AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Masticatione Mortuorum in Tumulis {priv.}
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Masticatione Mortuorum in Tumulis {priv.}
El latín no era lo suyo, decían que era buena con la lengua... pero no con esa clase de lengua. No había estudiado mucho más que lo que aprendió hasta los 12, cuando la epidemia se llevó a sus padres y ella pasó a manos de la madame. La lectura de las obras de teatro le gustaba y ahí sí había ahondado, en la literatura de entretenimiento, pero estaba lejos de ser una erudita.
Hacía semanas que había conocido un terrible secreto: los vampiros existían. Quería averiguar más sobre ellos, sobre su naturaleza, sus habilidades, su inmortalidad... y Joe no se lo cotaba todo. Claro que tampoco hablaban demasiado, se dedicaban más bien a cometer pecados muy turbios y practicar la lengua... pero no la latina.
Volviendo al caso, el latín. Esa lengua muerta que sólo usaban los curas y los científicos o eruditos. No, tampoco iba a misa, pasaba de que la apedreasen. Mucho rollo con María Magdalena y su redención, pero Erline estaba segura de que Jesús hizo algo más con ella que imponerle las manos, a juzgar por la gran cantidad de curas que pisaban los burdeles. El maldito libro que acababa de comprar en el anticuario era una copia de "Masticatione Mortuorum in Tumulis", un curioso tratado sobre vampirismo compuesto en 1725 por el pastor luterano Michaël Ranft. Eran pocos los que creían en la resignación de los muertos. Al contrario, era común pensar que la vida de intratumba hervía con una actividad sobrenatural. Los muertos tienen un apetito feroz, apunta el mito, implacable, eterno; lo cual los impulsa a efectuar pequeños reconocimientos en torno a sus sepulcros. Muchos enterradores y sepultureros aseguran haber extraído jirones de mortajas de las bocas de los muertos, incluso restos de su propia carne pútrida. Ranft cita un caso muy interesante sobre la exhumación de una tumba ocupada por un matrimonio que se devoró mutuamente en la oscuridad.
Eso es lo que esperaba leer, pero sólo había palabras extrañas acabadas en -orum y no entendía nada. Rebufó exasperada, ahora tendría que pagarle a un traductor y ese no era el problema; era tener que esperar. Le gustaban las cosas "ya, pronto y ahora". Se sentó en el banco que había delante de la tienda de antigüedades con el libro en las manos, pensando en qué sería lo siguiente.
Hacía semanas que había conocido un terrible secreto: los vampiros existían. Quería averiguar más sobre ellos, sobre su naturaleza, sus habilidades, su inmortalidad... y Joe no se lo cotaba todo. Claro que tampoco hablaban demasiado, se dedicaban más bien a cometer pecados muy turbios y practicar la lengua... pero no la latina.
Volviendo al caso, el latín. Esa lengua muerta que sólo usaban los curas y los científicos o eruditos. No, tampoco iba a misa, pasaba de que la apedreasen. Mucho rollo con María Magdalena y su redención, pero Erline estaba segura de que Jesús hizo algo más con ella que imponerle las manos, a juzgar por la gran cantidad de curas que pisaban los burdeles. El maldito libro que acababa de comprar en el anticuario era una copia de "Masticatione Mortuorum in Tumulis", un curioso tratado sobre vampirismo compuesto en 1725 por el pastor luterano Michaël Ranft. Eran pocos los que creían en la resignación de los muertos. Al contrario, era común pensar que la vida de intratumba hervía con una actividad sobrenatural. Los muertos tienen un apetito feroz, apunta el mito, implacable, eterno; lo cual los impulsa a efectuar pequeños reconocimientos en torno a sus sepulcros. Muchos enterradores y sepultureros aseguran haber extraído jirones de mortajas de las bocas de los muertos, incluso restos de su propia carne pútrida. Ranft cita un caso muy interesante sobre la exhumación de una tumba ocupada por un matrimonio que se devoró mutuamente en la oscuridad.
Eso es lo que esperaba leer, pero sólo había palabras extrañas acabadas en -orum y no entendía nada. Rebufó exasperada, ahora tendría que pagarle a un traductor y ese no era el problema; era tener que esperar. Le gustaban las cosas "ya, pronto y ahora". Se sentó en el banco que había delante de la tienda de antigüedades con el libro en las manos, pensando en qué sería lo siguiente.
Erline D'Amencourt- Prostituta Clase Alta
- Mensajes : 162
Fecha de inscripción : 27/04/2017
Re: Masticatione Mortuorum in Tumulis {priv.}
Las calles de París bullían de vida, era una ciudad magnífica diferente a todas las demás. Hacía pocos días que había llegado de Brno y en cuanto pisó París se dio cuenta de cuanto echaba de menos Francia... siempre sería su hogar.
Tenía poco para elegir de su vestuario, así que estando ya acomodado en una buena posada mientras acababan las obras de su residencia decidió salir a buscar a un buen sastre. Ahora mismo llevaba un abrigo fino por debajo de las rodillas, pantalones de vestir algo gastados ya, camisa blanca, chaleco pardo con la corbata suelta, unos mitones gastados y un sombrero sencillo. Por detrás del abrigo se podía ver la funda de la espada.
Estaba disfrutando de un agradable paseo por las calles de París. Hacía tantos años que no venía, que casi no la reconocía, como a esa vieja amiga a la que no ves desde hace tiempo. Necesitaba hundirse en sus calles, su latir, su ritmo. París tenía un pulso propio. Llevaba una actitud distraída.
Algo llamó su atención cerca de una tienda de antigüedades, una bella mujer con cierta cara de contrariedad miraba un libro que tenía entre las manos, desde luego no era algo usual. Suficiente para picar la curiosidad a cualquiera. Según se acercaba dejó que sus sentidos sobrenaturales buscaran en su aura... era humana, aunque con una lectura inusual. Recordaba cuando su tío le hizo leer multitud de libros al respecto, y los castigos que recibía, cada vez que no era capaz de distinguir un dato real, de uno imaginado por la mente del escritor de esos pesados volúmenes.
Se acercó con cuidado, no sería la primera vez que se encontraba con un inquisidor o algún cazador demasiado implicado.
- mademoiselle - Dijo con educación al tiempo que se levantaba el sombrero y hacía una ligera inclinación - Un libro pesado para leer una ficción, no? - el comentario iba acompañado de una sonrisa traviesa - De todos modos, al final la princesa besa al sapo y este se convierte en un príncipe, todo muy previsible. Espero no haberle estropeado el final -
Había algo interesante en esta mujer, pero que la habría llevado a leer un tratado de un sacerdote tan influenciado por la opinión popular. Recordaba aquel libro, pesado y monótono. Desde luego prefería a Don Calmet y su "Dissertation sur les revenants en corps, les excommunies, les oupirs ou vampires, brucolaques" que estaba en francés, además que Calmet a veces acertaba por error
- ¿Me permite acompañarle? hace tiempo descubrí que París es maravillosa, pero con buena compañía se convierte en algo casi divino -
Tenía poco para elegir de su vestuario, así que estando ya acomodado en una buena posada mientras acababan las obras de su residencia decidió salir a buscar a un buen sastre. Ahora mismo llevaba un abrigo fino por debajo de las rodillas, pantalones de vestir algo gastados ya, camisa blanca, chaleco pardo con la corbata suelta, unos mitones gastados y un sombrero sencillo. Por detrás del abrigo se podía ver la funda de la espada.
Estaba disfrutando de un agradable paseo por las calles de París. Hacía tantos años que no venía, que casi no la reconocía, como a esa vieja amiga a la que no ves desde hace tiempo. Necesitaba hundirse en sus calles, su latir, su ritmo. París tenía un pulso propio. Llevaba una actitud distraída.
Algo llamó su atención cerca de una tienda de antigüedades, una bella mujer con cierta cara de contrariedad miraba un libro que tenía entre las manos, desde luego no era algo usual. Suficiente para picar la curiosidad a cualquiera. Según se acercaba dejó que sus sentidos sobrenaturales buscaran en su aura... era humana, aunque con una lectura inusual. Recordaba cuando su tío le hizo leer multitud de libros al respecto, y los castigos que recibía, cada vez que no era capaz de distinguir un dato real, de uno imaginado por la mente del escritor de esos pesados volúmenes.
Se acercó con cuidado, no sería la primera vez que se encontraba con un inquisidor o algún cazador demasiado implicado.
- mademoiselle - Dijo con educación al tiempo que se levantaba el sombrero y hacía una ligera inclinación - Un libro pesado para leer una ficción, no? - el comentario iba acompañado de una sonrisa traviesa - De todos modos, al final la princesa besa al sapo y este se convierte en un príncipe, todo muy previsible. Espero no haberle estropeado el final -
Había algo interesante en esta mujer, pero que la habría llevado a leer un tratado de un sacerdote tan influenciado por la opinión popular. Recordaba aquel libro, pesado y monótono. Desde luego prefería a Don Calmet y su "Dissertation sur les revenants en corps, les excommunies, les oupirs ou vampires, brucolaques" que estaba en francés, además que Calmet a veces acertaba por error
- ¿Me permite acompañarle? hace tiempo descubrí que París es maravillosa, pero con buena compañía se convierte en algo casi divino -
Alaric Charpentier- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 17
Fecha de inscripción : 24/05/2017
Localización : París
Re: Masticatione Mortuorum in Tumulis {priv.}
No le sorprendía que la abordaran en la calle o cuando se sentaba a tomar una copa o un té o a disfrutar de unos simploes croissants. Sus iris verdes, líquidos como estanques de nenúfares, relucían en sus ojos de gata, que acompañaban a un rostro ovalado de pómulos altos y labios carnosos. Su melena sedosa y larga, unido al color tostado de su piel, heredado de una madre haitiana, conformaban una imagen apetecible y atractiva, voluptuosa e incitante sin hacer nada más que existir y respirar. Era consciente de ese efecto desde bien joven y había aprendido a sacarle partido bien pronto. Solía vestir de seda, le encantaba ese tacto sobre su piel, y esa tarde no era la excepción. Llevaba un vestido amarillo y marrón, el pelo recogido en un moño en la coronilla y esta vez no portaba joya alguna al cuello.
Se giró para observar al caballero. Era de dia, así que algo era seguro: no era un vampiro y tampoco vestía como un cura, sólo podía ser los dos millones de cosas restantes. Al menos tenía sentido del humor, al parecer había leçido el libro o lo conocía.
— Oh! pues para ser de ficción entonces tiene un final muy poco original. ¿Le resultó pesado? no me extraña, está escrito en una lengua muerta de la que no tengo ni idea.
Le indicó con un gesto de la mano que se sentase a su lado, el banco era amplio y cabían perfectamente. ¿Sabría quién era? muchas veces algunos caballeros o damas la interceptaban por recomendación de otros.
— Todo depende del tipo de compañía que busque, mucho me temo que no puedo conversar con usted al respecto de este volumen, ya que no lo he leído, pero si se conforma con otros temas...— le sonrió, su aspecto elegante pero con el pelo desaliñado denotaban estatus o dinero pero una forma de ser peculiar, una alta seguridad en sí mismo, pues no le importaba lo que pudieran pensar de sus pelos de loco, y ese sentido del humor corroboraba lo segundo.— me llamo Erline, un placer.— le tendió la mano para el saludo cortés correspondiente. En la plaza había varios comercios y salones de té, todos ellos transitados por la gente más o menos pudiente, pues era una zona donde las viviendas pertenecían a la burguesía. Las grandes mansiones se encontraban fuera de la ciudad en las zonas residenciales, y aquel era uno de los barrios que había progresado en la Revolución Industrial.
- Erline:
Se giró para observar al caballero. Era de dia, así que algo era seguro: no era un vampiro y tampoco vestía como un cura, sólo podía ser los dos millones de cosas restantes. Al menos tenía sentido del humor, al parecer había leçido el libro o lo conocía.
— Oh! pues para ser de ficción entonces tiene un final muy poco original. ¿Le resultó pesado? no me extraña, está escrito en una lengua muerta de la que no tengo ni idea.
Le indicó con un gesto de la mano que se sentase a su lado, el banco era amplio y cabían perfectamente. ¿Sabría quién era? muchas veces algunos caballeros o damas la interceptaban por recomendación de otros.
— Todo depende del tipo de compañía que busque, mucho me temo que no puedo conversar con usted al respecto de este volumen, ya que no lo he leído, pero si se conforma con otros temas...— le sonrió, su aspecto elegante pero con el pelo desaliñado denotaban estatus o dinero pero una forma de ser peculiar, una alta seguridad en sí mismo, pues no le importaba lo que pudieran pensar de sus pelos de loco, y ese sentido del humor corroboraba lo segundo.— me llamo Erline, un placer.— le tendió la mano para el saludo cortés correspondiente. En la plaza había varios comercios y salones de té, todos ellos transitados por la gente más o menos pudiente, pues era una zona donde las viviendas pertenecían a la burguesía. Las grandes mansiones se encontraban fuera de la ciudad en las zonas residenciales, y aquel era uno de los barrios que había progresado en la Revolución Industrial.
Erline D'Amencourt- Prostituta Clase Alta
- Mensajes : 162
Fecha de inscripción : 27/04/2017
Re: Masticatione Mortuorum in Tumulis {priv.}
Se sentó al lado de la bella mujer, que parecía fuera de lugar aceptando el ofrecimiento. Mostraba una sonrisa descarada.
-No se preocupe mademoiselle, lo verdaderamente importante en una conversación no suele ser aquello de lo que se habla- Adoptó un gesto teatral, como si fuera a revelar un gran secreto. Mientras, susurraba a su acompañante - Además, el libro está lleno de desvaríos sin sentido -
Recuperó su postura inicial, relajado en el banco. Había viajado mucho y desde luego que había conocido a muchas personas, sin embargo había algo en aquella mujer que le resultaba difícil de descifrar. ¿Que hacía en esta zona leyendo un libro de ese estilo?
- ¿Que le ha llevado a interesarse tanto por...? - dejó la frase en el aire mientras señalaba el libro - ¿Como para buscar información en un libro que no puede entender? - mostró esta vez su mejor cara, de detective, teatralizada al máximo - Desde luego, no creo que lo haga para llamar la atención, estoy convencido que cualquier atrezzo en su caso entorpecería esa misión -
Con actitud relajada de nuevo, esperó la respuesta. Desde luego, si era lista el piropo era demasiado atrevido depende para quien. Quizás me meta en problemas,Veremos... empiezo a notar la falta de diversión.
-No se preocupe mademoiselle, lo verdaderamente importante en una conversación no suele ser aquello de lo que se habla- Adoptó un gesto teatral, como si fuera a revelar un gran secreto. Mientras, susurraba a su acompañante - Además, el libro está lleno de desvaríos sin sentido -
Recuperó su postura inicial, relajado en el banco. Había viajado mucho y desde luego que había conocido a muchas personas, sin embargo había algo en aquella mujer que le resultaba difícil de descifrar. ¿Que hacía en esta zona leyendo un libro de ese estilo?
- ¿Que le ha llevado a interesarse tanto por...? - dejó la frase en el aire mientras señalaba el libro - ¿Como para buscar información en un libro que no puede entender? - mostró esta vez su mejor cara, de detective, teatralizada al máximo - Desde luego, no creo que lo haga para llamar la atención, estoy convencido que cualquier atrezzo en su caso entorpecería esa misión -
Con actitud relajada de nuevo, esperó la respuesta. Desde luego, si era lista el piropo era demasiado atrevido depende para quien. Quizás me meta en problemas,Veremos... empiezo a notar la falta de diversión.
Alaric Charpentier- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 17
Fecha de inscripción : 24/05/2017
Localización : París
Re: Masticatione Mortuorum in Tumulis {priv.}
—Eso dicen, que hay palabras que no dicen nada y silencios que lo hablan todo.— sonrió y dejó el libro dentro de su bolso poniéndose en pie.— la tarde es agradable, si gusta de un paseo...
la dama dejó la frase en puntos suspensivos pero el brazo en posición que no admitía réplica, ya que le estaba invitando a colocarse a su derecha y dejar que ella se apoyara en su antebrazo como moandaba la cortesía.
— Pues verá, mi interés por este libro es mera curiosidad. Una amiga cree en las ciencias ocultas y me dijo que las pruebas de la existencia de esos mitos estaban en los libros. Se me ocurrió que leerlos podría ser un buen pasatiempo para una viuda que tiene exceso de tiempo libre. Pero nada más lejos, como acabo de comprobar.
Arrancó a caminar por la calle adoquinada en dirección al parque que se extendía desde la plaza de Châtelet hasta la ribera del Sena. Se podían escuchar de fondo las campanas de Notre Dame en la Île de la Cité, no muy lejos de allí, marcando seis compases.
— Prefiero la lectura ligera, me gusta el teatro y la novela, me temo que no soy una erudita y mis gustos literarios son bastante comunes. ¿Está usted casado? no veo anillo en su dedo. ¡Oh! disculpe si la pregunta es muy directa pero usted me ha abordado en el banco, así que no creo que se escandalice porque le pregunte algo así.
La viuda de seda tampoco se quedaba corta de seguridad en si misma, no siempre se mostraba tan descarada, todo dependía del interlocutor, y al parecer al señor despeinado-cotilla no le importaba que una dama entablase batalla dialéctica, cosa que solo podía suceder si se saltaba un poco las normas de la cortesía.
El piropo había sido muy descarado, muy intencionado, no estaba dicho para halagar en realidad sino para medir la compostura de quien lo recibía y la capacidad de responder a él. Unas mejillas sonrojadas y un balbuceo habría sido suficiente para un caballero de verdad, pero no para una serpiente como esa, de bífida lengua.
— No me subestime, si deseo algo no dudo en utilizar todo el atrezzo disponible para llamar la atención, porque... no subestime tampoco la estupidez de sus congéneres, a veces los hombres no se enteran de las cosas ni siquiera aunque una se plante en medio de la calle en cueros y se las grite. Así que lamentablemente es usted mejor detective que yo delincuente: me ha pillado, quería llamar su atención, por eso mismo entré en esa tienda a comprar un tostón de libro en latín que va de ranas y príncipes.
Le sonrió con una mezcla de ironía y le hizo una mueca algo teatral.
— y dígame...¿tiene usted algún nombre o debo llamarle Monsieur Sapo?.— en clara referencia a la rana que Alaric decía que al final se convertía en príncipe.
la dama dejó la frase en puntos suspensivos pero el brazo en posición que no admitía réplica, ya que le estaba invitando a colocarse a su derecha y dejar que ella se apoyara en su antebrazo como moandaba la cortesía.
— Pues verá, mi interés por este libro es mera curiosidad. Una amiga cree en las ciencias ocultas y me dijo que las pruebas de la existencia de esos mitos estaban en los libros. Se me ocurrió que leerlos podría ser un buen pasatiempo para una viuda que tiene exceso de tiempo libre. Pero nada más lejos, como acabo de comprobar.
Arrancó a caminar por la calle adoquinada en dirección al parque que se extendía desde la plaza de Châtelet hasta la ribera del Sena. Se podían escuchar de fondo las campanas de Notre Dame en la Île de la Cité, no muy lejos de allí, marcando seis compases.
— Prefiero la lectura ligera, me gusta el teatro y la novela, me temo que no soy una erudita y mis gustos literarios son bastante comunes. ¿Está usted casado? no veo anillo en su dedo. ¡Oh! disculpe si la pregunta es muy directa pero usted me ha abordado en el banco, así que no creo que se escandalice porque le pregunte algo así.
La viuda de seda tampoco se quedaba corta de seguridad en si misma, no siempre se mostraba tan descarada, todo dependía del interlocutor, y al parecer al señor despeinado-cotilla no le importaba que una dama entablase batalla dialéctica, cosa que solo podía suceder si se saltaba un poco las normas de la cortesía.
El piropo había sido muy descarado, muy intencionado, no estaba dicho para halagar en realidad sino para medir la compostura de quien lo recibía y la capacidad de responder a él. Unas mejillas sonrojadas y un balbuceo habría sido suficiente para un caballero de verdad, pero no para una serpiente como esa, de bífida lengua.
— No me subestime, si deseo algo no dudo en utilizar todo el atrezzo disponible para llamar la atención, porque... no subestime tampoco la estupidez de sus congéneres, a veces los hombres no se enteran de las cosas ni siquiera aunque una se plante en medio de la calle en cueros y se las grite. Así que lamentablemente es usted mejor detective que yo delincuente: me ha pillado, quería llamar su atención, por eso mismo entré en esa tienda a comprar un tostón de libro en latín que va de ranas y príncipes.
Le sonrió con una mezcla de ironía y le hizo una mueca algo teatral.
— y dígame...¿tiene usted algún nombre o debo llamarle Monsieur Sapo?.— en clara referencia a la rana que Alaric decía que al final se convertía en príncipe.
Erline D'Amencourt- Prostituta Clase Alta
- Mensajes : 162
Fecha de inscripción : 27/04/2017
Re: Masticatione Mortuorum in Tumulis {priv.}
Alaric estiró el brazo izquierdo acompañando el movimiento de aquella extraña y divertida mujer. Desde luego París tenía muchos encantos y en piedra no estaban ni la mitad.
-Estaría encantado de pasear con usted, mademoiselle, seguro que puede descubrirme muchas cosas de París. Hace mucho que no venía. -
- A lo mejor debería comentarle a su amiga, que las ciencias ocultas quizás no sean el pasatiempo más inofensivo. Aun así, en caso de que su <> siga interesada, le recomendaría empezar por "Dissertation sur les revenants en corps, les excommunies, les oupirs ou vampires, brucolaques" de Don Palmet, además en francés -
A pesar de la compañía con la que disfrutaba del paseo, Alaric se perdía con la mirada en las gentes de París, una ciudad única en más de un sentido. No se daba cuenta de lo mucho que añoraba Francia hasta que regresó. Bebía cada campanada de Notre Dame, se divertía cada vez que veía un matrimonio adinerado, que paseaba más pendiente de la reacción que provocaban que de disfrutar de la compañía. Desde luego su compañía era bastante diferente y no se creyó ni por un momento lo de la <>. De vez en cuando, cuando veía una pareja muy emperifollada, o que se vanagloriaban demasiado, les dirigía una mirada de asombro muy exagerada, como si hubiera visto algo escandaloso, sólo para divertirse con su reacción.
- Depende lo que considere erudición, seguro que sus lecturas son más interesantes que las mías - Respondió Alaric, mientras le dedicaba una agradable sonrisa. El comentario del anillo le divirtió mucho - No se preocupe por mi, puede ser todo lo directa que quiera. Quizás si estoy casado, y he decidido esconder el anillo al verla a usted, seguro que le ha pasado más veces... pero, disculpe, ¿es usted viuda?... y... ¿debo lamentarlo o felicitarle? verá, no estoy a la moda en estas cortesías- Por un instante se olvidó de París y analizó la reacción de su acompañante, desde luego era inteligente y una compañía más agradable que la mayoría.
Alaric, se mostró sorprendido - Jamás se me ocurriría subestimarla, estoy seguro que sería uno de los errores más grandes que un hombre puede cometer -
Rió entretenido ante el comentario del sapo - Desde luego no estaría entre los 10 peores nombres que me han puesto, pero si lo desea, mi madre acertó a llamarme Alaric, al menos al momento de nacer. ¿Y vos, mademoiselle, tenéis nombre, o sólo afán de conocimientos y un rostro que merece ser pasado a las siguientes generaciones inmortalizado en un cuadro? -
-Estaría encantado de pasear con usted, mademoiselle, seguro que puede descubrirme muchas cosas de París. Hace mucho que no venía. -
- A lo mejor debería comentarle a su amiga, que las ciencias ocultas quizás no sean el pasatiempo más inofensivo. Aun así, en caso de que su <
A pesar de la compañía con la que disfrutaba del paseo, Alaric se perdía con la mirada en las gentes de París, una ciudad única en más de un sentido. No se daba cuenta de lo mucho que añoraba Francia hasta que regresó. Bebía cada campanada de Notre Dame, se divertía cada vez que veía un matrimonio adinerado, que paseaba más pendiente de la reacción que provocaban que de disfrutar de la compañía. Desde luego su compañía era bastante diferente y no se creyó ni por un momento lo de la <
- Depende lo que considere erudición, seguro que sus lecturas son más interesantes que las mías - Respondió Alaric, mientras le dedicaba una agradable sonrisa. El comentario del anillo le divirtió mucho - No se preocupe por mi, puede ser todo lo directa que quiera. Quizás si estoy casado, y he decidido esconder el anillo al verla a usted, seguro que le ha pasado más veces... pero, disculpe, ¿es usted viuda?... y... ¿debo lamentarlo o felicitarle? verá, no estoy a la moda en estas cortesías- Por un instante se olvidó de París y analizó la reacción de su acompañante, desde luego era inteligente y una compañía más agradable que la mayoría.
Alaric, se mostró sorprendido - Jamás se me ocurriría subestimarla, estoy seguro que sería uno de los errores más grandes que un hombre puede cometer -
Rió entretenido ante el comentario del sapo - Desde luego no estaría entre los 10 peores nombres que me han puesto, pero si lo desea, mi madre acertó a llamarme Alaric, al menos al momento de nacer. ¿Y vos, mademoiselle, tenéis nombre, o sólo afán de conocimientos y un rostro que merece ser pasado a las siguientes generaciones inmortalizado en un cuadro? -
Alaric Charpentier- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 17
Fecha de inscripción : 24/05/2017
Localización : París
Re: Masticatione Mortuorum in Tumulis {priv.}
— Su nombre es bonito, pero me temo que me obliga a llamarlo Alaric "El Sordo", porque le dije mi nombre antes, pero no se apure, dicen que a veces cuando no se tienen relaciones en mucho tiempo se puede perder oído, la buena noticia es que se soluciona... ya sabe cómo.— le guiñó el ojo soltando aquella lengua viperina; el caballero le había caído simpático, era elocuente, tenía un fino humor que pasaría por británico y con tanta oscuridad y desvelos, era refrescante poder bromear y tomerle el pelo un poco.
— Erline, mi nombre es Erline. Y bueno, lo correcto es que me dé el pésame. Mi marido era un buen hombre. En líneas generales no sabría decirle, sólo hablaré por cómo fue conmigo y en ese caso siempre diré que Olivier fue el perfecto marido.
Estaba claro que su excusa de las ciencias ocultas no era creíble, pero era todo lo políticamente correcta que podía ser, la otra alternativa era soltarle un "no es de su incumbencia", y eso no abría las puertas a más conversación. Se detuvo en seco cuando Alaric le mencionó el título del libro que según él era la biblia del ocultismo. Su gesto cambió componiendo una mueca divertida.
— ¡¡Le doy cien francos si repite eso con la boca llena sin que salga nada despedido afuera!!.— La dama esbozó una sonrisa divertida tras el comentario, ciertamente sus gustos de lectura no pasaban por tratados de teología ni compendios de biología o antropología.— mejor le propongo algo: yo le invito a cenar y usted me resume el contenido de ese libro, no creo que tenga la paciencia suficiente para leerlo. Si quiere puede invitar a su esposa y ponerse el anillo, no entra en mis planes destrozar matrimonios felices, pero algo me dice que no es su caso, ninguna esposa en su sano juicio dejaría salir a su marido sin peinarse, ni siquiera aunque fuera a visitar a su amante. Hay cosas que sencillamente están mal, y no me refiero a lo segundo, sino a que ir despeinado es inaceptable.
Jack siempre le decía que era divertida, que tenía una vis cómica terrible y debería dedicarse al teatro. Pero lo cierto es que el humor de Erline era muy voluble. Controlaba su carácter con mano férrea, pero internamente podía pasar del más absoluto hastío a la mayor de las euforias con una diferencia de diez segundos. Inestable y volátil bajo una coraza de hierro y hielo que la mantenían siempre protegida y con la máscara puesta.
Sus pasos se detuvieron frente a un restaurante cuyo cartel dorado rezaba: Le Ciel de Paris. El gesto de la dama era interrogativo cuando miró a Alaric, ese lugar le parecía bien, tenía buena pinta y estaba de paso.
— Erline, mi nombre es Erline. Y bueno, lo correcto es que me dé el pésame. Mi marido era un buen hombre. En líneas generales no sabría decirle, sólo hablaré por cómo fue conmigo y en ese caso siempre diré que Olivier fue el perfecto marido.
Estaba claro que su excusa de las ciencias ocultas no era creíble, pero era todo lo políticamente correcta que podía ser, la otra alternativa era soltarle un "no es de su incumbencia", y eso no abría las puertas a más conversación. Se detuvo en seco cuando Alaric le mencionó el título del libro que según él era la biblia del ocultismo. Su gesto cambió componiendo una mueca divertida.
— ¡¡Le doy cien francos si repite eso con la boca llena sin que salga nada despedido afuera!!.— La dama esbozó una sonrisa divertida tras el comentario, ciertamente sus gustos de lectura no pasaban por tratados de teología ni compendios de biología o antropología.— mejor le propongo algo: yo le invito a cenar y usted me resume el contenido de ese libro, no creo que tenga la paciencia suficiente para leerlo. Si quiere puede invitar a su esposa y ponerse el anillo, no entra en mis planes destrozar matrimonios felices, pero algo me dice que no es su caso, ninguna esposa en su sano juicio dejaría salir a su marido sin peinarse, ni siquiera aunque fuera a visitar a su amante. Hay cosas que sencillamente están mal, y no me refiero a lo segundo, sino a que ir despeinado es inaceptable.
Jack siempre le decía que era divertida, que tenía una vis cómica terrible y debería dedicarse al teatro. Pero lo cierto es que el humor de Erline era muy voluble. Controlaba su carácter con mano férrea, pero internamente podía pasar del más absoluto hastío a la mayor de las euforias con una diferencia de diez segundos. Inestable y volátil bajo una coraza de hierro y hielo que la mantenían siempre protegida y con la máscara puesta.
Sus pasos se detuvieron frente a un restaurante cuyo cartel dorado rezaba: Le Ciel de Paris. El gesto de la dama era interrogativo cuando miró a Alaric, ese lugar le parecía bien, tenía buena pinta y estaba de paso.
Erline D'Amencourt- Prostituta Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/04/2017
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