Spártakos.

Psicología

Soy un hombre hecho a sí mismo. La vida nunca me dio nada regalado, al contrario, parecía querer quitármelo todo. Intentaron doblegar mi voluntad y destruir mis esperanzas, mas yo fui más fuerte de lo que nadie pensaba y me sobrepuse a cada golpe que me dio el destino.

Algunos me vieron como un objeto y yo les demostré que soy mucho más que eso. Soy culto, un estratega. Cuando me propongo algo, lo consigo, aunque para la mayoría parezca una gesta imposible. El tesón y el valor nunca me han faltado y los he amoldado a mi día a día, usándolos como bandera para mis hazañas que aún hacen eco en la historia conocida.

Habréis oído muchas habladurías sobre mí, sobre las sublevaciones de mis camaradas, mis ideales que sólo flaquearon una vez y con ello llegó nuestra destrucción, la de los esclavos rebeldes, los luchadores por la libertad. Entenderéis ahora, por qué ya no flaqueo y cuando tomo una decisión, nunca cedo.

Historia

Todos conocen la historia de Spártakos hasta su muerte, así que empezaré a relatar a partir de entonces; lo que nadie sabe, excepto yo.

La gente cree que morí junto a más de 60.000 hombres en la batalla del río Silario, mas nunca encontraron mi cuerpo, ¿jamás se preguntaron por qué? ¿Nadie sospechó nunca que pude haber escapado? No, claro que no, porque Spártakos no era ni es un cobarde. Yo no hui ni me escondí, luché con mis compañeros a pie, nada de a caballo, y caí. Caí como muchos, luchando de pie, de rodillas e incluso arrastrándome por la tierra rojiza de sangre. Perdí la consciencia, mas no la vida. Eso sí, pasaron años hasta que desperté de una pesadilla cíclica, de un círculo vicioso en el que, en mis recuerdos, se repetía una y otra vez la muerte de mis camaradas, de mis amigos, de mis hermanos. Los vi ser ensartados por espadas y flechas, vi sus armaduras hacerse jirones, trizas, desgarrarse como si fueran simples telas vaporizadas. Les vi ahogarse en gritos y borbotones de plasma colorado, suplicar por sus vidas y en todas esas imágenes que pasaban repetidamente por mi mente, yo no hacía nada. Esa era la verdadera pesadilla, que yo, en esos sueños, ni me inmutaba. Fue como vivir en el mismísimo infierno un tiempo que, a mí, se me hizo eterno.

Para cuando desperté, yo aparentaba ser el mismo, seguía teniendo mis cicatrices de batalla, mi piel tostada por el sol. Por fuera era el mismo, pero por dentro… Por dentro había cambiado. Aquellos malos sueños habían hecho estragos con mi cabeza y había algo más, algo que desconocía. Pero pronto descubrí lo ocurrido, cuando un hombre entrado en años, pero sin llegar a ser un anciano, me explicó cómo había llegado allí y lo que ahora era. Me habían convertido en un no muerto, un vampiro. También me dijo que llevaba cerca de cuatro siglos sin despertar, normal que me hubiese parecido una eternidad, ¿qué ser humano vivía más de cincuenta años por aquel entonces? Ninguno. Y yo tenía casi cuatro siglos y medio de existencia, aunque la gran parte la hubiera pasado dormido, y no apaciblemente, por desgracia.

A partir de aquel momento tuve que aprender a convivir conmigo mismo, porque ya no me conocía, ya no sentía como antes, no sudaba, no quedaban más cicatrices sobre mi piel ni me dolían los pies por andar durante semanas. Tampoco me rugía el estómago cuando tenía hambre, ni podía comer lo que antes habría devorado. Lo único que mi cuerpo toleraba era la sangre y, en contadas ocasiones, algo de vino también me apetecía y mal no me sentaba. Al parecer, mis órganos ya no eran funcionales como antaño, no debía preocuparme por las enfermedades o la vejez, sólo por el sol, las estacas y ser decapitado. Las dos últimas eran algo en lo que no pensaba demasiado, pero pasar a vivir sin los rayos calientes del astro más grande… Aquello fue difícil para mí, que tantos días pasé bajo su abrasador calor, luchando, andando y volviendo a luchar.

Empecé a conocerme y me adapté a los nuevos tiempos, incluso a mi nuevo enclave. Ya no estaba las tierras que tan bien me conocía, me encontraba en la Hispania romana. Sabiendo de mi futura larga vida, decidí aprovechar el tiempo, en vez de desperdiciarlo por poseer demasiado. Estudié lenguas que desconocía, descubrí mapas de territorios aún por explorar por el que antaño fuera un esclavo. Aprendí sobre distintas culturas, religiones, y la existencia de otros seres sobrenaturales como ahora lo era yo. Me instruyeron para guardarme las espaldas, quería que fuera un soldado de nuevo, por eso me habían convertido. Habían admirado mi estrategia y el poder que tenía sobre los humanos, quisieron usarlo en su favor. Accedí, mas ocultaba otras intenciones yo.

Llegado el momento, cuando ya había conseguido todo lo que consideraba de utilidad de aquellos otros vampiros, tracé un plan de huida, uno que me garantizara escapar sin traerlos tras de mí. Estaba acostumbrado a los enfrentamientos, pero no era lo que buscaba. Se habían portado relativamente bien conmigo, el único problema era que no compartíamos ideales y yo no quería ser un peón en la partida de otro jugador.

Mi treta fue todo un éxito y logré salir de allí con vida y con el permiso de quienes en su día me convirtieron y mantuvieron cautivo, a su manera. Habían pasado más de dos siglos de nuevo, ya estábamos en el siglo V después de Cristo, manera en que se contaban entonces los años y que aún se usa. Empecé a viajar por tierra y mar, descubriendo de nuevo todo aquello que había conocido a través de libros y escritos varios. Conocí a muchos seres, humanos, licántropos, hechiceros, gitanos… Me codeé con otros vampiros y vampiresas, aprendí más de ellos, de sus experiencias. Absorbía información como una esponja de mar, me empapaba de conocimiento, de sabiduría, de vivencias. Me curtí como ser sobrenatural y como el antiguo hombre que había sido.

Siempre cambiante, me tuve que ir adaptando a las diferentes épocas, poco a poco, porque yo cambiaba con ellas, no como la primera vez que desperté tras mi muerte humana. Ahora yo evolucionaba con la historia, formaba parte de ella, pero de manera discreta, sin llamar la atención. Y así sigo, aprovechando siempre al máximo las noches, y cuando el clima me lo permite, hasta los días.

Actualmente resido en París, donde llevo varios años y me hecho cierto renombre. Son tiempos difíciles, y esta ciudad está llena de muerte. No puede uno ser un ciudadano normal, bondadoso y respetado, hay que mostrarse fuerte, desconfiado y astuto. He aprendido que, sin dinero, no se puede avanzar en la sociedad de los tiempos que corren, así que me espabilado a mi manera, algo retorcida y poco sensata, pero hay que amoldarse a la época, como siempre.

Habilidades

→ Sanación acelerada: Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves (esto no aplica al desmembramiento, si les arrancan un brazo, el brazo no volverá a crecer). El tiempo de recuperación varía según el personaje y la gravedad de la herida o lesión. Cuando se trata de balas de plata o fuego pueden morir si las heridas son muy graves.

→ Percepción del aura: Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder también les permite reconocer a otros vampiros e identificar a los licántropos gracias a su aura colorada y su característico olor.

→ Bloqueo mental: Es la habilidad para bloquear su mente y nadie (ni siquiera los vampiros que leen mentes) pueden saber lo que piensa.

→ Persuasión: Habilidad para controlar las acciones o el razonamiento de otra persona. Este poder logra que otras personas realicen acciones, sin que éstas puedan negarse o incluso darse cuenta, mediante palabras con entonación imperativa, es decir, ordenándolas.

→ Confusión: El vampiro puede hacer que su víctima se sienta completamente desorientada sin más que mirarle a los ojos y hablar con él. La víctima sólo será consciente de fragmentaos sueltos de sus propios recuerdos. Se sentirá confuso constantemente y vagará de un lado a otro, aturdido y sin saber que hacer exactamente. La confusión es temporal.