Leonela Cabrera

por **Leonela Cabrera** Lun Feb 05, 2018 9:01 pm

DATOS BÁSICOS

▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲

Mercedes Leonela Cabrera.

▲EDAD▲

20 años reales y aparentes

▲ESPECIE▲

Humano.

▲FACCIÓN A LA QUE PERTENECE▲

Ninguna

▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲

Clase media

▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲

Heterosexual

▲LUGAR DE ORIGEN▲

Virreinato del Rio de La Plata

▲HABILIDADES/PODERES▲

Humano común y corriente

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

Mercedes L. No, L. Leo. Así se siente más cómoda. Vivaracha, desfachatada, de sangre caliente. Le gusta la pelea y el confrontamiento, como así también olvidarse de los problemas y las enemistades con un apretón de manos. Boca de jarra, malhablada, tanto que sabe más insultos en francés que la lengua propia. Bonachona, ofrece siempre una ayuda al que cree que lo necesita. Combativa y con una paciencia muy corta para con los aristócratas. Prefiere lo ardiente, nada de posiciones tibias. Es capaz de morir por sus ideales pero lo suficientemente inteligente para no hacerse matar por ellos. Sagaz en los negocios, los intercambios o los robos y no duda en amenazar a punta de cuchillo a quién se atreva a insultarla negándole un trato justo. O a insultarla. Inteligente, le gusta hablar de política. Devota de varias vírgenes y muy supersticiosa. Se cuestiona todo siempre y le cuesta muchísimo quedarse callada. Tiene mucho amor para dar y lo reparte con quienes se lo merecen. Humilde. Simpática, es una persona fácil de abordar si se le aproxima con buenas intenciones. Autodidacta y con una sed de aprendizaje infinita.

HISTORIA

Mercedes Leonela Cabrera nació a la noche, bajo una mala estrella. Su madre, Mercedes, había huido de su hacienda para casarse con Estanislao, un peón de campo que provenía de las pampas. Ambos se enamoraron perdidamente y su cariño hubiera encontrado un hogar duradero si no fuera porque una terrible tormenta había dejado los caminos hechos un lodazal y la partera no hizo a tiempo para salvar a la madre. Así, el día que Leo inspiraba su primera bocanada de aire en este mundo, su madre daba la última.

Estanislao debía arreglárselas solo, debido a que nadie de la familia de Mercedes tenía aprecio por su hija, ahora paria. Los primeros años de vida, la partera del pueblo crío a Leo como si fuera una hija más de las tantas, pero pronto comprendió que la niña estaba hecha de un material más fuerte que para jugar con barro y coser volados. Leo desde infante deseaba fervientemente acompañar a su padre en las faenas del campo y Estanislao que en el fondo tenía un corazón blando, la llevó consigo.
Desde ese momento Leo se enamoró de la libertad de las llanuras. Aprendió con presteza todo cuanto el entorno podía enseñarle. Pasó noches bajo las estrellas, aprendió a guiarse con ellas. A detectar el cambio en el aire para indicar si se avecinaba el malón y cuidarse de las serpientes venenosas. A amar tanto a su caballo como para sacrificarlo para que no sufriera y a apreciar la lealtad como la mejor moneda de cambio que pudiera existir en ese paisaje peligroso. A llevar ropa de hombre porque era más cómoda y a manejar el cuchillo por si algún granuja quería propasarse con ella. Hasta que apareció su tía. A los trece años, la hermana mayor de Mercedes, Genoveva, se presentó para reclamarla con la excusa que una señorita no saldría de una parda de delincuentes que tenían tratos con los Indios. No hubo excusa que valiera. Estanislao sabía que si quería que su hija tuviera un futuro mejor que el de su esposa, debía alejarla antes de que un parto o una infección acabara con ella. Leo no lloró. La vida en el campo la había endurecido, pero abrazó muy fuerte a su partera y a su progenitor antes de subirse a la diligencia que alejó del lugar que la vió nacer.
Sin embargo, la hija bastarda de Mercedes no tenía lugar en la hacienda familiar. Su tía, una mujer dura, le encontró un trabajo de criada en una casa señorial de Buenos Aires donde un matrimonio amigo accedió a reformarla con tal que se ocupara de hacerle compañía a una niña dos años menor que ella cuya salud era frágil y su aburrimiento, fatal. La damita Marisa. Leonela llegó al caserón con solo una maleta y el poncho de su padre, sin saber leer ni escribir, ni menos comportarse como una dama. Pero en Marisa encontró más que una niñita ávida de diversión, sino una verdadera amiga. Durante los cuatro años siguientes, la acompaño en sus clases con los tutores de piano, francés, guitarra, historia y arte. A Leonela le fascinaban los nuevos conocimientos, y Marisa adoraba el sentido de la aventura de su nueva compañera. Fueron años felices. Hasta que apareció Federico.

Federico era el hermano mayor de Marisa. Guapo, gringo y de porte europeo, venía de España después de haber terminado sus estudios secundarios y se quedaría un par de meses en la ciudad antes de emprender su camino a la universidad. Era obvio que polos tan opuestos como él y Leonela terminarían sintiéndose atraídos uno por el otro, a pesar de que ella tenía apenas 17 y él 19. El escándalo floreció. La familia de Marisa y Federico culpó a la suya por enviar una ramera solapada a su hogar, y su tía Genoveva prefería morir antes de que el rumor de su sobrina guacha seduciendo a un joven decente se esparciera por los salones. La envió lejos, muy lejos para causarle tormento. Jamás le permitiría volver al campo. Antes de que pudiera escaparse, unos matones la llevaron por la fuerza a un barco de inmigrantes y la dejaron allí.

Así leo terminó en Francia, en las afueras de París, en la casa de otros amigos de su tía. Esta vez ni se preocupó en preguntar quiénes eran o porqué conocían a su madre. Allí conoció a Marie, una criada pronto que se convirtió en la persona más cercana a Leo desde Marisa. Marie, quién tenía amoríos con el señorito de la casa, quedó embarazada y murió en el parto, dejando en las manos de Leonor a su hijo pequeño y la pesada carga de quién se sabe rechazado y no quiere que otros sufran el mismo dolor. Desde hace tres años, Leonela sigue trabajando para los mismos señores y divide su tiempo en cuidar a su hijo adoptivo, extorsionar a los abuelos del padre biológico para que lo reconozcan y en escribirle cartas a su eterno enamorado, Federico, quién le prometió reencontrarse con ella apenas termine la universidad.

DATOS EXTRA

Leo conserva el poncho que su padre le regaló antes de abandonar su rancho y lo usa a diario. También un verijero de hueso y alpaca con el símbolo de la Virgen de Fátima que siempre guarda bajo la faja de su delantal. Cuando tiene que salir a hacer encargos, guarda una daga en la caña de su bota derecha. Escondidas en su baúl en su baúl de cuero hay unas boleadoras de tres bolas que extraña usar.

Se hace sus propios cuchillos con los materiales que pueda encontrar. Allá en sus pagos solía ocuparse solamente del mango pero ahora haya un buen pasatiempo visitar herreros que estén dispuestos a enseñarle en el oficio o regalarle algo que pueda transformar en un arma blanca.

Generalmente ella hace los trabajos sucios como matar animales y despellejarlos. No es sanguinaria, pero está acostumbrada a aprovechar hasta la última víscera del animal.
Habla mistad español mitad francés, no porque le cueste, sino porque no quiere olvidarse como hablar su idioma natal. Así, posee una voz hermosa y canta muy a menudo.

En su cuello cuelga un rosario de madera que pertenecía a su madre.

Es una excelente jinete, tanto que se pasa gran parte del día en los establos. Tiene una muy buena conexión con los caballos y prefiere tareas con animales antes que sentarse a coser o bordar, algo que solo sabe hacer si se trata de confeccionar una prenda de su tierra o preparar cuero.

Sus modales son algo desacatados, pero intenta muy duro convertirse en una señorita hecha y derecha. Aunque en el fondo la idea no la convenza y odie la acartonada sociedad victoriana.

por **Administración** Lun Feb 05, 2018 9:42 pm

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