Feel the skin

por **Pearl** Dom Jul 08, 2018 10:51 pm

- ¿Qué demonios esperas que haga con esa miseria? ¿En serio crees que el dinero es lo de menor importancia? ¿Acaso tienes basura en la cabeza? Me importa un carajo la satisfacción de sus clientes, ¡No me interesa! A mí me importa que paguen, que lo hagan con dinero, no con unas miserables gracias y buena reputación, ahora vete de aquí… y a eso, sácale el doble de dinero, o será mejor que no regreses – Lo fulminó con la mirada para luego enseñar su ladina sonrisa – Y si decides no regresar, debes saber que vivo no saldrás – Sentenció, lanzando el par de miserias que le había traído por esa mercadería que merecía millonadas.

Su carácter no era comúnmente ese, a decir verdad, para nada se jactaba de ser una mujer prepotente y de mal genio. Gustaba de sonreír, de divertirse. De pasar el rato con su familia o conversando de cosas triviales como cualquier otra chica de su edad. Pero estaba en el negocio, el negocio más antiguo del mundo, y no, no hablaba de la religión, si no del tráfico. Su mercancía era todo lo que necesitaba para pasar una buena velada, para disfrutar de las delicias que le podía ofrecer la vida, y aunque nunca se quejó de la falta de oportunidades, o de objetos, siempre supo, desde infante, que podría tener mucho más. Si sus manos estaban llenas, ella deseaba que desbordaran.

Ambiciosa, sí, pero con ello, muy inteligente y esa era la clave del éxito ¿No?

Aunque por las noches cuando caía entre sus sabanas, añoraba la atención de un personaje en especial. No tenía rostro, voz, ni sexo. No lo conocía, no la conocía. Deseaba la atención de alguien, por sobre la necesidad que tenían de ella. Anhelaba sentirse presa del deseo, del desborde. Que sus cabellos se alocaran, que su cuerpo se encendiera y por un momento, deseaba por al menos un par de minutos, dejar de pensar en cómo debía manejar su vida y simplemente dejarse volar en las caricias de un desconocido que la idolatrara de la forma más pura posible.

Nadie le dijo que el precio de la grandeza sería nunca haberse sentido tan sola.