extendidos como si fueran las alas de un ave en pleno vuelo, surte en un planeo ligero y suave siguiendo las frías pero cálidas corrientes del viento que eleva el espíritu de aquella ave de cabellos negros que se agitan fuertemente, volando libremente con la sonrisa en su rostro y esos ojos claros que se ocultan tras los parpados de manera serena y tranquila disfrutando del momento y compañía.
Delicados dedos que se juntan en una sutil caricia, jugueteando con los ajenos, tomándose al final para evitar caer, temiendo por la vida de quien no podría evitar el escape de la muerte, la sujeta con fuerza y delicadeza sonriéndole con la amabilidad y aquel brillo tan servicial — Mi señora, todo trabajo es bello si nos produce el placer y satisfacción de hacer aquello que nos guste, de sentirnos útiles en este mundo y que hemos hecho algo que nadie más lo haría— murmura como un suave canto de su voz con esa sonrisa que ilumina sus ojos observando atenta a la joven junto a ella
Pasos delicados que mantienen su equilibrio ayudada por sus brazos extendidos, camina por el bordillo con una risilla que se escapa de entre su s labios siguiendo más la corriente del viento, algo que puede hacer por su ansia de soltarse y mostrar sus plumas en post de su libertad nocturna, pero se detiene tanto que solo muerde sus labios al estar dando esos pasos lentos y contados —Pero si mi señora desea saberlo, le diré que mi trabajo es estar rodeada de flores, de pasillos de secciones con los matices de las flores, laberintos, arboledas y rosales a las que uno debe atender. Soy una simple supervisora en el jardín botánico de esta ciudad, mi señora— detiene su andar girando en un solo pie, dando el camino de regreso y estar frente a ella, observando mejor la silueta de la joven —Y ahora, me ha dado una curiosidad ¿a qué se dedica mi señora, para tener ese rostro? ¿Acaso su trabajo no le da felicidad, mi señora?— ladea la cabeza preguntándose, mostrando lentamente una nueva sonrisa de preocupación con sus cejas curvadas y esa delicada mano que se extiende para llevar un mechón de cabello dorado tras la oreja de la joven.
Delicados dedos que se juntan en una sutil caricia, jugueteando con los ajenos, tomándose al final para evitar caer, temiendo por la vida de quien no podría evitar el escape de la muerte, la sujeta con fuerza y delicadeza sonriéndole con la amabilidad y aquel brillo tan servicial — Mi señora, todo trabajo es bello si nos produce el placer y satisfacción de hacer aquello que nos guste, de sentirnos útiles en este mundo y que hemos hecho algo que nadie más lo haría— murmura como un suave canto de su voz con esa sonrisa que ilumina sus ojos observando atenta a la joven junto a ella
Pasos delicados que mantienen su equilibrio ayudada por sus brazos extendidos, camina por el bordillo con una risilla que se escapa de entre su s labios siguiendo más la corriente del viento, algo que puede hacer por su ansia de soltarse y mostrar sus plumas en post de su libertad nocturna, pero se detiene tanto que solo muerde sus labios al estar dando esos pasos lentos y contados —Pero si mi señora desea saberlo, le diré que mi trabajo es estar rodeada de flores, de pasillos de secciones con los matices de las flores, laberintos, arboledas y rosales a las que uno debe atender. Soy una simple supervisora en el jardín botánico de esta ciudad, mi señora— detiene su andar girando en un solo pie, dando el camino de regreso y estar frente a ella, observando mejor la silueta de la joven —Y ahora, me ha dado una curiosidad ¿a qué se dedica mi señora, para tener ese rostro? ¿Acaso su trabajo no le da felicidad, mi señora?— ladea la cabeza preguntándose, mostrando lentamente una nueva sonrisa de preocupación con sus cejas curvadas y esa delicada mano que se extiende para llevar un mechón de cabello dorado tras la oreja de la joven.
Kiara Zając- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 74
Fecha de inscripción : 12/09/2014
Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
Una vez que ya estuvo afianzada sobre el bordillo, Ivasmila extendió los brazos e imitó a su compañera de juego, de locura, de noche. ¡Se sentía tan bien no ser juzgada ni reprendida por sus actos! ¡Se sentía tan libre ahora que Kiara estaba disfrutando de lo mismo que ella!
Lo que ella decía tenía sentido: cualquier trabajo que liberara era maravilloso. Ahí radicaban sus dudas, ¿se sentía realmente plena cuando bailaba? Amaba hacerlo y lo disfrutaba, pero el lugar no era lo que había esperado en un principio y a veces salía asustada y asqueada del allí.
Continuó caminando tras Kiara, el viento soplaba con fuerza y ella temió por un momento que fueran derribadas aunque, ¿sería realmente malo eso? Ivasmila alzó el rostro a la luna, cerró los ojos y pidió un deseo –pues su madre siempre le había dicho que los deseos se le podían pedir al cielo en cualquier momento, no era necesario mirar a ninguna estrella en particular-: “Quiero aprender a volar algún día”, el pensamiento la llenó de alegría, tanta que hubiera comenzado a dar saltitos allí mismo si no supiera lo peligroso que eso podía ser.
-¡En el jardín botánico! ¡Qué hermoso! –se maravilló cuando supo a qué dedicaba sus días Kiara, aunque no tenía muy en claro dónde estaba aquello y qué se hacía allí, después de todo era nueva en la ciudad y todavía estaba agregando vocablos a su francés-. ¿Rodeada de flores todo el día? ¡Iré a visitarte pronto para conocerlo! –le prometió, aunque no había sido invitada.
Kiara –su nueva amiga- se giró y le preguntó a ella sobre su empleo. ¿Qué podía decirle? No era algo bello como estar rodeada de flores, Ivasmila pasaba las noches rodeada de hombres que deseaban tocarla y acababa queriendo prenderlos fuego a todos. Decidió contarle la verdad, después de todo creía que no la juzgaría porque tampoco había juzgado como locura hallarla subida allí, sino que la había seguido y ahora lo disfrutaban ambas:
-Me gusta bailar –le contó-, bailo en el Cabaret. No es lo que yo creía, pensé que iba a ser diferente todo… Pero ya no me puedo ir, al dueño eso lo enojaría mucho. Y no está tan mal –se apuró a asegurarle-, porque puedo bailar mucho. Lo feo viene después cuando los hombres borrachos quieren tocarme y me dicen cosas horribles… Odio a todos los hombres –le confesó-, siempre quieren lastimarnos.
Lo que ella decía tenía sentido: cualquier trabajo que liberara era maravilloso. Ahí radicaban sus dudas, ¿se sentía realmente plena cuando bailaba? Amaba hacerlo y lo disfrutaba, pero el lugar no era lo que había esperado en un principio y a veces salía asustada y asqueada del allí.
Continuó caminando tras Kiara, el viento soplaba con fuerza y ella temió por un momento que fueran derribadas aunque, ¿sería realmente malo eso? Ivasmila alzó el rostro a la luna, cerró los ojos y pidió un deseo –pues su madre siempre le había dicho que los deseos se le podían pedir al cielo en cualquier momento, no era necesario mirar a ninguna estrella en particular-: “Quiero aprender a volar algún día”, el pensamiento la llenó de alegría, tanta que hubiera comenzado a dar saltitos allí mismo si no supiera lo peligroso que eso podía ser.
-¡En el jardín botánico! ¡Qué hermoso! –se maravilló cuando supo a qué dedicaba sus días Kiara, aunque no tenía muy en claro dónde estaba aquello y qué se hacía allí, después de todo era nueva en la ciudad y todavía estaba agregando vocablos a su francés-. ¿Rodeada de flores todo el día? ¡Iré a visitarte pronto para conocerlo! –le prometió, aunque no había sido invitada.
Kiara –su nueva amiga- se giró y le preguntó a ella sobre su empleo. ¿Qué podía decirle? No era algo bello como estar rodeada de flores, Ivasmila pasaba las noches rodeada de hombres que deseaban tocarla y acababa queriendo prenderlos fuego a todos. Decidió contarle la verdad, después de todo creía que no la juzgaría porque tampoco había juzgado como locura hallarla subida allí, sino que la había seguido y ahora lo disfrutaban ambas:
-Me gusta bailar –le contó-, bailo en el Cabaret. No es lo que yo creía, pensé que iba a ser diferente todo… Pero ya no me puedo ir, al dueño eso lo enojaría mucho. Y no está tan mal –se apuró a asegurarle-, porque puedo bailar mucho. Lo feo viene después cuando los hombres borrachos quieren tocarme y me dicen cosas horribles… Odio a todos los hombres –le confesó-, siempre quieren lastimarnos.
Ivasmila Pekkus- Humano Clase Media
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Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
Y el viento era el que corría entre las alas del ave calmando sus plumas con el deseo de alzar el vuelo por los cielos nocturnos acariciando el brillo de su compañera, la luna, ese cuello largo que al que imagina llenarse de su plumaje galante y fino siguiendo con el cuerpo la delgada melodía de los vientos dejándose llevar, dejándose ser.
Son los dedos que se extienden tomando los ajenos en un agarre amistoso como intimo que se le es permitido solo a quienes tienen familiaridad, pero aun así, ella sujeta con sus dedos la mano ajena para que no caigan a la fría agua, aunque su deseo es el poder elevarse, no podría hacerlo su cuerpo cual ave es pequeño y no resistiría. Suspiros arrancados que se mezclan con la sonrisa más dulce y cálida al contraste de sus cabellos que bailan con el viento golpeándose a su rostro como alejándose libres, su cabeza se ladea un poco mostrando esos claros ojos como su alma — ¡Oh mi señora! Visíteme siempre, todos los días si gusta, yo estaré más que encantada de guiarla por todo el lugar mostrándole las bellezas de aquel jardín que se comparte con las aves que desean anidar ahí siendo la compañía de muchas personas, podrían llegar a ser su compañía—
Un pie delante del otro, su cuerpo que se balance contra el viento implacable y sus manos que toman los ajenos mirando ese rostro fino y dorado en la joven que le acompaña, su falda que se agita y su sonrisa que se marca más profundo —Es un bello lugar cuando el alma así lo quiere ver, pero puede ser un lugar de pesadillas si las intenciones no son tan buenas, pero su alma mi señora es la más bella tan dulce y adolorida que el jardín será como un paraíso para usted, ahí podrá ser libre siempre que dese, por eso, no dude en ir a cualquier hora— son esos dedos los que llevan uno de los mechones cenizos tras la oreja de la joven volviendo a mostrar su rostro al viento observando el agua que se agitaba como las palabras de la dama.
Recuerdos fugaces y dolorosos cruzan ante sus ojos, esos mismos que la atormentaban día y noche cuando aún era la prisionera en la jaula de oro de un hombre. Su rostro no mostró emoción, palideció, el ave había perdido todos sus colores por momentos en cada uno de sus recuerdos que la abstraía más y más llevándola sin regreso, hasta el final de ellos con un salto que la regresó con la joven sonriéndole ocultando aquel dolor que aun persistía en ella y la ataba a sobremanera. Aleja todo pensamiento volviendo a concentrarse en su nueva compañera, una persona que podría terminar siendo una amistad —bailar es lo más bello que uno puede hacer, no importa el lugar donde lo haga, siempre y cuando usted se sienta bien con lo que hace. Puede ser el cabaret, un salón público o privados, en fiestas o en su casa a sola. Mientras lo haga con su corazón y su alma en cada pieza o movimiento, todo estará bien— son esos dedos los que llevan uno de los mechones cenizos tras la oreja de la joven
Muestra su rostro al viento observando el agua que se agitaba como las palabras de la dama, sus sonrisa se esfuerza a mostrarse tanto que le parece doloroso y cruel hacerlo, pero un pensamiento, un recuerdo la muestra de manera sincera —Nunca deje de bailar, mi señora, aun cuando los cerdos quieran que deje de hacerlo, aun cuando esos animales traten con sus sucias manos confundirla— murmura alzando el rostro a la bella luna que las ilumina y baña con su color —Nos aman demasiado y por eso quieren demostrárnoslo lastimándonos, es su forma de mostrar su gran amor y devoción por nosotras, pero, quizás una sonrisa y falsas promesas puedan alejarlos de usted— inclina un poco su cabeza hacia adelante con el cabello que rueda hacia el costado —Me encantaría verle bailar, o al menos que pudiéramos bailar en un lugar donde no tuviésemos que ser incordiadas por las palabras de algunos caballeros— suspira profundo como su alma —Siempre somos asediadas por ellos para bien o para mal, cosas buenas y malas, incluso si actuamos como ellos aun así somos maltratadas o ignoradas ¿Qué camino debemos seguir, entonces?— sonríe ocultando su secreto tras esa amarga sonrisa.
Son los dedos que se extienden tomando los ajenos en un agarre amistoso como intimo que se le es permitido solo a quienes tienen familiaridad, pero aun así, ella sujeta con sus dedos la mano ajena para que no caigan a la fría agua, aunque su deseo es el poder elevarse, no podría hacerlo su cuerpo cual ave es pequeño y no resistiría. Suspiros arrancados que se mezclan con la sonrisa más dulce y cálida al contraste de sus cabellos que bailan con el viento golpeándose a su rostro como alejándose libres, su cabeza se ladea un poco mostrando esos claros ojos como su alma — ¡Oh mi señora! Visíteme siempre, todos los días si gusta, yo estaré más que encantada de guiarla por todo el lugar mostrándole las bellezas de aquel jardín que se comparte con las aves que desean anidar ahí siendo la compañía de muchas personas, podrían llegar a ser su compañía—
Un pie delante del otro, su cuerpo que se balance contra el viento implacable y sus manos que toman los ajenos mirando ese rostro fino y dorado en la joven que le acompaña, su falda que se agita y su sonrisa que se marca más profundo —Es un bello lugar cuando el alma así lo quiere ver, pero puede ser un lugar de pesadillas si las intenciones no son tan buenas, pero su alma mi señora es la más bella tan dulce y adolorida que el jardín será como un paraíso para usted, ahí podrá ser libre siempre que dese, por eso, no dude en ir a cualquier hora— son esos dedos los que llevan uno de los mechones cenizos tras la oreja de la joven volviendo a mostrar su rostro al viento observando el agua que se agitaba como las palabras de la dama.
Recuerdos fugaces y dolorosos cruzan ante sus ojos, esos mismos que la atormentaban día y noche cuando aún era la prisionera en la jaula de oro de un hombre. Su rostro no mostró emoción, palideció, el ave había perdido todos sus colores por momentos en cada uno de sus recuerdos que la abstraía más y más llevándola sin regreso, hasta el final de ellos con un salto que la regresó con la joven sonriéndole ocultando aquel dolor que aun persistía en ella y la ataba a sobremanera. Aleja todo pensamiento volviendo a concentrarse en su nueva compañera, una persona que podría terminar siendo una amistad —bailar es lo más bello que uno puede hacer, no importa el lugar donde lo haga, siempre y cuando usted se sienta bien con lo que hace. Puede ser el cabaret, un salón público o privados, en fiestas o en su casa a sola. Mientras lo haga con su corazón y su alma en cada pieza o movimiento, todo estará bien— son esos dedos los que llevan uno de los mechones cenizos tras la oreja de la joven
Muestra su rostro al viento observando el agua que se agitaba como las palabras de la dama, sus sonrisa se esfuerza a mostrarse tanto que le parece doloroso y cruel hacerlo, pero un pensamiento, un recuerdo la muestra de manera sincera —Nunca deje de bailar, mi señora, aun cuando los cerdos quieran que deje de hacerlo, aun cuando esos animales traten con sus sucias manos confundirla— murmura alzando el rostro a la bella luna que las ilumina y baña con su color —Nos aman demasiado y por eso quieren demostrárnoslo lastimándonos, es su forma de mostrar su gran amor y devoción por nosotras, pero, quizás una sonrisa y falsas promesas puedan alejarlos de usted— inclina un poco su cabeza hacia adelante con el cabello que rueda hacia el costado —Me encantaría verle bailar, o al menos que pudiéramos bailar en un lugar donde no tuviésemos que ser incordiadas por las palabras de algunos caballeros— suspira profundo como su alma —Siempre somos asediadas por ellos para bien o para mal, cosas buenas y malas, incluso si actuamos como ellos aun así somos maltratadas o ignoradas ¿Qué camino debemos seguir, entonces?— sonríe ocultando su secreto tras esa amarga sonrisa.
Kiara Zając- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 12/09/2014
Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
¡Sí! ¡Deseaba tanto acompañarla en el jardín botánico! Ella parecía ilusionada cuando hablaba sobre su empleo, por eso Iva supo que de seguro era un lugar maravilloso, lleno de color y amor. Ver como los pájaros disfrutaban de su posesión más preciada, la libertad, debía ser un privilegio… A veces le parecía que aquella ciudad iba demasiado rápido, la gente caminaba de prisa, nunca miraban a nadie a los ojos ni se detenían a observar su entorno. Tener un lugar así, como ese jardín que su hermosa amiga nueva le describía, debía ser un pequeño paraíso dentro de la apresurada y ruidosa ciudad de París.
Mientras tomaba la mano tibia de Kiara, Ivasmila se juró que iría a visitarla, que pasaría una tarde con ella aprendiendo sobre flores y aves… ¡Qué maravilloso! Estaba tan feliz con aquella invitación que le había hecho... quería reír a gritos de la emoción que sentía.
Kiara se volteó hacia ella y le sonrió mientras oía lo que ella le refería acerca del Cabaret –donde bailaba en las noches-, pero a ella le pareció ver algo de tristeza en sus ojos. ¿Acaso había dicho algo incorrecto? Su francés no era bueno, pero le parecía que había dicho las palabras adecuadas. ¿Por qué se había entristecido así Kiara? Ivasmila Pekkus le acarició con ternura la parte baja de su rostro, queriendo borrar así de sus ojos el dolor. Pese a eso no reunió el valor para preguntarle por qué su mirada había cambiado, tal vez no fuera prudente.
-Los hombres son… no sé, a veces son muy crueles –le dijo, con su propia experiencia pesándole en las espaldas-, solo mis hermanos y mi padre son buenos. Los demás son horribles, violentos… -le aseguró y fue su turno de entristecerse, aunque fue solo por algunos momentos, luego de un suspiro pronunciado, intentando evitar a como de lugar las lágrimas, Ivasmila se recompuso y le aseguró-: Pero no dejaré de bailar por culpa de ellos, realmente me hace feliz, solo me siento hermosa cuando bailo… no sé por qué, pero cuando bailo soy feliz. ¿A ti te gusta bailar, Kiara? –le preguntó y una idea cruzó su mente, iluminando también su rostro y borrando la pena que hacía unos instantes la había embargado-. ¡Podemos bailar aquí! –le dijo; sin soltarse de su mano le señaló con la otra, con la que tenía libre, el puente por el que nadie más circulaba en esos momentos, ¿quién más lo haría a esas horas de la noche?-. ¡Bailemos, Kiara! –le pidió, dispuesta a volver al puente de un salto en caso de que la otra muchacha quisiera seguirla.
Mientras tomaba la mano tibia de Kiara, Ivasmila se juró que iría a visitarla, que pasaría una tarde con ella aprendiendo sobre flores y aves… ¡Qué maravilloso! Estaba tan feliz con aquella invitación que le había hecho... quería reír a gritos de la emoción que sentía.
Kiara se volteó hacia ella y le sonrió mientras oía lo que ella le refería acerca del Cabaret –donde bailaba en las noches-, pero a ella le pareció ver algo de tristeza en sus ojos. ¿Acaso había dicho algo incorrecto? Su francés no era bueno, pero le parecía que había dicho las palabras adecuadas. ¿Por qué se había entristecido así Kiara? Ivasmila Pekkus le acarició con ternura la parte baja de su rostro, queriendo borrar así de sus ojos el dolor. Pese a eso no reunió el valor para preguntarle por qué su mirada había cambiado, tal vez no fuera prudente.
-Los hombres son… no sé, a veces son muy crueles –le dijo, con su propia experiencia pesándole en las espaldas-, solo mis hermanos y mi padre son buenos. Los demás son horribles, violentos… -le aseguró y fue su turno de entristecerse, aunque fue solo por algunos momentos, luego de un suspiro pronunciado, intentando evitar a como de lugar las lágrimas, Ivasmila se recompuso y le aseguró-: Pero no dejaré de bailar por culpa de ellos, realmente me hace feliz, solo me siento hermosa cuando bailo… no sé por qué, pero cuando bailo soy feliz. ¿A ti te gusta bailar, Kiara? –le preguntó y una idea cruzó su mente, iluminando también su rostro y borrando la pena que hacía unos instantes la había embargado-. ¡Podemos bailar aquí! –le dijo; sin soltarse de su mano le señaló con la otra, con la que tenía libre, el puente por el que nadie más circulaba en esos momentos, ¿quién más lo haría a esas horas de la noche?-. ¡Bailemos, Kiara! –le pidió, dispuesta a volver al puente de un salto en caso de que la otra muchacha quisiera seguirla.
Ivasmila Pekkus- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 08/12/2016
Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
Los ojos del ave encontraron una ternura olvidad en el dulce gesto de la dama, su sonrisa se iluminó como la luna que las acompañaba en aquella noche aunque había un deje de esa amarga soledad, de ese pasado que se encadena como fuertes grilletes de sus muñecas y que la impulsa a tomar la senda del asesino nocturno con una sonrisa y un cuerpo que puede que destruir mucho, quizás así lo desea el ave en su solitaria vida pero en ese momento algo sintió una gota de la mal llamada esperanza de encontrar una mano amiga y no una que le marcara el rostro como tantas otras lo hicieron.
Una palabra, un recuerdo, un momento que se tiñe de negro y rojo, las alas del ave se cierran contra su cuerpo ocultando su rostro mostrando solo una sonrisa y esos dedos que tallan en una tierna caricia el rostro de su compañera; eran ciertas las palabras de joven pero también estaban equivocadas pues no solo los hombres eran crueles, un golpe de dolor sintió en su pecho cual nudo, como si volviera a estar en esa jaula asfixiándose — No solo crueles son déspotas, egocéntricos son…— la palabra se queda corta —Son aquellos que más dolor causan, pero también hay mujeres así, creo que todos somos crueles en alguna parte de nuestra alma—
Sus ojos miraban hacia el cielo con el viento agitando los negros cabellos del ave como si quisiera ella desprenderse de todo y solo volar por los cielos, estaba a punto, escasos segundos pero se mantuvo quieta mirando los ojos ajenos con una suave y cálida sonrisa —Mis padres fueron violentos y crueles conmigo— susurra un momento pero corta sus palabras rápidamente sonriendo tomando las manos de la joven para danzar.
Desciende de aquel bordillo extendiendo la mano para comenzar un baile en medio de la noche, de su garganta emite una suave melodía sin letras solo melodía suave y cálida aprendida en su oscuro pasado; al tomar las manos de la joven para danzar cierra los ojos unos momentos mostrando una sonrisa cálida, un deje de felicidad completa —Mi señora antes bailaba bastante pero lo llegué a odiar, tanto que se me hacía imposible hacerlo, ahora lo hago para mis misma y para mis bellos girasoles y flores nocturnas cuya mala suerte es la de cruzarse conmigo para ser abandonas en callejones de ira y amargura— danza junto a la joven, sus manos toman parte del faldón girando y danzando, su mano sube en un gesto grácil como parte de las danzas que le enseñaron en tierras lejanas —Es extraño verdad, soy extraña, soy cruel como esos monstruos ¿verdad?. ¿No le gustaría ser un ave que baila, mi señora?— mece sus brazos de un lado a otro siguiendo el ritmo con sus caderas y en un giro con su falda sus cabellos se agitan más. Cambio el tema danzando por el puente riendo como nunca antes lo había hecho.
Off: Disculpa haber tardado tanto, no tengo excusa solo tuve complicaciones u.u
Una palabra, un recuerdo, un momento que se tiñe de negro y rojo, las alas del ave se cierran contra su cuerpo ocultando su rostro mostrando solo una sonrisa y esos dedos que tallan en una tierna caricia el rostro de su compañera; eran ciertas las palabras de joven pero también estaban equivocadas pues no solo los hombres eran crueles, un golpe de dolor sintió en su pecho cual nudo, como si volviera a estar en esa jaula asfixiándose — No solo crueles son déspotas, egocéntricos son…— la palabra se queda corta —Son aquellos que más dolor causan, pero también hay mujeres así, creo que todos somos crueles en alguna parte de nuestra alma—
Sus ojos miraban hacia el cielo con el viento agitando los negros cabellos del ave como si quisiera ella desprenderse de todo y solo volar por los cielos, estaba a punto, escasos segundos pero se mantuvo quieta mirando los ojos ajenos con una suave y cálida sonrisa —Mis padres fueron violentos y crueles conmigo— susurra un momento pero corta sus palabras rápidamente sonriendo tomando las manos de la joven para danzar.
Desciende de aquel bordillo extendiendo la mano para comenzar un baile en medio de la noche, de su garganta emite una suave melodía sin letras solo melodía suave y cálida aprendida en su oscuro pasado; al tomar las manos de la joven para danzar cierra los ojos unos momentos mostrando una sonrisa cálida, un deje de felicidad completa —Mi señora antes bailaba bastante pero lo llegué a odiar, tanto que se me hacía imposible hacerlo, ahora lo hago para mis misma y para mis bellos girasoles y flores nocturnas cuya mala suerte es la de cruzarse conmigo para ser abandonas en callejones de ira y amargura— danza junto a la joven, sus manos toman parte del faldón girando y danzando, su mano sube en un gesto grácil como parte de las danzas que le enseñaron en tierras lejanas —Es extraño verdad, soy extraña, soy cruel como esos monstruos ¿verdad?. ¿No le gustaría ser un ave que baila, mi señora?— mece sus brazos de un lado a otro siguiendo el ritmo con sus caderas y en un giro con su falda sus cabellos se agitan más. Cambio el tema danzando por el puente riendo como nunca antes lo había hecho.
Off: Disculpa haber tardado tanto, no tengo excusa solo tuve complicaciones u.u
Kiara Zając- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 12/09/2014
Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
Ivasmila bailó. Bailó y disfrutó de aquella noche sin pensar demasiado. Se entregó alegre al goce de la danza, poco le importaba no conocer en lo absoluto a aquella chica pues ya la consideraba su amiga más querida. Así era ella, le bastaban solo unos pocos minutos para abrir su corazón y para bien o para mal eso había hecho esa noche en el puente nuevo de la ciudad.
Le parecía irreal encontrar un poco de felicidad y confianza en aquel lugar que se le hacía tan cotidiano –pues lo transitaba casi todas las noches-, pero aún más oír a su amiga hablar de un pasado triste sin perder la sonrisa bella que poseía.
-No debemos pensar más –le dijo en un susurro, como si se tratase de un secreto trascendental-, bailar nos curará de los dolores y temores pasados –aseguró confiada mientras danzaba con ella, sus manos tomabas y sus cabellos bailando y mezclándose-. Vuelve a amar la danza compartida, Kiara –le rogó ante su confesión-, olvida todo lo que te haya hecho sentir avergonzada antes, aquí no hay nadie que nos vea mal, nadie que quiera lastimarnos. Estamos en libertad. -Y así era, no había testigos de lo que ellas hacían, nadie las consideraría locas pues nadie las veía.
Algo que Kiara le dijo la hizo volver a la realidad. Sintió que era un ave que cruzaba el cielo a la que de improviso le dan con una piedra y cae… De igual forma el comentario de la muchacha la había hecho caer. ¿Había dicho que ella también era un monstruo? ¿Que era cruel como esos hombres que las habían maltratado y humillado?
-¿A qué te refieres? –le preguntó de inmediato-. Tú no eres cruel –necesitó asegurarle, aunque no la conocía bien.
“Un momento, en verdad no la conoces de nada”, se dijo a sí misma. Aún así, era incapaz de quebrar la armonía que ese baile alegre les había dado.
-Siempre quise ser un ave –le respondió a su pregunta-, pero he nacido mujer. ¿Qué sentirán los pájaros al volar? ¿Cómo se verá todo desde allí?
Resultaban preguntas extrañas, claro que sí, pero no se privaría de hacerlas. No importaba si nadie conocía las respuestas, esas preguntas estaban en ella y necesitaba expresarlas.
Ivasmila se unió al tarareo de su compañera y siguió sus pasos. Volvió a tomarse de sus manos y se rió con ella sin saber bien por qué lo hacía. Simplemente se sentía bien, y hacía mucho que deseaba vivir un momento alegre como ese que Kiara le estaba brindando.
Le parecía irreal encontrar un poco de felicidad y confianza en aquel lugar que se le hacía tan cotidiano –pues lo transitaba casi todas las noches-, pero aún más oír a su amiga hablar de un pasado triste sin perder la sonrisa bella que poseía.
-No debemos pensar más –le dijo en un susurro, como si se tratase de un secreto trascendental-, bailar nos curará de los dolores y temores pasados –aseguró confiada mientras danzaba con ella, sus manos tomabas y sus cabellos bailando y mezclándose-. Vuelve a amar la danza compartida, Kiara –le rogó ante su confesión-, olvida todo lo que te haya hecho sentir avergonzada antes, aquí no hay nadie que nos vea mal, nadie que quiera lastimarnos. Estamos en libertad. -Y así era, no había testigos de lo que ellas hacían, nadie las consideraría locas pues nadie las veía.
Algo que Kiara le dijo la hizo volver a la realidad. Sintió que era un ave que cruzaba el cielo a la que de improviso le dan con una piedra y cae… De igual forma el comentario de la muchacha la había hecho caer. ¿Había dicho que ella también era un monstruo? ¿Que era cruel como esos hombres que las habían maltratado y humillado?
-¿A qué te refieres? –le preguntó de inmediato-. Tú no eres cruel –necesitó asegurarle, aunque no la conocía bien.
“Un momento, en verdad no la conoces de nada”, se dijo a sí misma. Aún así, era incapaz de quebrar la armonía que ese baile alegre les había dado.
-Siempre quise ser un ave –le respondió a su pregunta-, pero he nacido mujer. ¿Qué sentirán los pájaros al volar? ¿Cómo se verá todo desde allí?
Resultaban preguntas extrañas, claro que sí, pero no se privaría de hacerlas. No importaba si nadie conocía las respuestas, esas preguntas estaban en ella y necesitaba expresarlas.
Ivasmila se unió al tarareo de su compañera y siguió sus pasos. Volvió a tomarse de sus manos y se rió con ella sin saber bien por qué lo hacía. Simplemente se sentía bien, y hacía mucho que deseaba vivir un momento alegre como ese que Kiara le estaba brindando.
Ivasmila Pekkus- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 08/12/2016
Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
El viento fresco que levanta los cabellos, que agita los sentimientos ocultos llevándolos a mostrarlos lo más alto posible, el momento en que las manos se juntan para dar paso a una danza secreta, íntima y que se volverá como todas en un recuerdo hermoso. Son los ojos la ventana del alma y en los del ave se muestran tristes, melancólicos al danzar con su nueva amiga, el seguir los pasos con ella, el verla sonreír le recuerda a cuando era aún joven, cuando fue la esclava de los hombres. Trato de alejar de su rostro dichos recuerdos para mostrar una sonrisa pero no era sincera aun dolía en su recuerdo
Un gentil tirón de la mano de la joven la llevo a tomarla entre sus brazos en un abrazo y beso en la frente de la joven, su mano como el ala de un ave bajo por los cabellos claros de la humana sonriéndole, sus palabras aun que negaban la maldad, no podían ocultar su naturaleza, aquella esencia que la maldice y su pasado — Mi señora, aunque trate de borrarlo sigue ahí porque esta en mi naturaleza, es lo que soy al final del día— susurró al soltarla y danzar alejándose un poco de su compañera; danzaba tan elegante moviendo sus pies, alzándolos y dejándolos en punta, caminando de puntillas de un lado y otro con su cabello flotando por el lugar con una suave sonrisa y sus ojos cerrados hasta que al llegar al borde del puente, al bordillo donde antes estuvieron paradas, abre sus ojos mirando el cielo
Su mirada se enternece regresando sobre su hombro hacia la mujer, sonriéndole cálidamente con un poco de malicia en su rostro —Lo soy, soy cruel como un cuervo que saca los ojos, pero yo le hago lo mismo que ellos nos hacen, se los regreso. Cada noche diferentes rostros, cada mañana un golpe nuevo en mi rostro y luego los olvido en los confines de la vida sin recordar sus nombres o rostros ganando de nuevo marcas, solo que ya no pueden ser grabadas en mí, solo en mi mente— sonríe recordando una frase que un caballero le había dedicado hace tiempo —He desplumado a muchos faisanes, mi señora—
Dulce sonrisa que emula a los cielos, que le entrega a la noche, mira el agua viendo su reflejo al extender sus manos como si fueran alas enormes —Por eso, por saber hasta donde puede uno llegar es que le ofrezco mi refugio a usted, mi señora, mi jardín para que encuentre seguridad y protección ahí nadie le haría daño, ni yo podría— sonríe acercándose más al bordillo, inclinando su cuerpo hacia el vacío —Se ve hermoso, las pequeñas luces, las personas, el viento sobre las alas, es tan mágico y hermoso que uno siempre quiere volar más alto pero termina cayendo contra el agua— murmura bajo ante la pregunta de cómo ven las aves desde el cielo, riendo por hacerlo cada noche en el puente y en la playa, en aquel peñazco alto donde se arroja a ojos cerrados.
M iró a la mujer viendo en sus ojos si podría confiarle el mayor secreto, si no ella no sería como aquel inquisidor, capaz de utilizarla para algún propósito, sonrió negando con la cabeza —He escuchado que hay seres que pueden volverse en la forma de algún animal ¿Ha escuchado sobre eso? ¿Conoce de algunos seres extraños, mi señora?— se acercó a la mujer acariciándole el rostro con sus dedos fijando la mirada en los ojos claros e inocentes de una inocente humana.
Un gentil tirón de la mano de la joven la llevo a tomarla entre sus brazos en un abrazo y beso en la frente de la joven, su mano como el ala de un ave bajo por los cabellos claros de la humana sonriéndole, sus palabras aun que negaban la maldad, no podían ocultar su naturaleza, aquella esencia que la maldice y su pasado — Mi señora, aunque trate de borrarlo sigue ahí porque esta en mi naturaleza, es lo que soy al final del día— susurró al soltarla y danzar alejándose un poco de su compañera; danzaba tan elegante moviendo sus pies, alzándolos y dejándolos en punta, caminando de puntillas de un lado y otro con su cabello flotando por el lugar con una suave sonrisa y sus ojos cerrados hasta que al llegar al borde del puente, al bordillo donde antes estuvieron paradas, abre sus ojos mirando el cielo
Su mirada se enternece regresando sobre su hombro hacia la mujer, sonriéndole cálidamente con un poco de malicia en su rostro —Lo soy, soy cruel como un cuervo que saca los ojos, pero yo le hago lo mismo que ellos nos hacen, se los regreso. Cada noche diferentes rostros, cada mañana un golpe nuevo en mi rostro y luego los olvido en los confines de la vida sin recordar sus nombres o rostros ganando de nuevo marcas, solo que ya no pueden ser grabadas en mí, solo en mi mente— sonríe recordando una frase que un caballero le había dedicado hace tiempo —He desplumado a muchos faisanes, mi señora—
Dulce sonrisa que emula a los cielos, que le entrega a la noche, mira el agua viendo su reflejo al extender sus manos como si fueran alas enormes —Por eso, por saber hasta donde puede uno llegar es que le ofrezco mi refugio a usted, mi señora, mi jardín para que encuentre seguridad y protección ahí nadie le haría daño, ni yo podría— sonríe acercándose más al bordillo, inclinando su cuerpo hacia el vacío —Se ve hermoso, las pequeñas luces, las personas, el viento sobre las alas, es tan mágico y hermoso que uno siempre quiere volar más alto pero termina cayendo contra el agua— murmura bajo ante la pregunta de cómo ven las aves desde el cielo, riendo por hacerlo cada noche en el puente y en la playa, en aquel peñazco alto donde se arroja a ojos cerrados.
M iró a la mujer viendo en sus ojos si podría confiarle el mayor secreto, si no ella no sería como aquel inquisidor, capaz de utilizarla para algún propósito, sonrió negando con la cabeza —He escuchado que hay seres que pueden volverse en la forma de algún animal ¿Ha escuchado sobre eso? ¿Conoce de algunos seres extraños, mi señora?— se acercó a la mujer acariciándole el rostro con sus dedos fijando la mirada en los ojos claros e inocentes de una inocente humana.
Kiara Zając- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 12/09/2014
Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
El viento parecía querer acompañarlas esa noche. Ivasmila se permitió cerrar los ojos por un momento para disfrutar de la danza al compás de la inexistente música que su mente creaba. Aquí y allá, de un lado al otro y vuelta a empezar…
Ci vediamo domani sera? Moi? Yes, you! Andiamo, ragazza bella... per favore, carina mia. Cosa c’è? ¡No, no iremos a ningún lado!
-Ya cállense, por favor, ya cállense –susurró el ruego, aún con los ojos cerrados, pues no quería que aquellas voces que oía siempre en su cabeza le perjudicasen aquel momento especial.
¡Al fin tenía una amiga! Una de verdad que parecía dispuesta a contarle secretos… No podía permitir que aquellas voces enloquecedoras le arruinasen todo lo que la noche hermosa le estaba regalando.
No entendía lo que ella decía, la oía hablar pero sus palabras no tenían mucho sentido para Ivasmila, y no se debía sólo a que no fuera del todo buena manejando el idioma. No podía ver a su amiga como una mujer cruel, no podía y ya. Le parecía una mentira. Tal vez se equivocase, pero ella parecía buena persona, comprensiva y amable… ¿Qué estaba diciendo entonces? ¿Qué era cruel como un cuervo que gusta de sacarle los ojos a las personas? No, no podía creerlo y por eso creía estar entendiéndolo todo mal. Aún así intentó seguirla, pero esa vez desde abajo, prefirió no subir al murillo y sólo escuchar lo que ella tenía para decir mientras la observaba desde abajo.
-Iré a tu refugio –le prometió-, lo quiero conocer. –Y luego, el asombro. Ivasmila no era considerada una muchacha que destacase por su inteligencia, pero aquello que la muchacha le decía… ¿Cómo podía saber ella lo que sentía un pájaro al volar? ¿Cómo podría adivinar lo que se sentía al tener el viento rozando las alas?–. ¿Tú cómo sabes todo eso? –No pudo evitar preguntarlo porque sencillamente le costaba demasiado pensar antes de hablar.
-Nunca escuché sobre seres así –le dijo y el asombro se reflejaba en sus ojos, era incapaz de cerrarlos-. Conozco gente especial, mi hermano lo es –dijo, y luego se llevó las manos a la boca pues ese era un secreto muy privado de la familia y ella sabía que nunca debía confiárselo a nadie, pues podría meter a Ladislav en problemas-. Por favor no diga a nadie lo de mi hermano –le rogó, el temor había hecho que dejase de tutearla, y rápidamente volvió sobre lo que realmente importaba-: ¿Usted conoce personas que pueden tomar forma de animal? ¿Es acaso algún hechizo?
Ci vediamo domani sera? Moi? Yes, you! Andiamo, ragazza bella... per favore, carina mia. Cosa c’è? ¡No, no iremos a ningún lado!
-Ya cállense, por favor, ya cállense –susurró el ruego, aún con los ojos cerrados, pues no quería que aquellas voces que oía siempre en su cabeza le perjudicasen aquel momento especial.
¡Al fin tenía una amiga! Una de verdad que parecía dispuesta a contarle secretos… No podía permitir que aquellas voces enloquecedoras le arruinasen todo lo que la noche hermosa le estaba regalando.
No entendía lo que ella decía, la oía hablar pero sus palabras no tenían mucho sentido para Ivasmila, y no se debía sólo a que no fuera del todo buena manejando el idioma. No podía ver a su amiga como una mujer cruel, no podía y ya. Le parecía una mentira. Tal vez se equivocase, pero ella parecía buena persona, comprensiva y amable… ¿Qué estaba diciendo entonces? ¿Qué era cruel como un cuervo que gusta de sacarle los ojos a las personas? No, no podía creerlo y por eso creía estar entendiéndolo todo mal. Aún así intentó seguirla, pero esa vez desde abajo, prefirió no subir al murillo y sólo escuchar lo que ella tenía para decir mientras la observaba desde abajo.
-Iré a tu refugio –le prometió-, lo quiero conocer. –Y luego, el asombro. Ivasmila no era considerada una muchacha que destacase por su inteligencia, pero aquello que la muchacha le decía… ¿Cómo podía saber ella lo que sentía un pájaro al volar? ¿Cómo podría adivinar lo que se sentía al tener el viento rozando las alas?–. ¿Tú cómo sabes todo eso? –No pudo evitar preguntarlo porque sencillamente le costaba demasiado pensar antes de hablar.
-Nunca escuché sobre seres así –le dijo y el asombro se reflejaba en sus ojos, era incapaz de cerrarlos-. Conozco gente especial, mi hermano lo es –dijo, y luego se llevó las manos a la boca pues ese era un secreto muy privado de la familia y ella sabía que nunca debía confiárselo a nadie, pues podría meter a Ladislav en problemas-. Por favor no diga a nadie lo de mi hermano –le rogó, el temor había hecho que dejase de tutearla, y rápidamente volvió sobre lo que realmente importaba-: ¿Usted conoce personas que pueden tomar forma de animal? ¿Es acaso algún hechizo?
Ivasmila Pekkus- Humano Clase Media
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Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
El ave escucha aquellos susurros que se detienen contra el viento mirando, buscando con sus ojos de pajarillo encontrar el alma perdida pero simplemente sonrió, mostró una sonrisa tan dulce de quien no ha escuchado nada. Aleja los cabellos que son atraídos por la brisa nocturna al rostro de la joven, apenas y toca los labios silenciando las preguntas que ha dejado, las respuestas silenciosas y solo puede tomar la mano ajena entre las suyas entrelazándolas dejando un beso sobre aquellos dulces y bondadosos dedos.
La blanca alma que refleja aquella joven destroza el corazón podrido del ave, que con esfuerzo se contiene para no ceder a ese impulso. Acerca a la joven al borde del puente mirando hacia abajo — Mire mi señora, como ve usted hacia abajo todo tan pequeño, así deben ver las aves. Solo extienda sus brazos y cierre los ojos, déjese llevar por el viento como si fuera usted un ave— susurró soltando la mano y haciendo lo que decía, abriendo sus brazos como si fueron sus pequeñas alas recibiendo el viento que golpea cálido para ella
Su secreto se alza cuando sabe que la joven conoce a otros seres especiales, muerde su lengua hasta sangrar pero lo oculta, apenas y sonríe al sentarse sobre el borde del puente —Hay muchos seres especiales mi señora, usted lo es, usted es alguien único porque acepta a gente como yo. Es una diosa a la que con gusto estaría a sus pies alabándola y haciendo ofrendas— sonríe alzando la vista al cielo nocturno —Su hermano es especial por tenerla a usted, ¿verdad?— miro a la joven con algo de tristeza y con sus palabras buscó ayudar a su traspié, el ave conocía los peligros de revelar secretos, ella era uno de ellos, su vida, pasado y presente se volvía cada vez más difícil de sobrellevar.
Dudó un momento pero entonces en un suspiro fuerte tomó la mano de la joven sin bajar la mirada del cielo —Antes de que nos encontremos en mi santuario de tranquilidad ¿podemos ir a otro lugar? Hay algo que me gustaría mostrarte Ivasmila, talvez luego de que lo veas huyas y no quiero guardar secretos, esta vez no quiero tener secretos con alguien tan buena como tu, eso me mataría para siempre— susurró y apretó la mano de la joven mirándole a los ojos suplicando que realmente la joven pudiera entender la situación.
R ogaba que el hermano de aquella joven fuera como ella, que también fuera un cambiante y no otro tipo de ser, pero era muy raro ver a a ese tipo de seres como ella, y más teniendo familias que no tuvieran la misma condición. SE mordió el labio soltando la mano ajena, quedó sentada sobre el borde del puente mirando en silencio con aquella mirada perdida y de quien sufre en agonía por los secretos de su vida.
La blanca alma que refleja aquella joven destroza el corazón podrido del ave, que con esfuerzo se contiene para no ceder a ese impulso. Acerca a la joven al borde del puente mirando hacia abajo — Mire mi señora, como ve usted hacia abajo todo tan pequeño, así deben ver las aves. Solo extienda sus brazos y cierre los ojos, déjese llevar por el viento como si fuera usted un ave— susurró soltando la mano y haciendo lo que decía, abriendo sus brazos como si fueron sus pequeñas alas recibiendo el viento que golpea cálido para ella
Su secreto se alza cuando sabe que la joven conoce a otros seres especiales, muerde su lengua hasta sangrar pero lo oculta, apenas y sonríe al sentarse sobre el borde del puente —Hay muchos seres especiales mi señora, usted lo es, usted es alguien único porque acepta a gente como yo. Es una diosa a la que con gusto estaría a sus pies alabándola y haciendo ofrendas— sonríe alzando la vista al cielo nocturno —Su hermano es especial por tenerla a usted, ¿verdad?— miro a la joven con algo de tristeza y con sus palabras buscó ayudar a su traspié, el ave conocía los peligros de revelar secretos, ella era uno de ellos, su vida, pasado y presente se volvía cada vez más difícil de sobrellevar.
Dudó un momento pero entonces en un suspiro fuerte tomó la mano de la joven sin bajar la mirada del cielo —Antes de que nos encontremos en mi santuario de tranquilidad ¿podemos ir a otro lugar? Hay algo que me gustaría mostrarte Ivasmila, talvez luego de que lo veas huyas y no quiero guardar secretos, esta vez no quiero tener secretos con alguien tan buena como tu, eso me mataría para siempre— susurró y apretó la mano de la joven mirándole a los ojos suplicando que realmente la joven pudiera entender la situación.
R ogaba que el hermano de aquella joven fuera como ella, que también fuera un cambiante y no otro tipo de ser, pero era muy raro ver a a ese tipo de seres como ella, y más teniendo familias que no tuvieran la misma condición. SE mordió el labio soltando la mano ajena, quedó sentada sobre el borde del puente mirando en silencio con aquella mirada perdida y de quien sufre en agonía por los secretos de su vida.
Kiara Zając- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 12/09/2014
Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
Hizo lo que ella le recomendaba, cerró los ojos y extendió sus brazos, sintió el viento sobre su cuerpo queriendo poseerla, la libertad que la acariciaba como nadie lo había hecho… y la tentación no tardó en correr hacia ella. Saltar, saltar y que sucediese lo que el destino tuviera elegido para ella. Saltar y ya no pensar en el pasado ni preocuparse por el futuro, saltar y sentirse en el aire por primera vez, sentir que su cuerpo al fin estaba en armonía con su mente, que siempre volaba. Saltar y dejar de tomar sus propias decisiones, saltar y ya no mirar atrás, no pensar en nadie ni en nada, no querer encajar en un mundo que jamás entendería. Saltar y vivir al fin.
Pero claro que Ivasmila no podía saltar, era solo un deseo que reprimiría como tantos otros, su amiga parecía entenderlo también pues la tomó de la mano como si quisiese protegerla, cuidarla del evidente peligro. Ivasmila aceptó el cariño que ella le daba, era casi inocente ajeno a toda intención y a la vez cargado de sensualidad. No reprimió el impulso de enredar en sus dedos un mechón del cabello de la otra, se acercó despacio a él y lo olió… tal como había imaginado, olía a flores. Era suave y hermoso.
-Yo no soy especial –le dijo con tono apagado, triste-. No hay nada en mí que sea diferente a cualquier otra muchacha de mi edad. Mi hermano no me entiende, está ocupado con sus hechizos y ayudando a la gente enferma, no me quiere –le confió, sin darse cuenta que seguía revelando secretos demasiado peligrosos para ella y su familia.
Por segunda vez en escasos minutos, Ivasmila no pudo reprimir un impulso. Cuando Kiara le aseguró que para ella era una diosa, Ivasmila la abrazó. La abrazó porque no eran intimas amigas, porque no había demasiada confianza entre ellas, porque hacía menos de una hora que se conocían, pero ella ya le había hecho sentir importante y querida.
-¿Ese lugar queda muy lejos? –le preguntó tras separarse de ella-. Es que es tarde… ¿Iremos hoy u otro día?
Ni siquiera le había preguntado dónde era o para qué quería que la acompañase. No necesitaba saber todo aquello porque la decisión estaba tomada; la acompañaría a donde quisiese llevarla. Incluso se sentía ilusionada con la idea de una nueva aventura junto a su nueva amiga.
-No tengas secretos conmigo, Kiara. Yo tampoco quiero tenerlos contigo, aunque mis secretos sean malos. Las amigas se cuentan todo siempre, y yo quiero que seamos muy amigas, quiero que haya muchas noches como esta –le rogó y volvió a abrazarla, sin importarle que siguiesen sobre el bordillo del puente.
Pero claro que Ivasmila no podía saltar, era solo un deseo que reprimiría como tantos otros, su amiga parecía entenderlo también pues la tomó de la mano como si quisiese protegerla, cuidarla del evidente peligro. Ivasmila aceptó el cariño que ella le daba, era casi inocente ajeno a toda intención y a la vez cargado de sensualidad. No reprimió el impulso de enredar en sus dedos un mechón del cabello de la otra, se acercó despacio a él y lo olió… tal como había imaginado, olía a flores. Era suave y hermoso.
-Yo no soy especial –le dijo con tono apagado, triste-. No hay nada en mí que sea diferente a cualquier otra muchacha de mi edad. Mi hermano no me entiende, está ocupado con sus hechizos y ayudando a la gente enferma, no me quiere –le confió, sin darse cuenta que seguía revelando secretos demasiado peligrosos para ella y su familia.
Por segunda vez en escasos minutos, Ivasmila no pudo reprimir un impulso. Cuando Kiara le aseguró que para ella era una diosa, Ivasmila la abrazó. La abrazó porque no eran intimas amigas, porque no había demasiada confianza entre ellas, porque hacía menos de una hora que se conocían, pero ella ya le había hecho sentir importante y querida.
-¿Ese lugar queda muy lejos? –le preguntó tras separarse de ella-. Es que es tarde… ¿Iremos hoy u otro día?
Ni siquiera le había preguntado dónde era o para qué quería que la acompañase. No necesitaba saber todo aquello porque la decisión estaba tomada; la acompañaría a donde quisiese llevarla. Incluso se sentía ilusionada con la idea de una nueva aventura junto a su nueva amiga.
-No tengas secretos conmigo, Kiara. Yo tampoco quiero tenerlos contigo, aunque mis secretos sean malos. Las amigas se cuentan todo siempre, y yo quiero que seamos muy amigas, quiero que haya muchas noches como esta –le rogó y volvió a abrazarla, sin importarle que siguiesen sobre el bordillo del puente.
Ivasmila Pekkus- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 08/12/2016
Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
El ave sonríe, muestra su rostro con la esencia dulce y las mano derecha que sube directo a la mejilla de la joven humana, la calidez de otro ser que no sea para lastimar la estremece como la desconcierta, incluso la cercanía de la joven hace que su alma se sienta tranquila tanto como para desear abrazarla hasta que todo el dolor de ambas se fueran, pero solo se limitó a acariciar su mejilla hasta pasar por el cabello de la joven sonriéndole acercándose a besar la otra mejilla y frente suspirando ante el viento de la noche, un viento que las acoge en secreto de la mirada de todos.
Dulce aroma de la noche que el ave percibe y aun así muerde más su labio inferior callándose su secreto, ocultándose a los ojos cándidos y la confianza que había depositado aquella joven dama, comenzó a sentirse culpable pero también temerosa, ¿Cuántas veces no fue usada por otros seres? Para ello solo podría mencionar una de las células de la inquisición, solo pensar en ello su cuerpo se estremecía de dolor, miró los ojos de la joven tomando sus manos con las suyas — Mi señora es tan especial, tanto como ninguna otra mujer, es más especial que yo quien esta manchada en un tono rojo intenso, usted es una flora blanca con sus bordes tinturado en el rosa de la inocencia, creciendo entre flores marchitas, usted es la flor más hermosa de todas mi señora— susurró mirando con una dulzura diferente a la usual.
Un intento en vano de decir su secreto, pero guardo silencio negando lentamente —No necesariamente tiene que ser hoy, puede ser otro día mi señora y déjeme decirle algo— se colocó tras la espalda de la mujer abrazándola evocando una melodía suave y tranquila moviéndose sobre aquel borde de peligro —Su hermano la quiere mucho como para compartir con usted su secreto de hechicería— susurró tan bajo como un pequeño canto de un gorrión, suave —Un secreto que muchos usarían en su contra, incluso contra de usted mi señora, en el mundo hay gente aún peor de la que hemos conocido, gente que no dudaría en usar lo que sea para tener lo que quiere— recordó el momento en que aquel hombre conoció su secreto y a lo que se vio obligada a ser y a hacer.
Suspiró alzando la mirada al cielo separándose de la joven quedándose tan al borde que su cuerpo podría caer, el viento soplo trayendo el silencio de la noche, ladeo su cabeza con su cabello moviéndose en el aire —Perdóname— susurró, por vez primera su secreto le dolía y una pequeña lágrima corrió por su mejilla, abrió sus brazos, las extendió lo más que pudo, alzó su rostro al cielo y sin pensarlo meditó un momento dejando el bordillo para quedar en el puente invitando con la mano a su compañera —Es tarde por hoy, es mejor que vayamos a su casa, quizás su hermano esté muy enojado y si está muy furioso luego no la dejará salir, dejemos la noche de secretos para otra noche, porque — mantuvo silencio en ese momento —porque no tendré secretos con usted mi señora, y para ello debo prepararme para decirle todo de mi antes de que pueda perderla— acarició los cabellos de la mujer besando la punta de ellos así como el dorso de la mano sonriéndole y abrazándola, permitiéndose semejante acto de atrevimiento en un lugar público, pero por primera vez sentía algo en su ser que no era el dolor y la venganza, que no era el miedo…y eso le gustaba. Ella le agradaba.
Dulce aroma de la noche que el ave percibe y aun así muerde más su labio inferior callándose su secreto, ocultándose a los ojos cándidos y la confianza que había depositado aquella joven dama, comenzó a sentirse culpable pero también temerosa, ¿Cuántas veces no fue usada por otros seres? Para ello solo podría mencionar una de las células de la inquisición, solo pensar en ello su cuerpo se estremecía de dolor, miró los ojos de la joven tomando sus manos con las suyas — Mi señora es tan especial, tanto como ninguna otra mujer, es más especial que yo quien esta manchada en un tono rojo intenso, usted es una flora blanca con sus bordes tinturado en el rosa de la inocencia, creciendo entre flores marchitas, usted es la flor más hermosa de todas mi señora— susurró mirando con una dulzura diferente a la usual.
Un intento en vano de decir su secreto, pero guardo silencio negando lentamente —No necesariamente tiene que ser hoy, puede ser otro día mi señora y déjeme decirle algo— se colocó tras la espalda de la mujer abrazándola evocando una melodía suave y tranquila moviéndose sobre aquel borde de peligro —Su hermano la quiere mucho como para compartir con usted su secreto de hechicería— susurró tan bajo como un pequeño canto de un gorrión, suave —Un secreto que muchos usarían en su contra, incluso contra de usted mi señora, en el mundo hay gente aún peor de la que hemos conocido, gente que no dudaría en usar lo que sea para tener lo que quiere— recordó el momento en que aquel hombre conoció su secreto y a lo que se vio obligada a ser y a hacer.
Suspiró alzando la mirada al cielo separándose de la joven quedándose tan al borde que su cuerpo podría caer, el viento soplo trayendo el silencio de la noche, ladeo su cabeza con su cabello moviéndose en el aire —Perdóname— susurró, por vez primera su secreto le dolía y una pequeña lágrima corrió por su mejilla, abrió sus brazos, las extendió lo más que pudo, alzó su rostro al cielo y sin pensarlo meditó un momento dejando el bordillo para quedar en el puente invitando con la mano a su compañera —Es tarde por hoy, es mejor que vayamos a su casa, quizás su hermano esté muy enojado y si está muy furioso luego no la dejará salir, dejemos la noche de secretos para otra noche, porque — mantuvo silencio en ese momento —porque no tendré secretos con usted mi señora, y para ello debo prepararme para decirle todo de mi antes de que pueda perderla— acarició los cabellos de la mujer besando la punta de ellos así como el dorso de la mano sonriéndole y abrazándola, permitiéndose semejante acto de atrevimiento en un lugar público, pero por primera vez sentía algo en su ser que no era el dolor y la venganza, que no era el miedo…y eso le gustaba. Ella le agradaba.
Kiara Zając- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 12/09/2014
Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
El beso en la mejilla la había tomado por sorpresa, pero no pensó en si significaba algo más, tampoco en lo extraño que pusiese parecer ese gesto proveniente de alguien a quien hacía tres horas no conocía en lo absoluto. En el abrazo cálido y cómodo de su amiga, Ivasmila encontró un refugio. Tanto que no quería apartarse, prestaba más atención a esa demostración de cariño de la muchacha que a las palabras que expresaba. Sucedía que desde la muerte de su madre Ivasmila no se sentía comprendida por nadie, desde que ya no la tenía sentía que no tenía con quien hablar, con quien compartir sus miedos y secretos más íntimos. Era la única hija mujer de los Pekkus, ¿cómo no iba a sentirse sola sin su madre? Sola y perdida, por eso también había viajado a París, para escapar de la soledad y la incomprensión, para encontrar amigas.
No te quiere, no se conocen bien. ¡Se cansará de ti! Quando lei sapeva quanto sei pazza non ti voglierà bene mai. Vete, vete porque ella notará tu locura. Deberías morir, Ivasmila. Yes, go to the river...
Las voces otra vez. Ivasmila agradeció estar de espaldas a su amiga, no quería que ella notase lo que le estaba ocurriendo. Cerró los ojos y respiró profundamente varias veces hasta que dejó de oír aquellas crueles palabras, poco a poco se fueron perdiendo como si el viento se las llevase.
Tuvo miedo por un momento al verla tan cerca del borde, pero algo le decía que aquella mujer sabía lo que hacía. Tal vez fuese su postura, la forma en la que había abierto los brazos o en la que respiraba... Sí, ella sabía lo que hacía.
-Que cosas hermosas me dices, Kiara. Eres hermosa, tienes un gran corazón y es por eso que dices cosas bonitas. No soy inocente –dijo, tras suspirar y sin pensar demasiado-. Una vez maté a alguien –le confesó y al oírse decirlo se puso nerviosa.
Aceptó la ayuda que le daba para bajar del puente. Cuando Kiara le besó el cabello, Ivasmila tuvo ganas de que volviese a besarle la mejilla como había hecho minutos atrás, un cosquilleo nuevo, jamás experimentado antes, se alojó en su vientre y la hizo sonreír.
-No me perderás. ¿Me acompañarás a casa? –le preguntó, segura de que ella se lo había dicho pero sin poder creerlo-. ¡Me encantaría caminar contigo por las calles del puerto! –le dijo y emocionada dio saltitos.
Vivía en una casita junto a la herrería de su hermano, ubicada en el puerto. No sabía si Ladislav estaría allí o no, muchas noches las pasaba fuera, porque algunos familiares de gente enferma llamaban a su puerta para que acudiese a ayudarles.
Ivasmila ya no se contuvo. Aprovechó que su amiga se acercaba a ella con intención de abrazarla y ella le acarició la mejilla fría antes de depositar un tímido beso en sus labios. Lejos de escandalizarse o avergonzarse, Ivasmila se echó a reír. Tomó de la mano a Kiara y salió corriendo, atravesando la noche junto a ella, rumbo al puerto.
No te quiere, no se conocen bien. ¡Se cansará de ti! Quando lei sapeva quanto sei pazza non ti voglierà bene mai. Vete, vete porque ella notará tu locura. Deberías morir, Ivasmila. Yes, go to the river...
Las voces otra vez. Ivasmila agradeció estar de espaldas a su amiga, no quería que ella notase lo que le estaba ocurriendo. Cerró los ojos y respiró profundamente varias veces hasta que dejó de oír aquellas crueles palabras, poco a poco se fueron perdiendo como si el viento se las llevase.
Tuvo miedo por un momento al verla tan cerca del borde, pero algo le decía que aquella mujer sabía lo que hacía. Tal vez fuese su postura, la forma en la que había abierto los brazos o en la que respiraba... Sí, ella sabía lo que hacía.
-Que cosas hermosas me dices, Kiara. Eres hermosa, tienes un gran corazón y es por eso que dices cosas bonitas. No soy inocente –dijo, tras suspirar y sin pensar demasiado-. Una vez maté a alguien –le confesó y al oírse decirlo se puso nerviosa.
Aceptó la ayuda que le daba para bajar del puente. Cuando Kiara le besó el cabello, Ivasmila tuvo ganas de que volviese a besarle la mejilla como había hecho minutos atrás, un cosquilleo nuevo, jamás experimentado antes, se alojó en su vientre y la hizo sonreír.
-No me perderás. ¿Me acompañarás a casa? –le preguntó, segura de que ella se lo había dicho pero sin poder creerlo-. ¡Me encantaría caminar contigo por las calles del puerto! –le dijo y emocionada dio saltitos.
Vivía en una casita junto a la herrería de su hermano, ubicada en el puerto. No sabía si Ladislav estaría allí o no, muchas noches las pasaba fuera, porque algunos familiares de gente enferma llamaban a su puerta para que acudiese a ayudarles.
Ivasmila ya no se contuvo. Aprovechó que su amiga se acercaba a ella con intención de abrazarla y ella le acarició la mejilla fría antes de depositar un tímido beso en sus labios. Lejos de escandalizarse o avergonzarse, Ivasmila se echó a reír. Tomó de la mano a Kiara y salió corriendo, atravesando la noche junto a ella, rumbo al puerto.
Ivasmila Pekkus- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 08/12/2016
Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
El casto y dulce beso robado la toma por sorpresa, su mano cual ala apresada tomaba gusto por la cárcel de la mano ajena tanto como para sujetarla con fuerza buscando entrelazar los dedos. Sonríe, casi como una risilla cómplice al correr junto a su amiga dejando que el viento las reciba y las mantenga en complicidad. Apenas y ellas atraviesan las ráfagas de aire que oscilan entre la fría noche. El ave sonríe más y más, siente un golpe de libertad, uno que antes no ha sentido y eso la motiva a correr más como si estuviera a punto de volar, pero se detiene tirando la mano de la joven para atraerla hacia ella.
El ave sonríe, y cobija de nuevo en un suave abrazo a la joven interrumpiendo su andar sutil, son esos largos dedos cuales plumas que acomodan los cabellos de su pequeña amiga con la muestra más sincera en su rostro de una verdadera sonrisa acercando sus labios a las mejillas de la joven dejando dos besos en cada lado, al final la abraza sintiendo el golpe de las flores del cabello claro e inocente en su nariz, susurra contra su oído — Mi señora es tan inocente con las bellas y blancas flores del jardín, es tan pura como los girasoles y tan bella como las rosas rojas— susurró alzando el mentón de la joven dejando que sus labios los roce suavemente dejándole una sonrisa —Mi señora, le acompañaría siempre y más ahora que me ha dicho que no la perderé, no sabe cuánto me alegra oír eso, mi corazón se ha emocionad— susurra al tomar la mano de la joven con la suya caminando despacio por las calles —Pero, la acompañaré de lejos, no quiero que luego corra peligro, ahora que encontrado un valioso tesoro no quiero perderlo ni dañarlo, no me lo perdonaría, ni su hermano tampoco— ríe por lo bajo ocultando sus labios mirando de soslayo a la joven
Camina junto a ella siguiéndola, pero para el ave es una eternidad, la agota el usar esas piernas y no sus bellas alas, pero al ver los ojos de la joven lo soporta de la mejor manera admirando el cielo en una mirada de nostalgia, recordando parte de la confesión que había hecho su nueva amiga. Abrió sus labios apenas dejando escapar un suspiro tomando aquella mano y besando los dedos —Sus manos no están tan manchadas, pues no ha sido la única que ha tenido que tirar de la correa para encontrar libertad, yo también lo hice, también maté a varios hombres antes de llegar aquí, y lo sigo haciendo cada noche, cada noche cuando la cinta de mi cabello se aleja devoro hombres a los que solo les queda mi recuerda, y ahora estoy condenada por ello— terminó de besar la palma interna de ambas manos y desvió la mirada.
Silencio se mantuvo entre las dos mientras caminaban, pero ella no soltaba aquella mano cálida que transmitía aquellos apacibles latidos de corazón que la calmaban. Regresó su mirada suplicando perdón y clemencia —No me odies por ser un ave de la noche, Ivasmilla— susurró suave justo al llegar a la zona portuaria, un golpe en su corazón se acrecentaba pues era cerca de aquel lugar donde había iniciado su nueva condena. Se mantuvo de pie un momento sin avanzar más petrificada, sus ojos se fueron observando a cada lado buscando, esperando a que nuevamente aquella persona saliera y arruinara todo, y no hablaba de los que había asesinado si no de quien es ahora la tenían con un collar en el cuello.
El ave sonríe, y cobija de nuevo en un suave abrazo a la joven interrumpiendo su andar sutil, son esos largos dedos cuales plumas que acomodan los cabellos de su pequeña amiga con la muestra más sincera en su rostro de una verdadera sonrisa acercando sus labios a las mejillas de la joven dejando dos besos en cada lado, al final la abraza sintiendo el golpe de las flores del cabello claro e inocente en su nariz, susurra contra su oído — Mi señora es tan inocente con las bellas y blancas flores del jardín, es tan pura como los girasoles y tan bella como las rosas rojas— susurró alzando el mentón de la joven dejando que sus labios los roce suavemente dejándole una sonrisa —Mi señora, le acompañaría siempre y más ahora que me ha dicho que no la perderé, no sabe cuánto me alegra oír eso, mi corazón se ha emocionad— susurra al tomar la mano de la joven con la suya caminando despacio por las calles —Pero, la acompañaré de lejos, no quiero que luego corra peligro, ahora que encontrado un valioso tesoro no quiero perderlo ni dañarlo, no me lo perdonaría, ni su hermano tampoco— ríe por lo bajo ocultando sus labios mirando de soslayo a la joven
Camina junto a ella siguiéndola, pero para el ave es una eternidad, la agota el usar esas piernas y no sus bellas alas, pero al ver los ojos de la joven lo soporta de la mejor manera admirando el cielo en una mirada de nostalgia, recordando parte de la confesión que había hecho su nueva amiga. Abrió sus labios apenas dejando escapar un suspiro tomando aquella mano y besando los dedos —Sus manos no están tan manchadas, pues no ha sido la única que ha tenido que tirar de la correa para encontrar libertad, yo también lo hice, también maté a varios hombres antes de llegar aquí, y lo sigo haciendo cada noche, cada noche cuando la cinta de mi cabello se aleja devoro hombres a los que solo les queda mi recuerda, y ahora estoy condenada por ello— terminó de besar la palma interna de ambas manos y desvió la mirada.
Silencio se mantuvo entre las dos mientras caminaban, pero ella no soltaba aquella mano cálida que transmitía aquellos apacibles latidos de corazón que la calmaban. Regresó su mirada suplicando perdón y clemencia —No me odies por ser un ave de la noche, Ivasmilla— susurró suave justo al llegar a la zona portuaria, un golpe en su corazón se acrecentaba pues era cerca de aquel lugar donde había iniciado su nueva condena. Se mantuvo de pie un momento sin avanzar más petrificada, sus ojos se fueron observando a cada lado buscando, esperando a que nuevamente aquella persona saliera y arruinara todo, y no hablaba de los que había asesinado si no de quien es ahora la tenían con un collar en el cuello.
Kiara Zając- Cambiante Clase Media
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Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
Nunca habría adivinado que caminar con una amiga por la calle fuese tan divertido. Ivasmila no dejaba de reír y de disfrutar, todo lo que le parecía gris y aburrido noche tras noche mientras recorría ese camino para regresar a su casa, ahora le parecía bello y deseaba detenerse en cada esquina para que ese paseo no se acabase jamás. Corrían si lo deseaban, caminaban muy lentamente si lo necesitaban y se abrazaban.
-¿Por qué dices eso, Kiara? ¿Por qué me acompañarás de lejos? Puedes caminar junto a mí todo lo que quieras, incluso puedes quedarte a cenar en mi casa… Yo sé cocinar, ¡me encantaría cocinarte! –le aseguró, con ilusión en la mirada al imaginar a Kiara felicitándola por algún platillo que ella le hubiese hecho especialmente-. Nunca he tenido una amiga –le confesó, ¿estaba quedando como una tonta? No lo sabía, pero le decía la verdad-, ¿y si mañana no nos reencontramos? ¿Y si ya no podemos vernos ninguna otra noche? ¡No quiero! ¡Acompáñame! –le rogó y se abrazó a su cuello con fuerza, sin delicadeza ni decoro.
Ivasmila comenzó a llorar porque no entendía –y porque así era ella, iba de la alegría a la tristeza en cuestión de segundos-, quería ser más inteligente porque si lo fuese tal vez ella no quisiera alejarse. Cuando pudo calmarse tiró de Kiara hacia uno de los callejones porque estaban ya en el puerto y era inminente que el encuentro se acababa. Puso la espalda contra la pared fría y se encerró a sí misma entre ese frío y Kiara.
-¿Lo dices en serio o solo por hacerme sentir mejor? ¿En verdad has matado a muchos hombres? –el frío viento del puerto le helaba el rostro, aún húmedo de lágrimas-. Sé que a mí no me lastimarás, estoy convencida. ¿Por qué los matas? Ellos son malos –dijo, no muy convencida y para justificarla, mientras jugaba a trenzar largos mechones del cabello ajeno-, pero… no entiendo, Kiara.
Algo en la expresión de su amiga cambió y provocó que Ivasmila se asustase. Kiara se ponía alerta y miraba hacia todos lados. Tal vez deberían volver a andar… Caminaron en silencio e Ivasmila se tomó del brazo de su amiga, el puerto estaba desierto, solo ellas caminaban por allí, aunque sí se oían risas provenientes de las embarcaciones que flotaban ancladas.
-Nunca te odiaría, Kiara. A mí me gustan las aves, ¿pero cómo puedes ser tú una? –Kiara se frenó a mitad de camino, como tomando distancia de Iva y ella no supo qué pensar de lo extraño que su amiga se comportaba de pronto-. Esa de allí es mi casa, ven conmigo –la invitó, señalando hacia la herrería de su hermano.
-¿Por qué dices eso, Kiara? ¿Por qué me acompañarás de lejos? Puedes caminar junto a mí todo lo que quieras, incluso puedes quedarte a cenar en mi casa… Yo sé cocinar, ¡me encantaría cocinarte! –le aseguró, con ilusión en la mirada al imaginar a Kiara felicitándola por algún platillo que ella le hubiese hecho especialmente-. Nunca he tenido una amiga –le confesó, ¿estaba quedando como una tonta? No lo sabía, pero le decía la verdad-, ¿y si mañana no nos reencontramos? ¿Y si ya no podemos vernos ninguna otra noche? ¡No quiero! ¡Acompáñame! –le rogó y se abrazó a su cuello con fuerza, sin delicadeza ni decoro.
Ivasmila comenzó a llorar porque no entendía –y porque así era ella, iba de la alegría a la tristeza en cuestión de segundos-, quería ser más inteligente porque si lo fuese tal vez ella no quisiera alejarse. Cuando pudo calmarse tiró de Kiara hacia uno de los callejones porque estaban ya en el puerto y era inminente que el encuentro se acababa. Puso la espalda contra la pared fría y se encerró a sí misma entre ese frío y Kiara.
-¿Lo dices en serio o solo por hacerme sentir mejor? ¿En verdad has matado a muchos hombres? –el frío viento del puerto le helaba el rostro, aún húmedo de lágrimas-. Sé que a mí no me lastimarás, estoy convencida. ¿Por qué los matas? Ellos son malos –dijo, no muy convencida y para justificarla, mientras jugaba a trenzar largos mechones del cabello ajeno-, pero… no entiendo, Kiara.
Algo en la expresión de su amiga cambió y provocó que Ivasmila se asustase. Kiara se ponía alerta y miraba hacia todos lados. Tal vez deberían volver a andar… Caminaron en silencio e Ivasmila se tomó del brazo de su amiga, el puerto estaba desierto, solo ellas caminaban por allí, aunque sí se oían risas provenientes de las embarcaciones que flotaban ancladas.
-Nunca te odiaría, Kiara. A mí me gustan las aves, ¿pero cómo puedes ser tú una? –Kiara se frenó a mitad de camino, como tomando distancia de Iva y ella no supo qué pensar de lo extraño que su amiga se comportaba de pronto-. Esa de allí es mi casa, ven conmigo –la invitó, señalando hacia la herrería de su hermano.
Ivasmila Pekkus- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 08/12/2016
Re: Corazón, dame algo de razón (Kiara)
Suave perfume que se envuelve en la senda de la noche y solo se impregna en la pequeña nariz perfilada de la pequeña ave. Sus plumas cual dedos largos acarician las mejillas de la dama, suavemente y con una delicadez extrema como si fuera aquella un sueño que puede terminar cuando el ave despierte al caer en picada, pero por ella el ave estaría dispuesto a dejarse cortar sus pequeñas alas.
Sonríe con calidez en su rostro mirando como de lejos, mirando aquellas suaves manos de la joven, asiente levemente mostrando en sus ojos un brillo de esperanza antes marchito — Jamás diría algo solo para hacerte sentir mejor, Ivasmila, al contrario eso solo se lo diría a los hombres, pero a ti…a ti siempre te diré la verdad aunque sea la más dolorosa y me odies, por qué si, sé que cuando sepas la verdad de mi terminaras odiándome y huyendo como todos lo hacen porque soy mala y corrupta…y…a una doncella tan pura y buena como lo eres Ivasmila nadie quería ensuciar— caminó manteniendo la distancia, estaba muy consciente el ave del lugar y las personas, ella podía sentir el peso de la mirada de su celador y quien tiene la llave de sus grilletes.
Cierra los ojos y al abrirlos ve la casa de la joven, su mirada se llena de una profunda tristeza al ver que el tiempo se había acabado entre las dos, al ver que tendría que dejar a la única persona que había despertado una sensación de calma, que había encontrado a alguien que se asemejaba a la paz de su jardín y sus flores. Niega, insistiéndola que entre a la casa; pero, su miedo era ver al hermano de la joven y que este la hubiera conocido antes. Su corazón latía con fuerza, pero ella solo se limitó a sonreír —No dejaremos de vernos, ahora se dónde vive mi señora, así como donde trabajo. Igual usted sabe dónde paso todas las mañanas. Esta ave siempre sabrá de ti, siempre cuidará de ti y nunca dejará de admirarte de lejos o de cerca— se acerco lento estando frente a la joven acariciándole los cabellos, las mejillas y aquellos labios que probó cual néctar y veneno —Si entro a su casa, puede que su hermano se enoje con usted y conmigo. Mañana, mañana nos veremos en el jardín o quizás en el acantilado para mostrarle como puedo ser un ave— susurró y besó la frente de la joven dejando su promesa pactada.
Sonríe con calidez en su rostro mirando como de lejos, mirando aquellas suaves manos de la joven, asiente levemente mostrando en sus ojos un brillo de esperanza antes marchito — Jamás diría algo solo para hacerte sentir mejor, Ivasmila, al contrario eso solo se lo diría a los hombres, pero a ti…a ti siempre te diré la verdad aunque sea la más dolorosa y me odies, por qué si, sé que cuando sepas la verdad de mi terminaras odiándome y huyendo como todos lo hacen porque soy mala y corrupta…y…a una doncella tan pura y buena como lo eres Ivasmila nadie quería ensuciar— caminó manteniendo la distancia, estaba muy consciente el ave del lugar y las personas, ella podía sentir el peso de la mirada de su celador y quien tiene la llave de sus grilletes.
Cierra los ojos y al abrirlos ve la casa de la joven, su mirada se llena de una profunda tristeza al ver que el tiempo se había acabado entre las dos, al ver que tendría que dejar a la única persona que había despertado una sensación de calma, que había encontrado a alguien que se asemejaba a la paz de su jardín y sus flores. Niega, insistiéndola que entre a la casa; pero, su miedo era ver al hermano de la joven y que este la hubiera conocido antes. Su corazón latía con fuerza, pero ella solo se limitó a sonreír —No dejaremos de vernos, ahora se dónde vive mi señora, así como donde trabajo. Igual usted sabe dónde paso todas las mañanas. Esta ave siempre sabrá de ti, siempre cuidará de ti y nunca dejará de admirarte de lejos o de cerca— se acerco lento estando frente a la joven acariciándole los cabellos, las mejillas y aquellos labios que probó cual néctar y veneno —Si entro a su casa, puede que su hermano se enoje con usted y conmigo. Mañana, mañana nos veremos en el jardín o quizás en el acantilado para mostrarle como puedo ser un ave— susurró y besó la frente de la joven dejando su promesa pactada.
Kiara Zając- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 12/09/2014
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