AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Hakuna Matata (Privado)
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Hakuna Matata (Privado)
Aquel mediodía el sol brillaba en lo alto del cielo y a pesar de que todavía era invierno, hacía una temperatura bastante apacible como para disfrutar del aire libre hasta el último rayo del astro rey. Había estado paseando por el mercado ambulante durante la mañana, buscando los servicios del herrero para que afilase mis dagas. Tras una larga espera en la que había conseguido mi propósito, continué mi visita por ese embriagador lugar cargado de especia, donde tomé un tentempié como almuerzo. Así que después de llevar horas andando extenuada entre la multitud y la arena, opté por darme un estimulante baño en un pequeño riachuelo que había visitado ya en varias ocasiones, alejado de miradas indiscretas, antes de volver al hostal para prepararme para salir de partida de caza esa noche.
Altair me había dicho que una aldea cercana estaba sufriendo las desapariciones de varios de sus habitantes durante las últimas noches, y teniendo en cuenta que todavía quedaban varias noches para que fuese luna llena, todo apuntaba a que algún inmortal había metido sus sucios colmillos en aquel lugar.
Tomé mi montura y en menos de una hora alcancé ese lugar perdido en el bosque, que consideraba como mi pequeño refugio. Cada vez que tenía que alejarme de todo y sopesar los problemas que me abrumaban en silencio, acudía a aquel paraje cargado de encanto. Adoraba estar rodeada de la naturaleza, de sus flores y de sus plantas, del canto de alegres pajarillos que auguraban con éste la proximidad de la primavera. Era un lugar que invitaba a descansar, a meditar y que sin saber muy bien, conseguía liberarme de la pesada carga de la venganza que portaba sobre mis hombros.
Dejé a mi montura atada a uno de los árboles junto a la vereda del río, y comencé a despojarme de mi ropa, no sin antes echar un último vistazo alrededor para comprobar que no había nadie en las inmediaciones. Como de costumbré el lugar estaba desierto, y me relajé antes de disfrutar de ese momento de paz que tanto había anhelado.
Coloqué la ropa encima de la silla de montar cuando me quedé solamente con la ropa interior, y tras acariciar el hocico de mi caballo y darle un rápido beso me lancé de cabeza a las frías aguas cristalinas. Tenía que reconocer que el agua estaba excesivamente fría, pero era fantástica la sensación vigorizante que el frío ejercía en mi cuerpo; así que entre chapoteos y brazadas, comencé a nadar en la parte más profunda del río para entrar en calor.
Altair me había dicho que una aldea cercana estaba sufriendo las desapariciones de varios de sus habitantes durante las últimas noches, y teniendo en cuenta que todavía quedaban varias noches para que fuese luna llena, todo apuntaba a que algún inmortal había metido sus sucios colmillos en aquel lugar.
Tomé mi montura y en menos de una hora alcancé ese lugar perdido en el bosque, que consideraba como mi pequeño refugio. Cada vez que tenía que alejarme de todo y sopesar los problemas que me abrumaban en silencio, acudía a aquel paraje cargado de encanto. Adoraba estar rodeada de la naturaleza, de sus flores y de sus plantas, del canto de alegres pajarillos que auguraban con éste la proximidad de la primavera. Era un lugar que invitaba a descansar, a meditar y que sin saber muy bien, conseguía liberarme de la pesada carga de la venganza que portaba sobre mis hombros.
Dejé a mi montura atada a uno de los árboles junto a la vereda del río, y comencé a despojarme de mi ropa, no sin antes echar un último vistazo alrededor para comprobar que no había nadie en las inmediaciones. Como de costumbré el lugar estaba desierto, y me relajé antes de disfrutar de ese momento de paz que tanto había anhelado.
Coloqué la ropa encima de la silla de montar cuando me quedé solamente con la ropa interior, y tras acariciar el hocico de mi caballo y darle un rápido beso me lancé de cabeza a las frías aguas cristalinas. Tenía que reconocer que el agua estaba excesivamente fría, pero era fantástica la sensación vigorizante que el frío ejercía en mi cuerpo; así que entre chapoteos y brazadas, comencé a nadar en la parte más profunda del río para entrar en calor.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/11/2016
Re: Hakuna Matata (Privado)
El día había sido más que interesante, al menos para mí. Me aventuré a caminar en las profundidades del bosque con el fin de explorarlos y poder hacerme de una especie de mapa en mi cabeza por si en alguna ocasión me apetecía deambular por ahí. Tras una larga caminata comencé a hacer recordatorios en mi mente sobre algunas cosas específicas que pudieran servir para orientarme en el futuro. En caso de que no hubiera nada concreto que resultara útil, cogía una piedra y la tallaba contra un árbol, haciendo marcas, que eran símbolos en mi tierra. Así fue como, entre recordatorios y marcas, logré hacer un camino y recorrer una gran distancia. Sin embargo, el olor de aquel hombre de pelo largo y mullida barba no se desvanecía, tan solo era menos intenso.
Sacudí mi cabeza para apartar aquella idea. Si había salido a pasear era justo para alejarme un rato de todo recuerdo suyo. En su lugar, comencé a fijarme en las plantas, animales y cualquier otra cosa que resultara de mi curiosidad. Ya no estaba en mi aldea y a pesar de lo difícil que era adaptarme a esa idea y a mi nueva vida como general. No podía perder tiempo lamentándome, lo más sensato era familiarizarme con aquella nueva tierra en la que me vi arrojado. Era prescindible el aprender lo más rápido posible, uno nunca sabía cuándo esos conocimientos serían útiles.
Hasta el momento había probado un par de frutas nuevas, y reconocido otras que ya había comido antes. No solo las plantas captaron mi atención, también había animalillos bastante curiosos, algunos salvajes y otros bastante simpáticos. Buscaba a uno en específico; lo había visto pero de lejos y quería encontrarlo; su apariencia era bastante parecida a la de un antílope, solo que éste se mostró menos ágil cuando lo divisé. El aroma que éste dejó era apenas suficiente como para rastrearlo, aún así, no perdía la esperanza.
Alcé la cara al cielo y de inmediato me llegó el mismo aroma que perseguía, fuerte. Estaba cerca. Sonreí emocionado antes de tumbarme al suelo mientras adoptaba la forma de una fiera con una melena asomándose por encima. Una vez completa la transformación procuré estirarme hasta que tronaron mis huesos y pronto eché a correr siguiendo la esencia que colmaba el aire del bosque. Pronto llegué a un valle solitario, rodeado de árboles y con un cuerpo de agua en el centro. Tengo sed. Me relamí los labios, en cuanto terminara de examinar a aquella magnífica criatura bebería algo.
Caminé con pasos lentos pero con la cabeza alzada en orgullo. -No temas. -Hablé mentalmente al animal que se notó inquieto en cuanto salí de entre las sombras. -No vengo a dañarte. -Seguí. Ya estaba a escaso medio metro de él. Lo rodeé, queriendo memorizar su altura y corpulencia con detalle, ese animal era más que precioso. De ser mío, lo adornaría con símbolos pintados en azul y rojo. Terminé de examinarlo y agradecí que se hubiera quedado callado. Obviamente el “antílope” pertenecía a alguien más, era obvio por la montura y la ropa que reposaba doblada encima. La bestia en cuestión agachó su cabeza para encontrar su frente con la mía a modo de saludo, correspondí el gesto y le dejé tranquilo. Ya había visto lo que quería ver.
Olisqueé el aire, dándome cuenta en el instante que la dueña de tan bella criatura estaba a unos escasos metros de mí… sumergida en el agua. Oh bueno, mejor aprovechar que sigue ahí. Seguramente no se tomaría bien que un muchacho de mi “clase” anduviera curioseando sus cosas. Avancé hasta la orilla del agua y sin pensármelo mucho, sumergí mi hocico, bebiendo del agua deliciosamente fría.
Sacudí mi cabeza para apartar aquella idea. Si había salido a pasear era justo para alejarme un rato de todo recuerdo suyo. En su lugar, comencé a fijarme en las plantas, animales y cualquier otra cosa que resultara de mi curiosidad. Ya no estaba en mi aldea y a pesar de lo difícil que era adaptarme a esa idea y a mi nueva vida como general. No podía perder tiempo lamentándome, lo más sensato era familiarizarme con aquella nueva tierra en la que me vi arrojado. Era prescindible el aprender lo más rápido posible, uno nunca sabía cuándo esos conocimientos serían útiles.
Hasta el momento había probado un par de frutas nuevas, y reconocido otras que ya había comido antes. No solo las plantas captaron mi atención, también había animalillos bastante curiosos, algunos salvajes y otros bastante simpáticos. Buscaba a uno en específico; lo había visto pero de lejos y quería encontrarlo; su apariencia era bastante parecida a la de un antílope, solo que éste se mostró menos ágil cuando lo divisé. El aroma que éste dejó era apenas suficiente como para rastrearlo, aún así, no perdía la esperanza.
Alcé la cara al cielo y de inmediato me llegó el mismo aroma que perseguía, fuerte. Estaba cerca. Sonreí emocionado antes de tumbarme al suelo mientras adoptaba la forma de una fiera con una melena asomándose por encima. Una vez completa la transformación procuré estirarme hasta que tronaron mis huesos y pronto eché a correr siguiendo la esencia que colmaba el aire del bosque. Pronto llegué a un valle solitario, rodeado de árboles y con un cuerpo de agua en el centro. Tengo sed. Me relamí los labios, en cuanto terminara de examinar a aquella magnífica criatura bebería algo.
Caminé con pasos lentos pero con la cabeza alzada en orgullo. -No temas. -Hablé mentalmente al animal que se notó inquieto en cuanto salí de entre las sombras. -No vengo a dañarte. -Seguí. Ya estaba a escaso medio metro de él. Lo rodeé, queriendo memorizar su altura y corpulencia con detalle, ese animal era más que precioso. De ser mío, lo adornaría con símbolos pintados en azul y rojo. Terminé de examinarlo y agradecí que se hubiera quedado callado. Obviamente el “antílope” pertenecía a alguien más, era obvio por la montura y la ropa que reposaba doblada encima. La bestia en cuestión agachó su cabeza para encontrar su frente con la mía a modo de saludo, correspondí el gesto y le dejé tranquilo. Ya había visto lo que quería ver.
Olisqueé el aire, dándome cuenta en el instante que la dueña de tan bella criatura estaba a unos escasos metros de mí… sumergida en el agua. Oh bueno, mejor aprovechar que sigue ahí. Seguramente no se tomaría bien que un muchacho de mi “clase” anduviera curioseando sus cosas. Avancé hasta la orilla del agua y sin pensármelo mucho, sumergí mi hocico, bebiendo del agua deliciosamente fría.
Aasim- Esclavo
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Re: Hakuna Matata (Privado)
Flotar en una nube debía ser la sensación más parecida a la que estaba experimentando en esos momentos de tranquilidad mientras nadaba con calma boca arriba en el río. Con los oidos sumergidos en el agua y los ojos cerrados, todos mis sentidos se mantenían ajenos a cualquier sonido del exterior, a cualquier estímulo que los sacase de esa paz que pocas veces alcanzaba. Era como si en ese preciso instante todos los problemas y preocupaciones que acostumbraba a cargar sobre mis hombros hubiesen desaparecido; como si las frías aguas del riachuelo limpiasen mi alma de la misma forma que limpiaban mi piel.
Minutos después de estar flotando en esta posición tan relajante, tuve la sensación de que alguien me observaba, rompiendo con la paz de mi paraiso particular. Me zambullí en el agua con la intención de bucear por debajo del agua hasta el lugar donde había dejado a mi montura, y con ésta, mis armas. mi presensimiento podía ser infundado, que se tratase solo de algun cervatillo curioso, incluso podía ser que mi caballo se hubiese movido aburrido de esperar. Pero la experiencia me había enseñado a que tenía que estar siempre preparada a los posibles contratiempos y esperar lo peor. Y mi forma preferida de esperar los problemas era con mis dagas en la mano.
Cuando alcancé a ver el reflejo de la orilla bajo el agua, decidí que era momento de emerger a la superficie y correr lo más rápido de lo que fuese capaz hasta la montura. Fui subiendo poco a poco, sacando mi cuerpo del agua de una salto y dando varios pasos sobre el fango hacia el exterior cuando me quedé paralizada cuando el agua llegaba a mitad de mis muslos, por la imagen que tenía frente a mí. Un león. ¡¡¡ Un león!!!, bebía apaciblemente junto a mi montura. Noté como mis rodillas temblaron y un tímido grito salió de mi garganta, llamando su atención.
Mierda, me había visto.
Sin pensármelo dos veces, me lancé de nuevo hacia las frías aguas, nadando todo lo rápido que pude hacia la orilla contraria. Porque, ¿los leones no sabían nadar, no? Daría un rodeo, y tal vez al anochecer y sino me había convertido en su merienda, el león ya no estuviese apostado sobre a mi caballo. Lo que me hizo preguntarme porqué éste no había relinchado al encontrarse en peligro. Negué con la cabeza sin dejar de nadar todo lo rápido que podía; tenía que dejar de llevar a mi córcel de cacería, se estaba volviendo igual de temerario que yo.
Minutos después de estar flotando en esta posición tan relajante, tuve la sensación de que alguien me observaba, rompiendo con la paz de mi paraiso particular. Me zambullí en el agua con la intención de bucear por debajo del agua hasta el lugar donde había dejado a mi montura, y con ésta, mis armas. mi presensimiento podía ser infundado, que se tratase solo de algun cervatillo curioso, incluso podía ser que mi caballo se hubiese movido aburrido de esperar. Pero la experiencia me había enseñado a que tenía que estar siempre preparada a los posibles contratiempos y esperar lo peor. Y mi forma preferida de esperar los problemas era con mis dagas en la mano.
Cuando alcancé a ver el reflejo de la orilla bajo el agua, decidí que era momento de emerger a la superficie y correr lo más rápido de lo que fuese capaz hasta la montura. Fui subiendo poco a poco, sacando mi cuerpo del agua de una salto y dando varios pasos sobre el fango hacia el exterior cuando me quedé paralizada cuando el agua llegaba a mitad de mis muslos, por la imagen que tenía frente a mí. Un león. ¡¡¡ Un león!!!, bebía apaciblemente junto a mi montura. Noté como mis rodillas temblaron y un tímido grito salió de mi garganta, llamando su atención.
Mierda, me había visto.
Sin pensármelo dos veces, me lancé de nuevo hacia las frías aguas, nadando todo lo rápido que pude hacia la orilla contraria. Porque, ¿los leones no sabían nadar, no? Daría un rodeo, y tal vez al anochecer y sino me había convertido en su merienda, el león ya no estuviese apostado sobre a mi caballo. Lo que me hizo preguntarme porqué éste no había relinchado al encontrarse en peligro. Negué con la cabeza sin dejar de nadar todo lo rápido que podía; tenía que dejar de llevar a mi córcel de cacería, se estaba volviendo igual de temerario que yo.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
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Re: Hakuna Matata (Privado)
No sorprendentemente, la figura de la mujer que antes nadaba en lo profundo del río surgió del agua. Lo único que hice fue girar mi cabeza hacia donde estaba. La joven, al verme, emprendió una carrera para nadar a la orilla contraria del cuerpo de agua; quise mantenerme serio pero su cara de espanto fue demasiado graciosa como para contenerme, rodé por el suelo moviendo la cola, exhalando fuertemente algo similar a una risa. Los humanos comunes podían resultar ingenuos a veces.
Dejé que nadara hacia donde quisiera, de todas maneras no le encontraba sentido que huyera hacia el otro lado del río, sus pertenencias, así como el magnífico animal por el que me había acercado, estaban junto a mí, tendría que volver tarde o temprano.
Exhalé un largo bostezo en el que lucieron mis afilados colmillos para luego cerrar el hocico, sacudirme un poco y proceder a husmear en las pertenencias de la joven que había salido huyendo. Volví a mi forma humana, estirando mis largos y delgados brazos hasta que sentí que las articulaciones tronaron, reacomodándose. Hice lo mismo con mis piernas y espalda en general, tal vez era mal hábito, pero a mí me resultaba más que relajante. Una vez con los músculos y huesos cooperando conmigo al cien, me dediqué a hurgar en las cosas, buscando cualquier cosa que captara mi atención. En la montura encontré una especie de bolso de cuero que colgaba de uno de los costados; lo descolgué, dejé caer al suelo y comencé a vaciar.
En el interior de la bolsa encontré un par de prendas, las cuales fueron lanzadas por el aire para caer lentamente al suelo; también estaba una navaja, muy bonita y eficiente, pero que no me hacía falta, también la lancé al suelo y ésta se clavó en la tierra. Continué buscando y sacando cosas hasta que finalmente encontré algo de mi interés. Había en el fondo una hogaza de pan.
Relamí mis labios con hambre antes de comenzar a comer sin miramientos. Me senté en el césped a esperar a que la mujer se diera cuenta de lo ridículas que fueron sus acciones.
Dejé que nadara hacia donde quisiera, de todas maneras no le encontraba sentido que huyera hacia el otro lado del río, sus pertenencias, así como el magnífico animal por el que me había acercado, estaban junto a mí, tendría que volver tarde o temprano.
Exhalé un largo bostezo en el que lucieron mis afilados colmillos para luego cerrar el hocico, sacudirme un poco y proceder a husmear en las pertenencias de la joven que había salido huyendo. Volví a mi forma humana, estirando mis largos y delgados brazos hasta que sentí que las articulaciones tronaron, reacomodándose. Hice lo mismo con mis piernas y espalda en general, tal vez era mal hábito, pero a mí me resultaba más que relajante. Una vez con los músculos y huesos cooperando conmigo al cien, me dediqué a hurgar en las cosas, buscando cualquier cosa que captara mi atención. En la montura encontré una especie de bolso de cuero que colgaba de uno de los costados; lo descolgué, dejé caer al suelo y comencé a vaciar.
En el interior de la bolsa encontré un par de prendas, las cuales fueron lanzadas por el aire para caer lentamente al suelo; también estaba una navaja, muy bonita y eficiente, pero que no me hacía falta, también la lancé al suelo y ésta se clavó en la tierra. Continué buscando y sacando cosas hasta que finalmente encontré algo de mi interés. Había en el fondo una hogaza de pan.
Relamí mis labios con hambre antes de comenzar a comer sin miramientos. Me senté en el césped a esperar a que la mujer se diera cuenta de lo ridículas que fueron sus acciones.
Aasim- Esclavo
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Re: Hakuna Matata (Privado)
Todavía en estado de shock por haberme encontrado tan cerca con ese precioso animal salvaje apostado junto a mi montura, emergí de las frías aguas que me habían servido de huida por la otra orilla del río. Sin tener muy claro si era por el impacto o por la brisa vespertina que empezaba a resfrescar, un ligero tintineo de dientes delataban mi posición y un electrizante escalofrío recorrió sin compasión todo mi cuerpo.
Sabía que debía volver junto a mis pertenencias y vestirme antes de que la luna coronase el inmenso firmamento, pero no quería aventurarme a encontrarme de nuevo cara a cara con esa temible fiera que de un mordisco podría arrancarme la cabeza; así que durante casi una interminable hora estuve caminando siguiendo la vereda del río abrazándome a mí misma y con un tiriteo que parecía que iba a partirme en dos, hasta que dí con un pequeño puente de madera de dudosa resistencia.
Encogiéndome de hombros, y prefiriendo correr el riesgo de clavarme alguna astilla en lugar de cruzar de nuevo a nado el río, atravesé éste con cautela de donde pisaba, pues como es obvio, mi calzado se había quedado junto a mi córcel, y las únicas prendas que portaba eran las de mi ropa interior.
Con ese sigilo que había aprendido con la práctica durante mis entrenamientos en la caza, volví hacia el lugar donde empezó todo, clamando a los cielos porque el león se hubiese aburrido de esperar y no se encontrase allí para convertirme en su cena. Más cuando fue mi sorpresa cuando no fue la fiera lo que me encontré junto a mi montura, sino a un joven de color que había estado hurgando entre mis pertenencias y que por más inverosimil que pudiese ser ya eso, tenía que añadirle que se encontraba totalmente desnudo. Pero, ¿qué les ocurría a los hombres?¿Es que acaso no sabían lo que significaba la palabra pudor?
Traté de articular las palabras para advertirle de que aquello que estaba tocando eran mis pertenencias, pero apenas un suave jadeo salió de mi garganta cuando dando un paso más me acerqué a él y nuestras miradas se cruzaron.- ¿Quién eres?- apenas pude susurrar tras tragar saliva, y cubrirme como pude con mis brazos.
Sabía que debía volver junto a mis pertenencias y vestirme antes de que la luna coronase el inmenso firmamento, pero no quería aventurarme a encontrarme de nuevo cara a cara con esa temible fiera que de un mordisco podría arrancarme la cabeza; así que durante casi una interminable hora estuve caminando siguiendo la vereda del río abrazándome a mí misma y con un tiriteo que parecía que iba a partirme en dos, hasta que dí con un pequeño puente de madera de dudosa resistencia.
Encogiéndome de hombros, y prefiriendo correr el riesgo de clavarme alguna astilla en lugar de cruzar de nuevo a nado el río, atravesé éste con cautela de donde pisaba, pues como es obvio, mi calzado se había quedado junto a mi córcel, y las únicas prendas que portaba eran las de mi ropa interior.
Con ese sigilo que había aprendido con la práctica durante mis entrenamientos en la caza, volví hacia el lugar donde empezó todo, clamando a los cielos porque el león se hubiese aburrido de esperar y no se encontrase allí para convertirme en su cena. Más cuando fue mi sorpresa cuando no fue la fiera lo que me encontré junto a mi montura, sino a un joven de color que había estado hurgando entre mis pertenencias y que por más inverosimil que pudiese ser ya eso, tenía que añadirle que se encontraba totalmente desnudo. Pero, ¿qué les ocurría a los hombres?¿Es que acaso no sabían lo que significaba la palabra pudor?
Traté de articular las palabras para advertirle de que aquello que estaba tocando eran mis pertenencias, pero apenas un suave jadeo salió de mi garganta cuando dando un paso más me acerqué a él y nuestras miradas se cruzaron.- ¿Quién eres?- apenas pude susurrar tras tragar saliva, y cubrirme como pude con mis brazos.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
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Re: Hakuna Matata (Privado)
Había supuesto que la vista del león había sido suficiente como para asustar a la mujer al menor por un par de horas, no minutos. Parecía ser que la mujer en cuestión era mucho más intrépida de lo que había anticipado porque poco después, una vez que devoré el pan que había encontrado en el bolso, apareció de vuelta. Tenía una mirada incómoda y de inmediato supe por qué, yo no estaba usando nada.
Rodé los ojos ¿por qué esa manía de la gente en ocultar sus cuerpos? Al menos en mi tribu, ni hombres ni mujeres se sentían avergonzados, aunque claro, ya había notado que “París” y mi tribu no tenían absolutamente nada en común. Un hombre no se hubiera avergonzado de mostrar su cuerpo bien esculpido (por la cacería o por las arduas labores de la agricultura) o lleno de marcas de enfrentamientos exitosos, contra otros guerreros o fieras salvajes. Lo mismo con una mujer, ¿por qué tendría que ocultar sus curvas? ¿o las marcas en la piel que mostraban un embarazo, que había sido capaz de entregar vida? Vaya tontería de la gente de ese lado del mundo, que se escondían detrás de telas y polvos. En mi tribu era todo lo opuesto, había telas para vestirse, claro. Pero no era obligatorio usarlas, a veces en fiestas o por el simple hecho de que los colores resultaban hermosos.
La observé un momento, evidentemente tenía frío y vergüenza, yo no lo podía comprender de qué podría avergonzarse si estaba vestida -aunque claro, yo no sabía que sus prendas eran solamente “ropas interiores”- Dejando todo eso de lado recapitulé, que seguramente no le estaba gustando la idea de un negro, no solo cerca de sus cosas, sino literalmente hurgando en su bolso, y comiéndose su comida. ¿Sí? bueno, tenía hambre y ella dejó sus cosas ahí.
Sin querer tentar más la paciencia de esa mujer -porque claro, vi que tenía un arma- me incorporé y sin decir una palabra di un salto, transformándome en el aire el león que antes había sido, luego me eché a correr lejos de ahí.
Rodé los ojos ¿por qué esa manía de la gente en ocultar sus cuerpos? Al menos en mi tribu, ni hombres ni mujeres se sentían avergonzados, aunque claro, ya había notado que “París” y mi tribu no tenían absolutamente nada en común. Un hombre no se hubiera avergonzado de mostrar su cuerpo bien esculpido (por la cacería o por las arduas labores de la agricultura) o lleno de marcas de enfrentamientos exitosos, contra otros guerreros o fieras salvajes. Lo mismo con una mujer, ¿por qué tendría que ocultar sus curvas? ¿o las marcas en la piel que mostraban un embarazo, que había sido capaz de entregar vida? Vaya tontería de la gente de ese lado del mundo, que se escondían detrás de telas y polvos. En mi tribu era todo lo opuesto, había telas para vestirse, claro. Pero no era obligatorio usarlas, a veces en fiestas o por el simple hecho de que los colores resultaban hermosos.
La observé un momento, evidentemente tenía frío y vergüenza, yo no lo podía comprender de qué podría avergonzarse si estaba vestida -aunque claro, yo no sabía que sus prendas eran solamente “ropas interiores”- Dejando todo eso de lado recapitulé, que seguramente no le estaba gustando la idea de un negro, no solo cerca de sus cosas, sino literalmente hurgando en su bolso, y comiéndose su comida. ¿Sí? bueno, tenía hambre y ella dejó sus cosas ahí.
Sin querer tentar más la paciencia de esa mujer -porque claro, vi que tenía un arma- me incorporé y sin decir una palabra di un salto, transformándome en el aire el león que antes había sido, luego me eché a correr lejos de ahí.
Aasim- Esclavo
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Re: Hakuna Matata (Privado)
Durante unos extensos segundos la mirada del joven se mantuvo sobre mi persona como si sus pensamientos estuviesen en otra parte. Si hubiese sido cualquier otro individuo hubiese llegado a pensar que estaba disfrutando de las vistas de verme en pormenores, pero no. Su mirada era bien distinta. La expresión de sus ojos encerraba una inocencia que hacía mucho tiempo que no veía en alguien de su edad, lo que me llevó a preguntarme de donde habría llegado ese chico y las razones para estar tan lejos de su hogar.
Ambos permanecimos en un extraño silencio en el que nos observábamos mutuamente. Yo, tratando de adivinar que hacía solo y desnudo en el bosque (claro que él podía estar pensando lo mismo de mí), y él...pues lo cierto es que no tenía muy claro en lo que estaría pensando, puesto que de súbito se puso en pie y salió corriendo sin decir nada.
Avancé con rapidez tras él, dando apenas dos pasos y alargando la mano para evitar que se marchase. Mi intención en ningún momento había sido ahuyentarlo..o tal vez sí, pero cambié de opinión en cuanto vi esa mirada cargada de bondad.No me parecía una amenaza, sino más bien todo lo contrario. Parecía tan perdido y desconcertado como yo.
-Espera, no hace falta que te vayas..- con que te vistas me vale, pensé. Pero entonces, y contra todo pronóstico, ese joven de color se convirtió en el león que minutos antes me había encontrado de frente en el río. ¿Cómo era posible? ¿Qué clase de brujería sería esa que permitía convertirse a leones en humanos, o viceversa?
Había oído hablar de esa clase de seres, pero jamás había visto uno con anterioridad. Aunque tras pasar noches enteras persiguiendo vampiros y licántropos, poco me sorprendía a estas alturas. Y haciendo gala a mi locura e intripidez, me lancé tras él mientras me ponía la camisola por encima del sostén. Tenía que averiguar algo más de esa especie tan desconocida para mí. A diferencia de los otros sobrenaturales que había conocido, éste en cuestión parecía dominar su transformación y su parte salvaje.
-No te haré daño, vuelve y...podemos compartir mi almuerzo.- grité en dirección hacia donde se había marchado, con la esperanza de que recapacitase y volviese sobre sus pasos. No entendía mucho de leones, pero si algo había aprendido es que a cualquier hombre se le podía ganar con el estómago. Así que mi mejor oferta era compartir ese mendrugo de pan que permanecía en mi mochila.
Ambos permanecimos en un extraño silencio en el que nos observábamos mutuamente. Yo, tratando de adivinar que hacía solo y desnudo en el bosque (claro que él podía estar pensando lo mismo de mí), y él...pues lo cierto es que no tenía muy claro en lo que estaría pensando, puesto que de súbito se puso en pie y salió corriendo sin decir nada.
Avancé con rapidez tras él, dando apenas dos pasos y alargando la mano para evitar que se marchase. Mi intención en ningún momento había sido ahuyentarlo..o tal vez sí, pero cambié de opinión en cuanto vi esa mirada cargada de bondad.No me parecía una amenaza, sino más bien todo lo contrario. Parecía tan perdido y desconcertado como yo.
-Espera, no hace falta que te vayas..- con que te vistas me vale, pensé. Pero entonces, y contra todo pronóstico, ese joven de color se convirtió en el león que minutos antes me había encontrado de frente en el río. ¿Cómo era posible? ¿Qué clase de brujería sería esa que permitía convertirse a leones en humanos, o viceversa?
Había oído hablar de esa clase de seres, pero jamás había visto uno con anterioridad. Aunque tras pasar noches enteras persiguiendo vampiros y licántropos, poco me sorprendía a estas alturas. Y haciendo gala a mi locura e intripidez, me lancé tras él mientras me ponía la camisola por encima del sostén. Tenía que averiguar algo más de esa especie tan desconocida para mí. A diferencia de los otros sobrenaturales que había conocido, éste en cuestión parecía dominar su transformación y su parte salvaje.
-No te haré daño, vuelve y...podemos compartir mi almuerzo.- grité en dirección hacia donde se había marchado, con la esperanza de que recapacitase y volviese sobre sus pasos. No entendía mucho de leones, pero si algo había aprendido es que a cualquier hombre se le podía ganar con el estómago. Así que mi mejor oferta era compartir ese mendrugo de pan que permanecía en mi mochila.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
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Re: Hakuna Matata (Privado)
Sin pensar hacia dónde me dirigía, comencé a correr por entre los árboles, esperé que ella se quedara perpleja pero no contaba con que se echaría a correr tras de mí. Volteé a verla sin dejar de avanzar en ningún segundo, quise perderla, guiándola en círculos pero sin éxito, se le veía obstinada ¿obstinada en qué? en realidad no quería atacarla a pesar de la facilidad con la que la vencería, lo veía como algo innecesario (además de estúpido) así que me resigné a que solamente me perdiera de vista. Pasaron pocos segundos de carrera hasta que, por fin, la misteriosa mujer ya no estaba a la vista, tampoco podía escuchar sus pasos acelerados o su respiración jadeante.
Me detuve entonces, sacudiéndome y recuperando el aliento. Haber acudido a ver el animal extraño que era e su propiedad había sido una muy mala idea pero no había ocurrido nada grave ¿verdad? Alcé la cabeza al aire, queriendo concentrarme en lo que me rodeaba. Definitivamente la había perdido. Sonreí para mis adentros y fue así como comencé a caminar por el bosque aún en mi forma de león, creí que me había salido con la mía pero confiar fue mi grave error.
De repente sentí que mi pata trasera izquierda golpeó algún aparato de metal, accionándolo sin querer. Antes de poder darme cuenta de lo que estaba pasando, una cadena que estaba oculta entre las hojas salió disparada hacia arriba como catapulta, aprisionando mi pata en el momento. Solté un rugido de sorpresa, de ira y de dolor. Cuando el metal hizo contacto con mi piel me percaté de que estaba hecha enteramente de plata, aquel condenado material.
Sentí que la cadena quemaba mi pierna en un dolor agonizante, haciéndome soltar otro rugido potente al aire. Como pude, intenté sacudirme o quitarla de alguna forma, sin éxito. Había caído en una trampa que estaba hecha para entes que no eran humanos y, trágicamente, había caído en una de ellas. Lo que pasaría a continuación sería la muerte, a no ser… Solté otro rugido, más estridente que los dos anteriores, quería captar la atención de esa misteriosa mujer; era en ese momento mi única esperanza, tuvo la oportunidad de matarme y no lo hizo, por eso fue que la tomé como mi mejor opción dadas las circunstancias. Mi cuerpo seguía peleando contra la trampa valientemente pero por dentro estaba aterrado, quería gritar auxilio.
Me detuve entonces, sacudiéndome y recuperando el aliento. Haber acudido a ver el animal extraño que era e su propiedad había sido una muy mala idea pero no había ocurrido nada grave ¿verdad? Alcé la cabeza al aire, queriendo concentrarme en lo que me rodeaba. Definitivamente la había perdido. Sonreí para mis adentros y fue así como comencé a caminar por el bosque aún en mi forma de león, creí que me había salido con la mía pero confiar fue mi grave error.
De repente sentí que mi pata trasera izquierda golpeó algún aparato de metal, accionándolo sin querer. Antes de poder darme cuenta de lo que estaba pasando, una cadena que estaba oculta entre las hojas salió disparada hacia arriba como catapulta, aprisionando mi pata en el momento. Solté un rugido de sorpresa, de ira y de dolor. Cuando el metal hizo contacto con mi piel me percaté de que estaba hecha enteramente de plata, aquel condenado material.
Sentí que la cadena quemaba mi pierna en un dolor agonizante, haciéndome soltar otro rugido potente al aire. Como pude, intenté sacudirme o quitarla de alguna forma, sin éxito. Había caído en una trampa que estaba hecha para entes que no eran humanos y, trágicamente, había caído en una de ellas. Lo que pasaría a continuación sería la muerte, a no ser… Solté otro rugido, más estridente que los dos anteriores, quería captar la atención de esa misteriosa mujer; era en ese momento mi única esperanza, tuvo la oportunidad de matarme y no lo hizo, por eso fue que la tomé como mi mejor opción dadas las circunstancias. Mi cuerpo seguía peleando contra la trampa valientemente pero por dentro estaba aterrado, quería gritar auxilio.
Aasim- Esclavo
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Re: Hakuna Matata (Privado)
Durante unos minutos conseguí mantener el ritmo de la carrera del chico león que atravesaba el bosque con gran rapidez, pero el cansancio comenzó a hacer mella en mí y entre profundos jadeos y siendo consciente de que había perdido su rastro, mis zancadas comenzaron a decelerar hasta el punto de detenerme del todo en un amplio claro del bosque por el que recordaba haber pasado de camino hacia el río. Llevé las manos a mi cintura, respirando profundamente para recuperar la capacidad pulmonar y mi ritmo cardiaco normal mientras mi mirada recorría la profundidad del bosque en búsqueda de algún movimiento que me indicase que no estaba todo perdido. Pero tras varios segundos en los que ningún solo sonido era perceptible por mis sentidos, claudiqué y dando media vuelta deshice el camino andado en dirección a mi montura.
Había llegado ya junto a ésta cuando un primer rugido captó mi atención; probablemente el león se había dado cuenta de que ya no lo seguía y volvía a sentirse en libertad. Negué con la cabeza desconcertada por no haber sabido tratarlo para que no huyese de esa forma mientras apoyada en mi caballo terminaba de cubrirme con mis ropas. Estaba terminando de anudar la segunda de mis botas de cuero cuando de nuevo un rugido se escuchó en las profundidades del bosque. Pero en esta ocasión tuve otra sensación bien distinta al sentirlo. Tal vez me estuviese volviendo loca, pero parecía una llamada de auxilio. Un gruñido desesperado de un animal que se encuentra en peligro y llama a alguien que pueda ayudarle. Pero, ¿en peligro de qué? Yo no iba a hacerle daño, además de que había desistido en encontrarlo.
Miré con recelo hacia el lugar de donde me pareció captar aquel profundo gruñido, y sin pararme a pensar mucho más tuve una extraña palpitación. ¿Y si era el león el que necesitaba mi ayuda? Salté con destreza sobre mi montura, hincando mis tobillos en ambos lados para comenzar un rápido galope hacia allá donde se encontrase el joven león. Por el movimiento de unos árboles y una bandada de pájaros que huían atemorizados de algún imprevisto, conseguí dar con la localización exacta desde donde se me había llamado.
Un jadeo de nerviosismo escapó de entre mis labios al ver como el león, tras el cual había estado correteando por el bosque, se encontraba colgado boca debajo de una cadena plateada que tenía presionada su pata trasera. Desconocía que hubiesen cazadores furtivos por aquella zona, pero nunca te podías fiar de los humanos; en ocasiones eran muchísimo peores que los animales. Desmonté de mi caballo sin dejar de mirar la escena, preguntándome como ayudarle a salir de ésta. La cadena se quedaba muy alta como para tratar de soltarla con mis propias manos; además que con el peso del animal esa labor se complicaría puesto que la presión sobre su pata sería más fuerte.- No te preocupes, te ayudaré a escapar.- susurré cuando finalmente me coloqué a su lado, e inconscientemente acaricié su melena mientras mis ojos se desviaban de nuevo a aquella trampa mortal.
Sonreí de lado cuando tras seguir el rastro de la cadena hacia el interior de la copa del frondoso árbol, me percaté que llegado un momento dado ésta se hallaba sujeta a una cuerda, que era la que sostenía la cadena a una de las ramas más gruesas del árbol. Dándole un par de palmaditas en la cabeza al león, salí corriendo hacia mi montura donde cogí el carcaj y el arco, acercándome de nuevo hacia el felino.- En cuanto corte la cuerda caerás de golpe. Estate atento si no quieres acabar con un chichón en la cabeza.- sugerí mientras cargaba una de las flechas en el arco y me concentraba al apuntar a aquella zona más oscura donde se encontraba la cuerda. ¿Sería verdad eso de que los gatos siempre caen de pie?, me pregunté a mí misma antes de soltar la flecha y hacer tino en la cuerda.
Para mi sorpresa, ésta era tan gruesa que no se rasgó de inmediato aunque desde abajo se podía escuchar el crepitar de sus hebras. Probablemente hubiese terminado por romperse, pero no sabíamos del tiempo que disponíamos antes de que volviesen a buscar lo que habían cazado, así que repetí la operación, siendo en esta ocasión el tiro tan certero que cortó la cuerda por la mitad, dejando al león libre. Con una sonrisa de pura satisfacción por un trabajo bien hecho, colgué el arco a mi espalda y me acerqué hasta la posición donde se encontraba el león.- ¿Estás bien?- pregunté esperando que de nuevo se marchase corriendo al verme.
Había llegado ya junto a ésta cuando un primer rugido captó mi atención; probablemente el león se había dado cuenta de que ya no lo seguía y volvía a sentirse en libertad. Negué con la cabeza desconcertada por no haber sabido tratarlo para que no huyese de esa forma mientras apoyada en mi caballo terminaba de cubrirme con mis ropas. Estaba terminando de anudar la segunda de mis botas de cuero cuando de nuevo un rugido se escuchó en las profundidades del bosque. Pero en esta ocasión tuve otra sensación bien distinta al sentirlo. Tal vez me estuviese volviendo loca, pero parecía una llamada de auxilio. Un gruñido desesperado de un animal que se encuentra en peligro y llama a alguien que pueda ayudarle. Pero, ¿en peligro de qué? Yo no iba a hacerle daño, además de que había desistido en encontrarlo.
Miré con recelo hacia el lugar de donde me pareció captar aquel profundo gruñido, y sin pararme a pensar mucho más tuve una extraña palpitación. ¿Y si era el león el que necesitaba mi ayuda? Salté con destreza sobre mi montura, hincando mis tobillos en ambos lados para comenzar un rápido galope hacia allá donde se encontrase el joven león. Por el movimiento de unos árboles y una bandada de pájaros que huían atemorizados de algún imprevisto, conseguí dar con la localización exacta desde donde se me había llamado.
Un jadeo de nerviosismo escapó de entre mis labios al ver como el león, tras el cual había estado correteando por el bosque, se encontraba colgado boca debajo de una cadena plateada que tenía presionada su pata trasera. Desconocía que hubiesen cazadores furtivos por aquella zona, pero nunca te podías fiar de los humanos; en ocasiones eran muchísimo peores que los animales. Desmonté de mi caballo sin dejar de mirar la escena, preguntándome como ayudarle a salir de ésta. La cadena se quedaba muy alta como para tratar de soltarla con mis propias manos; además que con el peso del animal esa labor se complicaría puesto que la presión sobre su pata sería más fuerte.- No te preocupes, te ayudaré a escapar.- susurré cuando finalmente me coloqué a su lado, e inconscientemente acaricié su melena mientras mis ojos se desviaban de nuevo a aquella trampa mortal.
Sonreí de lado cuando tras seguir el rastro de la cadena hacia el interior de la copa del frondoso árbol, me percaté que llegado un momento dado ésta se hallaba sujeta a una cuerda, que era la que sostenía la cadena a una de las ramas más gruesas del árbol. Dándole un par de palmaditas en la cabeza al león, salí corriendo hacia mi montura donde cogí el carcaj y el arco, acercándome de nuevo hacia el felino.- En cuanto corte la cuerda caerás de golpe. Estate atento si no quieres acabar con un chichón en la cabeza.- sugerí mientras cargaba una de las flechas en el arco y me concentraba al apuntar a aquella zona más oscura donde se encontraba la cuerda. ¿Sería verdad eso de que los gatos siempre caen de pie?, me pregunté a mí misma antes de soltar la flecha y hacer tino en la cuerda.
Para mi sorpresa, ésta era tan gruesa que no se rasgó de inmediato aunque desde abajo se podía escuchar el crepitar de sus hebras. Probablemente hubiese terminado por romperse, pero no sabíamos del tiempo que disponíamos antes de que volviesen a buscar lo que habían cazado, así que repetí la operación, siendo en esta ocasión el tiro tan certero que cortó la cuerda por la mitad, dejando al león libre. Con una sonrisa de pura satisfacción por un trabajo bien hecho, colgué el arco a mi espalda y me acerqué hasta la posición donde se encontraba el león.- ¿Estás bien?- pregunté esperando que de nuevo se marchase corriendo al verme.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
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Re: Hakuna Matata (Privado)
No sé cuánto tiempo estuve suspendido en el aire, todo el rato sintiendo una sensación de ardor en mi pata que estaba atascada en aquella horrible trampa. En algún momento mis rugidos de auxilio se transformaron en rugidos de dolor, la sensación de la plata contra mi piel solo podía compararse con el quemarse con fuego. ¡MALDICIÓN! Gruñí para mis adentros. La mujer que antes me había encontrado no aparecía por ninguna parte, pensé que tal vez estaba demasiado lejos para oírme así que comencé a batallar contra la cadena que me mantenía en el aire; no obtuve el éxito esperado pero me rehusaba a que el dueño de aquella trampa triunfara de forma tan fácil, era un guerrero y mi instinto era pelear hasta la muerte.
Me retorcí en el aire, intentando ver si la cadena se aflojaba o algo parecido. Así una y otra vez. Estaba en medio de mis sacudidas cuando escuché la voz de aquella mujer muy próxima a mí; ni siquiera me di cuenta de en qué momento llegó. Con una mezcla de sorpresa y alivio detuve mis movimientos bruscos. Tal vez en otro contexto hubiera intentando darle un mordisco, o cuando menos asustarla por intentar acariciar mi melena como si fuera alguna especie de gato casero, pero en esa situación no me podía importar menos, joder, podría incluso rascarme la barriga. ¡Pero que me ayudara a salir!
El dolor se volvía insoportable pero reprimí que de mi garganta saliera cualquier sonido que pudiera indicar molestia, ya suficiente tenía con la situación estúpida en la que me había metido por mi arrogancia, no quería añadirle también la súplica de que detuviera el dolor. La joven volvía a hablar con esa voz calmada pero llena de determinación, claramente estaba analizando cómo podía sacarme de ese embrollo, en realidad no podía entender nada o casi nada de lo que estaba diciendo. No presté atención a lo que hacía, además de que el ángulo no me dejaba verla bien. Lo único que pasó fue que sentí que la presión en mi pata cedía de forma súbita y caía al suelo, dándome de bruces, rodé un par de veces por el suelo e intenté alejarme de ahí en el acto pero, a pesar de que la cadena ya no me mantenía en el aire, seguía aferrada a mi pata haciéndome cojear. Intentar caminar con el metal aún sobre mi piel y la herida profunda era peor que estar en el aire, solo sentía punzadas tan agudas de dolor que finalmente me tumbé en el suelo, no queriendo dar un paso más. Con auxilio de la otra pata me quité aquella horrible cadena, también haciéndome daño con aquella acción. Como solían hacer los animales cuando estaban heridos, el león frente a la mujer comenzó a lamer su herida.
Me retorcí en el aire, intentando ver si la cadena se aflojaba o algo parecido. Así una y otra vez. Estaba en medio de mis sacudidas cuando escuché la voz de aquella mujer muy próxima a mí; ni siquiera me di cuenta de en qué momento llegó. Con una mezcla de sorpresa y alivio detuve mis movimientos bruscos. Tal vez en otro contexto hubiera intentando darle un mordisco, o cuando menos asustarla por intentar acariciar mi melena como si fuera alguna especie de gato casero, pero en esa situación no me podía importar menos, joder, podría incluso rascarme la barriga. ¡Pero que me ayudara a salir!
El dolor se volvía insoportable pero reprimí que de mi garganta saliera cualquier sonido que pudiera indicar molestia, ya suficiente tenía con la situación estúpida en la que me había metido por mi arrogancia, no quería añadirle también la súplica de que detuviera el dolor. La joven volvía a hablar con esa voz calmada pero llena de determinación, claramente estaba analizando cómo podía sacarme de ese embrollo, en realidad no podía entender nada o casi nada de lo que estaba diciendo. No presté atención a lo que hacía, además de que el ángulo no me dejaba verla bien. Lo único que pasó fue que sentí que la presión en mi pata cedía de forma súbita y caía al suelo, dándome de bruces, rodé un par de veces por el suelo e intenté alejarme de ahí en el acto pero, a pesar de que la cadena ya no me mantenía en el aire, seguía aferrada a mi pata haciéndome cojear. Intentar caminar con el metal aún sobre mi piel y la herida profunda era peor que estar en el aire, solo sentía punzadas tan agudas de dolor que finalmente me tumbé en el suelo, no queriendo dar un paso más. Con auxilio de la otra pata me quité aquella horrible cadena, también haciéndome daño con aquella acción. Como solían hacer los animales cuando estaban heridos, el león frente a la mujer comenzó a lamer su herida.
Aasim- Esclavo
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Re: Hakuna Matata (Privado)
Sus repetidas e inútiles intenciones de ponerse en pie para salir corriendo de allí me demostraron que no habían cambiado demasiado las tornas, y que a pesar de que le había ayudado a escapar de una peligrosa trampa que desconocía que destino le hubiese deparado, aquel hermoso león seguía desconfiando de mi presencia igual que cuando lo sorprendí junto a mi caballo en la vereda del río. Esperé pacientemente a que tomase una determinación y fuese capaz de rendirse en su propósito al comprobar que era imposible ponerse en pie cuando todavía estaba herido, para lo cual no tuve que esperar demasiado.
Aprovechando que aquel ser tan enigmático luchaba con sus propias garras y dientes contra aquella cadena que debía estar desgarrándole la carne por dentro, me dirigí hasta mi caballo donde tomé una de las alforjas que descansaban de la montura, tras lo cual y con paso ligeramente tranquilo para no asustarle, volví junto al asustado león que parecía reticente a darme una oportunidad.
Finalmente, cuando la cadena quedó apartada y ambas patas traseras empapadas en sangre por las heridas causadas tanto por ésta como al intentar soltarse, sonreí ligeramente al observar la forma instintiva que el león tenía de curarse las heridas. Más si queríamos marcharnos de allí cuanto antes por si los dueños de la trampa volvían, no tendría más remedio que confiar en mí. Comencé a sacar de la alforja todo tipo de ungüentos, líquidos y vendas que fui colocando sobre un pequeño tapete rojo previamente dispuesto sobre la húmeda hierba.
-No te voy a hacer daño, pero necesito que me dejes curarte esas heridas si queremos escapar de aquí los dos con vida. Porque si los cazadores que pusieron esas trampas regresan, no te dejaré solo. Les plantaré cara hasta que puedas esconderte.- sentencié quemando así mi último cartucho de ayuda, mientras mis manos temblorosas se acercaban a la pata más dañada del león, con un trapo limpio de algodón, donde previamente había empapado una gran cantidad de desinfectante.
Aprovechando que aquel ser tan enigmático luchaba con sus propias garras y dientes contra aquella cadena que debía estar desgarrándole la carne por dentro, me dirigí hasta mi caballo donde tomé una de las alforjas que descansaban de la montura, tras lo cual y con paso ligeramente tranquilo para no asustarle, volví junto al asustado león que parecía reticente a darme una oportunidad.
Finalmente, cuando la cadena quedó apartada y ambas patas traseras empapadas en sangre por las heridas causadas tanto por ésta como al intentar soltarse, sonreí ligeramente al observar la forma instintiva que el león tenía de curarse las heridas. Más si queríamos marcharnos de allí cuanto antes por si los dueños de la trampa volvían, no tendría más remedio que confiar en mí. Comencé a sacar de la alforja todo tipo de ungüentos, líquidos y vendas que fui colocando sobre un pequeño tapete rojo previamente dispuesto sobre la húmeda hierba.
-No te voy a hacer daño, pero necesito que me dejes curarte esas heridas si queremos escapar de aquí los dos con vida. Porque si los cazadores que pusieron esas trampas regresan, no te dejaré solo. Les plantaré cara hasta que puedas esconderte.- sentencié quemando así mi último cartucho de ayuda, mientras mis manos temblorosas se acercaban a la pata más dañada del león, con un trapo limpio de algodón, donde previamente había empapado una gran cantidad de desinfectante.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
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Re: Hakuna Matata (Privado)
Seguía enfrascado en aquella tarea de intentar sanar mis heridas cuando vi de reojo la misma silueta de la mujer queriendo aproximarse a donde estaba yo. Instintivamente giré mi cuello y le gruñí, cosa que no pude evitar hacer, dado que era algo que los animales hacían por lo general cuando estaban vulnerables y, para bien o para mal, yo me dejaba llevar por las necesidades animales más que por las humanas; cosa que no era de extrañar puesto que pasaba más tiempo como felino que como muchacho.
Observé con interés y confusión los diversos objetos que eran colocados sobre aquella pequeña tela de color rojo. ¿Qué intenta? Acerqué mi cabeza a dichos artefactos, mirándolos con detenimiento y olisqueándolos a pesar de mi dolor. Determiné que no eran armas, ni algo que pudiera causarme daño, al menos a simple vista, más bien parecían cosas para tratar heridas. Mientras yo observaba esas cosas noté que se aproximaba, una vez más le gruñí antes de poder contenerme, a pesar de eso no me moví. La verdad que ese último quejido había sido una mezcla de advertencia y dolor, las circunstancias no estaban a mi favor y la única persona que parecía poder (o querer) ayudarme era aquella mujer. No tenía muchas opciones así que me recosté, dejándome hacer.
El tiempo que pasaba y sentía que trataba de ser cuidadosa pero la verdad es que el dolor se hacía cada vez peor. Mis cualidades de sobrenatural no me ayudaban en ese momento, las heridas habían sido por causa de la plata y no podía hacer nada en contra de eso. Pasaron algunos minutos y de repente la molestia se volvía tan intensa que volvía a gruñir por lo bajo, negándome a dejar escapar un verdadero rugido. Supuse que, si los cazadores que habían colocado aquella trampa eran lo suficientemente inteligentes, estarían en las cercanías. A pesar de que las heridas estaban siendo atendidas, me encontré que los efectos dañinos del metal seguían teniendo efecto pues me fui debilitando poco a poco. ¿Seguía sangrando acaso? Llegó a tal punto en el que no pude mantener por más tiempo aquella transformación y, penosamente, cedí a que mi forma humana tomara el mando.
Observé con interés y confusión los diversos objetos que eran colocados sobre aquella pequeña tela de color rojo. ¿Qué intenta? Acerqué mi cabeza a dichos artefactos, mirándolos con detenimiento y olisqueándolos a pesar de mi dolor. Determiné que no eran armas, ni algo que pudiera causarme daño, al menos a simple vista, más bien parecían cosas para tratar heridas. Mientras yo observaba esas cosas noté que se aproximaba, una vez más le gruñí antes de poder contenerme, a pesar de eso no me moví. La verdad que ese último quejido había sido una mezcla de advertencia y dolor, las circunstancias no estaban a mi favor y la única persona que parecía poder (o querer) ayudarme era aquella mujer. No tenía muchas opciones así que me recosté, dejándome hacer.
El tiempo que pasaba y sentía que trataba de ser cuidadosa pero la verdad es que el dolor se hacía cada vez peor. Mis cualidades de sobrenatural no me ayudaban en ese momento, las heridas habían sido por causa de la plata y no podía hacer nada en contra de eso. Pasaron algunos minutos y de repente la molestia se volvía tan intensa que volvía a gruñir por lo bajo, negándome a dejar escapar un verdadero rugido. Supuse que, si los cazadores que habían colocado aquella trampa eran lo suficientemente inteligentes, estarían en las cercanías. A pesar de que las heridas estaban siendo atendidas, me encontré que los efectos dañinos del metal seguían teniendo efecto pues me fui debilitando poco a poco. ¿Seguía sangrando acaso? Llegó a tal punto en el que no pude mantener por más tiempo aquella transformación y, penosamente, cedí a que mi forma humana tomara el mando.
Aasim- Esclavo
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Re: Hakuna Matata (Privado)
Habían pasado varias horas desde mi llegada a la espesura del bosque, donde mi deseo de una tarde tranquila en la que despojarme de la tensión vivida los últimos meses, se había visto truncado por la aparición de aquel precioso león que tenía tumbado frente a mí. Desde que nuestros caminos se había cruzado por alguna extraña razón, todo había empezado a complicarse de una forma exageradamente casual; encontrándonos en esos momentos en un tensa situación de la cual no sabía cómo terminaríamos. El tiempo corría en nuestra contra, y si no quería que la llegada de la noche nos sorprendiese en medio de aquella llanura, dejándonos entonces en una clara desventaja si los cazadores responsables de la trampa volvían al lugar, tenía que apresurarme con la atención que le estaba proporcionando al rey de la selva, y buscar después un lugar donde pasar la noche. No podía llegar a la aldea donde tenía pensado alquilar una habitación en una pensión, no sí mi intención era proteger al pequeño mamífero hasta que pudiese valerse por sí mismo y no corriese peligro. De modo que aquella noche debería buscar alguna gruta o cueva donde quedásemos resguardados de la intemperie y de posibles cazadores que viesen en mi nuevo amigo una presa fácil.
A pesar de los gruñidos del león cuando me aproximé hasta él, acercando con calma mis manos hacia su pelaje, no pude evitar sonreir cuando finalmente claudicó dejándose hacer y permitiendo que le prestase la ayuda que necesitaba. Fue extraño cuando mis manos acariciaron el suave pelaje del animal mientras examinaban la gravedad de la herida. Podía percibir como todo su ser se estremecía por el dolor que probablemente le estaba causando el desinfectante que le estaba aplicando, pero era importante que todo estuviese limpio antes de proceder a suturarle la herida con algunos puntos si no quería que ésta se infectase.- No te muevas, terminaré de coserte en unos minutos y podremos buscar un lugar donde dormir hasta que te encuentres mejor y puedas caminar.- afirmé en apenas un susurro, desconociendo si el animal sería capaz de comprender lo que le decía.
Pequeños espasmos en el corpulento cuerpo del joven llamaron mi atención, obligándome a desviar la mirada de ese profundo pelaje que poco a poco fui limpiando gasta dejar limpio con las heridas suturadas y tapadas con un resistente vendaje que debería llevar algunos días.
Su cansancio era palpable y la debilidad que probablemente sentía por la gravedad de las heridas comenzaron a asustarme sobremanera.- Vamos pequeño, aguanta un poco más y te pondré a salvo.- susurré temerosa de que no sobreviviese a la pérdida de sangre. Más cuando menos lo esperaba, mientras rebuscaba entre los útiles que había escogido para aquella cura unas tijeras para cortar la venda y poder hacer un nudo que mantuviese fijo el vendaje, el cuerpo del león se transformó con relativa rapidez en el de un joven chico de color, que frente a mis desconcertados se encontraba como su madre lo había traído al mundo.
-¿Ess….Estás bien.?- pregunté titubeando sin poder evitar mirar disimuladamente aquel torso moreno y desnudo que se exponía frente a mí. Finamente concluí mi labor allí, y todavía alterada por la desnudez del chico, me mantuve cerca por si me necesitaba.- ¿Crees que podrás moverte al menos para subir a mi montura? Debemos desaparecer de aquí, y buscar un lugar donde escondernos durante la noche y pasar desapercibidos. – apunté mirando a los ojos al joven que al parecer no había conseguido mantener su forma animal más tiempo, complicándome a mí la existencia puesto que no sabía ya hacia donde mirar- Necesito que te levantes un poco mientras yo voy a por la montura que la tengo a la entrada del camino.- su desnudez me estaba complicando poder siquiera mirarlo a los ojos, de modo que opté por simplemente esperar a que su desnudez fuese cubierta, desviando la mirada hacia otro lado hasta que alcanzase el caballo que nos serviría de de escape.
A pesar de los gruñidos del león cuando me aproximé hasta él, acercando con calma mis manos hacia su pelaje, no pude evitar sonreir cuando finalmente claudicó dejándose hacer y permitiendo que le prestase la ayuda que necesitaba. Fue extraño cuando mis manos acariciaron el suave pelaje del animal mientras examinaban la gravedad de la herida. Podía percibir como todo su ser se estremecía por el dolor que probablemente le estaba causando el desinfectante que le estaba aplicando, pero era importante que todo estuviese limpio antes de proceder a suturarle la herida con algunos puntos si no quería que ésta se infectase.- No te muevas, terminaré de coserte en unos minutos y podremos buscar un lugar donde dormir hasta que te encuentres mejor y puedas caminar.- afirmé en apenas un susurro, desconociendo si el animal sería capaz de comprender lo que le decía.
Pequeños espasmos en el corpulento cuerpo del joven llamaron mi atención, obligándome a desviar la mirada de ese profundo pelaje que poco a poco fui limpiando gasta dejar limpio con las heridas suturadas y tapadas con un resistente vendaje que debería llevar algunos días.
Su cansancio era palpable y la debilidad que probablemente sentía por la gravedad de las heridas comenzaron a asustarme sobremanera.- Vamos pequeño, aguanta un poco más y te pondré a salvo.- susurré temerosa de que no sobreviviese a la pérdida de sangre. Más cuando menos lo esperaba, mientras rebuscaba entre los útiles que había escogido para aquella cura unas tijeras para cortar la venda y poder hacer un nudo que mantuviese fijo el vendaje, el cuerpo del león se transformó con relativa rapidez en el de un joven chico de color, que frente a mis desconcertados se encontraba como su madre lo había traído al mundo.
-¿Ess….Estás bien.?- pregunté titubeando sin poder evitar mirar disimuladamente aquel torso moreno y desnudo que se exponía frente a mí. Finamente concluí mi labor allí, y todavía alterada por la desnudez del chico, me mantuve cerca por si me necesitaba.- ¿Crees que podrás moverte al menos para subir a mi montura? Debemos desaparecer de aquí, y buscar un lugar donde escondernos durante la noche y pasar desapercibidos. – apunté mirando a los ojos al joven que al parecer no había conseguido mantener su forma animal más tiempo, complicándome a mí la existencia puesto que no sabía ya hacia donde mirar- Necesito que te levantes un poco mientras yo voy a por la montura que la tengo a la entrada del camino.- su desnudez me estaba complicando poder siquiera mirarlo a los ojos, de modo que opté por simplemente esperar a que su desnudez fuese cubierta, desviando la mirada hacia otro lado hasta que alcanzase el caballo que nos serviría de de escape.
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Re: Hakuna Matata (Privado)
Me quedé ahí tendido, intentando recobrar mis fuerzas mientras mi pecho se movía jadeante. Odiaba la plata con todo mi ser y también el hecho de que fue mi propia insensatez la que provocó todo eso, ahora no era solamente yo quien estaba en apuros puesto que había involucrado sin querer también a la joven que se esforzaba por ayudarme. Escuchaba su voz pero no era capaz de entender ni siquiera una palabra, aunque tal vez sí sus intenciones, seguramente quería saber si me encontraba bien, lo cual tenía una respuesta obvia. No.
La sentí alejarse y me incorporé un tanto aturdido aún por lo que pasaba, examiné el vendaje que tenía en la pierna, pensando en cómo se vería la herida bajo esas capas de tela ¿sería horrenda? ¿cicatrizaría? de poder lucir heridas de batalla lo haría con orgullo pero dada mi condición de sobrenatural las heridas se borraban por completo… pero nunca me había lastimado con plata ¿acaso tendría que llevar por siempre una marca denotando mi estupidez? dolía como ninguna otra lesión que me había hecho en mi vida, lo cual era alarmante porque yo no sucumbía fácilmente al dolor. Con cautela me fui incorporando, haciendo el esfuerzo por no recargarme mucho en esa pierna ya que era obvio que no sería capaz de soportar mi peso en ese estado.
Volteé a ver a la joven, sorprendido porque me daba la espalda ¿qué le pasaba? ¿acaso veía a alguien? estaba sumamente confundido hasta que reparé en el tono rojizo de su rostro. Ah, eso. Era inaudito ¿es que acaso esa gente tenía miedo de todo? volteé a mi alrededor y encontré una planta que poseía unas hojas de tamaño suficiente como para cubrirme. Cojeé hasta dicha planta y luego arranqué un par y luego las uní con unas lianas, haciéndome de un taparrabos improvisado, luego volví hacia ella, dando pequeños brincos con una pierna, teníamos que alejarnos de ahí pronto. Toqué su hombro con sutileza, esperando llamar su atención.
Después de eso mis oídos captaron algo, aunque fue un sonido tan leve que no creí que ella lo hubiera notado. Eran pasos acelerados, de más de una persona. No estaban tan cerca pero fue la clara señal de que urgía irnos de ahí en ese momento.
La sentí alejarse y me incorporé un tanto aturdido aún por lo que pasaba, examiné el vendaje que tenía en la pierna, pensando en cómo se vería la herida bajo esas capas de tela ¿sería horrenda? ¿cicatrizaría? de poder lucir heridas de batalla lo haría con orgullo pero dada mi condición de sobrenatural las heridas se borraban por completo… pero nunca me había lastimado con plata ¿acaso tendría que llevar por siempre una marca denotando mi estupidez? dolía como ninguna otra lesión que me había hecho en mi vida, lo cual era alarmante porque yo no sucumbía fácilmente al dolor. Con cautela me fui incorporando, haciendo el esfuerzo por no recargarme mucho en esa pierna ya que era obvio que no sería capaz de soportar mi peso en ese estado.
Volteé a ver a la joven, sorprendido porque me daba la espalda ¿qué le pasaba? ¿acaso veía a alguien? estaba sumamente confundido hasta que reparé en el tono rojizo de su rostro. Ah, eso. Era inaudito ¿es que acaso esa gente tenía miedo de todo? volteé a mi alrededor y encontré una planta que poseía unas hojas de tamaño suficiente como para cubrirme. Cojeé hasta dicha planta y luego arranqué un par y luego las uní con unas lianas, haciéndome de un taparrabos improvisado, luego volví hacia ella, dando pequeños brincos con una pierna, teníamos que alejarnos de ahí pronto. Toqué su hombro con sutileza, esperando llamar su atención.
Después de eso mis oídos captaron algo, aunque fue un sonido tan leve que no creí que ella lo hubiera notado. Eran pasos acelerados, de más de una persona. No estaban tan cerca pero fue la clara señal de que urgía irnos de ahí en ese momento.
Aasim- Esclavo
- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 10/01/2017
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Re: Hakuna Matata (Privado)
Ladeé ligeramente la cabeza hacia el muchacho al sentir como se movía a mis espaldas a escasos metros, mientras que yo me mantenía todavía de espaldas a él, guardando en las alforjas de mi montura los enseres que había utilizado para curar las preocupantes heridas del joven cambiante. Tenía entendido que la mayoría de los sobrenaturales eran capaces de cicatrizar sus heridas a mayor velocidad que los humanos, claro que la probabilidad de que el cepo con el que se había dañado tuviese algo de plata podía ralentizar esta habilidad, al igual que les sucedía a los licántropos con este metal. Parecía poder desplazarse con cierta autonomía, lo cual podía significar que su recuperación sería bastante satisfactoria y que sólo tenía que descansar un poco para recuperar fuerzas.
Sonreí de medio lado cuando observé con atención como se alejaba cojeando hasta unos matorrales de grandes hojas, improvisando una especie de taparrabos que le cubría esa parte de su anatomía que conseguía incomodarme de forma infantil. Agradecía que fuese consciente de que su desnudez me resultaba un poco violenta, y que ocultar sus atributos masculinos era lo mejor. Tal vez nos habían educado de forma distinta, más lo que estaba claro es que en París debería acostumbrarse a ir cubierto por ropa si no deseaba ser detenido por las autoridades por exhibicionismo. Mientras él se elaboraba esa prenda natural improvisada, tomé las riendas del caballo, aproximándome hasta su posición, manteniéndome después un poco más de espaldas a él para ofrecerle la intimidad que pensaba que necesitaba.
Pocos minutos después de que me percatase del movimiento del muchacho, sentí como con timidez tocaba mi hombro, pudiendo percibir la calidez de su piel. ¿Acaso tendría fiebre por las heridas? ¿O sería otra faceta de ese ser del que apenas conocía nada? Los licántropos mantenían una temperatura superior a los humanos, y los inmortales era fríos como el témpano. Parecía bastante probable que aquel sobrenatural también tuviese una referencia corporal al respecto.
Giré sobre mis talones, fijando mi mirada en la suya. Parecía ser más joven que yo, y encontrarse perdido. –Todo saldrá bien. Cuidaré de ti y no permitiré que te suceda nada malo.- apunté sin saber si comprendía lo que le decía, o tal vez hablase otro idioma. Con cuidado tiré de las riendas de mi montura que acostumbrado a llevarme herida alguna que otra noche tras salir de caza, descendió hasta nuestra altura, facilitándole al joven la subida a la silla de montar. Me quedé esperando a que éste reaccionase antes de subir yo detrás de él y dirigir al caballo hacia un lugar seguro. Ahora solo nos quedaba encontrar una pequeña gruta donde pasar la noche, y que me diese tiempo de salir a cazar algo para comer antes de que anocheciese y todo se quedase sumergido en la más absoluta oscuridad.
Sonreí de medio lado cuando observé con atención como se alejaba cojeando hasta unos matorrales de grandes hojas, improvisando una especie de taparrabos que le cubría esa parte de su anatomía que conseguía incomodarme de forma infantil. Agradecía que fuese consciente de que su desnudez me resultaba un poco violenta, y que ocultar sus atributos masculinos era lo mejor. Tal vez nos habían educado de forma distinta, más lo que estaba claro es que en París debería acostumbrarse a ir cubierto por ropa si no deseaba ser detenido por las autoridades por exhibicionismo. Mientras él se elaboraba esa prenda natural improvisada, tomé las riendas del caballo, aproximándome hasta su posición, manteniéndome después un poco más de espaldas a él para ofrecerle la intimidad que pensaba que necesitaba.
Pocos minutos después de que me percatase del movimiento del muchacho, sentí como con timidez tocaba mi hombro, pudiendo percibir la calidez de su piel. ¿Acaso tendría fiebre por las heridas? ¿O sería otra faceta de ese ser del que apenas conocía nada? Los licántropos mantenían una temperatura superior a los humanos, y los inmortales era fríos como el témpano. Parecía bastante probable que aquel sobrenatural también tuviese una referencia corporal al respecto.
Giré sobre mis talones, fijando mi mirada en la suya. Parecía ser más joven que yo, y encontrarse perdido. –Todo saldrá bien. Cuidaré de ti y no permitiré que te suceda nada malo.- apunté sin saber si comprendía lo que le decía, o tal vez hablase otro idioma. Con cuidado tiré de las riendas de mi montura que acostumbrado a llevarme herida alguna que otra noche tras salir de caza, descendió hasta nuestra altura, facilitándole al joven la subida a la silla de montar. Me quedé esperando a que éste reaccionase antes de subir yo detrás de él y dirigir al caballo hacia un lugar seguro. Ahora solo nos quedaba encontrar una pequeña gruta donde pasar la noche, y que me diese tiempo de salir a cazar algo para comer antes de que anocheciese y todo se quedase sumergido en la más absoluta oscuridad.
Maggie Craig- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/11/2016
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