Not Careful Enough

Lidiar con Samirah Valquiria ya debería ser un trabajo por sí solo, la mujer era caprichosa, presuntuosa y su actitud en general no era la de una persona con completa salud mental. Sin embargo, la situación que le había planteado en Inglaterra seguía intrigándole tanto como al principio, con un comienzo lento, donde se limitó por órdenes de la mujer a buscar a una gitana escurridiza, la investigación avanzaba a pasos de tortuga, por ahora sólo tenía más interrogantes. Al encontrar a la gitana surgió el que él pensaba era el origen de todo mal, los Hermanos Seung, y por más que había buscado en los registros históricos toda la información era de mucho tiempo atrás y no fue hasta que decidió ampliar un poco su búsqueda que se encontró con que nuevamente estaba lidiando con personas lejos de su jurisdicción, con habilidades descomunales y gran potencialidad de peligro. Sinceramente Lorcan no entendía que impulso le llevaba siempre a tomar los casos más arriesgados, más de una vez se había preguntado si eso se debía al hecho de que no tenía nada que perder, o quizás sólo eran tendencias suicidas mal reprimidas.

Desde el día en el que encontró a la gitana acompañada de un imponente hombre supo que nada en el asunto sería fácil, un pequeña molestia en su nuca cada que pensaba en ello le avisaba de que esto no terminaría bien de ninguna forma concebible.

Bajo los reflectores del teatro todo se veía mucho más hermoso pero eso no aminoraba su exasperación, le había llegado una carta que avisaba la probable aparición de los hermanos en esa función, sin embargo, luego de seis actos en los cuales no entendió nada de la historia debido a mover su cabeza de un lado al otro entendió que nadie aparecería. La frustración de estar caminando directo a callejón sin salida le estaba costando el sueño y la calma, juntándolo con una exigente Samirah sedienta de respuestas, realmente Lorcan no sabía si su búsqueda infructuosa se debía a su fatiga mental o la simpleza de un trabaja bien hecho sin cabos sueltos por parte de los implicados.

Salió del teatro en medio del séptimo acto causando gran molestia en quienes tuvieron la desgracia de comprar asientos cercanos a él, adentrándose en las calles parisinas con nada más en mente que entrar a la taberna más cercana tomarse un whiskey y dormir hasta que la insistente mujer que lo había contratado se lo permitiera. Necesitaba aclarar su mente, buscar otro enfoque, añadir otro nombre a la ecuación.

Desistió del licor por esa noche y se fue al hostal donde se hospedaba, la pequeña habitación era mejor que cualquier cuarto en la gran mansión que Samirah le había ofrecido, por algo tan simple como la privacidad, la presión nunca le había ayudado con un caso extenso, aunque siempre funcionara con asesinos y violadores, pero era por los cabos sueltos que siempre dejan los crímenes pasionales.

Al entrar se sorprendió por encontrar las velas encendidas, un descuido grave de su parte, pero realmente se asombró cuando se encontró con un hombre en su cama.

—¿Me equivoqué de cuarto otra vez?— Bromeó

Pero no creyó que su visitante tomara la situación con el mismo humor, de hecho, pudo asegurar firmemente que esa noche él no había cometido ningún error y que el guapo hombre en su cama no significaba que tendría un poco de diversión sino todo lo contrario.

Lorcan era un detective cuidadoso y precavido aunque su apariencia desordenada no lo demostrara. Cosas simples como nunca tener los resultados de su investigación cerca de donde residía y estudiar cuidadosamente el círculo social donde se movían tanto los sujetos a investigar como quien le contrató hacían de su trabajo uno de calidad superior. En Scotland Yard había comenzado capturando pequeños ladrones hasta terminar encarcelando a bandas enteras de tráfico de opio y asesinos seriales, topándose con seres un poco diferentes, que con  sus habilidades hicieron de su trabajo uno más complicado. Era fácil para ellos detener a un simple humano así que no le quedó más opción que detenerlos antes de que ellos siquiera llegaran a pensar en volver el asunto algo físico transformándolo en su lugar en una batalla de ingenio donde él siempre se las arreglaba para ganar.

Esto le hizo avanzar a pasos agigantados y escalar de posiciones en el renombrado centro de investigación, pero no solo eso, también se ganó la atención de los más adinerados y poderosos, para destruir a un oponente en la política, sacar a la luz un amorío indecoroso o localizar criaturas para la inquisición. Sin embargo, el caso en el que ahora se veía sumergido era por lejos el más interesante y riesgoso que había tomado, no necesitaba descubrir todo el panorama para saberlo. Y el hombre frente a él no hacía más que confirmar sus sospechas y afirmar que estaba yendo por el camino correcto.

Mientras más peligroso y arriesgado se vuelve su camino significa que está más cerca de la verdad.

— ¿Ella? No necesitas decirlo, Samirah quiere que te asegures de que estoy trabajando — Rodó los ojos, sabía bien que ese no era el caso, conocía a cada uno de los empleados de la mujer y sabía bien que ella no tenía amigos cercanos. Pero nuevamente esto se trataba de una lucha de ingenio —Estoy en ello lo juro, ya conseguí a la gitana ¿Qué quiere ahora que averigüé donde compra sus prendas?

Suspiró, se acercó al mueble junto a la cama que ocupaba su acompañante para sacar una botella de whisky barato y un par de vasos, sólo sirvió en uno de ellos y se lo tendió a su inesperada visita, mientras él tomaba directamente de la botella.

Su mente descartaba ideas a una gran velocidad, no sabía quién era ese hombre pero debía ser alguien importante, sintiéndose sediento de información intentaría sacarle al máximo todos los datos que pueda ofrecerle, manteniéndose en la zona segura.

—Llevas ventaja y conoces mi nombre ¿Me dejarías conocer el tuyo? —Le ofreció una sonrisa amable, de esas que utilizaba para que la cocinera en el refugio le diera una porción más grande de comida que al resto de los niños.

Dejó la botella en el taburete y se sentó en la esquina contraria de la cama mirándolo fijamente, él no era uno de los hermanos pero parecía compartir la misma mirada de fiereza que ya había visto en el que acompañaba a la gitana aquel día en los callejones.

Podía asegurar que él era una pieza importante sólo necesitaba descubrir a qué lugar dentro de su investigación pertenecía y lo haría valiéndose de cada pequeño dato que el otro dejara escapar, así funcionaba el negocio.

Le observa severo, ignora sus esfuerzos de zafarse del agarre y presiona con aún más fuerza. Podría explotar la cabeza del muchacho como si de un mosquito se tratase, tenía la oportunidad de desmembrarlo en dos y lamer la sangre que se escurre del torso quebrado, luego romper las piernas y chupar hasta la última gota de sangre; vaya que su cabeza sería una buena copa para beber vino…, sin embargo al escuchar las palabras del muchacho estalló en risas, así nada más. Le dejó caer sobre la vieja alfombra y levantó, esta vez sin ejercer tanta brutalidad.

Lorcan desbordaba un cinismo que le llamaba a la atención.
—Con qué es por esto que sigues vivo —carcajeó liberandolo de una vez por todas. Se alejó lo necesario para darle espacio, guardó silencio mientras la tos del mortal invadía la habitación en busca del aire del que le privó y esperó a que se pusiera de pie. Esto iba a ser más divertido de lo que pensó.

Procuró no explotar al confirmar lo que Seol le habían informado tan pronto escuchó su nombre salir de los finos labios de Lorcan. Vaya que intentó no arrancarle la lengua con tan solo saber que estaba observandolos. Chasqueó la lengua un tanto exasperado, la paciencia no era lo suyo, en ocasiones cuando acompañaba a Taeyang creía haber desarrollado tan nefasto temperamento de Hyun, sí, era cierto que toparse con el menor en los momentos que perdía el control era aterrador más siempre contempló la elegancia que vestía el estoicismo que le caracterizaba. Sin embargo, con los años ha aceptado que es un defecto con el que vino desde el vientre de su madre.


Deja caer el cuerpo sobre el colchón, cruza las piernas y aguarda. Ladea la cabeza jocoso, lo disfrutaba.
—No sabía que podías leer la mente —dice en una voz tan tranquila como amenazadora el escuchar su nombre—. Es un hecho que sabes más de lo que eres capaz de comprender —arquea una ceja como si no fuera obvio—. En realidad creo que es la falta, hace unos horas que no tomo nada…, y no lo digo para asustarte. Ya veo que no es tan sencillo hacerlo —se inclina hacia adelante, apreciando como el color rojo en el rostro del muchacho comienza a discernirse—. Aunque tampoco negaré que tu cuello se ve apetitoso —pausa, parece que por fin el aire es suficiente y le ve erguirse.

Killian nunca he tenido simpatía hacia Seol pero si aquel mortal era la oportunidad para hacer que Taeyang abriera los ojos respecto a la gitana, no iba a dejarla pasar así como si nada. Claro que, no estar obrando a espaldas del asiático hubiese podido pedir su ayuda para escudriñar la mente de Lorcan como solo el vampiro era capaz de hacerlo, esta vez debía hacerlo a su manera e intentar no matarlo en el intento.
—Es lo que esperas escuchar, ¿no? —alza las cejas—. Descuida, no me gustan los cuellos, están pasados de moda. Ahora, si terminaste de retorcerte ¿seguirás insistiendo en probar las afirmaciones del dueño del burdel o lo haremos de la manera fácil?