Léa Kerino | ID

Léa Kerino

Habilidades

Sus mayores fortalezas a la hora del combate son a distancia. Tiene una excelente puntería con el arco y flecha, e incluso con el lanzamiento de cuchillos. Una de sus mayores debilidades es la lucha cuerpo a cuerpo, con puños y patadas pues, si bien es rápida para acertar los golpes, no posee la fuerza necesaria para que estos afecten realmente a sus contrincantes sobrenaturales. Por otro lado, su debilidad es compensada por la ligereza de su cuerpo, lo que le permite correr muy rápido, y la agilidad de sus miembros que, acompañada con sus buenos reflejos, le permiten esquivar los golpes más directos.

Su arma predilecta es el arco; sin embargo, es consciente que, de haber un acercamiento de parte de su presa, estaría prácticamente muerta en sus manos sin ninguna otra arma. Es por ello que siempre, en cualquier circunstancia, lleva escondidas bajo las ropas, varias navajas con hojas de plata. A veces, incluso, algunas estacas de madera.

Historia

A sus 23 años, la vida de Léa ha dado varios vuelcos inesperados, que han marcado un antes y un después en su vida, haciéndola cuestionarse todo en lo que había creído hasta ese momento.

El primer giro repentino vino a los doce años. Habiendo nacido en el seno de una familia adinerada, de padre francés y madre austríaca, con un hermano seis años mayor, Léa creció siendo sobreprotegida por todos en casa. Era la princesita. Por lo que la existencia de criaturas sobrenaturales era para ella una fantasía, parte meramente de los cuentos de miedo que Arthur, su hermano, a veces le contaba.

Una noche, sin embargo, su hermano desapareció, siendo encontrado por Léa tras una extenuante búsqueda, a la mañana siguiente. Su cuerpo estaba pálido y frío, sin una gota de sangre en él. Tenía marcas de garras y una horrible mordedura en el cuello. Mucho intentaron convencerla de que había sido algún animal salvaje, pero, ese día, la niña comprendió que existían esos seres de los que su hermano tanto le había hablado.

La que fuese una jovencita inocente y crédula, se cerró en sí misma por muchos años, perdiendo su sonrisa y alegría, hasta que a los dieciséis años conoció a un hombre misterioso que le daría un nuevo sentido a su vida. Él se convirtió en su entrenador, su maestro, su amor secreto. Quien, con paciencia, la entrenó durante dos largos años, convirtiéndola en cazadora a escondidas de sus padres.

A partir de entonces, Léa se concentró en aparentar ser la perfecta señorita de sociedad durante el día, mientras que por las noches salía a cazar a los monstruos que había asesinado a hermano. No podía saber con certeza quién había sido, pero cada vez que lograba darle muerte a uno de ellos, sentía que estaba vengando a Arthur.

El segundo giro repentino vino poco después. Durante una noche de cacería, se encontró con un vampiro que, para su sorpresa, daba caza a otros como él. Hasta el momento había considerado a los vampiros como criaturas malvadas y sin alma. Conocer a Adonis le hizo tener una nueva perspectiva de estos seres nocturnos e, irremediablemente, tras compartir algunas noches de caza, había caído irremediablemente enamorada de este hombre, con todos sus extraños matices, con sus rarezas y su perfecto físico. Sus padres, por supuesto, nunca se enteraron de tal amorío.

Tal era su encandilamiento por el hombre, si podía decírsele de esa manera, que cuando él decidió marcharse de Austria, él le siguió sin dudarlo a París a pesar que no llevaban más que unos tres meses de conocerse. A sus padres les dijo que necesitaba un cambio de aire pues, a pesar de los años transcurridos, seguía sin dejar de ver a su hermano en cada habitación de la mansión, logrando que le permitiesen mudarse con una tía paterna en la capital francesa.

El tercer y último giro llegó a los pocos meses de haberse mudado. A pesar de haberla hecho sentirse especial, no era la única para Adonis. Descubrió pronto que era un completo casanova, le costaba poco bajarse los pantalones y meterse bajo las faldas de cuanta mujer atravesara su camino, lo que llevó a un irremediable quiebre, no solo entre ambos, sino en el corazón de la cazadora. Provocando que desde entonces Léa se convirtiera en un constante dolor en el trasero para el vampiro, fastidiándole la cacería no solo de vampiros sino de otras mujeres.

Descripción psicológica

Léa es una chica de extremos. Te quiere o te odia, se muestra dulce o completamente ácida, es blanco o es negro. Para ella no existen los grises, una vez que la lastimas te hace la cruz y bien puede hacer una de dos: se desaparece totalmente de tu vida o se convierte en un permanente dolor en tu trasero.

Es decidida y caprichosa, cuando quiere algo, de alguna u otra manera lo obtiene, pero no porque se lo ponen en bandeja de plata, pues trabaja duro para conseguirlo. Cuando decidió que quería hacerse cazadora, su contextura era débil, tuvo que esforzarse al máximo para conseguir la aprobación de su maestro, y desde entonces ha dedicado el mismo empeño en todo lo que le interesa conseguir.

Mientras el sol brille alto en el cielo, se muestra como la perfecta chica de sociedad ante todos: delicada, dulce, incluso tímida y obediente. Esa es su manera de despistar y esconder lo que realmente es, lo que hace tan pronto la noche cae, pues es entonces cuando se quita la máscara de perfección y se muestra como realmente es: irreverente, luchadora, de fuerte carácter. Incluso su manera de hablar cambia totalmente, expresándose a veces como si fuese un marinero en alta mar, con un vocabulario que haría sonrojarse al más experimentado de los piratas.

Después de la “ruptura” con Adonis, quien le ha dejado el corazón roto, ha llegado a convertirse, en cierta forma, en su igual. Con su apariencia de perfecta damisela, seduce a los hombres, hasta el punto en que le hacen incontables y costosos regalos, solo para rechazarlos cuando le piden llevar la relación a algo más serio. La diferencia es que, aunque los seduce, Adonis sigue siendo el único con quien se ha permitido tener intimidad. En su juego de seducir y rechazar, siempre ha esperado que alguno llene el vacío que el vampiro dejó, pero ninguno parece ser nunca suficiente.