AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Lobo-hombre en París | +18
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Lobo-hombre en París | +18
"Cae la noche y amanece en París
En el dia en que todo ocurrió
Como un sueño de loco sin fin"
En el dia en que todo ocurrió
Como un sueño de loco sin fin"
Podía sentir mi cuerpo pesado, dolorido y tenso. Señal inequívoca que había pasado la noche como un lobo, solo Dios sabe haciendo cuántos destrozos. Sentía el calor de los rayos del sol calentar mi espalda, mientras la arena fría y húmeda hacía el efecto totalmente opuesto con mi pecho. Abrí los ojos con pesadez, sintiéndome más cansado que de costumbre, por lo que me tomé unos minutos antes de hacer si quiera el intento de levantarme. Estaba en una playa, pude observar, una bahía desierta lejos de las miradas curiosas de la gente.
Al igual que cada noche de luna llena, el día anterior, un par de horas antes del atardecer, me había internado en el bosque, intentando ir tan lejos como me fuera posible, de manera que, estando en mi forma animal, pudiera encontrar cosas más interesantes qué hacer que atacar humanos indefensos.
Una vez reuní las energías necesarias, hice fuerza con los brazos hasta ponerme de rodillas, reconociendo el lugar. No era la primera vez que terminaba allí, y podía comprender por qué a la bestia le gustaba tanto ese lugar. Era una playa hermosa, de cristalinas y azules aguas, rodeaba de mucha vegetación. Sí, aunque no pudiera controlarla, suponía que, como parte de mí, la bestia no podía ser muy distinta de mí.
Al mirar a mi alrededor tuve que hacerme sombra con la mano sobre los ojos, debido al intenso sol de verano que, tras algunas horas de sueño, me afectaban la vista. Me puse de pie e intenté sacudir la arena de mi cuerpo, pero era en vano. Tendría que entrar al agua si quería realmente sacarla por completo. Me giré, para caminar en dirección al agua, y grande fue mi sorpresa al descubrir que no estaba solo. A unos pasos de mí, el cuerpo desnudo de una joven yacía también sobre la arena.
Sentir un dolor punzante en las castillas al dar el primer paso. Bajé la mirada antes de continuar, solo para descubrir una herida sangrante en mi costado derecho y otra en el hombro izquierdo. No me quedaba más que suponer que la joven licántropo y yo no habíamos tenido un encuentro precisamente amigable la noche anterior. Ignoré el dolor y me acerqué hasta ella para ponerme nuevamente de rodillas a su lado.
Sin importar su desnudez, o la mía propia, la giré hasta dejarla sobre su espalda. Guiado por mi instinto de médico, comprobé sus signos vitales y las heridas de su cuerpo. Respiraba normalmente y su latido era fuerte y constante, así que supuse que simplemente estaba igual o más cansada de lo que yo me sentía. Por otro lado, a diferencia de mí, ella no tenía mayor herida más que un par de raspones. – Al parecer me ganaste la contienda. – No puedo evitar decir, aunque parecía inconsciente, lo que me hizo sonreír muy a mi pesar.
Tomé a la chica en brazos y caminé hasta internarnos a ambos en el agua. Le limpié con delicadeza el rostro y medianamente el cabello, negro como las noches sin luna, dejándolo caer hacia atrás para despejar su rostro. Parecía demasiado joven, demasiado inocente, de rostro ligeramente bronceado y numerosas pecas cubriendo su nariz y mejillas. Tenía cejas gruesas, largas y espesas pestañas que me hacían preguntar cómo enmarcarían sus ojos, y labios llenos, entreabiertos, que invitaban a ser besados. – Vamos, nena. Es de día y el sol ya brilla alto en el cielo. – Pronuncio a la vez que, con las manos húmedas, acaricio su rostro en un intento por despertarla.
Kyle Nolan
Última edición por Kyle Nolan el Vie Oct 05, 2018 2:56 am, editado 2 veces
Malcolm Buchanan Mackay- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 24
Fecha de inscripción : 15/07/2018
Re: Lobo-hombre en París | +18
La noche anterior había sido agitada, desde que fue mordida se había aprendido con cuidado las fases de la luna, prevenir era lo importante, despertarse confundida y en lios no era lo ideal, y ciertamente lo odiaba, asi que antes de que la dama luna coronase el cielo, la chica había ido directamente al bosque, empezando a buscar internarse en lo más profundo mientras de vez en cuando hechaba la vista hacia atrás, comprobando de esa forma que la ciudad cada vez quedase más lejos. No era la primera vez que al recuperar la conciencia había tenido desafortunados encuentros que aun se preguntaba la joven licana como había conseguido salir con vida, los cazadores y la inquisición no son gente piadosa, y el darla muerte para librar al mundo de su mal implantado era la prioridad, daba igual lo que Lyriett quisiera o tuviera que decir algo al respecto. Lyriett había descubierto cuan despiadado podía ser alguien solo por sentir repulsión a lo que su nueva naturaleza la ofrece, asi que en una esperanza de evitar todo esto corrió hacia el interior del bosque.
Realmente no tardó mucho en perder la conciencia, solo recordó como última acción el gruñir de esa manera sobrenatural antes de que su mente se dispersarse sin saber que acontecía a continuación, la verdad que para Lyriett la conversión era un momento intenso de terror, ante la incertidumbre de que sería lo siguiente que ocurriera o si al día siguiente recuperaría la conciencia.
No había recuerdo, no había nada, la joven estaba aun inconsciente, debido al agotamiento de la actividad de la noche, había quedado tan cansada que al volver en si que su despertar se atrasaba, aunque su mente estaba nublada, quizá empezando a relajarse al notar el calor del sol, sin ser capaz aun de abrir los ojos. Pronto empezó a volver en si cuando notó la refrescante sensación, la sensación del agua, el calor en la cara por el sol, más una refrescante sensación, empezó a fruncir el ceño mientras le pareció oir una voz, alguien hablandola, de una manera suave, hizo un esfuerzo por conseguir abrir sus ojos para encontrar el afable rostro de quien tenía frente a ella, tarda unos segundos en reaccionar, la mirada es de aturdimiento antes de que su gesto tome asustadiza, buscando apartarse de quien la tenía tomada en brazos en el agua.
-¿Que...? ¿Que..? ¿donde estoy...?- Estaba algo dolorida, pero más bien agotada, sacudió su cabeza y se quedó observando frente al hombre con cara de miedo. -Yo...- Titubeo antes de hechar un vistazo y percatarse de las heridas que tenía el contrario, cubrió sus labios con las manos con gesto de impresión. -¿Yo le he hecho eso?- Pregunta temerosa, fue entonces cuando se percató de la desnudez ajena haciendo que desviara la vista, para percatarse que ella también lo estaba.
Se cubrió con los brazos mientras sus mejillas se coloreaban de un rojo intenso por la ruborización del momento, la espesa melena negra tambien ayudaba, más se agachó cubriendo más su cuerpo con el agua fresca, la verdad que se estaba muy a gusto allí, más estaba aturdida y perdida, y aquel hombre era el unico que había y no parecía temerla.
-Es usted...como yo..- Dijo cuando sus habilidades que le concedía la licántropia la permitió olfatear y conocer a quien tenía frente a ella, al menos su aura, ella sonrió con un deje de timidez antes de bajar la vista, nadando un poco para entrar en calor, sus musculos necesitaban relajarse, en realidad le gustaría acercarse nuevamente al hombre que veía frente a ella, pero no se atrevía.
Realmente no tardó mucho en perder la conciencia, solo recordó como última acción el gruñir de esa manera sobrenatural antes de que su mente se dispersarse sin saber que acontecía a continuación, la verdad que para Lyriett la conversión era un momento intenso de terror, ante la incertidumbre de que sería lo siguiente que ocurriera o si al día siguiente recuperaría la conciencia.
No había recuerdo, no había nada, la joven estaba aun inconsciente, debido al agotamiento de la actividad de la noche, había quedado tan cansada que al volver en si que su despertar se atrasaba, aunque su mente estaba nublada, quizá empezando a relajarse al notar el calor del sol, sin ser capaz aun de abrir los ojos. Pronto empezó a volver en si cuando notó la refrescante sensación, la sensación del agua, el calor en la cara por el sol, más una refrescante sensación, empezó a fruncir el ceño mientras le pareció oir una voz, alguien hablandola, de una manera suave, hizo un esfuerzo por conseguir abrir sus ojos para encontrar el afable rostro de quien tenía frente a ella, tarda unos segundos en reaccionar, la mirada es de aturdimiento antes de que su gesto tome asustadiza, buscando apartarse de quien la tenía tomada en brazos en el agua.
-¿Que...? ¿Que..? ¿donde estoy...?- Estaba algo dolorida, pero más bien agotada, sacudió su cabeza y se quedó observando frente al hombre con cara de miedo. -Yo...- Titubeo antes de hechar un vistazo y percatarse de las heridas que tenía el contrario, cubrió sus labios con las manos con gesto de impresión. -¿Yo le he hecho eso?- Pregunta temerosa, fue entonces cuando se percató de la desnudez ajena haciendo que desviara la vista, para percatarse que ella también lo estaba.
Se cubrió con los brazos mientras sus mejillas se coloreaban de un rojo intenso por la ruborización del momento, la espesa melena negra tambien ayudaba, más se agachó cubriendo más su cuerpo con el agua fresca, la verdad que se estaba muy a gusto allí, más estaba aturdida y perdida, y aquel hombre era el unico que había y no parecía temerla.
-Es usted...como yo..- Dijo cuando sus habilidades que le concedía la licántropia la permitió olfatear y conocer a quien tenía frente a ella, al menos su aura, ella sonrió con un deje de timidez antes de bajar la vista, nadando un poco para entrar en calor, sus musculos necesitaban relajarse, en realidad le gustaría acercarse nuevamente al hombre que veía frente a ella, pero no se atrevía.
Lyriett Moon- Licántropo/Realeza
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Fecha de inscripción : 13/11/2017
Re: Lobo-hombre en París | +18
Al entrar al mar, el agua salada había hecho escocer ligeramente las heridas, cosa de la que me percaté, pero ignoré momentáneamente en mi intento por hacer reaccionar a la joven lycan. Por lo que no fue hasta que ella despertó y se alejó como si sintiera miedo de mí, cosa que me parecía graciosa dado que fue ella quien asestó mayores golpes, que pude limpiarlas correctamente. Al terminar con ello, eché la cabeza hacia atrás para sacar la arena que permanecía aún en mi cabello, dejando que la larga melena castaña se pegara a mis hombros y espalda, ligeramente oscurecida por la humedad.
Hice una rápida inspección al lugar donde ambos nos encontrábamos al escuchar su primera pregunta completamente formulada. – La verdad no sé si este lugar tiene algún nombre, pero ya he terminado antes aquí, por lo que sé que no está demasiado lejos de la ciudad. Una hora de caminata. – Le informo. – ¿Cómo te sientes? Pareces adolorida. – Vuelvo a hablar, intentando hacerla sentir en confianza. Desconocía el temperamento de mi bestia, pero estando totalmente consciente sería muy difícil que llegase a provocar el temor que veía en los ojos de la extraña.
Bajo la mirada a las heridas que ya dejaban de sangrar y sonrío con diversión. – La verdad recuerdo de anoche tanto o menos que tú. Pero, a menos de que haya habido un tercer licántropo en escena, que decidiese marcharse antes que nosotros, yo pensaría que sí. – Con aquello respondía a sus siguientes preguntas, mientras procedía a restregar mis brazos y luego mi pecho para terminar de quitarme toda la arena del cuerpo. Me encanta el mar, pero odio sentir la picazón de los pequeños granos sobre la piel.
Al ver que seguía ligeramente a la defensiva, intento dejarle saber que no tiene nada de qué preocuparse. – Relájate, no voy a lanzarme sobre ti. Incluso aunque lo intentara, seguro que saldrías victoriosa. – Me mofo de mí mismo ya que, si bien había sido entrenado para matar licántropos y vampiros, nunca había sido aficionado a tal tarea. Mi vocación era curar enfermos y salvar vidas, no acabar con ellas, en las ocasiones que no había podido hacer nada para salvar a un paciente, me había sentido tan afectado como si hubiese sido alguien muy cercano a mí.
Como último intento, inicio un juego infantil echándole agua a la cara en repetidas ocasiones hasta hacerla responder al juego, es entonces cuando la persigo, aún dentro del agua, hasta caerle encima hundiéndonos ambos para salir en medio de risas en busca de aire. – Lo siento, debía encontrar la manera de que quitaras esa expresión asustada del rostro. Y ha valido la pena. – Le sonrío al final mientras acaricio su cabello como si fuera una niña pequeña. Se veía mucho mejor así, sonriente.
– Disculpa que lo pregunte, sé que a las chicas les incomoda, pero ¿Qué edad tienes? Te ves muy joven y, aunque no he conocido muchos licántropos a quienes pudiese preguntarle esto, ninguno había tenido una apariencia tan juvenil. – Pregunto con curiosidad, más relajado a ver que ella también está más tranquila. A diferencia de ella, nunca me he sentido incómodo por mi desnudez, así que me muestro bastante abierto, incluso aunque pueda estar siendo observado tan íntimamente.
Hice una rápida inspección al lugar donde ambos nos encontrábamos al escuchar su primera pregunta completamente formulada. – La verdad no sé si este lugar tiene algún nombre, pero ya he terminado antes aquí, por lo que sé que no está demasiado lejos de la ciudad. Una hora de caminata. – Le informo. – ¿Cómo te sientes? Pareces adolorida. – Vuelvo a hablar, intentando hacerla sentir en confianza. Desconocía el temperamento de mi bestia, pero estando totalmente consciente sería muy difícil que llegase a provocar el temor que veía en los ojos de la extraña.
Bajo la mirada a las heridas que ya dejaban de sangrar y sonrío con diversión. – La verdad recuerdo de anoche tanto o menos que tú. Pero, a menos de que haya habido un tercer licántropo en escena, que decidiese marcharse antes que nosotros, yo pensaría que sí. – Con aquello respondía a sus siguientes preguntas, mientras procedía a restregar mis brazos y luego mi pecho para terminar de quitarme toda la arena del cuerpo. Me encanta el mar, pero odio sentir la picazón de los pequeños granos sobre la piel.
Al ver que seguía ligeramente a la defensiva, intento dejarle saber que no tiene nada de qué preocuparse. – Relájate, no voy a lanzarme sobre ti. Incluso aunque lo intentara, seguro que saldrías victoriosa. – Me mofo de mí mismo ya que, si bien había sido entrenado para matar licántropos y vampiros, nunca había sido aficionado a tal tarea. Mi vocación era curar enfermos y salvar vidas, no acabar con ellas, en las ocasiones que no había podido hacer nada para salvar a un paciente, me había sentido tan afectado como si hubiese sido alguien muy cercano a mí.
Como último intento, inicio un juego infantil echándole agua a la cara en repetidas ocasiones hasta hacerla responder al juego, es entonces cuando la persigo, aún dentro del agua, hasta caerle encima hundiéndonos ambos para salir en medio de risas en busca de aire. – Lo siento, debía encontrar la manera de que quitaras esa expresión asustada del rostro. Y ha valido la pena. – Le sonrío al final mientras acaricio su cabello como si fuera una niña pequeña. Se veía mucho mejor así, sonriente.
– Disculpa que lo pregunte, sé que a las chicas les incomoda, pero ¿Qué edad tienes? Te ves muy joven y, aunque no he conocido muchos licántropos a quienes pudiese preguntarle esto, ninguno había tenido una apariencia tan juvenil. – Pregunto con curiosidad, más relajado a ver que ella también está más tranquila. A diferencia de ella, nunca me he sentido incómodo por mi desnudez, así que me muestro bastante abierto, incluso aunque pueda estar siendo observado tan íntimamente.
Kyle Nolan
Última edición por Kyle Nolan el Dom Sep 23, 2018 7:56 pm, editado 1 vez
Malcolm Buchanan Mackay- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 15/07/2018
Re: Lobo-hombre en París | +18
Aun con el rostro que expresaba miedo, desorientación y aturdimiento observaba al ajeno inspeccionandole con la mirada de manera detenida, su condición le ayudaba a sanar rapido, ella bien lo sabía ya despues del tiempo que llevaba con aquel cambio brusco en el explendor del astro nocturno. Pero al menos el joven se mostraba cooperativo, respondiendo a las preguntas, que al parecer estaba perdido como ella, sin saber el lugar exacto donde estaban, pero en cierto modo Lyriett pensó en lo bueno que era que hubiera coincidido con otro licano en su transformación y no en un pobre campesino que lo unico que viera es una enorme bestia avalanzarse a segar su vida y seguramente devorar su carne. Una hora de camino de vuelta como afirmó el licano era una buena señal de la intimidad del sitio donde se hayaban, acarició sus propios brazos humedeciendolos más con el agua, siguiendo encogida y auto abrazandose. Se sorprendió cuando este preguntó por su estado. -Estoy algo aturdida y cansada...pero estoy bien, gracias por preguntar, ¿estas tu bien?.- Preguntó ciertamente con una preocupación real, ya que sus heridas parecian más importantes que las uñas, sorprendendole los zarpazos.
La verdad que la probabilidad de otro licántropo Lyriett la veia muy remota, y que se hubiera ido antes del despertar, podría ser, pero no lo veía probable, en el fondo se sentía culpable y mal por haberle herido, parecía muy buena persona, aunque la naturaleza asustadiza hacía que Lyriett se mantuviera encogida, alerta y ciertamente tensa. Más miraba con atención como el joven se acicalaba para quitarse la arena, Lyriett ladeo ligeramente la cabeza observandole aunque manteniendo la expresión de miedo ante él, que parecía excesivamente relajado para el gusto de la licana, que sin duda sacaba de ahí la conclusión del poder que tenía el contrario que ante ella se presentaba relajado.
El aseguró que no se iba a lanzar sobre ella, que ella ganaría, pero Lyriett no estaba tan segura de ello, este parecía muy comodo con su naturaleza, lo cual le hizo sospechar que era uno con la bestia, asi le decían los licanos, aunque Lyriett apenas había hablado con un par de personas más que compartían su condición de loba, cada uno con visiones muy distintas de este mismo asunto.
Fue entonces despertando de sus pensamientos cuando notó el agua fria acariciar su rostro, la mirada hacia el otro fue de sorpresa, nuevamente la volvió a salpicar sin obtener respuesta, pues ella seguía perpleja, sin tender nada, fue a la tercera cuando sonrió y devolvió el salpicon a su rostro, siguiendo el juego de salpicar con agua al otro, y cuando hizo ademan de perseguirla ella huia como podía por el agua hasta que él la alcanza hundiendola en ese divertido juego donde ambos salieron a respirar riendo finalmente, ella le miró divertida observandole, más relajada sin duda, sonrojandose levemente cuando aseguró que lo hizo para hacerla sonreir, lo que causó que ella bajara la cabeza con las mejillas rojas y jugara con los mechones de su mojado cabello.
La pregunta de la edad le hizo sonreir. -Tengo 20 años, fui mordida el año pasado, con 19, cuando recien llegué a París....me tope con alguien que no era lo que parecia ser...y bueno.- Se acaricia la zona del hombro donde la mordieron, apretando sus carnosos labios con el recuerdo. -Asi que no controlo nada los impulsos que mi nuevo yo se manifiestan....y me da miedo meterme en lios...- Su sinceridad es total, confiando en el desconocido que le da esa sensación de protección. -¿Tu recuerdas quien te hizo lobo?¿cuantos años tienes tú? yo no...apenas le vi la cara...fue confuso...de repente..me di cuenta que lo que creía que eran historias de terror existian...- Sin duda siente un enorme escalofrio.- eso me da bastante miedo...si yo soy un monstruo..¿que otros habrá ocultos en la noche?- Se muerde el labio de manera nerviosa observandole. - Pero tu no eres un monstruo...yo te dañe..asi tu no lo hicistes tanto...me pregunto por qué...-Baja la cabeza, se siente más comoda con él, al menos habló de manera sincera, el despertaba que estuviera en ese estado. -Me gusta lo calido que eres...tanto al tacto, como a tu forma de ser.- Le sonrie ampliamente.
La verdad que la probabilidad de otro licántropo Lyriett la veia muy remota, y que se hubiera ido antes del despertar, podría ser, pero no lo veía probable, en el fondo se sentía culpable y mal por haberle herido, parecía muy buena persona, aunque la naturaleza asustadiza hacía que Lyriett se mantuviera encogida, alerta y ciertamente tensa. Más miraba con atención como el joven se acicalaba para quitarse la arena, Lyriett ladeo ligeramente la cabeza observandole aunque manteniendo la expresión de miedo ante él, que parecía excesivamente relajado para el gusto de la licana, que sin duda sacaba de ahí la conclusión del poder que tenía el contrario que ante ella se presentaba relajado.
El aseguró que no se iba a lanzar sobre ella, que ella ganaría, pero Lyriett no estaba tan segura de ello, este parecía muy comodo con su naturaleza, lo cual le hizo sospechar que era uno con la bestia, asi le decían los licanos, aunque Lyriett apenas había hablado con un par de personas más que compartían su condición de loba, cada uno con visiones muy distintas de este mismo asunto.
Fue entonces despertando de sus pensamientos cuando notó el agua fria acariciar su rostro, la mirada hacia el otro fue de sorpresa, nuevamente la volvió a salpicar sin obtener respuesta, pues ella seguía perpleja, sin tender nada, fue a la tercera cuando sonrió y devolvió el salpicon a su rostro, siguiendo el juego de salpicar con agua al otro, y cuando hizo ademan de perseguirla ella huia como podía por el agua hasta que él la alcanza hundiendola en ese divertido juego donde ambos salieron a respirar riendo finalmente, ella le miró divertida observandole, más relajada sin duda, sonrojandose levemente cuando aseguró que lo hizo para hacerla sonreir, lo que causó que ella bajara la cabeza con las mejillas rojas y jugara con los mechones de su mojado cabello.
La pregunta de la edad le hizo sonreir. -Tengo 20 años, fui mordida el año pasado, con 19, cuando recien llegué a París....me tope con alguien que no era lo que parecia ser...y bueno.- Se acaricia la zona del hombro donde la mordieron, apretando sus carnosos labios con el recuerdo. -Asi que no controlo nada los impulsos que mi nuevo yo se manifiestan....y me da miedo meterme en lios...- Su sinceridad es total, confiando en el desconocido que le da esa sensación de protección. -¿Tu recuerdas quien te hizo lobo?¿cuantos años tienes tú? yo no...apenas le vi la cara...fue confuso...de repente..me di cuenta que lo que creía que eran historias de terror existian...- Sin duda siente un enorme escalofrio.- eso me da bastante miedo...si yo soy un monstruo..¿que otros habrá ocultos en la noche?- Se muerde el labio de manera nerviosa observandole. - Pero tu no eres un monstruo...yo te dañe..asi tu no lo hicistes tanto...me pregunto por qué...-Baja la cabeza, se siente más comoda con él, al menos habló de manera sincera, el despertaba que estuviera en ese estado. -Me gusta lo calido que eres...tanto al tacto, como a tu forma de ser.- Le sonrie ampliamente.
Lyriett Moon- Licántropo/Realeza
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Re: Lobo-hombre en París | +18
Con el juego que yo mismo he iniciado, he despertado en mi propio cuerpo un ansia y un deseo que habían permanecido dormidos hasta ahora. Incluso aunque la luna llena ha acabado, puedo sentir a mi bestia pedir, hambrienta, por la joven frente a mí. Un deseo que va más allá de lo físico y que no logro comprender del todo, pues se suman a la ecuación la necesidad de yacer con ella y un instinto protector que hasta ahora solo había sentido por Elle, la joven gitana a la que prácticamente he criado durante los últimos diez años y que se ha vuelto como una hermana pequeña para mí. Me parece una locura, y mucho más al conocer su edad. ¡No es más que dos años mayor que Elle! ¡Es menor que yo por doce años! Sí, la naturaleza sobrenatural de la licantropía me permite lucir mayor solo por la mitad de ese tiempo, pero no dejaba de significar que tenía más de una década extra en experiencia y madurez.
No puedo dejar de pensar en lo joven que es, nada más que una niña, y entonces recuerdo que, como ella, yo había sido un crío al ser transformado, y tampoco tuve alguien que me enseñara a controlar mis instintos o poderes. Pasé un año completamente solo, internado en los bosques de Inglaterra, alejado de cualquier poblado, no queriendo dañar a nadie. Cuando por fin me atreví a reintegrarme a la sociedad, estuve tan feliz que agradecí cualquier gesto de amistad, de aceptación, incluso proviniendo de gente que no sabía lo que yo era. Siento un retorcijón en el estómago al pensar en todas las penas vividas estando en su condición, y en lo mal que ella podía estarlo pasando en ese momento, no pudiendo menos que sentirme identificado y preocupado por ella.
– Yo tenía tu edad cuando fui mordido. Era cazador, muy joven e inexperto. Nos tendieron una trampa, y vi morir a dos de mis compañeros. Actualmente tengo treinta y dos. – Le digo en respuesta a sus preguntas, comenzando a sentirme extremadamente viejo en comparación. – Es normal que sientas miedo. Supongo que todos lo sentimos al principio, especialmente cuando no se tiene a nadie que nos guíe mientras nos adaptamos a los cambios. – Intento tranquilizarla, pues, habiendo pasado ya por lo mismo, me sentiría mucho más tranquilo si pudiera ayudarle de alguna manera en el proceso.
– ¡Tú no eres un monstruo! – Digo de repente, casi por inercia, ante su comentario, y luego intento explicarme. – Es verdad, allí afuera no solo hay licántropos y humanos, hay otros seres que, como nosotros, han dejado de serlo, incluso algunos que nacen con condiciones especiales que los hacen diferentes. Sin embargo, como médico, he aprendido que no es nuestra naturaleza lo que nos hace terroríficos, sino la manera en que actuamos. – Eso me hace pensar en las muchas diferencias entre mi vida como humano, y ahora que llevo “la infección” en mi sangre. – Los primeros veinte años de mi vida fui criado para matar criaturas como nosotros. No conocía a ninguno, simplemente cumplía órdenes y tenía la mentalidad, pasada de generación en generación dentro de mi clan, de que los no-humanos son malos, y los humanos son buenos. Veía la vida en blanco y negro, pero me estaba perdiendo una infinita cantidad de tonalidades de grises que, para mí, no existían. Ahora puedo ver que, sí, hay licántropos a los que no les interesa lo que su bestia haga durante las noches de luna llena. El hecho de que tú y yo nos hayamos encontrado aquí anoche, significa que no somos los únicos que sí nos preocupamos, debe haber muchos como nosotros allí afuera. Y también hay humanos que se matan entre sí por dinero, por títulos, incluso solo por placer. ¿Quién crees ahora que es un monstruo? – No es que yo sea la fuente de la sabiduría, pero supongo que he tenido algo de tiempo para pensar en todas estas cosas, después de haber sido presa de los mismos temores que ella tiene ahora, espero poder hacer su existencia y su realidad menos agónica de lo que fue la mía al principio del cambio.
Viéndola a ella, todas mis teorías se hacen mucho más fuertes. Por mi parte, luego de dejar mi clan y después de haber vuelto a la civilización, he utilizado mi vocación a la medicina para curar no solo a humanos, sino a cuantas criaturas han pedido por mi ayuda. Es verdad que siempre sentí predilección por sanar en lugar de matar, pero ahora era también una especie de redención por mis pecados. Me siento a veces tan culpable por todas las vidas de criaturas iguales a mí que ayudé a sesgar, y eso me inspira a trabajar más duro. En cuanto a ella… ¿Cómo podría alguien, al ver sus enormes y expresivos ojos verdes, o el tímido rubor en sus mejillas, pensar que ella era algo más que una dulce jovencita? Sencillamente no cabe en mi cabeza que alguien pudiese considerarla atemorizante, y eso lo pienso incluso con el conocimiento de que su bestia tiene la fuerza suficiente para herirme.
La repentina confesión me deja perplejo, aunque mi bestia parece satisfecha por ella, ya que la siento empujarme hacia ella, como si fuese aquello lo correcto. Pero debo admitir, aunque sea solo para mí mismo, que siento temor de hacer lo que me pide. Por una parte, está la diferencia de edad y el hecho de que apenas la conozco, ¡Ni siquiera sé su nombre aún! Y por otra, aunque no soy virgen y mucho menos santo, nunca he tenido frente a mí una mujer desnuda por la que no haya pagado. Nunca he cortejado a una mujer, ni siquiera a la que fuese mi prometida tantos años atrás, aquella fue una relación concertada por los líderes de mi clan, y el romanticismo carecía de toda importancia. ¿No vería ella mal que me acercase a besarla, que la acariciase con una intimidad impropia de un desconocido? Después de todo, ella seguía cubriendo su cuerpo de mi vista. Al pensar en ello caigo en cuenta de que estoy duro, a pesar de la frescura del agua y aunque no ha hecho nada para incitarme, las aguas cristalinas no hacen mucho más que yo por ocultar este hecho.
– Tú también me gustas. – Pronuncio, y no miento. Me gustan las pecas que cubren sus pómulos y su perfilada nariz, me gusta la manera en que se marcan sus clavículas bajo su cuello y los muchos pequeños lunares esparcidos en aquella zona, me gusta el nacimiento de unos senos que, si bien no puedo ver, se notan llenos, me gustan sus caderas y sus piernas, me gusta la curva entre su espalda y su trasero, que logro visualizar cuando se pone de perfil, me gustan sus labios gruesos y sus grandes ojos cuyo color combina perfectamente con las claras aguas donde ambos estamos. ¡Por todos los dioses! Si incluso me gusta la manera tímida en que se cubre con los brazos y la manera en que se sonroja.
Aparto la mirada de ella y llevo una mano al cuello en un gesto nervioso que apenas descubro que tengo, no queriendo que la intensidad de mi mirada sobre su cuerpo la haga sentirse aún más tímida o incluso atemorizada de mí. – Sabes, yo… Bueno, te comenté que soy médico y… En realidad, no tengo una casa o un departamento. Hace diez años que viajo en una caravana gitana, por lo que todo lo que poseo es mi propia carpa. La mayor parte de mis ganancias, lo que no uso para mis propias necesidades, lo dono a enfermos que no tienen dinero para comprar sus medicinas. – Me detengo. No sé con certeza lo que quiero decirle. Supongo que es mi turno de mostrarme nervioso y se lo atribuyo a las confesiones que ambos acabamos de hacer, pero no me gusta sentirme de aquella manera. Siempre me he sido muy seguro de mí mismo, no tengo complejos por mi físico ni, a estas alturas, por mi naturaleza licántropa, mucho menos he tenido problemas a la hora de hablar con el género femenino, por lo que es extraño sentirme así de cohibido de repente.
Me infundo valor y vuelvo a mirarla, esta vez a los ojos. – Lo que quiero decir es… Eres bienvenida a visitarme en el campamento cuando necesites ayuda con tus poderes o, bueno, con cualquier cosa. Solo debes ir al atardecer, ya que trabajo durante el día en el hospital, y preguntar por Kyle, cualquiera te dirá donde conseguirme. Y, si no tienes donde quedarte, estoy seguro que la caravana te aceptará sin problemas. – Es mi turno de dedicarle una sonrisa, a la vez que admito, aunque sea solo para mí, que me gustaría conocerla, saber más de ella, en especial me gustaría explorar esa atracción que mi bestia ha desarrollado tan pronto.
No puedo dejar de pensar en lo joven que es, nada más que una niña, y entonces recuerdo que, como ella, yo había sido un crío al ser transformado, y tampoco tuve alguien que me enseñara a controlar mis instintos o poderes. Pasé un año completamente solo, internado en los bosques de Inglaterra, alejado de cualquier poblado, no queriendo dañar a nadie. Cuando por fin me atreví a reintegrarme a la sociedad, estuve tan feliz que agradecí cualquier gesto de amistad, de aceptación, incluso proviniendo de gente que no sabía lo que yo era. Siento un retorcijón en el estómago al pensar en todas las penas vividas estando en su condición, y en lo mal que ella podía estarlo pasando en ese momento, no pudiendo menos que sentirme identificado y preocupado por ella.
– Yo tenía tu edad cuando fui mordido. Era cazador, muy joven e inexperto. Nos tendieron una trampa, y vi morir a dos de mis compañeros. Actualmente tengo treinta y dos. – Le digo en respuesta a sus preguntas, comenzando a sentirme extremadamente viejo en comparación. – Es normal que sientas miedo. Supongo que todos lo sentimos al principio, especialmente cuando no se tiene a nadie que nos guíe mientras nos adaptamos a los cambios. – Intento tranquilizarla, pues, habiendo pasado ya por lo mismo, me sentiría mucho más tranquilo si pudiera ayudarle de alguna manera en el proceso.
– ¡Tú no eres un monstruo! – Digo de repente, casi por inercia, ante su comentario, y luego intento explicarme. – Es verdad, allí afuera no solo hay licántropos y humanos, hay otros seres que, como nosotros, han dejado de serlo, incluso algunos que nacen con condiciones especiales que los hacen diferentes. Sin embargo, como médico, he aprendido que no es nuestra naturaleza lo que nos hace terroríficos, sino la manera en que actuamos. – Eso me hace pensar en las muchas diferencias entre mi vida como humano, y ahora que llevo “la infección” en mi sangre. – Los primeros veinte años de mi vida fui criado para matar criaturas como nosotros. No conocía a ninguno, simplemente cumplía órdenes y tenía la mentalidad, pasada de generación en generación dentro de mi clan, de que los no-humanos son malos, y los humanos son buenos. Veía la vida en blanco y negro, pero me estaba perdiendo una infinita cantidad de tonalidades de grises que, para mí, no existían. Ahora puedo ver que, sí, hay licántropos a los que no les interesa lo que su bestia haga durante las noches de luna llena. El hecho de que tú y yo nos hayamos encontrado aquí anoche, significa que no somos los únicos que sí nos preocupamos, debe haber muchos como nosotros allí afuera. Y también hay humanos que se matan entre sí por dinero, por títulos, incluso solo por placer. ¿Quién crees ahora que es un monstruo? – No es que yo sea la fuente de la sabiduría, pero supongo que he tenido algo de tiempo para pensar en todas estas cosas, después de haber sido presa de los mismos temores que ella tiene ahora, espero poder hacer su existencia y su realidad menos agónica de lo que fue la mía al principio del cambio.
Viéndola a ella, todas mis teorías se hacen mucho más fuertes. Por mi parte, luego de dejar mi clan y después de haber vuelto a la civilización, he utilizado mi vocación a la medicina para curar no solo a humanos, sino a cuantas criaturas han pedido por mi ayuda. Es verdad que siempre sentí predilección por sanar en lugar de matar, pero ahora era también una especie de redención por mis pecados. Me siento a veces tan culpable por todas las vidas de criaturas iguales a mí que ayudé a sesgar, y eso me inspira a trabajar más duro. En cuanto a ella… ¿Cómo podría alguien, al ver sus enormes y expresivos ojos verdes, o el tímido rubor en sus mejillas, pensar que ella era algo más que una dulce jovencita? Sencillamente no cabe en mi cabeza que alguien pudiese considerarla atemorizante, y eso lo pienso incluso con el conocimiento de que su bestia tiene la fuerza suficiente para herirme.
La repentina confesión me deja perplejo, aunque mi bestia parece satisfecha por ella, ya que la siento empujarme hacia ella, como si fuese aquello lo correcto. Pero debo admitir, aunque sea solo para mí mismo, que siento temor de hacer lo que me pide. Por una parte, está la diferencia de edad y el hecho de que apenas la conozco, ¡Ni siquiera sé su nombre aún! Y por otra, aunque no soy virgen y mucho menos santo, nunca he tenido frente a mí una mujer desnuda por la que no haya pagado. Nunca he cortejado a una mujer, ni siquiera a la que fuese mi prometida tantos años atrás, aquella fue una relación concertada por los líderes de mi clan, y el romanticismo carecía de toda importancia. ¿No vería ella mal que me acercase a besarla, que la acariciase con una intimidad impropia de un desconocido? Después de todo, ella seguía cubriendo su cuerpo de mi vista. Al pensar en ello caigo en cuenta de que estoy duro, a pesar de la frescura del agua y aunque no ha hecho nada para incitarme, las aguas cristalinas no hacen mucho más que yo por ocultar este hecho.
– Tú también me gustas. – Pronuncio, y no miento. Me gustan las pecas que cubren sus pómulos y su perfilada nariz, me gusta la manera en que se marcan sus clavículas bajo su cuello y los muchos pequeños lunares esparcidos en aquella zona, me gusta el nacimiento de unos senos que, si bien no puedo ver, se notan llenos, me gustan sus caderas y sus piernas, me gusta la curva entre su espalda y su trasero, que logro visualizar cuando se pone de perfil, me gustan sus labios gruesos y sus grandes ojos cuyo color combina perfectamente con las claras aguas donde ambos estamos. ¡Por todos los dioses! Si incluso me gusta la manera tímida en que se cubre con los brazos y la manera en que se sonroja.
Aparto la mirada de ella y llevo una mano al cuello en un gesto nervioso que apenas descubro que tengo, no queriendo que la intensidad de mi mirada sobre su cuerpo la haga sentirse aún más tímida o incluso atemorizada de mí. – Sabes, yo… Bueno, te comenté que soy médico y… En realidad, no tengo una casa o un departamento. Hace diez años que viajo en una caravana gitana, por lo que todo lo que poseo es mi propia carpa. La mayor parte de mis ganancias, lo que no uso para mis propias necesidades, lo dono a enfermos que no tienen dinero para comprar sus medicinas. – Me detengo. No sé con certeza lo que quiero decirle. Supongo que es mi turno de mostrarme nervioso y se lo atribuyo a las confesiones que ambos acabamos de hacer, pero no me gusta sentirme de aquella manera. Siempre me he sido muy seguro de mí mismo, no tengo complejos por mi físico ni, a estas alturas, por mi naturaleza licántropa, mucho menos he tenido problemas a la hora de hablar con el género femenino, por lo que es extraño sentirme así de cohibido de repente.
Me infundo valor y vuelvo a mirarla, esta vez a los ojos. – Lo que quiero decir es… Eres bienvenida a visitarme en el campamento cuando necesites ayuda con tus poderes o, bueno, con cualquier cosa. Solo debes ir al atardecer, ya que trabajo durante el día en el hospital, y preguntar por Kyle, cualquiera te dirá donde conseguirme. Y, si no tienes donde quedarte, estoy seguro que la caravana te aceptará sin problemas. – Es mi turno de dedicarle una sonrisa, a la vez que admito, aunque sea solo para mí, que me gustaría conocerla, saber más de ella, en especial me gustaría explorar esa atracción que mi bestia ha desarrollado tan pronto.
Kyle Nolan
Malcolm Buchanan Mackay- Licántropo Clase Baja
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Re: Lobo-hombre en París | +18
La joven miraba con atención a ese hombre que mostraba su desnudez sin perjuicio, ni nada, no como ella que seguia cubriendose los pechos con los brazos, que era lo que más se podía ver con las claras aguas, sus palabras le eran sumamente interesantes, había tenido en el pasado la misma situación que ella tenía en el presente, lo que le sorprende es que dijera la edad que tiene, lo que hizo que Lyriett le mirara de arriba a abajo como queriendole estudiar, pues su aspecto le parecería que él tenía la edad que ella, lo que hizo que despegara sus labios ligeramente por la sorpresa. -Vaya creía que eras de mi edad, pero parece que el don del lobo nos afecta fisicamente en el envejecer.- Dice ella sacando la conclusión, mirandole, ese rostro afable, juvenil, ¿quien diria que era ya un hombre hecho y derecho como quien dice? Lyriett no tardó en desviar la mirada por pura timidez con ese rubor sobre sus pecosas mejillas. El comprensivo comentaba lo normal que era sentirse atemorizado, desde luego si que tenía que haber pasado una experiencia similar al juzgar por sus palabras.
Estar solo, despertarse con la mordida y el cuerpo ardiente, fiebre, y una bestia naciendo en un rincón del alma, creandose, para en la noche continua de luna llena tener al fin forma, y dejarse ver mutando el cuerpo de alguen por primera vez, escalofrios recorrían su espalda al pensar en su primera conversión.
Que asegurase que ella no era un monstruo la conmovió, pero tal vez sus palabras fueron movidas por compartir naturaleza, aunque a ella él tampoco le parecía ningún monstruo, y lo corrovoró con sus palabras, pues al fin de cuenta el había dedicado su atención a ser medico, a ayudar a los demas, algo que hacía brillar su nobleza, una razón más por la que la joven loba empezaba a fiarse más de él. En su mente no cabía que el joven la pudiera estar engañando, el aroma en él que percivía, el brillo de su aura, todo en él era un pozo de tranquilidad y relajación para la licántropa. Más le sorprendió que sin miedo a lo que ella hiciera confesase que en un pasado había dedicado a cazar sobrenaturales, pero con los acontecimientos en su vida prefería curar y no matar, eso hizo que Lyriett respirase tranquila, ver como él había dejado ver solo bien y mal y observar más allá no hacía más que convencerla de que podía confiar en quien frente a ella se encontraba.
-Ciertamente, debe haber el mismo numero de malvados entre los sobrenaturales como entre los humanos...yo he podido conocer gente muy mala sin que fuera sobrenatural en mi tierra natal.- Aseguró Lyriett, mientras de esa forma confirmaba las palabras del licano.
El confesar lo que él le agradaba a juzgar por su expresión le pillo por sorpresa, lo que provocó que la loba colorease hasta sus orejas sintiendose esa sensación de vertigo en la tripa cuando dices algo que te da vergüenza o lo percives precipitado, apretó los labios mientras miró hacia abajo atreviendose por fin a despegar de manera efimera los brazos y jugar con él agua para calmar su nerviosismo. Pudo notar como él paseaba la vista por ella cuando le miró de reojo, como este la observaba con detenimiento tras decir que ella tambien le agradaba, cosa que le gusto mucho ciertamente.
Ella paseaba la vista por él, su rostro afable, de rasgos varoniles, atractivo como pocos, aunque quizá lo que la terminaba de encandilar era el olor que él desprendía, aunque quizá eso era más por parte de la bestia en su interior la que se fijaba en lo mucho que le agradaba el aroma que él desprendía, le era curioso fijarse en algo como eso, pero también en su mirada profunda, sus carnosos labios, la musculatura que se le dibujaba, su melena salvaje, que le daban ese toque feroz que a ella le agradaba.
Deslizaba su mirada hasta lo que se insinuaba bajo las cristalinas aguas, ella desvió la mirada rapidamente mordiendose el labio, preguntandose por qué tenía un comportamiento tan animal en ese momento hacia él, no lo entendía, él tambien estaba nervioso, pudo olerlo, y su actitud corporal, que hacía que a ella le pareciese totalmente dulce. Fue entonces cuando ella se atrevió a dar un paso en su dirección, jamás había estado en esa actitud con un chico, sentía una atracción animal sumamente desconcertante para Lyriett, no terminaba de entenderle, quizá nervioso como lo estaba ella que sin voluntad hacía caso a su bestia interior y dió un par de pasos en su dirección.
Comentaba su forma de vivir, quizá llevado por los nervios, mientras Lyriett le observaba de forma suave, tierna inclusive, nerviosa a su vez. Apretando sus labios algo inquieta, sin duda había un gran corazón debajo de ese lobo, ella ladeaba la cabeza mirandole con curiosidad. Más lo que la dejó absolutamente absorta fue cuando él, sin motivo ninguno volvió a ofrecerle ayuda, de manera totalmente altruista, ayudarla con los poderes, era algo que realmente necesitaba, ella se mordió nuevamente el labio mirandole, asustada y contenta a la vez. -¿De verdad me ayudarias? yo...yo no quiero serte una molestia.- Dijo ella rapidamente. -Kyle...¿te llamas Kyle? que nombre tan carismatico.- Sonrió la loba observandole. -Me llamo Lyriett...Lyriett Moon...-Ahora caía en la ironia de su apellido. Sonrió ligeramente mientras le observaba, dando un paso más hacia él. -Debo poder pagarte de alguna forma si me ayudas..¿necesitas algo que yo pueda conseguirte? ¿o una enfermera? lo que sea, tengo que pagar tu ayuda de alguna manera...por favor.- Suplicó ella terminando por juntar las palmas de sus manos a modo ruego olvidandose de cubrirse en ese instante, más sus ojos clavados en los calidos ajenos del otro lobo. Sin poder controlarlo, los claros ojos de Lyriett dieron un pequeño destello ambar en respuesta a lo agradada que estaba la bestia interior percibiendo el aroma ajena, captada por los desarrollado sentidos que daba la licántropia.
Estar solo, despertarse con la mordida y el cuerpo ardiente, fiebre, y una bestia naciendo en un rincón del alma, creandose, para en la noche continua de luna llena tener al fin forma, y dejarse ver mutando el cuerpo de alguen por primera vez, escalofrios recorrían su espalda al pensar en su primera conversión.
Que asegurase que ella no era un monstruo la conmovió, pero tal vez sus palabras fueron movidas por compartir naturaleza, aunque a ella él tampoco le parecía ningún monstruo, y lo corrovoró con sus palabras, pues al fin de cuenta el había dedicado su atención a ser medico, a ayudar a los demas, algo que hacía brillar su nobleza, una razón más por la que la joven loba empezaba a fiarse más de él. En su mente no cabía que el joven la pudiera estar engañando, el aroma en él que percivía, el brillo de su aura, todo en él era un pozo de tranquilidad y relajación para la licántropa. Más le sorprendió que sin miedo a lo que ella hiciera confesase que en un pasado había dedicado a cazar sobrenaturales, pero con los acontecimientos en su vida prefería curar y no matar, eso hizo que Lyriett respirase tranquila, ver como él había dejado ver solo bien y mal y observar más allá no hacía más que convencerla de que podía confiar en quien frente a ella se encontraba.
-Ciertamente, debe haber el mismo numero de malvados entre los sobrenaturales como entre los humanos...yo he podido conocer gente muy mala sin que fuera sobrenatural en mi tierra natal.- Aseguró Lyriett, mientras de esa forma confirmaba las palabras del licano.
El confesar lo que él le agradaba a juzgar por su expresión le pillo por sorpresa, lo que provocó que la loba colorease hasta sus orejas sintiendose esa sensación de vertigo en la tripa cuando dices algo que te da vergüenza o lo percives precipitado, apretó los labios mientras miró hacia abajo atreviendose por fin a despegar de manera efimera los brazos y jugar con él agua para calmar su nerviosismo. Pudo notar como él paseaba la vista por ella cuando le miró de reojo, como este la observaba con detenimiento tras decir que ella tambien le agradaba, cosa que le gusto mucho ciertamente.
Ella paseaba la vista por él, su rostro afable, de rasgos varoniles, atractivo como pocos, aunque quizá lo que la terminaba de encandilar era el olor que él desprendía, aunque quizá eso era más por parte de la bestia en su interior la que se fijaba en lo mucho que le agradaba el aroma que él desprendía, le era curioso fijarse en algo como eso, pero también en su mirada profunda, sus carnosos labios, la musculatura que se le dibujaba, su melena salvaje, que le daban ese toque feroz que a ella le agradaba.
Deslizaba su mirada hasta lo que se insinuaba bajo las cristalinas aguas, ella desvió la mirada rapidamente mordiendose el labio, preguntandose por qué tenía un comportamiento tan animal en ese momento hacia él, no lo entendía, él tambien estaba nervioso, pudo olerlo, y su actitud corporal, que hacía que a ella le pareciese totalmente dulce. Fue entonces cuando ella se atrevió a dar un paso en su dirección, jamás había estado en esa actitud con un chico, sentía una atracción animal sumamente desconcertante para Lyriett, no terminaba de entenderle, quizá nervioso como lo estaba ella que sin voluntad hacía caso a su bestia interior y dió un par de pasos en su dirección.
Comentaba su forma de vivir, quizá llevado por los nervios, mientras Lyriett le observaba de forma suave, tierna inclusive, nerviosa a su vez. Apretando sus labios algo inquieta, sin duda había un gran corazón debajo de ese lobo, ella ladeaba la cabeza mirandole con curiosidad. Más lo que la dejó absolutamente absorta fue cuando él, sin motivo ninguno volvió a ofrecerle ayuda, de manera totalmente altruista, ayudarla con los poderes, era algo que realmente necesitaba, ella se mordió nuevamente el labio mirandole, asustada y contenta a la vez. -¿De verdad me ayudarias? yo...yo no quiero serte una molestia.- Dijo ella rapidamente. -Kyle...¿te llamas Kyle? que nombre tan carismatico.- Sonrió la loba observandole. -Me llamo Lyriett...Lyriett Moon...-Ahora caía en la ironia de su apellido. Sonrió ligeramente mientras le observaba, dando un paso más hacia él. -Debo poder pagarte de alguna forma si me ayudas..¿necesitas algo que yo pueda conseguirte? ¿o una enfermera? lo que sea, tengo que pagar tu ayuda de alguna manera...por favor.- Suplicó ella terminando por juntar las palmas de sus manos a modo ruego olvidandose de cubrirse en ese instante, más sus ojos clavados en los calidos ajenos del otro lobo. Sin poder controlarlo, los claros ojos de Lyriett dieron un pequeño destello ambar en respuesta a lo agradada que estaba la bestia interior percibiendo el aroma ajena, captada por los desarrollado sentidos que daba la licántropia.
Lyriett Moon- Licántropo/Realeza
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Re: Lobo-hombre en París | +18
Todo el valor y la concentración de los que hacía uso para no lanzarme sobre ella se desvanecieron parcialmente en cuanto ella se me acercó, con los brazos abiertos, permitiéndome una visión más completa de su cuerpo. Puedo sentir a la bestia removerse aún más inquieta en mi interior. De cierta forma me siento presa de mi propio deseo. Ella está tan cerca que, con solo moverme un poco nuestras piernas rozarían, con solo inclinarme ligeramente hacia adelante podría tomar sus labios, con solo estirar el brazo podría rodearla por la cintura y terminar por pegarla a mi cuerpo, permitiéndome sentir sus curvas contra mi pecho. Si estuviese en un burdel y ella fuese una prostituta, no habría dudado en tomarle la mano, llevarla a alguna habitación y hacerle el amor sin contemplaciones. Pero esas no eran las circunstancias.
– Claro que te ayudaría, y no serías una molestia. En realidad… Quiero hacerlo. – Le respondo, en un intento vano por distraer mi mente, de pensar en algo que no sea hundirme profundamente en su interior, de ignorar la comezón en las manos por acariciar su piel bronceada.
Me toma por sorpresa cuando ella pregunta por mi nombre, en medio de los nervios había olvidado que se lo había dicho y, en cuanto ella se presenta, no puedo evitar repetir su nombre, como no queriendo olvidarlo, como queriendo saber cómo se siente el pronunciarlo. – Lyriett. – Sonrío hacia ella. Es un nombre precioso, y me hace pensar en la flor llamada Lirio. Con sus suaves y alargados pétalos y sus tonalidades multicolores.
– No es necesario que me pagues de ninguna manera, Lyriett. – Intento convencerla, pero, ante su insistencia, debo confesar. – No crear que me ofrezco a ayudarte como si fuera caridad. Por el contrario, es un acto puramente egoísta, porque eso significaría que puedo pasar más tiempo contigo. – Al terminar de pronunciar aquellas palabras, puedo ver el destello ambas brillar en sus ojos y cae sobre mí una realidad a la que me había estado cerrando. Ella también es un licántropo, tiene una bestia y, tal como a mí, esa bestia debía estarla incitando, empujándola hacia mí.
Como si se alegrara por mi comprensión, la bestia soltó un aullido de excitación en mi mente y comienzo a perder la batalla. Comprendo que ella, de cierta forma me está tentando porque quiere hacerme caer en su juego. ¿Es acaso ésta la manera en que los lobos se demuestran interés? ¿Es este el ritual de apareamiento? No podría saberlo por mi cuenta, por lo que finalmente cedí cierto control a la bestia. No para que actuara sin mi consentimiento, sino para indicarme cómo debía actuar. Al fin y al cabo, nunca he estado tampoco con otro licántropo.
Tan pronto tomé esa determinación, mis ojos se mostraron de un permanente ámbar y, dejándome guiar por la bestia, comencé por hacer lo que tenía rato queriendo sin haberme atrevido. Con los movimientos lentos de un depredador, acerqué una mano a su rostro, acariciando su mejilla antes de bajarla a su nuca para atraerla hacia mí. Sin decir una palabra más, me apoderé de sus labios en una lenta caricia que aumentó incluso más mi temperatura corporal. Estaba ardiendo por dentro, completamente en llamas, pero ni la bestia ni yo tenemos prisa. Los labios de Lyriett saben a sal y a mar, aun así, se sienten tan suaves y cremosos entre los míos que provocan las más dulces sensaciones.
Deseoso de más, sin dejar de besarla, le tomo de los muslos y la insto a rodear mis caderas con ellas. No tengo intención de penetrarla, al menos no todavía, pero necesito sentirla más cerca. Sus senos contra mi pecho, su vientre contra el mío y nuestros sexos rozándose tentadoramente. Hasta que un atisbo de conciencia me hace separar nuestras bocas. – Si quieres que me detenga solo tienes que pedirlo. – Murmuro apenas a milímetros de sus labios mientras la sostengo por la cintura, pegada a mí. – Pero, por favor, no me lo pidas. – Lo último fue casi una súplica, dándome cuenta de lo dolorosa que comenzaba a tornarse la erección al no ser satisfecha.
– Claro que te ayudaría, y no serías una molestia. En realidad… Quiero hacerlo. – Le respondo, en un intento vano por distraer mi mente, de pensar en algo que no sea hundirme profundamente en su interior, de ignorar la comezón en las manos por acariciar su piel bronceada.
Me toma por sorpresa cuando ella pregunta por mi nombre, en medio de los nervios había olvidado que se lo había dicho y, en cuanto ella se presenta, no puedo evitar repetir su nombre, como no queriendo olvidarlo, como queriendo saber cómo se siente el pronunciarlo. – Lyriett. – Sonrío hacia ella. Es un nombre precioso, y me hace pensar en la flor llamada Lirio. Con sus suaves y alargados pétalos y sus tonalidades multicolores.
– No es necesario que me pagues de ninguna manera, Lyriett. – Intento convencerla, pero, ante su insistencia, debo confesar. – No crear que me ofrezco a ayudarte como si fuera caridad. Por el contrario, es un acto puramente egoísta, porque eso significaría que puedo pasar más tiempo contigo. – Al terminar de pronunciar aquellas palabras, puedo ver el destello ambas brillar en sus ojos y cae sobre mí una realidad a la que me había estado cerrando. Ella también es un licántropo, tiene una bestia y, tal como a mí, esa bestia debía estarla incitando, empujándola hacia mí.
Como si se alegrara por mi comprensión, la bestia soltó un aullido de excitación en mi mente y comienzo a perder la batalla. Comprendo que ella, de cierta forma me está tentando porque quiere hacerme caer en su juego. ¿Es acaso ésta la manera en que los lobos se demuestran interés? ¿Es este el ritual de apareamiento? No podría saberlo por mi cuenta, por lo que finalmente cedí cierto control a la bestia. No para que actuara sin mi consentimiento, sino para indicarme cómo debía actuar. Al fin y al cabo, nunca he estado tampoco con otro licántropo.
Tan pronto tomé esa determinación, mis ojos se mostraron de un permanente ámbar y, dejándome guiar por la bestia, comencé por hacer lo que tenía rato queriendo sin haberme atrevido. Con los movimientos lentos de un depredador, acerqué una mano a su rostro, acariciando su mejilla antes de bajarla a su nuca para atraerla hacia mí. Sin decir una palabra más, me apoderé de sus labios en una lenta caricia que aumentó incluso más mi temperatura corporal. Estaba ardiendo por dentro, completamente en llamas, pero ni la bestia ni yo tenemos prisa. Los labios de Lyriett saben a sal y a mar, aun así, se sienten tan suaves y cremosos entre los míos que provocan las más dulces sensaciones.
Deseoso de más, sin dejar de besarla, le tomo de los muslos y la insto a rodear mis caderas con ellas. No tengo intención de penetrarla, al menos no todavía, pero necesito sentirla más cerca. Sus senos contra mi pecho, su vientre contra el mío y nuestros sexos rozándose tentadoramente. Hasta que un atisbo de conciencia me hace separar nuestras bocas. – Si quieres que me detenga solo tienes que pedirlo. – Murmuro apenas a milímetros de sus labios mientras la sostengo por la cintura, pegada a mí. – Pero, por favor, no me lo pidas. – Lo último fue casi una súplica, dándome cuenta de lo dolorosa que comenzaba a tornarse la erección al no ser satisfecha.
Kyle Nolan
Última edición por Kyle Nolan el Sáb Oct 06, 2018 9:20 pm, editado 1 vez
Malcolm Buchanan Mackay- Licántropo Clase Baja
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Re: Lobo-hombre en París | +18
El nerviosismo se movía, se retorcía en su parte humana, más la bestia se mostraba tan interesada por quien tenía enfrente, él aseguraba cuanto quería de verdad ayudarla, eso la hizo sonreir de manera efimera, más cuando él susurró su nombre cuando ella se lo reveló no pudo evitar sentir las mariposas llenandole su estomago, esa sensación de vacio por la euforia, pero una sensación agradable no obstante mientras tenía sus ojos clavados en la mirada ajena, tán intensa...tan atrayente...que hacía que Lyriett colorease sus mejillas mirandole, mordiendose ligeramente su labio inferior, estaba nerviosa, confusa, perdida ante él, repasaba varias veces su anatomia enteramente, nerviosa y como queriendo memorizarlo, para encontrarle allá por donde se encontrase. Ella insistía en un pago a su buena fé, a su ofrecimiento de refugio, más cuando él aseguró que lo ofreció por un motivo egoista la joven abrió lo ojos con una mezcla de sorpresa y curiosidad, ladeó la cabeza escuchandole, bajó la cabeza nerviosa ante sus palabras, antes de observarle con ese destello amarillo tan caracteristico en aquellos que tienen la licántropia corriendo entre sus venas, más ella no era consciente de ese reflejo que su loba dejaba verse cuando tenía las emociones tan a flor de piel como los estaba teníendo en ese momento.
La bestía se sentía tan atraida por aquel que tenía frente a ella, que se descontrolaba y daba indicios de su naturaleza a plena luz, ahí con el sol en lo alto, y sin embargo no importaba, Lyriett tenía literalmente todos sus sentidos en quien tenía frente a ella, en ese momento era el único que importaba, entreabria los labios como tratando de captar más su aroma por su desarrollado olfato. Más fue entonces cuando ella vió la bestia ajena, los ojos ambarinos brillaron en los orbes ajenos, Lyriett involuntariamente dejo ver algo de comportamiento animal relamiendose incoscientemente. Fue entonces cuando el tacto de su mano acarició su rostro, tan calido, la licántropa se estremecía ante los movimientos de depredador que tenía el lobo frente a ella, ni siquiera era consciente del tiempo que pasaba, iba a camara lenta y a la vez tan rapido que la licántropa se aturdía.
Se dejó guiar por la mano de él, que la llevó a besar al contrario, le robo el aliento, fundiendose en ese beso suave, calido, con sabor a sal, agradable, cargada de deseo que la bestia le incitaba, a Lyriett el corazón le iba a mil, como el de una pequeña bestia desbocada, causada unicamente por el lobo que la besaba, hambrientos, más ella no quería que parara, notaba él calor de él competir con el de ella, su aroma contra su nariz, la drogaba atrayendola, todo en él era adictivo, más sin saber exactamente en que momento tenía sus piernas rodeando su cintura, al igual que sus brazos, que se entrelazaban a la nuca de él, intentando estar lo más pegada a él posible, para sentirle cuanto más cerca mejor.
Sintió sus pechos contra los pectorales ajenos, notando la respiración ajena, mientras con ansiedad seguía el beso, sus dedo finos se entrelazaban en la melena del macho licántropo, provocada por el deseo que él había despertado en ella, notaba su intimidad despierta, cerca de su intimidad, tentada, cosa que hace que la joven se muestre un poco más nerviosa, confusa por todo, más él es el que tiene la voluntad de separar sus bocas, la joven queda observando sus labios con deseos cuando él dice que puede detenerlo, más su ambarina mirada ahora de Lyriett se cruzaba con la de él frunciendo el ceño cuando el suplica que no le detenga. -No..no, no quiero parar...no puedo..-Susurró contra sus labios, mordiendo el inferior de manera lenta, para despues sacar su rosada lengua y lame sus labios buscando provocarle de nuevo para besarle.
-hueles tan bien...eres tan calido..-susurraba contra sus labios, deslizando su nariz ligeramente por el cuello a milimetros de este, antes de deslizar besos, dejandose llevar por sus deseos, por lo que la loba decía que hiciera, antes de volver a buscar entrelazar su lengua juguetona contra la ajena, su corazón a mil por hora, acariciando con la yema de los dedos el contorno de su musculatura.
La bestía se sentía tan atraida por aquel que tenía frente a ella, que se descontrolaba y daba indicios de su naturaleza a plena luz, ahí con el sol en lo alto, y sin embargo no importaba, Lyriett tenía literalmente todos sus sentidos en quien tenía frente a ella, en ese momento era el único que importaba, entreabria los labios como tratando de captar más su aroma por su desarrollado olfato. Más fue entonces cuando ella vió la bestia ajena, los ojos ambarinos brillaron en los orbes ajenos, Lyriett involuntariamente dejo ver algo de comportamiento animal relamiendose incoscientemente. Fue entonces cuando el tacto de su mano acarició su rostro, tan calido, la licántropa se estremecía ante los movimientos de depredador que tenía el lobo frente a ella, ni siquiera era consciente del tiempo que pasaba, iba a camara lenta y a la vez tan rapido que la licántropa se aturdía.
Se dejó guiar por la mano de él, que la llevó a besar al contrario, le robo el aliento, fundiendose en ese beso suave, calido, con sabor a sal, agradable, cargada de deseo que la bestia le incitaba, a Lyriett el corazón le iba a mil, como el de una pequeña bestia desbocada, causada unicamente por el lobo que la besaba, hambrientos, más ella no quería que parara, notaba él calor de él competir con el de ella, su aroma contra su nariz, la drogaba atrayendola, todo en él era adictivo, más sin saber exactamente en que momento tenía sus piernas rodeando su cintura, al igual que sus brazos, que se entrelazaban a la nuca de él, intentando estar lo más pegada a él posible, para sentirle cuanto más cerca mejor.
Sintió sus pechos contra los pectorales ajenos, notando la respiración ajena, mientras con ansiedad seguía el beso, sus dedo finos se entrelazaban en la melena del macho licántropo, provocada por el deseo que él había despertado en ella, notaba su intimidad despierta, cerca de su intimidad, tentada, cosa que hace que la joven se muestre un poco más nerviosa, confusa por todo, más él es el que tiene la voluntad de separar sus bocas, la joven queda observando sus labios con deseos cuando él dice que puede detenerlo, más su ambarina mirada ahora de Lyriett se cruzaba con la de él frunciendo el ceño cuando el suplica que no le detenga. -No..no, no quiero parar...no puedo..-Susurró contra sus labios, mordiendo el inferior de manera lenta, para despues sacar su rosada lengua y lame sus labios buscando provocarle de nuevo para besarle.
-hueles tan bien...eres tan calido..-susurraba contra sus labios, deslizando su nariz ligeramente por el cuello a milimetros de este, antes de deslizar besos, dejandose llevar por sus deseos, por lo que la loba decía que hiciera, antes de volver a buscar entrelazar su lengua juguetona contra la ajena, su corazón a mil por hora, acariciando con la yema de los dedos el contorno de su musculatura.
Lyriett Moon- Licántropo/Realeza
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Re: Lobo-hombre en París | +18
Tenerla entre mis brazos, con sus piernas y brazos rodeándome, se sentía tan correcto, como si fuese allí su lugar, que, incluso aunque ella me pidiera detenerme, sospechaba que no podría hacerlo. No soy consciente de que he dejado de respirar, esperando su respuesta, hasta que ella niega y suelto finalmente el aire contenido, solo para recibir una suave mordida y luego una erótica lamida sobre mis labios. ¿Cómo podía haber imaginado que bajo aquella apariencia dulce e inocente se escondía tanto fuego? Tengo la intención de volver a besarla, pero ella desvía su rostro para depositar húmedos besos en mi cuello, logrando ponerme incluso más duro.
La bestia suelta un grave sonido de aprobación, complacida por la decidida actitud de la hembra. Yo no puedo estar menos que de acuerdo con ella, pensando que es increíble tener una compañera que no solo se deje hacer, sino que tome la iniciativa en algunas ocasiones. Sin embargo, a pesar de lo mucho que lo estaba disfrutando, quería tener mucho más de ella de lo que podría obtener en aquella posición.
Camino entonces hasta la orilla, sosteniendo a Lyriett de los muslos, y la deposito con suavidad allí donde la arena es constantemente humedecida por las suaves olas, evitando así que se caliente demasiado. Deseando deleitarme con la visión de su cuerpo completamente desnudo, me aparto apenas lo suficiente para mirarla, sentada sobre la arena, con el cabello húmedo hacia atrás, y sus piernas abiertas para mí. – Eres tan hermosa. – Murmuro antes de volver a acercarme, pero, en lugar de ir a por sus labios, tomo uno de los pequeños pies en mis manos y comienzo a besarla, desde el tobillo y subiendo muy lentamente por la cara interna de su pierna hasta llegar al muslo, dejando algunas mordidas repentinas que provocaban respingos en ella. A solo centímetros de su intimidad, doy una última mordida antes de apartarme, y torturarla con el mismo recorrido por la otra pierna.
Su piel, húmeda aun por el agua de mar, sabe a sal y lujuria, misma que está volviéndome completamente loco de deseo. El aroma de su excitación tampoco ayuda demasiado, sé sin necesidad de tocarla, que ella está húmeda en su intimidad, y no precisamente por el reciente baño.
Tengo la intención de ignorar su sexo y seguir subiendo, solo para torturarla un poco, pero la curiosidad puede más que yo. Quiero besar esos labios, saborear sus fluidos y hundirme en ella, aunque fuese solo con la lengua por el momento. Comienzo con un suave lametón, desde su abertura hasta el clítoris, llevándome en el camino su sabor. Ella es deliciosa. Es todo en lo que puedo pensar mientras la devoro, sus pliegues, su entrada, toda su profundidad, es mía. Me concentro en ello y en el placer de darle alivio, deteniéndome solo al ser consciente de su orgasmo.
Me relamo los labios antes de subirme sobre ella, para apoyar ambas manos en su vientre y mi barbilla sobre estas. Ella parece satisfecha y relajada, y yo disfruto de la visión de su rostro, jadeante, mientras su respiración termina de normalizarse. – ¿Estás bien? – Le cuestiono, sin poder evitar la sonrisa en mis labios. Ella se veía encantadora ahora con el cabello ligeramente enmarañado y lleno de arena, con las mejillas sonrojadas por el sol y el éxtasis, y las pupilas ligeramente dilatas. La erección me reclama por la debida satisfacción, pero de momento, con solo verla de esta manera y poder compartir este íntimo instante con ella, me siento contento.
La bestia suelta un grave sonido de aprobación, complacida por la decidida actitud de la hembra. Yo no puedo estar menos que de acuerdo con ella, pensando que es increíble tener una compañera que no solo se deje hacer, sino que tome la iniciativa en algunas ocasiones. Sin embargo, a pesar de lo mucho que lo estaba disfrutando, quería tener mucho más de ella de lo que podría obtener en aquella posición.
Camino entonces hasta la orilla, sosteniendo a Lyriett de los muslos, y la deposito con suavidad allí donde la arena es constantemente humedecida por las suaves olas, evitando así que se caliente demasiado. Deseando deleitarme con la visión de su cuerpo completamente desnudo, me aparto apenas lo suficiente para mirarla, sentada sobre la arena, con el cabello húmedo hacia atrás, y sus piernas abiertas para mí. – Eres tan hermosa. – Murmuro antes de volver a acercarme, pero, en lugar de ir a por sus labios, tomo uno de los pequeños pies en mis manos y comienzo a besarla, desde el tobillo y subiendo muy lentamente por la cara interna de su pierna hasta llegar al muslo, dejando algunas mordidas repentinas que provocaban respingos en ella. A solo centímetros de su intimidad, doy una última mordida antes de apartarme, y torturarla con el mismo recorrido por la otra pierna.
Su piel, húmeda aun por el agua de mar, sabe a sal y lujuria, misma que está volviéndome completamente loco de deseo. El aroma de su excitación tampoco ayuda demasiado, sé sin necesidad de tocarla, que ella está húmeda en su intimidad, y no precisamente por el reciente baño.
Tengo la intención de ignorar su sexo y seguir subiendo, solo para torturarla un poco, pero la curiosidad puede más que yo. Quiero besar esos labios, saborear sus fluidos y hundirme en ella, aunque fuese solo con la lengua por el momento. Comienzo con un suave lametón, desde su abertura hasta el clítoris, llevándome en el camino su sabor. Ella es deliciosa. Es todo en lo que puedo pensar mientras la devoro, sus pliegues, su entrada, toda su profundidad, es mía. Me concentro en ello y en el placer de darle alivio, deteniéndome solo al ser consciente de su orgasmo.
Me relamo los labios antes de subirme sobre ella, para apoyar ambas manos en su vientre y mi barbilla sobre estas. Ella parece satisfecha y relajada, y yo disfruto de la visión de su rostro, jadeante, mientras su respiración termina de normalizarse. – ¿Estás bien? – Le cuestiono, sin poder evitar la sonrisa en mis labios. Ella se veía encantadora ahora con el cabello ligeramente enmarañado y lleno de arena, con las mejillas sonrojadas por el sol y el éxtasis, y las pupilas ligeramente dilatas. La erección me reclama por la debida satisfacción, pero de momento, con solo verla de esta manera y poder compartir este íntimo instante con ella, me siento contento.
Kyle Nolan
Malcolm Buchanan Mackay- Licántropo Clase Baja
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Re: Lobo-hombre en París | +18
Aferrada a él como si fuera una tabla de salvación, su bestia interior se deleitaba con el aroma y el calor que él desprendía, por otra parte el corazón de Lyriett iba a mil por hora, latía con fuerza por el nerviosismo que le provocaba esa situación, donde un calor interior se deslizaba hacia afuera mientras mantenía besos por el cuello, notando como su piel calida quemaba sus labios placenteramente, mientras la piel ajena contrastaba con el frio mar que los mantenía mojados a ambos. El licántropo cargó con ella saliendo del agua mientras con ansiedad ella volvió a besarle con desesperación, sin entender ella misma de donde había salido tanta pasión, tanta hambre de sus labios, su calor, podía percibir como él andaba satisfecho por esto, pues la joven ahora mismo estaba algo desbocada por la situación como se había desatado en ese momento, ella respiraba aun algo agitada por el nerviosismo que la invadía, mientras notaba como cada vez el agua llegaba a menos altura de sus cuerpos según salían del agua y el sol calentaba sus cuerpos empapados y de por si irradiaban ellos más calor.
Ella se abrazaba a él pegando su cuerpo contra el ajeno, deslizando delicados besos por el hombro del otro licántropo, y pasaba nuevamente la naríz a milimetros de su piel, como queriendo memorizar el aroma de este en lo más profundo de su ser, mientras su loba interior gruñía receptiva.
La posó en la orilla, quedando tumbada ante él, con su negra melena estendida haciendo contraste con la arena, cuando él se alejó para observarla desde su posición Lyriett se sonrojo de nuevo mirandole, temiendo que no le gustara lo que viera, ella por su parte le admiró desde su posición, admirando toda su figura, entera, más no pudo evitar mirar su hombría alzada, mordiendose el labio casi de manera incosciente, para despues seguir observando su torso, hasta llegar a su rostro, sonriendole de manera algo timida.
Sus palabras la ruborizaron, y pensó por un segundo que se echaría sobre ella pero no fue asi, tomo sus pies, ella no sabía bien como actuar salvo dejarse hacer por él, notando sus suaves labios, las suaves mordidas hacía que diese suave jadeos de la impresión mientras le observaba enrojecida y plagada de deseo. Se mordía los labios con fuerza cargada por el deseo que el licántropo, que la tenía tan encendida.
Casi se le corta la respiración cuando el finaliza los besos tan cerca de su intimidad en la cara inferior del muslo, apretaba los labios e incluso en un total acto de lujuria llevó las manos a sus pechos acariciandolos levemente mientras le observaba con deseo, encendiendo sus ojos de color ambar por el despertar de la bestia con las acciones ajenas. El camino de la segunda pierna era igual de tortuoso, dejando escapar sonoros suspiros. Entonces la lujuria se presenta entre los dos, él lame su muy humeda intimidad haciendo que ella no pueda evitar dejar salir un gemido y temblando ante la acción. -Que me haces...- Solo alcanza a decir, mientras él empieza a dedicar su tiempo a la intimidad, ella abrió más sus piernas, mientras bajaba su mano agarrando la melena del lobo no queriendo que eso acabara, y que siguiera arrancandola gemidos sonoros.
Mientras la lengua juguetona de Kyle hacía las deslicias de la licántropa, que gemía, se retorcía involunariamente arqueandose sobre la arena, su respiración se acelera, empezando a notar el orgasmo que su lengua le provoca, sintiendo las contracciones por ello, antes de lubricar de sobremanera su zona por los fluidos consecuencia del orgasmo. Ella jadea extasiada con la boca entreabierta, enrojecida, pupilas dilatabas a pesar de sus ojos aun brillando mostrando la naturaleza de la loba, él pregunta si estaba bien cuando ella empezaba a calmarse, ella le observa. -¿Que me has hecho...?.- Le pregunta mirandole, más la loba interior se siente muy juguetona, lo que hace que tome el control y Lyriett dibuja una sonrisa juguetona, y que alzase su diestra indicandole con el dedo que se acercase a ella, de echo su ansiedad provoca que tome la melena ajena para hacer que se acercase a sus labios y degustar su propio sabor en la boca ajena, y como una loba empieza a insinuarse de manera corporal al restregarse contra el licántropo. -¿que me has hecho?- Repetía embelesada observandole, acariciando su rostro con la llema de los dedos.
Ella se abrazaba a él pegando su cuerpo contra el ajeno, deslizando delicados besos por el hombro del otro licántropo, y pasaba nuevamente la naríz a milimetros de su piel, como queriendo memorizar el aroma de este en lo más profundo de su ser, mientras su loba interior gruñía receptiva.
La posó en la orilla, quedando tumbada ante él, con su negra melena estendida haciendo contraste con la arena, cuando él se alejó para observarla desde su posición Lyriett se sonrojo de nuevo mirandole, temiendo que no le gustara lo que viera, ella por su parte le admiró desde su posición, admirando toda su figura, entera, más no pudo evitar mirar su hombría alzada, mordiendose el labio casi de manera incosciente, para despues seguir observando su torso, hasta llegar a su rostro, sonriendole de manera algo timida.
Sus palabras la ruborizaron, y pensó por un segundo que se echaría sobre ella pero no fue asi, tomo sus pies, ella no sabía bien como actuar salvo dejarse hacer por él, notando sus suaves labios, las suaves mordidas hacía que diese suave jadeos de la impresión mientras le observaba enrojecida y plagada de deseo. Se mordía los labios con fuerza cargada por el deseo que el licántropo, que la tenía tan encendida.
Casi se le corta la respiración cuando el finaliza los besos tan cerca de su intimidad en la cara inferior del muslo, apretaba los labios e incluso en un total acto de lujuria llevó las manos a sus pechos acariciandolos levemente mientras le observaba con deseo, encendiendo sus ojos de color ambar por el despertar de la bestia con las acciones ajenas. El camino de la segunda pierna era igual de tortuoso, dejando escapar sonoros suspiros. Entonces la lujuria se presenta entre los dos, él lame su muy humeda intimidad haciendo que ella no pueda evitar dejar salir un gemido y temblando ante la acción. -Que me haces...- Solo alcanza a decir, mientras él empieza a dedicar su tiempo a la intimidad, ella abrió más sus piernas, mientras bajaba su mano agarrando la melena del lobo no queriendo que eso acabara, y que siguiera arrancandola gemidos sonoros.
Mientras la lengua juguetona de Kyle hacía las deslicias de la licántropa, que gemía, se retorcía involunariamente arqueandose sobre la arena, su respiración se acelera, empezando a notar el orgasmo que su lengua le provoca, sintiendo las contracciones por ello, antes de lubricar de sobremanera su zona por los fluidos consecuencia del orgasmo. Ella jadea extasiada con la boca entreabierta, enrojecida, pupilas dilatabas a pesar de sus ojos aun brillando mostrando la naturaleza de la loba, él pregunta si estaba bien cuando ella empezaba a calmarse, ella le observa. -¿Que me has hecho...?.- Le pregunta mirandole, más la loba interior se siente muy juguetona, lo que hace que tome el control y Lyriett dibuja una sonrisa juguetona, y que alzase su diestra indicandole con el dedo que se acercase a ella, de echo su ansiedad provoca que tome la melena ajena para hacer que se acercase a sus labios y degustar su propio sabor en la boca ajena, y como una loba empieza a insinuarse de manera corporal al restregarse contra el licántropo. -¿que me has hecho?- Repetía embelesada observandole, acariciando su rostro con la llema de los dedos.
Lyriett Moon- Licántropo/Realeza
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Re: Lobo-hombre en París | +18
Todo en ella me deja saber lo excitada que se encuentra en ese momento, por la intimidad compartida, por los besos recibidos en sus piernas y tan cerca de su intimidad. Me encantan los sonidos que emanan de su boca, así como me encanta el sabor de sus pliegues, y el contraste perfectamente inesperado entre dulzura y pasión, inocencia y descaro. Ella es preciosa no sólo por su físico, sino también por sus reacciones ante mí, las que me hacen desearla más allá de mi propio placer. Hace que mi bestia clame con más urgencia por ella, pero en lugar de apresurarme por hundirme en ella, hago mi mejor esfuerzo por complacerla, es eso lo que me lleva a utilizar mi boca, en lugar de mi palpitante miembro, en su intimidad.
Sus temblores, en respuesta ante el tacto de mi lengua, son más que suficientes para inspirarme a continuar con la tarea, disfrutando de ella casi tanto como Lyriett. Noto como abre aún más sus piernas, deseando más de aquel contacto, y confirmando tal pensamiento al aferrarse a mi cabello, incitándome a continuar.
Había ignorado antes sus palabras, y vuelvo a hacerlo, con los labios demasiado ocupados, gustosos, en su labor, como para separarme y responder con palabras algo que esperaba comprendiera con cada embestida de mi lengua en su interior. Sus jadeos se hacen cada vez más sonoros, y su respiración más rápida, pero en lugar de detenerme aplico mayor énfasis en cada movimiento, proporcionándole un primer orgasmo con el que su cuerpo convulsiona de placer.
Como perro amaestrado, sigo la instrucción de su dedo, con la que me pide acercarme, terminando encima de ella con parte de mi peso apoyado en los codos sobre la arena, totalmente encantado con aquel fogoso beso en el que le permito degustarse a sí misma a la vez que la siento frotarse insistente contra mi cuerpo. La erección comienza a resultar dolorosa al no encontrar el consuelo deseado, pero me niego a apresurarme, por lo que intento relajarme y disfrutar de las caricias que ella con tanta delicadeza hace en mi rostro.
– Te he hecho el amor, Lyriett. – Me digno finalmente a responder. Aunque para mucho hacer el amor implicaba el acto sexual del coito con la persona amaba, para mí era un poco distinto. Podía ser más, o incluso menos. Para mí, hacer el amor, es todo acto que demuestre un sentimiento de pertenencia, y una parte de mí le pertenecía a esa loba. No puedo ni siquiera decir cuál, y mucho menos el por qué, solo sé que mi bestia la ha elegido y, para bien o para mal, la bestia es parte también de mí.
Me aparto un poco, sentándome a su lado e incitándola a imitarme, quedando frente a frente. Con las piernas abiertas, la acerco a mí en medio de ellas, abriendo también las de ella para exponer nuevamente su intimidad para mí. A solo unos pocos centímetros de distancia quedan nuestros sexos, pero mi plan no es tan simple como simplemente seguir mis instintos e insertarme profundamente en su interior. Aunque los muslos femeninos quedan abiertos sobre los míos, con sus piernas rodeándome, no hago ademán de sentarla en mi regazo; por el contrario, me inclino un poco para volver a besarla mientras guio una de sus manos con una propia hasta la dolorosa y punzante erección.
Un gruñido de aprobación escapa de mis labios al sentir los pequeños y tibios dedos envolverme y, sin dejar de besarla, comienzo a instruirla sobre cómo acariciarme. Con movimientos lentos, desde la base a la punta y en sentido inverso, muevo mi mano sobre la de ella un par de veces, hasta que finalmente la dejo tomar el ritmo por su cuenta.
Separo mis labios de los ajenos y los dirijo a uno de sus castaños y erectos pezones. Suave y duro, dulce y salado. Me dedico a él con el mismo interés que lo hiciera antes con su intimidad, y luego repito la acción con su gemelo, a la vez que con uno de mis dedos me paseo sobre su abertura sin llegar a introducirlo, torturándola un poco para excitarla nuevamente. – Y te haré el amor hasta dejarte totalmente saciada, Lyriett. – Le informo, queriendo dejar claro que, a menos que lo detuviese, él iba a darle tantos orgasmos como pudiera soportar.
Sus temblores, en respuesta ante el tacto de mi lengua, son más que suficientes para inspirarme a continuar con la tarea, disfrutando de ella casi tanto como Lyriett. Noto como abre aún más sus piernas, deseando más de aquel contacto, y confirmando tal pensamiento al aferrarse a mi cabello, incitándome a continuar.
Había ignorado antes sus palabras, y vuelvo a hacerlo, con los labios demasiado ocupados, gustosos, en su labor, como para separarme y responder con palabras algo que esperaba comprendiera con cada embestida de mi lengua en su interior. Sus jadeos se hacen cada vez más sonoros, y su respiración más rápida, pero en lugar de detenerme aplico mayor énfasis en cada movimiento, proporcionándole un primer orgasmo con el que su cuerpo convulsiona de placer.
Como perro amaestrado, sigo la instrucción de su dedo, con la que me pide acercarme, terminando encima de ella con parte de mi peso apoyado en los codos sobre la arena, totalmente encantado con aquel fogoso beso en el que le permito degustarse a sí misma a la vez que la siento frotarse insistente contra mi cuerpo. La erección comienza a resultar dolorosa al no encontrar el consuelo deseado, pero me niego a apresurarme, por lo que intento relajarme y disfrutar de las caricias que ella con tanta delicadeza hace en mi rostro.
– Te he hecho el amor, Lyriett. – Me digno finalmente a responder. Aunque para mucho hacer el amor implicaba el acto sexual del coito con la persona amaba, para mí era un poco distinto. Podía ser más, o incluso menos. Para mí, hacer el amor, es todo acto que demuestre un sentimiento de pertenencia, y una parte de mí le pertenecía a esa loba. No puedo ni siquiera decir cuál, y mucho menos el por qué, solo sé que mi bestia la ha elegido y, para bien o para mal, la bestia es parte también de mí.
Me aparto un poco, sentándome a su lado e incitándola a imitarme, quedando frente a frente. Con las piernas abiertas, la acerco a mí en medio de ellas, abriendo también las de ella para exponer nuevamente su intimidad para mí. A solo unos pocos centímetros de distancia quedan nuestros sexos, pero mi plan no es tan simple como simplemente seguir mis instintos e insertarme profundamente en su interior. Aunque los muslos femeninos quedan abiertos sobre los míos, con sus piernas rodeándome, no hago ademán de sentarla en mi regazo; por el contrario, me inclino un poco para volver a besarla mientras guio una de sus manos con una propia hasta la dolorosa y punzante erección.
Un gruñido de aprobación escapa de mis labios al sentir los pequeños y tibios dedos envolverme y, sin dejar de besarla, comienzo a instruirla sobre cómo acariciarme. Con movimientos lentos, desde la base a la punta y en sentido inverso, muevo mi mano sobre la de ella un par de veces, hasta que finalmente la dejo tomar el ritmo por su cuenta.
Separo mis labios de los ajenos y los dirijo a uno de sus castaños y erectos pezones. Suave y duro, dulce y salado. Me dedico a él con el mismo interés que lo hiciera antes con su intimidad, y luego repito la acción con su gemelo, a la vez que con uno de mis dedos me paseo sobre su abertura sin llegar a introducirlo, torturándola un poco para excitarla nuevamente. – Y te haré el amor hasta dejarte totalmente saciada, Lyriett. – Le informo, queriendo dejar claro que, a menos que lo detuviese, él iba a darle tantos orgasmos como pudiera soportar.
Kyle Nolan
Malcolm Buchanan Mackay- Licántropo Clase Baja
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Re: Lobo-hombre en París | +18
El placer de ella era absoluto, cada acción, cada movimiento es bien recibido, recibido con una pasión que ni ella conseguía controlar, solo dejando escapar sonidos equivalente al disfrute de la licántropa ante esas acciones que la tenían enloquecida, perdida, sin rumbo en ese oceano lascivo y lujurioso que la tenía respirando agitadamente, sin saber como lidiar con todo esto, solo dejandose llevar, siendo arrastrada al placer que esos labios, que esa lengua juguetona la ofrece, haciendo que abra sus piernas y a su vez sienta esas contracciones dignas que se siente cuando necesitas soltar tus fluidos que marcan la excitación, ofreciendole un tremendo orgasmo que hace que su gemido suba de volumen haciendose más sonoros a la vez que se arquea de manera involuntaría, retorcida en el más absoluto de los placeres que hacen que sus movimientos sean involuntarios, descontrolados, mientras siente su aliento chocar contra la intimidad femenina a la vez que el acariciar de sus labios y su juguetona lengua haciendo las delicias de Lyriett que muere de placer de la manera más absoluta.
Retorcida, placentera, aturdida que él orgasmo ofrece habia clavado hasta sus uñas en la arena sin poder controlarse, mientras jadeaba intentando recuperar el aliento notando la brisa en contraste con ella sofocada, con sus mejillas rojas y su respiración agitada mirandole.
Cuanto más le miraba más prendada se quedaba de él, para su satisfacción él obedeció sin problemas cuando ella con el dedo deseosa quiso que se acercara, él lo hizo haciendo que notara su calor protegiendo y cubriendo el cuerpo de la embelesada licántropa, besó con deseo esos labios jugosos, notando el sabor acre propio, pero no molestandola, en lo más absoluto, encendiá más su deseo, haciendo que rodeara con sus brazos el cuello masculino, no queriendo que se separara de ese beso, no al menos por el momento. Ella notaba la hombría del licantropo bien dura chocar contra ella, más en ese momento no le molestaba, nada en él podía molestarle, su loba dentro de ella aullaba con satisfacción y deseaba mostrar su cortejo hacia el macho que se había cruzado en su camino, lo cual por un segundo la licántropa se preguntó por que atacó al otro licántropo, o fue un juego excesivamente salvaje para medires y elegir si ese licántropo le gustaba a no.
Ahora mismo tenía muchas preguntas y dudas, pero eran opacadas por el momento de pasión, él al fin respondió a sus pregunta, la había hecho el amor, esa fue su respuesta, respuesta que despertó más deseo a la vez que más ruborización, pues esta situación le era nueva. Ella se muerde su grueso labio mirandole y le imita sentandose frente a él, fue entonces cuando una vez colocados con sus piernas rodeandole él la besa de nuevo, para tomar su mano y guiarla a un palpitante miembro masculino cargado de deseo por su dureza, ella rodea con su mano la hombria del licano empezando a acariciarla despacio, dejandose guiar por el movimiento de este, notando por sus gruñidos que eso que hace le guste, ella era novicia en aquellas actividades, quizá por eso se excitaba de sobre manera hasta con un beso, y lo que estaba haciendo era algo que se escapaba de su control, pero dejaba que él guiaba.
Para su sorpresa sus cuidados aun no han terminado, tras dejar de besarla empezó a prestar atención a sus pechos, a sus pezones que mostraban su escitación la dureza, mostrandose alzados y ofrecidos a él, ella intensificición por instinto sus caricias en el miembro masculino dejando escapar jadeos. -Eres increible..- Aseguró ella disfrutando de las subcciones, él ascendió para asegurar sus planes, mientras ella torturada por sus dedos imprimia algo de velocidad en la masturbación del licántropo. -Quiero complacerte..- Fue su respuesta, cargada de deseo, enloqueciendo de placer. -Dejame hacerlo, enseñame hacerlo..-Pedía aireando su inexperiencia, claro que conocía la teoria, pero la practica..la tenía perdida en placer. -No quiero separarme de tí.- Confesó mordiendose el labio, aunque quizá habló más la bestia que ella misma.
Retorcida, placentera, aturdida que él orgasmo ofrece habia clavado hasta sus uñas en la arena sin poder controlarse, mientras jadeaba intentando recuperar el aliento notando la brisa en contraste con ella sofocada, con sus mejillas rojas y su respiración agitada mirandole.
Cuanto más le miraba más prendada se quedaba de él, para su satisfacción él obedeció sin problemas cuando ella con el dedo deseosa quiso que se acercara, él lo hizo haciendo que notara su calor protegiendo y cubriendo el cuerpo de la embelesada licántropa, besó con deseo esos labios jugosos, notando el sabor acre propio, pero no molestandola, en lo más absoluto, encendiá más su deseo, haciendo que rodeara con sus brazos el cuello masculino, no queriendo que se separara de ese beso, no al menos por el momento. Ella notaba la hombría del licantropo bien dura chocar contra ella, más en ese momento no le molestaba, nada en él podía molestarle, su loba dentro de ella aullaba con satisfacción y deseaba mostrar su cortejo hacia el macho que se había cruzado en su camino, lo cual por un segundo la licántropa se preguntó por que atacó al otro licántropo, o fue un juego excesivamente salvaje para medires y elegir si ese licántropo le gustaba a no.
Ahora mismo tenía muchas preguntas y dudas, pero eran opacadas por el momento de pasión, él al fin respondió a sus pregunta, la había hecho el amor, esa fue su respuesta, respuesta que despertó más deseo a la vez que más ruborización, pues esta situación le era nueva. Ella se muerde su grueso labio mirandole y le imita sentandose frente a él, fue entonces cuando una vez colocados con sus piernas rodeandole él la besa de nuevo, para tomar su mano y guiarla a un palpitante miembro masculino cargado de deseo por su dureza, ella rodea con su mano la hombria del licano empezando a acariciarla despacio, dejandose guiar por el movimiento de este, notando por sus gruñidos que eso que hace le guste, ella era novicia en aquellas actividades, quizá por eso se excitaba de sobre manera hasta con un beso, y lo que estaba haciendo era algo que se escapaba de su control, pero dejaba que él guiaba.
Para su sorpresa sus cuidados aun no han terminado, tras dejar de besarla empezó a prestar atención a sus pechos, a sus pezones que mostraban su escitación la dureza, mostrandose alzados y ofrecidos a él, ella intensificición por instinto sus caricias en el miembro masculino dejando escapar jadeos. -Eres increible..- Aseguró ella disfrutando de las subcciones, él ascendió para asegurar sus planes, mientras ella torturada por sus dedos imprimia algo de velocidad en la masturbación del licántropo. -Quiero complacerte..- Fue su respuesta, cargada de deseo, enloqueciendo de placer. -Dejame hacerlo, enseñame hacerlo..-Pedía aireando su inexperiencia, claro que conocía la teoria, pero la practica..la tenía perdida en placer. -No quiero separarme de tí.- Confesó mordiendose el labio, aunque quizá habló más la bestia que ella misma.
Lyriett Moon- Licántropo/Realeza
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