AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Engel der Lügen {Flashback - 1792} [+18]
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Engel der Lügen {Flashback - 1792} [+18]
Observo su cuerpo desnudo, tendido a mi lado, con una media sonrisa plantada en mi semblante. Tan pálido. Tan cálido. Tan ridículamente hermoso. Tan diferente al de cualquier otra persona que yo haya conocido, y teniendo en cuenta mi edad, eso es decir mucho. Acaricio su costado y noto cómo se estremece ante el roce de mis dedos. Su piel se eriza, en parte por el frío, en parte por la excitación, y escucho cómo suspira y se estiraza, sensual sin ser siquiera consciente de ello, mientras musita algo por lo bajo. Es curioso, pero siempre que habla en sueños, lo hace en magiar. La verdad es que no lo entiendo. Estar conmigo debería ser suficiente para mantenerlo contento y hacerle olvidar su patria. Nuestros días son emocionantes, y más ahora que ya se encuentra bajo los grilletes de la necesidad impuesta por las ansias de seguir bebiendo mi sangre. Nunca antes me he planteado tener un esclavo, pero desde la primera vez que lo vi, eso es lo que más deseaba. Y ahora que lo tengo, no lo dejaré escapar. Noto su erección a medias y mi sonrisa se amplía, preguntándome a cuántos hombres había manipulado usando su casi espectral belleza femenina, para luego mostrarles la realidad. Y también sopesando cuántos, a pesar de todo, habían sucumbido sin remedio a sus pies, a pesar de que su aspecto y la realidad fueran tan diferentes.
A mi, honestamente, no me resultó una sorpresa desagradable. Yo, a pesar de todo, a pesar de mis poderes, de mis años de experiencia, y a que por aquel entonces aún no supiera sacar partido a sus divinos atributos, también lo confundí con una mujer. Aunque la primera vez que lo vi su nombre era distinto, y vestía como el joven noble que era, creí que se trataba de una mujer, la más hermosa que había conocido, vistiendo ropas de hombre. Cuando descubrí la verdad no pude evitar mi expresión de sorpresa. Pero ahora de hecho me alegro de que la diferencia entre ambas caras sea tan extrema. Desprende una sensualidad inusitada, su cuerpo parece relucir a causa de las feromonas emitidas, haciendo imposible que no te gires a mirar cuando ves que pasa por tu lado. Los ojos lo seguían, y más ahora que ha abrazado una nueva identidad, su verdadera identidad. Ya no tiene que esconder lo que desea, ni cómo se siente. Derrocha gracia, delicadeza y erotismo a partes iguales. Es un ente perfecto. Con deseos animales como los de cualquier hombre, y la ausencia de temor a expresar lo que desea, además de la capacidad de adaptarse a cualquier situación característica de muchas mujeres fuertes. Es ambas cosas, Eszti es una criatura completa, compleja. Y me pertenece.
Me enorgullece pensar que parte de lo que es, de como es, es gracias a mi. Yo soy quien le ayudó a escapar de sus grilletes, de su suerte, de las mentiras que opacaban su majestuosa presencia. Yo soy quien le ha dicho que debe mostrarse al mundo con todos sus matices, sin miedo a las miradas ajenas. Ni a las cargadas de envidia, ni a las que están repleta de deseo. Yo soy quien le ha mostrado lo mucho que puede conseguir si da rienda suelta a su verdadera naturaleza. Todos se postran a sus pies sin remedio. Puede conseguir lo que quiera. Quizá por eso me ha escogido a mi, y no a ningún otro. Él estimula mis días y noches con su única presencia, y yo le ofrezco el mundo en bandeja, únicamente para él. Al menos por el momento. Tomo su miembro, que ahora luce firme y completamente despierto entre mis manos, y aprieto levemente. Su boca se parte levemente, dejando escapar un suspiro. Después sus ojos se abren, el profundo azul de los mismos parecen querer engullirme. Mi sonrisa se ensancha, y atrapo sus labios rosados entre los míos, que me reciben inmediatamente. Noto sus delicados brazos aferrarse a mi cuello, y su espalda arquearse, en una clara invitación. - Siempre tan agradecido... Deberías tener cuidado, o alguien podría acusarte de ser una "mujer" fácil. -Murmullo con voz grave, consciente de mi propia excitación, dejando que la mano que me queda libre recorra su cuerpo, tan sensible al tacto, libremente.
A mi, honestamente, no me resultó una sorpresa desagradable. Yo, a pesar de todo, a pesar de mis poderes, de mis años de experiencia, y a que por aquel entonces aún no supiera sacar partido a sus divinos atributos, también lo confundí con una mujer. Aunque la primera vez que lo vi su nombre era distinto, y vestía como el joven noble que era, creí que se trataba de una mujer, la más hermosa que había conocido, vistiendo ropas de hombre. Cuando descubrí la verdad no pude evitar mi expresión de sorpresa. Pero ahora de hecho me alegro de que la diferencia entre ambas caras sea tan extrema. Desprende una sensualidad inusitada, su cuerpo parece relucir a causa de las feromonas emitidas, haciendo imposible que no te gires a mirar cuando ves que pasa por tu lado. Los ojos lo seguían, y más ahora que ha abrazado una nueva identidad, su verdadera identidad. Ya no tiene que esconder lo que desea, ni cómo se siente. Derrocha gracia, delicadeza y erotismo a partes iguales. Es un ente perfecto. Con deseos animales como los de cualquier hombre, y la ausencia de temor a expresar lo que desea, además de la capacidad de adaptarse a cualquier situación característica de muchas mujeres fuertes. Es ambas cosas, Eszti es una criatura completa, compleja. Y me pertenece.
Me enorgullece pensar que parte de lo que es, de como es, es gracias a mi. Yo soy quien le ayudó a escapar de sus grilletes, de su suerte, de las mentiras que opacaban su majestuosa presencia. Yo soy quien le ha dicho que debe mostrarse al mundo con todos sus matices, sin miedo a las miradas ajenas. Ni a las cargadas de envidia, ni a las que están repleta de deseo. Yo soy quien le ha mostrado lo mucho que puede conseguir si da rienda suelta a su verdadera naturaleza. Todos se postran a sus pies sin remedio. Puede conseguir lo que quiera. Quizá por eso me ha escogido a mi, y no a ningún otro. Él estimula mis días y noches con su única presencia, y yo le ofrezco el mundo en bandeja, únicamente para él. Al menos por el momento. Tomo su miembro, que ahora luce firme y completamente despierto entre mis manos, y aprieto levemente. Su boca se parte levemente, dejando escapar un suspiro. Después sus ojos se abren, el profundo azul de los mismos parecen querer engullirme. Mi sonrisa se ensancha, y atrapo sus labios rosados entre los míos, que me reciben inmediatamente. Noto sus delicados brazos aferrarse a mi cuello, y su espalda arquearse, en una clara invitación. - Siempre tan agradecido... Deberías tener cuidado, o alguien podría acusarte de ser una "mujer" fácil. -Murmullo con voz grave, consciente de mi propia excitación, dejando que la mano que me queda libre recorra su cuerpo, tan sensible al tacto, libremente.
Friðþjófr Yngvarr- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 122
Fecha de inscripción : 04/01/2014
Localización : Bajo tierra
Re: Engel der Lügen {Flashback - 1792} [+18]
Es curiosa la facilidad que tienen muchas personas para adaptarse a situaciones adversas, por muy terribles que éstas sean. Alguien que ha perdido la movilidad de parte de su cuerpo, puede acostumbrarse y vivir su vida de forma más o menos normal, si bien con dificultades, siempre que encontrara una buena razón para hacerlo. Lo mismo pasaba con aquellos que habían experimentado el dolor provocado por las pérdidas. Todos en algún momento de nuestras vidas hemos perdido algo que guardábamos en alta estima, sean cosas, o personas, aunque lo segundo provoca un dolor mucho más profundo. Aún así, la vida sigue, el mundo continúa girando, y no queda más remedio que superarlo y seguir adelante. Su caso no era una excepción. Al menos, no a simple vista. Eszti había perdido muchas cosas a lo largo de su corta y tortuosa existencia. Primero, perdió a su madre antes incluso de tener la mentalidad necesaria para ser capaz de recordarla. Luego, perdió su dignidad, al ser abusado por su propio padre innumerables veces. Después, perdió la confianza que tenía con su madrastra, al no recibir ayuda por su parte. Para finalizar, también acabó perdiéndola a ella, físicamente, y al bastardo de su padre. Y con la muerte de éste, perdió lo más importante que tenía: su lugar en el mundo.
Quizá la pregunta más obvia era si le quedaba algún motivo siquiera para seguir caminando por ese rumbo y camino incierto que era su vida. La respuesta, aún en aquellos momentos, y a miles de kilómetros de distancia de la que era su patria y lo había repudiado, seguía siendo, cuanto menos, incierta. Si le preguntabas directamente probablemente no sabría qué responder. Objetivamente, no tenía ningún motivo. Pero su camaleónica personalidad le impedía simplemente rendirse. Sí, su capacidad de adaptación era probablemente la mejor cualidad que tenía, de entre el amplio repertorio de virtudes que contenía su persona. Muchas de las cuales, por cierto, habían sido descubiertas, afinadas y explotadas por aquel ser que compartía su lecho, sus días, y sus noches, además de un camino en común. Friðþjófr. Es curioso, pero al principio ni siquiera era capaz de pronunciar correctamente su nombre, y ahora era la palabra que con más asiduidad utilizaba. El vampiro le había descubierto que había vida más allá de la cruel realidad que lo rodeaba. Que había muchas formas de hacerles pagar a sus enemigos por el sufrimiento infligido. Y de que si utilizaba sus armas y atributos a su antojo, podría manejar a cualquiera y así conseguir lo que se propusiese. En definitiva, le debía todo cuanto era, todo en lo que se había convertido. Y no sabía cómo agradecérselo.
O tal vez sí.
El joven, poco después de notar el frío pero gentil tacto de aquellas manos que tan bien lo conocían, abrió los ojos y observó el rostro del inmortal con detenimiento, dibujando una adormilada sonrisa, para después estirarse cual felino recién levantado, arqueando la espalda levemente. El placer comenzó a sacudirlo en oleadas, que iban, rápidas y furiosas, ascendiendo desde su entrepierna hasta las puntas de los pies. Eszti gimió sensualmente, agradecido por el trato ofrecido nada más despertarse, y sonrió nuevamente, esta vez con picardía, ante las palabras del vampiro. - Oh, vamos.... Ambos sabemos que de ser una mujer, sería mucho más fácil que ninguna otra. ¿Acaso es eso un problema para ti? -Los dos sabían la respuesta a esa pregunta, y es que Friðþjófr lo prefería, mientras más "fácil" y lascivo mejor. Después de todo, había sido moldeado a su preferencia y gusto, con esfuerzo, paciencia, y cientos de noches de pasión desbocada. Incapaz de quedarse quieto durante más tiempo, con un rápido movimiento, el joven se zafó del agarre y acercó su rostro al miembro ajeno, completamente erecto ante el simple visionado de su cuerpo, algo que le encantó, y procedió a tomarlo entre sus labios como si se tratara del manjar más delicioso que había recibido en mucho tiempo.
Quizá la pregunta más obvia era si le quedaba algún motivo siquiera para seguir caminando por ese rumbo y camino incierto que era su vida. La respuesta, aún en aquellos momentos, y a miles de kilómetros de distancia de la que era su patria y lo había repudiado, seguía siendo, cuanto menos, incierta. Si le preguntabas directamente probablemente no sabría qué responder. Objetivamente, no tenía ningún motivo. Pero su camaleónica personalidad le impedía simplemente rendirse. Sí, su capacidad de adaptación era probablemente la mejor cualidad que tenía, de entre el amplio repertorio de virtudes que contenía su persona. Muchas de las cuales, por cierto, habían sido descubiertas, afinadas y explotadas por aquel ser que compartía su lecho, sus días, y sus noches, además de un camino en común. Friðþjófr. Es curioso, pero al principio ni siquiera era capaz de pronunciar correctamente su nombre, y ahora era la palabra que con más asiduidad utilizaba. El vampiro le había descubierto que había vida más allá de la cruel realidad que lo rodeaba. Que había muchas formas de hacerles pagar a sus enemigos por el sufrimiento infligido. Y de que si utilizaba sus armas y atributos a su antojo, podría manejar a cualquiera y así conseguir lo que se propusiese. En definitiva, le debía todo cuanto era, todo en lo que se había convertido. Y no sabía cómo agradecérselo.
O tal vez sí.
El joven, poco después de notar el frío pero gentil tacto de aquellas manos que tan bien lo conocían, abrió los ojos y observó el rostro del inmortal con detenimiento, dibujando una adormilada sonrisa, para después estirarse cual felino recién levantado, arqueando la espalda levemente. El placer comenzó a sacudirlo en oleadas, que iban, rápidas y furiosas, ascendiendo desde su entrepierna hasta las puntas de los pies. Eszti gimió sensualmente, agradecido por el trato ofrecido nada más despertarse, y sonrió nuevamente, esta vez con picardía, ante las palabras del vampiro. - Oh, vamos.... Ambos sabemos que de ser una mujer, sería mucho más fácil que ninguna otra. ¿Acaso es eso un problema para ti? -Los dos sabían la respuesta a esa pregunta, y es que Friðþjófr lo prefería, mientras más "fácil" y lascivo mejor. Después de todo, había sido moldeado a su preferencia y gusto, con esfuerzo, paciencia, y cientos de noches de pasión desbocada. Incapaz de quedarse quieto durante más tiempo, con un rápido movimiento, el joven se zafó del agarre y acercó su rostro al miembro ajeno, completamente erecto ante el simple visionado de su cuerpo, algo que le encantó, y procedió a tomarlo entre sus labios como si se tratara del manjar más delicioso que había recibido en mucho tiempo.
Última edición por Eszti V. Cseszneky el Dom Sep 24, 2017 5:58 pm, editado 2 veces
Eszti V. Cseszneky- Esclavo de Sangre/Clase Alta
- Mensajes : 63
Fecha de inscripción : 23/03/2014
Re: Engel der Lügen {Flashback - 1792} [+18]
Aunque lo he dicho como si fuera una broma, su respuesta provoca que mi sonrisa se amplía, y que me excitación se incremente. Oh, definitivamente sería una hembra temiblemente fácil, y probablemente también sumamente compleja de manejar. El problema habría sido que posiblemente ya habrían intentado reclamarla aquellos que se acumulan a su puerta, atraídos por su aspecto y por el erotismo que emana. Otra de las ventajas de que, a pesar de su feminidad, se trate de un hombre, es precisamente esto. A pesar de que lo desean, y de que muchos matarían por pasar un segundo entre sus piernas y reclamarlo como suyo, no son capaces de decirlo a los cuatro vientos, ni de fardar de lo que tienen. Y reconozcamoslo, los hombres humanos viven para exhibir lo maravilloso de las cosas que les pertenecen, tan simple es su mentalidad. Su belleza es un pecado a ojos de la sociedad, y de no ser por el poder que le otorgan los muchos secretos que guarda, que ha escuchado o le han dicho al ser encandilados por su persona, ya habría sido perseguido por más de una institución. Pero nada de eso importa. Primero, porque Eszti sabe muy bien como jugar sus cartas para que siempre estén a su favor; y segundo, porque aunque en algún momento aparezca alguien a quien no le importe su verdadera naturaleza, ya es demasiado tarde. Dudo mucho que haya otro ser sobre la faz de la tierra capaz de satisfacer sus expectativas y necesidades. No, él necesita mi toque, desea el roce de mis manos, sentir mi piel contra la suya. Ya no puede sobrevivir sin mi, y eso me encanta, porque tampoco tengo ninguna intención de dejarlo escapar.
- No era ninguna queja, más bien un halago, ya deberías saberlo. -Aprecio el entusiasmo que pone a la hora de enfrentarse conmigo en la búsqueda del mando en esta clase de actos. Pocas personas son capaces de incitarme hasta el punto que él lo hace, con un simple gesto, con meras palabras, o en su caso, con el simple visionado de su cuerpo, retorciéndose, impaciente por sentir más de esa pasión, de ese fuego que amenaza con consumirnos. Dejo que haga a su antojo cuando se acerca a mi erección. Al inicio de nuestra relación, a pesar de que ya había sido mancillado en muchos sentidos, era sorprendente lo poco versado que era en el arte amatorio. Eso me ha permitido, como en muchas otras cosas, enseñarle con paciencia y cuidado a cómo usarlas como armas efectivas, no sólo para estimular a otros, sino también para conseguir lo que quiere. O lo que yo quiero. Es evidente que yo saco más de un beneficio como pago por el tiempo invertido. Él es mi posesión, y no al contrario. - Es gracioso porque la primera vez que te pedí que hicieras justo eso, me miraste como si estuviese loco, y como si te estuviera pidiendo que hicieras lo más desagradable del mundo. Mírate ahora, tomándome entre esos labios delgados de forma tan obscena... ¿Necesitas que te describa la expresión que tienes al devorarme? Es sublime. -Acaricio su cabeza con una mano, presionando un poco para que tome más longitud en su garganta, y con la otra, me acerco lentamente a su apertura.
- Aún estás dilatado. Supongo que anoche me pasé un poco. Pero eso te gusta, ¿verdad? Tu voz aún suena un poco ronca a causa de tanto grito. Me sorprende que nadie viniera a interrumpirnos. La acústica en este sitio debe ser de lo peor, siendo un edificio tan antiguo. -Tres dedos se deslizan a su interior con facilidad. Noto cómo su garganta se tensa, cerrándose alrededor de mi miembro. Mis caderas se mueven hacia delante en un espasmo, embistiendo repentinamente en el interior de su boca. Había estado a punto. Lo cojo del pelo de un tirón, y hago que me suelte, para luego atrapar sus labios con deseo, casi con violencia, y finalmente lo lanzo bocabajo contra el colchón, apretando su cuello para que no se mueva. - Eso estuvo cerca. -Murmullo, y con un gesto rápido, dejo que mis colmillos rasguen la piel de mi muñeca izquierda, para luego ofrecérsela. - Pierde el control para mi. Grita. Suplica. Llora diciendo mi nombre entre gemidos. -Lo noto succionar ávidamente, y lo penetro de un rápido y brusco movimiento que lo sacude hacia delante. Su respiración se hace rápida y agitada a medida que me muevo, primero lentamente, y luego más deprisa al encontrar el ángulo perfecto. Está tan apretado que casi parece mentira que hayamos pasado follando todas las noches desde que llegamos a este condado a las afueras de Berlín hace una semana. Desde luego, es único en todos los sentidos de la palabra. Beso su nuca con delicadeza, para luego morderla y succionar ligeramente, cerca del cuero cabelludo, donde las marcas de mis colmillos siguen, como siempre, perennes. Su espalda se arquea deliciosamente, permitiéndome llegar hasta más dentro suya. No me doy por satisfecho hasta que me suplica, con lágrimas fruto del placer, que vaya más rápido.
- No era ninguna queja, más bien un halago, ya deberías saberlo. -Aprecio el entusiasmo que pone a la hora de enfrentarse conmigo en la búsqueda del mando en esta clase de actos. Pocas personas son capaces de incitarme hasta el punto que él lo hace, con un simple gesto, con meras palabras, o en su caso, con el simple visionado de su cuerpo, retorciéndose, impaciente por sentir más de esa pasión, de ese fuego que amenaza con consumirnos. Dejo que haga a su antojo cuando se acerca a mi erección. Al inicio de nuestra relación, a pesar de que ya había sido mancillado en muchos sentidos, era sorprendente lo poco versado que era en el arte amatorio. Eso me ha permitido, como en muchas otras cosas, enseñarle con paciencia y cuidado a cómo usarlas como armas efectivas, no sólo para estimular a otros, sino también para conseguir lo que quiere. O lo que yo quiero. Es evidente que yo saco más de un beneficio como pago por el tiempo invertido. Él es mi posesión, y no al contrario. - Es gracioso porque la primera vez que te pedí que hicieras justo eso, me miraste como si estuviese loco, y como si te estuviera pidiendo que hicieras lo más desagradable del mundo. Mírate ahora, tomándome entre esos labios delgados de forma tan obscena... ¿Necesitas que te describa la expresión que tienes al devorarme? Es sublime. -Acaricio su cabeza con una mano, presionando un poco para que tome más longitud en su garganta, y con la otra, me acerco lentamente a su apertura.
- Aún estás dilatado. Supongo que anoche me pasé un poco. Pero eso te gusta, ¿verdad? Tu voz aún suena un poco ronca a causa de tanto grito. Me sorprende que nadie viniera a interrumpirnos. La acústica en este sitio debe ser de lo peor, siendo un edificio tan antiguo. -Tres dedos se deslizan a su interior con facilidad. Noto cómo su garganta se tensa, cerrándose alrededor de mi miembro. Mis caderas se mueven hacia delante en un espasmo, embistiendo repentinamente en el interior de su boca. Había estado a punto. Lo cojo del pelo de un tirón, y hago que me suelte, para luego atrapar sus labios con deseo, casi con violencia, y finalmente lo lanzo bocabajo contra el colchón, apretando su cuello para que no se mueva. - Eso estuvo cerca. -Murmullo, y con un gesto rápido, dejo que mis colmillos rasguen la piel de mi muñeca izquierda, para luego ofrecérsela. - Pierde el control para mi. Grita. Suplica. Llora diciendo mi nombre entre gemidos. -Lo noto succionar ávidamente, y lo penetro de un rápido y brusco movimiento que lo sacude hacia delante. Su respiración se hace rápida y agitada a medida que me muevo, primero lentamente, y luego más deprisa al encontrar el ángulo perfecto. Está tan apretado que casi parece mentira que hayamos pasado follando todas las noches desde que llegamos a este condado a las afueras de Berlín hace una semana. Desde luego, es único en todos los sentidos de la palabra. Beso su nuca con delicadeza, para luego morderla y succionar ligeramente, cerca del cuero cabelludo, donde las marcas de mis colmillos siguen, como siempre, perennes. Su espalda se arquea deliciosamente, permitiéndome llegar hasta más dentro suya. No me doy por satisfecho hasta que me suplica, con lágrimas fruto del placer, que vaya más rápido.
Friðþjófr Yngvarr- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 122
Fecha de inscripción : 04/01/2014
Localización : Bajo tierra
Re: Engel der Lügen {Flashback - 1792} [+18]
Para Eszti, ser tratado con dureza no era nada nuevo. De hecho, le costaba recordar un momento en su vida en que hubiese sido tratado de forma diferente. Su familia siempre fue desestructurada. Al principio ésto podría haberse explicado por el hecho de que su padre estaba solo, y había perdido a su esposa muy pronto, pero la situación no cambió después de que volviera a casarse. De hecho, empeoró. La fortuna que antes acompañaba al apellido Cseszneky comenzó a menguar peligrosamente a causa del derroche que hacía el cabeza de familia. A él nunca le interesó cómo hacer el dinero, o cómo incrementar sus posesiones, lo único que quería era que otros le dieran las cosas en bandeja, y él tener la libertad de gastar y gastar en sus vicios. Vinos caros, putas caras, objetos raros que no tenían ningún uso en concreto, y en definitiva, todo lo que captara su atención, fuera útil o no, pudiera permitírselo o no. Su actitud se había ganado el odio del resto de la familia, que hasta su llegada a la misma se había permanecido unida, pero que al morir su madre se acabó disgregando. Eszti fue quien salió peor parado con todo eso, pero a nadie nunca le importó. Su presencia no era necesaria nada más que para mantener los privilegios de nobleza correspondientes al primogénito.
Pero no recordaba nada de aquello como especialmente doloroso. Por aquel entonces suponía que todo el mundo tenía sus propias preocupaciones, y él, al menos, tenía la suerte de pertenecer a la "élite", ¿a quién le importaba cómo lo vieran sus familiares, o si era tratado como un objeto decorativo? A él tampoco le hubiera importado seguir así, de hecho, hubiera sido una existencia perfecta, desprovista de preocupaciones. Pero la suerte nunca estuvo de su lado, y tuvo la mala fortuna de captar la atención del borracho de su padre en la peor forma posible. No recordaba que ninguna de las veces en que lo había poseído se hubiera preocupado por algo tan simple como su comodidad. Siempre que lo tomaba era por detrás, porque según aquel borracho decía, aunque su rostro lucía como el de una mujer, el visionado de sus partes masculinas le parecía sumamente desagradable. Él muchas veces se preguntó por qué, si así era, no se conformaba con tirarse a las putas como usualmente. El dinero, pese a escasear, aún podía permitirle tales lujos. Nunca supo la respuesta. Cada vez que era humillado de aquella forma, dejaba que su mente se abstrajese de las dolorosas embestidas. Jamás pensó que algo que entraba por semejante sitio pudiera hacerle sentir bien.
Esto es, hasta que supo cómo debería sentirse al hacerlo con alguien que, ni estaba tan borracho, ni tenía tanta falta de conciencia como para no molestarse siquiera en comprobar en que él también lo estuviera pasando bien. Después de que Friðþjófr y él pasaran la primera noche juntos, conoció lo que realmente significaba tener sexo, y también comprendió que sus deseos iban dirigidos únicamente hacia los hombres. Al menos, hacia aquellos que él considerara dignos de tener por acompañantes. Le gustaba sentirse zarandeado, disfrutaba siendo tomado, no le molestaban la brusquedad ni el dolor, de hecho, éstos lo excitaban... A pesar de lo mucho que odió las noches con su padre, lo odiaba precisamente porque era su padre, aquel malnacido que le había fastidiado la existencia. Pero de él, de él podría aceptar cualquier cosa que le ofreciera, fuese buena o mala, simplemente porque era él. Deseaba ser poseído por él. Gimió más que audiblemente cuando notó cómo aquel miembro que tantas veces lo había llevado a la locura, alcanzaba las partes más profundas de sí mismo. Se sentía pleno, y con una agradable sensación cálida en el estómago. Bebió con avidez, dejando que aquel líquido escarlata recorriera su cuerpo y despertara sus sentidos. Lo hacía sentir fuerte, y a la vez ligero. Lo hacía sentir como si fuese a llegar al clímax en cualquier momento.
Antes de darse cuenta, ya estaba moviendo las caderas con ímpetu, para profundizar las embestidas del vampiro. Necesitaba más. Quería más. Estaba yendo dolorosamente lento. - Justo ahí... más... rápido... -Suplicó entre jadeos, clavando las uñas en las nalgas ajenas, para así indicar exactamente cómo, y cuánto, lo deseaba. - P-por favor... lo necesito más... fuerte... -Gimió a pleno pulmón, arqueando la espalda entre espasmos. Estaba cerca, tan cerca... Atrapó su miembro entre las manos y comenzó a frotar la punta de forma enérgica, multiplicando así la sensación que el inmortal le regalaba con cada acometida, cada vez más próximo a alcanzar el orgasmo. - A-aah... ha... ah... Friðþjófr...
Pero no recordaba nada de aquello como especialmente doloroso. Por aquel entonces suponía que todo el mundo tenía sus propias preocupaciones, y él, al menos, tenía la suerte de pertenecer a la "élite", ¿a quién le importaba cómo lo vieran sus familiares, o si era tratado como un objeto decorativo? A él tampoco le hubiera importado seguir así, de hecho, hubiera sido una existencia perfecta, desprovista de preocupaciones. Pero la suerte nunca estuvo de su lado, y tuvo la mala fortuna de captar la atención del borracho de su padre en la peor forma posible. No recordaba que ninguna de las veces en que lo había poseído se hubiera preocupado por algo tan simple como su comodidad. Siempre que lo tomaba era por detrás, porque según aquel borracho decía, aunque su rostro lucía como el de una mujer, el visionado de sus partes masculinas le parecía sumamente desagradable. Él muchas veces se preguntó por qué, si así era, no se conformaba con tirarse a las putas como usualmente. El dinero, pese a escasear, aún podía permitirle tales lujos. Nunca supo la respuesta. Cada vez que era humillado de aquella forma, dejaba que su mente se abstrajese de las dolorosas embestidas. Jamás pensó que algo que entraba por semejante sitio pudiera hacerle sentir bien.
Esto es, hasta que supo cómo debería sentirse al hacerlo con alguien que, ni estaba tan borracho, ni tenía tanta falta de conciencia como para no molestarse siquiera en comprobar en que él también lo estuviera pasando bien. Después de que Friðþjófr y él pasaran la primera noche juntos, conoció lo que realmente significaba tener sexo, y también comprendió que sus deseos iban dirigidos únicamente hacia los hombres. Al menos, hacia aquellos que él considerara dignos de tener por acompañantes. Le gustaba sentirse zarandeado, disfrutaba siendo tomado, no le molestaban la brusquedad ni el dolor, de hecho, éstos lo excitaban... A pesar de lo mucho que odió las noches con su padre, lo odiaba precisamente porque era su padre, aquel malnacido que le había fastidiado la existencia. Pero de él, de él podría aceptar cualquier cosa que le ofreciera, fuese buena o mala, simplemente porque era él. Deseaba ser poseído por él. Gimió más que audiblemente cuando notó cómo aquel miembro que tantas veces lo había llevado a la locura, alcanzaba las partes más profundas de sí mismo. Se sentía pleno, y con una agradable sensación cálida en el estómago. Bebió con avidez, dejando que aquel líquido escarlata recorriera su cuerpo y despertara sus sentidos. Lo hacía sentir fuerte, y a la vez ligero. Lo hacía sentir como si fuese a llegar al clímax en cualquier momento.
Antes de darse cuenta, ya estaba moviendo las caderas con ímpetu, para profundizar las embestidas del vampiro. Necesitaba más. Quería más. Estaba yendo dolorosamente lento. - Justo ahí... más... rápido... -Suplicó entre jadeos, clavando las uñas en las nalgas ajenas, para así indicar exactamente cómo, y cuánto, lo deseaba. - P-por favor... lo necesito más... fuerte... -Gimió a pleno pulmón, arqueando la espalda entre espasmos. Estaba cerca, tan cerca... Atrapó su miembro entre las manos y comenzó a frotar la punta de forma enérgica, multiplicando así la sensación que el inmortal le regalaba con cada acometida, cada vez más próximo a alcanzar el orgasmo. - A-aah... ha... ah... Friðþjófr...
Eszti V. Cseszneky- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/03/2014
Re: Engel der Lügen {Flashback - 1792} [+18]
No puedo evitar sonreír al ver, al notar, cómo pierde el control entre mis brazos. El hecho de que desde que le conociera le haya estado proporcionando mi sangre, especialmente en nuestros momentos más "picantes", hace que su cuerpo, y su cerebro, recuerde esta acción como algo que le produce placer. Quizá él lo vive como algo más placentero incluso de lo que ya es de por sí. Eso me encanta. Porque su excitación hace que yo también me excite, y eso, unido a la deliciosa forma en que sus gemidos resuenan en mis oídos, me hacen obedecer sus peticiones, gritadas entre jadeos, y comienzo a ir cada vez más y más deprisa, más y más intenso. Justo como él lo quiere, y como a mi me gusta. Especialmente cuando lo hago con él. Su cuerpo, tan delicado, tan grácil, está acostumbrado al dolor, disfruta de él, y eso me facilita mucho las cosas. Puedo experimentar todas las fantasías que quiera, o que él mismo anhele, porque sé que me aceptará, sea lo que sea, poniendo toda su alma y su cuerpo en ello. Araño su espalda al notar cómo esta se eleva del colchón, eso lo hace gemir aún más fuertemente. Después me dedico a lamer la sangre que brota de las heridas abiertas, que a su vez, comienzan a sanar rápidamente. Es un espectáculo sublime. Visto desde fuera, quizá a alguien que no entienda de las muchas formas que adopta el placer, quizá parezca grotesco, pero en nuestro juego de poder, de dominar y ser dominado, los dos sacamos algo que nos beneficia, y disfrutamos de la misma forma. Él, mi como mi sumiso, puede disfrutar del placer más supremo, y yo, al dominarlo, me siento realizado. No puedo evitarlo, me encanta romper una y otra vez aquello que me pertenece, las cosas que más me gustan.
- ¿Quién te ha dado permiso para que te toques por delante? Porque yo no he sido. -Quito las manos que aún frotan su miembro enérgicamente de un manotazo, y luego las sujeto juntas con una de las mías. Las uñas de la otra se clavan en su cadera, para mantenerlo bien sujeto, mientras hago más violentas mis envestidas. Noto cómo suplica, cómo me pide más, y cómo trata de convencerme para dejarle que se corra. Me carcajeo sin dejar de martillear su interior con mi falo, que está a punto de llegar al clímax. - Quiero que lo hagamos juntos, sino no tiene gracia. Además, ¿desde cuánto necesitas estimular tu polla para correrte? Hace mucho que tu trasero es suficiente para llevarte al séptimo cielo. -Susurro en su oído para luego mordisquear el lóbulo de su oreja, tentativamente, sensualmente, buscando hacerlo enloquecer aún más. Noto cómo se tensa, algo que me hace estremecer gracias al aumento de la fricción. - Así me gusta, buen chico. -Golpeo incesantemente esa zona dentro de su cuerpo que tanto le gusta y le estimula, y justo cuanto sus gritos alcanzan la nota más alta posible, él se corre, y yo hago lo mismo, notando la calidez de mis propios fluidos deslizarse lentamente por el exterior de su apertura. El líquido blanquecino le mancha los pálidos muslos, y no puedo evitar sentirme excitado nuevamente.
Le doy la vuelta sin siquiera sacársela de dentro, y él me mira con ojos suplicantes, y la vista nublada a causa de la calentura. Su expresión es tan lasciva que vuelvo a ponerme duro casi al instante. Él gime, y se relame, buscando rodearme con los brazos. Su propio semen se esparce de forma eróticamente sucia sobre su propio vientre. Me agacho un poco y lo lamo con insistencia, comenzando a embestir nuevamente. Luego, busco sus labios con una ansiedad casi animal. Su lengua me recibe de forma más que receptiva, y hunde sus finos dedos en mis cabellos, buscando hacer más profundo si cabe el beso.
La segunda ronda es más rápida que la anterior, pero igualmente fogosa. Cuando acabamos, él está sin aliento, tendido de espaldas, y yo me quedo sentado un momento en el filo de la cama, contemplándole mientras el humo del cigarro que sostengo entre mis dedos índice y corazón se esparce por la habitación que apesta a sudor, alcohol y sexo. Probablemente debamos ventilarla antes de salir, o al volver será incómoda para él. Frunzo el ceño ante este pensamiento. ¿Desde cuándo me importa a mi cómo se sientan otros que no sean yo mismo? Es curioso darme cuenta lo mucho que su presencia en mi vida, que poseerlo en todos los sentidos de la palabra, me ha cambiado. - Levántate, hemos quedado a las nueve. -Digo para luego levantarme y dirigirme al baño.
- ¿Quién te ha dado permiso para que te toques por delante? Porque yo no he sido. -Quito las manos que aún frotan su miembro enérgicamente de un manotazo, y luego las sujeto juntas con una de las mías. Las uñas de la otra se clavan en su cadera, para mantenerlo bien sujeto, mientras hago más violentas mis envestidas. Noto cómo suplica, cómo me pide más, y cómo trata de convencerme para dejarle que se corra. Me carcajeo sin dejar de martillear su interior con mi falo, que está a punto de llegar al clímax. - Quiero que lo hagamos juntos, sino no tiene gracia. Además, ¿desde cuánto necesitas estimular tu polla para correrte? Hace mucho que tu trasero es suficiente para llevarte al séptimo cielo. -Susurro en su oído para luego mordisquear el lóbulo de su oreja, tentativamente, sensualmente, buscando hacerlo enloquecer aún más. Noto cómo se tensa, algo que me hace estremecer gracias al aumento de la fricción. - Así me gusta, buen chico. -Golpeo incesantemente esa zona dentro de su cuerpo que tanto le gusta y le estimula, y justo cuanto sus gritos alcanzan la nota más alta posible, él se corre, y yo hago lo mismo, notando la calidez de mis propios fluidos deslizarse lentamente por el exterior de su apertura. El líquido blanquecino le mancha los pálidos muslos, y no puedo evitar sentirme excitado nuevamente.
Le doy la vuelta sin siquiera sacársela de dentro, y él me mira con ojos suplicantes, y la vista nublada a causa de la calentura. Su expresión es tan lasciva que vuelvo a ponerme duro casi al instante. Él gime, y se relame, buscando rodearme con los brazos. Su propio semen se esparce de forma eróticamente sucia sobre su propio vientre. Me agacho un poco y lo lamo con insistencia, comenzando a embestir nuevamente. Luego, busco sus labios con una ansiedad casi animal. Su lengua me recibe de forma más que receptiva, y hunde sus finos dedos en mis cabellos, buscando hacer más profundo si cabe el beso.
La segunda ronda es más rápida que la anterior, pero igualmente fogosa. Cuando acabamos, él está sin aliento, tendido de espaldas, y yo me quedo sentado un momento en el filo de la cama, contemplándole mientras el humo del cigarro que sostengo entre mis dedos índice y corazón se esparce por la habitación que apesta a sudor, alcohol y sexo. Probablemente debamos ventilarla antes de salir, o al volver será incómoda para él. Frunzo el ceño ante este pensamiento. ¿Desde cuándo me importa a mi cómo se sientan otros que no sean yo mismo? Es curioso darme cuenta lo mucho que su presencia en mi vida, que poseerlo en todos los sentidos de la palabra, me ha cambiado. - Levántate, hemos quedado a las nueve. -Digo para luego levantarme y dirigirme al baño.
Friðþjófr Yngvarr- Vampiro Clase Alta
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Re: Engel der Lügen {Flashback - 1792} [+18]
Resulta maravilloso, fascinante incluso, cómo la sensación que provoca un mismo acto puede cambiar, así como su significado, una vez varía alguno de los elementos implicados. Seguía siendo un miembro erecto lo que lo penetraba, incesantemente, una y otra vez, pero la plenitud que eso le proporcionaba era algo con lo que jamás se había atrevido a soñar siquiera. Siguió bebiendo de aquella sangre regalada con avidez, con desesperación, dejando que ésta regase su interior y lo fortaleciera, y lo hiciera sentir más vivo y más unido aún si cabe con aquel que lo agitaba de semejante forma. Tan íntima. Tan animal. El deseo que Friðþjófr sentía hacia él se traducía en el modo en que lo tomaba, sin pausas, dejando que sus manos recorrieran su cuerpo inmaculado. Un cuerpo tan pálido y puro que casi costaba creer que estuviese acostumbrado a tal depravación. Pero no era suficiente, aún no había alcanzado el paso que llevaba realmente, lo tenía al límite, pero no era capaz de dejarse ir. El estímulo de su glande le hizo sentir una especie de corriente eléctrica, bastante para llevarlo al borde del orgasmo, pero nuevamente sus intenciones se vieron frustradas por la intervención del inmortal, que ahora se volvía más violento, más necesitado. Eszti respondió a estas muestras de deseo gimiendo, jadeando, y quejándose, pero se dejó llevar. Porque sabía que tenía razón. El vampiro sabía cómo complacerlo casi mejor de lo que él mismo lo hacía.
Pronto, las acometidas eran tan rápidas que daba la sensación de que le estaban martilleando desde dentro. Notaba su estómago pesado, con una calidez casi incómoda, pero deliciosamente placentera. Había alcanzado el ángulo perfecto, la velocidad exactas, y cuando le dijo que quería que ambos se corrieran juntos, no pudo evitar que su trasero se encogiera del gusto, algo que los llevó a ambos al clímax en apenas segundos. Rendido, el joven cayó pesadamente sobre las sábanas, que ahora se notaban húmedas y pegajosas al tacto. Mas no era algo que odiara, después de todo, estaban así a causa de tan ardiente momento que habían compartido. Por un momento, se dejó llevar por el cansancio y la agradable sensación que aquel líquido caliente le había dejado en lo más hondo de su ser. Cerró los ojos permitiendo que sus pensamientos se elevaran. Pero su calma no duró mucho, ya que como había supuesto, no había sido suficiente. El vampiro volvió a buscarlo, no sin antes hacer que sus miradas se encontraran. A decir verdad, él prefería esa postura, ya que aunque cuando era tomado por detrás podía sentir con claridad lo mucho que era deseado por aquella bestia, no podía ver su expresión.
Pudo notar como aquel miembro que tanto veneraba se endurecía nuevamente dentro de sí mismo, y no pudo evitar morderse los labios, acallando los gemidos que luchaban por salir de su garganta. Lo quería. Lo necesitaba. Lo deseaba. Cuando sus labios se unieron, rodeó al vampiro con los brazos, aferrándose a su cuello, a sus cabellos, buscando que la cercanía de sus cuerpos fuera absoluta. Nada quedaba de la frialdad que caracterizaba a su toque. Ahora se sentía casi tan cálido como él mismo. Tan vivo como cualquier otro. Y era él quien provocaba aquel cambio. Mordió sus labios, arañó su ancha espalda, y enredó sus piernas alrededor de la cintura ajena, tanto que las embestidas lograron alcanzar hasta el rincón más hondo. Entonces gritó, gritó cuando notó la verga palpitar dentro de su cuerpo, anunciando el final, y arqueando la espalda apretó su esfínter. El orgasmo llegó para ambos a la vez. Quiso anunciar lo bien que se sentía, lo mucho que el toque de aquel ser lo desarmaba, pero le faltaba el aliento, y todo cuanto pudo hacer fue estirarse perezosamente, disfrutando de la sensación de relajación que acompañaba siempre al alivio sexual.
Eszti podía notar la mirada, cargada de lascivia, de ¿ternura?, sobre su cuerpo. Bañándolo, analizando cada poro, cada lunar, cada marca dejada por sus propias manos en medio de aquel torrente de fogosidad. Pero no duró mucho, y a eso también estaba acostumbrado. El vampiro jamás reconocería que el joven era algo más que un conveniente compañero para él, y Eszti lo aceptaba y hacía lo propio, temiendo que confesar que sentía algo más pudiera romper el hechizo que los unía. Una vez el inmortal se levantó, él hizo lo propio, y tras tender sobre un sillón el vestido que se pondría más tarde, entró en el baño donde sabía que Friðþjófr lo estaba esperando. Sentado sobre el filo de la bañera, le señaló el interior de la misma, donde el agua clara, con aroma a jazmín, lo esperaba. Aquella rutina siempre tenía lugar después de sus encuentros. Las manos, ya frías, del vampiro, lo recorrerían de arriba abajo, limpiando, rozando, suavizando cada herida, cada rastro que quedaba sobre su piel. Y no sólo eso, sino que también se encargaba de la limpieza de su trasero. Siempre le resultó extraño todo aquel despliegue de atención, pero no iba a negar que le encantaba. A pesar de que no dijera nada, lo consentía en todos sus caprichos, agachándose a besarlo cada vez que el joven hacía el gesto de querer que sus labios se tocaran.
No lo reconocería, pero esos eran los momentos en los que realmente se sentía feliz.
Una vez hubo terminado, salió a la habitación mientras el vampiro terminaba de asearse, y comenzó a arreglarse tal y como se esperaba de él. La misión de aquella noche, como casi siempre, consistiría en que se ganara los favores de algún noble o embajador, bajo la atenta mirada de su "Amo". Para ello, su físico, y aquella confusa belleza que lo hacía merecedor de ser considerado más hermoso que muchas damas, eran armas muy valiosas. Para sacarse el mayor partido posible, estaban los caros vestidos que el vampiro le regalaba, como el de aquella noche, que resultaba elegante a la par que seductor. Sus cabellos, aún húmedos, le caían en cascada por la espalda. Y el último toque vino de mano de él. Aquel collar de diamantes que colocó sobre su cuello tenía un brillo semejante al azul de sus ojos. De nuevo, él, aquel sensual esclavo de las pasiones, se convertía en ella. Y ello le hacía sentirse poderoso.
Pronto, las acometidas eran tan rápidas que daba la sensación de que le estaban martilleando desde dentro. Notaba su estómago pesado, con una calidez casi incómoda, pero deliciosamente placentera. Había alcanzado el ángulo perfecto, la velocidad exactas, y cuando le dijo que quería que ambos se corrieran juntos, no pudo evitar que su trasero se encogiera del gusto, algo que los llevó a ambos al clímax en apenas segundos. Rendido, el joven cayó pesadamente sobre las sábanas, que ahora se notaban húmedas y pegajosas al tacto. Mas no era algo que odiara, después de todo, estaban así a causa de tan ardiente momento que habían compartido. Por un momento, se dejó llevar por el cansancio y la agradable sensación que aquel líquido caliente le había dejado en lo más hondo de su ser. Cerró los ojos permitiendo que sus pensamientos se elevaran. Pero su calma no duró mucho, ya que como había supuesto, no había sido suficiente. El vampiro volvió a buscarlo, no sin antes hacer que sus miradas se encontraran. A decir verdad, él prefería esa postura, ya que aunque cuando era tomado por detrás podía sentir con claridad lo mucho que era deseado por aquella bestia, no podía ver su expresión.
Pudo notar como aquel miembro que tanto veneraba se endurecía nuevamente dentro de sí mismo, y no pudo evitar morderse los labios, acallando los gemidos que luchaban por salir de su garganta. Lo quería. Lo necesitaba. Lo deseaba. Cuando sus labios se unieron, rodeó al vampiro con los brazos, aferrándose a su cuello, a sus cabellos, buscando que la cercanía de sus cuerpos fuera absoluta. Nada quedaba de la frialdad que caracterizaba a su toque. Ahora se sentía casi tan cálido como él mismo. Tan vivo como cualquier otro. Y era él quien provocaba aquel cambio. Mordió sus labios, arañó su ancha espalda, y enredó sus piernas alrededor de la cintura ajena, tanto que las embestidas lograron alcanzar hasta el rincón más hondo. Entonces gritó, gritó cuando notó la verga palpitar dentro de su cuerpo, anunciando el final, y arqueando la espalda apretó su esfínter. El orgasmo llegó para ambos a la vez. Quiso anunciar lo bien que se sentía, lo mucho que el toque de aquel ser lo desarmaba, pero le faltaba el aliento, y todo cuanto pudo hacer fue estirarse perezosamente, disfrutando de la sensación de relajación que acompañaba siempre al alivio sexual.
Eszti podía notar la mirada, cargada de lascivia, de ¿ternura?, sobre su cuerpo. Bañándolo, analizando cada poro, cada lunar, cada marca dejada por sus propias manos en medio de aquel torrente de fogosidad. Pero no duró mucho, y a eso también estaba acostumbrado. El vampiro jamás reconocería que el joven era algo más que un conveniente compañero para él, y Eszti lo aceptaba y hacía lo propio, temiendo que confesar que sentía algo más pudiera romper el hechizo que los unía. Una vez el inmortal se levantó, él hizo lo propio, y tras tender sobre un sillón el vestido que se pondría más tarde, entró en el baño donde sabía que Friðþjófr lo estaba esperando. Sentado sobre el filo de la bañera, le señaló el interior de la misma, donde el agua clara, con aroma a jazmín, lo esperaba. Aquella rutina siempre tenía lugar después de sus encuentros. Las manos, ya frías, del vampiro, lo recorrerían de arriba abajo, limpiando, rozando, suavizando cada herida, cada rastro que quedaba sobre su piel. Y no sólo eso, sino que también se encargaba de la limpieza de su trasero. Siempre le resultó extraño todo aquel despliegue de atención, pero no iba a negar que le encantaba. A pesar de que no dijera nada, lo consentía en todos sus caprichos, agachándose a besarlo cada vez que el joven hacía el gesto de querer que sus labios se tocaran.
No lo reconocería, pero esos eran los momentos en los que realmente se sentía feliz.
Una vez hubo terminado, salió a la habitación mientras el vampiro terminaba de asearse, y comenzó a arreglarse tal y como se esperaba de él. La misión de aquella noche, como casi siempre, consistiría en que se ganara los favores de algún noble o embajador, bajo la atenta mirada de su "Amo". Para ello, su físico, y aquella confusa belleza que lo hacía merecedor de ser considerado más hermoso que muchas damas, eran armas muy valiosas. Para sacarse el mayor partido posible, estaban los caros vestidos que el vampiro le regalaba, como el de aquella noche, que resultaba elegante a la par que seductor. Sus cabellos, aún húmedos, le caían en cascada por la espalda. Y el último toque vino de mano de él. Aquel collar de diamantes que colocó sobre su cuello tenía un brillo semejante al azul de sus ojos. De nuevo, él, aquel sensual esclavo de las pasiones, se convertía en ella. Y ello le hacía sentirse poderoso.
Eszti V. Cseszneky- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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Re: Engel der Lügen {Flashback - 1792} [+18]
Una vez en el baño, me acerco a él sin decir nada, y comienzo con lo que yo llamo "the aftercare". A pesar de que es algo que él nunca me ha pedido -y que yo jamás le hubiera dado en caso de que me lo pidiera-, por alguna extraña razón, después de cada una de nuestras "sesiones" me siento inclinado a cuidar de ese cuerpo que él me entrega tan fervorosamente. Lo observo detenidamente, cada uno de sus movimientos es delicado, lleno de gracia y sensualidad, tal y como yo lo he entrenado. Eso me produce una enorme satisfacción. Lo tomo por las caderas y lo atraigo hacia mi, para luego tomar sus labios en un largo pero suave beso, que busca calmar su alterado corazón, que aún sigue palpitando airadamente a causa del esfuerzo de antes. Acaricio su espalda y noto cómo se estremece. Su vello se eriza de forma casi inmediata, en parte por la excitación, y en parte por mi frialdad. Luego, lo dejo entrar a la bañera que ya he preparado, con agua cálida y limpia y sales, y dedico los siguientes minutos a enjabonar primero su cuerpo, y luego sus hermosos cabellos. El aroma del champú se mezcla de forma agradable con la esencia que su propia piel emite. Es un olor del que nunca voy a cansarme, lo sé con seguridad. Me encandila. Me atrae. Me fascina. Deposito un casto beso sobre sus labios cerrados, y él me sonríe. Y por un brevísimo momento, yo también le devuelvo la sonrisa.
Una vez ya he terminado con sus cuidados, me concentro en limpiar mi propio cuerpo. Estar presentable es parte de vivir en sociedad, y a pesar de lo mucho que me disgusta tener que encajar, por suerte o por desgracia es necesario. Para obtener poder en un mundo gobernado por humanos, hay que mezclarse con ellos, y ganárselos. Y precisamente para eso lo necesito a él. A él y a su belleza sobrenatural. Aunque, no voy a negarlo, últimamente me siento incómodo cuando pienso en que dejo que otras manos toquen aquello que debe ser mío y solamente mío. Me miro en el espejo y suspiro largamente. ¿Qué demonios significa eso? Siempre he sido una criatura posesiva, pero nunca hasta el punto de obsesionarme de tal forma con alguien en concreto. Ni siquiera con Ophelia me he sentido así, a pesar de que tenemos más historia. Eszti es otra de mis creaciones, un diamante en bruto que pulí con cuidado y esfuerzo. Alguien sobre el que gobierno por completo. Alguien que me mira con ojos cargados de pasión, de deseo. Alguien a quien además de querer lastimar, también siento deseos por proteger... Pero odio esa parte de mi mismo, esa debilidad que me une a él y me hace comportarme de forma tan distinta a como soy. Me está cambiando, y eso me disgusta.
Una vez mi aspecto es presentable, salgo al exterior, a la habitación, y la fresca brisa me sorprende. Eszti ha abierto las ventanas y está ultimando los detalles de su aspecto. Una vez más contemplo maravillado el cambio, la fascinante distinción que se crea en su presencia. El hombre que antes gemía bajo mi cuerpo, ahora se ha convertido en una de las damas con mejor presencia que he visto en mucho tiempo. Nadie diría que bajo esa fachada tan distinguida se oculta en realidad alguien que disfruta al ser envestido con fiereza, o con los besos que rápidamente se convertían en mordiscos. O con el sabor metálico de la sangre. Lo abrazo por detrás y deslizo el último de mis regalos alrededor de su cuello. El collar se lo he robado a una marquesa que en el pasado fue una de mis amantes, pero de la que me deshice una vez conquisté a mi actual marioneta. - Espero que esta noche, una vez más, me demuestres lo valioso que resultas. Necesitamos a ese malnacido para conseguir más poder en esta ciudad, y estoy seguro de que tú serás la mejor moneda de cambio... -Digo, a pesar de que mencionar esas palabras me deja un mal sabor de boca.
Una vez ya he terminado con sus cuidados, me concentro en limpiar mi propio cuerpo. Estar presentable es parte de vivir en sociedad, y a pesar de lo mucho que me disgusta tener que encajar, por suerte o por desgracia es necesario. Para obtener poder en un mundo gobernado por humanos, hay que mezclarse con ellos, y ganárselos. Y precisamente para eso lo necesito a él. A él y a su belleza sobrenatural. Aunque, no voy a negarlo, últimamente me siento incómodo cuando pienso en que dejo que otras manos toquen aquello que debe ser mío y solamente mío. Me miro en el espejo y suspiro largamente. ¿Qué demonios significa eso? Siempre he sido una criatura posesiva, pero nunca hasta el punto de obsesionarme de tal forma con alguien en concreto. Ni siquiera con Ophelia me he sentido así, a pesar de que tenemos más historia. Eszti es otra de mis creaciones, un diamante en bruto que pulí con cuidado y esfuerzo. Alguien sobre el que gobierno por completo. Alguien que me mira con ojos cargados de pasión, de deseo. Alguien a quien además de querer lastimar, también siento deseos por proteger... Pero odio esa parte de mi mismo, esa debilidad que me une a él y me hace comportarme de forma tan distinta a como soy. Me está cambiando, y eso me disgusta.
Una vez mi aspecto es presentable, salgo al exterior, a la habitación, y la fresca brisa me sorprende. Eszti ha abierto las ventanas y está ultimando los detalles de su aspecto. Una vez más contemplo maravillado el cambio, la fascinante distinción que se crea en su presencia. El hombre que antes gemía bajo mi cuerpo, ahora se ha convertido en una de las damas con mejor presencia que he visto en mucho tiempo. Nadie diría que bajo esa fachada tan distinguida se oculta en realidad alguien que disfruta al ser envestido con fiereza, o con los besos que rápidamente se convertían en mordiscos. O con el sabor metálico de la sangre. Lo abrazo por detrás y deslizo el último de mis regalos alrededor de su cuello. El collar se lo he robado a una marquesa que en el pasado fue una de mis amantes, pero de la que me deshice una vez conquisté a mi actual marioneta. - Espero que esta noche, una vez más, me demuestres lo valioso que resultas. Necesitamos a ese malnacido para conseguir más poder en esta ciudad, y estoy seguro de que tú serás la mejor moneda de cambio... -Digo, a pesar de que mencionar esas palabras me deja un mal sabor de boca.
Friðþjófr Yngvarr- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 04/01/2014
Localización : Bajo tierra
Re: Engel der Lügen {Flashback - 1792} [+18]
El joven sonrió dibujando la más tierna y dulce de sus sonrisas. A pesar de saber lo que aquellas palabras implicaban, el hecho que le dejara a él el "trabajo sucio" implicaba un grado de confianza enorme, y no podía evitar sentirse feliz ante ese hecho, por mucho que deseara pertenecer a aquel vampiro en su totalidad. Había llegado un punto en el que ya no le importaba lo que sucediese, o lo que le pidiera que hiciera por él: el grado de veneración que sentía lo llevaría a la muerte en un futuro no muy lejano. Era consciente y no le importaba. Moriría por Friðþjófr. Mataría por él. Si era una orden suya no le importaba descender al peor de los infiernos, o humillarse y ser tratado como una moneda de cambio para sus negocios. Si eso era lo que se requería para estar a su lado para siempre, lo haría gustoso. Y sabía que el vampiro conocía aquellos pensamientos sin tener que leer su mente. Los pensamientos de Eszti se reflejaban claramente en su semblante cuando estaban los dos solos. No había nadie quien lo conociera mejor. Ni siquiera él mismo se conocía lo suficiente. O al menos, no tan bien como aquel que lo poseía con lujuria cada noche.
Una vez los dos estuvieron debidamente arreglados para la ocasión, comenzaba el juego, la farsa. Nadie podía sospechar, ni siquiera los trabajadores del hotel en que se hospedaban, de que la relación del vampiro y "aquella joven" de etérea belleza iba más allá de la de Amo y esclava. Así era como se presentaban en sociedad, y por ese motivo sus tramas tenían tantísimo éxito. No había nadie que pudiera resistirse a la tentación de poseer, aunque fuera por un momento, a un ser tan inmaculado como ese. Muchos incluso se propondrían vender su alma si ese fuera el requisito para tenerla. Y Friðþjófr era el comerciante en aquel intercambio. Podían hacer con el joven lo que quisieran, a cambio, tendrían que darle lo que él pidiese. Y por supuesto, él siempre estaría presente en la escena. Esto último era más debido a la obsesión que sentía que por sus ganas de protegerlo: Eszti lo sabía. Al vampiro le gustaba verle mancillado por la oscuridad de otros, creía que de ese modo su esencia se haría incluso más perfecta y encandiladora, pero por otro lado no soportaría que alguien aprovechara un descuido para ofrecerle algo mejor y que el joven lo abandonara. Un temor infundado, sin embargo. El húngaro se había propuesto pasar toda la eternidad a su lado, y nada ni nadie le haría cambiar de parecer.
El coche de caballos ya los estaba esperando a la salida del hospicio. Era un carro elegante pero sobrio, buscaba no llamar demasiado la atención, algo que era necesario debido a la naturaleza de la reunión que estaba a punto de tener lugar. La persona con la que iban a reunirse era un importante noble que manejaba no solamente las relaciones internacionales del país, sino también las finanzas. A cambio de probar el néctar de los labios de Eszti le otorgaría al vampiro un título nobiliario y un tercio de las tierras del sur de la capital. No era una mala oferta, pero por alguna razón, Friðþjófr se hallaba malhumorado. Y eso nunca presagiaba nada bueno. No tenía ni la más remota idea de qué estaba pasando por la mente del vampiro para tener semejante expresión de enfado, pero a juzgar por la fuerza que estaba aplicando en su agarre sobre la muñeca del joven, no podía ser nada bueno. - ¿Qué sucede? ¿Ha habido algún cambio de planes? -Se temía que lo que sucediera fuera que la petición que el hombre había hecho en privado y sin su conocimiento fuera lo que estaba perturbando el humor del vampiro. Quería decirle que no le importaba, que haría lo que fuese por él, pero por alguna razón sintió que era mejor quedarse callado.
Una vez los dos estuvieron debidamente arreglados para la ocasión, comenzaba el juego, la farsa. Nadie podía sospechar, ni siquiera los trabajadores del hotel en que se hospedaban, de que la relación del vampiro y "aquella joven" de etérea belleza iba más allá de la de Amo y esclava. Así era como se presentaban en sociedad, y por ese motivo sus tramas tenían tantísimo éxito. No había nadie que pudiera resistirse a la tentación de poseer, aunque fuera por un momento, a un ser tan inmaculado como ese. Muchos incluso se propondrían vender su alma si ese fuera el requisito para tenerla. Y Friðþjófr era el comerciante en aquel intercambio. Podían hacer con el joven lo que quisieran, a cambio, tendrían que darle lo que él pidiese. Y por supuesto, él siempre estaría presente en la escena. Esto último era más debido a la obsesión que sentía que por sus ganas de protegerlo: Eszti lo sabía. Al vampiro le gustaba verle mancillado por la oscuridad de otros, creía que de ese modo su esencia se haría incluso más perfecta y encandiladora, pero por otro lado no soportaría que alguien aprovechara un descuido para ofrecerle algo mejor y que el joven lo abandonara. Un temor infundado, sin embargo. El húngaro se había propuesto pasar toda la eternidad a su lado, y nada ni nadie le haría cambiar de parecer.
El coche de caballos ya los estaba esperando a la salida del hospicio. Era un carro elegante pero sobrio, buscaba no llamar demasiado la atención, algo que era necesario debido a la naturaleza de la reunión que estaba a punto de tener lugar. La persona con la que iban a reunirse era un importante noble que manejaba no solamente las relaciones internacionales del país, sino también las finanzas. A cambio de probar el néctar de los labios de Eszti le otorgaría al vampiro un título nobiliario y un tercio de las tierras del sur de la capital. No era una mala oferta, pero por alguna razón, Friðþjófr se hallaba malhumorado. Y eso nunca presagiaba nada bueno. No tenía ni la más remota idea de qué estaba pasando por la mente del vampiro para tener semejante expresión de enfado, pero a juzgar por la fuerza que estaba aplicando en su agarre sobre la muñeca del joven, no podía ser nada bueno. - ¿Qué sucede? ¿Ha habido algún cambio de planes? -Se temía que lo que sucediera fuera que la petición que el hombre había hecho en privado y sin su conocimiento fuera lo que estaba perturbando el humor del vampiro. Quería decirle que no le importaba, que haría lo que fuese por él, pero por alguna razón sintió que era mejor quedarse callado.
Eszti V. Cseszneky- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/03/2014
Re: Engel der Lügen {Flashback - 1792} [+18]
La pregunta que sale de sus labios me hace bufar por lo bajo. Me molesta que me comprenda de forma tan buena. Eso implica que mis emociones se están haciendo cada vez más evidentes, y eso es algo que nunca he querido. Ninguno de los dos debemos olvidarnos de la verdad: y es que Eszti no es más que uno de mis muchos juguetes. Mi favorito por el momento, sin duda, pero no deja de ser una posesión, y como tal, sus opiniones, pensamientos y sentimientos no tienen -o no deberían tener- ningún peso en las decisiones que tomo por él. Por nosotros. El cómo y el cuándo lo utilice responde a mis deseos y a los de nadie más. Quizá por eso ahora mismo estoy tan cabreado, porque, en efecto, y como Eszti ha supuesto, la petición que aquel noble ha hecho para esta noche sobrepasa con creces lo que normalmente estoy dispuesto a aceptar en esta clase de intercambios. Nunca me ha importado demasiado que lo toquen, o que le pidan que se humille a cambio de los favores que me ofrecen, pero había algo que no solía permitir, a menos que se dieran circunstancias extraordinarias, y eso es que lo invadieran. Pensar que la verga de otro que no sea yo mismo va a entrar en su cuerpo me revuelve el estómago de un modo casi violento. Aún me lo estoy pensando, de hecho, porque si bien lo que me ofrece a cambio merece la pena, no quiero que alguien como él entre en contacto con su más íntimo secreto, con su esencia. ¿Pero por qué? Hay algo en él que me recuerda al trauma pasado de Eszti, a su abusivo padre. Y sé que aunque él no lo reconozca, es débil ante las personas con carácter semejante. ¿Qué pasará si se deja arrastrar por sus palabras, si le es ofrecido algo mejor a cambio que mi compañía? Tendría que matarlo. Pero un mundo sin esta criatura tan perfecta a mi lado se me antoja extremadamente insulso.
Es la interacción entre estos pensamientos tan impropios de mi persona, y la repulsión que me produce notarme débil ante un simple humano, lo que me está haciendo actuar tan extraño. Por un lado, me siento inclinado a olvidarme de todo aquello y dar media vuelta, regresar al hotel y seguir follando hasta que se le acaben las fuerzas, como si eso me ayudara a recordarle, a recordarnos, a quién realmente le pertenece. Por otro, sentirme dominado por el deseo de poseerlo me recuerda demasiado a la debilidad propia de los humanos, y quiero actuar de forma opuesta a ello. Suspiro, logrando calmarme, y solo entonces lo suelto. No pienso dejarme arrastrar por la emoción que Eszti me contagia. Es tan sencillo saber lo que siente por mi, lo que desea de mi, que a veces me confundo. Sí, tiene que ser eso. Él sólo es un juguete. Un objeto valioso con el que comerciar. Su cuerpo es de mi propiedad, y tengo el derecho a usarlo y cederlo a quien quiera, como quiera, y sin tener la necesidad de sentirme culpable por ello. De un empujón, lo lanzo contra el asiento que está frente al mío, haciendo que un gemido escape de su garganta a causa del fuerte golpe. - Cállate. Aunque hubiera habido un cambio de planes, sabes perfectamente que no es de tu incumbencia. -Con las mejillas sonrojadas, el joven asiente y agacha la cabeza, quedando así zanjado el tema. Pero la tensión en el ambiente no se reduce, ni yo me siento más tranquilo. Me fastidia. Me jode mucho sentirme así. No puedo dar marcha atrás, no ahora que estoy tan cerca de conseguir lo que quiero. No por una simple posesión.
Eszti no puede significar nada más para mi. No puedo permitírmelo. En mi existencia no hay cabida para emociones tales como el cariño o la necesidad de proteger a otros. Nunca lo ha habido. Nunca lo habrá. Lo más parecido que he sentido en todos mis años de vida ha sido lo que he sentido por Ophelia, y tampoco me había dolido demasiado abandonarla a su suerte. ¿Cómo iba a ser más intensa la necesidad de monopolizar a Eszti que a la de mi propia progenie? ¡Ridículo! Dedico los siguientes minutos hasta que el carruaje se detiene en nuestro destino, a observar de arriba abajo al ser que se encuentra frente a mi. Sin duda es su aspecto lo que me tiene tan confundido. Emite un aura especial, diferente a la de cualquier otra criatura. Es como si la definición de "ángel" se hubiera materializado en la tierra. Un ser sin un sexo definido pero que, a su vez, atrae la atención y provoca el deseo en todos aquellos que tienen la mala -o buena- suerte de cruzarse en su camino. Saberlo mío me provoca una mezcla de orgullo y satisfacción, pero también acaba haciéndome sentir confuso. Eso es, sólo estoy confundido. Estoy seguro de que cuando llegue el momento de tener que cedérselo a mi "cliente" de esta noche no voy a sentir nada.
Estoy convencido...
Es la interacción entre estos pensamientos tan impropios de mi persona, y la repulsión que me produce notarme débil ante un simple humano, lo que me está haciendo actuar tan extraño. Por un lado, me siento inclinado a olvidarme de todo aquello y dar media vuelta, regresar al hotel y seguir follando hasta que se le acaben las fuerzas, como si eso me ayudara a recordarle, a recordarnos, a quién realmente le pertenece. Por otro, sentirme dominado por el deseo de poseerlo me recuerda demasiado a la debilidad propia de los humanos, y quiero actuar de forma opuesta a ello. Suspiro, logrando calmarme, y solo entonces lo suelto. No pienso dejarme arrastrar por la emoción que Eszti me contagia. Es tan sencillo saber lo que siente por mi, lo que desea de mi, que a veces me confundo. Sí, tiene que ser eso. Él sólo es un juguete. Un objeto valioso con el que comerciar. Su cuerpo es de mi propiedad, y tengo el derecho a usarlo y cederlo a quien quiera, como quiera, y sin tener la necesidad de sentirme culpable por ello. De un empujón, lo lanzo contra el asiento que está frente al mío, haciendo que un gemido escape de su garganta a causa del fuerte golpe. - Cállate. Aunque hubiera habido un cambio de planes, sabes perfectamente que no es de tu incumbencia. -Con las mejillas sonrojadas, el joven asiente y agacha la cabeza, quedando así zanjado el tema. Pero la tensión en el ambiente no se reduce, ni yo me siento más tranquilo. Me fastidia. Me jode mucho sentirme así. No puedo dar marcha atrás, no ahora que estoy tan cerca de conseguir lo que quiero. No por una simple posesión.
Eszti no puede significar nada más para mi. No puedo permitírmelo. En mi existencia no hay cabida para emociones tales como el cariño o la necesidad de proteger a otros. Nunca lo ha habido. Nunca lo habrá. Lo más parecido que he sentido en todos mis años de vida ha sido lo que he sentido por Ophelia, y tampoco me había dolido demasiado abandonarla a su suerte. ¿Cómo iba a ser más intensa la necesidad de monopolizar a Eszti que a la de mi propia progenie? ¡Ridículo! Dedico los siguientes minutos hasta que el carruaje se detiene en nuestro destino, a observar de arriba abajo al ser que se encuentra frente a mi. Sin duda es su aspecto lo que me tiene tan confundido. Emite un aura especial, diferente a la de cualquier otra criatura. Es como si la definición de "ángel" se hubiera materializado en la tierra. Un ser sin un sexo definido pero que, a su vez, atrae la atención y provoca el deseo en todos aquellos que tienen la mala -o buena- suerte de cruzarse en su camino. Saberlo mío me provoca una mezcla de orgullo y satisfacción, pero también acaba haciéndome sentir confuso. Eso es, sólo estoy confundido. Estoy seguro de que cuando llegue el momento de tener que cedérselo a mi "cliente" de esta noche no voy a sentir nada.
Estoy convencido...
Friðþjófr Yngvarr- Vampiro Clase Alta
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Localización : Bajo tierra
Re: Engel der Lügen {Flashback - 1792} [+18]
La brutalidad que tuvo en sus palabras, así como en la forma de apartarlo de su lado, le sirvió como escarmiento. En aquella ocasión tendría, so sólo que tener cuidado de su aspecto y sus gestos en frente de aquel a quien pensaba cautivar, sino que también debía ser prudente a la hora de interaccionar con el vampiro. Nada bueno salía de las ocasiones en que su humor era tan terrible como entonces. Ni siquiera él estaba a salvo en esos momentos. Y no es que él fuera a quejarse por obtener un trato brusco, ni mucho menos, pero con criaturas como él nunca se podía estar del todo seguro. Su muerte podría ser inmediata en caso de hacer algún movimiento inadecuado. Así que Eszti se limitó a asentir y a mantener la mirada clavada en el suelo de la cabina durante todo el trayecto. De vez en cuando escuchaba a su Señor bufar o resoplar por lo bajo, aún visiblemente molesto, pero no se atrevió a alzar la vista en ningún momento. Era mejor dejarlo seguir con el curso de sus pensamientos, se tratara de lo que se tratase, estaba seguro de que pronto llegaría a una conclusión satisfactoria. Confiaba en ello. Al menos, si quería que todo saliera según lo previsto. Si su humor era terrible aún sin haber sucedido nada, si perdían aquella oportunidad sería del todo insoportable.
Cuando finalmente llegaron a su destino, un palacete perteneciente a uno de los marqueses de la ciudad, que le había sido cedido al hombre que iban a ver como un favor, no fue Friðþjófr quien lo ayudó a bajar del coche de caballos, ni tampoco quien lo condujo hasta la entrada de la residencia. El ser caballeroso nunca había sido una de sus características. Al menos, no fuera dela alcoba. En público, el vampiro se afanaba en dejar claro en todo momento que entre ellos había una relación de poderes. Amo y esclavo, Señor y siervo. Ni más, ni menos. Así era mucho más sencillo, y también resultaba bastante más apetecible para aquellos que debían verse atraídos por aquella relación, y por la posibilidad de poseer a un ser tan exótico que era, a su vez, pertenencia de otra persona. El ego de la gente, especialmente la gente pudiente, les llevaba a desear con más ahínco aquello que era de otras personas. A pesar de que tenían probablemente todo lo que podían necesitar en sus vidas, eso no les impedía querer aún más cosas, y especialmente si éstas eran del prójimo. Envidia, egoísmo y avaricia, todas cualidades que él sabía despertar en aquellos a los que debía encandilar con sus encantos.
La gran puerta de roble se abrió ante sus ojos minutos después de que el vampiro golpeara la dorada aldaba en forma de león. Desconocía a qué nivel estaba la nobleza de otros países, pero se mirara por donde se mirase, aquel lugar causaba una profunda impresión de abundancia, muchísima más de la que alguna vez poseyó ella misma cuando aún conservaba el título que le habían robado años atrás. El interior del palacete no hizo más que acentuar aquella primera impresión. Estaba ricamente ornamentado. Las paredes estaban cubiertas con ostentosos tapetes de acabados en oro y platino. El mobiliario estaba compuesto en su mayoría por antigüedades de aspecto bien cuidado y limpio, cuyo valor no solamente venía dado por la procedencia de las mismas (imaginaba que venían de Oriente, a juzgar por su apariencia), sino también por los acabados hechos a mano que probablemente habían sido incluidos en el diseño por encargo. Todo parecía encajar a la perfección, era como si fluyese.
No tuvo demasiado tiempo para disfrutar del entorno, sin embargo, ya que nada más entrar fueron dirigidos a una sala, a la que accedían cruzando un patio de aspecto mediterráneo, donde les esperaba el hombre con el que habían sido citados. Los ojos del noble brillaron con anticipación y lascivia, al percatarse de que el aspecto de la rareza que estaba a punto de catar era tan perfecto como de costumbre. Eszti se esforzó por mostrar la mejor de sus caras, y mostrando un rubor casi virginal, hizo una reverencia que el hombre recibió con una amplia y presumida sonrisa. Aquel tipo le provocaba náuseas, honestamente.
Cuando finalmente llegaron a su destino, un palacete perteneciente a uno de los marqueses de la ciudad, que le había sido cedido al hombre que iban a ver como un favor, no fue Friðþjófr quien lo ayudó a bajar del coche de caballos, ni tampoco quien lo condujo hasta la entrada de la residencia. El ser caballeroso nunca había sido una de sus características. Al menos, no fuera dela alcoba. En público, el vampiro se afanaba en dejar claro en todo momento que entre ellos había una relación de poderes. Amo y esclavo, Señor y siervo. Ni más, ni menos. Así era mucho más sencillo, y también resultaba bastante más apetecible para aquellos que debían verse atraídos por aquella relación, y por la posibilidad de poseer a un ser tan exótico que era, a su vez, pertenencia de otra persona. El ego de la gente, especialmente la gente pudiente, les llevaba a desear con más ahínco aquello que era de otras personas. A pesar de que tenían probablemente todo lo que podían necesitar en sus vidas, eso no les impedía querer aún más cosas, y especialmente si éstas eran del prójimo. Envidia, egoísmo y avaricia, todas cualidades que él sabía despertar en aquellos a los que debía encandilar con sus encantos.
La gran puerta de roble se abrió ante sus ojos minutos después de que el vampiro golpeara la dorada aldaba en forma de león. Desconocía a qué nivel estaba la nobleza de otros países, pero se mirara por donde se mirase, aquel lugar causaba una profunda impresión de abundancia, muchísima más de la que alguna vez poseyó ella misma cuando aún conservaba el título que le habían robado años atrás. El interior del palacete no hizo más que acentuar aquella primera impresión. Estaba ricamente ornamentado. Las paredes estaban cubiertas con ostentosos tapetes de acabados en oro y platino. El mobiliario estaba compuesto en su mayoría por antigüedades de aspecto bien cuidado y limpio, cuyo valor no solamente venía dado por la procedencia de las mismas (imaginaba que venían de Oriente, a juzgar por su apariencia), sino también por los acabados hechos a mano que probablemente habían sido incluidos en el diseño por encargo. Todo parecía encajar a la perfección, era como si fluyese.
No tuvo demasiado tiempo para disfrutar del entorno, sin embargo, ya que nada más entrar fueron dirigidos a una sala, a la que accedían cruzando un patio de aspecto mediterráneo, donde les esperaba el hombre con el que habían sido citados. Los ojos del noble brillaron con anticipación y lascivia, al percatarse de que el aspecto de la rareza que estaba a punto de catar era tan perfecto como de costumbre. Eszti se esforzó por mostrar la mejor de sus caras, y mostrando un rubor casi virginal, hizo una reverencia que el hombre recibió con una amplia y presumida sonrisa. Aquel tipo le provocaba náuseas, honestamente.
Eszti V. Cseszneky- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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Re: Engel der Lügen {Flashback - 1792} [+18]
A decir verdad mi humor no mejora, precisamente, una vez nos introducimos dentro de la residencia. Me frustra pensar que le atrae este tipo de vida, un estilo de vida que yo puedo permitirme pero que jamás me he planteado siquiera ofrecerle. Porque nuestra relación es de otro tipo, de un tipo que no requiere florituras o emociones delicadas. Eszti es una pertenencia más, y no necesito tratarlo con cuidado, ni rodearlo de algodones. Pero, ¿y si es precisamente eso lo que él busca? Que lo traten como una reina, como nadie lo ha hecho antes nunca. Después de todo, ha sufrido bastante a lo largo de su corta vida como para sentir que merece algo mejor, mejor a lo que yo puedo darle, o deseo ofrecerle. Eso me cabrea de un modo exagerado. No me gusta perder lo que me pertenece, y mucho menos regalárselo a alguien que claramente no lo merece, o que es inferior en muchos sentidos a mi persona. ¿Un humano, capaz de darle lo mismo que un inmortal con tantos años de experiencia a mis espaldas? Ni la vigorosidad de mi trato entre las sábanas, ni la capacidad para hacerle sentir éxtasis por medio de mi sangre, no podría obtener nada de eso con ese malnacido que se presenta ante nuestros ojos sin tratar de disimular sus ganas de devorarlo.
A pesar de ello, el rostro de Eszti no muestra nada más que lo que éste ha comprendido que necesita mostrar. Su deber es atraer a aquellos que pueden resultarme beneficiosos, ella es el anzuelo, y yo me encargo de cazarlos. Contengo mi rabia lo mejor que puedo cuando sus asquerosas manos lo rodean por la cintura y lo atraen hacia sí. Sus babosos labios se restriegan por la inmaculada mejilla de MI Eszti, y mis deseos de desangrar al tipo se multiplican por diez. No presto mayor atención a la "secreta" conversación que los dos mantienen mientras se mueven por la sala más pegados de lo que deberían. ¿Qué cojones me pasa? ¿Por qué no soy capaz de deshacerme del fastidio que me produce su simple cercanía a alguien que no sea yo? Mi obsesión con él está alcanzando límites que ni siquiera yo soy capaz de comprender, y mucho menos aceptar. Me obligo a mantener la calma, diciéndome que no merece la pena, que Eszti no tiene tanto valor como para perder todo lo que me ofrece simplemente por no desear que abra sus piernas para otro.
Con una mirada de reojo, el marqués me indica que era el momento indicado para comenzar a hablar de negocios. Tras dejarlo sentado a él en un sillón, el más apartado de la sala, lo bastante lejos de nosotros como para que le sea imposible escucharnos, el semblante del hombre se transforma, se torna de una sonrisa galante a una mueca cargada de lascivia, lo bastante repulsiva como para que hasta a mi me den escalofríos. Traicionero. Vulgar. ¿De verdad lo merece? ¡Ah! La frustración. - Espero que no se haya olvidado de nuestra conversación del otro día. Obtendrá mucho más de lo acordado desde el principio en caso de que nos la... preste por un rato más de lo que decidimos al principio. No es un mal trato, ¿no cree? Después de todo no es más que mercancía. Una puta, al fin y al cabo. No negaré que merece el precio que vamos a pagar por ella, pero no creo que sea como para poner esa cara... -La mofa implícita en sus palabras me hace preguntarme qué tipo de expresión estoy poniendo, y desde cuándo otros, simples y patéticos humanos, son capaces de leer mi rostro con tanta facilidad. Su influencia en mi se me está yendo de las manos... Tal vez sea el momento de romper con esta insalubre relación.
A pesar de ello, el rostro de Eszti no muestra nada más que lo que éste ha comprendido que necesita mostrar. Su deber es atraer a aquellos que pueden resultarme beneficiosos, ella es el anzuelo, y yo me encargo de cazarlos. Contengo mi rabia lo mejor que puedo cuando sus asquerosas manos lo rodean por la cintura y lo atraen hacia sí. Sus babosos labios se restriegan por la inmaculada mejilla de MI Eszti, y mis deseos de desangrar al tipo se multiplican por diez. No presto mayor atención a la "secreta" conversación que los dos mantienen mientras se mueven por la sala más pegados de lo que deberían. ¿Qué cojones me pasa? ¿Por qué no soy capaz de deshacerme del fastidio que me produce su simple cercanía a alguien que no sea yo? Mi obsesión con él está alcanzando límites que ni siquiera yo soy capaz de comprender, y mucho menos aceptar. Me obligo a mantener la calma, diciéndome que no merece la pena, que Eszti no tiene tanto valor como para perder todo lo que me ofrece simplemente por no desear que abra sus piernas para otro.
Con una mirada de reojo, el marqués me indica que era el momento indicado para comenzar a hablar de negocios. Tras dejarlo sentado a él en un sillón, el más apartado de la sala, lo bastante lejos de nosotros como para que le sea imposible escucharnos, el semblante del hombre se transforma, se torna de una sonrisa galante a una mueca cargada de lascivia, lo bastante repulsiva como para que hasta a mi me den escalofríos. Traicionero. Vulgar. ¿De verdad lo merece? ¡Ah! La frustración. - Espero que no se haya olvidado de nuestra conversación del otro día. Obtendrá mucho más de lo acordado desde el principio en caso de que nos la... preste por un rato más de lo que decidimos al principio. No es un mal trato, ¿no cree? Después de todo no es más que mercancía. Una puta, al fin y al cabo. No negaré que merece el precio que vamos a pagar por ella, pero no creo que sea como para poner esa cara... -La mofa implícita en sus palabras me hace preguntarme qué tipo de expresión estoy poniendo, y desde cuándo otros, simples y patéticos humanos, son capaces de leer mi rostro con tanta facilidad. Su influencia en mi se me está yendo de las manos... Tal vez sea el momento de romper con esta insalubre relación.
Última edición por Friðþjófr Yngvarr el Vie Nov 09, 2018 5:49 pm, editado 1 vez
Friðþjófr Yngvarr- Vampiro Clase Alta
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Re: Engel der Lügen {Flashback - 1792} [+18]
Sabía que le habían echado algo en el té -no era difícil captar la sutil diferencia de sabores, cuando te has pasado media vida enfrentándote a intentos de asesinato, o de secuestro; al menos no era veneno-, y también sabía que Friðþjófr era consciente también. Quizá por eso mismo se atrevió a mirarle de frente, con la ceja un tanto alzada, cuestionando en silencio qué era lo que él esperaba que hiciera. Así no era como solían funcionar las cosas en ese tipo de transacciones. El vampiro se limitó a asentir levemente con la cabeza, apenas un gesto únicamente dirigido a él, para que sólo Eszti lo captara. El joven acató la orden, por supuesto, procediendo a ingerir el el contenido de la taza en su totalidad de un simple trago, sin pensárselo ni un segundo. Las órdenes de Friðþjófr eran absolutas. La droga no tardó demasiado en hacer efecto. No podía identificarla en sí misma, probablemente porque estaba demasiado ido como para centrarse en sus conocimientos al respecto, pero sus efectos no le eran del todo desconocidos. Primero, la relajación de sus músculos, de sus extremidades. Se sentía liviano, como si estuviera flotando. Como si su cuerpo fuera agua. Resbaladiza, etérea.
No podía decir que fuera una sensación del todo desagradable.
El sueño llegó después, o más bien, un cansancio tan extremo que amenazaba con arrastrarle hacia el abismo, hacia la oscuridad. Al principio trató de resistirse. No le gustaba ni un poco la idea de que no fuera a estar consciente para fuera lo que fuese que tenían planeado. Confiaba en el vampiro, siempre lo había hecho, pero algo le decía que aquella noche iba a ser diferente a todas las anteriores. Algo no estaba bien, y que en ese tipo de acciones te obliguen a estar quieto, o dormido, no solía presagiar nada bueno precisamente. Pero sus ojos estaban calmados -y quizá debió darse cuenta de que eso no era más que la calma que precedía a la tormenta-, por lo que terminó por abandonarse a lo que su cuerpo le estaba rogando a gritos. Que se dejara ir. Que dejara su consciencia flotar, elevarse y desaparecer dentro de sí mismo. Si Friðþjófr había aceptado, era porque merecía la pena. Y, al final, ¿qué era lo más terrible que podrían hacerle? Probablemente podría superarlo fuera lo que fuese. Lo más extremo sería acabar muerto, pero ¿francamente? tal y como se sentía, tan relajado, llegó a plantearse que tampoco era un modo tan terrible de marcharse. Además de que se ahorraría tener que sufrir lo que fuera que estuviera a punto de ocurrirle. No había miedo, ni siquiera aceptación. Sólo vacío.
El cuerpo inconsciente del joven fue trasladado a una habitación contigua, ya que, al contrario de en el resto de ocasiones, en aquel trato el vampiro había accedido a las demandas de quedarse con él a solas. Era un tanto extraño, normalmente se oponía a ese tipo de exigencias, alegando que si no era capaz de observar por sí mismo el trato que se le daba a sus posesiones, no sería tomado en serio; pero dentro de su estado de cuasi-sueño, en el que, por desgracia, aún seguía captando conversaciones, sonidos, e incluso las luces bajo sus párpados -aunque era incapaz de abrirlos-, supuso que le habían ofrecido algo mucho mejor de lo mencionado en la oferta inicial. Lo que no entendía demasiado bien era por qué había decidido ocultárselo. Eszti jamás se opondría a nada que él le pidiera, nunca lo había hecho. ¿Era su sorpresa o desconcierto también algo requerido? Porque se temía que no iban a estar muy contentos con sus reacciones teniendo en cuenta que no era capaz ni de mover el dedo meñique. Sea lo que fuere, no dependía de él cuestionárselo. Sólo acatar. Y es que probablemente Friðþjófr fuera el único ser sobre la tierra al que guardaría lealtad por siempre, incluso aunque su existencia básicamente se basara en manipularlo, algo que jamás le hubiera permitido a ningún otro.
No necesitaba estar consciente para notar varios pares de manos manoseando su cuerpo, deshaciéndose de las capas de ropajes, exclamando y farfullando con voz gutural la hermosura que se escondía bajo ellos. Calculaba que habrían unos cinco, y eso volvió a sorprenderlo. Ese tipo de situaciones eran evitadas por el vampiro a toda costa, luego de algunos sucesos que tuvieron lugar, el primer año de su "unión", cuando a punto estuvo de perder a su nuevo "juguete" en un tipo de juego demasiado peligroso. Después de eso comenzó a darle su propia sangre, para darle algo de protección, según le dijo. Pero más que nada, para poder ser consciente de sus emociones antes incluso de que sus sentidos físicos las captaran. Ahora entendía un poco los motivos por los que lo habían drogado. Aunque su mente estuviera activa, el resto de funciones no lo estaban, o al menos, no tenían la capacidad de reaccionar a tiempo. Les oía murmurar, complementarlo haciendo referencia a que, a pesar de que se notaba que había estado follando hasta hacía poco, seguía estando igual de estrecho. Porque las "putas" de categoría hasta para eso eran diferentes. Sintió un poco de pena por esos infelices, que pensaban que sus reacciones tenían algo que ver con sus torpes toqueteos. Sólo alguien de la categoría de un vampiro podría sentir una verdadera diferencia. Ellos eran amantes sublimes, a diferencia de los mortales, quienes solían estar más bien en el extremo mediocre. Al igual que el tamaño, grosor y dureza de sus virilidades.
Dudaba mucho de que, de haber estado en pleno uso de sus facultades, hubiera sentido nada cuando el marqués comenzó a entrar en su cuerpo a un ritmo tan frenético como desacompasado. Estaba demasiado desesperado por sentir él, que dudaba mucho que alguna vez se hubiera preguntado si la otra persona era capaz de notar nada. Claro que tampoco estaba seguro de que, en caso de saberlo, le hubiera importado. Ese tipo de hombres, obsesionados con poseer sin tener méritos reales para ello, solían ser de los que más exigían sin pretender dar nada a cambio. Probablemente ese era el aspecto que se le había escapado a Friðþjófr cuando decidió acceder a un cambio de planes de última hora. Nada garantizaba, primero, que fuera a hacer exactamente lo que había dicho que haría; y segundo, que le entregaría la totalidad de lo que le había prometido. No contento con tratar de tomarle el pelo a un vampiro, a Friðþjófr nada menos, decidió que era justo que probase los límites del cuerpo que se le había prestado sin consultarlo con su dueño previamente. Craso error. Cuando sugirió a uno de sus secuaces que tratara de meter su verga también, porque estaba seguro de que la fricción sería mucho más perfecta, la puerta de la habitación salió despedida, y lo siguiente que Eszti fue capaz de percibir, después de que su interior fuera, finalmente, liberado de aquellas absurdas y erráticas envestidas, era el fuerte olor a sangre. Sangre por todas partes.
Ahora sí sabía que, en efecto, estaba flotando. Y bajo la presión ejercida por unos brazos que sí le eran completamente conocidos, y que lo estaban cargando, su mente también terminó por desconectarse, dejándolo sumergirse en el mundo de los sueños. Por lo menos, hasta que las consecuencias lo sacaran a rastras de allí.
No podía decir que fuera una sensación del todo desagradable.
El sueño llegó después, o más bien, un cansancio tan extremo que amenazaba con arrastrarle hacia el abismo, hacia la oscuridad. Al principio trató de resistirse. No le gustaba ni un poco la idea de que no fuera a estar consciente para fuera lo que fuese que tenían planeado. Confiaba en el vampiro, siempre lo había hecho, pero algo le decía que aquella noche iba a ser diferente a todas las anteriores. Algo no estaba bien, y que en ese tipo de acciones te obliguen a estar quieto, o dormido, no solía presagiar nada bueno precisamente. Pero sus ojos estaban calmados -y quizá debió darse cuenta de que eso no era más que la calma que precedía a la tormenta-, por lo que terminó por abandonarse a lo que su cuerpo le estaba rogando a gritos. Que se dejara ir. Que dejara su consciencia flotar, elevarse y desaparecer dentro de sí mismo. Si Friðþjófr había aceptado, era porque merecía la pena. Y, al final, ¿qué era lo más terrible que podrían hacerle? Probablemente podría superarlo fuera lo que fuese. Lo más extremo sería acabar muerto, pero ¿francamente? tal y como se sentía, tan relajado, llegó a plantearse que tampoco era un modo tan terrible de marcharse. Además de que se ahorraría tener que sufrir lo que fuera que estuviera a punto de ocurrirle. No había miedo, ni siquiera aceptación. Sólo vacío.
El cuerpo inconsciente del joven fue trasladado a una habitación contigua, ya que, al contrario de en el resto de ocasiones, en aquel trato el vampiro había accedido a las demandas de quedarse con él a solas. Era un tanto extraño, normalmente se oponía a ese tipo de exigencias, alegando que si no era capaz de observar por sí mismo el trato que se le daba a sus posesiones, no sería tomado en serio; pero dentro de su estado de cuasi-sueño, en el que, por desgracia, aún seguía captando conversaciones, sonidos, e incluso las luces bajo sus párpados -aunque era incapaz de abrirlos-, supuso que le habían ofrecido algo mucho mejor de lo mencionado en la oferta inicial. Lo que no entendía demasiado bien era por qué había decidido ocultárselo. Eszti jamás se opondría a nada que él le pidiera, nunca lo había hecho. ¿Era su sorpresa o desconcierto también algo requerido? Porque se temía que no iban a estar muy contentos con sus reacciones teniendo en cuenta que no era capaz ni de mover el dedo meñique. Sea lo que fuere, no dependía de él cuestionárselo. Sólo acatar. Y es que probablemente Friðþjófr fuera el único ser sobre la tierra al que guardaría lealtad por siempre, incluso aunque su existencia básicamente se basara en manipularlo, algo que jamás le hubiera permitido a ningún otro.
No necesitaba estar consciente para notar varios pares de manos manoseando su cuerpo, deshaciéndose de las capas de ropajes, exclamando y farfullando con voz gutural la hermosura que se escondía bajo ellos. Calculaba que habrían unos cinco, y eso volvió a sorprenderlo. Ese tipo de situaciones eran evitadas por el vampiro a toda costa, luego de algunos sucesos que tuvieron lugar, el primer año de su "unión", cuando a punto estuvo de perder a su nuevo "juguete" en un tipo de juego demasiado peligroso. Después de eso comenzó a darle su propia sangre, para darle algo de protección, según le dijo. Pero más que nada, para poder ser consciente de sus emociones antes incluso de que sus sentidos físicos las captaran. Ahora entendía un poco los motivos por los que lo habían drogado. Aunque su mente estuviera activa, el resto de funciones no lo estaban, o al menos, no tenían la capacidad de reaccionar a tiempo. Les oía murmurar, complementarlo haciendo referencia a que, a pesar de que se notaba que había estado follando hasta hacía poco, seguía estando igual de estrecho. Porque las "putas" de categoría hasta para eso eran diferentes. Sintió un poco de pena por esos infelices, que pensaban que sus reacciones tenían algo que ver con sus torpes toqueteos. Sólo alguien de la categoría de un vampiro podría sentir una verdadera diferencia. Ellos eran amantes sublimes, a diferencia de los mortales, quienes solían estar más bien en el extremo mediocre. Al igual que el tamaño, grosor y dureza de sus virilidades.
Dudaba mucho de que, de haber estado en pleno uso de sus facultades, hubiera sentido nada cuando el marqués comenzó a entrar en su cuerpo a un ritmo tan frenético como desacompasado. Estaba demasiado desesperado por sentir él, que dudaba mucho que alguna vez se hubiera preguntado si la otra persona era capaz de notar nada. Claro que tampoco estaba seguro de que, en caso de saberlo, le hubiera importado. Ese tipo de hombres, obsesionados con poseer sin tener méritos reales para ello, solían ser de los que más exigían sin pretender dar nada a cambio. Probablemente ese era el aspecto que se le había escapado a Friðþjófr cuando decidió acceder a un cambio de planes de última hora. Nada garantizaba, primero, que fuera a hacer exactamente lo que había dicho que haría; y segundo, que le entregaría la totalidad de lo que le había prometido. No contento con tratar de tomarle el pelo a un vampiro, a Friðþjófr nada menos, decidió que era justo que probase los límites del cuerpo que se le había prestado sin consultarlo con su dueño previamente. Craso error. Cuando sugirió a uno de sus secuaces que tratara de meter su verga también, porque estaba seguro de que la fricción sería mucho más perfecta, la puerta de la habitación salió despedida, y lo siguiente que Eszti fue capaz de percibir, después de que su interior fuera, finalmente, liberado de aquellas absurdas y erráticas envestidas, era el fuerte olor a sangre. Sangre por todas partes.
Ahora sí sabía que, en efecto, estaba flotando. Y bajo la presión ejercida por unos brazos que sí le eran completamente conocidos, y que lo estaban cargando, su mente también terminó por desconectarse, dejándolo sumergirse en el mundo de los sueños. Por lo menos, hasta que las consecuencias lo sacaran a rastras de allí.
Eszti V. Cseszneky- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/03/2014
Re: Engel der Lügen {Flashback - 1792} [+18]
No puedo soportarlo. Y aunque me niego rotundamente a admitir los motivos por los que he reaccionado de esta forma, sé que Eszti, siendo tan inteligente como es, no tardará demasiado en alcanzar sus propias conclusiones. Y eso no me gusta, ¿pero cómo demonios voy a solucionarlo ahora? Ya no hay remedio. Sé que mantendrá la boca cerrada al respecto, por temor a eliminar ese sentimiento que sospecha reside en mi interior, y yo, en cierto modo, lo agradezco. Ya que así tendré tiempo de eliminarlo de mi organismo por completo antes de que se enquiste. Él es un objeto, algo que me pertenece, pero ese sentimiento no es recíproco. Nunca lo será. No debe serlo. Mejor que no se haga ilusiones. Pero, ¡ah! Los susurros tras esa puerta me han sacado de quicio. Aunque imaginaba que mi "compañero" de negocios estaba pensando traicionarme, no imaginaba hasta qué punto. ¿Usar a MI Eszti de ese modo, sin consultarme -no es que le hubiera dado permiso, igualmente-, y tratando de darme únicamente como pago un mísero título? Ni siquiera me lo pienso, sé como suena: que el joven es más importante que lo que se supone que voy a obtener cediéndolo. Ya me resulta bastante desagradable imaginar que va a invadir su cuerpo un ser maloliente como el marqués, ¿pero más de uno de su misma clase y condición?
Por encima de mi cadáver.
Cuando irrumpo en la habitación, hay un momento de silencio absoluto, marcado por la confusión y también por el fastidio. Ellos, porque han visto su momento de diversión interrumpido; y yo, porque mi mente se nubla y todo lo que consigo ver se tiñe de color escarlata en cuanto comienza a cobrar sentido lo que estoy viendo. Lo observo ahí, hundido en él, en ese cuerpo blanco, inmaculado y que me ha pertenecido desde siempre. Mancillándolo. Atreviéndose a usarlo como yo mismo lo hago, o incluso con más violencia. Manos ajenas tocando sus zonas más sensibles, marcas violáceas en unas caderas que solamente yo tengo derecho a marcar con la violencia de mis acometidas. Lo que prende la llama definitivamente es el aroma al esperma al salir de su cuerpo, inundando la misma cavidad que yo he estado ocupando hasta hace menos de hora y media. Ni siquiera cambio de expresión cuando avanzo hacia ellos y voy quebrando huesos, cuellos, arrancando extremidades y mordiendo donde primero alcanzo, totalmente consumido y cegado por la repulsión y la rabia que me produce. Deseo que se desangren, que sufran, que se descompongan en cadáveres malolientes y putrefactos que nadie recuerde, que nadie se moleste en echar de menos. Es cuanto merecen. Escupo sobre el cuerpo del marqués una vez deja de temblar en sus últimos momentos, y lo arrojo contra el suelo, separándolo de Eszti, que aún yace en la cama, cubierto por ese olor desagradable de otros hombres sobre su cuerpo.
Lo tomo en brazos y salgo de la residencia, ignorando gritos, amenazas y sin molestarme en pensar qué pasará una vez se corra la voz del atroz crimen que he cometido. No me importa una mierda, tengo cosas más relevantes entre manos. Como la de purificar nuevamente a Eszti, antes de hacerle pagar por sus pecados. Sí, ha pecado. Porque aunque yo lo he empujado a cumplir con su deber, él siempre ha sabido cuáles son mis límites. Ni siquiera me vale la excusa de la droga que percibo, sutilmente, recorriendo su cuerpo. Si no estuviera tan furioso quizá lo habría entendido. Pero ahora no. Ahora estoy apenas conteniendo mis ganas de acabar con todo con lo que me encuentre. Demasiado rabioso. Demasiado fuera de control. Ni siquiera recuerdo haberme sentido así nunca antes. Su presencia me está afectando, negativamente, ahora está más claro que nunca. Y lo odio, lo odio y me molesta. Pero no suelto su cuerpo ni siquiera cuando subimos al carruaje, a pesar de que notar los fluidos de esos humanos contra su piel me enfurecen incluso más, me disgustan. Nauseabundo. ¿Cómo demonios puedo sentir náuseas, si estoy muerto? Hasta este punto me está alterando. No es buena señal. La dependencia no debe ser mutua, nunca, y mucho menos con un objeto.
Las siguientes dos horas me las paso limpiando su cuerpo concienzudamente. Su piel está demasiado cálida, efecto probablemente de la droga, pero me da igual. Froto la carne hasta que enrojece de forma casi exagerada, e introduzco los dedos en su interior con el fin de extraer toda esencia que no sea la mía. Él sigue sin responder, apenas removiéndose de vez en cuando, pero casi que lo prefiero. No quiero ver sus ojos,no cuando estoy así, no cuando sé que va a malentenderlo, o tomárselo como mejor le convenga. No cuando sé que tiene razón, y que negar lo evidente sólo lo hará burlarse.
Cuando finalmente Eszti despierta, mi verga está embistiéndolo con violencia, como intentando sobrescribir todo lo sucedido en esta noche. Y eso es precisamente lo que pretendo. No sé qué expresa mi rostro, pero su mueca de terror, que queda parcialmente disimulada por un agudo gemido que escapa de su garganta, me dice que probablemente sea mucho más animalística de lo que imagino. Mis deseos de poseerlo, de convertirlo en una parte de mi mismo, son tan exageradas que se traduce en lo agresivo de mi forma de tomarlo. Pero él reacciona, él siempre reacciona, únicamente a mi, aceptando todo lo que le doy. Lo bueno, lo malo, y lo peor. Eso me enloquece. Quizá ese sea el secreto de lo mucho que está cambiando mi comportamiento, a pesar de mis reticencias. - ¡¿Por qué dejaste que te tocaran?! ¡¿Por qué no te resististe?! ¡Me perteneces! ¿Acaso no lo entiendes? ¡Dejarlos mancillar algo que es mío! ¡¿Cómo te atreves?! -Mis manos se cierran en torno a su cuello antes de que yo mismo sea consciente de lo que estoy haciendo, y entonces, su mirada se suaviza, sus ojos brillan, con ese sentimiento que tanto me desconcierta, de absoluta aceptación, masoquismo, y evidente afecto. Entonces, sin dejar de estrangularlo, tomo sus labios con los míos, y por un momento me concedo a mi mismo un momento para pensar que, tal vez, después de todo, la idea de fundirnos en uno solo para siempre no sea tan terrible.
Por encima de mi cadáver.
Cuando irrumpo en la habitación, hay un momento de silencio absoluto, marcado por la confusión y también por el fastidio. Ellos, porque han visto su momento de diversión interrumpido; y yo, porque mi mente se nubla y todo lo que consigo ver se tiñe de color escarlata en cuanto comienza a cobrar sentido lo que estoy viendo. Lo observo ahí, hundido en él, en ese cuerpo blanco, inmaculado y que me ha pertenecido desde siempre. Mancillándolo. Atreviéndose a usarlo como yo mismo lo hago, o incluso con más violencia. Manos ajenas tocando sus zonas más sensibles, marcas violáceas en unas caderas que solamente yo tengo derecho a marcar con la violencia de mis acometidas. Lo que prende la llama definitivamente es el aroma al esperma al salir de su cuerpo, inundando la misma cavidad que yo he estado ocupando hasta hace menos de hora y media. Ni siquiera cambio de expresión cuando avanzo hacia ellos y voy quebrando huesos, cuellos, arrancando extremidades y mordiendo donde primero alcanzo, totalmente consumido y cegado por la repulsión y la rabia que me produce. Deseo que se desangren, que sufran, que se descompongan en cadáveres malolientes y putrefactos que nadie recuerde, que nadie se moleste en echar de menos. Es cuanto merecen. Escupo sobre el cuerpo del marqués una vez deja de temblar en sus últimos momentos, y lo arrojo contra el suelo, separándolo de Eszti, que aún yace en la cama, cubierto por ese olor desagradable de otros hombres sobre su cuerpo.
Lo tomo en brazos y salgo de la residencia, ignorando gritos, amenazas y sin molestarme en pensar qué pasará una vez se corra la voz del atroz crimen que he cometido. No me importa una mierda, tengo cosas más relevantes entre manos. Como la de purificar nuevamente a Eszti, antes de hacerle pagar por sus pecados. Sí, ha pecado. Porque aunque yo lo he empujado a cumplir con su deber, él siempre ha sabido cuáles son mis límites. Ni siquiera me vale la excusa de la droga que percibo, sutilmente, recorriendo su cuerpo. Si no estuviera tan furioso quizá lo habría entendido. Pero ahora no. Ahora estoy apenas conteniendo mis ganas de acabar con todo con lo que me encuentre. Demasiado rabioso. Demasiado fuera de control. Ni siquiera recuerdo haberme sentido así nunca antes. Su presencia me está afectando, negativamente, ahora está más claro que nunca. Y lo odio, lo odio y me molesta. Pero no suelto su cuerpo ni siquiera cuando subimos al carruaje, a pesar de que notar los fluidos de esos humanos contra su piel me enfurecen incluso más, me disgustan. Nauseabundo. ¿Cómo demonios puedo sentir náuseas, si estoy muerto? Hasta este punto me está alterando. No es buena señal. La dependencia no debe ser mutua, nunca, y mucho menos con un objeto.
Las siguientes dos horas me las paso limpiando su cuerpo concienzudamente. Su piel está demasiado cálida, efecto probablemente de la droga, pero me da igual. Froto la carne hasta que enrojece de forma casi exagerada, e introduzco los dedos en su interior con el fin de extraer toda esencia que no sea la mía. Él sigue sin responder, apenas removiéndose de vez en cuando, pero casi que lo prefiero. No quiero ver sus ojos,no cuando estoy así, no cuando sé que va a malentenderlo, o tomárselo como mejor le convenga. No cuando sé que tiene razón, y que negar lo evidente sólo lo hará burlarse.
Cuando finalmente Eszti despierta, mi verga está embistiéndolo con violencia, como intentando sobrescribir todo lo sucedido en esta noche. Y eso es precisamente lo que pretendo. No sé qué expresa mi rostro, pero su mueca de terror, que queda parcialmente disimulada por un agudo gemido que escapa de su garganta, me dice que probablemente sea mucho más animalística de lo que imagino. Mis deseos de poseerlo, de convertirlo en una parte de mi mismo, son tan exageradas que se traduce en lo agresivo de mi forma de tomarlo. Pero él reacciona, él siempre reacciona, únicamente a mi, aceptando todo lo que le doy. Lo bueno, lo malo, y lo peor. Eso me enloquece. Quizá ese sea el secreto de lo mucho que está cambiando mi comportamiento, a pesar de mis reticencias. - ¡¿Por qué dejaste que te tocaran?! ¡¿Por qué no te resististe?! ¡Me perteneces! ¿Acaso no lo entiendes? ¡Dejarlos mancillar algo que es mío! ¡¿Cómo te atreves?! -Mis manos se cierran en torno a su cuello antes de que yo mismo sea consciente de lo que estoy haciendo, y entonces, su mirada se suaviza, sus ojos brillan, con ese sentimiento que tanto me desconcierta, de absoluta aceptación, masoquismo, y evidente afecto. Entonces, sin dejar de estrangularlo, tomo sus labios con los míos, y por un momento me concedo a mi mismo un momento para pensar que, tal vez, después de todo, la idea de fundirnos en uno solo para siempre no sea tan terrible.
Friðþjófr Yngvarr- Vampiro Clase Alta
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