Duty. Honour. Family.(Blackmore)

Viene después de este tema:

-----Roleado en CB-----

Axel Blackmore encontró a su hija finalmente.-Helen Harper Blackmore.
Helen H. Blackmore : O_O-Malo. Su padre le llama por el nombre completo. MA-LO.

Axel Blackmore : El tono del capitán suena grave y afectado, tenso. Como si intentase no explotar en ese momento.

Helen H. Blackmore : Se acercó a su padre muy despacio.

Axel Blackmore : Se acerca y la mira entornando los ya de por si achinados ojos.— Hmm. ¿Hay algo que deba saber antes de tener que enterarme por terceros?- Se cruza de brazos.

Helen H. Blackmore : ........-Bajó la mirada, pensativa...¿Qué ha hecho que a su padre pudiera molestarle tanto..? Qué sería. Hablar con un desconocido y encima Paine, salir sola de noche, trasnochar, evadirse de las reuniones sociales..¿Qué de todo?

Axel Blackmore : Dime una cosa...¿En qué momento te pareció buena idea salir de noche y sola a un territorio de licántropos? ¿te he prohibido alguna vez algo? te he castigado alguna vez por alguna cosa?

Helen H. Blackmore : Ah. Por eso. Apretó los labios. Es que esa flor solo sale de noche..Y pensaba que no estaba tan..Cerca. pensaba que no entraría pero..Se perdió..Le miró de reojo y después negó con la cabeza..

Axel Blackmore : Dímelo y voy contigo, y si no puedo ir, buscamos a alguien que te acompañe y que sea de confianza...tu propia hermana por ejemplo!! que aunque no lo creas, no te quiere muerta.

Helen H. Blackmore : No pudo evitar rodar los ojos..Su hermana. Si. Solo le faltaba eso, pedirle a su hermana que le acompañe como cuando tenía cinco años y le daba miedo la oscuridad, solo para escuchar sus quejas y sus consejos. Cogió aire y le miró. Él sabía perfectamente que no quería pedir ayuda a nadie. Ella podía ir sola si quería..

Axel Blackmore : No, no puedes ir sola, porque ya sabes lo que hay ahí fuera y no tienes preparacion para luchar contra eso.

Axel Blackmore : Si no quieres que te acompañe tu hermana, perfecto. Buscaremos a alguien, a James o a Shindu, que al menos ya tienen experiencia en salidas nocturnas.

Helen H. Blackmore : Apretó los labios. Otra vez con ser una inútil. Es que no podía ir a ningún sitio sola, solo al sótano de la Sede. Apretó los labios y se le llenaron los ojos de lágrimas. Ahora con guardaespaldas..¡Tenía casi 16 años! Era injusto..Krys nunca había tenido que ir acompañada.

Axel Blackmore : Krys puede decapitar un liacántropo en 3 segundos, tú no!!..— se acerca a ella y le pone las manos sobre los hombros.— ni siquiera puedes gritar, Helen. ¿Entiendes que no puedo dejarte ir sola de noche? me niego a que seas pasto de esas horrendas criaturas.

Helen H. Blackmore : ¡Eso! Perfecto. Pero tenía razón, cómo dolían las verdades, pero cómo iba a poder ser útil. No le gustaba llorar, para nada, pero siempre que su padre le recordaba todo lo que no podía hacer y lo peligroso que era no podía evitarlo y se echó a llorar. Se tapó el rostro, quitándose las lágrimas. No podía ir ni a recoger flores..

Axel Blackmore : El capitán maldijo por lo bajo, eso no lo podía soportar, ver a su hija llorando era como ver a Anaé triste, el mundo se volvía gris y oscuro para él.— Hey... H...— a veces la llamaba simplemente H, como mote cariñoso porque sus dos nombres tenían esa letra.— sé que es injusto, sé que quieres hacer cosas por ti misma, y yo también quiero que las hagas y que te diviertas haciéndolas y.... pero la noche es territorio hostil, y tú no estás hecha para la noche, eres como tu madre, estás hecha de luz, y en este mundo de tinieblas sólo conseguirás atraer al mal.

Helen H. Blackmore : Pero ella no era como su madre..O si, pero no quería ser como ella. Anaé se conformaba con cudiarles, pero ella no podía quedarse allí sin hacer nada mientras todos sus hermanos salían y arriesgaban la vida por la causa..¿Por qué ella no? Solo intentaba buscar su sitio, pero él nunca le dejaba. Ella no quería ser luz..Siguió llorando desconsolada mientras se recogía las lágrimas. Así que eso era todo, tenía que quedarse en casa, tener una vida frívola entre pedantes hombres de negocios y conversaciones sobre sombreros y boutiques..Eso iba a ser su vida.

Axel Blackmore : Sabía que su hija era especial,que no tenía los mismos intereses ni motivaciones que el resto de señoritas de su entorno, que ansiaba la independencia y la libertad, pero no estaba preparada para salir a ese mundo hostil. Pensó en los recursos que tenía a su disposición.— Helen...¿recuerdas al tio Chase? es sordo, y siempre quiso ser cazador, pero no puede serlo porque sería presa fácil.¿Quieres ayudar a la Orden? él decidió hacerlo desde otra posición, estudió algo que es necesario para apoyar esta causa. ¿Quieres venir conmigo y buscaremos algo que puedas hacer y que te guste?

Helen pisó el suelo con fuerza, era un gesto de rabia que era incapaz de contener y que le acompañaba desde que supo caminar. ¡Eso había estado haciendo! El jardín de los Paine no era precisamente bueno para pasear, no para alguien como ella, ya lo sabía, pero no estaba allí por gusto, ni por molestar a nadie. Ni siquiera iba a entrar en el territorio, se equivocó y se adentró sin darse cuenta, pero las flores las necesitaba. Había leído sobre ellas y quería saber qué propiedades de las que había averiguado eran útiles. Lloró de nuevo y le miró a los ojos entristecida. Le estaba haciendo la vida imposible..

Estaba enfadad, frustrada más bien, y podía entenderla, ella era una pequeña luchadora, y no tenía hacia donde dirigir sus fuerzas. Había guiado a infinidad de cazadores, había ayudado a familias, conocidos y extraños...y ahora era incapaz de ayudar a su propia hija.

Le nacio el impulso de abrazarla y así lo hizo, porque con ella no quería tener secretos, no más de la cuenta, claro está. Acarició su cabeza despacio, como lo hacía con la de Anaé, le gustaba sentir el tacto de sus cabellos suaves.

— Helen... ten un poco de paciencia conmigo, sólo trato de ayudarte, y quizás no lo estoy haciendo bien. Ayúdame tú a mi. Intentemos encontrar la solución ¿de acuerdo? sólo quiero que estés a salvo y feliz, y no estoy consiguiendo ninguna de las dos cosas. Vamos, ven a mi despacho y pongámonos manos a la obra.

Axel era un hombre sensato y cabal, y podía razonar y hablar con sentido común, ese era el secreto de su éxito. Cuando subieron a su despacho, sirvió dos tazas de té.

— Tu abuela Melinda dice que no hay preocupación que no disminuya si hay por encima de la mesa un té. Vamos a ver...— se frotó las sienes y sacó dos papeles y dos plumas, dándole una a Helen.— Hazme una lista de las cosas que te gustan lo suficiente como para invertir muchas horas al día en ellas. Yo haré otra de las cosas que son innegociables, como salir sola de noche. No te prohibiré que lo hagas, pero no puedes ir sola, así podemos escoger a quien tú quieras para que te acompañe ¿de acuerdo?.

La dejó pensar y esccribir, mientras él hacía lo propio. En su lista escribió lo siguiente:

- No salir sola de noche
- Si quieres entrenar para saber defenderte, lo haremos, pero no para dedicarte a la caza.
- Confianza. Contarme siempre a donde vas, no te voy a juzgar, sólo quiero que estés a salvo.
- Pideme todo lo que necesites, incluso aunque tenga que hablar con los Paine para que te dejen entrar en su territorioo, lo haré.

Cuando la tuvo más o menos, se la pasó para que la leyera, a ver qué le parecía.

Veía en los ojos de Axel los mismos sentimientos que ella guardaba, ninguno de los dos quería que todo fuera tan drástico pero era necesario..Helen se calmó un poco pensando que todavía no había llegado el momento de dejar de ser la niña de su padre y no tenía claro que eso fuera a cambiar en toda su vida. La relación que guardaba con él era muy especial, era al único que se sentía un poco más afín, a su madre era incapaz de comprenderla aunque Anaé siempre la había entendido más que cualquier otro de la familia, había más pena y preocupación en sus ojos que otra cosa. No era tan desvalida como todos se pensaban y quería demostrarlo, pero hacerlo bajo unas condiciones tan duras no había entrado en sus planes.

Se agarró del brazo del cazador, mirando al suelo mientras su cabeza daba vueltas, pero sonrió a medias por el comentario de las pastas, su padre siempre era así, la gente podía decir barbaridades sobre la relación entre Anaé y Axel, Helen sospechaba que era más envidia que otra cosa, porque no hacía falta ser cercano a ellos para darse cuenta de lo mucho que se amaban, a ella le parecía que había demasiado azúcar en esa relación, pero le gustaba ver lo que se querían, que su familia no estaba construida en base a un matrimonio concertado y siempre los recordaba así, acaramelados.

Al principio, la lista no le pareció mala idea, lo primero sería no tener un guardaespaldas como una necesidad prioritaria, pero en cuanto el capitán empezó a alargar demasiado la frase, con cosas que ella todavía no había asimilado del todo, la cabeza le empezó a dar vueltas y tuvo que colocar significativamente una mano sobre el brazo del lord inglés y darle unas cuantas palmaditas, para que se fijara en la cara de circunstancia que tenía su hija. Solo con sus ojos le recordó que tenía que ir...Poco a poco..Porque empezaba a estar asustada de verdad, tenía ganas de meterse en la cama, ocultarse bajo las mantas y quejarse por no hacer nada para aportar mientras las horas pasaban y a su padre se le iba la absurda idea de enviarla a la universidad. Le emocionaba mucho estudiar, pero..Le aterraba. Se plantó delante de él con gesto preocupado.- ¿Me vas a enviar lejos…?- No sabía dónde estaban las universidades, nunca se había interesado porque de todas formas era un terreno vedado a las mujeres. En el fondo, con un buen maestro dentro de la Sede que pudiera enseñarle lo necesario para ser útil, le bastaba,  no necesitaba un maestro venido a más para darle lecciones, los libros podían hacer exactamente lo mismo sin tener que aguantar a nadie. Era un aprendizaje lento, que requería el doble de esfuerzo pero eso nunca le había detenido, se le ocurrió la pequeña bola de plata y acónito gracias a un libro sobre los orígenes de la licantropía, no por los sermones de un estudioso y sin contar con que estaría cerca de su casa y de su familia, de la que nunca se había separado. Su hermana y ella no se soportaban, pero tampoco podía contemplar una vida sin ella, le ocurría lo mismo con el resto de los Blackmore...Estaba unida a ellos y no se sentía con ganas de abandonar el nido, le daba..Miedo.

Siguió caminando hasta llegar a la tienda de las pastas, estaba un poco preocupada por lo que estaban hablando, se le estaba viniendo el mundo encima y no había calculado hasta dónde iba a afectar su decisión, le iba a cambiar la vida entera, no solo un pequeño detalle. Sonrió de medio lado y le miró de nuevo, divertida.- Cuando dejes de mirar a mamá con cara de culpabilidad, entonces ella dejará de adivinar qué has hecho. No es por las pastas..Ella no se daría cuenta de algo tan simple, ¡Son tus caras, que te delatan! Tienes una para cada ocasión, si has robado galletas, si has bebido, si te has liado en la oficina y llegas tarde a cenar, si tienes algo que pedirle...- Se frotó el brazo, aun con la duda, pero si...No quería seguir siendo un cero a la izquierda, quería hacer algo y si eso significaba ir a la universidad...Por mucho que la idea le sobrecogiese..Lo haría. Por su padre, para que estuviera orgulloso de ella, sería un bicho raro pero..De todas formas ya lo era, así que no tenía nada que perder. Asintió con la cabeza, nerviosa.- No se..Lo que voy a necesitar..Libros ya hay en la biblioteca, supongo que con eso es suficiente. También puedo enseñarle a..a..-¿Cómo le había dicho que se llamaba su mentor..?-..Ese..Cómo hacer las bolitas.

Echó el brazo por encima de los hombros de su hija y ambos caminaron hasta su casa después de haber comprado unos dulces para Anaé. El capitán siempre era detallista con su esposa, ya que sabía a todo lo que ella renunciaba por estar casada con él. Además seis hijos era una descendencia muy nomerosa y ella era quien cargaba con casi todo el peso.

— Vayamos a casa, piensa en todo lo que hemos hablado, mañana temprano vendrás conmigo a la Sede y comenzaremos a trazar un plan de instrucción para ti. Pero el resto de la tarde... por favor, dejemos a un lado nuestras diferencias.

Axel conseguía más cosas con su talante negociador que por imposición, así le había ido bien y por eso estaba donde estaba. Con sus hijos mayores no le había hecho falta imponerse, pero Helen era especial.

— No le digas nada a Enola, ya sabes que en seguida se quejará, protestará y montará un numerito. Ella ya está entrenando pero no consigue estar al nivel de Krystha y cuando sepa que tú has encontrado tu lugar antes que ella...bueno, yo no querría estar en tu piel.— le guiñó el ojo a Helen, porque sabía que podía confiar en ella en ese aspecto. Enola siepre le había tenido celos a Helen, de la misma forma que Helen se los tenía a Krystha. Las mujeres Blackmore tenían mucho carácter y era complicado lidiar con ellas juntas. No sabía cómo Anaé era capaz de hacerlo, porque él se sentía fuera de lugar, ya que en casa no era el capitán y no conseguía imponerse de la misma forma y que le obedecieran. Su hija pequeña se sentía desplazada porque no era la primogénita, ni la "desvalida" y por detrás de ella estaban los gemelos que eran los que más lata daban por ser los más pequeños. Tenía la necesidad de destacar y lo conseguía de malas maneras, de hecho estaban pensando en mandarla al King's College de Canterbury, al internado donde asistieron Aveline y él, allí fueron modelos de comportamiento y esfuerzo. Dudaba que Enola lo fuera, pero pretendía enseñarle la disciplina que le hacía falta y que no conseguía imponer. Cuando la joven los uepiera iba a arder Troya.

Helen estaba dispuesta a dejar a un lado lo que hiciera falta con tal de que la relación con su padre no se volviera extraña de pronto. Le acompañó tan excitada como temerosa, no sabía si iba a estar a la altura pero por fin había conseguido un sitio donde podía encajar y no precisamente eligiendo centros de mesa o sombreros como hacía su madre. Miró a Axel un tanto confusa, de todos sus hermanos, Enola era la peor. Parecía tenerle un odio especial y eso que ella no hacía nada, se pasaba la vida encerrada en su habitación, leyendo un libro u otro, quejándose por no tener la condición física de su hermana mayor, pero a su modo de ver las cosas, Enola no tenía nada por lo que quejarse. Era cazadora y podría dedicarse a ello tarde o temprano, pero no tenía ni una pizquita de paciencia y quería todo para ayer.

Por lo general, procuraba no cruzarse con ella muy a menudo por la casa, porque siempre acababa corriendo la sangre, al menos los gemelos eran infinitamente más divertidos.- Teniendo en cuenta que Krystha encontró su lugar mucho antes que yo no se de qué tiene que quejarse. A mi también me ha costado y todavía no sabemos si funcionará. Ella puede cazar, con el tiempo también saldrá fuera...No se de qué se queja.- Bajó la mirada al suelo, sincera. Para ella Enola era una quejica y una llorona, cualquier cosa con tal de llamar la atención y demostrar que existía. Era imposible no saber que existía, si alguien gritaba en esa casa, era ella cuando se ponía histérica.- La verdad es que no se muy bien qué quiere...No entiendo muy bien a Heaven..- Pero sus padres se lucieron con el nombrecito.- De todas formas es normal que yo consiga un sitio antes que ella, soy un poco mayor, solo tendría que hacer lo que hace y esperar a que llegue su turno, pero lo quiere todo al momento. Es..Caprichosa.- Y sonrió, porque al final no despreciaba a ninguno de sus hermanos, les tenía envidia, que eran cosas diferentes, pero a Enola no había por dónde cogerla y prefería no ponerse en el camino de ese tornado.

Esa tarde comunicó a Enola su destino y por su puesto se desató en el hogar de los Blackmore el tornado y el drama. Heaven tenía un carácter endiablado y cuando escuchó que Helen iba a entrar en la Sede y ella iba a ser enviada a Londres entró en barrena.

A Anaé se le daba bien apaciguarle los ánimos a su hija, pero ese día no había quien calmase al dragón, así que al día siguiente temprano, le dejaron el marrón a Anaé y Helen se marchó con su padre a la Sede, donde hablaron con los encargados de la biblioteca, el laboratorio, la herrería... quería que su hija comenzase a instruirse en todos esos campos, comprendiendo bien qué hacían cada uno de ellos y por la tarde fueron a la universidad a tener una pequeña charla con uno de los benefactores de la Orden, que conocía a Axel y colaboraban estrechamente. Para su hija se le podía adaptar un temario y que fuera estudiándolo en casa y en la Sede, y así sólo tendría que acudir un par de veces por semana a las clases para hacer lo exámenes y ejercicios obligatorios. Quería que Helen lo consiguiese, que se graduase y estuviera segura de sus conocimientos y habilidades, aunque eso les costase diez años. Su hermano Edwin era sordo y se había graduado en leyes y economía, siendo un gran abogado mercantil, que junto a Chase, eran quienes iban a reconducir todos los negocios de los BVlackmore y de todas las sedes de cazadores de la Orden de Hellsing para que su entramado permaneciese estable y bien aprovisionado.

El té de las cinco lo tomaron en una cafetería cerca del College de France, y aunque sabía que a Helen todo eso la estaba abrumando, era necesario, ya no era una niña y si quiería servir a la Orden, tendría que hacer su entrenamiento duro como el de los demás.

— ¿Cómo lo ves? sé que te va a costar, pero puedes hacerlo, si no lo creyese, no te habría traído aquí. Prueba durante este año, y si la química o la ingeniería no te van, pues ya buscaremos otras cosas.

Sabía que Helen una vez comenzara a ver las maravillas de la cincia aplicadas a su causa, no dejaría de estudiar y de darle a esa mente rpivilegiada y creativa que se gastaba.

Helen había huido de casa, como la mayoría de sus hermanos, todos desaparecían al primer grito de Heaven, Anaé tenía una paciencia que no era ni normal y quería a todos sus hijos por igual, procuraba comprenderlos y aceptarlos, lo máximo que había logrado hacer era castigarles sin sus postres favoritos y eso era cuando se portaban realmente mal, pero se había dado cuenta de que con Enola era un poco diferente, no conseguía llegar a ella del todo y le dolía, no tuvo más remedio que aceptar la idea de dejarla marchar aunque le entristecía sobremanera, en cierta parte Anaé se sentía culpable por no sabe cómo ayudar a su hija, pero esperaba que todo le fuera bien y si siempre tendría a su familia para protegerla.

Helen prefería no estar en medio, porque las miradas de Enola podían matar a cualquiera y ella ya estaba muy nerviosa, no necesitaba jarabe de palo de su hermana. Así que junto a su padre decidió centrarse completamente en lo que le enseñaba, tal y como él imaginaba tanta información y tantas materias nublaron su mente por un instante. Era demasiado, tenía miedo de fracasar, de no entender nada y de ser el hazmerreír. Por un momento, sintió que la universidad iba a ser demasiado en cuanto notó las miradas de uno o dos estudiantes, sin contar con el profesorado. Al principio, Helen fue mirando fijamente la punta de sus zapatos hasta que lo que vio era tan llamativo que se olvidó del resto de la gente.

Cuando finalmente terminaron de visitar y de hablar del tema, se sentía exhausta, pero increíblemente alterada, ansiosa por empezar. ¿Podía ser eso posible? ¿Cómo podía haber tantas cosas fuera de su conocimiento? Le frustraba y esa sensación de no tener ni idea de nada le impulsaba a aprender, a saber.

El té de las cinco le supo a agua de mayo y hasta tomó varios postres, por el hambre que le había dado tanto desconocimiento. Apretó los labios escuchando a su padre, estaba increíblemente entusiasmada, ¡Con energía! Nunca se había sentido tan contenta, todo le parecía un desafío y le encantaba.- Estoy muy atrasada...Pero seguro que puedo ponerme al día antes de que empiecen las clases.- Cogió aire mirando de nuevo a su padre, pero apenas podía dejar de sonreír. Sin querer, empezó a patear el suelo con los pies ¡Estaba pletórica!- ¡Tengo ganas de empezar! ¿Crees que molestaré en la Sede si les observo mientras trabajan? ¿Existirán libros en la biblioteca de la Sede? Tal vez pueda sacar de la Biblioteca pública.- Volvió a sonreír y al final no pudo evitar levantarse de un salto, ir casi dando brincos hasta el sitio donde se sentaba su padre, perdiendo cualquier tipo de decoro y le abrazó con fuerza, empezando a llenar su rostro de besos.- ¡Gracias, gracias, gracias!