AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Hija de la luna // Privado - Dimitry
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Hija de la luna // Privado - Dimitry
Recuerdo del primer mensaje :
Habían pasado ya dos semanas desde el criminal encuentro con vampiro, y contras todo pronóstico, la había dejado con vida. Y no sólo eso, sino que la dejó yaciendo en la cama, cubierta con una manta. O eso, o bien él sólo la había dejado tirada en el suelo tal cuál como ella cayó, tendida boca abajo, inconsciente y alguien la tomó en brazos, la entró en su choza y la acomodó. Fuera cual fuera la posibilidad correcta, no le cuadraba a la loba y llevaba dándole vueltas catorce días enteros, mientras sus cervicales se recuperaban, al igual que sus costillas y los músculos de sus brazos sanaban. Por suerte era una lycan, así que lo que un ser humano tardaría meses en recuperar, para ella eran sólo nos pocos días, y a aquellas alturas, ya estaba prácticamente bien, salvo por lo de su pierna, claro. Era un lups, no una lagartija.
Durante el tiempo en que se sintió débil, no fue al mercado, no regresó a su carreta, no tallo nada. Y como consecuencia, no ganó dinero y, por tanto, no comió más que raíces y una ardilla que se encontró muerta junto a un árbol una mañana. Y ya había sido suficiente, al día siguiente regresaría a atender su puesto, necesitaba vender piezas, aceptar encargos… Recoger sus botas, que aún debían estar en manos del zapatero. Suspiró, resignada a no saber nunca la verdad de lo ocurrido, del por qué no había muerto aquella noche tras la sentencia que el condenado había hecho recaer sobre ella.
Caía ya la noche y necesitaba ir al río, la poca roa que tenía estaba toda sucia de hincar la rodilla para recoger musgo, raíces, setas y otras plantas comestibles. Estaba falta de proteína y con la débil constitución que ya de por sí tenía, las condiciones actuales acabarían siendo su ruina. Qué irónico, sobrevivir al verdugo para morir luego de hambruna. Agarró el balde de madera lleno de ropa sucia y, renqueando como siempre, se dirigió al río. Una vez allí se acomodó en la piedra que se había convertido hacía ya un par de años en su silla, dejó el recipiente a un lado, se quitó los pantalones con cuidado y aflojó las correas para deshacerse de la pierna de madera que dejó reposar junto al pedrusco, quedando así únicamente con una larga camisa beige. Se impulsó con ambas manos para erguirse, usó el gran roble de apoyo, agarrando con la diestra el cubo y de dos saltos se empezó a meter en el agua. Para ella no era práctico lo de arrodillarse a frotar, ella se sumergía para lavar las prendas, incluso las que llevaba puestas.
Estaba sumida en su tarea, viendo cómo ya el sol se había escondido y sólo una luna menguante iluminaba el firmamento oscuro, reflejándose en las ondas del río, haciéndole de luz a una de sus hijas.
Habían pasado ya dos semanas desde el criminal encuentro con vampiro, y contras todo pronóstico, la había dejado con vida. Y no sólo eso, sino que la dejó yaciendo en la cama, cubierta con una manta. O eso, o bien él sólo la había dejado tirada en el suelo tal cuál como ella cayó, tendida boca abajo, inconsciente y alguien la tomó en brazos, la entró en su choza y la acomodó. Fuera cual fuera la posibilidad correcta, no le cuadraba a la loba y llevaba dándole vueltas catorce días enteros, mientras sus cervicales se recuperaban, al igual que sus costillas y los músculos de sus brazos sanaban. Por suerte era una lycan, así que lo que un ser humano tardaría meses en recuperar, para ella eran sólo nos pocos días, y a aquellas alturas, ya estaba prácticamente bien, salvo por lo de su pierna, claro. Era un lups, no una lagartija.
Durante el tiempo en que se sintió débil, no fue al mercado, no regresó a su carreta, no tallo nada. Y como consecuencia, no ganó dinero y, por tanto, no comió más que raíces y una ardilla que se encontró muerta junto a un árbol una mañana. Y ya había sido suficiente, al día siguiente regresaría a atender su puesto, necesitaba vender piezas, aceptar encargos… Recoger sus botas, que aún debían estar en manos del zapatero. Suspiró, resignada a no saber nunca la verdad de lo ocurrido, del por qué no había muerto aquella noche tras la sentencia que el condenado había hecho recaer sobre ella.
Caía ya la noche y necesitaba ir al río, la poca roa que tenía estaba toda sucia de hincar la rodilla para recoger musgo, raíces, setas y otras plantas comestibles. Estaba falta de proteína y con la débil constitución que ya de por sí tenía, las condiciones actuales acabarían siendo su ruina. Qué irónico, sobrevivir al verdugo para morir luego de hambruna. Agarró el balde de madera lleno de ropa sucia y, renqueando como siempre, se dirigió al río. Una vez allí se acomodó en la piedra que se había convertido hacía ya un par de años en su silla, dejó el recipiente a un lado, se quitó los pantalones con cuidado y aflojó las correas para deshacerse de la pierna de madera que dejó reposar junto al pedrusco, quedando así únicamente con una larga camisa beige. Se impulsó con ambas manos para erguirse, usó el gran roble de apoyo, agarrando con la diestra el cubo y de dos saltos se empezó a meter en el agua. Para ella no era práctico lo de arrodillarse a frotar, ella se sumergía para lavar las prendas, incluso las que llevaba puestas.
Estaba sumida en su tarea, viendo cómo ya el sol se había escondido y sólo una luna menguante iluminaba el firmamento oscuro, reflejándose en las ondas del río, haciéndole de luz a una de sus hijas.
Reya- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 22/09/2017
Localización : La choza
Re: Hija de la luna // Privado - Dimitry
Las palabras de la loba surtieron un efecto inmediato y es que, al parecer, escuchar que parecía que el vampiro intentaba hincarle el diente, cuando ambos sabían que la sangre de licántropo era veneno para los inmortales, aunque no del que llegaba a matarles, le había hecho recular, apartarse de ella. Ya ni siquiera la miraba a los ojos, tal había sido el impacto de su opinión sobre el condenado que parecía hasta dolerle la cabeza.
Transcurrieron unos largos segundos de silencio en los que Reya observó al contrario con su cabeza ladeada en un gesto muy lobuno. Sentía curiosidad por averiguar cuál era su próximo paso, su plan. ¿Cómo pensaba atacarla ahora? Estaba claro que disfrutaba sometiendo a los demás, no en vano era un inquisidor. Un vampiro que se dedicaba a matar a los suyos, qué irónico. Claro que los chupasangre siempre habían sido conocidos por su falta de escrúpulos y moral. Ellos no creían en el compañerismo, la amistad o la familia. Eran egocéntricos por naturaleza y vivían cargados de soberbia. Se creían mejores que las otras razas, especialmente que la de la castaña. Sus especies llevaban siglos siendo enemigas, tal vez milenios, y nada ni nadie iba a cambiar eso.
Sin embargo, ella no tenía problemas en responder a sus preguntas. No le costaba nada hablarle de su miserable vida, porque excepto aquel reducido territorio, no tenía nada que proteger. -¿Te refieres a justo aquí o en Francia? Aquí llevo algo más de dos años.- Enarcó una ceja cuando empezó a hacer aquel comentario y terminó por gruñirle. No tenía derecho a criticar a su manada, él no sabía nada, no conocía a ninguno, no tenía ni idea de lo que había ocurrido. -Cállate.- Espetó con amargura, mirando con el ceño fruncido y el labio superior alzado al ruso, mostrándole sus afilados caninos. -Hicieron bien en echarme de la manada. No eres quién para juzgarles, porque no sabes nada.- El pulso y la respiración de la castaña se volvieron más rápidos a la vez que pesados. Sus orbes empezaron a oscurecerse, pero no iba a mutar, sólo estaba enfurecida. Que tuviera la desfachatez de atacar a los suyos, cuando él no tenía alma, era imperdonable. -¿Quién eres tú para decir eso? Tú que das caza a los tuyos… Tú que no sabes lo que es el amor...- Las palabras salían con amargura de la boca de Reya, llenas de matices, de dolor. Ella lo había perdido todo y él, que podría tener lo que fuera, no sería capaz de apreciar nunca nada. El mundo era un lugar cruel e injusto, ella lo sabía hacía mucho tiempo, lo había experimentado en sus propias carnes durante años. Y aunque jamás le guardó rencor a su manada por dejarla de lado, echaba mucho de menos la compañía, el respaldo. Rápidamente se dio la vuelta, mostrándole sólo la espalda al condenado. Sus ojos se habían llenado de lágrimas al recordar aquellos tiempos, cuando llena de inocencia aún creía en las cosas que ahora le recriminaba al vampiro no ser capaz de sentir o valorar.
Transcurrieron unos largos segundos de silencio en los que Reya observó al contrario con su cabeza ladeada en un gesto muy lobuno. Sentía curiosidad por averiguar cuál era su próximo paso, su plan. ¿Cómo pensaba atacarla ahora? Estaba claro que disfrutaba sometiendo a los demás, no en vano era un inquisidor. Un vampiro que se dedicaba a matar a los suyos, qué irónico. Claro que los chupasangre siempre habían sido conocidos por su falta de escrúpulos y moral. Ellos no creían en el compañerismo, la amistad o la familia. Eran egocéntricos por naturaleza y vivían cargados de soberbia. Se creían mejores que las otras razas, especialmente que la de la castaña. Sus especies llevaban siglos siendo enemigas, tal vez milenios, y nada ni nadie iba a cambiar eso.
Sin embargo, ella no tenía problemas en responder a sus preguntas. No le costaba nada hablarle de su miserable vida, porque excepto aquel reducido territorio, no tenía nada que proteger. -¿Te refieres a justo aquí o en Francia? Aquí llevo algo más de dos años.- Enarcó una ceja cuando empezó a hacer aquel comentario y terminó por gruñirle. No tenía derecho a criticar a su manada, él no sabía nada, no conocía a ninguno, no tenía ni idea de lo que había ocurrido. -Cállate.- Espetó con amargura, mirando con el ceño fruncido y el labio superior alzado al ruso, mostrándole sus afilados caninos. -Hicieron bien en echarme de la manada. No eres quién para juzgarles, porque no sabes nada.- El pulso y la respiración de la castaña se volvieron más rápidos a la vez que pesados. Sus orbes empezaron a oscurecerse, pero no iba a mutar, sólo estaba enfurecida. Que tuviera la desfachatez de atacar a los suyos, cuando él no tenía alma, era imperdonable. -¿Quién eres tú para decir eso? Tú que das caza a los tuyos… Tú que no sabes lo que es el amor...- Las palabras salían con amargura de la boca de Reya, llenas de matices, de dolor. Ella lo había perdido todo y él, que podría tener lo que fuera, no sería capaz de apreciar nunca nada. El mundo era un lugar cruel e injusto, ella lo sabía hacía mucho tiempo, lo había experimentado en sus propias carnes durante años. Y aunque jamás le guardó rencor a su manada por dejarla de lado, echaba mucho de menos la compañía, el respaldo. Rápidamente se dio la vuelta, mostrándole sólo la espalda al condenado. Sus ojos se habían llenado de lágrimas al recordar aquellos tiempos, cuando llena de inocencia aún creía en las cosas que ahora le recriminaba al vampiro no ser capaz de sentir o valorar.
Reya- Licántropo Clase Media
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Localización : La choza
Re: Hija de la luna // Privado - Dimitry
"I can't believe your careless lies.
Your burning eyes pass through me ".
Your burning eyes pass through me ".
En un segundo pensó en comenzar a analizar el tiempo transcurrido, desde cuando había sido excluida de la manada hasta el encuentro que habían tenido en el mercado, ya que dos años era demasiado tiempo para que nunca se hubieran topado antes, más cuando el inmortal acostumbraba a rondar las zonas más alejadas, entre ellas el pantano y precisamente las tierras lodosas que ahora pisaba. Algo no cuadraba dentro de su historia, y era precisamente esa espina de desconfianza la que no le permitía avanzar. Puzle incompleto.
Habría continuado con más preguntas, pero la reacción que tuvo la Lycan llamó su atención, y no de la manera compasiva que podría pensarse, al contrario, escucharla defender a la patética manada que la abandonó, con esa rabia contra él que solo hacía alusión a lo obvio, le causaba gracia, sin duda era demasiado ingenua.
— Soy la persona que pudo haberte matado con tanta facilidad por tu despreciable soledad, y ya sabes que la culpa en ese caso no sería mía, si no de ellos por dejarte a tu suerte. — le restregó en la cara, mientras se daba vuelta para enfrentarse a esa mirada que llena de odio, solo hacía que la sonrisa sombría del inmortal creciera.
— Yo doy caza a quien se lo merezca, sea de los míos o no. — acotó, con un ligero encogimiento de hombros, la verdad para él no era relevante la raza de nadie... A excepción de la que tenía ahora en frente.
Aquel quiebre que provocó en ella volvió a animarlo, haciéndole regresar junto al menudo cuerpo femenino, encarándola tan de cerca como antes, su cuerpo emanando el constante calor que ahora era percibido por el torso del condenado, el cual bajó la mirada buscando la ajena que no tenía reparos en enfrentarlo.
— ¿Acaso tú sabes mucho del amor? — le interrogó con ironía, con maldad, casi como su aquella conversación fuera una vil farsa de amabilidad.
— Reya, ¿Verdad?.. Te explico, no fue por amor que tus padres te abandonaran, porque estoy seguro que encima de todo eres una huérfana. — le acusó, deduciendo sus palabras con una firmeza que le había otorgado su propia historia de vida, lograba reconocer a otros como él.
— No fue por amor que los inútiles de tu manada te abandonaron, el amor no te trajo a la desdicha en la que vives ahora, y te aseguro que amor es lo último que has tenido en tu miserable vida. Ilusa. — cada palabra del inmortal estuvo cargada de veneno, de maldad incontenible, de descarga posiblemente.
No soportaba ver como aún, en el mundo que vivían, podía existir seres que creyeran tan fervientemente en el amor... Como si eso les salvara de todo.
Exhaló, llevando la zurda a acariciar la mejilla femenina, robando nuevamente algo que no le pertenecía, pero cada movimiento que ponía en marcha tenía un motivo, no avanzaría a ciegas con ella.
Con ligereza inclinó más su cabeza a un costado de la ajena, permitiendo que sus labios quedaran a la altura del oído de ella y sonrío.
— Y lo peor, es que estoy seguro de que has recibido más atención de mi parte, de la que has recibido en muchos años. — susurró, y se irguió para sostener esa mirada atenta... ¿Triste? ¿Furiosa? No le importaba, a pesar de la crueldad que había usado, el vampiro fue honesto con ella.
Última edición por Dimitry L. Rudakov el Miér Ago 29, 2018 6:54 pm, editado 2 veces
Dimitry L. Rudakov- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Hija de la luna // Privado - Dimitry
Las primeras contestaciones del vampiro no hicieron mella en la loba, porque ella sabía que si alguien tenía la culpa de matar, no sería su manada, sino aquel que decidiera arrebatar una vida. No tenían culpa las aves de abandonar los nidos para ir en busca de comida, sino de las culebras que trepaban árbol arriba para comerse los huevos. Y el condenado era igual que ellas, pero era una serpiente más grande, más fuerte, más cruel, con una lengua más afilada y unos colmillos cargados de veneno. Veneno que ahora liberaba con ella sin pudor alguno, buscando las debilidades de la castaña, sus recuerdos, sus miedos, sus añoranzas. Y los volvía contra ella como esmeriladas lanzas de ónice.
Lo que más le dolió a la muchacha fue que mencionara a sus padres, unos padres a los que jamás pudo conocer, pero tampoco juzgó. Ella no conocía los motivos por los que la dejaron en el orfanato, podía ser una causa mayor, podía haberse dado el caso, incluso, que no fueran sus progenitores los que la abandonaran. Sabía de casos de niños cuyos padres habían fallecido, otros que habían sido secuestrados y, posteriormente, dejados a su suerte frente al portón de una iglesia. Sin conocer su procedencia, no podía culpar a nadie, igual que tampoco culpaba a su manada, pues había sido la actitud de Reya la que les alejara. Se había convertido en una lacra, en un riesgo, un hándicap, un peligro. Y no por la falta de su pierna, sino por su pesimismo, sus ínfulas de víctima desorientada. En vez de luchar, se había dejado vencer sin oponer resistencia. Había dejado de ser una lican luchadora para convertirse en una deprimente humana sin visión de futuro. Los orbes dorados de la loba, brillaron, no por ira ni el cambio, sino por anegarse en lágrimas que se negaba a dejar deslizar por sus mejillas.
La reiterada proximidad condenado la incomodaba de un modo rebuscado, porque no se sentía violentada o asustada, no temía sus avances igual que tampoco los evitaba. Le confrontaba con cada paso que daba, con cada mirada desafiante que le dedicaba. Pero ni ella se plantaba ni él se iba. Iba a contestar sobre sus acusaciones referentes al amor, pero cuando despegó los labios, no salieron palabras. El motivo era sencillo, no tenía argumentos para refutarle nada. Y mientras pensaba en ello, el aliento frío del vampiro rozó su oreja, antes de que le susurrara aquellas palabras. Sus pupilas titilaron al encontrarse con los oscuros ojos azules del contrario que la observaba como si fuera un ser no sólo inferior, sino sin valía alguna. -¿Y qué más dará tu atención? ¿Qué más dará la atención de nadie? Llevo años intentando pasar desapercibida… Tú te obsesionaste conmigo, yo no te busqué, ni busqué tu interés.- La frente de la castaña se arrugó al fruncir el ceño y se elevó su labio superior al mostrarle los dientes, aún humanizados. -Así que dime, ¿por qué yo? ¿No hay acaso nada más que hacer para un inquisidor? ¿Tan importante es acabar con una insignificante loba solitaria que se dedica a tallar madera y vivir escondida? ¿De una licántropo que se encierra en el sótano en luna llena?- Su pecho empezó a subir y bajar con más rapidez. Sus orbes se aclararon de nuevo, tristes, dolidas, resignadas. Su respiración estaba acelerada, igual que el bombeo de su corazón. La sangre circulaba a toda prisa por sus venas y su piel empezó a emanar más calor.
Lo que más le dolió a la muchacha fue que mencionara a sus padres, unos padres a los que jamás pudo conocer, pero tampoco juzgó. Ella no conocía los motivos por los que la dejaron en el orfanato, podía ser una causa mayor, podía haberse dado el caso, incluso, que no fueran sus progenitores los que la abandonaran. Sabía de casos de niños cuyos padres habían fallecido, otros que habían sido secuestrados y, posteriormente, dejados a su suerte frente al portón de una iglesia. Sin conocer su procedencia, no podía culpar a nadie, igual que tampoco culpaba a su manada, pues había sido la actitud de Reya la que les alejara. Se había convertido en una lacra, en un riesgo, un hándicap, un peligro. Y no por la falta de su pierna, sino por su pesimismo, sus ínfulas de víctima desorientada. En vez de luchar, se había dejado vencer sin oponer resistencia. Había dejado de ser una lican luchadora para convertirse en una deprimente humana sin visión de futuro. Los orbes dorados de la loba, brillaron, no por ira ni el cambio, sino por anegarse en lágrimas que se negaba a dejar deslizar por sus mejillas.
La reiterada proximidad condenado la incomodaba de un modo rebuscado, porque no se sentía violentada o asustada, no temía sus avances igual que tampoco los evitaba. Le confrontaba con cada paso que daba, con cada mirada desafiante que le dedicaba. Pero ni ella se plantaba ni él se iba. Iba a contestar sobre sus acusaciones referentes al amor, pero cuando despegó los labios, no salieron palabras. El motivo era sencillo, no tenía argumentos para refutarle nada. Y mientras pensaba en ello, el aliento frío del vampiro rozó su oreja, antes de que le susurrara aquellas palabras. Sus pupilas titilaron al encontrarse con los oscuros ojos azules del contrario que la observaba como si fuera un ser no sólo inferior, sino sin valía alguna. -¿Y qué más dará tu atención? ¿Qué más dará la atención de nadie? Llevo años intentando pasar desapercibida… Tú te obsesionaste conmigo, yo no te busqué, ni busqué tu interés.- La frente de la castaña se arrugó al fruncir el ceño y se elevó su labio superior al mostrarle los dientes, aún humanizados. -Así que dime, ¿por qué yo? ¿No hay acaso nada más que hacer para un inquisidor? ¿Tan importante es acabar con una insignificante loba solitaria que se dedica a tallar madera y vivir escondida? ¿De una licántropo que se encierra en el sótano en luna llena?- Su pecho empezó a subir y bajar con más rapidez. Sus orbes se aclararon de nuevo, tristes, dolidas, resignadas. Su respiración estaba acelerada, igual que el bombeo de su corazón. La sangre circulaba a toda prisa por sus venas y su piel empezó a emanar más calor.
Reya- Licántropo Clase Media
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Re: Hija de la luna // Privado - Dimitry
" But deep beneath those haunting eyes
resides that dying part of you ".
resides that dying part of you ".
Si tan solo la castaña que supiera que mientras más rebatía en su contra, más emoción le entregaría a él para continuar atacándola de la forma más sutil. Afiladas palabras que conseguían incrustarse en las zonas más vulnerables de la su enemiga, y lo dejaba al descubierto, la mirada de odio que le dedicaba era un regocijo de maldad para el condenado, consiguiendo que sus ansias por doblegarla fueran aún mayores, y por momentos conseguir que olvidara por qué aún no se había retirado del lugar, si su decisión ya estaba tomada, y decidida, ambos estaban claros en que no iba a matarla, pero ya no tenía prisa, la noche era un tema perdido que aprovecharía para fastidiar a la criatura.
Sonrió, con sus azules orbes aún clavados en los ajenos, descansando en esa miraba bicolor que le fulminaba de una manera que era imposible que el vampiro no lo tomara como un desafío.
— Alégrate de que te haya dado esa atención, o ya estarías desmembrada. Y mucho cuidado con ese ego enorme que tienes, no te queda en lo absoluto. — le reprendió con voz fría, siniestra, no soportaba tener que aguantar palabras como tales, mucho menos de un ser tan inferior como lo era ella.
— Por esta noche, no, no tengo nada más que hacer, y antes de estar en un bar, se me hace mucho más ocurrente estar aquí... Admirando la lamentable vida de la loba. — comentó con sarcasmo, marcando el drama intencional que quiso darle a su frase. Todo con maldad, a fin de cuentas.
— Tengo la leve sospecha de que tienes vivencias aún más lamentables que las que he podido conocer hasta ahora. — musitó, acompasando su tono para que este imitar una real preocupación, pero finalmente era todo una farsa de morbosidad por saber que tan desgraciada podía llegar a ser realmente.
El silencio se adueñó de la boca del ruso, todo en cuanto sintió el aumento de temperatura en el frente de su cuerpo, la piel de la Lycan estaba emanando un calor que resultaba aún más atrayente para el inmortal.
— Me estás quemando. — le comentó, sin contenerse de acercar la zurda al hombro desnudo de la fémina, depositando la palma completamente abierta, sintiendo como su mano ardía contra la dermis ajena, y su sonrisa se ensanchó.
Ella poseía algo que él ansiaba de una manera irracional, un placer que le había negado a si mismo hace siglos. Ciertamente los humanos eran cálidos, pero no se asemejaban a la abrasadora temperatura de la castaña.
El tacto continuó, su mano solo se encargaba de avanzar por la clavícula, el cuello y de regreso a los hombros, marcando un trazo que terminaría por provocar escalofríos en la mujer por la agresiva diferencia de grados.
Hasta sus orbes se habían desviado para continuar el camino de su extremidad. Silencioso esperaba alguna reprimenda, o sencillamente que ella se alejara sin más, ya que era de esperarse que la actitud del Inquisidor fuera absolutamente cambiante, y contradictoria. Aun así sus impulsos por avanzar más no eran menores, y sería la castaña quien tendría que poner distancia entre ambos, el inmortal hace mucho que no respetaba en lo absoluto el espacio personal.
Última edición por Dimitry L. Rudakov el Lun Jun 04, 2018 3:40 pm, editado 1 vez
Dimitry L. Rudakov- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Hija de la luna // Privado - Dimitry
Las palabras del condenado no tenían sentido en la cabeza de la castaña: ¿Ego? ¿Cuándo había hecho gala ella de poseer algo semejante? En ningún momento. De hecho, lo que le reclamaba al vampiro era precisamente eso, que se centrara en ella cuando estaba claro que no era más que una insignificante existencia más en ese mundo en el que ambos habitaban. Y dudaba enormemente que eliminar a una lycan solitaria que no hería humanos, estuviera en los principales planes de la inquisición, una organización, supuestamente, devota de Dios que debía tener grandes fines y misiones. No le cuadraba nada de eso a Reya y por es motivo no hacía más que demandar respuesta a la misma pregunta, una y otra vez, misma pregunta que el ruso se empeñaba en eludir con más y más ataques sin dar tregua a la muchacha que, claramente, estaba ya suficientemente dañada, física y psicológicamente, como para necesitar más tortura en su vida.
Gruñó al escuchar el comentario sobre sus lamentables vivencias y la mirada de la loba refulgió dorada por un instante. -¿Pretendes acaso que te las cuente? ¿No tienes ya bastante munición con la que atacarme, que encima pretendes que sea yo misma la que afile tus armas?- Había pasado de sentirse acorralada a ofendida, a tratada no sólo como inferior, sino como idiota, inútil, débil de mente. Podía importarle poco su vida en ciertos momentos, pero no deseaba ser torturada ni pretendía facilitarle ese acto al inmortal. -Porque eso no va a ocurrir. No te voy a dar nada más, pues ya suficiente has arrancado de mis recuerdos.- Espetó con los labios temblorosos al mostrar sus dientes, cuyos colmillos se veían afilados y crecientes.
La mirada de la castaña se clavó en la mano que le tocó el hombro, tan contraria a la “queja” que el hombre acababa de soltar. La acusaba de quemarle y, en vez de apartarse como sería lógico, pegaba su piel a la de la loba. -¿Por qué haces eso si te quemo? ¿Eres masoquista?- Dio un paso hacia atrás, rehuyendo el contacto con ese ser que la despreciaba de manera vil y cruel. Pero no se marchó, porque no era una cobarde, no de ese modo. Buscó con la vista algo con lo que cubrirse, porque sentía que estaba demasiado expuesta, aunque muy posiblemente la sensación no desaparecería ni aunque se ocultara bajo mil mantas o incluso si se enterrara al completo, excepto por la cabeza. Algo le decía que esa desnudez que sentía iba mucho más allá de lo físico, que lo tenía dentro repartido entre el pecho y la cabeza. Así que, una vez más, giró sobre el talón, tirando de la prótesis y le dio la espalda al inquisidor, que por lo que ya conocía de él, testarudo como era, no le extrañaría que se le plantara de nuevo delante, buscando incomodarla con su mirada inquisitiva o que volviera a tocarla para, seguidamente, reprocharle que su temperatura corporal fuera tan elevada. -Te contradices entre pensamientos y actos y a mí me confundes… ¿Qué es lo que quieres de mí exactamente? ¿Qué esperas sacar de todo esto?- Preguntó sin mirarle, con sus orbes clavados en la corriente tranquila del río, tan distinta a como ella ahora se sentía. Y prueba de ello era su pulso, el cual resonaba en sus propios oídos como los tambores de las tribus africanas sobre las que había leído en algunos libros.
Gruñó al escuchar el comentario sobre sus lamentables vivencias y la mirada de la loba refulgió dorada por un instante. -¿Pretendes acaso que te las cuente? ¿No tienes ya bastante munición con la que atacarme, que encima pretendes que sea yo misma la que afile tus armas?- Había pasado de sentirse acorralada a ofendida, a tratada no sólo como inferior, sino como idiota, inútil, débil de mente. Podía importarle poco su vida en ciertos momentos, pero no deseaba ser torturada ni pretendía facilitarle ese acto al inmortal. -Porque eso no va a ocurrir. No te voy a dar nada más, pues ya suficiente has arrancado de mis recuerdos.- Espetó con los labios temblorosos al mostrar sus dientes, cuyos colmillos se veían afilados y crecientes.
La mirada de la castaña se clavó en la mano que le tocó el hombro, tan contraria a la “queja” que el hombre acababa de soltar. La acusaba de quemarle y, en vez de apartarse como sería lógico, pegaba su piel a la de la loba. -¿Por qué haces eso si te quemo? ¿Eres masoquista?- Dio un paso hacia atrás, rehuyendo el contacto con ese ser que la despreciaba de manera vil y cruel. Pero no se marchó, porque no era una cobarde, no de ese modo. Buscó con la vista algo con lo que cubrirse, porque sentía que estaba demasiado expuesta, aunque muy posiblemente la sensación no desaparecería ni aunque se ocultara bajo mil mantas o incluso si se enterrara al completo, excepto por la cabeza. Algo le decía que esa desnudez que sentía iba mucho más allá de lo físico, que lo tenía dentro repartido entre el pecho y la cabeza. Así que, una vez más, giró sobre el talón, tirando de la prótesis y le dio la espalda al inquisidor, que por lo que ya conocía de él, testarudo como era, no le extrañaría que se le plantara de nuevo delante, buscando incomodarla con su mirada inquisitiva o que volviera a tocarla para, seguidamente, reprocharle que su temperatura corporal fuera tan elevada. -Te contradices entre pensamientos y actos y a mí me confundes… ¿Qué es lo que quieres de mí exactamente? ¿Qué esperas sacar de todo esto?- Preguntó sin mirarle, con sus orbes clavados en la corriente tranquila del río, tan distinta a como ella ahora se sentía. Y prueba de ello era su pulso, el cual resonaba en sus propios oídos como los tambores de las tribus africanas sobre las que había leído en algunos libros.
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Re: Hija de la luna // Privado - Dimitry
"I now begin to realize
You're not the girl I once knew ".
You're not the girl I once knew ".
Las contradicciones se habían convertido en protagonistas desde que el inmortal había regresado a las tierras dominadas por la lycan, de ahí en más cada segundo que animaba un nuevo movimiento seguía siendo un insulto a todo lo que podría considerarse correcto dentro de la conducta que ambos buscaban mantener.
Firmeza que por momentos era tenue, desvanecida, misma que Dimitry no buscaba incrementar, estaba analizando, sin importar si sus acciones eran correctas o no, y bien sabía él que ya había sobrepasado una barrera, poco le importaba arriesgarse un ápice más.
No había nada en ella que le intimidara, ni siquiera esa fiereza que observaba en sus orbes, la rabia desmedida con la que evidentemente luchaba la castaña. En su rostro existían más emociones de las que el contrario pudiera descifrar, aun cuando se concentrara en eso, estaba más atento sobre otras cosas.
— No, solo pretendía entablar una ligera conversación contigo, y deberías sentirte elogiada, ya que generalmente no acostumbro a escuchar más de tres palabras de los de tu raza. — respondió con severidad, y aunque sus palabras serían crueles ante los oídos ajenos, se encargaba de ser sincero con ella, no le importaba si lo merecía o no.
No fue necesario decir una palabra más, en cuanto la fémina se alejó del tacto de su gélida mano, la mirada del ruso cambió, retomando su habitual azul cielo, uno que en este caso se encontraba confundido.
Los movimientos ajenos le continuaban desafiando como ya acostumbraba, aunque le era imposible comprender que era lo que intentaba esconder, se arriesgaba dándole la espalda porque de seguro su rostro no estaba preparado para enfrentarle sin más.
— Ya te lo dije, buscaba terminar mi trabajo, pero ya está claro que esa idea perdió valor hace horas, y para serte franco ni siquiera sé si podría sacar algo productivo con mi presencia aquí... Ni mucho menos algo de ti. — habló con calma, sin estructurar sus palabras, solo liberó cada una mientras sus pasos le acercaron a la lycan. Los latidos ajenos retumbaban en el silencio que solo él podría notar.
No tuvo más remedio que dejar a su gélida temperatura luchar una vez más por desvanecer el calor ajeno, aunque no llegó a rozarle, solo ahí, quieto con su torso a centímetros de la columna femenina, solo para ser nuevamente embaucado por el fiero calor de la castaña, mismo que le llevó a cometer, lo que frente a su propia visión y todo pronóstico sería considerado un error.
La zurda del inmortal se alzó hasta tomar la muñeca ajena, sintiendo como el cambio extremo de temperatura le quemaba la palma mientras jalaba sin mayor trabajo, aunque sus movimientos en ningún momento bordearon la violencia, pero fueron lo suficientemente precisos, obligándola a girar sobre sus pies para darle frente, su mirada suspendida en la ambarina de la castaña, conforme su mano libre llegó a depositarse con descaro en la tersa piel de su cuello.
— Sé que puedo arrepentirme en este mismo instante. — murmuró para sí mismo, paralelamente se inclinaba para quedar a escasos centímetros del rostro ajeno, el aire tibio que escapaba de sus labios entreabiertos era una falsa invitación difícil de ignorar.
Dimitry L. Rudakov- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Hija de la luna // Privado - Dimitry
De nuevo las palabras del vampiro sonaban a contradicción. Si ya sabía hacía horas que no iba a sacar nada de su presencia allí o de ella, ¿entonces por qué no se largaba? La respiración de la loba comenzó a acelerarse, porque su paciencia rozaba ya el límite. No le bastaba con invadir su territorio que encima se pasaba el rato burlándose de ella como si no fuera más que un mísero juguete que usar y luego tirar. Porque tenía claro que eso sería lo que haría, se divertiría y luego la abandonaría sin mirar atrás, como un niño caprichoso.
Estaba todo tan silencioso aquella noche que resultaba incluso extraño, incómodo. No se oía a las aves nocturnas ni a los roedores salir a buscar reservas para el invierno. Y no era que ella no lo alcanzara a escuchar, al contrario, su agudizado oído le permitía oír los acelerados y diminutos latidos de los animalillos que, asustados, permanecían ocultos en sus madrigueras y nidos. A ella no la temían a pesar de ser un depredador, porque no suponía un peligro para ellos, la licántropo únicamente daba caza a piezas de tamaño medio, porque las grandes, dada su carencia, eran presas demasiado arriesgadas y las pequeñas no le llegaban para nada, así que con esos seres mantenía una relación de convivencia relajada. Pero lo más importante era que, aquel silencio presagiaba algo malo.
Pudo notar las pisadas ajenas al hundirse en el barro que bordeaba el río, acercándose a ella, a su espalda. Seguidamente percibió la baja temperatura de la silueta del ruso, quieta ya tras Reya. -Vete entonces y déjame tranquila.- Respondió a la retahíla de incoherencias que el condenado había ido soltando antes de aproximarse de nuevo.
Pero lo que la loba no esperaba es que la tomara de la muñeca e hiciera que se girara, sobre el talón y la pierna de madera, hasta que los orbes de ambos se encontraron excesivamente cerca. La mirada de ella se desvió al ver ascender la otra mano del cainita hasta que la sintió, heladora, contra su caliente cuello. -¿Qué haces?- Preguntó contra los labios del inmortal que se había inclinado hasta que sus bocas prácticamente se rozaron. Ahora sí que no comprendía nada y, para rematar, estaba paralizada. ¿Por qué diablos no podía moverse? ¿A qué estaba jugando su cuerpo? Su mirada se movía nerviosa, esquivando los azules orbes del inquisidor, porque era lo único que respondía a sus pensamientos y la única manera de huir de lo que podía ocurrir, fuera lo que fuera.
Estaba todo tan silencioso aquella noche que resultaba incluso extraño, incómodo. No se oía a las aves nocturnas ni a los roedores salir a buscar reservas para el invierno. Y no era que ella no lo alcanzara a escuchar, al contrario, su agudizado oído le permitía oír los acelerados y diminutos latidos de los animalillos que, asustados, permanecían ocultos en sus madrigueras y nidos. A ella no la temían a pesar de ser un depredador, porque no suponía un peligro para ellos, la licántropo únicamente daba caza a piezas de tamaño medio, porque las grandes, dada su carencia, eran presas demasiado arriesgadas y las pequeñas no le llegaban para nada, así que con esos seres mantenía una relación de convivencia relajada. Pero lo más importante era que, aquel silencio presagiaba algo malo.
Pudo notar las pisadas ajenas al hundirse en el barro que bordeaba el río, acercándose a ella, a su espalda. Seguidamente percibió la baja temperatura de la silueta del ruso, quieta ya tras Reya. -Vete entonces y déjame tranquila.- Respondió a la retahíla de incoherencias que el condenado había ido soltando antes de aproximarse de nuevo.
Pero lo que la loba no esperaba es que la tomara de la muñeca e hiciera que se girara, sobre el talón y la pierna de madera, hasta que los orbes de ambos se encontraron excesivamente cerca. La mirada de ella se desvió al ver ascender la otra mano del cainita hasta que la sintió, heladora, contra su caliente cuello. -¿Qué haces?- Preguntó contra los labios del inmortal que se había inclinado hasta que sus bocas prácticamente se rozaron. Ahora sí que no comprendía nada y, para rematar, estaba paralizada. ¿Por qué diablos no podía moverse? ¿A qué estaba jugando su cuerpo? Su mirada se movía nerviosa, esquivando los azules orbes del inquisidor, porque era lo único que respondía a sus pensamientos y la única manera de huir de lo que podía ocurrir, fuera lo que fuera.
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Re: Hija de la luna // Privado - Dimitry
" If my pain will not appease you so it please you.
I've got nothing to say ".
I've got nothing to say ".
¿Hasta cuándo seguiría con eso? La cazaría se había transformado en una lucha de egos entre ambos, una situación que al parecer él sería el encargado de terminar, dándole a todo el panorama un giro realmente inaudito, y aún más contradictorio que todas las palabras que había dicho lo largo de la noche que había permanecido junto a ella. Noche que estaba próxima a finalizar, o al menos eso esperaba el inmortal, ya que cada segundo que permanecía ahí era una falta a todos sus principios.
El desconcierto de la castaña era evidente, y bien podría ser un reflejo del interior de Dimitry, sensaciones atrayentes que terminaron por dejarlo perplejo cometiendo lo que bien podría considerarse un delito contra si mismo. No tendría derecho a reclamo alguno, y en ese momento lo único que podría esperar sería un rechazo por parte de la fémina, un regaño, o algo que le ella pudiera indicarle para recordarle lo que equivocadas y erróneas que estaban sus acciones, pero nada, ella se encontraba aún más inmóvil que si mismo, no era capaz de deducir su reacción, pero tampoco perdería el tiempo preguntando, solo se limitaría a responder su pregunta.
— Besarte. — susurró débilmente justo antes de que sus labios se apoderaban de los cálidos pétalos femeninos, llevando un compás suave, casi permisivo en cada movimiento que realizaba.
La mano que anteriormente se encontraba sosteniendo la muñeca de la Lycan, llegó a depositarse alrededor de su cintura, buscando afianzarle contra su propio cuerpo, el cual recibió la oleada de calor que significaba aquella cercanía que tanto había buscado, y no tuvo más remedio que reconocer la atracción que significaba aquello, tal vez por morbo, o quizás era simplemente ella.
Reaccionó más tarde de lo esperado, con la cabeza aturdida pero su mirada se mantuvo inquebrantable cuando retrocedió unos cuantos pasos observándola, alejándose del menudo cuerpo, dejando que su propia gélida temperatura hiciera presencia nuevamente. Realmente había coronado la noche de la manera más fortuita, y ahora tendría que seguir adelante con ello.
— No pude arrepentirme, y lastimosamente tengo impulsos propios que no me esfuerzo demasiado por controlar. — admitió, encogiéndose de hombros con tranquilidad, claramente no estaba afligido por sus acciones, bien que podría repetirlas aún cuando buscara la excusa de sentirse asqueado por lo que acababa de hacer, el vampiro sabía que no tendría ninguna veracidad aquella afirmación.
Exhaló, llevándose las manos a los bolsillos de su abrigo, había tenido suficiente por esa noche, debía abandonar el lugar antes de que sus jodidas atracciones terminaran por incitarlo nuevamente a cometer una equivocación, por lo que sus pasos se encaminaron con lentitud. Aunque se detuvo, volteándose hacia la joven.
— Puedes vivir en paz aquí, cachorra, no volveré. — admitió, sosteniendo la confundida mirada de la castaña.
Estaba abandonando su cacería, esa era su bandera blanca... Ella había ganado.
Última edición por Dimitry L. Rudakov el Vie Jul 20, 2018 1:37 am, editado 1 vez
Dimitry L. Rudakov- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Hija de la luna // Privado - Dimitry
Si la loba había estado quieta antes, en cuanto escuchó aquella palabra que, ni por asomo hubiese imaginado que alcanzaría sus oídos jamás, quedó completamente paralizada. Sintió el frío roce de los labios ajenos rozando los suyos, presionando despacio hasta que sus bocas, de algún modo extraño, se acoplaron. Los de la lycan se quedaron abiertos, incapaz siquiera de parpadear. Su aliento se coló en la cavidad foránea, calcinándole la lengua en un acto natural reflejo. Las pupilas de Reya se dilataron, oscureciendo sus ojos, mientras sus iris cambiaban de avellana a ámbar. Todo aquello era una locura y, sin embargo, allí estaba ella, inmóvil, sin gruñir, sin queja. ¿Por qué se dejaba avasallar de modo semejante? ¿Por qué invadía el condenado su espacio personal? Y, peor aún, ¿por qué la besaba, justamente, a ella? Se suponía que la odiaba, hasta hacía poco su único afán había sido el de querer matarla. Tildándola de peligrosa, de monstruo, de problema. ¿Era ese su modo de desconcertarla antes de darle el golpe de gracia? Aunque lo que más le preocupaba a la francesa era: ¿por qué sentía aquella especie de corriente eléctrica, iniciada en sus belfos, recorrerle ahora todo el cuerpo?
En cuanto el cuerpo ajeno, al fin, se separó del propio, fue como si la movilidad regresara, como si sus extremidades respondieran, una vez más, a los impulsos eléctricos de su cerebro. Su mente mandaba señales y sus manos respondían, por ello la diestra fue a tocar sus propios labios, a penas rozándolos con las yemas. Sentía el chispeo aún, como un campo magnético. La energía saltaba de sus pétalos a los dedos y regresaba a los primeros de nuevo. Entreabrió la boca, confusa, atónita incluso. Balbuceó, pero no salieron palabras con sentido de su garganta, sólo sonidos inconexos como si fuera una niña que aún no dominara el habla. Estupendo, recuperaba una cosa y, a cambio, perdía otra. Las cosas que le decía el ruso alcanzaron su oído y fueron analizadas, aunque su cabeza seguía sin comprender nada. Quería hacerle preguntas, echarle cosas en cara, quejarse, maldecirle, llamarle cobarde porque se marchaba, sabiendo que ella estaba allí estática y sin poder hacer nada. Seguro que era cosa de él, que tenía algún truco bajo la manga. Un poder de esos de vampiro era lo que la paralizaba. Pero de ser así, ¿por qué no lo había usado en su primera pelea? Intentó decir algo con insistencia, alargando el brazo izquierdo, extendiéndolo hacia delante con los dedos casi rectos y la sensación hormigueante aún en las yemas. Movió la prótesis con la mano derecha y luego dio un paso, avanzando, yendo en la misma dirección que aquel dichoso condenado que se empeñaba en largarse, dejándola tirada y si poder defenderse. ¿A qué venía esa actitud de perdonavidas? Ella podía defenderse sola, no necesitaba su permiso ni, mucho menos, su lástima. -Pa...- Al fin una sílaba, aunque fuera solamente eso, al menos era algo. Juntó los labios y de nuevo se concentró para decir algo. -Pa...- La cosa no iba bien, nada bien. ¿Qué diablos era eso? Parecía tonta y eso la enojaba consigo misma. Se dio un manotazo en la cara para ver si espabilaba, antes de intentarlo una tercera vez, a ver si iba la vencida. -Pa-ra.- Lo consiguió, aunque con una sola palabra, difícil que el otro reaccionara, que le hiciera caso. Si era un cobarde que ya le daba la espalda tras aprovecharse de ella, tampoco es que esperara mucho de él, pero no por ello iba a dejar de probar suerte, la misma que parecía que aquella noche la había abandonado. O tal vez no del todo, aunque el ser “perdonada” aquel modo hiriese su orgullo, estaba claro que en un serio enfrentamiento con el condenado, ella hubiese terminado muerto y él saliendo victorioso del encuentro. Dejó, entonces, escapar algo que pretendía ser un gruñido, pero que quedó a medio camino.
En cuanto el cuerpo ajeno, al fin, se separó del propio, fue como si la movilidad regresara, como si sus extremidades respondieran, una vez más, a los impulsos eléctricos de su cerebro. Su mente mandaba señales y sus manos respondían, por ello la diestra fue a tocar sus propios labios, a penas rozándolos con las yemas. Sentía el chispeo aún, como un campo magnético. La energía saltaba de sus pétalos a los dedos y regresaba a los primeros de nuevo. Entreabrió la boca, confusa, atónita incluso. Balbuceó, pero no salieron palabras con sentido de su garganta, sólo sonidos inconexos como si fuera una niña que aún no dominara el habla. Estupendo, recuperaba una cosa y, a cambio, perdía otra. Las cosas que le decía el ruso alcanzaron su oído y fueron analizadas, aunque su cabeza seguía sin comprender nada. Quería hacerle preguntas, echarle cosas en cara, quejarse, maldecirle, llamarle cobarde porque se marchaba, sabiendo que ella estaba allí estática y sin poder hacer nada. Seguro que era cosa de él, que tenía algún truco bajo la manga. Un poder de esos de vampiro era lo que la paralizaba. Pero de ser así, ¿por qué no lo había usado en su primera pelea? Intentó decir algo con insistencia, alargando el brazo izquierdo, extendiéndolo hacia delante con los dedos casi rectos y la sensación hormigueante aún en las yemas. Movió la prótesis con la mano derecha y luego dio un paso, avanzando, yendo en la misma dirección que aquel dichoso condenado que se empeñaba en largarse, dejándola tirada y si poder defenderse. ¿A qué venía esa actitud de perdonavidas? Ella podía defenderse sola, no necesitaba su permiso ni, mucho menos, su lástima. -Pa...- Al fin una sílaba, aunque fuera solamente eso, al menos era algo. Juntó los labios y de nuevo se concentró para decir algo. -Pa...- La cosa no iba bien, nada bien. ¿Qué diablos era eso? Parecía tonta y eso la enojaba consigo misma. Se dio un manotazo en la cara para ver si espabilaba, antes de intentarlo una tercera vez, a ver si iba la vencida. -Pa-ra.- Lo consiguió, aunque con una sola palabra, difícil que el otro reaccionara, que le hiciera caso. Si era un cobarde que ya le daba la espalda tras aprovecharse de ella, tampoco es que esperara mucho de él, pero no por ello iba a dejar de probar suerte, la misma que parecía que aquella noche la había abandonado. O tal vez no del todo, aunque el ser “perdonada” aquel modo hiriese su orgullo, estaba claro que en un serio enfrentamiento con el condenado, ella hubiese terminado muerto y él saliendo victorioso del encuentro. Dejó, entonces, escapar algo que pretendía ser un gruñido, pero que quedó a medio camino.
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Re: Hija de la luna // Privado - Dimitry
” This is all my spirit can take
Anymore and I will surely meet decay ".
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El inmortal había traspasado un punto sin retorno, mismo que estaba absolutamente errado, pero, de alguna manera y por más que se esforzara, era incapaz de sentir la equivocación en sus actos, en sus palabras y en la impulsiva forma en la que sus instintos le habían empujado.
Ya no contaba con aquella seguridad de antes, aquel odio latente en sus orbes como en un comienzo cuando sus miradas se cruzaron... Ahora solo existía el azul nocturno en ellos, tranquilos, apacibles como quizás la lycan jamás había divisado en él, y por su parte, el vampiro sentía como la debilidad buscaba hacer presencia. No iba a permitirlo.
Su camino de regreso era largo, pero no por eso aceleró sus pasos y mucho menos cuando escuchó el balbuceo ajeno, acompañado de una débil orden que, por un momento casi se negó a cumplir, aunque para cuando la palabra llegó a sus oídos, sus piernas se detuvieron, permitiendo así que fuera la castaña quien acortara la distancia entre ellos. En otro momento se habría reído de verla así de confusa, y más aún con el manotazo que ella misma se propinó, pero ahora estaba serio, y aunque se esforzaba en ocultarlo, estaba inquieto.
— ¿Qué es lo que quieres? — le interrogó, girando sobre sus talones para volver a enfrentarla, estaba más cerca de lo que esperaba y con solo alzar la zurda llegaría a tocarla, pero no lo hizo.
— Falta poco para el amanecer, debo regresar y como te dije, no volveré a perturbar tu vida en este lugar, tómalo como tu victoria. — comentó con una leve sacudida de cabeza, no era fácil para Dimitry aceptar que por primera vez se había visto derrotado por un lycan, y más cómico aún, sin ningún golpe de por medio. Solo esperaba que ella pasara por alto las señales que le estaba dando, ya que cada frase iba acompañada de una excusa disfrazada de una verdad muy poco convincente, ya que definitivamente había perdido la ventaja que llevaba y ahora solo era una insensata lucha por anteponerse a sus reacciones.
No encontraba más palabras dentro de su mente, no buscaba forjar una conversación acerca de lo que había ocurrido, le parecía absolutamente innecesario, pero por lo visto su "compañera" no pensaba igual, su aspecto intranquilo había logrado traspasarlo, llamando su atención de una manera que no logró, ni quiso ignorar.
— Si vas a reprocharme algo, es momento de que lo hagas, no te quedes ahí balbuceando como una pequeña. — intentó que su voz sonara más afianzada al regaño y esperó, cruzando sus brazos a la altura del pecho, tomando una actitud que se vería defensiva, pero en su caso solo lo hizo para obligarse a mantener sus manos lejos del cuerpo femenino, como debería haber hecho desde un comienzo.
¿Cuán desconcertada podía estar la castaña para no ser capaz de articular palabra alguna? La situación lentamente se volvía insostenible, no le dejaba marchar, pero tampoco vocalizaba que era lo que esperaba, y claramente el inmortal contaba con una paciencia muy limitada, y considerando todas las horas que habían transcurrido en compañía de la hija de la luna, ya se encontraba agotado mentalmente.
— ¿Vas a dejar que me vaya? —
Dimitry L. Rudakov- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Hija de la luna // Privado - Dimitry
No comprendía nada. ¿Qué acababa de ocurrir? ¿De verdad la había besado? Y de ser así, de no haber sido una alucinación excesivamente real, ¿por qué? Tenía un nudo en el estómago y otro aún más grande en la cabeza. Y para rematar la situación, el cainita, encima, se burlaba de ella, por lo mucho que le costaba hilar las sílabas y conformar palabras. Se sentía abrumada, ridiculizada incluso. Quería echarle en cara algo, lo que fuera, su actitud, su descaro, su sarcasmo, el porte que se gastaba y que rezumaba orgullo y seguridad. Pero nada escapaba de sus labios. De hecho, se mordió el inferior, agachando la mirada, aunque no el rostro, pues su mentón seguía formando un ángulo recto con su cuello.
Las cuestiones seguían dando vueltas en su cabeza como una noria, mareándola, provocándole una extraña jaqueca. Sin embargo, fue aquella última e inesperada pregunta la que arrancó de su garganta una palabra, y no sólo eso, sino que sonó tan firme y elevada que no parecía que la hubiera pronunciado la castaña. -No.- Sin saber cómo, ocurrió, el mundo se volvió del revés y allí donde antes sólo había miedo, confusión y mutismo, apareció el habla y la convicción arrasó con su ser. -No te vas a ir sin explicarme por qué.- Espetó, estirando el brazo derecho, extendiendo el dedo índice para señalar al vampiro que seguía allí plantado, frente a ella, con los brazos cruzados sobre el pecho.
Pero a la vez que le había venido aquella fuerza a la lengua, se percató de la flojera que tenía en la pierna buena. Se tambaleó y tuvo que apoyarse en el tronco del árbol que tenía a su lado, moviéndose de un pequeño salto hasta quedar bien pegada a éste, recargada de costado. Se percató de que el inmortal la observaba, viéndola débil una vez más. -No te quedes ahí parado, estoy esperando a tu explicación. ¿Qué pretendes, volverme loca? ¿Qué se me salga el corazón del pecho? ¿Qué me salga una úlcera?- Con la mano derecha se acarició el vientre, algo extraño le ocurría, algo que no comprendía. Había sufrido nervios y miedo con anterioridad, pero aquello se sentía distinto. Tal vez fuera la confusión.
Sus orbes azulados se encontraron con los heladores ojos del condenado. ¿Pensaba contestarle lo que deseaba saber o pretendía mantenerse callado por mucho más tiempo? ¿Se estaba burlando una vez más de ella, imitando su silencio? Ella no se había mantenido muda por voluntad propia, sino porque su lengua parecía haberse quedado dormida durante un largo periodo de tiempo, como si fuera de trapo visto el posterior tartamudeo.
Las cuestiones seguían dando vueltas en su cabeza como una noria, mareándola, provocándole una extraña jaqueca. Sin embargo, fue aquella última e inesperada pregunta la que arrancó de su garganta una palabra, y no sólo eso, sino que sonó tan firme y elevada que no parecía que la hubiera pronunciado la castaña. -No.- Sin saber cómo, ocurrió, el mundo se volvió del revés y allí donde antes sólo había miedo, confusión y mutismo, apareció el habla y la convicción arrasó con su ser. -No te vas a ir sin explicarme por qué.- Espetó, estirando el brazo derecho, extendiendo el dedo índice para señalar al vampiro que seguía allí plantado, frente a ella, con los brazos cruzados sobre el pecho.
Pero a la vez que le había venido aquella fuerza a la lengua, se percató de la flojera que tenía en la pierna buena. Se tambaleó y tuvo que apoyarse en el tronco del árbol que tenía a su lado, moviéndose de un pequeño salto hasta quedar bien pegada a éste, recargada de costado. Se percató de que el inmortal la observaba, viéndola débil una vez más. -No te quedes ahí parado, estoy esperando a tu explicación. ¿Qué pretendes, volverme loca? ¿Qué se me salga el corazón del pecho? ¿Qué me salga una úlcera?- Con la mano derecha se acarició el vientre, algo extraño le ocurría, algo que no comprendía. Había sufrido nervios y miedo con anterioridad, pero aquello se sentía distinto. Tal vez fuera la confusión.
Sus orbes azulados se encontraron con los heladores ojos del condenado. ¿Pensaba contestarle lo que deseaba saber o pretendía mantenerse callado por mucho más tiempo? ¿Se estaba burlando una vez más de ella, imitando su silencio? Ella no se había mantenido muda por voluntad propia, sino porque su lengua parecía haberse quedado dormida durante un largo periodo de tiempo, como si fuera de trapo visto el posterior tartamudeo.
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Re: Hija de la luna // Privado - Dimitry
"I can't believe your careless lies.
Your burning eyes pass through me ".
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Cada vez que la castaña abría la boca era para reclamar o exagerar de una manera que al inmortal no terminaba de parecerle cómica, aunque de eso se trataba, que ella se expresara como mejor pudiera, sin importar que aquellas frases solo fueran exigencias por parte de la fémina. Lenta e inconscientemente se estaba aprovechando de la hospitalidad del ruso, quien ya no se vería alterado por la situación, al contrario, había tomado una actitud más bien estática y silenciosa, aguardando a poder dar su punto de vista, aunque éste no sería muy diferente de lo que ya había dicho antes.
Frunció el ceño al ver como la lycan se tambaleó antes de quedar prácticamente adherida al tronco del árbol, pero él no se movió, ella no había pedido su ayuda y él tampoco estaba dispuesto a dársela.
— Eres absolutamente exagerada, y no comprendo que más deseas que te explique. — ladeó la cabeza más por costumbre y se acercó a la mujer solo para disminuir el volumen de su propia voz.
— Todo lo que hice fue besarte, sin intenciones oscuras de por medio, así que ya puedes calmarte que tampoco te vas a contagiar de nada, estoy muerto. — le recordó con un tono más burlesco, alzando la mirada hasta los ambarinos orbes de la castaña, y no pudo entender en que momento comenzó a sentir esa contradictoria atracción por ella.
Guardó silencio luego de sus palabras, y solo por sentir, lo que él esperaba fuera la última vez, el calor ajeno, alzó la zurda para rozar la tersa piel de la mejilla femenina y sonrió, sin maldad, despojándose de aquel rencor con una milésima de segundos.
— Mantente con vida. —lo que debía sonar más como una orden, terminó siendo una petición, Dimitry realmente esperaba aquello, ya que si él no había acabado con la vida de la Lycan, no podría tolerar que algún otro lo hiciera, ¿Orgullo? Tal vez, pero sin duda existía algo más.
Dejó que su mano cayera y avanzó hacia atrás, sin perder la mirada ajena mientras su sonrisa se disipaba, para el inquisidor el tema había terminado, o debía terminar ahí, esa noche había sido suficiente para hacer y decir todo lo que pudo, ya de ahí, si él la aprovechó o no, sería un problema con el que tendría que lidiar por su cuenta, ya no conseguiría más de ella.
Los orbes del inmortal ascendieron, el manto nocturno comenzaba a desvanecerse y esa ya era su última señal de salida, no podía permanecer más tiempo ahí sin llevarse consigo algún daño. Regresó con la mirada al cuerpo femenino y sin esperar otra palabra por parte de ella, se esfumó del lugar, tuvo que hacerlo de esa manera, o de lo contrario se vería atado a quedarse ahí. Culpa de esa maldita atracción que le calaba los huesos.
Aprovecharía su regreso para replantearse sus errores, los cuales habían sido demasiados esa noche. Ella era el enemigo, su enemigo. La compasión era un privilegio que con ella no debía darse, no merecía aquel regalo... No merecía nada.
Dimitry L. Rudakov- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 11/10/2017
Localización : Donde ella me necesite.
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Re: Hija de la luna // Privado - Dimitry
El inmortal, lejos de contestar a su pregunta y despejar aquella colmena de dudas que amenazaba con caérsele encima a la lycan, le soltó cosas sin importancia, evitó el tema en cuestión, aquel del que ella necesitaba información y, tras aproximarse y dejarle una incomprensible caricia en la mejilla, se separó de nuevo, dejándola a merced del árbol, del alba que se aproximaba y de la soledad, cargada de una confusión densa y difícil de tragar. Encima, como si no fuera suficiente con aquello y necesitara ponerle una guinda al pastel de su burla, le exigió que se cuidara antes de partir. -¿Acaso no eres tú el que la amenaza? A mi vida. Antes de conocerte no temía por ella, pero ahora…- Sus palabras quedaron suspendidas en el aire, porque aunque alzó la voz, ya no había nadie allí para oírlas. El condenado se había ido, abandonando a la castaña.
Gruñó con ofuscación, golpeando el tronco con una mano con tal ímpetu, que empujó su propio cuerpo y se fue al suelo, cayendo de costado. La cadera se le resintió y dejó escapar un quejido. Aquella noche había sido un verdadero desastre porque, aunque siguiera con vida, sentía que el vampiro había jugado con ella. La había tratado como a un muñeco y después la había lanzado, cuando la partida había dejado de parecerle entretenida.
Reptó por el fango, arrastrando consigo la pierna de madera y llegó hasta la choza. No tenía gana alguna de volver a bañarse. Sólo deseaba meterse en la cama y olvidar que aquel día había existido. Se cubrió con las pieles, haciéndose una bola sobre el viejo catre. Sabía que amanecía porque los pájaros empezaban con sus trinos, pero para Reya no salía el sol, sino que grandes nubes oscuras cubrían el cielo, amenazando tormenta. Una tempestad de sentimientos encontrados, extraños y que no deberían estar ahí le consumían el ánimo y atolondraban su cabeza. Necesitaba dormir, dejar la mente en blanco, renacer en un mundo en el que el ruso jamás volvería a cruzarse en su camino, dejando así paz en su existencia y la posibilidad de un futuro tranquilo. Mediocre, pero suyo.
No tuvo tanta suerte, pues pasó días en vela, incapaz de conciliar el sueño, de salir de la cama, de comer siquiera. El inquisidor había sido una condena aún mayor de la que él debía creer o eso era lo que pensaba la loba, incapaz de apartar la imagen de aquel breve, pero desgarrador, beso de su memoria.
Gruñó con ofuscación, golpeando el tronco con una mano con tal ímpetu, que empujó su propio cuerpo y se fue al suelo, cayendo de costado. La cadera se le resintió y dejó escapar un quejido. Aquella noche había sido un verdadero desastre porque, aunque siguiera con vida, sentía que el vampiro había jugado con ella. La había tratado como a un muñeco y después la había lanzado, cuando la partida había dejado de parecerle entretenida.
Reptó por el fango, arrastrando consigo la pierna de madera y llegó hasta la choza. No tenía gana alguna de volver a bañarse. Sólo deseaba meterse en la cama y olvidar que aquel día había existido. Se cubrió con las pieles, haciéndose una bola sobre el viejo catre. Sabía que amanecía porque los pájaros empezaban con sus trinos, pero para Reya no salía el sol, sino que grandes nubes oscuras cubrían el cielo, amenazando tormenta. Una tempestad de sentimientos encontrados, extraños y que no deberían estar ahí le consumían el ánimo y atolondraban su cabeza. Necesitaba dormir, dejar la mente en blanco, renacer en un mundo en el que el ruso jamás volvería a cruzarse en su camino, dejando así paz en su existencia y la posibilidad de un futuro tranquilo. Mediocre, pero suyo.
No tuvo tanta suerte, pues pasó días en vela, incapaz de conciliar el sueño, de salir de la cama, de comer siquiera. El inquisidor había sido una condena aún mayor de la que él debía creer o eso era lo que pensaba la loba, incapaz de apartar la imagen de aquel breve, pero desgarrador, beso de su memoria.
TEMA FINALIZADO
Reya- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 52
Fecha de inscripción : 22/09/2017
Localización : La choza
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