Oh, la ciencia ! (Privado - Sabrienne)

Contemplaba de forma casi hipnótica la llama del mechero de alcohol. Quizás fuese un poco la desidia que le producía la vuelta a la docencia, con la consecuente obligación de aguantar la estupidez de más de un niñato rico con notas pagadas a base de generosas donaciones a la Academia. Quizás fuese la sensación de que mientras miraba el fuego los pensamientos se nublaban, desapareciendo y dejando atrás toda preocupación por su investigación, ahora atascada por la falta de tiempo y lo difícil que era usar clandestinamente el laboratorio sin levantar demasiadas sospechas entre el resto del profesorado. Pero allí me hallaba, desperdiciando el tiempo con gente cuyo probablemente mayor descubrimiento biológico que alcanzaran en su vida es la vagina de su futura esposa.

-Formula E-109, alcanza el punto de reacción a los…- miré hacia atrás, como esperando que ella estuviese allí, ¿Por qué seguía mirando de tanto en cuándo? Al final resultaría que iba a ser tan imbécil o más que mis alumnos.- Mis alumnos… - volví a mirar sobre el escritorio repleto de papeles e instrumental vario, desordenado pero ordenado para mí, en donde levanté cada carpeta posible en busca de un dichoso reloj. Tras al menos 5 minutos de búsqueda lo encontré, ahí donde lo había dejado el día anterior, en la papelera. Efectivamente, la clase había empezado hacía cerca de media hora. Lo dejé todo corriendo y fui presto al aula.

Lo cierto era que la mayoría de estudiantes agradecían el tener un profesor tan impuntual, les daba más rato para sí mismos, más tiempo que dedicar a sus cabales vidas en lugar de al aprendizaje, a la vaguería por encima de la sabiduría. Otros, por el contrario, los verdaderamente perjudicados volverían a quejarse ante mí repetidamente, a quejarse ante sus ricos padres para que presionasen a la academia. Nada que una vaga promesa de que sus hijos tuviesen una pequeña ayuda en la evaluación de sus exámenes no pudiese callar. A ellos poco les importaba lo que realmente aprendiesen sus vastagos.

-Lamento la tardanza, una importante reunión – Dije entrando de golpe al aula, habiendo dejado de correr en el pasillo anterior a esta para no levantar demasiadas sospechas – En silencio y en vuestros sitios, ya – ordené mientras dejaba las cosas sobre mi mesa. Contemplé los rostros que esperaban a que comenzase a hablar, algunos no me sonaban de nada, aunque era habitual que de tanto en cuando alguien fuese simplemente como oyente – No tengo especial interés en desperdiciar demasiado tiempo con ustedes hoy, pues me encuentro terriblemente ocupado, para ser sincero el resto de la semana. Así que vamos a limitarnos a un pequeño problema. Sé que aún no hemos dado la materia adecuada, pero confío en su inteligencia y el interés que pondrán en investigar, en este caso, relativo a la determinación del poder calorífico. A volumen constante y a 25ºC se queman 5g de octano (C8H18) y se desprenden 240Kj. Calculen el incremento de la energía interna e incremento de la entalpia a 25ºC. El primero en llevar la solución a mi despacho tendrá una óptima evaluación por mi parte, quien no lo consiga al término de esta semana estará suspenso.

Les miraba pensativo… poder calorífico, ¿Por qué les había puesto ese problema? No era la materia más apasionante del mundo, seguramente cumpliesen con el problema y lo resolviesen a poco que investigasen –El mechero de alcohol – murmuré y salí corriendo.

Descuidado de mí, había cometido la estupidez de dejar el mechero de alcohol encendido con la muestra E-109, ¿podría ser peligroso? Hacía cálculos mentales mientras corría por los pasillos – 20 segundos – Esa mujer me traía problemas incluso tras su muerte, su recuerdo me seguía azotando y distrayendo. Abrí la puerta de una patada contemplando que efectivamente había cometido el error – 10 segundos – Apilé en carrera todos los documentos y viales sobre el escritorio y con ellos salté por una ventana oportunamente abierta, cayendo 3 pisos hasta la calle. Para un humano corriente un salto muy arriesgado, para un tipo de mis características, un salto complejo, pero posible.

Se escuchó una explosión ensordecedora y más de un grito por el susto que esta producía. Por suerte no sería muy difícil echar la culpa a algún estudiante ansioso de conocimientos y que las cosas quedasen como si nada hubiese ocurrido. –Por desgracia no voy a poder usar el laboratorio mientras lo reparan – murmuré para mí mismo y suspiré, echando a andar por la calle de vuelta a casa, afortunadamente nadie me había visto, o eso pensaba.

- Nunca hubiera imaginado que ser profesor resultara tan peligroso.

Las palabras no tardaron en cortar el propio viento. Provenían de una mujer que buscaba regocijo bajo la sombra de un árbol, acompañada de un paraguas oscuro y unos anteojos del mismo tono. Aquella mujer no se encontraba allí por casualidad. Casualidad es la forma en que cualquiera nombraría sin pudor la manera de llegar a conocerse. La vampiresa y el hombre-lobo. Suena a relato gótico con tintes de romance pero con final predecible. Todo lo contrario sucede aquí.

Sabrienne Delacroix no pensaba quedarse cruzada de brazos mientras su idea de poder proporcionar una educación a los jóvenes no-humanos que no podían permitírsela.... desaparecía en la nada. Dedicó varios días a planear la mecánica que utilizaría para captar más educadores como ella. Paseó incansable informándose sobre escuelas o academias y sobre los docentes que en ella impartían clase. Nadie en su sano juicio abandonaría un buen empleo por una utopía como la de Sabrienne. Fue entonces que la joven decidió cambiar el paradigma de su búsqueda.

Edmond Gascoigne resultaba ser un profesor un tanto problemático. Muchos fueron los garabatos que Brienne reprodujo al lado de su nombre hasta que se decidió a conocerlo en persona. Para la vampiresa, sin embargo, "en persona" no significaba un encuentro cara a cara, sino más bien una situación en que ella siguiera a todas partes al susodicho y él fuera absolutamente ignorante de sus intenciones.
Una vez comprendió que aquel profesor no duraría un sólo día más en su puesto, se vio obligada a tomar parte antes de dejar escapar aquella oportunidad.

- ¿Se ha cansado ya de la docencia o cree que serán ellos los que se cansarán antes de usted?

En cuanto el olfato de la francesa entró en juego, la mente de Sabrienne no pudo sino retrotraerse al cómico lobo con pinta de mapache -admitámoslo, no se le daba bien el dibujo-
que había dibujado al lado de la ficha de Gascoigne. En aquel momento, no hizo otra cosa sino corroborar sus datos.

- Tal vez sea por la luna. Dicen que hoy hay luna llena -comenzó a tantear- y que la luna afecta a cualquiera. ¿Le gusta a usted la luna, señor... Gascoigne?