Colisión {P.V}

por **Summer Van der Faye** Jue Mar 30, 2017 1:35 pm

Las semanas habían pasado en paz desde la marcha de Varek, su hermana parecía haberse evaporado también, sin dejar demasiado que le hiciera recordarla, ¿cómo podía haber desaparecido sin más? Una única nota de que se iba, que no se preocupara, y que ya volvería. EN ese momento Summer solo había suspirado, y había mirado por la ventana, con su hermana lejos, ya nada la retenía allí, en Francia, probablemente debiera volver a su hogar, no tenía nada que hacer en ese sitio que desconocía, donde no tenía amigos ni familia que la respaldase.

Probablemente por eso estaba en ese momento en el mercado, preparando cosas para un viaje largo, quería dejárlo todo listo para subir al carromato, aunque no estaba segura de quedarse en Holanda a vivir, al final, París era su nuevo hogar, la casa estaba acomodada a su gusto, la gente que la servía era buena, amable y dulce, la cuidaban con mimo, y los negocios habían obtenido beneficios desde que era ella quien los llevaba desde París, la cercanía a sus socios era un gran punto a favor, aunque hiciera dos meses que no supiera nada del que había firmado con ella uno de sus últimos contratos.

Cogió la cesta y apresuró a la dama que la acompañaba para entrar en una tienda, la primavera ya empezaba a mostrar sus primeros ramalazos, las flores habían salido por las calles y los árboles verdes decoraban las aceras mientras los carros se movían a su alrededor, el suyo, aparcado lejos, esperaría a que terminase las compras. Cerró el parasol, molesta e incomoda, y deseó poder llevar su pantalón en lugar de esa falda, que, aunque liviana, porque no soportaba las florituras, le molestaba para caminar, exigía, en silenciosa protesta, sus botas, y quitarse ese corsé para poder llevar solo la camisa.

- Bernie, necesito llevarme una manta gruesa, si hace falta pasaré la noche en el carro, quiero alejarm...- su frase quedó a medias, despistada como iba, chocó contra alguien dando algunos traspies hacia atrás.- Vaya... disculpeme.- murmuró con la cabeza gacha, si hubiera llevado sus botas no habría trastabillado.- perdone.- alzó por fin la cabeza para encontrar, con sorpresa, una cara conocida, una cara a la que, su último regalo, había sido una melodía.- Esto... es... Hola...- musitó.- no sabía de tu vuelta.- comentó en a penas un murmurllo.

por **Varek J. Lachance** Sáb Abr 01, 2017 5:17 am

Un golpe en la puerta del despacho le sacó de sus pensamientos aquella mañana. Había madrugado más de la cuenta para dejar todos los cabos atadas para aquella semana, y que día a día solo le ocupara unos minutos encargarse de sus negocios. Sorprendentemente Shine y Lyre, las dos mujeres de la casa, habían abandonado esta antes. No sabía si en compañía una de la otra, o por casualidad. Cuando la puerta se abrió la cara seria del sirviente hizo que Varek se acercara a él, para acceder rápidamente al mensaje que le ofrecía. El negro le explicó quera un mensaje urgente, que acababa de llegar y que se trataba de la plantación Russell en españa.

Rompió el sello de cera con destreza para quedarse helado al leer las letras escritas por un abogado de la familia de Shine. Estaba heredando la plantación por defunción de sus progenitores. ¿Cómo era posible que alguien le dejara a él la plantación y no a ella? Porqué aquella carta, después de tantos años sin contacto, le llegaba a él?. Shine escondía más de lo que decía esconder.

A las horas y viendo que Shine no aparecía, decidió que debía seguir con el ritual de una defunción. Acompañado de su mejor obrador, bajó al mercado para idear como quería que fuese el ramo que acompañaría el nombre de los Lachances en el funeral. No era difícil diseñar, lo que si lo era, era plasmarlo en el papel. Varek caminaba entre las flores del mercado mientras su sirviente iba dibujando. Aquello se mandaba junto con dinero y un florista de allí montaba el ramo.

De espalda a la muchedumbre, Varek alargó el brazo para hacerse con una Dalia azul cuando alguien le golpeó por la espalda, rompiendo el tallo. El cazador se giró con un suspiro por la poca paciencia que tenía; no soportaba los empujones, ni que le tocasen. Alargó el brazo para que la mujer no cayese al suelo y rodeó su cintura con la palma de la mano bien abierta - Van der Faye - susurró sorprendiéndose a si mismo de la rápidez de su cerebro para asimilar todo lo que acaba de suceder. Apartó la mano y la miró de arriba abajo, esbozando una sonrisa ladina en sus labios al verla así vestida.

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