AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Rompenieves. {Priv.}
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Rompenieves. {Priv.}
Recuerdo del primer mensaje :
Rompenieves. (Cuento de Hans Christian Andersen)
Era invierno, el aire frío, el viento cortante, pero en el hogar se estaba caliente y a gusto, y la flor yacía en su casita, encerrada en su bulbo, bajo la tierra y la nieve.
Un día llovió, las gotas atravesaron la capa de nieve y penetraron en la tierra, tocaron el bulbo y le hablaron del luminoso mundo de allá arriba; poco después, un rayo de sol taladró a su vez la nieve y fue a llamar a la corteza del bulbo.
-¡Adelante! -dijo la flor.
-No puedo -respondió el rayo de sol-. No tengo bastante fuerza para abrir. Hasta el verano no seré fuerte.
-¿Cuándo llegará el verano? -preguntó la flor, y fue repitiendo la misma pregunta cada vez que llegaba un nuevo rayo de sol. Pero faltaba aún mucho para el verano. El suelo estaba cubierto de un manto de nieve, y todas las noches se helaba el agua.
-¡Cuánto tarda, cuánto tarda! -se lamentaba la flor-. Siento un cosquilleo, no puedo estar quieta, necesito estirarme, abrir, salir afuera, ir a dar los buenos días al verano. ¡Qué tiempo más feliz será!
Y la flor venga agitarse y estirarse contra la delgada envoltura, que el agua reblandecía desde fuera y la nieve y la tierra calentaban, aquella tierra en la que el sol ya había penetrado. Iba encaramándose bajo la nieve, con una yema verde y blanquecina en el extremo del verde tallo, con hojas estrechas y jugosas que parecían querer protegerla. La nieve era fría, pero estaba bañada de luz; por eso era fácil atravesarla, y la flor sintió que el rayo de sol tenía más fuerza que antes.
-¡Bienvenida, bienvenida! -cantaban y decían todos los rayos, mientras la flor se elevaba por encima de la nieve, asomando al mundo luminoso. Los rayos la acariciaban y besaban, impulsándola a abrirse del todo, blanca como la nieve y adornada con fajas verdes. Inclinó la cabeza, gozosa y humilde.
-¡Magnífica flor! -cantaban los rayos del sol-. ¡Qué pura y delicada! Eres la primera, la única. Tú anuncias el verano, el verano espléndido, que llega a los campos y a las ciudades. Toda la nieve se fundirá, y los vientos fríos serán expulsados. Nosotros seremos los reyes. ¡Todo reverdecerá!
Reinaba una gran alegría. Era como si el aire cantase y vibrase, como si los rayos de luz penetrasen en sus hojas y en su tallo. Ella se levantaba fina y ligera, frágil y, no obstante, vigorosa en su joven belleza; vestida de blanco con franjas verdes, cantaba los loores del verano. Y, sin embargo, faltaba aún mucho tiempo; espesas nubes ocultaban el sol, y soplaban vientos acerados.
-¡Viniste demasiado pronto! -decían el viento y el tiempo-. Todavía dominamos nosotros. Sentirás nuestro poder y te someterás a él. Debieras haberte quedado en casita, sin apresurarte a lucir tus galas. ¡No es hora todavía!
El frío era cortante. Los días que siguieron no aportaron ni un rayo de sol. Menuda como era la florecilla, corría peligro de helarse; pero tenía fuerzas, más de las que ella misma pensaba. Era fuerte en su alegría y su fe en el verano, que un día u otro tenía que llegar; se lo anunciaba una honda inquietud, y se lo había pronosticado aquel sol primero. Por eso seguía confiada, vestida de blanco en medio de la blanca nieve, doblando la cabeza cuando caían los copos, espesos y pesados, y soplaban sobre ella los gélidos vientos.
-¡Te quebrarás! -decían éstos-, ¡te perderás, morirás! ¿Qué viniste a buscar aquí fuera? ¿Por qué cediste a la tentación? El sol se ha burlado de ti. ¡Mal vas a pasarlo, loca de verano!.
-¡Loca de verano! -repitió ella bajo el frío de la mañana.
-¡Loca de verano! -exclamaron jubilosos unos chiquillos que acudieron al jardín-. ¡Miradla qué bonita, qué hermosa; la primera, la única!
Aquellas palabras hicieron un gran bien a la flor; fueron como cálidos rayos de sol. En su alegría, ni siquiera se dio cuenta de que la cortaban. Quedó en una mano infantil, la besaron unos labios de niña. Llevada a una habitación caliente, la contemplaron unos ojos dulces y fue puesta en agua. La flor creyó que la habían transportado al pleno verano. La hija de la casa, una niña encantadora, acababa de recibir la confirmación. Tenía un amiguito muy simpático, recién confirmado también y que iba ya al colegio. «¡Será mi loca de verano!», dijo la pequeña, y, cogiendo la florecilla, la envolvió en un papel perfumado que tenía escritos unos versos sobre la flor. Empezaban con loca de verano y terminaban con loca de verano; y luego decía: «¡Amigo mío, sé un loco de invierno!». Todo estaba puesto en verso; doblaron el papel en forma de carta, con la flor dentro. La envolvía la oscuridad, una oscuridad semejante a la del interior del bulbo. La flor se fue de viaje, en un saco postal, comprimida y apretada. No era agradable, pero todo tiene su fin.
Efectuado el viaje, la carta fue abierta y leída por el amigo, cuya alegría fue tal, que besó la flor y la depositó luego, junto con el papel, en un cajón que contenía otras varias cartas muy hermosas, aunque sin flores. Ella era la primera, la única, como la habían llamado los rayos del sol; y era un placer recordarlo.
Tuvo mucho tiempo para entregarse a aquel recuerdo, mientras pasaba el verano y después el largo invierno. Al llegar el nuevo verano fue sacada a la luz. Pero el humor del muchacho había cambiado: cogió las cartas con rudeza y tiró los versos, con lo que la flor se vino al suelo. Cierto que estaba aplastada y marchita, pero esto no era motivo para que la trataran así. Pero mejor era aquello que ir a parar al fuego, como les sucedió a los versos y a las cartas. ¿Qué había ocurrido? Lo de siempre. La flor se había burlado de él, era una broma; y la muchacha se había burlado de él, pero eso no era una broma. Al llegar el verano había elegido a otro amigo.
Por la mañana el sol brilló sobre la campanilla comprimida, que parecía pintada en el suelo. La criada la recogió al barrer y la puso en uno de los libros de encima de la mesa, creyendo que se habría caído al cambiarlos de sitio. Y otra vez se encontró la flor entre versos impresos.
Pasaron años, y el libro siguió en su anaquel. Un día lo sacaron, abrieron y leyeron. Era un buen libro: poemas y canciones y el hombre que lo leía, al volver una página dijo:
-¡Toma, aquí hay una flor! Una loca de verano. Sin duda la pusieron aquí adrede.
Y la campanilla fue dejada en el libro, y se sintió honrada y contenta, sabiendo que era una señal en el hermoso volumen de poesías, y que aquel que por primera vez la había cantado y escrito sobre ella, había sido también un loco de verano, e incluso en invierno había pasado por loco. La flor lo comprendía a su manera, como todos comprendemos las cosas a la nuestra.
Y éste es el cuento del rompenieves, de la campanilla blanca, de la loca de verano.
La rubia dejó el libro sobre la mesa, un cuento que hablaba de una flor llamada "la loca de verano" y del Sol. Demasiado evocador, una metáfora tan parecida a su propia vida que daba hasta miedo.
Assur le había dicho que la iba a llevar a cazar. Estaba nerviosa, no quería hacer daño a nadie. ¿Por qué no podía llevarla a la Ópera? era blanca y delicada como la campanilla del cuento, estaba más comoda entre versos que entre truenos y vientos fríos. Pero no quería contrariar a Assur. Esperó pacientemente a que él llegara sentada en la silla y jugando con una rosa seca entre los dedos.
Rompenieves. (Cuento de Hans Christian Andersen)
Era invierno, el aire frío, el viento cortante, pero en el hogar se estaba caliente y a gusto, y la flor yacía en su casita, encerrada en su bulbo, bajo la tierra y la nieve.
Un día llovió, las gotas atravesaron la capa de nieve y penetraron en la tierra, tocaron el bulbo y le hablaron del luminoso mundo de allá arriba; poco después, un rayo de sol taladró a su vez la nieve y fue a llamar a la corteza del bulbo.
-¡Adelante! -dijo la flor.
-No puedo -respondió el rayo de sol-. No tengo bastante fuerza para abrir. Hasta el verano no seré fuerte.
-¿Cuándo llegará el verano? -preguntó la flor, y fue repitiendo la misma pregunta cada vez que llegaba un nuevo rayo de sol. Pero faltaba aún mucho para el verano. El suelo estaba cubierto de un manto de nieve, y todas las noches se helaba el agua.
-¡Cuánto tarda, cuánto tarda! -se lamentaba la flor-. Siento un cosquilleo, no puedo estar quieta, necesito estirarme, abrir, salir afuera, ir a dar los buenos días al verano. ¡Qué tiempo más feliz será!
Y la flor venga agitarse y estirarse contra la delgada envoltura, que el agua reblandecía desde fuera y la nieve y la tierra calentaban, aquella tierra en la que el sol ya había penetrado. Iba encaramándose bajo la nieve, con una yema verde y blanquecina en el extremo del verde tallo, con hojas estrechas y jugosas que parecían querer protegerla. La nieve era fría, pero estaba bañada de luz; por eso era fácil atravesarla, y la flor sintió que el rayo de sol tenía más fuerza que antes.
-¡Bienvenida, bienvenida! -cantaban y decían todos los rayos, mientras la flor se elevaba por encima de la nieve, asomando al mundo luminoso. Los rayos la acariciaban y besaban, impulsándola a abrirse del todo, blanca como la nieve y adornada con fajas verdes. Inclinó la cabeza, gozosa y humilde.
-¡Magnífica flor! -cantaban los rayos del sol-. ¡Qué pura y delicada! Eres la primera, la única. Tú anuncias el verano, el verano espléndido, que llega a los campos y a las ciudades. Toda la nieve se fundirá, y los vientos fríos serán expulsados. Nosotros seremos los reyes. ¡Todo reverdecerá!
Reinaba una gran alegría. Era como si el aire cantase y vibrase, como si los rayos de luz penetrasen en sus hojas y en su tallo. Ella se levantaba fina y ligera, frágil y, no obstante, vigorosa en su joven belleza; vestida de blanco con franjas verdes, cantaba los loores del verano. Y, sin embargo, faltaba aún mucho tiempo; espesas nubes ocultaban el sol, y soplaban vientos acerados.
-¡Viniste demasiado pronto! -decían el viento y el tiempo-. Todavía dominamos nosotros. Sentirás nuestro poder y te someterás a él. Debieras haberte quedado en casita, sin apresurarte a lucir tus galas. ¡No es hora todavía!
El frío era cortante. Los días que siguieron no aportaron ni un rayo de sol. Menuda como era la florecilla, corría peligro de helarse; pero tenía fuerzas, más de las que ella misma pensaba. Era fuerte en su alegría y su fe en el verano, que un día u otro tenía que llegar; se lo anunciaba una honda inquietud, y se lo había pronosticado aquel sol primero. Por eso seguía confiada, vestida de blanco en medio de la blanca nieve, doblando la cabeza cuando caían los copos, espesos y pesados, y soplaban sobre ella los gélidos vientos.
-¡Te quebrarás! -decían éstos-, ¡te perderás, morirás! ¿Qué viniste a buscar aquí fuera? ¿Por qué cediste a la tentación? El sol se ha burlado de ti. ¡Mal vas a pasarlo, loca de verano!.
-¡Loca de verano! -repitió ella bajo el frío de la mañana.
-¡Loca de verano! -exclamaron jubilosos unos chiquillos que acudieron al jardín-. ¡Miradla qué bonita, qué hermosa; la primera, la única!
Aquellas palabras hicieron un gran bien a la flor; fueron como cálidos rayos de sol. En su alegría, ni siquiera se dio cuenta de que la cortaban. Quedó en una mano infantil, la besaron unos labios de niña. Llevada a una habitación caliente, la contemplaron unos ojos dulces y fue puesta en agua. La flor creyó que la habían transportado al pleno verano. La hija de la casa, una niña encantadora, acababa de recibir la confirmación. Tenía un amiguito muy simpático, recién confirmado también y que iba ya al colegio. «¡Será mi loca de verano!», dijo la pequeña, y, cogiendo la florecilla, la envolvió en un papel perfumado que tenía escritos unos versos sobre la flor. Empezaban con loca de verano y terminaban con loca de verano; y luego decía: «¡Amigo mío, sé un loco de invierno!». Todo estaba puesto en verso; doblaron el papel en forma de carta, con la flor dentro. La envolvía la oscuridad, una oscuridad semejante a la del interior del bulbo. La flor se fue de viaje, en un saco postal, comprimida y apretada. No era agradable, pero todo tiene su fin.
Efectuado el viaje, la carta fue abierta y leída por el amigo, cuya alegría fue tal, que besó la flor y la depositó luego, junto con el papel, en un cajón que contenía otras varias cartas muy hermosas, aunque sin flores. Ella era la primera, la única, como la habían llamado los rayos del sol; y era un placer recordarlo.
Tuvo mucho tiempo para entregarse a aquel recuerdo, mientras pasaba el verano y después el largo invierno. Al llegar el nuevo verano fue sacada a la luz. Pero el humor del muchacho había cambiado: cogió las cartas con rudeza y tiró los versos, con lo que la flor se vino al suelo. Cierto que estaba aplastada y marchita, pero esto no era motivo para que la trataran así. Pero mejor era aquello que ir a parar al fuego, como les sucedió a los versos y a las cartas. ¿Qué había ocurrido? Lo de siempre. La flor se había burlado de él, era una broma; y la muchacha se había burlado de él, pero eso no era una broma. Al llegar el verano había elegido a otro amigo.
Por la mañana el sol brilló sobre la campanilla comprimida, que parecía pintada en el suelo. La criada la recogió al barrer y la puso en uno de los libros de encima de la mesa, creyendo que se habría caído al cambiarlos de sitio. Y otra vez se encontró la flor entre versos impresos.
Pasaron años, y el libro siguió en su anaquel. Un día lo sacaron, abrieron y leyeron. Era un buen libro: poemas y canciones y el hombre que lo leía, al volver una página dijo:
-¡Toma, aquí hay una flor! Una loca de verano. Sin duda la pusieron aquí adrede.
Y la campanilla fue dejada en el libro, y se sintió honrada y contenta, sabiendo que era una señal en el hermoso volumen de poesías, y que aquel que por primera vez la había cantado y escrito sobre ella, había sido también un loco de verano, e incluso en invierno había pasado por loco. La flor lo comprendía a su manera, como todos comprendemos las cosas a la nuestra.
Y éste es el cuento del rompenieves, de la campanilla blanca, de la loca de verano.
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La rubia dejó el libro sobre la mesa, un cuento que hablaba de una flor llamada "la loca de verano" y del Sol. Demasiado evocador, una metáfora tan parecida a su propia vida que daba hasta miedo.
Assur le había dicho que la iba a llevar a cazar. Estaba nerviosa, no quería hacer daño a nadie. ¿Por qué no podía llevarla a la Ópera? era blanca y delicada como la campanilla del cuento, estaba más comoda entre versos que entre truenos y vientos fríos. Pero no quería contrariar a Assur. Esperó pacientemente a que él llegara sentada en la silla y jugando con una rosa seca entre los dedos.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 11/02/2017
Localización : perdida entre las nieblas de su mente
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Re: Rompenieves. {Priv.}
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Durante algunas semanas, los caminos de Assur y Hania sufrieron vaivenes y cruces, esa reciente confianza que se había instalado entre Sire y Chiquilla empezaba a dar el fruto deseado: Hania disfrutaba de mayor libertad (Eso sí, seguida de Ilhan como un perro guardián) y Assur no debía preocuparse porque la rubia le escondiera cosas. El vampiro estaba avisado de cuándo se iba a presentar Hania frente al Consejo a defender el honor de su sire, a tratar de esclarecer su nula implicación en el asesintato de Mithras, el prícipe vampiro de Londres y el cual achacaban a Black. Con su bendición, se marchó a dicha reunión, sintiendo que Assur la acompañaba en todo momento, que si sucedía algo, él estaría allí para protegerla.
El Consejo de los Seis la recibió y lo que sucedió se puede leer AQUÍ
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Tras aquella noche infernal, Hania le pidió a Ilhan que la llevase de vuelta a la mansión que comprartían Assur y Sunshine, necesitaba aferrarse a algo, un ancla, un faro, un puerto que amarrar su mente a la deriva. No podía creer todo lo que había sucedido, no podía aceptar todas las verdades que habían quedado al descubierto, y ya intuía que aun quedaban más cosas por descubrir. Cuando llegó encontró a Assur esperándola en el salón, suponía que inquieto porque aunque él podía llegar rápidamente en su auxilio y ella podía defenderse perfectamente con el Caldero de Sangre, el riesgo nunca era cero. Nada más verlo corrió hacia él y se abrazó escondiendo la cabeza en su pecho.
— Assur... ha sido una noche horrible...— susurró. Pero el vampiro no tenía ni idea de cuan horrible había sido para ella.— Flamel no era Flamel... tras él se escondía un antiguo, pude notarlo en su mente, cómo lo manejaba y espiaba a través de él.
Necesitaba sentarse y serenarse para poderle contar las cosas ordenadamente, porque si no, nada de lo que saliera por aquellos labios tendría sentido alguno. Se llevó las manos al cuello involuntariamente, donde habían estado los colmillos de Héctor.
— Se llama Héctor, y puede que sea más viejo que tú, no como vampiro, pero ya era viejo antes de que lo convirtieran. Fue un...titán. Ya sé que suena a locura, pero pude sentirlo en su sangre cuando me mordió. Pffff... no quería llegar a eso porque te pondrás frenético, espera que empiece por el principio. Hable con él en la mente de Flamel y se sorprendió de mi poder, me reconoció que era él quien estaba detrás de eso y me invitó a reunirnos en otro lugar. Fui a su casa, con Ilhan, y estuvimos hablando, pero dijo una frase que yo reconocí de inmediato porque fue la que me dijo el monstruo que me hizo esto...— "esto" era su inmortalidad y su condición de vampira. Sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas, la tensión contenida la estaba rompiendo de nuevo.—... entonces... yo la acabé, y a él le cambió la cara. Al parecer, perdí el control de mis pensamientos, y al recordar esa frase, volví a rememorar la noche que me asesinaron en el orfanato, y Héctor pudo ver todos esos recuerdos, tenemos el mismo poder mental. Vio como la hermana Adolfina mataba al monstruo y entró en cólera. Ese vampiro formaba parte de su venganza y yo se la arrebaté, los titanes caidos en la tierra fueron convertidos en vampiros, todos y cada uno, para evitar que regresasen a su hogar. Entonces se cegó de rabia y me mordió, y yo creí morirme de nuevo, pero... se detuvo en seguida porque en mi sangre vio los rostros de todos mis ancestros hasta llegar a su...propia hija. — miró a Assur desolada.— soy descendiente de Héctor, tengo sangre de titán, por eso tengo estos poderes, por eso me convirtieron...me dijo que no sabía de mi existencia, que perdió el rastro de sus descendientes mil años atrás...pero eso a mi no me vale!!!— se levantó y comenzó a caminar de un lado para otro, enfadada, casi desesperada.— ¿por qué siempre hay excusas? ¿por qué siempre pasa algo? los vampiros son unos egoistas!! sólo os preocupais de vosotros mismos!! .— (como si ella no fuera uno, aunque ciertamente era más humana que otra cosa).— si hubiera querido saber de sus descendientes sólo tenía que prestar más atención!! ¿es porque yo no lo valgo? ¿porque sólo soy una chica medio loca que vivió en las alcantarillas? ¿por qué no vino a por mi, Assur? ¿por qué no evitó lo que me pasó? Tú eres el único que me tendió la mano cuando nadie más lo hizo, eres el único que, a tu manera, me quieres y te preocupas por mi...No quiero ser un titán, no quiero ser un vampiro!! pero al parecer es lo que soy...y no sé cual es mi lugar...
Se tapó la cara con las manos, llorando desconsoladamente. Nunca se sintió incluida en ningun lugar, siempre se quedaba al margen, porque estaba un poco rota, porque era demasiado pequeña, porque era un poco rara...y ahora porque no tenía ni idea de qué hacer con la condición que le había sido otorgada. Tenía sangre de titanes y era una vampira. Genial. Ella se conformaba con tener un poco de compañía para no sentirse tan sola y salir a dar un paseo por la orilla de rio, como si fuera una persona normal.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: Rompenieves. {Priv.}
Rugiendo fruto de la desesperación mas absoluta recorrí las calles de París, nada podía saciar, calmar a la bestia que habitaba en mi.
Infructuosos mis intentos de encadenarla, de entrar en razón, pues demasiado había visto ya por hoy.
Solo una cosa me anclaba aun a esta misera realidad, Hania y su nombre retumbo con la fuerza de un huracán. Único motivo para regresar a la mansión, saber como había ido aquella reunión que hoy se iba a celebrar.
Mis esperanzas eran nulas, el consejo me desafiaba una y otra vez y mi paciencia se agotaba en todos los ámbitos de mi vida.
Tenia que acabar con todo lo que pudiera debilitarme y hoy me habían hecho un buen jaque mate.
La razón no tenia cabida en mi aquella noche, bestia y vampiro caminamos de la mano sembrando el caos a nuestro paso.
Muchos fueron los humanos que necesité para saciar un poco de mi ser y admito que la botella de coñac ayudo bastante a que la bestia permaneciera en mi interior, pues sangre y mas devastación es cuando anhelaba aquella noche en la que el traicionado era yo.
Me adentré en la mansión, el comedor donde había dormido seguía igual de impertérrito con el paso de las pocas horas que me acogió mi hermano en su mansión.
Llevé la botella nuevamente a mis labios mientras mis ojos burdeos se perdían en aquella lumbre que no me ofrecía redención.
Si algo había descubierto hoy es que el amor te hace débil y que huir de este sentimiento es la única opción para un inmortal como yo.
Si no podía confiar en los míos ¿como hacerlo en los ajenos?
La puerta se abrió a mis espaldas, podía sentir incluso antes de eso el aura plagada de desesperación de mi “chiquilla”
Me giré para refrentar sus ojos azules anegados en la grimas, al parecer no era yo el único con una noche de mierda a sus espaldas.
Corrió hacia mi, su cuerpo se espantó contra el mio y mis dedos se deslizaron lentos por su pelo buscando calmar de algún modo su desasosiego.
A mis espaldas el crepitar del fuego, frente a mi, sus palabras de desconcierto, su voz sonaba plagada de ira, de tristeza, de angustia, aunque por esa noche no me resultaba difícil comprender como se sentía.
“Hector” ese nombre sonó en mi cabeza devastandome por dentro, un tornado me arrastraba hacia su vórtice con hambruna. Mayor era la traición de Sun ahora que sabia que se habia codeado con el nuevo del consejo, no solo eso, con él bailo, le acompañó y le regaló su compañía, ademas con gusto.
Rugí contra su pelo sin interrumpir ni una sala de las palabras que sus labios pronunciaron, ese vampiro había tenido la desfachatez de elegir a su peor enemigo.
Ladeé la sonrisa imaginando las mil y una muertes que le daría, pues cuando acabara la noche esparciría sus cenizas en mi jardín.
“Titan” por mi como si era el lobo feroz, ya fueron vencidos una vez por los míos y volvería al lugar de donde nunca tuvo que haber salido.
Su madre podía ser la tierra, pero yo era hijo de Cain, no me amedrantaría por un Titan ni por arsenal de seres como el.
“soy descendiente de Hector” Mi desesperación me convirtió en el peor de los monstruos, carente de razón mis brazos cayeron a cada lado de mi cuerpo.
Ojos burdeos, el vampiro ya no habitaba en mi interior y ahora solo un demonio, era dueño de mis actos, hacia mucho que no le daba el control total, pero por esta noche que mas da.
-Hania tu no estas rota, eres poderosa, ese Hector nunca sera tu padre, no olvides algo, yo, Assur Black soy tu sire y eso no lo cambiara ni él, ni cien titanes como él. No se que sangre corre por tus venas, pero se que eres una Black y si te quiere puede venir a buscarte, si después de esta noche le quedan piernas, ojos y brazos para encontrarte.
Mi voz sonó ronca, no era Assur si no la bestia la que clamaba venganza.
Como un espectro desaparecí frente a sus ojos, solo pude oír su voz gritar mi nombre en la lejanía, tarde para encontrarme, mi meta estaba fijada.
Infructuosos mis intentos de encadenarla, de entrar en razón, pues demasiado había visto ya por hoy.
Solo una cosa me anclaba aun a esta misera realidad, Hania y su nombre retumbo con la fuerza de un huracán. Único motivo para regresar a la mansión, saber como había ido aquella reunión que hoy se iba a celebrar.
Mis esperanzas eran nulas, el consejo me desafiaba una y otra vez y mi paciencia se agotaba en todos los ámbitos de mi vida.
Tenia que acabar con todo lo que pudiera debilitarme y hoy me habían hecho un buen jaque mate.
La razón no tenia cabida en mi aquella noche, bestia y vampiro caminamos de la mano sembrando el caos a nuestro paso.
Muchos fueron los humanos que necesité para saciar un poco de mi ser y admito que la botella de coñac ayudo bastante a que la bestia permaneciera en mi interior, pues sangre y mas devastación es cuando anhelaba aquella noche en la que el traicionado era yo.
Me adentré en la mansión, el comedor donde había dormido seguía igual de impertérrito con el paso de las pocas horas que me acogió mi hermano en su mansión.
Llevé la botella nuevamente a mis labios mientras mis ojos burdeos se perdían en aquella lumbre que no me ofrecía redención.
Si algo había descubierto hoy es que el amor te hace débil y que huir de este sentimiento es la única opción para un inmortal como yo.
Si no podía confiar en los míos ¿como hacerlo en los ajenos?
La puerta se abrió a mis espaldas, podía sentir incluso antes de eso el aura plagada de desesperación de mi “chiquilla”
Me giré para refrentar sus ojos azules anegados en la grimas, al parecer no era yo el único con una noche de mierda a sus espaldas.
Corrió hacia mi, su cuerpo se espantó contra el mio y mis dedos se deslizaron lentos por su pelo buscando calmar de algún modo su desasosiego.
A mis espaldas el crepitar del fuego, frente a mi, sus palabras de desconcierto, su voz sonaba plagada de ira, de tristeza, de angustia, aunque por esa noche no me resultaba difícil comprender como se sentía.
“Hector” ese nombre sonó en mi cabeza devastandome por dentro, un tornado me arrastraba hacia su vórtice con hambruna. Mayor era la traición de Sun ahora que sabia que se habia codeado con el nuevo del consejo, no solo eso, con él bailo, le acompañó y le regaló su compañía, ademas con gusto.
Rugí contra su pelo sin interrumpir ni una sala de las palabras que sus labios pronunciaron, ese vampiro había tenido la desfachatez de elegir a su peor enemigo.
Ladeé la sonrisa imaginando las mil y una muertes que le daría, pues cuando acabara la noche esparciría sus cenizas en mi jardín.
“Titan” por mi como si era el lobo feroz, ya fueron vencidos una vez por los míos y volvería al lugar de donde nunca tuvo que haber salido.
Su madre podía ser la tierra, pero yo era hijo de Cain, no me amedrantaría por un Titan ni por arsenal de seres como el.
“soy descendiente de Hector” Mi desesperación me convirtió en el peor de los monstruos, carente de razón mis brazos cayeron a cada lado de mi cuerpo.
Ojos burdeos, el vampiro ya no habitaba en mi interior y ahora solo un demonio, era dueño de mis actos, hacia mucho que no le daba el control total, pero por esta noche que mas da.
-Hania tu no estas rota, eres poderosa, ese Hector nunca sera tu padre, no olvides algo, yo, Assur Black soy tu sire y eso no lo cambiara ni él, ni cien titanes como él. No se que sangre corre por tus venas, pero se que eres una Black y si te quiere puede venir a buscarte, si después de esta noche le quedan piernas, ojos y brazos para encontrarte.
Mi voz sonó ronca, no era Assur si no la bestia la que clamaba venganza.
Como un espectro desaparecí frente a sus ojos, solo pude oír su voz gritar mi nombre en la lejanía, tarde para encontrarme, mi meta estaba fijada.
Assur Black**- Vampiro Clase Alta
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