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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Malkea Ruokh Dom Ene 08, 2012 3:19 pm



Lugar: Bosques al este de París.
Fecha: Viernes 10 de Enero de 1800
Hora: aprox. 16:00; una hora antes del ocaso.



El aire se movió; viento alterado por una fuerza que algunos tildarían de corrupta de saber su origen. Comenzó a girar en retazos con dirección aleatoria, pero siempre alrededor de un epicentro, una invisible columna que se configuraba partiendo de una base de fuego y se perdía en altura. La tierra empezó a ser arrastrada desde el suelo, convirtiéndose en polvo y dificultando la vista desde y hacia el exterior. También el bosque sufrió un notable cambio, pero sólo unos pocos privilegiados podían entender su origen; el resto no se verían más que azotado por una irracional sensación de inquietud e, incluso, pánico.

Los susurros partían de los labios del practicante, una lengua que evidenciaba fonemas eslavos pronunciados por un hablante foráneo; y, sin embargo, no se trataba de ninguno de aquellos dialectos. Lejos de la configuración normal de un idioma, ese se había formado en base a obligadas normas lógicas y de fallo y error, pues su real función no era la de comunicarse con semejantes, sino con otros seres que, ocultos, poblaban el mundo. Espíritus, gènis, spectres, o strašidlo, como los llamaba la checa que acompañaba al brujo en otros momentos, los entes superiores que, invisibles, ocupaban la realidad y movían los engranajes de todas las cuestiones que escapaban a los seres vivos; esos eran los destinatarios de sus palabras.

El habla se entremezclaba con un cántico que no se podía discernir si surgía de un complejo proceso hasta la aprehensión o del estado enajenado que le conferían las sustancias que debían transportarle al éxtasis. Muchos dirían que sólo era un pobre loco, que la razón de sus apariciones no era otro que el efecto de las drogas, pero él era consciente de que sólo lo dirían para tratar de calmar sus miedos, pues ni siquiera ellos eran capaces de eludir las perturbaciones que allí se llevaban a cabo. Y era cierto; él los veía. Como siluetas diluidas en el espacio, unas masas informes que se movían por el lugar. Sus pupilas dilatadas no captaban las gamas cromáticas normales, sino que, evadiendo la superficialidad, los colores se volvían desvaídos, no saturados, al tiempo que otro fragmento de la existencia se desvelaba en forma de esbozo. Y allí estaba él, el ente que escondía tras de sí los misterios de la resurrección, el que algunos habían llamado Osiris, otros Proserpina y al que él se refería como Behà. No era el único que le acompañaba en su aparente soledad, pero sí el único al que prestaba atención. Los sentidos de sus contestaciones le confundían.

Aurélien había ido allí, a un rincón profundo del bosque, lejos del bullicio y el ambiente impuro de la ciudad, con dos objetivos para con el espíritu. El primero tenía que ver con su reciente fracaso a resucitar a Étienne, su antiguo amante, y, al margen de su rabia, le preguntaba un por qué. Behà le aseguraba que no había fallado en el procedimiento, sino en las premisas, y, pese a sus preguntas, el otro se negaba a una aclaración más concreta, alegando que escapaba a su conocimiento. Frustrado y más irritado, había procedido con su segundo requerimiento: la enfermedad que había desarrollado. Aunque técnicamente él no quisiera resucitarse, sino curarse, el ente pudo responderle, a su manera, pues los atributos de aquellos moradores eran complicados de discernir, incluso cambiantes, a juzgar por algunos. El dictamen, aunque difícilmente satisfactorio, le señalaba un camino fácil de seguir: Anna, la checa, sabía qué debía hacer.

El aquitano bufó y, aunque los efectos de la mezcla que había ingerido no habían terminado, despachó a su dialogador para quedarse a solas. A pesar de los evidentes susurros que circulaban alrededor de él, a los cuales no prestaría atención y que cualquier no iniciado entendería como corrientes de aire, se dispuso a pensar. Premisas; premisas y Anna. Si bien no sería difícil dar de nuevo con la bruja, la cual lo había dejado a solas en su mansión para que su locura pudiera desarrollarse sin interferencias, lo relativo a Étienne no dejaba de turbarlo. ”Un fallo en las premisas” susurró de nuevo sin lograr encontrar qué podía ser su equivocación. Dándose cuenta de lo débil que lo hacía aquello, pues la congoja volvía a instalarse en su pecho, frunció el ceño y se decidió a dejar el tema para otro momento.

Fue entonces cuando escuchó, o creyó escuchar, algo en las cercanías. Quizás fuera alguna de las ánimas que erraban por el mundo, que ahora podían llegar hasta él, o quizás fuese un simple humano. Fuera como fuese, se apresuró a guardar los ingredientes que, esparcidos, yacían sobre el suelo, y, una vez en el zurrón, apretó el recipiente de vidrio negro, poco más grande que su palma, sintiéndose seguro por ello. Levantándose, intentó atisbar entre la frondosidad de la foresta, pero, pardo como comprendía todo, salvo algún que otro brillante reflejo de los espectros, no pudo ver nada. Se quedó quieto, a la espera de escuchar algo más que lo confirmara en su inquietud o la respuesta de un silencio que lo calmara.


Última edición por Aurélien Fournier el Miér Ene 18, 2012 3:45 pm, editado 2 veces





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Mensaje por Invitado Dom Ene 15, 2012 6:56 pm

El ocaso no estaba muy lejos, el sol estaba a nada de esconderse para dar paso al astro madre, la luna, se esperaba media luna, el culto a Isis, reina de los cielos, la mejor consejera de la vida, la compañera en la soledad, en las alegrías, aunque sonara algo sin sentido, Leena sentía en la luna el calor, como si le proporcionara rayos, cual si del sol se tratara, alumbraba las penumbras cuando más la necesitaba, por ese motivo había decidido internarse en el bosque, llenó sus pulmones de aire fresco, aun quedaba luz, los rayos alumbraban el pasto a través de los pequeños espacios que daban las ramas de los arboles, alguno que otro animal cruzando por su camino, el canto de las aves acomodándose en sus nidos, esperando que llegara el momento para dormir, para esperar el inicio de un nuevo día.

Lo que vio no era algo que esperara, en unos senderos más adelante a un joven de rostro suave, facciones agraciadas, frente a ella, pensó en rodear aquel lugar para no molestar aquel joven, pero fue en vano su presencia fue notada, aun así no dio paso al frente, por lo menos no en ese momento, espero a decidir si aun era buena idea rodear o caminar por ahí, después de todo ella se dirigía hacia un lugar especifico en el bosque, un pequeño claro donde creía que apreciaba mejor a la luna y el camino más corto, era pasar justo por donde el chico se encontraba parado con algo entre sus manos, lo escaneo detalladamente o lo que pudo ver de él a esa distancia, cuando decidió que no tenía por que tener miedo, caminó hacia el frente con una pequeña navaja escondida entre sus faldas por si acaso la necesitara, había aprendido a defenderse desde que era una moza, y si fuera la única forma de salir con vida o sin algún rasguño del lugar, lo utilizaría sin importarle nada más.

Dio un paso al frente saliendo de entre la frondosa oscuridad, quito su largo y negro cabello de su cara, que se había pasado al frente a causa del viento que lo hacía bailar a su ritmo, una suave sonrisa dibujada en sus labios se hizo presente, levanto un poco sus faldas para no tropezar mostrando sus pies cubiertos por unas pequeñas sandalias, que protegían las plantas de sus pies, no sabía como comportarse con la gente, al menos no amablemente, decidió pasar de largo aquel joven, aun así era una persona educada, o por lo menos lo suficiente para saludar, sin mirarlo con atención, minutos atrás ya lo había hecho pero claro que no era lo mismo estar escondida a mostrarse y escanearlo.

- Buenas tardes –

dijo con un suave movimiento de la cabeza dirigida al caballero, apretando el mango de la navaja, para que no la tomara desprevenida, mientras con unos agiles movimientos, cual si danzara caminaba hacia el otro lado del claro, hacia su destino.

Unos cuantos pasos más adelante, aun en silencio esperaba alguna respuesta, algún ataque sorpresa o por lo menos una contestación de su parte, ilusamente tal vez aun creía en la educación de la gente.
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Mensaje por Malkea Ruokh Lun Ene 23, 2012 9:38 am

Oscuridad, omnipresente pese a aún no llegar el cercano crepúsculo, inmiscuyéndose por entre aquellas estrechas elevaciones que definían el interior de la arboleda y consumiendo todo rastro de luz a su paso. Le costaba ver lo que debería ver y, sin embargo, podía percibir a la perfección otras impresiones. De los suaves susurros que antes se presentaban, ahora quedaba bien poco, alternándose con más asiduidad entre ellos, colapsándose, hablando en lenguas tanto conocidas como extrañas, solapándose, enfrentándose, violentos, casi delirantes, pero, sobretodo, ansiosos. ¿Qué había sucedido? ¿Qué les había perturbado de tal sobremanera? El brujo no podía todavía responder a aquellas preguntas, pero el vello de sus brazos se erizó en un escalofrío.

Y entonces apareció. A través los árboles, siguiendo un ilusorio camino, una silueta comenzó a desdibujarse contra las tinieblas. El muchacho la advertía desdibujada contra el fondo, como si su esencia se proyectase y se perdiese lentamente por el derredor; y, sin embargo, aún pudo comprobar su altura, su constitución y aquel cabello largo y castaño que portaba. No le gustó su presencia, como hubiera rechazado la aparición de cualquier otro, pero, lejos de ello, le hacía cuestionarse si era ella el origen de aquel cambio, palpable e innegable para él. No tardó mucho en confirmarlo.

-
Acércate – una voz, peligrosamente cercana, le dio una orden en un idioma que sólo los beskídeos como él podían entender, algo que sólo consiguió que ambas cejas del muchacho se acercasen bruscamente: él no aceptaba mandatos, ni siquiera de espíritus. Sin embargo, éstos no se dieron por vencidos -. Acércate y atrápala para nosotros – el brujo bufó y se cruzó de brazos, y, pese a todo, no dejó de mirar a aquella figura que avanzaba irremediablemente hacia el horizonte, silueta que, de pronto, se tiñó de rojo, siguiendo unos propósitos que pronto se le revelarían -. Acércate a la fémina bermeja; atrápala; danos a la fémina bermeja; sacia nuestra sed con su sangre.

- No – la contestación fue firme, seca y segura, en tono imperante y altivo. Se extendió por el claro, de forma que ninguno de aquellas ánimas podría evitar escucharlo; pero no hizo el efecto deseado. Contrariamente a lo esperado, ellos no se calmaron, se revolvieron y hasta se enfurecieron; el muchacho comprendió su error, pero, antes de poder reaccionar, ya era demasiado tarde.

Un quejido se escapó de sus labios cuando, con un espasmo, uno de aquellos le atravesó por la mitad del tronco; lejos de traspasarle, permaneció en su interior. Aurélien sabía qué iba a suceder. Con horror y ansiedad comprobó que aquella presencia avanzaba irremediablemente por su espalda, siguiendo su espina dorsal y tomando el control de sus músculos, articulaciones y extremidades, hasta llegar, al fin, a la cabeza, donde, sin grandes dificultades, el invasor conquistó la voluntad ajena y la doblegó a sus propios intereses. El cuerpo del nigromante mutó, tornándose, ahora, aún más pálido y ceroso de lo normal, con sendas ojeras, tan exageradas que resultaban inhumanas, y unos ojos que, del azul, habían avanzado hasta un color negruzco y, de ahí, hacia el borgoña vivo, alternándose, a partir de ahora, paulatinamente entre estos dos últimos tonos. Avanzó dos pasos antes de extender su mano y brazo izquierdos en su total longitud.

-
Frassâtz Robtsaldemskaj shephä – el aire se agitó tras su decreto, viajando raudo hacia la posición de la muchacha, rodeándola e interponiéndose en su camino, creando una barrera apenas perceptible pero que, indudablemente, impediría su avance. Su boca sonrió y sus pies comenzaron a acercarse a paso medio, dejando tras de sí el crepitante fuego. En menos de un minuto, dos luchas habían comenzado.





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Mensaje por Invitado Lun Ene 23, 2012 8:54 pm

El silencio reinaba el momento, solamente el canto de los pájaros quienes se acurrucaban en la copa de los arboles en su nido, lentamente el sol iba descendiendo, Leena apresuró el paso, no faltaba mucho para llegar al claro y de cierta forma el camino se le estaba haciendo eterno, le ponía nerviosa la presencia del muchacho.

Suspiró intentando calmarse a si misma y que sus piernas no flaquearan, cuando lo oyó gritar, abriendo los ojos de par en par, notando como un escalofrío recorría su espalda, apretó más el mango de la navaja, sacándola de su escondite, estaba preparada para atacar en cuanto el se acercará, más no pudo evitar no mirarlo, algo en el había cambiado, no notaba o no estaba del todo segura de que, pero había algo diferente, cuando este se interpuso en su camino y hablo en una lengua que ella no conocía, retrocedío sin poder evitarlo notando su corazón latiendo a una velocidad no antes experimentada.

- Alejate –


Fue lo único que pudo murmurar, ya que sentía un nudo en la garganta, tenía que intentar no dejar ver ese miedo que ahora la estaba consumiendo internamente, necesitaba armarse de valor, se había enfrentado a otros hombres antes, muchachos y maleantes, no entendía el por que de el miedo que ahora tenía, dio otro paso hacía atrás con la navaja en posición de ataque.

– Te lo advierto, será mejor que me dejes pasar –

consiguió decir, cuando comenzaba a convencerse a si misma que no había nada de diferente entre aquel hombre a cualquier otro que se hubiera topado antes.
Una rama que se encontraba en su camino, hizo que esta se cayera de espalda, haciendo que soltara la navaja, la cual salió volando hacía otra dirección, con sus manos recargando su peso para que la cabeza no golpeara con el suelo, siguió caminando hacía atrás con ayuda de sus manos, ahora si el miedo se había poseído de ella, tragó saliva, esta vez lo único que podría hacer y estaba preparada para hacer era usar sus piernas, patear donde fuera, para protegerse, no veía la navaja en ningún lado, lamentaba el no haberse fijado por donde caminaba

- ¿Qué quieres de mi? –

dijo al hombre que parecía poseído, o eso le parecía a ella, se odio asi misma solamente por sus palabras, había prometido así misma que jamás demostraría miedo y había roto esa promesa hacía un par de segundos atrás, el tiempo parecía que se hubiera detenido o los pasos de aquel hombre hubieran cesado, cual fuere la respuesta correcta esperaba el siguiente movimiento del hombre, deseando internamente haber rodeado el lugar, en vez de acercarse al que podría ser su fin.
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Mensaje por Malkea Ruokh Lun Feb 13, 2012 10:37 am

Paso a paso, el cuerpo del aquitano, mas no dominado por su propio raciocinio, se acercó a aquella mujer, sin prisa pues, aunque alterada, ella tampoco se apresuraba en su retroceso. Su mirada de clavaba en su figura, pero de una manera ausente, observando sin, aparentemente, divisar; pero, a pesar de eso, la podía ver con claridad. Su cuerpo se adivinaba como era, delgada y estilizada, pero, sobre ella, aquella mancha sanguinolenta, retorciéndose sobre silueta en un movimiento informe e irracional, era ineludible, como si se tratase de una verdad superior al engañoso mundo material. Por alguna razón, la muchacha había comenzado a atravesar aquel velo, fino pero resistente, que marcaba una diferencia entre el mundo de los vivos y el que espíritus errantes y entes que movían los hilos de aquel primero tangible y corpóreo compartían; lo peor para la consciencia del brujo era el conocer qué estaba sucediendo y, a pesar de no poder retomar el control de sus acciones, saber que sería arrastrado con ella a aquel espacio diferente y, sobretodo, extraño y hostil.

Aquellas ánimas que ahora lo controlaban dejaron de levantar aquella barrera que impedía el avance de la mujer, ahora que ya no era necesario. Con ella en el suelo y él a escasa docena de metros de distancia, su fin se mostraba próximo e inevitable; Aurélien supo que debía reaccionar ya o sería demasiado tarde. No lo invadía la compasión o la empatía, pues era bastante reacio a dejarse llevar por dichas emociones, sino el hecho de que, una vez terminasen con ella, no sabía si le liberarían y no quería arriesgarse.

Dejando de lado la mera expectación de la escena, procuró olvidarse de sus sentidos y de las impresiones que éstos le hacían llegar para concentrarse en su propio interior, en aquella cabeza atorada y que no respondía a sus intenciones. No era que fuera muy ducho en aquellas situaciones, casi un primerizo, pero había aprendido a dónde debía apuntar y, más o menos, tenía una idea de cómo debía proceder. No eran órdenes, no eran deseos, tan siquiera eran palabras con lo que bombardeaba a su propia mente, tan sólo una presión, una energía más pura e imprecisa con la que pretendía expulsar a aquellos invasores de su ser.

-
Tsev…em – se quejó una voz más grave que la del chico, aunque surgiendo de su propia garganta. El sonido se transformó en gruñido mientras una mano iba al lateral de su cráneo, apartando la mirada de la muchacha por tan sólo un segundo, antes de volver a reponerse e, irguiéndose por completo, proseguir su avance -. Dzar-ayan tugontegal – comunicó ahora a la muchacha. Ni siquiera Aurélien entendía aquella lengua de evidentes rasgos semíticos, ya que él no acostumbraba a hablar con espíritus mundanos, sino a controlar a aquellos superiores -; hemtsel dalve.

Y mientras la distancia se redujo hasta algo menos de cinco metros, Aurélien se armó nuevamente para una nueva carga, dirigiéndose al mismo punto que ya había atacado, ésta vez con más fuerza y determinación. Un nuevo lamento rasgó el aire, irritado y algo colérico, y, sin embargo, sus rodillas trastabillaron casi haciéndole caer al suelo, pero no desestabilizándolo más. Otro paso; se acercaba demasiado a ella y, si cumplía su objetivo, seguramente ambos estarían condenados.





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Mensaje por Invitado Vie Mar 02, 2012 12:56 am

Miedo era una palabra minúscula para lo que Leena estaba sintiendo en ese momento, con sus manos intentaba arrastrarse por el camino sin perder de vista al chico, esta vez se dio cuenta de que algo malo le pasaba, estaba poseído era lo único que en ese momento creía, la muerte para ella estaba cerca, si, no le quedaba mucho tiempo, “que estúpida eres Leena levantate!” se decía internamente intentando que sus manos se movieran pero se había quedado callada, estática, inmóvil sobre el pasto, el tiempo seguía su curso, el tiempo no paraba pero había dejado de transcurrir para ella.

No oía lo que el chico le decía, lo único que podía oír era su corazón a una velocidad única, en cualquier momento el corazón saldría de su pecho, o eso amenazaba con los latidos tan fuertes y dolorosos que estaba sintiendo, su vista se había centrado solamente en él, ya no veía más nada, la vista comenzaba a nublársele, eran sus nervios estaba segura, tenía que encontrar el modo de armarse de valor…

… No lo conseguía, un paso más de él, y la tendría justo donde la quería, tal vez el hombre también fuera una victima de aquella escena, no dudo en que esto fuera mentira, pero tampoco lo reafirmo, tenía una ultima oportunidad para levantarse, y como lo consiguió no tenía idea, giro en su lugar, ahora a gatas, arrastrándose por el pasto, pero tampoco le sirvió de mucho, unos metros más adelante, sus rodillas se vieron cortadas por piedras que yacían en medio de la espesa hierba, un grito de dolor salió de su garganta, lo bastante alto para que alguien pudiera escucharlo, pero aquella zona del bosque no era tan visitada, por toda esa clase de peligros y por ese mismo motivo ella era feliz ahí, la soledad que tanto le había gustado, en ese momento la detestaba.

Su larga cabellera morena cubrió su rostro empapado en lagrimas, de miedo, de rabia y de dolor, sus manos fueron directo hacía su rodilla mirando que la mitad de su pierna tenía una cortada, lo suficientemente profunda para que el dolor fuera insoportable y la sangre corriera por la abertura con toda facilidad, no podía pararse, se había rendido, aun cuando su mente seguía intentando animarla para levantarse… la calló, se prohibió pensar, se convirtió en su propia enemiga, se entrego a su suerte ¿ de que servía correr en ese momento?, con la cara llena de lagrimas y el cabello pegado a su rostro a causa de la humedad miró al hombre, notando la cercanía, el fin estaba cerca y no lo recibía con una sonrisa, pero tampoco luchaba en contra.
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Mensaje por Malkea Ruokh Miér Abr 11, 2012 3:49 pm

La distancia se reducía drásticamente sin que él pudiera hacer nada para evitarlo, negado como estaba el dominio de su cuerpo. Paso a paso, la hojarasca crujía bajo su propio peso y las pequeñas ramas caídas se resentían hasta ceder y quedar hechas añicos, mientras la mujer, sin poder remediarlo, yacía en el suelo, frente a él. Una torcida sonrisa se apoderó de los labios del gascón antes de frenarse y comenzar a descender. Quedó en cuclillas, mirándola directamente, sin pronunciar palabra alguna aún, tan sólo observando, sin dudar ni por un instante que ya, por fin, había atrapado irremediablemente a su presa. Así quedó largo rato antes de alzar sin prisa alguna su brazo, extendiéndolo sobre su cuerpo, dejando las pupilas posadas en el mismo lugar durante todo el proceso. Parecía que no había nada que se pudiera hacer; sus labios se abrieron para pronunciar esas últimas palabras.

- Tsev... – y, sin embargo, por alguna razón, su voz se detuvo en mitad de la pronunciación, cortándose en un sordo y gutural sonido. Sus párpados se abrieron hasta desvelar buena parte del globo ocular y sus músculos se tensaron aún más de lo que la posición ya les obligaba a estar. El silencio se apoderó un instante del ambiente sólo para romperse en otro par de aquellos quejidos que casi parecía evidenciar que el mortal cuerpo del nigromante se estaba quedando sin aire.

Y, efectivamente, no tardó en perder el equilibrio. Su mano izquierda se dirigió inconscientemente al suelo para frenar la caída, pero sólo consiguiendo que resentir la delgada muñeca del muchacho, extendiéndose cuan largo era sobre las hojas. El real raciocinio del aquitano había asestado un último golpe aún más fuerte, una intentona para desterrar al ente que lo dominaba. Habiendo sorprendido al confiado espíritu, no se permitió perder la oportunidad y no cejó en su empeño, insistiendo en expulsarle, algo que se manifestaba en el físico, que se veía asaltado por violentos y momentáneos espasmos. Aurélien se aferró a sí mismo de forma abstracta y aquel comenzó a ceder. Sin embargo, cuando estaba a punto de abandonarlos, en un último esfuerzo, retomó el control de la voluntad ajena y lanzó su mano a apresar la pierna de aquella que había sido perseguida, desapareciendo a continuación, sí, pero, sin embargo, llevándose a ambos con ellos en algún sentido.

Rápidamente, todo debió perder color para la muchacha, tornándose casi como él lo había estado viendo todo aquel tiempo. El chico, por su parte, vio que la luz se tornaba menos fuerte, como si de un día nublado se tratase, en la que todo está iluminado de una manera tamizada, sólo que ahora era insuficiente para distinguir más de una docena de metros más allá.

- Putain! – maldijo en un idioma que, sí, la muchacha debiera conocer, pues era el propio del lugar. Su puño había golpeado el suelo fuertemente, soltando su extremidad, mientras su entrecejo se contrajo violentamente. Dirigió la mirada al cielo, comprobando que éste era de un color cenizo y que parecía mucho más cercano de lo normal, casi extendiéndose como si fuera sujetado por las copas de los árboles. Sí, él se había librado del ánima y, en el proceso, había salvado a la muchacha de su inmediata muerte; sin embargo, en su salida, los había conducido a su propio terreno, el mundo del que provenía y con el que él contactaba con frecuencia, sin adentrarse en sus dominios. Cerró los ojos un instante para extender sus sentidos y comprobar que todo estaba en una absoluta calma. Estaban seguros. Por el momento.






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Mensaje por Invitado Miér Abr 25, 2012 1:21 pm

Sintió el brazo de aquel muchacho sobre su pierna, intento moverla pero el dolor punzante de la herida no le permitió mucho que doblar la rodilla, había cerrado los ojos comenzaba a sentirse un tanto mareada, el estomago prácticamente buscaba salir de su interior, respiraba entrecortado como para quitarse aquellos ascos que se habían apoderado de su ser, cuando un grito del muchacho hizo que abriera los ojos y lo observara de un modo un tanto preocupado, lo miró caer e intento levantarse un poco para sostenerle, pero aun así no lo hizo, lo culpaba de aquello que estaba pasando, la única forma de que aquellos seres anduvieran rondando en aquel lugar se debía tal vez a algún conjuro o algún trueque que hubiera querido llevar acabo, aquello era culpa suya y si salían vivos de eso, se lo haría pagar.

Su mano se posó nuevamente en el adolorido muslo de la muchacha, volvió a mover la pierna para evitar aquel roce y al hacerlo ella fue quien soltó ahora un grito, la pierna le dolía bastante, sus ojos se abrieron de par en par notando la vista más nublada de lo que la tenía segundos antes, todo parecía ser tan gris, sentía que perdía una parte de sus sentidos, la vista, el olfato, ya no podía oler el olor de los arboles, ni siquiera estaba segura de sentir el pasto bajo su cuerpo, cuando recupero un poco de sus sentidos, posó una mano en su cabeza, tal vez aquello era el limbo, no estaba segura, se quedó en silencio mirando un par de segundos esperando que algo más pasara... pero nada.

Había rasgado sus faldas para amarrar aquello a su herida y con esta vendada se dispuso a levantarse, tenían que salir de ahí o si no morirían en aquel lugar, cuando lo oyó maldecir se armo de coraje soltando una cachetada al muchacho

- NO ESTARIAMOS AQUI SI NO FUERA POR TI -

Lo retaba con la mirada, después de todo ella tenía razón estaban aquí por él, quien había creído que ella no había podido ver que escondía aquel recipiente

- No se que rayos hacías, ni quien eres, ni como rayos llegamos aquí –

se alejó arrastrando su pierna un poco, con la mano siempre sobre su muslo, la mano libre echo todo su cabello hacia atrás de tal forma que descubría su frente, aquel lugar daba miedo, aun cuando no viera nada más, la soledad que había ahí la tensaba, suspiraba intentando calmar su ira en aquel momento, después de todo de no haber sido por aquel muchacho ella estaría muerta

– Lo siento –

añadió girando hacía el hombre que no estaba segura si seguía ahí, al verlo ahí sonrió un poco
– es solo que no era lo que planeaba para hoy más bien para nunca, se encogió de hombros – Soy Leena – no era la mejor presentación pero después de haberlo golpeado y viendo las condiciones en las que estaban tampoco era tan mala.
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Mensaje por Malkea Ruokh Mar Mayo 08, 2012 9:02 am

La cabeza le dolía y se sentía levemente mareado, a causa de la posesión y, peor aún, de la violenta expulsión que había provocado. No se movió, no más mientras intentaba recuperar la normalidad, aunque, mientras tanto, no hacía más que jurar que, como aquella ”señorita” no se callara, iba a estampar una piedra bien grande y con muchas aristas en su cráneo. Ella podría agradecer que estuviera lo suficientemente débil como para no devolver ese golpe que le propició, pues había faltas de respeto que podía consentir o, incluso, tildar de insignificantes, pero la agresión física no era una de ellas; sin embargo, debía esperar.

Cogió aire y lo expulsó, en un acto en el que se denotó su hastío y ese cabreo que aún aguantaba. Luego, cerró esos ojos que tenía perdidos en el infinito y, por fin, hablo:

- ¡Me importa una mierda quién seas! – exclamó él, queriendo borrar su nombre de su mente, simplemente por rechazar el intento de arreglar una relación que nunca había estado bien y que, en lo que a él respectaba, nunca iba a estarlo - ¿Te crees que he sido yo quien nos ha metido aquí? Ha sido ese pelo rojo el que nos ha arrastrado – señaló a éste, que seguía conservando por alguna razón el color brillantemente bermejo, lo único vivo en ese paraje, tranquilo como la muerte. Luego la miró un par de segundos, callado y con el ceño fruncido -. Más vale que sepas algo de espíritus.

El gascón se levantó lentamente, ya que sus músculos le dolían a causa de las convulsiones anteriores, algo a lo que le ayudó el enfado. Una vez de pie miró de nuevo a su alrededor, viendo que los árboles se extendían con una semejanza aterradora, ya que significaba que la salida del bosque no iba a ser fácil; sin embargo, de donde debían huir no era de la foresta, sino de aquel mundo.

- Si quieres volver a tu insignificante vida, no te separes de mí – no lo hacía como un acto de bondad, sino porque quizás fuese él el que necesitase ayuda, aunque rezaba por que no fuese, en realidad, un estorbo - ¡Vamos! – la apremió comenzando a andar a la primera dirección que le pareció; necesitaban encontrar a algún ente que los guiase o permanecerían perdidos hasta convertirse ellos mismos en muertos – No te alejes de mí bajo ningún concepto o no me volverás a ver – no era una amenaza, era una advertencia; sabía que allí había criaturas que buscarían aprovecharse de ellos, algunos, como los fuegos fatuos, prometiéndolos seguridad, pero guiándolos a una perdición segura.





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Mensaje por Invitado Jue Mayo 10, 2012 7:20 pm

Aquel golpe había traído un poco de paz, un poco de calma de golpe, una sensación refrescante, era impresionante como un poco de violencia podría ser útil para sacar a flote todo lo que se tenía retenido dentro, su corazón volvió a latir como de costumbre ya no sentía la escasez de aire, era agradable tanto que se sentía proclive a volver a intentarlo, golpear su rostro una y otra vez hasta que aquel desconocido vacio desapareciera por completo… las lágrimas se había acabado, al menos ya no caían por sus mejillas, aun así podría sentir el ardor de sus ojos, de tanto tiempo que había estado llorando, todo era un caos en su interior, sentimientos que no podía controlar aunque lo intentara, ese remolino que parecía acabar con todo su interior.

Apretó la mandíbula para callarse de una vez pero no lo consiguió – Maldito – murmuró con furia a la nada, abrazándose a su propio cuerpo como un intento estúpido por protegerse de aquellas emociones, sin poder hacer nada las lágrimas volvieron a correr por sus mejillas contra su propia voluntad, quería gritar, pero tampoco podría permitírselo pues el brujo había mencionado que el responsable de que ellos estuvieran ahí era culpa del sujeto con cabello rojo, no se atrevió a mirar, le tenía miedo y seguramente que él lo sabía, lo notaba…

Inmediatamente sus dedos se aferraron a lo más cercano que había… ÉL, se aferraba a él en busca de alguna ayuda, por extraño que pareciera estar tomada de su brazo calmo el miedo, no dijo más nada se aferró a él para salir de ahí, no sabía si le molestaría el contacto pero no le importaba, sus dedos se aferraban a su ropa con demasiada fuerza, se sentía como una niña, una tonta y estúpida niña – Yo… - dudo si era lo que quería decir, claro que lo quería decir pero aun así le costaba – No me dejes sola… por favor - se aferraba a él como si la vida se fuera en ello, como si lo único que importaba en aquel momento era buscar aquella extraña calma que emitía su presencia. Libre de la oscuridad que abundaba en la propia … estaba cansada y aquel lugar triste y desolado había adormecido su mente, inclusive las ganas de luchar contra él.

Sus labios volvieron a temblar incontrolablemente cuando intentó volver hablar, pero ninguna palabra salió de ellos, solo un quebrado y débil sollozo que amenazó con hacer que sus ojos se volvieran a llenar de lagrimas, se sentía perdida, conforme caminaban por aquella dirección en busca de una salida, de un poco de esperanza.
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Mensaje por Malkea Ruokh Sáb Dic 01, 2012 4:29 pm

El panorama transmitía la angustia que dominaba el lugar, como si, a través de su silencio, expeliese mudos sollozos, una violencia acallada, sólo esperando el momento justo para romper sus límites. El gris imperante y ese cielo bajo le agobiaban, como si, de un momento a otro, éste fuera a verse privado de su soporte y terminase cayendo sobre ellos, acabando con sus insignificantes y corpóreas existencia, ajenas y forasteras en aquel mundo de espíritus.

De pronto, una opresión en su brazo le alarmó, obligándole a retirar de forma agresiva y sin dilación su extremidad. Fue un impulso, alerta como estaba, pues no sabía de su procedencia, por mucho que la opción más obvia fuese la correcta. La muchacha de cabello rojizo, tonalidad que no concordaba con la real, le miraba suplicante para que no la abandonase en aquel hostil paraje. El brujo expelió un sonido, no sabiendo si era un hastiado suspiro o un gruñido.

- ¿He dicho que te vaya a dejar sola? – no le gustaba repetir las cosas, menos aún aquellas que le ataban a otra persona y, aún menos, si quería rehuir esa presencia todavía más que el resto – He dicho que me sigas y no te separes. Pero no me toques – añadió, imponiendo esa condición y denotando su poco gusto al contacto físico.

Dicho esto, volvió a girarse, intentando encontrar el camino más propicio para continuar, inútilmente, pues la fronda se extendía al infinito. Quizás ésta terminara en algún punto, algo que esperaba, pues un terreno abierto no sería tan opresivo. Resignándose, dejó que sus pasos, sencillamente, se dispusieran a avanzar al frente. Teóricamente, aquel plano de la existencia debía concordar, en su mayor parte, con el mundo del que venían, pero de esa hipótesis a la realidad podía haber un buen trecho.

Paso a paso fue avanzando, haciendo que sus pisadas rompieran la quietud dominante, y atento al sonido que debieran provocar las de la otra, pero sin intenciones de frenarse a incitarla a seguirle otra vez. Los árboles cambiaban de posición o forma, pero resultaban casi iguales, cenizos y encorvados, dando a entender un progreso, que, igualmente, resultaba efímero e iluso. No hablaba abiertamente, pero en su mente intentaba recordar las formas de escapar de aquel lugar; si al menos Anna estuviese con él, todo sería más sencillo, pues en ese par de años no había tenido el tiempo necesario para aprender todo su conocimiento, que era extenso.

Al cabo de unos minutos, que resultaron para él más de los que realmente eran, algo fue alterando la atmósfera. Fue un olor, una pequeña mancha al principio, pero penetrante y fuerte según iban avanzando. Humo. Eso significaba fuego, algo que no sabía si catalogar como bueno o perjudicial, pero, al menos, era una novedad en aquella interminable repetición. Se dejó guiar por el olfato, menos pendiente ahora de su acompañante, hasta vislumbrar el origen de aquello, una pequeña casa de piedra y madera. Entonces, se frenó, queriendo decidir si era mejor entrar allí o evitarlo. La precaución resultaba ser vital.





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Mensaje por Invitado Sáb Dic 01, 2012 6:34 pm

Lo único a lo cual se aferraba entre ese mundo y la cuerda floja era él, sentir cuando el brazo se vio apartado de su agarre fue un movimiento que bien esperaba, pero que se negaba como aceptar por un segundo, pero se dio cuenta de lo débil que había estado a sus ojos y se odio mucho a sí misma, no podía evitar sentir asco por sí misma, pero no era momento de lamentarse, era momento de intentar mantenerse lo más cuerda posible para salir de aquel lugar, la única esperanza que le quedaba de salir de ese sitio era él, de nada le servía hacerse la digna e irse por su cuenta.

Sus brazos se cruzaron en su vientre, un modo interno de protección mientras le seguía, el lugar era un laberinto interminable, por más que avanzaran no había nada cambiado, parecía que caminaban en círculos y eso comenzaba a cansarle, pero no dijo nada, mientras fruncía los labios, obligándose a permanecer callada por que si hablaba veneno puro saldría de su boca.

Sus pasos eran cortos e inseguros, pero no dejaba de avanzar, cuando se daba cuenta que su acompañante se alejaba, daba pasos más largos hasta compensar la distancia puesta entre ambos.

El olor a humo era inevitable ¿Qué era ello? ¿Una llamada hacia su salida? ¿O un encuentro hacia su perdición?, pero era una llama de esperanza para salir de ese lugar, ese ambiente tétrico y pesado que se extendía entre el follaje, acechándolos.

Pero la comunicación entre ambos era nula, ni siquiera habían dirigido la palabra para alertar al otro del humo como si ninguno de los dos lo hubiera sentido, pero eso era imposible, solo sus pisadas parecían seguir esa conexión que ninguno de los dos podía llevar con palabras, ambos siguiendo al otro, hasta que uno de los dos parara.

Y así fue, las pisadas cesaron a metros de una pequeña cabaña, la gitana sonrió ampliamente, eso era bueno, se decía mentalmente, pero su compañero miraba la casa analíticamente, la gitana frunció el ceño haciendo que cualquier rastro de esperanza se esfumara con ello ¿Por qué no iban hacia el frente?, se giro un poco para mirarlo, pero aun sin hablarle ¿ninguno de los dos iba a romper ese silencio? Al parecer no, pero estarían ahí parados sin saber que hacer… y aquel lugar no era muy pintoresco que digamos.

- ¿vamos a ir al frente o nos quedaremos como idiotas viendo aquel lugar? al fin el silencio que al principio era soportable ahora no era más que algo que estaba acabando con su poca paciencia, ahí parados en medio de la nada en aquel lugar, que aunque no lo dijera en voz alta, Leena sabía que era culpa suya que estuvieran ahí y no había forma de salir, no la veía.

Suspiró cansada mirando hacia el piso, y lo primero que observo era su vestido desgarrado y el pedazo de tela faltante alrededor de su rodilla, con tierra y manchas de sangre, el dolor punzante de la herida no había parado, necesitaba puntos… no podía quedarse ahí.

– ¿cual es tu plan ahora? No podemos quedarnos aquí más tiempo, asi que empezamos a caminar hacia allá señaló la casa delante de ellos o hacia allá su dedo cambio de dirección hacia un pequeño camino que dirigía de nuevo a la frondosidad repetitiva pero empieza a caminar su voz se oía irritada y asi se encontraba, no pensaba modular su voz, le gustara o no.
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Mensaje por Malkea Ruokh Lun Dic 10, 2012 4:50 am

El edificio era modesto, una cabaña de piedra con una docena de metros de largo por unos tres de altura, sin contar la techumbre de madera a dos aguas. Estaba recubierta de musgo y la roca aparentaba contar con una impregnación de agua que, paradójicamente, había desaparecido en el ambiente según se habían ido acercando, como si se tratase de una esponja que no se había contentado con absorber su atención. Hubiera sido peculiar encontrarse con algo así en la ”Realidad”, pero allí resultaba tan raro como peligroso.

El gascón estaba inmerso en el análisis de la estructura cuando, de pronto, esa voz volvió a sonar, irritándole más de lo debido, ahora acostumbrado al silencio que había impregnado el bosque hasta el momento. Parecía que ella no era consciente de dónde estaban y, ajena a cualquier precaución, quería lanzarse a aquella construcción sin evaluar la posible realidad de aquello. No creía que la casa estuviera allí por casualidad, ya que era una obra destinada para los vivos en mitad de un paraje en el que hasta los muertos, dueños del lugar, estaban presentes. Y, sin embargo, el humo delataba, aparentemente, el acto de un ser consciente.

Aurélien gruñó como toda contestación a sus palabras, en especial a aquella última en el que, ni tan siquiera pedía, sino que exigía que se echase a andar. No le gustaba que le mandaran, pero estaba dispuesto a cumplir su deseo si, con ello, lograba volver a establecer distancia entre ellos y, de paso, dar espacio para que volviese la ausencia de comunicación. Retomó la marcha, pero, aunque quisiera contradecirla, hacia la choza, evitando la confrontación directa con la única ventana a la vista, la cual se encontraba a la izquierda de la puerta. Los postigos estaban cerrados, pero dejaban rendijas entre las que podrían ser vistos si alguien les espiaba. Una vez en la entrada, cogió profundamente aire antes de alzar su mano derecha y dejarla extendida, en suspensión en el aire, a apenas unos centímetros de la madera, pues prefería evitar el contacto con los elementos que pudiere, por mera cautela. Los goznes cedieron sin resistencia y, a base de magia, la puerta dejó libre el camino, dejando tras de sí un rastro de polvo que evidenciaba que no era usada con mucha frecuencia.

El interior era oscuro, bastante, y la única fuente de iluminación partía de la chimenea, en la pared del fondo a la izquierda, donde había varios sillones de espaldas a ellos. No era el único mobiliario, pero, debido a sus ojos, aún no acostumbrados a la oscuridad, y a la escasez de luz, no podía distinguir su forma o función. El olor era rancio, una mezcla se suciedad, humedad y polvo que se enfrentaba a la calidez del fuego, que llegaba hasta su posición de forma leve, pero que, en cercanía, prometía ser sofocante.

Avanzó lentamente, con cuidado de dónde poner sus pies y, aún más, pendiente de lo que sucedía a su rededor. No hubo nada más extraño que el crujir de los tablones bajo su peso, pero él prefería no fiarse para no ser sorprendido. A dos metros de distancia ya se podía distinguir lo cochambroso de los asientos, viejos, con el tapizado roto y necesitados de una capa de barniz. Rodeándolos, pudo percatarse de que no estaban solos y, pese a tratarse de un inofensivo anciano, su ceño no se relajó un ápice.

- ¡Oh! ¡Pero qué agradable sorpresa! No esperaba visita alguna – el hombre habló con una voz algo ronca, pero denotando una ilusión de la que se habían impregnado sus rasgos faciales. La mente de Aurélien saltó a hacer alguna crítica o burla hacia sus palabras, pero pronto corrigió eso para evitar relajarse. Tardó segundos en abrir la boca por primera vez.

- ¿Quién es usted y... qué hace aquí? – habló de forma seca, evitando cualquier rasgo de simpatía, por mucho que el viejo insistiera en usar la cortesía.

- Mi nombre es Benoît y esta es mi casa; perdone el estado, pero no suelo... – no terminó abruptamente la frase justo en el momento en el que giró la cabeza y, por primera vez, vio a la mujer de la sala. El nigromante no pudo distinguir las emociones de su cara por, ahora, estar de espaldas a la chimenea, pero el hombre tardó unos cuantos segundos en volver a hablar – Qué cabello más... curioso – murmuró él, casi pudiéndose decir que pensaba en voz alta, sin apartar la mirada de ella. Había hecho referencia a la única tonalidad viva que había contemplado en ese lugar hasta encontrarse con el fuego, ese bermejo que teñía el pelo de aquella mujer, tan vivo que rivalizaba fácilmente con las llamas que les calentaban.





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Mensaje por Invitado Mar Dic 18, 2012 5:42 pm

Miedo, eso siempre era el sentimiento que reinaba a Leena desde que se encontraban en ese lugar, aun cuando su rostro no mostrara ningún sentimiento aquel corazón latente en su pecho no había parado, sus latidos eran tan fuertes como los tamborazos, mientras caminaba llevaba una mano en su pecho como si evitara que su corazón saltase en cualquier momento fuera de ella.

Habian llegado hasta la puerta de la cabaña, estuvo a punto de acercarse a abrir la puerta cuando observó la mano del brujo se levanto frente a la puerta y esta cedió de un momento a otro sin tocarlo, siendo gitana, tenia un don, desde el primer momento en que lo vio se dio cuenta de que era y seguía echándole la culpa a él de estar en ese siniestro lugar, pero no decía nada ¿de qué serviría? Solamente para atormentarse, debía mantener la mente en blanco.

Tosió un poco cuando el aire cargado de polvo, lleno sus pulmones, ahora sentía tierra en la garganta que le causaba comezón, la mano que descansaba en su pecho había subido para proteger la garganta, dejo que el brujo avanzará primero entrando detrás de él, apenas podía vislumbrar la pequeña chimenea donde el fuego se levantaba en su danza, los sucios y desgastados sillones que podían verse con ayuda de la escasa luz, la gitana giraba la cabeza hacia ambos lados intentando distinguir que había en aquella casa, cuando un anciano saludo al brujo, Leena permanecía en silencio, aun cuando la apariencia del hombre no fuera más que la de un simple anciano su presencia no era la esperada en aquel lugar, nadie esperaba algo así, esperaba una casa vacía e incluso se le haría más cuerdo que encontraran algún ser maligno.

Leena dio un paso hacia atrás como para esconderse detrás del brujo, pero movió una silla desgastada y que apenas se mantenía en pie haciendo que cayera al suelo, llamando la atención del hombre que observo el cabello rubio rojizo que poseía la gitana, desde que habían llegado a ese lugar notaba que su cabello era incluso más rojo que el mismo fuego que se iba apagando cuando sus llamas besaban y calcinaban cada uno de los trozos de madera.

- Buenas… – callo un largo tiempo, puesto que no estaba segura que hora eran, habían perdido la noción del tiempo, del espacio, podrían haber pasado días, incluso minutos, pero en ese lugar todo era tan repetitivo, que no sabía ni que decir, se limitó a hacer una pequeña reverencia con la cabeza, le dolía bastante la rodilla como para intentar flexionarla, sentía la mirada en su persona y tenia miedo, ¿era posible sentir más? Trago saliva, sonriendo de medio lado, intentando ser lo que jamás había sido, buena con las personas y con facilidad para hablar y entablar amistades. – Solo queríamos saber, si sabes como podemos salir de este lugar la mano que había recorrido su pecho y su garganta, agarraba las puntas de sus raíces, pero la sonrisa, aun siendo falsa se mantenía en su rostro.
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Mensaje por Malkea Ruokh Jue Dic 27, 2012 7:37 pm

Si bien el estruendo que la mujer hubiera realizado le sorprendiera, no le alarmó tanto como las emociones que se denotaban sin pudor en los ojos del anciano. Codicia, quizás lascivia, como si la mujer no fuera más que un manjar a devorar, uno al que no hubiera posibilidad de resistirse. Sin embargo, logró hacerlo o, al menos, debió ocultar ese turbio deseo, ya que volvió a relajarse en su asiento, eso sí, sin poder retirar completamente la mirada de ella.

- Salir de este lugar… este bosque casi no tiene fin – contestó algo malhumorado -. Está sellado, cerrado; desde el Mar Sin Fin de Poniente hasta el Río Impenetrable, y del Lago de los Imperios, al sur, a las tierras de Anna… - el hombre paró de golpe su explicación, esa que había relatado como si los nombres debieran ser reconocibles para los extraños y, sobretodo, como si pudieran orientarse en un mundo en el que no podían ver el sol, si es que realmente existía allí. Pero su silencio meditativo, escrutando la nada con un ceño fruncido que casi rivalizaba con el del brujo presente, sugería que había algo que no había contado y que rebatía la imposibilidad de huir de aquel sinfín de troncos, troncos y más troncos -. Annaon… - pensó en voz alta - ¿Pero por qué dárselos a ellos? – murmuró, entonces, en un rápido y sibilino susurro, apenas entendible - ¿Por qué no quedarme con las hebras de salamandra? Quiero ambrosía, la piel se me pudre – todo un recital del que Aurélien lograba identificar palabras, pero del que no podía derivar un conocimiento pleno, mucho menos certero. Luego, el viejo calló.

- ¿Annaon? – repitió éste, alzando una ceja para romper el trance al que Benoît se había dejado, el cual le miró dos segundos antes de reaccionar

- ¡Ah, nada! Desvaríos de viejo loco. Ese lugar hace mucho que está abandonado – se apresuró a contestar, al tiempo que se levantaba –. Lo mejor es que os quedéis aquí para descansar, al menos esta noche. Tengo dos colchones en la habitación, no son gran cosa, pero servirán – el hombre se acercó al aquitano para agarrar su muñeca y llevarle al lugar indicado. Craso error. El corazón del brujo dio un vuelco y, como acto reflejo, tiro fuertemente para desasirse, llegando a enseñar los dientes y a punto de gruñir. Si alguien esperaba un pleno raciocinio a partir de entonces, se merecía claramente ser llamado iluso.

- No. No vamos a dormir. No aquí – soltó de golpe, casi escupiendo unas palabras que iban cargadas con una ira que se expresaba en sus músculos tensados y en esas aletas de la nariz, evidentemente fruncidas -. Nos vamos a Ann… a ese lugar. Ahora mismo. Y tú nos vas a guiar – impuso siendo ahora él el que agarraba, por mucho que detestara eso, y quien le dirigía a la salida, hasta que, como era esperable, el hombre frenó.

- ¡Oiga! ¡Yo no voy a ningún lugar! – se intentaba resistir al avance - ¡Que he dicho que… yo… - no hubo ninguna palabra más y el nigromante no pudo arrastrar el cuerpo ni un segundo más. Sencillamente, ya no había cuerpo. El viejo había desaparecido a su espalda, por alguna razón que no sabía. Blasfemó porque detestaba ese mundo con sus aleatorias e injustificadas reglas. Recuperó una postura normal y miró a la temporalmente pelirroja unos instantes, casi como si le preguntara qué había sucedido. Luego, casi llega a pedirle opinión sobre qué hacer, pero rectificó a tiempo de romper su indiferente conducta.

- Al norte, entonces – marcó otra nueva directriz. Y cerró la boca, se giró y regresó al exterior.





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