AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Sangre de Mi Sangre? {Bartolomé}
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¿Sangre de Mi Sangre? {Bartolomé}
No solía circular por aquel tipo de lugares, pero aquella noche todos los trabajadores de la biblioteca habíamos sido invitados a un espectáculo de bailes y acrobacias distractoras e insinuantes por parte de un grupo de mujeres, que se presentaban en el lugar casi todos los fines de semana. Algunos de mis compañeros de trabajo me convencieron de ir a distraerme, decían que era un tipo demasiado serio al que le hacía falta un poco de diversión. A mí no me importaba tanto lo que decían, y era difícil para mí ir a ese tipo de eventos sociales sin meter la pata, desagradando a algunos presentes. Era algo irónico, pero lo que menos buscaba yo en estos eventos, eran los típicos pleitos callejeros con los hombretones asiduos a ese tipo de cosas, y mientras más ignoraba la posibilidad, más llegaban a mí aquellas idioteces. El humano promedio, lucha y pelea por nimiedades y son muy pocos los casos en que en la historia de un país o cultura quedan los recuerdos de algunos héroes o mártires… ¿Acaso querían imitar la historia de Jesucristo, salvando al mundo del Pecado?...
Yo era creyente, pero no fanático como los tipos de la inquisición, los cuáles pareciera que se dejaran llevar más por la mano de la violencia y la corrupción que por la mano de Dios… Siempre me preguntaba dónde estaría Dios en todo esto… en todo aquello, en todo el mundo y su civilización. Pensando en estas cosas, bebía un vaso de whisky –mi brebaje favorito- Mis compañeros de trabajo y yo, nos reunimos y nos sentamos en una esquina cerca del escenario. El espectáculo había empezado hacia varios minutos atrás y algunos de mis compañeros estaban medio ebrios, pero se les veía felices. Las jóvenes mujeres se nos acercaban y bailaban cerca de nosotros mostrando todas sus aptitudes, talentos y…curvas. Yo estaba un poco nervioso, no quería terminar encamado con ninguna mujer… por lo que sólo me mantuve al margen.
Mientras esto sucedía, entre los dulces perfumes de las jóvenes y el alcohol, percibí sutilmente un aroma que conocía, pero me traía recuerdos de otros tiempos era un aroma muy agudo y penetrante, que me recordaba a sanos pleitos que viví en los años de mi niñez… Era imposible que pudiera ser alguna amistad pasajera del pasado, era algo mucho más personal e íntimo… Ignoré aquel aroma, más, cuando me alejé de la mesa de mis compañeros, para ir a librarme de ellos sentándome en la mesa del bar, descubrí el origen de aquel aroma que llamó mi atención. Un hombre… y su rostro… Vaya…aquí estaba, ¿Podía ser posible?. Un hombre que adoraba y al que seguía a todas partes, como una sombra… yo era parte de él, en ese entonces…
-Bartolomé…- pronuncié en voz baja, aunque el encargado del bar me miró extraño unos segundos, pues pensó que le estaba dirigiendo la palabra. Luego de ello, siguió su trabajo. Y yo no quería encontrarme con la mirada de Bartolomé. Tenía demasiadas preguntas en aquel momento, tenía demasiados sentimientos que me palpitaban más que el alcohol en mi garganta… Maldita sea, ¿Qué hacía él ahí?
Tomé un sorbo de mi whisky al seco y mis ojos rodearon a mirarlo nuevamente con disimulo y luego de eso, el aroma que yo había percibido no era el de mi hermano en su estado normal… Él ya no era humano y a millas se le percibía su fuerte aroma a bosque y carne. Como el mío, cuando estoy en mi forma de lobo.
-¿Qué ha pasado contigo?...- pregunté en mi mente, esperando que Bartolomé no poseyera ningún poder sobre mí para leer mi pensamiento. Ya no lo reconocía bien, no era el mismo, e incluso pienso que ya no sé nada acerca de mi Hermano Mayor…“-Barto… por qué, qué ha sucedido.”- pensaba en mi mente. Cuanto tiempo sin pensar en él, me hacía creer que ya no éramos de la misma sangre, más el pasado nos unía… al igual que la fortaleza y la soledad con la que pasó lo que después pasó de aquel incidente con nuestros Padres. ¡Maldita Sea!... No sabía qué hacer, y un desequilibrio interior atacó mi estado en ese momento que caí, desvaneciéndome inconsciente en la mesa y todo se me fue a negro.
Yo era creyente, pero no fanático como los tipos de la inquisición, los cuáles pareciera que se dejaran llevar más por la mano de la violencia y la corrupción que por la mano de Dios… Siempre me preguntaba dónde estaría Dios en todo esto… en todo aquello, en todo el mundo y su civilización. Pensando en estas cosas, bebía un vaso de whisky –mi brebaje favorito- Mis compañeros de trabajo y yo, nos reunimos y nos sentamos en una esquina cerca del escenario. El espectáculo había empezado hacia varios minutos atrás y algunos de mis compañeros estaban medio ebrios, pero se les veía felices. Las jóvenes mujeres se nos acercaban y bailaban cerca de nosotros mostrando todas sus aptitudes, talentos y…curvas. Yo estaba un poco nervioso, no quería terminar encamado con ninguna mujer… por lo que sólo me mantuve al margen.
Mientras esto sucedía, entre los dulces perfumes de las jóvenes y el alcohol, percibí sutilmente un aroma que conocía, pero me traía recuerdos de otros tiempos era un aroma muy agudo y penetrante, que me recordaba a sanos pleitos que viví en los años de mi niñez… Era imposible que pudiera ser alguna amistad pasajera del pasado, era algo mucho más personal e íntimo… Ignoré aquel aroma, más, cuando me alejé de la mesa de mis compañeros, para ir a librarme de ellos sentándome en la mesa del bar, descubrí el origen de aquel aroma que llamó mi atención. Un hombre… y su rostro… Vaya…aquí estaba, ¿Podía ser posible?. Un hombre que adoraba y al que seguía a todas partes, como una sombra… yo era parte de él, en ese entonces…
-Bartolomé…- pronuncié en voz baja, aunque el encargado del bar me miró extraño unos segundos, pues pensó que le estaba dirigiendo la palabra. Luego de ello, siguió su trabajo. Y yo no quería encontrarme con la mirada de Bartolomé. Tenía demasiadas preguntas en aquel momento, tenía demasiados sentimientos que me palpitaban más que el alcohol en mi garganta… Maldita sea, ¿Qué hacía él ahí?
Tomé un sorbo de mi whisky al seco y mis ojos rodearon a mirarlo nuevamente con disimulo y luego de eso, el aroma que yo había percibido no era el de mi hermano en su estado normal… Él ya no era humano y a millas se le percibía su fuerte aroma a bosque y carne. Como el mío, cuando estoy en mi forma de lobo.
-¿Qué ha pasado contigo?...- pregunté en mi mente, esperando que Bartolomé no poseyera ningún poder sobre mí para leer mi pensamiento. Ya no lo reconocía bien, no era el mismo, e incluso pienso que ya no sé nada acerca de mi Hermano Mayor…“-Barto… por qué, qué ha sucedido.”- pensaba en mi mente. Cuanto tiempo sin pensar en él, me hacía creer que ya no éramos de la misma sangre, más el pasado nos unía… al igual que la fortaleza y la soledad con la que pasó lo que después pasó de aquel incidente con nuestros Padres. ¡Maldita Sea!... No sabía qué hacer, y un desequilibrio interior atacó mi estado en ese momento que caí, desvaneciéndome inconsciente en la mesa y todo se me fue a negro.
Martin Nazgul- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 29/04/2017
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Re: ¿Sangre de Mi Sangre? {Bartolomé}
Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.
Julio Cortázar.
quiero decir que para verme tenía que mirarte.
Julio Cortázar.
“Él siempre ha sido mejor que yo”. Con esa seguridad, no solo en mente sino también en su pecho, Bartolomé se embarcó rumbo a París.
Estaba en problemas, serios problemas, y necesitaba ocultarse un tiempo, perderse entre la gente, cambiar de nombre y, a la vez, ponerse en manos de alguien de confianza. Ahí estaba el problema, Bartolomé Nazgul no confiaba en nadie porque ya nadie confiaba en él. Sólo quien se ha burlado, quien ha estafado y mentido -hasta llegar a dudar de sí mismo- sabe que en verdad confiar en alguien más es una trampa.
Sí, a veces se enredaba tanto en sus propios cuentos que no sabía si había vivido en verdad las cosas que decía o las había creado para el engaño. Una noche, en la que estaba particularmente ebrio y disfrutando del cuerpo de dos jóvenes rusas, Bartolomé se halló intentando dilucidar si en verdad había vivido en San Petersburgo o si se lo había inventado tiempo atrás en pos de concretar algún negocio con los rusos... Las imágenes de él recorriendo las calles heladas eran tan reales que hasta le hacían dudar de su propia cabeza. De seguro era falso, como la mayor parte de las cosas que en él anidaban. A veces se creaba recuerdos tan vívidos, tan reales, que acababa por asimilarlos como si en verdad hubiesen ocurrido.
En síntesis: Bartolomé sabía que no podía confiar en sí mismo, nunca había podido porque ni siquiera se era sincero -aunque sí fiel, pero la fidelidad no siempre está ligada a la sinceridad, solo basta con saber ocultar y disfrazar-, por primera vez en mucho tiempo necesitaba conectarse con lo único verdadero que le quedaba en su vida. Debía volver a verlo, recordar aquella niñez feliz que sí era verdadera, todos esos recuerdos alegres no los había inventado.
No le costó averiguar dónde vivía su hermano, mucho menos donde pasaba sus horas, sus días. Pero, pese a estar al fin en aquella tierra, pese a estar cerca de Martin, Bartolomé no reunió el valor de ir en su busca.
Así, estando confundido, fue que la vida acabó por hacer lo que él no había podido y en el cabaret volvieron a verse. Al principio, por instinto, intentó ocultarse. Rearmarse para pensar qué tenía que decir, cómo debía plantarse frente a su hermano pequeño, ese al que había defraudado hondamente.
Claro que no tuvo demasiado tiempo, pues de pronto Martin cayó desvanecido y, sin pensarlo, Bartolomé corrió hacia él.
-Martin, Martin, despierta –le pidió-. Vuelve a mí, hermano mío –le dio algunos golpes en la mejilla, mientras la música estridente seguía sonando y el olor del alcohol se mezclaba con el aroma de las mujeres que dominaban aquel sitio-. Martin –lo sacudió una vez más, pensando qué le convenía hacer…
Tal vez lo mejor fuera sacarlo de allí, pero eso los obligaría a entablar una conversación seria y, aunque sabía que era algo inevitable, Bartolomé no se sentía preparado para entregarse a la sinceridad.
Bartolomé Nazgul- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/05/2017
Re: ¿Sangre de Mi Sangre? {Bartolomé}
Soñaba con días claros, con aromas del bosque. Sentí cerca de mí, una respiración que me acogía, parecía estar viviendo en un sueño… Voces de niños inundaban mi interior, el aullido de un lobo furioso y las palabras golepeadas de mi padre aturdían mis sentido. Sentí que quería arrancar mi cabeza del pescuezo y estrangularme completamente. A lo lejos, la voz familiar de un niño que se iba deformando conforme al despertar que había empezado a tener…
-“Martin, Martin…. Vuelve a mi… hermano mío.”- Bartolomé en su forma juvenil me miraba desde el otro extremo del bosque.
-“Martin… Martin… corre, Bartolomé llévate a tu hermano lejos. Corran ya…”- mi padre sentenciaba una despedida y mi respiración entrecortada se mezclaba con el sutil aroma del whiskey en mi busca, la voz de mi hermano se deformó y después muy cerca, la voz de un hombre desconocido preguntando. “¿Él está, bien?... ¿Está bien?”. Cuantas voces, cuántos aromas llegaban a mí, y el roce de las palmas de Barto en mi mejilla.
Abriendo mis ojos lentamente, lo vi cercano a mí con una expresión preocupada en su rostro, mi cabeza parecía estar nula de pensamientos en esos momentos, me concentré en sus ojos claros y su cabello largo, su aroma era fuerte y muy asqueroso, aunque claramente el perfume que llevaba puesto lo disfrazaba ante el olfato de cualquier ser humano. Pero yo veía una bestia, un lobo… perdido, hambriento y decepcionado. Me pesaba la mirada, la respiración y el olor… la cuarta parte de mi cuerpo yacía sobre el mesón completamente exhausto y no sabía qué hacer. Quería abrazarlo, pero me contuve. Luego miré a mi alrededor y aunque había muchas personas, muy pocas presenciaron ese momento de aflicción que vivía, de decaimiento.
-Barto…lomé…- pronuncié ligeramente, a voz baja y mi pecho pareció estrellarse contra un muro explotando en mil pedazos. Me reincorporé después de aquel golpe, y me alejé de ese hombre que parecía ser mi hermano, pero que me costaba reconocer. La verdad, es que no quería reconocer que mi hermano era un hombre lobo, los sentidos de mis animales lo percibieron de inmediato y me costaba ignorarlo para reestablecerme con normalidad, y hablar como un humano decente. Mi sensibilidad, tanto de forma humana como de forma animal, eran demasiado fuertes.
Mis emociones se mezclaban, empujé a mi hermano con rabia y luego me quedé observándolo en medio de toda la multitud, la que parecía estar viviendo en universo paralelo a lo que yo, en esos momentos. Algunos hombres me tomaron con empatía de los hombres, se acercaban a preguntarme que me pasaba, que si estaba bien, pero yo sólo oía ruido, y más ruido… un brazo a la altura de mi rostro y con el otro trataba de sostenerme de algo firme, pero caminé a penas hacia atrás y salí del salón para llegar uno contiguo en dónde se daba paso a un pasillo que llevaba a habitaciones de alquiler. Caminé apenas sujetándome de las paredes, casi arrastrándome y me dieron ganas de matar…
Dejé a Bartolomé en el salón… ¿Esta vez me seguiría? O ¿Iría por el camino contrario, lejos de mí de nuevo?... Tenía muchas preguntas, pero el habla no me salía y grité, grité cuanto me daba la voz y salté por un ventanal hacia la calle, cayendo ileso en el cemento, y más personas mirando, asustándose, los gritos de mujeres me volvían loco en ese momento y corrí a refugiarme a los callejones desolados de la ciudad. Me hallé en uno muy desierto, que casi no tenía luces artificiales y me senté abrazando mi cuerpo, triste, desesperado, ansioso… y como en mucho tiempo, vulnerable ante la vida.
-¿Por qué volviste, y así en esa forma?, ¿Dónde está mi hermano mayor?...- hablé solo, me escuché solo. Y reposé mi cabeza contra el muro sin saber dónde estaba, que era lo que quería y que tenía que hacer…
-“Martin, Martin…. Vuelve a mi… hermano mío.”- Bartolomé en su forma juvenil me miraba desde el otro extremo del bosque.
-“Martin… Martin… corre, Bartolomé llévate a tu hermano lejos. Corran ya…”- mi padre sentenciaba una despedida y mi respiración entrecortada se mezclaba con el sutil aroma del whiskey en mi busca, la voz de mi hermano se deformó y después muy cerca, la voz de un hombre desconocido preguntando. “¿Él está, bien?... ¿Está bien?”. Cuantas voces, cuántos aromas llegaban a mí, y el roce de las palmas de Barto en mi mejilla.
Abriendo mis ojos lentamente, lo vi cercano a mí con una expresión preocupada en su rostro, mi cabeza parecía estar nula de pensamientos en esos momentos, me concentré en sus ojos claros y su cabello largo, su aroma era fuerte y muy asqueroso, aunque claramente el perfume que llevaba puesto lo disfrazaba ante el olfato de cualquier ser humano. Pero yo veía una bestia, un lobo… perdido, hambriento y decepcionado. Me pesaba la mirada, la respiración y el olor… la cuarta parte de mi cuerpo yacía sobre el mesón completamente exhausto y no sabía qué hacer. Quería abrazarlo, pero me contuve. Luego miré a mi alrededor y aunque había muchas personas, muy pocas presenciaron ese momento de aflicción que vivía, de decaimiento.
-Barto…lomé…- pronuncié ligeramente, a voz baja y mi pecho pareció estrellarse contra un muro explotando en mil pedazos. Me reincorporé después de aquel golpe, y me alejé de ese hombre que parecía ser mi hermano, pero que me costaba reconocer. La verdad, es que no quería reconocer que mi hermano era un hombre lobo, los sentidos de mis animales lo percibieron de inmediato y me costaba ignorarlo para reestablecerme con normalidad, y hablar como un humano decente. Mi sensibilidad, tanto de forma humana como de forma animal, eran demasiado fuertes.
Mis emociones se mezclaban, empujé a mi hermano con rabia y luego me quedé observándolo en medio de toda la multitud, la que parecía estar viviendo en universo paralelo a lo que yo, en esos momentos. Algunos hombres me tomaron con empatía de los hombres, se acercaban a preguntarme que me pasaba, que si estaba bien, pero yo sólo oía ruido, y más ruido… un brazo a la altura de mi rostro y con el otro trataba de sostenerme de algo firme, pero caminé a penas hacia atrás y salí del salón para llegar uno contiguo en dónde se daba paso a un pasillo que llevaba a habitaciones de alquiler. Caminé apenas sujetándome de las paredes, casi arrastrándome y me dieron ganas de matar…
Dejé a Bartolomé en el salón… ¿Esta vez me seguiría? O ¿Iría por el camino contrario, lejos de mí de nuevo?... Tenía muchas preguntas, pero el habla no me salía y grité, grité cuanto me daba la voz y salté por un ventanal hacia la calle, cayendo ileso en el cemento, y más personas mirando, asustándose, los gritos de mujeres me volvían loco en ese momento y corrí a refugiarme a los callejones desolados de la ciudad. Me hallé en uno muy desierto, que casi no tenía luces artificiales y me senté abrazando mi cuerpo, triste, desesperado, ansioso… y como en mucho tiempo, vulnerable ante la vida.
-¿Por qué volviste, y así en esa forma?, ¿Dónde está mi hermano mayor?...- hablé solo, me escuché solo. Y reposé mi cabeza contra el muro sin saber dónde estaba, que era lo que quería y que tenía que hacer…
Martin Nazgul- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 29/04/2017
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Re: ¿Sangre de Mi Sangre? {Bartolomé}
Lo rechazaba. Él había querido ayudarle, pero su hermano lo rechazaba. Cuando Martin se fue, Bartolomé tomó asiento y se llevó las manos al cuello para masajearlo. Necesitaba aclararse.
¡Pero por supuesto! ¿Qué había pensado? ¿Qué su hermano lo aceptaría así sin más? ¿Qué Martin lo recibiría con brazos abiertos luego de tanto dolor, de tantos años? Había sido iluso de su parte, se había confiado pues no estaba acostumbrado a que lo rechazasen, a que le dieran negativas o lo humillasen.
-Vete, ahora no –le dijo, sin mirarla, a la mujer que se acercó insinuante a él con intención de consolarle, de cambiar su noche.
Lo que más le había dolido de toda la situación era la mueca de asco que había visto en su rostro, en ese rostro amado que le traía los recuerdos más felices, que le retrotraía a la alegre infancia, a la voz dulce de su madre y a los sabios consejos de su padre. Era Martin, su hermano, pero parecía no reconocerle, rechazarle sin poder aceptar en lo que él se había convertido. ¿Y qué podía hacer él? ¿Debía darse por vencido, interpretando que se había equivocado de plano al creer que en aquella ciudad llena de vida y con su hermano hallaría un refugio? ¿Debía seguirlo acaso?
Se concentró, gracias al desarrollo de sus sentidos Bartolomé podía saber qué camino había tomado su hermano. Supo de inmediato que estaba en las calles.
“Si me detengo a pensarlo estoy perdido”, se dijo y se puso en pie de inmediato, caminando veloz hacia la salida.
Dejo que su cuerpo, que sus habilidades, le dijesen hacia donde debía ir. Rodeó la calle, girando en la esquina, para llegar al lateral del edificio que acababa de dejar. De inmediato sintió que estaba otra vez en su casa, que volvía a la infancia, pues el olor de Martin era por demás similar al de su padre y él recién ahora lo notaba, pues fue transformado tiempo después de que sucediese la tragedia de la familia Nazgul, esa en la que sus padres habían sido asesinados.
-¿Podemos hablar, Martin? –le dijo y se acercó a él, tal vez más de lo que le era en verdad conveniente-. Hermano mío, siempre estuviste conmigo –le dijo en un susurro-, te he pensado tanto...
No era cierto. Pero Martin no era como él, poseía un alma buena, se movía por sentimientos nobles. Su hermano menor siempre había sido así, no creía que en ese tiempo de separación él hubiese cambiado.
-Creo que tenemos mucho de qué hablar, ¿no? No te escapes de mí, hablemos. Creo merecer una nueva oportunidad. –Otra mentira, bien sabía él que no merecía nada.
¡Pero por supuesto! ¿Qué había pensado? ¿Qué su hermano lo aceptaría así sin más? ¿Qué Martin lo recibiría con brazos abiertos luego de tanto dolor, de tantos años? Había sido iluso de su parte, se había confiado pues no estaba acostumbrado a que lo rechazasen, a que le dieran negativas o lo humillasen.
-Vete, ahora no –le dijo, sin mirarla, a la mujer que se acercó insinuante a él con intención de consolarle, de cambiar su noche.
Lo que más le había dolido de toda la situación era la mueca de asco que había visto en su rostro, en ese rostro amado que le traía los recuerdos más felices, que le retrotraía a la alegre infancia, a la voz dulce de su madre y a los sabios consejos de su padre. Era Martin, su hermano, pero parecía no reconocerle, rechazarle sin poder aceptar en lo que él se había convertido. ¿Y qué podía hacer él? ¿Debía darse por vencido, interpretando que se había equivocado de plano al creer que en aquella ciudad llena de vida y con su hermano hallaría un refugio? ¿Debía seguirlo acaso?
Se concentró, gracias al desarrollo de sus sentidos Bartolomé podía saber qué camino había tomado su hermano. Supo de inmediato que estaba en las calles.
“Si me detengo a pensarlo estoy perdido”, se dijo y se puso en pie de inmediato, caminando veloz hacia la salida.
Dejo que su cuerpo, que sus habilidades, le dijesen hacia donde debía ir. Rodeó la calle, girando en la esquina, para llegar al lateral del edificio que acababa de dejar. De inmediato sintió que estaba otra vez en su casa, que volvía a la infancia, pues el olor de Martin era por demás similar al de su padre y él recién ahora lo notaba, pues fue transformado tiempo después de que sucediese la tragedia de la familia Nazgul, esa en la que sus padres habían sido asesinados.
-¿Podemos hablar, Martin? –le dijo y se acercó a él, tal vez más de lo que le era en verdad conveniente-. Hermano mío, siempre estuviste conmigo –le dijo en un susurro-, te he pensado tanto...
No era cierto. Pero Martin no era como él, poseía un alma buena, se movía por sentimientos nobles. Su hermano menor siempre había sido así, no creía que en ese tiempo de separación él hubiese cambiado.
-Creo que tenemos mucho de qué hablar, ¿no? No te escapes de mí, hablemos. Creo merecer una nueva oportunidad. –Otra mentira, bien sabía él que no merecía nada.
Bartolomé Nazgul- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/05/2017
Re: ¿Sangre de Mi Sangre? {Bartolomé}
Mis sentidos me envolvían, me sentía como en una isla de torturas los pensamientos que venían a mí debido a la presencia de Bartolomé… ahora tan cerca, podía olerlo, analizarlo, contemplarlo sintiendo en mi interior a un pequeño muchacho en busca de protección, de alguna manera deseaba un abrazo de él, pero no podía permitir dejarme engañar por las mentiras de mi hermano. Bartolomé sabía jugar con las personas, con sus intenciones aparentando cosas que no son. No se podía confiar realmente en él, yo no podía dejarme llevar estas vez por mis emociones y creer todas aquellos anhelos que parecía mostrarme. Yo ya no era el mismo joven que derrochaba el cariño, y carecía de ser correspondido transformándose así, todo en una mentira.
Contuve mis impulsos de ira al escuchar a lo lejos los pasos de los caros zapatos de Bartolomé, tenía impulsos de lágrimas y de levantarme para correr hacia él y estrecharlo entre mis brazos dándole una bienvenida. En mi interior, aquel niño Martin seguía latente pero estaba neutralizado. Al escuchar el sonido de la resonante voz de mi hermano mayor, inhalé profundo y me di el valor para mirarlo directamente al rostro, mi rostro expresivo era incontenible, mis ojos estaban llorosos pero realmente era el tiempo de hablarle, no podía seguir ignorándolo para siempre.
No me gustaba la idea de que mi paz interior desde mi llegada a París, se viera afectada pero aquí estaba, en frente de él… es irónico no, que las personas que son mucho más cercanas a ti sean las que más te hagan daño…
-Bartolomé… ¿No me queda de otra no?... el hablar contigo parece ser el único destino en este pedazo de tiempo y espacio. Has vuelto a mi presente, cuando yacías en el pasado silencioso…- dije arrepintiéndome un poco en la forma de hablar que empleaba en ese momento. Y es que cuando estoy cerca de él, mi corazón parece salir de su cueva y abrirse naturalmente.
-Mucho de qué hablar… claro que sí, pero darte una oportunidad… ¿A qué te refieres específicamente?...- me acerqué hacia él con valentía y mi mirada se endureció, pues estaba muy molesto en ese instante. –Explícate… es necesario. Como también es necesario que sepas, que ya no puedes seguir tratándome como a un niño- dije esto sabiendo que en el interior de él, aún podrían quedar restos de humanidad con su hermano menor, como lo sería la protección que él solía darme cuando niño.
La noche parecía ser eterna y no me satisfacía el hecho de tener que estar ahí con él en las afueras, pero al lugar al que había acudido no era apropiado para ese momento. El compartir con mi hermano un poco de diversión me parecía tan desconocido ahora, el compartir un trago juntos me parecía lejano… Me quedé parado frente a él, frente al lobo que estaba dentro de mi hermano y al hermano que estaba bajo las garras de un lobo… ¿O acaso él decidió ser de esta forma?... ¿Qué pasaba en la cabeza de Bartolomé?... Yo tenía tantas preguntas… Mi mirada se posó nuevamente sobre él, buscando mis respuestas, buscando una lágrima tal vez, o escuchar el crujir del corazón de mi hermano rompiéndose… pero nada, todo parecía ser una escena teatral barata.
“Aquí estoy, nuevamente estoy… ¿y tú?”… -pensé para mí, dentro de mi mente.
Contuve mis impulsos de ira al escuchar a lo lejos los pasos de los caros zapatos de Bartolomé, tenía impulsos de lágrimas y de levantarme para correr hacia él y estrecharlo entre mis brazos dándole una bienvenida. En mi interior, aquel niño Martin seguía latente pero estaba neutralizado. Al escuchar el sonido de la resonante voz de mi hermano mayor, inhalé profundo y me di el valor para mirarlo directamente al rostro, mi rostro expresivo era incontenible, mis ojos estaban llorosos pero realmente era el tiempo de hablarle, no podía seguir ignorándolo para siempre.
No me gustaba la idea de que mi paz interior desde mi llegada a París, se viera afectada pero aquí estaba, en frente de él… es irónico no, que las personas que son mucho más cercanas a ti sean las que más te hagan daño…
-Bartolomé… ¿No me queda de otra no?... el hablar contigo parece ser el único destino en este pedazo de tiempo y espacio. Has vuelto a mi presente, cuando yacías en el pasado silencioso…- dije arrepintiéndome un poco en la forma de hablar que empleaba en ese momento. Y es que cuando estoy cerca de él, mi corazón parece salir de su cueva y abrirse naturalmente.
-Mucho de qué hablar… claro que sí, pero darte una oportunidad… ¿A qué te refieres específicamente?...- me acerqué hacia él con valentía y mi mirada se endureció, pues estaba muy molesto en ese instante. –Explícate… es necesario. Como también es necesario que sepas, que ya no puedes seguir tratándome como a un niño- dije esto sabiendo que en el interior de él, aún podrían quedar restos de humanidad con su hermano menor, como lo sería la protección que él solía darme cuando niño.
La noche parecía ser eterna y no me satisfacía el hecho de tener que estar ahí con él en las afueras, pero al lugar al que había acudido no era apropiado para ese momento. El compartir con mi hermano un poco de diversión me parecía tan desconocido ahora, el compartir un trago juntos me parecía lejano… Me quedé parado frente a él, frente al lobo que estaba dentro de mi hermano y al hermano que estaba bajo las garras de un lobo… ¿O acaso él decidió ser de esta forma?... ¿Qué pasaba en la cabeza de Bartolomé?... Yo tenía tantas preguntas… Mi mirada se posó nuevamente sobre él, buscando mis respuestas, buscando una lágrima tal vez, o escuchar el crujir del corazón de mi hermano rompiéndose… pero nada, todo parecía ser una escena teatral barata.
“Aquí estoy, nuevamente estoy… ¿y tú?”… -pensé para mí, dentro de mi mente.
Martin Nazgul- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 29/04/2017
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Re: ¿Sangre de Mi Sangre? {Bartolomé}
No podía culparlo, así como Bartolomé tampoco era capaz de ser quien en verdad ya no era. Martin tenía derecho a actuar de modo cauteloso, a no acercarse de golpe.
-Eres la única familia que tengo, soy la única familia que tienes… A menos que hayas tenido esposa e hijos en este tiempo, Martin. ¿Los tienes? –Lo preguntó y no pudo evitar sentir celos, celos de que alguien más quisiese a su hermano, celos al creer que podía haber gente a la que Martin pudiese amar más que a él-. Yo no tengo a nadie, solo a ti. Podría decirse que en todo este maldito mundo tú eres quien más me conoce, el único al que no puedo mentirle acerca de mis orígenes. ¿Es tarde ya? ¿Llegué demasiado tarde al reencuentro? ¿Ya has dejado de extrañarme?
¡Oh, pero cuánto melodrama! Se le daba bien, él lo sabía. Con la palabra había convencido a más de uno para que invirtiese en sus proyectos mentirosos, teniendo como resultado la ruina del potencial socio y la fortuna de él. Con la labia se había llevado a más de una mujer casada a la cama, jurándole ser inolvidable… Con su elocuencia Bartolomé Nazgul había resurgido desde su ruina para convertirse en lo que hoy era. Por supuesto que esperaba que su hermano también cayese en la red que sus frases tejían. No lo hacía con maldad, no estaba mintiendo –al menos no en todo-: lo quería, lo había extrañado, y lo necesitaba más que nunca. Sólo había ido buscando refugio, quería poder pasar desapercibido durante una temporada bajo el cobijo de la vida apacible de su hermano menor, eso era todo. Si el cariño llegaba lo aceptaría, si Martin quería pasar largas noches frente al fuego bebiendo whisky y recordando anécdotas de la infancia él se acoplaría. Pero solo eso. No estaba buscando creerse sus propias mentiras, no era tan tonto todavía.
Se sorprendió al ver que su hermano le hacía frente, que le expresaba sus dudas. No había esperado ese cambio en él, por supuesto que ya no era un niño y eso era una grata sorpresa. Bartolomé decidió, entonces, serle sincero… Al menos todo lo sincero que le convenía serle.
-Claro que ya no eres un niño, aunque me gustaría que lo fueses… ¿Recuerdas los cuentos que madre nos contaba? Nos sentábamos junto al abedul, a su sombra, comíamos manzanas y ella nos contaba sus historias –sonrió con genuina dulzura, esperaba que el recuerdo de su madre lo ablandase, que le entibiase el alma y borrara sus recelos-. He venido porque necesito ayuda, Martin. Es esa la verdad, mi verdad. He venido a ti porque estoy metido en un buen lío, necesito que me escondas aquí, en esta ciudad llena de vida donde cualquiera puede desaparecer entre la multitud. No es conveniente que te cuente detalles ahora, no aquí donde cualquiera podría oír –le dijo, pese a que hablaba en susurros-. No quiero causarte problemas, pero tampoco tengo a nadie más. Ya te he dicho: sólo tú eres mi familia. Sólo en ti puedo confiar. Dime si puedo contar contigo, hermano mío. Si eliges no ayudarme lo entenderé –se animó a apoyar su mano pesaba en el hombro de Martin, perciviendo su calor y notando ligeros cambios en el aura de él. Barto buscaba que el contacto los reconfortase a ambos, quería abrazarlo pero todavía no reunía el valor, creía que su hermanito podría llegar a rechazarlo-. Si no quieres o no puedes asistirme en esto me iré porque no quiero causarte problemas, pero que sepas que en tu lugar, si tú me pidieses ayuda, yo sería incondicional para ti.
-Eres la única familia que tengo, soy la única familia que tienes… A menos que hayas tenido esposa e hijos en este tiempo, Martin. ¿Los tienes? –Lo preguntó y no pudo evitar sentir celos, celos de que alguien más quisiese a su hermano, celos al creer que podía haber gente a la que Martin pudiese amar más que a él-. Yo no tengo a nadie, solo a ti. Podría decirse que en todo este maldito mundo tú eres quien más me conoce, el único al que no puedo mentirle acerca de mis orígenes. ¿Es tarde ya? ¿Llegué demasiado tarde al reencuentro? ¿Ya has dejado de extrañarme?
¡Oh, pero cuánto melodrama! Se le daba bien, él lo sabía. Con la palabra había convencido a más de uno para que invirtiese en sus proyectos mentirosos, teniendo como resultado la ruina del potencial socio y la fortuna de él. Con la labia se había llevado a más de una mujer casada a la cama, jurándole ser inolvidable… Con su elocuencia Bartolomé Nazgul había resurgido desde su ruina para convertirse en lo que hoy era. Por supuesto que esperaba que su hermano también cayese en la red que sus frases tejían. No lo hacía con maldad, no estaba mintiendo –al menos no en todo-: lo quería, lo había extrañado, y lo necesitaba más que nunca. Sólo había ido buscando refugio, quería poder pasar desapercibido durante una temporada bajo el cobijo de la vida apacible de su hermano menor, eso era todo. Si el cariño llegaba lo aceptaría, si Martin quería pasar largas noches frente al fuego bebiendo whisky y recordando anécdotas de la infancia él se acoplaría. Pero solo eso. No estaba buscando creerse sus propias mentiras, no era tan tonto todavía.
Se sorprendió al ver que su hermano le hacía frente, que le expresaba sus dudas. No había esperado ese cambio en él, por supuesto que ya no era un niño y eso era una grata sorpresa. Bartolomé decidió, entonces, serle sincero… Al menos todo lo sincero que le convenía serle.
-Claro que ya no eres un niño, aunque me gustaría que lo fueses… ¿Recuerdas los cuentos que madre nos contaba? Nos sentábamos junto al abedul, a su sombra, comíamos manzanas y ella nos contaba sus historias –sonrió con genuina dulzura, esperaba que el recuerdo de su madre lo ablandase, que le entibiase el alma y borrara sus recelos-. He venido porque necesito ayuda, Martin. Es esa la verdad, mi verdad. He venido a ti porque estoy metido en un buen lío, necesito que me escondas aquí, en esta ciudad llena de vida donde cualquiera puede desaparecer entre la multitud. No es conveniente que te cuente detalles ahora, no aquí donde cualquiera podría oír –le dijo, pese a que hablaba en susurros-. No quiero causarte problemas, pero tampoco tengo a nadie más. Ya te he dicho: sólo tú eres mi familia. Sólo en ti puedo confiar. Dime si puedo contar contigo, hermano mío. Si eliges no ayudarme lo entenderé –se animó a apoyar su mano pesaba en el hombro de Martin, perciviendo su calor y notando ligeros cambios en el aura de él. Barto buscaba que el contacto los reconfortase a ambos, quería abrazarlo pero todavía no reunía el valor, creía que su hermanito podría llegar a rechazarlo-. Si no quieres o no puedes asistirme en esto me iré porque no quiero causarte problemas, pero que sepas que en tu lugar, si tú me pidieses ayuda, yo sería incondicional para ti.
Bartolomé Nazgul- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/05/2017
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