AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cuenta hasta díez//Spártakos
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Cuenta hasta díez//Spártakos
Estiró sus piernas de manera casi perezosa, disfrutando de los últimos rayos de sol, su cuerpo descansaba en una de las bardas que rodeaban la finca de manera sugestiva. Había estado ahí un buen rato observando el cielo mientras provocaba con aquel olgado vestido a los jóvenes trabajadores, le encantaba ser el centro de atención y ser la causa de admiración, suspiro con fuerza tratando de unir los puntos destellantes que adornaban el cielo conforme este se oscurecia, estaba demaciado aburrida y un tanto molesta, porsupuesto se negó en un principio a acompañar a su Tía Clarisa pero dado que necesitaba ser vigilada su padre gustoso le echo el saco a la pobre mujer que prácticamente no tenía vida, ya le cobraría aquello.
Estiró sus manos alzandolas, demaciado pálidas y demacradas, hizo una mueca de desagrado. No le gustó cómo se veían, no estaban perfectas, porque?; Su cuerpo se enderezó y con un pequeño salto bajo sin problema sin dejar de ver sus manos traicioneras, no llevaba zapatos y aún así su apariencia era pulcra con su cabello bien cepillado, luciendo aquel suelto vestido como una ninfa del bosque... pero no, no todo era perfecto, sus estupidas manos lucian mal, les faltaba color, si eso era, un poco de color lo arreglaría. Camino con aquella mirada perdida pensando solo en lo mal que habían estado sus manos y ella ni en cuenta, su tía en algún punto la interceptó pero como siempre se las ingenio para que le dejara un rato más prometiendo no alejarse de la propiedad, le costó disimular su molestia pero después de todo lo traía en la sangre haciendo uso de su mejor actuación, sin contar que la gente parecía más tranquila cuando no sonreía con euforia así que solo le dedicó una media y apacible sonrisa a su Tía quien tras un momento de duda le permitió tardar unos minutos más.
La hierba comenzaba a alzarse llegandole a las rodillas, así que solo se tumbó quedando con las piernas un poco flexionadas después de andar sin rumbo un rato.
–Un poco de color–
Murmuró restregando una piedra lisa en la palma de su mano derecha con verdadero ímpetu en la tarea, se le escapó un quejido que no sonaba exactamente de dolor pero aún con eso no desistió y no paro hasta que esta quedó de un tono rosado con pequeños puntos rojos por la fricción, ladeó el rostro cavilando en el resultado, una mueca volvió a adornar el rostro no era lo que esperaba aún le faltaba algo. Con cólera arrojo la roca lejos de ella y casi desespera comenzó a buscar algo puntiagudo.
–uno, dos, tres...–
Canturreo moviendo los dedos de su mano lastimada como si eso la pudiera tranquilizar de alguna forma, ya no había luz alguna solo la de aquella luna amarilla que no ayudaba para nada.
Última edición por Adrienne Ferretti el Vie Jun 01, 2018 12:32 pm, editado 1 vez
Adrienne Ferretti- Humano Clase Alta
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 22/05/2018
Re: Cuenta hasta díez//Spártakos
El sol acababa de ponerse, lo que anunciaba que su ficticio día daba comienzo. Su trabajo era algo que se llevaba a cabo mejor en plena nocturnidad, precisamente era uno de los motivos por los que, a pesar de su rigurosa moralidad, se había decantado por aquel tipo de oficio. Para ser especulador se necesitaba tener pocos escrúpulos y aunque Spártakos era un hombre noble, en su vida humana se había dedicado a verter sangre por el bien de su pueblo. Si bien no se dedicaba a timar a los pobres, no tenía problemas en sacarle el dinero a los opulentos.
Era el dueño de su propio negocio así que no tenía hora de entrada o salida, únicamente iba al ritmo que le apetecía y sólo las reuniones puntuales fijaban unas citas concretas que no se saltaba nunca. Era excesivamente puntual y a pesar de tener toda la eternidad por delante, era un hombre que odiaba tener que esperar, por ello mismo tampoco se lo hacía a los demás. Aquel martes en concreto no tenía nada que hacer que no pudiera ser pospuesto, así que se decidió a dar un tranquilo paseo para intentar descubrir las cosas nuevas. Normalmente siempre se encontraba con las mismas caras noche tras noche, pero en la vida había excepciones y esas pequeñas distinciones en la rutina eran lo que hacían que mereciera la pena la inmortalidad.
Con el cuello de su abrigo alzado, por costumbre, no porque fuera capaz de sentir frío, y las manos en los bolsillos, caminó de manera apacible por las calles adoquinadas de un París decadente, húmedo y gris. Lejos estaba eso de hacer honor al nombre por el que se conocía a aquella ciudad, la ciudad de la luz. Cuando, de pronto, el aroma de la sangre inundó sus fosas nasales. No era algo exagerado, sino sutil, pero con sus sentidos sumamente desarrollados y los siglos que llevaba alimentándose, se había vuelto todo un sibarita y era capaz de captar aquel olor en la distancia lejana. Arrugó la nariz al tiempo en que sus ojos fulguraban rojizos. Sus pies giraron en la siguiente esquina y guiaron su cuerpo hacia el origen de aquella fragancia, adornada con flores ácidas de naranjo. Se detuvo tras un muro, deslizándose hasta la verja de entrada y desde allí pudo ver a una muchacha que hacía algo extraño con sus manos. Estaba usando una piedra como si fuera una pastilla de jabón y con ésta se frotaba de manera insistente el dorso de sus manos, lo que hizo que la sangre aflorara hacia la piel y a través de los poros se filtrara hasta llamar la atención del cainita.
Se quedó plantado frente a la entrada, llevando la diestra a rodear uno de los barrotes. Carraspeó, buscando llamar la atención de la joven extraña. —¿No es muy tarde para que estéis tan poco tapada, madame?—
Era el dueño de su propio negocio así que no tenía hora de entrada o salida, únicamente iba al ritmo que le apetecía y sólo las reuniones puntuales fijaban unas citas concretas que no se saltaba nunca. Era excesivamente puntual y a pesar de tener toda la eternidad por delante, era un hombre que odiaba tener que esperar, por ello mismo tampoco se lo hacía a los demás. Aquel martes en concreto no tenía nada que hacer que no pudiera ser pospuesto, así que se decidió a dar un tranquilo paseo para intentar descubrir las cosas nuevas. Normalmente siempre se encontraba con las mismas caras noche tras noche, pero en la vida había excepciones y esas pequeñas distinciones en la rutina eran lo que hacían que mereciera la pena la inmortalidad.
Con el cuello de su abrigo alzado, por costumbre, no porque fuera capaz de sentir frío, y las manos en los bolsillos, caminó de manera apacible por las calles adoquinadas de un París decadente, húmedo y gris. Lejos estaba eso de hacer honor al nombre por el que se conocía a aquella ciudad, la ciudad de la luz. Cuando, de pronto, el aroma de la sangre inundó sus fosas nasales. No era algo exagerado, sino sutil, pero con sus sentidos sumamente desarrollados y los siglos que llevaba alimentándose, se había vuelto todo un sibarita y era capaz de captar aquel olor en la distancia lejana. Arrugó la nariz al tiempo en que sus ojos fulguraban rojizos. Sus pies giraron en la siguiente esquina y guiaron su cuerpo hacia el origen de aquella fragancia, adornada con flores ácidas de naranjo. Se detuvo tras un muro, deslizándose hasta la verja de entrada y desde allí pudo ver a una muchacha que hacía algo extraño con sus manos. Estaba usando una piedra como si fuera una pastilla de jabón y con ésta se frotaba de manera insistente el dorso de sus manos, lo que hizo que la sangre aflorara hacia la piel y a través de los poros se filtrara hasta llamar la atención del cainita.
Se quedó plantado frente a la entrada, llevando la diestra a rodear uno de los barrotes. Carraspeó, buscando llamar la atención de la joven extraña. —¿No es muy tarde para que estéis tan poco tapada, madame?—
Spártakos- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 07/09/2017
Re: Cuenta hasta díez//Spártakos
No sé inmutó ante la intromisión, solo se limitó a mover su fino rostro de manera suave elevando su mirada para toparse con el portador de aquella voz firme; le agrado a la vista y no lo oculto, por el contrario enfatizó su agrado con una sonrisa un tanto inapropiada pero seguro aquel no la vería sería difícil pues su posición entre las hierbas le ocultaba un tanto. Se irguió y camino pausado hasta el límite que marcaban aquellos barrotes en la extensa propiedad, oculto sus manos por un momento detrás de su espalda resaltando su andar hasta llegar a estar a corta distancia del extraño.
–Tarde dice?, O quizás debe reconsiderar que tambien puede ser muy temprano para que anden las ánimas...depende de qué lado este el cuestionado. Tal vez yo sea una y el horario no afecte mi temperatura incambiable no lo cree?...–
Respondió con mirada traviesa, acercando el rostro hasta el de su interlocutor entre aquellos barrotes dándose la oportunidad de cavilar en las facciones que detallaban al adonis. Si, era apuesto por lo que eso bastó para dejar ser a la actriz insufrible, después de todo un poco de juego no le caería mal si estaba tan aburrida y frustrada por el caso perdido que eran sus manos, por lo menos había conseguido un poco de color en ellas.
–La noche es calurosa...no lo nota?, cualquiera preferiría andar con los prejuicios más sueltos.–
Los dedos bailaron en el metal dejando un pequeño rastro de aquel líquido carmesí, tras una pequeña risa le devolvió el espacio personal al hombre caminando en línea recta sin alejarse de la reja tocando cada barrote a su paso, siendo conciente de la mirada en ella y esperando que esté le seguirá casi danzó a cada paso. No mentía cuando hablaba del calor que sentía, pero lejos estaba de atribuir al clima el rubor en sus mejillas pues estar expuesta tanto tiempo a la intérperie y el sereno le estaban causando un pico febril que no tardaría en derivar en un fuerte resfriado.
Adrienne no era prudente ni tenía temor de Dios como dicen por ahí, el que aquel pudiese resultar un hombre peligroso le atraía, su lado autodestructivo la impulsaba a situaciones que por sentido común la gente rehuía, un claro ejemplo sería alejarse de aquel extraño, pero está parecía demasiado divertida para su propio bien sin tomar en cuenta que su elección de "presa" estaba muy errada y fuera de sus tretas.
–Perdio el camino? Porque es muy tarde para que un caballero ande sin compañia por estas tierras tan solas...–
El tono de su voz fue pausado y enfatizó alargando la última palabra mientras detenía su paso al ver un hueco suficiente entre dos barrotes para que su cuerpo cruzara y así lo hizo con sutil gracia en cada movimiento hasta que tambaleo un poco una vez del otro lado.
–Tarde dice?, O quizás debe reconsiderar que tambien puede ser muy temprano para que anden las ánimas...depende de qué lado este el cuestionado. Tal vez yo sea una y el horario no afecte mi temperatura incambiable no lo cree?...–
Respondió con mirada traviesa, acercando el rostro hasta el de su interlocutor entre aquellos barrotes dándose la oportunidad de cavilar en las facciones que detallaban al adonis. Si, era apuesto por lo que eso bastó para dejar ser a la actriz insufrible, después de todo un poco de juego no le caería mal si estaba tan aburrida y frustrada por el caso perdido que eran sus manos, por lo menos había conseguido un poco de color en ellas.
–La noche es calurosa...no lo nota?, cualquiera preferiría andar con los prejuicios más sueltos.–
Los dedos bailaron en el metal dejando un pequeño rastro de aquel líquido carmesí, tras una pequeña risa le devolvió el espacio personal al hombre caminando en línea recta sin alejarse de la reja tocando cada barrote a su paso, siendo conciente de la mirada en ella y esperando que esté le seguirá casi danzó a cada paso. No mentía cuando hablaba del calor que sentía, pero lejos estaba de atribuir al clima el rubor en sus mejillas pues estar expuesta tanto tiempo a la intérperie y el sereno le estaban causando un pico febril que no tardaría en derivar en un fuerte resfriado.
Adrienne no era prudente ni tenía temor de Dios como dicen por ahí, el que aquel pudiese resultar un hombre peligroso le atraía, su lado autodestructivo la impulsaba a situaciones que por sentido común la gente rehuía, un claro ejemplo sería alejarse de aquel extraño, pero está parecía demasiado divertida para su propio bien sin tomar en cuenta que su elección de "presa" estaba muy errada y fuera de sus tretas.
–Perdio el camino? Porque es muy tarde para que un caballero ande sin compañia por estas tierras tan solas...–
El tono de su voz fue pausado y enfatizó alargando la última palabra mientras detenía su paso al ver un hueco suficiente entre dos barrotes para que su cuerpo cruzara y así lo hizo con sutil gracia en cada movimiento hasta que tambaleo un poco una vez del otro lado.
Adrienne Ferretti- Humano Clase Alta
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 22/05/2018
Re: Cuenta hasta díez//Spártakos
Su lado depredador, aunque normalmente contenido por los siglos que llevaba ya siendo un vampiro, no pudo evitar emerger ligeramente por el atrayente olor de la sangre que, a cada paso que daba la muchacha de cabellos claros, destilaba. Era embriagador y sumado al aroma de las flores, tornaba aquel férrico sabor, que casi podía paladear en la distancia, en algo dulzón, similar a un postre. Sus ojos la siguieron, acechándola sin que su cuerpo llegara a moverse, pétreo como una roca y frío como el mismísimo mármol. Le hizo gracia la referencia que hizo la joven a las ánimas, intentando asemejarse a lo que, en teoría él era. Pero cuan equivocada estaba, porque los cainitas no poseían alma, así que ser llamados de ese modo, no era más que una mentira cruel para todos.
Él no podía sentir la temperatura a no ser que ésta fuera excesiva. Obviamente notaba el abrasar del fuego, aunque seguramente nada tenía que ver con vivirlo como un mortal, pero hacía tanto tiempo de aquello que no lo podía recordar. —Me temo, madame, que no debe encontrarse usted bien, pues puedo ver el blanquecino vaho emerger de sus labios y eso no es señal de que haga calor, sino todo lo contrario.— Matizó, viendo como la chica se desplazaba hacia un lateral tras haber dejado parte de sí en uno de los barrotes. Los colmillos de Spártakos amenazaron con crecer, con cortarle la lengua o los labios. Mas supo contener la sed, apartándose del origen, de aquella linfa que con sutil gracia se deslizaba por el hierro en busca de morir en el suelo.
En cuanto la dama cruzó la valla y se presentó al otro lado, la vio tambalearse, confirmándole lo que él mismo le había dicho. No era normal que no sintiera el frío, veía su aura mortal, y tampoco era lógico que oliera a sangre, aunque fuera de manera tenue. Dio varios pasos rápidos en su dirección, sosteniéndola cuando, de pronto, la vio perder el equilibrio y venirse abajo, evitando que se golpeara contra algo. —¿Qué os ocurre? No oléis a alcohol, pero parecéis ebria de algo…— Comentó sin intención de ofender, aunque, tal vez, utilizando unas palabras equivocadas para la ocasión. Pudo ver, ahora en la cercanía, como la pálida frente de la desconocida estaba perlada en sudor. Debía tener fiebre, eso explicaría lo de su incapacidad de percibir adecuadamente la temperatura, incluso el tambaleo se achacaría a un mareo por lo mismo. —Deberías entrar en casa y meteros en la cama, madame. Estáis febril.— Aseguró, incorporándola y dejándola sentada, apoyada contra su pierna izquierda que tenía flexionada en un costado del cuerpo de la muchacha. —¿Podéis levantaros? ¿Necesitáis que llame a alguien para que venga a buscaros aquí fuera?—
Él no podía sentir la temperatura a no ser que ésta fuera excesiva. Obviamente notaba el abrasar del fuego, aunque seguramente nada tenía que ver con vivirlo como un mortal, pero hacía tanto tiempo de aquello que no lo podía recordar. —Me temo, madame, que no debe encontrarse usted bien, pues puedo ver el blanquecino vaho emerger de sus labios y eso no es señal de que haga calor, sino todo lo contrario.— Matizó, viendo como la chica se desplazaba hacia un lateral tras haber dejado parte de sí en uno de los barrotes. Los colmillos de Spártakos amenazaron con crecer, con cortarle la lengua o los labios. Mas supo contener la sed, apartándose del origen, de aquella linfa que con sutil gracia se deslizaba por el hierro en busca de morir en el suelo.
En cuanto la dama cruzó la valla y se presentó al otro lado, la vio tambalearse, confirmándole lo que él mismo le había dicho. No era normal que no sintiera el frío, veía su aura mortal, y tampoco era lógico que oliera a sangre, aunque fuera de manera tenue. Dio varios pasos rápidos en su dirección, sosteniéndola cuando, de pronto, la vio perder el equilibrio y venirse abajo, evitando que se golpeara contra algo. —¿Qué os ocurre? No oléis a alcohol, pero parecéis ebria de algo…— Comentó sin intención de ofender, aunque, tal vez, utilizando unas palabras equivocadas para la ocasión. Pudo ver, ahora en la cercanía, como la pálida frente de la desconocida estaba perlada en sudor. Debía tener fiebre, eso explicaría lo de su incapacidad de percibir adecuadamente la temperatura, incluso el tambaleo se achacaría a un mareo por lo mismo. —Deberías entrar en casa y meteros en la cama, madame. Estáis febril.— Aseguró, incorporándola y dejándola sentada, apoyada contra su pierna izquierda que tenía flexionada en un costado del cuerpo de la muchacha. —¿Podéis levantaros? ¿Necesitáis que llame a alguien para que venga a buscaros aquí fuera?—
Spártakos- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 07/09/2017
Re: Cuenta hasta díez//Spártakos
Un mojin apareció en el rostro por las palabras del extraño, le había comparado con una persona influenciada por el consumo de alcohol?, Si no fuera tan agradable a la vista hubiera caído de su simpatía por aquel comentario así que su rostro por un momento reflejo molestia que al darse cuenta rápido disipó con una sonrisa un tanto extraña ladeando el rostro con la gracia de una muñeca de porcelana.
–Hummm. Entonces que aroma percibe en mi Monsieur...–
Murmuró pues no hacía falta alzar la voz ahora que el adonis le sostenia... Adrienne jugaba, usando un tono dulce de inocencia dudosa. Negó con la cabeza inmediatamente pues ella se creía estar perfecta y ese tambaleo bueno, seguro se tropezó con una piedra o la hierba húmeda le hizo una mala pasada así que esperando respuesta levantó el brazo paseando el dorso de su mano delante del rostro varonil insitandole a que degustará de aquel rastro de lilas en su piel, ignorando por completo que este insistia en su estado de salud, aunque por otro lado...
–Casa?...me temo que está muy lejos y yo me siento de maravilla solo fue un resbalon lo que me hizo perder el suelo así que tomaré lo de febril como un cumplido atrevido, de igual manera no hay a quien hablar.–
Repondio con un dejé de altivez dando con su dedo indice un pequeño golpecito sobre los labios del sin nombre en un acto de irracional confianza infundada; giró su rostro suavemente suspirando mientras sentia más calor en su cuerpo que ni siquiera sé percató de la anormal temperatura del hombre cuando su piel tocó la ajena, suspicaz recorrió el entorno con su mirada hasta que regreso sus dos azules al hombre clavandolos en los oscuros, liderando una batalla por ver quién pestañeaba primero hasta que está se aburrió y apoyándose, casi restregandose en el cuerpo contrario se levantó como si nada, finalizando con un pequeño brinco que desató su risa cantaría para comenzar a caminar sin rumbo evidente
–No se quede ahí o la noche se lo puede tragar.–
La mirada de la rubia se entrecerró intentando enfocar a su interlocutor, su cabello comenzaba a humedecerse por la brisa o quizás su propio sudor, no lo tenía claro; entre pasos sus ojos descendieron un instante captando que en sus manos ya solo había quedado un leve rastro de sangre seca que busco quitar tallandolas entre si. La brisa comenzaba a estancarse en los parajes llegando a ocultar la figura femenina a pesar del clima despejado del cual está había disfrutado hace un par de horas.
–Hummm. Entonces que aroma percibe en mi Monsieur...–
Murmuró pues no hacía falta alzar la voz ahora que el adonis le sostenia... Adrienne jugaba, usando un tono dulce de inocencia dudosa. Negó con la cabeza inmediatamente pues ella se creía estar perfecta y ese tambaleo bueno, seguro se tropezó con una piedra o la hierba húmeda le hizo una mala pasada así que esperando respuesta levantó el brazo paseando el dorso de su mano delante del rostro varonil insitandole a que degustará de aquel rastro de lilas en su piel, ignorando por completo que este insistia en su estado de salud, aunque por otro lado...
–Casa?...me temo que está muy lejos y yo me siento de maravilla solo fue un resbalon lo que me hizo perder el suelo así que tomaré lo de febril como un cumplido atrevido, de igual manera no hay a quien hablar.–
Repondio con un dejé de altivez dando con su dedo indice un pequeño golpecito sobre los labios del sin nombre en un acto de irracional confianza infundada; giró su rostro suavemente suspirando mientras sentia más calor en su cuerpo que ni siquiera sé percató de la anormal temperatura del hombre cuando su piel tocó la ajena, suspicaz recorrió el entorno con su mirada hasta que regreso sus dos azules al hombre clavandolos en los oscuros, liderando una batalla por ver quién pestañeaba primero hasta que está se aburrió y apoyándose, casi restregandose en el cuerpo contrario se levantó como si nada, finalizando con un pequeño brinco que desató su risa cantaría para comenzar a caminar sin rumbo evidente
–No se quede ahí o la noche se lo puede tragar.–
La mirada de la rubia se entrecerró intentando enfocar a su interlocutor, su cabello comenzaba a humedecerse por la brisa o quizás su propio sudor, no lo tenía claro; entre pasos sus ojos descendieron un instante captando que en sus manos ya solo había quedado un leve rastro de sangre seca que busco quitar tallandolas entre si. La brisa comenzaba a estancarse en los parajes llegando a ocultar la figura femenina a pesar del clima despejado del cual está había disfrutado hace un par de horas.
Adrienne Ferretti- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/05/2018
Re: Cuenta hasta díez//Spártakos
La actitud de la joven dejaba mucho que desear. Si no estaba perdida dentro de aquella cabeza, entonces no sabía lo que le ocurría. Era evidente que tenía fiebre, la temperatura de su cuerpo y el sudor que le perlaban la frente, delataban tal estado a primera vista. Sin embargo ella, rebelde o desquiciada, se empeñaba en negar certeza que brillaba claramente frente a los ojos del inmortal.
Ante la respuesta sobre la localización de su casa, el vampiro enarcó una de sus cejas, desviando la mirada hacia la hacienda que se encontraba a unas decenas de metros de la gran verja de entrada. Aquello era una mansión, ella venía del interior, de aquel jardín. Si no era su casa, ¿qué hacía allí? ¿Por qué se había colado y tan ligera de ropa? ¿Le estaba intentando engañar? La muchacha no dejaba de reírse, así que era una alta posibilidad.
La intentó acompañar en su intención por alzarse, procurando contener su la apreciación olfativa al taponar, expresamente, su nariz cuando la mano de la joven pasó frente a sus ojos. ¿Por qué le provocaba de aquella manera? ¿Sabía, acaso, lo que era él? Pero era una mera humana, su aura la delataba. ¿Por qué no le temía entonces? No era un vampiro cruel, pero eso no era algo a lo que atendieran las posibles víctimas de su sed. Se irguió tras ella, acomodándose los pantalones y la chaqueta a continuación.
Los pasos de la dama seguían torpes, erráticos. La mirada de Spártakos, clavada en aquella figura que desaparecía entre la niebla, se oscureció, dejando de parecer dos mares para convertirse en dos tempestades. —¿A dónde vais?— Inquirió, cediendo al impulso de seguir su estela, la silueta recortada entre la bruma espesa.
Su condición le permitía ver bien a pesar del clima, la oscuridad no suponía para él tampoco ningún problema. Con movimientos sigilosos y rápidos, pronto se situó a un metro escaso de la doncella que se tambaleaba aún, ligera como una pluma, pareciendo que fuera a ser arrastrada por la más suave de las brisas en cualquier momento. —Insisto en que no son horas para una dama como vos, madame. Deberíais retiraros a vuestro hogar, a vuestros aposentos.— El tracio era un hombre de honor y limitaba sus ingestas con un rigurosos autocontrol. Pero no todos los cainitas eran como él y la noche estaba llena de peligros en la ciudad de París.
Ante la respuesta sobre la localización de su casa, el vampiro enarcó una de sus cejas, desviando la mirada hacia la hacienda que se encontraba a unas decenas de metros de la gran verja de entrada. Aquello era una mansión, ella venía del interior, de aquel jardín. Si no era su casa, ¿qué hacía allí? ¿Por qué se había colado y tan ligera de ropa? ¿Le estaba intentando engañar? La muchacha no dejaba de reírse, así que era una alta posibilidad.
La intentó acompañar en su intención por alzarse, procurando contener su la apreciación olfativa al taponar, expresamente, su nariz cuando la mano de la joven pasó frente a sus ojos. ¿Por qué le provocaba de aquella manera? ¿Sabía, acaso, lo que era él? Pero era una mera humana, su aura la delataba. ¿Por qué no le temía entonces? No era un vampiro cruel, pero eso no era algo a lo que atendieran las posibles víctimas de su sed. Se irguió tras ella, acomodándose los pantalones y la chaqueta a continuación.
Los pasos de la dama seguían torpes, erráticos. La mirada de Spártakos, clavada en aquella figura que desaparecía entre la niebla, se oscureció, dejando de parecer dos mares para convertirse en dos tempestades. —¿A dónde vais?— Inquirió, cediendo al impulso de seguir su estela, la silueta recortada entre la bruma espesa.
Su condición le permitía ver bien a pesar del clima, la oscuridad no suponía para él tampoco ningún problema. Con movimientos sigilosos y rápidos, pronto se situó a un metro escaso de la doncella que se tambaleaba aún, ligera como una pluma, pareciendo que fuera a ser arrastrada por la más suave de las brisas en cualquier momento. —Insisto en que no son horas para una dama como vos, madame. Deberíais retiraros a vuestro hogar, a vuestros aposentos.— El tracio era un hombre de honor y limitaba sus ingestas con un rigurosos autocontrol. Pero no todos los cainitas eran como él y la noche estaba llena de peligros en la ciudad de París.
Spártakos- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 07/09/2017
Re: Cuenta hasta díez//Spártakos
–No lo sé, quizás al punto donde me perdi– hablo sin dedicarle ninguna mirada contestando la pregunta del desconocido que se iba quedando atras, no se detuvo, continuando con un camino que por obviedad no tenía fijo.– Aunque me temo eso está más lejos...– aseveró con tono distraído enredando unos de sus dedos en su cabello dorado. Parecía por momentos ida, perdida en la nada de sus pensamientos, simplemente andando por instinto más que por convicción. Hasta que precisó poner atención a las suaves melodías que eran aquellas palabras varoniles.
La verdar el último comentario externado le causó enorme gracia a la desfachatada rubia, sin duda alguna bajo su criterio, su interlocutor pecaba de buen hombre.–Dama?, Qué gentil de su parte considerarme una cuando mis ropas dejan que desear ante tal ostentó. Mmmm en definitiva no es francés, aunque su acento es tan pulcro como los nacidos aqui.– aseveró satisfecha ahora que se percataba que el hombre le siguia, aunque con demasiada cautela para su gusto. Su barbilla roso su rostro al virarse un poco para constatar que le tenía detrás, cosa difícil con aquella neblina, así que tras pasar un árbol está decidió parar acaricado el tronco, estaba frío, de tal manera que le fue grato pegar la mejilla y después la frente en aquella superficie, calmando un poco sus calores.– Ya le dije que mi hogar está muy lejos...– su tono detallo la falta de entusiasmo, uno que habia mostrado anteriormente.– Le molesta mi presencia acaso?, O intenta ser un príncipe que no pedí me rescatará...porque oigo los susurros y dicen que el bosque es peligroso para las almas puras.– una tenue sonrisa apareció en los labios mientras sus brazos rodeaban lo que podían del árbol, sin poder abarcarlo todo, apenas la mitad.
–Tic, Tac , Tic , Tac el león sale a merendar, a sus doncellas deben cuidar...– canturreo cerrando un poco los ojos, intentando calmar los martillazos en su cabeza, le comenzaba a doler para su fastidio. De la nada soltó el agarre de aquel árbol y abriendo el mar azul de sus ojos se acercó de apoco al desconocido, sintiendo la humedad del suelo en sus pies descalzos.– Lleva porte y elegancia, que con tanta belleza engaña...solo quiere devorarte el alma, cuidado el te caza...– termino diciendo en el mismo tono cantado, mientras daba pequeños pasos hasta llegar a escasos centímetros del castaño. Impulsó la parte superior de su cuerpo hacia enfrente de manera suspicaz, solo un poco, con sus manos unidas en la espalda y su rostro levantado, le observo fijo– Huele a incienso y a rosas.– deliberó recobrando la postura erguida, no evitó tallarse con la mano derecha la frente, sentía que los sesos se le iban a salir de manera estrepitosa.– Mi cuidadora antes de ir a la horca solía cantar cosas muy...peculiares.– dijo girandose de nuevo sin dejar de restregar sus dedos en su sien con bastante insistencia.–Su nombre...cuál es? no, no, no, olvidelo, no presiso saberlo, le dire... Signore nebbia– la risa volvió a salir de sus labios cuando en italiano, su idioma natal le puso aquel sobre nombre.
Adrienne Ferretti- Humano Clase Alta
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 22/05/2018
Re: Cuenta hasta díez//Spártakos
Desde el principio se había dado cuenta de que la muchacha era humana, no albergaba poder de ningún tipo o se vería reflejado en su aura. Sin embargo, sí había algo que entorpecía en esta y comenzaba a percatarse que algo no iba bien en su cabeza. Ninguna mujer en su sano juicio andaría con tan poca ropa en una zona rica como aquella, descalza y, mucho menos, hablaría de manera tan osada a un desconocido, más aún siendo este un hombre joven que sin esfuerzo podría doblegarla, someterla e incluso violarla. La muchacha tenía suerte de haberse topado con este cainita y no cualquier otro, porque pocos gozaban de autocontrol a la hora de alimentarse y, menos aún, de esa lujuria que parecía caracterizarles.
Cada contestación que le daba, su manera de moverse, de tocarse el pelo, la cara, de agarrarse las manos en la espalda. El tambaleo de su caminar, el bamboleo de sus ropas a cada paso que daba. Todo la delataba como una persona poco cuerda. Había visto a mucha gente perder la cabeza, sobre todo tras un primer encuentro con el mundo sobrenatural. La humanidad no estaba lista para descubrir la realidad que le envolvía y muchos enloquecían. Había grados muy variados de problemas mentales, y no sabía en cuál estaría aquella muchacha de cabellos dorados, pero desde luego parecía más inclinada hacia la esquizofrenia que a la sensatez natural.
La canción hizo que el inmortal arrugara la frente. ¿Ahora se comportaba como una niña pequeña? La referencia a la mujer que la cuidaba, terminando en la horca, le hizo creer que, tal vez, ese fin algo tuviera que ver con la rubia. —¿Por qué terminó esa buena mujer de ese modo?— Quiso saber el vampiro, acercándose de nuevo a la doncella que le daba, una vez más, la espalda y avanzaba en dirección opuesta a la que él ocupaba. Sonrió al escucharla hablar en italiano, uno de los tantos idiomas que con tantos siglos como cargaba a sus espaldas, había aprendido hacía muchos años. —Stai attento, signorina, la notte è pericolosa e il pavimento è scivoloso.— Aseguró, dando un par de pasos rápidos antes de sujetarla de la cintura, al ver que pisaba una zona húmeda con el pie izquierdo y su cuerpo se vencía hacia un costado, evitando así su caída. La segunda vez que lo hacía en poco rato.
Cada contestación que le daba, su manera de moverse, de tocarse el pelo, la cara, de agarrarse las manos en la espalda. El tambaleo de su caminar, el bamboleo de sus ropas a cada paso que daba. Todo la delataba como una persona poco cuerda. Había visto a mucha gente perder la cabeza, sobre todo tras un primer encuentro con el mundo sobrenatural. La humanidad no estaba lista para descubrir la realidad que le envolvía y muchos enloquecían. Había grados muy variados de problemas mentales, y no sabía en cuál estaría aquella muchacha de cabellos dorados, pero desde luego parecía más inclinada hacia la esquizofrenia que a la sensatez natural.
La canción hizo que el inmortal arrugara la frente. ¿Ahora se comportaba como una niña pequeña? La referencia a la mujer que la cuidaba, terminando en la horca, le hizo creer que, tal vez, ese fin algo tuviera que ver con la rubia. —¿Por qué terminó esa buena mujer de ese modo?— Quiso saber el vampiro, acercándose de nuevo a la doncella que le daba, una vez más, la espalda y avanzaba en dirección opuesta a la que él ocupaba. Sonrió al escucharla hablar en italiano, uno de los tantos idiomas que con tantos siglos como cargaba a sus espaldas, había aprendido hacía muchos años. —Stai attento, signorina, la notte è pericolosa e il pavimento è scivoloso.— Aseguró, dando un par de pasos rápidos antes de sujetarla de la cintura, al ver que pisaba una zona húmeda con el pie izquierdo y su cuerpo se vencía hacia un costado, evitando así su caída. La segunda vez que lo hacía en poco rato.
Spártakos- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/09/2017
Re: Cuenta hasta díez//Spártakos
La rubia dejó escapar una risa cuando las varoniles manos le sostuvieron nuevamente ante la fragilidad de su tobillo bajo el terreno, sintió agradable la temperatura de aquellas manos que sin el menor pudor se permitió tomar una de ellas y ponerla en su frente con una desfachatada confianza que ya había mostrado momentos antes, aprovecho para descansar su delgado brazo sobre aquel que tenía la atención de sostenerle en pie, afianzando sus dedos en el inicio del hombro ajeno.
– Ci sono cose più pericolose, non credi?–
Le miró fijo de manera sería, contrastando sus diversas actitudes tras unos segundos en los que su mano caliente obligo a que la fría permaneciera en su frente, fue de a poco aflojando el agarre que oprimía la mano varonil sobre su piel, se sentía mejor, aunque en cuanto libero la mano el calor fue volviendo a la zona, tanto, que termino recargando su frente en el pecho ajeno mientras cerraba los ojos un momento, se sentía cansada y sofocada. Un inconveniente para el juego que comenzaba a trazar su cabecita vivaz que buscaba fervientemente sentir la adrenalina que otorga el peligro y que tanto necesitaba para sentirse bien de algún modo.
–Hizo cosas que no debía...como otros tantos, solo tuvo mala suerte.–
Una media sonrisa intento adornar su rostro perlado en sudor, denotando en sus palabras el trabajo que le estaba costando respirar. Aún recordaba lo entrometida que fue esa mujer y lo fácil que resultó deshacerse de ella sin tener que mancharse las manos; después de todo para la entonces pequeña niña fue una fortuna que la iglesia catolica aún castigara la brujeria y posiblemente la muerte de su cuidadora fue una de las últimas ejecuciones publicas, pues en la plaza ya no se vio más después de eso, pese que los rumores eran pan de cada día y las supersticiones no era algo que desaparecian. Aunque hasta cierto punto la rubia desconocía el mundo que realmente le rodeaba, desde pequeña se había obsesionado con el ocultismo poniéndole más locura a sus pensamientos.
– Il tuo italiano è buono come le tue intenzioni, così esasperantemente buono ...–
Negó con la cabeza, manteniendo sus ojos cerrados pues si los abría seguro el mareo que le comenzaba a albergar empeoraría. Su cuerpo comenzó a temblar dejándose de toda conciencia despues, porque la cordura ya la había perdido hace mucho y la oscuridad ya le había envuelto para su mala fortuna.
Adrienne Ferretti- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/05/2018
Re: Cuenta hasta díez//Spártakos
El comentario de la muchacha le hizo sonreír de manera inevitable. Era obvio que había cosas mucho más peligrosas que el suelo, especialmente de noche, como él. Aunque en su caso, la caballerosidad superaba al animal que anidaba en su interior, gracias al entrenamiento que había experimentado con unos monjes tibetanos en uno de sus viajes por el mundo. Ellos le habían enseñado a controlar a la bestia, a la sed voraz que le asediaba continuamente. La inmortalidad venía con un alto coste a pagar, uno que pocos explicaban antes de otorgar el “supuesto” regalo. Y a él, que le habían arrancado de los brazos de la muerte en el campo de batalla, de un perecer digno junto a sus compañeros, menos le habían dicho aún, sometiéndole al abrazo sin consultar, sin permiso.
Enarcó una ceja al ver lo que hacía con su mano. El calor de la frente ajena se notaba muy distinto a la frialdad habitual de su dermis. —Sigo pensando que tiene usted fiebre, madeimoselle.— Insistió, aunque la dama parecía no hacerle caso alguno. Ella solamente seguía con lo que le interesaba y, en algunas ocasiones, comentaba algo en voz alta, como lo referente a su cuidadora, aquella que había sido ejecutada.
La actitud irónica y extraña de la rubia cambió de nuevo, mostrándose, repentinamente, vulnerable. Se aferró a él, ocultando el rostro en su pecho. Los brazos del cainita rodearon el torso de la muchacha, aunque enseguida modificó su opinión y pasó la diestra bajo las rodillas foráneas, levantándose del suelo con la chica en vilo. Era ligera como una pluma, y no solamente por su fuerza sobrenatural, sino porque estaba sumamente delgada. ¿A caso no comía? —Es usted una dama testaruda. Y ya que no me deja otra opción, me veo en la obligación de llevarla conmigo.— Aseguró, emprendiendo camino hacia el departamento que tenía en una de las casas que había en el centro de la ciudad. Tenía también una mansión en las afueras, pero quedaba muy lejana y consideraba que era apremiante el poner a descansar a la joven e intentar bajarle esa fiebre que se gastaba. Lo extraño no fue su acto, sino que la muchacha no se debatiera por escapar. Sabía que era un hombre bien parecido, pero coger de pronto a una mujer así, sin usar su poder de persuasión ni nada. Debía estar más loca de lo que aparentaba incluso.
Enarcó una ceja al ver lo que hacía con su mano. El calor de la frente ajena se notaba muy distinto a la frialdad habitual de su dermis. —Sigo pensando que tiene usted fiebre, madeimoselle.— Insistió, aunque la dama parecía no hacerle caso alguno. Ella solamente seguía con lo que le interesaba y, en algunas ocasiones, comentaba algo en voz alta, como lo referente a su cuidadora, aquella que había sido ejecutada.
La actitud irónica y extraña de la rubia cambió de nuevo, mostrándose, repentinamente, vulnerable. Se aferró a él, ocultando el rostro en su pecho. Los brazos del cainita rodearon el torso de la muchacha, aunque enseguida modificó su opinión y pasó la diestra bajo las rodillas foráneas, levantándose del suelo con la chica en vilo. Era ligera como una pluma, y no solamente por su fuerza sobrenatural, sino porque estaba sumamente delgada. ¿A caso no comía? —Es usted una dama testaruda. Y ya que no me deja otra opción, me veo en la obligación de llevarla conmigo.— Aseguró, emprendiendo camino hacia el departamento que tenía en una de las casas que había en el centro de la ciudad. Tenía también una mansión en las afueras, pero quedaba muy lejana y consideraba que era apremiante el poner a descansar a la joven e intentar bajarle esa fiebre que se gastaba. Lo extraño no fue su acto, sino que la muchacha no se debatiera por escapar. Sabía que era un hombre bien parecido, pero coger de pronto a una mujer así, sin usar su poder de persuasión ni nada. Debía estar más loca de lo que aparentaba incluso.
Spártakos- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/09/2017
Re: Cuenta hasta díez//Spártakos
Y ahí se encontraba el delgado cuerpo en medio de la nada, girando el rostro para percatarse que no había vida más que la propia en la espesa negrura sin fin. Oí las voces, distantes a segundos y otros tantos parecían que le gritaban a la cara como espectros desdibujados, no tenía miedo, más bien en su rostro reinaba quizás la ira o el hartazgo, se mantenía en su sitio con los puños cerrados esperando aquello que hacía eco al andar, esperando se pronunciará de una vez, esperando nada. No entendía el porque estaba aquí y no le entusiasmaba descubrirlo, la escena se comenzó a formar como si la viera en un tanque de agua; reconocía a su Tía, la perfecta Clarisa, la abnegada mujer que se hizo cargo de la pequeña huérfana que dejó su hermana. Estúpida Clarisa siempre obteniendo la atención por su labor altruista merecedora de que le besen los pies, le fastidiaba que fuera tan buena; deseaba la desdicha de esa mujer que solo la acobijo, deseaba la vida que ella había tenido antes de que se propuciera destruir su matrimonio. Si, su odio y envidia eran motivo suficiente para tenerla presente en sus alucinaciones castigandola con esa sonrisa perfecta en Clarisa, acunada en los brazos de su marido.
—No pueden....no...—
Murmuró removiedose en los brazos ajenos que ya habían emprendido el paso, su rostro reflejaba que en su alma no había ninguna pisca de calma. A ratos trataba de abrir los ojos sin ser capaz de enfocar y en ocasiones cuando podía, su vista jugaba con ella trayendole la imagen de su madre que renuente trataba de alejar dando manotazos con fuerza; tambien a veces sentía que su calor era apaciguado por la cercanía de aquel que se sentía frío al tacto y sin mesura pedía más de este ante el alivio que le producía, calmaba el calor que la fiebre generaba.
—Dile que se vaya...lejos, que no vuelva.—
Pidió ignorante del lugar en el que estaba, porque ya no sentía los gélidos brazos sostenerle ni la brisa tocar su rostro, estaba sobre algo blando. Otra vez las voces remolinan a su alrededor sientiendo con ello la humedad en su frente oprimida por una tela o algo parecido que parmanecia ahí unos segundos y era retirado después, el tiempo no era algo que estuviera tomando en cuenta pues desde las últimas palabras del hombre de mirada oscura, todo había carecido de medición, era difícil hayar el hilo después de eso porque no tenía idea de lo sucedido aunque algo le decía que se había salido con la suya.
Ahora lo recordaba, si, ese hombre bien parecido en los límites de su terreno...en su mente se recreaba con lujo de detalle, la manera en que se movía y hablaba, eran demaciado perfectas las formas que mostró o quizás solo tuvo la mala fortuna de toparse con ese caballero que bien podría servir al clero a primera impresión. Por fin abrió sus orbes azules, el lugar no le fue familiar, lo cual agradeció pues no deseaba estar en su casa conviviendo con la familia perfecta que eran: una loca, un alcohólico insufrible y la santurrona arrimada. Complacida con la decoración más no con el tamaño de la habitación su vista viajo por cada esquina hasta topar con una figura, era difícil verle cuando sólo una tenue vela iluminaba el lugar.
—Donde estoy...—
La voz había sido modulada tratando de sonar incrédula o inocente, pues Adrienne si bien desconocía la ubicación si sabía que estaba en la propiedad de aquel hombre. Llevó su mano a su frente sintiendo tibia la piel bajo sus yemas más no hirviendo como la última vez, un estornudo asentuo su estado y con eso una mueca surco su rostro pálido por el hecho de solo imaginar cómo estaria su aspecto; incluso enferma su vanidad le picaba.
—No pueden....no...—
Murmuró removiedose en los brazos ajenos que ya habían emprendido el paso, su rostro reflejaba que en su alma no había ninguna pisca de calma. A ratos trataba de abrir los ojos sin ser capaz de enfocar y en ocasiones cuando podía, su vista jugaba con ella trayendole la imagen de su madre que renuente trataba de alejar dando manotazos con fuerza; tambien a veces sentía que su calor era apaciguado por la cercanía de aquel que se sentía frío al tacto y sin mesura pedía más de este ante el alivio que le producía, calmaba el calor que la fiebre generaba.
—Dile que se vaya...lejos, que no vuelva.—
Pidió ignorante del lugar en el que estaba, porque ya no sentía los gélidos brazos sostenerle ni la brisa tocar su rostro, estaba sobre algo blando. Otra vez las voces remolinan a su alrededor sientiendo con ello la humedad en su frente oprimida por una tela o algo parecido que parmanecia ahí unos segundos y era retirado después, el tiempo no era algo que estuviera tomando en cuenta pues desde las últimas palabras del hombre de mirada oscura, todo había carecido de medición, era difícil hayar el hilo después de eso porque no tenía idea de lo sucedido aunque algo le decía que se había salido con la suya.
Ahora lo recordaba, si, ese hombre bien parecido en los límites de su terreno...en su mente se recreaba con lujo de detalle, la manera en que se movía y hablaba, eran demaciado perfectas las formas que mostró o quizás solo tuvo la mala fortuna de toparse con ese caballero que bien podría servir al clero a primera impresión. Por fin abrió sus orbes azules, el lugar no le fue familiar, lo cual agradeció pues no deseaba estar en su casa conviviendo con la familia perfecta que eran: una loca, un alcohólico insufrible y la santurrona arrimada. Complacida con la decoración más no con el tamaño de la habitación su vista viajo por cada esquina hasta topar con una figura, era difícil verle cuando sólo una tenue vela iluminaba el lugar.
—Donde estoy...—
La voz había sido modulada tratando de sonar incrédula o inocente, pues Adrienne si bien desconocía la ubicación si sabía que estaba en la propiedad de aquel hombre. Llevó su mano a su frente sintiendo tibia la piel bajo sus yemas más no hirviendo como la última vez, un estornudo asentuo su estado y con eso una mueca surco su rostro pálido por el hecho de solo imaginar cómo estaria su aspecto; incluso enferma su vanidad le picaba.
Adrienne Ferretti- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/05/2018
Re: Cuenta hasta díez//Spártakos
De camino al departamento ya notó el cambio en la actitud de la muchacha, debatiéndose no por escapar de sus brazos, sino del tormento que parecía acecharla en sus sueños. Tal vez fueran las pesadillas lo que la hubiesen vuelto algo desquiciada. La impertinencia estaba arraigada a la juventud, había conocido a muchas jóvenes desfachatadas, así que no le sorprendió que aquella, que seguramente vivía entre algodones y vestidos pomposos, fuera de esas y, además, estuviera algo loca. La nobleza era un traje caro de llevar y se solía pagar con la cordura además de la cartera. Mucha fachada, pero siempre habían trapos sucios ocultos entre la perfecta colada.
Una vez en el piso, dejó reposar a la joven en la cama y se fue a por un par de paños y agua tibia con vinagre para bajarle la fiebre. Secó primero el sudor frío que le cubría la frente, el cuello y la zona del esternón y seguidamente con suaves presiones fue calmando los calores ajenos con aquel remedio sencillo y casero. La chica seguía quejándose y pidiéndole a alguien que se marchara y no regresara. Sentía curiosidad por saber lo que sucedía y, aunque podría haber usado su poder para indagar en aquella mente frágil y desprotegida, no lo hizo. Tras un rato a su lado, cuando la fiebre empezó a menguar, se levantó y fue a quitarse el abrigo. Al no ser capaz de sentir el calor ni el frío como algo molesto, ni se preocupó de hacerlo al llegar, pero se percató después que, si la rubia despertaba y le veía con él puesto, sospecharía que algo extraño pasaba. Así pues, lo colgó del perchero y fue a intentar preparar algo de comida para la inesperada invitada. Estaba acostumbrado a fingir ser humano, así que solía tener cosas normales en la vivienda para cuando tenía visitas de trabajo. Uno nunca era suficientemente precavido, algo que había aprendido ya en sus tiempos de soldado en los que debía tomarse su tiempo en preparar las estrategias de defensa y ataque para proteger a los suyos y derrotar a los enemigos.
Todo se había sumido hacía un rato en el silencio, así que cuando escuchó nuevamente la voz de la muchacha, supo enseguida por el tono usado, que ya estaba despierta, ya no hablaba en sueños. Así que volvió al dormitorio, portando un pequeño cuenco con una improvisada sopa de ajos y pan duro. —Está usted en mi casa. Se desmayó y como me aseguró no vivir en la mansión en la que nos cruzamos, no supe dónde más llevarla que no fuera mi propia vivienda.— Aseguró, tomando asiento al borde de la cama, mientras le tendía el pequeño plato y le facilitaba servilleta y una cuchara que sacó de entre el bol y la palma de su mano en la que se apoyaba. —Debería alimentarse un poco. Se la ve muy frágil y necesita reponer fuerzas.— Por el comportamiento que había visto en la joven, capaz era de llamarle entrometido o de, incluso, tirarle la sopa ardiendo a la cara. Pero él era un hombre educado y se arriesgaría a pesar de las posibles las consecuencias.
Una vez en el piso, dejó reposar a la joven en la cama y se fue a por un par de paños y agua tibia con vinagre para bajarle la fiebre. Secó primero el sudor frío que le cubría la frente, el cuello y la zona del esternón y seguidamente con suaves presiones fue calmando los calores ajenos con aquel remedio sencillo y casero. La chica seguía quejándose y pidiéndole a alguien que se marchara y no regresara. Sentía curiosidad por saber lo que sucedía y, aunque podría haber usado su poder para indagar en aquella mente frágil y desprotegida, no lo hizo. Tras un rato a su lado, cuando la fiebre empezó a menguar, se levantó y fue a quitarse el abrigo. Al no ser capaz de sentir el calor ni el frío como algo molesto, ni se preocupó de hacerlo al llegar, pero se percató después que, si la rubia despertaba y le veía con él puesto, sospecharía que algo extraño pasaba. Así pues, lo colgó del perchero y fue a intentar preparar algo de comida para la inesperada invitada. Estaba acostumbrado a fingir ser humano, así que solía tener cosas normales en la vivienda para cuando tenía visitas de trabajo. Uno nunca era suficientemente precavido, algo que había aprendido ya en sus tiempos de soldado en los que debía tomarse su tiempo en preparar las estrategias de defensa y ataque para proteger a los suyos y derrotar a los enemigos.
Todo se había sumido hacía un rato en el silencio, así que cuando escuchó nuevamente la voz de la muchacha, supo enseguida por el tono usado, que ya estaba despierta, ya no hablaba en sueños. Así que volvió al dormitorio, portando un pequeño cuenco con una improvisada sopa de ajos y pan duro. —Está usted en mi casa. Se desmayó y como me aseguró no vivir en la mansión en la que nos cruzamos, no supe dónde más llevarla que no fuera mi propia vivienda.— Aseguró, tomando asiento al borde de la cama, mientras le tendía el pequeño plato y le facilitaba servilleta y una cuchara que sacó de entre el bol y la palma de su mano en la que se apoyaba. —Debería alimentarse un poco. Se la ve muy frágil y necesita reponer fuerzas.— Por el comportamiento que había visto en la joven, capaz era de llamarle entrometido o de, incluso, tirarle la sopa ardiendo a la cara. Pero él era un hombre educado y se arriesgaría a pesar de las posibles las consecuencias.
Spártakos- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/09/2017
Re: Cuenta hasta díez//Spártakos
—Que Mansión?, yo... no recuerdo....—los ojos mostraron confusión a la par que presionaba los dedos de manera circular en su frente viendo de reojo lo que este le ofrecía, por supuesto que la rubia tenía intacto sus recuerdos y su única intención era calar al hombre delante de ella, como mera diversión. En el rostro se dibujó una mueca involuntaria al tomar el cuenco en conjunto con la servilleta y el utensilio, raras veces comía o mejor dicho sólo picaba los alimentos siendo el sabor de estos el último de los problemas. Suspiro con fuerza alzando la mirada para encontrarse con las palabras del hombre, la sugerencia le enveneno al volverse un indicador que a ojos externos no lucía bien por falta de alimento, temperamental, por breves segundos sus dedos apretaron con la poca fuerza que le reinaba los bordes del recipiente para después tras una sonrisa extraña tomar la cuchara y comenzar a comer el contenido, no le provocaba placer alguno pero si quería salirse con la suya debía aguantar las ganas de arrojar el plato a la pared. — Le falta un poco de sal.— mintió dejando el plato a un lado, con tres cucharadas había tenido suficiente, no probaría bocado hasta mañana ni aunque el mismo diablo le quisiera obligar. Con la servilleta delineo su boca, sus labios lucían pálidos y resecos podía sentir la textura a través de la tela, entonces fue que se percato de la sed que tenía, sin esperarse a que este le ofreciera estiro su brazo tomando de manera brusca el vaso con líquido, bebiendo practicante todo de una, coloco el vaso a un lado del cuenco con la sopa aún humeante. —Podría decirme el lugar donde me encontró?, no tengo memoria alguna de lo que estaba haciendo esta tarde...y menos de su persona, podría orientarme?— pregunto como sí realmente ignorara el hecho, era buena mintiendo y enredando a la misma par que su demencia creciente.—Apenas tengo recuerdos del desayuno y ya.— explicó de notando en su rostro angustia, como si realmente le preocupara el como llegó al hogar de ese hombre, cuando la verdad era que estaba justo donde quería.
El mareo repentino embriago el delgado cuerpo, sus movimientos rápidos al sentarse un poco para comer sin duda le provocaron vértigo, a tal grado que no le quedo más que recargar su espalda en la cabecera del lecho mientras permanecía con la vista en el castaño. Era curioso ya que ahora sentía frío así que tiró un poco de la sábana intentando cubrirse; la mirada cansada dejo de enfocarse en el varón para comenzar a recorrer la habitación con la misma, meditando cuánto tardaría el adonis en descubrir su pequeña jugarreta y hasta dónde daría su paciencia, le provoco una risa interna aquello.
—Agradezco su generosidad, meter a su vivienda a alguien extraño no es algo que se miré a menudo; a menos que sea un asesino o un ingenuo víctima de su generosidad...— lo último pareció saborearlo al pronunciarlo aunque algo le decía que su centro de diversión no era un tonto y engañarle no le sería sencillo, lo que realmente le alentaba más; sus ojos volvieron a los oscuros delatando la chispa de locura que albergaba la mirada femenina, no siempre lograba ocultar su naturaleza que divagaba con facilidad.—En cualquiera de los casos el remedio puede ser peor que la enfermedad— una media sonrisa se asomó, pudiese ser que el último comentario sonara fuera de lugar, sólo era cuestión de encontrar el trasfondo de sus palabras.
— Le importaría traerme un poco de té con limón, eso me ayudara se lo aseguro.— murmuro dejándose resbalar hasta quedar acostada con los cabellos revueltos y la sábana cubriendo parte de su rostro cual niña necesitada de mimos, un papel que sabía desempeñar muy bien.—Por favor.— finalizo esperando a que el hombre accediera y saliera de la habitación.
Adrienne Ferretti- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/05/2018
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