AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Entre tratos con el clero /priv. Manuel de Lezo
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Entre tratos con el clero /priv. Manuel de Lezo
Recuerdo del primer mensaje :
Permitirse el lujo de tomar un barco no era algo que la cambiante habitualmente se permitiera, pero todo era mucho más sencillo con unas monedas extra, pues para eso mostraba sus habilidad de acrobata fuera del circo, aunque también se permitia el lujo de un extra cuando robaba a esos señores de alta cuna que iban alardeando de que les sobraba el dinero. Era ponerle algo demasiado a mano a la rubia. Paseaba por la cubierta, días atrás había tenido encuentro estraño con unos vampiros, esos chupasangre siempre le ponían los pelos de punta. Tambien podía deverse a que los encuentros que había tenido con ellos rara vez han sido agradables.
El balanceo indicaba que el mar estaba tranquilo, y se apoyó en extremo del barco asomada mirando las aguas, había pocos en ese barco, casi todo era mercancía de aquí para alla, pero su misión en ese momento era custodiar unos cajones que llegaban para el circo, material de decoración mayormente, el capataz no iba a dejar a Yendra al cargo de algo de más valor y mucho menos vivo, por muy buena trapecista, y escapista que fuera sabía de la adicción a buscar problemas de la rubia. Y eso era un hecho que los que manaban en el circo permitían pero no en cosas importantes, aunque dar una bonificación a la acrobata hacía el trabajo más sencillo para que se estuviera convenientemente tranquila.
Ademas Yendra había aceptado el viajecito en barco para aliviar tensión acumulada dias atrás, los vampiros traían problemas y la inquisición no estaba para juegos, estar desaparecida un poco era una esperanza de airear problemas, con la estupida ilusión de que en la vuelta ese inquisidor tuviera mejores cosas que hacer con vampiros y licántropas que pensar en una chica que se había convertido en pantera en un callejón oscuro, eso le pasaba por no ir lo suficientemente atenta a lo que debiera estar. Eso podía ser frustrante, pero ya habían pasado dias de aquello, pero aun asi la mente de la cambiante aun había rondando en ello, miraba al horizonte viendo como cada vez menos luz había y la gente que viajaba en ese barco iba de vuelta a sus camarotes.
Observó a uno de los individuos que aun se mantenía en cubierta, mientras se abrochaba el abrigo, pues ciertamente hacía frio. Y aunque le era más facil mantener el calor por la alta temperatura que su condición le daba, le gustaba mantenerse así, se acomodó su gorro de lana mientras miraba de arriba a abajo al que no fue a resguardarse como el resto, podía percivir en él, los resquicios de aroma de incienso más propio de los lugares como las iglesias y demás, eso hizo que Yendra alzara una ceja sin apartar sus azules ojos de él, quizas con demasiado descaro.
Permitirse el lujo de tomar un barco no era algo que la cambiante habitualmente se permitiera, pero todo era mucho más sencillo con unas monedas extra, pues para eso mostraba sus habilidad de acrobata fuera del circo, aunque también se permitia el lujo de un extra cuando robaba a esos señores de alta cuna que iban alardeando de que les sobraba el dinero. Era ponerle algo demasiado a mano a la rubia. Paseaba por la cubierta, días atrás había tenido encuentro estraño con unos vampiros, esos chupasangre siempre le ponían los pelos de punta. Tambien podía deverse a que los encuentros que había tenido con ellos rara vez han sido agradables.
El balanceo indicaba que el mar estaba tranquilo, y se apoyó en extremo del barco asomada mirando las aguas, había pocos en ese barco, casi todo era mercancía de aquí para alla, pero su misión en ese momento era custodiar unos cajones que llegaban para el circo, material de decoración mayormente, el capataz no iba a dejar a Yendra al cargo de algo de más valor y mucho menos vivo, por muy buena trapecista, y escapista que fuera sabía de la adicción a buscar problemas de la rubia. Y eso era un hecho que los que manaban en el circo permitían pero no en cosas importantes, aunque dar una bonificación a la acrobata hacía el trabajo más sencillo para que se estuviera convenientemente tranquila.
Ademas Yendra había aceptado el viajecito en barco para aliviar tensión acumulada dias atrás, los vampiros traían problemas y la inquisición no estaba para juegos, estar desaparecida un poco era una esperanza de airear problemas, con la estupida ilusión de que en la vuelta ese inquisidor tuviera mejores cosas que hacer con vampiros y licántropas que pensar en una chica que se había convertido en pantera en un callejón oscuro, eso le pasaba por no ir lo suficientemente atenta a lo que debiera estar. Eso podía ser frustrante, pero ya habían pasado dias de aquello, pero aun asi la mente de la cambiante aun había rondando en ello, miraba al horizonte viendo como cada vez menos luz había y la gente que viajaba en ese barco iba de vuelta a sus camarotes.
Observó a uno de los individuos que aun se mantenía en cubierta, mientras se abrochaba el abrigo, pues ciertamente hacía frio. Y aunque le era más facil mantener el calor por la alta temperatura que su condición le daba, le gustaba mantenerse así, se acomodó su gorro de lana mientras miraba de arriba a abajo al que no fue a resguardarse como el resto, podía percivir en él, los resquicios de aroma de incienso más propio de los lugares como las iglesias y demás, eso hizo que Yendra alzara una ceja sin apartar sus azules ojos de él, quizas con demasiado descaro.
Última edición por Yendra Isley el Jue Ene 04, 2018 10:45 am, editado 1 vez
Yendra Isley- Cambiante Clase Media
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Re: Entre tratos con el clero /priv. Manuel de Lezo
La cambiante tenía los ojos medio cerrados debido a los efectos del opio y miraba el techo del camarote, buscando las formas humeantes dibujadas, con los sentidos practicamente embotados, quizás demasiado relajada de lo que era normal en ella, pero ahora mismo bastante poco le importaba, la cosa estaba resultado agradable incluso, bastante, suspiró con pesadez mientras escuchaba las batallas del inquisidor, todavia le resultaba algo extraño que un soldado acabase al servicio de Dios, arqueó una ceja cuando escuchó que había luchado contra los ingleses, no es que fuese a protestar por ello, pues en los dos bandos siempre habría bajas, simplemente asintió escuchandole, más ladeo ligeramente cuando admitió que el tenía miedo en ocasiones, nunca lo diría, o mas bien nunca diría que alguien como él admitiese tener miedo, sintió el brazo del inquisidor rodeandole de manera protectora, quizá en otro momento habría tratado de huir, pero ahora no. Ahora solo bajo la mirada para observar esa acción. -Me muevo por instintos, y autentica supervivencia...pero no es lo mismo estar en solitario que cuidar de alguien que te acompañe.- Susurró mientras acariciaba distraidamente el brazo de Manuel.
Ladeaba de vez en cuando para observar al inquisidor que parecía estar tan embotado como ella, o quizás algo más pues ligera ventaja en ello llevaba, solo ladeó la sonrisa, también divertida de que ningún comentario respecto al fallido intento de romance con Maggie, más sonrió cuando el español empezó a confesar sus vicios, la cambiante lo encontró sumamente interesante, pues tampoco parecía distar mucho de algunas de sus propias costumbres, sobre todo cuando aseguró que le gustaba la sangre y la pelea, Yendra mentiría si dijera que no compartía esa afición, pero simplemente le dejo seguir confesando y riendo por lo último mencionado. -¿Las mujeres eh? más por lo que dijistes antes no doy tu perfil, "ligar con jovenes doncellas adineradas" creo que estoy a salvo.- Dijo entre risas mientras seguía acariciando con la yema de sus el brazo del inquisidor. -¿Por qué el primero tan peligroso?.- Preguntó con curiosidad, antes de cerrar los ojos cuando sintió la caricia a su cara con el rostro ajeno, imagen que desprendía tranquilidad por todos lados.
-Aparte del circo ofrezco algo de espectaculo fuera de él para monedas extra, y últimamente he estado ofreciendo servicio de guardaespaldas, aunque la clientela comparte condición sobrenatural, los humanos sois excepticos a que una chica de metro cincuenta pueda defenderos de algo...si, también me encanta pelear.- Dijo en un tono de voz suave y relajado, disfrutando del calor que desprendía el inquisidor, naturalmente no iba a confesarle que también se divertía robando las carteras de la nobleza, eso se lo guardaría para algo más adelante. -Más si crees que habrías sido buen mercenario no te habría tirado más ser un cazador, la inquisición la veo tan extrema.- Susurró mientras se dejaba llevar de manera incosciente y echaba la cabeza hacia atras ligeramente y empezó a recordar a un felino cuando acarició con su rostro en el cuello ajeno, ocultando la cara en él, embriagandose del aroma que desprendía el inquisidor, pasó los labios por el cuello de este unos segundos con suavidad antes de acomodarse, hecha un ovillo pegada contra él, buscando la comodidad y protección que este ofrecía. -Mis vicios apuesto a que no son dificiles de adivinar para tí, teneis mi ficha.- Comentó casi en un susurro despreocupado, mientas continuaba con los ojos cerrados acomodada y relajada.
Ladeaba de vez en cuando para observar al inquisidor que parecía estar tan embotado como ella, o quizás algo más pues ligera ventaja en ello llevaba, solo ladeó la sonrisa, también divertida de que ningún comentario respecto al fallido intento de romance con Maggie, más sonrió cuando el español empezó a confesar sus vicios, la cambiante lo encontró sumamente interesante, pues tampoco parecía distar mucho de algunas de sus propias costumbres, sobre todo cuando aseguró que le gustaba la sangre y la pelea, Yendra mentiría si dijera que no compartía esa afición, pero simplemente le dejo seguir confesando y riendo por lo último mencionado. -¿Las mujeres eh? más por lo que dijistes antes no doy tu perfil, "ligar con jovenes doncellas adineradas" creo que estoy a salvo.- Dijo entre risas mientras seguía acariciando con la yema de sus el brazo del inquisidor. -¿Por qué el primero tan peligroso?.- Preguntó con curiosidad, antes de cerrar los ojos cuando sintió la caricia a su cara con el rostro ajeno, imagen que desprendía tranquilidad por todos lados.
-Aparte del circo ofrezco algo de espectaculo fuera de él para monedas extra, y últimamente he estado ofreciendo servicio de guardaespaldas, aunque la clientela comparte condición sobrenatural, los humanos sois excepticos a que una chica de metro cincuenta pueda defenderos de algo...si, también me encanta pelear.- Dijo en un tono de voz suave y relajado, disfrutando del calor que desprendía el inquisidor, naturalmente no iba a confesarle que también se divertía robando las carteras de la nobleza, eso se lo guardaría para algo más adelante. -Más si crees que habrías sido buen mercenario no te habría tirado más ser un cazador, la inquisición la veo tan extrema.- Susurró mientras se dejaba llevar de manera incosciente y echaba la cabeza hacia atras ligeramente y empezó a recordar a un felino cuando acarició con su rostro en el cuello ajeno, ocultando la cara en él, embriagandose del aroma que desprendía el inquisidor, pasó los labios por el cuello de este unos segundos con suavidad antes de acomodarse, hecha un ovillo pegada contra él, buscando la comodidad y protección que este ofrecía. -Mis vicios apuesto a que no son dificiles de adivinar para tí, teneis mi ficha.- Comentó casi en un susurro despreocupado, mientas continuaba con los ojos cerrados acomodada y relajada.
Yendra Isley- Cambiante Clase Media
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Re: Entre tratos con el clero /priv. Manuel de Lezo
Lo cierto es que su situación era algo curiosa. Por una parte estaba a gusto, en un catre no demasiado incómodo, bajo techo, y con una mujer rubia (su perdición) acariciándole el brazo. Sus yemas de los pequeos dedos bailaban en su piel áspera, y como el tambor resonaban en su interior. Y aquí tocaba recordar uno de sus grandes dilemas con la iglesia, el asunto del sexo. En la doctrina cristiana, el sexo era tan pecado como el robo, y a veces como el asesinato. Y sólo en dos de tres se hacía daño a alguien.
Pero él sabía algo de sus años como soldado en las Américas. Había visto a ricachones propietarios de fábricas de azúcar dar dos huevos crudos a sus negros, para que trabajasen. Era legítimo tener esclavos a su parecer, pero sí había que tratarles bien, igual que a los perros. Eso decía muy poco del dueño, y ver a esos ricachones ser bendecidos por la Iglesia, le parecía hipócrita. La misma Iglesia que defendía siempre al que tuviese el monedero más grande afirmaba poder juzgar secretos tan íntimos de los hombres. No, Manuel no era ningún gran intelectual, pero ya tenía sus años. Y sabía que pocos párrocos estarían en condiciones de dar lecciones de moral tras esto.
Y esto había sido su gran impedimento para ascender en la Inquisición. Al fin y al cabo tenía sobrada experiencia (los inquisidores tenían una corta esperanza de vida), y grandes méritos acumulados. Aunque su especialidad fuesen los vampiros, salvó una vez a un pueblo francés de los mismos lobos que arrasaron la Vendée. Y muchos chupasangres y nosferatus conocidos habían sido diana de su revolver de plata. Amén de que tenía conocimientos, sabía dar órdenes y era discreto. Pero con los años observó como ir a misa con un obispo, tener cierto linaje aristócrata, y en resumen, seguir las posturas morales tradicionales era más útil. Importaba más la total adhesión a las ideas eclesiásticas que ser su brazo armado. Manuel debía ser el nudillo, castigado y duro para golpear.
-Creéme, ninguna mujer da el perfil de un inquisidor-, explicó mientras notaba el rostro de Yendra en su cuello.-Los inquisidores pelean y combaten con orden. Con método, no son simples civiles armados, somos un ejército. La suma de los nuestros es más que un todo, es un orden, una máquina diseñada para matar-,pero le empezaba a costar concentrarse con una mujer así en la cama. Era rubia y atractiva, tenía un cuerpo deseable, aunque muy bajita. Bueno, el tamaño importaba más en hombres que en ellas, se dijo. Con el humo del opio embotando su cerebro, suspiró con los labios de ella en su cuello. Y notó como su hombría crecía, mientras él se daba la vuelta. Ahora sus rostros estaban frente a frente. -Tus vicios hoy...quiero que me los cuentes tú...-, y sus alientos se cruzaron, con los labios de él a milímetros, y su entrepierna crecida contra el muslo de la misma. Sus brazos fuertes rodeaban su cintura, en un punto de partida...
Pero él sabía algo de sus años como soldado en las Américas. Había visto a ricachones propietarios de fábricas de azúcar dar dos huevos crudos a sus negros, para que trabajasen. Era legítimo tener esclavos a su parecer, pero sí había que tratarles bien, igual que a los perros. Eso decía muy poco del dueño, y ver a esos ricachones ser bendecidos por la Iglesia, le parecía hipócrita. La misma Iglesia que defendía siempre al que tuviese el monedero más grande afirmaba poder juzgar secretos tan íntimos de los hombres. No, Manuel no era ningún gran intelectual, pero ya tenía sus años. Y sabía que pocos párrocos estarían en condiciones de dar lecciones de moral tras esto.
Y esto había sido su gran impedimento para ascender en la Inquisición. Al fin y al cabo tenía sobrada experiencia (los inquisidores tenían una corta esperanza de vida), y grandes méritos acumulados. Aunque su especialidad fuesen los vampiros, salvó una vez a un pueblo francés de los mismos lobos que arrasaron la Vendée. Y muchos chupasangres y nosferatus conocidos habían sido diana de su revolver de plata. Amén de que tenía conocimientos, sabía dar órdenes y era discreto. Pero con los años observó como ir a misa con un obispo, tener cierto linaje aristócrata, y en resumen, seguir las posturas morales tradicionales era más útil. Importaba más la total adhesión a las ideas eclesiásticas que ser su brazo armado. Manuel debía ser el nudillo, castigado y duro para golpear.
-Creéme, ninguna mujer da el perfil de un inquisidor-, explicó mientras notaba el rostro de Yendra en su cuello.-Los inquisidores pelean y combaten con orden. Con método, no son simples civiles armados, somos un ejército. La suma de los nuestros es más que un todo, es un orden, una máquina diseñada para matar-,pero le empezaba a costar concentrarse con una mujer así en la cama. Era rubia y atractiva, tenía un cuerpo deseable, aunque muy bajita. Bueno, el tamaño importaba más en hombres que en ellas, se dijo. Con el humo del opio embotando su cerebro, suspiró con los labios de ella en su cuello. Y notó como su hombría crecía, mientras él se daba la vuelta. Ahora sus rostros estaban frente a frente. -Tus vicios hoy...quiero que me los cuentes tú...-, y sus alientos se cruzaron, con los labios de él a milímetros, y su entrepierna crecida contra el muslo de la misma. Sus brazos fuertes rodeaban su cintura, en un punto de partida...
Manuel de Lezo- Inquisidor Clase Media
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Re: Entre tratos con el clero /priv. Manuel de Lezo
Notaba la tosca piel ajena, mientras escuchaba al inquisidor, aunque quizá muy poco concentrada en sus palabras, la aspera piel que este tenía no le parecía un punto en contra, si no todo lo contrario, lo veía algo deseable, igual que las cicatrices, pero tambien es que la cambiante se salía de lo convencional en algunas cosas, pues para lindas caras estaban los burdeles o compañeros artistas, Yendra observaba el brazo del inquisidor mientras este afirmaba que no había perfil para un inquisidor, por un momento se ruborizó y sintió un huelco cuando creyó que la estaba rechazando las atenciones por su parte. Pero no parecía retirarse cuando ella estaba acurrucada junto a él, desde luego el opio hacía que se comportase mucho más lanzada de lo habitual, pues normalmente tanteaba algo más y media, pero ahora simplemente se dejaba llevar más por sus deseos, y la verdad es que veía a ese inquisidor notablemente atractivo, pese a la primera presentación tomada.
Observó sus ojos cuando tan cerca se puso al girarse, notando la pesada respiración ajena contra sus labios, atreviendose a algo más y subir la diestra para acariciar el rostro ajeno, con suavidad, mientras las pupilas se le dilataban más si cabía, presa a lo que podía indicar excitación sexual. -Nadie es perfecto.- Comentó en respuesta a lo que dijo de los inquisidores, Manuel no parecía encontrarse en las condiciones para responder las cuestiones planteadas, y en ese momento a Yendra le estaban dando igual, ahora mismo los sentidos se le nublaban más si podía decirse, alargó levemente la la lengua lamiendo los labios del inquisidor con cierto aire jugueton, pues las condiciones de cambiante le daba mucha ventaja, podía oler la testosterona que ahora desprendía el inquisidor, incluso antes de notar la dura hombria que apretada contra ella estaba mientras permanecia guarda por las telas que componían los ropajes de ambos.
-Pues mis vicios son muchos...me gustan las peleas...la adrenalina que se desprende mientras...las feroces batallas fuera y dentro de la privacidad del dormitorio.- Dijo con segundas intenciones mientras tras la primera lamida a los labios del inquisidor se acercó esta vez con intención de besarle para morderle el labio inferior.- El alcohol...y los juegos algo extremos, y un vicio a meterme en lios como ahora mismo.- Susurró, ladeando la cabeza enterrando nuevamente su cara para besar el cuello del inquisidor, especialmente se atrevió a deslizar la lengua por el relieve que formaba la cicatriz del arañazo de la vampiresa en el cuello del inquisidor, dando una suave mordida para volver a besarlo, le gustaba el calor que transmitía el español, que poco a poco parecía olvidar la facción a la que pertencía para perderse un poco más por culpa del opio y por la subida de tono, la cambiante buscaba el cariño que este parecía dispuesto a prestar.
Observó sus ojos cuando tan cerca se puso al girarse, notando la pesada respiración ajena contra sus labios, atreviendose a algo más y subir la diestra para acariciar el rostro ajeno, con suavidad, mientras las pupilas se le dilataban más si cabía, presa a lo que podía indicar excitación sexual. -Nadie es perfecto.- Comentó en respuesta a lo que dijo de los inquisidores, Manuel no parecía encontrarse en las condiciones para responder las cuestiones planteadas, y en ese momento a Yendra le estaban dando igual, ahora mismo los sentidos se le nublaban más si podía decirse, alargó levemente la la lengua lamiendo los labios del inquisidor con cierto aire jugueton, pues las condiciones de cambiante le daba mucha ventaja, podía oler la testosterona que ahora desprendía el inquisidor, incluso antes de notar la dura hombria que apretada contra ella estaba mientras permanecia guarda por las telas que componían los ropajes de ambos.
-Pues mis vicios son muchos...me gustan las peleas...la adrenalina que se desprende mientras...las feroces batallas fuera y dentro de la privacidad del dormitorio.- Dijo con segundas intenciones mientras tras la primera lamida a los labios del inquisidor se acercó esta vez con intención de besarle para morderle el labio inferior.- El alcohol...y los juegos algo extremos, y un vicio a meterme en lios como ahora mismo.- Susurró, ladeando la cabeza enterrando nuevamente su cara para besar el cuello del inquisidor, especialmente se atrevió a deslizar la lengua por el relieve que formaba la cicatriz del arañazo de la vampiresa en el cuello del inquisidor, dando una suave mordida para volver a besarlo, le gustaba el calor que transmitía el español, que poco a poco parecía olvidar la facción a la que pertencía para perderse un poco más por culpa del opio y por la subida de tono, la cambiante buscaba el cariño que este parecía dispuesto a prestar.
Yendra Isley- Cambiante Clase Media
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