AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Últimos temas
Lazet de Grailly
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Lazet de Grailly
Lazet de Grailly
Datos
Nombre: Lazet Édouard de Grailly.
Edad: 24 años.
Especie: Humano/Hechicero.
Facción: Condenado/Bibliotecario.
Tipo de clase social o cargo: Clase alta.
Orientación sexual: Heterosexual.
Lugar de Origen: Saint-Émilion, Aquitania.
Edad: 24 años.
Especie: Humano/Hechicero.
Facción: Condenado/Bibliotecario.
Tipo de clase social o cargo: Clase alta.
Orientación sexual: Heterosexual.
Lugar de Origen: Saint-Émilion, Aquitania.
Habilidades
► PODERES INNATOS:
→ Hechicería: Habilidad para hacer que cosas sucedan, ya sean a favor o en contra de alguna persona, por medio de conjuros, hierbas y pociones. Esto incluye altos conocimientos de herbolaria que les permiten hacer también curaciones.
→ Percepción del aura: Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder les permite reconocer a licántropos y cambiantes cuando no están transformados e identificar a los vampiros gracias a su aura pálida.
► PODERES DESARROLLADOS
→ Creación de Ilusiones: Habilidad que le permite crear ilusiones a su alrededor; imitará texturas, sonidos, olores, etc., desconcertando así a su oponente y brindándole una excelente arma defensiva. El poseedor de este don será capaz de entrar a la mente de su adversario con sus ilusiones.
→ Nigromancia: Habilidad que consiste en la adivinación mediante la consulta a los muertos y sus espíritus o cadáveres. Permite controlar temporalmente a alimañas y criaturas muertas para sus propósitos. (No controla a Vampiros).
→ Dominación: Capacidad para controlar la voluntad de otro mortal, obligándolo a hacer cosas sin que pueda evitarlo a pesar de resistirse.
→ Hechicería: Habilidad para hacer que cosas sucedan, ya sean a favor o en contra de alguna persona, por medio de conjuros, hierbas y pociones. Esto incluye altos conocimientos de herbolaria que les permiten hacer también curaciones.
→ Percepción del aura: Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder les permite reconocer a licántropos y cambiantes cuando no están transformados e identificar a los vampiros gracias a su aura pálida.
► PODERES DESARROLLADOS
→ Creación de Ilusiones: Habilidad que le permite crear ilusiones a su alrededor; imitará texturas, sonidos, olores, etc., desconcertando así a su oponente y brindándole una excelente arma defensiva. El poseedor de este don será capaz de entrar a la mente de su adversario con sus ilusiones.
→ Nigromancia: Habilidad que consiste en la adivinación mediante la consulta a los muertos y sus espíritus o cadáveres. Permite controlar temporalmente a alimañas y criaturas muertas para sus propósitos. (No controla a Vampiros).
→ Dominación: Capacidad para controlar la voluntad de otro mortal, obligándolo a hacer cosas sin que pueda evitarlo a pesar de resistirse.
Personalidad
Entre los trece del averno, es el menor. Entre los nueve hijos de su familia mortal... es el menor. ¡Y no es algo que le sea particularmente molesto! Al contrario, le es bastante entretenido. Aunque algunos mencionen que las personas muy inteligentes suelen ser aburridas y sosas, Lazet es la prueba de que no es así, pero, si tiende a aburrirse con excesiva facilidad. Para él, los demás pueden tratarse de simples objetos, a los que suele desechar con tremenda habilidad. Y no, tampoco lo hace siempre, la única manera para que esto no ocurra es que encuentre a alguien digno de su atención, alguna persona que reconozca y valga la pena mantener cerca, porque, ante todo, es un sujeto que sabe muy bien de alianzas y aliados; reconoce a un buen rival apenas intercambiando un par de palabras y mirándolo fijamente a los ojos. Ha sido un estratega desde siempre, de eso no hay duda. Su inteligencia le permite moverse entre las sombras, tanteando perfectamente el terreno que pisa, negociando sobre sus intereses, los cuales suelen ser diversos.
Con el tiempo de antigüedad de su espíritu, ha logrado tener un control sorprendente de su carácter y emociones, equilibrándolas de una manera admirable. Esto, debido a su juventud, puede ser engañoso, pues muchas personas consideran a los muy jóvenes como almas descarriadas, con humores bastante impredecibles (incluso su hermano Gaspard así lo había sido), pero Lazet... Lazet sabe aprovecharse de la situación. A veces puede llegar a ser un dolor de cabeza con su jactanciosa neutralidad, aun así, cuando desea llevar al límite sus propias pasiones, lo hace sin ningún remordimiento. Así de especial tiende a ser...
Otro detalle que ha heredado de los trece, ha sido la diplomacia... Oh, sí. A Lazet se le da muy bien relacionarse con las personas, aunque lo haga de manera hipócrita e interesada, quizás, con la única que se relaciona de un modo diferente, es con Amanda Smith, pero con los demás, es la falsedad hecha persona, a pesar de no demostrarlo nunca. Y parte de no demostrarlo va de la mano con su malicia, ese deseo de buscar la manera de perjudicar o fastidiar al prójimo. Quizás por eso sea tan terriblemente sarcástico y burlón, sobre todo cuando le conviene tomar esas posturas. En él estar destilar tanto veneno como quiera y también saber cómo usarlo en contra de los demás, y por supuesto, conocer sus límites, para alguien de su tipo es muy importante tener control de su propio ego. Aunque presuma su arrogancia con verdadero descaro, bien sabe que ésta podría traerle problemas, así que, hay veces que es mejor guardársela y reemplazarla por otra cosa.
Y bien, hasta este punto podemos intuir que es Lazet es un muchacho inteligente, con perversidad de sobra; muy profesional para entablar relaciones beneficiosas; un as en los negocios (no por nada sus padres querían que estudiara tanto, para que quedara a cargo de la administración de los bienes de la familia). Un chico seguro de sí mismo, que sabe lo que quiere y cómo lo quiere. ¿No es nada complicado verdad? Pues, no siempre es tan así. Lazet se caracteriza por poseer, como su hermano Gaspard, un genio impredecible, pero mucho más moderado y controlado. El menor de los Grailly alberga mucha oscuridad en su interior, y si su paciencia se agota (la misma que dejará que se agote con toda la intención), puede mostrar una parte de sí mismo desconocida. Está al tanto que posee puntos débiles, sólo que se encuentran muy disimulados tras esa máscara de intelectual que muestra ante todos; no se esfuerza en lo más mínimo en ocultarlos, porque le gusta jugar con sus propios límites, sabiendo hacer uso de sus errores para no repetirlos más adelante y así continuar acumulando esa cansina neutralidad que lleva moldeando desde antes de nacer como Lazet de Grailly. Y no se confundan, Lazet y Scarmiglione son lo mismo; ni el humano ni el demonio en su interior son cosas diferentes.
Con el tiempo de antigüedad de su espíritu, ha logrado tener un control sorprendente de su carácter y emociones, equilibrándolas de una manera admirable. Esto, debido a su juventud, puede ser engañoso, pues muchas personas consideran a los muy jóvenes como almas descarriadas, con humores bastante impredecibles (incluso su hermano Gaspard así lo había sido), pero Lazet... Lazet sabe aprovecharse de la situación. A veces puede llegar a ser un dolor de cabeza con su jactanciosa neutralidad, aun así, cuando desea llevar al límite sus propias pasiones, lo hace sin ningún remordimiento. Así de especial tiende a ser...
Otro detalle que ha heredado de los trece, ha sido la diplomacia... Oh, sí. A Lazet se le da muy bien relacionarse con las personas, aunque lo haga de manera hipócrita e interesada, quizás, con la única que se relaciona de un modo diferente, es con Amanda Smith, pero con los demás, es la falsedad hecha persona, a pesar de no demostrarlo nunca. Y parte de no demostrarlo va de la mano con su malicia, ese deseo de buscar la manera de perjudicar o fastidiar al prójimo. Quizás por eso sea tan terriblemente sarcástico y burlón, sobre todo cuando le conviene tomar esas posturas. En él estar destilar tanto veneno como quiera y también saber cómo usarlo en contra de los demás, y por supuesto, conocer sus límites, para alguien de su tipo es muy importante tener control de su propio ego. Aunque presuma su arrogancia con verdadero descaro, bien sabe que ésta podría traerle problemas, así que, hay veces que es mejor guardársela y reemplazarla por otra cosa.
Y bien, hasta este punto podemos intuir que es Lazet es un muchacho inteligente, con perversidad de sobra; muy profesional para entablar relaciones beneficiosas; un as en los negocios (no por nada sus padres querían que estudiara tanto, para que quedara a cargo de la administración de los bienes de la familia). Un chico seguro de sí mismo, que sabe lo que quiere y cómo lo quiere. ¿No es nada complicado verdad? Pues, no siempre es tan así. Lazet se caracteriza por poseer, como su hermano Gaspard, un genio impredecible, pero mucho más moderado y controlado. El menor de los Grailly alberga mucha oscuridad en su interior, y si su paciencia se agota (la misma que dejará que se agote con toda la intención), puede mostrar una parte de sí mismo desconocida. Está al tanto que posee puntos débiles, sólo que se encuentran muy disimulados tras esa máscara de intelectual que muestra ante todos; no se esfuerza en lo más mínimo en ocultarlos, porque le gusta jugar con sus propios límites, sabiendo hacer uso de sus errores para no repetirlos más adelante y así continuar acumulando esa cansina neutralidad que lleva moldeando desde antes de nacer como Lazet de Grailly. Y no se confundan, Lazet y Scarmiglione son lo mismo; ni el humano ni el demonio en su interior son cosas diferentes.
Historia
Los orígenes de Lazet se remontan hace varios siglos atrás, cuando apenas era un vasallo bien adiestrado del bando de los rebeldes; cuando Dante osó en llamarlo Scarmiglione, cuando... Vale, ha quedado bastante claro que su alma es más antigua que las raíces del planeta, y que esta encarnación suya, no tanto.
Pues bien, Scarmiglione decidió refugiarse esta vez en una familia de clase alta de un pequeño poblado de nombre Saint-Émilion, ubicado al sur de Francia. Para fortuna suya, y porque desde que decidió encarnar lo quiso de ese modo, fue el menor de nueve hijos (¡nueve! Madre del Redentor...), precisamente porque aquel lugar privilegiado era el adecuado para empezar con sus andanzas en este mundo, engalanado en un recipiente joven, como él mismo lo es, porque sí, entre los trece del abismo, él siempre fue el menor. Pero dejémonos de estar enredando más esta historia y dediquémonos a su leyenda mortal, ya que esa es la que nos compete ahora...
Bautizado como Lazet, el chico fue el más querido por ser el menor, aunque tuviera por delante a ocho hermanos más; sin embargo, era precisamente su lugar algo especial, porque, mientras estaba encinta, su madre casi no vive para contarla, y que luego haya sobrevivido junto con su bebé durante el parto... bueno, eso era una bendición. Por eso sus padres creyeron que Lazet estaba destinado a grandes cosas desde el momento de su nacimiento, y prefirieron dejarles los matrimonios y el trabajo de los viñedos a sus demás hermanos, mientras que a él le brindaron la oportunidad de estudiar como un verdadero intelectual, porque eso era lo que le hacía falta a la familia. ¿Cómo no sentirse a gusto con su posición? Desde que era un recién nacido se llevó toda la atención, y antes de irse creciendo como un joven arrogante, era excesivamente listo, tanto como aquel hermano que decidió marcharse un día, cuando él apenas contaba con cinco años. ¡Y no se crean! Lazet lo recuerda perfectamente, porque su memoria eidética así se lo ha permitido; porque desde esa tierna edad lo veía trabajando en los viñedos, y por algún motivo al que no le prestó la debida atención, esa actitud del mayor le resultaba curiosa. Pero ya luego eso no fue de gran importancia, aunque para sus padres significara un dolor de cabeza (claro, se les había ido el obrero principal).
Desde muy chico demostró habilidades que sorprendieron a sus familiares. Aprendió el idioma con una facilidad sorprendente, e incluso, se adiestró en el piano sin necesidad de tener un tutor a su lado; lo mismo que en la lectura y en el dominio de la escritura. Cuando lo llevaron a la iglesia monolítica del pueblo, aquel mismo sacerdote que había enseñado a uno de sus hermanos (justo ese que osaría en marcharse más adelante y al que recuerda con lucidez), les comunicó a los Grailly que Lazet era un niño prodigio y pidió encarecidamente que debía aprovechar sus dones en las ciencias y en las humanidades, que en el campo (casi parecía que el párroco estaba hechizado por aquellos talentos... casi), y para sorpresa de muchos, los padres del chico aceptaron. Así pues, el Padre Clément también se dedicó a educar a Lazet, quedándose maravillado con la capacidad de aprendizaje que demostraba el infante; era demasiado listo, tanto que daba miedo, en especial cuando observaba fijamente a las personas, con esos ojos verdes como de un depredador en medio de las tinieblas. Y miren que no distaba nada de eso, porque él lo era. Era un depredador de humanos... Aunque esa ya es otra historia y aquí sólo estamos haciendo referencia al humano.
Y como su hermano Gaspard, también sintió los deseos de marcharse, cosa de la cual se dio cuenta a muy temprana edad. Sin embargo, sabiendo que sus padres no lo iban a dejar viajar solo por su edad, tuvo que permitirse seguir en aquel tedioso pueblo, aunque de alguna manera logró hacerse con buenos tutores, aparte del Padre Clément. Y ya cuando tuvo edad suficiente para poder valerse por sí mismo (en su caso, sería a partir de los 14 años aproximadamente), decidió marcharse para cumplir el deseo de iniciar sus estudios en alguna magnánima institución de París, y lo hizo antes de que a sus progenitores se les ocurriera la brillante idea de comprometerlo con alguna muñeca de clase alta. Además, el ego y la ambición de Lazet lo incentivaron a querer destacar en todo sentido, aunque no era algo que le costara demasiado, ya de por sí su inteligencia era suficiente.
Y bien, no es necesario ahondar cómo fue su adaptación en la ciudad, pues, siendo él quien era, fue bastante sencillo valerse por sí mismo; fue sencillo ser uno de los estudiantes más destacados entre los suyos; fue bastante sencillo ser Scarmiglione... ¿Recuerdan que mencionamos ese nombre? Pues sí, Lazet sabía lo que era desde antes de decidir estar en el vientre de la señora de Grailly. Sin embargo, no recordaba algunas cosas y ya entrado a una edad mucho más avanzada (refiriéndonos a esta encarnación mortal), recordó con hastío que así fue apodado en su momento. Pero no fue tan malo como creía, porque sería este descubrimiento el que lo llevaría a hallar una vocación oculta, esa que prefirió reservarse en lo más profundo de su psique mucho antes, para no levantar sospechas entre sus familiares. Por eso, sin planteárselo mucho, terminó alistándose en las filas inquisitoriales, siendo recibido de brazos abiertos entre los bibliotecarios. Y claro, hubo un recorrido interesante de por medio antes de llegar a este punto.
Lazet conocería, dentro de las facultades de la Academia de París, a un hombre bastante particular; era de esos humanos que llamaban poderosamente su atención. Y éste todavía más, pues el sujeto era nada menos que un alquimista muy culto, el mismo que decidió amaestrar al joven de Grailly cuando descubrió su estupendo potencial. Bernard instruyó al muchacho en las artes arcanas, y más temprano que tarde, sus dones como un hechicero alquimista dieron frutos. Lazet se dedicó a la alquimia y se interesó por coleccionar manuscritos referentes a todas las ramas del conocimiento, a pesar de ser tan joven, pero lo hizo. Fue esa misma razón la que lo condujo a la Inquisición, el lugar en donde estarían parte de sus congéneres abismales, a quienes no prestó atención, porque sencillamente no le interesaba, al menos no en esta vida mortal, por eso pasó tan desapercibido por ellos, aunque no por aquel que sería electo Papa mucho más adelante.
Oh, ¡claro! Casi nos olvidamos de su familia. Pues, bien. A sus padres les dio un poco de fastidio que Lazet se uniera a la Inquisición, pero al aclararles las excelentes relaciones diplomáticas que su cargo le brindaba, estuvieron satisfechos. Y fue precisamente por eso que también le pidieron que buscara a su hermano mayor. ¡Cierto! Gaspard aún seguía desaparecido y Lazet había pasado de él; sin embargo, al recordarlo mejor (en especial por las cosas que le contaba el Padre Clément), no pudo evitar aportar un poco de su tiempo libre en la búsqueda de aquel descarriado, sólo por un caprichoso interés. Aunque, antes prefirió dedicarse más a sus influencias dentro de la alta sociedad, porque una parte de sí mismo no podía permanecer en paz. Era terriblemente polifacético para sus escasos años de existencia.
Por esa razón Lazet empezaría a frecuentar lugares en donde se reunían las clases sociales más elevadas, incluyendo a la mismísima realeza. Su cualidad para hacerse notar le brindó la oportunidad de obtener grandes aliados, algo que casi nadie se esperaba debido a la edad del muchacho. Sin embargo, no fueron estas reuniones, ni las amistades hipócritas obtenidas en éstas, la que lo llevaron a conocer a la persona que se ganó gran parte de su interés (incluso lo había hecho desde hacía ya varios siglos, sabiendo que, después de todo, albergaba en su interior un alma bastante longeva), tanto como humano, como demonio. Él no había pensado, ni en sus más remotas ambiciones, que iba a coincidir con la reina de Los Países Bajos en un lugar como el Museo del Louvre. ¡Y fue lo mejor que le pudo haber ocurrido en su juventud! Porque ella no pasó por desapercibida la inigualable personalidad de Lazet, además de reconocer que era inquisidor, pero no uno cualquiera.
Y no, no era por eso que ambos se acercaron, había algo más, algo que arrastró un recuerdo de una de las tantas encarnaciones de Scarmiglione. Oh, su queridísima Amanda estaba hecha toda una grandiosa mujer, y eso, a un demonio tan exigente como lo era él, le agradaba. Sí, sabía que llegaría lejos. Pero tuvo la osadía de cuestionarse a sí mismo si ella sería capaz de reconocerlo; bien, tenía que intentarlo, y esta vez se acercaría sin ningún obstáculo de por medio, porque bien sabía que algunas oportunidades ocurrían una sola vez en la vida, y teniendo él un recipiente mortal, debía apresurar el paso. Así que después de tantas reuniones y largas conversaciones, él terminaría por ser su Consejero (¡vaya manera de llegar a su lado!). Ambos, de alguna manera u otra, se beneficiarían mutuamente, en especial él, quien siempre quiso estar tan cerca, pero su anterior vida no se lo permitió, por motivos que aún están en tinieblas en sus memorias arcaicas.
¡Y quién lo iba a imaginar! Lazet de Grailly, oriundo de un pueblecillo del sur de Francia, ahora sería un miembro cercano de la monarquía de Los Países Bajos. Aquello fue un jaque mate por parte de Scarmiglione, a quien le gustaban ese tipo de cosas. Desde que... bien, ya sabemos que era un espíritu demasiado antiguo. Oh, cierto, debía cuidar mucho ese pasado y para eso la alquimia lo ayudaba enormemente.
Luego siguió en la incesante búsqueda de su hermano. Luego terminó mostrándose ante Barbariccia en alguna parte de Florencia, porque se le dio la gana, pero no para aceptar pertenecer a la logia esa condenada que lideraba Gian Pietro Caraffa (qué reverendo fastidio para él); ya tenía otras cosas más sustanciales que hacer, como para estar perdiendo parte de su existencia en nada. Es joven y ávido de despertar en sí mismo emociones fuertes que complazcan su incorregible orgullo.
¿Qué será de la mortalidad del caprichoso y polifacético Scarmiglione en un siglo tan impredecible? ¿Qué será de su identidad como Lazet de Grailly? Eso es algo que hasta él mismo prefiere reservarse. Al menos ha tenido la fortuna (y la astucia) de encontrarse entre personajes interesantes. ¡Qué aburrida sería su corta existencia si tuviera que lidiar con seres corrientes! Porque sí, así es este muchacho de especial. Ya ustedes mismos juzgaran más adelante...
Pues bien, Scarmiglione decidió refugiarse esta vez en una familia de clase alta de un pequeño poblado de nombre Saint-Émilion, ubicado al sur de Francia. Para fortuna suya, y porque desde que decidió encarnar lo quiso de ese modo, fue el menor de nueve hijos (¡nueve! Madre del Redentor...), precisamente porque aquel lugar privilegiado era el adecuado para empezar con sus andanzas en este mundo, engalanado en un recipiente joven, como él mismo lo es, porque sí, entre los trece del abismo, él siempre fue el menor. Pero dejémonos de estar enredando más esta historia y dediquémonos a su leyenda mortal, ya que esa es la que nos compete ahora...
Bautizado como Lazet, el chico fue el más querido por ser el menor, aunque tuviera por delante a ocho hermanos más; sin embargo, era precisamente su lugar algo especial, porque, mientras estaba encinta, su madre casi no vive para contarla, y que luego haya sobrevivido junto con su bebé durante el parto... bueno, eso era una bendición. Por eso sus padres creyeron que Lazet estaba destinado a grandes cosas desde el momento de su nacimiento, y prefirieron dejarles los matrimonios y el trabajo de los viñedos a sus demás hermanos, mientras que a él le brindaron la oportunidad de estudiar como un verdadero intelectual, porque eso era lo que le hacía falta a la familia. ¿Cómo no sentirse a gusto con su posición? Desde que era un recién nacido se llevó toda la atención, y antes de irse creciendo como un joven arrogante, era excesivamente listo, tanto como aquel hermano que decidió marcharse un día, cuando él apenas contaba con cinco años. ¡Y no se crean! Lazet lo recuerda perfectamente, porque su memoria eidética así se lo ha permitido; porque desde esa tierna edad lo veía trabajando en los viñedos, y por algún motivo al que no le prestó la debida atención, esa actitud del mayor le resultaba curiosa. Pero ya luego eso no fue de gran importancia, aunque para sus padres significara un dolor de cabeza (claro, se les había ido el obrero principal).
Desde muy chico demostró habilidades que sorprendieron a sus familiares. Aprendió el idioma con una facilidad sorprendente, e incluso, se adiestró en el piano sin necesidad de tener un tutor a su lado; lo mismo que en la lectura y en el dominio de la escritura. Cuando lo llevaron a la iglesia monolítica del pueblo, aquel mismo sacerdote que había enseñado a uno de sus hermanos (justo ese que osaría en marcharse más adelante y al que recuerda con lucidez), les comunicó a los Grailly que Lazet era un niño prodigio y pidió encarecidamente que debía aprovechar sus dones en las ciencias y en las humanidades, que en el campo (casi parecía que el párroco estaba hechizado por aquellos talentos... casi), y para sorpresa de muchos, los padres del chico aceptaron. Así pues, el Padre Clément también se dedicó a educar a Lazet, quedándose maravillado con la capacidad de aprendizaje que demostraba el infante; era demasiado listo, tanto que daba miedo, en especial cuando observaba fijamente a las personas, con esos ojos verdes como de un depredador en medio de las tinieblas. Y miren que no distaba nada de eso, porque él lo era. Era un depredador de humanos... Aunque esa ya es otra historia y aquí sólo estamos haciendo referencia al humano.
Y como su hermano Gaspard, también sintió los deseos de marcharse, cosa de la cual se dio cuenta a muy temprana edad. Sin embargo, sabiendo que sus padres no lo iban a dejar viajar solo por su edad, tuvo que permitirse seguir en aquel tedioso pueblo, aunque de alguna manera logró hacerse con buenos tutores, aparte del Padre Clément. Y ya cuando tuvo edad suficiente para poder valerse por sí mismo (en su caso, sería a partir de los 14 años aproximadamente), decidió marcharse para cumplir el deseo de iniciar sus estudios en alguna magnánima institución de París, y lo hizo antes de que a sus progenitores se les ocurriera la brillante idea de comprometerlo con alguna muñeca de clase alta. Además, el ego y la ambición de Lazet lo incentivaron a querer destacar en todo sentido, aunque no era algo que le costara demasiado, ya de por sí su inteligencia era suficiente.
Y bien, no es necesario ahondar cómo fue su adaptación en la ciudad, pues, siendo él quien era, fue bastante sencillo valerse por sí mismo; fue sencillo ser uno de los estudiantes más destacados entre los suyos; fue bastante sencillo ser Scarmiglione... ¿Recuerdan que mencionamos ese nombre? Pues sí, Lazet sabía lo que era desde antes de decidir estar en el vientre de la señora de Grailly. Sin embargo, no recordaba algunas cosas y ya entrado a una edad mucho más avanzada (refiriéndonos a esta encarnación mortal), recordó con hastío que así fue apodado en su momento. Pero no fue tan malo como creía, porque sería este descubrimiento el que lo llevaría a hallar una vocación oculta, esa que prefirió reservarse en lo más profundo de su psique mucho antes, para no levantar sospechas entre sus familiares. Por eso, sin planteárselo mucho, terminó alistándose en las filas inquisitoriales, siendo recibido de brazos abiertos entre los bibliotecarios. Y claro, hubo un recorrido interesante de por medio antes de llegar a este punto.
Lazet conocería, dentro de las facultades de la Academia de París, a un hombre bastante particular; era de esos humanos que llamaban poderosamente su atención. Y éste todavía más, pues el sujeto era nada menos que un alquimista muy culto, el mismo que decidió amaestrar al joven de Grailly cuando descubrió su estupendo potencial. Bernard instruyó al muchacho en las artes arcanas, y más temprano que tarde, sus dones como un hechicero alquimista dieron frutos. Lazet se dedicó a la alquimia y se interesó por coleccionar manuscritos referentes a todas las ramas del conocimiento, a pesar de ser tan joven, pero lo hizo. Fue esa misma razón la que lo condujo a la Inquisición, el lugar en donde estarían parte de sus congéneres abismales, a quienes no prestó atención, porque sencillamente no le interesaba, al menos no en esta vida mortal, por eso pasó tan desapercibido por ellos, aunque no por aquel que sería electo Papa mucho más adelante.
Oh, ¡claro! Casi nos olvidamos de su familia. Pues, bien. A sus padres les dio un poco de fastidio que Lazet se uniera a la Inquisición, pero al aclararles las excelentes relaciones diplomáticas que su cargo le brindaba, estuvieron satisfechos. Y fue precisamente por eso que también le pidieron que buscara a su hermano mayor. ¡Cierto! Gaspard aún seguía desaparecido y Lazet había pasado de él; sin embargo, al recordarlo mejor (en especial por las cosas que le contaba el Padre Clément), no pudo evitar aportar un poco de su tiempo libre en la búsqueda de aquel descarriado, sólo por un caprichoso interés. Aunque, antes prefirió dedicarse más a sus influencias dentro de la alta sociedad, porque una parte de sí mismo no podía permanecer en paz. Era terriblemente polifacético para sus escasos años de existencia.
Por esa razón Lazet empezaría a frecuentar lugares en donde se reunían las clases sociales más elevadas, incluyendo a la mismísima realeza. Su cualidad para hacerse notar le brindó la oportunidad de obtener grandes aliados, algo que casi nadie se esperaba debido a la edad del muchacho. Sin embargo, no fueron estas reuniones, ni las amistades hipócritas obtenidas en éstas, la que lo llevaron a conocer a la persona que se ganó gran parte de su interés (incluso lo había hecho desde hacía ya varios siglos, sabiendo que, después de todo, albergaba en su interior un alma bastante longeva), tanto como humano, como demonio. Él no había pensado, ni en sus más remotas ambiciones, que iba a coincidir con la reina de Los Países Bajos en un lugar como el Museo del Louvre. ¡Y fue lo mejor que le pudo haber ocurrido en su juventud! Porque ella no pasó por desapercibida la inigualable personalidad de Lazet, además de reconocer que era inquisidor, pero no uno cualquiera.
Y no, no era por eso que ambos se acercaron, había algo más, algo que arrastró un recuerdo de una de las tantas encarnaciones de Scarmiglione. Oh, su queridísima Amanda estaba hecha toda una grandiosa mujer, y eso, a un demonio tan exigente como lo era él, le agradaba. Sí, sabía que llegaría lejos. Pero tuvo la osadía de cuestionarse a sí mismo si ella sería capaz de reconocerlo; bien, tenía que intentarlo, y esta vez se acercaría sin ningún obstáculo de por medio, porque bien sabía que algunas oportunidades ocurrían una sola vez en la vida, y teniendo él un recipiente mortal, debía apresurar el paso. Así que después de tantas reuniones y largas conversaciones, él terminaría por ser su Consejero (¡vaya manera de llegar a su lado!). Ambos, de alguna manera u otra, se beneficiarían mutuamente, en especial él, quien siempre quiso estar tan cerca, pero su anterior vida no se lo permitió, por motivos que aún están en tinieblas en sus memorias arcaicas.
¡Y quién lo iba a imaginar! Lazet de Grailly, oriundo de un pueblecillo del sur de Francia, ahora sería un miembro cercano de la monarquía de Los Países Bajos. Aquello fue un jaque mate por parte de Scarmiglione, a quien le gustaban ese tipo de cosas. Desde que... bien, ya sabemos que era un espíritu demasiado antiguo. Oh, cierto, debía cuidar mucho ese pasado y para eso la alquimia lo ayudaba enormemente.
Luego siguió en la incesante búsqueda de su hermano. Luego terminó mostrándose ante Barbariccia en alguna parte de Florencia, porque se le dio la gana, pero no para aceptar pertenecer a la logia esa condenada que lideraba Gian Pietro Caraffa (qué reverendo fastidio para él); ya tenía otras cosas más sustanciales que hacer, como para estar perdiendo parte de su existencia en nada. Es joven y ávido de despertar en sí mismo emociones fuertes que complazcan su incorregible orgullo.
¿Qué será de la mortalidad del caprichoso y polifacético Scarmiglione en un siglo tan impredecible? ¿Qué será de su identidad como Lazet de Grailly? Eso es algo que hasta él mismo prefiere reservarse. Al menos ha tenido la fortuna (y la astucia) de encontrarse entre personajes interesantes. ¡Qué aburrida sería su corta existencia si tuviera que lidiar con seres corrientes! Porque sí, así es este muchacho de especial. Ya ustedes mismos juzgaran más adelante...
Datos Extra
—Tiene tatuado el ouroboros alquímico en un costado. Antes parecía una cicatriz, pero con los últimos meses esa figura se ha convertido en una perfecta imagen, como si la hubieran grabado con tinta.
—Su verdadera identidad es Scarmiglione, uno de los demonios que aparecen en La Divina Comedia de Dante Alighieri. Aunque prefiere que lo llamen más por su nombre mortal (Lazet), porque, a diferencia de los demás, él si disfruta de sus diferentes encarnaciones en este mundo. Y la encarnación actual es una de esas que le son particularmente divertidas.
—Le ha comunicado a su líder sobre su despertar, pero prefiere que todo se mantenga en anonimato, a pesar de que ya se lo ha revelado a Barbariccia.
—Es un talentoso alquimista, desde siempre lo ha sido. Incluso, una de sus vidas anteriores tuvo la oportunidad de codearse con el mismísimo Paracelso, y también con otros grandes alquimistas. No descarta la idea de que dejó algunos tratados, pero eso es algo que recuerda con exactitud.
—En una de esas antiguas encarnaciones conoció a Amanda Smith, cuando ella apenas era una humana. Ahora que la ha recordado, a pesar de haber tomado otra forma física, no perderá la oportunidad de tenerla a su lado. Hasta llegó a convertirse en su Consejero.
—Su labor dentro de la Inquisición es mantener un control de todos los documentos que entren y salgan de la institución, trabajo mismo que le ha asignado directamente el Papa.
—Sigue tras los pasos de su hermano Gaspard sin que éste lo sepa. Hasta ha llegado creer que parece el niñero de su hermano mayor, a pesar de ser muchos años más chico.
—Tiene gustos variados por todas las ramas del conocimiento. Sabe tanto de ciencias, como de humanidades; ha leído más libros que los que un erudito ha alcanzado a ver en cien años. Pero esto es más bien un capricho personal y no algo que quiera usar en contra de otros, aunque igual lo hace, sobre todo si las circunstancias lo ameritan.
—Tiende a aburrirse muy rápido, por eso siempre necesita estar trabajando en alguna cosa para mantenerse ocupado.
—Es ambidiestro y posee memoria eidética, esto último le ha facilitado recordar hechos de sus vidas pasadas.
—También ha decidido acercarse al rey de Los Países Bajos, para así poder tener más influencias dentro del reino. Igualmente se ha convertido en una especie de consejero para Dragos, aunque prefiere guardar la distancia, para ahorrarse una escena de celos innecesaria.
—Su verdadera identidad es Scarmiglione, uno de los demonios que aparecen en La Divina Comedia de Dante Alighieri. Aunque prefiere que lo llamen más por su nombre mortal (Lazet), porque, a diferencia de los demás, él si disfruta de sus diferentes encarnaciones en este mundo. Y la encarnación actual es una de esas que le son particularmente divertidas.
—Le ha comunicado a su líder sobre su despertar, pero prefiere que todo se mantenga en anonimato, a pesar de que ya se lo ha revelado a Barbariccia.
—Es un talentoso alquimista, desde siempre lo ha sido. Incluso, una de sus vidas anteriores tuvo la oportunidad de codearse con el mismísimo Paracelso, y también con otros grandes alquimistas. No descarta la idea de que dejó algunos tratados, pero eso es algo que recuerda con exactitud.
—En una de esas antiguas encarnaciones conoció a Amanda Smith, cuando ella apenas era una humana. Ahora que la ha recordado, a pesar de haber tomado otra forma física, no perderá la oportunidad de tenerla a su lado. Hasta llegó a convertirse en su Consejero.
—Su labor dentro de la Inquisición es mantener un control de todos los documentos que entren y salgan de la institución, trabajo mismo que le ha asignado directamente el Papa.
—Sigue tras los pasos de su hermano Gaspard sin que éste lo sepa. Hasta ha llegado creer que parece el niñero de su hermano mayor, a pesar de ser muchos años más chico.
—Tiene gustos variados por todas las ramas del conocimiento. Sabe tanto de ciencias, como de humanidades; ha leído más libros que los que un erudito ha alcanzado a ver en cien años. Pero esto es más bien un capricho personal y no algo que quiera usar en contra de otros, aunque igual lo hace, sobre todo si las circunstancias lo ameritan.
—Tiende a aburrirse muy rápido, por eso siempre necesita estar trabajando en alguna cosa para mantenerse ocupado.
—Es ambidiestro y posee memoria eidética, esto último le ha facilitado recordar hechos de sus vidas pasadas.
—También ha decidido acercarse al rey de Los Países Bajos, para así poder tener más influencias dentro del reino. Igualmente se ha convertido en una especie de consejero para Dragos, aunque prefiere guardar la distancia, para ahorrarse una escena de celos innecesaria.
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Lazet de Grailly- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Lazet de Grailly
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