Cieno, fango y ¡lirios violetas! | Taeyang Seung

Las mojaris de la hechicera parecían quejarse cada vez que Kaleeh se adentraba en cada paso al pantano. Del turquesa fosforescente ya ni quedaba rastro, los cubría una capa espesa de fango y cieno. Aunque la castaña sentía la humedad en sus pies, no se detendría hasta encontrar lo que necesitaba. Ya que nadie consideraba que el pequeño y malvado Melalo era quien les robaba la comida a los huérfanos Kumari y encima se burlaba de ellos por haber sido abandonados cruelmente; Kaleeh se encargaría de que el bravucón conociese de primera mano lo que se sentía. Lo haría confesar y ponerse en completo ridículo en frente de todo el campamento. ¡Sí, señor! La castaña sólo hundía con más fuerza en el lodo sus pasos cada vez que recordaba cómo Melalo fingía llorando y mintiendo, profesando su inocencia, y como el pequeño diablillo era un nene, tomaban sus palabras como verdad. La castaña tuvo muchas ideas macabras para vengarse del infeliz de Melalo, pero Lume insistió en que debía haber otra forma. Aunque preparar una poción de verdad no era muy difícil, le faltaba sólo un ingrediente para que sea una poción de verdad y de vergüenza extrema. ¡Para que lo sienta de verdad!

Repaso en su cabeza los ingredientes:

—Tres lágrimas de cocodrilo…Cómo las de ese niñato malnacido—Kaleeh frunció el entrecejo con rabia al recordarlo, mientras seguía su caminata. Luego, suavizó su gesto, tratando de volver a la calma.—, dos cucharadas de madrás para aflojar su lengua…—una sonrisa se dibujó en la hechicera. ¡Esa especia sí que picaba! — Caldo de una media sucia  de Melalo…—la nariz de Kaleeh se frunció al rememorar el olor tan inconfundible de ese líquido hirviendo en su caldero—, y el bendito lirio de agua violeta.

—Estás completamente perdida, Kaleeh. Y muy sucia. ¡Ya hueles como las medias de Melalo! —una carcajada le siguió a esa exclamación. Un orbe azulino flotaba a la altura de los ojos de la castaña, justo a su izquierda. Kaleeh ni se molestó en dirigirle la mirada—Se quita con una lavada, Lume, él necesitaría un millón para extinguir esa peste—. La hechicera no lograba categorizar la voz de su amigo flotante y al parecer inexistente para los demás, pero siempre le daba tranquilidad escucharlo. Había probado demostrar su existencia obligándolo a hablar frente a alguien, mientras ella señalaba dónde se encontraba, pero al parecer nadie lo veía. Luego de unos años, a los dos lustros de edad, prefirió que la siguieran llamando loca. Ella lo veía y no importaba si los demás no.

— Estoy convencido de que pudiste ir a una tienda para comprar el lirio— La tonalidad de su voz era suave y calmada, y si tendría que ponerle un color sería el mismo azulino que lo caracterizaba. Era como un intermedio: ni gruesa ni aguda. Sólo algo entre ambos. Lume tenía vida propia, hablaba cuando quería y lo que quería—¿En vez de tener cuantos lirios quiera gratis? ¡Ja! Esto alcanzará y sobrará si intenta mentir de nuevo ese Malalo—, Kaleeh alzó una mirada autosuficiente hacia el orbe medio amorfo. Realmente no entendía qué era, sólo tenía claro que era su amigo desde la infancia y nunca le podría hacer ningún daño. Al contrario, la cuidaba.

— ¡Cuidado! Kaleeh, escóndete—. La hechicera no lo dudó ni un segundo. Había escuchado un mínimo ruido, cómo una pisada hundiéndose en el lodo,  y percibía a un ser sobrenatural cerca de ella. Era inútil esconderse, pero igual se hallaba detrás de un ciprés calvo—¡Te repetí mil veces que ir sola no era buena idea! ¡Y también que no fueras tan ruidosa! Nunca se sabe si estás realmente sola —, Kaleeh se ahorró el callarlo. Nadie podía escuchar a Lume, pero sí a ella. Un poco temerosa, respiro profundo y dijo: “¡Seguro que hay víctimas más apetitosas en la ciudad, ehm, señor!”. El aura del sobrenatural era escarlata. Kaleeh cerró los ojos, arrepintiéndose de haber abierto la bocota. Rápido, empezó a recordar un encantamiento de protección, y sus labios comenzarón a moverse para hacerlo eficiente.

La hechicera se sintió ofendida al instante. Hirió aquellos sentimientos presuntuosos de ser una humana corriente, común. Incluso con una inteligencia promedio. A pesar de todo, sí podía razonar. Pero de seguro ese vampiro se la daba de grandes aires, uy, sí, chupándole la sangre a cualquiera...¡Principios! Ojalá.

—Y aunque pudiera, no sería tarea sencilla, uhm...¿caballero?—Kaleeh se encontraba medianamente relajada:la gitana era lamentablemente ingenua en cualquier circunstancia. Si Lume no revoloteara en aquellos momentos precisos, ya estaría muerta. Su amigo flotante no poseía rostro, pero de ser así, tenia la absoluta certeza de que se encontraba rodando los ojos, en señal de disconformidad. La hechicera dudó por un minuto antes de empezar a dejarse ver por el vampiro. Deslizó un pie en la tierra húmeda, enterrándose flojamente en ella, embadurnando hasta un centímetro su calzado. Poco a poco se volvió visible ante la criatura inmortal , gracias a una luna no muy resplandeciente, pero con suficiente luz para observar la figura del desconocido.  Era alto y delgado. Aunque lo que más captó su atención fueron sus ojos rasgados. La hechicera se convenció de que era el primer individuo con aquellos rasgos que había visto en toda su vida. Y vaya que era muy corta—Así que, messie—fingió el acento y ademán de los ricos del pueblo—ya que no va a probar ni una gota de mi muy valorada sangre, propongo que sigamos nuestro rumbo—la hechicera se balanceó involuntariamente en su sitio, el lodo parecía querer devorarse sus hermosos mojaris—Puede seguir disfrutando de su solitaria noche—enfatizó— Incluso la luna parece estar desconsolada—le echó una vista distraída a su rostro. Le resultaba muy extraño mantener contacto visual con el inmortal. Su mirada parecía una mezcolaza mal distribuida de frivolidad, gentileza y depresión. No se terminaba de convencer cual era el mayor porcentaje sentimental en sus ojos rasgados—. Como usted—susurró, desviando la vista a otro lugar para evitar sentir la confusión que le generaba.

—Eso no fue nada amable—Lume revoloteaba a su derecha. Kaleeh le devolvió una mirada de aburrimiento total. Abrió la boca y luego la cerró inmediatamente. Sabía exactamente lo que causaba mantener sus conversaciones con Lume cerca de alguien más. Frunció los labios y le dedicó una sonrisa falsa a su amigo. "Ya verás cuando nos alejemos, Lume, ya verás", pensó la castaña. Volvió a enterrar su pie en la tierra, buscando el norte. ¿O era el sur? Tal vez la aparición de ese ser la había aturdido y había perdido el sentido de la orientación. Suspiró, mientras su cuerpo se direccionaba a los cuatro puntos cardinales, buscando con la mirada algún punto de referencia.