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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Faye Vie Oct 20, 2017 9:38 am

Acababa de terminar con un cliente y debía recoger la habitación. Realmente no era algo obligado, la mayoría no se tomaban molestia alguna para lo que ocurría realmente en las estancias privadas, pero a Faye le gustaba tener las cosas medianamente ordenadas y airear el dormitorio entre visita y visita. Sacudió bien las sábanas y prendió unas hierbas que parecían aligerar el olor a sexo y le recordaban a sus visitas al bosque para recoger moras silvestres en verano. Una vez consideró que estaba la cosa medio decente, se arregló las ropas, pues se había aseado con un poco de agua fría y una palangana, y bajó lass escaleras a la zona común donde los hombres bebían alcohol y las prostitutas se paseaban exhibiendo sus carnes, cuanto más a la vista, más fácilmente captaban la atención, claro que cuanto antes eran reclamadas por uno de los presentes, menos posibilidades de "elegir", porque se podía intentar al menos si tenías tiempo de observar y no llamabas demasiado la atención, eso era algo que la rubia había descubierto con el paso de los años. De todos modos, no servía de nada interesarse por uno si luego este se iba con otra o le parecías poca cosa o demasiado rara, algo habitual dada su sordera, aunque a unos pocos les parecía morboso por alguna extraña razón. Así que se dedicó a hacer lo que en muchas ocasiones, mirar desde la distancia, intentando analizar a los presentes, sus gestos, su aspecto y la manera en que trataban al resto de las chicas del local. Le resultaba prácticamente imposible saber lo que decían, demasiado lejos y muchas bocas que atender a la vez, pero si alguien llamaba su atención, procuraba concentrarse en averiguar algo más.

En la distancia vio a un chico joven y que parecía estar algo perdido, acompañaba a un hombre robusto al que Faye había visto ya en varias ocasiones, al tipo orondo prefería evitarlo, no corrían buenos rumores sobre él, pero el muchacho no parecía encajar, verle desubicado y algo temeroso fue lo que hizo que la joven sorda se fijara en él. Nunca había tratado con un novato, como los llamaban en el burdel, pero le parecía algo curioso y, dentro del abanico de posibilidades que como cortesana podía ofrecer, hasta algo bonito. Dirigió hacia allí sus pasos, aunque para ello tuvo que cruzar por entre varias mesas con tipos borrachos y uno de ellos le dio una palmada en el trasero y la hizo sentarse en su regazo. La chica le sonrió, aunque los ojos seguían viajando hacia donde el joven desconocido que de pronto tenía a dos chicas rodeándolo, invitadas por el tipo gordo de mala fama. Dirigió entonces la mirada hacia el hombre sobre el que yacía acomodada y le acarició el rostro. No era demasiado desagradable, aunque el aliento le apestaba. Se contuvo de arrugar la nariz y al ver por el rabillo del ojo la jarra de ron vacía, la tomó del asa y se levantó, ampliando más la mueca sonriente de su cara. -Enseguida te traigo otra.- Escapó de sus garras con disimulo, dirigiéndose a la barra a por algo. Resopló, viéndose ya condenada a pasar el resto de la noche con ese tipejo de dientes podridos, con suerte sería de los que se negaban a besar. Alzó el rostro hacia el camarero y le hizo una señal con la mano. -Maurice, lléname la jarra de ron, por favor.- Aguardó en silencio, deseando que la entrega de aquella bebida se demorara de manera infinita. A decir verdad, después de la discusión con Bonafila sobre el supuesto robo de un cliente por parte de Faye, no tenía ningunas ganas de trabajar. Pero en ese mundo no se podía tomar nadie un descanso o unas vacaciones, suerte tenían que les daban tiempo para dormir. Una voz masculina la hizo reaccionar y alcanzó de nuevo la copa con su diestra. Inspiró profundamente y giró sobre los talones, hora de afrontar la realidad.


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Mensaje por William B. Midgard Lun Oct 23, 2017 1:03 pm

En uno de los burdeles de Paris. 18:54 de la tarde.






La música subía por las escaleras hasta el segundo piso de aquél burdel. Estaba provisto de 3 pisos, algo bastante extraño, pero por aquella razón el precio era tan elevado. Música de trovadores aunque sin voz, tan solo el sonido de instrumentos de todos los tipos y lugares, de los rincones mas inesperados del mundo eran traídos aquí y tocados sobre la marcha para dar el ambiente adecuado.

La melodía viajaba a través de la puerta de la habitación número 127. En su interior se encontraba el infame Pirata y Bribón William Bones  abrazado al cuerpo de una frágil chica que no tendría mas de 19 años. Pelo rojo, ojos verdes y una coleta de caballo de la cual William se agarraba fuertemente sin miedo a arrancarle el cabello. El Pirata tiraba fuertemente mientras la ramera estaba dispuesta sobre sus cuatro extremidades gritando y siendo forzada por la fuerza que depositaba Bones sobre su trasero ayudado por las embestidas de sus piernas musculadas.

El cabello rubio caía sobre el rostro tapando la mirada de animal que tenía en aquél momento. Los mechones se mecían con el mismo movimiento y fuerza que su cuerpo lo hacía, salpicando pequeñas gotas de sudor que caían de su barba digna de un hombre del norte aunque ahora mismo limpia estaba. El Perro gruñía sin parar dando cada vez empujones mas candentes y poderosos, en uno de ellos, aquella puta se desequilibró y quedó semi-tumbada y con la cabeza hundida en la almohada entre los fuertes gruñidos de Bones que parecía llegar al clímax según lo previsto.

William se desplomó hacia la izquierda de la chica que parecía no poder mover ni un dedo. Estaba colapsada, con los ojos abiertos y jadeando sin parar. El nórdico por el contrario, podía moverse lo suficiente como para coger la pipa de Caoba, un premio de sus viajes, y encenderla para darle una extensa calada cerrando los ojos y relajándose aún mas si cabía. Giró su mirada al cuerpo tumbado de su lado y sonrió de medio lado con cierto gesto ladino en la mirada. -No ha estado mal.. para ser de las mas baratas del local. He tenido un golpe de suerte, ¿Sabes? He cobrado dos botines a la vez, por eso estoy aquí para celebrarlo. Celebrar que por fin las cosas en mi vida han tomado el rumbo que mi Timón quiere que tomen.

Volvió a dar una profunda calada y expulsar el humo lentamente, pronto la habitación se mezclaba en aquellos aromas junto a la música que era tocada abajo. -¿Has oido hablar de las Montañas del Dragón? En sus lomas se encuentra la Loma de los Susurros, valga la redundancia. -Will seguía hablando mientras la puta no entendía ni paja de lo que el pirata le estaba contando. Es más, ni siquiera le importaba. -Se cuenta que dentro de aquellos cimientos de arcilla.. se escuchan gemidos y susurros en la última noche de cada mes, coincidiendo con el fin del ciclo de la Luna. Pienso que allí.. hay un tesoro sin igual. Pero está demasiado lejos para mi.. en Noruega. En las Islas Skellig, para ser mas concretos. Tengo incluso los mapas cartografiados por mi, y las palabras copiadas de la leyenda. Solo necesitaba un barco.. y financiación. ¿Y sabes qué, bonita? ¡Lo he conseguido!

La puta seguía con la misma cara de poker que había puesto desde el principio de la conversación. Ya de por si, le parecía extraño que alguien quisiera hablar con ella, pues ella era una puta, lo normal es que hablen mientras follan como animales, no después. Pero ahí estaba William Bones, largándolo todo como buen perro bocazas que era, mas feliz que un albañil el día de la paga. Bones se levantó, apagó la pipa con conciencia y la guardó en el zurrón de cuero de arce que obtuvo en uno de sus tantos viajes por el ancho mar. Se puso el pantalón, deshilachado por las rodilleras y después las botas de marinero que tanto le habían acompañado. Miró a la ramera. -Bah. Que entenderás tu. No eres muy habladora, ¿Verdad? -Le dejó una bolsita de piel llena de monedas en la mesilla. -Esto cubre el buen rato y el baño que deberás de darte cuando puedas moverte. Tienes suerte de que el pago no vaya por la carisma que rebosas al hablar pero si a la carisma que rebosas a comerte una polla, querida. -No lo dijo a malas, en absoluto, Will era alguien que gustaba de bromear sin parar. Sonrió, se levantó y salió por la puerta.

Tras algunos minutos, bajando por las escaleras, escuchó más ruido del necesario. Alguien, un hombre preferiblemente, gritaba a una mujer que estaba en la barra. Una mujer con el culo mas hermoso que había visto en años. -Santa María.. que pinta tiene la niña. -Exhaló en un susurro conforme bajaba y la visión de aquella escena se encuadraba mas en su rango de visión. Un hombre parecía ser demasiado pesado con la chica, chica a la que le había echado el ojo nada mas y nada menos que William Bones Midgard, el Infame pirata. Éste se acercó al tipo que parecía impaciente por que la chica llenara la jarra y antes de que siquiera pensase en subir aquella mano asquerosa hacia las nalgas de la hermosa muchacha, Will en un rápido movimiento la cogió la dobló, puso en la mesa y clavó un cuchillo justo en medio de los tendones para no crear herida incurable ni daños irreparables. Tan solo para sujetarle. Sus ojos se cruzaron en el camino de los del hombre, en una mezcla de enfado y miedo. William no le dejó hablar. -Hazme un favor a mi y a este local. No hables, así no tendremos que oler tu aliento de mil demonios. No. ¡No hables! -Sacó una gran bolsita de monedas, suficientes como para pagar a 5 putas si lo deseaba. Alzó la mano y la lanzó hacia la barra. Miró a la chica que deseaba con una sonrisa en la cara. -Dime, preciosa. ¿Es suficiente para comprar un rato con tus ojos?


William Bones Midgard era alguien que sabía perfectamente lo que quería.
Sonrió con el máxime de elocuencia.


Última edición por William B. Midgard el Lun Oct 23, 2017 5:51 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Faye Lun Oct 23, 2017 3:00 pm

Al dar la vuelta, se encontró de nuevo con el cliente de los dientes podridos y, sin poderlo evitar, una mueca de desagrado se dibujó en su rostro, lo que hizo que el gesto en la cara foránea cambiara de manera radical. El hombre había venido seguramente a pedirle pasar la noche, estaba borracho y animado, sonriente inicialmente, pero de pronto las arrugas que antes se curvaban hacia arriba, ahora sólo fruncían el ceño ajeno y hacían caer las comisuras de los labios hacia un profundo abismo de enfado. Estaba claro que se había percatado del breve segundo en el que la joven chica había mostrado el asco que él le producía y en su mente no cabía mayor deshonor que ser rechazado por una simple puta. Y como era de esperar, aunque ella le sonrió y acarició su pecho, esperando calmar el cabreo para no montar una escena, no dio resultado y el grandullón se puso a gritar e incluso le alzó la mano, propinándole un guantazo. Faye cerró los ojos al recibir el impacto y rápidamente se tocó el pómulo que ahora le ardía. No era la primera vez que la golpeaban y, con su suerte, jamás sería la última. Pero eso no quitaba que le doliera cada vez que le ponían la mano encima con violencia. El único modo que ella conocía para apaciguar el temperamento de un hombre, era llevárselo a la cama y a punto estaba de disculparse y ofrecerle que le siguiera a la habitación sin tener que pagar por la noche, cuando de pronto apareció un hombre tremendamente alto y fuerte, medio desnudo, que se interpuso entre ambos y empaló la mano del agresor contra la mesa. La sangre le salpicó en la cara, pero apenas reaccionó, sólo quedo con los ojos muy abiertos, sorprendida. Y aunque no fuera la primera vez que veía algo semejante, a fin de cuentas vivía en el burdel, nunca había ocurrido tan cerca, ni con ella implicada y sin ser la que sangrara.

Parpadeó, incrédula aún ante la situación, desviando luego la mirada al que acababa de salvarla de semejante engendro. El tipo era apuesto, mucho, fornido y de barba espesa. Tenía una larga melena rubia, parecida a la de la cortesana, aunque más desaliñado. Tenía el torso sudado y la piel tensa cubriendo los músculos. La muchacha tragó despacio, alzando la cabeza para buscarle los ojos. Ni siquiera se había fijado en la cantidad de monedas que había en el saco, ni en la bolsa de cuero en sí. -Por supuesto...- La respuesta fue inmediata y ni se percató que le respondía a pesar de suponerse que no le podía escuchar. Claro que incluso una sorda entendería el pago por un rato, y confiaba en que nadie se hubiese dado cuenta de su desliz con todo el lío que se había montado. De no ser así tampoco había nada que ya pudiera hacer, las palabras habían brotado de sus labios sin poderlss contener. Decidió que lo mejor era proseguir como si nada hubiers ocurrido y con apremio cogió al hombretón de la mano y tiró de él hacis las escaleras y le instó a seguirla al piso de arriba, yendo directos a su habitación.

Una vez dentro del dormitorio, cerró la puerta, aooyando todo el peso de su espalds contra ésts y le sonrió a su salvador. Le había soltado ya y con ambas manos se impulsómpara apartarse de la entrada. -Me llamo Faye y aunque no puedo oír, puedes pedirme lo que quieras. Entiendo bien los gestos.- Le dedicó una agradable sonrisa, apartándose un mechón de cabello tras la oreja. -¿En qué te puedo complacer?- Se acercó al forastero y con una la yema de los dedos de su diestra recorrió el centro de aquel escultural torso, descendiendo lentamente mientras sus ojos color miel no se apartaban de las penetrantes orbes foráneas.
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Mensaje por William B. Midgard Mar Oct 24, 2017 1:09 pm



William Bones abría sus ojos tras dar el pago por adelantado, no por que quisiese fornicar nuevamente, estaba lo suficientemente saciado como para dos horas, mas bien fue por compasión, pues algo levantó la sospecha de su sentido de Lobo, ese sentido que está tan enterrado que solo sale a veces, y la mayoría de ellas es por una mujer. Si. Era así. Al ver lo que ocurría su lobo no podía estarse quieto, sumado a la personalidad propia de Midgard, hizo que actuara antes de pensar, y pensar.. es lo que ahora mismo estaba haciendo. ¿La chica le había respondido milisegundos antes de él acabar la frase? Y eso no era todo, la chica parecía haber susurrado, o como Will dice: “Hablar para el cuello de su camisa”. Algo no cuajaba, si la chica era sorda, o por ahí iban los tiros en sus gestos, ¿Cómo ha sabido lo que ha dicho sin que Will hiciera gestos específicos mas allá de tirar la bolsita? Por que están en la barra, perfectamente William podría haber querido Alcohol o quien sabe que más.

Fuere como fuese a Will no le dio mas tiempo de reflexionar pues la reacción de la rubia fue indiscreta y rápida, demasiado para una ramera normal y corriente, pensaba el Lobo en aquél momento. No se quejó y se dejó llevar. Conforme subían por las escaleras una suerte de azotes hacían botar una y otra vez la carne de las nalgas que estaban por fuera. Una vez a tiro, la boca del pirata se abrió y clavó de forma suave los dientes en la carne. -Hmmm… calidad de primera veo que tenemos aquí. Menuda jaca la que voy a montar. -Decía para sí mismo, pero estaba claro que la mujer también le escuchaba con todo detalle, detalles en los que no escatimaba en absoluto el Perro.





Dentro de la habitación del burdel. 19:12 de la tarde.


Y ahí estaba, la chica, en el dormitorio, cerrado. Will sintió su mirada pícara recorrer todo su cuerpo, descubriéndose a sí misma como Faye, una Puta y una Sorda. Pero algo escondía, a Will no se le olvidaba lo que había visto en el piso de abajo, pero no iba a sacar el tema ahora, en este momento.. Pues hay momentos y momentos. -De modo que.. Faye, ¿Eh? Un nombre curioso.. además de misterioso. ¿Por casualidad no va acompañado de un pomposo apellido francés? -Ahí dejando claro su “Simpatía” por Francia y los francos. -No importa. Quería hablar de algo.. pero ahora no es momento de ello, ¿Verdad preciosa? Ahora es el momento de las apuestas y tu tienes el caballo ganador. William Bones.Y eso, querida Puta, no se ve todos los días, créeme, ¿O acaso ves a muchos hombres como yo?

Acto seguido, Will la agarró del cuello, no con fuerza pero si con la tenacidad necesaria para maniobrar con la chica al completo, manejarla como haría el mismísimo Odín con una de sus Hijas, las Valquirias. La estampó contra la pared, acorralándola y saboreando cada brizna que aquél ardiente aliento a puta le daba. Se relamía los labios y suaves titilos se dibujaban en sus orbes que ahora se cernían ambarinos. Lanzó un voraz muerdo al labio inferior, antes de que la Ramera pudiese sentir una punzada siquiera en los labios, el lobo bajó hacia el cuello dejando una marca con los dientes. Se alejó, tentando a la muchacha con su sonrisa que numerosos corazones había conseguido conquistar como el Viento lo hace con Skadi, la diosa del Invierno.
William comenzó a desabrocharse el pantalón para pronto dejar a la vista su miembro, todo un orgullo para él y para cualquier hombre, por suerte o desgracia, los hombres son así. Se agarró el mástil con firmeza y con la mano izquierda agarró sin miramientos la nuca de la Puta llamada Faye. -Bien, Faye, veamos como es tu arte de comer vergas. Por que la mía.. Necesita mucho trabajo. -Sonrió de medio lado ladeando la cabeza, el placer le invadía, y aún ni había empezado. El Perro era muy lascivo, y agresivo, para desgracia de aquella Ramera. -Espero que cabalgando seas como la maldita diosa Epona y hagas que mis ojos se vuelquen y mis sueños húmedos se tercien, Faye. Vamos. Come. No es de caballeros.. hacer esperar a una dama, y yo no voy a hacerte esperar.

Ordenó una vez mas, que ejerciera de lo que aquella mujer era.
Una puta.


Última edición por William B. Midgard el Mar Oct 24, 2017 2:26 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Faye Mar Oct 24, 2017 2:17 pm

Ya en la habitación, aún le parecía sentir el calor de los azotes recibidos mientras subía por las escaleras y con más intensidad la zona donde el hombre la había mordido. ¿De dónde salía semejante dentadura para agarrarle una nalga mientras a grandes zancadas avanzaban escalones arriba? Aquel tipo era un salvaje, pero le había salvado de una noche con alguien mucho peor y, además, incluso aquella manera bruta de expresarse le parecía atractiva. Obviamente de lo dicho por el noruego no se había enterado de nada al tenerlo a su espalda, pero los hechos decían más que las palabras.

Ladeó la cabeza, intentando fingir que sabía que le estaba hablando pero que no podía comprenderle al ser sorda. En parte era cierto, pues el grandullón iba tan rápido que le costaba seguirle el ritmo y hasta parecía que se atropellaban las sílabas en aquellos labios. Faye no tenía apellido, ni siquiera sabía si aquel era el nombre que le pusieron al nacer, simplemente era el que le habían asignado en el burdel y desde niña sólo tenía recuerdos de dicho lugar, empezando como limpiadora para terminar abriéndose de piernas como las demás. Extrañaba los días en los que cuando se hincaba de rodillas era sólo para recoger el vómito de los clientes borrachos, pero eso era algo que nunca podría mencionar.

Sin tener tiempo de reaccionar, tuvo al hombre empotrándola de espaldas a la pared con su cuerpo como barrera y mordiéndole. Ella no se resistió, al contrario, se dejó hacer, llevando la diestra a tras una leve caricia, agarrarle de la espesa y recia barba. No le importó que la sujetara con firmeza del cuello, ni se preocupó en si una mano tan grande al sostenerla con tal rigidez tal vez pudiera dejar marca sobre su piel clara. Ladeó la cabeza cuando los cabellos cosquillearon contra su cuello y seguidamente lo hicieron los labios del nórdico. Jadeó, poco acostumbrada a tipos que actuaran de aquel modo, pues la mayoría llegaban tan bebidos que apenas se les levantaba, menos aún perdían el tiempo en tocarlas o magrearlas con ganas. Había cerrado un instante los ojos, sintiendo que sus párpados pesaron más de lo normal, pero en cuanto dejó de sentir el calor del cuerpo ajeno contra el propio, los abrió y le buscó con la mirada. Era un hombre realmente grande comparado con ella y excesivamente fuerte, seguro la levantaba con una sola mano. En cuanto éste se sentó al borde de la cama con el falo erguido y bien agarrado, se acercó de inmediato e hincó una rodilla en el suelo, apartándose el cabello a un lado la zurda, mientras con la diestra rodeaba por encima de los dedos foráneos aquella verga gruesa y caliente que parecía pulsar contra su palma. Con las orbes color miel fijas de nuevo en las intensas orbes ajenas, abrió la boca y sacó la lengua para antes que nada lamer desde los testículos hasta el glande con toda la extensión de su ensalivado músculo.  Sabía que algunas decisiones que tomara podían ser un riesgo, pero se dejó llevar por el instinto y antes de envolver el glande con los belfos, apretó éste con los dientes, aunque no llegó a ser una mordida, sino una provocación. Acto seguido engulló la punta de la erección, apoyando la mano libre en el muslo desnudo del hombretón, mientras con la diestra retiraba la que el noruego aún tenía sujetando la base del falo. Le pedía vía libre con sus gestos y la mirada, antes de bajar la cabeza y dejar que la verga penetrara su boca hasta la garganta. Era ominosa para ser sólo una polla y la boca de Faye no era demasiado grande, pero la abrió tanto como  pudo para tragársela y succionó haciendo lascivos sonidos al sorber su propia saliva que se obcecaba en escurrirse por la comisura de sus labios.
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Mensaje por William B. Midgard Jue Oct 26, 2017 7:56 am

Pocas mamadas había experimentado el Lobo como aquella que estaba teniendo lugar entre sus piernas. Aquella puta, arrodillada ante él sabía como maniobrar a la perfección en la limpieza de sable. Los ojos de William se volcaron hacia arriba tiñéndose de blanco a la vez que un gruñido se escapaba por entre sus fauces ahora apretadas las unas contra las otras y con la tez contraida de puro morbo y placer. Hizo un esfuerzo casi titánico para abandonar aquella gesticulación y fijar la mirada de nuevo en la tejemaneje que tenía sobre su verga, agarrada por ella y engullida hasta la garganta. Usó uno de sus grandes dedos para limpiar las comisuras de los restos morbosos del encuentro.

-¿Nadie te ha dicho que la chupas como una Diosa? -Pronunció lenta y costosamente, entre gruñidos y pequeños suspiros que ahondaban aún más conforme el falo desaparecía de la vista de su dueño. Movió los labios de forma pausada para que la ramera pudiese entender que le estaba diciendo. Aquél pilar de carne vibraba, parecía tener fuerza propia, magia en sí, pero no era magia si no habilidad lo de la lengua de Faye. El Perro puso las dos manos sobre la nuca de la rubia agarrando fuertemente dos matojos de pelo, sin preocuparse por si lo tenía sensible ni nada, tirando, bien fuerte hacia atrás para que dejase la boca entre-abierta por el dolor y la sed, posando la punta del falo sobre la lengua sacada. -Eso es.. pequeña y preciosa Puta, saca la lengua para tu Capitán. -William era alguien muy morboso y con bastantes fetiches como para escribir sobre sus 50 sombras y más allá.

Eso sí, no duró demasiado en aquél enlace erótico de la puta de rodillas y el grandullón sentado. El Lobo se levantó gruñendo, agarrándola del pelo y arrastrándola por todo el suelo hasta dar contra un pequeño armario que daba con un espejo en su lado superior. -Levanta. -Dijo, pero no esperó a que se levantase, él mismo tiró del cabello hasta tenerla de pie, solo entonces agarró nuevamente sus piernas de jaca mayor y la cargó sobre su propio cuerpo hasta sentarla en el borde del armarito. Le abrió las piernas y sin pedir permiso la penetró hasta el fondo existente de su cuerpo, poseyéndola en cada suspiro que lanzaba a su fino cuello cerca de su oido derecho. -Mira lo que me haces hacer.. -Dijo con tono de broma y erotismo en cada palabra. Mordió el lóbulo de la oreja tirándo de esta y comenzando una ardua acometida de embestidas que hacían al mueble vibrar y temblar, los cajones se entre-abrían y la espalda de la ramera daba fuertes golpes contra el espejo. De seguír así, comenzaría a agrietarse, por la fuerza del Licántropo.
La volvió a cargar encima de él y esta vez la empotró contra la puerta de la habitación, sin medir bien su fuerza bruta ésta se vino abajo y el cuerpo de Faye golpeó el suelo del pasillo, William se tumbó encima sin sacar su miembro de ella. Acomodó sus piernas y allí, en mitad del pasillo, los gemidos harían el resto.

El sudor que caía por la prominente nariz del pirata llegaban al puerto de la tez de la chica, que parecía estar a punto de caramelo para el Perro cuando éste escuchó algo, algo que no eran los alaridos de placer y gritos de aquella puta. Ni de aquella puta, ni de ninguna, al menos, en lo que placer se refiere. Le tapó la boca inmediatamente. -¿Has oído eso? -Dijo jadeando aún por el cansancio, miró hacia la izquierda, hacia el linde de las escaleras. Se escuchaban golpes huecos, pero un inusitado silencio. Se levantó y ayudó a Faye a levantarse. -Vístete. -Le ordenó al instante mientras el bajaba lentamente por las escaleras al mismo tiempo que un disparo se escuchó y el característico sonido de un entripamiento se lanzaba. La sangre manchaba toda la barra. Había unos 7 hombres, todos armados. Will afiló su mirada.

-¿Will? ¿Will el Perro? ¿Donde está ese canalla? Tenemos que ajustar cuentas con él y hablar de negocios con su jefe. -Dijo una voz grave, la voz del mas grande de todos. Incluso mas alto que el propio William.
-Vaya, de haberlo sabido me habría puesto elegante para vosotros, señores. -Dijo sin preocupación ninguna Will, que bajaba y aparecía en escena totalmente desnudo.
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Mensaje por Faye Jue Oct 26, 2017 11:23 am

Una de las cosas que le gustaban a la joven de origen desconocido era ver las expresiones de placer en el rostro de los hombres a los que atendía. Y no siempre era posible, pues muchos preferían follársela a cuatro patas, lo que ella consideraba un desperdicio. Así que no escatimó en miradas al rostro foráneo, aún cuando este echó la cabeza hacia atrás, sin dejar de succionar con ganas e ímpetu, aunque le costara de tragar aquella gruesa verga nórdica.

Era extraño escuchar halagos o leerlos en los labios ajenos, pero como tenía la boca llena, ni pudo sonreír siquiera ante las palabras que le dedicaba aquel grandullón. De pronto sintió el agarrón de pelo, mas no se quejó, sólo entrecerró un ojo al apartarse del falo que quedó unido a su boca por un hilo de saliva. Jadeó ahora que su principal vía respiratoria estaba libre de obstrucción y lamió el glande ardiente en cuanto lo tuvo de nuevo contra la lengua. Jugó con la erección mientras pudo, hasta que un nuevo jalón la hizo caer de culo al suelo y seguidamente la arrastraron. Llevó ambas manos a sujetar las muñecas foráneas, para que así tirara de ella a través de sus propios brazos y no del cabello. Se levantó tan pronto se lo dijo, por el gesto que hizo, pues no pudo leerle los labios en aquella posición y, sin embargo, el impaciente noruego la alzó a su manera, bruscamente y con fiereza. Faye se sujetó a él como pudo, apoyando una mano sobre la mesa del armarito para no caer, pues intuyó antes incluso de que la penetrara que se la iba a follar con salvajismo, y así fue. No era el primer bruto con el que se encontraba, pero tampoco eran el tipo de clientes que abundaban, al menos no con ella. Dejó que los gemidos inundaran la estancia, placenteros y al mismo tiempo de dolor, porque aunque no necesitara que la dilatara, para recibir una polla como aquella bien hubiese ido algo de preparación. Además, se clavaba la madera bajo los muslos en cada arremetida y el frío espejo le golpeaba contra la espalda. Y, a pesar de todo aquello, estaba siendo un polvo de los buenos. Se aferró a la espalda del hombretón con una mano, hincándole las uñas en la zona del omóplato y arañó con saña cuando éste la cargo a peso de nuevo para empotrarla contra la puerta. No hicieron falta más que dos virulentas estocadas para que el grueso tablón cediera y ambos cayeran al suelo. La muchacha se golpeó en la espalda y la cabeza, soltando un quejido desmedido, pues al no oírse no era capaz de modular su voz. El barbudo se la siguió tirando en mitad del pasillo como si no hubiese ocurrido nada y ella, sin tiempo a reaccionar, se dejó, rodeándole la cintura con las piernas. Con una mano se tocaba allí donde había recibido el toque de la cabeza y con la otra se aferraba a la perilla de la puerta, porque la madera vieja le estaba arañando la espalda cuando el bruto la empujaba contra esta al embestirla.

De repente el tipo paró y ella quedó confusa, no entendía, pero aún jadeaba fuerte porque tenía la respiración acelerada del tremendo ejercicio físico que el nórdico estaba practicando con ella. En cuanto la mano ajena le cubrió la boca, abrió los ojos e intentó mirar a su alrededor de soslayo. Leyó lo que le decía e intentó negar, pero la presión que los dedos ejercían sobre su rostro se lo impedía. Acto seguido William se levantó y la dejó allí tendida y aunque ya no logró averiguar lo que le decía, se incorporó hasta quedar sentada y a continuación se metió en el cuarto a por una camisa larga para cubrirse. Sintió escozor en la piel de la espalda, pero lo ignoró y aún descalza regresó al pasillo, pegándose a la barandilla que llevaba hasta la escalera y asomaba al piso inferior. Vio allí a varios hombres con cara de pocos amigos y al nórdico desnudo al completo con una sonrisa en el rostro. Lo único que pudo pensar fue que aquel hombre estaba loco, pero la curiosidad era superior a ella, y como una felina se acercó un poco más. Desde aquella distancia le resultaba imposible entender lo que hablaban.

Pensó en acercarle la ropa por un instante, pero dudaba que aquello le preocupara al grandullón y no le había visto encima ningún arma. ¿Pretendía hacerles frente tal cual estaba?
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Mensaje por William B. Midgard Vie Oct 27, 2017 1:55 pm

En mitad de todo el jaleo. 21:03 de la noche.




-Déjate de estupideces, Perro, y obedece como tal. -De modo que piensas que mi sobrenombre es por obediencia.. si no viniera de la boca de un necio incluso me parecería interesante de debatir. -Mide tus palabras, sucia rata de alcantarilla o el Jotun no encontrará de ti más que los restos que dejen los Necrófagos tras recibir la muerte por nuestro acero. -Mediré lo que me salga del cimbrel. Vaya.. que curioso, si incluso sabe de la existencia de algunos Monstruos. Que cuco. -William seguía mofándose una y otra vez de aquellos maleantes cuyo uniforme portaba el símbolo de una Rosa del revés y de color verde. ¿Que símbolo era aquél? No le sonaba y eso que el Pirata había estado suficiente tiempo por las calles de parís y por sus propios suburbios. Las personas que había en el local poco a poco se marchaban, no obstante a uno de los camareros de la barra le volaron la tapa de los sesos sin contemplación ninguna.

-Esto, damas y caballeros es culpa del Perro. Si tuviera puesto su bozal, solo nos lo habríamos llevado a él. Pero ahora, todo el local arderá. -¿Sabes, trozo de mierda usada y maloliente que seguramente no quieran ni en su casa? En una cosa tienes razón. El local arderá. -Bones pudo oler la fragancia de la Puta a la que se había tirado a medias, ¿Faye era su nombre? Si, Faye lo era. Estaba detrás suya, probablemente dudando si darle ropa o no, pero el pirata era un hombre que no era pudoroso en absoluto y dueño de sus palabras y amenazas así como sus advertencias. -Ya basta de tanta palabrería, nos llevarás a la guarida del Jotun tanto vivo, como muerto. Y tal y como están las cosas.. prefiero extirpar los secretos de tu cuerpo muerto antes de seguir escuchando tus frases de bocaza y sin sentido. ¡A la carga muchachos! ¡En el nombre de la Rosa Verde!

William sabía lo que tenía que hacer y lo que iba a realizar no lo hacía por él mismo, si no por que aquí había gato encerrado, estos maleantes no eran cualquiera, estaba claro que estaban con el crimen organizado y querían algo de su Jefe el Coloso de Hielo y eso le incumbe a él, puesto que por muy mal que aparentemente se lleven, lo respeta como a nadie. Los iba a matar a todos menos a uno, que probará a usar de rehén para sacarle información. Miró hacia Faye, empujándola para que estuviera resguardada y pudiese mirar bajo su propio haber. -Si no quieres ver algo que probablemente no te guste.. Cierra tus ojos, preciosa. -Dijo agachado, cerca de su boca, para que ésta pudiese leer lo que sus labios decían. La besó en los labios y sin más dilación se dio la vuelta.

Cuatro hombres se abalanzaron contra el Perro, lo rodearon. -Vamos chicos.. esto es cuatro contra uno. ¿No os da vergüenza? -Pero no midieron mas palabras, uno tenía una cadena que trató de golpear fervientemente pero las rudas manos del Lobo la agarraron y tiraron fuerte hacia sí mismo. Aprovechando el impulso le dio un cabezazo en el tabique nasal, lo agarró del cuello y lo estampó contra uno de los pilares del local. -Y no te levantes. Coño. -Le puso la cadena alrededor, pero no pudo terminar el trabajo por que el rapado de tatuajes en la calva le agarró por la trenza tan fuerte que hizo gruñir al Pirata. Éste se revolvió con la fuerza del norte, comenzó a caminar hacia atrás con fuerza hasta dar con la ventana y romper los cristales con la espalda del hombre. William cada vez estaba mas enfadado y eso podía notarse en sus ojos. No esperó mas, con la ira primigenia agarró el cuello de uno y comenzó a golpear su nuca contra la barra tantas veces repetidas como hizo falta para romper el cráneo y mancharse con las visceras. El Perro ya había sacado su rabia y su musculatura comenzaba a vibrar por sí sola, igual que sus gruñidos, que sonaban dobles.

-Ahora ya sabemos por que te llaman Perro. -Dijo el mismo hombre que habló minutos atrás, triunfante, parecía que una de las cosas que venía a buscar era esa información. Movilizó a sus hombres, dejando 4 en el lugar, contando los dos fuera de combate y él mismo. Pero él se marchó, alegando que tenía informes que redactar. Will querría haber corrido tras él pero la ira que le invadía comenzaba a hacerse dueña de su ser. Los 5 hombres le rodearon uno iba armado con un revolver con una sola bala como era costumbre. La bala fue lanzada al hombro del Licano y el aullido de dolor se hizo eco de la estancia.

Midgard golpeaba el suelo, parecía inmerso en su propio dolor y no en el de la bala. Se acercaron todos para lincharle a patadas, puñetazos y toda una sarta de golpes que iban y venían en una escaramuza contra el Perro. Un aullido sonó, 3 hombres salieron disparados por el aire, violentamente dieron contra la pared rompiéndose varios huesos y uno de ellos hasta el cuello. Dos quedaron enganchados en Bones quien ya no parecía tener nada humano. Se puso en pie, pero en su lugar.. había un lobo a dos patas, en su forma de Crinos con el hocico alargado y el cabello pardo. Sus orejas en punta y sus colmillos afilados. Rugió suavemente a modo de señal, mientras la saliva salía disparada de su boca crepitando por el aire.

Su garra derecha se clavó en la pared desgarrándola por completo para afilarlas. Dicha garra fue clavada en el hombro de uno de los que estaban enganchados y como quien coge una muñeca de trapo lo zarandeó violentamente contra el suelo tantas veces que la cuenta fue perdida en el proceso. La sangre hacía acto de presencia y el bocado final fue dado en la Yugular. Uno de los hombres, el que se partió el brazo por la violencia, huyó con la velocidad suficiente como para saber que no era humano, probablemente un Ghoul, por el color de sus ojos. Ya no quedaba nada, ni nadie, mas que el que estaba en la columna medio atado e inconsciente. Los ojos del gran lobo buscaron a Faye, pero ahora estaba calmado, quizá intentando hacerle entender que controlaba su forma de Crinos al no estar bajo la Luna Llena.
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Mensaje por Faye Vie Oct 27, 2017 3:35 pm

Le resultaba imposible seguir aquella conversación o, más bien, discusión. Por una parte porque tenía al noruego de espaldas y porque el otro tipo hablaba muy rápido y no dejaba de moverse, inquieto, seguramente acojonado a pesar de la ventaja de ser siete contra uno. Estaba claro que le temían a su cliente y precisamente porque estuviera desnudo en mitad de las escaleras como un lunático. Después de los gritos y las claras amenazas, pero antes de que la pelea empezara, el grandullón se le acercó y le dijo algo, tan cerca del rostro que empezó a sospechar que el tipo conocía su secreto. Abrió la boca para decirle algo pero fue callada con un beso y apartada. Su mente quedó en blanco por un momento y para cuando al fin reaccionó, ya trifulca había iniciado.

Pronto el miedo heló la sangre de la cortesana, temía por la vida de aquel nórdico que rato antes la había salvado. Él era uno solo y los otros tantos como días tenía la semana. Estaba medio oculta tras el marco de una puerta, y ni siquiera el de su habitación, echó un vistazo rápido a lo que había allí dentro, buscando algo que pudiera resultarle de utilidad para ayudar. Encontró una botella de ron, medio llena y la agarró por el cuello al alzarla. Se aproximó de nuevo al umbral y en cuanto tuvo a uno de los tíos a tiro, le atinó en la cabeza. Los cristales saltaron y el alcohol se derramó sobre el cuerpo ajeno y parte del de la muchacha, más no ocurrió lo que ella pensaba, no cayó el otro inconsciente, sino que se dio media vuelta para enfrentarla. Pero antes de que pudiera hacerle nada, William le agarró del cuello y lo empezó a zarandear y golpear con tanta fuerza que a Faye le pareció algo descomunal. Ella volvió a retroceder, sabiéndose inútil en mitad de aquella batalla. Quedó como mera espectadora de una lucha sin igual para sus ojos y es que jamás había visto algo semejante. Pero la sorpresa aún estaba por llegar y tras un aullido que sintió reverberando a través de los tablones que conformaban el suelo del segundo piso del burdel, vio aparecer aquella bestia espléndida y terrorífica. Dio un traspiés al intentar alejarse más y cayó sentada en el suelo. Se apoyó en ambas manos y pies, moviéndose con ellas como un cangrejo hasta dar con la pared con la cabeza, momento en que miró por el rabillo del ojo, esperando tener un hueco por el que escapar. Todo había ocurrido muy deprisa y aunque confusa como nunca, estaba casi segura que aquel animal, era Midgard. ¿Cómo? ¿Por qué? No tenía ni idea, pero si existían los vampiros… Todo era posible, o eso creía la chica.

Le vio entonces destrozar a uno de los otros hombres, parecían hechos de mantequilla en sus garras. Otro huyó raudo como el rayo y desapareció de la vista de la prostituta, mas sus ojos seguían clavados en aquella figura extraña, más similar a un lobo que a un humano, pero sin ser realmente ninguno de los dos. En cuanto la peluda cabeza se giró para mirarla, los ocelos color miel de la joven titilaron con las pupilas dilatadas ante la impresión, la fascinación y el pánico que le recorría la espina dorsal. Le tenía miedo, pero al mismo tiempo no creía que pretendiera hacerle daño.

El tipo medio inconsciente se quejó, parecía estar despertando, y aquello llamó la atención de Faye que llevó a él la vista. Le sonaba de algo su cara, aún magullada y hasta desfigurada. ¿Lo había tenido antes entre las sábanas de su cama?
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Mensaje por William B. Midgard Dom Nov 19, 2017 10:18 am

Tras la pelea, 21:35 de la Noche.





La forma crinos de William se sostenía sobre dos grandes patas peludas y musculadas parecidas en ese aspecto a los cuartos traseros de un Caballo de tiro. Musculadas y con cuerpo. Su pelaje se mecía conforme el animal se movía mirando los restos de lo que él mismo había sido obligado a provocar. Su mirada bailaba de un rincon a otro, por entonces no podía ver en completos colores pero si algunos, en su mayoría su vista era monocromática, desconocía si era así en todos los Licántropos o siquiera en los Lobos. Faye parecía estar asustada mientras el Capitán del Sleipnir se acercaba poco a poco con voz lastimera y las orejas gachas para hacerle llegar el entendimiento de que no le iba a hacer daño. -Tu nombre.. era Faye, ¿Verdad? -William no sabía que bajo aquella forma, aunque pudiese pronunciar palabras e idiomas, no gesticulaba como lo haría en su forma humana, de modo que Faye no podría entenderle ni aunque la chica quisiese. Nisiquiera podría escuchar el enorme torrente de voz que ahora había obtenido el Pirata.

El Perro seguía con la burra al trigo, era así de simple, así de básico, pero algo captó su atención lo suficiente como para que parase de hacer el subnormal tratando de que la puta le entendiera. Faye se había quedado observando al que previamente dejó insconciente, probablemente Will ni se acordaba ahora mismo que lo quería de rehén pero eso ya no importaba, lo importante ahora era que aparentemente, Faye conocía a aquél estúpido agresor. Will se acercó a él y como quien coge su chaqueta de una percha le cogió del pelo y lo mantuvo en alto sin que los pies le tocaran el suelo. No obstante, conforme perdía aquella impresionante forma de Lobo sobre dos patas, su tamaño decrecía hasta  que los pies del desfigurado tocaron casi el suelo, sin que Will le soltara. -¿Le conoces, Faye? -Ahora si, gesticulando como un ser humano de tres al cuarto, aunque estubiese de buen ver hasta aburrir. Sentó al hombre y le miró a los ojos. Will seguía desnudo.

-Bien, racimo de escombro, ¿Nos vas a contar para quien mierda trabajas? ¿Y Quien cojones era el que ha huido como cobarde dejandóos a mi plenitud y merced? Mas te vale hablar o mi cena serán tus tripas, canalla. -Dijo con mala uva, escupiendo en cada palabra que salía disparada con voracidad de sus dientes, que aún se mantenían largos y anchos por el estado de emocion del Licántropo. Su mirada giró de nuevo a Faye, quien seguía perpleja, analizando al hombre, totalmente segura de que de algo tenía que sonarle, y siendo lo que era; Una puta, no había que tener un master para saber y adivinar donde había conocido o visto antes a aquel orangután. -¿Le has comido la polla? Espero que escupiera secretos y mierdas con el semen. -No obstante, eso último lo dijo sonriendo, en broma, para que Faye no estuviese tan seria o almenos, intentarlo.

Will se levantó dejando al tío sentado, encaminó sus pasos hacia el piso de arriba, viendo los destrozos que ocasionaron, pues el burdel estaba ahora vacío al completo. ¿Donde estaría la Madame? Si Faye podía obtener tales secretos y tal información, estaba claro que Will como buen pirata que es, se querrá aprovechar, y no solo ahora; Si no siempre. Conforme buscaba ropa que ponerse, el Perro ya estaba pensando en varios planes para la obtención de Faye para sí, no le importaba tener que matar a la Madame. Entre esos planes, había un nombre filgurando una y otra vez, que no le dejaría dormir bien las próximas semanas. "La Rosa Verde" Que decían esos maleantes. Tras varios minutos volvió a bajar, vestido de forma normal, a la espera de que Faye le dijera lo que tuviera que decirle.
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Mensaje por Faye Dom Nov 19, 2017 2:49 pm

Seguía atónita ante la situación, confusa, asustada, desconcertada y, por último, sorprendida. La situación se había salido de madre, el burdel estaba patas arriba y seguro que la madame se ponía hecha una furia en cuanto lo viera. Pero en aquellos instantes eso no le importaba a la rubia, porque gracias daba por seguir viva y cuerda, porque aquello era para volverse loca, no cabía duda.

Vio acercarse al gran animal y aunque intimidaba de manera indescriptible por su enorme tamaño, aquellas fauces llenas de gigantes dientes y aquel pelaje oscuro, el modo en que se aproximó a ella con las orejas gachas y sus largas pisadas lentas, no le temió. Alzó la vista hacia el peludo rostro, aquellos ojos de color ambarino, que casi parecían brillar, la atravesaron con la mirada, mas no parecían querer intimidarla. Supo que emitía algún sonido porque el suelo vibró, también lo hizo el propio cuerpo de la prostituta, así que el tono debía ser muy grave y áspero. Su curiosidad hizo que quisiera alargar la mano y tocar el hocico de la bestia, pero se contuvo, mordiéndose el labio inferior. Regresó la vista al cuerpo inconsciente, algo en su mente quería hacer clic, tal vez tintinear, pero o la sordera no le dejaba que ubicara aquel imaginario sonido o algo más fallaba. Sabía que se había acostado con aquel tipo, pero no lograba recordar cuándo o si había sido siquiera dentro del burdel. A veces los clientes se llevaban a las putas a casa, los había que iban de finos aunque luego pedían hacer las cosas más sucias, pero eso a la cortesana le daba igual mientras pagaran. Aquel era su oficio.

Observó como el crinos agarraba la cabeza del hombre y la alzaba, casi segura de que sólo por las enormes garras le partiría el cráneo. Pero no lo hizo. El cuerpo foráneo fue mermando, la espesa melena oscura fue desapareciendo, hasta que delante volvió a tener sólo al nórdico desnudo. Entonces sí pudo leer sus labios, aunque hablaba tan rápido y con tanta rabia que algunas palabras se perdieron entre escupitajos de desprecio. Entonces el rubio la miró y le hizo una clara pregunta. El tono vulgar no le importó, seguía anonadada por lo ocurrido, y en su oficio ya estaba curada de espantos respecto a cómo se referían a ella y cualquiera de las mujeres que trabajaban allí. Asintió, pero no dijo nada, porque el pirata se largó y la dejó allí sentada.

Sacudió la cabeza y a gatas se aproximó al cuerpo inmóvil, aunque aún respiraba. Le tocó con una mano en el costado y éste se quejó. Pasó a ponerse en cuclillas y finalmente se levantó, observando allí de pie la silueta tendida en el suelo. Ladeó la cabeza y algunos recuerdos asomaron ahora que le tenía más cerca. No escuchó los pasos del grandullón al acercarse por detrás, pero parecía poder sentir su presencia, así que giró sobre los talones y le miró, como si al ser ella sorda él también necesitara leer los labios de ella. -Le recuerdo. Es un traficante de armas y pólvora… Hace poco yací en la cama con uno de sus amigos y habló con alguien mientras yo trabajaba.- No especificó más, estaba claro qué tipo de labor haría.


Última edición por Faye el Sáb Dic 30, 2017 3:30 am, editado 1 vez
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Mensaje por William B. Midgard Lun Nov 20, 2017 1:39 pm

Tras la pelea, 21:55 de la Noche.







William iba a decir algo inteligente, o eso pensaba él pero no pudo, realmente no pudo al escuchar a su amiga ramera decir aquello último. -Un momento.. ¿Qué? -Empezó a reirse casi sin parar conforme bajaba las últimas escaleras de aquél tramo que llevaba a las habitaciones, la de ellos: Destrozada. -¿Hablaba con alquien mientras te lo fuchisqueabas? -Alcanzaba a decir con mucha dificultad en cada palabra pues la risa que le había entrado y que estaba invadiendo cada brío de su respiración no le dejaba hablar mucho mas que aquello. Se agarró la tripa y se sentó casi por aquello. No podia parar. No quería parar. Se estaba riendo de verdad. Había pasado por alto todo lo demás, la información, lo de las armas y pólvora y su cabeza solo se focalizaba en la imagen que imaginaba de Faye siendo un pincho moruno mientras el otro inutil hablaba de negocios o vete a saber qué con otro tio al que probablemente no se le empalmase, lo cual, le parecía muy fuerte, visto como estaba de buena aquella puta llamada Faye. -JAJAJAJAJAJAJA... Oye.. ¿De verdad? ¿Pero que era el otro tío para no unirse o no reaccionar ante tal potrenca? ¿Era eunuco? Tenia que serlo. Por favor, dime que era un eunuco, me sentiría tan genial. -La sonrisa dibujada en su faz era ahora mismo: Radiante.

Bueno, ya está bien, William. Intentó ponerse serio, recobrar la posible compostura, o almenos, toda la que pudiese, pues hablábamos de William Bones, la compostura como tal y la formalidad, no existían en su mundo de vida y de color donde todo era dorado y lleno de Fayes personales. -Está bien, pongámonos serios. El tema así lo requiere pues hablamos de los tíos que atentan contra mi jefe, Gunnarson. Y eso no puede quedar impune. Por supuesto, esto es una oportunidad que tengo para desentramar toda esta trama y llegar al fondo del asunto, quizá así me gane la total confianza de Ysgramir. Y aunque no me la gane.. es mi deber, le juré lealtad y lealtad es lo que le voy a dar. ¿Podrías decirme de que hablaba con el Eunuco, Faye? ¿O Vamos a tener que buscarlo? -Miró al tío que estaba casi desmayado y sonrió con avaricia en cada titilo brillante de sus orbes. -Por favor.. dime que tenemos que buscarlo. -Se moría de ganas por pegar una buena paliza a aquél imbecil y sacarle la información a cuentagotas de sangre, pues sangre es lo que ahora deseaba. No dejaba de ser un Pirata. No dejaba de ser un mal hombre. No dejaba de ser lo que era: Un criminal. Un enemigo de la humanidad.

Se acercó con tiento a la chica y la tomó de la mano para levantarla y recibirle con un cálido beso que era mas un saludo cariñoso que otra cosa. Eso sí, la mano, la zarpa de Will, en pleno culo de la puta. -Si me ayudas con este asunto.. Preciosa, te ganaras mi favor. -Miró hacia arriba, como si estuviera mirándose el propio cerebro o las ideas, o los recuerdos. -Mas aún, quiero decir. Dinero no me falta, y ganas de matar a la viscosa de tu Madame, tampoco. Pues me debe algunos favores que aún no he cobrado.. y si ambos conocemos a la misma Madame, no los devolverá, y como tal.. tengo una reputación que proteger. Si con eso puedo matar a dos pájaros de un solo tiro.. -Sonrió con elocuencia, si algo se le daba bien era su labia, aunque eso a veces le condenara, por ser demasiado bocazas y a veces fantasma. -Pero lo primero.. es lo primero. Vamos a encerrar a este imbecil en una bodega, tu y yo vamos a tener una cena. Allí me contarás todo lo que yo deba de oir, y quizá luego me apetezca meterla en caliente, allí, o volviendo aqui si hace falta, me es igual. ¿Me has leido bien los labios? Por que tu coño bien que los lee..
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Mensaje por Faye Lun Nov 20, 2017 4:19 pm

Ladeó la Cabeza, leyendo los labios del pirate, algo confuse por el uso de una palabra que desconocía y que ni siquiera tenía claro de haber entendido bien. -¿Fuchiscar?- ¿Era una jerga nórdica, tal vez? Por si acaso, quiso aclarar lo que le había intentado explicar con anterioridad, pero el nórdico no dejaba de reírse y, de hecho, se reía tanto que hasta se tuvo que sentar, casi doblado de lo que le debía doler el vientre. Intentó recordar un momento en el que a ella le sucediera lo mismo, pero no pudo, aunque si había reconocido la reacción, tal vez en un pasado muy lejano, uno que con los años hubiera quedado arrinconado en la memoria, sí hubiese experimentado algo similar. Aguardó a que las carcajadas que resonaban hasta en el propio pecho de la rubia cesaran y abrió la boca, pero de nuevo fue interrumpida por más risas y preguntas por parte del licántropo que parecía encontrarlo todo sumamente gracioso a pesar de la situación que acababa de vivir, ahí se notaba una de las muchas diferencias entre la prostituta y el capitán de barco, el modo en que superaban los sucesos. Pero aún así se centró en leerle para poder saber lo que decía y de nuevo una palabra le resultó nueva, no tenía ni la menor idea de lo que era un eunuco. Esperó un poco más y cuando se hizo, al fin, silencio, tomó ella la palabra. -Le estaba haciendo una mamada cuando entró un amigo suyo y él no quiso que parara.- Se encogió de hombros, no le parecía tampoco algo descabellado, había clientes a los que les excitaba que les miraran y a otros a los que les ponía cachondos sólo mirar.

Se hizo un breve silencio y, entonces, pareció que el norteño se tranquilizaba y la conversación tomaba un cariz más serio, más acorde con la sangre que había salpicado rato antes las paredes y suelos del burdel. Intentó seguirle el hilo, pero hablaba tanto y tan deprisa que le resultó seriamente complicado. Por suerte para la prostituta, cuando le preguntó directamente a ella, le pudo entender a la perfección y asintió a la pregunta. -Sé algo de lo que hablaron, recuerdo un fragmento de conversación que les pude leer en los labios…- Pronunció en un susurro, como casi siempre que hablaba, pues al no poder escucharse a sí misma, siempre tenía miedo de gritar y usaba un tono sumamente bajo, tanto que a veces hacía creer a otros que su sordera se contagiaba y por eso no la oían.

Tomó la mano que le fue tendida y se levantó del suelo, quedando pegada al grandullón y con su mano en el trasero. Se relamió tras el beso, uno extraño, pues no parecía cargado de la lujuria habitual en quienes tomaban sus belfos. Buscó enseguida la boca foránea con sus orbes color miel y prestó suma atención. Lo de la madame no le importaba, estaba ya acostumbrada a la vida en el prostíbulo y a ser tratada, además de como una furcia, como una criada. Pero la idea de salir y ver mundo era algo que la llamaba, y por una breve fracción de segundo, la muerte de su señora se le hizo fácil, bienvenida. Sacudió la cabeza, apartando semejante atrocidad de su mente y asintió al resto de cosas que le dijo William. Ya le diría luego que lo de matar no sería necesario. -Lo he leído bien.- Confirmó, por si el asentimiento no había sido suficiente. Miró en dirección a la habitación y arrugó la nariz. -Debo ir a ponerme algo de ropa decente, así no puedo salir de aquí.- Dio un beso en la mejilla al gigante, demostrándole así que no tenía intención de huir y fue a vestirse con algo medianamente adecuado. No tardó más de un par de minutos en ponerse una lusa, unos pantalones y unas sandalias cerradas. Hacía frío en la calle, siempre lo hacía en París en aquella época, así que también se cogió un chal viejo y mal hecho, pero que algo abrigaba. Salió en busca del pirata, pero este ya no estaba, ni tampoco el tipo inconsciente de la rosa verde. ¿Se lo habría llevado a la bodega que antes había mencionado? Se asomó por las escaleras y reconoció aquella rubia melena. Bajó dando pasos que casi parecían saltos de gacela y se plantó junto al hombre, tocándole el brazo. -Ya estoy lista.


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Mensaje por William B. Midgard Vie Dic 29, 2017 12:51 pm

En el burdel, 22:00 de la noche.








Aunque la chica no le hubiese besado la mejilla él sabía en el fondo que no escaparía ni intención de ello tendría. ¿Por que? Pues no lo sabía, simplemente su intuición le decía que confiase en ella, sin más. Sonrió. -Espero que te pongas algo digno de esa belleza de la que haces gala, preciosa. -La dejó marcharse mientras él se acercaba al cuerpo inerte de aquél imbécil, llevándolo a la bodega. Tras aquél acto, lentamente se acercó a una de las ventanas. La noche ya estaba bañando todo París, y aunque era una ciudad que personalmente no gustaba al Pirata, la toleraba por su alcohol, reputación y mujeres. Miró al cielo durante unos instantes, recordando algo que le hizo entrar en trance durante apenas unos segundos. -Tal y como dijiste.. Vivo la vida tal y como quiero. -Susurró casi de forma inaudible, mirando a las nubes, como si le hablase a alguien que en efecto, ya no estuviese entre los vivos. -Brindaré esta noche por ti también, pequeña. -Tras sonreír, despertó de sí mismo y se giró para ver a Faye arreglada, esperaba otra cosa, pero era cierto que hacía frío. No obstante.. ese chal era viejo, demasiado. Se lo acarició suavemente y se acercó para darle un beso en los labios. -Si te portas bien, te compraré uno nuevo. No puedo dejar que te vean con eso por ahí si vas a ser mía. -Ladeo el gesto y sonrió de forma amable.

Miró al lugar donde antes estaba el indeseable. -Ya está en la bodega. A salvo de cualquiera. Incluso de él mismo. -Agarró fervientemente el culo de la puta moviendolo bien y ahondando en la caricia. Metió su lengua en su boca buscando la lengua para beber cuan sedienta boca que tenía.









Taberna “Moneda Bienvenida”. 23:00



La Música de la Taberna:


Habían tardado lo suficiente como para que William fuese pensando en esa misteriosa organización que sin duda iba contra Ysgramir. Miró a Faye, había cosas de su vida que le recordaban al pasado de Corbin, no su personalidad, puesto que la personalidad de Faye y la de Corbin eran tan diferentes como el día y la noche, pero ambos querían salir de esa vida, y ambos estaban en esa vida por ciertas.. Razones que no podían escapar a la realidad. ¿Que te estaba ocurriendo, Sanguinario Pirata? ¿Acaso te estabas ablandando? Will negó suavemente para sí mismo y sonrió. -¿Quieres dejar de ser Ramera? -Preguntó sin mas, sin silenciador, sin vaselina. Soltó la pregunta como quien coge un caramelo del suelo. Aún no habían llegado a la Taberna y ya uno de los borrachos se acercó con intención de comerle la boca a Faye en presencia de William Bones. Éste, ni corto ni perezoso metió el cañón de su pistola en la boca de aquél sufridor. -Lo siento amigo, no tengo el día. -Apretó el gatillo y la pólvora explosionó justo en la nuca de aquél pordiosero antes de que siguiera intentando nada baboso para con Faye. Cayó sobre sus rodillas y la mitad superior de su cabeza yacía en el suelo esparcida con sangre y los sesos.

William guardó su preciada arma. -Se llama Misericordia. -Dijo sin mas, refiriéndose al arma de fuego. -Me la regaló quien hizo posible que me echase a la Mar en mi adolescencia. Es una buena compañera de viaje, nunca me falla, como has podido presenciar. -Como si fuera un caballero, abrió la puerta del local para que Faye pudiese pasar. -¿Por donde íbamos? Ah si.. Mi pregunta. Responde. -El local estaba lleno de hedor a alcohol, sexo, violencia, juego y humo de tabaco. La musica en forma de violines era alta y muy melódica, casi parecía por aquellos sonidos, con todas las letras, una taberna Pirata.
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Mensaje por Faye Sáb Dic 30, 2017 5:23 am

Observó el gesto del grandullón, como le tocaba el chal, mas lo hizo sólo de soslayo, no perdiendo de vista los labios ajenos, consciente ya de lo mucho que le gustaba hablar a aquel hombre del norte. Leyó las palabras que pronunció, algo confusa por la posesividad que utilizaba ya que, aunque siendo puta como era, estaba ya acostumbrada a que todos se creyeran sus dueños en un momento u otro de la noche, le pareció que el significado era algo distinto, sin llegar a entender hasta qué punto ni por qué. Le devolvió la sonrisa, como si se la hubiera contagiado y se dejó meter mano sin queja alguna, antes de corresponder al beso hambriento del licántropo.


***


De camino a la taberna, la rubia no dejó de darle vueltas a la especie de trato que había hecho con el vikingo, ¿había sentenciado a muerte a la Madame o era sólo un pensamiento desmedido por su parte? Podía no gustarle el modo en que la trataba, odiarla, pero de ahí a querer matarla… Claro que la prostituta no sabía hasta qué punto aquella decisión iba a cambiar para siempre su vida. La pregunta, que le fue formulada tras que el hombre reclamara su atención para que así ella pudiera atender a lo que le decía, la dejó entre descolocada y con una risa floja por el poco tacto del que hizo gala el rubio. Se cubrió la boca, serenando un poco su voz y asintió, aún sabiendo que aquello era como sellar un pacto con el diablo, o más bien con el lobo. Pero cuando aún sopesaba el valor de lo que ella misma había dicho, se le acercó un borracho con toda la intención de tomarla como si fuera un objeto. Se resignó, como llevaba haciendo ya muchos años, pero antes de que el tipo siquiera pudiera ponerle una mano encima, William se interpuso, haciendo que los ojos de la joven se abrieran con sorpresa. No pudo enterarse de lo que hablaban a continuación, tan sumida en la imagen del cañón hundido en la boca del beodo que no se centró en nada más. Se sobresaltó, no con el sonido del disparo, pues obviamente no pudo oírlo, sino cuando los sesos y la sangre salieron volando de la parte trasera del cráneo y, seguidamente, el cuerpo cayó inerte. Tardó en reaccionar, con sus orbes fijos en la figura que yacía tendida e inmóvil en el suelo. Al alzar de nuevo el rostro, se topó con los labios del Perro que ya se estaban moviendo y lo primero que leyó fue la palabra misericordia, algo poco lógico dado lo que acababa de presenciar, sin embargo, no dijo nada, su sangre seguía helada y suerte tuvo que sus piernas se movieron casi por inercia. Aquel gigantón no tenía problemas en liquidar a quien fuera, no había remordimientos. No sabía si era su hobby el acabar con cualquiera o si tenía algún tipo de instinto de supervivencia y sobreprotección dada su naturaleza lobuna. Asintió a lo que le decía el contrario, aunque no le estuviera prestando la menor atención y pasó al interior del establecimiento.

El ambiente estaba cargado de humo, tan espeso que en algunas zonas casi parecía niebla. Aspeó una mano frente a su rostro, intentando disipar el que se acercaba amenazadoramente a su nariz y avanzó hacia una mesa que parecía menos inglesa. Tomó asiento, dejando reposar el chal en el respaldo y observó al rubio que le insistía en lo que antes del desparramamiento de cerebro le había preguntado. -No pienso en otra cosa.- Confesó, por primera vez en su vida, en voz alta aquel deseo y, aunque formularlo no era como si se lo concedieran, sintió que el peso sobre sus hombros se aligeraba un poco. De inmediato apareció una morena a preguntarles lo que querían tomar, vestía un corsé prieto que hacía que sus pechos se vieran aún más grandes, una técnica que usaban mucho las putas del burdel, y una falda ancha, ocultando sus más que voluptuosas caderas. No era muy alta, pero su redondeado rostro era hermoso bajo la porquería que le cubría las mejillas y el sudor que perlaba su frente. Tenía unos ojazos verdes que hicieron que Faye sintiera envidia o, tal vez, sencillamente la atrajeran como dos esmeraldas a una urraca. Sacudió la cabeza, apartando la idea de su mente y tras mirar a su acompañante, pidió lo que deseaba beber.  -Un whisky, por favor.- Si parpadeaba largo, aún veía el cráneo reventado del borracho, necesitaba algo fuerte para olvidarlo. Dejó que el vikingo tratara con la mesera a continuación, mientras ella observaba a su alrededor. Había muchos hombres y las únicas mujeres eran o trabajadoras de la taberna o cortesanas como ella. El aroma a sexo estaba tan impregnado en su ser que no lo notaba ya, tampoco el del alcohol. En el burdel aquello era el pan de cada día, y ella misma se había dejado llevar por la bebida en más de una ocasión, hasta el punto de olvidar lo ocurrido la noche anterior. Un alivio en la mayoría de ocasiones, aunque el precio fuera el deseo de arrancarse la cabeza.
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Mensaje por William B. Midgard Mar Ene 30, 2018 1:44 pm



El trato.

Taberna “Moneda Bienvenida”. 23:10




Sentados y habiendo pedido para beber, William se aseguraba de que su trenza estuviese bien hecha pues era algo con lo que era quisquilloso ya que daba firma a su propia bandera Pirata. Coló la mano por debajo de la mesa aprovechando el acto para acariciar las piernas de la Ramera. -¿Me lees bien los labios desde aquí, Faye? -Preguntó, pero no esperó a la respuesta, él daba por sentado que así era. Sonrió mientras llegaban las bebidas. Él había pedido Whisky al igual que Faye. -¿Estas segura de que sabes beber una bebida con tanto cuerpo? -Lo dijo cargado de segundos significados, refiriéndose, claramente, al cuerpo de ella. Le parecía preciosa, casi una diosa si hablamos únicamente del físico. Aquellos labios rodeando una boca casi perfecta le volvían loco cuanto más los observaba y cuanta mas determinación usaba.

Giró la cabeza hacia el escenario principal donde probablemente de aquí a poco, llegase algún trovador del montón tratando de cantar alguna canción de algún Juglar famoso. Aquello le hizo recordar a su viejo amigo el “Joven Poeta”. Un Doppler que le gustaba transformarse en Elfo y en Humano y cantar por las riveras arriba. Tambien fue amigo de Valiont, el Cazador de Monstruos, quien lejos de cazar al Joven Poeta en una misión, le ayudó a salir de la ciudad y a encontrar otra piel en la que transformarse. La mano de William seguía en aquél sitio, moviéndose de camino a la entrepierna de la rubia, sin dejar de mirarla. Con la mano libre agarró el vaso para beber aquél fuerte Whisky que si bien no era el mejor del mundo cumplía gratamente su cometido. Almenos, para alguien como Bones. Para un Pirata. Usó sus dedos en circulo, masajeando el telaje de aquella ropa interior que le impedía el paso mas allá de aquello pero que de igual modo, le causaba diversión y morbo a partes iguales. -De modo que.. no piensas en otra cosa. Quieres que William el Perro mate a tu Madame, te rapte y te muestre la libertad así como la vida en el mar. -Tomó un tiempo para respirar y volvió a hablar, algo que le encantaba al bocazas. -Como habrás visto.. la vida de un Pirata no es facil. Está llena de peligros y enemigos, aunque eso es aventura pura y dura, preciosa. Trabajo para Ysgramir Gunnarson, me financia las búsquedas, el barco, la tripulación. Por suerte para ti.. sigo buscando integrantes de ésta. -El Pirata no se andaba con rodeos en su labia así como se los andaba con sus dedos. Encontró la manera de penetrarla hasta la mitad del dígito y moverlo dentro de ella. Sonrió con sarna. -Y quien sabe.. Si acabo aceptándote y dándote la libertad, resolviendo el… Pequeño problema de tu Madame. Tendremos que hacer algo con tu voz.. es decir, para que puedas hablar bien. Y se donde, cómo y por qué hacerlo. Pero no adelantemos acontecimientos. -Tras aquello hizo hincapié en la masturbación del clítoris de la prostituta. -Antes tenemos que resolver.. cierta tensión, aparte de lo que hemos dejado a medias, por supuesto. Tengo que dar con uno de los lideres de la Rosa Verde, y tu, parece que eres perfecta para el espionaje. Por lo pronto.. ya se la has chupado a uno. ¿Tienes mas información? ¿O alguna idea para obtenerla? Sin llamar demasiado la atención, porfavor.
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Mensaje por Faye Miér Ene 31, 2018 4:27 am

Aunque el pirata no esperó a que ella contestara, aun así lo hizo con un asentimiento de cabeza. Le tenía cerca y de cara, así que no tenía problemas para leerle los labios, claro que a la velocidad a la que solía hablar el norteño, sí dificultaba un poco la comprensión lectora de la cortesana, a la que le costaba seguir el ritmo de aquella boca que no dudaba en soltar casi todo lo que le debía venir a la cabeza a William. Asintió de nuevo ante la pregunta del alcohol, si bien sabía que era algo fuerte, no sería la primera vez que lo tomara, ni la última, y en aquellos momentos lo necesitaba.

Tomó la jarra con la diestra, dando un leve respingo, por la sorpresa, al notar la mano ajena sobre el muslo. Era por estar desubicada, en una taberna que no era la que ella conocía, mas no le importó en absoluto que Bones se tomara las libertades que quisiera, no sólo porque, al parecer, tenía intenciones de sacarla del burdel, sino porque el hombre le gustaba, a pesar de lo excesivamente charlatán que era. Le sobraba un poco de brusquedad, tal vez, pero era atractivo y gracioso, además que se le veía buena persona dentro de todas las barbaridades que le había visto hacer. Dos habían sido por protegerla a ella, así que no era quién para criticar nada, aunque tampoco lo haría aún si tuviera tal derecho, pues no le interesaba.

Mientras leía los labios foráneos, discernió una palabra que en su día pensó no había entendido y que, ahora, cobraba sentido como un apellido: Gunnarson. Se quedó pensativa unos segundos, perdiendo el hilo de la conversación unilateral que el lobo estaba manteniendo consigo mismo. Se mordió el labio cuando el pulgar del noruego estimuló su clítoris, jadeando levemente y volvió a prestarle atención cuando hizo mención de nuevo a lo de la rosa verde, lo que hizo que asintiera enseguida, acercándose a la oreja del rubio para susurrarle algo, ya que nunca hablaba muy alto y, además, le había pedido discreción. -Sé que hablaron de ese jefe tuyo… Gunnarson. Mencionaron que él tenía algo en sus posesiones que ellos querían, pero no especificaron el qué…- Obviamente, Faye no tenía ni idea de cuantísimas posesiones tenía el gigante de hielo, así que pensó que el dato que revelaba era algo más concreto e importante. Poco se imaginaba que era como decir que buscaban una gota de agua salada concreta dentro del Mar Muerto.
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Mensaje por William B. Midgard Sáb Mar 03, 2018 12:02 pm



Hablando claro.


Taberna “Moneda Bienvenida”. 23:19





William seguía con el juego de sus dígitos en el interior de aquella húmeda cueva que pronto comenzaría a hacer ruidos obscenos, por suerte para ella; No se escucharían demasiado. Les trajeron lo que pidieron, Ron para ambos. El Perro se tomó su primer trago ante la impasible mirada ajena a la cual, le contestó con una socarrona sonrisa. Se apoyó sobre el respaldo de su asiento, tomando dicha relajación para sacar sus dedos de su interior. Tras eso se los pasó por la boca, los lamió con lentitud hasta meterlos en su boca, haciéndolos desaparecer ante los ojos de la Prostituta cuyos días de ejercer estaban contados. -En las posesiones de Jefe Gunnarson.. -Se quedó pensando mientras el aroma y el sabor de los jugos se expandían por su boca hasta llegar al paladar, antes de tragar. Recordó por unos instantes aquellas piedras brillantes, de metal extraño que parecían latir con personalidad propia, como si estuviesen vivas. Aquello que fueron buscando tanto Gunnarson como Blackbird. Se le erizó el bello de la espalda al recordar a éste último, siempre le pasaba, desde que le conoció por primera vez en Noruega, cuando estuvo encerrado con Ingrid.

-Dudo mucho que esa organización vaya únicamente detrás de una posesión, creo que es más tema politico.. quizá antiguas rencillas de familias, o quizá incluso envidia de lo bien que le va a Gunnarson. ¿Tal vez cosas del negocio? Ya sabes, Gunnarson llegó a Paris y se hizo casi con el total monopolio… Eso puede enfadar a según que miradas y presencias. Mmmh.. No sé. -Se le vino a la mente algo curioso de aquél sujeto al que tienen como rehén, tenía una especie de tatuaje rojo en la nuca, o eso le había parecido ver. Se quedó silente, reflexionando durante casi un total de 8 minutos, como si estuviese soñando. Tratando de dar forma a esa quimera que le vino como recuerdo, pero ni siquiera estaba seguro de que fuese real. De todas formas, podría comprobarlo en cuanto fueran a interrogarle. Se despertó de pronto y volvió a erguirse. -Perdón, estaba pensando en como abarcar tan tremenda mujer que tengo delante. ¿Tienes alguna idea, Faye? Por que a mi se me ocurren algunas… de forma muy muy ligera. Es posible que necesite ayuda. -Se acercó suavemente hasta tocar sus labios con los foráneos, saboreando la suave textura de los que éstos gozaban. Agarró una de las manos de la Ramera, acariciando con esmero todos y cada uno de sus dedos hasta el dorso de ésta. Introdujo su lengua dentro de su boca buscando la sinhueso de la chica para apresarla, justo cuando el Tabernero volvió a venir.

-¿No ves que estamos ocupados? -Lo Siento señor.. mi trabajo es tomarles nota. -Esta bien. Un bistec de bisonte para mí y para mi hermosa acompañante lo que ella pida. No importa el dinero o el trabajo, quiero que lo que ella pida venga en la mejor calidad y presentación. -De forma muy generalizada, apuntó el cañón de su pistola directamente a la boca del Tabernero. -¿Me he explicado correctamente, mesón? -Transparente, señor. -Tras eso sonrió y le dejó libre, a la espera que Faye pidiese lo que deseara. A su vez, la música comenzaba a sonar con mas fuerza, incluso música con letra. Parecía que el ambiente bueno no había hecho si no comenzar. Durante unos instantes, el instinto animal de William se había alertado, quizá por alguien nuevo que justo había entrado.
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Mensaje por Faye Sáb Mar 03, 2018 1:09 pm

A pesar de lo habituada que estaba al sexo, a que le metieran mano y al destape público que se hacía en el burdel, aquella taberna nada tenía que ver con su ambiente, así que no pudo evitar estar algo tensa mientras los dedos del pirata se movían dentro de su sexo. Ella no oía nada, pero estaba convencida por la sensación de humedad que esos dígitos tenían que estar haciendo mucho ruido. Sin embargo, nadie les miraba, así que algo debía opacar el sonido de algún modo y ella no lo sabía. Tal vez los músicos, aunque estuvieran bastante retirados. Así que cuando, al fin, el noruego se retiró, ella dejó escapar un jadeo que casi parecía más un suspiro de alivio. Sus orbes color miel siguieron la mano ajena, el gesto que hizo al olerse los dedos y cómo los lamía. Estaba acostumbrada a ser ella la que excitara a los demás y no a la inversa. Se mordió el labio, tragando saliva y centró su mirada en las palabras que el rubio vocalizaba.

Como ya había asumido hacía rato, William hablaba mucho. Pero esta vez sí prestó atención a cada sílaba, asintiendo a lo que le contaba, más por asimilar su relato que por confirmar nada. Principalmente, porque había vivido encerrada en aquella burbuja de depravación y sexo donde los poderosos no entraban. Esos tenían amantes de las altas esferas y no se preocupaban en pagar por putas como Faye. Y como hasta la fecha no había sabido que Gunnarson era un apellido, jamás le había dado más importancia y, tal vez, por ello se había perdido mucha información relevante, ahora lo pensaba. De pronto, se hizo el silencio, un silencio visual, y aquello sorprendió a la muchacha, que ladeó la cabeza, intentando descubrir a dónde se había ido El Perro, porque allí no estaba. Movió la mano frente a sus ojos, esperando a que regresara y, no supo si fue por su gesto o no, pero lo hizo, disculpándose por su breve ausencia. Se encogió de hombros ante la pregunta y con un dedo en el mentón, intentó recordar alguna cosa que resultara de utilidad en aquellos momentos. -A lo mejor si me cuentas esas ideas… las vinculo con algo que haya visto.- Aún no había terminado de hablar que la boca foránea se aproximó a la de ella para besarla. Lo hizo despacio, como si temiera morderla, pero pronto se aventuró a colar la lengua, profundizando aquella unión que el tabernero no dudó en interrumpir. Los ojos de la chica se alzaron, pasándose la lengua por el labio inferior. Siguió la conversación, pasando de leer a uno a hacerlo con el otro y rio, sin saber del todo por qué, ante la amenaza del vikingo al mesero. -Yo quiero lo mismo que él...- No sabía qué clase de comida servirían allí, pues excepto un par de veces que había comido en posadas por participar en fiestas privadas, siempre se había alimentado a base del menú que les ofrecía la madame en el prostíbulo.

Iba a reanudar la conversación cuando vio su acompañante parecía, en cierto modo, alterarse. Siguió la mirada ajena hacia la entrada de la taberna y vio a un hombre con el cabello largo y oscuro, con barba tupida y una vestimenta que delataba a puertas abiertas que era otro pirata. Tal vez, él y William, se conocieran.
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Mensaje por Roberts Sáb Mar 03, 2018 1:51 pm

Desde que, varios años atrás, dejara la mar, Roberts se había vuelto un ermitaño. No porque no saliera de su casa, sino porque no salía de la taberna. Se pasaba allí los días, las semanas. Sólo regresaba cada tanto tiempo a su choza para darse un baño, y porque el dueño del local le echaba a patadas, alegando que incluso para ser un pirata, olía demasiado mal. Obviamente, cuando se acercaba la luna llena, se recluía en una zona segura, pues no deseaba dañar a nadie.

Debido a su naturaleza, costaba mucho que el alcohol le afectara y aún cuando lo hacía, tenía una alta tolerancia y su borrachera no le ayudaba a mitigar los recuerdos que ansiaba dejar atrás. Pero más que esas memorias, lo que le destrozaba por dentro, eran las ganas que tenía de volver a subirse a un barco, pero al mismo tiempo la idea le atormentaba. Pero tenía esa necesidad incipiente, ese reconcomer del que sabe que ese es su destino, pero el miedo le nubla el juicio y le vuelve un cobarde.

Aquella noche regresaba a su querida guarida llena de ron e hidromiel con la fiel intención de dejarse caer en una silla en el rincón y ver pasar a la gente. Lo único que le distraía de lo patética que se había vuelto su vida, era imaginar cómo serían las de los demás. Les inventaba nombres, oficios, pasados y presentes. Creaba historias en su mente que, cansada de rememorar, prefería dedicarse a idear cosas absurdas. Sin embargo, ya incluso antes de empujar la puerta para entrar, sintió cómo se le erizaba el vello de los antebrazos y la nuca. Una extraña sensación le recorrió la espina dorsal y su lado animal pareció despertar del letargo obligado al que lo sometía. Inspiró profundamente y el olor de otro lobo inundó sus fosas nasales. Allí podía oler a orín, carne podrida y tabaco, pero nada podría ocultar un aroma tan potente, pues no se trataba de un chucho cualquiera, sino de un alfa. Y él, como beta, sabía lo que eso implicaba.

Se arregló la casaca y pasó al interior, buscando con la mirada por entre la multitud, dejándose guiar por el instinto. Sus ojos brillaron por una milésima de segundo con destellos ambarinos al localizar a un hombre rubio, corpulento y alto, acompañado de una joven con similar tono de pelo y un fuerte aroma a sexo. También podía sentir el olor de la sal marina impregnando sus ropajes y cabello, el lobo era un pirata, igual que lo era Roberts. Se irguió, golpeando los talones de sus botas entre sí y emprendió con paso firme el camino hacia su mesa. Sin embargo, no se dirigió al hombre, sino a la muchacha que se sentaba frente a él y con una cordial reverencia, inició la conversación. -Ruego disculpe que interrumpa su charla, mademoiselle.- Buscó los ojos de la chica y le dedicó una cálida sonrisa, antes de erguirse nuevamente y girar para ver ahora al que realmente había llamado su atención. -Soy el pirata Roberts y quisiera conocer su nombre.- Las presentaciones eran primordiales a su parecer, pues los motes y sobrenombres en la piratería, eran sello de identidad y decían más de uno que cualquier conversación engorrosa.
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