AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Edmond Williams
2 participantes
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Edmond Williams
▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲
Edmond Williams▲EDAD▲
23▲ESPECIE▲
Humano▲FACCIÓN A LA QUE PERTENECE▲
Ninguna▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲
Barón de Inglaterra▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲
Homosexual▲LUGAR DE ORIGEN▲
Baronia de Lambeth, Surrey, Inglaterra▲HABILIDADES/PODERES▲
NingunaEdmond es alguien que busca el equilibrio y lo encuentran gracias a su tenacidad y humildad. Es un soñador con los pies en la tierra y crea proyectos que se culminan por ser prácticos, justos y precisos. Es un joven, al mismo tiempo, egocéntrico, y poco dado hablar con los demás, pero también es un hombre cariñoso, atento y apasionado una mezcla exquisita entre arrogancia y timidez. Goza de una gran estabilidad emocional, pocas veces es capaz de dejarse ganar o controlar por estas pese a que sean muy desenfrenadas, tiene cierto aire de melancolía y misterio que le rodea, pero es más por su reservada y tímida forma de ser que por otra cosa, pese a ser alguien tímido en ciertas ocasiones, tiene fuertes convicciones y sentido de lealtad muy marcado, y puede ser alguien bastante hiriente cuando se trata de ser completamente honesto sobre lo que piensa de cualquier tema.
Esta quizá de las historias más comunes, y al mismo tiempo, prohibidas de nuestra época. Hace años, una adolescente de origen humilde que servía a la casa Williams, fue el origen de la cautividad de un joven de sangre noble. Aquello, desembocaría en una relación prohibida. Ambos jóvenes, llevados por el deseo, terminarían entregándose uno al otro en el amor más puro e ingenuo de todos. Aquel amor, que se había extendido por meses y que se había llenado de juramentos y promesas de juntos hasta la muerte, sería descubierto por el cruel y orgulloso padre de aquel joven, quien en consecuencia y avergonzado por saber que su unigénito se había mezclado con una simple sirvienta, haría lo que estuviese a su alcance para que el orgullo y el honor de apellido no se viese manchado por las acciones de su insensato hijo.
En ese entonces, el padre del joven, conocido, intachable y respetado miembro de la nobleza que era tenido como un hombre sin contemplaciones y orgulloso, tomo dos decisiones que pondrían fin a la gestada relación: la primera, bajo la amenaza de matar a la joven Beatrice, obligó a su propio a hijo a mentir diciéndole que todo cuanto había ocurrido, no era más que un simple error y que por tanto, el amor que le había jurado fue solo una mentira para conseguir su virginidad, y la segunda, la cual sería la que se encargaría de no dejar errores en sus acciones pues temía que la insensatez de su hijo hubiese dejado un error aún más grande que el simple hecho de manchar la reputación de su apellido, sería entregar al joven al servicio de la Iglesia en Roma, con el fin de que aquella joven sirvienta se olvidase por siempre y para siempre de su hijo. Nunca jamás aceptaría que su sangre se mezclase con la de los marginados.
Como una cruel jugarreta del destino, en el vientre de la joven Beatrice, cuyo corazón había sido destrozado, se gestaba el peor temor de aquel orgulloso noble. Su primer y único nieto, sin embargo, asado algunos meses y al enterarse de que estaba embarazada, Beatrice decidió que el niño efectivamente nacería pero que nunca jamás, sabría quien había sido su padre o su abuelo paterno. Pasado un pequeño lapso de tiempo, Beatrice, víctima de un embarazo de alto riesgo y peligroso, cayó en cama y le fue imposible poder ocultar que efectivamente llevaba una criatura en su vientre. August Williams, barón de Lambeth y señor de la casa Williams, notó el complicado estado de su sirvienta y por el contrario de lo que la joven Beatrice había creído, aquel hombre, conocido por su inquebrantable carácter militar, no reparó en que los últimos meses del embarazo de la joven sirvienta fueran sin duda los más cuidados, con el fin de que la criatura pudiese nacer sana.
El barón August Williams era un hombre de la nobleza que debía su título hereditario a la Nobleza Inmemorial. Señor de la Baronia de Lambeth, ubicada en el condado Surrey, en el sureste de Inglaterra, durante su juventud y adultez, había servido con honor a la Royal Navy y se había convertido en un honorable Comodoro. Su historia era, sin menos, de las más conocidas de los miembros de la alta cuna inglesa. Eran descendientes de Guillermo, el Conquistador, rey de Inglaterra, duque de Normandía, heredero de la antigua y extinta Casa Normandía y llamado el barón famoso tras su ascendencia al trono inglés como Guillermo I de Inglaterra. Un linaje noble orgullosamente guerrero y militar, una de las pocas familias que para la época, siendo hidalgos de sangre noble, mantenía una arraigada tradición centrada en servir a la corona inglesa desde las fuerzas militares, no olvidando sus raíces. Sin embargo, con el pasar de los años, en algún punto de su historia, el linaje de los Williams, como el resto de todos los descendientes de la Casa Normandía parecían condenados a la extinción, poco a poco, y con el pasar de los años, los Williams iban muriendo sin dejar herederos y August, estaba condenado por ese trágico destino.
Como miembro de la Armada, más que conformarse con su afortunada herencia de sangre hidalga, había sobresalido, al igual que su padre. Siendo de apenas 19 años, ya había alcanzado un alto rango y a los 23 se hizo con el título de Capitán. A los 24 años, se unió en sagrado matrimonio con Elizabeth Bennet y tres años más tarde, había sido condecorado como Comodoro, cargo al cual sirvió durante siete años, hasta la trágica muerte de su esposa, quien víctima de una terrible enfermedad degenerativa, murió. El barón August Williams, se había convertido en el viudo más codiciado de todo Surrey, y quizá también, de Inglaterra, pero atormentado por la tristeza de su perdida, se retiró del servicio militar. Como era estéril, nunca tuvo hijos, y los próximos años, los pasó alejados de la sociedad, en el cobijo de sus aposentos, y hundido en el recuerdo de su esposa, convirtiéndose en un hombre amargado, solitario y temido. Una vida que le llevo a grajearse la reputación y critica de que había caído víctima de la locura.
Su servidumbre y sus esclavos, quienes eran quizá los que tenían más contacto con él, tenían una opinión diferente, pues si bien era un hombre de carácter estricto, también era alguien bondadoso y de buen corazón. Había dedicado muchas veces parte de su cuantiosa fortuna a labores en beneficio de los marginados y los desamparados. Sus sirvientes recibían buenos beneficios, sus esclavos buenos tratos, y evidencia de ello había sido aquella joven sirvienta: Beatrice. Al dar a luz, en manos de la muerte por ser incapaz de soportar el parto, y en su último aliento de vida, la joven sirvienta agradecida eternamente con su señor por haber hecho posible que su hijo naciese sano y fuerte y, le dejó en sus manos la tarea de colocarle un nombre, y este, acorralado por el más noble sentimiento paternal que yacía en él, lo llamó Edmond, tal como su difunta esposa hubiese querido que llamasen a su hijo, si en algún momento hubiese nacido, y en su lecho de muerte, Beatrice, con un beso sobre la frente de su hijo, le reconoció así misma con ese nombre: Edmond.
Nacido en la casa Williams, sin ser un Williams, fue adoptado por August quien, volviendo a sentir una vez más un sentimiento más reconfortante que la tristeza, le dio su apellido y le reconoció como su hijo. Edmond creció bajo los mejores cuidados y valores morales que pudiese haber tenido, con un pasado moldeado pro de su bienestar. Desconocía quien era realmente su verdadero padre y como había sido engendrado, desconocía quien había sido su madre, sin saber más que su nombre: Beatrice, pero para alguien que creció en medio de esclavos y sirvientes que le adoraban, y guiado por un hombre que había sido educado con los mejores principios, era imposible que el niño que había convertido una vez más la casa Williams en un lugar lleno de vida, felicidad y luz, pudiese conocer la tristeza. Para él, su padre era August Williams, quien le amaba, y al cual él amaba, valoraba y respetaba. Edmond se había convertido en todo lo que se esperaba de un caballero de la realeza: joven, apuesto, de elevada alcurnia, heredero de una de las propiedades más importantes de Londres, de carácter reservado y firmes opiniones.
Pese a haberse convertido, al igual que su padre adoptivo en su tiempo en el soltero más codiciado de Surrey, también era mucha veces, para allá a donde iba, el motivo de la burla, la crítica y el chismorreo de la discriminadora opinión pública de la sociedad inglesa de la cual, ningún detalle escapaba. Aunque nunca en su cara y siempre a sus espaldas por la alta posición que ocupaba como el hijo de un militar de renombre, muchos lo llamaban o consideraban un bastardo, acuñaban a que se trataba del fruto de una relación ajena al matrimonio del viudo August Williams, algo que en los militares, y más aún, miembros de la Armada, quienes pasaban gran parte de sus vidas en altamar, era motivo de crítica severa. Incluso rondaba el rumor, de que ni siquiera era puramente inglés, sino que y debido a sus características, por sus venas corría sangre alemana o irlandesa, un rumor que nada tenía realmente de cierto o base real.
Pese a haber sido bajo los valores cristianos y mejores principios éticos, algo nunca fue bien del todo con Edmond, y fue su orientación sexual. Nunca habiendo demostrado ningún de interés por el sexo opuesto, para su padre, quien había aprendido a conocerlo bastante bien aquello que quizá en algún tiempo habría sido incluso motivo de deshonor, había pasado a ser algo distinto. La muerte de su esposa y el cruel origen de Edmond, le habían dado a entender que, de alguna forma, ese Dios en el que creía, le estaba brindando una oportunidad al dejar en sus manos la oportunidad de poder sentir, pese a su esterilidad, el amor de un padre y gracias a ellos, nunca juzgo a Edmond, y justo antes de morir, ganado y desgastado por el tiempo y la vejez, a los 21 años de Edmond, le hizo prometer en su lecho de muerte que sin importar el que dirían, sin importar cuanto juzgasen, porque ya desde siempre y desde su nacimiento aquella cruel y repulsiva sociedad que solo vivía de apariencias lo había hecho, sería y buscaría la felicidad, sin importar absolutamente donde o al lado de quien la encontrase.
A diferencia de lo que todo el mundo había creído sobre “el bastardo” Edmond Williams, ahora barón Edmond Williams tras heredar, no solo la fortuna, sino el título del que gozaba el linaje de su padre, nunca demostró interés por la vida en altamar, y al contrario de su padre, y los antepasados de su abuelo, mientras iba siendo educado, mostraba un particular talento para los negocios y el mercado textil. Habiendo aprendido de su padre esa actitud bondadosa y de igualdad, veía en la generación de trabajos dignos, la posibilidad de disminuir el hambre y la pobreza en las calles, sustituyéndolas por trabajos dignos y bien pagados que fuesen más allá de la simpleza de la servidumbre. Con la disposición de tener una gran fortuna de su lado, pronto empezó a convertirse no solo el joven soltero más codiciado de toda Inglaterra, sino en el dueño de una industria textil que veía un gran futuro en sus manos. Williams Company, como la bautizó en nombre de su padre, en tan solo un año desde su primera central en Londres, logró extenderse por toda la zona costera de Inglaterra, y posicionarse como una de la más competitivas y reconocidas del mercado.
Visionario, e ignorante al mismo tiempo durante toda su vida del oscuro mundo que se ocultaba detrás de la sociedad, lleno de criaturas que solo eran considerados un mito, Edmond Williams, ya de 22 años, decidió que expandiría su negocio bajo su política de igualdad social, que de alguna manera amenazaba de una forma silenciosa el orden monárquico al que las clases sociales estaban acostumbradas, a otros sitios donde la pobreza fuese el elemento más sobresaliente de todos y, haciéndola ya de carácter internacional, compro una propiedad en la capital de Francia, en París, donde establecería su primer taller textil que, al cabo de un año, tal como había pronosticado, empezaría a generar ganancias y a crecer el valor de su marca.
En ese entonces, el padre del joven, conocido, intachable y respetado miembro de la nobleza que era tenido como un hombre sin contemplaciones y orgulloso, tomo dos decisiones que pondrían fin a la gestada relación: la primera, bajo la amenaza de matar a la joven Beatrice, obligó a su propio a hijo a mentir diciéndole que todo cuanto había ocurrido, no era más que un simple error y que por tanto, el amor que le había jurado fue solo una mentira para conseguir su virginidad, y la segunda, la cual sería la que se encargaría de no dejar errores en sus acciones pues temía que la insensatez de su hijo hubiese dejado un error aún más grande que el simple hecho de manchar la reputación de su apellido, sería entregar al joven al servicio de la Iglesia en Roma, con el fin de que aquella joven sirvienta se olvidase por siempre y para siempre de su hijo. Nunca jamás aceptaría que su sangre se mezclase con la de los marginados.
Como una cruel jugarreta del destino, en el vientre de la joven Beatrice, cuyo corazón había sido destrozado, se gestaba el peor temor de aquel orgulloso noble. Su primer y único nieto, sin embargo, asado algunos meses y al enterarse de que estaba embarazada, Beatrice decidió que el niño efectivamente nacería pero que nunca jamás, sabría quien había sido su padre o su abuelo paterno. Pasado un pequeño lapso de tiempo, Beatrice, víctima de un embarazo de alto riesgo y peligroso, cayó en cama y le fue imposible poder ocultar que efectivamente llevaba una criatura en su vientre. August Williams, barón de Lambeth y señor de la casa Williams, notó el complicado estado de su sirvienta y por el contrario de lo que la joven Beatrice había creído, aquel hombre, conocido por su inquebrantable carácter militar, no reparó en que los últimos meses del embarazo de la joven sirvienta fueran sin duda los más cuidados, con el fin de que la criatura pudiese nacer sana.
El barón August Williams era un hombre de la nobleza que debía su título hereditario a la Nobleza Inmemorial. Señor de la Baronia de Lambeth, ubicada en el condado Surrey, en el sureste de Inglaterra, durante su juventud y adultez, había servido con honor a la Royal Navy y se había convertido en un honorable Comodoro. Su historia era, sin menos, de las más conocidas de los miembros de la alta cuna inglesa. Eran descendientes de Guillermo, el Conquistador, rey de Inglaterra, duque de Normandía, heredero de la antigua y extinta Casa Normandía y llamado el barón famoso tras su ascendencia al trono inglés como Guillermo I de Inglaterra. Un linaje noble orgullosamente guerrero y militar, una de las pocas familias que para la época, siendo hidalgos de sangre noble, mantenía una arraigada tradición centrada en servir a la corona inglesa desde las fuerzas militares, no olvidando sus raíces. Sin embargo, con el pasar de los años, en algún punto de su historia, el linaje de los Williams, como el resto de todos los descendientes de la Casa Normandía parecían condenados a la extinción, poco a poco, y con el pasar de los años, los Williams iban muriendo sin dejar herederos y August, estaba condenado por ese trágico destino.
Como miembro de la Armada, más que conformarse con su afortunada herencia de sangre hidalga, había sobresalido, al igual que su padre. Siendo de apenas 19 años, ya había alcanzado un alto rango y a los 23 se hizo con el título de Capitán. A los 24 años, se unió en sagrado matrimonio con Elizabeth Bennet y tres años más tarde, había sido condecorado como Comodoro, cargo al cual sirvió durante siete años, hasta la trágica muerte de su esposa, quien víctima de una terrible enfermedad degenerativa, murió. El barón August Williams, se había convertido en el viudo más codiciado de todo Surrey, y quizá también, de Inglaterra, pero atormentado por la tristeza de su perdida, se retiró del servicio militar. Como era estéril, nunca tuvo hijos, y los próximos años, los pasó alejados de la sociedad, en el cobijo de sus aposentos, y hundido en el recuerdo de su esposa, convirtiéndose en un hombre amargado, solitario y temido. Una vida que le llevo a grajearse la reputación y critica de que había caído víctima de la locura.
Su servidumbre y sus esclavos, quienes eran quizá los que tenían más contacto con él, tenían una opinión diferente, pues si bien era un hombre de carácter estricto, también era alguien bondadoso y de buen corazón. Había dedicado muchas veces parte de su cuantiosa fortuna a labores en beneficio de los marginados y los desamparados. Sus sirvientes recibían buenos beneficios, sus esclavos buenos tratos, y evidencia de ello había sido aquella joven sirvienta: Beatrice. Al dar a luz, en manos de la muerte por ser incapaz de soportar el parto, y en su último aliento de vida, la joven sirvienta agradecida eternamente con su señor por haber hecho posible que su hijo naciese sano y fuerte y, le dejó en sus manos la tarea de colocarle un nombre, y este, acorralado por el más noble sentimiento paternal que yacía en él, lo llamó Edmond, tal como su difunta esposa hubiese querido que llamasen a su hijo, si en algún momento hubiese nacido, y en su lecho de muerte, Beatrice, con un beso sobre la frente de su hijo, le reconoció así misma con ese nombre: Edmond.
Nacido en la casa Williams, sin ser un Williams, fue adoptado por August quien, volviendo a sentir una vez más un sentimiento más reconfortante que la tristeza, le dio su apellido y le reconoció como su hijo. Edmond creció bajo los mejores cuidados y valores morales que pudiese haber tenido, con un pasado moldeado pro de su bienestar. Desconocía quien era realmente su verdadero padre y como había sido engendrado, desconocía quien había sido su madre, sin saber más que su nombre: Beatrice, pero para alguien que creció en medio de esclavos y sirvientes que le adoraban, y guiado por un hombre que había sido educado con los mejores principios, era imposible que el niño que había convertido una vez más la casa Williams en un lugar lleno de vida, felicidad y luz, pudiese conocer la tristeza. Para él, su padre era August Williams, quien le amaba, y al cual él amaba, valoraba y respetaba. Edmond se había convertido en todo lo que se esperaba de un caballero de la realeza: joven, apuesto, de elevada alcurnia, heredero de una de las propiedades más importantes de Londres, de carácter reservado y firmes opiniones.
Pese a haberse convertido, al igual que su padre adoptivo en su tiempo en el soltero más codiciado de Surrey, también era mucha veces, para allá a donde iba, el motivo de la burla, la crítica y el chismorreo de la discriminadora opinión pública de la sociedad inglesa de la cual, ningún detalle escapaba. Aunque nunca en su cara y siempre a sus espaldas por la alta posición que ocupaba como el hijo de un militar de renombre, muchos lo llamaban o consideraban un bastardo, acuñaban a que se trataba del fruto de una relación ajena al matrimonio del viudo August Williams, algo que en los militares, y más aún, miembros de la Armada, quienes pasaban gran parte de sus vidas en altamar, era motivo de crítica severa. Incluso rondaba el rumor, de que ni siquiera era puramente inglés, sino que y debido a sus características, por sus venas corría sangre alemana o irlandesa, un rumor que nada tenía realmente de cierto o base real.
Pese a haber sido bajo los valores cristianos y mejores principios éticos, algo nunca fue bien del todo con Edmond, y fue su orientación sexual. Nunca habiendo demostrado ningún de interés por el sexo opuesto, para su padre, quien había aprendido a conocerlo bastante bien aquello que quizá en algún tiempo habría sido incluso motivo de deshonor, había pasado a ser algo distinto. La muerte de su esposa y el cruel origen de Edmond, le habían dado a entender que, de alguna forma, ese Dios en el que creía, le estaba brindando una oportunidad al dejar en sus manos la oportunidad de poder sentir, pese a su esterilidad, el amor de un padre y gracias a ellos, nunca juzgo a Edmond, y justo antes de morir, ganado y desgastado por el tiempo y la vejez, a los 21 años de Edmond, le hizo prometer en su lecho de muerte que sin importar el que dirían, sin importar cuanto juzgasen, porque ya desde siempre y desde su nacimiento aquella cruel y repulsiva sociedad que solo vivía de apariencias lo había hecho, sería y buscaría la felicidad, sin importar absolutamente donde o al lado de quien la encontrase.
A diferencia de lo que todo el mundo había creído sobre “el bastardo” Edmond Williams, ahora barón Edmond Williams tras heredar, no solo la fortuna, sino el título del que gozaba el linaje de su padre, nunca demostró interés por la vida en altamar, y al contrario de su padre, y los antepasados de su abuelo, mientras iba siendo educado, mostraba un particular talento para los negocios y el mercado textil. Habiendo aprendido de su padre esa actitud bondadosa y de igualdad, veía en la generación de trabajos dignos, la posibilidad de disminuir el hambre y la pobreza en las calles, sustituyéndolas por trabajos dignos y bien pagados que fuesen más allá de la simpleza de la servidumbre. Con la disposición de tener una gran fortuna de su lado, pronto empezó a convertirse no solo el joven soltero más codiciado de toda Inglaterra, sino en el dueño de una industria textil que veía un gran futuro en sus manos. Williams Company, como la bautizó en nombre de su padre, en tan solo un año desde su primera central en Londres, logró extenderse por toda la zona costera de Inglaterra, y posicionarse como una de la más competitivas y reconocidas del mercado.
Visionario, e ignorante al mismo tiempo durante toda su vida del oscuro mundo que se ocultaba detrás de la sociedad, lleno de criaturas que solo eran considerados un mito, Edmond Williams, ya de 22 años, decidió que expandiría su negocio bajo su política de igualdad social, que de alguna manera amenazaba de una forma silenciosa el orden monárquico al que las clases sociales estaban acostumbradas, a otros sitios donde la pobreza fuese el elemento más sobresaliente de todos y, haciéndola ya de carácter internacional, compro una propiedad en la capital de Francia, en París, donde establecería su primer taller textil que, al cabo de un año, tal como había pronosticado, empezaría a generar ganancias y a crecer el valor de su marca.
- Entre sus hobbies, sobresale la música. Sabe tocar el piano bastante bien además de ser un lector cultivado de poesía y literatura romántica.
- Ignora por completo la existencia de seres antinaturales, se muestra escéptico ante esas leyendas y solo cree en Dios.
- Desconoce la historia de su madre y su verdadero padre.
- Cree que su verdadero padre es August Williams.
- Es Barón y la máxima autoridad (por debajo de los demás títulos de Inglaterra) de la Baronia de Lambeth, ubicada en el condado Surrey, en el sureste de Inglaterra.
- Es dueño de una mansión en París, Francia.
- Es el Presidente y Fundador de Williams Company.
- Su marca textil se conoce como: Williams.
- Williams Company: Sus sedes y talleres textiles se extienden por toda la zona costera de Inglaterra, dominando el mercado de la zona, y posee una sede textil en París, Francia, y se ha ido convirtiendo en una de las marcas mejores posicionadas en el mercado parisino.
Frederick Feemster- Mensajes : 31
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Re: Edmond Williams
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¡QUE TE DIVIERTAS!
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Zhan- Hechicero Clase Media
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