Connaissant peu Edmond Dantès (Edmond Antoine)

por **Archibaldo de la Cruz** Lun Mar 30, 2015 7:49 pm

Una hermosa tarde iluminaba las principales calles de ese Paris que hoy había olvidado buscar al asesino del teatro, todos vivían en el misticismo de que el espíritu esta vez sería un alma en pena como las miles que se narraban en otros lugares, solo que él seguiría matando en venganza por su muerte... Si la sociedad podía ser bastante crédula desde tiempos inmemoriales cuando se intentaba dar explicación a los orígenes del universo y de lo desconocido.
Mientras yo disfrutaba de la fama de un escritor consumado en oro por tan extraordinaria imaginación con la que todos creían que había escrito "Le due maschere della notte" por más que negará el hecho nadie lo creo y otros tantos habían colocado en sus columnas periodísticas que había perdido la razón como tantos otros escritores.. en fin, nadie le daba gusto al mundo.
Caminando placidamente por la rue de la liberté, con un pequeño cuadernillo en la mano donde todas las ideas que me surgían eran plasmadas para su pronta integración a mi nueva novela, sentí la necesidad de parar un momento en los viejos cafés que solía visitar desde mi arribo a Paris hace un año,necesitaba su aroma, su bullicio y sus aires repletos de intelectualismo y sociedad., así fue que llegue hasta este lugar, tan hermoso y cuidado como siempre, donde a cualquier hora podías encontrar a viejos jugando ajedrez, damas distinguidas disfrutando de las noticias ajenas de otros, niños reprimidos tomando este delicioso néctar como si fuesen adultos e intelectuales debatiendo casi a muerte sobre las ultimas tendencias en todas las ramas del arte en el mundo.
Extraña mucho analizar sin decir nada, echaba de menos una que otra mirada de una hermosa mujer que sonriera para mi y levantará su taza de café para brindarme un elogio, hasta los escritores tenemos nuestro ego en ocasiones, de esas mismas damas que estaban a mi derecha cientos de personajes con mucha o poca relevancia nacían de los movimientos un tanto bruscos de la pluma que no paraba ni por un solo minuto, las ideas corrían a mi mente como gacelas a las que debía de atrapar en el momento, de lo contrario se irían despavoridas de mis manos, olvidando el detalle de su pelaje de inmediato, tan absorto estaba en mis asuntos literarios que jamás pude percatarme en que momento habían traído mi taza caliente a pesar del calor infernal que se sentía justo a las cuatro y pico de la tarde -Gracias- agregué sin prestar atención en los detalles ni en los francos dados, el sonrío agradecido y se retiro apresurado.
Tiempo más tarde empece a notar un especie de malestar, percibía ser observado con detenimiento desde lo lejos, abandone la pluma y el papel, mis ojos cautelosos empezaron a buscar con desesperación discreta quien era el que estaba interesado en mí para que hubiese durado por lo menos unos minutos eternos, paso el tiempo y aunque no volví a sentir tal sensación bebí el café que para ese entonces ya había perdido su calor, llegue a pensar cosas absurdas con respecto al responsable, a la cabeza me vino la idea de que podía ser el mismo Fantasma, V o el espíritu de mi querido Jofiel, pero todas las ideas fueron descartadas, continúe bebiendo.
Después de quizás una hora y media aburrido ya por no tener más ideas y con la taz vacía me dispuse a retirarme, me acomode la corbata oscura y mire al mesero de quien tenia mis sospechas de tan desconcertante espionaje, pero me equivoque, el atendía a los que estaban en parte de la calle como yo sin prestar atención mas que en las ordenes, el pago y las propinas, me encogí de hombros y negué, secundado al pensamientos de que mis pesadillas sobre los ojos invisibles que observan eran solo eso, invisibles e imaginativas sensaciones que no tenían importancia, además ser escritor y ahora con la fama y la critica de mis aventuradas afirmaciones sobre las dos máscaras de la noche, era inevitable que la gente no me reconociera o que como aquellas mujeres que hacia rato que partieron no me dedicaran al huna mirada coqueta, curiosa o secreta.
-Santo cielo Archibaldo, te volveras loco si sigues así- asegure sobre mi situación sin remedio,me dispuse pues a tomar el cuadernillo raboneado y plagado de mis ideas en sus hojas amarillentas, cuando mis ojos se toparon con los suyos, un infantil rostro me veja desde un poco más abajo de la mesa con curiosidad de intensidad un poco más madura para un niño de su edad -bon après-midi, petite- salude cortes y paciente, con el tono suave con el que se les habla a los niños -¿Te has perdido?-.

por **Edmond Antoine** Miér Abr 01, 2015 11:53 pm

Esa mañana Edmond se alisto desde muy temprano para poder acompañar a mamá Selena al mercado ambulante, le encantaba asistir a los lugares concurridos, siempre había nuevos modelos para tallar en madera y así poder hacer aún más grande ese París miniatura que cargaba en su morral, pero también quería ir con su nueva madre para vender alguna de sus replicas, aunque eran muy baratas puesto que a pesar de su inteligencia aún no entendía con exactitud la mecánica del dinero, para él, un franco o dos en su pequeña manita era suficiente para ayudar a su ángel a recuperar un poco de lo mucho que gastaba en comida y cobijo par los dos en esa casa que se caía a pedazos por más goteras que se taparan.
Soñaba con que de dos francos en cada visita al mercado pronto juntaría la cantidad suficiente para comprar material para levantar la pequeña y humilde casita, a menudo mientras caminaba observaba las casas de las zonas residenciales, dibujaba mientras caminaba y era común los accidentes con otras personas, mamá Selena siempre debía estar tras de él -Pobrecita- pensaba -Pero no puedo controlar mi mente cuando empieza a crear- se disculpaba con los miles de colores al rostro y una sonrisa tímida que dejaba ver unos pequeños dientes en formación.
De pronto entre tanta gente en ese sitio plagado vendedores y compradores, observo a su hermosa madre comprar un par de manzanas rojas para comer, Edmond adoraba el color rojo por sobre todas las cosas, así que Selena trataba de complacerle, pero cuando vio como su ángel entregaba el dinero con tanto desapego sin preocuparse en inclemencias que sufrirían después, se puso a pulir varios diseños de personas que atrevasaban por donde le habían dicho que se quedará, pero un hombre que no pertenecía al común de la gente que viajaba hasta esos lares le llamó la atención, parecía como de esos maestros de arte que podía ver a las afueras del conservatorio o uno de esos directores de orquesta que lograba ver cuando se escabullía por entre las sombras del teatro sin ser visto -Solo que este no está viejito- pensó haciendo curiosas muecas, a la vez la intuición le decía que quizás por su porte traía algo de dinero que no le sirviera, así que dispuso a seguirlo a sabiendas de que si su mamá se daba cuenta terminaría por regañarlo y dejarle sin sus materiales de creación, pero el riesgo valía la pena si le daban por lo menos cuatro monedas -Eso ya es mucha fortuna, nadie de mi edad tiene cuatro monedas- dijo a la figura que estaba siendo terminada en la madera que sostenían sus manos, era él... ese hombre que le había llamado con su sola presencia.
Camino cuadras, con su pequeño morral amarillo y sus pasos algo torpes, con un pie muy cerca de otro y con esa manera de tambalearse de un lado a otro cada vez que corría para no perder la marcha, sostenía su bolso gastado y viejo con una mano mientras que con la otra se aferraba a la madera que faltaba aún de varios detalles, dignamente su modelo se detuvo en un elegante café, repleto de gente de toda clase menos de la suya, a Edmond pareció darle curiosidad, el cuadernillo y el bolígrafo que se movía mu rápido -No soy él único- murmuro jadeante, reposando en las aceras de enfrente donde la vida social parisiense continuaba a paso veloz, desde vagabundos hasta personalidades distinguidas pasaban indiferentes ante la mirada penetrante y curiosa del niño, que tomo asiento en el filo de la calle, entretenido con su nuevo juguete.
El tiempo paso volando como las palomas que de vez en cuando distraían la atención del niño, preguntándose el porque de su vuelo, del color de su plumaje, de su llamativo movimiento de cabeza y prometio hacer un prototipo con madera para averiguar todo aquello, retornando la vista se percato que su modelo iba ya de salida, afortunadamente el trabajo también ya estaba terminado, guardo su navaja oxidada en el morral y colocándoselo en el hombro corrió como las gacelas que tanto le gustaban hasta llegar a la primera mesa de la hilera de la calle, allí aguardo silencioso, con sus ojos puesto en el hombre, mirándole con lastima, preparando el terreno para tratar de ofrecer su creación.
-Bon après monseuir- reverenció y respondió educadamente aún debajo del mantel blanco que cubría gran parte de sus cabellos castaños, a sus seis años se veía muy bajo de estatura, pero no perdía la esperanza de crecer como aquel hombre o como el caballero de alas negras que solo veía en fantasías -No estoy perdido ¿Usted lo está?- cuestiono inocente -Es que...- dijo apenado -Yo a veces también anoto las calles en un cua... en un cuadernillo- se sonrojo -Si quiere le puedo guiar al centro- jugueteo con la figura en sus pequeñas manos -No siempre los viajeros saben llegar, ¿Porque usted extranjero verdad?- pregunto con curiosidad, bailoteando sobre sus pies de un lado a otro -¿Es español? ¿Como es allá?-dijo seguro de si -Oh... pero cuanto lo siento- se disculpó -No me he presentado, mi mami dice que eso es de mala educación- sostuvo con la firmeza de un adulto -Me llamo Edmond Antoine- sonrío orgulloso de su nombre -Pero puede usted decirme Edmond, si así lo desea monseuir- extendió su pequeña mano envuelta en el frío de los nervios que provocaba para él, entablar la comunicación con un extraño -Así como Edmond Dantes- volvió a sonreír, con sus mejillas sonrojadas y aún con la decencia de la mano extendida, si, él era un infante para algunas cosas, pera para otras podía parecer un adulto.

por **Archibaldo de la Cruz** Jue Abr 16, 2015 10:08 pm

Sostuve su pequeña mano que estaba fría más eso no importaba cuando el menor parecía ser un diminuto genio que su destino parecía volverse figura -Edmond, te llamaré, yo soy Archibaldo de la Cruz, pero los más cercanos como tú me pueden decir Archi- de pronto las aceras de en rededor habían desaparecido ante la vista que a mi mesa se postraba, las respuestas dadas por el pequeño infante eran increíblemente inesperadas para alguien de mi edad, nadie esperaría que un niño entablara una comunicación como todo adulto, su mirada parecía tornarse en diferentes matices y su cuerpo bailoteaba ansioso de no pasar por una vergüenza ante mis ojos, por supuesto que no lo era... por el contrario, era de esos milagros que a veces podían hacerte dudar de la herejía del ateísmo.
-No estoy perdido- respondi con una sonrisa que salió de forma inesperada -Y esto...- mire las hojas regadas ante el manoteo de mis manos -Esto no son calles, son escritos... ese es mi trabajo, relatar con fantasía la cruel realidad- de pronto me detuve ¿En que tono estaba hablando?, no era correcto, sin embargo con la mirada que todo analizaba con suspicacia de un infante distinto me invitaba a dictarle palabras que fueran el puente hacia una comunicación más adulta, pero aún con el resquicio de una voz entregada a la suavidad y a la ternura con que se le puede hablar a la inocencia interior de un niño -¿Como has sabido que soy español?- me mostré sorprendido -¿Si ni siquiera me habías escuchado hablar?- sin embargo asentí de inmediato -Pero es cierto soy español, soy... de esa gran nación donde todo es bello como aquí, caballos, coches, iglesias, personas deambulando con elegancia y otras tantas hundidas en la pobreza, el mundo y su desgracia es la misma aquí y allá pero... tu... es decir pero alguien como tu jamás lo había conocido en mis múltiples viajes- sonreí -Personas como tu son... como un pequeño manojo de esperanza que puede devolver de muchos poetas, la fe perdida en la humanidad- no podía evitar corresponder a sus gestos, amables, tiernos y a la vez tan maduros y educados -¿Porque no tomas asiento pequeño Edmond Dantes, temes que tu madre te regañará?- pregunte, soltando su mano tibia ahora e invitando con una señal silenciosa a que ocupará el asiento frente del mío. mientras llegaba al lugar indicado me atreví a preguntar -¿Te gusta leer textos de Dumas?- la curiosidad me mataba de a poco, no se tiene un encuentro con un prodigio así en la grisácea cotidianidad -¿Es el conde de Monte Cristo uno de tus favoritos, para que pongas al protagonista como una referencia tuya?-

por **Edmond Antoine** Miér Abr 22, 2015 7:32 pm

Edmond, aquel pequeño de cabellos castaños había quedado fascinado con la manera de hablar del caballero, más allá del acento español, tenia porte, elegancia y sabiduría basta para hablar de forma más culta o quizás esa sensación se debía a que solo era un pequeño genio que curioso quería siempre aprender y veía en personas como el hombre que amablemente le explicaba la función de sus hojas a un bello Shakespeare o un dios Apolo.
No podía dejar de sonreír y expresar en su pequeña carita la grata sorpresa al escuchar narraciones de una nación como esa, aunque no eran precisas y divagaban un poco para Edmond era suficiente aliciente para echar su imaginación a volar, un pequeña avecilla multicolor que surcaba su mente y daba vida a una ciudad completamente distinta a París, esa tierra de la que esperaba salir algún día para explorar más allá de sus confines -Debe ser hermoso- libero la idea en voz alta en un suspiro -Pero en el mundo debe haber cosas buenas, por ejemplo usted, mi mami, la noche y el arte- asintió con entusiasmo y con seguridad certera en sus palabras -Además también existen los ángeles y los difuntos que nos cuidan más arriba, hay uno en cada estrella o por lo menos solo las habitan aquellos que se portan bien- se encogió de hombros -Lo sé, están en el cielo- dijo con desanimo -Pero... pero... el cielo es parte de este mundo y todos esos seres que les digo, nacieron de aquí, de esta tierra-paro un momento -Suelo pensar que esto es como un campo, nosotros somos semillitas pequeñitas, todas florecemos y nos hacemos muy grandotes, nos da el sol, la lluvia, acecha la muerte durante otoño e invierno... y solo las semillitas que germinaron de la tierra y resistieron todo eso, continúan creciendo y entonces se hacen invisibles cuando llegan al cielo o al menos su tallo, porque sus pétalos son esas cosas brillantes que vemos todas las noches aquellos que apenas vamos creciendo- su pequeño dedo señalo al firmamento completamente despejado -No hay desdichas monseuir Archi, solo hay flores que no quisieron soportar lo que restaba de las estaciones... se caen, se marchitan e intentan envenenar a otras, a veces lo consiguen, a veces no... eso es todo- suspiro << Todos somos rosas carmín >> susurro sin tener claro si su escucha le había puesto atención a eso último -En cuanto como supe que era español, es que bueno- de pronto se le subieron los colores al rostro y retorno su bailoteo sobre sus pies -Ammm... yo soy pintor monseuir, bueno y también escultor- soltó una diminuta risa nerviosa -Bueno al menos intento ser algo así, no soy Miguel Angel, Botticelli o Da Vinci, pero he leído algunas de sus obras, he visto bocetos en libros de la biblioteca de mami Selena y otros más me los mostró el padre Joseph y un arquitecto que fue mi tutor hace un tiempo... en esos textos hay cosas muy interesantes sobre la anatomía humana, en base a eso yo estudio a la gente que pasa a diario por las calles, cada nacionalidad tiene características únicas a pesar de estar combinado con otra distinta... su frente amplia, su cabello y su bigote negro, su espalda ancha, su manera de caminar y que decir de sus ojos me contaron en secreto que usted era de aquellos parajes- expreso todo con gran emoción, al pequeño siempre le llamó la atención el estudio del hombre, nadie a excepción obvia de él, sabia el porque de su interés en temas como aquellos que a veces a más de uno le caía en poca gracia, pero existen cosas en la mente de Antoine que a nadie había confesado jamás, por miedo al que dirán o a la incomprensión de los otros, tal y como le paso cuando decidió contárselo al padre Joseph, no era nada malo, no implicaban en esos pensamientos un daño al prójimo pero asustaba que un pequeño viera en aquello una forma muy distinta de ver al hombre.
Edmond dudo antes de aceptar la invitación de monseuir de la Cruz, pero penso que de haberle hecho un daño ya hubiese acontecido, además necesitaba el dinero si su trabajo era bien visto a los ojos del español y tenia a dos protectores en el cielo: Su madre y el caballero de alas negras del que tanto hablaba mamá Selena -Si- dijo y con confianza arrastro una silla con ambas manos, después escalo con agilidad aquella silla de madera que estaba demasiado alta para su edad -Ninguna de mis dos mamás me regañaran, una esta ya ha florecido en el cielo y la otra, esta comprando cosas en el mercado ambulante, ella demorará un poco- en su voz se percibía un esfuerzo por subir, cuando lo hubo logrado, cruzo sus piernas y en las alturas jugaba con ellas, mientras sus manos permanecía entrelazadas en su regazo -¿Y a donde más ha ido monseuir Archi?, platiqueme un poco por favor, algún día pienso viajar ¿Sabe?- y aclaro después -He leído textos de Dumas- sonrío satisfecho -Pero me agrada más Victor Hugo y Dante Alighieri, ellos ven el mundo como yo creo verlo y la belleza la plasman de distinta forma a todos nosotros, tal y como yo lo hago en la madera- declaro pensativo.

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