Siempre tuya |Flashback| Privado

por **Solange Sarì-Lennox** Vie Abr 20, 2018 11:34 pm

Miro mi cara en el espejo para saber quién soy,
para saber cómo me portaré dentro de unas horas,
cuando me enfrente con el fin.
Mi carne puede tener miedo; yo, no.
Jorge Luis Borges.

Había sido un día normal, de mucho trabajo -tanto que a Solange los brazos le dolían de tanto cargar cajones de frutas, a pesar de estar acostumbrada a hacerlo-, nadie lo había vivido como especial... pero ella sí porque sabía que era el último. La decisión estaba tomada hacía tiempo, Solange se iría a probar suerte a la capital y eso no estaba en duda en su interior, pero le faltaba tomar el valor para poder decírselo a su familia. Necesitaba convencer a Lottie de que eso era lo mejor que ella, como hermana mayor, podía hacer para que su madre y ellas viviesen mejor. Pero enfrentar la mirada inocente de su hermana pequeña era todo un reto y los días pasaban sin que Solange se atreviese a hacerlo. Pero ya no más, esa noche se iría rumbo a un futuro mejor para las tres. Se sacrificaría estando lejos y trabajando muy duro en París para que Charlotte y su madre trabajasen menos horas en el campo.

Arrodillada junto a la cama, Solange acarició la suavidad del cabello de su hermanita mientras ésta dormía, era tan pura en la inocencia del sueño que a la mayor de las Sarì le pareció estar acariciando a un ángel. Era temprano, ni siquiera medianoche, pero las tres tenían por costumbre irse a la cama pronto pues las jornadas de trabajo comenzaban junto a la salida del sol y ellas debían estar listas. Bueno, Solange ya no.

Había preparado silenciosamente una maleta –era negra, de cuero, solía usarla su padre cuando lo mandaban a trabajar por algunas semanas a un campo lejano- donde había puesto las cosas más importantes. Oh, si tan solo pudiese llevarse a su familia con ella… El dolor era insoportable y su plan original había sido no despedirse, dejar tan solo una carta para Charlotte –dado que su madre no entendería lo que ella le dijese-, pero hacía tiempo que sabía que no podría jamás pasar junto a la cama de su hermana sin sentir el deseo de acariciarla. Le debía una despedida, tenía que darle explicaciones.

-Charlotte –la llamó con un susurro que no despertaría a nadie, en verdad no estaba segura de estar haciendo lo correcto-. Charlotte, despierta por favor –le dijo y besó su mejilla.

Su hermana abrió los ojos y la observó, en su mirada Solange leyó confusión y miedo tal vez. Se odió por hacerla padecer de ese modo, ella misma cuando se despertaba en mitad de la noche pensaba antes que en nada en la noche en la que su padre murió, temiendo que estuviese por acontecer una tragedia similar.

-No ocurre nada malo, no temas –le pidió, aunque eso no era cierto-. Ponte un abrigo, te espero afuera. Quiero contarte algo muy importante, Lottie.

Se incorporó, pero antes de salir se inclinó para besar la frente de su hermana. No tenía el valor para hacer lo mismo con su madre. Por eso ni siquiera le había dirigido una mirada de despedida a la mujer. Entre ellas las cosas nunca habían sido fáciles, pero Solange sabía que bastaba solo una mirada de la mujer para desbaratar su sólido plan, no se expondría a eso.

Solange salió al frío de la noche y caminó algunos metros para alejarse de las ventanas. Llegó al manzano que daba sombra en los días de calor y se acercó hasta el tronco para apoyar en él su espalda. Tal vez debía irse, sin la maleta, sin enfrentar las lágrimas que sabía que Charlotte derramaría… No, Solange se deshizo de ese pensamiento, respiró con valentía segura de que estaba tomando la mejor decisión, el tiempo le daría la razón.

por **Charlotte Sarì** Dom Abr 22, 2018 7:53 am

Como cada noche, Charlotte dejó, perfectamente doblada sobre la silla del escritorio, la ropa que se pondría al día siguiente. A sus trece años y con el cuerpo de niña que aún conservaba, la joven Sarì había adoptado unas rutinas y modales de una auténtica señorita, demasiado avanzadas, quizá, para ella. Como cada noche, también, ayudó a Solange a acostar a su madre, enferma de algo mucho más difícil de curar que una simple gripe. La vistieron con el camisón y le obligaron a beber un vaso de agua antes de arroparla con las sábanas. Charlotte la besó en la frente y apagó la vela de la mesilla antes de acercarse a su cama. Rezó, como hacía, de nuevo, todas las noches, y se metió en su cama.

—Hasta mañana, Solange —se despidió antes de soplar la vela que la alumbraba.

No tardó en dormirse. El día había sido de mucho trabajo, más todavía para ellas dos, que, además de trabajar en el campo, tenían muchas cosas que hacer al llegar a casa. Lo cierto era que Solange se hacía cargo de las tareas más pesadas, dejándole a ella las que eran más livianas. Charlotte, no obstante, se encargaba de la mayor parte de las tareas domésticas, y lo hacía con gusto, pues allí era donde más cómoda se encontraba. En general, las dos hermanas Sarì se compenetraban bien y, aunque agotadas, terminaban los días felices y sintiendo que habían hecho lo que debían hacer. O eso creía Charlotte hasta que su hermana la despertó en mitad de la noche.

—Solange —musitó con voz ronca—. ¿Qué ocurre?

Se frotó los ojos y se incorporó, viendo cómo Solange salía de la habitación. Tardó un poco en salir de la cama; hacía frío, y las sábanas, calientes y acogedoras, le pedían a gritos que se volviera a acostar. Su corazón, sin embargo, latía tan deprisa —a causa de la inquietud que la había invadido— que Charlotte bajó los pies al suelo, se calzó unos zuecos con el interior forrado de lana, se puso su abrigo y salió al exterior.

La luna, casi llena, brillaba con fuerza, alumbrando el terreno de una luz blanquecina que imprimía sombras muy alargadas y definidas. Su pelo rubio y la piel pálida de su rostro era lo único que delataba su posición, puesto que el abrigo, oscuro como la misma noche, la cubría casi hasta los pies. El vaho que salía de su nariz cada vez que respiraba confirmaba que la calle no era el mejor lugar para estar a esas horas.

Un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Quería volver dentro y seguir durmiendo hasta el día siguiente, pero debía hablar con su hermana primero. Miró a su alrededor en busca de Solange y la vio junto al manzano donde ambas habían pasado tantas tardes de verano, al resguardo del inclemente sol.

—Solange —la llamó entre susurros cuando se acercó—. ¿Qué es eso que me tienes que contar? ¿No puede esperar hasta mañana? Hace mucho frío y deberíamos estar durmiendo, mañana nos espera otro día duro —le dijo, cerrándose el abrigo con ambas manos y pegándolo bien a su cuerpo—. ¿Qué es eso tan importante? Oh… —Abrió los ojos, como si lo hubiera comprendido todo de pronto—. ¿Estás embarazada, Sol? ¿Es eso?

por **Solange Sarì-Lennox** Vie Ago 10, 2018 9:00 pm

Deseaba que Lottie se acercase a ella y a la vez querría no haberla convocado. Solange estaba segura de la decisión que ya había tomado, pero sería tan duro decírselo a su hermana, todos los miedos de Charlotte se avivarían por su culpa, pero ese era un mal necesario, Solange lo sabía pero eso no hacía que la noche le doliese menos en el pecho.

La vio acercarse con paso tímido, Charlotte intentaba protegerse del frío mientras caminaba hacia ella. Su niña amada... Solange extendió los brazos, invitándola a cobijarse dentro de ellos. No pudo evitar que recuerdos hermosos llegaran a su mente, recordar lo feliz que le había hecho oír a su hermana pequeña pronunciar por primera vez su nombre, las tardes enteras bajo ese mismo árbol jugando a ser cocineras mientras mezclaban barro y hojas secas como si fuesen los más sabrosos ingredientes… Lottie, la paz y la alegría de su vida. Lottie, su hermana y compañera.

-Lottie, tendrás que ser fuerte –le dijo y apretó el abrazo que las unía-. Te amo, te amo con todas mis fuerzas, con toda mi vida. ¿Lo sabes? Cuando era pequeña y mamá perdía todos sus embarazos yo rezaba sin perder la fe, rezaba para que llegases y ahora estás aquí conmigo, siempre conmigo. Te amo –le repitió y se tragó las lágrimas de despedida-, daría mi vida por ti.

Le besó la frente sin querer soltarla, sin poder despegarse de su hermanita, pero debía hacerlo porque ella misma se había metido en aquello, Solange y solo Solange había tomado las decisiones allí y también debía ser valiente, tanto o más que su hermana.

-Lottie, tengo que irme –le dijo, mirándola a los ojos a pesar de la escasa luz, solo aportada por la luna-. Por favor, no me odies, no te enojes y no trates de persuadirme –se adelantó antes de que la menor tomase la palabra-: He de irme a la ciudad, el trabajo aquí está escaseando, madre está cada vez más enferma y el dinero ya no nos alcanza para nada. ¡Mira nuestras ropas, todas remendadas! Tengo que buscar un mejor empleo y en París… no lo sé, se dice que en París hay trabajo para todos. No puedo seguir viéndonos así, no puedo ver como estamos cada día peor y quedarme sin hacer nada por nosotras, por ustedes dos.

¿Podría Charlotte ser fuerte para cuidar de sí misma y de la madre de ambas? ¿Podría dejar de ser una niña para convertirse en una joven valiente? Esperaba que si, Lottie tendría que poder. Bajó la mirada, sabiendo que la estaba hiriendo y tal vez defraudando, pero sin dudas protegiendo. Aunque, sin dudas, Lottie hubiese preferido que Solange le anunciase un embarazo esa noche.

-Te prometo que ambas tendremos tiempo para ser madres, que seremos las mejores tías también –sonrió ante la idea, que hablaba de que el futuro no las encontraría alejadas jamás-. Dime que me entiendes, que apoyas mi decisión, dímelo y yo te prometo que esto no será para siempre, que volveré en cuanto pueda pero, mientras tanto, te enviaré dinero para que puedas con eso hacer que madre esté mejor.

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