AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Reverberaciones del pasado (Aurelien Fournier - Fraiah Eslin)
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Reverberaciones del pasado (Aurelien Fournier - Fraiah Eslin)
La lluvia había reblandecido la tierra del camino y ahora el barro se adhería a las suelas de las botas que el chico llevaba. París era, con seguridad, la primera ciudad que se había propuesto empedrar las calles, pero los planes urbanísticos parecían no haber avanzado demasiado en los cuatro años que el muchacho había estado ausente, al menos no tan rápido como él hubiera deseado para su propia comodidad. Esa pequeña molestia parecía no perturbar a aquel bien vestido caballero de mirada afilada, pero, a contra de las apariencias, en su interior aquella contrariedad iba haciendo poco a poco mella en el ya de por sí iracundo estado de ánimo del muchacho.
Aurelien Fournier, uno de los más famosos pianistas que pisaban en aquellos momentos el suelo del continente europeo, aquitano, francés pues, de nacimiento y con un oscuro pasado a sus espaldas que casi nadie conocía, nadie, al menos, que estuviera presente en la capital de las luces, como llamaban a aquella ciudad. Eran esas malas experiencias vividas las que habían terminado por convertir a aquel pequeño chico bastardo en un joven adulto poco dispuesto a mostrarse amable y con una fuerte predilección por la prepotencia y la violencia.
El muchacho parecía seguir con seguridad un camino y, aunque supiera con certeza su destino, el teatro de la rue Louvois, no tenía gran idea de si sus pasos le estaban llevando por el itinerario correcto. Lo cierto era que no había pasado mucho tiempo en la ciudad, a lo sumo unos meses, ya que la mayor parte de su vida se había desarrollado en el pueblo donde nació, en una ciudad de Auvernia y en el carruaje que lo transportara entre una y otra de las grandes capitales europeas, por lo que la mayor parte de la fisionomía de París le resultaba más bien desconocida. Fuera como fuese, se negaba en redondo a preguntar a cualquiera de los viandantes que, una vez acabada la llovizna, se habían atrevido a salir a la calle; prefería perderse a entablar conversación o contacto con alguien. Fuera como fuese, el destino parecía tener otras expectativas para el muchacho ya que, dirigiéndose a girar una esquina, se topó de lleno con alguien, resbalando y cayendo al suelo. Tras soltar un molesto quejido, el muchacho, que se había caído de lado, dirigió una mirada cargada de cólera a quien se hubiera interpuesto en su camino.
- Podría poner más cuidado en mirar por dónde anda – le reprendió en un francés que mostraba alguna dejadez en cuanto a lo que pronunciación se refería, dado la predilección de la lengua del chico por el dialecto que se hablara en su tierra, aunque eso no restara para nada fuerza a su voz. Aurel, cuya negra levita se había manchado de aquel espeso marrón, soltó un gruñido al notar un escozor en la palma de su mano derecha, evidencia de que aquella herida que días atrás se había hecho, y que aún no había sanado, se había vuelto a abrir.
Aurelien Fournier, uno de los más famosos pianistas que pisaban en aquellos momentos el suelo del continente europeo, aquitano, francés pues, de nacimiento y con un oscuro pasado a sus espaldas que casi nadie conocía, nadie, al menos, que estuviera presente en la capital de las luces, como llamaban a aquella ciudad. Eran esas malas experiencias vividas las que habían terminado por convertir a aquel pequeño chico bastardo en un joven adulto poco dispuesto a mostrarse amable y con una fuerte predilección por la prepotencia y la violencia.
El muchacho parecía seguir con seguridad un camino y, aunque supiera con certeza su destino, el teatro de la rue Louvois, no tenía gran idea de si sus pasos le estaban llevando por el itinerario correcto. Lo cierto era que no había pasado mucho tiempo en la ciudad, a lo sumo unos meses, ya que la mayor parte de su vida se había desarrollado en el pueblo donde nació, en una ciudad de Auvernia y en el carruaje que lo transportara entre una y otra de las grandes capitales europeas, por lo que la mayor parte de la fisionomía de París le resultaba más bien desconocida. Fuera como fuese, se negaba en redondo a preguntar a cualquiera de los viandantes que, una vez acabada la llovizna, se habían atrevido a salir a la calle; prefería perderse a entablar conversación o contacto con alguien. Fuera como fuese, el destino parecía tener otras expectativas para el muchacho ya que, dirigiéndose a girar una esquina, se topó de lleno con alguien, resbalando y cayendo al suelo. Tras soltar un molesto quejido, el muchacho, que se había caído de lado, dirigió una mirada cargada de cólera a quien se hubiera interpuesto en su camino.
- Podría poner más cuidado en mirar por dónde anda – le reprendió en un francés que mostraba alguna dejadez en cuanto a lo que pronunciación se refería, dado la predilección de la lengua del chico por el dialecto que se hablara en su tierra, aunque eso no restara para nada fuerza a su voz. Aurel, cuya negra levita se había manchado de aquel espeso marrón, soltó un gruñido al notar un escozor en la palma de su mano derecha, evidencia de que aquella herida que días atrás se había hecho, y que aún no había sanado, se había vuelto a abrir.
Última edición por Aurelien Fournier el Vie Dic 31, 2010 5:50 am, editado 2 veces
Malkea Ruokh- Hechicero Clase Alta
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Re: Reverberaciones del pasado (Aurelien Fournier - Fraiah Eslin)
~ La palabra, este producto social, se ha hecho para mentir.
Le he oído a nuestro filósofo que la verdad es, como la palabra, un producto social, lo que creen todos y creyéndose se entienden.
Lo que es producto social es la mentira.
La palabra y todo género de expresión convencional, como el beso y el abrazo..
No hacemos sino representar cada uno su papel.
¡Todos personas, todos caretas, todos cómicos!
La única verdad es el hombre fisiológico; el que no habla, el que no miente ~
Le he oído a nuestro filósofo que la verdad es, como la palabra, un producto social, lo que creen todos y creyéndose se entienden.
Lo que es producto social es la mentira.
La palabra y todo género de expresión convencional, como el beso y el abrazo..
No hacemos sino representar cada uno su papel.
¡Todos personas, todos caretas, todos cómicos!
La única verdad es el hombre fisiológico; el que no habla, el que no miente ~
Iba Fraiah recordando estas palabras que había leído en uno de sus tantos libros. Como amaba la literatura, y como detestaba a los arrogantes. Estas frases no le hacían mas que permitirle pensar en lo podrido que está el mundo, lleno de hipócritas y buenos para nada; lleno de codiciosos y egoístas.. Cuánta falta le haría a este pobre planeta algo de verdadera humanidad. Le hace tanta falta un poco de solidaridad, que ya a nadie le interesa si alguien muere de hambre en una esquina, pues a todos, 'todo' les da igual.
Había ido a hacer unas compras, pese a la lluvia. En su hpgar necesitaban algo de pan para luego poder acompañar la cena, y su padre había vuelto de trabajar y estaba demasiado exhausto como para salir él.
Ella lo comprendía a la perfección, pues no podía comparar sus 12 horas diarias de trabajo en aquella fábrica de zapatos, con sus quehaceres domésticos de ama de casa. Pasaron años desde que su madre no está presente, y ella ha tomado su lugar, con todo respeto y glorificando su nombre.
Sus pensamientos la llevaban dispersa por aquella acera. No iba fijandose muy bien en el camino, pero estaba atenta a todo lo que en medio de él acontecía.
Sucede, entonces, cuando un joven hombre dobla a la esquina, topándose de lleno con el cuerpo menudo de ella, y ambos caen.
Fraiah cayó hacia atrás, y la bolsa de pan voló por los aires, cayendo en un charco.
Cerró los ojos por unos momentos, debido a que el impacto le había ocacionado cierto dolor en su parte trasera, y por supuesto, había manchado su vestido sencillo con barro.
- Ouch - murmuró muy bajito, justo antes de que comience la reprimenda.
Ella escuchó la bronca que aquel hombre le echó, y dificultosamente se puso de pie otra vez, intentando no resbalar y volver a caer.
- Disculpe, buen hombre, pero usted también debería ver mejor cuando dobla en una esquina - dijo con simpleza, sin inmutarse en lo mas mínimo en pretender levantarle el tono de voz.
En eso se fija en la ropa que él llevaba. Iba muy bien vestido para ser un simple ciudadano, y ahora su ropaje estaba manchado. Pero no solo era eso, sino que también se había herido.
Ella hurgó entre sus bolsillos, y sacó un trozo de tela limpia y blanca como la nieve.
- No se si podrá ayudar demasiado, pero por el momento, podrá cubrir esa sangre - dijo amablemente, mirándolo a los ojos y tendiéndole en su mano aquella tela fina que demostraba su amabilidad.
La llovizna no cesaba, y el cabello rubio de Fraiah comenzaba a humedeserse. No era que le importase demasiado, al menos no cuando vea lo que ha quedado de su pan. Nuevamente tendría que regresar el camino para comprar más, siempre y cuando el dinero que llevaba encima le alcansase.
Fraiah Eslin- Humano Clase Media
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Re: Reverberaciones del pasado (Aurelien Fournier - Fraiah Eslin)
La humedad había comenzado a atravesar la ropa del chico para empezar a cebarse con aquella piel blanquecina que evidenciaba una falta de horas bajo la saludable luz del sol, ese mismo que, nuevamente, estaba ausente, tanto en el cielo como en la vida o ánimo del muchacho. Aurel, frotó su mano en contra de su pantalón, manchándolo algo más, si es que eso era realmente posible, intentando limpiar algo el feo rasguño que, nuevamente, volvía a teñirse de aquel fuerte rojo que se distinguía bien sobre el amarronado y que, a causa del roce, escocía aún algo más. Irritado, además, por las palabras de aquella mujer de claros cabellos, para hacer juego con el apelativo para sus ojos, aunque no según tonalidad, que parecían querer hacerle cargar con parte de la culpa, la situación sólo hacía que ir a peor.
- No hace falta. Gracias – rechazó el pañuelo con un tono levemente mordaz, obviamente molesto, que por sí sólo se bastaba como para negar la gratitud que falsamente pudiera sentir el chico. Lo cierto era que esa palabra saliendo de sus labios hubiera sorprendido a cualquier persona que lo llegara a conocer, si es que realmente hubiera alguna, y Aurelien casi se hubiera llegado a arrepentir de pronunciarla de no ser porque él jamás se arrepentía de nada; no desde hacía varios años atrás
El muchacho intentó ponerse en pie para recuperar la compostura y las formas, estaba claro que ya no iba a dirigirse a su reunión, no en el estado en el que se encontraba, necesitaba regresar al hotel, quitarse esa ropa, asearse y ponerse otra nueva, y con urgencia. Pero los sucesos acaecidos apenas unos días atrás parecían haberse obcecado por no dejarle avanzar y seguir olvidando aquellos malos recuerdos, ya del pasado, pero un pasado que parecía negarse a dejar de repercutir en el presente. El pianista al intentar levantarse, de pronto, cayó. Quizás desde fuera parecía ser que, sencillamente, hubiera resbalado con el barro del suelo pero Aurel sintió un agudo dolor en su nuca, allá donde hubiera impactado haría ya casi una semana aquel improvisado garrote de madera. Al parecer el golpe volvía a hacer estragos en su sentido del equilibrio y el chico sabía que sería mejor no volver a intentar erguirse, o volvería a ir directamente al suelo. Por lo tanto, su decisión, tras soltar un gruñido mezcla del enfado y la impotencia, comenzó a arrastrarse con cuidado hacia la pared, donde procedió a apoyarse. ¿Qué iba a hacer? ¿Iba a esperar a reunir fuerzas y a que el dolor en su cabeza pasara para volverlo a intentar o se iba a esperar allí a que lo recogieran? La respuesta era obvia: Aurel no iba a dejar que nadie lo ayudara.
- No hace falta. Gracias – rechazó el pañuelo con un tono levemente mordaz, obviamente molesto, que por sí sólo se bastaba como para negar la gratitud que falsamente pudiera sentir el chico. Lo cierto era que esa palabra saliendo de sus labios hubiera sorprendido a cualquier persona que lo llegara a conocer, si es que realmente hubiera alguna, y Aurelien casi se hubiera llegado a arrepentir de pronunciarla de no ser porque él jamás se arrepentía de nada; no desde hacía varios años atrás
El muchacho intentó ponerse en pie para recuperar la compostura y las formas, estaba claro que ya no iba a dirigirse a su reunión, no en el estado en el que se encontraba, necesitaba regresar al hotel, quitarse esa ropa, asearse y ponerse otra nueva, y con urgencia. Pero los sucesos acaecidos apenas unos días atrás parecían haberse obcecado por no dejarle avanzar y seguir olvidando aquellos malos recuerdos, ya del pasado, pero un pasado que parecía negarse a dejar de repercutir en el presente. El pianista al intentar levantarse, de pronto, cayó. Quizás desde fuera parecía ser que, sencillamente, hubiera resbalado con el barro del suelo pero Aurel sintió un agudo dolor en su nuca, allá donde hubiera impactado haría ya casi una semana aquel improvisado garrote de madera. Al parecer el golpe volvía a hacer estragos en su sentido del equilibrio y el chico sabía que sería mejor no volver a intentar erguirse, o volvería a ir directamente al suelo. Por lo tanto, su decisión, tras soltar un gruñido mezcla del enfado y la impotencia, comenzó a arrastrarse con cuidado hacia la pared, donde procedió a apoyarse. ¿Qué iba a hacer? ¿Iba a esperar a reunir fuerzas y a que el dolor en su cabeza pasara para volverlo a intentar o se iba a esperar allí a que lo recogieran? La respuesta era obvia: Aurel no iba a dejar que nadie lo ayudara.
Malkea Ruokh- Hechicero Clase Alta
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Re: Reverberaciones del pasado (Aurelien Fournier - Fraiah Eslin)
La molestia del muchacho era evidente, y Fraiah no sabía cómo reaccionar. Era como si cada gesto de solidaridad y cooperación que ella emprendiese para con él, éste lo desmoronara en pedazos antes de siquiera llegar. Se sentía algo abatida por este pequeño incidente, no había sido su culpa, ni tampoco de ella; ambos habían descuidado su andar, y bueno, son cosas que pasan..
Observó como pretendía limpiar su herida con su pantalón, y ella suspiró algo impaciente, mirando cada una de sus acciones con minucioso cuidado.
- Señor..- se atrevió a interrumpirle - sólo logrará que se ensucie más, y puede tomarle infección - dijo suavemente, esperando ya la sarta de palabras bordes que eran capaces de salir de la boca del joven en un momento así.
Él, finalmente como era de esperarse, contestó con cierto tono tajante, pero finalizó con un 'Gracias'. Para ella sonaba algo irónico, tal vez bastante, pero quién sabe. Ya quisiera Fraiah poder espiar en el corazón de las personas para ver qué sienten en realidad.
Se quedó con el pañuelo en su mano, la cual dejó de extender en su dirección para dejarla de manera vertical a un lado de su cuerpo.
Él comenzó, entonces, a intentar levantarse, pero para su sorpresa y la de la chica, cayó al suelo.
Fraiah, siempre con su espíritu hospitalario, se preocupó. Y como para no hacerlo. El muchacho, sin embargo, seguía reacio a dejarse ayudar, y parecía querer apartarse lo mas que pudiese de ella.
- Por Dios, caballero, tenga mas cuidado - susurró yendo hasta su lado y colocándose en cuclillas.
- ¿Se encuentra usted bien? - preguntó luego, sin dejar de mirarlo. No es que quisiera entrometerse en sus asuntos, pero no tenía muy buena cara. Además, aquel sonido que emitió de sus labios, lo confirmaban.
La lluvia seguía sin cesar. Era esa llovizna fina que se estampaba contra los objetos y cuerpo como finas y sublimes agujas. El pan que Fraiah traía hace unos instantes, se estaba humedeciendo en un charco. De igual modo, ya no importaba.
Observó como pretendía limpiar su herida con su pantalón, y ella suspiró algo impaciente, mirando cada una de sus acciones con minucioso cuidado.
- Señor..- se atrevió a interrumpirle - sólo logrará que se ensucie más, y puede tomarle infección - dijo suavemente, esperando ya la sarta de palabras bordes que eran capaces de salir de la boca del joven en un momento así.
Él, finalmente como era de esperarse, contestó con cierto tono tajante, pero finalizó con un 'Gracias'. Para ella sonaba algo irónico, tal vez bastante, pero quién sabe. Ya quisiera Fraiah poder espiar en el corazón de las personas para ver qué sienten en realidad.
Se quedó con el pañuelo en su mano, la cual dejó de extender en su dirección para dejarla de manera vertical a un lado de su cuerpo.
Él comenzó, entonces, a intentar levantarse, pero para su sorpresa y la de la chica, cayó al suelo.
Fraiah, siempre con su espíritu hospitalario, se preocupó. Y como para no hacerlo. El muchacho, sin embargo, seguía reacio a dejarse ayudar, y parecía querer apartarse lo mas que pudiese de ella.
- Por Dios, caballero, tenga mas cuidado - susurró yendo hasta su lado y colocándose en cuclillas.
- ¿Se encuentra usted bien? - preguntó luego, sin dejar de mirarlo. No es que quisiera entrometerse en sus asuntos, pero no tenía muy buena cara. Además, aquel sonido que emitió de sus labios, lo confirmaban.
La lluvia seguía sin cesar. Era esa llovizna fina que se estampaba contra los objetos y cuerpo como finas y sublimes agujas. El pan que Fraiah traía hace unos instantes, se estaba humedeciendo en un charco. De igual modo, ya no importaba.
Fraiah Eslin- Humano Clase Media
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Re: Reverberaciones del pasado (Aurelien Fournier - Fraiah Eslin)
El suelo estaba frío, frío y repulsivamente viscoso, pero Aurelien no tenía más remedio que aguantar el indeseable contacto, sentado, irremediablemente, como estaba. La mujer, de nuevo, procedió a acercarse a él y a dedicar su precioso tiempo a preocuparse por él. Lo cierto era que al muchacho no le hacía nada de gracia estar allí, tirado a un borde de la calle, como un mísero pordiosero, manchado de barro hasta, casi literalmente, las cejas. Pero, ¿prefería la ayuda? Ni siquiera haría falta preguntar, ¿aceptar él ayuda? No, jamás. El ego y el orgullo de aquel simple mortal parecía ser propio de un sobrehumano, de uno de aquellos héroes de la antigua historia de Grecia o de sus imperecederos dioses, y, por lo tanto, no estaba dispuesto a permitir que alguien inferior le prestase su mano, eso le rebajaría.
- Perfectamente – contestó hosco, mirando a la mujer con una expresión seria e, incluso, algo hostil que, ni por asomo, pretendía ser irónica. No, no se encontraba bien, pero eso a ella no le incumbía: sus problemas eran suyos. Entonces su cabeza volvió a sufrir un revés, haciendo que perdiera el control de los músculos de su cuello por apenas medio segundo, pero suficiente como para que su cabeza se descolgara antes de que el chico volviera a tomar el control de la situación. El ”monsieur Fournier” maldijo en voz baja, con palabras más propias de sus orígenes que de su posición actual, a aquellos marineros que habían querido forzarle días atrás, ebrios de alcohol, y, en especial, a aquel que había conseguido noquearle con un golpe contundente, sirviéndose de una improvisada arma que no lograba recordar
La lluvia se precipitaba contra el rostro del joven, surcando las gotas sus rasgos rectos, descendiendo por el vértice de su nariz hasta colgar en su final, dispuestas a abalanzarse contra sus carnosos labios. Por su parte, su pelo tampoco estaba en mejor estado, pegándose, empapado, contra su cráneo. La ropa también hacía lo propio contra su delgado cuerpo, fruto de un no muy gran apetito, quizás debido a la escasez que había sufrido de pequeño, aunque jamás se había quejado de ello. Pero, aún en ese estado lamentable, su humor no vacilaba y se encontraba presto a lanzar una mordiente respuesta a cualquier comentario que recibiese. ¿Por qué aquella muchacha no se marchaba y le dejaba a él solo tratar de valerse por sí mismo?
- Perfectamente – contestó hosco, mirando a la mujer con una expresión seria e, incluso, algo hostil que, ni por asomo, pretendía ser irónica. No, no se encontraba bien, pero eso a ella no le incumbía: sus problemas eran suyos. Entonces su cabeza volvió a sufrir un revés, haciendo que perdiera el control de los músculos de su cuello por apenas medio segundo, pero suficiente como para que su cabeza se descolgara antes de que el chico volviera a tomar el control de la situación. El ”monsieur Fournier” maldijo en voz baja, con palabras más propias de sus orígenes que de su posición actual, a aquellos marineros que habían querido forzarle días atrás, ebrios de alcohol, y, en especial, a aquel que había conseguido noquearle con un golpe contundente, sirviéndose de una improvisada arma que no lograba recordar
La lluvia se precipitaba contra el rostro del joven, surcando las gotas sus rasgos rectos, descendiendo por el vértice de su nariz hasta colgar en su final, dispuestas a abalanzarse contra sus carnosos labios. Por su parte, su pelo tampoco estaba en mejor estado, pegándose, empapado, contra su cráneo. La ropa también hacía lo propio contra su delgado cuerpo, fruto de un no muy gran apetito, quizás debido a la escasez que había sufrido de pequeño, aunque jamás se había quejado de ello. Pero, aún en ese estado lamentable, su humor no vacilaba y se encontraba presto a lanzar una mordiente respuesta a cualquier comentario que recibiese. ¿Por qué aquella muchacha no se marchaba y le dejaba a él solo tratar de valerse por sí mismo?
Malkea Ruokh- Hechicero Clase Alta
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Re: Reverberaciones del pasado (Aurelien Fournier - Fraiah Eslin)
Tal y como lo había leído; tal y como lo había comprobado, y ahora incluso, lo estaba viendo ante sus ojos. La realidad siempre supera a la ficción, y por más que un libro mencione algo como verídico y todos lo crean, cuando se comprueba, es allí donde crees que en verdad hay un mundo sorprendete tras simples hojas de papel. Es ahí, en ese instante, cuando te das cuenta que la cruda verdad no sólo escapa de los labios del mas rudo, del mas fuerte, y a veces hasta del mas mentiroso por mas irónico que suene.
La mirada de Fraiah se mantuvo fija en el semblante hostil de aquel caballero. Era el ejemplo perfecto de la arrogancia misma, del orgullo de no permitir dejarse ayudar por el simple hecho de que un 'ser inferior' ofrezca su amabilidad.
La joven suspiró al escuchar su insulso y tajante 'Perfectamente', y con cierta obviedad deslizó su vista suavemente hasta depositarla en el escenario que se extendía frente a sus ojos en aquella noche lluviosa. A veces me pregunto por qué las personas lo hacen tan difícil. Muchas quieren cambiar al mundo, pero con esta perspectiva tan poco amable es imposible. Realmente creo que el destino debería darles una enseñanza, a ver si recapacitan, pensó.
- Disculpe mi atrevimiento buen hombre, pero le aclararé un par de pequeñas cosillas - hizo un pausa mientras volvía su vista hacia él, y ahora sonreía con tranquilidad, paciencia y cierta rudeza casi impersceptible.
Si bien Fraiah nunca fue una muchacha bruta al hablar, violenta en sus actos o incluso irrespetuosa, la sacaba de sus casillas tener que soportar que el prójimo reuniera alguna de aquellas 'cualidades', nótese la ironía.
- No quiero sonar grosera ni pretendo que mi comentario se asemeje a un insulto para usted, pero ¿realmente cree que es necesario hacerse el caprichoso en una noche como esta, bajo esta lluvia, y en el estado en que usted se encuentra? - masculla y aspira una bocanada de aire antes de seguir - Por favor, guardese ese orgullo y permítame hacer algo por usted - concluye y clava su mirada esmeralda en él.
Sólo debía ahora esperar su respuesta. Esperar una respuesta algo mas grata realmente. Él seguía hace unos segundos en su afán de autosuperarse y negarse a recibir ayuda. No sabía Fraiah cuanto iba a durarle aquello.
Simplemente decidió mantener esa calma característica que siempre lleva consigo, y tener carácter fuerte a su modo, combinando su delicadeza y calidez al hablar con la certeza de pretender hacerle poner a este joven caballero los pies sobre la tierra y que razonara un poco pensando en frío en su situación.
La mirada de Fraiah se mantuvo fija en el semblante hostil de aquel caballero. Era el ejemplo perfecto de la arrogancia misma, del orgullo de no permitir dejarse ayudar por el simple hecho de que un 'ser inferior' ofrezca su amabilidad.
La joven suspiró al escuchar su insulso y tajante 'Perfectamente', y con cierta obviedad deslizó su vista suavemente hasta depositarla en el escenario que se extendía frente a sus ojos en aquella noche lluviosa. A veces me pregunto por qué las personas lo hacen tan difícil. Muchas quieren cambiar al mundo, pero con esta perspectiva tan poco amable es imposible. Realmente creo que el destino debería darles una enseñanza, a ver si recapacitan, pensó.
- Disculpe mi atrevimiento buen hombre, pero le aclararé un par de pequeñas cosillas - hizo un pausa mientras volvía su vista hacia él, y ahora sonreía con tranquilidad, paciencia y cierta rudeza casi impersceptible.
Si bien Fraiah nunca fue una muchacha bruta al hablar, violenta en sus actos o incluso irrespetuosa, la sacaba de sus casillas tener que soportar que el prójimo reuniera alguna de aquellas 'cualidades', nótese la ironía.
- No quiero sonar grosera ni pretendo que mi comentario se asemeje a un insulto para usted, pero ¿realmente cree que es necesario hacerse el caprichoso en una noche como esta, bajo esta lluvia, y en el estado en que usted se encuentra? - masculla y aspira una bocanada de aire antes de seguir - Por favor, guardese ese orgullo y permítame hacer algo por usted - concluye y clava su mirada esmeralda en él.
Sólo debía ahora esperar su respuesta. Esperar una respuesta algo mas grata realmente. Él seguía hace unos segundos en su afán de autosuperarse y negarse a recibir ayuda. No sabía Fraiah cuanto iba a durarle aquello.
Simplemente decidió mantener esa calma característica que siempre lleva consigo, y tener carácter fuerte a su modo, combinando su delicadeza y calidez al hablar con la certeza de pretender hacerle poner a este joven caballero los pies sobre la tierra y que razonara un poco pensando en frío en su situación.
Fraiah Eslin- Humano Clase Media
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Re: Reverberaciones del pasado (Aurelien Fournier - Fraiah Eslin)
Sigue activo ^^
(Llevo sin escribir por los estudios. Perdón, Fraiah)
(Llevo sin escribir por los estudios. Perdón, Fraiah)
Malkea Ruokh- Hechicero Clase Alta
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Re: Reverberaciones del pasado (Aurelien Fournier - Fraiah Eslin)
{No hay problema ^^ Pero agrega el 'Activo' al título del tema (: }
Fraiah Eslin- Humano Clase Media
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