AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Tristesse Privado
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Tristesse Privado
Miro su reflejo en el espejo que se encontraba frente a él, levanto una ceja y continuo caminando por los interminables pasillos del sanatorio mental, la oscuridad y los murmullos a esas horas eran un deleite para sus oídos, estaba todo conversado con el dueño y director de aquel lugar, Antoine había pedido una sala especial para hacer sus terapias, el equipamiento lo traía el de Londres tierra que abandonaba para recuperar algo que había perdido. Al fondo del largo pasillo la puerta estaba cerrada y sobre esta una etiqueta con su nombre Antoine de Lesseps, movió la cabeza de lado a lado y abrió con cuidado, baúles habían por el lugar, noto que las ventanas estaban todas cubiertas por una especie de pintura que impedía que entraran los rayos del sol, perfecto pensó el, a final de cuentas su clientela la tenía que atender durante el día, o al menos eso era lo que creía.
Se arremango la camisa, no podía permitirse ver el desastre que había en ese lugar sencillamente lo exasperaba, tenía que comenzar para que así mañana pudiera citar y revisar a los primeros enfermos, abrió el primer baúl que tenía venia etiquetado con una reseña “Libros, pergaminos y documentos” frunció el ceño tomo con agilidad e baúl y lo llevo hasta un closet que había ahí, saco con rapidez los libros y documentos que habían ahí y los ordeno de manera alfabética y claramente por tamaño adecuado, en cosa de segundo estuvo ordenado… continuo ordenando sacando cosas de sus baúles y situándolas en lugares previamente estudiados, de ahí por siempre conservarían el mismo orden.
Por último tomo los relojes de péndulo que tanto apreciaba y posiciono uno en cada rincón, en cada esquina de ese amplio lugar, donde todo en completo orden estaba posicionado, un escritorio amplio que solo tenía un tintero, unas hojas en blanco, y una lamparilla que daba la luz necesaria, frente al escritorio dos grandes sofás donde caía una persona recostada y en el otro una persona sentada, entremedio de aquellas estaba su silla aterciopelada azul, le fascinaba. Instalo un separador de ambiente corredizo para sus terapias intensivas que dividían el amplio espacio, justo en una esquina detrás de separador una camilla acolchada que se transformaba en sillón, varias amarras de cuero y otras de hierro, un foco en medio de aquel lugar y un mueble que tenía varios cajones todos enumerados con una letra y un número. Luego una especie de carpetas que iban de la A- Z respectivamente en su interior expedientes de todo el personal médico y paciente del sanatorio… sabía que se excedía en lo que pedía, pero los años le habían enseñado la cautela así que mejor sabio conocedor que el que se hace sabio.
Los relojes sonaron al unisón y sintió una verdadera satisfacción, rodeo con la mirada el lugar y se sentó tras el escritorio en la silla gemela a la del terciopelo azul… tenía una fascinación por ese color… tomo la pluma sentía esas ganas enormes por escribir…
“Paris, Agosto, 1803
Quien creería que la maldita estaría esperándome… Arlett de Lesseps…”
Alcanzó a escribir cuando el golpeteo de la puerta lo descoloco, se levantó y abrió con poco afán de entablar una conversación y solo vio lo que le faltaba a esa sala su piano de cola, hizo un ademan que lo dejaran por ahí, el mismo lo correría y dejaría en el lugar donde estaba destinado, prontamente corrió a las personas que traían su encargo y movió con cuidado el piano hasta la esquina opuesta del lugar destinado a las terapias intensivas, puso el taburete como corresponde y abrió la cubierta de las teclas tomo aire como si le faltara y toco notas al azahar - Demonios, estos inútiles… - vociferó enfadado ya que habían desafinado uno de sus objetos de valor… abrió el soporte y tomo uno de sus instrumentos de afinación una pequeña perilla donde comenzó los ajustes… en completo silencio, tocando de vez en cuando una nota para alcanzar la tonalidad deseada… así procedió tecla por tecla… hasta conseguir lo que buscaba y comenzó a tocar…
Se arremango la camisa, no podía permitirse ver el desastre que había en ese lugar sencillamente lo exasperaba, tenía que comenzar para que así mañana pudiera citar y revisar a los primeros enfermos, abrió el primer baúl que tenía venia etiquetado con una reseña “Libros, pergaminos y documentos” frunció el ceño tomo con agilidad e baúl y lo llevo hasta un closet que había ahí, saco con rapidez los libros y documentos que habían ahí y los ordeno de manera alfabética y claramente por tamaño adecuado, en cosa de segundo estuvo ordenado… continuo ordenando sacando cosas de sus baúles y situándolas en lugares previamente estudiados, de ahí por siempre conservarían el mismo orden.
Por último tomo los relojes de péndulo que tanto apreciaba y posiciono uno en cada rincón, en cada esquina de ese amplio lugar, donde todo en completo orden estaba posicionado, un escritorio amplio que solo tenía un tintero, unas hojas en blanco, y una lamparilla que daba la luz necesaria, frente al escritorio dos grandes sofás donde caía una persona recostada y en el otro una persona sentada, entremedio de aquellas estaba su silla aterciopelada azul, le fascinaba. Instalo un separador de ambiente corredizo para sus terapias intensivas que dividían el amplio espacio, justo en una esquina detrás de separador una camilla acolchada que se transformaba en sillón, varias amarras de cuero y otras de hierro, un foco en medio de aquel lugar y un mueble que tenía varios cajones todos enumerados con una letra y un número. Luego una especie de carpetas que iban de la A- Z respectivamente en su interior expedientes de todo el personal médico y paciente del sanatorio… sabía que se excedía en lo que pedía, pero los años le habían enseñado la cautela así que mejor sabio conocedor que el que se hace sabio.
Los relojes sonaron al unisón y sintió una verdadera satisfacción, rodeo con la mirada el lugar y se sentó tras el escritorio en la silla gemela a la del terciopelo azul… tenía una fascinación por ese color… tomo la pluma sentía esas ganas enormes por escribir…
“Paris, Agosto, 1803
Quien creería que la maldita estaría esperándome… Arlett de Lesseps…”
Alcanzó a escribir cuando el golpeteo de la puerta lo descoloco, se levantó y abrió con poco afán de entablar una conversación y solo vio lo que le faltaba a esa sala su piano de cola, hizo un ademan que lo dejaran por ahí, el mismo lo correría y dejaría en el lugar donde estaba destinado, prontamente corrió a las personas que traían su encargo y movió con cuidado el piano hasta la esquina opuesta del lugar destinado a las terapias intensivas, puso el taburete como corresponde y abrió la cubierta de las teclas tomo aire como si le faltara y toco notas al azahar - Demonios, estos inútiles… - vociferó enfadado ya que habían desafinado uno de sus objetos de valor… abrió el soporte y tomo uno de sus instrumentos de afinación una pequeña perilla donde comenzó los ajustes… en completo silencio, tocando de vez en cuando una nota para alcanzar la tonalidad deseada… así procedió tecla por tecla… hasta conseguir lo que buscaba y comenzó a tocar…
- melodía:
Última edición por Antoine de Lesseps el Dom Ago 13, 2017 5:56 pm, editado 1 vez
Antoine de Lesseps- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 86
Fecha de inscripción : 03/08/2017
Localización : Sanatorio mental
Re: Tristesse Privado
-Quiero largarme de aquí, quiero irme ya, quiero irme.
Había demasiado movimiento en el sanatorio. Todos los locos se habían puesto de acuerdo para gritar al mismo tiempo, haciendo de mi noche, la más miserable de todas.
Debajo de la cama, rasgando el suelo de madera con la uña, y siendo mi rincón favorito, marcaba una raya más al calendario improvisado. ¿Cuánto tiempo más necesitaba estar ahí dentro? Sabia yo la respuesta: estaba en mis manos, encontrar la llave para abrir la puerta de salida. El vicio, la rebeldía y el qué me importismo me sujetaban dentro. Porque vamos a ser sinceros, yo no tenìa ninguna consideración para mi cuerpo, no importándome nada lo que me ocurriera. Más habia una realidad cruda: yo no tenía un lugar al cuál ir. Dentro del sanatorio, al menos había un techo donde dormir y comer tres veces al día, ¡pero yo quería salir igualmente! Esos malditos locos me tenían cansado.
Comencé a rasgar con más fuerza, hasta que la puerta de mi cuarto se abrió súbitamente:
-¡Wulff! - el sobresalto, causó que me diera un golpe en la cabeza sobre la base de la cama-. ¡-Sal de ahí ahora mismo, si no quieres que te arrastremos a ese cuarto que tanto te gusta.
Mi médico de cabecera ¡cuánto lo odiaba! El maldito gozaba de amenazarme y subyugarme con su poder. Con cierto ritintin salí de debajo, mostrando mi torso desnudo, repleto de motas de polvo.
-Vístete ahora mismo o...
-O me llevará al cuarto que no tiene ventanas y el cuál apesta a orines y mierda. Sí, ya sé, ya sé. -ese cuarto llevaba impreso algunas de mis obras maestras, que algún día serían famosas.
Me calcé la ridícula bata que en tiempos mejores había sido blanca, y de un salto subí a la cama, estirando los brazos para que el matasanos constatara que no me había cortado. Ya me sabía la rutina.
-Buen chico.
-Bien, ya vio que estoy limpio.
Retiré mis brazos. La mirada lividinosa del hombre me irritaba. Si bien no había nada extraño - más allá de las miradas lascivas - estaba muy seguro que me encontraba protagonizando algunas de sus calenturas mentales.
-La próxima vez que te encuentre fuera... Tendré que...
-Doctor el paciente del cuarto cinco ha intentado salir por una ventana y se ha atorado entre los barrotes. ¡Necesitamos su ayuda! - una enfermera de culo redondo ( me preguntaba porqué todas lo tenían ) había entrado al cuarto. Afortunadamente para mí, había alguien mucho más loco que yo. El maldito doctor salió, no sin antes regalarme una mirada casi asesina, ¡bah, como si me importara! pero salió con tal apuro, que la puerta de mi cuarto no cerró correctamente. El seguro jamás había hecho click. Enseguida supe que era una buena oportunidad para escapar.
Desde que me habían pillado fuera, me habían cancelado las visitas ¡ya hasta echaba de menos la cara seca de uva pasa de Alfred!
Sin pensar mucho más allá, salí de ahí descalzo y sin rumbo, dispuesto a comenzar los trueques para mis vicios. Pero casi todos los cuartos estaban con llave. Aventurarme a los pisos inferiores sería un suicidio, pero echaba en falta un cigarrillo. El pensamiento y el gusto, me llevaron a correr el riesgo y fui hasta ahí con pasos rápidos y silenciosos. Entonces escuché música de piano y me paralicé. Era una melodía conocida por mí, mi padre solía ejecutarla con maestría sobre el piano. ¿Estaría él ahí? Sabía que era completamente imposible, yo le importaba menos que una caca de mosca, sin embargo...
Guiándome por el oído, llegué hasta el lugar. Tomé el pomo de la puerta y dudé en entrar, más las pisadas de alguien me obligaron a traspasar y cerrar la puerta tras de mí, recargando,la espalda sobre ella. El corazón latía a ritmo constante.
Había demasiado movimiento en el sanatorio. Todos los locos se habían puesto de acuerdo para gritar al mismo tiempo, haciendo de mi noche, la más miserable de todas.
Debajo de la cama, rasgando el suelo de madera con la uña, y siendo mi rincón favorito, marcaba una raya más al calendario improvisado. ¿Cuánto tiempo más necesitaba estar ahí dentro? Sabia yo la respuesta: estaba en mis manos, encontrar la llave para abrir la puerta de salida. El vicio, la rebeldía y el qué me importismo me sujetaban dentro. Porque vamos a ser sinceros, yo no tenìa ninguna consideración para mi cuerpo, no importándome nada lo que me ocurriera. Más habia una realidad cruda: yo no tenía un lugar al cuál ir. Dentro del sanatorio, al menos había un techo donde dormir y comer tres veces al día, ¡pero yo quería salir igualmente! Esos malditos locos me tenían cansado.
Comencé a rasgar con más fuerza, hasta que la puerta de mi cuarto se abrió súbitamente:
-¡Wulff! - el sobresalto, causó que me diera un golpe en la cabeza sobre la base de la cama-. ¡-Sal de ahí ahora mismo, si no quieres que te arrastremos a ese cuarto que tanto te gusta.
Mi médico de cabecera ¡cuánto lo odiaba! El maldito gozaba de amenazarme y subyugarme con su poder. Con cierto ritintin salí de debajo, mostrando mi torso desnudo, repleto de motas de polvo.
-Vístete ahora mismo o...
-O me llevará al cuarto que no tiene ventanas y el cuál apesta a orines y mierda. Sí, ya sé, ya sé. -ese cuarto llevaba impreso algunas de mis obras maestras, que algún día serían famosas.
Me calcé la ridícula bata que en tiempos mejores había sido blanca, y de un salto subí a la cama, estirando los brazos para que el matasanos constatara que no me había cortado. Ya me sabía la rutina.
-Buen chico.
-Bien, ya vio que estoy limpio.
Retiré mis brazos. La mirada lividinosa del hombre me irritaba. Si bien no había nada extraño - más allá de las miradas lascivas - estaba muy seguro que me encontraba protagonizando algunas de sus calenturas mentales.
-La próxima vez que te encuentre fuera... Tendré que...
-Doctor el paciente del cuarto cinco ha intentado salir por una ventana y se ha atorado entre los barrotes. ¡Necesitamos su ayuda! - una enfermera de culo redondo ( me preguntaba porqué todas lo tenían ) había entrado al cuarto. Afortunadamente para mí, había alguien mucho más loco que yo. El maldito doctor salió, no sin antes regalarme una mirada casi asesina, ¡bah, como si me importara! pero salió con tal apuro, que la puerta de mi cuarto no cerró correctamente. El seguro jamás había hecho click. Enseguida supe que era una buena oportunidad para escapar.
Desde que me habían pillado fuera, me habían cancelado las visitas ¡ya hasta echaba de menos la cara seca de uva pasa de Alfred!
Sin pensar mucho más allá, salí de ahí descalzo y sin rumbo, dispuesto a comenzar los trueques para mis vicios. Pero casi todos los cuartos estaban con llave. Aventurarme a los pisos inferiores sería un suicidio, pero echaba en falta un cigarrillo. El pensamiento y el gusto, me llevaron a correr el riesgo y fui hasta ahí con pasos rápidos y silenciosos. Entonces escuché música de piano y me paralicé. Era una melodía conocida por mí, mi padre solía ejecutarla con maestría sobre el piano. ¿Estaría él ahí? Sabía que era completamente imposible, yo le importaba menos que una caca de mosca, sin embargo...
Guiándome por el oído, llegué hasta el lugar. Tomé el pomo de la puerta y dudé en entrar, más las pisadas de alguien me obligaron a traspasar y cerrar la puerta tras de mí, recargando,la espalda sobre ella. El corazón latía a ritmo constante.
Brendan C. Wulff- Humano Clase Alta
- Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 25/07/2017
Re: Tristesse Privado
Acorde tras acorde formando una de las melodías que más disfrutaba escuchar cuando se encontraba en soledad o cuando estaba por comenzar algo mejor, tocar el piano para Antoine era algo que lo hacía sentirse lleno de vida, ya que la música había llenado todos los vacíos que habían quedado desde el momento que termino siendo lo que realmente era, mientras se intensificada cada nota el medico disfrutaba, con sus ojos completamente cerrados acariciaba cada tecla con cuidado haciendo la presión justa para que el sonido fuera emitido, estaba por terminar aquella tonada cuando sintió como sangre hervía y dejaba su hedor por su consulta, en ese momento Antoine se detuvo en seco y abrió los ojos de manera molesta como si de una maquina fuera giro su cabeza y miro de donde provenían aquellos ruidos tan característico de simples humanos.
Vio frunciendo el ceño a un joven con ropas del sanatorio, levanto una ceja y se levantó con seriedad sin acercarse, se cruzó de brazos parecía molesto – Al menos dime si te gusto la tonada – cada palabra con su acento inglés salieron quebrando el silencio que había dejado tras la interrupción – Sé que aún no está mi placa en la puerta – movió las manos intentando que el corazón del chico volviera a la normalidad, de cierta manera le perturbaba aquel sonido cuando no era provocado por el mismo – Pero siempre se toca la puerta antes de entrar – Antoine había comenzado con su propio juego, y disfrutaba de aquella interrupción ya que podría comenzar a lo que había venido.
El vampiro un ser impaciente no podía quedarse quieto por mucho tiempo, hizo un ademan al joven para que entrara y tomara asiento, él no tenía nada que perder, solo le quedaba entretenerse de los males ajenos.
Hizo un poco de memoria, el rostro inusual de aquel joven lo había visto antes, claramente el medico psiquiátrico había leído los expedientes de cada paciente en el sanatorio menta, adjunto a cada ficha existía un retrato de cada paciente y no dudo en tratarlo por su propio nombre – Señor Wulff, algo me sorprendió de su expediente… ¿Cuánto tiempo lleva en este lugar? – Antoine pregunto mientras se volvía a sentar frente al piano para terminar los acordes que le faltaban para que la melodía estuviera completa, un minuto exacto se demoró en realizar aquello. Se aguantó las ganas de hablar, ya que escuchaba el corazón de Wulff a un ritmo más calmado. – Por cierto soy el nuevo Medico Psiquiátrico del Sanatorio Antoine de Lessesp… - se quedó en silencio por un instante – creo que tu estas con el otro médico… uno que tiene apariencia de imbécil y en realidad sabe muy poco… debería ser un simple… - pensó sus palabras – *Psicólogo… - La personalidad de Antoine y su forma de ser le impedía ser una persona que hablara bien de los demás, más cuando se comportaban como idiotas y no tenían claro como ejercer una rama de la medicina tan misteriosa y complicada.
El vampiro comenzó a tocar teclas al azahar era uno de sus métodos de captar la atención de sus pacientes, ya que sabía que no todos reaccionaban de la misma forma con las notas musicales, cada nota decía mucho y más si en una de aquellas el joven sacara el habla… espero con poca paciencia.
*Psicologo: Se hace mension sin desmerecer aquella profesion. Opinion vertida por el personaje y sus aires de grandeza.
Vio frunciendo el ceño a un joven con ropas del sanatorio, levanto una ceja y se levantó con seriedad sin acercarse, se cruzó de brazos parecía molesto – Al menos dime si te gusto la tonada – cada palabra con su acento inglés salieron quebrando el silencio que había dejado tras la interrupción – Sé que aún no está mi placa en la puerta – movió las manos intentando que el corazón del chico volviera a la normalidad, de cierta manera le perturbaba aquel sonido cuando no era provocado por el mismo – Pero siempre se toca la puerta antes de entrar – Antoine había comenzado con su propio juego, y disfrutaba de aquella interrupción ya que podría comenzar a lo que había venido.
El vampiro un ser impaciente no podía quedarse quieto por mucho tiempo, hizo un ademan al joven para que entrara y tomara asiento, él no tenía nada que perder, solo le quedaba entretenerse de los males ajenos.
Hizo un poco de memoria, el rostro inusual de aquel joven lo había visto antes, claramente el medico psiquiátrico había leído los expedientes de cada paciente en el sanatorio menta, adjunto a cada ficha existía un retrato de cada paciente y no dudo en tratarlo por su propio nombre – Señor Wulff, algo me sorprendió de su expediente… ¿Cuánto tiempo lleva en este lugar? – Antoine pregunto mientras se volvía a sentar frente al piano para terminar los acordes que le faltaban para que la melodía estuviera completa, un minuto exacto se demoró en realizar aquello. Se aguantó las ganas de hablar, ya que escuchaba el corazón de Wulff a un ritmo más calmado. – Por cierto soy el nuevo Medico Psiquiátrico del Sanatorio Antoine de Lessesp… - se quedó en silencio por un instante – creo que tu estas con el otro médico… uno que tiene apariencia de imbécil y en realidad sabe muy poco… debería ser un simple… - pensó sus palabras – *Psicólogo… - La personalidad de Antoine y su forma de ser le impedía ser una persona que hablara bien de los demás, más cuando se comportaban como idiotas y no tenían claro como ejercer una rama de la medicina tan misteriosa y complicada.
El vampiro comenzó a tocar teclas al azahar era uno de sus métodos de captar la atención de sus pacientes, ya que sabía que no todos reaccionaban de la misma forma con las notas musicales, cada nota decía mucho y más si en una de aquellas el joven sacara el habla… espero con poca paciencia.
*Psicologo: Se hace mension sin desmerecer aquella profesion. Opinion vertida por el personaje y sus aires de grandeza.
Antoine de Lesseps- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 86
Fecha de inscripción : 03/08/2017
Localización : Sanatorio mental
Re: Tristesse Privado
¡Mierda! ¡Mierda! La había liado. Mira que venir a meterme a un cuarto, donde un nuevo doctor hacía acto de aparición, sólo podía sucederle a alguien como yo. ¡Todo por culpa de unas notas musicales! Es que la verdad había sido un tonto como para dejarme arrastar por el sentimentalismo. ¡Yo le importaba una nada a mis padres! ¿Por qué había sido tan imbécil como para pensar de manera idiota, que mi progenitor pudiera venir a verme? Hasta me pellizqué el brazo y la mejilla para cerciorarme de que no tenía otra de mis acostumbradas alucinaciones. Pues no, estaba despierto, y presente frente al médico, que comenzó a caerme bien cuando le dijo algunas cuántas verdades de mi médico. ¡Cuánto lo odiaba!
Me acerqué como dijo, manso como corderito, poniendo cara de una completa culpabilidad. Necesitaba ser... ¿cómo era la palabra? ¡Ah, si! cooperativo. Ya me había adelantado un paso al decirme que había leído mi expediente, que seguramente tenía al menos unos cinco centímetros de grosor, y cada una de las hojas, detallando minuciosamente, como había mordido a los camilleros cuando ingrese la primera vez, la patada en el traero a la enfermera de culo redondo y...llamarle imbécil bueno para nada y matasano, al mismísimo director del hospital, que quiso dejarme en claro, que no saldría de ahí - al menos no entero - mientras fuera la cabeza del sanatorio. Entonces, necesitaba aliados y pronto.
-Llevo casi un año dentro de ésta pocil...del sanatorio - rectifiqué apresuradamente.--Tiempo suficiente como para darme por enterado. Los vicios no son buenos. No señor. No quiero volver a caer en sus garras. Debo ser un chico muy bueno y obediente.
Yo mismo me daba asco. No me quedaba la facha de chico bueno. Ya le tocaría dilucidar al nuevo médico la manera en cómo tratarme.
Me acerqué como dijo, manso como corderito, poniendo cara de una completa culpabilidad. Necesitaba ser... ¿cómo era la palabra? ¡Ah, si! cooperativo. Ya me había adelantado un paso al decirme que había leído mi expediente, que seguramente tenía al menos unos cinco centímetros de grosor, y cada una de las hojas, detallando minuciosamente, como había mordido a los camilleros cuando ingrese la primera vez, la patada en el traero a la enfermera de culo redondo y...llamarle imbécil bueno para nada y matasano, al mismísimo director del hospital, que quiso dejarme en claro, que no saldría de ahí - al menos no entero - mientras fuera la cabeza del sanatorio. Entonces, necesitaba aliados y pronto.
-Llevo casi un año dentro de ésta pocil...del sanatorio - rectifiqué apresuradamente.--Tiempo suficiente como para darme por enterado. Los vicios no son buenos. No señor. No quiero volver a caer en sus garras. Debo ser un chico muy bueno y obediente.
Yo mismo me daba asco. No me quedaba la facha de chico bueno. Ya le tocaría dilucidar al nuevo médico la manera en cómo tratarme.
Brendan C. Wulff- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/07/2017
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