AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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I don't know why I'm scared, because I've been here before | Privado
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I don't know why I'm scared, because I've been here before | Privado
Agotada y por completo fuera de su eje emocional, Daria llegó a París.
El viaje había surgido de manera imprevista. ¿Cuánto había durado la paz? ¿Cinco años? ¿Cuatro? Nada. Otra vez la violencia, otra vez los supuestos revolucionarios usando las armas contra la nobleza.
Su hermano había muerto y ahora –años después- su esposo también. ¿Qué querían de ellos? ¿Por qué los cazaban como si fuesen animales? Daria no lo entendía, no lo entendería jamás –estaba segura- pues ella había sido educada para acompañar y no para dirigir. Para posar y no para entender temas de estado.
Habían atacado el carruaje donde el Barón y su familia se movían. Lo habían asesinado allí, delante de ella y de su pequeño hijo. La imagen la acompañaría durante toda su vida, aunque estaba segura de que aquella no era la última tragedia que sobrevendría sobre ella. Según le había dicho una mujer poderosa que sabía leer las estrellas, todos sus males –sus tragedias- se debían a que cuando ella nació la luna estaba transitando la constelación del escorpión. Eso, tener la luna en Escorpio al momento de nacer, era señal de una vida dura, marcada por el dolor, signada por la muerte.
Creía que había tomado la mejor decisión (para las opciones que tenía… no podría haber hecho mucho más), en cuanto supo que, muerto su hermano y muerto su esposo, su hijo era quien se hallaba en peligro ahora, Daria envió una misiva a su cuñada, la mujer de su hermano fallecido. No podría decirse que sabía dónde ella vivía, pero siendo Baronesa, lógico era que algunas personas –las que todavía le eran fieles- corriesen para poder averiguar el paradero de Vesper. Lo cierto era que no sabía si la carta, pidiendo ayuda y refugio desesperado, le había llegado. Como fuese, en pocos minutos se presentarían frente a la casa que sus informantes habían señalado que habitaba ella.
-Hoy conocerás a tu tía –le dijo a Antón con el mismo trato frío que siempre le dispensaba. En los últimos días había cambiado y se había vuelto más protectora con el niño, pero ahora que el viaje larguísimo al fin concluiría, Daria volvía a su trato distante con él-. Compórtate, Antón. Nada de juegos y nada de hablar.
El niño sólo tenía tres años, pero ya estaba acostumbrado a las formas de su madre. Daria no se comportaba así por maldad, sólo quería protegerlo de ella misma. Quería que la odiase y se alejase de ella, de ella y de su luna maldita que sólo podía traerle malos momentos.
Con temor, evidenciado en un ligero temblor, Daria fue testigo –sin moverse de su asiento en el carruaje discreto- de cómo su dama de compañía se bajaba del coche y se encaminaba a la puerta de una casa que parecía ser corriente –corriente para ella, acostumbrada a la majestuosidad de los palacios rusos-, no podía evitar rogar que no se hubiesen equivocado, que Vesper viviese allí y que la carta le hubiese llegado a tiempo –aunque le parecía francamente imposible-, que estuviera esperándoles.
La puerta se abrió y Daria, agotada después de viajar sin lujos para pasar desapercibida en las carreteras, se llevó la mano al pecho, mientras Antón se escondía detrás de ella.
El viaje había surgido de manera imprevista. ¿Cuánto había durado la paz? ¿Cinco años? ¿Cuatro? Nada. Otra vez la violencia, otra vez los supuestos revolucionarios usando las armas contra la nobleza.
Su hermano había muerto y ahora –años después- su esposo también. ¿Qué querían de ellos? ¿Por qué los cazaban como si fuesen animales? Daria no lo entendía, no lo entendería jamás –estaba segura- pues ella había sido educada para acompañar y no para dirigir. Para posar y no para entender temas de estado.
Habían atacado el carruaje donde el Barón y su familia se movían. Lo habían asesinado allí, delante de ella y de su pequeño hijo. La imagen la acompañaría durante toda su vida, aunque estaba segura de que aquella no era la última tragedia que sobrevendría sobre ella. Según le había dicho una mujer poderosa que sabía leer las estrellas, todos sus males –sus tragedias- se debían a que cuando ella nació la luna estaba transitando la constelación del escorpión. Eso, tener la luna en Escorpio al momento de nacer, era señal de una vida dura, marcada por el dolor, signada por la muerte.
Creía que había tomado la mejor decisión (para las opciones que tenía… no podría haber hecho mucho más), en cuanto supo que, muerto su hermano y muerto su esposo, su hijo era quien se hallaba en peligro ahora, Daria envió una misiva a su cuñada, la mujer de su hermano fallecido. No podría decirse que sabía dónde ella vivía, pero siendo Baronesa, lógico era que algunas personas –las que todavía le eran fieles- corriesen para poder averiguar el paradero de Vesper. Lo cierto era que no sabía si la carta, pidiendo ayuda y refugio desesperado, le había llegado. Como fuese, en pocos minutos se presentarían frente a la casa que sus informantes habían señalado que habitaba ella.
-Hoy conocerás a tu tía –le dijo a Antón con el mismo trato frío que siempre le dispensaba. En los últimos días había cambiado y se había vuelto más protectora con el niño, pero ahora que el viaje larguísimo al fin concluiría, Daria volvía a su trato distante con él-. Compórtate, Antón. Nada de juegos y nada de hablar.
El niño sólo tenía tres años, pero ya estaba acostumbrado a las formas de su madre. Daria no se comportaba así por maldad, sólo quería protegerlo de ella misma. Quería que la odiase y se alejase de ella, de ella y de su luna maldita que sólo podía traerle malos momentos.
Con temor, evidenciado en un ligero temblor, Daria fue testigo –sin moverse de su asiento en el carruaje discreto- de cómo su dama de compañía se bajaba del coche y se encaminaba a la puerta de una casa que parecía ser corriente –corriente para ella, acostumbrada a la majestuosidad de los palacios rusos-, no podía evitar rogar que no se hubiesen equivocado, que Vesper viviese allí y que la carta le hubiese llegado a tiempo –aunque le parecía francamente imposible-, que estuviera esperándoles.
La puerta se abrió y Daria, agotada después de viajar sin lujos para pasar desapercibida en las carreteras, se llevó la mano al pecho, mientras Antón se escondía detrás de ella.
Daria A. Viazomskaia- Realeza Rusa
- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 28/02/2017
Re: I don't know why I'm scared, because I've been here before | Privado
La sensación del frío mármol debajo de mi piel una vez más. Recostada en el suelo de la recamara como si nada más hubiese a mí alrededor, pasé la noche anterior tratando de recapitular cada evento en mi vida. Las buenas experiencias, pocas a decir verdad. Las malas, los errores, las caídas, los intentos fallidos de encontrar el sendero y una razón por la cual yo me entregué a caída libre sin paracaídas. ¿Cómo había llegado hasta ese punto de autodestrucción? Y después me vi a mi misma arrastrándome hasta el punto de la locura cuando escuché la explosión del arma, la bala estallando por completo en su cabeza. La confusión de todos a nuestro alrededor. Porque si bien la servidumbre desconocía que mi intención en primer plano era el de asesinar al Barón, llegaron a preocuparse por mí los días posteriores a su deceso. Incluso el ama de llaves, una mujer de edad cuidó de mí durante dos noches. Si yo me hubiese visto en tal estado de derrota seguramente no me reconocería, porque yo fui una mujer fuerte, segura y arrojada a su lado. Ese sentimiento de triunfo solo lo había experimentado con él y fue la razón principal por la cual yo decliné y terminé por abortar la misión.
Era algo ilógico y ciertamente estúpido que alguien como yo tuviera la oportunidad de rasguñar siquiera el concepto de lo que todos llaman felicidad. Mentiría si dijera que no tuve esas fantasías absurdas que cualquier otra mujer añora. Un esposo, un hogar e hijos incluso, una vida normal. Pero personas como yo estamos destinadas probablemente a ser portadores de desgracias, destrucción y muerte. Mi padre me lo había dicho una vez, no debí haber aparecido en este mundo y quizás tenía razón, quizás yo portaba ese veneno que se vertía de manera inconsciente sobre quienes me rodeaban. Me lo había recordado también el dirigente de la organización, me había descrito como una manifestación de sensualidad y deceso. ¿Realmente estaba maldita? ¿Realmente merecía perder a todo el que me rodeaba? O mejor dicho, a todo a quien yo llegara a amar. Cuando la misiva llegó a mis manos no supe que responder, quizás no era la primera vez que su hermana intentaba contactarme, después de todo yo era el único testigo viviente de todo lo que había sucedido aquella noche.
Todos habían muerto, el cochero, los escoltas, no había margen de error en esa ráfaga donde le acribillaron y yo era el único punto ciego que aún faltaba por eliminar del mapa. Por unos instantes me coloque en su lugar y pensé que yo también hubiera querido saber la verdad. Así que no tenía más remedio que aceptarle en mi mansión la cual no se parecía en lo más mínimo a la suntuosidad a la que ellos estaban acostumbrados a vivir. Pero había elegido no llamar la atención en ese aspecto. Pedí a la servidumbre nos dejaran a solas, les había dado el día libre yo me encargaría de todo.
Y ahí estaban, Daria y su pequeño hijo de tres años. Suspiré hondo y mostré mi mejor fachada.
–Daria, sean bienvenidos por favor, esta es tu casa ¿Deseas un poco de té? ¿Algo para el pequeño? ¿Dime cuál es tu nombre hermoso ángel?–
Pasé mis manos obre la cabeza del niño y miré a Daria.
–¿Gustas seguirme? la parte trasera del jardín es mucho mejor–
Era algo ilógico y ciertamente estúpido que alguien como yo tuviera la oportunidad de rasguñar siquiera el concepto de lo que todos llaman felicidad. Mentiría si dijera que no tuve esas fantasías absurdas que cualquier otra mujer añora. Un esposo, un hogar e hijos incluso, una vida normal. Pero personas como yo estamos destinadas probablemente a ser portadores de desgracias, destrucción y muerte. Mi padre me lo había dicho una vez, no debí haber aparecido en este mundo y quizás tenía razón, quizás yo portaba ese veneno que se vertía de manera inconsciente sobre quienes me rodeaban. Me lo había recordado también el dirigente de la organización, me había descrito como una manifestación de sensualidad y deceso. ¿Realmente estaba maldita? ¿Realmente merecía perder a todo el que me rodeaba? O mejor dicho, a todo a quien yo llegara a amar. Cuando la misiva llegó a mis manos no supe que responder, quizás no era la primera vez que su hermana intentaba contactarme, después de todo yo era el único testigo viviente de todo lo que había sucedido aquella noche.
Todos habían muerto, el cochero, los escoltas, no había margen de error en esa ráfaga donde le acribillaron y yo era el único punto ciego que aún faltaba por eliminar del mapa. Por unos instantes me coloque en su lugar y pensé que yo también hubiera querido saber la verdad. Así que no tenía más remedio que aceptarle en mi mansión la cual no se parecía en lo más mínimo a la suntuosidad a la que ellos estaban acostumbrados a vivir. Pero había elegido no llamar la atención en ese aspecto. Pedí a la servidumbre nos dejaran a solas, les había dado el día libre yo me encargaría de todo.
Y ahí estaban, Daria y su pequeño hijo de tres años. Suspiré hondo y mostré mi mejor fachada.
–Daria, sean bienvenidos por favor, esta es tu casa ¿Deseas un poco de té? ¿Algo para el pequeño? ¿Dime cuál es tu nombre hermoso ángel?–
Pasé mis manos obre la cabeza del niño y miré a Daria.
–¿Gustas seguirme? la parte trasera del jardín es mucho mejor–
Vesper Ajmátova*- Humano Clase Alta
- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 08/05/2016
Re: I don't know why I'm scared, because I've been here before | Privado
Verla sin que su adorado hermano estuviese junto a ella era un duro golpe. Era obvio, su hermano había muerto hacía algunos años, pero Daria no estaba preparada para la imagen de Vesper –hermosa como siempre, pero algo compungida- sola y sin él.
-Antón –se presentó su hijo y rápidamente tomó la mano de su tía. Fácil, resuelto y seguro, como si no acabara de conocerla, como si tuviesen un vínculo sólido-, soy Antón.
Se dejó conmover por la escena, por la voz ilusionada de su hijo y por la forma cariñosa en la que al parecer Vesper lo trataba. La siguió hacia el jardín, la casa le pareció sencilla pero con un toque especial. Era evidente que Vesper, mujer detallista como era, estaba en todo, hasta en la elección de las plantas y su disposición. Le agradó notar eso, por un lado resultaba relajante pensar en algo que no fuese miedo y sangre, y por otro confirmaba que había hecho bien en escribirle y pedirle ayuda. Había tomado una buena decisión al ir hasta París, Daria intuía que Vesper sabría qué hacer, que podría aconsejarla bien, pero ahora –al verla con Antón de la mano-, confirmaba que había sido lo mejor.
Llegaron al jardín y Daria se dejó caer en uno de los sobrios silloncitos. Ahora que estaba tranquila –al haber sido bien recibida en la casa de su cuñada-, el peso del cansancio del viaje había caído sobre ella. Se sabía a salvo por primera vez en muchos días, y se creía capaz de dormir dos semanas seguidas. No podía evitarlo, las garras de la angustia con la que se resumía su vida –desde que era muy pequeña- siempre intentaban arrastrarla a la oscuridad de una habitación, al abrigo de una cama. Siempre había tenido tendencias depresivas (y creía que Vesper lo sabía, pues esa era una de las grandes preocupaciones del hermano de Daria y ella suponía que la había compartido con su esposa adorada), pero ahora que su esposo –uno de los motores de su vida- había sido asesinado, Daria sabía que aquella pelea personal, íntima, le seria muy difícil de superar.
-Gracias, querida mía, por recibirnos. No sabes lo que significa para nosotros –le dijo, con sentimiento-, no sabía a quién recurrir, no tengo en quién confiar, Vesper. Gracias, hermana –volvió a llamarla como solía hacerlo cuando ella estaba casada con su hermano-, te agradezco con el alma el no rechazarnos.
Antón comenzó a correr y Daria se vio en la tarea de regañarlo, no quería que arruinase el jardín de su tía. ¿Dónde estaba Aixinia? ¿Acaso se había quedado en el carruaje? Solo con aquella mujer Antón se calmaba, Daria a veces pensaba que el niño amaba más a su cuidadora que a ella, su madre, y no podía culparlo, había pasado más tiempo con Aixinia, ella lo conocía muy bien. Lo aceptaba, era lo correcto, la dama de compañía no lo lastimaría nunca.
-Antón –se presentó su hijo y rápidamente tomó la mano de su tía. Fácil, resuelto y seguro, como si no acabara de conocerla, como si tuviesen un vínculo sólido-, soy Antón.
Se dejó conmover por la escena, por la voz ilusionada de su hijo y por la forma cariñosa en la que al parecer Vesper lo trataba. La siguió hacia el jardín, la casa le pareció sencilla pero con un toque especial. Era evidente que Vesper, mujer detallista como era, estaba en todo, hasta en la elección de las plantas y su disposición. Le agradó notar eso, por un lado resultaba relajante pensar en algo que no fuese miedo y sangre, y por otro confirmaba que había hecho bien en escribirle y pedirle ayuda. Había tomado una buena decisión al ir hasta París, Daria intuía que Vesper sabría qué hacer, que podría aconsejarla bien, pero ahora –al verla con Antón de la mano-, confirmaba que había sido lo mejor.
Llegaron al jardín y Daria se dejó caer en uno de los sobrios silloncitos. Ahora que estaba tranquila –al haber sido bien recibida en la casa de su cuñada-, el peso del cansancio del viaje había caído sobre ella. Se sabía a salvo por primera vez en muchos días, y se creía capaz de dormir dos semanas seguidas. No podía evitarlo, las garras de la angustia con la que se resumía su vida –desde que era muy pequeña- siempre intentaban arrastrarla a la oscuridad de una habitación, al abrigo de una cama. Siempre había tenido tendencias depresivas (y creía que Vesper lo sabía, pues esa era una de las grandes preocupaciones del hermano de Daria y ella suponía que la había compartido con su esposa adorada), pero ahora que su esposo –uno de los motores de su vida- había sido asesinado, Daria sabía que aquella pelea personal, íntima, le seria muy difícil de superar.
-Gracias, querida mía, por recibirnos. No sabes lo que significa para nosotros –le dijo, con sentimiento-, no sabía a quién recurrir, no tengo en quién confiar, Vesper. Gracias, hermana –volvió a llamarla como solía hacerlo cuando ella estaba casada con su hermano-, te agradezco con el alma el no rechazarnos.
Antón comenzó a correr y Daria se vio en la tarea de regañarlo, no quería que arruinase el jardín de su tía. ¿Dónde estaba Aixinia? ¿Acaso se había quedado en el carruaje? Solo con aquella mujer Antón se calmaba, Daria a veces pensaba que el niño amaba más a su cuidadora que a ella, su madre, y no podía culparlo, había pasado más tiempo con Aixinia, ella lo conocía muy bien. Lo aceptaba, era lo correcto, la dama de compañía no lo lastimaría nunca.
Daria A. Viazomskaia- Realeza Rusa
- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 28/02/2017
Re: I don't know why I'm scared, because I've been here before | Privado
Miré al pequeño. Y no pude evitar no sentirme invadida por un sentimiento de añoranza. Era hermoso en realidad, sus comisuras bien definidas y cada uno de los rasgos que resaltaban sus orígenes nobles. De inmediato incliné un poco el cuerpo para estar a la altura del niño.
–Anton, que bello nombre, quizás no has escuchado mucho de mí, me llamo Vesper–
Era todo lo que podía decirle, aunque resultaba inevitable no verme como una vil farsante pues ese mismo nombre de pila que yo confesaba en ese instante había sido acuñado por los mismos verdugos de su apellido. Pensé que resultaría mucho más fácil, pero aquel pequeño acto era todo lo que yo podía hacer para salvaguardar la integridad de Daria y el pequeño, si mis sospechas eran correctas seguramente estaban decididos a iniciar de cero. Yo no era la mejor opción, pero al igual que esta asesina, era todo lo que ahora tenían. Dejé que fuese él quien tuviera confianza conmigo, mi trato no era de los mejores cuando se hablaba de menores. Sin embargo la calidez de su saludo removió algo en mi interior, quizás el deseo mismo de que yo pudiera en algún momento convertirme en madre. Mientras caminaba a lado de Anton, suspiré al recordarle y con mis ojos por encima del hombro pude notar el semblante cansado de Daria.
Sabía que ella pasaba por diversos episodios depresivos, mucho más notorios después de la muerte de su esposo. Compartíamos una tragedia aunque la gran diferencia entre ella y yo, es que ella había sido víctima de las circunstancias y yo, bueno, simplemente estaba cosechando parte de lo que había sembrado en mi pasado. Instalados en el jardín, coloqué una manta cerca de donde nosotras habíamos tomado asiento.
–¿Quieres jugar un poco aquí mientras mamá y tía Vesper charlan un poco? Eres un niño valiente así que aguarda un poco y más tarde te mostraré un bello lugar en esta casa ¿De acuerdo? –
Guiñé un ojo y entregué un par de galletas, sé que no era suficiente para atraer su atención y que quizás la servidumbre pudiera haber hecho un trabajo mejor, pero no podía correr ese riesgo.
Serví enseguida un poco de té, mientras negaba con la cabeza.
–No Daria, no tienes nada que agradecer por favor, esta es su casa–
Coloqué la pequeña pieza de porcelana sobre el plato y lo dejé frente a ella.
–Vaya, hace tiempo que no me llamabas así ¿Cuántos años han sido?–
No estaba siendo sarcástica. Realmente el mundo seguía su curso después de mi pérdida ¿Qué demonios esperabas Vesper? Cubrí sus manos con las mías.
–Tranquila ¿Si? Estas a salvo– Que más podía decirle ¿Qué yo también estaba siendo asediada por la misma organización? –Por favor, deja que Anton se sienta libre, cualquier daño es mínimo y puede ser reparado–
Solté con un movimiento para restarle importancia a ese hecho.
–Ahora que el pequeño Anton juega libre dime Daria. ¿Qué es lo que sucede en realidad? ¿Qué es lo que te preocupa? Una mujer como tú, con las posibilidades, el carácter y la riqueza, no debería detenerse por algo tan simple si existe algo más afligiéndote, dímelo–
–Anton, que bello nombre, quizás no has escuchado mucho de mí, me llamo Vesper–
Era todo lo que podía decirle, aunque resultaba inevitable no verme como una vil farsante pues ese mismo nombre de pila que yo confesaba en ese instante había sido acuñado por los mismos verdugos de su apellido. Pensé que resultaría mucho más fácil, pero aquel pequeño acto era todo lo que yo podía hacer para salvaguardar la integridad de Daria y el pequeño, si mis sospechas eran correctas seguramente estaban decididos a iniciar de cero. Yo no era la mejor opción, pero al igual que esta asesina, era todo lo que ahora tenían. Dejé que fuese él quien tuviera confianza conmigo, mi trato no era de los mejores cuando se hablaba de menores. Sin embargo la calidez de su saludo removió algo en mi interior, quizás el deseo mismo de que yo pudiera en algún momento convertirme en madre. Mientras caminaba a lado de Anton, suspiré al recordarle y con mis ojos por encima del hombro pude notar el semblante cansado de Daria.
Sabía que ella pasaba por diversos episodios depresivos, mucho más notorios después de la muerte de su esposo. Compartíamos una tragedia aunque la gran diferencia entre ella y yo, es que ella había sido víctima de las circunstancias y yo, bueno, simplemente estaba cosechando parte de lo que había sembrado en mi pasado. Instalados en el jardín, coloqué una manta cerca de donde nosotras habíamos tomado asiento.
–¿Quieres jugar un poco aquí mientras mamá y tía Vesper charlan un poco? Eres un niño valiente así que aguarda un poco y más tarde te mostraré un bello lugar en esta casa ¿De acuerdo? –
Guiñé un ojo y entregué un par de galletas, sé que no era suficiente para atraer su atención y que quizás la servidumbre pudiera haber hecho un trabajo mejor, pero no podía correr ese riesgo.
Serví enseguida un poco de té, mientras negaba con la cabeza.
–No Daria, no tienes nada que agradecer por favor, esta es su casa–
Coloqué la pequeña pieza de porcelana sobre el plato y lo dejé frente a ella.
–Vaya, hace tiempo que no me llamabas así ¿Cuántos años han sido?–
No estaba siendo sarcástica. Realmente el mundo seguía su curso después de mi pérdida ¿Qué demonios esperabas Vesper? Cubrí sus manos con las mías.
–Tranquila ¿Si? Estas a salvo– Que más podía decirle ¿Qué yo también estaba siendo asediada por la misma organización? –Por favor, deja que Anton se sienta libre, cualquier daño es mínimo y puede ser reparado–
Solté con un movimiento para restarle importancia a ese hecho.
–Ahora que el pequeño Anton juega libre dime Daria. ¿Qué es lo que sucede en realidad? ¿Qué es lo que te preocupa? Una mujer como tú, con las posibilidades, el carácter y la riqueza, no debería detenerse por algo tan simple si existe algo más afligiéndote, dímelo–
Vesper Ajmátova*- Humano Clase Alta
- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 08/05/2016
Re: I don't know why I'm scared, because I've been here before | Privado
Era mágico. Absolutamente mágico ver como una mujer que él no conocía podía captar tanto la atención de su hijo. Daria los observaba cuchichear, reírse, conocerse… y no podía negar que un dejo de envidia se instaló en ella. Antón jamás la vería así, ella no era digna de admiración, no tenía dulzura en su interior y sabía bien que estaba siempre con semblante serio. Si por ella fuese se encerraría en una habitación, no necesitaba salir al mundo exterior para nada mientras tuviese a su fiel personal, esos que eran dignos de su confianza y la habían acompañado en aquella locura de viajar a París en carruaje. Así de retraída era y esos eran sus deseos, pero luchaba contra ellos día y noche pues sabía que no podía dejarse arrastrar, tenía que luchar por su hijo, por el futuro de ese niño. ¿Contra qué o quienes peleaba? Bueno, eso no lo tenía claro en lo absoluto.
-Han sido tantos años, Vesper… Antón no había nacido aún. ¿No tienes la sensación, a veces, de que el mundo corre y corre sin que tú puedas tomar dimensión de lo rápido que el tiempo se pasa? –Sorbió de su té, cerró los ojos para poder disfrutarlo y se dejó llenar el cuerpo con esa calidez-. No sé qué hacer, Vesper. Estoy desesperada y no logro entender qué es lo que sucedió. Lo único que tuve claro es que debía sacar a mi hijo de nuestra tierra y lo he hecho, lo he preservado a él del mal.
Se detuvo. Tarde recordó que en su misiva había sido muy escueto lo que le había dicho, solo unas palabras a decir verdad. Tenía que ser más clara si quería que su cuñada tomase dimensión de lo que en Rusia se estaba viviendo, de lo que a ellos les habían hecho. Daria respiró profundamente para tranquilizarse, antes de comenzar a hablar dio un vistazo a Antón y descubrió que se había quedado dormido sobre la manta que su tía le había tendido. En sus manos apretaba una de las galletas, como si fuese uno de sus juguetes. No pudo evitar que despuntase de sus labios una triste sonrisa, había sido un viaje muy largo y el niño lo había llevado bien, pero era lógico que necesitase el descanso.
-Nos han amenazado de muerte, hermana. Ya hacía tiempo que llegaban misivas escritas con sangre, estaban llenas de insultos y cosas horribles que mi Vlad no me comentó puntualmente, supongo que para protegerme, él siempre quería protegerme. –Otro sorbo al té, las fuerzas que necesitaba para continuar hablando-: Pensamos que nada sería real, claro que la seguridad se reforzó pero él me dijo que nada ocurriría –aunque hablaba en voz baja, la desesperación comenzaba a tomarla y las lágrimas ya corrían por su rostro regordete-, me lo prometió, pero lo mataron… lo mataron delante de mí. Se colaron en nuestro carruaje cuando estábamos por bajar, en la puerta del teatro… lo mataron y me dijeron que mi hijo sería el próximo. ¿Me comprendes, Vesper? He tenido que huir, ¿qué hubieras hecho tú? Sé que te traigo un problema al venir aquí a pedirte refugio, pero no tengo a nadie más, eres mi única familia lejos de Rusia y comprenderás que no podía permanecer allí mucho más.
-Han sido tantos años, Vesper… Antón no había nacido aún. ¿No tienes la sensación, a veces, de que el mundo corre y corre sin que tú puedas tomar dimensión de lo rápido que el tiempo se pasa? –Sorbió de su té, cerró los ojos para poder disfrutarlo y se dejó llenar el cuerpo con esa calidez-. No sé qué hacer, Vesper. Estoy desesperada y no logro entender qué es lo que sucedió. Lo único que tuve claro es que debía sacar a mi hijo de nuestra tierra y lo he hecho, lo he preservado a él del mal.
Se detuvo. Tarde recordó que en su misiva había sido muy escueto lo que le había dicho, solo unas palabras a decir verdad. Tenía que ser más clara si quería que su cuñada tomase dimensión de lo que en Rusia se estaba viviendo, de lo que a ellos les habían hecho. Daria respiró profundamente para tranquilizarse, antes de comenzar a hablar dio un vistazo a Antón y descubrió que se había quedado dormido sobre la manta que su tía le había tendido. En sus manos apretaba una de las galletas, como si fuese uno de sus juguetes. No pudo evitar que despuntase de sus labios una triste sonrisa, había sido un viaje muy largo y el niño lo había llevado bien, pero era lógico que necesitase el descanso.
-Nos han amenazado de muerte, hermana. Ya hacía tiempo que llegaban misivas escritas con sangre, estaban llenas de insultos y cosas horribles que mi Vlad no me comentó puntualmente, supongo que para protegerme, él siempre quería protegerme. –Otro sorbo al té, las fuerzas que necesitaba para continuar hablando-: Pensamos que nada sería real, claro que la seguridad se reforzó pero él me dijo que nada ocurriría –aunque hablaba en voz baja, la desesperación comenzaba a tomarla y las lágrimas ya corrían por su rostro regordete-, me lo prometió, pero lo mataron… lo mataron delante de mí. Se colaron en nuestro carruaje cuando estábamos por bajar, en la puerta del teatro… lo mataron y me dijeron que mi hijo sería el próximo. ¿Me comprendes, Vesper? He tenido que huir, ¿qué hubieras hecho tú? Sé que te traigo un problema al venir aquí a pedirte refugio, pero no tengo a nadie más, eres mi única familia lejos de Rusia y comprenderás que no podía permanecer allí mucho más.
Daria A. Viazomskaia- Realeza Rusa
- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 28/02/2017
Re: I don't know why I'm scared, because I've been here before | Privado
Resultaba increíble como el terror y el poder doblegaban la voluntad fácilmente en las personas. Al ver a Daria frente a mí no pude evitar verme a mí misma en su momento, aterrada por la pérdida de su hermano, la misma situación parecía repetirse en un ciclo infinito, como una maldición que se cernía sobre el apellido real de esa familia ¿Y qué era yo al final del día en esa historia? Una simple impostora y una puta que había caído de rodillas ante los encantos de un hombre que me enseñó existían muchas otras formas de vivir la vida lejos de la miseria y la muerte. Escuchaba con atención ese grito de ayuda que la mujer pedía, en realidad yo no era la mejor opción para que se establecieran en la ciudad gala, pero que más podía hacer al respecto, era lo mínimo que podía hacer para preservar el legado de la corona rusa. Quien diría que yo jugara un papel tan importante dentro de sus vidas hoy en día, no dejaba de darme vueltas por la mente la reacción que tendrían si algún día llegasen a saber toda la verdad. El artificio que creé para poder entrar a sus vidas y del cual yo seguía siendo prisionera.
Bebí un poco del té y por primera vez sonreí con amargura ante sus palabras. Daria estaba en lo cierto, el mundo seguía girando y ambas estábamos ahogándonos en ese atolladero de sangre y venganza.
Apreté ligeramente su diestra.
–Querida mía, ha sido la mejor elección que has tomado, Antón es un niño adorable y como su madre es tu deber protegerlo, lo has hecho bien, has hecho bien en llegar a esta tu casa–
Susurré ahora que el niño se había quedado dormido sobre la manta. Entonces regresé mi vista a la figura de Daria. Cada palabra que ella hilaba en sus labios me mostraba una imagen horrible, todo era tan parecido, las amenazas de muerte y finalmente el tiro de gracia frente a ella. No me sorprendía mucho ya que ese era el modus operandi de dicha organización a la cual por desgracia yo había pertenecido por un tiempo. Comprendía a la perfección su estado anímico, comprendía que no había palabras para describir la sensación que la incertidumbre y el terror sembraban en ella, pero no podía decirle aquello en ese instante cuando yo era su único refugio. Bebí un poco más y mis facciones se tornaron ligeramente serias.
–Él duerme tranquilo, porque sabe que le cuidarás incluso con tu vida, te pediré que mientras estés en este lugar hagas lo mismo. Entiendo que la pérdida y el dolor te arrastran a un estado de locura del cual crees que no podrás salir nunca. Pero créeme querida mía que eres más fuerte que eso, te sobrepondrás a la muerte y vencerás– suspiré con amargura –No estoy segura de lo que hubiera hecho en tu lugar puesto que desconozco lo que es ser madre, pero si te puedo decir que no estás sola, tu visita no resulta un problema en lo absoluto y te doy mi palabra que haré hasta lo imposible por que nada le suceda a ti y a tu pequeño–
Ya habría tiempo para detallar lo que había sucedido conmigo durante esos años perdidos, por un momento pensé que incluso una asesina como yo tenía oportunidad de redimirse y no había mejor forma de hacerlo que proteger a aquello que alguna vez también el Baron amó, su familia.
–Dime Daría ¿Aún conservas esas cartas?–
Sé que resultaría difícil para ella pero era la única pista que teníamos para dar el primer paso, antes que ellos lo hicieran.
Bebí un poco del té y por primera vez sonreí con amargura ante sus palabras. Daria estaba en lo cierto, el mundo seguía girando y ambas estábamos ahogándonos en ese atolladero de sangre y venganza.
Apreté ligeramente su diestra.
–Querida mía, ha sido la mejor elección que has tomado, Antón es un niño adorable y como su madre es tu deber protegerlo, lo has hecho bien, has hecho bien en llegar a esta tu casa–
Susurré ahora que el niño se había quedado dormido sobre la manta. Entonces regresé mi vista a la figura de Daria. Cada palabra que ella hilaba en sus labios me mostraba una imagen horrible, todo era tan parecido, las amenazas de muerte y finalmente el tiro de gracia frente a ella. No me sorprendía mucho ya que ese era el modus operandi de dicha organización a la cual por desgracia yo había pertenecido por un tiempo. Comprendía a la perfección su estado anímico, comprendía que no había palabras para describir la sensación que la incertidumbre y el terror sembraban en ella, pero no podía decirle aquello en ese instante cuando yo era su único refugio. Bebí un poco más y mis facciones se tornaron ligeramente serias.
–Él duerme tranquilo, porque sabe que le cuidarás incluso con tu vida, te pediré que mientras estés en este lugar hagas lo mismo. Entiendo que la pérdida y el dolor te arrastran a un estado de locura del cual crees que no podrás salir nunca. Pero créeme querida mía que eres más fuerte que eso, te sobrepondrás a la muerte y vencerás– suspiré con amargura –No estoy segura de lo que hubiera hecho en tu lugar puesto que desconozco lo que es ser madre, pero si te puedo decir que no estás sola, tu visita no resulta un problema en lo absoluto y te doy mi palabra que haré hasta lo imposible por que nada le suceda a ti y a tu pequeño–
Ya habría tiempo para detallar lo que había sucedido conmigo durante esos años perdidos, por un momento pensé que incluso una asesina como yo tenía oportunidad de redimirse y no había mejor forma de hacerlo que proteger a aquello que alguna vez también el Baron amó, su familia.
–Dime Daría ¿Aún conservas esas cartas?–
Sé que resultaría difícil para ella pero era la única pista que teníamos para dar el primer paso, antes que ellos lo hicieran.
Vesper Ajmátova*- Humano Clase Alta
- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 08/05/2016
Re: I don't know why I'm scared, because I've been here before | Privado
¿Cómo habían quedado ellas en medio de esa guerra cruzada, de ese baño de sangre? Tal vez la mejor pregunta que podía formularse no era esa, sino ¿cómo podía ser posible que se vean ilesas luego de tanto odio circundante? Ilesas no, al menos no emocionalmente, sus heridas estaban a la vista como fracturas expuestas. Hasta su hijo estaba irreversiblemente herido aunque no sangrara todavía, aunque no fuera conciente de eso, pero en cuanto creciera, en cuanto comenzara a hacer preguntas sobre su padre, Antón descubriría que estaba herido, marcado para siempre en el alma, en las emociones.
-Sí –respondió reflexiva-, ahora es que veo que he procedido bien, o como pude en verdad… No quiero traerte problemas, hermana mía. Es peligroso que se sepa que nos hemos reunido, que estamos juntas. No deseo que acabes mal, que te veas envuelta en todo esto, pero no tengo a nadie más. ¿Lo entiendes? Sabes que no estoy obrando con malas intenciones, sino con mis últimos recursos, ¿no?
No estaba segura de que las palabras de su adorada cuñada llevasen verdad. Vesper de seguro lo decía con ánimos de reconfortarla, de empoderarla, pero era evidente para Daria que la otra mujer solo quería consolarle pues sabía que no era fuerte y que nunca superaba los golpes emocionales. Ese, la pérdida de su esposo de un modo tan cruento, no era el primero sino uno más que se sumaba a la larga lista de desgracias. Afortunadamente, Vesper no hizo más que asegurarle que su inesperado pedido de refugio no era una molestia. Daria sintió alivio, aunque no del todo. Desconocía qué podría hacer su cuñada para protegerlos, pero en ella confiaba y la seguiría hasta con los ojos cerrados.
Antes de responder, Daria bebió una vez más de la delicada taza de té, dando por finalizada la ingesta de la infusión pese a que aún quedaba líquido en la porcelana. Pese al alivio de haber confiado por fin en alguien y a lo segura que se sentía ahora, la sensación de adrenalina no le abandonaba el cuerpo.
-Claro que las tengo conmigo, espera. –Se giró, sin ponerse en pie, y llamó a su asistente-: ¡Aixinia! –Ante la inesperada suba en el tono de voz de su madre, Antón se movió sobresaltado, mas no despertó-. Trae mi bolso de mano.
La mujer se tardó solo dos minutos en cumplir con la órden de la baronesa. Se acercó a Daria con el bolso y ésta lo tomó para buscar ella misma lo que necesitaba. Allí llevaba los objetos de valor, las cartas de nacimiento de ella, su esposo y su hijo, dinero, un pañuelo de su amado Vlad y una daga –que, por supuesto, no sabía utilizar-; dio con el atado de cartas y rápido, como si quisiera deshacerse de ellas, se las entregó a su cuñada.
-Te lo advierto, Vesper, usan un lenguaje muy vulgar. –Se llevó una mano al pecho, horrorizada al ver la sangre usada como tinta en la primera, la que encabezaba el atado. –Es horrible, son amenazas y relatos de otros asesinatos… pero no sé de dónde han salido. No las he leído todas, no pude, es demasiado para mí.
-Sí –respondió reflexiva-, ahora es que veo que he procedido bien, o como pude en verdad… No quiero traerte problemas, hermana mía. Es peligroso que se sepa que nos hemos reunido, que estamos juntas. No deseo que acabes mal, que te veas envuelta en todo esto, pero no tengo a nadie más. ¿Lo entiendes? Sabes que no estoy obrando con malas intenciones, sino con mis últimos recursos, ¿no?
No estaba segura de que las palabras de su adorada cuñada llevasen verdad. Vesper de seguro lo decía con ánimos de reconfortarla, de empoderarla, pero era evidente para Daria que la otra mujer solo quería consolarle pues sabía que no era fuerte y que nunca superaba los golpes emocionales. Ese, la pérdida de su esposo de un modo tan cruento, no era el primero sino uno más que se sumaba a la larga lista de desgracias. Afortunadamente, Vesper no hizo más que asegurarle que su inesperado pedido de refugio no era una molestia. Daria sintió alivio, aunque no del todo. Desconocía qué podría hacer su cuñada para protegerlos, pero en ella confiaba y la seguiría hasta con los ojos cerrados.
Antes de responder, Daria bebió una vez más de la delicada taza de té, dando por finalizada la ingesta de la infusión pese a que aún quedaba líquido en la porcelana. Pese al alivio de haber confiado por fin en alguien y a lo segura que se sentía ahora, la sensación de adrenalina no le abandonaba el cuerpo.
-Claro que las tengo conmigo, espera. –Se giró, sin ponerse en pie, y llamó a su asistente-: ¡Aixinia! –Ante la inesperada suba en el tono de voz de su madre, Antón se movió sobresaltado, mas no despertó-. Trae mi bolso de mano.
La mujer se tardó solo dos minutos en cumplir con la órden de la baronesa. Se acercó a Daria con el bolso y ésta lo tomó para buscar ella misma lo que necesitaba. Allí llevaba los objetos de valor, las cartas de nacimiento de ella, su esposo y su hijo, dinero, un pañuelo de su amado Vlad y una daga –que, por supuesto, no sabía utilizar-; dio con el atado de cartas y rápido, como si quisiera deshacerse de ellas, se las entregó a su cuñada.
-Te lo advierto, Vesper, usan un lenguaje muy vulgar. –Se llevó una mano al pecho, horrorizada al ver la sangre usada como tinta en la primera, la que encabezaba el atado. –Es horrible, son amenazas y relatos de otros asesinatos… pero no sé de dónde han salido. No las he leído todas, no pude, es demasiado para mí.
Daria A. Viazomskaia- Realeza Rusa
- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 28/02/2017
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