AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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One of these days. → Siegfried Chamborne
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One of these days. → Siegfried Chamborne
“Siento placer lastimando a los seres vivos,
animales y personas que fueran más débiles que yo,
que no se pudieran defender”.
.- Mary Bell
animales y personas que fueran más débiles que yo,
que no se pudieran defender”.
.- Mary Bell
Atenea había creado un manual. En él detallaba muchas de las reglas que debían llevarse a cabo diariamente para ser aceptada ante la sociedad, de esa forma era más fácil poder actuar en el lugar que fuera y con quien fuera. Cuando las instrucciones eran así de claras, podía llevarlas al pie de la letra, si sólo se trataba de demostraciones sentimentales, era mejor creer que todo iba a ser un horror.
Aquella mañana despertó con aquel sentir que la caracterizaba: la nada. Quizá pocos comprenderían lo que era aquello, pero sin importar que casi nadie comprendiera su forma de ser, ella seguía buscando respuestas a su existencia, el porqué era como era y para qué había nacido. Ni siquiera podía sentir envidia, porque le daba igual si la aceptaban, si la amaban o la comprendían, su sistema interno se regía por impulsos, mismos que sólo la ciencia podía explicar. Para ella sólo existía una posibilidad de poder llegar a experimentar algún cambio de humor o sentimiento en su interior, pero no se llegaba a tener fácilmente, además, llevaba un par de semanas sin propiciar esa descarga pura de adrenalina. Decidida estaba de poder lidiar con su interior de otras maneras. No era una conformista, tampoco le interesaba lo común, mucho menos la monotonía, por eso, investigaba lo que existiera de seres como ella, sin levantar sospecha alguna. ¿Qué era lo siguiente que debía hacer?
Según sus reglas protocolares y también su agenda diaria, debía hacer algunos vestidos más, los que tenía ya habían sido vistos constantemente, y las mujeres de clase alta, más aún, las de sociedad, no se podían permitir el lujo de repetir algún ropaje más de dos veces. “Qué gran tontería”. Sí, ese era su pensamiento constante ante algunas cosas que le resultaban absurdas y que no podía comprender del todo. Atenea era más simple que una mañana tomando el té, pero no por eso no hacía las cosas, sólo acataba aquello que debía hacer.
Encontrar una modista no era difícil, lo difícil era actuar de forma correcta para ella; por eso, pensó demasiado tiempo si debía hacerlo, o era mejor reservarse en su hogar y romper esa absurda regla.
Evidentemente todo lo realizó.
Aurora era el nombre de la doncella que confeccionaba vestidos en París, según había escuchado por un par de señoritas en una fiesta, la jovencita hacía trabajos magníficos, y encima de todo, su rapidez y calidad le estaba dando fama entra la clase alta. Sus elaboraciones no eran tan costosas, pero muchas de ellas ofrecían más francos de lo que eran para verse generosa y creer que estaban haciendo su obra de caridad. Algo que a Atenea le resultaba hipócrita y mal intencionado porque la jovencita no necesitaba caridad, por algo trabajaba. Fue por eso que la contactó por medio de una de sus doncellas, pactaron la cita, y le dio la dirección, sin embargo la rubia no quiso esperar mucho tiempo, y prefirió acortarle el trabajo a la chica, buscándola para no hacer que cargara demás.
Una de sus razones también, era que deseaba salir de casa.
Un golpe en seco la sacó de la realidad. El dolor era un estado que poco le llegaba a aparecer, y cuando lo experimentaba, incluso así lo disfrutaba, es por eso que no regañó a quien le habló de manera tan grosera y poco educada.
— Qué casualidad del destino, un buen golpe propiciado de la distracción del cliente trabajador — Sonrió fingidamente, como todo en ella, incluso en su interior.
Aquella mañana despertó con aquel sentir que la caracterizaba: la nada. Quizá pocos comprenderían lo que era aquello, pero sin importar que casi nadie comprendiera su forma de ser, ella seguía buscando respuestas a su existencia, el porqué era como era y para qué había nacido. Ni siquiera podía sentir envidia, porque le daba igual si la aceptaban, si la amaban o la comprendían, su sistema interno se regía por impulsos, mismos que sólo la ciencia podía explicar. Para ella sólo existía una posibilidad de poder llegar a experimentar algún cambio de humor o sentimiento en su interior, pero no se llegaba a tener fácilmente, además, llevaba un par de semanas sin propiciar esa descarga pura de adrenalina. Decidida estaba de poder lidiar con su interior de otras maneras. No era una conformista, tampoco le interesaba lo común, mucho menos la monotonía, por eso, investigaba lo que existiera de seres como ella, sin levantar sospecha alguna. ¿Qué era lo siguiente que debía hacer?
Según sus reglas protocolares y también su agenda diaria, debía hacer algunos vestidos más, los que tenía ya habían sido vistos constantemente, y las mujeres de clase alta, más aún, las de sociedad, no se podían permitir el lujo de repetir algún ropaje más de dos veces. “Qué gran tontería”. Sí, ese era su pensamiento constante ante algunas cosas que le resultaban absurdas y que no podía comprender del todo. Atenea era más simple que una mañana tomando el té, pero no por eso no hacía las cosas, sólo acataba aquello que debía hacer.
Encontrar una modista no era difícil, lo difícil era actuar de forma correcta para ella; por eso, pensó demasiado tiempo si debía hacerlo, o era mejor reservarse en su hogar y romper esa absurda regla.
Evidentemente todo lo realizó.
Aurora era el nombre de la doncella que confeccionaba vestidos en París, según había escuchado por un par de señoritas en una fiesta, la jovencita hacía trabajos magníficos, y encima de todo, su rapidez y calidad le estaba dando fama entra la clase alta. Sus elaboraciones no eran tan costosas, pero muchas de ellas ofrecían más francos de lo que eran para verse generosa y creer que estaban haciendo su obra de caridad. Algo que a Atenea le resultaba hipócrita y mal intencionado porque la jovencita no necesitaba caridad, por algo trabajaba. Fue por eso que la contactó por medio de una de sus doncellas, pactaron la cita, y le dio la dirección, sin embargo la rubia no quiso esperar mucho tiempo, y prefirió acortarle el trabajo a la chica, buscándola para no hacer que cargara demás.
Una de sus razones también, era que deseaba salir de casa.
Un golpe en seco la sacó de la realidad. El dolor era un estado que poco le llegaba a aparecer, y cuando lo experimentaba, incluso así lo disfrutaba, es por eso que no regañó a quien le habló de manera tan grosera y poco educada.
— Qué casualidad del destino, un buen golpe propiciado de la distracción del cliente trabajador — Sonrió fingidamente, como todo en ella, incluso en su interior.
Última edición por Atenea Onisse el Dom Ago 12, 2018 9:42 pm, editado 1 vez
Atenea Onisse- Humano Clase Alta
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Re: One of these days. → Siegfried Chamborne
Siegfried Chamborne al haberse convertido en su pasado en un hombre de mundo y de haber rescatado a su hermana, pensó que sería momento oportuno de poder disfrutar también de su vida en París. Lo primero que quería hacer era visitar los múltiples museos que tenía la ciudad repartida, no tenía mucho tiempo en cuanto llego a Paris con lo de la herencia, por ser el hijo mayor y tener que ser parte de un grupo de locos como él de magia ya que su padre al morir se lo había cedido a él, como si fuera un maldito negocio familiar.
Al parecer, hoy sería la iniciación de entrada en ese grupo de fanáticos, pero simplemente pensaba en entrar para proteger a su hermana y que esta no volviera a cruzarse con algún loco que la secuestrara de nuevo. Su vida en el pasado ha sido una montaña rusa que ha ido hacia arriba y hacia abajo – uhm…- y sabía que en algún momento tendría que asentarse ya que tras perder a su primera esposa se quiso deshacerse de sí mismo y/o de tener múltiples relaciones sin sentido.
Ahora, estaba en París.
- Supuesta ciudad del amor y – Oh, madre mía ¡Vaya por donde va! – Dijo de manera altiva a una mujer de cabellos dorados si bien se fijó que se chocó contra su pecho pero él, al tener prisa para poder llegar pronto al banco de París además de después hacer turismo, quería retirar unas cifras para poder comprarle algo a su hermana menor la cual estaba volviendo a tener pesadillas y no sabía si un caza sueños iba a ser suficiente cosa para que cuidara de los sueños de su propia hermana menor.
Se detuvo unos segundos en seco, en el sitio, justo en un sitio de París en donde los adoquines compartían con la tierra del suelo los zapatos de marca cara de Siegfried. Este, esperando todavía del porque se había parado de repente, puede porque tendría que disculparse con la mujer que había pasado por su lado, pero ¿Qué más daba?
…
Siegfried Chamborne, era hombre de palabra y acabó por darse la vuelta e ir hasta donde estaba la mujer andando. Siegfried intentó alcanzarla en dirección hacia donde la mujer se estuviera dirigiendo – Disculpe – Dijo para que se diera cuenta de su presencia – Lamento que la moleste con algo tan banal pero creo que iba distraída – Sabía que ambos podrían tener un poco de culpa pero en realidad a ella la vio distraída – y me ha doblado la solapa izquierda del chaquetón – Dijo a modo de vacile mientras se señalaba la solapa de su traje marrón oscuro.
OFF:Espero que no te moleste que haya respondido al tema
Al parecer, hoy sería la iniciación de entrada en ese grupo de fanáticos, pero simplemente pensaba en entrar para proteger a su hermana y que esta no volviera a cruzarse con algún loco que la secuestrara de nuevo. Su vida en el pasado ha sido una montaña rusa que ha ido hacia arriba y hacia abajo – uhm…- y sabía que en algún momento tendría que asentarse ya que tras perder a su primera esposa se quiso deshacerse de sí mismo y/o de tener múltiples relaciones sin sentido.
Ahora, estaba en París.
- Supuesta ciudad del amor y – Oh, madre mía ¡Vaya por donde va! – Dijo de manera altiva a una mujer de cabellos dorados si bien se fijó que se chocó contra su pecho pero él, al tener prisa para poder llegar pronto al banco de París además de después hacer turismo, quería retirar unas cifras para poder comprarle algo a su hermana menor la cual estaba volviendo a tener pesadillas y no sabía si un caza sueños iba a ser suficiente cosa para que cuidara de los sueños de su propia hermana menor.
Se detuvo unos segundos en seco, en el sitio, justo en un sitio de París en donde los adoquines compartían con la tierra del suelo los zapatos de marca cara de Siegfried. Este, esperando todavía del porque se había parado de repente, puede porque tendría que disculparse con la mujer que había pasado por su lado, pero ¿Qué más daba?
…
Siegfried Chamborne, era hombre de palabra y acabó por darse la vuelta e ir hasta donde estaba la mujer andando. Siegfried intentó alcanzarla en dirección hacia donde la mujer se estuviera dirigiendo – Disculpe – Dijo para que se diera cuenta de su presencia – Lamento que la moleste con algo tan banal pero creo que iba distraída – Sabía que ambos podrían tener un poco de culpa pero en realidad a ella la vio distraída – y me ha doblado la solapa izquierda del chaquetón – Dijo a modo de vacile mientras se señalaba la solapa de su traje marrón oscuro.
OFF:Espero que no te moleste que haya respondido al tema
Siegfried Chamborne- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/05/2018
Re: One of these days. → Siegfried Chamborne
Atenea guardó silencio después de aquel golpe y siguió caminando. Estaba aturdida a causa del golpe, aunque era una mujer que no sentía demasiado y mucho menos expresaba emociones, el estado físico resultaba un distractor para sus pensamientos y aquel encuentro abrupto la hizo volver a una realidad extraña. Hace mucho tiempo no se encontraba a alguien tan fuerte como la pared, así que eso llamó su atención y pensamientos, pero no se detuvo.
Caminó con calma hasta encontrarse frente a un pequeño puesto de aguas frescas. Sacó de su monedero un franco y lo dio a cambio del producto que solicitó. Bebió un poco saciando su sed y terminó por suspirar un tanto desganada. Debía volver a casa y cuidar a los ancianos. Su humor era tan básico y malo en esos momentos, que lo único que necesitaba era tranquilidad y paz. Existían días que ni ella se soportaba, así que menos necesitaba soportar a alguien más. Probablemente terminaría caminando sin rumbo fijo disfrutando de su agua y la tranquilidad de no hablar con alguien… O al menos eso creía.
La rubia arqueó una ceja confundida por las palabras del hombre. ¿Qué estaría tratando de decirle? Frunció el ceño y separó los labios intentando decir algo pero al instante los volvió a cerrar, ¿qué se suponía debían decir en esos casos? Suspiró, estaba cansada de no ser una mujer normal que supiera reaccionar a ese tipo de situaciones. No comprendía que seguía o como debía reaccionar. Intentó hacerse chiquita pero ya estaba metida en aquella situación.
Estiró su mano con rapidez y acomodó la solapa de la gabardina, al menos lo intento hacer como se suponía debía ir.
Volvió a intentar decir algo pero no lo logró.
— No iba tan distraída, usted iba demasiado rápido. — Se excusó. No iba a dar explicaciones del porqué no comprendía el humor del chico. — Lamento doblar su ropa de una manera incorrecta, pero ya lo arreglé. — Sí, Atenea era una mujer muy literal, no comprendía de sarcasmos, dobles intenciones o bromas. Una desventaja para cualquiera que quisiera tener un poco de relación con ella. Nadie de su edad la comprendía, por eso carecía de relaciones humanas y eso le incomodaba, probablemente sería un intento fallido y la volverían a mandar al demonio por su rareza. En ocasiones la hacía sentir muy mal aquello, tan mal como si razón le permitía comprender.
Miró a su alrededor intentando buscar algo que le permitiera salir de ese apuro.
— ¿Lo interrumpí de alguna actividad importante? Si quiere puedo comprarle un agua fresca en compensación por el mal rato que le hice pasar — Porque por la seriedad del hombre aquello había sido muy malo. ¿No? ¿Cómo podría Atenea salir de aquella situación desconocida? Socializar era un gran problema.
Caminó con calma hasta encontrarse frente a un pequeño puesto de aguas frescas. Sacó de su monedero un franco y lo dio a cambio del producto que solicitó. Bebió un poco saciando su sed y terminó por suspirar un tanto desganada. Debía volver a casa y cuidar a los ancianos. Su humor era tan básico y malo en esos momentos, que lo único que necesitaba era tranquilidad y paz. Existían días que ni ella se soportaba, así que menos necesitaba soportar a alguien más. Probablemente terminaría caminando sin rumbo fijo disfrutando de su agua y la tranquilidad de no hablar con alguien… O al menos eso creía.
La rubia arqueó una ceja confundida por las palabras del hombre. ¿Qué estaría tratando de decirle? Frunció el ceño y separó los labios intentando decir algo pero al instante los volvió a cerrar, ¿qué se suponía debían decir en esos casos? Suspiró, estaba cansada de no ser una mujer normal que supiera reaccionar a ese tipo de situaciones. No comprendía que seguía o como debía reaccionar. Intentó hacerse chiquita pero ya estaba metida en aquella situación.
Estiró su mano con rapidez y acomodó la solapa de la gabardina, al menos lo intento hacer como se suponía debía ir.
Volvió a intentar decir algo pero no lo logró.
— No iba tan distraída, usted iba demasiado rápido. — Se excusó. No iba a dar explicaciones del porqué no comprendía el humor del chico. — Lamento doblar su ropa de una manera incorrecta, pero ya lo arreglé. — Sí, Atenea era una mujer muy literal, no comprendía de sarcasmos, dobles intenciones o bromas. Una desventaja para cualquiera que quisiera tener un poco de relación con ella. Nadie de su edad la comprendía, por eso carecía de relaciones humanas y eso le incomodaba, probablemente sería un intento fallido y la volverían a mandar al demonio por su rareza. En ocasiones la hacía sentir muy mal aquello, tan mal como si razón le permitía comprender.
Miró a su alrededor intentando buscar algo que le permitiera salir de ese apuro.
— ¿Lo interrumpí de alguna actividad importante? Si quiere puedo comprarle un agua fresca en compensación por el mal rato que le hice pasar — Porque por la seriedad del hombre aquello había sido muy malo. ¿No? ¿Cómo podría Atenea salir de aquella situación desconocida? Socializar era un gran problema.
- Spoiler:
- No te preocupes, gracias por entrar, un placer. Ojalá no te desespere mi pejota
Atenea Onisse- Humano Clase Alta
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Re: One of these days. → Siegfried Chamborne
La mirada en la mujer de cabellos dorados era un tema para Siegfried peliagudo. Había conocido a mujeres en su vida, había estado casado con una mujer oriental que en prontos términos falleció dejándole sin nada importante en la vida nada más que su hermana menor la cual quería y tenía que proteger de inmediato.
- Creo que puede echarse el agua encima si gusta - Suspiró mirándose sorprendido la solapa dichosa que al parecer ahora estaba en su sitio - pero sin poder evitarlo he caído presa también de este sol de justicia que mal menester me está derritiendo los pensamientos - Suspiró, cruzando y esperando al gesto de la mujer de cabellos dorados, de inmediato encontró a un par de niños de la clase obrera que colocaban un bicho en lo que era el comienzo de las faldas de la mujer de los cabellos dorados. Siegfried Chamborne no pudo hacer más que reir ante la acción de los jovenes, pero era demasiado inmaduro por su parte el ver aquella acción cuando él era un caballero por su parte.
Tomó su pañuelo del bolsillo interior de su chaqueta y mostrándose seguro de si mismo tocó el lugar donde estaban los bichos, los retiró y zarandeó su pañuelo para retirar la suciedad del mismo. Crios. Malditos bichos con dos patas y su hermana risueña quería tener una familia con la que tener este tipo de ....cosas. Su opinión sobre los niños habría cambiado si las cosas con su anterior esposa hubieran cambiado de algún modo, pero veía el mundo como realmente era, un tumurio de personas que no se tenían respeto por nadie ni por si mismos.
- Dios mío, ¿Sabe que? La tienda me cerrará y también debo recojer unos vestidos hechos por encargo de una tal Aurora....- Bufó rápidamente en lo que enseguida ya no estaba al lado de la mujer de cabellos dorados, intentando que su paso fuera acelerado, no sin antes abofetear rápidamente a los crios que habían hecho gamberradas con la mujer de cabellos dorados.
- Creo que puede echarse el agua encima si gusta - Suspiró mirándose sorprendido la solapa dichosa que al parecer ahora estaba en su sitio - pero sin poder evitarlo he caído presa también de este sol de justicia que mal menester me está derritiendo los pensamientos - Suspiró, cruzando y esperando al gesto de la mujer de cabellos dorados, de inmediato encontró a un par de niños de la clase obrera que colocaban un bicho en lo que era el comienzo de las faldas de la mujer de los cabellos dorados. Siegfried Chamborne no pudo hacer más que reir ante la acción de los jovenes, pero era demasiado inmaduro por su parte el ver aquella acción cuando él era un caballero por su parte.
Tomó su pañuelo del bolsillo interior de su chaqueta y mostrándose seguro de si mismo tocó el lugar donde estaban los bichos, los retiró y zarandeó su pañuelo para retirar la suciedad del mismo. Crios. Malditos bichos con dos patas y su hermana risueña quería tener una familia con la que tener este tipo de ....cosas. Su opinión sobre los niños habría cambiado si las cosas con su anterior esposa hubieran cambiado de algún modo, pero veía el mundo como realmente era, un tumurio de personas que no se tenían respeto por nadie ni por si mismos.
- Dios mío, ¿Sabe que? La tienda me cerrará y también debo recojer unos vestidos hechos por encargo de una tal Aurora....- Bufó rápidamente en lo que enseguida ya no estaba al lado de la mujer de cabellos dorados, intentando que su paso fuera acelerado, no sin antes abofetear rápidamente a los crios que habían hecho gamberradas con la mujer de cabellos dorados.
Siegfried Chamborne- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/05/2018
Re: One of these days. → Siegfried Chamborne
¿Por que le resultaba todo tan complicado? No lo entendía, en realidad no entendía nada que tuviera que ver con su vida, mucho menos aquella situación, así que en realidad nada importaba. Atenea estaba harta de la vida que tenía, estaba cansada de tener que lidiar con actuaciones, ella no era una actriz, por el contrario, era una joven que pretendía aventurarse en las emociones para no tener ningún problema con alguna especie de justicia, sólo eso, nada más que eso.
Aquel encuentro resultó una especie de bocanada a la realidad. Todo el progreso que creyó tener en algún momento se había esfumado. Esa tarde calurosa fue el momento exacto para darse cuenta que nada valía la pena porque no existía un propósito. La amabilidad no se le daba bien, sin embargo aquel hombre le demostró que se podía ser aún peor, ¿por qué razón tendría tendría que echarse un agua encima? Refunfuñó, ¿acaso era otra broma o lo decía en serio? De igual forma, de ser en serio, tengan por seguro que ella no haría algo así; mucho menos en público. Ella no estaba loca, los demás sí.
Guardó silencio, era lo único que sabía hacer bien, guardar silencio y asesinar, sí.
Miró de un lado y después del otro buscando alguna escapatoria. No encontró.
— La temperatura no derrite lo bien aprendido — Masculló de mala gana — Los modales y la educación, por ejemplo — Sonrió de medio lado, aunque el gesto más que enojo se trataba de una mueca con claro reproche, ¿qué mujer esperaba que alguien le hablara de esa manera? Si llegaba a sentir o no, era una cosa, pero su orgullo de fémina era otra y eso no se podía alterar. El sexto sentido femenino iba incluido desde el nacimiento, así que la defensiva le estaba reclamando hablar con irritabilidad.
Lo observó por otro periodo de tiempo, pero no se atrevió a decir nada. Estaba de malas, aquel encuentro despertó una deliciosa sed de venganza y sangre en su interior, de esas escasas emociones que le permiten querer hacer algo y moverse a través de sus impulsos. ¿Estaría en su lista especial? Podría decirse que sí, esa lista que la ayudaba a tener motivos de seguir con vida. La Lista Especial era una especie de elección sagrada que ella se daba a la tarea de organizar con mucho tiempo y al detalle para no ser descubierta.
Estiró su mano para despedirse.
— Ojalá encuentre la tienda abierta y no sea demasiado tarde, dicen que la ciudad de noche atrae criaturas muy peligrosas. ¿Usted que opina? — Sonrió con malicia y notorias ganas de volverlo a encontrar en otras circunstancias.
Aquel encuentro resultó una especie de bocanada a la realidad. Todo el progreso que creyó tener en algún momento se había esfumado. Esa tarde calurosa fue el momento exacto para darse cuenta que nada valía la pena porque no existía un propósito. La amabilidad no se le daba bien, sin embargo aquel hombre le demostró que se podía ser aún peor, ¿por qué razón tendría tendría que echarse un agua encima? Refunfuñó, ¿acaso era otra broma o lo decía en serio? De igual forma, de ser en serio, tengan por seguro que ella no haría algo así; mucho menos en público. Ella no estaba loca, los demás sí.
Guardó silencio, era lo único que sabía hacer bien, guardar silencio y asesinar, sí.
Miró de un lado y después del otro buscando alguna escapatoria. No encontró.
— La temperatura no derrite lo bien aprendido — Masculló de mala gana — Los modales y la educación, por ejemplo — Sonrió de medio lado, aunque el gesto más que enojo se trataba de una mueca con claro reproche, ¿qué mujer esperaba que alguien le hablara de esa manera? Si llegaba a sentir o no, era una cosa, pero su orgullo de fémina era otra y eso no se podía alterar. El sexto sentido femenino iba incluido desde el nacimiento, así que la defensiva le estaba reclamando hablar con irritabilidad.
Lo observó por otro periodo de tiempo, pero no se atrevió a decir nada. Estaba de malas, aquel encuentro despertó una deliciosa sed de venganza y sangre en su interior, de esas escasas emociones que le permiten querer hacer algo y moverse a través de sus impulsos. ¿Estaría en su lista especial? Podría decirse que sí, esa lista que la ayudaba a tener motivos de seguir con vida. La Lista Especial era una especie de elección sagrada que ella se daba a la tarea de organizar con mucho tiempo y al detalle para no ser descubierta.
Estiró su mano para despedirse.
— Ojalá encuentre la tienda abierta y no sea demasiado tarde, dicen que la ciudad de noche atrae criaturas muy peligrosas. ¿Usted que opina? — Sonrió con malicia y notorias ganas de volverlo a encontrar en otras circunstancias.
Atenea Onisse- Humano Clase Alta
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Edad : 34
Localización : Asilo de ancianos/Mansión
Re: One of these days. → Siegfried Chamborne
Siegfried caminaba con paso ligero a prisa de que no le cerraran la tienda en sus narices. Sabía que los artistas por ejemplo de moda tenían sus impedimentos, que siempre eran unos tiquismiquis con la gente puntual e impuntual. Siguió caminando con paciencia y para su suerte la tienda estaba aún abierta pero vio salir a una mujer que parecía la de la tienda y cuando fue rápidamente esta le dijo que ya habían cerrado, que no iban a abrir hasta las cuatro de la tarde. Siegfried mascullo palabras de odio y de enfado pero se contuvo una vez que veía que no tenía sentido enfadarse por algo así. Decidió darse la vuelta, encontrar algún sitio para poder calmarse y encontró una cafetería que estaba bastante vacía.
La cafetería estaba ofreciendo una nueva delicia, comida italiana, algo que a él le gustaba. Se sentó y pidió mesa en el interior del restaurante para poder comer la comida italiana que al parecer todo el restaurante estaba comiendo. En el interior de su chaqueta había un frasquito de líquido transparente, lo esparció por los spaguettis que le sirvieron y al no ver señales de envenenamiento comenzó a comer con tranquilidad, pidió un vino bastante caro para poder saciar al menos la ira o al menos el enfado que tenía en su interior.
Cuando se terminó la primera botella pidió una segunda y entonces fue cuando al fondo del restaurante personas con instrumentos musicales comenzaron a tocar algo ameno para poder animar el restaurante. Siegfried si no llegaba con los vestidos a casa su hermana lo colgaría de las pelotas y jugaría a columpiarle sobre una fina cuerda de serbal. Odiaba el serbal y las cuerdas empapadas en serbal no era agresivo para los hechiceros pero alocaban sus habilidades algo que no le convendría probar de nuevo en vivo y menos si teme herir a los que tiene cerca de sí, como por ejemplo a su hermana quien quizás pueda salir herida. Tenía que coger los encargos, se los había especificado demasiado bien y que no volviera sin ellos. Su hermana la moda no es que fuera algo importante pero sí lo era su aspecto. Tenía la manía de ir perfecta siempre aunque a pesar de eso nunca conseguía la atracción de un caballero ya que se rumoreaba sobre todo en el círculo de las jóvenes que querían hacerla daño tan solo porque andaban celosas de su belleza.
La cafetería estaba ofreciendo una nueva delicia, comida italiana, algo que a él le gustaba. Se sentó y pidió mesa en el interior del restaurante para poder comer la comida italiana que al parecer todo el restaurante estaba comiendo. En el interior de su chaqueta había un frasquito de líquido transparente, lo esparció por los spaguettis que le sirvieron y al no ver señales de envenenamiento comenzó a comer con tranquilidad, pidió un vino bastante caro para poder saciar al menos la ira o al menos el enfado que tenía en su interior.
Cuando se terminó la primera botella pidió una segunda y entonces fue cuando al fondo del restaurante personas con instrumentos musicales comenzaron a tocar algo ameno para poder animar el restaurante. Siegfried si no llegaba con los vestidos a casa su hermana lo colgaría de las pelotas y jugaría a columpiarle sobre una fina cuerda de serbal. Odiaba el serbal y las cuerdas empapadas en serbal no era agresivo para los hechiceros pero alocaban sus habilidades algo que no le convendría probar de nuevo en vivo y menos si teme herir a los que tiene cerca de sí, como por ejemplo a su hermana quien quizás pueda salir herida. Tenía que coger los encargos, se los había especificado demasiado bien y que no volviera sin ellos. Su hermana la moda no es que fuera algo importante pero sí lo era su aspecto. Tenía la manía de ir perfecta siempre aunque a pesar de eso nunca conseguía la atracción de un caballero ya que se rumoreaba sobre todo en el círculo de las jóvenes que querían hacerla daño tan solo porque andaban celosas de su belleza.
Siegfried Chamborne- Hechicero Clase Alta
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