AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Lo que no se dice | Privado
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Lo que no se dice | Privado
¡Qué difícil le estaba resultando todo! Nadia no se sentía cómoda en su nueva vida y aquel malestar le había sobrevenido de un momento al otro. De hecho, hacía dos días era la mujer más feliz del mundo… mas ahora se odiaba y odiaba a todos.
“Cuando te sientes mal, debes hacer lo que sabes hacer bien”, le decía siempre su madre para calmar su carácter endiablado, para tenerla entretenida.
Lo único que sabía hacer bien era tocar el piano, o eso creía ella, pero tampoco tenía ánimos. Quería ir de compras, pero no tenía allí a ninguna amiga que la acompañase…
Habían llegado hacía menos de una semana a París y Nadia ya estaba que se la llevaba el demonio. Necesitaba vivir, pero su esposo era demasiado tranquilo… ¡Salía sin mencionarle a dónde iba! ¡Disfrutaba de leer junto al fuego! ¡Amaba a esas bestias a las que todos llamaban caballos, pero que a ella le semejaban monstruosos asesinos!
Así, de su malestar –que no sólo era anímico, sino también físico-, había nacido aquella tarde de té con un puñado de francesas a las que Nadia evaluaba para acabar de discernir si estaban o no a su altura.
Una grata sorpresa se hallaba entre ellas: Aletheia, una amiga de la infancia –hija de un viejo camarada de su padre- a la que tenía muchísimos años sin ver. Sin dudas, su asistenta había hecho un muy trabajo al sugerirle las posibles invitadas para el té.
Las charlas eran las de siempre, poco importaba que hubiese cambiado su tierra por la francesa; la ópera, los nuevos géneros de telas, las esclavas rebeldes, los niños… ¡Oh, las odiaba por tener hijos! Ella no se imaginaba como madre todavía.
Y pese a que la tarde había sido alegre y entretenida, lo único que acabó deseando fue que todas se fuesen para poder hablar a solas con su vieja amiga… pero cuando al fin su deseo se vio realizado, Nadia sintió una terrible pesadez en su cuerpo. Últimamente estaba más cansada de lo normal.
Como estaban solas ya, Nadia se permitió distenderse y abandonar su pose típica de la anfitriona que todo lo controla. Se sentó sobre el sillón de fina tapicería gris intentando estar cómoda, después de todo Aletheia parecía irradiar cierto aire de confianza y ella elegiría tomarla.
-Debo confesarte que esto ha sido una mala idea. No por ellas –le aclaró rápidamente-, hemos pasado una buena tarde, ¿verdad que sí? Es por mí, tal vez debí haber esperado unos días más para organizar una recepción como esta, aunque fue pequeña. Me siento agotada.
Como tenía intención de seguir hablando, Nadia rellenó ambas tazas de té y se hizo con una de las últimas galletas de limón que quedaban sobre la mesilla.
“Cuando te sientes mal, debes hacer lo que sabes hacer bien”, le decía siempre su madre para calmar su carácter endiablado, para tenerla entretenida.
Lo único que sabía hacer bien era tocar el piano, o eso creía ella, pero tampoco tenía ánimos. Quería ir de compras, pero no tenía allí a ninguna amiga que la acompañase…
Habían llegado hacía menos de una semana a París y Nadia ya estaba que se la llevaba el demonio. Necesitaba vivir, pero su esposo era demasiado tranquilo… ¡Salía sin mencionarle a dónde iba! ¡Disfrutaba de leer junto al fuego! ¡Amaba a esas bestias a las que todos llamaban caballos, pero que a ella le semejaban monstruosos asesinos!
Así, de su malestar –que no sólo era anímico, sino también físico-, había nacido aquella tarde de té con un puñado de francesas a las que Nadia evaluaba para acabar de discernir si estaban o no a su altura.
Una grata sorpresa se hallaba entre ellas: Aletheia, una amiga de la infancia –hija de un viejo camarada de su padre- a la que tenía muchísimos años sin ver. Sin dudas, su asistenta había hecho un muy trabajo al sugerirle las posibles invitadas para el té.
Las charlas eran las de siempre, poco importaba que hubiese cambiado su tierra por la francesa; la ópera, los nuevos géneros de telas, las esclavas rebeldes, los niños… ¡Oh, las odiaba por tener hijos! Ella no se imaginaba como madre todavía.
Y pese a que la tarde había sido alegre y entretenida, lo único que acabó deseando fue que todas se fuesen para poder hablar a solas con su vieja amiga… pero cuando al fin su deseo se vio realizado, Nadia sintió una terrible pesadez en su cuerpo. Últimamente estaba más cansada de lo normal.
Como estaban solas ya, Nadia se permitió distenderse y abandonar su pose típica de la anfitriona que todo lo controla. Se sentó sobre el sillón de fina tapicería gris intentando estar cómoda, después de todo Aletheia parecía irradiar cierto aire de confianza y ella elegiría tomarla.
-Debo confesarte que esto ha sido una mala idea. No por ellas –le aclaró rápidamente-, hemos pasado una buena tarde, ¿verdad que sí? Es por mí, tal vez debí haber esperado unos días más para organizar una recepción como esta, aunque fue pequeña. Me siento agotada.
Como tenía intención de seguir hablando, Nadia rellenó ambas tazas de té y se hizo con una de las últimas galletas de limón que quedaban sobre la mesilla.
Nadia Scrymgeour- Humano Clase Alta
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 14/03/2017
Re: Lo que no se dice | Privado
Unos días atrás Loui había llegado al bosque a lomos de Antares. Todavía no había abandonado su casa en París para mudarse allí con el padre de su hijo, pero pasaba bastante tiempo allí, con la excusa de supervisar la construcción de la casa que iba a pasar a ser su hogar. Aunque no era más que una mera excusa, porque el verdadero motivo de su presencia en aquel claro no era otro que pasar un rato con él, aunque se limitara a verlo ir de un sitio a otro, trabajando la madera, sentada en un tocón, con una cesta de comida al lado, a la espera de un descanso para compartir una escueta charla.
El muchacho le entregó un sobre lacrado. Lo abrió ante la expectación de ambos hombres y arqueó las cejas con sorpresa. Una invitación a un té. Hacía años que no recibía ninguna. Al regresar a su morada en la ciudad, garabateó una cordial respuesta, aceptando la invitación, y la hizo llegar a su anfitriona.
Los dos días previos a la reunión, estuvo nerviosa. Nadia era una persona que había conocido mucho tiempo atrás, habían compartido muy buenos momentos, pero... Ambas habían crecido y habían cambiado. No sabía qué esperar de ese encuentro. Sobre todo porque, desde que diez años antes su prometido fuera asesinado en extrañas circunstancias, se había apartado de ese tipo de eventos, había dejado de recibir invitaciones y sabía que había estado en boca de muchos. Quizás hasta se hubiera pronunciado su nombre como autora del crimen. Después de todo, lo único que se conocía era que ella había llegado a casa, ilesa y cubierta con la sangre de él.
Eligió un vestido sencillo para la ocasión y dejó que Loui la llevara en coche hasta la misma puerta. Habría ido cabalgando, pero era una de las primeras cosas a las que había renunciado desde que supo que estaba esperando un hijo. Por suerte, todavía no se notaba, lo que había evitado que comenzaran las habladurías sobre quién sería el casquivana que había dejado preñada a la hija del general Brutus.
Si ellos supieran...
La velada transcurrió tranquila. Una conversación superficial, sobre maridos, hijos, eventos de sociedad... nada fuera de lo esperado. Cuando las demás se retiraron y se quedaron a solas, el ambiente pareció relajarse, como si volvieran a ser aquellas dos niñas que hablaban en confianza, sin la parafernalia de un evento social.
-Si estás cansada y prefieres que me vaya, dímelo. Loui está en la puerta con el coche, esperando a que acabemos. -Entre otras cosas, porque cierto pirata de ojos verdes lo mataría si la descuidaba-. Aunque si lo prefieres, podemos charlar acerca de cómo te ha ido en estos años. Porque de las dos, tú eres la que tiene una vida más completa, con una casa, un marido y todo lo que ello conlleva.
El muchacho le entregó un sobre lacrado. Lo abrió ante la expectación de ambos hombres y arqueó las cejas con sorpresa. Una invitación a un té. Hacía años que no recibía ninguna. Al regresar a su morada en la ciudad, garabateó una cordial respuesta, aceptando la invitación, y la hizo llegar a su anfitriona.
Los dos días previos a la reunión, estuvo nerviosa. Nadia era una persona que había conocido mucho tiempo atrás, habían compartido muy buenos momentos, pero... Ambas habían crecido y habían cambiado. No sabía qué esperar de ese encuentro. Sobre todo porque, desde que diez años antes su prometido fuera asesinado en extrañas circunstancias, se había apartado de ese tipo de eventos, había dejado de recibir invitaciones y sabía que había estado en boca de muchos. Quizás hasta se hubiera pronunciado su nombre como autora del crimen. Después de todo, lo único que se conocía era que ella había llegado a casa, ilesa y cubierta con la sangre de él.
Eligió un vestido sencillo para la ocasión y dejó que Loui la llevara en coche hasta la misma puerta. Habría ido cabalgando, pero era una de las primeras cosas a las que había renunciado desde que supo que estaba esperando un hijo. Por suerte, todavía no se notaba, lo que había evitado que comenzaran las habladurías sobre quién sería el casquivana que había dejado preñada a la hija del general Brutus.
Si ellos supieran...
La velada transcurrió tranquila. Una conversación superficial, sobre maridos, hijos, eventos de sociedad... nada fuera de lo esperado. Cuando las demás se retiraron y se quedaron a solas, el ambiente pareció relajarse, como si volvieran a ser aquellas dos niñas que hablaban en confianza, sin la parafernalia de un evento social.
-Si estás cansada y prefieres que me vaya, dímelo. Loui está en la puerta con el coche, esperando a que acabemos. -Entre otras cosas, porque cierto pirata de ojos verdes lo mataría si la descuidaba-. Aunque si lo prefieres, podemos charlar acerca de cómo te ha ido en estos años. Porque de las dos, tú eres la que tiene una vida más completa, con una casa, un marido y todo lo que ello conlleva.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 18/01/2017
Edad : 254
Re: Lo que no se dice | Privado
Estaba cansada, sí, pero no quería que ella se vaya ya. Estaba aún más cansada de la soledad porque, pese a que estaba casada, a que tenía aquella casa en París –en la que sólo estaban de paso, se habían tomado una temporada de descanso lejos de las obligaciones- y la gran residencia en Inglaterra, Nadia se sentía sola.
Ella, que siempre había sido consentida por su padre, aconsejada por su madre, cuidada por sus hermanos, venerada por sus amistades… ella, que todo lo tuvo y que cada sueño que soñó le fue cumplido, se sentía ahora vacía y le costaba entenderlo. No podía concebir que eso fuese la adultez, miraba hacia atrás y no comprendía en qué momento la vida –con todas las responsabilidades que ser la hija de su padre conllevaba- se le había caído encima, aplastándola.
-No puedo quejarme de mi vida, podría ser peor de mil formas diferentes –le dijo, con cierta resignación-. No puedo decirte que soy feliz –se sinceró, repentinamente porque ¡hacía tanto que no podía ser franca con nadie!-, pero ¿qué recién casada lo es? Solo aquellas mujeres del servicio que pueden casarse por amor… no yo, no nosotras que debemos casar con quienes nuestros padres elijan. Pero Iain es un buen hombre y eso es lo único que importa. Me respeta, me valora.
No era compatible con ella; era tranquilo, gustaba de leer o montar, de meditar mirando la chimenea… ella, en cambio, era como una tormenta de verano, siempre activa, siempre dando sorpresas. No podía negar que a su lado se sentía algo apagada, pero confiaba en que tendría toda la vida para intentar comprender a su esposo, para poder despertar interés en él, para enamorarlo. O no.
-Hemos venido a pasar aquí solo una temporada, creo que cuando comience el invierno volveremos, Iain no puede dejar por tanto tiempo el trabajo en manos de sus asistentes. Al menos ha creído oportuno este viaje, ya te digo que estaba necesitando cambiar de aires yo… ¿No te sucede? ¿No tienes épocas en las que te sientes ahogada? –le preguntó, aunque también se lo estaba preguntando a sí misma porque si hay algo que la soledad otorga es tiempo de introspección y en pleno análisis propio se hallaba Nadia-. ¿Qué hay de ti, Ale? ¿Qué has estado haciendo en este tiempo? ¿Estás comprometida para casarte? ¿Cómo se encuentra tu familia?
Ella, que siempre había sido consentida por su padre, aconsejada por su madre, cuidada por sus hermanos, venerada por sus amistades… ella, que todo lo tuvo y que cada sueño que soñó le fue cumplido, se sentía ahora vacía y le costaba entenderlo. No podía concebir que eso fuese la adultez, miraba hacia atrás y no comprendía en qué momento la vida –con todas las responsabilidades que ser la hija de su padre conllevaba- se le había caído encima, aplastándola.
-No puedo quejarme de mi vida, podría ser peor de mil formas diferentes –le dijo, con cierta resignación-. No puedo decirte que soy feliz –se sinceró, repentinamente porque ¡hacía tanto que no podía ser franca con nadie!-, pero ¿qué recién casada lo es? Solo aquellas mujeres del servicio que pueden casarse por amor… no yo, no nosotras que debemos casar con quienes nuestros padres elijan. Pero Iain es un buen hombre y eso es lo único que importa. Me respeta, me valora.
No era compatible con ella; era tranquilo, gustaba de leer o montar, de meditar mirando la chimenea… ella, en cambio, era como una tormenta de verano, siempre activa, siempre dando sorpresas. No podía negar que a su lado se sentía algo apagada, pero confiaba en que tendría toda la vida para intentar comprender a su esposo, para poder despertar interés en él, para enamorarlo. O no.
-Hemos venido a pasar aquí solo una temporada, creo que cuando comience el invierno volveremos, Iain no puede dejar por tanto tiempo el trabajo en manos de sus asistentes. Al menos ha creído oportuno este viaje, ya te digo que estaba necesitando cambiar de aires yo… ¿No te sucede? ¿No tienes épocas en las que te sientes ahogada? –le preguntó, aunque también se lo estaba preguntando a sí misma porque si hay algo que la soledad otorga es tiempo de introspección y en pleno análisis propio se hallaba Nadia-. ¿Qué hay de ti, Ale? ¿Qué has estado haciendo en este tiempo? ¿Estás comprometida para casarte? ¿Cómo se encuentra tu familia?
Nadia Scrymgeour- Humano Clase Alta
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 14/03/2017
Re: Lo que no se dice | Privado
Aletheia no le rebatió, pero ella estaba a punto de casarse y estaba muy feliz con la idea. Quizás era porque estaba enamorada de su prometido, porque no era un matrimonio arreglado y no era el mejor partido.
De hecho, era el peor de ellos.
Muchos lo describirían como un patán muerto de hambre, un hombre horrible, con la piel curtida por el sol y el mar, con la mirada desconfiada, con la sonrisa torva y ladina, sinvergüenza, sin moral, capaz de las peores atrocidades. Pero ella veía mucho más allá, ella le veía tal y como era, un hombre con una vida dura, que había tomado decisiones complicadas, a veces erróneas, pero que seguía adelante. Era el hombre que la había hecho sentir viva de nuevo, después de diez años de vida gris tras la muerte de Leon, su primer prometido.
-Si, me he sentido ahogada muchas veces. Sobre todo hace unos años, cuando me vine a vivir aquí. La muerte de Leon fue un palo muy duro, me dejó tan hundida que tuve que abandonar Perpignán.
Ahora podía decirlo así, porque ya era algo superado. Tampoco iba a entrar en detalles, porque no sabía si su amiga de la infancia tenía conocimiento de lo que se movía en las sombras. Desconocía si sabía de la existencia de vampiros, licántropos, cambiantes o hechiceros. Así que mejor no remover esos temas.
-Mi familia está bien. Blaise y Eugène siguen los pasos de mi padre en el ejército, mi madre no hace más que intentar buscarles una esposa, pero Blaise está demasiado centrado en su carrera aún y Eugène pretende a una muchacha de un pueblo cercano. Creo que se casarán el año que viene. Y yo... He estado mucho tiempo sola, pero... hace unos meses que me prometí. Y estoy bastante asustada respecto a cómo va a salir.
De hecho, era el peor de ellos.
Muchos lo describirían como un patán muerto de hambre, un hombre horrible, con la piel curtida por el sol y el mar, con la mirada desconfiada, con la sonrisa torva y ladina, sinvergüenza, sin moral, capaz de las peores atrocidades. Pero ella veía mucho más allá, ella le veía tal y como era, un hombre con una vida dura, que había tomado decisiones complicadas, a veces erróneas, pero que seguía adelante. Era el hombre que la había hecho sentir viva de nuevo, después de diez años de vida gris tras la muerte de Leon, su primer prometido.
-Si, me he sentido ahogada muchas veces. Sobre todo hace unos años, cuando me vine a vivir aquí. La muerte de Leon fue un palo muy duro, me dejó tan hundida que tuve que abandonar Perpignán.
Ahora podía decirlo así, porque ya era algo superado. Tampoco iba a entrar en detalles, porque no sabía si su amiga de la infancia tenía conocimiento de lo que se movía en las sombras. Desconocía si sabía de la existencia de vampiros, licántropos, cambiantes o hechiceros. Así que mejor no remover esos temas.
-Mi familia está bien. Blaise y Eugène siguen los pasos de mi padre en el ejército, mi madre no hace más que intentar buscarles una esposa, pero Blaise está demasiado centrado en su carrera aún y Eugène pretende a una muchacha de un pueblo cercano. Creo que se casarán el año que viene. Y yo... He estado mucho tiempo sola, pero... hace unos meses que me prometí. Y estoy bastante asustada respecto a cómo va a salir.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 18/01/2017
Edad : 254
Re: Lo que no se dice | Privado
Sabía de la tragedia de Leon, pero no conocía los detalles, en esa época ya sus familias no estaban tan cercanas, muchos hijos que casar, muchas guerras que pelear, muchos tratos que concretar, y así la vida pasaba para unos y otros. Y, ¿qué sentido tenía preguntar por eso, por Leon, ahora? Prefirió callar y observarla. La hallaba madura y resuelta, los años la habían convertido en una mujer de apariencia fuerte. ¿Habrían hecho lo mismo con ella? ¿También tendría Nadia esa impronta? A veces se sentía como aquella chiquilla consentida a la que su padre le daba todo cuanto desease, y otras extrañaba ser aquella que había quedado en su tierra natal. Lo pareciera o no, ahora debía mostrarse como una mujer madura, responsable y capacitada para llevar adelante una familia, para ser el complemento perfecto que Iain necesitara.
Aletheia parecía feliz por su compromiso, se la veía radiante como sólo las personas enamoradas podían lucir. Por un momento, Nadia la envidió. Ella tenía todo lo que pudiese desear, solo le bastaba con pedir e Iain le daba lo que quisiese –de hecho ese viaje a París era muestra de eso, no era otra cosa que un capricho de Nadia concedido por su esposo-, pero él no la amaba. Claro que entendía que eran pocos los casos en los que las personas se casaban enamoradas –como al parecer lo haría su amiga-, sabía que no era lo común, que eso sólo estaba reservado para unos pocos escogidos entre los que el matrimonio Scrymgeour no se contaba. Pero no podía evitar desearlo, querer que algún día llegase a haber amor entre su esposo y ella.
-¡Qué hermoso saber de tu familia! A tu madre no le costará demasiado hallar una buena prometida para él, recuerdo a tus hermanos como jóvenes muy bellos –sonrió al hacer memoria, al recordar viejos momentos-. ¿Te casarás? ¿Cuándo? Oh, pareces tan enamorada –le dijo y se acomodó a su lado en el cómodo sofá. Involuntariamente su mano izquierda reposó sobre su vientre-. Cuéntame de él, de ustedes, Ale. ¿Cómo se conocieron? ¿Quién es? ¿A qué se dedica su familia? ¿Qué piensan tus padres de él?
Habían sido demasiadas preguntas juntas, lo sabía y creía que tal vez debería disculparse con ella. Pero tenía un justificativo que creía que la redimía: Hacía tanto tiempo que no pasaba tiempo con una amiga… tanto tiempo sin oír una buena historia, sin dar consejos o recibirlos. Aunque estaba en París, aunque hacía muchísimos años que no veía a Aletheia, aunque tenía muchos problemas sin resolver en su matrimonio y pese a que no se estaba sintiendo bien de salud en los últimos días, allí y en esos momentos junto a ella Nadia se sintió como en casa.
Aletheia parecía feliz por su compromiso, se la veía radiante como sólo las personas enamoradas podían lucir. Por un momento, Nadia la envidió. Ella tenía todo lo que pudiese desear, solo le bastaba con pedir e Iain le daba lo que quisiese –de hecho ese viaje a París era muestra de eso, no era otra cosa que un capricho de Nadia concedido por su esposo-, pero él no la amaba. Claro que entendía que eran pocos los casos en los que las personas se casaban enamoradas –como al parecer lo haría su amiga-, sabía que no era lo común, que eso sólo estaba reservado para unos pocos escogidos entre los que el matrimonio Scrymgeour no se contaba. Pero no podía evitar desearlo, querer que algún día llegase a haber amor entre su esposo y ella.
-¡Qué hermoso saber de tu familia! A tu madre no le costará demasiado hallar una buena prometida para él, recuerdo a tus hermanos como jóvenes muy bellos –sonrió al hacer memoria, al recordar viejos momentos-. ¿Te casarás? ¿Cuándo? Oh, pareces tan enamorada –le dijo y se acomodó a su lado en el cómodo sofá. Involuntariamente su mano izquierda reposó sobre su vientre-. Cuéntame de él, de ustedes, Ale. ¿Cómo se conocieron? ¿Quién es? ¿A qué se dedica su familia? ¿Qué piensan tus padres de él?
Habían sido demasiadas preguntas juntas, lo sabía y creía que tal vez debería disculparse con ella. Pero tenía un justificativo que creía que la redimía: Hacía tanto tiempo que no pasaba tiempo con una amiga… tanto tiempo sin oír una buena historia, sin dar consejos o recibirlos. Aunque estaba en París, aunque hacía muchísimos años que no veía a Aletheia, aunque tenía muchos problemas sin resolver en su matrimonio y pese a que no se estaba sintiendo bien de salud en los últimos días, allí y en esos momentos junto a ella Nadia se sintió como en casa.
Nadia Scrymgeour- Humano Clase Alta
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 14/03/2017
Re: Lo que no se dice | Privado
-Mi familia aún lo está asimilando y creo que hasta que no pase la boda no asumirán todo lo que verdaderamente implica. Ay, Nadia, lo lejos que has estado todo este tiempo... Ha sido todo tan rápido que ni siquiera que tenido ocasión de escribirte unas líneas para contártelo. Pero ahora mismo hasta lo agradezco, porque poner por escrito algo así... No sé si lograría explicarlo. ¿Recuerdas las historias de piratas que siempre oíamos de los soldados? De hombres crueles y despiadados, de borrachos maleducados ahogados en ron que iban asaltando barcos, matando gentes de bien y sembrando el caos y la destrucción. ¿Recuerdas que hablaban de Bones, de Morgan, de Silver y del terrible Capitán Paine?
Hacía varios años, las historias de piratas habían atemorizado a la población. Se temía navegar en alta mar, por miedo a ser asaltados, las mujeres decentes y los hombres de bien evitaban frecuentar los puertos, los comerciantes buscaban rutas más seguras para sus productos, los soldados no alcanzaban jamás a acabar con ellos, los niños jugaban en las calles sin ser conscientes de lo veraces que eran las historias. El peor de ellos, el Capitán Paine, había desaparecido un día de la faz de la tierra. Nadie sabía exactamente cuando, ni dónde, ni por qué. Simplemente desapareció. Durante algunos meses, su barco surcó los mares sin él a bordo, hasta que se quedó anclado en los terrenos de aquella que llamaban La Negra. Se le dio por muerto y más de uno creyó que con su caída se iniciaba el fin de la piratería.
-Pero no fue así. Paine seguía vivo, oculto del mundo, viviendo muy cerca de París, en los bosques al sur. Allí fue donde nos conocimos.
Con esa simple frase daba a entender a su amiga muchísima información. Leif Paine, el pirata más temido de los siete mares, era el hombre con quien iba a casarse. Era todo lo contrario al marido perfecto que su familia desearía para ella, pero estaba total y absolutamente enamorada de él. Y él de ella, porque un pirata no se une a una mujer ante Dios y ante los hombres si no la ama de verdad. También le dejaba saber que era mucho mayor que ella.
-Yo iba de paseo con Antares -su caballo- y me salió al encuentro. Estaba asustada, realmente creí que me mataría, pero no. Me pidió que hiciera algo para él, lo hice, me dejó marchar y pensé que nunca más volvería a verle. Pero esa noche fui suya -confesó. Era su amiga de toda la vida, a pesar del tiempo separadas, dudaba que fuera de chismosa. Esperó a ver cómo reaccionaba a esa primera información antes de seguir adelante con su historia.
Hacía varios años, las historias de piratas habían atemorizado a la población. Se temía navegar en alta mar, por miedo a ser asaltados, las mujeres decentes y los hombres de bien evitaban frecuentar los puertos, los comerciantes buscaban rutas más seguras para sus productos, los soldados no alcanzaban jamás a acabar con ellos, los niños jugaban en las calles sin ser conscientes de lo veraces que eran las historias. El peor de ellos, el Capitán Paine, había desaparecido un día de la faz de la tierra. Nadie sabía exactamente cuando, ni dónde, ni por qué. Simplemente desapareció. Durante algunos meses, su barco surcó los mares sin él a bordo, hasta que se quedó anclado en los terrenos de aquella que llamaban La Negra. Se le dio por muerto y más de uno creyó que con su caída se iniciaba el fin de la piratería.
-Pero no fue así. Paine seguía vivo, oculto del mundo, viviendo muy cerca de París, en los bosques al sur. Allí fue donde nos conocimos.
Con esa simple frase daba a entender a su amiga muchísima información. Leif Paine, el pirata más temido de los siete mares, era el hombre con quien iba a casarse. Era todo lo contrario al marido perfecto que su familia desearía para ella, pero estaba total y absolutamente enamorada de él. Y él de ella, porque un pirata no se une a una mujer ante Dios y ante los hombres si no la ama de verdad. También le dejaba saber que era mucho mayor que ella.
-Yo iba de paseo con Antares -su caballo- y me salió al encuentro. Estaba asustada, realmente creí que me mataría, pero no. Me pidió que hiciera algo para él, lo hice, me dejó marchar y pensé que nunca más volvería a verle. Pero esa noche fui suya -confesó. Era su amiga de toda la vida, a pesar del tiempo separadas, dudaba que fuera de chismosa. Esperó a ver cómo reaccionaba a esa primera información antes de seguir adelante con su historia.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 18/01/2017
Edad : 254
Re: Lo que no se dice | Privado
Claro que recordaba aquellas historias, ¿cómo podría olvidarlas si eran parte de su infancia, de su adolescencia? Nadia siempre acababa enamorada perdidamente de los piratas, pese a saber que esos hombres probablemente no existiesen más que en la imaginación de los guardias que se inventaban esas cosas… pero ella era escocesa, y a las costas llegaban toda clase de historias que luego se iban deformando por el boca a boca hasta acabar siendo completamente diferentes a la versión original. Del capitán Paine, por ejemplo, se decían centenares de cosas y todas las versiones eran diferentes. Nunca una señorita de bien, de buena familia y posición, podía dar un paseo sola por las costas –muchísimo menos por el puerto, eso ya sería la rebeldía máxima, la expresión total de la insensatez-, se decía que el malvado Paine gustaba de tener cautivas a las muchachitas de buena cuna, de adentrarlas en el misterioso mundo del mar y no devolverlas jamás a tierra firme.
-Paine –susurró y en ese apellido iban todos esos recuerdos de las historias compartidas, de las teorías que se habían inventado y lo que de él habían idealizado-. ¿Te refieres al mismo capitán Paine de las aventuras que solían contarnos? Ale… -No, no sabía qué decir. A decir verdad, Nadia siempre había tenido la duda de si ese hombre existía o no-. Espera, me dices que Paine es… ¿verdadero? ¿Y que tú lo conoces?
No salía de su asombro. Se giró un poco en el sofá para poder ver directamente a los ojos a su amiga. Sí, había verdad en ellos. No le costó atar cabos sueltos; estaban hablando primeramente del compromiso de Aletheia y ahora ella mencionaba a Paine –ni siquiera sabía si ese era su apellido o nombre de pila-, ¿es que Aletheia iba a casarse con el pirata? ¿Y su familia lo aprobaba? Oh, ya le faltaba el aire y tuvo que aventarse con la mano, a falta de abanico.
-¿Qué es lo que te pidió que hagas para él? –le preguntó, imaginándose los peores horrores-. Fuiste suya –repitió y esas dos palabras no hacían más que darle forma a su terrible pensamiento que acabó por soltar-: ¿te refieres a que te vejó? ¡Oh, Ale! ¿Es por eso que te casarás con él? –le tomó la mano y se acercó a ella en gesto de sincero cariño.
Más allá del relato y de la confusión que la dominaba, lo que Nadia no entendía era por qué Aletheia estaba tan feliz en vistas de la cercanía del enlace. ¿Por qué parecía radiante y orgullosa de unirse a Paine si él la había abusado? No, no entendía, se había hecho un enredo mental y sólo podía tratar de consolar a su amiga.
-Paine –susurró y en ese apellido iban todos esos recuerdos de las historias compartidas, de las teorías que se habían inventado y lo que de él habían idealizado-. ¿Te refieres al mismo capitán Paine de las aventuras que solían contarnos? Ale… -No, no sabía qué decir. A decir verdad, Nadia siempre había tenido la duda de si ese hombre existía o no-. Espera, me dices que Paine es… ¿verdadero? ¿Y que tú lo conoces?
No salía de su asombro. Se giró un poco en el sofá para poder ver directamente a los ojos a su amiga. Sí, había verdad en ellos. No le costó atar cabos sueltos; estaban hablando primeramente del compromiso de Aletheia y ahora ella mencionaba a Paine –ni siquiera sabía si ese era su apellido o nombre de pila-, ¿es que Aletheia iba a casarse con el pirata? ¿Y su familia lo aprobaba? Oh, ya le faltaba el aire y tuvo que aventarse con la mano, a falta de abanico.
-¿Qué es lo que te pidió que hagas para él? –le preguntó, imaginándose los peores horrores-. Fuiste suya –repitió y esas dos palabras no hacían más que darle forma a su terrible pensamiento que acabó por soltar-: ¿te refieres a que te vejó? ¡Oh, Ale! ¿Es por eso que te casarás con él? –le tomó la mano y se acercó a ella en gesto de sincero cariño.
Más allá del relato y de la confusión que la dominaba, lo que Nadia no entendía era por qué Aletheia estaba tan feliz en vistas de la cercanía del enlace. ¿Por qué parecía radiante y orgullosa de unirse a Paine si él la había abusado? No, no entendía, se había hecho un enredo mental y sólo podía tratar de consolar a su amiga.
Nadia Scrymgeour- Humano Clase Alta
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Re: Lo que no se dice | Privado
-Exactamente ese Capitán Paine -explicó con cierta diversión.
Entendía que era una noticia sorprendente. Ambas habían crecido escuchando lo peligrosos que eran los piratas, en especial ése con el que ahora iba a casarse. El hecho de que se hubieran enamorado no borraba la clase de hombre que él era, ni los crímenes que había cometido en el pasado. Pero Aletheia no veía nada de eso cuando le miraba. Sabía que era un pasado que existía, que estaba ahí y que podía volver sobre él para cobrar venganza en cualquier momento, pero... estaba enamorada.
-Me pidió que hiciera un conjuro. Hacía tanto tiempo que no hacía magia... Desde la muerte de Leon. Había hecho pociones y alguna cosita menor, pero un hechizo de tal enjundia como vincular dos personas... Realmente dudé ser capaz de hacerlo.
Obvió que se lo había pedido bajo amenazas, porque eso carecía de importancia ya. Fue un accidentado comienzo para unos sentimientos que habían crecido con fuerza.
-¿Qué? ¡¡No, claro que no!! -exclamó con un leve tinte de molestia porque pudiera pensar que Leif la había forzado. Aunque lo cierto era que podría haberlo hecho si hibiera querido, porque esa primera noche ella no era más que una mujer indefensa, temblando asustada en sus brazos. Y él un pirata cruel y despiadado para el que sólo sería una más en la lista.
Pero hubo algo. Algo que no sabía explicar. Una conexión íntima, mágica. En el momento en que escuchó su voz susurrándole al oído todo su cuerpo pareció reaccionar, como si hubiera estado dormido y de repente hubiera despertado a la vida. Y él había sido tan distinto y tan igual a lo que esperaba... Pero no había sido violento con ella, no la había forzado, como si algo en ella le impidiera hacerlo, como si, al igual que ella, despertara en él algo dormido. La magia a veces sabía cosas que la razón no entendía y posiblemente ése hubiera sido el detonante entre ellos.
-Sé que es complicado de entender, porque es un hombre con un pasado tormentoso. Muchas de las historias que se cuentan de él son ciertas. Puede ser un hombre terriblemente cruel y despiadado si se le dan motivos para ellos, pero... puede ser tan distinto. -Agarró la mano de Nadia entre las suyas, con cariño-. No voy a mentirte, no es un santo. Sus manos están manchadas de sangre, ha impuesto su reinado de terror a lo largo y ancho del mar y muchos dirían que merece la muerte por sus actos. Y sin embargo, yo lo miro y veo mucho más. Veo a un hombre fuerte, leal con los suyos, que daría la vida por aquellos que le importan. El océano parece un simple lago comparado con la profundidad de esos ojos verdes.
Entendía que era una noticia sorprendente. Ambas habían crecido escuchando lo peligrosos que eran los piratas, en especial ése con el que ahora iba a casarse. El hecho de que se hubieran enamorado no borraba la clase de hombre que él era, ni los crímenes que había cometido en el pasado. Pero Aletheia no veía nada de eso cuando le miraba. Sabía que era un pasado que existía, que estaba ahí y que podía volver sobre él para cobrar venganza en cualquier momento, pero... estaba enamorada.
-Me pidió que hiciera un conjuro. Hacía tanto tiempo que no hacía magia... Desde la muerte de Leon. Había hecho pociones y alguna cosita menor, pero un hechizo de tal enjundia como vincular dos personas... Realmente dudé ser capaz de hacerlo.
Obvió que se lo había pedido bajo amenazas, porque eso carecía de importancia ya. Fue un accidentado comienzo para unos sentimientos que habían crecido con fuerza.
-¿Qué? ¡¡No, claro que no!! -exclamó con un leve tinte de molestia porque pudiera pensar que Leif la había forzado. Aunque lo cierto era que podría haberlo hecho si hibiera querido, porque esa primera noche ella no era más que una mujer indefensa, temblando asustada en sus brazos. Y él un pirata cruel y despiadado para el que sólo sería una más en la lista.
Pero hubo algo. Algo que no sabía explicar. Una conexión íntima, mágica. En el momento en que escuchó su voz susurrándole al oído todo su cuerpo pareció reaccionar, como si hubiera estado dormido y de repente hubiera despertado a la vida. Y él había sido tan distinto y tan igual a lo que esperaba... Pero no había sido violento con ella, no la había forzado, como si algo en ella le impidiera hacerlo, como si, al igual que ella, despertara en él algo dormido. La magia a veces sabía cosas que la razón no entendía y posiblemente ése hubiera sido el detonante entre ellos.
-Sé que es complicado de entender, porque es un hombre con un pasado tormentoso. Muchas de las historias que se cuentan de él son ciertas. Puede ser un hombre terriblemente cruel y despiadado si se le dan motivos para ellos, pero... puede ser tan distinto. -Agarró la mano de Nadia entre las suyas, con cariño-. No voy a mentirte, no es un santo. Sus manos están manchadas de sangre, ha impuesto su reinado de terror a lo largo y ancho del mar y muchos dirían que merece la muerte por sus actos. Y sin embargo, yo lo miro y veo mucho más. Veo a un hombre fuerte, leal con los suyos, que daría la vida por aquellos que le importan. El océano parece un simple lago comparado con la profundidad de esos ojos verdes.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Lo que no se dice | Privado
-¿Y cuántos años tiene? Si hablaban de él como alguien adulto cuando nosotras éramos pequeñas… Ha de ser casi un anciano. Claro que si estás enamorada la edad no importa –se atajó, para que ella no pensase mal-, pero tengo curiosidad por saber el detalle.
Nadia se esforzaba, pero le costaba entender lo que en la vida de su amiga había ocurrido, en comparación la suya le parecía extremadamente aburrida, carente de magia y rutinaria. Ya había sido suficiente impacto el saber que el tal Capitán Paine existía de verdad –que no solo era el protagonista de las más locas leyendas-, cuánto más entender que su amiga estaba enamorada de alguien así.
-Oh, lo siento. He entendido todo al revés, me temo. Perdóname, no quise ofenderte. ¿Sí es bueno contigo? ¿Te cuida, Ale? –le preguntó, una vez más, preocupada y le apretó la mano de forma cariñosa-. Me parece tan… mágico –le dijo, tardando un poco en encontrar un calificativo apropiado, uno que pudiese describir lo que estaba pensando, pero que no fuese ofensivo-. Me asusta que digas que tiene las manos manchadas de sangre, querida, pero a la vez te veo tan enamorada... ¡Mira cómo sonríes al hablar de él!
Otra vez se comparó con ella y descubrió que a Iain no le brillaban los ojos cuando le hablaba y que ella no sonreía al hablar de él. Aletheia y el tal Paine estaban enamorados, eso era evidente, en cambio Nadia se esforzaba por sostener un matrimonio en donde no había más que respeto y trato cordial.
-Es tan lindo verte así… ¿Cómo haces? ¿Cómo logras que él te quiera y te elija a ti antes que a todo lo demás? –le preguntó con la mirada algo perdida-. He intentado muchas cosas para que mi esposo me crea interesante, para que me demuestre que quiere pasar tiempo conmigo. Todo ha fracasado, me temo. Me avergüenza decirlo, pero somos amigas y, ¿a quién más puedo serle sincera si no es a ti?
Hacía tiempo que tenía cierto dolor en el bajo vientre, calambres típicos y propios del periodo femenino, pero con ausencia del mismo. Mientras hablaba, uno de esos calambres le sobrevino y Nadia necesitó estirarse…
-No te imaginas los dolores espantosos que tengo últimamente. Ha de ser el aire de esta ciudad. –Necesitó ponerse en pie. -Ale, ¿me acompañarías a dar un paseo por el jardín? Deberíamos abrigarnos bien, claro. Este es el horario perfecto porque ya han de haber encendido las farolas que alumbran todo de forma muy romántica. Me encantaría mostrarte las rosas invernales. Además caminar me hará bien para que esto pase –se llevó una mano al abdomen y lo acarició.
Nadia se esforzaba, pero le costaba entender lo que en la vida de su amiga había ocurrido, en comparación la suya le parecía extremadamente aburrida, carente de magia y rutinaria. Ya había sido suficiente impacto el saber que el tal Capitán Paine existía de verdad –que no solo era el protagonista de las más locas leyendas-, cuánto más entender que su amiga estaba enamorada de alguien así.
-Oh, lo siento. He entendido todo al revés, me temo. Perdóname, no quise ofenderte. ¿Sí es bueno contigo? ¿Te cuida, Ale? –le preguntó, una vez más, preocupada y le apretó la mano de forma cariñosa-. Me parece tan… mágico –le dijo, tardando un poco en encontrar un calificativo apropiado, uno que pudiese describir lo que estaba pensando, pero que no fuese ofensivo-. Me asusta que digas que tiene las manos manchadas de sangre, querida, pero a la vez te veo tan enamorada... ¡Mira cómo sonríes al hablar de él!
Otra vez se comparó con ella y descubrió que a Iain no le brillaban los ojos cuando le hablaba y que ella no sonreía al hablar de él. Aletheia y el tal Paine estaban enamorados, eso era evidente, en cambio Nadia se esforzaba por sostener un matrimonio en donde no había más que respeto y trato cordial.
-Es tan lindo verte así… ¿Cómo haces? ¿Cómo logras que él te quiera y te elija a ti antes que a todo lo demás? –le preguntó con la mirada algo perdida-. He intentado muchas cosas para que mi esposo me crea interesante, para que me demuestre que quiere pasar tiempo conmigo. Todo ha fracasado, me temo. Me avergüenza decirlo, pero somos amigas y, ¿a quién más puedo serle sincera si no es a ti?
Hacía tiempo que tenía cierto dolor en el bajo vientre, calambres típicos y propios del periodo femenino, pero con ausencia del mismo. Mientras hablaba, uno de esos calambres le sobrevino y Nadia necesitó estirarse…
-No te imaginas los dolores espantosos que tengo últimamente. Ha de ser el aire de esta ciudad. –Necesitó ponerse en pie. -Ale, ¿me acompañarías a dar un paseo por el jardín? Deberíamos abrigarnos bien, claro. Este es el horario perfecto porque ya han de haber encendido las farolas que alumbran todo de forma muy romántica. Me encantaría mostrarte las rosas invernales. Además caminar me hará bien para que esto pase –se llevó una mano al abdomen y lo acarició.
Nadia Scrymgeour- Humano Clase Alta
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Re: Lo que no se dice | Privado
Aletheia sonrió al pensar en la brecha de edad entre Leif y ella. Pero el pirata contaba con la ventaja de ser un licántropo y aparentaba muchos años menos de los que contaba realmente.
-Pues no creerías que ya pasa los cincuenta. ¡¡Si hasta tiene hijos que son apenas unos años menores que nosotras!! Aunque te aseguro que no es para nada un anciano. Al contrario, es un hombre fuerte y vigoroso. Y haría cualquier cosa por mantenerme a salvo.
Se le perdió la mirada cuando se sumergió en esos pensamientos. Su inicio había sido muy complicado, pero había merecido la pena, porque ahora eran una familia. Una bastante extraña y fuera de los convencionalismos sociales, pero a ella se le antojaba maravillosa.
-No puedo evitarlo. Discúlpame por hablar sólo de él, pero es que es todo tan reciente y estoy como en una nube. Sé que es un hombre complicado y que no ha tenido una vida ejemplar, pero realmente es bueno y cariñoso conmigo. Soy tan feliz.
Agarró las manos de su amiga entre las suyas y las apretó con cariño, intentando transmitirle su felicidad en ese gesto. Realmente irradiaba dicha, a pesar de todos los problemas que había tenido en el inicio de su relación, de todos los que aún faltaban por venir.
-Si te soy sincera, no lo sé. No sé por qué me quiere o por qué lo quiero. Sólo sé que está ahí, que lo siento con fuerza en mi interior. Quizás por eso sepa que es amor, porque no sé explicarlo. Puedo decirte cientos de detalles buenos y malos de Leif, pero no sé decirte si lo quiero más por unos o por otros. Lamento oir que tu matrimonio no es feliz, porque nadie más que tú se merece se dichosa.
Se percató del gesto de su amiga y se puso en pie para seguirla al exterior. Se acomodó la capa de paño sobre los hombros y esperó a estar en el jardín para preguntarle:
-¿Te sientes bien? Si prefieres que me vaya y te deje descansar... O también podría... bueno, ya sabes que poseo algunas habilidades, que conozco muchas hierbas... Tal vez podría aliviarte.
-Pues no creerías que ya pasa los cincuenta. ¡¡Si hasta tiene hijos que son apenas unos años menores que nosotras!! Aunque te aseguro que no es para nada un anciano. Al contrario, es un hombre fuerte y vigoroso. Y haría cualquier cosa por mantenerme a salvo.
Se le perdió la mirada cuando se sumergió en esos pensamientos. Su inicio había sido muy complicado, pero había merecido la pena, porque ahora eran una familia. Una bastante extraña y fuera de los convencionalismos sociales, pero a ella se le antojaba maravillosa.
-No puedo evitarlo. Discúlpame por hablar sólo de él, pero es que es todo tan reciente y estoy como en una nube. Sé que es un hombre complicado y que no ha tenido una vida ejemplar, pero realmente es bueno y cariñoso conmigo. Soy tan feliz.
Agarró las manos de su amiga entre las suyas y las apretó con cariño, intentando transmitirle su felicidad en ese gesto. Realmente irradiaba dicha, a pesar de todos los problemas que había tenido en el inicio de su relación, de todos los que aún faltaban por venir.
-Si te soy sincera, no lo sé. No sé por qué me quiere o por qué lo quiero. Sólo sé que está ahí, que lo siento con fuerza en mi interior. Quizás por eso sepa que es amor, porque no sé explicarlo. Puedo decirte cientos de detalles buenos y malos de Leif, pero no sé decirte si lo quiero más por unos o por otros. Lamento oir que tu matrimonio no es feliz, porque nadie más que tú se merece se dichosa.
Se percató del gesto de su amiga y se puso en pie para seguirla al exterior. Se acomodó la capa de paño sobre los hombros y esperó a estar en el jardín para preguntarle:
-¿Te sientes bien? Si prefieres que me vaya y te deje descansar... O también podría... bueno, ya sabes que poseo algunas habilidades, que conozco muchas hierbas... Tal vez podría aliviarte.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Lo que no se dice | Privado
-Oh, no me molesta oírte. Habla, habla de él todo lo que gustes. Es una alegría para mí saberte tan bien, ver que te sientes completa junto a él.
Nadia se acercó al ventanal y contempló el jardín de su residencia. Era su orgullo, aunque claro que no era ella quien había plantado y cuidado las flores que todo lo perfumaban, pese a la estación.
Se ajustó el abrigo y salió, tomada del brazo de su amiga, a los jardines. Caminaban entre ellos y Nadia no podía evitar sonreír al escucharla tan feliz de vivir. Y era extraño, oír a alguien que no se quejara de nada, que simplemente estuviera feliz por lo que la vida le había presentado. Aletheia era una mujer dichosa y Nadia estaba segura de que lo sabía bien.
Se llenó los pulmones de aire fresco, puro y perfumado. Inspiró, llenándose de naturaleza y relajando sus hombros, pero un mareo la asaltó -arruinándolo todo- y Nadia se movió hacia uno de los banquillos de piedra que había debajo de la arboleda para desplomarse en el.
-Lo siento, disculpa. Oh, lo has notado… Desde que llegamos no me he sentido bien, algunos mareos ya me atacaban en el barco. Aunque aquí ya han remitido, un poco al menos. Le aseguré a Iain que consultaría a un médico, pero no he tenido tiempo. Ya sabes, los compromisos sociales a veces no dejan espacio para poder hacer nada más.
Recordaba los poderes de Aletheia y Nadia confiaba en ellos porque se había entregado a su amiga antes, cuando eran solo unas muchachitas con deseos de experimentar la sobrenaturalidad, pero ahora las cosas eran diferentes, eran dos jóvenes adultas ya.
-No creo que sea nada de gravedad, pero sí que es molesto. Si crees que puedes ayudarme de alguna forma, yo con gusto haré lo que me indiques. Ven, volvamos al interior.
Se incorporó y otra vez la puntada en el bajo vientre la ataco. Era como el dolor de los días previos al sangrado mensual, pero sin aparición de él. Nadia volvió a caminar junto a su amiga a paso lento, disfrutando de su jardín, un lujo que no podía darse en su tierra donde las lluvias no permitían el crecimiento de tantos tipos diferentes de plantas como las que allí tenía.
Una vez dentro de la casa, Nadia decidió que si de verdad se iba a entregar a los poderes de su amiga lo mejor sería hacerlo en la intimidad de su recamara, no quería exponerla a la vista de nadie que pudiese juzgarla o denunciarla, sabía que quienes poseían ciertos dones vivían tiempos difíciles, de mucha opresión y persecución. No expondría a eso a Aletheia en su propia casa.
-Ven, pasa. Iain no está, no sé a qué horas llegará –le dijo e ingresó en el amplio dormitorio que ocupaba en aquella casa parisina-. ¿Necesitaremos algo? ¿Cómo me ayudarás? –lo preguntó impaciente, porque era ansiosa por naturaleza, pero luego agregó-: Yo confío en ti, como siempre.
Nadia se acercó al ventanal y contempló el jardín de su residencia. Era su orgullo, aunque claro que no era ella quien había plantado y cuidado las flores que todo lo perfumaban, pese a la estación.
Se ajustó el abrigo y salió, tomada del brazo de su amiga, a los jardines. Caminaban entre ellos y Nadia no podía evitar sonreír al escucharla tan feliz de vivir. Y era extraño, oír a alguien que no se quejara de nada, que simplemente estuviera feliz por lo que la vida le había presentado. Aletheia era una mujer dichosa y Nadia estaba segura de que lo sabía bien.
Se llenó los pulmones de aire fresco, puro y perfumado. Inspiró, llenándose de naturaleza y relajando sus hombros, pero un mareo la asaltó -arruinándolo todo- y Nadia se movió hacia uno de los banquillos de piedra que había debajo de la arboleda para desplomarse en el.
-Lo siento, disculpa. Oh, lo has notado… Desde que llegamos no me he sentido bien, algunos mareos ya me atacaban en el barco. Aunque aquí ya han remitido, un poco al menos. Le aseguré a Iain que consultaría a un médico, pero no he tenido tiempo. Ya sabes, los compromisos sociales a veces no dejan espacio para poder hacer nada más.
Recordaba los poderes de Aletheia y Nadia confiaba en ellos porque se había entregado a su amiga antes, cuando eran solo unas muchachitas con deseos de experimentar la sobrenaturalidad, pero ahora las cosas eran diferentes, eran dos jóvenes adultas ya.
-No creo que sea nada de gravedad, pero sí que es molesto. Si crees que puedes ayudarme de alguna forma, yo con gusto haré lo que me indiques. Ven, volvamos al interior.
Se incorporó y otra vez la puntada en el bajo vientre la ataco. Era como el dolor de los días previos al sangrado mensual, pero sin aparición de él. Nadia volvió a caminar junto a su amiga a paso lento, disfrutando de su jardín, un lujo que no podía darse en su tierra donde las lluvias no permitían el crecimiento de tantos tipos diferentes de plantas como las que allí tenía.
Una vez dentro de la casa, Nadia decidió que si de verdad se iba a entregar a los poderes de su amiga lo mejor sería hacerlo en la intimidad de su recamara, no quería exponerla a la vista de nadie que pudiese juzgarla o denunciarla, sabía que quienes poseían ciertos dones vivían tiempos difíciles, de mucha opresión y persecución. No expondría a eso a Aletheia en su propia casa.
-Ven, pasa. Iain no está, no sé a qué horas llegará –le dijo e ingresó en el amplio dormitorio que ocupaba en aquella casa parisina-. ¿Necesitaremos algo? ¿Cómo me ayudarás? –lo preguntó impaciente, porque era ansiosa por naturaleza, pero luego agregó-: Yo confío en ti, como siempre.
Nadia Scrymgeour- Humano Clase Alta
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Re: Lo que no se dice | Privado
Una vez a solas, en la intimidad de la alcoba, Aletheia cerró la puerta y echó el pestillo. Dudaba que alguien las interrumpiese, pero era mejor tomar precauciones, porque la magia siempre era algo desconocido y la gente tendía a temer aquello que no controlaba.
-No necesitamos nada especial, bastará con que te sientes y te relajes. Es posible que sientas un hormigueo o como una suave corriente, es normal, no te asustes. Voy a intentar canalizar tu aura.
Sus ojos recorrieron aquel flujo de energía latente que envolvía a su amiga y que los humanos corrientes no podían apreciar. Sin embargo, para ella era perfectamente visible y podía leer sus oscilaciones. Era difícil de explicar para alguien que no poseía los dones de la magia, pues no podía verlo o sentirlo con la misma plenitud que un hechicero que ya había despertado a ese maravilloso mundo donde todo ser era algo más de lo que se veía a simple vista.
-Es como un halo de energía que nos envuelve y es posible que me permita saber si hay algo extraño en tu cuerpo. No es algo exacto y, por supuesto, tampoco es infalible. Pero es mejor que nada.
Tomó aire y trató de concentrarse. No debía hacer grandes esfuerzos a causa de su propio estado, pero allí no había peligro alguno y la magia que iba a emplear no era agresiva, así que no había nada que temer. Se sentó en un lateral de la cama e instó a su amiga a ocupar el espacio a su lado.
-Puedes tumbarte si estás más cómoda, a mí me da igual.
Le bastaba con que estuviera relajada. A pesar de no ser necesario, tenía la costumbre de pasar la mano a unos tres centimetros por encima de la parte del cuerpo sobre la que deseaba abrir las brumas del aura, como si eso le ayudara a concentrar la atención. Así que dejó la mano sobre el vientre de Nadia y dejó que la magia se abriera paso, buscando ondulaciones extrañas, algo que pudiera estar mal o quizás, como le había ocurrido cuando Elora había estado a punto de morir, un pequeño destello de incipiente vida.
-No necesitamos nada especial, bastará con que te sientes y te relajes. Es posible que sientas un hormigueo o como una suave corriente, es normal, no te asustes. Voy a intentar canalizar tu aura.
Sus ojos recorrieron aquel flujo de energía latente que envolvía a su amiga y que los humanos corrientes no podían apreciar. Sin embargo, para ella era perfectamente visible y podía leer sus oscilaciones. Era difícil de explicar para alguien que no poseía los dones de la magia, pues no podía verlo o sentirlo con la misma plenitud que un hechicero que ya había despertado a ese maravilloso mundo donde todo ser era algo más de lo que se veía a simple vista.
-Es como un halo de energía que nos envuelve y es posible que me permita saber si hay algo extraño en tu cuerpo. No es algo exacto y, por supuesto, tampoco es infalible. Pero es mejor que nada.
Tomó aire y trató de concentrarse. No debía hacer grandes esfuerzos a causa de su propio estado, pero allí no había peligro alguno y la magia que iba a emplear no era agresiva, así que no había nada que temer. Se sentó en un lateral de la cama e instó a su amiga a ocupar el espacio a su lado.
-Puedes tumbarte si estás más cómoda, a mí me da igual.
Le bastaba con que estuviera relajada. A pesar de no ser necesario, tenía la costumbre de pasar la mano a unos tres centimetros por encima de la parte del cuerpo sobre la que deseaba abrir las brumas del aura, como si eso le ayudara a concentrar la atención. Así que dejó la mano sobre el vientre de Nadia y dejó que la magia se abriera paso, buscando ondulaciones extrañas, algo que pudiera estar mal o quizás, como le había ocurrido cuando Elora había estado a punto de morir, un pequeño destello de incipiente vida.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Lo que no se dice | Privado
Recordaba que hacía unos años su cuñada, Margaret, había pedido su ayuda –su compañía en realidad-, porque había convocado a un hechicero a su casa mientras su esposo, el hermano mayor de Nadia, hacía un viaje corto a Irlanda. Lo que Margaret buscaba con desespero era un hijo, pero por alguna extraña razón –una maldición según creía la mujer- los abortos se sucedían uno tras otro y ya sin muchas opciones ni lugares en los que poner su esperanza, Margaret convocó a un brujo que, ante la atenta mirada de la joven Nadia que por nada del mundo dejaría sola a su cuñada con ese extraño hombre, procedió a atenderla. Margaret tuvo que beber hiervas de olores nauseabundos, comer ramas remojadas en sangre espesa de conejo y someterse luego a un manoseo de parte del hombre que escandalizó a Nadia. Finalmente, tras una segunda sesión con idéntico proceder, Margaret y Liam recibieron la feliz noticia: iban a ser padres. Claro que habiendo pasado por tantas pérdidas antes su confianza estaba mermada… pero tras más de nueve meses de reposo y vida tranquila, Margaret dio a luz a Anne Rose, la única hija que el matrimonio pudo tener hasta el momento, y la flamante madre sabía –al igual que su cuñada- que eso había sido gracias al poder del hechicero.
Pero Nadia no quería ser madre -al menos no de momento, ¡si estaba recién casada! Deseaba primero conocer bien a su Iain para poder proyectar juntos luego-, ella solo quería liberarse de la molestia estomacal que había llegado a su cuerpo hacía unos días y parecía querer quedarse. Afortunadamente tenía a su amiga allí y no acabaría recurriendo a un brujo desconocido que le hiciese comer cosas extrañas, era un alivio estar junto a alguien de confianza en un país donde no tenía amigos aún.
Se sentó y se relajó, tal como Aletheia le había indicado, pero finalmente cayó en la tentación de recostarse mirando el techo… necesitaba descansar la cintura. No era correcto, estaba mal visto mostrarse de forma tan descontracturada ante una visita, pero nuevamente se consoló pensando en que con Aletheia no habría problemas, ella no le recriminaría su falta de protocolo.
-Bueno, encuentra mi… aura –le dijo insegura, acababa de descubrir esa palabra y todavía estaba asimilando la explicación que su amiga le había dado-. ¿Qué sientes? ¿Qué es lo que está mal en mí? –le preguntó finalmente, luego de intentar sin éxito leer sus gestos mientras la hechicera pasaba sus manos sobre ella sin tocarla. Algo sucedía, eso era seguro-. Puede ser una indigestión, me he pasado con los dulces, he comido más de lo común.
Pero Nadia no quería ser madre -al menos no de momento, ¡si estaba recién casada! Deseaba primero conocer bien a su Iain para poder proyectar juntos luego-, ella solo quería liberarse de la molestia estomacal que había llegado a su cuerpo hacía unos días y parecía querer quedarse. Afortunadamente tenía a su amiga allí y no acabaría recurriendo a un brujo desconocido que le hiciese comer cosas extrañas, era un alivio estar junto a alguien de confianza en un país donde no tenía amigos aún.
Se sentó y se relajó, tal como Aletheia le había indicado, pero finalmente cayó en la tentación de recostarse mirando el techo… necesitaba descansar la cintura. No era correcto, estaba mal visto mostrarse de forma tan descontracturada ante una visita, pero nuevamente se consoló pensando en que con Aletheia no habría problemas, ella no le recriminaría su falta de protocolo.
-Bueno, encuentra mi… aura –le dijo insegura, acababa de descubrir esa palabra y todavía estaba asimilando la explicación que su amiga le había dado-. ¿Qué sientes? ¿Qué es lo que está mal en mí? –le preguntó finalmente, luego de intentar sin éxito leer sus gestos mientras la hechicera pasaba sus manos sobre ella sin tocarla. Algo sucedía, eso era seguro-. Puede ser una indigestión, me he pasado con los dulces, he comido más de lo común.
Nadia Scrymgeour- Humano Clase Alta
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Re: Lo que no se dice | Privado
-El aura refleja más estados de ánimo que de salud, aunque todo está relacionado. Y ahora mismo la tuya transmite inquietud. -dudó un momento, pero finalmente siguió hablando-. No voy a mentirte, estoy buscando si existe un aura nueva dentro de ti. Si la encuentro, significará que esperas un hijo. Si no lo hago, tus molestias pueden deberse a otras causas, pero quiero descartar eso antes de hacer nada más, no quisiera que la magia pusiera en peligro al bebé en el caso de que lo hubiera. Sé que dicho así suena inquietante, pero te prometo que normalmente no es peligroso en absoluto, pero... nunca está de más evitar riesgos.
Tampoco podía decirle que la magia era inocua, porque no era cierto. Pero tampoco peligrosa en sí misma. De hecho, gracias a la magia había descubierto que habría un nuevo nacimiento en su familia. La hija de su prometido.
-¿Sabes? Va a sonarte rarísimo, pero... voy a ser abuela -le dijo para distraerla mientras descartaba la opción más básica-. ¿Puedes creerlo? Ni siquiera tengo asimilado que en unos meses seré madre y en apenas unas semanas más, tendré un nieto. Mi vida es un completo descalabro ultimamente. Todavía no se lo he dicho a mis padres, pero es posible que a mi madre le dé un soponcio. Pero bueno, les está costando mucho asimilar que el capitán Paine va a pasar a formar parte de la familia.
En principio no notaba nada fuera de lo normal, no percibía ninguna oscilación ni la presencia de un aura nueva. Parecía que realmente era sólo una molestia estomacal o una mala digestión. También cabía la remota posibilidad de que fuera aún demasiado pronto para notarlo, pero por el tiempo que aparentemente tenían los síntomas...
Aun así, la magia no era algo exacto, así que siempre podía equivocarse.
Tampoco podía decirle que la magia era inocua, porque no era cierto. Pero tampoco peligrosa en sí misma. De hecho, gracias a la magia había descubierto que habría un nuevo nacimiento en su familia. La hija de su prometido.
-¿Sabes? Va a sonarte rarísimo, pero... voy a ser abuela -le dijo para distraerla mientras descartaba la opción más básica-. ¿Puedes creerlo? Ni siquiera tengo asimilado que en unos meses seré madre y en apenas unas semanas más, tendré un nieto. Mi vida es un completo descalabro ultimamente. Todavía no se lo he dicho a mis padres, pero es posible que a mi madre le dé un soponcio. Pero bueno, les está costando mucho asimilar que el capitán Paine va a pasar a formar parte de la familia.
En principio no notaba nada fuera de lo normal, no percibía ninguna oscilación ni la presencia de un aura nueva. Parecía que realmente era sólo una molestia estomacal o una mala digestión. También cabía la remota posibilidad de que fuera aún demasiado pronto para notarlo, pero por el tiempo que aparentemente tenían los síntomas...
Aun así, la magia no era algo exacto, así que siempre podía equivocarse.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Lo que no se dice | Privado
¿Un bebé? Bueno, no era que Nadia no lo hubiese pensado ya, era una posibilidad real… pero Nadia no quería un bebé, no en esos momentos en los que apenas se estaba acomodando a su nueva vida, apenas se estaba haciendo a la idea de todo lo que había resignado con ese matrimonio y de las responsabilidades que en cambio había adquirido. Un bebé cambiaría completamente su mundo justo cuando se estaba intentando acomodar en su nuevo presente.
-Un bebé. Yo… no es que no quiera ser madre, sí que quiero y de hecho supongo que en algún momento lo seré, pero… Oh, Ale, no creo que esté preparada para eso, quiero decir que todavía no estaba siquiera preparada para un matrimonio, ¡imagíname con un bebé! No, no.
En comparación, la vida de su amiga era pura aventura. Un continuo ir y venir de emociones y sorpresas tan mayúsculas que hasta costaba creerle. ¿Abuela? ¿Aletheia? Era una noticia muy fuerte, pero se la veía feliz al respecto y, aunque le daba miedo la reputación que el capitán tenía, Nadia podía decir que a su amiga se la veía radiante, libre y plena… todo lo que ella no era en esos momentos.
-Ale, tu vida es maravillosa porque tú eres maravillosa. Te ocurren cosas todo el tiempo y algunas de lo más extrañas pero tú no dejas de sonreír. Creo que acabaré pidiéndote que me lleves contigo, que me dejes vivir contigo alguna de esas aventuras… Aunque ambas sabemos que yo no me las vería fáciles allí, nací para estar viviendo la vida que estoy viviendo, aunque me pese. Tus padres y los míos eran parecidos, pero nosotras somos diferentes.
Un golpeteo en la puerta de la habitación la interrumpió y Nadia se sobresaltó. Rápidamente se puso en pie y se dirigió allí. Una de las criadas llegaba con una misiva, Nadia la tomó y cerró la puerta sin agradecer a la mujer -mala costumbre de la que no podía deshacerse-. La misiva era de Iain, su esposo, y en ella le avisaba que se había demorado en sus negocios, que no lo esperase para cenar. Con mala cara volvió a la cama, agradecida de no tener que fingir lo que en verdad le ocurría.
-No me ama, Ale, eso siempre lo supe. No esperaba que lo hiciera, al menos no en estos primeros tiempos, pero tampoco se esfuerza demasiado... ¿Faltar a la cena y avisar sobre la hora? ¡Jamás mi padre le hizo algo así a mi madre! No me respeta, no me valora, Ale... No sé qué hacer para que me ame.
-Un bebé. Yo… no es que no quiera ser madre, sí que quiero y de hecho supongo que en algún momento lo seré, pero… Oh, Ale, no creo que esté preparada para eso, quiero decir que todavía no estaba siquiera preparada para un matrimonio, ¡imagíname con un bebé! No, no.
En comparación, la vida de su amiga era pura aventura. Un continuo ir y venir de emociones y sorpresas tan mayúsculas que hasta costaba creerle. ¿Abuela? ¿Aletheia? Era una noticia muy fuerte, pero se la veía feliz al respecto y, aunque le daba miedo la reputación que el capitán tenía, Nadia podía decir que a su amiga se la veía radiante, libre y plena… todo lo que ella no era en esos momentos.
-Ale, tu vida es maravillosa porque tú eres maravillosa. Te ocurren cosas todo el tiempo y algunas de lo más extrañas pero tú no dejas de sonreír. Creo que acabaré pidiéndote que me lleves contigo, que me dejes vivir contigo alguna de esas aventuras… Aunque ambas sabemos que yo no me las vería fáciles allí, nací para estar viviendo la vida que estoy viviendo, aunque me pese. Tus padres y los míos eran parecidos, pero nosotras somos diferentes.
Un golpeteo en la puerta de la habitación la interrumpió y Nadia se sobresaltó. Rápidamente se puso en pie y se dirigió allí. Una de las criadas llegaba con una misiva, Nadia la tomó y cerró la puerta sin agradecer a la mujer -mala costumbre de la que no podía deshacerse-. La misiva era de Iain, su esposo, y en ella le avisaba que se había demorado en sus negocios, que no lo esperase para cenar. Con mala cara volvió a la cama, agradecida de no tener que fingir lo que en verdad le ocurría.
-No me ama, Ale, eso siempre lo supe. No esperaba que lo hiciera, al menos no en estos primeros tiempos, pero tampoco se esfuerza demasiado... ¿Faltar a la cena y avisar sobre la hora? ¡Jamás mi padre le hizo algo así a mi madre! No me respeta, no me valora, Ale... No sé qué hacer para que me ame.
Nadia Scrymgeour- Humano Clase Alta
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 14/03/2017
Re: Lo que no se dice | Privado
-Mi vida era un completo desastre hasta hace unos meses. No voy a mentirte, no era en absoluto feliz. Tenía una rutina, dinero para gastar y vivir con soltura, pero todos los días eran grises. Me levantaba y me arreglaba por inercia, para ver a gente a la que no me importaba impresionar, sólo porque se suponía que era lo que debía hacer.
Durante diez años había hecho lo que se esperaba de ella, había llevado el luto de Leon, había entablado conversaciones con otros hombres con vistas a un acuerdo matrimonial ventajoso, pero finalmente no se había concretado en nada, porque ninguno de ellos llenaba el vacío que había en su vida, ese fantasma que la seguía a todas horas y no la dejaba brillar.
Y, sin embargo, Paine había llegado y había mandado el fantasma al infierno, había convertido su miedo en su mayor fortaleza, la había hecho vibrar y había hecho que su mundo estallara de nuevo en colores. Le había devuelto la magia y ahora la notaba palpitando en sus venas, deseando salir y mostrarse al mundo como lo que era, una hechicera.
Su vida ya no era tranquila y segura, estaba plagada de oscuridad y peligro, pero, al mismo tiempo, era total y absolutamente feliz. Y deseaba lo mismo para su amiga.
Esperó a que estuviera de nuevo a su lado y le contara sus inquietudes.
-Sé que no todos los hombres son iguales, así que no puedo predecir cómo reaccionará tu marido ante esto, pero… Yo también pensaba que Leif no me quería, así que hice todo lo posible por alejarlo de mí. Hasta le hice creer que este hijo que llevo no era suyo, sino de un buen amigo que me visita de vez en cuando, pues le estoy enseñando a abrirse un poco a la magia. Se lo llevaban los demonios por los celos. Cada paso que daba para intentar demostrarle que yo no le amaba, con más ansias se esforzaba él en hacerme confesar lo contrario, hasta que, finalmente, ambos aceptamos lo que sentíamos. Sé que esto que voy a proponerte es una locura, pero… ¿cómo reaccionaría Iain si otro hombre te reclamara? ¿Tendría celos o simplemente te dejaría marchar y ser feliz al lado de otro? Porque conozco a una tripulación de piratas con los que montar un secuestro falso mientras tú permaneces unos días oculta en mi casa, o puedo pedirle a Corbin que se deje ver por aquí con algunas flores.
Durante diez años había hecho lo que se esperaba de ella, había llevado el luto de Leon, había entablado conversaciones con otros hombres con vistas a un acuerdo matrimonial ventajoso, pero finalmente no se había concretado en nada, porque ninguno de ellos llenaba el vacío que había en su vida, ese fantasma que la seguía a todas horas y no la dejaba brillar.
Y, sin embargo, Paine había llegado y había mandado el fantasma al infierno, había convertido su miedo en su mayor fortaleza, la había hecho vibrar y había hecho que su mundo estallara de nuevo en colores. Le había devuelto la magia y ahora la notaba palpitando en sus venas, deseando salir y mostrarse al mundo como lo que era, una hechicera.
Su vida ya no era tranquila y segura, estaba plagada de oscuridad y peligro, pero, al mismo tiempo, era total y absolutamente feliz. Y deseaba lo mismo para su amiga.
Esperó a que estuviera de nuevo a su lado y le contara sus inquietudes.
-Sé que no todos los hombres son iguales, así que no puedo predecir cómo reaccionará tu marido ante esto, pero… Yo también pensaba que Leif no me quería, así que hice todo lo posible por alejarlo de mí. Hasta le hice creer que este hijo que llevo no era suyo, sino de un buen amigo que me visita de vez en cuando, pues le estoy enseñando a abrirse un poco a la magia. Se lo llevaban los demonios por los celos. Cada paso que daba para intentar demostrarle que yo no le amaba, con más ansias se esforzaba él en hacerme confesar lo contrario, hasta que, finalmente, ambos aceptamos lo que sentíamos. Sé que esto que voy a proponerte es una locura, pero… ¿cómo reaccionaría Iain si otro hombre te reclamara? ¿Tendría celos o simplemente te dejaría marchar y ser feliz al lado de otro? Porque conozco a una tripulación de piratas con los que montar un secuestro falso mientras tú permaneces unos días oculta en mi casa, o puedo pedirle a Corbin que se deje ver por aquí con algunas flores.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 18/01/2017
Edad : 254
Re: Lo que no se dice | Privado
Suponía que no todos los hombres eran iguales -decir eso no estaba bien, ninguna persona se parecía a otra-, pero Iain era tan particular… Nadia, con respecto a su marido, vivía en constante temor de equivocarse con él, pensaba las cosas antes de decirlas, cada propuesta era analizada antes de formularse. Nadia no era Nadia cuando estaba con su esposo, sino la mujer ideal que a cualquier hombre le gustaría tener a su lado. Creía que cumplía las expectativas de Iain, pero sin duda no con las propias.
-Supongo que esto le gustará, ¿qué hombre no quiere ser padre? Supongo que solo por eso se casan… Seremos madres con poco tiempo de diferencia, Ale, eso es maravilloso. Nuestros hijos serán tan buenos amigos como nosotras lo somos, pese a que han pasado los años seguimos juntas.
Dudaba mucho que Iain Scrymgeour desease que su hijo o hija pasara tiempo con el hijo o hija del temible capitán Paine, pero lo pensó luego de haberlo dicho. Bueno, si lo pensaba un poco más, ni siquiera ella estaba segura de que su bebé tuviese relación con alguien así. Por mucho cariño que le tuviera a Aletheia, prefería quedarse lejos de un reconocido bandido como era el capitán Paine.
Un bebé. Se llevó ambas manos al vientre, todavía no lo creía. Nadia decidió en ese momento que dejaría de pensar en eso y que no lo creería hasta que se lo dijese algún médico, aunque la duda ya estaba instalada en ella.
Salió de sus pensamientos en cuando oyó la idea de su amiga. ¿Había entendido mal o proponía que buscase a otro hombre que la pretendiera? Estaba desvariando y Nadia no pudo dominar el gesto de espanto que le reinó en el rostro.
-No creo que eso vaya a funcionar, no es del tipo del hombre que demuestre lo que siente o piensa. No niego que me gustaría sentir que se preocupa por mí, que me cela aunque sea un poco, pero ¿con un pirata? Sería demasiado extraño, Ale. Una extralimitación, sin dudas –le dijo, porque entre ellas había confianza.
-Supongo que esto le gustará, ¿qué hombre no quiere ser padre? Supongo que solo por eso se casan… Seremos madres con poco tiempo de diferencia, Ale, eso es maravilloso. Nuestros hijos serán tan buenos amigos como nosotras lo somos, pese a que han pasado los años seguimos juntas.
Dudaba mucho que Iain Scrymgeour desease que su hijo o hija pasara tiempo con el hijo o hija del temible capitán Paine, pero lo pensó luego de haberlo dicho. Bueno, si lo pensaba un poco más, ni siquiera ella estaba segura de que su bebé tuviese relación con alguien así. Por mucho cariño que le tuviera a Aletheia, prefería quedarse lejos de un reconocido bandido como era el capitán Paine.
Un bebé. Se llevó ambas manos al vientre, todavía no lo creía. Nadia decidió en ese momento que dejaría de pensar en eso y que no lo creería hasta que se lo dijese algún médico, aunque la duda ya estaba instalada en ella.
Salió de sus pensamientos en cuando oyó la idea de su amiga. ¿Había entendido mal o proponía que buscase a otro hombre que la pretendiera? Estaba desvariando y Nadia no pudo dominar el gesto de espanto que le reinó en el rostro.
-No creo que eso vaya a funcionar, no es del tipo del hombre que demuestre lo que siente o piensa. No niego que me gustaría sentir que se preocupa por mí, que me cela aunque sea un poco, pero ¿con un pirata? Sería demasiado extraño, Ale. Una extralimitación, sin dudas –le dijo, porque entre ellas había confianza.
Nadia Scrymgeour- Humano Clase Alta
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 14/03/2017
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