Mi peludo amigo (Andrei)

Nunca se imaginó que vivir por si mismo fuera a ser tan difícil, cuando se había embarcado en ese navío con rumbo al viejo continente, sólo había empacado algunas pertenencias y muchas ilusiones. Pero la cida en Paris estaba resultando ser bastante dura, especialmente para alguien que aún no lograba conseguir un trabajo estable ni un lugar donde vivir. Llevaba una semana apenas en el a país y ya se había tenido que ir a dormir sin cenar.

Nunca había gozado de grandes lujos en la granja en America, pero la comida nunca había faltado en la mesa, ni la buena compañía. Se había sentado en unas escaleras, en la corte de los milagros, un par de calles en donde al parecer la gente más pobre de la ciudad buscaba cobijo, había visto cosas que hubiera deseado no ver, (por lo menos no aún) en su paso por ese lugar y el gris general en los rostros de los cansados e infelices transeúntes comenzaba afectar su propio juicio.

Ojala tuviera un compañero, un amigo, alguien con quien compartir sus miedos, anhelos y sueños, pero sabía que eso era casi imposible, teniendo en cuenta su desgraciada situación. Sin dinero, sin trabajo y con unas ropas sucias curtidas de hollín y tierra, al igual que sus botas, él único que podría conseguir sería...

- ¡Un gato! - Exclamó involuntariamente, observando un minino que bordeaba la esquina y parecía algo desorientado - ¡Hey pequeño! - Le llamó tamborileando sus dedos para captar la atención del animal.

Su misión había empezado. Apenas llevaba unos pocos -pero intensos- días en París y ya se había puesto en marcha con el objetivo de conseguir toda la información que pudiese serle de utilidad al Zar. No es que le entusiasmase la idea de estar en un país desconocido y extraño, pero la otra alternativa era vagar por las frías calles rusas sin comida ni casa. De ese modo al menos contaba con algo de dinero y podía mantener sus necesidades básicas cubiertas.

De ese modo, apenas unas horas después de que el sol apareciera por el horizonte, el joven se desvistió y dejó que el felino se apoderase de él. Lo había hecho tantas veces que ya podía transformarse sin apenas esfuerzo; era algo tan natural como comer o andar, por lo que ya se encontraba plenamente familiarizado con las habilidades de su cuerpo felino.

El primer lugar que había decidido visitar era la Corte de los Milagros. Durante su instrucción había oído hablar de un lugar en París cuya ubicación permanecía en completo secreto más que para algunos sectores de la población y en el que se movía una gran cantidad de información y rumores. Claro que plantear la idea había sido mucho más fácil que encontrar el lugar. Había tardado más de una hora y media en dar con la localización exacta, a base de escuchar cuchicheos y seguir gitanos por las sucias calles Parisinas.

No obstante, nada más llegar al sitio indicado, un joven llamó su atención. Durante un instante creyó que le habían descubierto y el corazón le dio un vuelco en el pecho; pero la expresión del chico, alegre y relajada, impidió que saliese huyendo. Había algo en esa mirada clara que le transmitió confianza y que, a pesar de los peligros que podía comportarle, le animó a acercarse lentamente a él. Tal vez, se dijo, pudiese serle de alguna ayuda y aunque no fuese así, tampoco tenía nada que perder.

Él gatito al igual que todos los de su especie, se quedó mirándolo con cautela, Ethan conocía muy bien a los gatos y a muchos otros animales, pues en la granja donde había crecido se dedicaba a cuidarlos, Abuelo y Padre le habían enseñado a labrar la tierra y al arte de la minería, en las más tediosas montañas de America del norte, pero Madre le había enseñado el arte de criar animales y los mininos eran sus favoritos junto con los Caballos.

Sabía muy bien que una vez llamada la atención del animalito, este tardaría un poco en acercarse, pues los gatos eran animales desconfiados por naturaleza, no como los perros que harían lo que fuera para ganarse un pedazo de pan y tu confianza. Los gatos eran animales ante todo, dignos y exigentes, no se mostrarían dóciles a no ser que tu realmente les agradaras y les mostraras confianza.

Ethan deseó haber tenido algo de comida para ofrecerle, así el gato se acercaría y podría acariciarle el pelaje que desde la distancia se veía tan suave. Pero no no había comido nada en todo el día él tampoco, así que ni siquiera los animales eran dignos de hacerle compañía. No permitió que esos pensamientos negativos le consumieran y mantuvo su sonrisa amplia, intentando llamar al minino por segunda vez – Ven pequeño, ven – Exclamó mostrándole ambas manos - ¿Vez? No te haré daño – Agregó.

Andrei se aproximó con cuidado, midiendo cada movimiento del joven. Un gesto sospechoso y saldría corriendo en dirección contraria, ya que aunque sentía cierta curiosidad hacia él, no era suficiente como para quedarse si intentaba atraparle o si hacía algún movimiento brusco. Ya se había encontrado alguna vez con gente que, enseñándole comida o extendiendo sus manos desnudas habían intentado cogerle o golpearle, tratando de darle una lección. No entendía esos actos, pues él nunca había obrado contra ellos, pero había aprendido a alejarse de las personas cuando se encontraba en su forma felina. Y a veces también en su forma humana.

Así, el gato se agazapó ligeramente a medida que la distancia entre ambos se acortaba, preparándose para cualquier acción maliciosa, pero no dejó de avanzar. Cuando apenas unos centímetros les separaban, el felino olisqueó las manos del joven con curiosidad y por fin abandonó la posición de desconfianza que había adoptado. Los humanos seguramente no lo comprenderían, pero para él el olor de una persona, un animal o un objeto era esencial. Una persona con el olor de la sangre impregnado en sus manos o su ropa le indicaba peligro, mientras que un aroma de flores o de fruta le calmaban y le invitaban a acercarse.

De ese modo, el pequeño gato negro se sentó sobre sus patas traseras y alzó la cabeza para clavar los ojos en el chico, esperando su reacción. Por alguna razón, sentía curiosidad por esa extraña simpatía que había demostrado hacia él, por cómo le había invitado a aproximarse, siempre sonriente y confiado. Seguramente habría cientos de gatos callejeros en París, ¿se habría entretenido aquel chico con cada uno de ellos o habría detectado algo singular en él, tal vez una nota de inteligencia humana en sus ojos de pupilas afiladas?

Por unos instantes Ethan creyó que el gato le ignoraría y continuaría su camino. Había visto un par de gatos en esas sucias calles antes, gatos que corrían rápidamente a esconderse bajo cajas de cartón y en pequeños orificios, hecho que sólo podía significar que, eran maltratados por las personas. También vio perros vagabundos, unos desdichados animales con ojos cansados y con la piel pegada a los huesos de las largas jornadas sin comer nada. Era una crueldad, pensaba. Ojala el mundo fuera una enorme granja que el pudiera administrar, así podría acojer a todos los animales que viera vagar por ahí.

El gatito se acercó y la sonrisa de Ethan se hizo aún más amplia - Entonces soy digno de tu confianza Sir-kitty - Comentó contento, soltando las últimas palabras en inglés, acercó su mano izquierda para lentamente y con mucha cuidado acariciar la cabeza y el entrecejo del animal, apenas si con la llema de los dedos, con una delicadeza tal, que nadie hubiera podido advertir, tendrían unas manos de trabajador, talladas y toscas como las suyas.

- Buen gato, bueno - Comentó repitiéndo la acción, acariciándole hasta la punta de la nariz, dejándole oler sus dedos que seguramente olían a una mezcla de tierra, cultivos, pescado, agua de mar y ollín. Los ojos del gato estaban limpios y cristalinos, sus orejas limpias en la parte interior, normalmente gatos callejeros tenían las orejas llenas de cera, porque nadie podía lavarles, los bigotes no estaban partidos - 3, 4, 5 - Susurró contandolos, siguió observando, un pelaje brillante de un gris azuloso precioso, el pelaje de un gato fino de pedigree.

Notando que se había ganado la conianza del animal, lo tomó con ambas manos y lo alzó dejándolo parado en dos patas para examinarle el vientre - Oh.. no me equivoque, eres macho - Comentó sin dejar de sonreir y luego arqueó una ceja divertido - Y valla macho... seguramente eres todo un cemental, mira el tamaño de eso - Agregó recordando lo aprendido con el Abuelo.

"Entre más grandes los testiculos, mejor es la cámada y las crias" se aplicaba a Equinos, al ganado y a los cerdos. También por supuesto a las demás razas, el padre de su yegua Dulcinea, había sido el corcel semental de la granja y por eso Dulcinea había sido fuerte y hermosa desde potra. - Seguro que has dejado muchas gatas en cinta, los gatitos debieron ser sanos y preciosos -

Andrei vio la mano del chico acercarse a su cabeza y aunque la bajó con suavidad mostrando cierta desconfianza, no se apartó. Como había esperado, esos dedos gentiles sólo pretendieron acariciarle entre las orejas, bajando suavemente hasta llegar a su nariz, húmeda y limpia. El gesto le resultó tan agradable que no pudo hacer otra cosa que entrecerrar los ojos ligeramente y desear que continuara; sin importarle realmente si examinaba su aspecto. A sus ojos no era más que un gato limpio y de peso adecuado, y aunque eso podía resultar curioso encontrándose en una zona como aquella de la ciudad, no tenía por qué esconderse o huír del muchacho.

No obstante, la magia del momento quedó interrumpida cuando, sin previo aviso, el joven extendió ambas manos y le cogió, alzándole varios centímetros del suelo. Andrei se removió incómodo y encogió las patas en busca de alguna base que le sujetara. Como gato, debía reconocer que le asustaba encontrarse suspendido en el vacío por las manos de humano. No es que creyese que se fuese a hacer daño si el chico le soltaba, pues sabía que podía caer de pie desde una altura considerable, pero aún así le gustaba la seguridad que el suelo le confería.

Ese momento de temor no duró mucho, pues pronto sus patas traseras encontraron apoyo en las piernas de él, pero las delanteras se mantuvieron en el aire más tiempo. Andrei no tardó demasiado en comprender el por qué, y supo que de haber estado en su forma humana el sonrojo habría sido violento e inmediato. ¿Qué demonios estaba haciendo ese chico? Lo peor, sin embargo, no fue que observase sin ningún pudor sus partes más privadas, sino que comentase sobre el...tamaño de estas. Andrei creyó que podría morir de vergüenza. Y él sabía que no era como si el joven le estuviese viendo en su forma humana, pero aún así...le resultaba tremendamente embarazoso que otro hombre le examinase de esa manera.

Aún así, le llamó la atención que creyese que era un...semental o algo parecido. Si la situación hubiese sido menos comprometida, Andrei se habría reído. ¿Semental, él? Seguramente fuese el menos semental de todos los gatos de París; inocente y comedido, no esperaba llegar a tener relaciones pronto, y menos con gatas.

Así, el felino tiró de sus patas delanteras para liberarlas y se impulsó hacia atrás con las traseras, pero no logró zafarse del agarre. Fijó los ojos, evidentemente ofendidos, en los del chico y no dudó a la hora de abrir la boca y dejar que sus afilados colmillos le hicieran entender a aquel desvergonzado humano su descontento. No imprimió fuerza suficiente como para clavarle los dientes, pero sí para hacerle algunos rasguños. Acto seguido, maulló largamente y volvió a revolverse entre sus manos.

Andrei se preguntó interiormente por qué debían ocurrirle esas cosas a él cuando, después de todo, sólo se había acercado en busca de caricias y, tal vez algo de comida. Suponía que ese era el vergonzoso precio a pagar.

Había terminado ya de examinar los genitales y estaba pasando a mirar el tamaño de sus patas traseras que determinaba cuan alto y cuan ágil podía llegar a ser el minino, cuando este se mostró claramente molesto porque lo cargara de esa manera, sus dientesitos aunque pequeños, pero afilados como agujas se habían enterrado en su mano y había maullado como protesta. Ethan frunció el ceño y dejó escapar un - Auch... - Mientras le soltaba suavemente.

Otra cosa que había aprendido criando dichos animales era que los movimientos bruscos les asustaban, así que aunque lo hubiese mordido, le soltó con delicadeza y suavidad en el suelo, alejándo sus manos, llevándose la mano que había sido mordida hacía sus labios, soplándola, para aliviar el ardor. El gato le había dejado sendas cortadas (aunque no muy profundas) en el dorso de la mano con sus afilados colmillos.

- Lo siento, creo que me aproveché de tu confianza - Murmuró volviéndo a soplar la herida - Me gusta tu actitud, no eres un gato fácil - Dictaminó, disolviendo la arruja en su ceño y suavisándo la expresión para una nueva sonrisa - Me vas a disculpar ¿verdad? ven...- Una vez más su mano derecha intentó acariciar la cabeza del minino, esta vez más lentamente, pero con seguridad, mirándo siempre a los ojos al animal, a los animales había que mirárseles a los ojos siempre.

- Eres precioso ¿Como es que estás por ahí sin un dueño? -

Andrei aceptó la disculpa del joven, pero aún así se agazapó contra el suelo y clavó la mirada en él, con una expresión sorprendentemente humana de profunda ofensa. No se había apartado, quizás para no darle a entender que rechazaba su compañía, pero se mantuvo menos confiado que antes. Al menos le quedaba la ventaja de que ser el único que conocería el vergonzoso momento por el que acababa de pasar y eso, en el fondo, le consolaba. Prefirió no pensar qué ocurriría si el chico algún día llegaba a saber que dentro de aquel cuerpo de gato que había examinado a conciencia residía un chico apenas unos años más joven.

El cambiaformas sacudió ligeramente la cabeza y junto a esos incómodos pensamientos se fue también su reciente agitación. Nadie tenía por qué saber de la existencia del otro cuerpo, por lo que era libre de actuar como quisiese mientras permaneciese en la forma que el felino le prestaba. Con eso en mente, Andrei le devolvió la mirada al joven frente a él y no vio razón para rechazar las carícias que se le ofrecían. Soltó un corto maullido y sentándose sobre sus patas traseras de nuevo, movió la cabeza para alargar ese roce de la mano humana sobre él. Debía reconocer que el chico poseía una especie de don para las carícias.

Tras la pregunta del joven Andrei permaneció quieto, con los ojos fijos en el rostro de su acompañante. No tenía dueño, o al menos eso era lo que él quería creer. Siempre se había considerado un ser libre de toda restricción, al margen de las leyes, viviendo para el presente; pero ¿acaso era tan libre como pretendía creer? Andrei bajó suavemente la cabeza, preguntándose cuales serían las consecuencias si decidiera abandonar aquella misión en la que se había embarcado, si comunicaba al Zar que no deseaba continuar sirviéndole. Todas las respuestas en las que Andrei podía pensar daban como resultado a él en condiciones muy inferiores a las que tenía actualmente.

No obstante, no dejó que esos temas minasen su ánimo. Por el contrario, se acercó al humano y apoyó ambas patas sobre una de sus piernas, pidiéndole atenciones. Con o sin dueño, Andrei sabía que lo único que debía importarle era el rápido y efectivo cumplimiento de su misión, al menos si deseaba volver a Rusia con todos los honores.

De la actitud del gato, Ethan dedujo que quizás el animalito no gustara de ser cargado, habían gatos que no se sentían cómodos en los brazos de una persona, habían inclusive algunos que no permitían ser tan siquiera acariciados. Quizás se había tomado demasiadas confianzas con el animal, después de todo si era un gato callejero era normal que fuera salvaje y esquivo con las personas.

Sin embargo el gatito volvió a buscarle, no se alejó como esperaba, y demostró desear ser acariciado de nuevo, notó con curiosidad que se había agazapado, ocultando su panza. Ethan entrecerró los ojos y frunció el ceño pensando y luego de lo que parecieron largos minutos alzó una mano al aire y dijo. - ¡Ya lo entiendo! Alguien debió golpearte en la panza en el pasado, algún niño travieso por ahí, he visto como golpean y torturan a gatos y perros sólo por diversión - Hizo una pausa y agregó - Por eso no debe gustarte que te descubran la panza, pobre pequeño -

Volvió a dirigir su mano con cuidado hacía la cabeza del animal y lo acarició suavemente, con una finura impropia para una mano tan llena de callos de un trabajor - No te preocupes amigo, no voy a tocarte la panza si no quieres, también hay cosas que no me gustan - Explica y entonces un extraño sonido casi como un rugido retumbó en sus orejas. Ethan tardó unos segundos en darse cuenta de que había sido su propio estómago.

- Ay no... - Se quejó dejándo de acariciar al gato y llevándose la mano a su propia panza - Ya había logrado olvidar que tengo mucha hambre - Agregó en un suspiro - Apuesto a que tienes hambre también ¿Que te parece si vamos a buscar algo para comer? -

Andrei abrió mucho los ojos cuando aquel atronador sonido provinente del estómago del joven interrumpió la quietud del momento. Estaba claro que pertenecía a las clases más bajas y que por tanto estaba expuesto don demasiada frecuencia a las inclemencias del hambre. Andrei nunca había podido olvidar aquella época en la que debía pelear por cada porción de comida, arriesgarse a ser atrapado para poder alimentarse. El cambiaformas nunca logró deshacerse de las marcas imborrables que el hambre había dejado en su alma, como si se lo hubiesen imprimido a fuego para evitar que de desentendiese de sus pobres raíces. Porque aunque en la actualidad contaba con al menos un plato diario, Andrei podía recordar con total detalle la dolorosa necesidad de llevarse algo a la boca que sintió en algunas ocasiones de su juventud. Por eso se sintió tan relacionado con Ethan en ese momento.

Y quizás por eso se animó a retomar viejas costumbres. El gato pareció fruncir levemente el ceño y dio media vuelta a toda prisa, llegando hasta el final de la calle. Una vez allí se volteó para comprobar que el chico seguía en el mismo sitio y giró la esquina a la carrera, esquivando a un par de ancianas gitanas que protestaron en voz alta. Acto seguido, Andrei localizó a su objetivo. Una mujer joven que cargaba con algunas piezas de fruta en sus brazos y a la que el gato se acercó correteando.

Sabía por experiencia que no le daría nada de comer, por lo que optó por zigzaguear entre sus piernas como si pretendiese buscar mimos. Ella trató de espantarle, pero lejos de sentirse intimidado, el cambiaformas siguió con el juego hasta que, a riesgo de recibir un pisotón involuntario, la hizo tropezar con su pequeño cuerpo. La mujer recobró el equilibrio, pero no pudo evitar que una par de manzanas que llevaba en brazos cayeran al suelo, rodando lejos. Andrei sonrió triunfal interiormente y corrió a atrapar una entre sus fauces, huyendo después a toda prisa de los gritos y las represalias. Aquella era una técnica que había aplicado con frecuéncia en el pasado y satisfecho comprobó que seguía siendo habilidoso en ello.

De ese modo, Andrei se apresuró a volver junto al joven para evitar que se marchara, pensando quizás que le había abandonado. Cuando le alcanzó, el gato rozó suavemente una de sus piernas con la pata para llamar su atención y dejó la manzana a sus pies. Tenía las marcas de los dientes, algo de saliva del animal y la prueba del golpe que había recibido, pero suponía que aún sería comestible.

De un momento a otro, el gato había salido corriendo como alma que lleva el diablo, Ethan sólo alcanzó a soltar un - ¡Hey! - Pero el animalito ya estaba en la esquina, le vió mirarle, dios podía jurar que el animal se había detenido a mirarle y luego desapareció. Confundido y sin saber que debía hacer Ethan se quedó sentado en el mismo lugar, unos segundos después dejó escapar un suspiro. Demasiado bonito para ser verdad, pensaba, ni siquiera un animal callejero le haría compañía a alguien como él, que no tenía ni un centavo en el bolsillo. De haber tenido algo de pan, el Gato se hubiera quedado con él si se lo ofrecía.

De repente fue consciente de como la soledad se sernía sobre él. Hasta ese momento no se le había hecho tan pesada, pero entonces se dio cuenta de que el contacto con el gato había sido el único contacto que había tenido recientemente con seres vivos, por lo menos un contacto grato de recordar. Estiró los labios en un puchero sintiéndose cada vez más y más deprimido. Entonces cuando le pareció que había esperado una eternidad espera y justo cuando estaba planeando seguir su camino, el gato apareció de nuevo y lo más increible de todo, traía una manzana en sus fauces.

Ethan habrió los labios en una 'o' silenciosa, sin poder dar crédito a sus propios ojos, el animal inclusive le había puesto la manzana a sus pies, como una ofrenda. Ethan sabía muy bien que los gatos ofrendaban cosas a sus dueños, pero generalmente esas cosas eran pájaros o ratones muertos, no manzanas y mucho menos cuando acabas de quejarte por el hambre que sentías. Por alguna extraña razón cosmica, ese animal había entendido sus palabras y había regresado con una fruta. ¿Como podía ser eso posible?.

-Esto...es un sueño ¿verdad? - Murmuró desconcertado, pero no menos feliz – Debes de ser el gato más inteligente de todo el país – Agregó tomando la manzana con su mano derecha y limpiándola contra su hombro, con la otra mano acarició la cabeza y bajó con las yemas de sus dedos hasta la punta de la cola del animal, repitiendo la acción numerosas veces - ¿Puedes conseguirme una novia? - Bromeó dándole un mordisco a la manzana que estaba jugosa.

¡Ese es! - Exclamó la voz de una mujer. Ethan alzó el rostro y se encontró con un par de policías y una mujer a varios metros de él en una esquina – ¡Es el mismo gato que me robo, debe haberlo entrenado para robar! -

- Oh...jesus – Exclamó Ethan, no muy seguro de que hacer a continuación, pero de nuevo, estaba metido en problemas con la policía de París.

El gato se sentó con tranquilidad frente al joven y disfrutó, muy satisfecho, de los halagos y las caricias que recibía como premio por su sencilla gesta. Realmente no había hecho mucho, pues una manzana no le llenaría en exceso, pero se sentía conmovido por la emoción que demostraba el muchacho. En numerosas ocasiones había podido comprobar que los que menos tenían eran los que mayor gratitud mostraban por las cosas sencillas. Los más adinerados, la gente con la que aquellos días Andrei se veía obligado a mezclarse para conseguir información, solían buscar cada vez más y más posesiones, cosas que jamás volverían a mirar y a las que no daban valor alguno. Quizás por eso el cambiaformas se mostraba tan reacio a compartir más tiempo del necesario con ese tipo de gente. Por el contrario, prefería invertirlo en alguien como aquel chico.

El felino le observó atentamente mientras comía la fruta, imaginando quién sería el joven. Cuál sería su nombre, qué historia habría detrás de ese rostro alegre y afable. Él era un espía, se suponía que su trabajo era descubrir esa clase de información, pero entonces recordó que no era a él a quien suponía que debía espiar. Movió la cola sinuosamente de un lado a otro y se propuso esperar a que terminara para separar sus caminos. ¿Por qué no lo hizo en ese mismo instante? Andrei no quiso reconocerlo, pero en el fondo sentía cierta curiosidad por él y no quería marcharse sabiendo que la posibilidad de coincidir fortuitamente de nuevo era muy, muy remota.

No obstante, el cambiaformas no pudo esperar a que el joven terminase la manzana. Una voz femenina llamó su atención desde el otro lado de la calle y le hizo entrar en un estado de alerta que rápidamente se transformó en miedo cuando, al lado de la mujer, aparecieron dos policías. No habían sido muchas las veces que se había visto frente a frente con la policía, pero ninguna había sido agradable, por lo que su primer instinto fue girar sobre sí mismo y correr en dirección contraria.

Ya se encontraba un par de metros alejado del muchacho cuando sus patas se detuvieron en seco. Giró de nuevo para mirarle y sus ojos se encontraron directamente con los de él. En ese instante Andrei habría jurado que algo se conectaba entre ellos, porque le fue físicamente imposible salir huyendo y dejar atrás al chico. El felino soltó un maullido largo y que sonó casi irritado, mientras correteaba hacia Ethan y mordía una de las perneras de su pantalón, tirando de él para hacerle avanzar. Sí, había vuelto expresamente por él, así que esperaba que el chico supiese correr como perseguido por el mismísimo diablo, porque Andrei no pensaba pasar ni un día encarcelado en una prisión mugrienta.

-Está equivocada distinguida señorita - Comenzó a decir Ethan con su más pulido y elegante Frances, que a pesar de todo tenía ese fuerte acento inglés – Este gato no es mio... - Y justo estaba negando que el gato le perteneciera e iba agregar que tampoco lo había entrenado para robar, cuando el pequeño animal había regresado sobre sus pasos y le había mordido el pantalón, en un claro y obvio signo de amistad. 'Damn it' Pensó Ethan, sin saber como reaccionar, la policía jamás creería que no era su gato, habiendo este demostrado tal lealtad. Hubiese sido mejor que el minino se hubiese perdido en algún rincón así habría podido escapar y con suerte habría logrado convencer a los guardias.

- ¡Es el ladrón entrenador de Perros y gatos del periodico! - Exclamó uno de los policías, el que parecía más panzon y estaba medio calvo - ¡Inclusive hay una recompensa por él! - Agrego. Para este punto, Ethan sólo tenía una idea en mente, correr tan rápido como dieran sus pies.

-¡Shit! - Exclamó levantándose de un salto y metiéndose lo que quedaba de la manzana al bolsillo, nunca se sabía cuando volvería a comer, así que eso era lo más importante, con la mano derecha agarró la bolsa de cuero en donde guardaba sus pocas pertenencias y con la otra agarró al felino por la barrica, emprendiendo una rápida carrera por un callejón – Lo siento pequeño, se que no te gusta que te toquen la pansa, ¡pero estamos en una bien buena! - Exclamó jadeándo con cada paso que daba.

– ¡Detenedle! ¡Ladrón! - Gritaban los policías y la mujer histérica unos metros más atrás, Ethan sólo podía pensar en escapar de ahí como fuera, entonces recordó el camino que ese chico extraño llamado Jozséf le había enseñado en sus primeros días de haber llegado a París. Giró hacía su derecha por un callejón aún más angosto, bordeando a un hombre que traía una carreta con tomates y pepinos, con su mano agarró firmemente al gatito contra su pecho – No te preocupes peludo amigo, Ethan no te dejará atrás – Exclamó con voz entrecortada mientras escuchaba a los policías doblar la esquina.

Andrei nunca creyó que Ethan trataría de exculparse, pues él, que se había visto frente a frente en más de una ocasión con las autoridades, sabía de buena tinta que pocas eran las veces que un policía escuchaba lo que un jovencito con aspecto de pertener a las clases bajas tenía que decir. Era consciente de que la mayor parte de los casos de robos menores eran resueltos acusando a chicos sin dinero ni familia que eran incapaces de defenderse, por lo que desde muy pequeño aprendió que correr era casi siempre la mejor opción.

El gato soltó el pantalón y se volteó dispuesto a retomar la carrera cuando el chico le cogió con un brazo y emprendió la huída cargando con él. El humano no corría tanto como podría haberlo hecho el felino, pero por si acaso, y a pesar de la incomodidad, optó por no moverse, temiendo que si se revolvía Ethan le soltaría de forma involuntaria y todo terminaría mal para ambos. Los nervios, la tensión y el movimiento del cuerpo de Ethan mientras corría hicieron que Andrei clavase las uñas en su brazo sin pretenderlo, como si intentase agarrarse mejor y evitar así que le dejase caer.

Tras unos momentos de intensa carrera, el joven giró en una esquina y zigzagueó entre la gente ante la mirada asustada del felino que, tras esquivar por los pelos una carreta con verduras, decidió cerrar los ojos y desear que todo terminase cuanto antes. En ese momento el brazo de Ethan le apretó contra su pecho, haciéndole sentir considerablemente más seguro, por lo que sus uñas se retiraron con suavidad de la piel del joven. Andrei podía oír a los polícias gritando unos metros más alejados, que no tardarían en darles alcance si se limitaban a correr por las callejuelas. Acabarían atrapándoles, y lo que era peor: Apresarían a Ethan por su culpa.

El felino abrió los ojos de nuevo y alzó la cabeza para observar la expresión del chico que le sostenía. La sonrisa alegre había desaparecido, sustituida por una expresión nerviosa e inquieta. Bien, ahora era su turno para contribuir a la huida. Con eso en mente, Andrei se retorció bajo el brazo de Ethan e hizo fuerza con las patas traseras para empujarse hacia atrás y liberarse del agarre. El joven le sostenía con fuerza, por lo que le costó un par de intentos zafarse de ese brazo protector.

El gato negro cayó al suelo sobre sus cuatro patas con innegable elegancia y permaneció en su sitio, esperando que llegaran sus perseguidores. Era un estúpido gato, nadie vería extraño que se rebelase contra unos hombres que intentaban atraparle y ¿qué era lo peor que podían hacerle? ¿Apartarle de una patada? Ya sería menos de lo que le harían a Ethan si le cogían, así que no temía demasiado por su integridad física. Además de ese modo conseguiría darle algo de ventaja al chico; después de todo él era el causante de que se hubiese visto inmerso en aquel problema.

A gran velocidad su mente ahora intentaba maquinar un plan de escape. No era fácil pensar en una buena estrategía cuando se corría a esa velocidad, intentando escapar de unos hombres armados. Comenzaba a preguntarse si había sido una buena idea irse de casa, por lo menos en la granja vivía bien, eran pobres y el trabajo era muy duro, sin embargo no pasaba hambre y por lo menos tenía la compañía de sus familiares y animales.

Y como si nada más pudiese salir mal ese día, el gato se había resbalado de sus brazos, frenó en seco un par de metros más adelante, girándose para observarle, quieto en el medio como esperando a ser atrapado. Ethan se preguntó si acaso el felino no quería seguir con él, después de todo era sólo eso, un gato y los gatos no son conocidos por sus dotes sociables, son animales que prefieren estar sólos que en grupo. Quizás el gatito simplemente se había asustado con la situación y había decidido irse por su cuenta.

- ¡Hey amigo! - Exclamó Ethan en voz baja, no quería llamar la atención de los pocos transeuntes y mucho menos de la policía - Ven conmigo - Agregó y entonces, notó que a su izquierda había un callejón muy angosto y sucio, con lo que parecían varias cajas de desperdicios, una idea comenzó a formularse en su mente, pero necesitaba cojer al gato primero.

¡No hay tiempo Ethan, deja al maldito gato!
Le grito una voz en su cabeza.

Pero el chico se encontró regresando en sus pasos, agachándose para rrecogérlo y entonces uno de los dos policías apareció en la esquina del camino - ¡Por aquí! - Girtó llamándo la atención del otro policía.

El pequeño gato retrocedió ante la proximidad del joven, que intentaba cogerle de nuevo. Maulló y le empujó con la cabeza para que se fuera y le dejara, pero nada pareció surtir efecto. ¿Acaso no veía el enorme peligro que corría? Andrei se giró para mirar al policía que había aparecido al girar la esquina y frunció el ceño. No pensaban dejarles marchar, aunque aquello que hubiese robado el gato fuese una vulgar manzana; creían que Ethan estaba envuelto en otros robos, por lo que no desistirían en su empeño de atraparle.

De ese modo, el felino insistió una vez más para que el chico se marchara antes de corretear hacia el policía más cercano con seguridad y convicción. Una vez cerca, vio las manos del hombre acercarse para atraparle, pero lejos de quedarse quieto en su lugar, Andrei las esquivó con agilidad y se situó detrás de él. De no haberse encontrado en una situación tan comprometida, Andrei se habría reconocido que marear y confundir al policía le divertía. Así, el cambiaformas abrió ampliamente las fauces y, dejando a la vista los largos colmillos, no dudó en clavárselos al hombre en un tobillo.

El gusto de la ropa y de su piel le resultó desagradable, pero repitió la acción un par de veces más antes de retirarse, huyendo de las rudas manos que intentaban cogerle y darle su merecido. Como respuesta, Andrei bufó. Clavó las patas en el suelo, sacó las uñas y dejó que el pelo de la nuca y el lomo se le erizara en un intento de parecer mayor y, por tanto, más peligroso. Sabía que no representaba un gran peligro, pero a veces le gustaba pensar que sí, que las garras y los colmillos le servían para defenderse de cualquiera que intentase hacerle daño a él o a sus escasos amigos. Le gustaba pensar que, en caso de necesidad, era capaz de ayudar y defender a alguien más.

Con eso en mente, el cuerpo del felino se relajó considerablemente y no pudo evitar girarse a mirar el sitio donde había dejado a Ethan, deseando que hubiese huído y ocultado lejos de allí, donde ningún policía pudiese apresarle.

¿Cuantas veces había visto a un animal defender a su amo? Incontables veces, al gran chucho de la granja, el perraso angrajoso de color negro con marrón que su padre había traído de cachorro cuando Ethan apenas si aprendía a leer, a ese, lo había visto gruñir con fiereza y atacar a cualquiera que intentara traspasar la cerca o intentar robar una col. Los perros eran animales con un sentido de la fidelidad hacía sus amos muy grande.

A diferencia de los gatos. Que eran más autoritarios y mezquinos, aún más con desconcidos que nunca les habían dado de comer.

Por supuesto para Ethan, ver al pequeño gato negro atacar al policía con determinación férrea, era todo un shock. El gato no sólo le estaba defendiendo, sino se estaba enfrentando a un enemigo decenas de veces más grande y fuerte, aún así el minino había mordido repetidas veces al hombre que había gritado de dolor, agachándose a tocarse el tobillo, intentando atraparlo, pero la agilidad del pequeño burlándose de su torpeza humana.

El otro agente, levantó su bastón de madera con rabia, gritando una maldición con toda la intención de golpear al minino, Ethan observó con horror como el segundo policía no dudaba ni un segundo en su movimiento contra el desprevenido animal que ahora se encontraba de espaldas al segundo oponente. Y sin pensarlo dos veces, el joven, se encontró saltando hacía el gatito, no muy seguro de que demonios era lo que hacía, de repente todo carecía de sentido, un gato que le traía comida y le defendía y él mismo arriesgando su vida por un gato.

¿No estaría quizás soñando?.

El dolor que lo embargó en el inicio de la cabeza no fue para nada onírico ¡y valla si se sintió real!, Ethan se quejó calléndo de medio lado, con el brazo protegiendo al animal. En cuestión de segundos todo se puso borroso y las voces satisfechas de los policías un simple eco lejano, sus ojos se cerraron suavemente y todo quedó sumido en la oscuridad.

-Valla si nos hizo correr este imbécil – Exclamó el primer policía, poniéndose de pie y propiciándole una buena patada en el estomago al joven inconsciente – Creíste que escaparías ¿eh? Imbécil – Repitió, ahora agachándose para recoger el cuerpo de Ethan – Anda, ayúdame con las piernas, que hay que llevarlo a la mazmorra, el comisario ya pasará más tarde para el reporte –
El segundo policía se acomodó el bastón de madera en el cinturón de cuero y agarró el cuerpo inmóvil por las piernas – Es una suerte que no estamos tan lejos -

-¿Y que hacemos con el condenado gato? - Preguntó el segundo policía una vez ya habían alzado a Ethan – Ganas no me faltan de terminarlo con este bastón -

- No, el gato es la evidencia para el juicio, veamos si es tan fiel a su amo como para seguirnos a la mazmorra – Agregó con una sonrisa llena de sorna – A ver si puede ayudar a su amo a salir de esta – Agregó dejando escapar un resoplido – No pesa nada el desgraciado, parece estar en los huesos – Ambos policías comenzaron a caminar arrastrando a Ethan por brazos y piernas a través del callejón y posteriormente a la calle.

(( Si quieres luego podemos seguir el tema en las mazmorras! ))

Nada más girarse, Andrei comprobó que no sólo Ethan no había huído, sino que parecía dispuesto a tenderle una mano amiga contra los policias. Sin embargo, no entendía el por qué de su rostro horrorizado, ¿Había despistado a los guardias, no? Había mordido el tobillo de uno de ellos, que no se encontraba en disposición de correr tras de ellos, entonces ¿por qué...?

La respuesta le llegó apenas unos segundos más tarde, cuando el cuerpo del joven se abalanzó sobre él como si pretendiese cubrirle de algo, de algún peligro que se estaba manifestando a su espalda. Entonces Andrei lo comprendió. El otro policía había aparecido por la esquina mientras él se encontraba entretenido por el primero y había intentado atacarle. E Ethan se había interpuesto entre el felino y el policia, recibiendo el duro golpe en su lugar.

El gato maulló largamente al ver como el joven caía inconsciente frente a sus ojos y no se levantaba. Se movió a su alrededor rápidamente, rogando entre maullidos y gruñidos que despertase, que se pusiera en pie y huyese con él; que por favor no le hubiese ocurrido nada malo. En ese momento, los policías empezaron a debatir si era buena idea matar al felino o si debían dejarle con vida. Ante aquellas frases, Andrei abrió las fauces y les dejó ver los largos colmillos en un gruñido que habría resultado más aterrador de haber estado en su otra forma, como puma. Siendo apenas un gatito, resultó casi ridículo que tratara de intimidarles.

No obstante, sus nervios se acrecentaron cuando, no contentos con haberle golpeado, los policías cargaron al chico y se dispusieron a llevarle a las mazmorras. Andrei corrió para adelantarles y se interpuso en su camino, pero le retiraron de enmedio con un golpe, riéndose de su pobre intento de frenarles. Lo probó de nuevo, con el mismo resultado. Y una vez más, sin conseguir nada. El felino maulló incontables veces y mordió las perneras de los pantalones de los dos hombres como si intentara impedirles que se llevaran al chico, pero sus fuerzas fueron insuficientes.

Ante aquello, a Andrei no le quedó más opción que seguirles obedientemente, caminando unos metros más atrasado con la cabeza baja y sintiéndose tan preso como Ethan. Derrotado.