AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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· La Dame en Blanc · Privé
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· La Dame en Blanc · Privé
Colarse en aquella fiesta no había sido demasiado difícil. A pesar de que había preparado de antemano una bolsa de monedas, por si necesitaba sobornar a los guardias, al final no había hecho falta hacer uso del soborno. Una batida de pestañas, una dulce y sensual sonrisa, y la provocativa promesa de compartir luego unos instantes juntos habían sido suficientes para convencer a aquellos dos hombres que guardaban la puerta de que no perdían nada por dejarlo entrar. Claro que ninguno de ellos había sospechado que lo que se escondía bajo aquel vestido blanco no era exactamente lo que imaginaban. Su cuerpo delicado resaltaba gracias a la forma de la prenda, y su busto, aunque en apariencia pequeño, aparentaba una firmeza envidiable. Nadie podría resistirse, y lo sabía. Pero el gran secreto eran esas dos pequeñas almohadillas que daban forma a un busto que en realidad era inexistente. Eso, y lo que se ocultaba bajo la falda, y entre sus piernas. No es que importase, ya que ninguno de los dos eran su tipo así que no iban a llegar tan lejos, pero siempre le resultaba divertido ver la expresión de aquellos que veían truncadas sus expectativas. Aunque debía decir que era sorprendente cuántos, a pesar de descubrir la verdad, seguían mirándolo igual de lascivamente. Por suerte para él, ya que esa era la mejor arma que poseía, y también a la que hacía uso con más asiduidad.
Se mezcló entre damas y caballeros de la nobleza parisina sin mucho inconveniente. Su acento extranjero le dotaba de un toque misterioso, incluso exótico; y eso, unido con su deslumbrante belleza, lo convirtió en el centro de las miradas, pero también hizo que todos pasaran por alto el hecho de que se había colado sin invitación. Nadie sospechaba que estaba en aquel lugar con un propósito definido. Aquella noche se celebraba el compromiso de una heredera del norte de Francia con un Barón parisino, cuya fortuna estaba en peligro, y que había pactado obtener la mitad de ésta a cambio de dotar de un título nobiliario a la novia. Su misión era impedir que aquello ocurriese. Debía hacer que el novio fuese encontrado en una posición incómoda para que así se disolviera el compromiso. Su empleador era el otro pretendiente de la dama, quien tenía la vista fijada en su fortuna desde mucho antes, pero que a diferencia del Barón, no tenía nada que ofrecer. La muchacha, que aspiraba a obtener el título, había escogido al pretendiente en base a aquello, así que no sería fácil hacerla cambiar de opinión. Allí entraba en juego Eszti. Debía seducir al hombre para así lograr que la muchacha cambiase de perecer, al sentirse avergonzada. Habían muchas cosas que podían salir mal, pero lo que obtendría a cambio, información acerca del paradero de cierta persona, lo hacía querer esforzarse al máximo.
Por desgracia, antes de poder dar con el paradero del novio, se vio rodeado de parejas de baile, y la música comenzó a sonar. De pronto, unas manos se aferraron a las suyas y antes de poder negarse, ya estaba bailando con un completo desconocido. Esforzándose por poner su mejor cara, sonrió, escondiendo su fastidio e incomodidad. - Disculpadme de antemano, pero no soy muy diestra en cuanto a la danza se refiere. Siempre me dijeron que nací con dos pies izquierdos. -Bromeó, utilizando un tono más agudo de lo usual, que lo hacía ser completamente indistinguible de cualquiera de las otras damas que los rodeaban. De hecho, parecía una mucho más inocente que todas ellas.
Las apariencias, a veces, sí engañan.
Se mezcló entre damas y caballeros de la nobleza parisina sin mucho inconveniente. Su acento extranjero le dotaba de un toque misterioso, incluso exótico; y eso, unido con su deslumbrante belleza, lo convirtió en el centro de las miradas, pero también hizo que todos pasaran por alto el hecho de que se había colado sin invitación. Nadie sospechaba que estaba en aquel lugar con un propósito definido. Aquella noche se celebraba el compromiso de una heredera del norte de Francia con un Barón parisino, cuya fortuna estaba en peligro, y que había pactado obtener la mitad de ésta a cambio de dotar de un título nobiliario a la novia. Su misión era impedir que aquello ocurriese. Debía hacer que el novio fuese encontrado en una posición incómoda para que así se disolviera el compromiso. Su empleador era el otro pretendiente de la dama, quien tenía la vista fijada en su fortuna desde mucho antes, pero que a diferencia del Barón, no tenía nada que ofrecer. La muchacha, que aspiraba a obtener el título, había escogido al pretendiente en base a aquello, así que no sería fácil hacerla cambiar de opinión. Allí entraba en juego Eszti. Debía seducir al hombre para así lograr que la muchacha cambiase de perecer, al sentirse avergonzada. Habían muchas cosas que podían salir mal, pero lo que obtendría a cambio, información acerca del paradero de cierta persona, lo hacía querer esforzarse al máximo.
Por desgracia, antes de poder dar con el paradero del novio, se vio rodeado de parejas de baile, y la música comenzó a sonar. De pronto, unas manos se aferraron a las suyas y antes de poder negarse, ya estaba bailando con un completo desconocido. Esforzándose por poner su mejor cara, sonrió, escondiendo su fastidio e incomodidad. - Disculpadme de antemano, pero no soy muy diestra en cuanto a la danza se refiere. Siempre me dijeron que nací con dos pies izquierdos. -Bromeó, utilizando un tono más agudo de lo usual, que lo hacía ser completamente indistinguible de cualquiera de las otras damas que los rodeaban. De hecho, parecía una mucho más inocente que todas ellas.
Las apariencias, a veces, sí engañan.
Última edición por Eszti V. Cseszneky el Mar Oct 24, 2017 6:17 pm, editado 1 vez
Eszti V. Cseszneky- Esclavo de Sangre/Clase Alta
- Mensajes : 63
Fecha de inscripción : 23/03/2014
Re: · La Dame en Blanc · Privé
El compromiso entre el barón DuLac y la niña consentida del rey de Francia era un acontecimiento de alto copete, donde solo la élite podría asistir, las mujeres mejor vestidas, los hombres más distinguidos y, por supuesto, también los más poderosos. Ysgramir no era ni noble ni un asiduo en la corte pero si era uno de los comerciantes más respetados y ricos, sus redes se extendían a lo largo y ancho de todo el globo, la envidia de muchos no por la apariencia, si no por el poder que ostentaba. Había sido invitado por el futuro esposo, con quien tenía varios negocios apalabrados y por concluir una vez que los esponsales tuvieran lugar, por lo que era uno de los interesados en que aquello se celebrase y tan prontamente como fuera posible.
El norte era un terreno pantanoso, donde la gente era más arisca y reacia a socializar con extranjeros, él era uno de esos a pesar de tener todo cuanto alguien pudiera desear, las relaciones con el barón al que pronto pertenecerían patrimonios en el norte era una puerta al norte que no podía desdeñar, por ese motivo no fue capaz de negarse a asistir a aquella reunión, no le gustaban ese tipo de exhibiciones, pero algunas veces no tenía más remedio que dar la cara, puesto que al final era un hombre público y bastante conocido en las altas esferas. No podía mantenerse mucho tiempo alejado de ellas por mucho que le desagradase el ambiente. Le parecía aburrido y siempre lo mismo, nunca ocurría nada inesperado. Canapés, buena música, conversaciones sobre negocios, sobrias y aburridas, algún que otro baile, un par de nuevos conocidos y vuelta a casa.
Por eso mismo al descubrir que le llegaban ciertos pensamientos de lo más enloquecedores tuvo que buscar al dueño de los mismos. Por supuesto, echar abajo la boda de esos dos no era una opción para él, así que en caso de necesidad terminaría interviniendo. Su oído era bastante fino y podía escuchar con claridad casi cualquier conversación que se propusiera, los pensamientos eran otra liga completamente diferente, captaba cosas, a veces, sobre todo cuando se repetían una y otra vez con fuerza en la mente del susodicho, además también era agotador. Como hombre del norte, apreciaba el silencio y a menudo él mismo bloqueaba esa capacidad solo para obtener paz, no era un hombre cotilla, ni curioso en exceso, más bien en su justa medida y le importaban un auténtico comino lo que aquellas pomposas personalidades tuvieran en mente. Pero, a veces le llegaban sin darse cuenta, como quien escucha una conversación de forma inevitable y, desde luego, alguien que intentaba seducir al novio durante el compromiso además de una locura era realmente arriesgado, lo más interesante que ocurría en ese salón con diferencia.
Le resultaba divertido y no quería perdérselo por nada del mundo, cuanto más cerca estaba del objeto de sus pensamientos, más fácil era escucharlos y sonsacarlos, sobre todo cuando miraba a los ojos, de modo que decidió unirse al baile, en el que casi todos los presentes estaban incluidos puesto que era el tipo de coreografía en la que las parejas se intercambian constantemente y se vuelven a encontrar, una y otra vez, algo que le convenía enormemente si estaba buscando a la dueña del plan.
Cogió a su pareja de baile, de rostro hermoso y figura deslumbrante, no se podía negar y él tenía un gusto cultivado, miró a los ojos a la joven cuando comenzó a hablar mientras daban vueltas con pasos calculados, él siempre era rígido hasta para la música, pero aun así conocía de memoria los movimientos, los ejecutaba con precisión aunque sin florituras y ejercía su dirección con firmeza y sin duda alguna, era un hombre de lejos confiado y seguro de sí mismo. La muchacha tenía una voz dulce y una sonrisa coqueta, llena de inocencia..Sin embargo..Sus ojos le decían algo completamente diferente. Ysgramir sonrió de medio lado, mientras movía a la mujer de un lado a otro siguiendo el compás.- Quien se lo dijo debió ser un gran mentiroso, tiene usted una mirada muy firme para ser torpe, señorita…-Dejó la pregunta en el aire, para que ella pudiera darle su nombre, con la esperanza de que la conversación llevara a la desconocida a pensar más en el plan que tenía y así poder captarlos con mayor facilidad.
El norte era un terreno pantanoso, donde la gente era más arisca y reacia a socializar con extranjeros, él era uno de esos a pesar de tener todo cuanto alguien pudiera desear, las relaciones con el barón al que pronto pertenecerían patrimonios en el norte era una puerta al norte que no podía desdeñar, por ese motivo no fue capaz de negarse a asistir a aquella reunión, no le gustaban ese tipo de exhibiciones, pero algunas veces no tenía más remedio que dar la cara, puesto que al final era un hombre público y bastante conocido en las altas esferas. No podía mantenerse mucho tiempo alejado de ellas por mucho que le desagradase el ambiente. Le parecía aburrido y siempre lo mismo, nunca ocurría nada inesperado. Canapés, buena música, conversaciones sobre negocios, sobrias y aburridas, algún que otro baile, un par de nuevos conocidos y vuelta a casa.
Por eso mismo al descubrir que le llegaban ciertos pensamientos de lo más enloquecedores tuvo que buscar al dueño de los mismos. Por supuesto, echar abajo la boda de esos dos no era una opción para él, así que en caso de necesidad terminaría interviniendo. Su oído era bastante fino y podía escuchar con claridad casi cualquier conversación que se propusiera, los pensamientos eran otra liga completamente diferente, captaba cosas, a veces, sobre todo cuando se repetían una y otra vez con fuerza en la mente del susodicho, además también era agotador. Como hombre del norte, apreciaba el silencio y a menudo él mismo bloqueaba esa capacidad solo para obtener paz, no era un hombre cotilla, ni curioso en exceso, más bien en su justa medida y le importaban un auténtico comino lo que aquellas pomposas personalidades tuvieran en mente. Pero, a veces le llegaban sin darse cuenta, como quien escucha una conversación de forma inevitable y, desde luego, alguien que intentaba seducir al novio durante el compromiso además de una locura era realmente arriesgado, lo más interesante que ocurría en ese salón con diferencia.
Le resultaba divertido y no quería perdérselo por nada del mundo, cuanto más cerca estaba del objeto de sus pensamientos, más fácil era escucharlos y sonsacarlos, sobre todo cuando miraba a los ojos, de modo que decidió unirse al baile, en el que casi todos los presentes estaban incluidos puesto que era el tipo de coreografía en la que las parejas se intercambian constantemente y se vuelven a encontrar, una y otra vez, algo que le convenía enormemente si estaba buscando a la dueña del plan.
Cogió a su pareja de baile, de rostro hermoso y figura deslumbrante, no se podía negar y él tenía un gusto cultivado, miró a los ojos a la joven cuando comenzó a hablar mientras daban vueltas con pasos calculados, él siempre era rígido hasta para la música, pero aun así conocía de memoria los movimientos, los ejecutaba con precisión aunque sin florituras y ejercía su dirección con firmeza y sin duda alguna, era un hombre de lejos confiado y seguro de sí mismo. La muchacha tenía una voz dulce y una sonrisa coqueta, llena de inocencia..Sin embargo..Sus ojos le decían algo completamente diferente. Ysgramir sonrió de medio lado, mientras movía a la mujer de un lado a otro siguiendo el compás.- Quien se lo dijo debió ser un gran mentiroso, tiene usted una mirada muy firme para ser torpe, señorita…-Dejó la pregunta en el aire, para que ella pudiera darle su nombre, con la esperanza de que la conversación llevara a la desconocida a pensar más en el plan que tenía y así poder captarlos con mayor facilidad.
- Spoiler:
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/08/2017
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Re: · La Dame en Blanc · Privé
No era difícil darse cuenta de que, mientras bailaba, tenía otras muchas cosas en la cabeza. Su mirada vagaba por los alrededores, fingiendo estar distraída o poco centrada en la danza que comenzaba a desarrollarse, pero la realidad es que estaba buscando. Lo estaba buscando a él. La ansiedad por llevar a cabo su cometido lo estaba comenzando a frustrar. A pesar de ello, se repitió mentalmente varias veces que necesitaba calmarse; ser paciente y encontrar el momento adecuado para actuar era también parte de su máscara. Prescindir de alguno de aquellos elementos haría peligrar toda su estrategia, y no podía permitírselo, no ahora que estaba tan cerca de su objetivo. El joven aleteó las pestañas con aire coqueto, pero sin llegar a ser atrevido, y sonrió cortésmente ante las palabras del desconocido. Ahora que finalmente se fijaba en su compañero de baile, se pudo dar cuenta de que destacaba incluso más que él mismo. Su figura era corpulenta, firme y fornida, y en un simple vistazo podía decirse que estaba un tanto fuera de lugar. No por su aspecto, que más o menos estaba en sintonía con los otros caballeros que los rodeaban, sino por dar la impresión de ser alguien procedente de un lugar bastante menos acostumbrado a formalidades como aquella. Demasiado carácter para una fiesta de la frívola élite parisina.
Eso lo hizo sonreír nuevamente, esta vez de forma más sincera que antes, y centrar su mirada en la ajena por más de unos segundos cada vez, había captado su atención. Estaba demasiado acostumbrado a lo previsible de aquellos que se acercaban a su persona, de sus intenciones y orígenes, que cuando se topaba con alguien que se salía de esos patrones no podía evitar sentirse cautivado. Era un cambio que agradecía sin duda. Hombres reales, con personalidades marcadas, eso era lo que siempre le había atraído, y por desgracia, con lo que menos frecuencia tenía el placer de tratar. Se dejó guiar por la mano segura, aunque un tanto brusca, de su acompañante, dando las piruetas necesarias, los delicados giros, y los pasos, logrando que su cuerpo se moviera cada vez con ese deje delicado y sensual tan característico. Lo tenía más que practicado, más que aprendido, formaba parte de sí mismo. Más hermoso que muchas otras damas, más frágil que otras tantas. Él era Ella. Sin ningún atisbo de duda. - Muchos dirían que tener una mirada firme es un mal rasgo cuando se trata de una dama. Un exceso de carácter puede ser un problema cuando se habla de algo tan delicado como es la danza... -Susurró con una leve carcajada, aguda, graciosa, practicada.
Siguió danzando al ritmo de la música, meditando por un momento si era buena idea ofrecerle su nombre a aquel caballero. Muchas personalidades ya lo conocían, así que aunque no supieran de sus intenciones, sí que podían oírse habladurías. A pesar de que eso era algo a lo que no concedía mayor importancia, en aquel momento le parecía un inconveniente. Primero, porque podría fastidiar sus planes; y segundo, porque se sentía extrañamente inclinado a querer presentar una buena cara ante aquel desconocido. - Eszti Kirchner, monsieur. A vuestro servicio. -Mencionó tras unos instantes de silencio, ofreciéndole el apellido que hubo utilizado durante su estancia en Alemania, el de su protector por aquel entonces, y el que le serviría como tapadera en su misión. A punto estuvo de preguntarle cómo debía llamarle a él, cuando el barón DuLac entró en su campo de visión, y el joven se repitió a sí mismo el motivo por el que estaba allí: provocar un escándalo que hiciera que el compromiso se rompiera, ¿cómo? Utilizando sus armas tan bien como sabía. Aprovechó el breve receso entre canción y canción para excusarse rápidamente y salir de la pista de baile, para luego dirigirse a paso ligero en dirección a donde el novio se encontraba.
Los acompañantes del novio fueron los primeros en darse cuenta de su presencia. Su mejillas se ruborizaron suavemente, dándole un aspecto casi angelical. No pudo escuchar lo que murmuraban entre ellos, pero no era difícil imaginárselo. - Disculpad mi atrevimiento, y más en un momento tan especial para vos como este, Monsieur DuLac, pero sería un honor para mi si pudiera ofrecerme unos minutos de su tiempo para hablarle de ciertos asuntos importantes que me han sido encargados por su cliente Herr Kirchner. -El Barón la observó de arriba abajo, de forma casi analítica, pero luego sonrió y asintió, haciendo que el joven se relajara visiblemente. Parecía no sospechar nada.
- Por supuesto, seguidme. Creo que es mejor hablar de esos temas en un lugar más privado. -Afirmó el hombre, quien le ofreció un brazo que él aceptó con timidez fingida, para luego comenzar a caminar en dirección al final del pasillo, que dirigía a lo que suponía que sería algún despacho o la biblioteca. Perfecto. Pensó Eszti, si la sugerencia de estar a solas procedía del propio objetivo, había menos lugar a las sospechas, o eso creía él...
Estaba equivocado.
Eso lo hizo sonreír nuevamente, esta vez de forma más sincera que antes, y centrar su mirada en la ajena por más de unos segundos cada vez, había captado su atención. Estaba demasiado acostumbrado a lo previsible de aquellos que se acercaban a su persona, de sus intenciones y orígenes, que cuando se topaba con alguien que se salía de esos patrones no podía evitar sentirse cautivado. Era un cambio que agradecía sin duda. Hombres reales, con personalidades marcadas, eso era lo que siempre le había atraído, y por desgracia, con lo que menos frecuencia tenía el placer de tratar. Se dejó guiar por la mano segura, aunque un tanto brusca, de su acompañante, dando las piruetas necesarias, los delicados giros, y los pasos, logrando que su cuerpo se moviera cada vez con ese deje delicado y sensual tan característico. Lo tenía más que practicado, más que aprendido, formaba parte de sí mismo. Más hermoso que muchas otras damas, más frágil que otras tantas. Él era Ella. Sin ningún atisbo de duda. - Muchos dirían que tener una mirada firme es un mal rasgo cuando se trata de una dama. Un exceso de carácter puede ser un problema cuando se habla de algo tan delicado como es la danza... -Susurró con una leve carcajada, aguda, graciosa, practicada.
Siguió danzando al ritmo de la música, meditando por un momento si era buena idea ofrecerle su nombre a aquel caballero. Muchas personalidades ya lo conocían, así que aunque no supieran de sus intenciones, sí que podían oírse habladurías. A pesar de que eso era algo a lo que no concedía mayor importancia, en aquel momento le parecía un inconveniente. Primero, porque podría fastidiar sus planes; y segundo, porque se sentía extrañamente inclinado a querer presentar una buena cara ante aquel desconocido. - Eszti Kirchner, monsieur. A vuestro servicio. -Mencionó tras unos instantes de silencio, ofreciéndole el apellido que hubo utilizado durante su estancia en Alemania, el de su protector por aquel entonces, y el que le serviría como tapadera en su misión. A punto estuvo de preguntarle cómo debía llamarle a él, cuando el barón DuLac entró en su campo de visión, y el joven se repitió a sí mismo el motivo por el que estaba allí: provocar un escándalo que hiciera que el compromiso se rompiera, ¿cómo? Utilizando sus armas tan bien como sabía. Aprovechó el breve receso entre canción y canción para excusarse rápidamente y salir de la pista de baile, para luego dirigirse a paso ligero en dirección a donde el novio se encontraba.
Los acompañantes del novio fueron los primeros en darse cuenta de su presencia. Su mejillas se ruborizaron suavemente, dándole un aspecto casi angelical. No pudo escuchar lo que murmuraban entre ellos, pero no era difícil imaginárselo. - Disculpad mi atrevimiento, y más en un momento tan especial para vos como este, Monsieur DuLac, pero sería un honor para mi si pudiera ofrecerme unos minutos de su tiempo para hablarle de ciertos asuntos importantes que me han sido encargados por su cliente Herr Kirchner. -El Barón la observó de arriba abajo, de forma casi analítica, pero luego sonrió y asintió, haciendo que el joven se relajara visiblemente. Parecía no sospechar nada.
- Por supuesto, seguidme. Creo que es mejor hablar de esos temas en un lugar más privado. -Afirmó el hombre, quien le ofreció un brazo que él aceptó con timidez fingida, para luego comenzar a caminar en dirección al final del pasillo, que dirigía a lo que suponía que sería algún despacho o la biblioteca. Perfecto. Pensó Eszti, si la sugerencia de estar a solas procedía del propio objetivo, había menos lugar a las sospechas, o eso creía él...
Estaba equivocado.
Última edición por Eszti V. Cseszneky el Miér Nov 29, 2017 11:30 am, editado 1 vez
Eszti V. Cseszneky- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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Re: · La Dame en Blanc · Privé
No necesitaba usar su habilidad para darse cuenta de que la mujer estaba buscando a alguien y que él no le era de ninguna importancia. Ambos creaban una estampa bastante pintoresca, él no era nada elegante pero de ese modo podía destacar aun más los fluidos movimientos de la joven a través del salón de baile, él prefería no destacar más de lo necesario y a ella, parecía ocurrirle justo lo contrario.- Cualquier tipo de danza pierde fuerza si no se imprime carácter. Puede ser un baile muy hermoso, pero si no hay pasión en él se convierte en uno del montón. Lo mismo ocurre con las mujeres.- Su voz estaba llena de seguridad, quería para él una mujer dócil, que no deseara destacar o un amor idílico, porque nada de eso iba a permitirlo el noruego, pero lo que necesitaba y lo que le gustaba a menudo no eran lo mismo. Necesitaba una mujer tranquila, de buen carácter, pero le atraían aquellas que no huían de un enfrentamiento.
Asintió a su nombre, él no se molestó en darle el suyo porque estaba claro que la chica no estaba interesada. Dieron un par de vueltas más por la sala antes de que la canción terminase. Él no era muy hablador de todas formas, así que la dejó ir tras una reverencia. Se alejó hacia los bordes de la concurrencia, donde alguna dama que otra permanecía sentada y sin pareja, él siguió con la mirada los pasos de la rubia. ¿Sería ella la dueña de aquellos planes tan interesantes? Se alejó un poco de la algarabía del convite, pero no llegó a acercarse tanto como para llamar la atención, prestó atención y se esforzó por escuchar la conversación. Le sorprendió bastante que el anfitrión decidiera ir a un lugar privado teniendo en cuenta las habladurías que eso generaría. ¿Tan imbécil era su nuevo socio?
No iba a permitir que el enlace se echara por tierra, de modo que caminó hacia donde habían desaparecido aquellos dos, no con ánimos de interrumpir la conversación, pero si de mantenerse cerca y a la espera, por si en algún momento tenía que aparecer y separarlos, estaba en juego la puerta al norte en cuanto a negocios y eso era más sagrado que cualquier otra cosa.
Asintió a su nombre, él no se molestó en darle el suyo porque estaba claro que la chica no estaba interesada. Dieron un par de vueltas más por la sala antes de que la canción terminase. Él no era muy hablador de todas formas, así que la dejó ir tras una reverencia. Se alejó hacia los bordes de la concurrencia, donde alguna dama que otra permanecía sentada y sin pareja, él siguió con la mirada los pasos de la rubia. ¿Sería ella la dueña de aquellos planes tan interesantes? Se alejó un poco de la algarabía del convite, pero no llegó a acercarse tanto como para llamar la atención, prestó atención y se esforzó por escuchar la conversación. Le sorprendió bastante que el anfitrión decidiera ir a un lugar privado teniendo en cuenta las habladurías que eso generaría. ¿Tan imbécil era su nuevo socio?
No iba a permitir que el enlace se echara por tierra, de modo que caminó hacia donde habían desaparecido aquellos dos, no con ánimos de interrumpir la conversación, pero si de mantenerse cerca y a la espera, por si en algún momento tenía que aparecer y separarlos, estaba en juego la puerta al norte en cuanto a negocios y eso era más sagrado que cualquier otra cosa.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: · La Dame en Blanc · Privé
Las palabras, cuando iban acompañadas por el vino y las sonrisas furtivas, eran indicadoras de que algo más estaba pasando. Apenas si habían transcurrido unos minutos desde su encuentro, pero era sencillo darse cuenta de que Eszti ya tenía al novio comiendo de sus manos. Lo que al principio se había iniciado como una inocua conversación sobre negocios, sobre los que a pesar de ser muy versado no tenía ningún interés, poco a poco dio paso a un intercambio mucho más íntimo. Preguntas acerca de su procedencia, del significado de su nombre, o incluso de si tenía algún pretendiente, hicieron que el joven se mostrara cada vez más y más coqueto, insinuándose con gestos y batidas de pestañas que los llevaron a acercarse mucho más de lo socialmente aceptable. Especialmente entre una dama de buena clase soltera y alguien que estaba a punto de desposarse en matrimonio.
- No puedo creer que una mujer tan hermosa no tenga más de una docena de candidatos esperando en su puerta. Yo mismo lo tiraría todo por la borda si así me lo pidieras. -Dijo el joven DuLac cuando sus acompañantes los habían dejado finalmente solos en la sala. No iba a negar que le encantaba oír eso, adoraba que lo adularan, eso satisfacía no sólo su ego, sino su contraparte femenina. Aquellas palabras, tan bien calculadas, fueron la única señal que necesitaba. En un gesto que había realizado otras tantas veces al intentar ganarse a algún hombre, primero agachó la mirada, dejando que el rubor se deslizase por sus mejillas, luego lo miró desde abajo, sumisamente, invitándole. Pronto, sus labios se encontraron, en un beso que comenzó siendo casto, casi tímido, pero que luego fue caldeándose a ritmo exponencial.
Las manos ajenas recorrieron su cuerpo con insistencia, deshaciéndose de las primeras prendas. Ahora llegaba el momento clave, el que marcaría que todo aquel plan marchara viento en popa o que todo se fuera al garete. Antes de que su pecho quedase al descubierto, y por tanto, su mentira, detuvo al hombre y le sonrió con timidez, casi con dulzura, fingiendo una culpabilidad que realmente no sentía. Porque aunque otros lo vieran como símbolo de desagrado, a él nunca le había avergonzado ser quien era, lo que era. - Esperad, en realidad... yo... -Musitó el joven, dejando que su desnudez se hiciera patente ante los ojos sorprendidos de su acompañante. Al principio, se tensó, pero al ver que pasaban los segundos y que no decía nada, se tranquilizó...
Al menos hasta notar la sonrisa burlona en el rostro que tenía justo enfrente, acompañado por un surtido de carcajadas a cada cual más grotesca. - ¡Hey! ¡Teníais razón! Era tal y como os habían dicho. -A la habitación volvieron a entrar los mismos caballeros de antes, acompañados por otros más e incluso algunas damas. En total, casi quince personas fueron testigos de su farsa. De haberse encontrado en cualquier otro sitio, y su situación no fuera tan precaria, habría golpeado a aquel imbécil. Pero ante tantas miradas hostiles y cargadas de burla, no pudo más que ruborizarse y cubrirse el cuerpo como pudo, sin poder mirar a nadie en los ojos. - ¿Qué creías? ¿Que sólo por tener una cara bonita iba a olvidarme de que te sobra algo entre las piernas? No sé quién te ha mandado pero creo que debería pedir un reembolso. -Así era como se sentía al probar un trago de tu propia medicina.
Cuando la habitación se había terminado por vaciar, y los últimos murmullos de carcajadas se acallaron en la distancia, Eszti se dejó caer fuertemente sobre el sillón, abandonando toda intención de comportarse con gentileza, y del interior de su vestido, atada al muslo, extrajo una especie de petaca que se llevó a los labios de forma casi ansiosa. El contacto con aquel líquido escarlata lo calmó casi al instante. Pero sus reservas comenzaban a escasear, y encima ahora tendría que dar explicaciones a su empleador. ¿Qué haría si no le pagase lo acordado? No, eso no había acabado. No todavía. Aunque tuviera que cambiar su enfoque haría todo lo posible con terminar con ese enlace. Le costara lo que le costase.
- No puedo creer que una mujer tan hermosa no tenga más de una docena de candidatos esperando en su puerta. Yo mismo lo tiraría todo por la borda si así me lo pidieras. -Dijo el joven DuLac cuando sus acompañantes los habían dejado finalmente solos en la sala. No iba a negar que le encantaba oír eso, adoraba que lo adularan, eso satisfacía no sólo su ego, sino su contraparte femenina. Aquellas palabras, tan bien calculadas, fueron la única señal que necesitaba. En un gesto que había realizado otras tantas veces al intentar ganarse a algún hombre, primero agachó la mirada, dejando que el rubor se deslizase por sus mejillas, luego lo miró desde abajo, sumisamente, invitándole. Pronto, sus labios se encontraron, en un beso que comenzó siendo casto, casi tímido, pero que luego fue caldeándose a ritmo exponencial.
Las manos ajenas recorrieron su cuerpo con insistencia, deshaciéndose de las primeras prendas. Ahora llegaba el momento clave, el que marcaría que todo aquel plan marchara viento en popa o que todo se fuera al garete. Antes de que su pecho quedase al descubierto, y por tanto, su mentira, detuvo al hombre y le sonrió con timidez, casi con dulzura, fingiendo una culpabilidad que realmente no sentía. Porque aunque otros lo vieran como símbolo de desagrado, a él nunca le había avergonzado ser quien era, lo que era. - Esperad, en realidad... yo... -Musitó el joven, dejando que su desnudez se hiciera patente ante los ojos sorprendidos de su acompañante. Al principio, se tensó, pero al ver que pasaban los segundos y que no decía nada, se tranquilizó...
Al menos hasta notar la sonrisa burlona en el rostro que tenía justo enfrente, acompañado por un surtido de carcajadas a cada cual más grotesca. - ¡Hey! ¡Teníais razón! Era tal y como os habían dicho. -A la habitación volvieron a entrar los mismos caballeros de antes, acompañados por otros más e incluso algunas damas. En total, casi quince personas fueron testigos de su farsa. De haberse encontrado en cualquier otro sitio, y su situación no fuera tan precaria, habría golpeado a aquel imbécil. Pero ante tantas miradas hostiles y cargadas de burla, no pudo más que ruborizarse y cubrirse el cuerpo como pudo, sin poder mirar a nadie en los ojos. - ¿Qué creías? ¿Que sólo por tener una cara bonita iba a olvidarme de que te sobra algo entre las piernas? No sé quién te ha mandado pero creo que debería pedir un reembolso. -Así era como se sentía al probar un trago de tu propia medicina.
Cuando la habitación se había terminado por vaciar, y los últimos murmullos de carcajadas se acallaron en la distancia, Eszti se dejó caer fuertemente sobre el sillón, abandonando toda intención de comportarse con gentileza, y del interior de su vestido, atada al muslo, extrajo una especie de petaca que se llevó a los labios de forma casi ansiosa. El contacto con aquel líquido escarlata lo calmó casi al instante. Pero sus reservas comenzaban a escasear, y encima ahora tendría que dar explicaciones a su empleador. ¿Qué haría si no le pagase lo acordado? No, eso no había acabado. No todavía. Aunque tuviera que cambiar su enfoque haría todo lo posible con terminar con ese enlace. Le costara lo que le costase.
Última edición por Eszti V. Cseszneky el Vie Ene 19, 2018 1:15 pm, editado 1 vez
Eszti V. Cseszneky- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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Re: · La Dame en Blanc · Privé
Ysgramir se acercó lo suficiente como para oir la conversación, estuvo a punto de interrumpir aquello cuando empezó a subir de tono, pero unas risitas contenidas le llamaron la atención, se concentró hasta descubrir que ellos dos no estaban solos y por cómo se sucedían los acontecimientos, sabía que todo aquello era una pantomima y que la muchacha estaba siendo descubierta mucho antes de empezar. Al menos, se quedó tranquilo cuando se dio cuenta de que su futuro no quedaba en manos de un egocéntrico que no sabía mirar más allá de sus narices, el negocio estaba asegurado si él era tan atento y tan cuidadoso para todo.
No le pareció ni bien ni mal que tratasen a la muchacha de aquella forma, ella quería un espectáculo y precisamente eso había tenido, solo que con una vuelta de tuerca, probar de su propia medicina le sentaba bien. Estaba a punto de marcharse cuando un olor fuerte le detuvo y escuchó ese último pensamiento de la humillada. Cogiendo aire, esperó a que todos los demás salieran para entrar. Desde luego, la postura y la situación en la que Eszti se encontraba en esos momentos no tenía nada de delicado y mucho menos de ingenuo. Observó los pechos inexistentes del joven, si no fuera por el temple que le caracterizaba hasta él se hubiera sorprendido, había notado algo pero desde luego nunca hubiera votado por esa solución.
Sonrió de medio lado y se cruzó de brazos, mientras la observaba.- Déjalo estar, a demasiada gente le interesa este enlace y no permitirán que se caiga por la borda, antes te tirarían a ti.- Miró con interés al muchacho, aunque no sabía muy bien cómo tratarle, qué era exactamente.- Eres un ser muy curioso, hubiera dicho que eras una mujer, sin duda, hasta tu voz es femenina. Lástima que ellos ya supieran tu...Condición. Cuál es tu nombre. Tu nombre real.- Porque suponía que el que le había dicho era falso y solo pretendía seguir con el engaño.
No le pareció ni bien ni mal que tratasen a la muchacha de aquella forma, ella quería un espectáculo y precisamente eso había tenido, solo que con una vuelta de tuerca, probar de su propia medicina le sentaba bien. Estaba a punto de marcharse cuando un olor fuerte le detuvo y escuchó ese último pensamiento de la humillada. Cogiendo aire, esperó a que todos los demás salieran para entrar. Desde luego, la postura y la situación en la que Eszti se encontraba en esos momentos no tenía nada de delicado y mucho menos de ingenuo. Observó los pechos inexistentes del joven, si no fuera por el temple que le caracterizaba hasta él se hubiera sorprendido, había notado algo pero desde luego nunca hubiera votado por esa solución.
Sonrió de medio lado y se cruzó de brazos, mientras la observaba.- Déjalo estar, a demasiada gente le interesa este enlace y no permitirán que se caiga por la borda, antes te tirarían a ti.- Miró con interés al muchacho, aunque no sabía muy bien cómo tratarle, qué era exactamente.- Eres un ser muy curioso, hubiera dicho que eras una mujer, sin duda, hasta tu voz es femenina. Lástima que ellos ya supieran tu...Condición. Cuál es tu nombre. Tu nombre real.- Porque suponía que el que le había dicho era falso y solo pretendía seguir con el engaño.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: · La Dame en Blanc · Privé
Mentiría si dijese que en su vida no había experimentado nunca lo que se siente al ser humillado. Más bien lo contrario, desde el fallecimiento de su madre y el "florecer" de sus características más andróginas, lo que más había experimentado había sido, precisamente, el sabor de la humillación. No por eso iba a decir que se había acostumbrado. Nada más lejos de la realidad. Su carácter orgulloso y altivo lo hacían sentirse probablemente peor que cualquier otra persona en aquellas ocasiones. Se habían burlado de su apariencia, de que pareciera una mujer, de sus cabellos, de su forma de hablar y de moverse, muchas más veces de las que podía recordar, y no por eso se sentía mejor. Más bien al contrario. A medida que sus victorias en el campo del engatusamiento se iban incrementando, su tolerancia a las situaciones que lo dejaban en ridículo caía en picado. No sabía en qué punto de su lista recaería aquel desastre, pero probablemente puntuara de los más altos.
A pesar de que habían pasado unos minutos desde que lo dejasen solo, aún tenía clavados en la memoria tanto las miradas de disgusto y desconcierto como las carcajadas burlonas que aquellos patanes le habían dedicado. Había metido la pata hasta el fondo. Una vez más, trató de ajustarse los ropajes apenas levemente, antes de desistir en sus intentos y seguir dando grandes sorbos a la petaca llena de sangre. Estaba tan frustrado y repleto de deseos de venganza que ni siquiera se percató de la presencia de otro tipo en la habitación hasta que lo tenía justo enfrente. Y para colmo de males, era el mismo con el que había bailado antes. No podría haberlo olvidado ni aunque quisiera. Se ruborizó al sentirse observado, pero podía más la frustración que la vergüenza. Y total, si ya había descubierto la farsa, ¿acaso quedaba algún motivo para seguir con ella?
- Sospecho por vuestro tono de voz que vos sois alguien con interés en este enlace también, ¿no es así? Supongo que de ser cierto tampoco os sorprenderá saber que hay una gran cantidad de gente que quiere verlo fracasar. A mi, honestamente, nada podría importarme menos. Pero ahora ya es algo más... Personal. -Suspiró para luego volver a centrar su atención en lo que estaba bebiendo. Recordar el incidente únicamente iba a hacerle perder aún más los estribos. Y sí, quería vengarse. Pero abalanzarse sobre el novio sin un plan no iba a surtir efecto, precisamente. Tenía que meditar su próximo paso detenidamente. No podía dejar que todo su trabajo se fuera al traste. - ¿Mi nombre? ¿Acaso importa? Llevo siendo hombre y también mujer desde que tengo memoria, así que lo extraño es realmente que alguien lo sospeche. Estaban avisados. Y juro que me vengaré del malnacido que me ha delatado. -Con la mano cerrada en un puño, golpeó una mesita que estaba cerca, haciéndola volcar. - ¿Lo sabíais? Los Cseszneky nunca nos rendimos hasta acabar con aquellos que nos pisotean... Somos demasiado orgullosos... -Ya no tenía claro si hablaba ella o si era el éxtasis producido por aquel líquido que ya circulaba libremente por sus venas. Llevaba tanto tiempo sin beber tanto y tan seguido que no era ni capaz de medir sus fuerzas.
A pesar de que habían pasado unos minutos desde que lo dejasen solo, aún tenía clavados en la memoria tanto las miradas de disgusto y desconcierto como las carcajadas burlonas que aquellos patanes le habían dedicado. Había metido la pata hasta el fondo. Una vez más, trató de ajustarse los ropajes apenas levemente, antes de desistir en sus intentos y seguir dando grandes sorbos a la petaca llena de sangre. Estaba tan frustrado y repleto de deseos de venganza que ni siquiera se percató de la presencia de otro tipo en la habitación hasta que lo tenía justo enfrente. Y para colmo de males, era el mismo con el que había bailado antes. No podría haberlo olvidado ni aunque quisiera. Se ruborizó al sentirse observado, pero podía más la frustración que la vergüenza. Y total, si ya había descubierto la farsa, ¿acaso quedaba algún motivo para seguir con ella?
- Sospecho por vuestro tono de voz que vos sois alguien con interés en este enlace también, ¿no es así? Supongo que de ser cierto tampoco os sorprenderá saber que hay una gran cantidad de gente que quiere verlo fracasar. A mi, honestamente, nada podría importarme menos. Pero ahora ya es algo más... Personal. -Suspiró para luego volver a centrar su atención en lo que estaba bebiendo. Recordar el incidente únicamente iba a hacerle perder aún más los estribos. Y sí, quería vengarse. Pero abalanzarse sobre el novio sin un plan no iba a surtir efecto, precisamente. Tenía que meditar su próximo paso detenidamente. No podía dejar que todo su trabajo se fuera al traste. - ¿Mi nombre? ¿Acaso importa? Llevo siendo hombre y también mujer desde que tengo memoria, así que lo extraño es realmente que alguien lo sospeche. Estaban avisados. Y juro que me vengaré del malnacido que me ha delatado. -Con la mano cerrada en un puño, golpeó una mesita que estaba cerca, haciéndola volcar. - ¿Lo sabíais? Los Cseszneky nunca nos rendimos hasta acabar con aquellos que nos pisotean... Somos demasiado orgullosos... -Ya no tenía claro si hablaba ella o si era el éxtasis producido por aquel líquido que ya circulaba libremente por sus venas. Llevaba tanto tiempo sin beber tanto y tan seguido que no era ni capaz de medir sus fuerzas.
Eszti V. Cseszneky- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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Re: · La Dame en Blanc · Privé
Ysgramir observaba la evolución que estaba cambiando a la dócil y tímida dama que pretendía ser en el salón de baile, era buena actriz o actor, eso se lo tenía que reconocer, lástima que le hubieran delatado y estuviesen advertidos, a él le habría engañado y eso que tenía especial atención con los detalles, no le gustaban las sorpresas y que todo estuviera bajo su control era más su forma natural que ir a lo loco sin haber planeado nada y sin saber dónde se metía, pero daba igual lo maravillosamente calculado que estuviera un plan, siempre surgían improvistos, la clave era contar con ellos también y si ocurría algo totalmente inesperado, saber aprovecharse de ello. Justo como ahora.
Le sorprendió que bebiera tan alegremente de la petaca como si nada, el olor era evidente, al menos para sus fosas nasales, pero no se sintió cohibido por la abrupta fuerza que usó el muchacho para echar la mesita abajo, reconocía los síntomas, hasta él tenía sus propios esclavos de sangre, eran útiles en cierta medida, aunque también una carga pesada. - Se habría descubierto tarde o temprano, o qué esperabas, ¿Engatusarle justo para que su esposa pudiera verle en una situación comprometida? Y si la prometida no llegase a tiempo, te hubiera descubierto igual, ¿Le detendrías? Entonces se habría acabado el plan...Muchos vacíos en tu infructuoso intento, tenías muchos riesgos y muy pocas salidas. Tampoco yo te hubiera permitido arruinar esto, poco me importa quién este del lado del fracaso, no voy a permitirlo así tenga que ser la sombra de los dos hasta que se casen, una vez casados ya puedes vengarte si lo deseas.
Entendía el orgullo, él también lo era, pero había tenido que pasar por mucho para permitírselo, el orgullo lo tenía hasta la rata más baja, según las imposiciones y las normas morales de cada persona, el orgullo no era nada especial o único, era común para aquellos que tenían libertad y un esclavo de sangre no la tenía.- ¿Qué derecho tiene tu apellido al orgullo cuando te has rebajado tu solo hasta este nivel? El veneno hubiera sido más efectivo, alguien te ha traicionado, no he sido yo porque no he tenido esa necesidad.-Se acercó un poco más mirando aun la piel blanca, el corte de su mandíbula. Su rostro y su rostro tenía tal armonía entre lo masculino y lo femenino que era imposible no verlo hermoso.- Quiero saber tu nombre para poder llamarte como desees, me confunde no saber qué eres, hasta mi perra tiene nombre. ¿Quieres ser un hombre, una mujer, ni lo uno ni lo otro? Me da exactamente lo mismo. Si deseas que te trate como una mujer, basta con que me lo digas.
Le sorprendió que bebiera tan alegremente de la petaca como si nada, el olor era evidente, al menos para sus fosas nasales, pero no se sintió cohibido por la abrupta fuerza que usó el muchacho para echar la mesita abajo, reconocía los síntomas, hasta él tenía sus propios esclavos de sangre, eran útiles en cierta medida, aunque también una carga pesada. - Se habría descubierto tarde o temprano, o qué esperabas, ¿Engatusarle justo para que su esposa pudiera verle en una situación comprometida? Y si la prometida no llegase a tiempo, te hubiera descubierto igual, ¿Le detendrías? Entonces se habría acabado el plan...Muchos vacíos en tu infructuoso intento, tenías muchos riesgos y muy pocas salidas. Tampoco yo te hubiera permitido arruinar esto, poco me importa quién este del lado del fracaso, no voy a permitirlo así tenga que ser la sombra de los dos hasta que se casen, una vez casados ya puedes vengarte si lo deseas.
Entendía el orgullo, él también lo era, pero había tenido que pasar por mucho para permitírselo, el orgullo lo tenía hasta la rata más baja, según las imposiciones y las normas morales de cada persona, el orgullo no era nada especial o único, era común para aquellos que tenían libertad y un esclavo de sangre no la tenía.- ¿Qué derecho tiene tu apellido al orgullo cuando te has rebajado tu solo hasta este nivel? El veneno hubiera sido más efectivo, alguien te ha traicionado, no he sido yo porque no he tenido esa necesidad.-Se acercó un poco más mirando aun la piel blanca, el corte de su mandíbula. Su rostro y su rostro tenía tal armonía entre lo masculino y lo femenino que era imposible no verlo hermoso.- Quiero saber tu nombre para poder llamarte como desees, me confunde no saber qué eres, hasta mi perra tiene nombre. ¿Quieres ser un hombre, una mujer, ni lo uno ni lo otro? Me da exactamente lo mismo. Si deseas que te trate como una mujer, basta con que me lo digas.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: · La Dame en Blanc · Privé
Estaba más que acostumbrado a que lo trataran con dureza, pero por alguna razón, quizá por estar más sensible que en otras ocasiones, la forma de hablar de aquel hombre, así como lo rudo de sus palabras lo afectaron más de lo que quería reconocer. Ofuscado, en parte por ser hablado de ese modo, y en parte por haber terminado con el contenido de la petaca, la apretó con tal fuerza que logró doblar el metal, para luego lanzarla fuertemente contra una vitrina que estaba en la pared de al lado. El sonido de los cristales al resquebrajarse probablemente se hubiera escuchado desde el exterior, pero a aquellas alturas le importaba menos que nada. Dirigió una mirada gélida al hombre con el que antes había intercambiado pasos de baile, y verlo tan poco afectado con todo aquello, además de con el humor suficiente como para sermonearlo, lo enfureció hasta tal punto que se enrojeció, desde las mejillas hasta la punta de las orejas. ¿Quién se creía que era? Su plan no tenía nada de estúpido, ni estaba tan lleno de agujeros como él se creía. Las personas que se le habían escapado de entre los dedos cuando intentaba seducirles se podían contar con los dedos de una mano. Todo el mundo tiene algo en lo que es bueno, en lo que destaca, y aquel era el campo en el que él siempre había sido experto. De no haber estado avisado de sus planes, aquel hombre que se había burlado de él ahora estaría gimiendo bajo su cuerpo. Estaba completamente seguro.
- ¿Quién ha dicho que el problema sea que se descubra que no soy una mujer, en todo el sentido de la palabra? Ese imbécil sabía mi propósito desde un principio, de no ser así, os aseguro que mis genitales le hubieran importado bastante poco después de un par de intentos más. Los hombres como él son fáciles de tentar: cuando tienen un regalo perfectamente envuelto y la posibilidad de saborearlo es suya, no se contienen. Vos mismo, probablemente, también seáis así, aunque vuestro vicio sea distinto al suyo. Siempre hay algo con lo que es posible tentar a otro. Mi trabajo es descubrir qué es lo que desean, y dárselo en bandeja... Maldita sea. -Su voz se había vuelto aguda, suave nuevamente, tal era la rabia que sentía que se hallaba al borde de las lágrimas. Sin duda, tener que escuchar a alguien burlarse de su fracaso era lo que menos le apetecía justo después de haber sido humillado de aquella forma. Nada podía ir peor.
Se sobresaltó un poco cuando el otro se acercó de repente, pero al no saber cuáles eran exactamente sus intenciones, se limitó a encogerse un poco sobre el sillón, eso sí, sin nunca perderlo de vista. Parecía que el tono de voz ajeno también se había suavizado. ¿Su nombre? Tantas veces había oído a esa pregunta, y tantas respuestas distintas había dado, que por un momento se sintió perdido. No era capaz de adivinar las intenciones ajenas. ¿Qué demonios pensaba ese tipo de él? Lo había engañado, haciéndole pensar que era una dama perfecta, y ahora se mostraba como realmente era, un ser que se movía con libertad entre los dos sexos y géneros, alguien que engatusaba a otros con su aspecto. Alguien en quien no se debe confiar. ¿Por qué preguntar el nombre de alguien que sabes que puede mentirte en cualquier momento? Quizá por no saber la respuesta a esa pregunta, le respondió con la verdad: - Soy Eszti Cseszneky. Y soy ambas cosas. ¿Mujer? ¿Hombre? Me niego a definirme por un concepto solamente. Siempre he sido así, una mezcla casi perfecta de ambas, y así debe seguir siendo. Ese es mi destino. Mi propósito. Mi valor. -Con una sonrisa entre dulce y juguetona, parecía que todo el estrés de hasta hacía un rato se había desvanecido. - ¿Y vos? ¿Quién demonios sois vos, que sermoneáis a alguien que acabáis de conocer, y parecéis tan interesado en proteger un enlace que está claro que durará poco? - El enfado, sin embargo, no había desaparecido del todo.
- ¿Quién ha dicho que el problema sea que se descubra que no soy una mujer, en todo el sentido de la palabra? Ese imbécil sabía mi propósito desde un principio, de no ser así, os aseguro que mis genitales le hubieran importado bastante poco después de un par de intentos más. Los hombres como él son fáciles de tentar: cuando tienen un regalo perfectamente envuelto y la posibilidad de saborearlo es suya, no se contienen. Vos mismo, probablemente, también seáis así, aunque vuestro vicio sea distinto al suyo. Siempre hay algo con lo que es posible tentar a otro. Mi trabajo es descubrir qué es lo que desean, y dárselo en bandeja... Maldita sea. -Su voz se había vuelto aguda, suave nuevamente, tal era la rabia que sentía que se hallaba al borde de las lágrimas. Sin duda, tener que escuchar a alguien burlarse de su fracaso era lo que menos le apetecía justo después de haber sido humillado de aquella forma. Nada podía ir peor.
Se sobresaltó un poco cuando el otro se acercó de repente, pero al no saber cuáles eran exactamente sus intenciones, se limitó a encogerse un poco sobre el sillón, eso sí, sin nunca perderlo de vista. Parecía que el tono de voz ajeno también se había suavizado. ¿Su nombre? Tantas veces había oído a esa pregunta, y tantas respuestas distintas había dado, que por un momento se sintió perdido. No era capaz de adivinar las intenciones ajenas. ¿Qué demonios pensaba ese tipo de él? Lo había engañado, haciéndole pensar que era una dama perfecta, y ahora se mostraba como realmente era, un ser que se movía con libertad entre los dos sexos y géneros, alguien que engatusaba a otros con su aspecto. Alguien en quien no se debe confiar. ¿Por qué preguntar el nombre de alguien que sabes que puede mentirte en cualquier momento? Quizá por no saber la respuesta a esa pregunta, le respondió con la verdad: - Soy Eszti Cseszneky. Y soy ambas cosas. ¿Mujer? ¿Hombre? Me niego a definirme por un concepto solamente. Siempre he sido así, una mezcla casi perfecta de ambas, y así debe seguir siendo. Ese es mi destino. Mi propósito. Mi valor. -Con una sonrisa entre dulce y juguetona, parecía que todo el estrés de hasta hacía un rato se había desvanecido. - ¿Y vos? ¿Quién demonios sois vos, que sermoneáis a alguien que acabáis de conocer, y parecéis tan interesado en proteger un enlace que está claro que durará poco? - El enfado, sin embargo, no había desaparecido del todo.
Eszti V. Cseszneky- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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Re: · La Dame en Blanc · Privé
Observó el cristal quebrado, si no habían llamado ya la atención entonces eso no dejaba ninguna duda, seguramente vendrían a buscar a la dama para sacarla a la fuera y que dejase de destruir propiedad privada, Ysgramir se negaba a estar manchado con el asunto que ni siquiera era el suyo. Estaba siendo gracioso, una velada que prometía estar llena de vulgaridad de pronto se había convertido en un descubrimiento de lo más curioso y una noche entretenida. Mientras escuchaba las escusas de la mujer se preguntó si sería cierto, a él le daba igual en verdad, hombre, mujer..Muerto o licántropo, al final cualquiera podía servir para pasar un buen rato, él valoraba el atractivo por encima del físico o la simple bellezas, a lo largo de sus años bellezas había visto muchas y había terminado muy aburrido. Cascarones vacíos y nada más, bonitos de ver, como cualquier jarrón en exposición. Eso era lo que Eszti le parecía.
- A mi no me metas en el mismo saco que los estúpidos que se dejan engatusar, no por ser hombre o por ser mujer, si no porque no me gusta la vulgaridad ni la frivolidad, al menos no para compartir lecho y soy demasiado listo como para alguien como tú logre engañarme con apenas un par de aleteos de pestaña y una mirada. No todos los hombres estamos tan dispuestos a rebajarnos a cualquier compañía.-Se cruzó de brazos, sonriendo de medio lado. Parecía que a la mujer le ofendía profundamente que dudase de sus capacidades de seducción, no lo hacía, había mucho idiota de bragueta floja, pero a él ya no le afectaba la conquista como al resto de los hombres, no del mismo modo, le gustaba la caza, coleccionar objetos y vidas extrañas, tenerlas a su disposición, pero no buscaba romanticismo, ni un fugaz sentimiento de liberación.
Asintió con la cabeza, aceptando su explicación, aunque seguía sin saber cómo tratarle, tuvo que poner una solución.- Muy bien, entonces te trataré según vayas vestida, como ahora llevas un vestido y un impoluto maquillaje, de no ser por la rabieta que has cogido, podrías parecer una dama, de modo que le trataré como a una mujer. Y bien, señorita Eszti, ¿Qué pretende hacer ahora que la mitad de la corte y de los grandes empresarios sabemos que es usted una aberración de la naturaleza? Le señalarán en cualquier celebración de las altas esferas alas que asista.- Cogió aire soltándolo muy lentamente, masticando las palabras.- Soy alguien que tiene tratos con el hombre que quería engañar, no me importa lo que dure su matrimonio, solo que su case, en cuanto su enlace sea oficial, yo me embolsaré una buena suma y luego que cada cual siga su cauce, estrepitoso fracaso marital o no, yo ya tendré mis redes extendidas.
- A mi no me metas en el mismo saco que los estúpidos que se dejan engatusar, no por ser hombre o por ser mujer, si no porque no me gusta la vulgaridad ni la frivolidad, al menos no para compartir lecho y soy demasiado listo como para alguien como tú logre engañarme con apenas un par de aleteos de pestaña y una mirada. No todos los hombres estamos tan dispuestos a rebajarnos a cualquier compañía.-Se cruzó de brazos, sonriendo de medio lado. Parecía que a la mujer le ofendía profundamente que dudase de sus capacidades de seducción, no lo hacía, había mucho idiota de bragueta floja, pero a él ya no le afectaba la conquista como al resto de los hombres, no del mismo modo, le gustaba la caza, coleccionar objetos y vidas extrañas, tenerlas a su disposición, pero no buscaba romanticismo, ni un fugaz sentimiento de liberación.
Asintió con la cabeza, aceptando su explicación, aunque seguía sin saber cómo tratarle, tuvo que poner una solución.- Muy bien, entonces te trataré según vayas vestida, como ahora llevas un vestido y un impoluto maquillaje, de no ser por la rabieta que has cogido, podrías parecer una dama, de modo que le trataré como a una mujer. Y bien, señorita Eszti, ¿Qué pretende hacer ahora que la mitad de la corte y de los grandes empresarios sabemos que es usted una aberración de la naturaleza? Le señalarán en cualquier celebración de las altas esferas alas que asista.- Cogió aire soltándolo muy lentamente, masticando las palabras.- Soy alguien que tiene tratos con el hombre que quería engañar, no me importa lo que dure su matrimonio, solo que su case, en cuanto su enlace sea oficial, yo me embolsaré una buena suma y luego que cada cual siga su cauce, estrepitoso fracaso marital o no, yo ya tendré mis redes extendidas.
Ysgramir Gunnarson- Vampiro Clase Alta
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Re: · La Dame en Blanc · Privé
Las palabras dedicadas por aquel hombre le dieron donde más le dolía. Tal pareciera tener un don para decir precisamente aquello que no quería oír bajo ningún concepto. Eszti no era del tipo de persona que soportaba bien el fracaso o la frustración, probablemente porque en su caso, fracasar tenía unas consecuencias más graves y peligrosas que para cualquier otro. Cuando su apellido aún tenía el valor que otros le habían arrebatado, saber jugar con las apariencias, con los deseos de la gente, con el destino de otras personas, era algo crucial, que podía significar vivir o morir. El mundo era un lugar cruento, especialmente para aquellos que se salen de la norma, de los cánones, de lo considerado común y corriente. Y Eszti, para bien o para mal, podía ser considerado como una "aberración" -tal y como el caballero había señalado-, en bastantes aspectos, además. Si su apariencia andrógina no fuera suficiente, sus inclinaciones tampoco se parecían a las de muchos. Como tampoco lo hacía su modo de ver el mundo o de interaccionar con la gente.
- Haced lo que queráis. Estoy acostumbrada a ser tratada como ambas cosas, o como a ninguna. -Dijo para luego encogerse de hombros. Si había algo característico en el joven de aspecto angelical, era que, una vez eliminada la máscara que se ponía a fin de interpretar un papel determinado, cualquier cambio en sus emociones era claramente visible en su rostro. Seguía molesto por la rudeza de aquel desconocido, pero sus palabras le habían afectado a un nivel bastante más extenso. Después de todo, aquel tipo le estaba escupiendo en la cara las consecuencias que tendría, a corto plazo, su metedura de pata. No era agradable que echaran sal a las heridas, especialmente cuando acababan de ser infligidas. - Aunque no lo creáis, yo tampoco me rebajo a aceptar cualquier compañía. Si hubiese dependido de mi jamás hubiese fijado como víctima a un patán como ese. Así que no os preocupéis, no pienso hacer nada. No es la primera vez que me veo envuelta en algo semejante, y aunque no lo parezca, los rumores se acallan mucho antes cuando el dinero y una cara medio bonita están envueltos. Igual que vos tenéis conexiones, yo también las tengo. -Ahora era su orgullo el que hablaba. Por supuesto que estaba preocupado, pero no pensaba darle la satisfacción a aquel tipo de verle hundirse por algo semejante. Aquel error supondría un paso atrás en su misión, pero no iba a rendirse. No podía darse ese lujo.
- Ya veo que vuestro interés en la vida de otras personas sólo se extiende hasta el grado en que su suerte o escasez de ésta pueda afectar a vuestros negocios. No es algo que critique, sin embargo. El hecho de sólo prestar atención a aquello que nos beneficia está bastante más extendido de lo que la gente de "bien" quiere reconocer. La única diferencia entre ellos y yo misma es que a mi no me importa reconocerlo en voz alta. Os recomiendo que vayáis con cuidado. Igual que a vos le interesa que este enlace siga adelante independientemente de la felicidad de la novia, hay otros... seres, a los que le interesa justo lo contrario. -Aunque había sonado como una amenaza, esa no era realmente la intención, sino que era más bien una advertencia dirigida a sí mismo. No importaba cómo lo hiciera, pero tenía que cumplir con lo que le habían pedido si no quería perder a un cliente al mismo tiempo que ganaba a un enemigo. Pero, ¿qué podía hacer ahora que el mejor de los ases en su manga había resultado ser inservible? Sin su tapadera la cosa se complicaba. Y aún seguía demasiado alterado como para centrarse. - ¿Seríais tan amable de pasarme el whisky que está en aquella mesilla? Necesito pensar... en un plan alternativo.
- Haced lo que queráis. Estoy acostumbrada a ser tratada como ambas cosas, o como a ninguna. -Dijo para luego encogerse de hombros. Si había algo característico en el joven de aspecto angelical, era que, una vez eliminada la máscara que se ponía a fin de interpretar un papel determinado, cualquier cambio en sus emociones era claramente visible en su rostro. Seguía molesto por la rudeza de aquel desconocido, pero sus palabras le habían afectado a un nivel bastante más extenso. Después de todo, aquel tipo le estaba escupiendo en la cara las consecuencias que tendría, a corto plazo, su metedura de pata. No era agradable que echaran sal a las heridas, especialmente cuando acababan de ser infligidas. - Aunque no lo creáis, yo tampoco me rebajo a aceptar cualquier compañía. Si hubiese dependido de mi jamás hubiese fijado como víctima a un patán como ese. Así que no os preocupéis, no pienso hacer nada. No es la primera vez que me veo envuelta en algo semejante, y aunque no lo parezca, los rumores se acallan mucho antes cuando el dinero y una cara medio bonita están envueltos. Igual que vos tenéis conexiones, yo también las tengo. -Ahora era su orgullo el que hablaba. Por supuesto que estaba preocupado, pero no pensaba darle la satisfacción a aquel tipo de verle hundirse por algo semejante. Aquel error supondría un paso atrás en su misión, pero no iba a rendirse. No podía darse ese lujo.
- Ya veo que vuestro interés en la vida de otras personas sólo se extiende hasta el grado en que su suerte o escasez de ésta pueda afectar a vuestros negocios. No es algo que critique, sin embargo. El hecho de sólo prestar atención a aquello que nos beneficia está bastante más extendido de lo que la gente de "bien" quiere reconocer. La única diferencia entre ellos y yo misma es que a mi no me importa reconocerlo en voz alta. Os recomiendo que vayáis con cuidado. Igual que a vos le interesa que este enlace siga adelante independientemente de la felicidad de la novia, hay otros... seres, a los que le interesa justo lo contrario. -Aunque había sonado como una amenaza, esa no era realmente la intención, sino que era más bien una advertencia dirigida a sí mismo. No importaba cómo lo hiciera, pero tenía que cumplir con lo que le habían pedido si no quería perder a un cliente al mismo tiempo que ganaba a un enemigo. Pero, ¿qué podía hacer ahora que el mejor de los ases en su manga había resultado ser inservible? Sin su tapadera la cosa se complicaba. Y aún seguía demasiado alterado como para centrarse. - ¿Seríais tan amable de pasarme el whisky que está en aquella mesilla? Necesito pensar... en un plan alternativo.
Eszti V. Cseszneky- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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