AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Purgatorio en la realidad (LIBRE)
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Purgatorio en la realidad (LIBRE)
Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado; está fundado en nuestros pensamientos y está hecho de nuestros pensamientos. Amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama. Siempre que se tiene algo nunca se suele valorar, y cuando uno lo pierde, es cuando más se valora y ya es demasiado tarde para poder volverlo a recuperar.
Colm, para cuando quiso darse cuenta, Ebony ya no estaba en la misma mansión en la que habían pactado vivir juntos compartiendo hacienda. Ahora sus cosas se trasladaban a una mansión franca en poder de la inquisición hasta que esta pudiera obtener algo de dinero de más para proporcionarse una asequible y que le gustara para poder quedarse. De igual modo, Colm no la quería consigo ya que la presencia de ella le molestaba demasiado. No sabía porque o como, pero Ebony estaba tan callada todo el rato que le traía de cabeza.
Esa mañana sería algo diferente.
Estaba metido en un caso en el que no sabía por dónde empezar a pensar. Algunos de sus superiores decidieron cerrar el caso, él era tecnólogo, pero igualmente quería investigar un caso en el que se le acusaba de que uno de sus inventos estaba mal diseñado cuando había sido probado satisfactoriamente antes de sacarlo a combate. Tendría que tener en cuenta que vale, siempre puede haber contratiempos, pero como siempre estaba inventando algo nuevo ya fuese para cualquier función y siempre comprobaban que estaban 100% funcionales.
Esa mañana no le dejaban ni tenía la autoridad necesaria para poder entrar en la morgue como Pedro por su casa, pero recientemente, el caso que investigaba en secreto era de una joven prostituta que supuestamente aclamaba el informe que la muchacha murió a causa de un “fallo” de su propia inventiva, por ello, quería ver el cuerpo de la joven, quería ver si de verdad había algún rastro de su tecnología en el cuerpo de la muchacha o simplemente son habladurías que intentan dejarle en mala posición.
Por alguna razón, intuía que iba a ser más acertada la segunda idea. Colm lo tuvo difícil antes de convertirse en alguien frío y de poco habla pero que cuando hablaba, sus palabras eran afiladas como el aire que corta las hojas secas de otoño, aunque también puede tener su lado cálido, pero solamente si logras atrapar su atención, por lo que cuando llegó a la morgue, haciéndose pasar por un enviado de la policía, Colm pudo ver perfectamente el color capilar del cadáver femenino; Pelirrojo, pero no, cuando el especialista de la morgue destapo por completo la sábana de tela blanca pudo ver que era una muchacha pelirroja, con pecas y de rostro juvenil.
No dijo nada, pero estuvo un rato examinándola de brazos y piernas con sumo respeto por el cuerpo femenino aun estando inerte.
Como lo sabía.
No había rastros de algún síntoma o rastro de que algún producto de su inventiva hubiera causado la muerte de la joven muchacha. Cuando acabó, volvió a poner la sábana sobre el cadáver, se rasco con nerviosismo la cabeza conforme salía de la morgue pero al estar pensando en sus cosas, no se dio cuenta y tiró al suelo a una joven que se había chocado a su lado.
-¡Vaya! ¡Perdóneme! – Se disculpó Colm con un pequeño rubor en sus mejillas pecosas.
Colm, para cuando quiso darse cuenta, Ebony ya no estaba en la misma mansión en la que habían pactado vivir juntos compartiendo hacienda. Ahora sus cosas se trasladaban a una mansión franca en poder de la inquisición hasta que esta pudiera obtener algo de dinero de más para proporcionarse una asequible y que le gustara para poder quedarse. De igual modo, Colm no la quería consigo ya que la presencia de ella le molestaba demasiado. No sabía porque o como, pero Ebony estaba tan callada todo el rato que le traía de cabeza.
Esa mañana sería algo diferente.
Estaba metido en un caso en el que no sabía por dónde empezar a pensar. Algunos de sus superiores decidieron cerrar el caso, él era tecnólogo, pero igualmente quería investigar un caso en el que se le acusaba de que uno de sus inventos estaba mal diseñado cuando había sido probado satisfactoriamente antes de sacarlo a combate. Tendría que tener en cuenta que vale, siempre puede haber contratiempos, pero como siempre estaba inventando algo nuevo ya fuese para cualquier función y siempre comprobaban que estaban 100% funcionales.
Esa mañana no le dejaban ni tenía la autoridad necesaria para poder entrar en la morgue como Pedro por su casa, pero recientemente, el caso que investigaba en secreto era de una joven prostituta que supuestamente aclamaba el informe que la muchacha murió a causa de un “fallo” de su propia inventiva, por ello, quería ver el cuerpo de la joven, quería ver si de verdad había algún rastro de su tecnología en el cuerpo de la muchacha o simplemente son habladurías que intentan dejarle en mala posición.
Por alguna razón, intuía que iba a ser más acertada la segunda idea. Colm lo tuvo difícil antes de convertirse en alguien frío y de poco habla pero que cuando hablaba, sus palabras eran afiladas como el aire que corta las hojas secas de otoño, aunque también puede tener su lado cálido, pero solamente si logras atrapar su atención, por lo que cuando llegó a la morgue, haciéndose pasar por un enviado de la policía, Colm pudo ver perfectamente el color capilar del cadáver femenino; Pelirrojo, pero no, cuando el especialista de la morgue destapo por completo la sábana de tela blanca pudo ver que era una muchacha pelirroja, con pecas y de rostro juvenil.
No dijo nada, pero estuvo un rato examinándola de brazos y piernas con sumo respeto por el cuerpo femenino aun estando inerte.
Como lo sabía.
No había rastros de algún síntoma o rastro de que algún producto de su inventiva hubiera causado la muerte de la joven muchacha. Cuando acabó, volvió a poner la sábana sobre el cadáver, se rasco con nerviosismo la cabeza conforme salía de la morgue pero al estar pensando en sus cosas, no se dio cuenta y tiró al suelo a una joven que se había chocado a su lado.
-¡Vaya! ¡Perdóneme! – Se disculpó Colm con un pequeño rubor en sus mejillas pecosas.
Colm McCormack- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 02/10/2016
Re: Purgatorio en la realidad (LIBRE)
Todo engaña, menos lo que está a la vista. Una frase sencilla, pocas palabras atribuidas al ilustre Francisco de Quevedo, palabras simples pero con mucho significado, palabras que encierran una enorme advertencia. En la naturaleza salvaje es sencillo para los animales reconocer a otros ser que puede causarles daño, los predadores poseen un cuerpo enorme y garras y colmillos aterradores; las bestias venenosas despliegan una serie de colores fantásticos en advertencia. Todas estas características tienen un claro mensaje: No importa que tan bellos o pequeños o hermosos o adorables seamos, si te acercas demasiado probablemente podrías terminar muerto. Para los humanos, que también viven en enormes junglas de acero y concreto es infinitamente más difícil poder distinguir quien puede dañarlos y quién no. Los predadores humanos (y no humanos) se valen de máscaras, engaños y apariencias dulces diseñadas para atraer, para atrapar y seducir a su presa, una que muchas veces ni siquiera se da cuenta que está a nada de ser devorado (a veces literalmente).
Y la refinada y delicada mujer de larga cabellera rubia, cuyo suave andar hacía que los tacones de sus caros zapatos repiquetearan como un coro de campanillas al hacer contacto con las viejas y deslucidas baldosas del simple piso de piedra de la morgue de París era el perfecto ejemplo de cuan peligroso es dejarse engañar por las apariencias.Smerenda continuó caminando con paso firme hacia donde el viejo vigilante de la morgue la encaminaba. Había resultado sencillo hacer uso de sus habilidades y "convencer" al hombre de que la llevase hacía el lugar donde los cadáveres de aquellos sin nombre y sin hogar se guardaban, para después de un tiempo ser arrojados a la fosa común.
Ella no tenía miedo, tampoco repulsión, a estas alturas solamente se arrepentía de haber llevado puesto uno de sus vestidos favoritos, probablemente sería difícil desprender de la tela el olor a muerte, moho y humedad que desprendía aquel frío reciento de piedra. Smerenda agradeció no haberse topado con nadie más en el camino, aunque probablemente resultara sencillo jugar con la mente de un par de personas más, aquello no le apetecía en absoluto, tampoco es que se sintiera del todo cómoda haciéndolo, pero precisamente era por eso que había elegido una hora tan temprana, para poder "trabajar" con las menores interrupciones posibles.
Smerenda repasó mentalmente la lista de aquello que estaba buscando, para no omitir nada, no quería tener que repetir su visita nuevamente al día siguiente por culpa de una ridícula omisión, sin embargo al estar concentrada en aquello no percibió una puerta que se abría ni al hombre que salía hasta que fue demasiado tarde. Todo sucedió en una fracción de segundo, tan rápido que ni ella se dio cuenta de que había pasado exactamente. El golpe rápido de un cuerpo chocando contra el suyo, más pequeño, la hizo caer irremediablemente hacía atrás y ahora se encontraba tendida en el suelo, su pequeño cuerpo enmarcado por el mar de tela celeste pálido de su vestido. Como pudo se incorporó a medias, hasta quedar sentada y sacudió el polvo de una de las mangas de encaje de su vestido.
-Debería prestar más atención, Monsieur- dijo con un tono de reprimenda en la voz, aunque ciertamente ella también debía haber sido más cuidadosa. Un pálido sonrojo iluminó el níveo rostro de la rubia, al darse cuenta que su vestido dejaba al descubierto gran parte de su pierna derecha y procedió a cubrir el trozo de piel antes de que alguien más notase que había quedado al descubierto por un breve momento -pero no se preocupe demasiado, no ha sido nada grave y me encuentro perfectamente- Smerenda levantó la vista por primera vez hacía el elegante hombre que se encontraba delante de ella y le extendió la mano -¿Podría.... por favor ayudarme?- sonrió cálidamente al hombre como para mostrarle que no estaba molesta en absoluto -no sabe lo difícil que es intentar levantarse con tanta tela encima y estoy segura de que no luzco exactamente elegante mirándolo desde el piso-
Y la refinada y delicada mujer de larga cabellera rubia, cuyo suave andar hacía que los tacones de sus caros zapatos repiquetearan como un coro de campanillas al hacer contacto con las viejas y deslucidas baldosas del simple piso de piedra de la morgue de París era el perfecto ejemplo de cuan peligroso es dejarse engañar por las apariencias.Smerenda continuó caminando con paso firme hacia donde el viejo vigilante de la morgue la encaminaba. Había resultado sencillo hacer uso de sus habilidades y "convencer" al hombre de que la llevase hacía el lugar donde los cadáveres de aquellos sin nombre y sin hogar se guardaban, para después de un tiempo ser arrojados a la fosa común.
Ella no tenía miedo, tampoco repulsión, a estas alturas solamente se arrepentía de haber llevado puesto uno de sus vestidos favoritos, probablemente sería difícil desprender de la tela el olor a muerte, moho y humedad que desprendía aquel frío reciento de piedra. Smerenda agradeció no haberse topado con nadie más en el camino, aunque probablemente resultara sencillo jugar con la mente de un par de personas más, aquello no le apetecía en absoluto, tampoco es que se sintiera del todo cómoda haciéndolo, pero precisamente era por eso que había elegido una hora tan temprana, para poder "trabajar" con las menores interrupciones posibles.
Smerenda repasó mentalmente la lista de aquello que estaba buscando, para no omitir nada, no quería tener que repetir su visita nuevamente al día siguiente por culpa de una ridícula omisión, sin embargo al estar concentrada en aquello no percibió una puerta que se abría ni al hombre que salía hasta que fue demasiado tarde. Todo sucedió en una fracción de segundo, tan rápido que ni ella se dio cuenta de que había pasado exactamente. El golpe rápido de un cuerpo chocando contra el suyo, más pequeño, la hizo caer irremediablemente hacía atrás y ahora se encontraba tendida en el suelo, su pequeño cuerpo enmarcado por el mar de tela celeste pálido de su vestido. Como pudo se incorporó a medias, hasta quedar sentada y sacudió el polvo de una de las mangas de encaje de su vestido.
-Debería prestar más atención, Monsieur- dijo con un tono de reprimenda en la voz, aunque ciertamente ella también debía haber sido más cuidadosa. Un pálido sonrojo iluminó el níveo rostro de la rubia, al darse cuenta que su vestido dejaba al descubierto gran parte de su pierna derecha y procedió a cubrir el trozo de piel antes de que alguien más notase que había quedado al descubierto por un breve momento -pero no se preocupe demasiado, no ha sido nada grave y me encuentro perfectamente- Smerenda levantó la vista por primera vez hacía el elegante hombre que se encontraba delante de ella y le extendió la mano -¿Podría.... por favor ayudarme?- sonrió cálidamente al hombre como para mostrarle que no estaba molesta en absoluto -no sabe lo difícil que es intentar levantarse con tanta tela encima y estoy segura de que no luzco exactamente elegante mirándolo desde el piso-
Smerenda W. de Brancovan- Hechicero/Realeza
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Re: Purgatorio en la realidad (LIBRE)
Aquella mañana parecía prometer demasiado por lo que lo primero que hizo fue levantar una ceja mientras observaba a quien estaba en el suelo. No iba a ser de más pero ayudo a la muchacha a levantarse del suelo tras sujetarla de la mano tendida en el aire hacia sí mismo, lo cual impulsó la subida y enseguida Colm volvió a disculparse – nadie es perfecto me temo – Se quedó con la mirada fija en la muchacha, observándola de arriba abajo y finalmente volvió a quedarse mirándola con firmeza.
Su tarea en la morgue había terminado pero la joven iba demasiado bien vestida como para ir a la morgue, no iba acompañada ni la muchacha parecía tener alianza en las manos - ¿Puedo pedirle cuál es su motivo de una visita tan temprana a la morgue, Srta…? Perdón mis modales, me llaman Mchugh, Colm Mchugh – Con aquello hizo una reverencia corta y rápida que le llevo a quedarse de nuevo mirando a la joven que estaba delante.
– Bueno, me temo que no es de mi incumbencia pero yo me cuidaría de los cuerpos o del forense que debe de estar regresando de su desayuno, lo siento – hizo otra reverencia – Soy un ayudante de la morgue, no tengo bata –ríe secamente- porque soy nuevo – Su habilidad para camuflarse y mentir a la gente estaba siendo poco útiles. Es verdad que era un tecnólogo, pero era también alguien que tenía poder en el ámbito de la justicia…más o menos, pero algo le decía que no debía la joven andar por ahí sola – Lo siento, divulgo muchas palabras sin sentido, es que estoy nervioso, es mi primer día y me pongo nervioso también cuando hay mujeres guapas – Terminó diciendo con la cara más falsa y sonriente que tuviera en su repertorio.
- Creo que no debería andar por aquí…o bueno, quizás ya lo he dicho, ay que tonto de mí –Quería irse ¡YA! No quería que la mujer hiciera nada al cadáver que había visto, al de la chica pelirroja por si en algún momento, se había dejado algo sin ver.
Su tarea en la morgue había terminado pero la joven iba demasiado bien vestida como para ir a la morgue, no iba acompañada ni la muchacha parecía tener alianza en las manos - ¿Puedo pedirle cuál es su motivo de una visita tan temprana a la morgue, Srta…? Perdón mis modales, me llaman Mchugh, Colm Mchugh – Con aquello hizo una reverencia corta y rápida que le llevo a quedarse de nuevo mirando a la joven que estaba delante.
– Bueno, me temo que no es de mi incumbencia pero yo me cuidaría de los cuerpos o del forense que debe de estar regresando de su desayuno, lo siento – hizo otra reverencia – Soy un ayudante de la morgue, no tengo bata –ríe secamente- porque soy nuevo – Su habilidad para camuflarse y mentir a la gente estaba siendo poco útiles. Es verdad que era un tecnólogo, pero era también alguien que tenía poder en el ámbito de la justicia…más o menos, pero algo le decía que no debía la joven andar por ahí sola – Lo siento, divulgo muchas palabras sin sentido, es que estoy nervioso, es mi primer día y me pongo nervioso también cuando hay mujeres guapas – Terminó diciendo con la cara más falsa y sonriente que tuviera en su repertorio.
- Creo que no debería andar por aquí…o bueno, quizás ya lo he dicho, ay que tonto de mí –Quería irse ¡YA! No quería que la mujer hiciera nada al cadáver que había visto, al de la chica pelirroja por si en algún momento, se había dejado algo sin ver.
Colm McCormack- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/10/2016
Re: Purgatorio en la realidad (LIBRE)
"Mentiroso". Fue lo primero que se le vino a la mente a Smerenda mientras evaluaba al joven hombre concienzudamente, mirándolo, no, escudriñándolo de arriba a abajo. Reprimió unas ganas inmensas de sonreír ¿acaso no era una ironía que se encontrase con otro mentiroso igual a ella? No, no igual, al parecer él no sabía o justo ahora su truco no estaba funcionando bien.
Smerenda tomó la mano que él le ofreció y una idea le cruzó a la mente al sentir la piel del hombre. Sus ropas hablaban de alguien culto, pero sus manos contaban otra historia, la piel que las cubría no exhibía la suavidad de la piel de un noble que jamás ha conocido el trabajo duro y era fuerte, lo suficiente para ayudarla a levantar su propio peso sin inmutarse siquiera, no, definitivamente el no encajaba con el trabajo que decía tener, tampoco con el sitio, aunque bueno, no es que ella si lo hiciese.
La voz del hombre la sacó de sus propias meditaciones -No se disculpe por sus modales monsieur Mchugh, los míos tampoco han sido los adecuados- Smerenda sacudió una mancha de polvo de su vestido - Yo soy Smerenda Waivady, un gusto conocerlo- dijo haciendo una elevante reverencia ante el hombre y dedicándole su más cautivadora sonrisa. Por ahora Smerenda había omitido hacerle saber al hombre sobre su aristocrático status, no estaba muy segura del porqué, pero consideró mejor no hacerlo.
Esa misma vocecita de alarma, la misma que le había aconsejado no mencionar su título nobiliario, ahora le aconsejaba no hacer uso de sus "habilidades" frente a aquel hombre. Por supuesto, para ella sería más sencillo implantar una ilusión en la cabeza de todos los presentes, hacer que la olvidasen y simplente volver después, pero aunque el aura de aquel hombre decía humano, algo primario le gritaba a Smerenda que era mejor proceder de la forma normal.
-Realmente lamento haberlo importunado tanto, a usted y quizás a todos los que están trabajando aquí- dijo finalmente -La verdad es que usted tiene razón, he actuado imprudentemente- dijo Smerenda, bajando la mirada y jugueteando con el encaje de su vestido con los dedos, como si en verdad se sintiese apenada -Verá, no tiene mucho que he llegado a la ciudad, pero desde que llegué me propuse en hacer alguna buena obra en cuanto estuviese debidamente instalada en la ciudad. Ayer... Escuché a algunas damas hablar sobre lo que les pasa a los cuerpos de la morgue cuando nadie les reclama y me ha parecido horrible - Smeranda levantó la vista mirándo tímidamente al hombre a través de la pestañas - Vine aquí a averiguar si era cierto y este buen hombre- dijo señalando al vigilante - me ha dicho que es verdad lo que escuché de aquellas damas. Me ha resultado imposible no actuar de inmediato- Smerenda cuadró los hombros y con una voz más firme prosiguió -Decidí que esa es la labor que haré, le daré sagrada sepultura en un lugar decente a aquellos que ya no viven para costeárselo a aquellos a quien nadie recuerda. Le he explicado mi idea a este buen hombre y creó que le he conmovido, me ha contado que precisamente hoy una joven mujer, bueno, lo que queda de esa pobre mujer iba a ser pues...se iba a disponer de ella y bueno.... el me trajo aquí para tomar las medidas del ataúd, ya que él no sabe escribir y yo le hice prometer que no revelaría la identidad de quien pagase por los gastos de un digno sepelio cuando el momento llegara me ofrecí a acompañarlo- Smerenda volvió sonreír -sé que actué con imprudencia, debí haber enviado a alguien más, a una de mis damas o a mi cochero, ellos no revelarían mi identidad si se los pido, pero es que- Smerenda se detuvo un momento, como si estuviese tratando de contener un par de lágrimas -cuando imaginé lo que le pasaría a esta pobre mujer la emoción me dominó- su voz se hizo más débil y volvió a bajar la mirada al piso -mire lo que he causado, tal parece que al tratar de hacer una buena obra estoy causando más bien que mal ¡no es así?-
Smerenda tomó la mano que él le ofreció y una idea le cruzó a la mente al sentir la piel del hombre. Sus ropas hablaban de alguien culto, pero sus manos contaban otra historia, la piel que las cubría no exhibía la suavidad de la piel de un noble que jamás ha conocido el trabajo duro y era fuerte, lo suficiente para ayudarla a levantar su propio peso sin inmutarse siquiera, no, definitivamente el no encajaba con el trabajo que decía tener, tampoco con el sitio, aunque bueno, no es que ella si lo hiciese.
La voz del hombre la sacó de sus propias meditaciones -No se disculpe por sus modales monsieur Mchugh, los míos tampoco han sido los adecuados- Smerenda sacudió una mancha de polvo de su vestido - Yo soy Smerenda Waivady, un gusto conocerlo- dijo haciendo una elevante reverencia ante el hombre y dedicándole su más cautivadora sonrisa. Por ahora Smerenda había omitido hacerle saber al hombre sobre su aristocrático status, no estaba muy segura del porqué, pero consideró mejor no hacerlo.
Esa misma vocecita de alarma, la misma que le había aconsejado no mencionar su título nobiliario, ahora le aconsejaba no hacer uso de sus "habilidades" frente a aquel hombre. Por supuesto, para ella sería más sencillo implantar una ilusión en la cabeza de todos los presentes, hacer que la olvidasen y simplente volver después, pero aunque el aura de aquel hombre decía humano, algo primario le gritaba a Smerenda que era mejor proceder de la forma normal.
-Realmente lamento haberlo importunado tanto, a usted y quizás a todos los que están trabajando aquí- dijo finalmente -La verdad es que usted tiene razón, he actuado imprudentemente- dijo Smerenda, bajando la mirada y jugueteando con el encaje de su vestido con los dedos, como si en verdad se sintiese apenada -Verá, no tiene mucho que he llegado a la ciudad, pero desde que llegué me propuse en hacer alguna buena obra en cuanto estuviese debidamente instalada en la ciudad. Ayer... Escuché a algunas damas hablar sobre lo que les pasa a los cuerpos de la morgue cuando nadie les reclama y me ha parecido horrible - Smeranda levantó la vista mirándo tímidamente al hombre a través de la pestañas - Vine aquí a averiguar si era cierto y este buen hombre- dijo señalando al vigilante - me ha dicho que es verdad lo que escuché de aquellas damas. Me ha resultado imposible no actuar de inmediato- Smerenda cuadró los hombros y con una voz más firme prosiguió -Decidí que esa es la labor que haré, le daré sagrada sepultura en un lugar decente a aquellos que ya no viven para costeárselo a aquellos a quien nadie recuerda. Le he explicado mi idea a este buen hombre y creó que le he conmovido, me ha contado que precisamente hoy una joven mujer, bueno, lo que queda de esa pobre mujer iba a ser pues...se iba a disponer de ella y bueno.... el me trajo aquí para tomar las medidas del ataúd, ya que él no sabe escribir y yo le hice prometer que no revelaría la identidad de quien pagase por los gastos de un digno sepelio cuando el momento llegara me ofrecí a acompañarlo- Smerenda volvió sonreír -sé que actué con imprudencia, debí haber enviado a alguien más, a una de mis damas o a mi cochero, ellos no revelarían mi identidad si se los pido, pero es que- Smerenda se detuvo un momento, como si estuviese tratando de contener un par de lágrimas -cuando imaginé lo que le pasaría a esta pobre mujer la emoción me dominó- su voz se hizo más débil y volvió a bajar la mirada al piso -mire lo que he causado, tal parece que al tratar de hacer una buena obra estoy causando más bien que mal ¡no es así?-
Smerenda W. de Brancovan- Hechicero/Realeza
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Re: Purgatorio en la realidad (LIBRE)
Se alarmo por dentro en cuanto escucho la palabra “mujer” y eso decía que era la cadáver que quería examinar más de cerca y ella le iba a interrumpir – Lo lamento, pero el médico forense me ha dicho que no deje pasar a nadie, ya que la sospechosa aquí muerta yace como prueba y evidencia de un crimen que nos podría llevar a manos de un asesino en serie de bellas jovencitas como usted – Sonriendo de manera sarcástica, Colm no se movió de allí y quedándose parado en mitad del estrecho pasillo no cedería ante la mujer. Como dijo, el médico forense no estaba y lo estaba viendo venir hacia ellos por lo que el forense reconoció rápidamente a Colm por lo que cuando Colm pregunto al forense de la verdad de sus palabras el forense le acredito la verdad, convenciendo a todo el mundo de que el paso estaba restringido.
- lo lamento, vuelva mucho más tarde – sonríe – de hecho si me acompaña al exterior puedo ofrecerle una guía personalizada y -se acercó sin pudor alguno al oído de la mujer – más tarde le doy el paso libre, cuando el forense no esté – dijo susurrando al oído de Smerenda para después separarse de su distancia – acompañarla a la salida y a un magnífico café lejos de tantos cadáveres.
Las palabras de Colm intentaron sonar convincentes, de todos modos no había encontrado nada interesante y los intereses de Smerenda a Colm le venían sin cuidado pero por el momento, mientras su compañero inquisidor vestido como forense buscaba algo más sustancioso en el cadáver de la muchacha muerta, llevaría a Smerenda hacia un delicioso desayuno - ¿Qué me dice, Condesa? – Sonrió bien listo a Smerenda - ¿Qué? ¿Sorprendida de que sé quién sois? – Mucho antes de que dijera nada, Colm ofreció el brazo a Smerenda esperando a que lo tomara – Os conozco, mi labor consiste en la justicia, cadáveres y saber con quién trato, y por supuesto no me visteis el rostro o lo mismo no os habéis fijado en la gente que ejerce el oficio más oscuro y siniestro sumido entre las sombras – sonriendo, con una leve esperanza de que no se asustara, él tenía razones para saber de ella y de cada casa real que existe en el mundo. ¡Es tecnólogo! Su trabajo consiste en hacer objetos mágicos o de defensa personal, algunos son encargos extraoficiales que él mismo fabrica para gente muy adinerada.
- Si lo deseáis, puedo responder las preguntas que tengáis con gusto tomándonos un café…si gustáis claro está – dijo aun esperando con el brazo puesto todavía en alto, pero ¿huiría? ¿se sorprendería? ¿Qué haría? ¿Lo dejaría solo o simplemente le dejaría sin respuesta y se enfadaría de que sabía su verdadera identidad dentro de la corte de Rumania? No la conocía de nada, pero por el momento no había hecho nada por ofenderla que solamente sorprenderla.
- lo lamento, vuelva mucho más tarde – sonríe – de hecho si me acompaña al exterior puedo ofrecerle una guía personalizada y -se acercó sin pudor alguno al oído de la mujer – más tarde le doy el paso libre, cuando el forense no esté – dijo susurrando al oído de Smerenda para después separarse de su distancia – acompañarla a la salida y a un magnífico café lejos de tantos cadáveres.
Las palabras de Colm intentaron sonar convincentes, de todos modos no había encontrado nada interesante y los intereses de Smerenda a Colm le venían sin cuidado pero por el momento, mientras su compañero inquisidor vestido como forense buscaba algo más sustancioso en el cadáver de la muchacha muerta, llevaría a Smerenda hacia un delicioso desayuno - ¿Qué me dice, Condesa? – Sonrió bien listo a Smerenda - ¿Qué? ¿Sorprendida de que sé quién sois? – Mucho antes de que dijera nada, Colm ofreció el brazo a Smerenda esperando a que lo tomara – Os conozco, mi labor consiste en la justicia, cadáveres y saber con quién trato, y por supuesto no me visteis el rostro o lo mismo no os habéis fijado en la gente que ejerce el oficio más oscuro y siniestro sumido entre las sombras – sonriendo, con una leve esperanza de que no se asustara, él tenía razones para saber de ella y de cada casa real que existe en el mundo. ¡Es tecnólogo! Su trabajo consiste en hacer objetos mágicos o de defensa personal, algunos son encargos extraoficiales que él mismo fabrica para gente muy adinerada.
- Si lo deseáis, puedo responder las preguntas que tengáis con gusto tomándonos un café…si gustáis claro está – dijo aun esperando con el brazo puesto todavía en alto, pero ¿huiría? ¿se sorprendería? ¿Qué haría? ¿Lo dejaría solo o simplemente le dejaría sin respuesta y se enfadaría de que sabía su verdadera identidad dentro de la corte de Rumania? No la conocía de nada, pero por el momento no había hecho nada por ofenderla que solamente sorprenderla.
Colm McCormack- Inquisidor Clase Alta
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