AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Succomber à la tentation || Senghor (FB)
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Succomber à la tentation || Senghor (FB)
Mientras muchas hacían fila para que el doctor les quitara la “histeria”, Julie tenía claro que en su caso no era más que lujuria y, al no encontrar otra opción —todavía no la habían casado—, había aprendido a satisfacerse por sí misma. Se sentía pecadora, por supuesto, pero encontraba placer en el pecado y eso la hacía sentirse aún peor. Más de una vez quiso parar, pero su cuerpo era insistente en sus peticiones, sobre todo cada vez que veía a Monsieur Courtemanche. Lástima que él estuviera ya comprometido y fuera, por tanto, inalcanzable.
Se tenía a sí misma mientras tanto, o eso pensó. Cuando su amiga de la infancia Mireille Marchant se casó y le contó acerca de eso que hacen los esposos en la cama, le curiosidad de Julie se disparó, hasta el punto en que empezó a desear que su tía le presentara un pretendiente pronto y ella misma, disimuladamente, lo empezó a buscar, conociendo chicos en las fiestas y hablándole de ellos a su tía después. El problema era que todavía tenía catorce años y eso mismo le echaba en cara Madame Rossini: “Aún no tienes quince”. Planeaba, a los quince, presentarla a ella y a su hermana en sociedad con esos propósitos. Mientras tanto, eran invisibles.
Pero no para los esclavos, pensó una vez en que estaba dándole con la fusta del caballo a una negra que le había faltado el respeto. La mujer se encogió sobre sí misma hasta quedar hecha una bolita, y desde entonces, cada vez que la veía a Julie, reaccionaba con temor. No podía hacer caso omiso de ella, ningún esclavo podía. Y ese día en particular, Julie se dio cuenta de que uno de los negros la estaba mirando. Altiva y a la vez coqueta, ella comenzó a tocarse el cabello.
Se tenía a sí misma mientras tanto, o eso pensó. Cuando su amiga de la infancia Mireille Marchant se casó y le contó acerca de eso que hacen los esposos en la cama, le curiosidad de Julie se disparó, hasta el punto en que empezó a desear que su tía le presentara un pretendiente pronto y ella misma, disimuladamente, lo empezó a buscar, conociendo chicos en las fiestas y hablándole de ellos a su tía después. El problema era que todavía tenía catorce años y eso mismo le echaba en cara Madame Rossini: “Aún no tienes quince”. Planeaba, a los quince, presentarla a ella y a su hermana en sociedad con esos propósitos. Mientras tanto, eran invisibles.
Pero no para los esclavos, pensó una vez en que estaba dándole con la fusta del caballo a una negra que le había faltado el respeto. La mujer se encogió sobre sí misma hasta quedar hecha una bolita, y desde entonces, cada vez que la veía a Julie, reaccionaba con temor. No podía hacer caso omiso de ella, ningún esclavo podía. Y ese día en particular, Julie se dio cuenta de que uno de los negros la estaba mirando. Altiva y a la vez coqueta, ella comenzó a tocarse el cabello.
Julie du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/02/2018
Re: Succomber à la tentation || Senghor (FB)
Los días en la finca podían transcurrir normalmente para todos más allá de las barracas de esclavos. Los sirvientes blancos se despertaban poco antes del amanecer y los amos mucho tiempo después; los esclavos, claro, a veces no dormían siquiera. Se les encomendaba la limpieza de cada rincón, la recolección de cada huevo en los gallineros, la leche de cada animal, todo dependía de ellos, pero no estaban autorizados a pisar ni la cocina, mucho menos la casa grande. Senghor, por ejemplo, al ya no poder entrar a la caballerizas más que para recoger la boñiga de los caballos, se limitaba a obedecer cada orden con diligencia, mientras observaba todo y callaba.
Una de esas cosas que callaba, era el trato que se les daba, ¿por qué ocurría eso? No tenía ya más recuerdos de sus tierras, pero estaba seguro que nunca fue así, lo único que su memoria traía a colación cuando escuchaba gritos y veía látigos, era como fue tratado después de que lo arrancaron de sus raíces. Se preguntaba si ese iba a ser siempre su destino, porque entendía ambos conceptos, el de dudar y el de saber que había un futuro, una palabra aprendida en las lecciones del Almirante, cuando su vida tenía algo de valor en aquella finca.
Es por eso que cuando vio a una de las hijas de aquel hombre, arremeter en la espalda de su mujer con una fusta de caballo por alguna razón, se la quedó mirando fijamente, preguntándose cuál era el destino de esa persona. Dio un par de pasos hacia la escena e inclinó el cuerpo hacia abajo, estirando los largos brazos oscuros hacia la que había elegido como su compañera meses atrás, levantándola con suavidad, más de la que seguramente se supondría en una persona de su complexión. Le limpió el rostro y la sangre de los labios y la hizo darse vuelta para inclinarse con servilismo hacia la ama, pidiendo permiso así para retirarse.
Una de esas cosas que callaba, era el trato que se les daba, ¿por qué ocurría eso? No tenía ya más recuerdos de sus tierras, pero estaba seguro que nunca fue así, lo único que su memoria traía a colación cuando escuchaba gritos y veía látigos, era como fue tratado después de que lo arrancaron de sus raíces. Se preguntaba si ese iba a ser siempre su destino, porque entendía ambos conceptos, el de dudar y el de saber que había un futuro, una palabra aprendida en las lecciones del Almirante, cuando su vida tenía algo de valor en aquella finca.
Es por eso que cuando vio a una de las hijas de aquel hombre, arremeter en la espalda de su mujer con una fusta de caballo por alguna razón, se la quedó mirando fijamente, preguntándose cuál era el destino de esa persona. Dio un par de pasos hacia la escena e inclinó el cuerpo hacia abajo, estirando los largos brazos oscuros hacia la que había elegido como su compañera meses atrás, levantándola con suavidad, más de la que seguramente se supondría en una persona de su complexión. Le limpió el rostro y la sangre de los labios y la hizo darse vuelta para inclinarse con servilismo hacia la ama, pidiendo permiso así para retirarse.
Senghor- Esclavo
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Fecha de inscripción : 03/03/2018
Re: Succomber à la tentation || Senghor (FB)
—Ella puede irse —dijo al interpretar las intenciones del negro, todavía peinándose con los dedos de una mano mientras en la otra sostenía la fusta, imponente a pesar de su pequeñez corporal, más en comparación con la contextura Senghor—. Tú no, favorito —lo llamó así debido a la relación que en su momento había guardado el esclavo con el Almirante, algo que las mellizas du Bouëxic de Guich sólo conocían de palabra, pues en esos tiempos eran muy pequeñas para recordarlo ahora—. Caminemos —le dijo al esclavo cuando la esclava se hubo retirado—. ¿Extrañas a mi padre? —preguntó mientras avanzaba, tomando distancia de la barricada. Cuando se aseguró de que nadie los estaba viendo, se le puso a la par y le tocó el brazo. La oscura piel era suave a pesar de los malos tratos—. Yo no. O sea, no llegué a conocerlo. Aunque a veces me gustaría.
Iba mirando el suelo, no se veía los pies debido al larguísimo vestido pero ahí estaban, pisando el césped. De reojo, comprobaba que aún tuviera a Senghor al lado, aunque no tenía adónde huir; de paso, le miraba la enorme mano que colgaba a un costado de su cuerpo y le tentaba tomarla, pero se metería en serios problemas si lo hacía y alguien los veía.
—Quiero montar a caballo —le dijo entonces—. El caballo de mi padre, específicamente. Tengo entendido que eres el único que puede dominarlo.
Con esa excusa, lo encaminó hasta uno de los establos. Era casi de noche, así que los caballos estaban adentro.
—Ven —le dijo mientras lo arrastraba por la muñeca hacia el interior del recinto. Una vez allí, acorraló a Senghor contra la pared de madera y lo miró de pies a cabeza y viceversa.
Julie du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/02/2018
Re: Succomber à la tentation || Senghor (FB)
Obedecieron de inmediato, no tenían otra opción. La mujer de Senghor se marchó a prisa mientras él se quedaba ahí de pie, con la cabeza hacia abajo mientras esperaba alguna instrucción de la ama, con rudimentos de francés, entendió lo que le decía así que esperó a que ella avanzara más para poder moverse, siguiendo el sonido de las pisadas ligeras y el arrastre de las largas faldas que llevaba puestas. Respondió con un suspiro sentido, pero formuló un no, suave, que no pretendía sonar grosero, sino más bien honesto. Al Almirante solo lo vio durante el viaje de ida a esas tierras y después pocas veces, hasta que su figura desapareció por completo, así que podría decirse que no.
Senghor miró la mano que lo tocaba y después el rostro blanco de la dueña de dicha mano, ¿qué estaba haciendo? Si alguien los veía de esa forma le iban a reventar el lomo a latigazos o algo peor, pero tampoco podía quitarse, eso la ofendería y propiciaría que le reventaran el lomo a latigazos, de cualquier forma, a él le iría mal. Afirmó ahora, el frisón del Almirante, un caballo más alto que el mismo Senghor solamente dejaba que él lo tocara así que aún en esos tiempos de infortunio, él era quién se encargaba de cepillarlo, caminarlo y alimentarlo.
Avanzó junto a la ama hacia las caballerizas y casi al llegar, se adelantó chasqueando la lengua dentro de la boca, acción que valió que el caballo, brioso y oscuro, relinchara y asomara la cabeza, al encuentro del esclavo. Pero fue la ama quién lo metió a jalones y lo hizo quedar contra la madera enmohecida, Senghor agachó el rostro, sin mirarla, dócil a pesar de su tamaño. Se sintió perdido y rogaba incluso al Dios de los blancos que no los encontraran o le iría mal. De reojo, con las enormes orbes oscuras delatándose por el blanco de los ojos, miró de reojo a la ama, rogándole que lo dejara ir. El caballo relinchó entonces, empujando la puerta de la caballeriza, amenazando con sacarla. —¿Le preparó la silla?
Senghor miró la mano que lo tocaba y después el rostro blanco de la dueña de dicha mano, ¿qué estaba haciendo? Si alguien los veía de esa forma le iban a reventar el lomo a latigazos o algo peor, pero tampoco podía quitarse, eso la ofendería y propiciaría que le reventaran el lomo a latigazos, de cualquier forma, a él le iría mal. Afirmó ahora, el frisón del Almirante, un caballo más alto que el mismo Senghor solamente dejaba que él lo tocara así que aún en esos tiempos de infortunio, él era quién se encargaba de cepillarlo, caminarlo y alimentarlo.
Avanzó junto a la ama hacia las caballerizas y casi al llegar, se adelantó chasqueando la lengua dentro de la boca, acción que valió que el caballo, brioso y oscuro, relinchara y asomara la cabeza, al encuentro del esclavo. Pero fue la ama quién lo metió a jalones y lo hizo quedar contra la madera enmohecida, Senghor agachó el rostro, sin mirarla, dócil a pesar de su tamaño. Se sintió perdido y rogaba incluso al Dios de los blancos que no los encontraran o le iría mal. De reojo, con las enormes orbes oscuras delatándose por el blanco de los ojos, miró de reojo a la ama, rogándole que lo dejara ir. El caballo relinchó entonces, empujando la puerta de la caballeriza, amenazando con sacarla. —¿Le preparó la silla?
Senghor- Esclavo
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Fecha de inscripción : 03/03/2018
Re: Succomber à la tentation || Senghor (FB)
—No —respondió con una pequeña sonrisa, producida por la incomodidad del esclavo. Acto seguido, revelando por fin que lo del caballo había sido sólo una excusa, se puso en puntas de pie, soltó la fusta, agarró la nuca de Senghor para agacharle la cabeza e, inclinando la propia, le colocó los labios sobre los de él en lo que fue un intento de beso que al final salió torpe y extraño, pero como Julie no tenía punto de comparación, pensó que lo estaba haciendo bien. Se sintió doblemente coqueta de hecho, sensual y cuando apartó los labios creyendo haber conquistado al esclavo (para quien ella era inalcanzable como Courtemanche para ambas hermanas du Bouëxic de Guich), sonrió pícaramente—. ¿Te gustó eso? —preguntó.
Luego volvió a besarlo, esta vez tomándole el rostro con ambas manos e incorporando la lengua a la ecuación, cosa que también hizo con bastante torpeza debido a su inexperiencia. Lo que no le faltó fue intensidad, sobre todo con el correr de los instantes, cuando le empezó a gustar y su cuerpo pidió más y ella, débil, obedeció aunque sabía que lo que estaba haciendo estaba terriblemente mal, tratándose de un esclavo. Se suponía que ni siquiera era una persona, pero su boca, su saliva entremezclándose con la propia, sus pectorales cuando le apoyó una mano sobre éstos, se sentían demasiado humanos y reales.
Julie acabó animándose a agarrarle una mano para llevarla hacia sus pechos encorsetados en el vestido, buscando ver qué se sentía, mientras continuaba besando al esclavo.
Última edición por Julie du Bouëxic de Guich el Dom Mar 11, 2018 11:56 pm, editado 1 vez
Julie du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/02/2018
Re: Succomber à la tentation || Senghor (FB)
Ese no le traería problemas. Como todo lo que los blancos traían siempre, problemas, golpes, enfermedades y demás, nada bueno podía salir de esos seres pálidos y sin ningún tipo de atributo; eran inútiles, tanto así que ellos, las personas como él, tenían que servirlos para todo. Se tensó hacia arriba cuando la ama le tomó la nuca y evitó el contacto, pero como ya había cavilado antes, si accedía, le iría mal, si se negaba, le iría peor. La mujer esa podía decir que fue él quien la obligó y entonces sí, latigazos no serían, probablemente lo colgarían o le prendían fuego como habían hecho con el esclavo que ayudó a un par de niños a salir de un pozo en una finca aledaña, los blanquitos dijeron que él los había tirado, no sacado y terminó quemado vivo con las tripas de fuera, mejor no tentar a la suerte.
Miró a la ama mientras intentaba unirle la boca a la suya, el aroma a limpio le llegó y por un momento le recordó al jardín, entre los naranjos en flor que le tocaba revisar para escoger las frutas más maduras, pero aquella mujer blanca estaba lejos de estar madura, muy apenas le estaban saliendo los pechos y lo supo porque fue ella misma quien le llevó la mano hacia ellos. Era como tocar el pecho de un niño para sentirle el latido del corazón después de una tunda, por si estaba vivo, para atenderlo, si no latía, mejor llevarlo a la fosa. Senghor tuvo miedo de que su mujer lo viera, a eso sí le tuvo más miedo, así que con cuidado la fue apartando, retirando las manos del pecho para llevar ambas hacia los hombros. Se enderezó y dijo que no con la cabeza y la voz. —¿Me van a castigar por esto?—, preguntó, mientras se limpiaba los gruesos labios de la saliva de la ama y la miraba desde su altura, agitada.
Sea lo que fuere que esa mujer estuviera buscando, Senghor no podía negarse, pero tampoco lo deseaba, si bien, había estado profundamente enamorado de niño de la madre de ella, estaba seguro que la ama que ya estaba en el cielo nunca haría eso. Tampoco podía decir que le desagradaba, era humano y era hombre, respondía a los estímulos, pero sabía que no debía ser, no así, no con ella.
Miró a la ama mientras intentaba unirle la boca a la suya, el aroma a limpio le llegó y por un momento le recordó al jardín, entre los naranjos en flor que le tocaba revisar para escoger las frutas más maduras, pero aquella mujer blanca estaba lejos de estar madura, muy apenas le estaban saliendo los pechos y lo supo porque fue ella misma quien le llevó la mano hacia ellos. Era como tocar el pecho de un niño para sentirle el latido del corazón después de una tunda, por si estaba vivo, para atenderlo, si no latía, mejor llevarlo a la fosa. Senghor tuvo miedo de que su mujer lo viera, a eso sí le tuvo más miedo, así que con cuidado la fue apartando, retirando las manos del pecho para llevar ambas hacia los hombros. Se enderezó y dijo que no con la cabeza y la voz. —¿Me van a castigar por esto?—, preguntó, mientras se limpiaba los gruesos labios de la saliva de la ama y la miraba desde su altura, agitada.
Sea lo que fuere que esa mujer estuviera buscando, Senghor no podía negarse, pero tampoco lo deseaba, si bien, había estado profundamente enamorado de niño de la madre de ella, estaba seguro que la ama que ya estaba en el cielo nunca haría eso. Tampoco podía decir que le desagradaba, era humano y era hombre, respondía a los estímulos, pero sabía que no debía ser, no así, no con ella.
Senghor- Esclavo
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Fecha de inscripción : 03/03/2018
Re: Succomber à la tentation || Senghor (FB)
Pasó por alto la resistencia del esclavo. Julie, en ese momento, se sentía irresistible y además, creía que por el mero hecho de ser blanca, Senghor necesariamente la deseaba. Si no lucía del todo convencido, era porque tenía miedo, después de todo, estaba prohibido que un esclavo tocara a su ama con esas intenciones y, de hecho, Senghor mostró esa preocupación cuando preguntó si lo iban a castigar por lo que estaban haciendo. Para Julie, la respuesta fue sencilla.
—No… No si no le cuentas a nadie. Nadie debe saber de esto, ¿bien? Ni siquiera tus amiguitos de la barricada —le sonrió de nuevo, acariciándole los cabellos de la sien—. Será nuestro pequeño secreto, ¿sí?...
Le dio un besito en los labios y lo tomó de la mano para conducirlo lejos del caballo, que se ponía nervioso al verlos. Lo llevó hasta el fondo del establo, donde había una montañita de heno que Julie pensó que podría servir como colchón. Se paró de espaldas al montón y, con una risita, jaló del esclavo, echándose hacia atrás confiada de que el heno la atajaría y de que Senghor caería encima de ella por acción de la gravedad y el peso de la misma Julie, quien flexionó las rodillas y aterrizó recostada con las piernas entreabiertas, riendo divertida. No obstante, la falda del vestido continuó cubriéndola pues no se había subido por encima de las rodillas; eso sí, estaban expuestos sus tobillos.
—Quiero que me hagas lo que hacen las parejas cuando se casan. Muéstrame cómo es —le ordenó a Senghor—. Un momento, ¿por qué te limpiaste la boca antes? —preguntó de pronto, indignada—. ¿Acaso te doy asco, esclavo? Sabes que yo debería sentir asco por ti, ¿verdad? —dijo, frunciendo el ceño.
Julie du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/02/2018
Re: Succomber à la tentation || Senghor (FB)
Senghor no tenía amigos en las barracas, nadie más que su mujer y uno de los hermanos de ésta, pero tampoco iba a decirle eso a la ama, a ella no le importaba eso. La miró con extrañeza todo el tiempo, sin entender a qué juego estaba jugando, probablemente terminaría dándole con la fusta también pero, ¿qué tan fuerte podía pegar? No tanto como los capataces, eso era un hecho. Los secretos también eran algo malo, lo sabía de primera mano, podrían desde dentro; se encontraba amarrado de manos, completamente a la merced de la ama a quién en verdad deseaba empujar para poder salir corriendo, exponiéndose a los castigos normales.
Caminó detrás de ella, mirando la pequeña figura que le jalaba de la mano hasta uno de los amontonadores de heno que servía para los caballos, sabía lo que quería mucho antes de que ella misma lo dijera. Frunció el ceño, otros esclavos, por ejemplo Kapiwa, uno de los que se encargaban de hacer la colecta de hortalizas, a veces era llamado por la misma cocinera, una mujer gorda y joven que le pedía que la montara a cambio de comida, él accedía porque la comida era comida y con el tiempo, habían conseguido hacer que les naciera una especie de afecto, ese era un secreto, uno a voces porque todos en la barraca lo sabían, en cambio, si alguien se enteraba que estaba ahí, sobre la ama que ni seguramente ni siquiera había sangrado por primera vez, no lo verían con buenos ojos, mucho menos su mujer.
Estiró los brazos, alejando el rostro del de ella y la miró a los ojos. —No puedo hacer eso—. Lo que ella dijo después lo hizo preguntarse ahora sí en serio, qué era lo que quería, ¿asco? Como el que él sentía de las heridas infectadas, así como el que los blancos sentían cuando veían en los puertos a los mercaderes, ofreciendo gente como él llena de pústulas o siendo más huesos que carne, ¿a ese asco se refería? —Babea mucho—, dijo, sincero, mientras se quitaba de encima y se quedaba con las piernas dobladas debajo del cuerpo, mirándola. ¿Y si lograba un beneficio de eso?, comida tal vez, una buena cama, volver a la casa de los sirvientes y salir de una vez de la barraca.
Le levantó la falda entonces y buscó debajo de tanta tela inútil algún vestigio de piel para poder saber que era lo que tenía que quitar y sin ninguna consideración, comenzó a bajarlo hasta dejar la larga prenda colgando de uno de los tobillos de la ama. Le levantó las piernas y sin decir nada comenzó a tocarla; debajo de sus manos llenas de callos y asperezas, la piel de la ama era suave y resentía el tacto rudo, pero él no sabía de sutilezas o más bien sí, pero no creía que ella quisiera eso.
Caminó detrás de ella, mirando la pequeña figura que le jalaba de la mano hasta uno de los amontonadores de heno que servía para los caballos, sabía lo que quería mucho antes de que ella misma lo dijera. Frunció el ceño, otros esclavos, por ejemplo Kapiwa, uno de los que se encargaban de hacer la colecta de hortalizas, a veces era llamado por la misma cocinera, una mujer gorda y joven que le pedía que la montara a cambio de comida, él accedía porque la comida era comida y con el tiempo, habían conseguido hacer que les naciera una especie de afecto, ese era un secreto, uno a voces porque todos en la barraca lo sabían, en cambio, si alguien se enteraba que estaba ahí, sobre la ama que ni seguramente ni siquiera había sangrado por primera vez, no lo verían con buenos ojos, mucho menos su mujer.
Estiró los brazos, alejando el rostro del de ella y la miró a los ojos. —No puedo hacer eso—. Lo que ella dijo después lo hizo preguntarse ahora sí en serio, qué era lo que quería, ¿asco? Como el que él sentía de las heridas infectadas, así como el que los blancos sentían cuando veían en los puertos a los mercaderes, ofreciendo gente como él llena de pústulas o siendo más huesos que carne, ¿a ese asco se refería? —Babea mucho—, dijo, sincero, mientras se quitaba de encima y se quedaba con las piernas dobladas debajo del cuerpo, mirándola. ¿Y si lograba un beneficio de eso?, comida tal vez, una buena cama, volver a la casa de los sirvientes y salir de una vez de la barraca.
Le levantó la falda entonces y buscó debajo de tanta tela inútil algún vestigio de piel para poder saber que era lo que tenía que quitar y sin ninguna consideración, comenzó a bajarlo hasta dejar la larga prenda colgando de uno de los tobillos de la ama. Le levantó las piernas y sin decir nada comenzó a tocarla; debajo de sus manos llenas de callos y asperezas, la piel de la ama era suave y resentía el tacto rudo, pero él no sabía de sutilezas o más bien sí, pero no creía que ella quisiera eso.
Senghor- Esclavo
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Fecha de inscripción : 03/03/2018
Re: Succomber à la tentation || Senghor (FB)
Alzó el rostro y lo miró con indignación cuando dijo que no podía hacer “eso”.
—No es una pregunta —le espetó, dando a entender que era, de hecho, una orden. Confiando en que con eso bastaría, Julie se recostó en el heno, esperando, ocultando la vergüenza que sintió cuando el esclavo le hizo la crítica de que babeaba mucho cuando besaba—. Pero por el resto está bien, ¿verdad? —le preguntó, mirando el techo, un tanto preocupada, ¿y si era mala besadora innata? ¿Había un hechizo que podría arreglar eso?
La mano de Senghor apartó esos pensamientos al escabullirse entre sus ropas para deshacerse de sus interiores. Julie dio un respingo ante el primer roce, luego respiró de forma anormal mientras la desvestía. Las piernas le temblaron un poco cuando la mano del negro volvió a tocarla, esta vez ahí. Dio un saltito y un gritito. Era lo que quería, pero se sentía raro cuando lo hacía otra persona. Cerró los ojos, intentando relajarse, realizando una mueca de dolor cada tanto.
—Con cuidado, esclavo… Soy pura —le dijo, algo irónico teniendo en cuenta que no era de niña buena y pura estar haciendo esas cosas fuera del matrimonio y menos con un esclavo—. ¿C-Crees en el inf-ierno, Senghor? —preguntó de pronto, siempre mirando al techo y respirando con dificultad al sentirse cada vez más excitada gracias a la mano del esclavo—. ¡Ay! ¡AHÍ! —chilló de pronto.
Julie du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/02/2018
Re: Succomber à la tentation || Senghor (FB)
Estuvo atento a los ruidos del lugar, los grillos le dieron la noción de que ya era noche, así que debía apurarse. Continuó haciendo lo que ella quería y después de un rato se encaramó sobre ella y culminó el acto con suavidad, si era pura o no como ella había dicho, era problema suyo, no de él. Fue basto, como si lo estuviera haciendo haciendo con su mujer, aunque el tiempo era menor. Terminó fuera de ella y se levantó de golpe al escuchar un ruido afuera de las caballerizas, no la iba a dejar ahí en ese estado así que la tomó de los brazos y la levantó como un saco de harina para sacarla por la puerta trasera, tumbándola a un costado de él mientras se acuclillaba y escuchaba.
Era uno de los capataces, hizo ruidos por un rato y después se fue. Senghor volvió a respirar y miró a la ama, haciéndole gestos para que no hiciera ruido. Lo único que los iluminaba era la luz de la luna que estaba en lo alto y al verla así, vulnerable, sintió eso que los blancos llamaban culpa. —El infierno es algo que su gente creo para amenazarnos, si existe, son las barracas donde mi gente vive, pero usted no debe preocuparse, los blancos no van al infierno.
Habló con más elocuencia quizás de la que se esperaría en un esclavo, después se encogió de hombros y se levantó. Le tendió la mano para que ella también se levantara y le sacudió las enaguas que tenían aún un heno, lo mismo que el cabello, se había sentido bien, pero trataba de no pensar en eso, supuso que sería como lo de la cocinera o quizás algo de una sola vez, era extraña la sensación, como cuando escapó y vio por primera vez el mar sin temor y sin deseos de arrojarse a él, además, en las manos aún tenía el aroma a los naranjos, mismo que tenía que quitarse antes de llegar a la barraca. Le tomó de la mano y la llevó de nuevo, en medio de la oscuridad, hacia el lugar donde antes estaban. Al darse cuenta que no había nadie, volvió a tumbarla, acomodándose sobre ella para besarla ahora él, de forma pausada, volviendo a acomodarla para repetir el proceso, más despacio esta vez.
Era uno de los capataces, hizo ruidos por un rato y después se fue. Senghor volvió a respirar y miró a la ama, haciéndole gestos para que no hiciera ruido. Lo único que los iluminaba era la luz de la luna que estaba en lo alto y al verla así, vulnerable, sintió eso que los blancos llamaban culpa. —El infierno es algo que su gente creo para amenazarnos, si existe, son las barracas donde mi gente vive, pero usted no debe preocuparse, los blancos no van al infierno.
Habló con más elocuencia quizás de la que se esperaría en un esclavo, después se encogió de hombros y se levantó. Le tendió la mano para que ella también se levantara y le sacudió las enaguas que tenían aún un heno, lo mismo que el cabello, se había sentido bien, pero trataba de no pensar en eso, supuso que sería como lo de la cocinera o quizás algo de una sola vez, era extraña la sensación, como cuando escapó y vio por primera vez el mar sin temor y sin deseos de arrojarse a él, además, en las manos aún tenía el aroma a los naranjos, mismo que tenía que quitarse antes de llegar a la barraca. Le tomó de la mano y la llevó de nuevo, en medio de la oscuridad, hacia el lugar donde antes estaban. Al darse cuenta que no había nadie, volvió a tumbarla, acomodándose sobre ella para besarla ahora él, de forma pausada, volviendo a acomodarla para repetir el proceso, más despacio esta vez.
Senghor- Esclavo
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Fecha de inscripción : 03/03/2018
Re: Succomber à la tentation || Senghor (FB)
De pronto, mientras gemía, se dio cuenta de que eso era lo que ella misma se hacía, y como quería probar cosas nuevas (que con los blancos no podía intentar), incitó a Senghor a besarla y, mientras el esclavo obedecía, bajó una mano para tocarle el sexo, retirándola después, al sentirlo tan duro y grande que casi dudó de que eso pudiera caber en ella. ¿Sería físicamente posible el sexo entre negros y blancas?
Tuvo miedo y por eso en un principio costó, pero no quiso rendirse y fue por eso que sintió como una cortada y unas gotas de sangre le mancharon la parte interna del vestido. Gimió de dolor, pero a pesar de este, conforme Senghor continuó, sintió cierto placer.
No supo cuánto tiempo duró el acto, pero a ella le pareció rápido, es decir, horas atrás era virgen y ahora, así de simple, ya no lo era. Lástima que los ruidos los hubiesen forzado a ambos a levantarse a los apurones y escapar. Aquello le gustó, le dio adrenalina, pero en cierta forma también sintió que le había arruinado el momento, y era culpa suya por elegir el maldito establo como un lugar para tener relaciones sexuales. Cerró los ojos, pidiéndole a Dios que el capataz que había entrado no notara la forma de su cuerpo marcada en el heno ni ningún otro indicio de que había estado allí.
Cuando el peligro pasó, escuchó a Senghor. No dijo nada, pero le dio cierta tranquilidad que afirmara que el infierno estaba en la Tierra y que, si no, de todas formas no era para blancos. Al menos eso fue lo que entendió.
Se levantó con la ayuda de él y dejó que le sacudiera el heno, sin esperar que poco después volviera a tumbarla sobre éste. Correspondió al beso, aunque ya no se sentía tan osada como hasta hacía un rato, estaba procesando lo que acababa de pasar: lo había hecho, sí, y con un esclavo. Se separó de sus labios y, repentinamente asustada, murmuró:
—Me tengo que ir —le dijo, levantándose de pronto tan fuerte que se mareó un poco. Se colocó como pudo los interiores que antes había llevado en la mano cuando huyeron del capataz, y salió corriendo de allí, no sin antes advertirle al esclavo—: Serás recompensado.
Julie du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Re: Succomber à la tentation || Senghor (FB)
Fue extraño, no se sentía como normalmente sentía al montar a su mujer u otras esclavas antes que ella, pero supuso que era por la persona y la situación. No terminó, sino que fue ella quien lo empujó esa vez y la dejó marcharse a prisa queriendo entender su estado, pero no lo logró. Se tumbó boca arriba donde antes había estado la ama y cerró los ojos, recordando el mar que de pronto se le hizo infinito, terminando él solo a falta de algo más.
Pensó en el Almirante también, en como al haber hecho eso le había escupido la cara pero, una cierta satisfacción maliciosa lo llenó, era como una venganza a todo lo que le habían hecho, aunque esa mujer no tuviera la culpa de nada, si la tenían los blancos, raza a la que ella pertenecía. Había sido una especie de venganza, pero la culpa seguía ahí. De igual forma, evitó pensar en eso y después de un rato se levantó, caminando de memoria y casi a ciegas hasta llegar al patio trasero de la casa de los sirvientes, ahí vio a la cocinera entrar y luego volteó hacia la barraca, donde él debía ir. Al llegar, su mujer estaba tendida boca abajo, con un montón de pedazos de cebollas con vinagre en los fuetazos.
Senghor se sentó en la orilla del catre y le dio un beso en la frente. En silencio, pensó en lo que haría mañana, en lo que haría el día siguiente, el siguiente y así hasta que los días de su vida se acabaran. No quiso eso, ni para él ni para la mujer que yacía junto a él. Quizás... Podría aspirar a algo más. ¿Por qué no...?
Pensó en el Almirante también, en como al haber hecho eso le había escupido la cara pero, una cierta satisfacción maliciosa lo llenó, era como una venganza a todo lo que le habían hecho, aunque esa mujer no tuviera la culpa de nada, si la tenían los blancos, raza a la que ella pertenecía. Había sido una especie de venganza, pero la culpa seguía ahí. De igual forma, evitó pensar en eso y después de un rato se levantó, caminando de memoria y casi a ciegas hasta llegar al patio trasero de la casa de los sirvientes, ahí vio a la cocinera entrar y luego volteó hacia la barraca, donde él debía ir. Al llegar, su mujer estaba tendida boca abajo, con un montón de pedazos de cebollas con vinagre en los fuetazos.
Senghor se sentó en la orilla del catre y le dio un beso en la frente. En silencio, pensó en lo que haría mañana, en lo que haría el día siguiente, el siguiente y así hasta que los días de su vida se acabaran. No quiso eso, ni para él ni para la mujer que yacía junto a él. Quizás... Podría aspirar a algo más. ¿Por qué no...?
Senghor- Esclavo
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