Une léthargie, Lora.

por **Damian Alarcón** Sáb Sep 22, 2018 12:38 pm

NESSO, ITALIA:

4:30 PM

Sumido en un sus recuerdos se encontraba el español apoyando los codos sobre aquel escritorio donde diversos papeles se extendían a lo largo y a lo ancho cubriendo casi todo el espacio, unos cuantos habían caído al suelo dejando de ser importantes para el inmortal. Sus manos apretaban su cabeza como si estuviera apunto de sufrir una fuerte migraña, el cansancio y cierto desgaste podía notarse en sus ojos más no en su apariencia que lucía pulcra como de costumbre; tenía días encerrado en aquella habitación intentando encontrarle pies al asunto sin lograr algún resultado que le satisficiera en realidad pues todo estaba a medias, simples mitos y nada concreto, jamás había sentido el peso del tiempo como en estos últimos meses desde su encuentro con aquella que en su cuerpo encerraba el alma de Catalina. Liberarla se había vuelto obsesión con cada día que pasaba, se lo debía pues el alma de la mujer estaba dividida claramente; dos seres luchando por ser libres, si lograba al menos quitar el peso de aquella maldición, su adorada Catalina podría descansar en paz por fin lejos de su avaricia y egoísmo que renuente insistía en retenerle, dejando que la joven humana fuera redimida para que tuviera una vida sin la carga que traía estar ligada a él pues el dilema siempre le albergaría y a el también aunque lo negara, más en estos momentos cuando había dado un paso sin retorno, otorgándole la vida eterna a la mujer que se volvió tanto y a pesar de todo era lo único que tenía que realmente valía la pena.

Lora no tomaría nada bien sus encuentros, eso lo contemplaba y quizás Damián hubiese tenido en un principio ese conflicto en su interior, el tomar en cuenta los sentimientos de su mujer, pero dado los sucesos y su atenuante actitud de desafiarlo le resulto más fácil de lo que creyó mantener aquello lejos de la dañada mente que parecía consumirse conforme los días, para muchos neófitos tomaba tiempo asimilar el cambio pero el sabía perfectamente que eso no era lo que mermaba en la rubia. Ya vería la manera de doblegarle nuevamente sin tener que utilizar la fuerza o la necesidad de revelarle lo que se guardaba.

Las puertas se abrieron dándole paso al perfume que ya tenía bastante identificado. — También perdiste los modales con tu inmortalidad?.— el comentario buscaba mover el temple de su compañera pero no tuvo efecto alguno al menos no visible, los días en Nesso habían sido bastante tranquilos a lo que solían ser en París, ya que era un pueblo pequeño que ofrecía un buen clima y un hermoso paisaje, sin tanto gentío en las calles.

Su llegada al paraíso escondido en Lombardia por unos meses fue el tema de conversación en muchas cenas, obligándolos a ser anfitriones de algunas fiestas para tener aquella buena pantalla delante de los incautos; en lo particular disfrutaba de aquella cascada que tenían a distancia y la libertad con la que podían alimentarse sin llamar la atención.

—Daremos una cena hoy, dispón lo que creas más conveniente para nuestros invitados. — le pidió esperando a que accediera en ayudarle con eso, pues aquella mujer siempre había gozado de buen gusto. No podía evitar lucubrar que su relación se había vuelto un tanto diferente con el pasar de los meses, resentía el odio en la mirada azul y como se rehusaba a su cercanía cuando este le buscaba, así que castigarle había pasado a segundo plano pues encontrar solución a la condena que le ataba a Catalina se había vuelto su prioridad como sí eso fuera a solucionar de manera diligente todo entré los dos. Y si, en el fondo odiaba pensar que ese distanciamiento con Lora le estaba afectando tanto en su humor como en su cordura, podría tomarla a la fuerza pero no disfrutaría aquello y sólo pondría más tensas las cosas.

—Si vas a salir procura que sea antes de las 8. Necesito que la señora de la casa ostente su lugar como tal.— no se molestó en alzar la mirada para encontrarle simplemente siguió con su lectura a sabiendas que el ruido de las cascadas no evitaba el ser escuchado por la rubia, a pesar del tono que utilizaba fuera muy bajo.

por **Lora Bellamy** Lun Oct 08, 2018 4:41 am

El tiempo había transcurrido en un abrir y cerrar de ojos y donde hubo primero una mejor centrada y ambiciosa, después se dio lugar una deshecha, enloquecida y rabiosa. Sin embargo, ahora parecía no quedar nada de ninguna de ellas y sólo había una cáscara vacía que se movía casi por inercia. Lora ya no lloraba, no se revolvía en el suelo ni en la cama buscando solución, no gritaba ni pataleaba, no discutía. Se había rendido a la verdad que sabía cierta. Si bien el español la había llevado con él a Lombardía, ya no la miraba como antes, ni la tocaba siquiera. Se encerraba en el despacho, dejándola sola con su desgracia, con su despecho, con sus decisiones y su reciente soledad.

Se movía por el caserío de Nesso como un alma errante. Muchas veces ni siquiera buscaba hacer algo, simplemente se paseaba de un lado a otro, recorriendo pasillos sin entrar en ninguna estancia, sin subir ni bajar escaleras tampoco. Había aprendido a levitar y en muchas ocasiones ni pisaba el suelo durante horas, sólo flotaba sin cesar por el mismo corredor del piso superior, donde se encontraba la que se suponía era su habitación, la de los dos, pero que Damián no había ocupado ni una sola vez desde su llegada a Italia.

Nada podía importarle menos que las celebraciones que tanto parecía disfrutar el cainita. A ella todo le daba exactamente lo mismo. Bajó al piso inferior y cruzó la puerta del despacho del vampiro. Sus ojos parecían dos abismos, vacíos, muertos. Los pasos sigilosos y silenciosos de la enfermera rodearon la mesa hasta el ventanal trasero y miraron a través de las cortinas. Fuera había una cascada que sonaba con fuerza. El agua parecía evitar que los rayos de sol les dañaran, lo sabía porque lo había puesto a prueba de nuevo. Sus primeras semanas en Lombardía habían sido un infierno y gran parte de ellas las pasó amarrada a la cama como si no fuera más que una mera chiflada en un sanatorio mental. Fue allí, postrada sobre el catre, donde decidió abandonarse.

Damián hablaba mucho, pero ella ya no lo hacía. Él consideraba aquello conversaciones, porque la rubia asentía constantemente, como si entendiera lo que le decía, mas no le escuchaba siquiera. Ella ya no estaba allí. Lora ya no existía, no por ahora al menos. Se había retraído como un caracol a lo más recóndito de su mente y no tenía la menor intención de asomarse de nuevo, por más que lloviera.

Asintió una vez más a las palabras ajenas y con el mismo semblante sombrío y ausente que había aparecido, se fue de nuevo, dejando atrás a un despreocupado sire que ya no la quería. Tenía otras cosas de las que preocuparse más importantes que ella. Pero ya todo daba lo mismo. Ese cuerpo sin vida ya no necesita atenciones ni anhelaba sentir algo de cariño. Era como una muñeca de porcelana. Fría por fuera y por dentro. Parecía dura, pero un pequeño golpe en el punto exacto, la quebraría para siempre y nadie podría recomponerla de nuevo.

por **Damian Alarcón** Lun Oct 22, 2018 2:30 pm

El perfume se fue alejando del lugar, no era de extrañarse que la mujer de cabellos dorados no contestará a lo dicho con su poco recordada voz, pues la mayor de tiempo sólo asentía a lo que el español le decía y aunque no pareciese al inmortal le mermaba aquella actitud; por unos breves instantes la oscura mirada de este se alzó para comprobar lo que sus sentidos le indicaban y apenas en esos segundos distinguió con toda claridad la figura femenina que más que su igual daba la apariencia de un espectro adherido a la lúgubre decoración, su piel tan blanca que poco le faltaba para parecer traslúcida y aquella manía de levitar descalza que recientemente había adquirido la francesa le daba por demás inquietud. Esa ya no parecía ser su Lora, no le discutía como antes con aquella altivez y no sabía si eso era parte de castigarlo con tan dura indiferencia; la neófita se había vuelto algo inesperado pero eso el inmortal decidió dejarlo de lado erróneamente dándole prioridad al tema que le arañaba la existencia desde hace años.

Era frustrante y no le complacía en absoluto la taciturna Lora pero aún con ello no tenía la intención de encargarse del tema, al menos no en ese momento. Con una mano provoco que las puertas de su despacho se cerrarán con fuerza privándole de la imagen femenina que de apoco se perdía por el pasillo; su soberbia los terminaría por hundir más en la desdicha porque cada paso dado para deshacerse de aquella maldición eran 100 pasos lejos de la francesa, lo sabía muy bien y aún así no se detuvo.

Las horas pasaron lentas entre líneas de viejos pergaminos, de vez en cuando buscaba a la rubia en la mente de los sirvientes o del mismo Abelardo que no se cansaba de intentar sacarle alguna escueta palabra a su señora. Todo en vano por que la inmortal sólo asentía sin tener las ganas de hablar o expresar algún sentir; supo que ya todo estaba listo para recibir a sus resientes socios, después de todo había deberes con los cuales cumplir si querían permanecer con el perfil bajo lejos de la inquisición o los fastidiosos cazadores. Sin contar que las cenas resultaban muy productivas pues era alimento tibió el que se daba permiso de degustar; Damián no había buscado tener otra esclavo o esclava, simplemente se alimentaba cuando alguna doncella contaba con proceder de buena cuna entre otras cosas y aquellas cenas propiciaban mucho el acceso a sangre limpia. Pero sus intenciones esa noche no era simplemente saciar su sed; todo ocurrió con la mayor formalidad las tres familias invitadas llegaron puntuales y como era de esperarse los caballeros desearon pasar a cerrar negocios con el español que era lo primordial para ellos, Damián accedió dejando a Lora con el resto por un breve periodo que le permitió tener a los empresarios satisfechos con su propuesta, para el los negocios en sí carecían de importancia era algo que hacia más por costumbre que por necesidad casi ya de manera inconsciente a sí que envolverlos no era complicado.

Pronto estuvieron todos sentados en la mesa alabando la excelente cena que se les había preparado, Damián sonrió de manera encantadora besando la mano de la rubia que estaba sentada a su lado como siempre, mientras de manera discreta posaba su mirada en aquella jovencita de cabellos dorados cuyo corazón palpitaba fuertemente al notar los ojos del moreno en ella, quizás la había elegido por su parecido a Lora cuando recién la conoció.

—Se lo debemos a la señora de la casa sin duda, yo sólo ayudo dejando todo en sus manos—

Si, Damián podía ser todo lo encantador posible cuando de cazar se trataba y como todo inmortal atraía a cualquiera sin problema. Disfrutaba de aquel juego sutil en el que la sangre se ofrecía a el sin tener que usar la fuerza, nunca lo hacía delante de la enfermera pero esa noche buscaba algo que despertará a la dormida Lora, aunque fuera provocar su rabia ya sería algo.

De pronto todos se quedaron quietos viendo a sus platos, el español se levantó de su asiento posandose detrás de aquella joven.

—De algún modo me recuerda a ti...sólo que su mente es más débil... — las manos del inmortal apartaron el fino cabello de la humana exponiendo el cuello. Su mirada se poso en la de Lora retandole de algún modo a que por lo menos pestañeara.

por **Lora Bellamy** Mar Nov 06, 2018 3:07 am

Abelardo lo organizó todo junto al servicio. Eligieron la vajilla a usar aquella noche, se dedicaron a limpiar con bicarbonato la cubertería de plata y adecuaron el menú a los invitados que acudirían aquella noche. Eran todos sumamente diligentes y funcionaban como un ejército bajo las órdenes de la mano derecha de Damián, aquel que era su fiel compañero desde hacía años. Ese hombre era el único en el que el español confiaba y desde lo ocurrido en Francia, se había convertido en el diligente guardián de la enfermera.

Lora fue la primera en tomar asiento, sencillamente porque no hablaba con nadie y era mucho más sencillo de explicar todo si estaban todos acomodados alrededor de la mesa y ella les recibía ya aposentada como la señora de la casa, aquella que, supuestamente, era. Ella seguía siendo una neófita y controlar sus instintos podía volverse algo muy difícil. Pero la apatía hacía las cosas más simples, al menos en ese aspecto, porque para lo que le interesaba al inmortal, la francesa se había convertido en una cáscara vacía.

La rubia ignoró a todos los presentes, ni siquiera les miró a los ojos cuando la saludaron al sentarse. Los azules orbes de la dama, apagados, sin brillo, quedaron fijos en la mesa, en el plato, mientras las frías yemas de sus dedos acariciaban los cubiertos plateados en un leve roce. La mente de la enfermera no estaba nunca allí, permanecía encerrada en un momento de su vida, en una elección que cambió su destino y la sentenció a muerte perpetua, a una prisión de huesos y carne en la que su alma jamás descansaría.

Fue entonces cuando el cainita, en una especie de intento desesperado y patético, intento hacer saltar a Lora de su letargo despierto. Quería provocarla, hacerle sentir ira, celos, odio profundo. Cualquier cosa le serviría, porque cualquier cosa sería mejor que aquel maldito silencio y aquella desgana con la que sobrevenía día tras día desde hacía meses.

Sin embargo, no hubo reacción alguna, porque la rubia ni siquiera escuchaba lo que el contrario decía, ni veía lo que tenía delante, aún y cuando sus orbes parecían mirar en la dirección en la que el inmortal se hallaba. En la cabeza de la enfermera se proyectaba una única escena, ella corriendo al río y cortándose verticalmente las venas a plena luz del día. Era como una pesadilla continuada, una que nunca cambiaba. Aunque en su fuero interno ansiara modificar lo sucedido, era imposible del todo. Era un pasado inmóvil, algo ya escrito y que no se podía borrar ni dibujar de un modo distinto. Ella había tomado una decisión, una con la que cargaría durante el resto de su existencia.

La única ventaja del estado en el que se encontraba era que ya no pensaba en la sombra de Catalina cerniéndose sobre su vida.

por **Damian Alarcón** Vie Nov 23, 2018 12:05 am

El español recorría con sutileza la tibia piel de aquella incauta humana, el palpitar resonaba cual música armoniosa provocándole sed. Hace cuánto no se deleitaba con sangre joven? Quizás demasiado tiempo había pasado...

Sus ojos teñidos por un furioso carmesí dejaron de observar a la enfermera quien no se digno a ser más que parte de la decoración como ya se había tornado costumbre, una que lo desquiciaba, pues tal era la indiferencia que se podía cortar con una fina navaja al primer movimiento. No le importaba, se percataba de ello al ver los orbes azules sin ningun brillo cual recipiente vacío,su intento desesperado por hacerle reaccionar paso a segundo plano tornándose en un amante despechado, hartó y sediento; tendida ante el la oportunidad de apaciguar la sed le estaba generando caer, ya que la palpitante vena le llamaba, el flujo sanguíneo corriendo a toda velocidad le provocaba relamerse los labios y el dulce calor que emanaba el cuerpo puro era muy difícil de ignorar incluso para el, más cuando aquella doncella le recordaba lo que alguna vez fue su Lora.

—Increible que teniendo lo que deseas no estés satisfecha, lo reitero deberías estar rebosante de júbilo masacrado a cuanto mal nacido te plasca...— el inmortal deslizó sus fríos labios por la carótida de la humana que permanecía tan quieta como una muñeca de porcelana y aún así pese a la quietud de la inocente alma pudo notar el leve suspiro de esta al sentir los gélidos labios resbalar por su piel.— Te limitas a ser parte de la decoración...eso es lo que imaginaste? Ni siquiera sientes deseo por la sangre o si?...— una sonrisa ladina apareció en el rostro varonil mientras ejecutaba un pequeño corte en el hombro de la invitada provocando que la sangre dulce brotará, no hubo gritos solo murmullos por parte de su alimento. Su dedo índice se deslizó por la herida provocando que el sangrado fuera más evidente, olía bastante bien, después de todo el buen gusto siempre prevalecía.

—Insensata Lora...aún siendo inmortal te las arreglas para conflictuar. —

Sin esfuerzo levantó a la joven humana poniéndola de pie, deslizando la silla en la que hasta escasos segundos la misma descansaba, la giro con cuidado contemplandola de frente...verdes, aquellas esmeraldas eran verdes. Ahora recordaba ese viejo fetiche, el escoger siempre mujeres que le recordarán a Catalina con absurda demencia; pero esta vez, la mujer que tenía frente a si daba más con el aspecto de Lora solo aquellos ojos hacían distintivo,, sin prisa sus labios limpiaron la herida que el había provocado en la tersa piel, la sangre bajo tibia por su garganta, dulce.

Se descubrió añorando a la antigua Lora, su calor, su compañía no eran remotamente parecidas. La que vivía bajo su mismo techo solo se paseaba cual esperpento recordándole que ese estado era su culpa, que el había condenado el alma de la francesa a la desdicha, claro que una parte de el disfrutaba el dolor que emanaba pero muy en el fondo no le satisfacía en nada el distanciamiento, el desinterés total que le demostraba con cada tic-tac de las manecillas.

por Contenido patrocinado

Une léthargie, Lora.

Une léthargie, Lora.

Re: Une léthargie, Lora.

Re: Une léthargie, Lora.

Re: Une léthargie, Lora.

Re: Une léthargie, Lora.

Re: Une léthargie, Lora.