AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Hay algo oculto en cada sensación | Privado
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Hay algo oculto en cada sensación | Privado
Necesitaba algo de aire. La luna llena se acercaba y todo su cuerpo se lo hacía saber. Pronto volvería a ser esclavo del cielo, prisionero de ese otro ser que lo habitaba, de ese demonio que le dominaba la razón, la carne y la piel.
Salió del hotel decidido a transitar la fría noche parisina. No tenía rumbo, no tenía objetivos, sólo deseos de clarificar su mente, de analizar cuáles deberían ser sus próximos pasos a dar. Podía contar con su hermano para que le ayudase a esconderse en tanto trazaba algún plan para escapar de quienes le asechaban con intención de hacerle pagar sus crímenes… A veces deseaba encontrarse con ellos cara a cara, mano a mano, retarles a duelo y que sucediese lo que el destino dictase.
Sus pasos lo llevaron hasta el lugar que más había frecuentado desde que había llegado a la capital de aquel país pomposo: el cabaret. Sí, tal vez allí –en un lugar ruidoso, pleno de vida y alegría- Bartolomé pudiese al fin ordenarse.
El lugar recién comenzaba a poblarse -todavía era temprano a decir verdad-, la música sonaba alegre, pero aún no había ningún show a la vista. Se acomodó en una mesa del fondo y pidió a la sensual camarera una botella de whisky.
Una de las peores cosas de su condición, de licántropo, era que ya no se emborrachaba. Por mucho que bebiese, Bartolomé no perdía el control de sus sentidos, solo se relajaba y distendía, pero no dejaba de pensar con claridad en ningún momento.
Se servía ya el segundo vaso de la bebida escocesa cuando la vio. Hermosa, parecía una joya resplandeciente, su aroma era cálido y dulce, como el de una fruta tropical. Pese a su belleza, y a la fiereza de sus ojos que ahora lo miraban fijamente, Bartolomé no se dejó engañar: ya había visto a esa mujer, su aroma ya lo había cautivado antes… En la plaza, hacía dos días. Y esa mañana, cuando desayunó en uno de los cafés del centro… sí, ella también estaba allí.
“No me creen tan fácil de atrapar, jamás habrían enviado a una mujer a hacer el trabajo”, se rió, con la seguridad que su propio orgullo le daba, y bebió de un trago lo que quedaba del whisky en su vaso.
Estaba convencido de que era una mujer enamorada que había elegido seguirle. No sería la primera vez, las mujeres parecían caer rendidas a sus pies -como si percibiesen en él algo especial- y él no tenía más remedio que aceptar aquel regalo inmerecido que la vida le ofrecía y aprovecharlo al máximo. Siempre.
Bartolomé tomó la botella y se puso en pie para dirigirse directamente hacia la mesa en la que ella se hallaba. Sin romper el contacto visual en ningún momento, se sentó frente a la mujer y le preguntó:
-¿Por qué me sigues, bonita?
Salió del hotel decidido a transitar la fría noche parisina. No tenía rumbo, no tenía objetivos, sólo deseos de clarificar su mente, de analizar cuáles deberían ser sus próximos pasos a dar. Podía contar con su hermano para que le ayudase a esconderse en tanto trazaba algún plan para escapar de quienes le asechaban con intención de hacerle pagar sus crímenes… A veces deseaba encontrarse con ellos cara a cara, mano a mano, retarles a duelo y que sucediese lo que el destino dictase.
Sus pasos lo llevaron hasta el lugar que más había frecuentado desde que había llegado a la capital de aquel país pomposo: el cabaret. Sí, tal vez allí –en un lugar ruidoso, pleno de vida y alegría- Bartolomé pudiese al fin ordenarse.
El lugar recién comenzaba a poblarse -todavía era temprano a decir verdad-, la música sonaba alegre, pero aún no había ningún show a la vista. Se acomodó en una mesa del fondo y pidió a la sensual camarera una botella de whisky.
Una de las peores cosas de su condición, de licántropo, era que ya no se emborrachaba. Por mucho que bebiese, Bartolomé no perdía el control de sus sentidos, solo se relajaba y distendía, pero no dejaba de pensar con claridad en ningún momento.
Se servía ya el segundo vaso de la bebida escocesa cuando la vio. Hermosa, parecía una joya resplandeciente, su aroma era cálido y dulce, como el de una fruta tropical. Pese a su belleza, y a la fiereza de sus ojos que ahora lo miraban fijamente, Bartolomé no se dejó engañar: ya había visto a esa mujer, su aroma ya lo había cautivado antes… En la plaza, hacía dos días. Y esa mañana, cuando desayunó en uno de los cafés del centro… sí, ella también estaba allí.
“No me creen tan fácil de atrapar, jamás habrían enviado a una mujer a hacer el trabajo”, se rió, con la seguridad que su propio orgullo le daba, y bebió de un trago lo que quedaba del whisky en su vaso.
Estaba convencido de que era una mujer enamorada que había elegido seguirle. No sería la primera vez, las mujeres parecían caer rendidas a sus pies -como si percibiesen en él algo especial- y él no tenía más remedio que aceptar aquel regalo inmerecido que la vida le ofrecía y aprovecharlo al máximo. Siempre.
Bartolomé tomó la botella y se puso en pie para dirigirse directamente hacia la mesa en la que ella se hallaba. Sin romper el contacto visual en ningún momento, se sentó frente a la mujer y le preguntó:
-¿Por qué me sigues, bonita?
Bartolomé Nazgul- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 12/05/2017
Re: Hay algo oculto en cada sensación | Privado
Mi respuesta había sido un rotundo no, cuando recibí las instrucciones, plasmadas en la carta que me habían hecho llegar hacia un mes. Mis manos abrieron con recelo el sobre y el sello se desprendió de inmediato. Sí. Eran ellos nuevamente, la organización que me rescató de las calles y me ofreció la oportunidad de finiquitar mi venganza de antaño aún seguía controlando cada uno de mis malditos movimientos en la ciudad. Siempre hallaban la forma de llegar a nosotros, a aquellos que en algún instante pensamos en abrir nuestras alas hacia la libertad que se nos negó en el primer instante que colocamos un pie dentro de aquella prisión de pactos y cosas turbias. El contrabando de información, las altas esferas e incluso la iglesia poseía ese poder, un abuso de autoridad que eran bien complacido por aquellos bastardos, asesinos a sueldo que al mínimo chasquido y resplandor de un par de francos, no dudarían en aniquilar a quien se pusiera en su camino. De algún modo yo llegué a ser parte de esa misma mierda y hoy en día no tenía sentido alguno permanecer o huir, si una bala atravesara mi cráneo será lo mejor.
Mi reencuentro con Konrad en la morgue me dejó en claro que la única que podría hacer algo por salir de ese agujero era yo misma. Dejarme caer en picada para salvarme en el intento, antes de que ellos tuvieran el control absoluto de mis acciones. Quizás sería la mejor decisión en ese momento y después, una vez terminado el trabajo compraría un boleto hacia el infierno y no volvería jamás. Leí con precaución cada uno de los nuevos lineamientos, estaba acatando sus órdenes una vez más, sí. Pero esta vez, las reglas serían de acuerdo a mi juego y a lo que yo consideraba correcto. No demoré mucho en hallarle y desde luego seguí con cautela sus movimientos, haciéndome notar cada vez más para atraerlo pero cuidando la fachada de una mujer de alta cuna. Quien diría que detrás de esos labios delineados con vividos colores, la caída de una voluptuosa indumentaria y la caricia tersa de un perfume francés, se hallaba una mujer en agonía. Pero no permitiría jamás que él lo descubriera. Así que después de desaparecer de su rutina durante una semana me di a la tarea de hallarle en el cabaret nuevamente. Un lugar de mala muerte que nunca pensé volver a pisar.
En pocos minutos él no apartaba la vista de mí, supuse que sería el primero en actuar dada la naturaleza del mismo y de la cual ya me había hecho con informes de las mujeres con las que se acostaba y otros contactos a los que retribuí de buena manera sus servicios. Dejé atrás el dolor, la angustia y el pesar que aún mantenía en penumbras mi corazón y dejé que una diferente Vesper tomara las riendas de la situación.
–Bonsoir Monsieur–
Susurré cuando estuvo frente a mí.
–Admito que me has descubierto cariño, pero en realidad eres un hombre cautivador y difícil de atrapar– reí suavemente dejando esa connotación al descubierto.
–Llámame Vesper–
Mi reencuentro con Konrad en la morgue me dejó en claro que la única que podría hacer algo por salir de ese agujero era yo misma. Dejarme caer en picada para salvarme en el intento, antes de que ellos tuvieran el control absoluto de mis acciones. Quizás sería la mejor decisión en ese momento y después, una vez terminado el trabajo compraría un boleto hacia el infierno y no volvería jamás. Leí con precaución cada uno de los nuevos lineamientos, estaba acatando sus órdenes una vez más, sí. Pero esta vez, las reglas serían de acuerdo a mi juego y a lo que yo consideraba correcto. No demoré mucho en hallarle y desde luego seguí con cautela sus movimientos, haciéndome notar cada vez más para atraerlo pero cuidando la fachada de una mujer de alta cuna. Quien diría que detrás de esos labios delineados con vividos colores, la caída de una voluptuosa indumentaria y la caricia tersa de un perfume francés, se hallaba una mujer en agonía. Pero no permitiría jamás que él lo descubriera. Así que después de desaparecer de su rutina durante una semana me di a la tarea de hallarle en el cabaret nuevamente. Un lugar de mala muerte que nunca pensé volver a pisar.
En pocos minutos él no apartaba la vista de mí, supuse que sería el primero en actuar dada la naturaleza del mismo y de la cual ya me había hecho con informes de las mujeres con las que se acostaba y otros contactos a los que retribuí de buena manera sus servicios. Dejé atrás el dolor, la angustia y el pesar que aún mantenía en penumbras mi corazón y dejé que una diferente Vesper tomara las riendas de la situación.
–Bonsoir Monsieur–
Susurré cuando estuvo frente a mí.
–Admito que me has descubierto cariño, pero en realidad eres un hombre cautivador y difícil de atrapar– reí suavemente dejando esa connotación al descubierto.
–Llámame Vesper–
Última edición por Vesper Ajmátova el Jue Oct 26, 2017 12:54 am, editado 1 vez
Vesper Ajmátova*- Humano Clase Alta
- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 08/05/2016
Re: Hay algo oculto en cada sensación | Privado
Su aura parecía estar confusa… ¡Cómo le gustaba eso a Bartolomé! Ser conciente del impacto que su presencia causaba en las mujeres lo enorgullecía, le alimentaba ese ego de macho, tan primitivo como la bestia que cargaba dentro, le hacía sentir poderoso.
Era hermosa, quería pero no podía apartar sus ojos de los labios gruesos de la mujer. Sabía que por más que quisiera no lo lograría y ella se daría cuenta de eso, ¿y qué más daba? Era ella la que lo buscaba, bueno ya lo había encontrado... Aún así, lo que más le gustaba era su levísimo acento ruso. Sin dudas ruso.
-¿Difícil? ¿Yo? No, cariño… Soy tan fácil, sería un placer dejarme atrapar por ti –le aseguró y de inmediato se puso en pie, decidido a dejar de estar frente a ella para poder posicionarse a su lado-. Dime, ¿qué buscas? –le preguntó mientras pasaba su brazo izquierdo tras ella, apoyándolo en el respaldo del sillón, sin tocarla-. Disculpa que sea tan directo, pero algo me dice que no eres una mujer a la que le guste andarse con vueltas.
¿Y a él? ¿A él le gustaban las vueltas? Tal vez en otra época se hubiera divertido persiguiendo mujeres, jugando el juego de sutilezas y de falsos sonrojos que ellas proponían, pero ya no. Ya no le veía la gracia a todo aquello, se aburría con facilidad de las sutilezas, del coqueteo ingenuo. Bartolomé prefería la frontalidad, las personas determinadas que sabían lo que querían y actuaban en consecuencia. ¿Sería Vesper así? Ya sabía él que estaba pronto a averiguarlo…
-Vesper, que nombre bonito y extraño. ¿Qué significa? –Bueno, un poco de cursilería y detallismo no estaba de más nunca, además era cierto que le causaba curiosidad-. Soy… Bartolomé –dudó, pero al final acabó dándole su verdadero nombre, hacía mucho que no le decía la verdad a una mujer (ni siquiera con cosas tan nimias), mas con ella acababa de hacerlo-. Dime, Vesper. ¿Quieres divertirte? Te he visto y tú me has visto a mí. No me creo que este encuentro sea casual y tampoco te diré estupideces como que las estrellas han querido cruzarnos… Me buscabas y me has hallado. ¿Qué quieres? ¿Sólo pasar una noche divertida? Si es así dímelo, tengo como conseguir opio… y si eso no es de tu agrado siempre nos quedará el whisky.
Con la sonrisa más seductora que tenía, Bartolomé se acercó un poco más a ella. Acarició lentamente su mejilla y el perfume de la dama lo asaltó. Acabó por agradecer el abrigo de la mesa de madera que le permitía mantener oculta su erección. ¿Quién era esa mujer que lo enardecía sólo con el dejo amaderado de su perfume?
Era hermosa, quería pero no podía apartar sus ojos de los labios gruesos de la mujer. Sabía que por más que quisiera no lo lograría y ella se daría cuenta de eso, ¿y qué más daba? Era ella la que lo buscaba, bueno ya lo había encontrado... Aún así, lo que más le gustaba era su levísimo acento ruso. Sin dudas ruso.
-¿Difícil? ¿Yo? No, cariño… Soy tan fácil, sería un placer dejarme atrapar por ti –le aseguró y de inmediato se puso en pie, decidido a dejar de estar frente a ella para poder posicionarse a su lado-. Dime, ¿qué buscas? –le preguntó mientras pasaba su brazo izquierdo tras ella, apoyándolo en el respaldo del sillón, sin tocarla-. Disculpa que sea tan directo, pero algo me dice que no eres una mujer a la que le guste andarse con vueltas.
¿Y a él? ¿A él le gustaban las vueltas? Tal vez en otra época se hubiera divertido persiguiendo mujeres, jugando el juego de sutilezas y de falsos sonrojos que ellas proponían, pero ya no. Ya no le veía la gracia a todo aquello, se aburría con facilidad de las sutilezas, del coqueteo ingenuo. Bartolomé prefería la frontalidad, las personas determinadas que sabían lo que querían y actuaban en consecuencia. ¿Sería Vesper así? Ya sabía él que estaba pronto a averiguarlo…
-Vesper, que nombre bonito y extraño. ¿Qué significa? –Bueno, un poco de cursilería y detallismo no estaba de más nunca, además era cierto que le causaba curiosidad-. Soy… Bartolomé –dudó, pero al final acabó dándole su verdadero nombre, hacía mucho que no le decía la verdad a una mujer (ni siquiera con cosas tan nimias), mas con ella acababa de hacerlo-. Dime, Vesper. ¿Quieres divertirte? Te he visto y tú me has visto a mí. No me creo que este encuentro sea casual y tampoco te diré estupideces como que las estrellas han querido cruzarnos… Me buscabas y me has hallado. ¿Qué quieres? ¿Sólo pasar una noche divertida? Si es así dímelo, tengo como conseguir opio… y si eso no es de tu agrado siempre nos quedará el whisky.
Con la sonrisa más seductora que tenía, Bartolomé se acercó un poco más a ella. Acarició lentamente su mejilla y el perfume de la dama lo asaltó. Acabó por agradecer el abrigo de la mesa de madera que le permitía mantener oculta su erección. ¿Quién era esa mujer que lo enardecía sólo con el dejo amaderado de su perfume?
Bartolomé Nazgul- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 12/05/2017
Re: Hay algo oculto en cada sensación | Privado
Mientras escuchaba con atención su retórica me resultaba casi imposible no notar como sus ojos me recorrían de pies a cabeza. Esa sensación de escudriño la había soportado innumerables veces cuando mi estadía en Londres y otras partes de Europa me obligaron a rebajar mi dignidad al tacto de los rufianes y demás escoria que se ocultaba en ese tipo de lugares. En ese entonces mi manera de comportarme era de la una chiquilla asustadiza al más mínimo roce de las manos ajenas, pero tenía que soportarlas y aprendí a separar el corazón de aquellos actos meramente carnales en los que me vi envuelta, para sobrevivir, para no morir. Y ahora que ese demonio me había vuelto a alcanzar en Paris me preguntaba cuanto tiempo podría soportar con la careta de mujer fría y ególatra cuando realmente lo que necesitaba era poner una bala en mi cabeza y de ese modo dejar de escuchar como los latidos lánguidos de mi corazón me atormentaban en cada momento de oscuridad que aún conservaba.
Sonreí como muchas otras veces, sonreí para seguir en el juego de la organización, sola no podría enfrentarles y era mucho mejor a estas alturas del partido ser una asesina o una puta para ganar tiempo y salir de su radar nuevamente. Guiñé el ojo mientras mordía con suavidad mi labio inferior.
–Te buscaba a ti– susurré al oído ajeno.
Debo admitir que el hombre poseía cierto encanto, cierto misticismo en sus ojos cerúleos donde cualquier otra mujer se ahogaría por horas enteras, incluso las palabras que nacían de sus labios resultaban poesía dada la labia que el sujeto poseía y de la cual estaba consciente, pues a la menor provocación no dudaba en seducir seguramente a quien se le pusiera enfrente.
–El gusto es mío Bartolomé– cavilé unos segundos antes de responder –Dejaré que tu coloques un adjetivo adecuado al nombre, sería mucho mejor que el significado que yo pueda darte ¿No crees?–
El hombre no se andaba con rodeos y era quizás una de las razones por las cuales más de una persona le había puesto precio a su cabeza. Justo ahí incluso, podría ver alguien más que quisiera adelantarse en el trabajo de cacería. ¿Qué demonios habría hecho como para que la organización misma me hubiese enviado a mí para atraparle? Estaba intrigada y al mismo tiempo acepto que tenía cierto temor de que las cosas se salieran de control en cualquier instante.
–Bailar, beber un exquisito whisky, hablar de cosas tan banales como lo es la vida, la muerte, el amor–
Me tomé el derecho de servir ambos vasos y posteriormente levanté el propio con el afán de hacer un pequeño brindis.
–Por una noche inolvidable–
Bebí y al colocar mi bebida sobre la mesa, llevé con suavidad mi mano hacia la suya.
–Dime corazón ¿Qué hace un hombre como tú en este tipo de lugares? Puedo apostar que no estás buscando el amor, acá no lo encontrarás de eso estoy segura, posees gustos selectivos lo puedo deducir por la excelente elección que has hecho con el whisky–
Sonreí como muchas otras veces, sonreí para seguir en el juego de la organización, sola no podría enfrentarles y era mucho mejor a estas alturas del partido ser una asesina o una puta para ganar tiempo y salir de su radar nuevamente. Guiñé el ojo mientras mordía con suavidad mi labio inferior.
–Te buscaba a ti– susurré al oído ajeno.
Debo admitir que el hombre poseía cierto encanto, cierto misticismo en sus ojos cerúleos donde cualquier otra mujer se ahogaría por horas enteras, incluso las palabras que nacían de sus labios resultaban poesía dada la labia que el sujeto poseía y de la cual estaba consciente, pues a la menor provocación no dudaba en seducir seguramente a quien se le pusiera enfrente.
–El gusto es mío Bartolomé– cavilé unos segundos antes de responder –Dejaré que tu coloques un adjetivo adecuado al nombre, sería mucho mejor que el significado que yo pueda darte ¿No crees?–
El hombre no se andaba con rodeos y era quizás una de las razones por las cuales más de una persona le había puesto precio a su cabeza. Justo ahí incluso, podría ver alguien más que quisiera adelantarse en el trabajo de cacería. ¿Qué demonios habría hecho como para que la organización misma me hubiese enviado a mí para atraparle? Estaba intrigada y al mismo tiempo acepto que tenía cierto temor de que las cosas se salieran de control en cualquier instante.
–Bailar, beber un exquisito whisky, hablar de cosas tan banales como lo es la vida, la muerte, el amor–
Me tomé el derecho de servir ambos vasos y posteriormente levanté el propio con el afán de hacer un pequeño brindis.
–Por una noche inolvidable–
Bebí y al colocar mi bebida sobre la mesa, llevé con suavidad mi mano hacia la suya.
–Dime corazón ¿Qué hace un hombre como tú en este tipo de lugares? Puedo apostar que no estás buscando el amor, acá no lo encontrarás de eso estoy segura, posees gustos selectivos lo puedo deducir por la excelente elección que has hecho con el whisky–
Vesper Ajmátova*- Humano Clase Alta
- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 08/05/2016
Re: Hay algo oculto en cada sensación | Privado
-Déjame pensar… podría significar Reina de los bosques en gaélico, o diosa de los besos en griego –sí, se estaba inventando todo aquello, sin contar que ya comenzaba a sentir los efectos de tanto alcohol ingerido, pero cómo veía que ella correspondía a las estupideces que él decía, Bartolomé decidió continuar-. Vesper, de Vesperina, la hija de la luz en italiano –le sonrió una vez más-, créeme… viví en Italia, no estoy mintiendo –le dijo riendo, pero luego se puso serio para agregar-: Venga del idioma que venga y signifique lo que signifique, tu nombre es casi tan bonito como tú, van perfectos el uno con la otra.
Le fascinaban las mujeres como ella, osadas y determinadas, que sabían bien lo que querían… y tenía por seguro que Vesper no se privaría de pedirlo cuando se le antojase. Cada vez estaba más cerca de ella y Vesper no lucía incómoda, él parecía un perro a los pies de su ama, pero no le importaba, había premios que bien valían los más grandes sacrificios.
-La muerte no me interesa, la vida me trata mal últimamente, así que sólo nos queda hablar de amor…
Un brindis, más sonrisas y miradas. Algo bueno iba a pasarle con ella, estaba seguro, lo podía sentir como si se tratase de una premonición. Bartolomé bajo la guardia –extrañamente, pues rara vez lo hacía- y se dijo que de ella no debía desconfiar. Su aura se hallaba algo… ¿cómo definirlo? ¿expectante? Pero a Bartolomé no le pareció que aquello fuese algo en lo que detenerse, no habiendo tanto que conquistar esa noche. Tras beber, retomó el tema que había dejado colgado:
-¿Hace cuánto que no amas a alguien, Vesper? Oh, yo hace años –le dijo, sin darle tiempo a responder todavía-. Siempre creí que el amor era para los idiotas, pero hace algunos meses que me entraron unas ganas locas de dejarlo todo y vivir idiotamente… ¿Qué hay de ti?
Hablaba del amor como algo más, como ese deseo inalcanzable y lejano que se empeñaba en tener pese a saber que a él –justamente a alguien como él- eso le estaba negado por completo. Amor… ¿podría definirse como amor lo que su extraño esclavo de sangre sentía por él? No, eso podría ser adicción, devoción y necesidad, pero no amor. Pensaba y pensaba, pero no encontraba ninguno de sus vínculos actuales que pudiesen definir lo que esa palabra corta era… Solo podía rememorar a su madre, su mirada cálida y proba que lo colmaba y sanaba de cualquier cosa cuando sus ojos se encontraban con los suyos. Pero Bartolomé estaba lejos de ser como ella.
-He venido, simplemente, a divertirme –le aseguró y aceptó entre las suyas la mano tibia de ella-. Verás, soy un viudo solitario que hace mucho que no se divierte con amigos –porque amigos no tenía, pero mejor era no aclarar aquello-, por eso estoy aquí y eso es lo que busco. En cambio tú me buscabas a mí, ya lo sé, lo supe desde el comienzo y no importa que quieras negarlo, lo que no sé es que quieres de mí, hermosa.
Le fascinaban las mujeres como ella, osadas y determinadas, que sabían bien lo que querían… y tenía por seguro que Vesper no se privaría de pedirlo cuando se le antojase. Cada vez estaba más cerca de ella y Vesper no lucía incómoda, él parecía un perro a los pies de su ama, pero no le importaba, había premios que bien valían los más grandes sacrificios.
-La muerte no me interesa, la vida me trata mal últimamente, así que sólo nos queda hablar de amor…
Un brindis, más sonrisas y miradas. Algo bueno iba a pasarle con ella, estaba seguro, lo podía sentir como si se tratase de una premonición. Bartolomé bajo la guardia –extrañamente, pues rara vez lo hacía- y se dijo que de ella no debía desconfiar. Su aura se hallaba algo… ¿cómo definirlo? ¿expectante? Pero a Bartolomé no le pareció que aquello fuese algo en lo que detenerse, no habiendo tanto que conquistar esa noche. Tras beber, retomó el tema que había dejado colgado:
-¿Hace cuánto que no amas a alguien, Vesper? Oh, yo hace años –le dijo, sin darle tiempo a responder todavía-. Siempre creí que el amor era para los idiotas, pero hace algunos meses que me entraron unas ganas locas de dejarlo todo y vivir idiotamente… ¿Qué hay de ti?
Hablaba del amor como algo más, como ese deseo inalcanzable y lejano que se empeñaba en tener pese a saber que a él –justamente a alguien como él- eso le estaba negado por completo. Amor… ¿podría definirse como amor lo que su extraño esclavo de sangre sentía por él? No, eso podría ser adicción, devoción y necesidad, pero no amor. Pensaba y pensaba, pero no encontraba ninguno de sus vínculos actuales que pudiesen definir lo que esa palabra corta era… Solo podía rememorar a su madre, su mirada cálida y proba que lo colmaba y sanaba de cualquier cosa cuando sus ojos se encontraban con los suyos. Pero Bartolomé estaba lejos de ser como ella.
-He venido, simplemente, a divertirme –le aseguró y aceptó entre las suyas la mano tibia de ella-. Verás, soy un viudo solitario que hace mucho que no se divierte con amigos –porque amigos no tenía, pero mejor era no aclarar aquello-, por eso estoy aquí y eso es lo que busco. En cambio tú me buscabas a mí, ya lo sé, lo supe desde el comienzo y no importa que quieras negarlo, lo que no sé es que quieres de mí, hermosa.
Bartolomé Nazgul- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 12/05/2017
Re: Hay algo oculto en cada sensación | Privado
¿A que estaba jugando con aquel extraño? No lo sabía realmente. La instrucción de persuadirle estaba claramente acuñada en la carta que recibí un par de días previos a este encuentro. Un par de años atrás llevaría un mejor control sobre mis acciones, pero hoy en día podría ser un poco más sincera y confesar que vendería mi alma al mismo diablo para salir de ese estado de letargo. La muerte del Baron aún pesaba sobre mis hombros pero el mundo mantenía su cauce natural. De ese modo yo era la única que parecía aún estancada en esa pesadilla, entonces el encanto del hombre y su mirada cínica sobre mis ojos arrancaron una sonrisa ligera en mis labios, su forma de seducir podría ser únicamente producto del alcohol o del opio que quizás había ingerido pero más allá de ese humo y espejismos de adjetivos que cualquier otro pudiese darle él poseía algo que lo hacía por demás un hombre seductor e interesante.
No pude evitar reír por lo bajo, pues lejos estaba de deducir que el nombre realmente carecía de un significado real, que tan solo era una careta de lo que restaba de mí y que el código clave yacía mancillado en muerte y sangre de muchos otros que cayeron ante mis mentiras.
–Vaya corazón, sí que eres todo un ejemplar de caballero, de esos que no se ven por estos lugares ¿Dime eres extranjero? Me quedaré con el último de los adjetivos cariño gracias–
Susurré apenas audible para que solo él pudiese escucharme.
Sabía lo que poseía y no dudaba de utilizar cada uno de sus argumentos para aproximarse hacía mí, del mismo modo debía yo encontrar esa conexión para que él fuera quien rompiera esa barrera entre ambos.
–Vaya, alguien te ha tratado mal al parecer–
Levanté una vez más mi copa para seguir ingiriendo la bebida, es néctar que sabía dulce amargo. Porque en otra época yo brindaba por la felicidad venidera y esta noche era tan solo un acto de mí obvia decadencia. Su pregunta me asaltó de repente y dudé en responder de inmediato, había él hallado antes la grieta que yo estaba buscando con mis preguntas previas.
Lo sabía, no era una presa fácil.
–Dos años aproximadamente Bartolomé. Es curioso como ciertos detalles nos remontan a días pasados donde la dicha era grande y el amor vasto. Hoy en día ambas cosas son meros conceptos, artificios que engañan nuestra mente para mantenernos sobrios en la jungla de la nostalgia y el dolor–
Bebí el último trago para apagar ese fuego que aún quemaba en mi garganta. La música de fondo tomaba un vaivén distinto y antes de responderle me levanté no sin antes extender mi mano hacia la suya.
–Vamos a divertirnos entonces cariño, la noche inicia–
De inmediato coloqué mi brazo sobre su espalda y recargué mi cabeza sobre su hombro, el aroma que le rodeaba era sin duda embriagante. Nuestros pasos empezaron a ceder al ritmo calmo de la música y en un ritual casi tan mundano como lo era aquella extraña confesión cerré los ojos para confesar.
–Busco quien alivie la soledad, no solo esta noche, eso lo puedo encontrar en un burdel o en una taberna de mala muerte, busco algo más…–
Desde ese ángulo mientras girábamos pude ver que tres hombres habían ingresado ya al lugar, si mi intuición no me fallaba algo me decía que no estaba completamente sola en esa misión, que nuevamente se estaban asegurando de no dejar al hombre con quien yo bailaba con vida y con un poco de suerte, yo fuese arrastrada hacia la muerte también.
No pude evitar reír por lo bajo, pues lejos estaba de deducir que el nombre realmente carecía de un significado real, que tan solo era una careta de lo que restaba de mí y que el código clave yacía mancillado en muerte y sangre de muchos otros que cayeron ante mis mentiras.
–Vaya corazón, sí que eres todo un ejemplar de caballero, de esos que no se ven por estos lugares ¿Dime eres extranjero? Me quedaré con el último de los adjetivos cariño gracias–
Susurré apenas audible para que solo él pudiese escucharme.
Sabía lo que poseía y no dudaba de utilizar cada uno de sus argumentos para aproximarse hacía mí, del mismo modo debía yo encontrar esa conexión para que él fuera quien rompiera esa barrera entre ambos.
–Vaya, alguien te ha tratado mal al parecer–
Levanté una vez más mi copa para seguir ingiriendo la bebida, es néctar que sabía dulce amargo. Porque en otra época yo brindaba por la felicidad venidera y esta noche era tan solo un acto de mí obvia decadencia. Su pregunta me asaltó de repente y dudé en responder de inmediato, había él hallado antes la grieta que yo estaba buscando con mis preguntas previas.
Lo sabía, no era una presa fácil.
–Dos años aproximadamente Bartolomé. Es curioso como ciertos detalles nos remontan a días pasados donde la dicha era grande y el amor vasto. Hoy en día ambas cosas son meros conceptos, artificios que engañan nuestra mente para mantenernos sobrios en la jungla de la nostalgia y el dolor–
Bebí el último trago para apagar ese fuego que aún quemaba en mi garganta. La música de fondo tomaba un vaivén distinto y antes de responderle me levanté no sin antes extender mi mano hacia la suya.
–Vamos a divertirnos entonces cariño, la noche inicia–
De inmediato coloqué mi brazo sobre su espalda y recargué mi cabeza sobre su hombro, el aroma que le rodeaba era sin duda embriagante. Nuestros pasos empezaron a ceder al ritmo calmo de la música y en un ritual casi tan mundano como lo era aquella extraña confesión cerré los ojos para confesar.
–Busco quien alivie la soledad, no solo esta noche, eso lo puedo encontrar en un burdel o en una taberna de mala muerte, busco algo más…–
Desde ese ángulo mientras girábamos pude ver que tres hombres habían ingresado ya al lugar, si mi intuición no me fallaba algo me decía que no estaba completamente sola en esa misión, que nuevamente se estaban asegurando de no dejar al hombre con quien yo bailaba con vida y con un poco de suerte, yo fuese arrastrada hacia la muerte también.
Vesper Ajmátova*- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/05/2016
Re: Hay algo oculto en cada sensación | Privado
Creía que le estaba yendo muy bien con ella, que la tenía muerta de amor y que en cuestión de horas acabaría rogándole –ella a él- que se casasen. Eso era Bartolomé, arrogancia y amor propio. Ella estaba enamorándose de él, podía sentirlo, estaba convencido.
-Soy extranjero en esta tierra, sí. He vivido aquí y allá –le dijo y bebió para distraer la atención-, un ciudadano del mundo, me atrevo a decir que en eso somos iguales.
No, en comparación a cómo él había tratado a las mujeres de su vida, no podía decirse que hubiese sido él el maltratado. Claro que no se lo diría, le costaba ser sincero en general, cuánto más con aquella desconocida, bellísima pero desconocida al fin, y con un tema tal delicado. Ah, nostalgia y dolor… dos cosas de las que era conocedor.
¡Cómo le gustaban las mujeres que tomaban la iniciativa! Le enloquecían porque le demostraban igualdad, en primera instancia, que el deseo no era solo cosa masculina y que expresarlo era hacer un buen uso de la libertad que disfrutaban. Por supuesto que de inmediato respondió afirmativamente a su invitación.
-Verás qué buen bailarín soy –se rió, aunque lo cierto era que no se trataba de una actividad en la que Bartolomé resaltase-. Verás también que puedo rescatarte de las garras de la soledad –le aseguró, cambiando el tono de voz y acercándose dulcemente al oído ajeno.
Bailaban, la música no era elegante o refinada sino alegre, movida e invitaba al disfrute. Pero Bartolomé hubiese elegido, si hubiera podido, algo más tranquilo que le diese la excusa para acompañar sus palabras con alguna caricia, música que invitase a la cercanía, al abrazo. En cambio, como la atmósfera lo ameritaba, preguntó entre risas:
-¿El burdel? No te imagino mendigando amor en un burdel… Aunque, si me concedes unos segundos –dijo, con cara pensativa-, sí, creo que puedo hacer el esfuerzo e imaginarte. Un escenario sensual que no hace más que añadirle misterio a alguien como tú… y me parece maravilloso.
Le hubiera gustado decirle que la invitaba a ir alguna de las próximas noches al burdel más famoso, juntos se podrían divertir más de lo imaginado, pero calló. No era una conversación para tener con una dama, por más que adivinase que tenían un sentido del humor parecido.
Por lo que había averiguado, el lugar en el que bailaban en esos momentos era un sitio neutro donde los seres sobrenaturales convivían sin problemas, sin armar pleitos. Era un compromiso tácito que se asumía cuando se ingresaba en el local. Aún así, mientras giraba muy cerca de Vesper, Bartolomé advirtió que las auras de algunos de los cambiantes que allí estaban se agitaban, incluso había un vampiro algo enojado cerca de la puerta de entrada. Quizás salir de allí fuese lo mejor…
-Creo que sería conveniente retirarnos, querida. ¿Has dejado algo en la mesa? Yo no. Podríamos salir sigilosos por la puerta de atrás. Me temo que la atmósfera ha cambiado aquí de un momento a otro.
-Soy extranjero en esta tierra, sí. He vivido aquí y allá –le dijo y bebió para distraer la atención-, un ciudadano del mundo, me atrevo a decir que en eso somos iguales.
No, en comparación a cómo él había tratado a las mujeres de su vida, no podía decirse que hubiese sido él el maltratado. Claro que no se lo diría, le costaba ser sincero en general, cuánto más con aquella desconocida, bellísima pero desconocida al fin, y con un tema tal delicado. Ah, nostalgia y dolor… dos cosas de las que era conocedor.
¡Cómo le gustaban las mujeres que tomaban la iniciativa! Le enloquecían porque le demostraban igualdad, en primera instancia, que el deseo no era solo cosa masculina y que expresarlo era hacer un buen uso de la libertad que disfrutaban. Por supuesto que de inmediato respondió afirmativamente a su invitación.
-Verás qué buen bailarín soy –se rió, aunque lo cierto era que no se trataba de una actividad en la que Bartolomé resaltase-. Verás también que puedo rescatarte de las garras de la soledad –le aseguró, cambiando el tono de voz y acercándose dulcemente al oído ajeno.
Bailaban, la música no era elegante o refinada sino alegre, movida e invitaba al disfrute. Pero Bartolomé hubiese elegido, si hubiera podido, algo más tranquilo que le diese la excusa para acompañar sus palabras con alguna caricia, música que invitase a la cercanía, al abrazo. En cambio, como la atmósfera lo ameritaba, preguntó entre risas:
-¿El burdel? No te imagino mendigando amor en un burdel… Aunque, si me concedes unos segundos –dijo, con cara pensativa-, sí, creo que puedo hacer el esfuerzo e imaginarte. Un escenario sensual que no hace más que añadirle misterio a alguien como tú… y me parece maravilloso.
Le hubiera gustado decirle que la invitaba a ir alguna de las próximas noches al burdel más famoso, juntos se podrían divertir más de lo imaginado, pero calló. No era una conversación para tener con una dama, por más que adivinase que tenían un sentido del humor parecido.
Por lo que había averiguado, el lugar en el que bailaban en esos momentos era un sitio neutro donde los seres sobrenaturales convivían sin problemas, sin armar pleitos. Era un compromiso tácito que se asumía cuando se ingresaba en el local. Aún así, mientras giraba muy cerca de Vesper, Bartolomé advirtió que las auras de algunos de los cambiantes que allí estaban se agitaban, incluso había un vampiro algo enojado cerca de la puerta de entrada. Quizás salir de allí fuese lo mejor…
-Creo que sería conveniente retirarnos, querida. ¿Has dejado algo en la mesa? Yo no. Podríamos salir sigilosos por la puerta de atrás. Me temo que la atmósfera ha cambiado aquí de un momento a otro.
Bartolomé Nazgul- Licántropo Clase Alta
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Re: Hay algo oculto en cada sensación | Privado
Conforme las horas pasaban su compañía se hacía cada vez más grata. Debo admitir que su encanto natural le brindaba cierta ventaja sobre mi posición y aunque no era la primera vez que trataba con un hombre como él, algo me decía que no sería la primera y última que lo vería, con suerte esa misma noche ambos podríamos salir vivos de ese lugar de mala muerte. Jamás fue prioridad el obtener algo más que la información necesaria pero por unos segundos mientras bailábamos me atreví a pensar cómo sería llevar una vida tranquila, lejos de tanta muerte y venganza. Las traiciones que sufrí en un pasado remoto aún me impedían confiar del todo. Aquella aseveración me tomó por sorpresa, dado que ambos estábamos conscientes del juego que empezaba a tomar forma sentí que era en parte sincero referente al tema de ser le indicado para salir avante del abismo de la soledad, me pregunté entonces qué tipo de tragedias personales habría escrito para que jugara sus cartas de esa manera. Acaricié su mejilla con sumo cuidado si dejar de mirarle un solo instante, aunque el resto de las personas cedían a un frenesí debido al cambio de música, yo preferí continuar junto a él.
–Te sorprenderías si supieras el tipo de lugares que he frecuentado cariño, las cosas no siempre son como las vemos–
Reí ligeramente cuando mencionó verme en un escenario de otra índole.
En definitiva el hombre era todo un enigma y debía hacer lo posible por descubrir que escondía esa sonrisa ladina y ojos trémulos. Como por arte de magia adivinó mi pensamiento y aunque no estaba segura de quienes eran aquellos tipos tuve que arriesgarme a ceder a su petición, no podía perderle ahora que empezaba a ganarme su confianza. Negué a su pregunta y coloqué mi brazo entrelazado al suyo, mientras caminábamos pude recordar uno de aquellos rostros, hasta el día de hoy hubiese renegado de esa habilidad tan peculiar porque para mí lejos de ser un arma, representaba lidiar con fantasmas del pasado una y otra vez. Cruzamos por el escenario principal donde un nuevo número estaba por dar inicio. Un par de pasos antes de poder encaminarnos fuera, la voz grave de un sujeto me tomó por sorpresa, reconocería ese maldito acento alemán incluso en lo más profundo del infierno.
–Vesper, no me digas que ya te ibas ¿No me vas a presentar a tu acompañante?–
Giré mi cuerpo sin soltar el brazo de Bartolomé. Estaba frente a un desertor de la organización, recordé a la perfección entonces su fachada, un bastardo que intentó en más de una ocasión huir y no había sido sino hasta hace un par de años justo cuando asesinaron al Barón en Rusia que dejé de escuchar sobre él. Entonces me di cuenta, que el objetivo de quienes estaban en la puerta no éramos nosotros sino aquel sujeto.
–Karl…– Susurré mirándole fijamente –No sabía que Paris fuese un hogar para la escoria como tú–
–Maldita perra– respondió, mientras sacaba de su abrigo un arma para apuntarme, la gente a nuestro alrededor empezaba a huir despavorida. Tenía que manejar la situación lo mejor posible de lo contrario su intervención echaría abajo todo el plan.
–Te sorprenderías si supieras el tipo de lugares que he frecuentado cariño, las cosas no siempre son como las vemos–
Reí ligeramente cuando mencionó verme en un escenario de otra índole.
En definitiva el hombre era todo un enigma y debía hacer lo posible por descubrir que escondía esa sonrisa ladina y ojos trémulos. Como por arte de magia adivinó mi pensamiento y aunque no estaba segura de quienes eran aquellos tipos tuve que arriesgarme a ceder a su petición, no podía perderle ahora que empezaba a ganarme su confianza. Negué a su pregunta y coloqué mi brazo entrelazado al suyo, mientras caminábamos pude recordar uno de aquellos rostros, hasta el día de hoy hubiese renegado de esa habilidad tan peculiar porque para mí lejos de ser un arma, representaba lidiar con fantasmas del pasado una y otra vez. Cruzamos por el escenario principal donde un nuevo número estaba por dar inicio. Un par de pasos antes de poder encaminarnos fuera, la voz grave de un sujeto me tomó por sorpresa, reconocería ese maldito acento alemán incluso en lo más profundo del infierno.
–Vesper, no me digas que ya te ibas ¿No me vas a presentar a tu acompañante?–
Giré mi cuerpo sin soltar el brazo de Bartolomé. Estaba frente a un desertor de la organización, recordé a la perfección entonces su fachada, un bastardo que intentó en más de una ocasión huir y no había sido sino hasta hace un par de años justo cuando asesinaron al Barón en Rusia que dejé de escuchar sobre él. Entonces me di cuenta, que el objetivo de quienes estaban en la puerta no éramos nosotros sino aquel sujeto.
–Karl…– Susurré mirándole fijamente –No sabía que Paris fuese un hogar para la escoria como tú–
–Maldita perra– respondió, mientras sacaba de su abrigo un arma para apuntarme, la gente a nuestro alrededor empezaba a huir despavorida. Tenía que manejar la situación lo mejor posible de lo contrario su intervención echaría abajo todo el plan.
Vesper Ajmátova*- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/05/2016
Re: Hay algo oculto en cada sensación | Privado
¡Tan linda noche que estaban pasando! La bebida, la compañía, las luces y la música que hacían al buen clima del lugar. Ella estaba ya enamorada de él, Bartolomé lo sabía y pensaba disfrutar de aquello, ¿quién en su lugar no lo haría? Era un afortunado, la mujer le había dedicado todas las sonrisas de la noche y él capitalizaría aquello, no importaba cuanto le costase ni lo que tardase.
Y la noche, que parecía querer seguir solo para ellos en otro sitio más tranquilo e íntimo, comenzó a salirse por completo del control del licántropo… El sujeto no le gustó nada desde el mismísimo instante en el que se plantó frente a ellos dos, olía mal y él lo sentía gracias al híper desarrollo de sus sentidos. Uf, repugnante en verdad, seguro hacía días que no se daba un baño a consciencia. Y no solo era eso, también podía percibirse su soberbia, su enorme ego. Bartolomé irguió su espalda y tensó los brazos al costado del cuerpo en clara posición que dejaba claro que él estaba preparado para atacar, lo prefería antes que tener que defenderse pero era consciente del lugar en el que estaban.
-No hace falta que la encantadora dama me presente –le aclaró, para hacerle saber que podían hablar de hombre a hombre sin necesidad de incomodar a Vesper, al parecer una conocida mutua-, puedo hacerlo yo mismo. Soy Benicio…
Estaba a punto de darle un nombre falso -aunque no de tenderle la mano-, pero al otro ni siquiera le importaba mirarlo. Sólo se concentraba en la mujer y eso nada le gustaba a Nazgul que poco había compartido con ella, pero que ya quería protegerla. ¿De dónde se conocerían? Estaba claro que no se llevaban bien en lo absoluto. En cuanto el tal Karl llevó su mano al interior de su abrigo, Bartolomé tomó el arma que llevaba bajo la axila izquierda y lo apuntó. ¡Ah, sabía que tendrían que haberse marchado de allí! Lo había presentido, pero tardado en seguir su corazonada.
-¿Qué está sucediendo aquí, cariño? –le preguntó a la mujer, después de todo parecía que se metían en aquel problema gracias a ella, pero él no dejaría de apuntarle al otro tipo-. ¿Vesper?
Y, como si fuese poco tener a un alemán apuntándoles y decenas de personas alrededor gritando y corriendo sin rumbo, se oyeron disparos en la entrada del local y voces que gritaban demandantes. El hombre giró para ver qué ocurría a sus espaldas y Bartolomé aprovechó para lanzarse sobre él y desarmarlo. No entendía nada, pero de que eso era lo mejor que podía hacer estaba seguro.
Y la noche, que parecía querer seguir solo para ellos en otro sitio más tranquilo e íntimo, comenzó a salirse por completo del control del licántropo… El sujeto no le gustó nada desde el mismísimo instante en el que se plantó frente a ellos dos, olía mal y él lo sentía gracias al híper desarrollo de sus sentidos. Uf, repugnante en verdad, seguro hacía días que no se daba un baño a consciencia. Y no solo era eso, también podía percibirse su soberbia, su enorme ego. Bartolomé irguió su espalda y tensó los brazos al costado del cuerpo en clara posición que dejaba claro que él estaba preparado para atacar, lo prefería antes que tener que defenderse pero era consciente del lugar en el que estaban.
-No hace falta que la encantadora dama me presente –le aclaró, para hacerle saber que podían hablar de hombre a hombre sin necesidad de incomodar a Vesper, al parecer una conocida mutua-, puedo hacerlo yo mismo. Soy Benicio…
Estaba a punto de darle un nombre falso -aunque no de tenderle la mano-, pero al otro ni siquiera le importaba mirarlo. Sólo se concentraba en la mujer y eso nada le gustaba a Nazgul que poco había compartido con ella, pero que ya quería protegerla. ¿De dónde se conocerían? Estaba claro que no se llevaban bien en lo absoluto. En cuanto el tal Karl llevó su mano al interior de su abrigo, Bartolomé tomó el arma que llevaba bajo la axila izquierda y lo apuntó. ¡Ah, sabía que tendrían que haberse marchado de allí! Lo había presentido, pero tardado en seguir su corazonada.
-¿Qué está sucediendo aquí, cariño? –le preguntó a la mujer, después de todo parecía que se metían en aquel problema gracias a ella, pero él no dejaría de apuntarle al otro tipo-. ¿Vesper?
Y, como si fuese poco tener a un alemán apuntándoles y decenas de personas alrededor gritando y corriendo sin rumbo, se oyeron disparos en la entrada del local y voces que gritaban demandantes. El hombre giró para ver qué ocurría a sus espaldas y Bartolomé aprovechó para lanzarse sobre él y desarmarlo. No entendía nada, pero de que eso era lo mejor que podía hacer estaba seguro.
Bartolomé Nazgul- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/05/2017
Re: Hay algo oculto en cada sensación | Privado
Aquella encrucijada trascendía a ser mucho más peligrosa de lo que había imaginado. Siempre viví el mundo contra las reglas que eran impuestas y por primera vez tenía el presentimiento que el resultado de mis acciones pudiesen ser un factor que llevaría a cambiar el rumbo de las vidas de ambos. Si bien llevaba un par de semanas siguiendo sus pasos, carecía de un buen argumento que justificara mi comportamiento con él, Bartolomé estaba siendo demasiado condescendiente conmigo al pensar que yo podía ser una buena mujer. La única ocasión en la cual me sentí desesperanzada fue aquella noche fatídica cuando la organización misma asesinó al Baron frente a mis ojos, para ellos solo importaba que el resto de sus espías supieran quien estaba a cargo de todo y vaya que conseguían su objetivo amedrentando de dicha forma. ¿Qué estaba pensando cuando acepté una vez más ser su títere? Jugar con fuego era prácticamente un pasatiempo que yo adopté años atrás, la primera vez resultó muy mal y en esta segunda parte de la historia debía resarcir el daño, corregir lo que no pude en ese entonces, tenía que pensar con rapidez si no quería que ambos saliéramos envueltos en sangre.
En cuestión de segundos una ráfaga de disparos más se hizo escuchar por todos lados. Eran ellos nuevamente, pude reconocer la voz de dos sujetos a quienes recordaba a la perfección y si no quería que esto se saliera de control por completo debía actuar enseguida. Bartolomé, sorpresivamente poseía habilidades que no imaginé ver, su fuerza para derribar a Karl era algo que desafiaba lo humano, conocía de muchos espías encubiertos y aun con el entrenamiento riguroso que les tomaba años no lograban desarrollar un instinto tan agudo como el de aquel hombre, mientras él se las arreglaba para dejarlo inconsciente las personas abandonaban por completo el espacio, mi misión había fracasado por completo, lo supe desde el momento en que titubeé frente a él y eso resultaba algo imperdonable en absoluto. Zach y Johannes estaban ya internándose al lugar. Tensé mis nudillos y de inmediato saqué el arma que resguardaba en la parte interior del calzado para apuntarle, no dudé en disparar a Johannes él había sido uno de los primeros espías que conocí cuando recién ingresé a la organización.
–¡Vesper maldita traidora!– bufó antes de que yo le reventara el cráneo con el disparo.
Era certera sin duda, pero necesitaba algo más que una buena puntería para salir bien librada de ese ataque, el hombre yacía muerto y esa imagen era un logro personal que pude saborear hasta ese entonces.
–Cariño, este lugar no es un sitio seguro, vete– le susurré a Batolomé, aunque sorpresivamente él no se inmutó ante los hechos, quizás lo sabía todo desde un inicio, quizás todo era parte de su propio plan e ingenuamente me hizo creer que yo estaba ganando terreno. No me importaba realmente morir en ese instante si lo hacía de ese modo.
–De acuerdo Zach, acabemos esto de una buena vez–
Enseguida el hombre trataba de hacer lo mismo cuando Bartolomé repelía la agresión con su arma, y fue en cuestión de segundos que nos vimos envueltos en una ráfaga de disparos, sentí el metal cálido de la bala atravesar mi abdomen y después mi pierna y entonces caí de espaldas al suelo, mi último recurso fue acertar un tiro en el estómago de Zach y eso le dio tiempo suficiente a Bartolomé para contraatacar. Una sensación cálida rodeaba mi cuerpo para después perder el conocimiento, las imágenes se desvanecían paulatinamente siendo la voz de Bartolomé lo último que podía escuchar.
En cuestión de segundos una ráfaga de disparos más se hizo escuchar por todos lados. Eran ellos nuevamente, pude reconocer la voz de dos sujetos a quienes recordaba a la perfección y si no quería que esto se saliera de control por completo debía actuar enseguida. Bartolomé, sorpresivamente poseía habilidades que no imaginé ver, su fuerza para derribar a Karl era algo que desafiaba lo humano, conocía de muchos espías encubiertos y aun con el entrenamiento riguroso que les tomaba años no lograban desarrollar un instinto tan agudo como el de aquel hombre, mientras él se las arreglaba para dejarlo inconsciente las personas abandonaban por completo el espacio, mi misión había fracasado por completo, lo supe desde el momento en que titubeé frente a él y eso resultaba algo imperdonable en absoluto. Zach y Johannes estaban ya internándose al lugar. Tensé mis nudillos y de inmediato saqué el arma que resguardaba en la parte interior del calzado para apuntarle, no dudé en disparar a Johannes él había sido uno de los primeros espías que conocí cuando recién ingresé a la organización.
–¡Vesper maldita traidora!– bufó antes de que yo le reventara el cráneo con el disparo.
Era certera sin duda, pero necesitaba algo más que una buena puntería para salir bien librada de ese ataque, el hombre yacía muerto y esa imagen era un logro personal que pude saborear hasta ese entonces.
–Cariño, este lugar no es un sitio seguro, vete– le susurré a Batolomé, aunque sorpresivamente él no se inmutó ante los hechos, quizás lo sabía todo desde un inicio, quizás todo era parte de su propio plan e ingenuamente me hizo creer que yo estaba ganando terreno. No me importaba realmente morir en ese instante si lo hacía de ese modo.
–De acuerdo Zach, acabemos esto de una buena vez–
Enseguida el hombre trataba de hacer lo mismo cuando Bartolomé repelía la agresión con su arma, y fue en cuestión de segundos que nos vimos envueltos en una ráfaga de disparos, sentí el metal cálido de la bala atravesar mi abdomen y después mi pierna y entonces caí de espaldas al suelo, mi último recurso fue acertar un tiro en el estómago de Zach y eso le dio tiempo suficiente a Bartolomé para contraatacar. Una sensación cálida rodeaba mi cuerpo para después perder el conocimiento, las imágenes se desvanecían paulatinamente siendo la voz de Bartolomé lo último que podía escuchar.
Vesper Ajmátova*- Humano Clase Alta
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