AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Si alguien juzga tu camino, préstale tus zapatos | Privado
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Si alguien juzga tu camino, préstale tus zapatos | Privado
Y sin más, echó a correr.
Minutos antes.
Aquella noche, la primera del nuevo mes que comenzaba, Francesca de Larroquete seguía una de las muchas pistas que falsamente aseguraban con llevarla al paradero del Cardenal de La Rive.
Su forma de operar en dicho plan pasaba por encontrar a un viejo timador. Viejo dada su naturaleza sobrenatural, ya que éste aparentaba una treintena bastante bien llevada. Esos malditos vampiros y su juventud eterna. ¿A qué Dios había que rezar para conseguir un poco sin vender tu alma al Diablo?
Una vez la cazadora hubo encontrado al hombre en cuestión, simplemente se acercó valiéndose del truco más fácil –y más efectivo, todo hay que decirlo- de cuantos había usado nunca, utilizado un sinfín de veces en situaciones similares y siendo siempre, tristemente, el más práctico.
- ¿Le apetecería pasar un buen rato?
Y sin más, echó a correr.
Cordelia Holtz -aquel nombre con el que había sido bautizada y que ya sólo era un eco en la mente de cualquiera que quisiera recordarla- creyó no poder contener la risa una vez éste comenzó la marcha. Pocos vampiros se comportaban así. Estaba demasiado acostumbrada a enzarzarse en más de una contienda donde uno de los dos -o los dos- finalizaban la campaña mordiendo el polvo. Era evidente que aquel ser que se alimentaba de sangre se había valido de alguna clase de clarividencia para augurar los propósitos de la cazadora y no tenía intención de seguirle el juego o buscar respuestas. El instinto de supervivencia primaba en sus actos y su latente paranoia iba en aumento cuando echaba la vista hacia atrás y pensaba en cual de todos sus delitos podían haber llevado a aquella evidente cazadora o cazarecompensas hacia él.
La sonrisa de la irlandesa finalmente apareció, acompañando a la mujer de principio a fin en su persecución y tomó su bien merecido descanso una vez ésta hubo encontrado al villano, que no atrapado. Pues alguien se le adelantó. Dobló la esquina y allí estaba, no había dejado de temblar de miedo desde que comenzara a correr, mas esta vez no era por ella. Aquel cobarde pronto se esfumó. Literalmente. Sus cenizas comenzaban el largo viaje de recorrer todo París y el frío viento que azotaba la noche fue el causante. Por un momento, la cazadora se paralizó. Infinidad de pensamientos recorrieron su cabeza, pero sus dudas se centraban en lo que acontecería después. No es que hubiera perdido al sujeto de su persecución y pudiera retomar la búsqueda en otra ocasión. Se había evaporado -de nuevo, literalmente-. Y con él toda información valiosa que no había podido extraerle anteriormente y que ya nunca podría.
Por fin un algo, una respuesta a todo aquel caos: una curiosa sombra hizo su aparición en aquel muro bañado por la luz de las farolas parisinas. Una silueta se presentó entre los ladrillos de forma amenazante, y a continuación su semblante, de igual modo. Sin embargo, la reacción de Cordelia no pasó por el temor, sino que ésta se asentó en la incertidumbre, pues no parecía ser un ente amenazante en exceso.
- ¿¡Se puede saber qué demonios haces!? ¡Búscate tu propio vampiro, ese tenía mi nombre!
Última edición por Francesca de Laroquette el Mar Abr 10, 2018 7:16 pm, editado 2 veces
Cordelia Holtz- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/06/2014
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Re: Si alguien juzga tu camino, préstale tus zapatos | Privado
Al parecer tenía una pequeña competición con Lacey en la que ella iba ganando con una presa de ventaja. No era demasiado, a Gilbert le tentaba la idea de dejarse vencer por su ahijada, pero en aquel oficio, nadie se movía por gusto, sino por deber.
Lafayette no mataba por gusto, no iba tras quienes no suponían un peligro y prefería pasar sus noches en las calles de París en busca de inocentes en peligro y criminales buscados, que dedicar sus días a tender trampas a personas vulnerables. El cazador también creía en las luchas justas.
Y aún así, si aquella noche tenía la fortuna de encontrarse con el peligro y salir bien parado, si lograba salir con vida y acabar con una criatura peligrosa, nada le impedía celebrarlo al regresar a casa y nada le impedía advertir a su ahijada de que ahora estaban empatados.
Por el momento no había tenido esa fortuna, los únicos con los que se había cruzado eran beodos y damas de compañía, cuyas generosas ofertas había rechazado sistemáticamente sin apenas prestarles atención. No las juzgaría, después de todo lo que había visto no parecían personas tan terribles, pero él no era esa clase de caballero y jamás lo sería.
Se alejó de las calles más transitadas, hasta un pequeño callejón excesivamente oscuro. De forma instintiva llevó su mano a la empuñadura de su arma, como si intuyera que el ambiente había cambiado de algún modo y el peligro era de repente mucho más posible.
Fue entonces cuando escuchó los pasos apresurados y se escondió cuanto pudo en las sombras para ver que sucedía. Pensó que era su día de suerte en cuanto vio al vampiro doblar la esquina. Sabía quién era, un criminal ya conocido entre los cazadores de París, uno que sumaba la estafa a sus delitos de sangre.
Lafayette desenvainó su espada y sostuvo la estaca en la otra mano. Se preguntó de quién (de qué) estaba huyendo el ser, pero al mismo tiempo comprendió que no podía perder la oportunidad que le había brindado la suerte y antes de que él notara su presencia el cazador atacó.
Fue un asunto rápido. Gilbert enterró la estaca en el pecho expuesto de su adversario que solo fue capaz de arañar el costado del cazador antes de caer. Lafayette se escondió antes de que el otro conjunto de pasos que se acercaba pudiera verlo allí.
Permaneció atento durante unos segundos, hasta que vio a la mujer que observaba incrédula como el vampiro se descomponía delante de sus ojos. Lafayette se movió entonces para quedar bajo la luz, sus armas ya enfundadas y sus manos a la espalda como si solo fuese un caballero que venía de paseo. — Lo siento mucho, madame, me temo que no estaba al corriente de su interés por... el vampiro. — No pudo evitar demostrar que estaba un tanto sorprendido por la reacción de la señorita. — Estoy seguro de que podemos resolverlo como personas civilizadas. Mi nombre es Gilbert, solo pretendía hacerle un bien al mundo.
Lafayette no mataba por gusto, no iba tras quienes no suponían un peligro y prefería pasar sus noches en las calles de París en busca de inocentes en peligro y criminales buscados, que dedicar sus días a tender trampas a personas vulnerables. El cazador también creía en las luchas justas.
Y aún así, si aquella noche tenía la fortuna de encontrarse con el peligro y salir bien parado, si lograba salir con vida y acabar con una criatura peligrosa, nada le impedía celebrarlo al regresar a casa y nada le impedía advertir a su ahijada de que ahora estaban empatados.
Por el momento no había tenido esa fortuna, los únicos con los que se había cruzado eran beodos y damas de compañía, cuyas generosas ofertas había rechazado sistemáticamente sin apenas prestarles atención. No las juzgaría, después de todo lo que había visto no parecían personas tan terribles, pero él no era esa clase de caballero y jamás lo sería.
Se alejó de las calles más transitadas, hasta un pequeño callejón excesivamente oscuro. De forma instintiva llevó su mano a la empuñadura de su arma, como si intuyera que el ambiente había cambiado de algún modo y el peligro era de repente mucho más posible.
Fue entonces cuando escuchó los pasos apresurados y se escondió cuanto pudo en las sombras para ver que sucedía. Pensó que era su día de suerte en cuanto vio al vampiro doblar la esquina. Sabía quién era, un criminal ya conocido entre los cazadores de París, uno que sumaba la estafa a sus delitos de sangre.
Lafayette desenvainó su espada y sostuvo la estaca en la otra mano. Se preguntó de quién (de qué) estaba huyendo el ser, pero al mismo tiempo comprendió que no podía perder la oportunidad que le había brindado la suerte y antes de que él notara su presencia el cazador atacó.
Fue un asunto rápido. Gilbert enterró la estaca en el pecho expuesto de su adversario que solo fue capaz de arañar el costado del cazador antes de caer. Lafayette se escondió antes de que el otro conjunto de pasos que se acercaba pudiera verlo allí.
Permaneció atento durante unos segundos, hasta que vio a la mujer que observaba incrédula como el vampiro se descomponía delante de sus ojos. Lafayette se movió entonces para quedar bajo la luz, sus armas ya enfundadas y sus manos a la espalda como si solo fuese un caballero que venía de paseo. — Lo siento mucho, madame, me temo que no estaba al corriente de su interés por... el vampiro. — No pudo evitar demostrar que estaba un tanto sorprendido por la reacción de la señorita. — Estoy seguro de que podemos resolverlo como personas civilizadas. Mi nombre es Gilbert, solo pretendía hacerle un bien al mundo.
Gilbert de Lafayette- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/03/2018
Re: Si alguien juzga tu camino, préstale tus zapatos | Privado
Rallos y centellas recorrieron las cercanías y la hija única de los Holtz era la fuente de la cual emanaban. Apretó el puño al mismo tiempo que sus dientes, ofuscada ante la idea de perder otra de sus pistas y sentir como las posibilidades de volver a ver al cardenal se desvanecían como el polvo en que se había convertido el vampiro en cuestión.
Resopló angustiada ante la frustración que suponía aquella situación, donde comprendía que en ocasiones no hay pecado, sino ignorancia.
- ¿Qué hago ahora? -preguntó a alguien que desconocía absolutamente el motivo de pregunta semejante-. ¡No te imaginas... -comenzó su declaración acercándose a su nuevo compañero, dedo acusador- las ganas que tengo de pegarte ahora mismo, seas quien seas!
Pero su rostro lucía de todo menos violento. Ni siquiera tomó en cuenta la idea de tratar con modales y cortesía a aquel desconocido que sí parecía instruido en la caballerosidad más absoluta. La desesperación era más que evidente en su faz.
Hastiada, se dio la vuelta y cerró los ojos con fuerza, buscando canalizar toda la ira y frustración que acababan de anidar en ella. Al instante se volvió de nuevo, intentando dejar atrás su peor parte.
- Lo siento, discúlpame. Es que...-comenzó una frase que nunca llevaría a ninguna parte- ¿Quién eres? ¿Eres cazador? ¡Con todos los malditos vampiros que hay en esta ciudad de ratas y has tenido que matar al mío! -declaró finalmente riendo, pues no le quedaba ya nada más que reír-.
¿Qué voy a hacer contigo?, preguntaron los ojos de la irlandesa a su acompañante.
- Cord... Francesca -respondió finalmente-. Mi nombre es Francesca y es un honor haberle conocido, Gilbert, pero acaba de convertir en polvo a una de mis últimas pistas para poder rescatar a un buen amigo en peligro. Espero que esta explicación resuelva su incógnita sobre mi comportamiento. Discúlpeme, pero supongo que comprenderá mi mal humor.
Cordelia Holtz- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/06/2014
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Re: Si alguien juzga tu camino, préstale tus zapatos | Privado
Gilbert no esperaba el mal humor de la mujer. Solo fue capaz de retroceder cuando ella amenazó con golpearlo. En lugar de defenderse, levantó ambos brazos para demostrar que no era una amenaza y negó con la cabeza. — No hay ninguna necesidad, Mademoiselle. — Aseguró, pendiente de ella y de cada movimiento al rededor.
Tal vez era una preocupación excesiva, pero quería estar seguro de que nadie (ni nada) los tomaba por sorpresa. Los viejos hábitos del cazador eran imposibles de olvidar. — Soy un cazador y deduzco que usted también lo es, ¿Me equivoco? — Bajó las manos por fin y dio un tentativo paso al frente, tendiendo su mano para estrechar la de ella. — Como dije, mi nombre es Gilbert. Gilbert de Lafayette. ¿Y usted?
La vio ir y venir, darse la vuelta antes de mirarlo otra vez. Él se mantuvo quieto, con las manos de nuevo a la espalda, intentando entender la situación en la que se había visto envuelto.
— No parece un honor, Francesca... — Esbozó una sonrisa, haciendo evidente que estaba bromeando y que no trataba de enfrentarse a ella. Ahora que ella lo había explicado, Gilbert debía admitir que había sido inoportuno, de haberlo sabido, no se habría metido. — Creo que he creado un terrible problema sin querer. Le aseguro que si hay una forma de arreglarlo, la ayudaré encantado. Tal vez podamos encontrar otros indicios, si acepta mi ayuda... Se lo debo, Francesca.
Tal vez era una preocupación excesiva, pero quería estar seguro de que nadie (ni nada) los tomaba por sorpresa. Los viejos hábitos del cazador eran imposibles de olvidar. — Soy un cazador y deduzco que usted también lo es, ¿Me equivoco? — Bajó las manos por fin y dio un tentativo paso al frente, tendiendo su mano para estrechar la de ella. — Como dije, mi nombre es Gilbert. Gilbert de Lafayette. ¿Y usted?
La vio ir y venir, darse la vuelta antes de mirarlo otra vez. Él se mantuvo quieto, con las manos de nuevo a la espalda, intentando entender la situación en la que se había visto envuelto.
— No parece un honor, Francesca... — Esbozó una sonrisa, haciendo evidente que estaba bromeando y que no trataba de enfrentarse a ella. Ahora que ella lo había explicado, Gilbert debía admitir que había sido inoportuno, de haberlo sabido, no se habría metido. — Creo que he creado un terrible problema sin querer. Le aseguro que si hay una forma de arreglarlo, la ayudaré encantado. Tal vez podamos encontrar otros indicios, si acepta mi ayuda... Se lo debo, Francesca.
Gilbert de Lafayette- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/03/2018
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