Paso a paso como se construye una vida

por **Patrick M. Tolvaj** Mar Sep 26, 2017 11:30 pm

—Que bello lugar, señor Tolvaj—

Es todo lo que aquella mujer puede decir cuando ve por primera vez nuestra casa.

Se que mi padre me ha dicho que debo empezar a escribir un diario para guardar todas mis memorias de niño hasta cuando sea grande y vea los cambios de mis sueños, pero él no sabe que yo solo tengo un sueño en mente el cual cumpliré a toda costa así tenga que vender mi alma al mismísimo satanás.

Para empezar con estas líneas absurdas y tontas debo presentarme, para aquel que encuentre este pedazo de basura llamado diario.

Soy Patrick Tolvaj, hijo de Joseph Tolvaj y MarieAnn Tolvaj. Mis padres tuvieron otra hija, Eva, la bella niña de los ojos claros que era el orgullo de mi madre pues le ha heredado su belleza y gracia; mientras que yo, yo he heredado la mirada profunda y misteriosa de mi padre. Que dilema.

Desde pequeño, como soy el único hijo hombre de los Tolvaj, me han educado para ser el futuro dueño de todos los bienes que poseen, mi padre gracias a la influencia extranjera de mi madre han decidido abrir tiendas de comida, restaurantes y cafeterías por toda la ciudad, y con ello crecer pero también con lazos que han creado y uno de ellos era aquella mujer que ahora nos visitaba.

Por cierto por si no lo sabías, tengo apenas y cinco años como para estar en medio de toda esta mierda de planes de mis padres, pero así era ellos.

La mujer regordeta y apestosa que entraba con aquella bufanda de animal muerto que cargaba en su cuello venía acompañada de una niña muy flaca, con cara de caballo, con pecas y con una sonrisa que asustaba. Al parecer estaba enferma de asma y no podía tocar bien el piano por un problema en sus manos y corazón.

Estábamos en el jardín jugando cricket cuando el grito de esa mofletuda mujer me hizo perder la cuenta y vi como tomaba la mano de mi padre y luego abrazaba a mi madre diciendo que serían la mejor familia, mi padre me llamó en ese instante para darme la noticia; yo, al tener los catorce años desposaría a ese espantapájaros de mujer como mi futura esposa.

No sé qué cara habré puesto pero lo único que recuerdo fue…

—Quieres que me case con esa jirafona caraba de caballo, estás loco, no pienso hacerlo además soy muy pequeño y guapo para estar acompañado de esta cosa, mejor que caso con Eva, ella si es una mujer—

La cara de asombro de todos llegó con el completo silencio, ni las malditas aves cantaron en ese momento, mi padre se enfureció y de las orejas me llevó castigado con sermón por el medio hasta su oficina de estudio, ahí pasamos unas horas hablando de hombre a hombre.

por **Patrick M. Tolvaj** Jue Oct 26, 2017 11:44 pm

—Lo único que te pido Patrick es que hagas respetar nuestro apellido, es lo único que quiero de ti—

El sermón de mi padre se llevó horas y horas de horas repitiendo lo mismo mientras a mí me dejó de pie escuchando sus reclamos.

No lloré, no me enfurecí solamente le mostré una cara de desagrado y de completa animadversión por sus planes. Me crucé de brazos, es lo que apenas y recuerdo mirando a mi padre con su ceño fruncido y esa enorme y fea V que se le formaba en el entrecejo incluso cuando su ceja derecha comienza a temblar cuando su furia sobre pasa los limites naturales, ya sabía que cuando eso ocurría era porque una tragedia vendría, es decir, un severo castigo.

Mi madre ingresó al estudio sonriendo y trató de media el enojo de mi padre hacia mi, pero ni ella pudo controlar la furia de mi querido y respetado padre. Cuando mamá salió fue entonces que le enfrente

—A mi me quieres casar con esa horrible mujer y a Eva enviarla a un convento para que sea hermanita de la caridad, ¿por qué nosotros debemos hacer eso mientras usted padre se revuelca con todas las doncellas del servicio, con toda puta que se le cruce por delante?—

Mi padre me alzó la mano, el me golpeó tan fuerte que mi pequeño cuerpo terminó en el suelo del estudio, sus ojos estaban bien abiertos y las aletas nasales silbaban de furia.

Salí de ahí azotando la puerta hasta llegar a mi habitación donde mi madre estaba esperándome con sus brazos abiertos, mi madre era una artista, ese día lo supe, cuando comenzó a contar una historia muy parecida a la que fue su vida, desde que se comprometió con mi padre y lo que tuvo que dejar de lado ante los ojos de los demás pero que realmente no lo olvidó ni lo soltó de sus manos.

Con mi madre comprendí a esa edad que no debía enfrentar a mi padre directamente que había otros caminos menos dolorosos.

Ella cuidó de mi ese momento abrazándome entre sus brazos hasta que me dormí con una sonrisa soñando con mi pequeña hermana Eva

por **Patrick M. Tolvaj** Mar Dic 26, 2017 11:44 pm

Ahora, rodeado de aquella gente se siente ajeno e incomodo, de un creciente mal humor, de cierto modo desorientado, ansiando una copa... Una copa de vino, eso pide, antes de cerrar los ojos y concentrarse en atraer a Eirin….

Aquello es lo último que recuerda antes de entrar en una suerte de trance hacia el pasado, un recuerdo nítido de una Francia lejana a la memoria y que le golpea con la misma fuerza que el líquido carmín se impregna en su camisa.

- Que demonios - brama para sus adentros buscando al causante. Una dama de ojos profundos que hace su piel se erice, la misma a la cual observase antes de entrar en trance. ¿Qué ocurrió primero? ¿La copa sobre sus ropas o el recuerdo? No lo sabe, porque todo en su mente es un remolino, solo tiene claro una cosa, ella le ha perturbado de sobremanera.

- Por Odín - bufa buscando los ojos de la causante, desea reprenderla por su torpeza y al mismo tiempo tomarla por los hombros para preguntarle quien es, si acaso ella es alguien de ese pasado de su alma.

La encuentra frente a si con los ojos atemorizados igual que la mujer de su memoria, guiado por ese guion de antaño el mago actúa como si fuese un títere del destino, extiende la mano para apartar un mechón de cabello de su rostro, un riso oscuro que juega sobre la sonrojada mejilla femenina. Una caricia intima del recuerdo de aquellos dos actores que no se saben familiares, siquiera conocidos, solo dos desconocidos en medio de aquel mar d gente. Está en su propio trance del pasado en un nuevo escenario del presente, se siente peculiarmente cómodo ante la cercanía de ella y ese sutil contacto que se produce entre ambos por la caricia.

Ciertamente hubiese permanecido así, si no fuese por la presencia del mozo que llega a interrumpir, con una charola, dispuesto a limpiar al ermitaño artista. En ese momento el mismo da un paso atrás para regresar a la arrolladora realidad - Pensé que a las damas londinenses les enseñaban modales - reclama con un renovado mal humor.

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