Fleur du Bouëxic de Guich

Personalidad

Caprichosa, altanera, soberbia, gazmoña;
llena de pequeños detalles que la hacen un ser sumamente complicado, pero simple a la vez.
Fleur es un mecanismo hecho de cristal al cual hay que tratar con delicadeza para no romperlo, pero también, en ocasiones amerita sacudidas fuertes para que funcione. Depende también de la persona que la trate. Suele ser burlona y desdeñosa con sus pretendientes, pero también encantadora con aquellos que logran captar su atención.

Muestra fascinación por la gente culta, y ella misma lo es; lee todo lo que cae en sus pequeñas manos y se mantiene siempre a la vanguardia de diversos temas, siendo la música su tópico favorito. Es también asidua al teatro y el ballet es una disciplina que practica desde pequeña. Posee una vena dramática que la inclina hacia los libros de romance, los cuales mantiene ocultos debajo de su almohada, desvelándose al beberlos prácticamente, imaginándose como las heroínas de dichos cuentos.

Egoísta también, nunca le gustó vestirse como su hermana y cada que Mimí o cualquiera de sus diferentes nanas las vestían iguales, Fleur solía romper los vestidos o quitárselos. No suele experimentar ningún tipo de remordimiento por lo que hace o dice, tiene el suficiente caudal para permitirse un par de libertades a la hora de interactuar con la gente; buena amiga y confidente de los pocos que logran considerarse sus amigos, son éstos los que acuden a ella por algún remedio inocente o por consejo cuando el corazón está roto, aunque su carácter tan definitivo suele ser un problema. Se sabe hermosa y suele usarlo también a su favor cuando la ocasión lo amerita.

Datos

੭ Colecciona muñecas  y pequeñas cajas de cristal.
੭ Es bailarina de ballet.
੭ Es disléxica y zurda.
੭ Las flores y las estrellas son de sus cosas favoritas en el mundo.
੭ Mimí les explicó cuando tuvieron edad suficiente, que el cabello verde se debía al hechizo sobre un té que su madre tomaba, el mismo que ellas bebieron cuando recién nacidas.
੭ Adora a los animales. Tiene un gato llamado Gottliebe.
੭ Suele practicar a veces con sus sirvientes, sobre todo a la hora de las ilusiones.
੭ Ama ir a la ópera y a los conciertos de jóvenes músicos.
੭ Sabe que existen criaturas nocturnas sumamente peligrosas, a pesar del temor que tiene a ellos, desea conocer al menos uno en su vida.
੭ Desea viajar por toda Europa, pero su salud no la permite.
੭ Comer bizcochuelos es su más grande debilidad.
੭ Se adorna con flores frescas el cabello, el cual es bastante largo y aún posee ciertas tonalidades verdosas.
੭ A comenzado sus estudios en la nigromancia, pero suele quedar muy agotada después de cada lección.

Historia

Joyce de Luynes, una jovencita de quince años perteneciente a una familia de la nobleza francesa del siglo XVI, contrajo matrimonio con el Almirante du Bouëxic de Guich, quien contaba ya con dos matrimonios anteriores y cuarenta años a cuestas. A pesar de sus diferencias, no sólo en edad sino en estatus (Joyce era una señorita de cuna aristocrática), fueron sumamente felices en el breve matrimonio que tuvieron. El Almirante, perdidamente enamorado de la caprichosa señora du Bouëxic, no escatimo en trabajos y lujos para ella, fincaron residencia en la opulenta París y visitaron, a pesar del talante taciturno de él, los salones de fiesta y de baile. Se podía ver a Joyce, con una barriga de siete meses ya, danzando alrededor de los salones, hechizando con su belleza a todo aquel que tuviera la suerte de posar los ojos en ella.

Fue precisamente en uno de esos salones que los dolores de parto sobrevinieron. Joyce, poco acostumbrada al dolor, mandó pedir los servicios de Madame Renoir, una conocida partera que solía embarazar a estériles y atender a las mujeres de la alta sociedad que era su amiga íntima; tenía además, fama de meretriz y bruja, sin embargo, nadie era capaz de decirle nada por el miedo que infundía. Fue ella quien trajo al mundo a un par de niñas demasiado pequeñas como para pensar que podrían tan siquiera llegar al día siguiente. Madame Renoir hizo lo más posible por las tres, pero debido a las fiebres contraídas después del parto y también a su frágil constitución, Joyce cayó enferma y murió tres meses después de dar a luz. Ni siquiera pudo conocer a las niñas, quienes fueron enviadas a la parte más luminosa y cálida del palacio donde vivían.

Lograron sobrevivir gracias a los cuidados de Madame Renoir, quién les daba a beber extrañas infusiones que las hicieron crecer y engordar tanto como un niño nacido con la mejor salud. A los tres meses, ambas criaturas ya tenían los ojos abiertos y poseían una risa contagiosa. Fue Fleur quizás la más despierta de ambas y se notaba, a pesar de la brevedad de su vida, que poseería un talante muy parecido al de Joyce. El Almirante, sumido en una de las más lastimosas melancolías, se embarcó en una suerte de misión casi suicida en altamar, dejando a las niñas al cuidado de una de sus hermanas: Madame Rossini, una mujer entrada en años que solía vivir afligida todo el tiempo por enfermedades imaginarias y que estaba más ocupada con el mundo espiritual que el verdadero. Un alma devota que de santa no tenía nada, ya que solía pellizcar a las niñas y dejarlas llorar hasta que se cansaban o su aliento de terminaba.

Fue Madame Renoir quien evitó dichos maltratos, amenazando a Madame Rossini con castigos atroces, ya que tenía fama de hechicera, la utilizaba a su conveniencia. Se hizo cargo entonces de ambas niñas, asegurándose se seguir inyectándoles vida y hablándoles todo el tiempo de su madre, de lo hermosa y virtuosa que era, de sus poderes y talentos (Joyce era una hechicera igual que ella), mismos que seguramente habían pasado a ellas. A los seis meses, las niñas comenzaron a tener cabello, con la novedad de que éste tenía una tonalidad rojiza verdosa, como el óxido del cobre.

Poco a poco las habladurías se hicieron presentes, se decía que las niñas eran hijas de algún demonio o algo peor, que Madame Renoir había asesinado a Joyce y vuelto loco al Almirante y demás horrores, todas mentiras, la única razón válida para eso, era que el té de hierbas especiales que Madame Renoir le daba a beber a Joyce durante el embarazo para mantenerla fuerte. Fue mediante baños de esencias naturales que el cabello de las niñas tomó la tonalidad rojiza definitiva, pero nunca se olvidó aquel episodio, y las habladurías a espaldas del Almirante y su esposa, de quienes se decía les habían nacido un par de ángeles y otras tantas cosas. En medio de todo eso, las niñas crecieron en el mismo ambiente de su madre, a pesar de su tía y sus primos quienes constantemente las molestaban, contaban con el cariño de Madame Renoir a quien llamaban cariñosamente “Mimí”

Mimí, en efecto, era una hechicera, una ávida conocedora de los secretos de las hierbas y sus poderes medicinales, así también como de otras suertes que comenzó a enseñarles a las niñas. Fleur, curiosa y extrovertida, aprendía solamente lo que pensaba que podía sacar provecho, descuidando las lecciones y dedicándose a explorar el enorme jardín propio y los aledaños. A los doce años, perdieron a sus casi todos sus hermanos mayores, hijos del primer matrimonio de su padre, quien había desaparecido años atrás junto a toda su flota. Con trece años, se convirtieron en herederas parciales de la fortuna del almirante, ya que existía un hijo varón mayor llamado Alain; pero fue su tía, Madame Rossini, quien deshizo la voluntad de su hermano, para que nada fuera entregado a ese otro hijo y así hacer herederas totales a sus sobrinas, haciéndose cargo de administrar todo hasta que las pequeñas contrajeran matrimonio.

El hijo mayor de la Rossini, Leonides, de veinticuatro años, fue prometido a Fleur, quien era la mayor por dos minutos. Ella, naturalmente, se negó. No sólo porque eran primos, sino porque era él quien más daño les había hecho con sus “travesuras” años atrás. No olvidaría jamás como casi le rompió un brazo al intentar obligarla a darle un beso. Madame Renoir se opuso también a dicho matrimonio y tiempo después, Leonides partió en un regimiento de tierra, convocado por algún noble. No se le volvió a ver de nuevo. Fleur supo que no había sido una casualidad, así que decidió poner más ahínco en las enseñanzas privadas de Mimí, aunque sus intereses distaban mucho de los inocentes remedios que daba a su tía para mantenerla dormida y que no molestara.

Ella quería aprender más, saber más, ser casi tan habilidosa como Madame Renoir o quizás más… A menudo solía olvidar que tenía una melliza, no congeniaban en muchas cosas. Fleur estaba acostumbrada a llamar más la atención y a ser más comparada con la misma Joyce quien dejó un recuerdo muy vívido en la memoria de los que la conocieron. Ahora con quince años, se ha convertido en una jovencita delicada y próspera, culta, vivaz e inteligente, capaz de satisfacer al caballero más exigente, sin embargo, Fleur no piensa en el matrimonio, tiene ideas claras y sencillas, no le interesa el amor, prefiere viajar y cultivar su mente, sus gustos y su vida.