AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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L'homme qui a vu tes chevilles || Fleur
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L'homme qui a vu tes chevilles || Fleur
Aquella mañana llegó el correo y Julie, que hacía rato que, tras haber roto con Monsieur Courtemanche, esperaba una misiva de súplica de su parte (aunque obviamente no fuera a firmarla con su nombre real), se levantó de la cama de un salto para ir a recibir al cartero en cuanto lo escuchó.. En ropa de dormir, corrió hasta la puerta de entrada sólo para encontrar que el cartero se había ido ya. Así que le tocó quitarle las cartas de las manos a Gertrude con cierta brusquedad. Mientras ésta le reclamaba que fuera más suave, Julie se alejó de ella para llevar las cartas a la mesa del comedor. Gertrude la siguió, mas pasó de largo hacia la cocina, donde estaba preparando el desayuno para las mellizas.
Julie se quedó viendo la correspondencia y desechó despreocupada todo lo que no llevaba su nombre en el sobre. Excepto por una carta en particular que sólo decía «Mademoiselle du Bouëxic de Guich». Miró a un lado y al otro, y al ver que no había nadie en los alrededores, la abrió, extrañada pero entusiasmada porque juraba que era para ella y, más aún, que era de parte de alguno de sus pretendientes, alguno medio idiota que no recordaba que tenía una hermana y ambas eran Mademoiselle de Bouëxic de Guich. Se dispuso a leer algo elaborado, pero con una caligrafía horrible (como la de un niño que recién empieza a escribir), en el papel sólo decía:
estimada Fleurtrude,
Julie se llevó una mano a la boca. En eso, apareció Gertrude. Ella escondió la carta.
—¿Quieres desayunar, pequeña?
Estaba a punto de apoyar la bandeja en la mesa del comedor. Julie, rápida, la detuvo.
—Sí, pero no aquí, mejor me voy a mi cuarto a desayunar con mi hermana, ya terminé con la correspondencia. ¿Esto es lo de ambas? —Gertrude asintió, entonces ella echó la carta abierta encima de la bandeja y raudamente la tomó para que la criada no la viera (igual no veía nada, era corta de vista)—. Yo la llevo, no te preocupes —se ofreció, y fue directo hacia la habitación del fondo que Fleur había proclamado como propia tras enterarse de lo de Senghor. A Julie todavía le dolía que durmiesen separadas, pero algo le decía que no faltaba mucho para que volvieran a estar unidas de nuevo.
Tocó la puerta y entró, sin esperar respuesta. Fleur aún dormía. La despertó llamándola despacio y anunciando que era hora del desayuno. Se sentó en la cama, colocó la bandeja en una parte libre del colchón y esperó a que viera la carta.
—Es para ti —informó—. A mí nadie me ha visto los tobillos últimamente…
Julie se quedó viendo la correspondencia y desechó despreocupada todo lo que no llevaba su nombre en el sobre. Excepto por una carta en particular que sólo decía «Mademoiselle du Bouëxic de Guich». Miró a un lado y al otro, y al ver que no había nadie en los alrededores, la abrió, extrañada pero entusiasmada porque juraba que era para ella y, más aún, que era de parte de alguno de sus pretendientes, alguno medio idiota que no recordaba que tenía una hermana y ambas eran Mademoiselle de Bouëxic de Guich. Se dispuso a leer algo elaborado, pero con una caligrafía horrible (como la de un niño que recién empieza a escribir), en el papel sólo decía:
estimada Fleurtrude,
tienes lindos tobillos
espero que estés bien
espero que estés bien
Julie se llevó una mano a la boca. En eso, apareció Gertrude. Ella escondió la carta.
—¿Quieres desayunar, pequeña?
Estaba a punto de apoyar la bandeja en la mesa del comedor. Julie, rápida, la detuvo.
—Sí, pero no aquí, mejor me voy a mi cuarto a desayunar con mi hermana, ya terminé con la correspondencia. ¿Esto es lo de ambas? —Gertrude asintió, entonces ella echó la carta abierta encima de la bandeja y raudamente la tomó para que la criada no la viera (igual no veía nada, era corta de vista)—. Yo la llevo, no te preocupes —se ofreció, y fue directo hacia la habitación del fondo que Fleur había proclamado como propia tras enterarse de lo de Senghor. A Julie todavía le dolía que durmiesen separadas, pero algo le decía que no faltaba mucho para que volvieran a estar unidas de nuevo.
Tocó la puerta y entró, sin esperar respuesta. Fleur aún dormía. La despertó llamándola despacio y anunciando que era hora del desayuno. Se sentó en la cama, colocó la bandeja en una parte libre del colchón y esperó a que viera la carta.
—Es para ti —informó—. A mí nadie me ha visto los tobillos últimamente…
Julie du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/02/2018
Re: L'homme qui a vu tes chevilles || Fleur
Madame Renoir las puso serias a ambas. No podían seguir sin hablarse, aunque el regaño, que más bien fue una petición amorosa, recayó más en Fleur, algo que Mimí, como amorosamente la llamaban, le sentó muy mal. Puso especial cuidado en ella, después de todo, estaba al tanto de aquel fuerte episodio en el bosque aledaño al château de la familia; Fleur no estaba ni mínimamente lista para hacer cosas así y había hecho muy mal, de no haber sido por Joyce, hubiese muerto irreparablemente. Eso no se los dijo a las mellizas, lo escribiría en sus memorias después y más tarde, cuando ellas dos hubiesen arreglado sus diferencias, podría comenzar a hablarles de lo que vendría en meses posteriores, debían estar listas ya que ese año cumplirían los dieciséis años y en sus destinos comenzaba a forjarse una tormenta imprevista. —Entonces confío en que todo estará bien entre ambas, ¿verdad?—, preguntó al despedirse de las niñas, después dejó un par de besos en las mejillas de ambas y se marchó, dejando su esencia en toda la mansión. Fleur sin embargo, aún no estaba lista, no por el mismo sentimiento de desagrado hacia su hermana sino por vergüenza, había tenido pensamientos horribles contra ella y todo por culpa de ese sucio gitano, le pidió, eso sí, más amable, que se retirara por lo menos ese día, que hablarían después.
Sin embargo, al día siguiente cuando muy temprano bajó por un vaso de leche bronca, escuchó a las cocineras reírse a carcajadas, queriendo saber el motivo de dicha diversión, casi cayó de espaldas al escuchar su nombre y después el incidente de la tarde anterior, tergiversado horriblemente por cada una de las personas que lo adornó con sus propias palabras y desvaríos. Decían pues, que un hombre de muy mala reputación le había acariciado los muslos en plena calle, pero después Cosima, una de las sirvientas, corrigió aquella versión, Fleur esperaba que fuese la real, pero fue peor, ya que se rumoreaba que Fleur, porque así se refirió a ella, con esa desfachatez, era amiga íntima de un gitano. El sonido que hizo no fue humano, entre la indignación y la vergüenza, Fleur corrió hacia su habitación envuelta en colores escarlatas, completamente horrorizada por cada una de las palabras y risas de las que era objeto. Estaba perdida, ahora era peor que Marion a los ojos de la sociedad, Dios mío, Dios mío, repetía una y otra vez entre llantos, mismos que llevaron a Gertrude hacia su habitación. —Tranquila, tranquila, te va a hacer daño—, decía la pobre mujer, mientras la intentaba contener entre sus brazos. Tras lloriquear histérica un buen rato, se calmó solamente cuando pudo dormir después de que se le dio un poco de láudano, el cual la hizo dormir todo el día y parte de la noche. Tampoco pudo hablar con Marion.
Al día siguiente, cuando su hermana la despertó suavemente, olisqueó en el aire los bizcochitos de Gertrie y se removió, sonriendo, mareada aún por la fuerte bebida, se incorporó despacio, tomando de la charola una fresa enorme y gorda la cual mordió con ansias, ahí vio una nota y alzó una ceja, miró a su hermana y después de nuevo la nota. Sintió que la sangre se le iba a los pies y de no ser porque afortunadamente estaba recostada, seguramente se habría ido al suelo por las palabras de la insensata de su hermana. —¿Qué dices?—, preguntó, tragándose la fresa a medio masticar, doliéndose en la garganta cuando sintió que ésta no tenía espacio suficiente, tosió y tragó por completo, tomando con los dedos temblorosos la misiva. La abrió y leyó, palideciendo primero para después encenderse. Lo peor es que el rostro de su hermana reflejaba una cierta satisfacción, maldita, pensó, poniendo atención en la nota. El papel estaba sucio y si lo acercaba, podía sentir el aroma fuerte del gitano, apretó los labios y después tuvo que enfrentarse a Julie, pero no podía decir nada, estaba completamente trabada de vergüenza. —No es lo que tú crees...
Sin embargo, al día siguiente cuando muy temprano bajó por un vaso de leche bronca, escuchó a las cocineras reírse a carcajadas, queriendo saber el motivo de dicha diversión, casi cayó de espaldas al escuchar su nombre y después el incidente de la tarde anterior, tergiversado horriblemente por cada una de las personas que lo adornó con sus propias palabras y desvaríos. Decían pues, que un hombre de muy mala reputación le había acariciado los muslos en plena calle, pero después Cosima, una de las sirvientas, corrigió aquella versión, Fleur esperaba que fuese la real, pero fue peor, ya que se rumoreaba que Fleur, porque así se refirió a ella, con esa desfachatez, era amiga íntima de un gitano. El sonido que hizo no fue humano, entre la indignación y la vergüenza, Fleur corrió hacia su habitación envuelta en colores escarlatas, completamente horrorizada por cada una de las palabras y risas de las que era objeto. Estaba perdida, ahora era peor que Marion a los ojos de la sociedad, Dios mío, Dios mío, repetía una y otra vez entre llantos, mismos que llevaron a Gertrude hacia su habitación. —Tranquila, tranquila, te va a hacer daño—, decía la pobre mujer, mientras la intentaba contener entre sus brazos. Tras lloriquear histérica un buen rato, se calmó solamente cuando pudo dormir después de que se le dio un poco de láudano, el cual la hizo dormir todo el día y parte de la noche. Tampoco pudo hablar con Marion.
Al día siguiente, cuando su hermana la despertó suavemente, olisqueó en el aire los bizcochitos de Gertrie y se removió, sonriendo, mareada aún por la fuerte bebida, se incorporó despacio, tomando de la charola una fresa enorme y gorda la cual mordió con ansias, ahí vio una nota y alzó una ceja, miró a su hermana y después de nuevo la nota. Sintió que la sangre se le iba a los pies y de no ser porque afortunadamente estaba recostada, seguramente se habría ido al suelo por las palabras de la insensata de su hermana. —¿Qué dices?—, preguntó, tragándose la fresa a medio masticar, doliéndose en la garganta cuando sintió que ésta no tenía espacio suficiente, tosió y tragó por completo, tomando con los dedos temblorosos la misiva. La abrió y leyó, palideciendo primero para después encenderse. Lo peor es que el rostro de su hermana reflejaba una cierta satisfacción, maldita, pensó, poniendo atención en la nota. El papel estaba sucio y si lo acercaba, podía sentir el aroma fuerte del gitano, apretó los labios y después tuvo que enfrentarse a Julie, pero no podía decir nada, estaba completamente trabada de vergüenza. —No es lo que tú crees...
Fleur du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Re: L'homme qui a vu tes chevilles || Fleur
Para Julie, fue imposible ocultar el divertimento que le provocaba esta situación, más cuando vio la expresión en el rostro de su hermana al oírla y, después, al leer la carta. Tanto que la juzgaba… y ahora ella tenía un admirador al que le gustaban sus tobillos. Lo mejor del caso era que, aunque no estuviera firmada la misiva, claramente se trataba del gitano que había encontrado en el centro de la ciudad y que la ayudó cuando tuvo aquel desvanecimiento. El mismo al que ella había llamado por el nombre, Gyuri. Sonrió, cómplice. Fleur ya no podría decir mucho de que Marion había estado con un esclavo, si ella tenía algo con un gitano...
—¿Y qué sabes tú qué es lo que creo? —dijo la menor de las mellizas, acomodándose en el colchón—: Bueno, te diré. Creeeeo —añadió con un cantito burlesco— que se trata del gitano que te llevó hasta el carruaje cuando estabas desmayada. Él vio tus tobillos —recordó. Sí, ¿quién más podía ser?—. Creo también que hay algo que no me estás contando, porque si mal no recuerdo lo llamaste por el nombre y sé que puedes saberlo sin que te lo diga, pero ¿por qué lo llamarías por el nombre si él no te lo ha dicho? —planteó algo que ya le había planteado en el momento pero quedó en el aire, ahora necesitaba una respuesta, ¿de dónde lo conocía?—. ¿Por qué él te llama Fleurtrude, por cierto? —agregó con el ceño fruncido. Era un nombre horrible, mezcla de Fleur con Gertrude.
Julie du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Re: L'homme qui a vu tes chevilles || Fleur
—¡Cállate o te dejo muda hasta que te cases!—, amenazó, cuando Marion se burló de ella con ese tonito que tanto la irritaba cuando se trataba de ella; es decir, siempre que ellas mismas criticaban a otras señoritas, apoyaba las vocecitas que Marion hacía para acentuar la burla y la ironía, pero al tratarse de ella misma, era insoportable. Fleur arrugó la misiva entre los dedos rojos por la fresa, pero se negó a botarla porque definitivamente iría a decirle un par de palabras a ese gitano atrevido, lo peor era que, sentía algo en la barriga que la hacía querer reírse, pero le podía más su buena consciencia así que siguió así, enfurruñada, mientras Julie exigía respuestas. Suspiró profundamente y le contó lo de los cazadores aquella noche que salió sola del castillo, lo que podía recordar con nitidez al menos, pero ala llegar a la parte de la criatura, guardó silencio. —Creo que lo hirieron por accidente—, mintió lo mejor posible, desviando la mirada hacia una esquina de la habitación, después subió la vista hacia el techo y cerró los ojos, encorvando la espalda, dejado las clavículas marcadas. —Lo ayudé, con un par de hechizos, después me desvanecí y desperté al día siguiente, él estaba ahí y me dijo su nombre y yo le quise mentir y le di ese nombre tan feo porque ya había comenzado el Fleur y bueno...
Soy mala para mentir, pensó, mientras flexionaba las piernas y se abrazaba fuertemente a ellas, apoyando una mejilla en los huesos cubiertos por el algodón puro y suave de su corpiño. —Lo que no sé es como supo dónde vivíamos, debería denunciarle—, dijo, arrepintiéndose de inmediato. —¿Sabes que Cosima y las otras cocineras creen que soy su amiga íntima? Dios mío, Marion, ¿cómo pudo pasarme esto a mi?, ¿ahora que voy a hacer? Si eso llega a oídos de nuestra tía...— Apretó los ojos, alejando esos pensamientos, se acarició las piernas hasta los tobillos del delito y sintió una especie de sensación que le alteró la respiración, la fuerza del gitano, el cómo pudo rodearlos con las manos fácilmente... Se mordió el labio inferior y después, dándose cuenta de su comportamiento, bajó las piernas y se levantó de la cama con la intención de ir a lavarse las manos y el rostro. —Esto es horrible—, chilló, con las manos contra el rostro empapado de agua de rosas.
Soy mala para mentir, pensó, mientras flexionaba las piernas y se abrazaba fuertemente a ellas, apoyando una mejilla en los huesos cubiertos por el algodón puro y suave de su corpiño. —Lo que no sé es como supo dónde vivíamos, debería denunciarle—, dijo, arrepintiéndose de inmediato. —¿Sabes que Cosima y las otras cocineras creen que soy su amiga íntima? Dios mío, Marion, ¿cómo pudo pasarme esto a mi?, ¿ahora que voy a hacer? Si eso llega a oídos de nuestra tía...— Apretó los ojos, alejando esos pensamientos, se acarició las piernas hasta los tobillos del delito y sintió una especie de sensación que le alteró la respiración, la fuerza del gitano, el cómo pudo rodearlos con las manos fácilmente... Se mordió el labio inferior y después, dándose cuenta de su comportamiento, bajó las piernas y se levantó de la cama con la intención de ir a lavarse las manos y el rostro. —Esto es horrible—, chilló, con las manos contra el rostro empapado de agua de rosas.
Fleur du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Re: L'homme qui a vu tes chevilles || Fleur
Julie rió, aún sabiendo que un hechizo que la dejara muda hasta que se casara sería una buena represalia, porque ella no tenía ni el más mínimo plan de contraer matrimonio. Por eso mismo lo decía Fleur, probablemente.
Calmó la risa cuando su hermana empezó a contarle la historia de cómo había conocido al gitano, algo que no esperaba que hiciera en realidad. Escuchó atentamente, guardándose las expresiones de asombro.
—Es que Fleurtrude ni siquiera es un nombre —dijo—. Bueno, si sabe el apellido puede haber averiguado nuestra dirección, no creo que sea tan difícil —imaginó, pensando en la fama que albergaban las mellizas du Bouëxic de Guich—. ¿Amiga solamente? —planteó, consciente de la gravedad de la situación y de cómo podría evolucionar, básicamente pensaba que no tardarían en inventar más cosas, como que andaba con él en otro sentido más allá de la amistad.
La propia Julie se había acostado con un esclavo, pero nadie lo sabía excepto Fleur, no había habladurías al respecto. En ese sentido, su hermana la estaba pasando peor. No le gustaba verla sufrir, pero cuando preguntó «por qué me pasa esto a mí», pensó en una suerte de castigo divino por cómo la había tratado cuando supo lo de Senghor. Y, en el fondo, sintió cierta satisfacción que inmediatamente la hizo sentir culpable también.
—Ya lo van a olvidar, Fleur, todo estará bien mientras no vuelvan a verte cerca de él o mientras no siga mandándote cartas. Tienes suerte de que yo haya visto esta y no alguna de las chismosas que tenemos ahí abajo —dijo en referencia a las sirvientas.
Julie du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Re: L'homme qui a vu tes chevilles || Fleur
Comenzó a dudar si era prudente seguir empleando a esas mujeres. Tenían años trabajando en la Mansión y contaban con cierta confianza por parte de la tía Rossini, sin embargo, a Fleur no le había gustado que esos chismes llegaran a su casa, así que tomó una decisión mientras se secaba las manos y el rostro. —Esa carta es un peligro—, sentenció, más para sí misma que para su hermana. Tocó la campanilla de cristal y en el instante llegó Gertrude, agitada por la carrera; fue ella quien la ayudó a vestirse en total silencio y cuando estuvo lista, la hizo bajar para llamar a toda la servidumbre, más que nada a Cosima y la otra chismosa. —¿Por qué abriste mi correspondencia?—, reclamó poco después a su hermana, antes de sentarse en el borde de la cama para tomar un poco del desayuno junto a ella, tolerando su presencia porque ahora las dos gozaban de cierta famita. A Marion parecía no interesarle, pero a Fleur sí, porque de un chisme se podrían pasar a otro y otro y otro y entonces sí estarían en problemas si se revive todo el asunto de que su madre era una hechicera y demás supercherías que, por supuesto, eran verdad.
—¿Vienes?—, preguntó, levantándose con toda la solemnidad que le daba ser hija de un Almirante, no sin antes tomar la carta, doblarla y meterla en la manga de su vestido. Se acomodó la pomposa falda y el cabello suelto en una media cola por ese día, meciéndose las puntas al vaivén de sus pasos suaves, rozando al menos dos manos abajo de la diminuta cintura. Al llegar al primer escalón de mármol, observó a la servidumbre con ese sino de nerviosismo natural, habían hecho algo malo y estaban conscientes de eso, por lo tanto, ella como señora de la casa debía solucionar. Bajó poco a poco y al llegar al antepenúltimo de los escalones, llevó las manos hacia su vientre y alzó el mentón, observando con a Cosima primeramente, recayendo en ella todo el desdén que pocos conocían en Fleur; era verdad que su rostro aparentaba una dulzura casi sobrenatural, pero esos mismos rasgos delicados a veces se endurecían al punto de reflejar el mayor de los desprecios, pocos, muy pocos eran los que tenían que cargar con eso. —Hace un rato bajé a tomar el desayuno y las he escuchado parlotear sobre un asunto demasiado penoso que me atañe de forma personal. Cosima, reúne tus cosas y vete.
—Pero Mademo...— Quiso defenderse la mujer, quedándose callada cuando vio que el gesto, de por sí severo de Fleur, se endurecía más. Miró también a la otra melliza, como si le pidiera que abogara por ella, lo mismo a Gertrude, atónita en el primer puesto de la fila. Mademoiselle Fleur nunca había hecho eso.
—¿Tienes alguna objeción? No voy a premiar tus falsedades teniéndote aún bajo mi techo, dejando que me sirvas sabiendo que envenenas el aire hablando de mí... Los demás, retírense y espero que piensen bien antes de volver a abrir la boca en contra de sus Señoras. Marion, saldremos, prepárate.
—¿Vienes?—, preguntó, levantándose con toda la solemnidad que le daba ser hija de un Almirante, no sin antes tomar la carta, doblarla y meterla en la manga de su vestido. Se acomodó la pomposa falda y el cabello suelto en una media cola por ese día, meciéndose las puntas al vaivén de sus pasos suaves, rozando al menos dos manos abajo de la diminuta cintura. Al llegar al primer escalón de mármol, observó a la servidumbre con ese sino de nerviosismo natural, habían hecho algo malo y estaban conscientes de eso, por lo tanto, ella como señora de la casa debía solucionar. Bajó poco a poco y al llegar al antepenúltimo de los escalones, llevó las manos hacia su vientre y alzó el mentón, observando con a Cosima primeramente, recayendo en ella todo el desdén que pocos conocían en Fleur; era verdad que su rostro aparentaba una dulzura casi sobrenatural, pero esos mismos rasgos delicados a veces se endurecían al punto de reflejar el mayor de los desprecios, pocos, muy pocos eran los que tenían que cargar con eso. —Hace un rato bajé a tomar el desayuno y las he escuchado parlotear sobre un asunto demasiado penoso que me atañe de forma personal. Cosima, reúne tus cosas y vete.
—Pero Mademo...— Quiso defenderse la mujer, quedándose callada cuando vio que el gesto, de por sí severo de Fleur, se endurecía más. Miró también a la otra melliza, como si le pidiera que abogara por ella, lo mismo a Gertrude, atónita en el primer puesto de la fila. Mademoiselle Fleur nunca había hecho eso.
—¿Tienes alguna objeción? No voy a premiar tus falsedades teniéndote aún bajo mi techo, dejando que me sirvas sabiendo que envenenas el aire hablando de mí... Los demás, retírense y espero que piensen bien antes de volver a abrir la boca en contra de sus Señoras. Marion, saldremos, prepárate.
Fleur du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Re: L'homme qui a vu tes chevilles || Fleur
—El sobre sólo ponía «Mademoiselle du Bouëxic de Guich». Pensé que era para mí —explicó Marion con simpleza, encogiéndose levemente de hombros, con toda la naturalidad del mundo, pues estaba cien por ciento tranquila al no estar mintiendo—. ¿Adónde vamos? —preguntó cuando vio que Fleur tenía intenciones de bajar hacia la primera planta, tras haber mandado a llamar a los sirvientes de la casa. Supuso que estaba en camino una situación interesante de ver, así que de inmediato se levantó para ir detrás de su hermana—. ¿Qué vas a hacer? —indagó, pero no hizo falta respuesta, ésta era obvia y ella no se iba a perder el momento por nada del mundo.
Bajó las escaleras detrás de Fleur, levantando apenas el camisón con el que dormía. Se colocó a un lado de su melliza, mucho más elegante y aliñada, con un porte de señora de la casa que claramente intimidó a los sirvientes. Marion disfrutó viendo sus caras de terror mientras Fleur explicaba las razones por las que los había mandado a llamar. Pero ¿esperaba realmente que echara a la calle a Cosima? Se llevó una mano a la boca cuando la oyó, pero más allá de la sorpresa, contuvo una risa. Te jodiste, Cosima. No la iba a extrañar, no le caía del todo bien y no hizo nada cuando Cosima la miró como buscando que la ayudara. Sólo abrió un poco los brazos en señal de resignación, como diciéndole «no hay nada que hacer, si esto es lo que quiere mi hermana».
Escuchó las últimas advertencias de Fleur a la servidumbre y, luego, asintió con la cabeza y salió disparada hacia el cuarto.
—Sí, hermana —dijo—. Gertrude, ayúdame a vestirme.
Se fue con la criada y volvió minutos más tarde envuelta apropiadamente en un vestido verde esmeralda y dorado, colores que sabía que le quedaban especialmente bien. Se enroscó el pelo con los dedos, en un intento de rearmar un bucle medio caído.
—¿Adónde vamos, entonces?
Julie du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Re: L'homme qui a vu tes chevilles || Fleur
Los demás sirvientes, asustados, en silencio y aún en esa patética y tensa fila, regresaron a sus labores, excepto Cosima, quién lloraba y extendía sus pasos hacia la puerta trasera, rumbo al ala de servidumbre donde tendría que vaciar los dos cajones que se le daban para sus cosas personales. Gertrude, aún sin creerse lo que su ama había hecho, sguió a la menor de las mellizas y la ayudó a vestirse rápidamente, tropezando por la temblorina de sus manos, temiendo correr un día la misma suerte. Fleur por su parte, aún de pie en las escaleras, repasaba en su cabeza una y otra vez las frases que quería decirle al gitano atrevido ese, porque iba directamente a su tienda a arrojarle en la cara su nota y reclamar esa falta enorme de respeto, ¿quién se creía ese pelafustán? Los pasos de Marion, más rápidos que los suyos, la despertaron e hicieron volver a la realidad, le sonrió por primera vez en muchos días a su hermana y la hizo avanzar con un gesto. —Gertrude, saldremos solas, tú te encargarás de ver que Cosima no se lleve nada más que lo que trajo, tampoco le darás ni un solo franco, ¿escuchaste? Dile también que si a mis oídos llegan rumores de que habla de mi o de mi hermana, haré que le prendan fuego en la plaza pública.
Acto seguido, bajó los escalones que le faltaban y tomó del brazo a Marion para salir de la Mansión, sin decir nada más ni voltear hacia atrás, el coche ya estaba listo pues uno de los sirvientes que habían presenciado todo era el mayordomo de la casa y había dispuesto ya que todo estuviera listo. Indicó al chofer que necesitaban el carruaje cerrado y demoraron un poco más en lo que se hacía el cambio. Aunque todos comenzaron a moverse más rápido, queriendo evitar que Fleur los echara. Cuando ambas niñas se fueron, todos en la casa comenzaron a respirar de nuevo, sin atreverse a decir una sola palabra. Gertrude pasó el recado íntegro a Cosima y le retiró los dos bultos de enaguas viejas que llevaba. Las echaron a la chimenea de la cocina y de ella no volvió a hablarse, no en la Mansión, quizás sí en las buhardillas de la servidumbre. Dentro del carruaje, Fleur sacó la carta de la manga de su vestido y la volvió a leer, enrojeciéndose como la primera vez. Alzó una ceja y la arrugó en su mano, conteniendo las ganas de romperla. —Iremos a la tienda del gitano ese, creo que queda cerca de donde ocurrió todo aquello.
No lo recordaba bien, pero cuando el carruaje paró justo en el centro y vio las calles, solamente le hizo falta seguir el calor y el color que emanaba aquella criatura. Se arregló el cabello una vez abajo del coche y esperó por Julie, una pizca de ese molesto malestar la atravesó, ¿y si Julie en esa ocasión si hacía lo que ella había temido en aquel primer encuentro? Quizás hubiese sido mejor hacerla esperar, ahora ya era demasiado tarde. —¿No quieres ir a otro lado mientras yo hago esto?—, se jugó esa carta, mientras avanzaba hacia el lugar y se acomodaba sobre el pecho un par de mechones de cabello cobrizo, casi rubio, casi verde... Tan particular en ellas dos, tan escandaloso para los demás. —Aquí es—, dijo, sintiendo cerca el aura, la energía, el calor. Se mordió el labio inferior y de nuevo, alzando el mentón, se recompuso y retomó el papel que había interpretado al echar a Cosima del servicio. Empujó la puerta, que al instante rechinó y algo cascabeleó sobre las cabezas de las mellizas, ahí dentro olía raro, a tabaco y algo más que no pudo percibir. Caminó un poco hacia un costado de un par de anaqueles y miró ahí al gitano inclinado hacia el mostrador, muy cerca de una mujer de menor estatus, se notaba por el vestido horroroso que llevaba. Fleur se encendió ahí mismo y aún más molesta, aclaró la garganta para llamar la atención, deseando acabar con esa escena de picardía entre ese descarado y aquella mujerzuela. Era demasiado notoria la diferencia entre las tres mujeres, las mellizas eran como dos lienzos luminosos en aquel lugar modesto.
Acto seguido, bajó los escalones que le faltaban y tomó del brazo a Marion para salir de la Mansión, sin decir nada más ni voltear hacia atrás, el coche ya estaba listo pues uno de los sirvientes que habían presenciado todo era el mayordomo de la casa y había dispuesto ya que todo estuviera listo. Indicó al chofer que necesitaban el carruaje cerrado y demoraron un poco más en lo que se hacía el cambio. Aunque todos comenzaron a moverse más rápido, queriendo evitar que Fleur los echara. Cuando ambas niñas se fueron, todos en la casa comenzaron a respirar de nuevo, sin atreverse a decir una sola palabra. Gertrude pasó el recado íntegro a Cosima y le retiró los dos bultos de enaguas viejas que llevaba. Las echaron a la chimenea de la cocina y de ella no volvió a hablarse, no en la Mansión, quizás sí en las buhardillas de la servidumbre. Dentro del carruaje, Fleur sacó la carta de la manga de su vestido y la volvió a leer, enrojeciéndose como la primera vez. Alzó una ceja y la arrugó en su mano, conteniendo las ganas de romperla. —Iremos a la tienda del gitano ese, creo que queda cerca de donde ocurrió todo aquello.
No lo recordaba bien, pero cuando el carruaje paró justo en el centro y vio las calles, solamente le hizo falta seguir el calor y el color que emanaba aquella criatura. Se arregló el cabello una vez abajo del coche y esperó por Julie, una pizca de ese molesto malestar la atravesó, ¿y si Julie en esa ocasión si hacía lo que ella había temido en aquel primer encuentro? Quizás hubiese sido mejor hacerla esperar, ahora ya era demasiado tarde. —¿No quieres ir a otro lado mientras yo hago esto?—, se jugó esa carta, mientras avanzaba hacia el lugar y se acomodaba sobre el pecho un par de mechones de cabello cobrizo, casi rubio, casi verde... Tan particular en ellas dos, tan escandaloso para los demás. —Aquí es—, dijo, sintiendo cerca el aura, la energía, el calor. Se mordió el labio inferior y de nuevo, alzando el mentón, se recompuso y retomó el papel que había interpretado al echar a Cosima del servicio. Empujó la puerta, que al instante rechinó y algo cascabeleó sobre las cabezas de las mellizas, ahí dentro olía raro, a tabaco y algo más que no pudo percibir. Caminó un poco hacia un costado de un par de anaqueles y miró ahí al gitano inclinado hacia el mostrador, muy cerca de una mujer de menor estatus, se notaba por el vestido horroroso que llevaba. Fleur se encendió ahí mismo y aún más molesta, aclaró la garganta para llamar la atención, deseando acabar con esa escena de picardía entre ese descarado y aquella mujerzuela. Era demasiado notoria la diferencia entre las tres mujeres, las mellizas eran como dos lienzos luminosos en aquel lugar modesto.
Fleur du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Re: L'homme qui a vu tes chevilles || Fleur
La señorita Bonnet era una clienta habitual de clase media que le había comprado una de las tantas pulseras que hacía él como artesano. Se la estaba probando sobre el mostrador cuando percibió el aura y el olor particular de Fleur du Bouëxic de Guich, a quien él continuaba llamando Fleurtrude para molestarla. Supo, entonces, que lo de la carta había funcionado.
No esperó que le contestara. De hecho, no había puesto nada en la zona del remitente, de manera tal que no pudiera responderle por escrito, precisamente porque prefería mil veces verla en persona. Y lo había logrado. La había atraído hasta la tienda, donde la reencontró aquella vez. Oyó su carraspeo y, aunque evidentemente estaba molesta, él reaccionó con genuina alegría de verla:
—¡Mademoiselle Fleurtrude! —dijo, alzando levemente los brazos del otro lado del mostrador. La pulsera que soltó en el proceso, la cual había creído bien agarrada, se deslizó por la muñeca de la clienta hasta caer al suelo, generando en ella un grito ahogado mientras se agachaba a levantarla—. No se preocupe, mademoiselle, mis artesanías no se rompen tan fácilmente —alardeó en broma, aunque era cierto que hacía las cosas tan fuertes como podía. Regresó entonces la atención a Fleur—: Perdone la interrupción, ¿qué la trae por aquí, Mademoiselle Fleurtrude? —la trató de usted ante la presencia de la señorita Bonnet, pero eso cambiaría cuando ésta se marchara, minutos más tarde—. Entonces, ¿la va a llevar, mademoiselle? —le dijo de vuelta a Bonnet refiriéndose a la pulsera que ella había vuelto a colocar en su brazo para contemplarla.
La mujer, no tan joven como las mellizas que acababan de entrar en la tienda, afirmó diciéndole que le encantaba, lo felicitó y de su pequeño bolso sacó los francos que él le había pedido de antemano a cambio de la joya. Los entregó, Gyuri le preguntó si quería llevarse la pulsera puesta y ella aceptó. Se la colocó entonces, y ella se retiró apenas saludando a las mujeres de la alta sociedad que habían ingresado en la tienda y que ¿qué diablos estaban haciendo allí, de todos modos? Mademoiselle Bonnet se encontró afuera con Marie Claire Chappelle y ambas empezaron a comentar acerca de la presencia de las mellizas dentro de la tienda.
Gyuri por fin prestó su completa atención a Fleur y, olvidando por completo el trato formal, le preguntó:
—¿Recibiste mi carta? —Estaba seguro de que era la razón por la que estaba ahí.
No esperó que le contestara. De hecho, no había puesto nada en la zona del remitente, de manera tal que no pudiera responderle por escrito, precisamente porque prefería mil veces verla en persona. Y lo había logrado. La había atraído hasta la tienda, donde la reencontró aquella vez. Oyó su carraspeo y, aunque evidentemente estaba molesta, él reaccionó con genuina alegría de verla:
—¡Mademoiselle Fleurtrude! —dijo, alzando levemente los brazos del otro lado del mostrador. La pulsera que soltó en el proceso, la cual había creído bien agarrada, se deslizó por la muñeca de la clienta hasta caer al suelo, generando en ella un grito ahogado mientras se agachaba a levantarla—. No se preocupe, mademoiselle, mis artesanías no se rompen tan fácilmente —alardeó en broma, aunque era cierto que hacía las cosas tan fuertes como podía. Regresó entonces la atención a Fleur—: Perdone la interrupción, ¿qué la trae por aquí, Mademoiselle Fleurtrude? —la trató de usted ante la presencia de la señorita Bonnet, pero eso cambiaría cuando ésta se marchara, minutos más tarde—. Entonces, ¿la va a llevar, mademoiselle? —le dijo de vuelta a Bonnet refiriéndose a la pulsera que ella había vuelto a colocar en su brazo para contemplarla.
La mujer, no tan joven como las mellizas que acababan de entrar en la tienda, afirmó diciéndole que le encantaba, lo felicitó y de su pequeño bolso sacó los francos que él le había pedido de antemano a cambio de la joya. Los entregó, Gyuri le preguntó si quería llevarse la pulsera puesta y ella aceptó. Se la colocó entonces, y ella se retiró apenas saludando a las mujeres de la alta sociedad que habían ingresado en la tienda y que ¿qué diablos estaban haciendo allí, de todos modos? Mademoiselle Bonnet se encontró afuera con Marie Claire Chappelle y ambas empezaron a comentar acerca de la presencia de las mellizas dentro de la tienda.
Gyuri por fin prestó su completa atención a Fleur y, olvidando por completo el trato formal, le preguntó:
—¿Recibiste mi carta? —Estaba seguro de que era la razón por la que estaba ahí.
Howl- Licántropo Clase Media
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Re: L'homme qui a vu tes chevilles || Fleur
Bajo la mirada del gitano, Fleur sintió que las rodillas le temblaban. Entre la indignación que debía fingir pues ahí estaba Marion y la secreta emoción que la delataba con el violento sonrojo que se apoderó de su rostro, tuvo que apretar los puños enguantados y ofrecer una leve reverencia, no debía olvidar jamás que ella seguía teniendo educación, algo que aquel gitano carecía. La mirada de la mujer barrió de arriba hacia abajo a ambas hermanas, cuando tuvo que agacharse a recoger la prenda que estaba por comprar. Fleur, altanera y desdeñosa como había amanecido, le dedicó un mohín de desagrado. Lo dejó llamarla de esa forma, porque tampoco iba a pronunciar su nombre en aquel lugar y menos frente a tal persona; estaba hecha un manojo de nervios y temblores, así que evitó hablar hasta que no estuvieron por completo solos. Una vez eso sucedió, la voz profunda del hombre la hizo entrecerrar los ojos, la intimidad que se estableció entre ellos con ese simple cambio de tono fue tal, que por un momento olvidó que Marion estaba ahí y casi cede ante ésta. Tuvo que afianzarse y con total seguridad, se acercó al mostrador mientras sacaba la carta de la manga de su vestido. Se la tiró en la cara entonces, mirándolo a los ojos fijamente.
—¿Cómo se atreve a tratarme de esta manera?, ¿quién se cree?—, espetó, mirándolo a los ojos, aunque éstos la quemaban por dentro, la hacían sentirse agitada, intensa en todas sus sensaciones y emociones. Tenía una vacío en el vientre y los labios, gruesos y pequeños, temblaban de algo que parecía rabia pero que contenía algo más. —No vuelva nunca más a enviarme misivas de este tipo... Ni de cualquier otro, sepa que si lo hace, lo voy a acusar y tendrá que dar muchas explicaciones a las autoridades—, amenazó, mientras su pecho subía y bajaba por la agitación tan fuerte. No tenía intención alguna de acusarlo, de hecho, no olvidaba que ella le había salvado la vida, pero en algún punto de aquellos ya tres encuentros, algo había cambiado en su forma de verlo, de tratarlo, de reaccionar a su presencia, a su aroma. Lo observó atenta, sin quererse perder ningún detalle de sus gestos que no delataban nada más que pura diversión por parte de él. —Descarado—, musitó, ofendida, agraviada hasta los huesos, desviando la mirada por su propio bien en ese momento en el que sintió que estaba a punto de resolver algo que no debía. Nadie nunca la había alterado tanto, ni siquiera Marion con sus imprudencias, nada... Más que él. —Queda advertido.
—¿Cómo se atreve a tratarme de esta manera?, ¿quién se cree?—, espetó, mirándolo a los ojos, aunque éstos la quemaban por dentro, la hacían sentirse agitada, intensa en todas sus sensaciones y emociones. Tenía una vacío en el vientre y los labios, gruesos y pequeños, temblaban de algo que parecía rabia pero que contenía algo más. —No vuelva nunca más a enviarme misivas de este tipo... Ni de cualquier otro, sepa que si lo hace, lo voy a acusar y tendrá que dar muchas explicaciones a las autoridades—, amenazó, mientras su pecho subía y bajaba por la agitación tan fuerte. No tenía intención alguna de acusarlo, de hecho, no olvidaba que ella le había salvado la vida, pero en algún punto de aquellos ya tres encuentros, algo había cambiado en su forma de verlo, de tratarlo, de reaccionar a su presencia, a su aroma. Lo observó atenta, sin quererse perder ningún detalle de sus gestos que no delataban nada más que pura diversión por parte de él. —Descarado—, musitó, ofendida, agraviada hasta los huesos, desviando la mirada por su propio bien en ese momento en el que sintió que estaba a punto de resolver algo que no debía. Nadie nunca la había alterado tanto, ni siquiera Marion con sus imprudencias, nada... Más que él. —Queda advertido.
Fleur du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Re: L'homme qui a vu tes chevilles || Fleur
Julie se rehusó a abandonar a su hermana cuando supo lo que iba a hacer. Más bien, no quería perdérselo por nada del mundo. Así que la acompañó hasta la tienda y, en silencio, observó todo lo que ocurrió, divertida por dentro. Ella no estaba tan indignada por la misiva, porque a ella le enviaban textos peores. Estaba acostumbrada. El problema era que el remitente era un gitano y, sin que nadie supiera de la carta, las habladurías habían comenzado ya. Fleur tenía razón. Julie se acostaba con un esclavo pero éste no le mandaba nada, ni siquiera era capaz de escribir y, de hecho, estaba sorprendida de que este gitano supiera hacerlo.
No intervino sino hasta que Fleur amenazó con reportarlo a las autoridades. Aquello no le gustó, pues el tal Gyuri le simpatizaba después de todo, no sabía bien por qué (¿porque era fresco y atrevido cuando hablaba?, ¿porque ponía a Fleur en un similar estatus de «pecadora» tras que ésta la hubiera juzgado duramente a Julie por acostarse con un esclavo?). De cualquier manera, y más allá de lo que Fleur pudiera pensar al respecto, salió en su defensa:
—Está bien, Fleur, estoy segura de que él ya entendió. Seguramente no quiso hacerlo para molestarte tampoco —dijo, poniéndole una mano en el hombro a su hermana, pero mirando al gitano—. A veces los hombres piensan que hablando bien de nuestros tobillos nos están halagando… ¿Verdad, Gyuri? —Reveló de esta manera que ella también había leído la carta.
Última edición por Julie du Bouëxic de Guich el Sáb Mar 24, 2018 11:11 pm, editado 1 vez
Julie du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Re: L'homme qui a vu tes chevilles || Fleur
Miró a Fleur con cierta sorpresa cuando la vio reaccionar tan mal, ¡hasta había amenazado con denunciarlo a las autoridades! Si eso pasaba, estaba en completa desventaja, no sólo porque realmente había sido un poco inapropiada la misiva (al menos para los estándares de la alta sociedad), sino también porque él era gitano, las autoridades eran un enemigo natural del pueblo al que pertenecía, el cual tenía la mala fama de que sus miembros eran ladrones, estafadores, etcétera; y caían en el nomadismo, precisamente, porque en ninguna parte los querían con tal reputación. Ahora, sin darse cuenta, Gyuri les había dado una perfecta excusa para meterlo en problemas, pero todo dependía de lo que hiciera Fleur.
—Wow, wow, wow, un momento... —dijo, un poco inquieto porque no pensó que fuera a llegar tan lejos por una carta escrita, más allá del tono jocoso, con buenas intenciones—. Un día me salvas la vida, ¿y al otro quieres que me maten por una simple misiva? —le planteó.
Sí, era un poco subida de tono la carta, pero la hermana de Fleur tenía razón (¡gracias al Cielo que intentó calmar las aguas atempestadas de la otra melliza! Al menos ella parecía estar de su lado o, por lo menos, no tomarlo tan a la tremenda).
—Así es, pensé que te gustaría… Que le gustaría, mademoiselle —corrigió, tratando a Fleur de “usted” de nuevo para que viera que, a pesar de lo que le había escrito, la respetaba mucho; sólo que sus códigos eran diferentes—. Además, la idea principal de mi carta era expresar mis buenos deseos para usted respecto de su salud, dado que la última vez se desvaneció frente a mis ojos —explicó, refiriéndose a la última parte de la carta, la más sincera, “espero que estés bien”—. Lamento las molestias. Lamento que lo haya tomado tan a mal. No volverá a suceder —prometió. No quería que las autoridades le arruinaran la vida, tampoco importunar de más a Fleur.
Howl- Licántropo Clase Media
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Re: L'homme qui a vu tes chevilles || Fleur
No supo que le incordió más, si el que Marion mencionara el nombre de Gyuri o que él pensara en efecto, que recibiría de buena gana el que hablara de una parte de su cuerpo. Par de descarados, pensó, mientras los veía con el ceño levemente fruncido. —Quizás a usted hubiese parecido jocoso el mencionar mis tobillos, Monsieur, pero si alguno de mis familiares hubiese tomado esa carta antes que yo, créame que estaría en serios problemas ahora. Mi exigencia sigue en pie, y yo estoy muy bien, gracias. ¿Marion?— Convocó a su hermana para salir de inmediato de aquel establecimiento. Observó por encima el lugar mientras se daba vuelta, posando los ojos y el interés en una peineta que parecía ser de carey, muy linda. Sonrió apenas por breves segundos antes de recordar dónde y con quienes estaban, volviendo rápido a su rictus de falsa molestia.
Con aquel amasijo de sensaciones y emociones recorriéndole todo el cuerpo y enredándole la cabeza, Fleur no pudo permitirse ser sincera, no olvidaba la conexión que tenía con Marion y el que ella supiera, debido a eso, que aquel gitano la incordiaba más de lo que debía no iba a resultar en nada bueno. Tomó del brazo a su hermana y apurando el paso de ambas, lograron salir rápidamente de la tienda, el aire fresco del invierno moribundo la hizo volver a la realidad, lejos de la mirada penetrante del gitano. —No creo que volvamos a saber de él—, dijo, con cierto pesar, pero segura de que era lo mejor tanto para él como para ella, sobre todo para ella. —¿A dónde quieres ir ahora? Tenemos como dos horas antes de la hora del té con la tía Rossini, podemos ir por esas pastitas que tanto te gustan y comerlas en el camino—. Fleur volvió a hablarle con ternura a su hermana, después de todo, era la mayor y quién debía cuidarla y protegerla, aunque ya hubiese fallado en eso, no volvería a suceder.
Con aquel amasijo de sensaciones y emociones recorriéndole todo el cuerpo y enredándole la cabeza, Fleur no pudo permitirse ser sincera, no olvidaba la conexión que tenía con Marion y el que ella supiera, debido a eso, que aquel gitano la incordiaba más de lo que debía no iba a resultar en nada bueno. Tomó del brazo a su hermana y apurando el paso de ambas, lograron salir rápidamente de la tienda, el aire fresco del invierno moribundo la hizo volver a la realidad, lejos de la mirada penetrante del gitano. —No creo que volvamos a saber de él—, dijo, con cierto pesar, pero segura de que era lo mejor tanto para él como para ella, sobre todo para ella. —¿A dónde quieres ir ahora? Tenemos como dos horas antes de la hora del té con la tía Rossini, podemos ir por esas pastitas que tanto te gustan y comerlas en el camino—. Fleur volvió a hablarle con ternura a su hermana, después de todo, era la mayor y quién debía cuidarla y protegerla, aunque ya hubiese fallado en eso, no volvería a suceder.
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