Un aliado y un amigo no es lo mismo (priv. Kyle Nolan)

Después de una larga jornada de casi 48 horas sin parar en el hospital, ese día libraba, y dado que la noche anterior había regresado tarde de mi labor, aquella mañana desperté mucho más tarde de lo usual. Me había permitido a mí mismo descansar lo suficiente antes de integrarme a las actividades diarias de la tribu. En el mercado había muchos puestos que ofrecían distintos productos o servicios, también los había de distintos grupos de gitanos, que, aunque para las “personas normales” resultásemos todos iguales, entre nosotros reconocíamos las diferencias de cada grupo no sólo porque conocíamos a todos los miembros de nuestras propias caravanas, sino por los pequeños cambios en el vestuario e incluso en el acento, dependiendo siempre de los lugares a donde habíamos viajaba previamente.

La caravana con la que yo vivía, por ejemplo, viene de estar poco más de 3 años en Italia y no llevábamos más que unos pocos meses en París, por lo que a veces tendíamos a hablar en italiano entre nosotros mientras terminábamos de aprender el nuevo idioma. En mi caso particular los idiomas siempre se me habían dado con facilidad, por lo que ya podía comprender correctamente cuando se dirigían a mí. Al hablar, por el contrario, me había costado un poco más, pero con la práctica diaria en el hospital, ya lograba defenderme bastante bien, aunque con certeza mi francés no era el más fino; por el contrario, seguro sueno como un campesino ignorante para los nativos, pero ese detalle poco me importa.

Llevaba las vestimentas sencillas y comunes entre los gitanos, distinto de los trajes más formales y costosos que solían usar en el hospital, de esta manera solo era un gitano más en el mercado, ayudando con las cargas pesadas cuando era necesario, y cuando no simplemente ayudaba atendiendo en los puesto que estuvieran más concurridos. En ese momento eran los puestos de flores, debido a que había mercancía fresca, donde mujeres mayormente empleadas de alguna mansión o incluso algunas de clase media buscaban bonitos ramos para adornas sus hogares o los de sus patrones.

Entre los clientes, una dama que a leguas se notaba de clase alta, estaba llamando demasiado la atención. Su pomposo vestido rosado se notaba demasiado costoso para alguien que pudiera recurrir al mercado, esa clase de mujer generalmente mandaba a sus empleadas a hacer aquellas tareas “poco dignas” de su atención personal, pero ella se paseaba por los puestos completamente ignorante de la atención que estaba atrayendo hacia su persona. – Está tentando a su suerte, buscando que la roben. – Escucho a mis espaldas la voz de otra gitana, que parecía bastante alarmada. Es cuando noto que un par de hombres la siguen, y ella parece darse cuenta también, ya que apresura el paso.

Quise ignorar a la dama y su peligrosa situación, tal como todos los demás habían decidido hacer, pero al verla cruzar hacia un callejón hacia donde uno de los sujetos la siguió corriendo, no pude quedarme quieto. – ¡Elle! – Grité, buscando a la pequeña chica de cabellos castaños con la mirada. Ella había estado encargada del puesto antes que yo llegara, pero dado que el volumen de gente en el puesto había disminuido, ella se había alejado brevemente a dejar el dinero acumulado al jefe. La chica, que ya venía en camino, apresuró el paso y llegó hasta el lugar con la duda pintada en el rostro, sin entender mi premura. – ¡Quédate aquí, no te muevas! – Le advertí lo último sabiendo lo inquieta que la chica podía ser, en especial cuando se trataba de seguirme los pasos, pero sabía que me obedecería.

Corrí entonces en la dirección en que lo habían hecho los bandidos tras la llamativa dama. Al llegar a la entrada del callejón pude ver cómo la tenían acorralada entre ambos, mientras el ramo había quedado destrozado en el suelo. Noté también que uno de los sujetos llevaba un arma, por lo que sería poco prudente de mi parte llegar como héroe a defender a la damisela, tendría que hacerme pasar por uno de ellos en lugar. – ¿Qué quieres? – preguntó uno de los sujetos en mi dirección en un fluido romaní, poniéndose a la defensiva. – Tranquilo amigo, sólo pensé que sería muy egoísta de su parte disfrutar solos de esa belleza. – Respondí en el mismo idioma, mostrándome cooperativo con ellos, al ver que no buscaban precisamente robarla.

Al acercarme pude reconocer en uno de los sujetos al jefe de otra de las tribus en el campamento, por lo que había hecho bien en no comenzar amenazando con que a sus jefes no les gustaría saber lo que hacían a una joven mujer. – Ayuda a sostenerla. – Me dijo el mismo hombre de antes, que además era quien sostenía el arma, buscando meter las manos bajo el estrambótico vestido, y así lo hice, permitiéndole al tipo tener ambas manos libres, quien, al sentirse seguro que la chica no podría escapar, se guardó la pistola en la parte trasera del pantalón y comenzó a manosear los senos de la mujer aún sobre el vestido. Debía actuar rápido, por lo que le quité a la mujer el horrible sombrero, dejando caer su cabello rubio rojizo en enormes rizos alrededor de su rostro hasta cubrir su pecho, para luego dejar caer el objeto en medio entre ella y el tipo que la manoseaba, distrayendo la atención de ambos hombres.

Una vez se distrajeron viendo el hermoso cabello de la dama encuadrar su bonito rostro, fue fácil noquearlos. Era en momentos como ese que agradecía mi fuerza sobrehumana, ya que un puñetazo en la boca del estómago a cada uno fue más que suficiente para dejarlos inconscientes. Finalmente me acerqué a la temblorosa mujer, evitando tocarla, ya que sabía que por los nervios podría intentar atacarme creyéndome uno más de sus opresores. – ¿Se encuentra bien? ¿La lastimaron? – Algunas de las pocas frases que podía prenunciar bien en francés gracias a mi trabajo.

Kyle Nolan