AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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De eso se constituía su vida: de volver a empezar una y otra vez. De no caer en la tentación de abandonarse, de no sucumbir ante el deseo de acabar con su vida esperando que la próxima que le tocase vivir fuese mejor.
No era que Eliah creyese que efectivamente había más vidas que transitar luego de la muerte, pero la duda sobre aquello había sido implantada en él por la primer mujer a la que había amado en su adolescencia. Una gitana dos o tres años mayor que él que siempre que se encontraban hablaba sobre la posibilidad de enmendar los errores del presente en vidas futuras. Era una ilusión, demasiado perfecto para ser real. ¿Y si solo tenían una vida y la gastaban pensando en que la siguiente sería mejor? No tenía mucho sentido, por eso él no se abandonaba. Seguía intentando hacer lo mejor con las herramientas que había ido adquiriendo con el paso del tiempo.
En fin, su vida presente avanzaba de esa manera. Había un momento para construir, luego todo aquello que con esfuerzo había armado se deshacía y vuelta a empezar. Era agotador, frustrante también, pero no podía parar. Si dejaba de buscar trabajo moriría de hambre, se condenaría a sí mismo a dormir para siempre de prestado en la herrería.
Así estaba ahora el joven. Yendo de casa en casa, ofreciéndose como trabajador en lo que hiciese falta, pero sin éxito todavía.
Se plantó frente a la tercera casa a la que acudía esa mañana, elevó una pequeña plegaria antes de atravesar la verja, más por costumbre que por fe, y se adentró en los jardines buscando quien pudiese atender su pedido.
Le costó hallar a alguien, el lugar parecía desierto. Sólo una mujer se encontraba en la parte trasera y parecía estar admirando las flores. Pensando que de seguro se trataba de una empleada, él se acercó confiado a ella y le habló.
-Buenos días, quisiera hablar con el encargado de la casa –la mujer se volteó hacia él y Eliah enmudeció de pronto. Por su pose, por su forma de vestir, por su mirada, advirtió que no se trataba de una empleada-. Disculpe, es que busco trabajo y… no quise molestarla –trató de explicar.
Eliah no solía experimentar vergüenza ante cosas así. Vergüenza era robar, violentar a otros para conseguir algo; no había nada deshonroso en pedir trabajo, mas sintió en sus mejillas el calor y supo identificar a qué se debía: le daba apuro saber que ante aquella dama él solo era un pobre hombre. No tenía nada especial con qué sorprenderla, no había en él nada grandioso con qué cautivarla. Y sí, eso le hacía sentir débil.
-Perdóneme, Madame. Puedo volver en otro momento –le aseguró, como queriéndose despedir y alejarse de quien parecía ser la dueña de la casa, pero los pies no le respondieron por lo que siguió allí, plantado frente a ella.
No era que Eliah creyese que efectivamente había más vidas que transitar luego de la muerte, pero la duda sobre aquello había sido implantada en él por la primer mujer a la que había amado en su adolescencia. Una gitana dos o tres años mayor que él que siempre que se encontraban hablaba sobre la posibilidad de enmendar los errores del presente en vidas futuras. Era una ilusión, demasiado perfecto para ser real. ¿Y si solo tenían una vida y la gastaban pensando en que la siguiente sería mejor? No tenía mucho sentido, por eso él no se abandonaba. Seguía intentando hacer lo mejor con las herramientas que había ido adquiriendo con el paso del tiempo.
En fin, su vida presente avanzaba de esa manera. Había un momento para construir, luego todo aquello que con esfuerzo había armado se deshacía y vuelta a empezar. Era agotador, frustrante también, pero no podía parar. Si dejaba de buscar trabajo moriría de hambre, se condenaría a sí mismo a dormir para siempre de prestado en la herrería.
Así estaba ahora el joven. Yendo de casa en casa, ofreciéndose como trabajador en lo que hiciese falta, pero sin éxito todavía.
Se plantó frente a la tercera casa a la que acudía esa mañana, elevó una pequeña plegaria antes de atravesar la verja, más por costumbre que por fe, y se adentró en los jardines buscando quien pudiese atender su pedido.
Le costó hallar a alguien, el lugar parecía desierto. Sólo una mujer se encontraba en la parte trasera y parecía estar admirando las flores. Pensando que de seguro se trataba de una empleada, él se acercó confiado a ella y le habló.
-Buenos días, quisiera hablar con el encargado de la casa –la mujer se volteó hacia él y Eliah enmudeció de pronto. Por su pose, por su forma de vestir, por su mirada, advirtió que no se trataba de una empleada-. Disculpe, es que busco trabajo y… no quise molestarla –trató de explicar.
Eliah no solía experimentar vergüenza ante cosas así. Vergüenza era robar, violentar a otros para conseguir algo; no había nada deshonroso en pedir trabajo, mas sintió en sus mejillas el calor y supo identificar a qué se debía: le daba apuro saber que ante aquella dama él solo era un pobre hombre. No tenía nada especial con qué sorprenderla, no había en él nada grandioso con qué cautivarla. Y sí, eso le hacía sentir débil.
-Perdóneme, Madame. Puedo volver en otro momento –le aseguró, como queriéndose despedir y alejarse de quien parecía ser la dueña de la casa, pero los pies no le respondieron por lo que siguió allí, plantado frente a ella.
Eliah Sainz- Humano Clase Baja
- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 14/03/2017
Re: Nada que perder | Privado
El incesante sonido de las manecillas generó un eco en los pasillos empolvados de su subconsciente. Entonces, la rubia aterrizó una vez más en su realidad. Pasó sus dedos largos por el espeso mar de cabellos, recostada aún en la comodidad de su mullido tálamo. Suspiró con la mirada ausente de la belleza y la artificialidad que le rodeaba en su habitación. Se había quedado dormida después de llorar amargamente, como lo hacía todas las noches desde su llegada a la capital. Se abrazó a las sabanas resistiéndose a ponerse de pie. No se sentía del todo integra para levantarse. Se mostraba en un estado inconsciente. Había días que transcurrían de esa manera, aletargados, sumergiéndola en un espeso oleaje de memorias y culpabilidades. Tortuosas, imposibles. No había espacio del día u hora en la noche en la cual no dejara de pensar en los suyos, incluso en Michael, su eterno compañero a quien le juró fidelidad y quien de vez en cuando se colaba en sus sueños por petición propia de la hechicera. De este modo Lorraine se sumergió ese edén de pesadilla donde solo buscaba que la muerte tocara a su puerta en algún momento.
No supo en qué momento se quedó dormida por completo, cuando abrió los ojos nuevamente los rayos del sol ya se colaban por su ventanal. Recordó repentinamente que debía acudir a un evento de caridad que ya estaba dentro de su itinerario para ese día, se levantó de inmediato y suspiró dio un vistazo a su imagen en el enorme espejo ovalado. Nada distinto de lo que veía los días previos. Despierta Lorraine, levántate de este letargo, se repetía a si misma a diario, tomó un baño y se vestía dando paso al rito de transformación, la peineta dorada recorría cada surco de sus rizos, una ligera capa de rubor para enaltecer sus delicados pómulos y una pincelada natural de rosa pálido sobre sus labios. Aparentemente todo era perfección, aunque por dentro no necesitaba ni quería seguir así, por más que se miraba en el espejo no lograba encontrar a la verdadera Lorraine, esa mujer soñadora que ahora se escondía tras el velo de la soledad y el encierro.
Estaba lista para salir cuando recibió por parte del mayordomo dos misivas que cambiarían el rumbo de su día. En la primera el cochero explicaba que por razones personales no podría brindar más sus servicios, hecho que se lamentaba porque ella era una mujer que constantemente solicitaba de dicha labor. Por fortuna o desgracia en la segunda, el Museo de Louvre le hacía saber que la exposición había sido cancelada hasta aviso próximo. Suspiró con amargura y enfundada ya en su atuendo decidió tomarse la mañana para dar un pequeño paseo por el jardín.
Se hallaba distraída cuando la voz grave de un hombre la tomó por descuido.
–Buenos días buen hombre– respondió con una sonrisa amplia en su rostro –Debo confesar que soy a quien se dirige, nadie más salvo la servidumbre habita en esta vieja casona–
Negó con la cabeza y se aproximó hasta donde él estaba para darle la bienvenida.
–Adelante por favor, soy Lorraine Leuenberger, usted llegó en el momento indicado–
Realmente necesitaba suplir el puesto del viejo cochero asi que no dudó en hacerle pasar.
No supo en qué momento se quedó dormida por completo, cuando abrió los ojos nuevamente los rayos del sol ya se colaban por su ventanal. Recordó repentinamente que debía acudir a un evento de caridad que ya estaba dentro de su itinerario para ese día, se levantó de inmediato y suspiró dio un vistazo a su imagen en el enorme espejo ovalado. Nada distinto de lo que veía los días previos. Despierta Lorraine, levántate de este letargo, se repetía a si misma a diario, tomó un baño y se vestía dando paso al rito de transformación, la peineta dorada recorría cada surco de sus rizos, una ligera capa de rubor para enaltecer sus delicados pómulos y una pincelada natural de rosa pálido sobre sus labios. Aparentemente todo era perfección, aunque por dentro no necesitaba ni quería seguir así, por más que se miraba en el espejo no lograba encontrar a la verdadera Lorraine, esa mujer soñadora que ahora se escondía tras el velo de la soledad y el encierro.
Estaba lista para salir cuando recibió por parte del mayordomo dos misivas que cambiarían el rumbo de su día. En la primera el cochero explicaba que por razones personales no podría brindar más sus servicios, hecho que se lamentaba porque ella era una mujer que constantemente solicitaba de dicha labor. Por fortuna o desgracia en la segunda, el Museo de Louvre le hacía saber que la exposición había sido cancelada hasta aviso próximo. Suspiró con amargura y enfundada ya en su atuendo decidió tomarse la mañana para dar un pequeño paseo por el jardín.
Se hallaba distraída cuando la voz grave de un hombre la tomó por descuido.
–Buenos días buen hombre– respondió con una sonrisa amplia en su rostro –Debo confesar que soy a quien se dirige, nadie más salvo la servidumbre habita en esta vieja casona–
Negó con la cabeza y se aproximó hasta donde él estaba para darle la bienvenida.
–Adelante por favor, soy Lorraine Leuenberger, usted llegó en el momento indicado–
Realmente necesitaba suplir el puesto del viejo cochero asi que no dudó en hacerle pasar.
Hyun Queneau- Condenado/Hechicero/Clase Alta
- Mensajes : 118
Fecha de inscripción : 22/09/2013
Re: Nada que perder | Privado
Estaba seguro de que ella era una de esas mujeres que hacen al ambiente… O sea, de aquellas que llegan a una habitación gris y helada y con una sonrisa la vuelven acogedora y reconfortante. Era muy hermosa a pesar del aire de nostalgia, y quizás tristeza, que la envolvía… Y sí, no podía ser nadie más que la señora de la casa, sus formas delicadas le delataban.
-Un placer conocerla, señora –dijo e hizo una inclinación de cabeza que mostraba respeto-. Yo… sólo he venido en busca de trabajo –se acercó a ella a penas unos pasos-, me he desempeñado como cochero en el último tiempo, pero soy bueno con la madera, no le temo a la altura y he arreglado varios techos, también puedo hacer mantenimiento…
Calló, porque otra vez lo asaltó la vergüenza. Eliah no se reconocía en aquella sensación que experimentaba en esos momentos, mas sabía que tenía que ver con la mirada cautivante de la señora de la casa y con que, como un tonto, se la había quedado mirando más de lo que se podría juzgar como decente. Acabó por desviar la vista, se sentía algo incómodo… Necesitaba el empleo, pero le gustaba demasiado la mirada de aquella mujer y eso podría darle problemas en el futuro.
“Vergüenza es tener que robar para poder comer”, se repitió mentalmente.
Los momentos de silencio le incomodaban, temía no ser aceptado en el trabajo… Claro que ya había pasado por eso en varias oportunidades, pero aún así la adrenalina seguía trepando por su cuerpo. Podía pensar y analizar que aquello se debía a la incesante decepción que había sentido de pequeño, al ver que siempre que una familia acudía al orfanato para escoger a un pequeño al que hacer propio -al que cambiarle la vida dándole un hogar, una familia-, él había sido dejado de lado; era muy mayor, o muy miedoso, o poco fuerte… No lo sabía, pues nunca nadie le había dado una razón que explicase por qué no se lo llevaban a él, por qué no lo elegían. Había pasado noches enteras buscando el motivo por el cual las personas no lo adoptaban, no entendía qué era lo que estaba mal en él, y Eliah nunca había llegado a una conclusión certera. Por eso el fantasma del rechazo, que siempre estaba flotando cercano a él, lo invadía en esos momentos.
-Si no puedo serle útil en ningún área… ¿sería muy atrevido de mi parte pedirle que me recomiende con alguna de sus amistades?
-Un placer conocerla, señora –dijo e hizo una inclinación de cabeza que mostraba respeto-. Yo… sólo he venido en busca de trabajo –se acercó a ella a penas unos pasos-, me he desempeñado como cochero en el último tiempo, pero soy bueno con la madera, no le temo a la altura y he arreglado varios techos, también puedo hacer mantenimiento…
Calló, porque otra vez lo asaltó la vergüenza. Eliah no se reconocía en aquella sensación que experimentaba en esos momentos, mas sabía que tenía que ver con la mirada cautivante de la señora de la casa y con que, como un tonto, se la había quedado mirando más de lo que se podría juzgar como decente. Acabó por desviar la vista, se sentía algo incómodo… Necesitaba el empleo, pero le gustaba demasiado la mirada de aquella mujer y eso podría darle problemas en el futuro.
“Vergüenza es tener que robar para poder comer”, se repitió mentalmente.
Los momentos de silencio le incomodaban, temía no ser aceptado en el trabajo… Claro que ya había pasado por eso en varias oportunidades, pero aún así la adrenalina seguía trepando por su cuerpo. Podía pensar y analizar que aquello se debía a la incesante decepción que había sentido de pequeño, al ver que siempre que una familia acudía al orfanato para escoger a un pequeño al que hacer propio -al que cambiarle la vida dándole un hogar, una familia-, él había sido dejado de lado; era muy mayor, o muy miedoso, o poco fuerte… No lo sabía, pues nunca nadie le había dado una razón que explicase por qué no se lo llevaban a él, por qué no lo elegían. Había pasado noches enteras buscando el motivo por el cual las personas no lo adoptaban, no entendía qué era lo que estaba mal en él, y Eliah nunca había llegado a una conclusión certera. Por eso el fantasma del rechazo, que siempre estaba flotando cercano a él, lo invadía en esos momentos.
-Si no puedo serle útil en ningún área… ¿sería muy atrevido de mi parte pedirle que me recomiende con alguna de sus amistades?
Eliah Sainz- Humano Clase Baja
- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 14/03/2017
Re: Nada que perder | Privado
El semblante de la mujer parecía ser un tibio rayo de sol aunque en su corazón las penumbras jamás le habían abandonado. Pero estaba decidida a iniciar de cero, porque incluso una asesina como ella merecía un poco de indulgencia, o al menos eso quería creer y de ese modo quizás sus culpas fuesen un poco menos duras, menos lastimeras. Por eso cuando el muchacho interrumpió en su momento de soledad ni siquiera se atrevió a refutarle, más que una mujer de alta cuna, ella siempre se describí a sí misma como una mujer afortunada, a quien el destino le había regalado riquezas, pero que se había cobrado con creces de la manera más vil posible. La muerte de su madre, posteriormente la partida de Michael y la incertidumbre que rondaba por su mente al no saber nada sobre Yulia. Pero ese no era el momento para derrumbarse, sintió la necesidad de huir en algún momento aunque fuese por un par de horas.
Sus ademanes delicados le ofrecieron de inmediato al joven una bienvenida singular. Lorraine estaba habituada a tratar con extraños. Pero no fue sino hasta que pudo verle más de cerca que notó un ápice de congoja en el aura ajena, apenas una mancha diminuta que mancillaba los tonos cálidos que le rodeaban. Había una bondad inmensa en los ojos, reconoció dicho don porque antes de que su vida se tornara una pesadilla, pudo conocer ese lado amable en Michael, fue inevitable no verle en aquel joven soñador. Apartó esa ensoñación para dejarse envolver por la retórica que él presentaba. Sonreía únicamente al ver como cada frase pronunciada nacía de manera natural en sus labios, no había actuación o acto de querer sonar presuntuoso sobre lo hábil que pudiese ser en su trabajo, creyó todo lo que le decía. Absolutamente todo. Ladeo la cabeza ligeramente, complacida, como una niña que se deja atrapar en historia de fantasía.
–Ya lo creo caballero, créame que en ningún momento pasó por mi mente el prescindir de sus servicios y aparentemente usted posee muchas más habilidades, pero ya con el transcurso del tiempo iremos descubriendo ese lado suyo, por favor pasé, no me gustan mucho las formalidades así que antes de hablar de negocios por favor sea tan amable de acompañarme–
Le escoltó al fondo del jardín, donde el agua de la fuente en mármol hacía un eco incesante pero sin resultar invasivo en las charlas que la alemana normalmente tenía con sus visitas, aunque a últimas fechas nadie más que el jardinero se paseaba por esa zona de la mansión. Ordenó con una voz suave galletas y un poco de té para ella y el joven, quien parecía no dejar de verle.
–Estoy segura que ha trabajado para personalidades mucho más importantes que esta viuda solitaria ¿O me equivoco? Justamente hoy mi chofer de años anunció su renuncia, lo cual me apena demasiado por que era casi como de la familia, así que no será necesario recomendarlo porque inicia aquí hoy mismo ¿Está de acuerdo? Por cierto ¿Cual es su nombre?–
El mayordomo había servido ya dos tazas y colocado el resto de la merienda sobre la mesita. Ella se limitó a sonreír una vez más.
–Déjanos a solas por favor– ordeno y se dispuso a servir ella misma el té
Sus ademanes delicados le ofrecieron de inmediato al joven una bienvenida singular. Lorraine estaba habituada a tratar con extraños. Pero no fue sino hasta que pudo verle más de cerca que notó un ápice de congoja en el aura ajena, apenas una mancha diminuta que mancillaba los tonos cálidos que le rodeaban. Había una bondad inmensa en los ojos, reconoció dicho don porque antes de que su vida se tornara una pesadilla, pudo conocer ese lado amable en Michael, fue inevitable no verle en aquel joven soñador. Apartó esa ensoñación para dejarse envolver por la retórica que él presentaba. Sonreía únicamente al ver como cada frase pronunciada nacía de manera natural en sus labios, no había actuación o acto de querer sonar presuntuoso sobre lo hábil que pudiese ser en su trabajo, creyó todo lo que le decía. Absolutamente todo. Ladeo la cabeza ligeramente, complacida, como una niña que se deja atrapar en historia de fantasía.
–Ya lo creo caballero, créame que en ningún momento pasó por mi mente el prescindir de sus servicios y aparentemente usted posee muchas más habilidades, pero ya con el transcurso del tiempo iremos descubriendo ese lado suyo, por favor pasé, no me gustan mucho las formalidades así que antes de hablar de negocios por favor sea tan amable de acompañarme–
Le escoltó al fondo del jardín, donde el agua de la fuente en mármol hacía un eco incesante pero sin resultar invasivo en las charlas que la alemana normalmente tenía con sus visitas, aunque a últimas fechas nadie más que el jardinero se paseaba por esa zona de la mansión. Ordenó con una voz suave galletas y un poco de té para ella y el joven, quien parecía no dejar de verle.
–Estoy segura que ha trabajado para personalidades mucho más importantes que esta viuda solitaria ¿O me equivoco? Justamente hoy mi chofer de años anunció su renuncia, lo cual me apena demasiado por que era casi como de la familia, así que no será necesario recomendarlo porque inicia aquí hoy mismo ¿Está de acuerdo? Por cierto ¿Cual es su nombre?–
El mayordomo había servido ya dos tazas y colocado el resto de la merienda sobre la mesita. Ella se limitó a sonreír una vez más.
–Déjanos a solas por favor– ordeno y se dispuso a servir ella misma el té
Última edición por Lorraine Leuenberger el Mar Dic 05, 2017 1:18 am, editado 1 vez
Hyun Queneau- Condenado/Hechicero/Clase Alta
- Mensajes : 118
Fecha de inscripción : 22/09/2013
Re: Nada que perder | Privado
¿Así de fácil? ¿Ya estaba hecho? ¿En verdad parecía estar interesada en contratarlo? Eliah no podía creérselo porque él pertenecía a ese minúsculo grupo de personas a los que la vida les golpea sin piedad, a esos que tienen que insistir e intentar más allá del agotamiento para lograr lo que fuese que se habían propuesto. Eliah podía enseñar en los colegios acerca de la tenacidad y la perseverancia, pues creía que ya sabía como manejar lo que la vida le pusiese enfrente.
Mientras la seguía hacia los fondos del jardín, Eliah se obligó a no ilusionarse, aunque sí estaba esperanzado… Creía que en esa conversación con aquella mujer podía aparecer el cambio que tanto necesitaba tener en su vida. Quería decirle que a él tampoco le gustaban las formalidades, porque sentía que no lograba expresarse bien, que nunca podía hablar todo lo correctamente que le gustaría, pero no dijo nada. Solo la siguió y oyó lo que ella le explicaba, pues sabía que el empleado que hablaba más que su empleador era un necio.
Que hermosa casa tenía, si el interior de ese hogar era como el jardín –tan sobrio, detallista y cuidado, así como la impresión que ella misma le daba-, aquella mujer tenía un gusto exquisito y quedaría demostrado.
-Siento mucho que haya perdido a su cochero de confianza –le dijo, y se permitió fantasear con que algún día él también podría llegar a ser considerado como parte de la familia de la mujer-. Mi nombre es Eliah Sainz, es un nombre corto, un apellido corriente… seguro que lo recordará fácilmente –le aseguró, intentando parecer divertido y sereno, en verdad estaba nervioso esperando la confirmación de parte de ella.
Cuando le anunció que comenzaba a trabajar, Eliah no pudo reprimir el impulso de tomar su mano y besarla en modo de agradecimiento. No más dormir de prestado en las caballerizas, adiós a los baños en el río y a la sopa del comedor comunitario. Se repitió que no debía ilusionarse, que la mayoría de los trabajos en las grandes casonas no le duraban mucho porque los ricos eran extraños y la mayoría estaban locos… pero ¡qué difícil resultaba no creer que trabajaría para ella por muchos años! ¿Cómo no desearlo, si era tan considerada que hasta le estaba sirviendo el té?
-Muchas gracias, señora Leuenberger –esperaba haber pronunciado su apellido de forma correcta-, prometo que daré lo mejor de mí para que no se arrepienta nunca de haberme contratado hoy –le dijo en tono solemne, como quien hace un juramento a un ser querido-. Dígame, ¿qué recorridos suele hacer usualmente? ¿Qué lugares son los que frecuenta? ¿Con cuántos caballos cuenta y cuantos carruajes? ¿Cree que podríamos verlos?
Ya se sentía parte de la casa, quería hacer planes, probar los carros que ella tuviese y ver a los caballos. También le gustaría llevarla a dar un paseo para que viese lo buen cochero que era –gracias a los años que pasó desempeñándose en esa tarea-, claro que no podía proponérselo.
Mientras la seguía hacia los fondos del jardín, Eliah se obligó a no ilusionarse, aunque sí estaba esperanzado… Creía que en esa conversación con aquella mujer podía aparecer el cambio que tanto necesitaba tener en su vida. Quería decirle que a él tampoco le gustaban las formalidades, porque sentía que no lograba expresarse bien, que nunca podía hablar todo lo correctamente que le gustaría, pero no dijo nada. Solo la siguió y oyó lo que ella le explicaba, pues sabía que el empleado que hablaba más que su empleador era un necio.
Que hermosa casa tenía, si el interior de ese hogar era como el jardín –tan sobrio, detallista y cuidado, así como la impresión que ella misma le daba-, aquella mujer tenía un gusto exquisito y quedaría demostrado.
-Siento mucho que haya perdido a su cochero de confianza –le dijo, y se permitió fantasear con que algún día él también podría llegar a ser considerado como parte de la familia de la mujer-. Mi nombre es Eliah Sainz, es un nombre corto, un apellido corriente… seguro que lo recordará fácilmente –le aseguró, intentando parecer divertido y sereno, en verdad estaba nervioso esperando la confirmación de parte de ella.
Cuando le anunció que comenzaba a trabajar, Eliah no pudo reprimir el impulso de tomar su mano y besarla en modo de agradecimiento. No más dormir de prestado en las caballerizas, adiós a los baños en el río y a la sopa del comedor comunitario. Se repitió que no debía ilusionarse, que la mayoría de los trabajos en las grandes casonas no le duraban mucho porque los ricos eran extraños y la mayoría estaban locos… pero ¡qué difícil resultaba no creer que trabajaría para ella por muchos años! ¿Cómo no desearlo, si era tan considerada que hasta le estaba sirviendo el té?
-Muchas gracias, señora Leuenberger –esperaba haber pronunciado su apellido de forma correcta-, prometo que daré lo mejor de mí para que no se arrepienta nunca de haberme contratado hoy –le dijo en tono solemne, como quien hace un juramento a un ser querido-. Dígame, ¿qué recorridos suele hacer usualmente? ¿Qué lugares son los que frecuenta? ¿Con cuántos caballos cuenta y cuantos carruajes? ¿Cree que podríamos verlos?
Ya se sentía parte de la casa, quería hacer planes, probar los carros que ella tuviese y ver a los caballos. También le gustaría llevarla a dar un paseo para que viese lo buen cochero que era –gracias a los años que pasó desempeñándose en esa tarea-, claro que no podía proponérselo.
Eliah Sainz- Humano Clase Baja
- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 14/03/2017
Re: Nada que perder | Privado
Le sorprendía la facilidad con la cual el hombre se desenvolvía, aunque nunca le había visto parecía que le conociera de años. No creía en las reencarnaciones a pensar de ser una mujer que tenía contacto con el mundo sobrenatural, pero podía casi jurar que veía un ligero recuerdo de Michael en él.
–Dicen bien que para dar paso a nuevos ciclos, otros deben cerrarse, el cochero se ganó el amor de la familia y mi respeto por tanto ofrecido a esta mujer solitaria, pero debía continuar en otro lado para que su ciclo estuviese completo–
Sonrió al escuchar el nombre ajeno.
–Eliah Sainz. Yo cambiaría la palabra corriente por singular, los nombres cortos son mucho más fácil de recordar tenga por seguro que no lo olvidaré–
Colocó la taza frente a su nuevo cochero, porque ella ya había tomado una decisión desde el momento en que le abrió las puertas de su hogar. En ese aspecto siempre había sido alguien segura de sí misma, que difícilmente se retractaba de lo que hacía o decía, no obstante se sintió sorprendida cuando el joven agradeció dicha decisión besando el dorso de su mano. Lorraine abrió un poco más los ojos sin mover un solo musculo. Un ligero estruendo le recorrió el cuerpo y no supo cómo reaccionar de inmediato, se quedó callada, como una niña inexperta al verse abrumada por semejante acto de afecto. Viniendo de alguien más le hubiese causado molestia o incomodidad, empero se mantuvo en esa misma posición hasta que recobró el sentido de su realidad.
–Me halaga joven Sainz, pero debería ser yo quien le agradezca, créame–
Bebió un poco del té, sin apartar sus ojos del joven quien se mostraba ávido por iniciar. Sí, sí. En definitiva veía mucho de Michael en él. Sus primeras charlas, la primera vez que caminó de su brazo. ¿De qué forma cruel trataba el destino de retroceder tantos años atrás?
–Le sorprenderá saber que esta mujer es un claro ejemplo del término misantropía– rió con delicadeza apoyando su taza sobre el platillo –Puedo ir de vez en cuando al comedor comunitario o al albergue donde suelo hacer donativos, pero si la noche es tranquila y hace buen tiempo visitó el museo de arte natural o el teatro ¿Alguna vez ha ido al teatro joven Sainz? Le fascinará estoy segura–
Tomó una de las pequeñas galletas y antes de degustar, se detuvo unos instantes.
–Veamos, el viejo Johan dejó a disposición 3 carruajes, los caballos que fueron traídos desde Madrid hace mucho tiempo, duermen en el cobertizo que se encuentra de lado izquierdo del patio, por allá– indicó con su mirada –No soy una experta en el tema, ya que él se encargaba de todas esas labores, pero en cuanto terminemos el té podemos ir para que le muestre el resto de la casa–
Le miró nuevamente y supo que no se había equivocado, estaba contratando a la persona correcta y sobre todo, estaba dejando entrar al hombre correcto en su vida.
–Eliah, espero la pregunta no le incomode ¿Tiene dónde dormir? La parte superior de la mansión cuenta con dos habitaciones para huéspedes, sino le es molesto, puedo pedir que adecuen la habitación–
Última edición por Lorraine Leuenberger el Vie Ene 26, 2018 1:02 am, editado 1 vez
Hyun Queneau- Condenado/Hechicero/Clase Alta
- Mensajes : 118
Fecha de inscripción : 22/09/2013
Re: Nada que perder | Privado
¡Cuántas consideraciones! ¡Qué bien le había hecho sentir aquella mujer en los pocos minutos que llevaban compartidos! Aún así, Eliah se sentía ligeramente avergonzado. Quizás se tratase por los esfuerzos que la mujer parecía hacer para que él sintiese que estaba a la misma altura que ella, pero si algo no hacía Eliah Sainz era olvidar quién y qué era, así que no podía fantasear con que estaba hablándole a una igual, que estaba simplemente disfrutando de un té en compañía de una amiga. Su realidad era otra, mucho más dura pese a que él había elegido tomarse la vida como una escuela y no con pesar.
-Nunca he estado en el teatro, dentro del teatro, claro que sí he llevado a los señores para los que trabajé, sé como llegar… Pero nunca he estado dentro –le dijo y bajó la vista, no estaba avergonzado, solo le dolía un poco defraudar el entusiasmo con el que la mujer le había hablado al respecto. Decidió quitarse ese peso de los hombros de una buena vez, decirle parte de su verdad-: Yo… no sé si entendería bien de qué va una obra de teatro, sé leer bien pero escribir me cuesta un poco. He ido a la escuela de pequeño pero no durante mucho tiempo, tuve que trabajar.
Un silencio. Eliah la miró, quería saber si la confesión había cambiado algo, si aún tenía el trabajo. Para ser cochero bastaba con tener buenos reflejos, con conocer de caminos y tener buenos modos a la hora de tratar con los patrones. Eliah no había pensado jamás que leer y escribir bien fuese algo necesario. Ah… pero para causarle una buena impresión, una impresión digna, a aquella mujer seguro que eso era indispensable y él deseaba ser bien visto por sus ojos hermosos y brillantes.
-¡Oh, me encantaría conocer los coches! –le dijo cuando ella mencionó todo lo que poseía-. Y ver a los caballos, claro. Supongo que el hombre los habrá tenido bien cuidados, pero aún así siento curiosidad por conocerles.
No. No tenía donde dormir. Lo hacía en los cobertizos, allí donde tenía amigos trabajadores que arriesgaban el pellejo por dejar dormir en las casas para las que trabajaban a un extraño ajeno al grupo de empleados.
-Si pudiese dormir en las caballerizas –aventuró con voz pausada-, realmente sería de ayuda. En la actualidad no tengo un lugar fijo. –Pero las palabras de ella le sorprendieron, por un momento se dio el lujo de imaginarse a sí mismo descansando en una habitación de huéspedes, aunque fuese demasiado pretencioso para alguien como él-. ¿Una habitación para mí? –No podía creérselo, dio otro trago a su té.
-Nunca he estado en el teatro, dentro del teatro, claro que sí he llevado a los señores para los que trabajé, sé como llegar… Pero nunca he estado dentro –le dijo y bajó la vista, no estaba avergonzado, solo le dolía un poco defraudar el entusiasmo con el que la mujer le había hablado al respecto. Decidió quitarse ese peso de los hombros de una buena vez, decirle parte de su verdad-: Yo… no sé si entendería bien de qué va una obra de teatro, sé leer bien pero escribir me cuesta un poco. He ido a la escuela de pequeño pero no durante mucho tiempo, tuve que trabajar.
Un silencio. Eliah la miró, quería saber si la confesión había cambiado algo, si aún tenía el trabajo. Para ser cochero bastaba con tener buenos reflejos, con conocer de caminos y tener buenos modos a la hora de tratar con los patrones. Eliah no había pensado jamás que leer y escribir bien fuese algo necesario. Ah… pero para causarle una buena impresión, una impresión digna, a aquella mujer seguro que eso era indispensable y él deseaba ser bien visto por sus ojos hermosos y brillantes.
-¡Oh, me encantaría conocer los coches! –le dijo cuando ella mencionó todo lo que poseía-. Y ver a los caballos, claro. Supongo que el hombre los habrá tenido bien cuidados, pero aún así siento curiosidad por conocerles.
No. No tenía donde dormir. Lo hacía en los cobertizos, allí donde tenía amigos trabajadores que arriesgaban el pellejo por dejar dormir en las casas para las que trabajaban a un extraño ajeno al grupo de empleados.
-Si pudiese dormir en las caballerizas –aventuró con voz pausada-, realmente sería de ayuda. En la actualidad no tengo un lugar fijo. –Pero las palabras de ella le sorprendieron, por un momento se dio el lujo de imaginarse a sí mismo descansando en una habitación de huéspedes, aunque fuese demasiado pretencioso para alguien como él-. ¿Una habitación para mí? –No podía creérselo, dio otro trago a su té.
Eliah Sainz- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 14/03/2017
Re: Nada que perder | Privado
Existía un magnetismo en el aura del joven. Algo que jamás había experimentado con anterioridad, ni siquiera en los días donde sus dones ayudaron a concebir muertes tan horrendas se había topado con una atracción como la que atravesaba en ese momento. Recorrió con disimulo cada facción de Eliah, no era su tez apiñonada o el ébano de sus cabellos que coronaban su frente. Tampoco era lo pausado que hablaba o la manera en la que se dirigía hacia ella cada vez que le veía directamente a los ojos. No. El joven poseía algo más que embelesaba a Lorraine, quizás estaba habituada a pasar demasiado tiempo en soledad que ahora que volvía a cruzar palabra con un extraño concebía un estado de solaz indescriptible, al menos no desde la llegada de Michael a su vida y posteriormente cuando se convirtió en madre. Suspiró ligeramente después de beber el té y retomó la cordura una vez más para centrar su atención a lo que él le daba como respuesta. Cayó en la cuenta que no estaba tratando con un personaje como los que normalmente se relacionaba, lo cual no era necesariamente algo malo, se sintió un poco culpable ya que lo que menos quería era incomodarle.
–Oh por favor joven Eliah no se vea afectado por lo que esta vieja señora le dice– sonrió para aminorar el momento –Las obras no son muy difíciles de comprender si se le presta atención desde un inicio, por lo regular cada viernes hay estrenos, si usted acepta le pediré que sea mi acompañante en dos semanas más ¿Qué le parece?–
Le miró directamente para que no se sintiera agazapado por esa nimiedad. No quería que el tema de las letras o las clases sociales afectara el espíritu que brillaba en sus ojos oscuros. Bebió un poco más de su té e irguió su postura, natural y delicada como solo ella podía proyectar esa femineidad y poderío al mismo tiempo.
–Todos los grandes hombres a los que usted normalmente solía llevar en sus carruajes iniciaron desde cero, no nacieron siendo los ilustres escritores o abogados como seguramente son conocidos hoy en día– Se apresuró a conjeturar con voz segura –Nunca es tarde para aprender joven Sainz, por favor que no sea un obstáculo en su crecimiento como hombre de sociedad, usted puede lograrlo si se lo propone, nunca dude de sus capacidades por favor o entonces usted estaría en un serio problema conmigo–
Rió por debajo. Tan solo quería que supiera que no debía sentirse menos por no saber leer o escribir del todo, con el tiempo ella estaba segura que intervendría de mejor manera para que eso cambiara, pero no quería abrumarlo con tantas atenciones.
–Desde luego, en unos minutos podemos pasar a verlos. Johan cuidaba de ellos como si se tratasen de sus propios caballos, agradezco que él se tomara esas atenciones y aunque no es un requisito, siéntase libre joven Sainz de dar mantenimiento a lo que crea conveniente, de igual modo si necesita material para trabajar, hágamelo saber para que se lo proporcionen a la brevedad posible–
Bebió un poco más de su infusión cálida y le miró por encima del borde de la pieza de porcelana.
–Nada de eso, usted es ahora un miembro de esta familia y pasará la noche en la habitación de huéspedes– Asintió –Así es, una habitación para usted joven Sainz, es lo menos que puedo hacer por sus servicios, dudo que ser cochero sea algo que desee hacer de por vida– acomodó la taza sobre el platillo –¿Puedo preguntar algo? Y no se sienta obligado a responder ¿Qué aspiraciones tiene en la vida? Seguramente son más de una–
–Oh por favor joven Eliah no se vea afectado por lo que esta vieja señora le dice– sonrió para aminorar el momento –Las obras no son muy difíciles de comprender si se le presta atención desde un inicio, por lo regular cada viernes hay estrenos, si usted acepta le pediré que sea mi acompañante en dos semanas más ¿Qué le parece?–
Le miró directamente para que no se sintiera agazapado por esa nimiedad. No quería que el tema de las letras o las clases sociales afectara el espíritu que brillaba en sus ojos oscuros. Bebió un poco más de su té e irguió su postura, natural y delicada como solo ella podía proyectar esa femineidad y poderío al mismo tiempo.
–Todos los grandes hombres a los que usted normalmente solía llevar en sus carruajes iniciaron desde cero, no nacieron siendo los ilustres escritores o abogados como seguramente son conocidos hoy en día– Se apresuró a conjeturar con voz segura –Nunca es tarde para aprender joven Sainz, por favor que no sea un obstáculo en su crecimiento como hombre de sociedad, usted puede lograrlo si se lo propone, nunca dude de sus capacidades por favor o entonces usted estaría en un serio problema conmigo–
Rió por debajo. Tan solo quería que supiera que no debía sentirse menos por no saber leer o escribir del todo, con el tiempo ella estaba segura que intervendría de mejor manera para que eso cambiara, pero no quería abrumarlo con tantas atenciones.
–Desde luego, en unos minutos podemos pasar a verlos. Johan cuidaba de ellos como si se tratasen de sus propios caballos, agradezco que él se tomara esas atenciones y aunque no es un requisito, siéntase libre joven Sainz de dar mantenimiento a lo que crea conveniente, de igual modo si necesita material para trabajar, hágamelo saber para que se lo proporcionen a la brevedad posible–
Bebió un poco más de su infusión cálida y le miró por encima del borde de la pieza de porcelana.
–Nada de eso, usted es ahora un miembro de esta familia y pasará la noche en la habitación de huéspedes– Asintió –Así es, una habitación para usted joven Sainz, es lo menos que puedo hacer por sus servicios, dudo que ser cochero sea algo que desee hacer de por vida– acomodó la taza sobre el platillo –¿Puedo preguntar algo? Y no se sienta obligado a responder ¿Qué aspiraciones tiene en la vida? Seguramente son más de una–
Hyun Queneau- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Nada que perder | Privado
No iba a negar que la idea de ir al teatro le daba mucha ilusión, ¡cuánto más hacerlo en compañía de aquella mujer tan interesante! No la conocía, pero adivinaba en el brillo de su mirada bondad y sinceridad. Llevaba a penas una hora en su compañía y ya sabía que por cuidar de ella daría cualquier cosa, porque hacía tiempo que nadie lo miraba como ella, que nadie lo aceptaba ni lo hacía sentir valioso.
-Gracias –le dijo, con una felicidad que su voz no supo ocultar-. Claro que acepto acompañarla al teatro, será un honor para mí.
Ya vería luego como costearía esas entradas, creía que correspondía no poner en gastos a la dama. Tenía dos semanas para solucionar aquello, pero ni siquiera sabía cuántas libras podrían costarles los dos billetes.
Con una sonrisa, y algo de incomodidad, le agradeció sus palabras. Entendía lo que ella le decía, pero lo cierto era que Eliah no sabía qué quería ser si no fuese cochero. Había fantaseado antes con ser otro hombre, con otra vida, pero en ese plano se quedaba todo, en el de las fantasías. Nunca había tomado esos sueños con seriedad, por eso le tomó por sorpresa la pregunta aunque no pasaría de ella.
-Por lo pronto me gustaría saber leer y escribir bien. Solía ir con un sacerdote, en las afueras de la ciudad, él me enseñó mucho. Supongo que no pude aprenderlo todo por falta de constancia, el trabajo no siempre me permitía sacar el tiempo.
De seguro fueran aspiraciones pobres para un hombre de su edad de otra clase social, uno que haya tenido más y mejores oportunidades en la vida, pero esas eran las de él y las respetaba porque eran importantes, saber leer y escribir de forma correcta le haría sentir que podía valerse por completo de sí mismo.
-Le agradezco enormemente que sin conocerme bien ya me abra las puertas de su hogar de esta forma. Procuraré que no se arrepienta de la oportunidad que me está dando hoy, no solo por el trabajo, sino también por el techo. Gracias, señora. –Se puso en pie, tomando por primera vez la iniciativa. –Antes de conocer la casa y la habitación, ¿me mostraría los caballos y carruajes? Quiero ver primero las herramientas con las que trabajaré para usted.
-Gracias –le dijo, con una felicidad que su voz no supo ocultar-. Claro que acepto acompañarla al teatro, será un honor para mí.
Ya vería luego como costearía esas entradas, creía que correspondía no poner en gastos a la dama. Tenía dos semanas para solucionar aquello, pero ni siquiera sabía cuántas libras podrían costarles los dos billetes.
Con una sonrisa, y algo de incomodidad, le agradeció sus palabras. Entendía lo que ella le decía, pero lo cierto era que Eliah no sabía qué quería ser si no fuese cochero. Había fantaseado antes con ser otro hombre, con otra vida, pero en ese plano se quedaba todo, en el de las fantasías. Nunca había tomado esos sueños con seriedad, por eso le tomó por sorpresa la pregunta aunque no pasaría de ella.
-Por lo pronto me gustaría saber leer y escribir bien. Solía ir con un sacerdote, en las afueras de la ciudad, él me enseñó mucho. Supongo que no pude aprenderlo todo por falta de constancia, el trabajo no siempre me permitía sacar el tiempo.
De seguro fueran aspiraciones pobres para un hombre de su edad de otra clase social, uno que haya tenido más y mejores oportunidades en la vida, pero esas eran las de él y las respetaba porque eran importantes, saber leer y escribir de forma correcta le haría sentir que podía valerse por completo de sí mismo.
-Le agradezco enormemente que sin conocerme bien ya me abra las puertas de su hogar de esta forma. Procuraré que no se arrepienta de la oportunidad que me está dando hoy, no solo por el trabajo, sino también por el techo. Gracias, señora. –Se puso en pie, tomando por primera vez la iniciativa. –Antes de conocer la casa y la habitación, ¿me mostraría los caballos y carruajes? Quiero ver primero las herramientas con las que trabajaré para usted.
Eliah Sainz- Humano Clase Baja
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Re: Nada que perder | Privado
Sus días habían transcurrido sin gloria alguna. Porque desde la perdida de Michael y la incertidumbre de no saber qué había pasado con Yulia, la hechicera llegó a pensar que la felicidad se había convertido en un mero concepto que le sería negado de ahora en adelante, sin embargo y aunque llevaba apenas un par de minutos hablando con Eliah, sentía que la luz atravesaba el cielo encapotado que se cernía sobre sus hombros día con día. Lorraine sonrió nostálgica al escuchar hablarle una vez más.
–Por favor, no agradezcas nada creo que sería una idea estupenda que de vez en cuando tenga una buena compañía en medio del tumulto que resulta ser el Teatro–
Porque a pesar de ser una mujer con muchos bienes, disfrutaba siempre de las cosas simples, de una charla amena, de una buena taza de café e incluso de una noche de lluvia o de un cielo estrellado. La esencia de Lorraine se reducía a una mujer solitaria y nostálgica, incapaz de luchar contra sus propios demonios.
–Siempre he admirado la tenacidad y el ahínco en las personas joven Sainz, es un don que pocos poseen y siempre será una carta de presentación excelsa para afrontar las adversidades, así que no importa el tiempo que le cueste hacerlo, nunca pierda ese ahínco por ser un mejor hombre de lo que seguramente ya es–
Su pasado estaba mancillado con muerte y desgracia, pero fuera de eso, la alemana era una mujer como cualquier otra, madre, hija y hermana. Si en sus manos estaba el poder hacer algo más por aquel caballero, lo haría sin pensarlo dos veces.
Sonrió entonces para que ese semblante gris no tomara por sorpresa al joven.
–Basta Eliah, si vuelves a agradecer una vez más me arrepentiré de haberte contratado– rió esta vez un poco más fuerte, dejando que la verdadera Lorraine se despreocupara de sus pesadillas por unos minutos –No te dejes impresionar por la suntuosidad de esta vieja dama o de los bienes que puedas admirar en la casa, son meros artificios y creo que eres un hombre muy inteligente para saber ver más allá de todo esto–
Se levantó de su asiento y le siguió.
–Te mencionaba que el viejo cochero hacía muchas actividades dentro de la casa, aunque ya con el paso de los días te iré explicando, mira, este espacio es el jardín que por cierto casi no frecuento ya como antes, necesitará un cuidado especial también y no dudo que sabrás como hacerlo–
Siguió avanzando a través del patio y entonces abrió el cerrojo que conducía a las caballerizas.
–Aquellos dos ejemplares traídos desde Madrid llevan ya mucho tiempo conmigo, así como las yeguas que se encuentran a tu lado izquierdo, si estarás en contacto con ellos lo mejor es que te vayas familiarizando, acércate no son criaturas salvajes–
Uno de los caballos de pelaje oscuro comía de la pastura que alfombraba el cobertizo, Lorraine se aproximó a él y con gentileza pasó su diestra por la frente del animal.
–Joven Eliah, le presentó a Sigor–
La mujer se quedó de pie, admirando aquella escena que no distaba mucho de un recuerdo de antaño.
–Por favor, no agradezcas nada creo que sería una idea estupenda que de vez en cuando tenga una buena compañía en medio del tumulto que resulta ser el Teatro–
Porque a pesar de ser una mujer con muchos bienes, disfrutaba siempre de las cosas simples, de una charla amena, de una buena taza de café e incluso de una noche de lluvia o de un cielo estrellado. La esencia de Lorraine se reducía a una mujer solitaria y nostálgica, incapaz de luchar contra sus propios demonios.
–Siempre he admirado la tenacidad y el ahínco en las personas joven Sainz, es un don que pocos poseen y siempre será una carta de presentación excelsa para afrontar las adversidades, así que no importa el tiempo que le cueste hacerlo, nunca pierda ese ahínco por ser un mejor hombre de lo que seguramente ya es–
Su pasado estaba mancillado con muerte y desgracia, pero fuera de eso, la alemana era una mujer como cualquier otra, madre, hija y hermana. Si en sus manos estaba el poder hacer algo más por aquel caballero, lo haría sin pensarlo dos veces.
Sonrió entonces para que ese semblante gris no tomara por sorpresa al joven.
–Basta Eliah, si vuelves a agradecer una vez más me arrepentiré de haberte contratado– rió esta vez un poco más fuerte, dejando que la verdadera Lorraine se despreocupara de sus pesadillas por unos minutos –No te dejes impresionar por la suntuosidad de esta vieja dama o de los bienes que puedas admirar en la casa, son meros artificios y creo que eres un hombre muy inteligente para saber ver más allá de todo esto–
Se levantó de su asiento y le siguió.
–Te mencionaba que el viejo cochero hacía muchas actividades dentro de la casa, aunque ya con el paso de los días te iré explicando, mira, este espacio es el jardín que por cierto casi no frecuento ya como antes, necesitará un cuidado especial también y no dudo que sabrás como hacerlo–
Siguió avanzando a través del patio y entonces abrió el cerrojo que conducía a las caballerizas.
–Aquellos dos ejemplares traídos desde Madrid llevan ya mucho tiempo conmigo, así como las yeguas que se encuentran a tu lado izquierdo, si estarás en contacto con ellos lo mejor es que te vayas familiarizando, acércate no son criaturas salvajes–
Uno de los caballos de pelaje oscuro comía de la pastura que alfombraba el cobertizo, Lorraine se aproximó a él y con gentileza pasó su diestra por la frente del animal.
–Joven Eliah, le presentó a Sigor–
La mujer se quedó de pie, admirando aquella escena que no distaba mucho de un recuerdo de antaño.
Hyun Queneau- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/09/2013
Re: Nada que perder | Privado
Se permitió reír con ella, con una risa sincera que de pronto parecía unirlos. Caminaron juntos y Eliah fue tocado por la fragancia de la mujer, que llegó a él gracias a la brisa que sopló sobre ambos. Era exquisita, tanto como su voz.
La casa le parecía sólida, esto es, no veía destrozos ni desarreglos. Tal vez pudiera pintar las vallas del jardín, la madera parecía vieja ya; no por eso mala, solo vieja… incluso no le costaría nada –solo unos días- hacer unas nuevas, que fueran más altas y estilizadas. El trabajo con la madera se le daba muy bien, además era algo que disfrutaba. Sí, definitivamente creía que podía ser muy útil allí.
-Me gustan los trabajos de jardinería, podría ocuparme de sus plantas si es necesario. No es que sea un experto –le aclaró, con las manos en alto en un gesto de sinceridad-, pero me desempeño bien, lo he hecho antes. Además, la energía de la tierra, de las plantas, hacen bien al alma. ¿Lo ha notado? Debería pasar más tiempo en el jardín, la naturaleza conforta a cualquiera. Y veo que las cercas necesitan un cambio, también podría ocuparme -le dijo con entusiasmo.
Seguían caminando y poco a poco el jardín quedó atrás. Relinchos se oyeron y suplantaron a los cantos de las aves. La mujer abrió la puerta de las caballerizas y Eliah la siguió al interior. Los animales le parecieron ejemplares magníficos a simple vista, no necesitó más que un vistazo para darse cuenta que estaba ante caballos de raza. Eliah se acercó al primero y palmeó su cuello grueso y musculoso, el animal se movió levemente, como si aceptara aquella caricia del extraño que se le había acercado sin presentarse.
-Sigor, es magnífico –declaró Eliah y se acercó a la mujer para acariciar también al macho que se alimentaba. Verlo comer le recordó el apetito que aún tenía y su estómago gruño, Eliah habló rápido confiando en que sus palabras tapasen el ruido de su cuerpo-: La felicito, son excelentes animales. ¿Por aquí están las yeguas? –preguntó, como pidiendo permiso, y se movió por la caballeriza hasta dar con ellas. Las acarició, primero a una y luego a la otra. Sin dudas era privilegiado al haber conseguido ese empleo-. No parecen ser de los que dan mucho trabajo, están bien cuidados y alimentados. De igual modo mañana mismo los revisaré mientras les doy un baño a cada uno. ¿Tiene planes para mañana, señora? ¿O para esta noche? –se corrigió, creyendo que era bien probable que la mujer desease salir, después de todo el día aún no acababa.
La casa le parecía sólida, esto es, no veía destrozos ni desarreglos. Tal vez pudiera pintar las vallas del jardín, la madera parecía vieja ya; no por eso mala, solo vieja… incluso no le costaría nada –solo unos días- hacer unas nuevas, que fueran más altas y estilizadas. El trabajo con la madera se le daba muy bien, además era algo que disfrutaba. Sí, definitivamente creía que podía ser muy útil allí.
-Me gustan los trabajos de jardinería, podría ocuparme de sus plantas si es necesario. No es que sea un experto –le aclaró, con las manos en alto en un gesto de sinceridad-, pero me desempeño bien, lo he hecho antes. Además, la energía de la tierra, de las plantas, hacen bien al alma. ¿Lo ha notado? Debería pasar más tiempo en el jardín, la naturaleza conforta a cualquiera. Y veo que las cercas necesitan un cambio, también podría ocuparme -le dijo con entusiasmo.
Seguían caminando y poco a poco el jardín quedó atrás. Relinchos se oyeron y suplantaron a los cantos de las aves. La mujer abrió la puerta de las caballerizas y Eliah la siguió al interior. Los animales le parecieron ejemplares magníficos a simple vista, no necesitó más que un vistazo para darse cuenta que estaba ante caballos de raza. Eliah se acercó al primero y palmeó su cuello grueso y musculoso, el animal se movió levemente, como si aceptara aquella caricia del extraño que se le había acercado sin presentarse.
-Sigor, es magnífico –declaró Eliah y se acercó a la mujer para acariciar también al macho que se alimentaba. Verlo comer le recordó el apetito que aún tenía y su estómago gruño, Eliah habló rápido confiando en que sus palabras tapasen el ruido de su cuerpo-: La felicito, son excelentes animales. ¿Por aquí están las yeguas? –preguntó, como pidiendo permiso, y se movió por la caballeriza hasta dar con ellas. Las acarició, primero a una y luego a la otra. Sin dudas era privilegiado al haber conseguido ese empleo-. No parecen ser de los que dan mucho trabajo, están bien cuidados y alimentados. De igual modo mañana mismo los revisaré mientras les doy un baño a cada uno. ¿Tiene planes para mañana, señora? ¿O para esta noche? –se corrigió, creyendo que era bien probable que la mujer desease salir, después de todo el día aún no acababa.
Eliah Sainz- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 14/03/2017
Re: Nada que perder | Privado
Los ojos de la mujer no podían observar otra cosa que no fuera a Eliah. Fue en cuestión de segundos, en un descuido que Lorraine se hayo a si misma perpleja, embelesada como una niña pequeña ante dicho espectáculo, compartiendo ese espacio con un hombre de una clase diferente a la suya, pero no por ello menos seductor, menos peculiar. Lo que realmente le causaba admiración es que siendo un completo extraño ella sentía una conexión, una chispa que no había sentido durante mucho tiempo. Él no tenía que mencionar que hacía falta un cambio no solo en la casa, sino en la vida misma de la alemana, no había reparado hasta ese entonces que el duelo constante que llevaba después de la muerte de Michael, le estaba impidiendo ver los verdaderos colores de Paris, salía muchas noches si, conversaba constantemente con personas sí, no obstante su aura permanecía gris, sin brillo. Sus pérdidas personales eran temas que evitaba tocar toda costa, porque a pesar de mostrarse como una mujer equilibrada y sensata, la locura seguía haciendo girones sus días.
Asintió.
–Es verdad joven Sainz, la naturaleza y sus elementos siempre nos brindan un aire nuevo para respirar–
Suspiró entonces, porque era cierto, era lo que realmente necesitaba.
–Así es– respondió para regresar a la conversación, alejando sus cavilaciones personales de lado por unos instantes.
–Las yeguas aunque retozan en el mismo establo, realmente son un obsequio, quizás sea la única razón por la cual continúan aquí, en esta mansión–
A su mente llegaron fragmentos de sus tardes junto a Yulia, cuando le enseñó a cabalgar y Michael a lo lejos, sonreía. Evitó que las lágrimas rodaran porque no quería manchar de nostalgia ese momento, uno muy importante ahora.
Entonces la pregunta ajena le tomó por sorpresa, apenas le conocía y sintió a extraña necesidad de responder inmediatamente que sí, como la tarde de Otoño cuando aceptó bailar por primera vez con Michael. Lorraine se giró para verle y desde ese ángulo sus habilidades de hechicera le permitieron ver un brillo excepcional. Por primera vez desde que era una niña, se sintió en paz consigo misma, porque sus poderes siempre le recordaban lo desdichada que había sido, la maldición que mancilló sus orígenes cuando su madre fue asesinada a manos de su propio padre.
–Joven Sainz, en realidad no tengo muchas cosas que hacer estos días, la semana de beneficencia culminó un par de días atrás y creo que como bien lo mencionaba es hora de darme un tiempo para disfrutar de las pequeñas cosas de la vida–
Pero antes de poder darse ese lujo, debía redimirse, perdonarse a sí misma por sus acciones y entonces dar vuelta a la página.
–Si gusta podemos regresar a la casa joven Sainz, ordenaré que le preparen de comer, se instalará y verá el interior de la misma. Yo tengo que salir por unos breves instantes y lo veré nuevamente por la noche para cenar, mañana hay una obra de renombre en el Teatro y me gustaría que me acompañe si me hace el honor, siéntase libre de pedir lo que necesite a la servidumbre por favor, ellos tienen instrucciones para darle el mejor de los tratos–
Acortó ligeramente la distancia entre ambos para besar la mejilla ajena.
–Le agradezco nuevamente joven Sainz, sea bienvenido–
Sonrió y se encaminó de regreso a la mansión seguida del joven, no sabía exactamente qué era lo que ocurría, no cuando su mente y su corazón hablaban al mismo tiempo pero estaba completamente segura que quería descifrar aquella sensación que le invadía de los pies a la cabeza. Se permitió soñar por un instante que era el inicio de una nueva vida, una que merecía vivir por su madre, por Michael y por ella misma.
Asintió.
–Es verdad joven Sainz, la naturaleza y sus elementos siempre nos brindan un aire nuevo para respirar–
Suspiró entonces, porque era cierto, era lo que realmente necesitaba.
–Así es– respondió para regresar a la conversación, alejando sus cavilaciones personales de lado por unos instantes.
–Las yeguas aunque retozan en el mismo establo, realmente son un obsequio, quizás sea la única razón por la cual continúan aquí, en esta mansión–
A su mente llegaron fragmentos de sus tardes junto a Yulia, cuando le enseñó a cabalgar y Michael a lo lejos, sonreía. Evitó que las lágrimas rodaran porque no quería manchar de nostalgia ese momento, uno muy importante ahora.
Entonces la pregunta ajena le tomó por sorpresa, apenas le conocía y sintió a extraña necesidad de responder inmediatamente que sí, como la tarde de Otoño cuando aceptó bailar por primera vez con Michael. Lorraine se giró para verle y desde ese ángulo sus habilidades de hechicera le permitieron ver un brillo excepcional. Por primera vez desde que era una niña, se sintió en paz consigo misma, porque sus poderes siempre le recordaban lo desdichada que había sido, la maldición que mancilló sus orígenes cuando su madre fue asesinada a manos de su propio padre.
–Joven Sainz, en realidad no tengo muchas cosas que hacer estos días, la semana de beneficencia culminó un par de días atrás y creo que como bien lo mencionaba es hora de darme un tiempo para disfrutar de las pequeñas cosas de la vida–
Pero antes de poder darse ese lujo, debía redimirse, perdonarse a sí misma por sus acciones y entonces dar vuelta a la página.
–Si gusta podemos regresar a la casa joven Sainz, ordenaré que le preparen de comer, se instalará y verá el interior de la misma. Yo tengo que salir por unos breves instantes y lo veré nuevamente por la noche para cenar, mañana hay una obra de renombre en el Teatro y me gustaría que me acompañe si me hace el honor, siéntase libre de pedir lo que necesite a la servidumbre por favor, ellos tienen instrucciones para darle el mejor de los tratos–
Acortó ligeramente la distancia entre ambos para besar la mejilla ajena.
–Le agradezco nuevamente joven Sainz, sea bienvenido–
Sonrió y se encaminó de regreso a la mansión seguida del joven, no sabía exactamente qué era lo que ocurría, no cuando su mente y su corazón hablaban al mismo tiempo pero estaba completamente segura que quería descifrar aquella sensación que le invadía de los pies a la cabeza. Se permitió soñar por un instante que era el inicio de una nueva vida, una que merecía vivir por su madre, por Michael y por ella misma.
Hyun Queneau- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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