AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The Guadian- Privado Charles Moncrieff
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The Guadian- Privado Charles Moncrieff
- Guardian:
Años de búsqueda incesante en donde cada paso le alejaba como acercaba a la verdad. ¿Cuál de todas era la correcta? Actuar sin pensar podría atraer malas consecuencias, atar cabos y enlazar encrucijadas hasta por fin hacer de nuevo el puzle en el que se había convertido su vida. ¿Por qué? Sólo fue culpable de nacer en el seno en una familia equivocada, no necesitaba ese tipo de vida, ni sus reglas y compromisos, siempre fue un alma libre y eso Charles Moncrief lo sabía, desde el primer segundo en el que se conocieron.
Siempre esquivó sus obligaciones, actuando de un modo erróneo ante las miradas de los Appleby y sus conocidos y amigos. Quiso escapar, cortar el lazo que le unía con esa familia pero el precio fue caro, Charles y Abbey no tuvieron que conocerse, ambos se condenaron por las decisiones de la rubia, él pagó las consecuencias y ella, vivir en una eterna mentira en bucle de la que no podía salir por mucho que lo intentase.
Y esa noche, sin buscar, halló lo que tanto tiempo había perseguido. Semanas después de aquel encuentro, no daba crédito que ante ella, uno de los fantasmas de su pasado se presentó en carne y hueso, torturándola con recuerdos y palabras, no encontró sentido en ninguna de ellas, no entendía y menos comprendía porqué David Appleby hizo tal barbarie, por simplemente amarla. Desde lo de su amigo y compañero en la juventud, no se atrevía a amar, quien llegaba a tan siquiera sentir aprecio por la manzana, terminaba del mismo modo, desaparecía o perecía ante sus ojos como el señor Milles.
Los labios rojos emitieron un largo y pesado suspiro, frente al espejo, contempló su imagen emborronada por el vapor del agua tras darse un baño. Esa noche no iría de caza, desde la noche del encuentro con Charles apenas había salido de la orden de cazadores, la culpaba y no le faltaba razón, lo entendía y se sentía tan impotente de no poder mostrarle la verdadera realidad, pasaron de amigos a enemigos, la rabia reflejada en las orbes de ambos, si volvían a encontrarse la batalla estaba asegura pero Abbey no estaba segura de luchar, contra él no sabía hacerlo.
La señorita Blackmore le había regalado unas entradas para un nuevo espectáculo en la Ópera, desde que la oyó cantar iba habitualmente a verla. Como siempre y costumbre, uno de esos vestidos bonitos y de buen gusto, la mujer la consentía a su manera, como bien decía “disfrutar” de esos placeres si podía permitírselo. Esa noche, el cabello rebelde lo recogió con un recogido sencillo donde dos pinzas esmeraldas brillantes lo sujetaban alzándolo y dejar su rostro al descubierto. Un vestido sencillo, sin mucho adorno, siempre fue así, la antigua Abbey menos ostentosa y práctica. Fue sola con el panfleto de la obra y en su interior la entrada en cuestión.
Las miradas se posaron en ella, dejó de esconderse de su familia en el caso de que asistiesen ¿acaso les tenía miedo? Ellos deberían tenerlo. Tomó asiento en una de las butacas asignadas, esta vez casi le había puesto en primera fila en donde se podría contemplar el escenario en su totalidad. Sus ojos azules se perdieron en el decorado, en más de una ocasión él tuvo que acompañarle como su vigilante que fue, en el que la conversación y las bromas fueron las verdaderas protagonistas. Sonrió con nostalgia, cierto que esos dos jóvenes habían muerto. Y a Charles, a él, le había buscado sin descanso para ahora...tener que dejarle marchar, el peso de sus vidas caía sobre sus hombros.
Esa noche sería una joven más de la sala, hermosa y radiante, disfrutando de una buena pieza de música.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: The Guadian- Privado Charles Moncrieff
"I won't let love do me in again
I can't just run to the light
Of a fire and jump in
Risk a poison kiss just to have
My thirst unquenched again
Let love do me in"
I can't just run to the light
Of a fire and jump in
Risk a poison kiss just to have
My thirst unquenched again
Let love do me in"
De vuelta a París, tras acontecimientos de inconmensurable valía, el nuevo duque de Devonshire, Inglaterra emerge de entre las cenizas cual fénix para elevarse en lo alto de la escala social. Con la satisfacción de saberse grande, que lo reconozcan y veneren. Que se hinquen ante su presencia. Ahora, es el centro de la atención de las féminas, de los hombres poderosos que buscan hacer negocios con él. Le han dado al hermano de en medio de los Moncrieff lo que jamás debió tener: un título de nobleza que le ayude en sus ansias de poder y masacrar a todos aquéllos que estén bajo su pie. Un ego exacerbado, una soberbia engrandecida, una autoestima irrompible. Si ya antes era pesado en su trato, ahora es insufrible. Pocos permite a su lado, como la noche de hoy, la ópera es el escenario donde pisará para dejar a su salida, un amasijo de cenizas y destrucción de corazones y autoestimas.
Vestido para la ocasión, con ropas de mucho mayor calidad si cabe -no se le caracterizaba desde antes por tener ropajes descuidados-, avanza con una fémina del brazo. Una duquesa de alta cuna que ve en él al ser que la va a sacar de su mediocridad. Falta de carácter, no entiende que será usada, degustado su cuerpo, sus entrañas perforadas para dejarla a la venia de un dios que olvida a sus creaciones para, en tres meses, ser noticia de los periódicos su suicidio. Charles es el rey Midas. La diferencia es que no sólo lo que toca se torna en oro, si no también en muerte, decadencia y dolor. No hay nada en ese león que pueda disminuir sus intenciones. Ni siquiera una pareja que le ponga en su lugar. Tiene a su diestra un arma en Sabah, una vampiresa milenaria. Y a su siniestra a Cinder, una licántropa que a pesar de estar cerca de su corazón, no se termina de instalar por las propias ínfulas de un caprichoso como lo es el inglés.
La vanidad es un pecado, uno que Charles esgrime como si fuera su mejor espada. La capacidad física y mental del otrora simple mortal, es incrementada ante la promesa de una próxima transformación vampírica. Sabe que es un ganador, lo demuestra con sus comentarios, con esos ademanes desdeñosos. Se instala en el balcón principal ante los cuchicheos que van y vienen. Aún en primera fila, son audibles las palabras de las mujeres - sí, es un buen mozo que ha recobrado su ducado, que le fue despojado cuando sólo era un niño. Ay, pero si lo vieras, es tan guapo y tiene un cuerpo tan trabajado - se escucha a la mujer entrada en años decirle a su hija que suspira anhelando verlo - está ahí, en el palco principal. Trae del brazo a la duquesa de la región de Lorena, Claudia de Valois que es bella, sí, más no se compara contigo, querida. En cuanto esté el intermedio, vamos a saludarlo - promete la madre a la joven que ríe con cierto deje de histeria.
Como si fuera el anuncio para apersonarse, el Duque de Devonshire entra tras la duquesa a quien ayuda a tomar asiento, él se queda un minuto más quitándose el sombrero para dejarlo a un lado del asiento y un mozo le ayuda a despojarse del abrigo. La apostura masculina se vislumbra. Esta vez, se nota que se ha quitado la barba y sólo un poco de vello está adornando sus fuertes quijadas. Charles se muestra sin tapujos, haciendo que los cuchicheos aumenten de intensidad y de bocas. Se arregla la casaca como si tuviera algún defecto sólo para satisfacer su vanidad de escuchar los gemidos y los suspiros de las mujeres casamenteras. Toma asiento por fin al lado de la duquesa que no duda en rodearle con el brazo intentando marcar lo que a ojos vista, no es suyo.
El duque le permite tal atrevimiento antes de susurrarle algo al oído que hace reír histérica a su acompañante. Las luces van apagándose. El espectáculo inicia, nos referimos a la ópera, porque el otro ya está en pleno apogeo.
Charles Moncrieff- Esclavo de Sangre/Realeza
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Re: The Guadian- Privado Charles Moncrieff
I'm the guardian
I am the sole protector
On a heart that's been abused
Los mismos rostros con igual expresión, una de total y completa hipocresía. El dinero lo conseguía todo, o casi, en su caso no perder la cabeza como todos aquellos en los que el poder les había nublado la razón, olvidándose de quiénes fueron y no en quién se había convertido ahora. Sonrió de medio lado, vacilante con los comentarios de la fila de atrás en los que sin duda, hablaban de ella y sus nuevos quehaceres. Unos lo llamaban “secta”, otros... “ya se cansará y volverá a casa”. No, no volvería y si aún no se había encontrado con algún Appleby, no fue por casualidad...la evitaban ¿la temían? Bien que se alegraba de ello. Los esperaba con los brazos abiertos, no era esa niña a la que podían manipular, ya no.
Y como no, el nuevo rico era la comidilla de los chismorreos, de quién era o no el mejor partido, a quién destruir o acercarse. Un “Mírala, viene sola, nadie sería capaz de soportarla más de cinco minutos”, qué novedad... nada nuevo, le hizo gracia, una risa escapó de sus rosados labios, dejando escapar un suspiro, la obra pronto daría comienzo pero ¿cómo dejar pasar las palabras de esas víboras al mencionar a alguien en especial? Giró el rostro, nada disimulada, descarada, le observó sentarse junto a su acompañante en un palco en donde antes había estado entre las sombras, velándola y no colmando de atenciones a una señorita que ni siquiera sabría de cómo se llamaba.
Luces apagadas, sólo las de emergencia. Sonrió complacida por la visión que le regalaba desde el lugar en cuestión, la silueta de Charles, dibujado en tonos grises y dorados en cuanto el telón se alzó. Y nadie seguramente le habría reconocido de su antigua vida, menos ella, esa mirada azul zafiro tan intensa y llena de vida, se había tintado de soberbia y prepotencia. El joven dulce y dispuesto, se convirtió en lo que siempre había mirado desde un palco muy diferente al que ahora pertenecía. Para lla pequeña Abbey, seguía siendo ese joven que le hacía sonreír y cómplice de sus trastadas para la de ahora, alguien a quién dejar claro cual era su sitio, mostrarle la verdad aunque fuese su última batalla.
Aprovechó la atención hacia el escenario para levantarse de su asiento, fingiendo agobiarse, abanicarse con una de sus manos enguantadas, su objetivo: subir las escaleras que daban al palco en cuestión. Una conversación pendiente y la única y última oportunidad. En un par de minutos, se encontraba tras la cortina custodiada por dos hombres corpulentos, Charles no los necesitaba pero era parte del protocolo. Un fingido llanto, los hombres se miran entre sí sin comprender.
-No llegué a tiempo ¡no veré la actuación! -una verdadera obra maestra, esa sí que es una actuación, uno de ellos abre la cortina para que su deseo se haga realidad, -No dé problemas ¿me oye? Como el señor se entere... -los ojos azules muestran una mirada inocente, tan poco le cuesta entrar que no da crédito. Sigilosa, de fondo la voz de la soprano los deja boca abierto y ella, sólo puede mirarle a él, el que fue su amigo y compañero.
La técnica del sueño sería muy útil, no tarda en usarla con la señorita que más que a la obra, lo mira embelesada, reclamando atenciones. Las zonas del cuello , si sabes perfectamente dónde tocar... consigues justo lo que la manzana ve ante sus ojos, como la señorita, deja caer la cabeza hacia atrás, inconsciente. Ese sitio le pertenece, al menos hasta que acabe la obra, él no se atrevería a formar ninguna escandalera.
-Buenas noches , señor Moncrieff ¿disfrutando de la obra? Creo que su acompañante... prefiere dormir -la sonrisa, la mirada fija en el escenario pero su atención sólo se centra en él -Cuidado con lo que haces o dices, tu reputación está en juego. ¿No quieres que hablemos como personas adultas que somos? no...prefieres dar las cosas por sentadas. -el silencio reina de nuevo, el murmullo de la voz de Abbey sólo él aprecia -Nunca compartimos el palco, no en la misma posición y ahora... soy yo quién está detrás de ti, cuidándote las espaldas.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: The Guadian- Privado Charles Moncrieff
"La guerra vuelve estúpido al vencedor y rencoroso al vencido."
Las exigentes llamadas de atención de la fémina se vuelven tediosas, insufribles para la poca paciencia que el León de Devonshire tiene. Se queda callado fingiendo observar el espectáculo en tanto ella recorre con su palma la espalda, el muslo de su acompañante. Queriendo de cierta manera retener lo que no es ni será suyo. Un movimiento del inglés es suficiente para atrapar la mano inquieta depositando en el dorso de ésta un beso en tanto observa sus orbes con intensidad - no es el momento ni el lugar, espera y te lo compensaré - promete haciendo que la otra se sonroje de deleite. Las intenciones de Charles son, por supuesto, en pleno carruaje, tomarla sin consideraciones en tanto van hacia el hogar de la mujer de noble cuna.
Una vez hecho, le dejará atrás. Es insoportable que presencia absorbente, que busca en todo momento dirigir el rostro del inglés hacia el suyo. Si comprendiese un poco que para él sólo es diversión, se alejaría de inmediato. La función empieza con una figura que promete darles el mejor espectáculo. Va logrando su cometido en tanto Charles continúa sosteniendo ambas manos de la fémina con una sola de las suyas con la intención de que le permita observar sin interrupciones. La nota máxima de la soprano es disfrutada recargando la espalda en el asiento olvidándose del mundo sumido en sus pensamientos de lo que tendrá que hacer al día siguiente y los venideros.
Ruidos a sus espaldas provocan que sus cejas casi se unan generando arrugas en medio de éstas, el típico gesto de disgusto de su familia. De reojo ve ingresar a alguien más a su palco. Entrecierra los ojos esperando ver qué es lo que está buscando alguien tan irreverente como atrevido. Un vestido femenino es el primer dato. ¿Alguna loca que quiere llamar su atención? Finge estar concentrado en el espectáculo para ver hasta dónde llega. De paso, les enseñará a sus guardias que no deben fallarle o traicionarle así. De reojo observa que el objetivo es su compañera, alguien que tan interesada está en la figura del inglés que no tiene oportunidad alguna de desviarse de la mano que la castiga. Sólo un movimiento de cabeza brusco fue su actuar antes de caer desmayada por la presión de una mano invasora.
Las extremidades de la duquesa fallan a punto de caer contra el piso. Charles la sostiene para que mantenga precaria la postura en tanto sus ojos se fijan en la intrusa. Abbey. Vestida con esa indumentaria que resalta su belleza, su cuerpo bien formado y ese busto abultado. La cintura diminuta y las caderas generosas. Abbey. Con esos ojos azules tan bellos como caprichosos. Así se comporta ahora mismo, sintiendo que puede intervenir en la noche del Duque, invadirlo con su presencia, con sus propias actitudes de niña mimada de las que aún le son inherentes como segunda piel. El cambio en su personalidad es en cierta forma visible, más no del todo porque debajo de tanta sofisticación y ademanes mortales como los que le aplicó a la duquesa, sigue siendo la misma mocosa que recuerda.
La irreverente y rebelde Abbey, a la que se le debía complacer en todo so pena de tener que soportar sus berridos, gritos y llantos. Como ahora. La escucha en tanto coloca el codo diestro en el reposabrazos y las falanges sujetan su barba. - Me siento magnánimo. Habla, tienes dos minutos - se mantiene en silencio mirando hacia el escenario. Quiere saber qué es lo que tiene Abbey para decir en tanto la función continúa. Una vez termine, lo demás será historia.
Charles Moncrieff- Esclavo de Sangre/Realeza
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Re: The Guadian- Privado Charles Moncrieff
"Lost, Lost without you"
Charles Moncrief. Un nombre grabado en fuego en su vida y perseguiría hasta el final de su existencia. Crecieron, ya no eran ningunos niños y aunque él seguía pensando en que no había cambiado un ápice, en cierto modo era así. Seguía prefiriendo un vestido sin corsé tan apretado y tanto encaje y pedrería, bailes en los que los pasos no importasen, sólo pasarlo bien y disfrutar. La vida de alta clase nunca casó con ella, prefería los largos paseos bajo la luna hasta que amaneciese, frente a una lumbre y de fondo, el mar.
No se encontraban allí por casualidad, la Ópera siempre fue de su agrado. De más joven intentaba escabullirse o simplemente verlo desde el final de la sala, el sonido era mucho más intenso, con sólo cerrar los ojos, parecía estar oyéndolo susurrar a media voz, muy cerca de su oído. Sus orbes dejaron de observar a la imagen femenina hasta el ahora señor Moncrieff, se había convertido en algo en lo que él siempre había odiado, ambos lo sabían.
Sin la barba, reconoció a su amigo y compañero de aventuras del pasado, ahora no quedaba nada más que el reproche y el recelo, el odio y la rabia. Sonrió de medio lado, le sobraba un minuto, el recado sería breve, si fuese otra persona le hubiese dado exactamente igual y cabía el beneficio de la duda, no iba a creerla y contaba con ello pero quién no arriesgaba no ganaba, se sentía en deuda con él de algún modo.
-Mi padre está en Paris. Llegó anoche, ha asistido a la Ópera y seguramente esté en algún palco entre las piernas de alguna mujerzuela, eso me es indiferente. -se encogió de hombros, sus ojos azules se clavaron en un punto inexistente del escenario...tan vulnerable, podía acabar todo allí -Los rumores y chismorreos han llegado a sus oídos, un Moncrieff. Charles Moncrieff, alguien a quién creyó muerto entre sus manos... ahora regresa de vete a saber dónde con un título, haciéndose hueco en su mundo. No ha venido por casualidad. ¿Por qué lo sé? Lo sabes, lo sabemos -se incorporó, no iba a permanecer allí más tiempo, el hecho de estar a su lado no era nada cómodo y de gusto para los dos.
-Viene a por ti. Es un hecho. Yo ya no soy una Appleby, ya te lo dije -buscó su mirada, no encontraría a quién fue tan importante para ella, unos ojos azules desconocidos con ese brillo de inocencia. Era él, sin duda lo era. Su semblante se entristeció durante los segundos suficientes para que él se percatase de ello -No te hará falta esa información, ni siquiera sé si vas a creerme o no. -se encogió de hombros, vestía de señorita y se le notaba incómoda, muy diferente a cómo en el carruaje -Despertará en cinco minutos, tu encuentro de esta noche no se fastidiará por mi culpa, tranquilo.
Se levantó, un par de pasos hasta estar tras él, muy cerca de su oído, sólo él deseaba oyese tal frase.
-Buenas noches, Charlie -susurró como la última vez, en la que no creyeron que fuesen a verse nunca más...
Charles Moncrief. Un nombre grabado en fuego en su vida y perseguiría hasta el final de su existencia. Crecieron, ya no eran ningunos niños y aunque él seguía pensando en que no había cambiado un ápice, en cierto modo era así. Seguía prefiriendo un vestido sin corsé tan apretado y tanto encaje y pedrería, bailes en los que los pasos no importasen, sólo pasarlo bien y disfrutar. La vida de alta clase nunca casó con ella, prefería los largos paseos bajo la luna hasta que amaneciese, frente a una lumbre y de fondo, el mar.
No se encontraban allí por casualidad, la Ópera siempre fue de su agrado. De más joven intentaba escabullirse o simplemente verlo desde el final de la sala, el sonido era mucho más intenso, con sólo cerrar los ojos, parecía estar oyéndolo susurrar a media voz, muy cerca de su oído. Sus orbes dejaron de observar a la imagen femenina hasta el ahora señor Moncrieff, se había convertido en algo en lo que él siempre había odiado, ambos lo sabían.
Sin la barba, reconoció a su amigo y compañero de aventuras del pasado, ahora no quedaba nada más que el reproche y el recelo, el odio y la rabia. Sonrió de medio lado, le sobraba un minuto, el recado sería breve, si fuese otra persona le hubiese dado exactamente igual y cabía el beneficio de la duda, no iba a creerla y contaba con ello pero quién no arriesgaba no ganaba, se sentía en deuda con él de algún modo.
-Mi padre está en Paris. Llegó anoche, ha asistido a la Ópera y seguramente esté en algún palco entre las piernas de alguna mujerzuela, eso me es indiferente. -se encogió de hombros, sus ojos azules se clavaron en un punto inexistente del escenario...tan vulnerable, podía acabar todo allí -Los rumores y chismorreos han llegado a sus oídos, un Moncrieff. Charles Moncrieff, alguien a quién creyó muerto entre sus manos... ahora regresa de vete a saber dónde con un título, haciéndose hueco en su mundo. No ha venido por casualidad. ¿Por qué lo sé? Lo sabes, lo sabemos -se incorporó, no iba a permanecer allí más tiempo, el hecho de estar a su lado no era nada cómodo y de gusto para los dos.
-Viene a por ti. Es un hecho. Yo ya no soy una Appleby, ya te lo dije -buscó su mirada, no encontraría a quién fue tan importante para ella, unos ojos azules desconocidos con ese brillo de inocencia. Era él, sin duda lo era. Su semblante se entristeció durante los segundos suficientes para que él se percatase de ello -No te hará falta esa información, ni siquiera sé si vas a creerme o no. -se encogió de hombros, vestía de señorita y se le notaba incómoda, muy diferente a cómo en el carruaje -Despertará en cinco minutos, tu encuentro de esta noche no se fastidiará por mi culpa, tranquilo.
Se levantó, un par de pasos hasta estar tras él, muy cerca de su oído, sólo él deseaba oyese tal frase.
-Buenas noches, Charlie -susurró como la última vez, en la que no creyeron que fuesen a verse nunca más...
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: The Guadian- Privado Charles Moncrieff
Envuelto en la vorágine de ser el nuevo Duque de Devonshire, muchas mujeres han entrado en su cama y salido de la misma sin pena ni gloria. Entre tantas féminas, no entiende cómo es que pudo enamorarse de la que ahora está a su lado intentando ser magnánima cuando en realidad es un fastidio total reencontrarse con un ser que fue su adoración durante años antes de que su propio padre le quitase del camino. A diferencia de ella que despreció siempre su clase social, Charles la anhelaba como nada en el mundo. Recuperar su historia, el poder de su familia y el dinero. Eso de estar trabajando no era para él. Quería riquezas, lo quería todo. En tanto la ahora insignificante Abbey se rebelaba por todo lo que tenía qué hacer, el inglés hubiera dado hasta su vida por recobrar esos antiguos estándares que por la carencia de los mismos, tenía que ser maltratado por la joven Appleby.
La voz de la fémina da un par de datos importantes que enturbian la forma en que Charles mira el escenario empezando a ignorar a los cantantes y actores para concentrarse más en las palabras que la joven está indicando. Una tras otra, toma en cuenta de dos aspectos fundamentales: Mister Appleby está en París y está en el mismo recinto donde ahora el Duque parecía disfrutar del espectáculo. Seguro que el viejo está mirándolo ahora, sorprendido y atemorizado porque si bien la barba oculta parte de su apariencia logrando incluso que Abbey dudara y desconfiara. El haberla rasurado al ras permite que todo aquél que en el pasado le conoció, le reconozca. La mujer sólo puede observar que, como reacción a esas palabras que emite en el oído más inadecuado de la noche, el León parece despertar.
La espalda se posa firme, los hombros se echan atrás al tiempo que la cabeza se levanta. Es una posición típica de ataque. Ambas palmas se dirigen para posarse sobre los muslos al tiempo que los brazos se flexionan por los codos pareciendo un par de jarras. La mirada del León recorre todos los palcos ahora a oscuras. Quiere encontrarle, es importante saber dónde está porque esta noche ha firmado su sentencia de muerte al poner un piso en el lugar. Su sonrisa se torna diabólica, sádica cuando dirige la mirada a la mujer a su lado sentada - ¡Que venga! Le he esperado años, estoy listo para matarlo de una vez por todas - quizá no fuera la respuesta que la mujer buscó al confesar todo eso. Es la única que Charles tiene para ella. Y para su padre, le mandará atrapar y luego de ello, le llevará al coto de cacería donde dará rienda suelta a Cinder para que la licántropa le haga todo el daño del que sea capaz.
El resto de las palabras cayeron en saco roto. Para Charles, no le importa más la mujer que ocupara todas y cada una de sus noches cuando joven. Ni un gracias siquiera le ofrece. Deja que se aleje, para él, todo está dicho. Ni siquiera la frase de despedida le mueve de su sitio. El León está preparando sus garras, más antes llama a uno de sus guardias - investiga en qué palco está un tal Appleby, es un inglés. En cuanto lo ubiques, lleva a un grupo contigo y tómenlo preso en nombre de la Corona y del Duque de Devonshire bajo el cargo de intento de asesinato, sé discreto - apenas da la orden, procura que la Duquesa despierte pensando que se durmió apoyada en su brazo. Sus ojos siguen inquietos los movimientos de sus hombres esperando encontrar a ese malparido que tanto daño le hizo. Por inercia, su mano va a su ceja donde tiene aún la cicatriz.
La voz de la fémina da un par de datos importantes que enturbian la forma en que Charles mira el escenario empezando a ignorar a los cantantes y actores para concentrarse más en las palabras que la joven está indicando. Una tras otra, toma en cuenta de dos aspectos fundamentales: Mister Appleby está en París y está en el mismo recinto donde ahora el Duque parecía disfrutar del espectáculo. Seguro que el viejo está mirándolo ahora, sorprendido y atemorizado porque si bien la barba oculta parte de su apariencia logrando incluso que Abbey dudara y desconfiara. El haberla rasurado al ras permite que todo aquél que en el pasado le conoció, le reconozca. La mujer sólo puede observar que, como reacción a esas palabras que emite en el oído más inadecuado de la noche, el León parece despertar.
La espalda se posa firme, los hombros se echan atrás al tiempo que la cabeza se levanta. Es una posición típica de ataque. Ambas palmas se dirigen para posarse sobre los muslos al tiempo que los brazos se flexionan por los codos pareciendo un par de jarras. La mirada del León recorre todos los palcos ahora a oscuras. Quiere encontrarle, es importante saber dónde está porque esta noche ha firmado su sentencia de muerte al poner un piso en el lugar. Su sonrisa se torna diabólica, sádica cuando dirige la mirada a la mujer a su lado sentada - ¡Que venga! Le he esperado años, estoy listo para matarlo de una vez por todas - quizá no fuera la respuesta que la mujer buscó al confesar todo eso. Es la única que Charles tiene para ella. Y para su padre, le mandará atrapar y luego de ello, le llevará al coto de cacería donde dará rienda suelta a Cinder para que la licántropa le haga todo el daño del que sea capaz.
El resto de las palabras cayeron en saco roto. Para Charles, no le importa más la mujer que ocupara todas y cada una de sus noches cuando joven. Ni un gracias siquiera le ofrece. Deja que se aleje, para él, todo está dicho. Ni siquiera la frase de despedida le mueve de su sitio. El León está preparando sus garras, más antes llama a uno de sus guardias - investiga en qué palco está un tal Appleby, es un inglés. En cuanto lo ubiques, lleva a un grupo contigo y tómenlo preso en nombre de la Corona y del Duque de Devonshire bajo el cargo de intento de asesinato, sé discreto - apenas da la orden, procura que la Duquesa despierte pensando que se durmió apoyada en su brazo. Sus ojos siguen inquietos los movimientos de sus hombres esperando encontrar a ese malparido que tanto daño le hizo. Por inercia, su mano va a su ceja donde tiene aún la cicatriz.
Charles Moncrieff- Esclavo de Sangre/Realeza
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Re: The Guadian- Privado Charles Moncrieff
“Have you ever stared into the rain
Thought the clouds would never disappear
Have you ever screamed out into the dark
Thinking no one else could hear”
Y como una más, podría haberse sentado en una de las butacas de aquel inmenso lugar en donde el deleite de la acariciadora voz femenina llegaba a tocar el alma, mezclado con los susurros de dos asistentes que no llegaron del brazo. Pudo apreciarlo aún más cerca, de manera más calmada y cercana, ambos habían crecido y tomado otros caminos, caminos que volvieron a reunirlos. Podía simplemente haber disfrutado del espectáculo, doble en este caso, como su padre volvía a ejercer de voz del diablo y aplastar todo aquello que le estorbaba, esa podría ser la antigua Abbey Lynn Appleby pero la que se encontraba a su lado, sin duda era una mujer diferente.
En apenas unos años, su vida cambió de forma radical. Una joven rebelde que acababa haciendo y deshaciendo a su antojo, sí, a la atenta mirada y supervisión de su padre. Siempre terminaba haciendo lo que éste deseaba, comportarse, acudir a eventos en donde exhibirse y terminar montando escenas impropios de una señorita. Se acostumbró a la frase “Una señorita no hace tales barbaridades, manchas el apellido”, qué ironía, justamente Abbey pensaba lo contrario, su propio padre era el que lo manchaba con sus acciones.
La información dada recibe respuesta, lo espera y no le sorprende. En la noche en la que se llevaron a Charles de la residencia Appleby, los dos cambiaron, sus vidas lo hicieron y eso nadie podría emendarlo, menos el odio que sentía por la propia manzana. Los labios de la cazadora se curvaron en una media sonrisa, satisfecha con sus palabras, quien lo tachó de “no saber bien ni su trabajo”, ahora daba una lección para tapar bocas, llegó a lo más alto y por méritos propios. Le dedicó una reverencia, esta vez no fue cómica.
Se alejó, el susurro de Charles buscando objetivo entre los presentes, con lo que no contaba...era que ella misma le daría caza, conocía el lugar exacto donde estaba sentado David Appleby y le bastó que se disculpase ante su acompañante para abandonar la sala e ir al lavabo, los gorilas de Charles tardarían en dar con él, nadie sabía que el señor Appleby se encontraba en la sala excepto ella y su antiguo vigilante. No llegó a salir al pasillo, la cazadora se aseguró el cerrar con llave, contaba con exactos veinte minutos.
-Buenas noches, padre. ¿Disfrutando del espectáculo? -el hombre no se sorprendió, es más, su sonrisa se ensanchó al ver a su hija pequeña frente a frente, con ese vestido...justamente como quiso que fuese -David Peter Appleby... podría ser esta noche tu actuación estrella, pronto dejarás de sonreír -los pasos a su espalda le advertían de que se había equivocado, le restaron quince minutos a solas con él como padre e hija pues en cuanto las puertas se abrieron, Abbey rauda quedó tras el hombre, una de sus dagas acarició el cuello de su progenitor, hundiéndolo en la piel.
-No os lo llevareis si voy también, lo quereis vivo -en cuanto los llevasen ante Charles, no sólo estaría su padre, ella se otorgaría una de las personas que lo torturarían, quisiera el señorito o no, nadie iba a quitarle ese placer. Era la noche de ambos, caminaban en la misma dirección, en las orbes azules de Abbey se reflejaba odio y venganza.
Thought the clouds would never disappear
Have you ever screamed out into the dark
Thinking no one else could hear”
Y como una más, podría haberse sentado en una de las butacas de aquel inmenso lugar en donde el deleite de la acariciadora voz femenina llegaba a tocar el alma, mezclado con los susurros de dos asistentes que no llegaron del brazo. Pudo apreciarlo aún más cerca, de manera más calmada y cercana, ambos habían crecido y tomado otros caminos, caminos que volvieron a reunirlos. Podía simplemente haber disfrutado del espectáculo, doble en este caso, como su padre volvía a ejercer de voz del diablo y aplastar todo aquello que le estorbaba, esa podría ser la antigua Abbey Lynn Appleby pero la que se encontraba a su lado, sin duda era una mujer diferente.
En apenas unos años, su vida cambió de forma radical. Una joven rebelde que acababa haciendo y deshaciendo a su antojo, sí, a la atenta mirada y supervisión de su padre. Siempre terminaba haciendo lo que éste deseaba, comportarse, acudir a eventos en donde exhibirse y terminar montando escenas impropios de una señorita. Se acostumbró a la frase “Una señorita no hace tales barbaridades, manchas el apellido”, qué ironía, justamente Abbey pensaba lo contrario, su propio padre era el que lo manchaba con sus acciones.
La información dada recibe respuesta, lo espera y no le sorprende. En la noche en la que se llevaron a Charles de la residencia Appleby, los dos cambiaron, sus vidas lo hicieron y eso nadie podría emendarlo, menos el odio que sentía por la propia manzana. Los labios de la cazadora se curvaron en una media sonrisa, satisfecha con sus palabras, quien lo tachó de “no saber bien ni su trabajo”, ahora daba una lección para tapar bocas, llegó a lo más alto y por méritos propios. Le dedicó una reverencia, esta vez no fue cómica.
Se alejó, el susurro de Charles buscando objetivo entre los presentes, con lo que no contaba...era que ella misma le daría caza, conocía el lugar exacto donde estaba sentado David Appleby y le bastó que se disculpase ante su acompañante para abandonar la sala e ir al lavabo, los gorilas de Charles tardarían en dar con él, nadie sabía que el señor Appleby se encontraba en la sala excepto ella y su antiguo vigilante. No llegó a salir al pasillo, la cazadora se aseguró el cerrar con llave, contaba con exactos veinte minutos.
-Buenas noches, padre. ¿Disfrutando del espectáculo? -el hombre no se sorprendió, es más, su sonrisa se ensanchó al ver a su hija pequeña frente a frente, con ese vestido...justamente como quiso que fuese -David Peter Appleby... podría ser esta noche tu actuación estrella, pronto dejarás de sonreír -los pasos a su espalda le advertían de que se había equivocado, le restaron quince minutos a solas con él como padre e hija pues en cuanto las puertas se abrieron, Abbey rauda quedó tras el hombre, una de sus dagas acarició el cuello de su progenitor, hundiéndolo en la piel.
-No os lo llevareis si voy también, lo quereis vivo -en cuanto los llevasen ante Charles, no sólo estaría su padre, ella se otorgaría una de las personas que lo torturarían, quisiera el señorito o no, nadie iba a quitarle ese placer. Era la noche de ambos, caminaban en la misma dirección, en las orbes azules de Abbey se reflejaba odio y venganza.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: The Guadian- Privado Charles Moncrieff
Si alguien le dijera que la Abbey que conoció tendería la misma trampa que les llevaría a ambos a una zona poco segura, se reiría. La que conoció antes era una mujer frívola que pensaba más en su satisfacción que en la de los demás, que primaba sus propias experiencias agradables para su estrecha mente sin tomar en cuenta lo que podría significar para los demás sus escapatorias o sus actos que David castigaba como todo un magnate empoderado en su riqueza hace. Sin tapujos ni remordimientos. En tanto el Duque sigue mirando la obra con menor interés y permitiendo el acercamiento de la otra Duquesa as su lado, su mente está inmersa en el sinfín de actividades nada beneficiosas para el cuerpo del viejo Appleby. Porque por supuesto que ya es viejo, rondará sus cincuentas como mínimo y esta vez, el León de Devonshire va a caerle encima para repetir el viejo ritual entre los máximos reyes de la sabana africana donde el viejo tendrá que demostrar ser más astuto y ágil para detener los embates del joven que está por lanzarse a por todo.
El éxito de esta empresa es susurrado en el oído del Moncrieff que siente cómo el pecho le estalla con una satisfacción largamente esperada antes de que se disculpe ante la Duquesa que le mira atónita por perder un gran partido como lo es el señor de Devonshire sin más que tener como excusa que "actividades de la Corona inglesa que deben ser atendidos de inmediato" sean pronunciadas. Si intentase negar al inglés la partida y fuese reprendido por la Corona, ambos quedarían en mal. Así que sólo asiente con frustración y un nerviosismo donde piensa que quizá fue su desvanecimiento lo que le hizo perder la oportunidad para atrapar al que ahora es el más alto noble de los ingleses que reside en París. Sabe que no habrá otra ocasión para tenerlo con ella, puesto que la fama del león es tal, que sólo concede sus atenciones por única vez. Se ha perdido todo y queda enrabietada y caprichosa por la situación.
En tanto el abrigo cubre sus hombros y el sombrero viste su cabeza, el bastón rematado con el apéndice encefálico en forma de león, golpea el piso para que el Duque avance hasta la salida, llevando sus pasos hasta el carruaje donde le espera David. En cuanto ingresa a éste, sentándose en el sillón frente al de su otrora jefe y torturador, sus ojos se quedan mirando fijos los de la fémina, una guinda del pastel que era ajeno a su plan, más que ahora, teniéndola frente a él, es un delicioso complemento tomando en cuenta que hoy puede satisfacer su deseo de tener a ambos por igual. Su mano va al bolsillo del abrigo para sacar una caja y de ésta, un largo cilindro de papel arroz que contiene el tabaco. Tan innovadores en su confección al tiempo que lo lleva a su boca para encenderlo - David Peter Appleby, la Corona Inglesa te declara culpable del intento de asesinato de su Duque perdido, Su Gracia Lord Charles Moncrieff, aquí presente - sonríe con insano brillo en los ojos al tiempo que el humo inhalado sale formando tétricas formas frente a su rostro.
Sus orbes se dirigen a Abbey - ¿Qué haces aquí, Abbey? ¿Ahora qué capricho quieres cumplir? - da otra calada al tiempo que se recarga en el respaldo observando complacido la manera en que sus hombres ataron perfectamente al pater familis de los Appleby. El humo vuelve a inundar el lugar y cuando las intenciones de la fémina son descubiertas, sus ojos la observan con fastidio que no disimula en su rostro cincelado en hierro - hay algo que nunca aprendiste, Abbey. A alejarte de todo aquéllo que te está vedado, más por esta vez, siente cómo te complazco por tu osadía. Por tu actuar irrefrenable, más quiero el pago por mis disculpas y que no emita el decreto para que tu cabeza también sea perseguida por ofensas a la Corona inglesa por el intento de asesinato cuyo cargo pesa sobre tu padre y toda su familia. Tus hermanas y tu madre incluida. ¿Qué estás dispuesta a hacer para evitar el horrible sino a tu familia? - la pone a prueba para que esta vez, ella sienta lo que Charles padeció.
El éxito de esta empresa es susurrado en el oído del Moncrieff que siente cómo el pecho le estalla con una satisfacción largamente esperada antes de que se disculpe ante la Duquesa que le mira atónita por perder un gran partido como lo es el señor de Devonshire sin más que tener como excusa que "actividades de la Corona inglesa que deben ser atendidos de inmediato" sean pronunciadas. Si intentase negar al inglés la partida y fuese reprendido por la Corona, ambos quedarían en mal. Así que sólo asiente con frustración y un nerviosismo donde piensa que quizá fue su desvanecimiento lo que le hizo perder la oportunidad para atrapar al que ahora es el más alto noble de los ingleses que reside en París. Sabe que no habrá otra ocasión para tenerlo con ella, puesto que la fama del león es tal, que sólo concede sus atenciones por única vez. Se ha perdido todo y queda enrabietada y caprichosa por la situación.
En tanto el abrigo cubre sus hombros y el sombrero viste su cabeza, el bastón rematado con el apéndice encefálico en forma de león, golpea el piso para que el Duque avance hasta la salida, llevando sus pasos hasta el carruaje donde le espera David. En cuanto ingresa a éste, sentándose en el sillón frente al de su otrora jefe y torturador, sus ojos se quedan mirando fijos los de la fémina, una guinda del pastel que era ajeno a su plan, más que ahora, teniéndola frente a él, es un delicioso complemento tomando en cuenta que hoy puede satisfacer su deseo de tener a ambos por igual. Su mano va al bolsillo del abrigo para sacar una caja y de ésta, un largo cilindro de papel arroz que contiene el tabaco. Tan innovadores en su confección al tiempo que lo lleva a su boca para encenderlo - David Peter Appleby, la Corona Inglesa te declara culpable del intento de asesinato de su Duque perdido, Su Gracia Lord Charles Moncrieff, aquí presente - sonríe con insano brillo en los ojos al tiempo que el humo inhalado sale formando tétricas formas frente a su rostro.
Sus orbes se dirigen a Abbey - ¿Qué haces aquí, Abbey? ¿Ahora qué capricho quieres cumplir? - da otra calada al tiempo que se recarga en el respaldo observando complacido la manera en que sus hombres ataron perfectamente al pater familis de los Appleby. El humo vuelve a inundar el lugar y cuando las intenciones de la fémina son descubiertas, sus ojos la observan con fastidio que no disimula en su rostro cincelado en hierro - hay algo que nunca aprendiste, Abbey. A alejarte de todo aquéllo que te está vedado, más por esta vez, siente cómo te complazco por tu osadía. Por tu actuar irrefrenable, más quiero el pago por mis disculpas y que no emita el decreto para que tu cabeza también sea perseguida por ofensas a la Corona inglesa por el intento de asesinato cuyo cargo pesa sobre tu padre y toda su familia. Tus hermanas y tu madre incluida. ¿Qué estás dispuesta a hacer para evitar el horrible sino a tu familia? - la pone a prueba para que esta vez, ella sienta lo que Charles padeció.
Charles Moncrieff- Esclavo de Sangre/Realeza
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Re: The Guadian- Privado Charles Moncrieff
Dentro del carruaje, Abbey miraba hacia un punto inexistente. Encontrarse sentada al lado de ese hombre, aquel que le destrozó la vida, el único culpable, el que los había condenado de por vida ¿Acaso importaba lo que ese ser dijese o hiciese que amainara o cambiase la situación? no. Para ella ese hombre al que llamó “padre” en el pasado, estaba muerto, no consideraba la idea de volver a la residencia Appleby, volver con su familia...ya tenía una y se encontraba lejos de David Peter Appleby, la Orden de cazadores le dio un hogar, confianza y lealtad, lo que esas personas jamás harían por nada ni nadie, sólo por él mismo.
La voz de Charles no pareció sacarle de su ensimismamiento, recordando todos y cada uno de los momentos en los que en el pasado, ese hombre se encargó de destruir, la joven pequeña rebelde que querían “reconstuir” y hacer, como manejar a su antojo. Sonrió de medio lado, ¿qué hacía ahí? Era obvio, la venganza se servía en frío y esa noche de primavera, para el señor Appleby sería la última o más bien, la primera del resto de su infierno...para toda su existencia.
-Los caprichos se los dejo a su merced, no estoy aquí para asistir a eventos elegantes o a que me busquen marido. Mi interés es el mismo que el vuestro ¿tanto os sorprende? No debería... y no me tuteeis, el protocolo ante todo ¿no os acordais? La señorita que busca, ya le dije que no se encuentre ante usted -el llamado “padre” se atrevió a tan siquiera intentar emitir palabra cuando la joven le amenazó con hundir el filo de su arma blanca, una daga que llevaba consigo muy cerca de su pecho -No, padre, no tienes voto de palabra. A nadie le importa lo que tengas que decir, a no ser que al señor Moncrieff le interese, voy a disfrutar con cada suspiro de agonía, el dolor que sufras, pidas clemencia y...sólo recibirás tortura
La risa de Abbey, hizo eco en el lugar, lejos de ser aquella risueña y divertida... el tono siniestro le erizó la piel al patriarca, no reconocía a su hija y en sus orbes azules más oscuros que los de su hija, se mostró un halo de miedo, temor por sí mismo.
-¿Evitarlo? Yo no quiero evitar nada de esto, deseo ver todos y cada uno de ellos pagar por todo lo que han hilado durante tantos años.¿Por qué querría evitar nada? Deseo lo mismo que tú, exactamente lo mismo -el hombre tragó saliva, no le salían las palabras, la punta se hundió en la piel, un hilo de sangre brotó manchando su dorada piel arrugada, la propia Abbey paseó la lengua por el pequeño camino, apoyando la frente en la cabeza del hombre, le odiaba...más que a nada ni a nadie.
-Dilo, “padre”. Di lo que hiciste, lo que creaste...a dos bestias sedientas de venganza, de tu sangre... -apretó con fuerza los dientes, separándose de él, dejando que se expresase. Se relamió los labios, el sabor férreo le arrancó un gruñido, pensaba más claro que nunca... lo que no aportaba nada a su vida.
-'¡DILO-exclamó, fuera de sí, una muy diferente a la que los presentes...conocieron.
La voz de Charles no pareció sacarle de su ensimismamiento, recordando todos y cada uno de los momentos en los que en el pasado, ese hombre se encargó de destruir, la joven pequeña rebelde que querían “reconstuir” y hacer, como manejar a su antojo. Sonrió de medio lado, ¿qué hacía ahí? Era obvio, la venganza se servía en frío y esa noche de primavera, para el señor Appleby sería la última o más bien, la primera del resto de su infierno...para toda su existencia.
-Los caprichos se los dejo a su merced, no estoy aquí para asistir a eventos elegantes o a que me busquen marido. Mi interés es el mismo que el vuestro ¿tanto os sorprende? No debería... y no me tuteeis, el protocolo ante todo ¿no os acordais? La señorita que busca, ya le dije que no se encuentre ante usted -el llamado “padre” se atrevió a tan siquiera intentar emitir palabra cuando la joven le amenazó con hundir el filo de su arma blanca, una daga que llevaba consigo muy cerca de su pecho -No, padre, no tienes voto de palabra. A nadie le importa lo que tengas que decir, a no ser que al señor Moncrieff le interese, voy a disfrutar con cada suspiro de agonía, el dolor que sufras, pidas clemencia y...sólo recibirás tortura
La risa de Abbey, hizo eco en el lugar, lejos de ser aquella risueña y divertida... el tono siniestro le erizó la piel al patriarca, no reconocía a su hija y en sus orbes azules más oscuros que los de su hija, se mostró un halo de miedo, temor por sí mismo.
-¿Evitarlo? Yo no quiero evitar nada de esto, deseo ver todos y cada uno de ellos pagar por todo lo que han hilado durante tantos años.¿Por qué querría evitar nada? Deseo lo mismo que tú, exactamente lo mismo -el hombre tragó saliva, no le salían las palabras, la punta se hundió en la piel, un hilo de sangre brotó manchando su dorada piel arrugada, la propia Abbey paseó la lengua por el pequeño camino, apoyando la frente en la cabeza del hombre, le odiaba...más que a nada ni a nadie.
-Dilo, “padre”. Di lo que hiciste, lo que creaste...a dos bestias sedientas de venganza, de tu sangre... -apretó con fuerza los dientes, separándose de él, dejando que se expresase. Se relamió los labios, el sabor férreo le arrancó un gruñido, pensaba más claro que nunca... lo que no aportaba nada a su vida.
-'¡DILO-exclamó, fuera de sí, una muy diferente a la que los presentes...conocieron.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: The Guadian- Privado Charles Moncrieff
En toda su existencia hubieron pocas personas a quienes realmente odió. Porque el "odio" es una palabra que se utiliza con frecuencia de forma excesiva. El odio es, per se, la máxima representación de lo que repulsa. Puede hacer a un lado el brócoli porque no agrada al paladar. Decir que "odio el brócoli" significa que se desea que algo malo o una desgracia le pase a ese bocado de es verdura que se tiene frente a uno. ¿Tan intensos son los sentimientos contra el brócoli? Por supuesto que no, es una pésima forma de expresión. Y todos los individuos tienen esa manera de indicar su desagrado. Si todo ésto es correcto, que lo es, entonces ¿Qué odia el Duque?
El resultado es a sólo una persona: David Peter Appleby. Los demás son desagradables para el inglés de formas diferentes, ya sea porque no comparten sus ideales o porque hay algo en ellos que le provocó un sufrimiento en el pasado. La Iglesia por ejemplo, es una institución a la cual Charles ha mostrado su repelus una y otra vez. Mucho más ahora que sabe lo que sucedió con sus padres -por quienes tenía una contradicción de sentimientos entremezclados con el odio y el amor a partes iguales hasta conocer lo sucedido- y el por qué de sus acciones provocados e incitados por una inquisición que les abandonó, su desagrado es inmenso. Sin llegar a desear su infortunio porque sabe que tarde que temprano, las personas que ordenaron dejar a su suerte a los Moncrieff pagarán caro su osadía.
Sin embargo, David siempre fue su Talón de Aquiles. El individuo que odió con todas las fuerzas de su negra alma y saberlo ahora a su merced, es indescriptible, es tan placentero que podría reír y reír durante años por esta jugarreta del destino. El pater familis de los Appleby está justo donde le quiere, desvalido como lo estuvo Charles en su momento y sabiendo con certeza que lo que obtendrá del León de Devonshire es todo, excepto buenos actuares. Que Abbey se sienta en el derecho de hacer con su padre lo que está reservado a Charles es un pequeño inconveniente que va a resolver en su oportunidad. La actitud de la fémina es tan desquiciada que forma un rictus de incomprensión en el rostro del que fuera su guardián que se recarga en el mullido respaldo para observar sus actuares cual loca.
¿Cuándo fue que pasó de ser una chica sin reservas a este estado insano de conducta? Es lo que más le llama la atención. En lugar de preocupar al León de Devonshire, le intriga. Deja que su conducta estúpida siga su curso hasta que lo toca, el bastón recorre la distancia que les separa hasta golpear la rodilla de la fémina con fuerza, sin causar demasiado daño, sólo provocando un hormigueo desagradable - recomendaría que dejaras la daga a un lado. Tu padre es un señor de edad que no soportaría demasiadas heridas, así que mantén tus impulsos más sosegados, mocosa - la orden es firme, fuerte - o de lo contrario, me harás recordar que también deseo matarte y te volaré los sesos sin dudarlo - de sus ropajes saca la pistola. Esa mano que la sostiene reposa sobre sus muslos más es obvia la trayectoria que tendría la bala.
Ni siquiera su madre y sus hermanas son un aliciente para que pueda dominar a esta fémina. Su curiosidad se incrementa - me importa un carajo si creíste que podrías participar de ésto, si pensaste que tus caprichos volverían a ser cumplidos, Abbey. Te dije que es mío, tu estupidez te mete en este problema, así que aleja tus manos de David o te mato - corta cartucho dejando claras sus intenciones. Esta vez, la mujer no tendrá oportunidad de hacer nada. Está harto de ella, fastidiado de sus estupideces y de sus berrinches de niña pequeña - nunca madurarás, nunca serás una mujer, siempre serás la misma frívola y caprichosa mocosa que conocí - y por un lado, se molesta por ello. De demostrar algo diferente, podría ser capaz de perdonarla. Podría, porque sólo es una oportunidad entre las diez mil que tiene en contra.
El resultado es a sólo una persona: David Peter Appleby. Los demás son desagradables para el inglés de formas diferentes, ya sea porque no comparten sus ideales o porque hay algo en ellos que le provocó un sufrimiento en el pasado. La Iglesia por ejemplo, es una institución a la cual Charles ha mostrado su repelus una y otra vez. Mucho más ahora que sabe lo que sucedió con sus padres -por quienes tenía una contradicción de sentimientos entremezclados con el odio y el amor a partes iguales hasta conocer lo sucedido- y el por qué de sus acciones provocados e incitados por una inquisición que les abandonó, su desagrado es inmenso. Sin llegar a desear su infortunio porque sabe que tarde que temprano, las personas que ordenaron dejar a su suerte a los Moncrieff pagarán caro su osadía.
Sin embargo, David siempre fue su Talón de Aquiles. El individuo que odió con todas las fuerzas de su negra alma y saberlo ahora a su merced, es indescriptible, es tan placentero que podría reír y reír durante años por esta jugarreta del destino. El pater familis de los Appleby está justo donde le quiere, desvalido como lo estuvo Charles en su momento y sabiendo con certeza que lo que obtendrá del León de Devonshire es todo, excepto buenos actuares. Que Abbey se sienta en el derecho de hacer con su padre lo que está reservado a Charles es un pequeño inconveniente que va a resolver en su oportunidad. La actitud de la fémina es tan desquiciada que forma un rictus de incomprensión en el rostro del que fuera su guardián que se recarga en el mullido respaldo para observar sus actuares cual loca.
¿Cuándo fue que pasó de ser una chica sin reservas a este estado insano de conducta? Es lo que más le llama la atención. En lugar de preocupar al León de Devonshire, le intriga. Deja que su conducta estúpida siga su curso hasta que lo toca, el bastón recorre la distancia que les separa hasta golpear la rodilla de la fémina con fuerza, sin causar demasiado daño, sólo provocando un hormigueo desagradable - recomendaría que dejaras la daga a un lado. Tu padre es un señor de edad que no soportaría demasiadas heridas, así que mantén tus impulsos más sosegados, mocosa - la orden es firme, fuerte - o de lo contrario, me harás recordar que también deseo matarte y te volaré los sesos sin dudarlo - de sus ropajes saca la pistola. Esa mano que la sostiene reposa sobre sus muslos más es obvia la trayectoria que tendría la bala.
Ni siquiera su madre y sus hermanas son un aliciente para que pueda dominar a esta fémina. Su curiosidad se incrementa - me importa un carajo si creíste que podrías participar de ésto, si pensaste que tus caprichos volverían a ser cumplidos, Abbey. Te dije que es mío, tu estupidez te mete en este problema, así que aleja tus manos de David o te mato - corta cartucho dejando claras sus intenciones. Esta vez, la mujer no tendrá oportunidad de hacer nada. Está harto de ella, fastidiado de sus estupideces y de sus berrinches de niña pequeña - nunca madurarás, nunca serás una mujer, siempre serás la misma frívola y caprichosa mocosa que conocí - y por un lado, se molesta por ello. De demostrar algo diferente, podría ser capaz de perdonarla. Podría, porque sólo es una oportunidad entre las diez mil que tiene en contra.
Charles Moncrieff- Esclavo de Sangre/Realeza
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Re: The Guadian- Privado Charles Moncrieff
Lo perdió todo la noche en la que David Appleby decidió acabar con la confianza, el amor y la lealtad de un joven que sólo cumplía sus obligaciones, terminando por cruzar una línea con su propia hija de la que nunca volvería a traspasar. Esa noche, Abbey perdió mucho, creyó que Charles murió y su padre con la excusa de “por el bien” ¿de quién? ¿de él?. El único bien que hizo fue para su propio beneficio, la cazadora deseaba verle muerto, sufrir y la noche parecía haber llegado, un momento en el que tanto el Conde como la joven tanto habían anhelado.
El rostro de la joven “Appleby”, no perdió ni un ápice el semblante serio y desafiante, poder mirar a los ojos a su padre, demostrar y mostrar en quién se había convertido...no tenía precio. Los ojos azules como el cielo se oscurecieron cuando notó el molesto golpe en su rodilla, sintió la necesidad de golpearlo en la boca del estómago, dejarle sin aliento durante unos segundos... los justos para que probase de su propia medicina.
-Lo habrías hecho ya ¿me equivoco? Claro que no. -desvió la mirada hacia el cristal empañado, intentando ordenar sus pensamientos y no encontrar sentido alguno a lo que sentía y experimentaba en ese instante, odiaba a su padre más que a nada en este mundo -Lo que pienses de mí, me da exactamente igual... ¿cómo iba a hacerte cambiar de opinión? No es mi cometido, la imagen que tienes de mí es justo la que él deseaba crear a su imagen y semejanza... puedes creer que soy esa niña que deseaba bienes materiales, vestidos bonitos y joyas o puedes creer que la persona que tienes ante ti es la que te miraba como merecías, sin juzgar si eras de clase baja o alta, las risas y las confesiones, los besos robados... no fueron de esa niña caprichosa, sí la que te quiso -se encogió de hombros, añoró al Charles del pasado, su cariño seguía reflejado en sus orbes azules, era imposible que estuviese mintiendo y eso él lo sabía.
-Palabras que se lleva el viento ¿no, Charles? No supo valorarte, al menos yo te hice abrir los ojos, ni tan siquiera se ha atrevido a matarme sin pensar...¿no me odia tanto? Es la reina de la tragedia, una niña mimada y consentida que ahora se dedica a perseguir sombras para dar sentido a su vida ¿no es así, Abbey? Sangre, armas...¿tú? No hay quién se lo crea, quiere impresionar y sólo consigue...hacerme reír -
La voz de su padre, un zumbido molesto que no consiguió ningún efecto en ella. Cerró los ojos, dejándose vencer en el asiento, acariciando su rodilla magullada. Él podía decir lo que desease, ella siempre tenía un as bajo la manga.
-Perseguir sombras que me den respuestas, cosa que tú no hiciste. ¿Qué quieres oír, ...padre? Él no estaba muerto, debía saberlo por otro medio... ¿quieres matarlo? Todo tuyo, a mí la siguiente si lo deseas... no vas a creerme nunca, estoy en tu bando, siempre lo estuve pero sigues empeñado en creer la mentira … la mentira que sus venenosos labios te susurraron cada noche ¿Crees que no me sentí culpable? ¿Qué no busqué tu tumba? ME DIJO QUE ESTABAS MUERTO Y YO ERA LA CULPABLE ¿quién persigue sombras? Te buscaba -apretó los labios y una noche, sin más... el destino quiso que se encontraran, en aquel carruaje que se dirigía a un camino: el del pasado.
El rostro de la joven “Appleby”, no perdió ni un ápice el semblante serio y desafiante, poder mirar a los ojos a su padre, demostrar y mostrar en quién se había convertido...no tenía precio. Los ojos azules como el cielo se oscurecieron cuando notó el molesto golpe en su rodilla, sintió la necesidad de golpearlo en la boca del estómago, dejarle sin aliento durante unos segundos... los justos para que probase de su propia medicina.
-Lo habrías hecho ya ¿me equivoco? Claro que no. -desvió la mirada hacia el cristal empañado, intentando ordenar sus pensamientos y no encontrar sentido alguno a lo que sentía y experimentaba en ese instante, odiaba a su padre más que a nada en este mundo -Lo que pienses de mí, me da exactamente igual... ¿cómo iba a hacerte cambiar de opinión? No es mi cometido, la imagen que tienes de mí es justo la que él deseaba crear a su imagen y semejanza... puedes creer que soy esa niña que deseaba bienes materiales, vestidos bonitos y joyas o puedes creer que la persona que tienes ante ti es la que te miraba como merecías, sin juzgar si eras de clase baja o alta, las risas y las confesiones, los besos robados... no fueron de esa niña caprichosa, sí la que te quiso -se encogió de hombros, añoró al Charles del pasado, su cariño seguía reflejado en sus orbes azules, era imposible que estuviese mintiendo y eso él lo sabía.
-Palabras que se lleva el viento ¿no, Charles? No supo valorarte, al menos yo te hice abrir los ojos, ni tan siquiera se ha atrevido a matarme sin pensar...¿no me odia tanto? Es la reina de la tragedia, una niña mimada y consentida que ahora se dedica a perseguir sombras para dar sentido a su vida ¿no es así, Abbey? Sangre, armas...¿tú? No hay quién se lo crea, quiere impresionar y sólo consigue...hacerme reír -
La voz de su padre, un zumbido molesto que no consiguió ningún efecto en ella. Cerró los ojos, dejándose vencer en el asiento, acariciando su rodilla magullada. Él podía decir lo que desease, ella siempre tenía un as bajo la manga.
-Perseguir sombras que me den respuestas, cosa que tú no hiciste. ¿Qué quieres oír, ...padre? Él no estaba muerto, debía saberlo por otro medio... ¿quieres matarlo? Todo tuyo, a mí la siguiente si lo deseas... no vas a creerme nunca, estoy en tu bando, siempre lo estuve pero sigues empeñado en creer la mentira … la mentira que sus venenosos labios te susurraron cada noche ¿Crees que no me sentí culpable? ¿Qué no busqué tu tumba? ME DIJO QUE ESTABAS MUERTO Y YO ERA LA CULPABLE ¿quién persigue sombras? Te buscaba -apretó los labios y una noche, sin más... el destino quiso que se encontraran, en aquel carruaje que se dirigía a un camino: el del pasado.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: The Guadian- Privado Charles Moncrieff
Está fastidiado del estira y afloja con Abbey. Demostrar cuánto le afecta que estén ambos Appleby frente a él, sería igual a demostrar cuán débil sigue siendo porque su mente se empecina en querer matarlos al tiempo que una parte de su marchito corazón se empeña en darle una oportunidad a la joven. ¿Y luego qué? Su vida ya está estructurada a su deseo y planes. Escalonada, teledirigida, creando diversos escenarios para alzar al que fuera un simple guardián a la posición de Duque que le corresponde. ¡Un Duque ni más ni menos! Por más que David deseara aplastar de nuevo a aquél que tuviera entre los pies aquélla noche, descubrirá que a lo único que puede aspirar, es a limpiar sus zapatos con la lengua en el mejor de los casos. Matar a un hombre como éste sería tan fácil que le aburre.
Reacomoda el bastón al tiempo que observa sus blancos e inmaculados guantes, juguetea con la cabeza de león que adorna el artilugio utilizado por los caballeros en tanto sigue la discusión entre una mujer que debió demostrar en su momento su valía y un hombre que por más que se esfuerce, sólo denota lo oscuro de su alma. - David, a diferencia de ti, yo puedo referirme a tu persona con tu nombre. Debes hablarme con el respeto que me merezco. ¿Quieres que te recuerde cómo me enseñaste a ser educado y respetuoso? Aún tengo la cicatriz de tus enseñanzas - se pasa la mano por la sien donde la herida tan profunda que le provocó, ni siquiera pudo sanar adecuadamente con la vitae vampírica. Dejando el bastón sobre el asiento y el arma al costado contrario, pegada a la pared del carruaje, saca una caja de uno de los bolsillos de su abrigo para tomar entre los dedos el segundo cigarrillo del momento. Tabaco fino, cubano, que enciende dejando que la primer bocanada salga de su boca mirando a ambos. Escuchando a ambos. Desechando a ambos. - Soy Su Excelentísima, aunque se te atragante en la boca, David. Soy Duque de Devonshire ¿Acaso pensaste que me quedaría de brazos cruzados sin buscar la oportunidad de estar en un nivel non plus ultra? - sonríe de lado con diversión.
Suelta una bocanada en tanto el bastón que estuviera inerte, es tomado por la siniestra para dar un buen golpe en una de las espinillas del otrora jefe del Duque - a diferencia de ti, David. Tengo bien claras las actitudes de tu hija. Si es así, es porque tú formaste su carácter, quisiste hacer de ella una muñeca de porcelana y terminó por ser una de trapo - vuelve el artilugio a su sitio antes de que el inglés observe el cigarrillo después de darle una larga succión mitigando su ansiedad oral - y a diferencia de ti, te pido respeto cuando te refieras a tu hija. Cada insulto que le prodigues, será un golpe que te ganes. Tú decides. Y créeme cuando te digo que puedo alargar tu sufrimiento por toda la eternidad - susurra con altanería y cierta oscuridad. Si debe darle vitae vampírica, lo hará. Así se asegurará que el hombre se regenere cuantas veces sea necesario para seguir el tormento.
La voz de Abbey atrapa su atención, algunas palabras más que otras - hermoso que después de tanto espectáculo, decidieras hacerte cargo de tu vida. Tarde, sin embargo. Para esos momentos estaba con un amigo recuperando terreno. Físico y financiero. Me elevé por entre muchas cabezas, aún ahora Abbey, soy todo lo que tu padre quiso para ti y estoy tan lejos como sus manos lo quisieron. ¿A que es ironía, David? Todo lo que anhelaste para ti, está ante tus ojos. Y tú mismo te hiciste cargo de matarlo - da una nueva calada al cigarrillo hasta consumirlo, lo avienta por la ventanilla al tiempo que echa el humo hacia el techo antes de mirar cómo las figuras se vuelven fantasmagóricas - ¿Por qué no le cuentas, David, cómo fue que te aseguraste de matarme? Porque hasta tú creíste que estaba muerto. A diferencia de ti, tengo amigos muy poderosos. Uno de ellos fue quien les hizo creer a tus tres esbirros y a ti, que terminaron el trabajo. Me levanté de la tumba sólo para matarte, hoy cumpliré el capricho - se pasa el músculo bucal por el colmillo superior de su siniestra en tanto entorna los ojos queriendo que él empiece a hablar. Cómo fue que orquestó todo para que Abbey conozca la verdad desde la propia fuente más creíble de todas: el que lo organizó y lo ejecutó.
Reacomoda el bastón al tiempo que observa sus blancos e inmaculados guantes, juguetea con la cabeza de león que adorna el artilugio utilizado por los caballeros en tanto sigue la discusión entre una mujer que debió demostrar en su momento su valía y un hombre que por más que se esfuerce, sólo denota lo oscuro de su alma. - David, a diferencia de ti, yo puedo referirme a tu persona con tu nombre. Debes hablarme con el respeto que me merezco. ¿Quieres que te recuerde cómo me enseñaste a ser educado y respetuoso? Aún tengo la cicatriz de tus enseñanzas - se pasa la mano por la sien donde la herida tan profunda que le provocó, ni siquiera pudo sanar adecuadamente con la vitae vampírica. Dejando el bastón sobre el asiento y el arma al costado contrario, pegada a la pared del carruaje, saca una caja de uno de los bolsillos de su abrigo para tomar entre los dedos el segundo cigarrillo del momento. Tabaco fino, cubano, que enciende dejando que la primer bocanada salga de su boca mirando a ambos. Escuchando a ambos. Desechando a ambos. - Soy Su Excelentísima, aunque se te atragante en la boca, David. Soy Duque de Devonshire ¿Acaso pensaste que me quedaría de brazos cruzados sin buscar la oportunidad de estar en un nivel non plus ultra? - sonríe de lado con diversión.
Suelta una bocanada en tanto el bastón que estuviera inerte, es tomado por la siniestra para dar un buen golpe en una de las espinillas del otrora jefe del Duque - a diferencia de ti, David. Tengo bien claras las actitudes de tu hija. Si es así, es porque tú formaste su carácter, quisiste hacer de ella una muñeca de porcelana y terminó por ser una de trapo - vuelve el artilugio a su sitio antes de que el inglés observe el cigarrillo después de darle una larga succión mitigando su ansiedad oral - y a diferencia de ti, te pido respeto cuando te refieras a tu hija. Cada insulto que le prodigues, será un golpe que te ganes. Tú decides. Y créeme cuando te digo que puedo alargar tu sufrimiento por toda la eternidad - susurra con altanería y cierta oscuridad. Si debe darle vitae vampírica, lo hará. Así se asegurará que el hombre se regenere cuantas veces sea necesario para seguir el tormento.
La voz de Abbey atrapa su atención, algunas palabras más que otras - hermoso que después de tanto espectáculo, decidieras hacerte cargo de tu vida. Tarde, sin embargo. Para esos momentos estaba con un amigo recuperando terreno. Físico y financiero. Me elevé por entre muchas cabezas, aún ahora Abbey, soy todo lo que tu padre quiso para ti y estoy tan lejos como sus manos lo quisieron. ¿A que es ironía, David? Todo lo que anhelaste para ti, está ante tus ojos. Y tú mismo te hiciste cargo de matarlo - da una nueva calada al cigarrillo hasta consumirlo, lo avienta por la ventanilla al tiempo que echa el humo hacia el techo antes de mirar cómo las figuras se vuelven fantasmagóricas - ¿Por qué no le cuentas, David, cómo fue que te aseguraste de matarme? Porque hasta tú creíste que estaba muerto. A diferencia de ti, tengo amigos muy poderosos. Uno de ellos fue quien les hizo creer a tus tres esbirros y a ti, que terminaron el trabajo. Me levanté de la tumba sólo para matarte, hoy cumpliré el capricho - se pasa el músculo bucal por el colmillo superior de su siniestra en tanto entorna los ojos queriendo que él empiece a hablar. Cómo fue que orquestó todo para que Abbey conozca la verdad desde la propia fuente más creíble de todas: el que lo organizó y lo ejecutó.
Charles Moncrieff- Esclavo de Sangre/Realeza
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Re: The Guadian- Privado Charles Moncrieff
Las cicatrices forman parte de nuestro camino.
Y del mismo camino que el de la apodada manzana. David Peter Appleby sólo se quiere a sí mismo, no le importa qué se lleva por delante con tal de conseguir sus propósitos pero con lo que no contaba, fue que los dos jóvenes “inocentes” se convertirían en sus más letales enemigos. La muerte siempre estuvo asegurada para los tres, Abbey no temía morir, cada noche salía precisamente a ello como para preocuparse de su bienestar en esos momentos. Se convirtió en una gran cazadora, implacable, dejando de lado a la señorita que los dos hombres conocieron, en ese momento sólo le importaba saber lo que ocurriría con su padre, nada más.
Charles se dirige a él con recelo y a Abbey se le dibuja una media sonrisa, lo consiguió por méritos propios igual que ella, en el caso de la cazadora...sólo buscó lo que no tuvo en la residencia Appleby a la sombra de su padre: una familia, una oportunidad. Chasqueó la lengua al comprobar que su padre fingió asustarse, ahora... los miraba a los dos con la superioridad que le caracterizaba , como si de un momento a otro fuese a sacar un as de la manga y salir airoso como hizo siempre ¿por qué algo le decía que no sería así?
-Mi vida. Ya te dije que miro todas las noches a la muerte a los ojos, puedes ser el mismo dios del infierno, por ende, demonio o lo que diablos quieras que sea, no tengo miedo. Si he de morir que así sea pero ¿te crees que voy a aceptar mi sino entre lagrimas de cocodrilo para que me perdones la vida? Al igual que tú, he cambiado. Puedes mofarte, volver a repetir que sigo siendo la niña mimada y todas esas paparruchas, me es igual -tan tranquila y calmada, como si nada más le importase , no iba a morir hoy, menos al lado de aquel maldito traidor.
-No olvides que era lo que él quería para mí, yo no quise tal cosa y lo sabes. Tenía mi título y mi dinero, ¿para qué querría a un hombre de prestigio? Ya, me callo. -resopló esperando su turno, el viaje comenzaba a ser demasiado largo -¿Lo hiciste? -algo que ya supo e imaginaba, él tendría que ver con la desaparición de Charles y otras tantas personas que se cruzaron en la vida de la joven Appleby, el poder y el ansia de más te cegaba a niveles insospechados -Intentaste matarnos a los dos por simple y mero capricho
David, se encogió de hombros, aceptaba su sino, de algún modo siempre esperó acabar así. Miró a ambos alternativamente y sonrió socarrón, como siempre había hecho. Lo que no esperaban era que él sí que al final llevaba un as bajo la manga.
-¡Qué conmovedor! Y qué mayores...os habeis convertido en grandes personas de prestigio, en el caso de Charles...en el tuyo hija..sigo sin comprenderte, nunca lo hice y nunca lo haré -Abbey apretó las uñas en la palma de su mano para no estamparle la cabeza con el mismo bastón del joven Moncrieff. -Pero yo que vosotros no jugaría con fuego, oh vamos, sabeis que no voy por ahí como si nada, me guardo las espaldas y no creo que tarden en venir a por mí ¡soy yo, Charles! ¿cómo iba a dejar que me capturases sin más? Antes de que tu carruaje llegue al destino, ninguno de los tres estaremos aquí -Abbey miró fijamente a Charles, si era cierto, los estarían siguiendo.
Miró hacia atrás, por una de las ventanillas de cristal traseras, en efecto, dos jinetes se acercaban a toda prisa, manteniendo las distancias para intervenir cuando fuese necesario.
-No es un farol. -David no perdió la sonrisa, tomó el bastón de Charles con firmeza, sujetándolo con fuerza...demasiada para ser un simple humano -Nos convertimos los tres en bestias, Moncrieff. -
Y del mismo camino que el de la apodada manzana. David Peter Appleby sólo se quiere a sí mismo, no le importa qué se lleva por delante con tal de conseguir sus propósitos pero con lo que no contaba, fue que los dos jóvenes “inocentes” se convertirían en sus más letales enemigos. La muerte siempre estuvo asegurada para los tres, Abbey no temía morir, cada noche salía precisamente a ello como para preocuparse de su bienestar en esos momentos. Se convirtió en una gran cazadora, implacable, dejando de lado a la señorita que los dos hombres conocieron, en ese momento sólo le importaba saber lo que ocurriría con su padre, nada más.
Charles se dirige a él con recelo y a Abbey se le dibuja una media sonrisa, lo consiguió por méritos propios igual que ella, en el caso de la cazadora...sólo buscó lo que no tuvo en la residencia Appleby a la sombra de su padre: una familia, una oportunidad. Chasqueó la lengua al comprobar que su padre fingió asustarse, ahora... los miraba a los dos con la superioridad que le caracterizaba , como si de un momento a otro fuese a sacar un as de la manga y salir airoso como hizo siempre ¿por qué algo le decía que no sería así?
-Mi vida. Ya te dije que miro todas las noches a la muerte a los ojos, puedes ser el mismo dios del infierno, por ende, demonio o lo que diablos quieras que sea, no tengo miedo. Si he de morir que así sea pero ¿te crees que voy a aceptar mi sino entre lagrimas de cocodrilo para que me perdones la vida? Al igual que tú, he cambiado. Puedes mofarte, volver a repetir que sigo siendo la niña mimada y todas esas paparruchas, me es igual -tan tranquila y calmada, como si nada más le importase , no iba a morir hoy, menos al lado de aquel maldito traidor.
-No olvides que era lo que él quería para mí, yo no quise tal cosa y lo sabes. Tenía mi título y mi dinero, ¿para qué querría a un hombre de prestigio? Ya, me callo. -resopló esperando su turno, el viaje comenzaba a ser demasiado largo -¿Lo hiciste? -algo que ya supo e imaginaba, él tendría que ver con la desaparición de Charles y otras tantas personas que se cruzaron en la vida de la joven Appleby, el poder y el ansia de más te cegaba a niveles insospechados -Intentaste matarnos a los dos por simple y mero capricho
David, se encogió de hombros, aceptaba su sino, de algún modo siempre esperó acabar así. Miró a ambos alternativamente y sonrió socarrón, como siempre había hecho. Lo que no esperaban era que él sí que al final llevaba un as bajo la manga.
-¡Qué conmovedor! Y qué mayores...os habeis convertido en grandes personas de prestigio, en el caso de Charles...en el tuyo hija..sigo sin comprenderte, nunca lo hice y nunca lo haré -Abbey apretó las uñas en la palma de su mano para no estamparle la cabeza con el mismo bastón del joven Moncrieff. -Pero yo que vosotros no jugaría con fuego, oh vamos, sabeis que no voy por ahí como si nada, me guardo las espaldas y no creo que tarden en venir a por mí ¡soy yo, Charles! ¿cómo iba a dejar que me capturases sin más? Antes de que tu carruaje llegue al destino, ninguno de los tres estaremos aquí -Abbey miró fijamente a Charles, si era cierto, los estarían siguiendo.
Miró hacia atrás, por una de las ventanillas de cristal traseras, en efecto, dos jinetes se acercaban a toda prisa, manteniendo las distancias para intervenir cuando fuese necesario.
-No es un farol. -David no perdió la sonrisa, tomó el bastón de Charles con firmeza, sujetándolo con fuerza...demasiada para ser un simple humano -Nos convertimos los tres en bestias, Moncrieff. -
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: The Guadian- Privado Charles Moncrieff
Es el cuento de nunca acabar. Cada parte que uno de ellos dice, es como una señal de grandes luces para que el otro se muestre más grande e imponente. Hablar de la forma en que uno es mejor que el otro es un círculo vicioso. Se da cuenta cuando la propia Abbey vuelve a mencionar que es diferente, que es un ser que mira a la muerte a los ojos, que es diferente. Y en cambio, para Charles pareciera ser lo mismo. Que evolucionó, que obtuvo la victoria, que es un Duque. Se observa desde lejos, como un tercero a la distancia para auto criticarse. Observa a los dos seres que tan importantes fueran en su vida hace diez años y encuentra que el odio que sentía era debido a su propia impotencia al perder lo que fue suyo, sin lograr recuperar un ápice de ésto. Ahora, que lo tiene todo, le parece insulso seguir con esta disputa. Se dejó llevar por las palabras de Abbey.
Por el odio que siente hacia David. La intensidad de sus sensaciones ciegan su mente, es algo en lo que debe trabajar en el futuro. En tanto padre e hija se contestan procurando demostrar que tienen la batuta, que pueden seguir en su racha de arrogancia y prepotencia para sepultar al otro bajo los excrementos, Charles decide sus movimientos. A sus oídos llega la advertencia del mayor en el habitáculo, sus ojos se posan en los de la fémina con toda la tranquilidad del mundo. Se sonríe un poco con cinismo - por supuesto que no es un farol. ¿Creías que no lo esperaba, David? Aprendí demasiado de ti y lo agradezco - en cuanto toma el bastón manteniendo la firmeza, demostrando la fuerza que ahora tiene aunada a las palabras, el Duque lo suelta llevando con rapidez la mano hacia la derecha. Ni siquiera tiene que asomar demasiado el arma cuando un fogonazo resuena en el lugar.
El proyectil atraviesa la rodilla del hombre. Plata pura es lo que recubre esa bala en tanto el humano observa la reacción de David - plata. Si eres un monstruo, veamos cuál eres de todos - porque si es un vampiro, estará intentando morder a alguien. Tiene más al alcance a Abbey. La diferencia radica en que ambos siguen siendo humanos, al menos el Duque, que por más que tenga apalabrada la transformación en vampiro, todavía no tiene el regalo de la oscuridad. Si es un licántropo, la fuerza y la rapidez estarán afectadas por la bala, cuya herida empezará a humear al tiempo que se quejará con alaridos. Eso significará el siguiente movimiento para el Moncrieff. Le disparará al corazón como intente hacer otro movimiento. Confía en sus reflejos para ello. Si debe matar a David en el mismo interior del carruaje, lo hará sin dudar. En cuanto a los que les persiguen, bastará con golpear la pared del vehículo de una forma determinada para que los dos que le custodian empiecen a disparar. Sí, lo tiene todo fríamente calculado. Así le enseñó el mayor de los Appleby, por supuesto que no dejará nada al azar.
Por el odio que siente hacia David. La intensidad de sus sensaciones ciegan su mente, es algo en lo que debe trabajar en el futuro. En tanto padre e hija se contestan procurando demostrar que tienen la batuta, que pueden seguir en su racha de arrogancia y prepotencia para sepultar al otro bajo los excrementos, Charles decide sus movimientos. A sus oídos llega la advertencia del mayor en el habitáculo, sus ojos se posan en los de la fémina con toda la tranquilidad del mundo. Se sonríe un poco con cinismo - por supuesto que no es un farol. ¿Creías que no lo esperaba, David? Aprendí demasiado de ti y lo agradezco - en cuanto toma el bastón manteniendo la firmeza, demostrando la fuerza que ahora tiene aunada a las palabras, el Duque lo suelta llevando con rapidez la mano hacia la derecha. Ni siquiera tiene que asomar demasiado el arma cuando un fogonazo resuena en el lugar.
El proyectil atraviesa la rodilla del hombre. Plata pura es lo que recubre esa bala en tanto el humano observa la reacción de David - plata. Si eres un monstruo, veamos cuál eres de todos - porque si es un vampiro, estará intentando morder a alguien. Tiene más al alcance a Abbey. La diferencia radica en que ambos siguen siendo humanos, al menos el Duque, que por más que tenga apalabrada la transformación en vampiro, todavía no tiene el regalo de la oscuridad. Si es un licántropo, la fuerza y la rapidez estarán afectadas por la bala, cuya herida empezará a humear al tiempo que se quejará con alaridos. Eso significará el siguiente movimiento para el Moncrieff. Le disparará al corazón como intente hacer otro movimiento. Confía en sus reflejos para ello. Si debe matar a David en el mismo interior del carruaje, lo hará sin dudar. En cuanto a los que les persiguen, bastará con golpear la pared del vehículo de una forma determinada para que los dos que le custodian empiecen a disparar. Sí, lo tiene todo fríamente calculado. Así le enseñó el mayor de los Appleby, por supuesto que no dejará nada al azar.
Charles Moncrieff- Esclavo de Sangre/Realeza
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Re: The Guadian- Privado Charles Moncrieff
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Las suposiciones de la manzana eran ciertas, no lo dudó en ningún momento, su padre jugaba con lo sobrenatural. El poder y la ambición movían el mundo de David Peter Appleby y el hecho de que su hija menor no se doblegase a sus peticiones y el futuro que deseaba por ella, desató una guerra entre ambos arrebatándoselo prácticamente todo y creer que podía salirse con la suya. Maldito bastardo infeliz, sólo le deseaba desdicha y un final terrible, pagase por sus pecados y dejase este mundo. El hecho de no considerarse una Appleby, no podía ser más que por su padre, sus hermanas podían estarle agradecidas de esa buena idea y poder pero ella... Abbey Lynn Appleby no iba a lavarse las manos con dinero negro y seguir un sendero plagado de sombras incompletas, mal y desdicha.
El fogonazo alerta a Abbey, sus ojos azules siguen abiertos ente el humo, puede vislumbrar la sonrisa de aquel a quién llamó tantas veces “padre”, desvía la mirada hacia Charles que advierte con esa media sonrisa que sabe perfectamente bien lo que hace y sus intenciones de no dejarle con vida, de hacer cada segundo que le quede un infierno.
David aulla de dolor, es incapaz de moverse, entonces el misterio queda en el aire ¿es un simple humano que sella sus heridas con sangre de vampiro? ¿un licantropo? No es luna llena es difícil saberlo. El hombre busca la mirada azul del que fue el vigilante de su hija, no se borra la sonrisa, no le teme y es poco alentador... ¿y si ninguno de los tres sale con vida? ¿qué importa acaso? Si conseguir respuestas es lo único que le importa e interesa...en ese carruaje se destapaban un sin fin de verdades.
-Maldita sea, ni el mismo demonio poseería esa sonrisa ¿qué eres? -a David no parece importarle nada, sólo fija sus ojos en Charles quién le ha disparado. Su hija carece de sentido para él en esos instantes y no duda en tomarla del cuello, apretar con cierta fuerza para que no pueda moverse, menos respirar. -Decías que cada golpe a mi hija me lo devolverías o algo así ¿no? Bien, cuando me deshaga de ella, me matarás o eso crees. La soltaré si me dejas marchar, tómatelo como un aviso...una reunión de viejos amigos y tendrás tiempo de cómo deshacerte de mí ¿o quieres acabar lo que dejamos, Charles? Me da igual que seas una eminencia, los títulos ya no mueven el mundo, lo sobrenatural...sí ¿qué soy dices? Puedo ser lo que desee ser moviendo los hilos suficientes -
Abbey comenzó a ponerse roja, un simple agarre no iba a dejarla ir a su suerte. Alzó sus piernas lucharon para enredarse en la cintura del hombre y tirar, sus manos tomar temblorosas una de las dagas de su cintura y hundirla en uno de los costados del hombre que no pareció inmutarse. Iba a ser un hueso duro de roer.
Las suposiciones de la manzana eran ciertas, no lo dudó en ningún momento, su padre jugaba con lo sobrenatural. El poder y la ambición movían el mundo de David Peter Appleby y el hecho de que su hija menor no se doblegase a sus peticiones y el futuro que deseaba por ella, desató una guerra entre ambos arrebatándoselo prácticamente todo y creer que podía salirse con la suya. Maldito bastardo infeliz, sólo le deseaba desdicha y un final terrible, pagase por sus pecados y dejase este mundo. El hecho de no considerarse una Appleby, no podía ser más que por su padre, sus hermanas podían estarle agradecidas de esa buena idea y poder pero ella... Abbey Lynn Appleby no iba a lavarse las manos con dinero negro y seguir un sendero plagado de sombras incompletas, mal y desdicha.
El fogonazo alerta a Abbey, sus ojos azules siguen abiertos ente el humo, puede vislumbrar la sonrisa de aquel a quién llamó tantas veces “padre”, desvía la mirada hacia Charles que advierte con esa media sonrisa que sabe perfectamente bien lo que hace y sus intenciones de no dejarle con vida, de hacer cada segundo que le quede un infierno.
David aulla de dolor, es incapaz de moverse, entonces el misterio queda en el aire ¿es un simple humano que sella sus heridas con sangre de vampiro? ¿un licantropo? No es luna llena es difícil saberlo. El hombre busca la mirada azul del que fue el vigilante de su hija, no se borra la sonrisa, no le teme y es poco alentador... ¿y si ninguno de los tres sale con vida? ¿qué importa acaso? Si conseguir respuestas es lo único que le importa e interesa...en ese carruaje se destapaban un sin fin de verdades.
-Maldita sea, ni el mismo demonio poseería esa sonrisa ¿qué eres? -a David no parece importarle nada, sólo fija sus ojos en Charles quién le ha disparado. Su hija carece de sentido para él en esos instantes y no duda en tomarla del cuello, apretar con cierta fuerza para que no pueda moverse, menos respirar. -Decías que cada golpe a mi hija me lo devolverías o algo así ¿no? Bien, cuando me deshaga de ella, me matarás o eso crees. La soltaré si me dejas marchar, tómatelo como un aviso...una reunión de viejos amigos y tendrás tiempo de cómo deshacerte de mí ¿o quieres acabar lo que dejamos, Charles? Me da igual que seas una eminencia, los títulos ya no mueven el mundo, lo sobrenatural...sí ¿qué soy dices? Puedo ser lo que desee ser moviendo los hilos suficientes -
Abbey comenzó a ponerse roja, un simple agarre no iba a dejarla ir a su suerte. Alzó sus piernas lucharon para enredarse en la cintura del hombre y tirar, sus manos tomar temblorosas una de las dagas de su cintura y hundirla en uno de los costados del hombre que no pareció inmutarse. Iba a ser un hueso duro de roer.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: The Guadian- Privado Charles Moncrieff
El cierre de este capítulo en su vida, se aproxima con la misma rapidez con que los caballos llevan el carruaje a la zona segura del Duque de Devonshire. Es Charles quien dará fin a todo ésto cuando nota que ni siquiera Abbey podría siquiera mover un músculo contra su padre a pesar de las advertencias físicas y verbales que éste muestra. Si bien el odio que los dos jóvenes sienten ante el mayor es supremo, los recuerdos se conglomeran en las mentes y en los actuares de ambos que, en lugar de darse cuenta de la situación, de la manera en que todo se sale de control, siguen empeñados en tener un momento para alargar el calvario del que fuera el señor y amo de ambos, del que los separara sin pensarlo dos veces hasta hacer de sus vidas un infierno. El que tenga algo sobrenatural en su ser, demuestra cuán peligroso es este sujeto que cada vez es más agresivo.
Vampiro, ghoul, licántropo. ¿Importa acaso? Sí cuando se quiere exterminar a un ser como éste, depende de lo que sea, será la manera en que reaccione. Charles encaró a varios de ellos a lo largo de su vida, incluso una licántropa es su socia, por lo que sabe bien qué movimientos serán determinantes para mandar a este sujeto al más allá. La parca se cierne sobre el pequeño lugar que es el interior del carruaje esperando su premio. El comentario de Abbey da señales de que está insegura de qué hacer. Las acciones de David son subsecuentes, pausadas, pensadas o quizá sólo llevadas a cabo por un instinto superior que clama por ver a los dos jóvenes inertes a sus pies. No será hoy, ni nunca. La mano que toca el cuello de la joven es tenaz, su fuerza tremenda que se nota por la forma en que el rostro de la mujer se torna rojo por la acumulación de sangre en la cabeza. Le roba el aire y en tanto David piensa que puede zafarse de ésta con rapidez, Charles ya calculó sus siguientes dos movimientos.
Uno, - creí David, que sabrías a qué te enfrentabas cuando subiste a este carruaje. Debiste escapar si es que tenías esa fuerza, ahora es tarde - distracción. Ella se revuelve encajando una daga en el costado. Mal movimiento. Charles en cambio, suelta el siguiente fogonazo directo al corazón del mayor de los Appleby. Si es un licántropo, morirá por el contacto de la plata. Si es un ghoul, morirá por la herida que le provocó. Si es un vampiro, en cambio, no servirá de mucho a menos que... Y el tercer fogonazo del arma se deja oír en el minúsculo lugar, esta vez atraviesa la frente del hombre con tal puntería como si fuera el mismo Apolo, quien calculara el tiro. - Si eres un vampiro, ésto te va a detener lo suficiente para cortarte la cabeza o bien estacarte - recupera el bastón con agilidad para romper la punta con uno de los pies esperando a ver cuál es el resultado. Ha disparado dos veces más, aprovechando la distracción de Abbey. Quizá David no entienda qué pasó, cómo es que Charles tiene tantas balas dentro de la cámara de la pistola.
Si algo aprovecho el León de Devonshire, fue a hacerse de todas las armas posibles para evitar una emboscada. Se preparó para cualquier eventualidad. Practicó hasta el cansancio. Muestra de ello es que Abbey, por más cerca que estuviera de su padre, no fue rozada por ninguno de los tres proyectiles. Sólo que ahora, tiene más sangre en el cuerpo que cuando la volvió a ver hace pocos meses.
Vampiro, ghoul, licántropo. ¿Importa acaso? Sí cuando se quiere exterminar a un ser como éste, depende de lo que sea, será la manera en que reaccione. Charles encaró a varios de ellos a lo largo de su vida, incluso una licántropa es su socia, por lo que sabe bien qué movimientos serán determinantes para mandar a este sujeto al más allá. La parca se cierne sobre el pequeño lugar que es el interior del carruaje esperando su premio. El comentario de Abbey da señales de que está insegura de qué hacer. Las acciones de David son subsecuentes, pausadas, pensadas o quizá sólo llevadas a cabo por un instinto superior que clama por ver a los dos jóvenes inertes a sus pies. No será hoy, ni nunca. La mano que toca el cuello de la joven es tenaz, su fuerza tremenda que se nota por la forma en que el rostro de la mujer se torna rojo por la acumulación de sangre en la cabeza. Le roba el aire y en tanto David piensa que puede zafarse de ésta con rapidez, Charles ya calculó sus siguientes dos movimientos.
Uno, - creí David, que sabrías a qué te enfrentabas cuando subiste a este carruaje. Debiste escapar si es que tenías esa fuerza, ahora es tarde - distracción. Ella se revuelve encajando una daga en el costado. Mal movimiento. Charles en cambio, suelta el siguiente fogonazo directo al corazón del mayor de los Appleby. Si es un licántropo, morirá por el contacto de la plata. Si es un ghoul, morirá por la herida que le provocó. Si es un vampiro, en cambio, no servirá de mucho a menos que... Y el tercer fogonazo del arma se deja oír en el minúsculo lugar, esta vez atraviesa la frente del hombre con tal puntería como si fuera el mismo Apolo, quien calculara el tiro. - Si eres un vampiro, ésto te va a detener lo suficiente para cortarte la cabeza o bien estacarte - recupera el bastón con agilidad para romper la punta con uno de los pies esperando a ver cuál es el resultado. Ha disparado dos veces más, aprovechando la distracción de Abbey. Quizá David no entienda qué pasó, cómo es que Charles tiene tantas balas dentro de la cámara de la pistola.
Si algo aprovecho el León de Devonshire, fue a hacerse de todas las armas posibles para evitar una emboscada. Se preparó para cualquier eventualidad. Practicó hasta el cansancio. Muestra de ello es que Abbey, por más cerca que estuviera de su padre, no fue rozada por ninguno de los tres proyectiles. Sólo que ahora, tiene más sangre en el cuerpo que cuando la volvió a ver hace pocos meses.
Charles Moncrieff- Esclavo de Sangre/Realeza
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Re: The Guadian- Privado Charles Moncrieff
This is magic.
Ningún ataque parece afectar al aclamado David Peter Appleby, sabe de sobra que se ha cubierto las espaldas y esperado el momento en el que uno de los dos fuese a por él, cueste lo que cueste. Abbey apenas puede respirar, la respiración entrecortada le impide pensar con claridad pero la rendición no está en el abanico de sus posibles decisiones. La fuerza con la que enreda los dedos en su cuello no es de un humano corriente, tanto Charles y ella lo saben, todo parece estar a punto de dar fin...todo y nada.
El fogonazo, arranca una sonrisa en el aclamado Appleby quién parece disfrutar con semejante movimiento del Conde, tiene un as en la manga. La herida de bala parece ser fatal para el hombre quién no pierde la sonrisa, suelta a la cazadora quien choca violentamente con una de las paredes del carro. El fogonazo no parece dar sus frutos, tal como si nada, el hombre se inclina hacia Charles antes de que su ser se volatilice susurra unas palabras que le permiten evaporizarse sin más , abandonar el carro en un haz de luz negra como si todo este tiempo el cuerpo del inglés hubiese sido una marioneta guiada por él desde cualquier punto de París.
Abbey niega con la cabeza, su padre ya no se encuentra allí, ¿cómo? Tan real como imposible, los disparos, la daga en el costado, el atarle...su cuerpo parecía estar allí pero cuán equivocados estaban. El poder conllevaba a poder manejarlo todo a su antojo y así había sido, seguía siendo un humano corriente con ciertos beneficios. El carro sigue su rumbo y la cazadora se niega a simplemente dejarlo marchar, aceptarlo una vez más.
La mirada azul busca la ajena, lo mira a los ojos un par de segundos, ahora los rivales son ellos y el inglés ha vuelto a ganar la jugada, la impotencia se refleja en la mirada de ella, sus manos apretadas con fuerza, siente las uñas clavarse en la palma de su mano, aún sigue con ese tono rojizo en las mejillas, por el esfuerzo y la vergüenza de no asegurar que ese maldito hombre no vuelve a ver la luz del sol, equivocada, destrozada y cansada, se deja caer en el respaldo, intenta pensar pero es imposible.
-Magia. Lo parecía pero no se encontraba realmente aquí, es lo más obvio. Está vivo y pienso buscarlo, encontrarlo y hacerle pagar. No, me da igual que me quieras dar caza también, él morirá entre mis manos, Charles, puedes aceptarlo o no. De momento, has hecho todo lo que has visto conveniente pero no lo suficiente... se acabó por hoy. Goodnight, Lord Moncrieff, hasta la próxima -no se quedaría impasible, antes de que reaccionase para atraparla, abrió la puerta con el carro en marcha y se lanzó sin más, cayendo sobre la mullida hierba y correr todo lo rápido que era capaz.
Esa noche podía haber saciado su sed de venganza, necesitaba pensar...no un nuevo ataque con los fantasmas y sombras del pasado.
Ningún ataque parece afectar al aclamado David Peter Appleby, sabe de sobra que se ha cubierto las espaldas y esperado el momento en el que uno de los dos fuese a por él, cueste lo que cueste. Abbey apenas puede respirar, la respiración entrecortada le impide pensar con claridad pero la rendición no está en el abanico de sus posibles decisiones. La fuerza con la que enreda los dedos en su cuello no es de un humano corriente, tanto Charles y ella lo saben, todo parece estar a punto de dar fin...todo y nada.
El fogonazo, arranca una sonrisa en el aclamado Appleby quién parece disfrutar con semejante movimiento del Conde, tiene un as en la manga. La herida de bala parece ser fatal para el hombre quién no pierde la sonrisa, suelta a la cazadora quien choca violentamente con una de las paredes del carro. El fogonazo no parece dar sus frutos, tal como si nada, el hombre se inclina hacia Charles antes de que su ser se volatilice susurra unas palabras que le permiten evaporizarse sin más , abandonar el carro en un haz de luz negra como si todo este tiempo el cuerpo del inglés hubiese sido una marioneta guiada por él desde cualquier punto de París.
Abbey niega con la cabeza, su padre ya no se encuentra allí, ¿cómo? Tan real como imposible, los disparos, la daga en el costado, el atarle...su cuerpo parecía estar allí pero cuán equivocados estaban. El poder conllevaba a poder manejarlo todo a su antojo y así había sido, seguía siendo un humano corriente con ciertos beneficios. El carro sigue su rumbo y la cazadora se niega a simplemente dejarlo marchar, aceptarlo una vez más.
La mirada azul busca la ajena, lo mira a los ojos un par de segundos, ahora los rivales son ellos y el inglés ha vuelto a ganar la jugada, la impotencia se refleja en la mirada de ella, sus manos apretadas con fuerza, siente las uñas clavarse en la palma de su mano, aún sigue con ese tono rojizo en las mejillas, por el esfuerzo y la vergüenza de no asegurar que ese maldito hombre no vuelve a ver la luz del sol, equivocada, destrozada y cansada, se deja caer en el respaldo, intenta pensar pero es imposible.
-Magia. Lo parecía pero no se encontraba realmente aquí, es lo más obvio. Está vivo y pienso buscarlo, encontrarlo y hacerle pagar. No, me da igual que me quieras dar caza también, él morirá entre mis manos, Charles, puedes aceptarlo o no. De momento, has hecho todo lo que has visto conveniente pero no lo suficiente... se acabó por hoy. Goodnight, Lord Moncrieff, hasta la próxima -no se quedaría impasible, antes de que reaccionase para atraparla, abrió la puerta con el carro en marcha y se lanzó sin más, cayendo sobre la mullida hierba y correr todo lo rápido que era capaz.
Esa noche podía haber saciado su sed de venganza, necesitaba pensar...no un nuevo ataque con los fantasmas y sombras del pasado.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/03/2011
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Re: The Guadian- Privado Charles Moncrieff
¿Magia? ¡Magia! Por supuesto, es parte de lo que les rodea en París, donde la sobrepoblación de supernaturales es preocupante, en la que no entiendes cuándo algo es real o cuándo está afectado por la ilusión. En el instante en que desaparece David, la actitud del Duque se torna muy contraria a lo que se veía en primer instante. Que la joven salga por la puerta -una que curiosamente estaba bien cerrada, pero la magia es así- dejándolo solo es suficiente para que la magia termine de ser la protagonista de la noche para desvanecerse entre pequeños hilos de luz. El carruaje sigue su camino, los dos jinetes que iban tras él -porque esos sí eran reales- son muertos de dos buenos disparos sin que los caballos. que jalan el enorme transporte, se detengan.
Un golpe en las paredes del habitáculo es comprendido por el conductor quien desvía el camino para ir a un lugar diferente del programado con anticipación. Dentro del carruaje, el hombre toma un cigarrillo para encenderlo y fumarlo con tranquilidad mirando hacia el exterior de la ventanilla. El tiempo pasa, las distancias se acortan y al llegar a destino, la figura baja del carruaje para entrar a la enorme mansión dirigiéndose con paso relajado hasta el despacho. En cuanto entra, hace una reverencia - Su Excelentísima, tenía razón. El hombre desapareció como por arte de magia, sólo era una ilusión. La mujer también escapó aunque curiosamente, el carruaje estaba bien cerrado lo que me pareciera a mí que tiene a alguien metido entre sus hombres que tiende a traicionarlo - reporta antes de que se sirva un poco de licor en un vaso.
Charles mira al recién llegado. ¿Acaso David y Abbey le creen estúpido? En cuanto le advirtieron que Abbey exigía ir con su padre, supo que algo no estaba bien. Llamar a uno de sus guardaespaldas, explicarle la situación y que corroborara cualquier raro signo en el carruaje, fue su siguiente paso. Le advirtieron que había restos de magia, así que intercambió información, apariencia y fue el hechicero quien viajó con ellos mientras Charles llamaba a otro de sus chicos para que buscara por el olfato al mayor de los Appleby para asegurarse de que se marchaba del sitio sin darse cuenta del truco. - De acuerdo, dame entonces el hechizo que dijiste, con el que jamás Abbey y su padre podrán verme aunque me tengan frente a ellos. Que todos los sujetos que me busquen por órdenes de los Appleby se encuentren en un laberinto sin fin. Aquí está tu paga - deja la bolsa llena frente al hombre y sobre el escritorio.
El Hechicero asiente - será bastante complicado, hagámoslo, tenemos las siguientes dos noches para terminarlo - el Moncrieff acepta poniéndose en pie para seguir al hombre. Dos días son suficientes para hacer el rito, para terminar el hechizo dejando a Charles Moncrieff inmune a las búsquedas de los Appleby. Aunque esté frente a ellos, jamás le verán. Sus gestos parecerán los de otra persona, su voz, su olor, su aura, absolutamente todo. Es un hechizo de tal poder, que ni siquiera podrán quitarlo si es que sospechan de él. Para ello, necesitarían la sangre de Charles y por supuesto, que no se las va a regalar. Ésto es el fin de su relación con los Appleby, no por miedo, mucho menos porque haya dejado de odiarlos, más bien es porque él necesita avanzar.
Y el peso de los Appleby en los tobillos es demasiado grande para permitir que sigan deteniéndolo.
Un golpe en las paredes del habitáculo es comprendido por el conductor quien desvía el camino para ir a un lugar diferente del programado con anticipación. Dentro del carruaje, el hombre toma un cigarrillo para encenderlo y fumarlo con tranquilidad mirando hacia el exterior de la ventanilla. El tiempo pasa, las distancias se acortan y al llegar a destino, la figura baja del carruaje para entrar a la enorme mansión dirigiéndose con paso relajado hasta el despacho. En cuanto entra, hace una reverencia - Su Excelentísima, tenía razón. El hombre desapareció como por arte de magia, sólo era una ilusión. La mujer también escapó aunque curiosamente, el carruaje estaba bien cerrado lo que me pareciera a mí que tiene a alguien metido entre sus hombres que tiende a traicionarlo - reporta antes de que se sirva un poco de licor en un vaso.
Charles mira al recién llegado. ¿Acaso David y Abbey le creen estúpido? En cuanto le advirtieron que Abbey exigía ir con su padre, supo que algo no estaba bien. Llamar a uno de sus guardaespaldas, explicarle la situación y que corroborara cualquier raro signo en el carruaje, fue su siguiente paso. Le advirtieron que había restos de magia, así que intercambió información, apariencia y fue el hechicero quien viajó con ellos mientras Charles llamaba a otro de sus chicos para que buscara por el olfato al mayor de los Appleby para asegurarse de que se marchaba del sitio sin darse cuenta del truco. - De acuerdo, dame entonces el hechizo que dijiste, con el que jamás Abbey y su padre podrán verme aunque me tengan frente a ellos. Que todos los sujetos que me busquen por órdenes de los Appleby se encuentren en un laberinto sin fin. Aquí está tu paga - deja la bolsa llena frente al hombre y sobre el escritorio.
El Hechicero asiente - será bastante complicado, hagámoslo, tenemos las siguientes dos noches para terminarlo - el Moncrieff acepta poniéndose en pie para seguir al hombre. Dos días son suficientes para hacer el rito, para terminar el hechizo dejando a Charles Moncrieff inmune a las búsquedas de los Appleby. Aunque esté frente a ellos, jamás le verán. Sus gestos parecerán los de otra persona, su voz, su olor, su aura, absolutamente todo. Es un hechizo de tal poder, que ni siquiera podrán quitarlo si es que sospechan de él. Para ello, necesitarían la sangre de Charles y por supuesto, que no se las va a regalar. Ésto es el fin de su relación con los Appleby, no por miedo, mucho menos porque haya dejado de odiarlos, más bien es porque él necesita avanzar.
Y el peso de los Appleby en los tobillos es demasiado grande para permitir que sigan deteniéndolo.
TEMA FINALIZADO
Charles Moncrieff- Esclavo de Sangre/Realeza
- Mensajes : 295
Fecha de inscripción : 28/03/2018
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