AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Mémoires || Fleur
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Mémoires || Fleur
Marion cerró los ojos y respiró profundo la brisa cálida de aquel día hermosamente soleado. Los pájaros cantaban animados, el césped parecía brillar, las flores lucían vanidosas sus pétalos e inundaban el aire con sus aromas... Casi parecía primavera; bueno, el cambio de estación estaba cerca y ella podía percibirlo. Abrió los ojos, soltó un minúsculo suspiro y, tomada del brazo de su hermana, dio el primer paso por el sendero que conducía hacia el interior de los imponentes jardines de la residencia Du Bouëxic De Guich.
Habían decidido salir a tomar un poco de aire fresco, viendo la idoneidad del clima y considerando que a la pálida Marion no le venía mal un poco de sol, pues lucía casi enferma. Aunque ella hubiera preferido ir al bosque, ya que hacía días que no salía de la mansión (ni siquiera para ver a sus amantes, o precisamente porque Fleur le había dicho que dejara de verlos). No obstante, la tía no las dejaba pasear por el bosque en soledad, por los peligros que ello conllevaba. Marion estaba frustrada por eso, frustrada y aburrida; aburrida como era habitual cuando no estaba haciendo de las suyas.
—No veo la hora de que sea la fiesta en lo de la familia La Motte, esta rutina me está matando —se quejó con voz tranquila y suspiró de nuevo—. Al menos hoy es un día lindo… Me trae recuerdos, ¿sabes? Este clima, estos olores, este lugar… Recuerdos de cuando éramos niñas —dijo.
Por su mente desfilaban diversas imágenes de la hermosa —o idealizada— infancia que las mellizas habían tenido. Creciendo juntas, jugando juntas. Correteando por ese mismo césped que bordeaba el sendero que ahora pisaban. Entre los mismos arbustos y el árbol donde otrora hubiera dos columpios. Ahora sólo quedaba uno, completamente maltrecho.
—Deberíamos arreglar eso… ¿No extrañas que nos columpiemos juntas? —preguntó, mirando a Fleur con nostalgia y cariño.
Habían decidido salir a tomar un poco de aire fresco, viendo la idoneidad del clima y considerando que a la pálida Marion no le venía mal un poco de sol, pues lucía casi enferma. Aunque ella hubiera preferido ir al bosque, ya que hacía días que no salía de la mansión (ni siquiera para ver a sus amantes, o precisamente porque Fleur le había dicho que dejara de verlos). No obstante, la tía no las dejaba pasear por el bosque en soledad, por los peligros que ello conllevaba. Marion estaba frustrada por eso, frustrada y aburrida; aburrida como era habitual cuando no estaba haciendo de las suyas.
—No veo la hora de que sea la fiesta en lo de la familia La Motte, esta rutina me está matando —se quejó con voz tranquila y suspiró de nuevo—. Al menos hoy es un día lindo… Me trae recuerdos, ¿sabes? Este clima, estos olores, este lugar… Recuerdos de cuando éramos niñas —dijo.
Por su mente desfilaban diversas imágenes de la hermosa —o idealizada— infancia que las mellizas habían tenido. Creciendo juntas, jugando juntas. Correteando por ese mismo césped que bordeaba el sendero que ahora pisaban. Entre los mismos arbustos y el árbol donde otrora hubiera dos columpios. Ahora sólo quedaba uno, completamente maltrecho.
—Deberíamos arreglar eso… ¿No extrañas que nos columpiemos juntas? —preguntó, mirando a Fleur con nostalgia y cariño.
Julie du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/02/2018
Re: Mémoires || Fleur
Para Fleur, los días posteriores al infortunado incidente con las La Motte y la modista, habían sido los más tranquilos que había podido gozar desde que su hermana comenzó a salir sin permiso. Había dormido sin interrupciones y ni siquiera el mal sueño de aquella bestia la importunó; se le notaba mejor semblante y humor, tanto así, que incluso sus propios hechizos, pequeños ejercicios que no afectaban a nadie más que las flores del jardín invernal, salían mejor que nunca. Sin pedirle ayuda a Madame Renoir, habían podido arreglar lo que Marion había hecho y Annette, quién no había pisado la casa en todo ese tiempo, continuó enviando misivas a su hermana en donde le declaraba su intenso y ardiente amor.
Fleur solamente rodaba los ojos, con cierta incomodidad pero no dijo más, no comprendía esas desviaciones porque ni siquiera podía comprender los gustos normales, como la gente proclamaba que era cuando la atracción era entre un hombre y una mujer. Si bien, era verdad que admiraba a varias amistades masculinas, el simple hecho de pensar en un acercamiento más íntimo le provocaba el mayor de los rechazos, tenía miedo además, no olvidaba las palabras de su hermana. Con todo, fueron días benditos para ella, no tanto para Marion pero era mejor así, incluso en los grandes salones de señoras y señoritas, la figura de Marion había dejado de ser el bocadito de esas lenguas viperinas. Del brazo de su hermana, extendió sus pasos por los grandes jardines, recordando mejores tiempos en cuestión de clima y también de libertad, cuando eran simples niñas y no tenían que cuidarse para no llamar la atención de gente que podía lastimarlas.
Observó el columpio y después, con el gesto grave, negó. —¿No recuerdas por qué se mandó cortar eso? Me empujaste con tanta fuerza que terminé con un hueso roto...—, le reclamó, recordando vívidamente aquel momento: Fleur y Marion, de seis años, jugaban en ambos columpios mientras Madame Renoir permanecía tumbada en el césped, mirando las nubes que despejó ella misma con un soplido. Marion al ver que Fleur apenas y se movía, decidió que sería bueno comenzar a moverla.
—Marion, no, no quiero, me da miedo, sabes que me mareo—, chilló la mayor de las mellizas, mientras aferraba las pequeñas y regordetas manos a los fuertes amarres cubiertos de flores, que sostenían el pequeño banquito de marfil. —¡Marion, basta!— Gritó, ganando velocidad y altura, hasta que del mismo miedo, se soltó y voló por los aires a varios metros. Solamente se alcanzaron a ver los piecillos por encima de la cabeza y un crujir fuerte, seguido de un fuerte grito de dolor. El llanto sobrevino entonces y Fleur, rolliza y lozana para su edad, comenzó a berrear de dolor mientras un pequeño brazo colgaba libremente desde el codo.
Agitó y cerró fuertemente la cabeza y ojos respectivamente, espantándose ese feo recuerdo que le dolía cada que hacía frío o llovía. —Lo peor fue que te reías mientras yo lloraba de dolor.
Fleur solamente rodaba los ojos, con cierta incomodidad pero no dijo más, no comprendía esas desviaciones porque ni siquiera podía comprender los gustos normales, como la gente proclamaba que era cuando la atracción era entre un hombre y una mujer. Si bien, era verdad que admiraba a varias amistades masculinas, el simple hecho de pensar en un acercamiento más íntimo le provocaba el mayor de los rechazos, tenía miedo además, no olvidaba las palabras de su hermana. Con todo, fueron días benditos para ella, no tanto para Marion pero era mejor así, incluso en los grandes salones de señoras y señoritas, la figura de Marion había dejado de ser el bocadito de esas lenguas viperinas. Del brazo de su hermana, extendió sus pasos por los grandes jardines, recordando mejores tiempos en cuestión de clima y también de libertad, cuando eran simples niñas y no tenían que cuidarse para no llamar la atención de gente que podía lastimarlas.
Observó el columpio y después, con el gesto grave, negó. —¿No recuerdas por qué se mandó cortar eso? Me empujaste con tanta fuerza que terminé con un hueso roto...—, le reclamó, recordando vívidamente aquel momento: Fleur y Marion, de seis años, jugaban en ambos columpios mientras Madame Renoir permanecía tumbada en el césped, mirando las nubes que despejó ella misma con un soplido. Marion al ver que Fleur apenas y se movía, decidió que sería bueno comenzar a moverla.
—Marion, no, no quiero, me da miedo, sabes que me mareo—, chilló la mayor de las mellizas, mientras aferraba las pequeñas y regordetas manos a los fuertes amarres cubiertos de flores, que sostenían el pequeño banquito de marfil. —¡Marion, basta!— Gritó, ganando velocidad y altura, hasta que del mismo miedo, se soltó y voló por los aires a varios metros. Solamente se alcanzaron a ver los piecillos por encima de la cabeza y un crujir fuerte, seguido de un fuerte grito de dolor. El llanto sobrevino entonces y Fleur, rolliza y lozana para su edad, comenzó a berrear de dolor mientras un pequeño brazo colgaba libremente desde el codo.
Agitó y cerró fuertemente la cabeza y ojos respectivamente, espantándose ese feo recuerdo que le dolía cada que hacía frío o llovía. —Lo peor fue que te reías mientras yo lloraba de dolor.
Fleur du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Re: Mémoires || Fleur
Ouch, pensó Julie. En su mente, era un recuerdo mucho más bello. Tal vez había anulado aquella parte, simplemente centrándose en los momentos en que columpiarse fue divertido, no dañino.
—¡Tú te soltaste! —argumentó, de todos modos. Marion siempre fue traviesa, pero recordaba perfectamente que aquella vez no intentaba hacerle nada malo a su hermana—: Yo sólo quería que le perdieras el miedo al columpio… —Bueno, eso tampoco era tan cierto, precisamente porque tenía miedo lo había hecho, quería hacerla sufrir un poco, pero no esperó que fuera tan tonta como para soltarse. Al recibir la acusación, recordó el momento exacto y rió de nuevo, tratando inútilmente de contenerse—. ¡Es que debiste ver cómo saliste volando! —Increíble que aún le causara gracia—. Lo lamentable fue el aterrizaje… Pero ¡oye!, ¡te vengaste de lo lindo!
Fue a los pocos días, quizá al día siguiente incluso, que la pequeña Marion amaneció sola en la cama, con miles de cabellos cobrizos desparramados a su alrededor en las blancas sábanas. Adormilada aún, miró los mechones desconcertada, recogió uno y lo miró de cerca, reconociéndolo poco a poco como propio. Luego, se llevó la mano hacia el cabello, para comprobar con horror que estaba corto. Gritó aguda y estridentemente, hasta que Gertrude entró corriendo por la puerta porque pensó que le pasaba algo realmente grave (para su vanidad, lo era).
—¡Oh, querida! ¿Qué ocurrió aquí? —dijo la mujer, tan confundida como Julie, quien ese momento rompió en llanto, chillando por su pelo. Gertrude la abrazó y Julie, por encima del hombro de ella, alcanzó a ver a Fleur en el marco de la puerta conteniendo la risa.
—¡Fuiste tú, maldita! —gritó la joven Marion Julie du Bouëxic de Guich, soltando a Gertrude para salir corriendo con el puño en alto detrás de Fleur, quien huyó para refugiarse con Mimí.
Gracias a un hechizo, el cabello le creció más rápido y pasó de parecer un niño a tenerlo como ahora. Nunca más lo dejó crecer más allá de los hombros. No le gustaba peinarse, de todos modos.
—Desde entonces lo llevo corto —dijo después de relatar la historia.
—¡Tú te soltaste! —argumentó, de todos modos. Marion siempre fue traviesa, pero recordaba perfectamente que aquella vez no intentaba hacerle nada malo a su hermana—: Yo sólo quería que le perdieras el miedo al columpio… —Bueno, eso tampoco era tan cierto, precisamente porque tenía miedo lo había hecho, quería hacerla sufrir un poco, pero no esperó que fuera tan tonta como para soltarse. Al recibir la acusación, recordó el momento exacto y rió de nuevo, tratando inútilmente de contenerse—. ¡Es que debiste ver cómo saliste volando! —Increíble que aún le causara gracia—. Lo lamentable fue el aterrizaje… Pero ¡oye!, ¡te vengaste de lo lindo!
Fue a los pocos días, quizá al día siguiente incluso, que la pequeña Marion amaneció sola en la cama, con miles de cabellos cobrizos desparramados a su alrededor en las blancas sábanas. Adormilada aún, miró los mechones desconcertada, recogió uno y lo miró de cerca, reconociéndolo poco a poco como propio. Luego, se llevó la mano hacia el cabello, para comprobar con horror que estaba corto. Gritó aguda y estridentemente, hasta que Gertrude entró corriendo por la puerta porque pensó que le pasaba algo realmente grave (para su vanidad, lo era).
—¡Oh, querida! ¿Qué ocurrió aquí? —dijo la mujer, tan confundida como Julie, quien ese momento rompió en llanto, chillando por su pelo. Gertrude la abrazó y Julie, por encima del hombro de ella, alcanzó a ver a Fleur en el marco de la puerta conteniendo la risa.
—¡Fuiste tú, maldita! —gritó la joven Marion Julie du Bouëxic de Guich, soltando a Gertrude para salir corriendo con el puño en alto detrás de Fleur, quien huyó para refugiarse con Mimí.
Gracias a un hechizo, el cabello le creció más rápido y pasó de parecer un niño a tenerlo como ahora. Nunca más lo dejó crecer más allá de los hombros. No le gustaba peinarse, de todos modos.
—Desde entonces lo llevo corto —dijo después de relatar la historia.
Julie du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/02/2018
Re: Mémoires || Fleur
Comenzó a reírse con un desparpajo poco conocido en ella, tan propia en ocasiones, aunque esta definitivamente no lo fuera, incluso tuvo que soltarse del brazo de su hermana para poder llevar una mano a su barriga y otro a su rostro, en un intento por apaciguar su fuerte risa. ¡Claro que recordaba esa mañana! Muy, muy temprano se había levantado para sacar las enormes tijeras con las que apenas pudo para trasquilar a Marion. Cuando acabó, hasta se dio el tiempo de desperdigar por la cama los larguísimos mechones de cabellos rojizos y verdosos, después solamente espero, espero y esperó hasta que el grito de su hermana la hizo sonreír de forma casi siniestra y con calma y torpeza pues llevaba un brazo inutilizado y no alcanzaba el borde de la escalera, subió hasta la habitación en donde pudo ver a la suerte de marimacho en el que había convertido a su hermana.
Salió corriendo eso sí, en cuanto ésta se le echó encima y solamente no la tundió a golpes porque Gertrude las separó a tiempo. Sin poder dejar de reírse, abrazó a Marion y le dio un fuerte beso en la mejilla. —Se te ve mejor así el cabello, además, con lo floja que eres, seguro llevarías un nido de pájaros siempre—, comentó, dándole después muchos besitos en todo el rostro. La tomó de nuevo del brazo y continuó la caminata, pasando el enorme árbol de los columpios para internarse un poco más en la rosaleda que ya comenzaba a desprenderse del manto blanco del invierno. Fleur suspiró y apoyó la cabeza en el hombro de su hermana, pensando en muchas cosas y a la vez nada; unos días atrás, había jurado que el distanciamiento con ella sería definitivo y ese día ahí estaban, paseando tranquilas, sin sombra de eventos desafortunados o miedos de ningún tipo.
—Marion, ¿quién fue tu primero?—, preguntó de pronto, llevada por la curiosidad. —¿Es verdad que es como con las gallinas?—, preguntó sin un ápice de broma en sus palabras, imaginaba que después del matrimonio, la mujer salía corriendo y el hombre hacía lo suyo, no podía imaginar a los Savary o incluso a su tía corriendo por el campo con el marido atrás intentando pisarla, la sola idea la hizo reírse de nuevo a carcajadas.
Salió corriendo eso sí, en cuanto ésta se le echó encima y solamente no la tundió a golpes porque Gertrude las separó a tiempo. Sin poder dejar de reírse, abrazó a Marion y le dio un fuerte beso en la mejilla. —Se te ve mejor así el cabello, además, con lo floja que eres, seguro llevarías un nido de pájaros siempre—, comentó, dándole después muchos besitos en todo el rostro. La tomó de nuevo del brazo y continuó la caminata, pasando el enorme árbol de los columpios para internarse un poco más en la rosaleda que ya comenzaba a desprenderse del manto blanco del invierno. Fleur suspiró y apoyó la cabeza en el hombro de su hermana, pensando en muchas cosas y a la vez nada; unos días atrás, había jurado que el distanciamiento con ella sería definitivo y ese día ahí estaban, paseando tranquilas, sin sombra de eventos desafortunados o miedos de ningún tipo.
—Marion, ¿quién fue tu primero?—, preguntó de pronto, llevada por la curiosidad. —¿Es verdad que es como con las gallinas?—, preguntó sin un ápice de broma en sus palabras, imaginaba que después del matrimonio, la mujer salía corriendo y el hombre hacía lo suyo, no podía imaginar a los Savary o incluso a su tía corriendo por el campo con el marido atrás intentando pisarla, la sola idea la hizo reírse de nuevo a carcajadas.
Fleur du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Re: Mémoires || Fleur
Quiso protestar ante la risa de su hermana, pero no pudo porque ella misma se había reído de lo que le había hecho, ¿con qué cara le iba a decir ahora que no era gracioso? Ciertamente, para Fleur lo había sido, aunque para ella no, pues debió usar una molesta peluca que le picaba mucho, hasta que el cabello le creció de nuevo.
—Ya para, te vas a morir, ¡deja de reírte y respira, Fleur! —fue lo único que pudo decir, simulando preocupación aunque claramente le molestaba que esta vez fuera su hermana quien se burlara de ella y no al revés. Se cruzó de brazos, adoptó un semblante gruñón y fingió grave ofensa cuando Fleur la besó, apartando el rostro tanto como pudo aunque no fue capaz de esquivarla a pesar de sus esfuerzos; su hermana la tenía bien agarrada. No reconoció, tampoco, que tenía razón en eso de que el cabello largo, si bien le sentaba bonito, daba mucho trabajo y ella era muy perezosa para ocuparse de él.
El repentino cambio de tema la tomó por sorpresa. ¿Otra vez con eso? A diferencia de la oportunidad anterior en que Fleur le hizo preguntas al respecto, Marion no se sintió demasiado orgullosa en esta ocasión, sino incómoda al pensar en el primero, pues era completamente inapropiado y, aunque la había pasado bien, le daba mucha vergüenza admitirlo frente a otra persona, incluso si se trataba de su hermana, en la que confiaba plenamente. Tal vez por eso se sintió rara pidiéndole que le guardara el secreto. Un momento, entonces, ¿iba a decírselo? Vaciló por unos instantes más.
—Fue… una vez que fuimos a la casa de campo, hace un tiempo. ¿Recuerdas a Senghor?... —dijo luego, evitando la mirada de Fleur—. No me montó como el gallo a las gallinas, más bien se me puso encima y yo… me entregué. Fue bastante sencillo, en realidad. Yo se lo pedí, simplemente quería probar y… Bueno, ocurrió. Lo siento, sé que con un esclavo es… Ni siquiera encuentro cómo definirlo. Es como que he cruzado un límite del que no se vuelve. Es importante que no le digas a nadie, nadie debe saberlo, nunca, hermana —le pidió de nuevo, desesperada, y tras una pausa, preguntó—: ¿Crees que Dios me castigue?...
Julie du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Re: Mémoires || Fleur
Aguardando la respuesta de Marion, Fleur se soltó un poco de ella para quitarle un poco de nieve a una rosa bastante bonita, estaba sonriendo, pero cuando su hermana pronunció aquel nombre, su rostro se contrajo en una mueca de horror ante la aberración que había escuchado. Se enderezó y la soltó por completo, mirándola casi con asco. —¿El esclavo?, ¡por Dios, Marion!— Gritó, dándose la vuelta para no verle el rostro más. No lo podía creer, ¿en verdad Marion era así de... Estúpida? Avanzó un par de pasos con el rostro cubierto de vergüenza, mientras intentaba sacarse de la cabeza las imágenes mentales que de forma casi siniestra, su cerebro a traición le presentaba. —¡¿Cómo puede ser posible que seas tan idiota?! No puedo creer esto, ¡qué asco, qué horror, Marion!
Volteó a verla y el gesto de asco que tenía no pudo disimularlo, tampoco sabía si quería hacerlo, en esos momentos, sentía que estaba atravesando un túnel oscuro y no había ninguna luz al final. —¡Por supuesto que Dios te castigará! ¿Es tanta tu desesperación por ese tipo de actos que te olvidas incluso de que...? Dios mío, qué asco me das...— Lo dijo, mirándola a los ojos. —No voy a guardarme esto, Marion, no puedo, ¿cómo pretendes que oculte algo así? ¡Es un esclavo! Ni siquiera es una persona... Son animales, Marion...— La empujó, pasando de ella para volver a la casa o al menos para poder alejarse de ella mientras intentaba recobrar la compostura.
Decírselo a Mimí supondría decirle todo lo demás, pero lo veía necesario en esos momentos, ¿qué tal si Julie seguía teniendo encuentros con ese esclavo? Pensó también en las consecuencias, a él seguramente terminarían reventándolo a latigazos y a Marion la sepultarían viva en un claustro para castigarla por tal aberración, ¿quería eso para su hermana? El esclavo no le importaba, pero su hermana... Estaba entre la espada y la pared y lo peor era que, en efecto, ahora a sus ojos, su hermana ya no era la joven curiosa en menesteres adultos, sino una pecadora asquerosa que se había revolcado con un esclavo... Apretó los ojos, había gente que decía que los esclavos eran personas y tenían derechos, que eran también creación de Dios y merecían ser libres, Fleur no tenía una opinión al respecto, para ella eran completamente invisibles, le servían y ya, lo mismo que Gertrude que era blanca, pero solterona y pobre, por eso trabajaba para ellas...
Al llegar a casa, la llamó a gritos. —Junta toda mi ropa de la habitación y llévala a la habitación del fondo del pasillo, cambia las sábanas y enciende el fuego, dormiré ahí a partir de hoy—, ordenó, sin dar ninguna explicación. Se quitó el sombrerito y se lo entregó, subiendo después las escaleras para juntar todas sus cosas personales, esas que Gertrude no tenía permiso de tocar. —Después manda llamar a Mada Renoir, tengo que hablar con ella...
Volteó a verla y el gesto de asco que tenía no pudo disimularlo, tampoco sabía si quería hacerlo, en esos momentos, sentía que estaba atravesando un túnel oscuro y no había ninguna luz al final. —¡Por supuesto que Dios te castigará! ¿Es tanta tu desesperación por ese tipo de actos que te olvidas incluso de que...? Dios mío, qué asco me das...— Lo dijo, mirándola a los ojos. —No voy a guardarme esto, Marion, no puedo, ¿cómo pretendes que oculte algo así? ¡Es un esclavo! Ni siquiera es una persona... Son animales, Marion...— La empujó, pasando de ella para volver a la casa o al menos para poder alejarse de ella mientras intentaba recobrar la compostura.
Decírselo a Mimí supondría decirle todo lo demás, pero lo veía necesario en esos momentos, ¿qué tal si Julie seguía teniendo encuentros con ese esclavo? Pensó también en las consecuencias, a él seguramente terminarían reventándolo a latigazos y a Marion la sepultarían viva en un claustro para castigarla por tal aberración, ¿quería eso para su hermana? El esclavo no le importaba, pero su hermana... Estaba entre la espada y la pared y lo peor era que, en efecto, ahora a sus ojos, su hermana ya no era la joven curiosa en menesteres adultos, sino una pecadora asquerosa que se había revolcado con un esclavo... Apretó los ojos, había gente que decía que los esclavos eran personas y tenían derechos, que eran también creación de Dios y merecían ser libres, Fleur no tenía una opinión al respecto, para ella eran completamente invisibles, le servían y ya, lo mismo que Gertrude que era blanca, pero solterona y pobre, por eso trabajaba para ellas...
Al llegar a casa, la llamó a gritos. —Junta toda mi ropa de la habitación y llévala a la habitación del fondo del pasillo, cambia las sábanas y enciende el fuego, dormiré ahí a partir de hoy—, ordenó, sin dar ninguna explicación. Se quitó el sombrerito y se lo entregó, subiendo después las escaleras para juntar todas sus cosas personales, esas que Gertrude no tenía permiso de tocar. —Después manda llamar a Mada Renoir, tengo que hablar con ella...
Fleur du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Re: Mémoires || Fleur
Retrocedió, asustada, ante la reacción de Fleur, mostrándole las palmas de las dos manos como pidiéndole que parara. Pero ella no lo hizo. Continuó llamándola idiota y asquerosa; los ojos de Marion se llenaron de lágrimas y por un momento se quedó paralizada, tan así que no pudo responder a nada, excepto cuando Fleur manifestó que no le iba a guardar el secreto. Su reacción, entonces, fue de pura desesperación.
—¡E-Espera, Fleur! —le gritó con la voz temblorosa, siguiéndola a toda prisa por el sendero en dirección a la casa—. ¡Por favor, no me hagas esto! ¡Van a matarme!
Alcanzó a Fleur una vez dentro de la mansión, interrumpiendo el momento en que ella le pedía a Gertrude que la ayudara para realizar una mudanza de dormitorio. Tanta repulsión sentía Fleur por su hermana que no iba a compartir más la cama con ella… Julie se puso a llorar, mirándola con un puchero tembloroso en los labios como pidiéndole piedad.
No la hubo. Fleur anunció que quería hablar con Madame Renoir. Eso era todo, la vida de Julie estaba acabada. Entró en pánico y corrió detrás de Fleur por las escaleras, tropezándose varias veces con el vestido. En el último escalón, cayó de bruces al suelo y aprovechó para sujetar las piernas de su hermana, impidiéndole caminar.
—¡Fleur, por favor! ¡Confiaba en ti! —le imploró, de rodillas ante ella—. No lo hagas, por favor, por favor… —sollozó, con el rostro lleno de lágrimas.
Julie du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Re: Mémoires || Fleur
Gertrude obedeció no sin antes hacer preguntas, mismas que no recibieron ninguna respuesta por parte de Fleur, aunque el deplorable espectáculo que hacía Marion lloriqueando de esa forma debió bastar para hacer ver que, todo aquello, no era más que la consecuencia de una muy fuerte pelea entre las mellizas. Mientras Fleur subía, sintió el empuje y después el agarre sobre sus piernas, resopló y comenzó a agitar una y después la otra. —Suéltame Marion—, ordenó, mientras se agarraba del pasamanos para no caer.
Volteó el rostro hacia abajo y un gesto de desprecio se instaló en su rostro. —No le diré nada a Madame Renoir, por tu propio bien me llevaré eso a la tumba si es que tu estupidez...— Nunca había dicho nada tan fuerte a su hermana. —No te delata primero, pero Marion... tú ya no eres mi hermana, no volveré a hablarte en privado, me das asco—, culminó, zafándose por fin del abrazo para entrar a la habitación y sacar sus cosas personales, las que nadie más que ella podía tocar. Había sido quizás muy severa con Marion, pero lo cierto es que lo estaba haciendo y lo que había hecho estaba muy mal, las habladurías no iban a cesar nunca, menos en una sociedad tan hipócrita como la parisina.
Sabía que en cualquier momento alguien la iba a descubrir y entonces le arruinarían la vida, pero... Ese era su problema, Fleur no se haría más cargo de sus problemas, si era tan madura como para fornicar con cualquier pelado, lo sería para afrontar lo que viniera. Cuando terminó su mudanza, cerró la puerta de un azotón y no salió ni para merendar. Madame Renoir no fue requerida, pero Fleur tuvo que escribir todo en su diario para que sus pensamientos no se pudrieran dentro de ella.
Volteó el rostro hacia abajo y un gesto de desprecio se instaló en su rostro. —No le diré nada a Madame Renoir, por tu propio bien me llevaré eso a la tumba si es que tu estupidez...— Nunca había dicho nada tan fuerte a su hermana. —No te delata primero, pero Marion... tú ya no eres mi hermana, no volveré a hablarte en privado, me das asco—, culminó, zafándose por fin del abrazo para entrar a la habitación y sacar sus cosas personales, las que nadie más que ella podía tocar. Había sido quizás muy severa con Marion, pero lo cierto es que lo estaba haciendo y lo que había hecho estaba muy mal, las habladurías no iban a cesar nunca, menos en una sociedad tan hipócrita como la parisina.
Sabía que en cualquier momento alguien la iba a descubrir y entonces le arruinarían la vida, pero... Ese era su problema, Fleur no se haría más cargo de sus problemas, si era tan madura como para fornicar con cualquier pelado, lo sería para afrontar lo que viniera. Cuando terminó su mudanza, cerró la puerta de un azotón y no salió ni para merendar. Madame Renoir no fue requerida, pero Fleur tuvo que escribir todo en su diario para que sus pensamientos no se pudrieran dentro de ella.
Fleur du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
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